miércoles, 17 de enero de 2018

Eufemismos en política

Enrique Mariño, "Eufemismos en política", en Público, 17-I-2018:

Si usted vuelve a escuchar a Cristóbal Montoro aquello de “vamos a cambiar la ponderación de los impuestos”, agarre bien la cartera, porque lo que querrá decir es que el Gobierno le va a dar un estacazo con una nueva subida del IVA. Tal vez decida salir a la calle para mostrar su rechazo, pero ande con ojo, no vaya a tropezar con las defensas de las Unidades de Intervención Policial —o sea, con las porras de los antidisturbios—. Terminará lamiéndose las heridas o, en el peor de los casos, teniendo que someterse al copago sanitario, que debería llamarse repago, pues recuerde que ya ha abonado los medicamentos a través de los sucesivos cambios de ponderación impositivos a los que aludía el ministro de Hacienda.

La escalada de eufemismos podría seguir hasta la zeta del diccionario, incluso sin salirnos del anterior párrafo: sustituyamos estacazo por daño colateral o IVA por gravamen adicional, al que tendríamos que sumar el recargo complementario temporal de solidaridad, que no es otra cosa que la subida del IRPF. Incluso eso de escalada tiene un matiz épico, cuando en realidad se trata de un aumento o una subida, nada deseable cuando se trata de armas o precios.

“Se utilizan palabras blandas para expresar situaciones duras”, explica la periodista Soledad Gallego Díaz, acostumbrada a ver cómo en los últimos años los políticos, economistas y empresarios recurren cada vez más a los eufemismos. Quizá, añade la columnista de El País, para describir unas situaciones que se han vuelto “progresivamente más injustas o violentas” —hablamos del paro galopante, de los recortes (reformas estructurales), de la supresión de derechos, de la privatización de los servicios públicos (externalización), de los desahucios y la crisis de las preferentes (una estafa en dos tiempos: al timo inicial le seguiría una quita posterior, o robo, de los ahorros), etcétera—, por lo que podrían considerarse unos “pretextos para amparar no a los más débiles, sino a los más poderosos”.

Esta degradación de la lengua, pese a la carrerilla que ha tomado en España desde el inicio de la crisis económica, no es nueva ni exclusiva de este país. George Orwell escribía en 1946 que “el lenguaje y los escritos políticos son ante todo una defensa de lo indefendible”, por lo que los gestores de la cosa pública recurrían a “eufemismos, peticiones de principio y vaguedades oscuras” para evitar argumentos “demasiado brutales” a oídos de los ciudadanos. Así, respecto a las purgas y deportaciones en Rusia, por ejemplo, el político nunca mentaría el “asesinato de los opositores”, sino “cierto recorte de los derechos de la oposición política”

El ensayo La política y el lenguaje inglés, como puede observarse, sigue vigente sesenta años después. Basta cambiar el nombre del gobernante, de la nación y del conflicto, sinónimo suave de guerra, exterminio, genocidio o muerte. “El gran enemigo del lenguaje claro es la falta de sinceridad”, sostenía Orwell. “Cuando hay una brecha entre los objetivos reales y los declarados, se emplean casi instintivamente palabras largas y modismos desgastados, como un pulpo que expulsa tinta para ocultarse”. Volver no operativo, un supuesto no injustificable, una consideración que siempre debemos tener en mente, etcétera. “El estilo inflado es en sí mismo un tipo de eufemismo. Una masa de palabras latinas cae sobre los hechos como nieve blanda, difumina los contornos y sepulta todos los detalles”, señalaba el autor de 1984.

Pero volvamos a este tiempo y a nuestro país. Si la realidad no es del agrado del pueblo, basta cambiarle el nombre para hacerla más digerible. Con Zapatero no había crisis, sino recesión o desaceleración. Su ministra de Economía, Elena Salgado, vio algunos brotes verdes en la economía y aventuró que sólo cabía esperar a que creciesen. La negada crisis terminó siendo tal, aunque, como dijo el ministro Guindos, España jamás fue rescatada, pues se trató de un apoyo financiero o, más largo todavía, un préstamo en condiciones muy favorables. Entretanto, no hubo inflación —si acaso, reacomodamiento de precios—, ni arreció el paro —sino que las empresas, algunas por falta de liquidez (se iban al tacho), aprovecharon las sinergias y optimizaron sus recursos, mientras que las administraciones públicas racionalizaron el gasto, eliminaron duplicidades, adelgazaron sus estructuras y redujeron los gastos superfluos: meros ajustes en un contexto de flexibilización del mercado laboral—. Para frenar la sangría del desempleo —luego iremos con el enfermo— no se favoreció legalmente el despido libre o su abaratamiento, sino que se informalizaron las relaciones laborales. Al menos, nadie le dio una dentellada a los sueldos de quienes seguían conservando su trabajo: hubo alguna devaluación competitiva de los salarios por aquí, algún ajuste por allá, alguna moderación salarial por acullá....

"Lo formal es feo y estrecho y lo informal, en cambio, hermoso y desenvuelto. Lo inflexible es rígido y obstinado, en tanto la flexibilización es ligera y juvenil", escribe el profesor universitario Miguel Catalán en el libro Mentira y poder político (Verbum). Lo que nos lleva a pensar que no cabe duda de que la arruga sea bella, si bien la pérdida del trabajo —el despido— se antoja fea, por mucho que la vistan de reajuste, una palabra aquejada de trastorno bipolar. Puede suponer una disminución —de empleos—, pero también un aumento —de precios—; el caso es que su escucha no trae nada bueno. Decíamos que no bajaron los sueldos, como tampoco se llevaron a cabo desahucios —llámenlos procedimientos de ejecución hipotecaria—, por lo que ningún propietario se quedó sin su casa —en jerga bancaria, activos adjudicados—. Los jóvenes universitarios tampoco se vieron forzados a emigrar —movilidad exterior, mejor que fuga de cerebros— por falta de oportunidades laborales —o sea, de trabajo— y los que sí se quedaron no entienden cómo, habiendo estudiado una carrera y un máster, no aciertan a comprender qué significa eso de flexiseguridad en un país tan inestable laboralmente como el nuestro. Sea como fuere, resulta paradójico que dos conceptos positivos en uno —flexibilidad y seguridad—, más que tranquilizarnos, nos intimiden...

Claro que durante estos años que vivimos peligrosamente hubo alguna buena noticia, como las iniciativas del Gobierno para calmar los mercados —subir los impuestos y reducir el gasto público, como ordenaban desde el más allá— o las inyecciones de liquidez —ejem— que proporcionaron las medidas excepcionales para incentivar la tributación de rentas no declaradas —“señoría, no hay ninguna amnistía fiscal”, se escuchó en el Congreso por boca de Montoro—. ¡Qué riqueza lingüística! ¡Benditos neologismos, encargados de inflar la burbuja eufemística! Circunloquios para el recuerdo, como la abstención técnica del PSOE para que gobernase Rajoy, mientras que el PP no expulsaba a Rato, sino que lo daba de baja. La infanta Elena y Marichalar tampoco se separaron, pues lo suyo fue un cese temporal de la convivencia. Un capítulo aparte merece el extesorero del PP Luis Bárcenas, que sufrió un “despido en diferido” —en este caso, no se informalizó su relación laboral porque ésta había sido simulada— y, consecuentemente, recibió una indemnización a su debido retraso por su gestión de la presunta caja B del partido, que no era tal sino una “actividad extracontable sin carácter finalista”. Por cierto, gracias a la Ley de Enjuiciamiento Criminal, aprobada por el Congreso, los imputados por la Justicia ahora son investigados, un participio que resulta más leve y suena menos fuerte.

Qué desastre, pensarán algunos, pero cuidado también con las metáforas. Cuando escuchamos que una empresa sanea sus cuentas o que la crisis del banco equis contagia al banco zeta, estamos tratando a la economía como a un enfermo o, si lo prefieren, como a un ser vivo responsable de sus actos y con autonomía propia, como si la culpa de las crisis la tuviesen estos organismos animados y no las personas encargadas de su gestión. Lo denunció hace cuatro años la profesora de Filología de la Universidad de Navarra Carmen Llamas durante el VIII Seminario Internacional de Lengua y Periodismo El lenguaje de la crisis, organizado por la Fundación San Millán de la Cogolla y la Fundación del Español Urgente (Fundéu), cuyo coordinador, el periodista Javier Lascurain, tiene claro que las fuentes de los periodistas se valen de los eufemismos y las denominaciones alternativas para “camuflar, dulcificar u ocultar ciertas realidades”.

Aunque a veces es la propia prensa la que impone un determinado léxico, extraído del deporte, el toreo, los fenómenos atmosféricos o los desastres naturales, que en realidad no son naturales, sino el resultado de la presencia o acción del ser humano en el entorno, así como de la falta de prevención por parte de este, pues no hay desastre si no hay afectados: una tormenta de arena en medio del desierto es un fenómeno natural, excepto que se tope con un campamento de beduinos y termine, ahora sí, en desastre. Si no tenemos esto claro, la traslación de tsunamis, sequías y tormentas al lenguaje económico nos hará pensar, por ejemplo, que los terremotos financieros son desastres de origen natural, incluso divino para algunos, que escapan a la mano invisible del hombre, encargada de regular el mercado. Resulta chocante que se naturalicen las decisiones de quienes mandan y los efectos de sus políticas económicas, mientras que los mercados se humanizan: tiemblan los parqués porque entran en pánico, o las bolsas se despiertan optimistas por la euforia que suscitan las operaciones comerciales.

“La crisis económica de 2008 fue consecuencia clara de un proceso de desregulación de los mercados financieros, pero los políticos que protagonizaron esa desescalada no han querido admitir su responsabilidad y se han presentado como víctimas de una catástrofe imprevisible. Lo mismos sucede con la corriente principal de pensamiento académico en Economía, que justificó plenamente esa desregulacion y que no acepta la enorme influencia que tuvo en el estallido de la crisis”, afirma Soledad Gallego-Díaz. “Por ello necesitan hablar con eufemismos, que ayuden a hacer creer a los afectados por la crisis que la responsabilidad fue de ellos mismos por solicitar un crédito excesivo y no de quienes, siendo especialistas en el tema, se lo concedieron”.

Sin embargo, algunos tienen los días contados. Por ejemplo, para evitar la palabra crisis, comenzaron a llamarla recesión, hasta que esta también adquirió una connotación negativa, lo que dio paso al crecimiento negativo, un oxímoron que figura entre los eufemismos favoritos de la columnista madrileña. Y cuando el Gobierno del PP creyó ver la luz al final del túnel, no se atrevió a recurrir de nuevo a los brotes verdes por su evocadora paternidad socialista y por las críticas que le dedicó al hallazgo verbal en su momento, lo que motivó que Luis de Guindos, actual ministro de Economía, optase por una "pequeña flor de invernadero" para referirse a la recuperación económica.

El ministro de Economía, Luis de Guindos, y el presidente de Iberdrola, José Ignacio Sánchez Galán, charlan durante la inauguración de la jornada organizada por Pimco y El Confidencial. EFE/ Mariscal
Guindos y el presidente de Iberdrola, Sánchez Galán. / EFE

Ahora bien, ¿logran los políticos manipular a la sociedad con su camuflaje lingüístico? “Lo pretenden, y durante un tiempo lo consiguen, pero los eufemismos caducan”, abunda en la idea Álex Grijelmo, autor del libro Palabras de doble filo (Espasa). “Se produce lo que el lingüista norteamericano Dwight Bolinger llamó efecto dominó. Ajuste fue un eufemismo, y ahora designa claramente lo que antes ocultaba. Países pobres dio paso a países subdesarrollados, si bien esa expresión terminó nombrando crudamente lo que intentaba edulcorar. Así que luego vinieron Tercer Mundo —que se dio la vuelta con el adjetivo peyorativo tercermundista— y países en vías de desarrollo. Por tanto, el lenguaje político necesita renovarlos constantemente, porque se gastan. Y hay que estar muy atentos a esos cambios”, advierte el escritor y expresidente de la Agencia Efe.


Así, el copago sanitario, un eufemismo de repago, se convierte en ticket moderador, o sea, en un peaje por ir al médico, que ya habíamos pagado previamente con nuestros impuestos. “Los periodistas compran ese neolenguaje por varias causas, entre ellas la influencia directa de las fuentes en algunos medios. Y, desde luego, nosotros no siempre hacemos bien nuestro trabajo, pues usar palabras inadecuadas, engañosas o incomprensibles para los lectores es una forma de no cumplir nuestras obligaciones”, lamenta Javier Lascurain. “Nosotros somos cómplices, en muchas ocasiones involuntarios, de esa manipulación”, secunda Álex Grijelmo, quien sostiene que los plumillas “ejercen como transmisores acríticos”. Quizá entonces sea mejor decir tributo, tasa o pago en vez de peaje, aunque algunas autopistas también las paguemos dos veces, incluso tres si quiebran.

Pese a que fuese adecuado consumirlo preferentemente antes del fin de 2017, el término ajuste todavía no ha caducado, sino que ha mutado en otros eufemismos, que son empleados según Gallego-Díaz “para suavizar la carga pesimista o violenta de una palabra o expresión directa”. Adviértase que el verbo despedir comenzó a ser menos frecuente en los titulares cuando las empresas empezaron a presentar —o, en el mejor de los casos, a pactar— ERE, sigla de Expediente de Regulación de Empleo, que terminó dando lugar al ya lexicalizado ere y a su plural eres.

Tampoco corren buenos tiempos para la austeridad, “la reina de los eufemismos”, en opinión de la columnista de El País: “Un concepto asociado a la sobriedad, a la moderación y a la elegancia que ha sustituido en un abrir y cerrar de ojos a lo que es simplemente un hachazo en el gasto público”. Miguel Catalán, en Mentira y poder político, incide en la misma noción: “Puesto que la austeridad es una virtud tradicional, la de no gastar más de lo que se tiene sin dejar por ello de vivir con dignidad, se utiliza el término austeridad como un eufemismo para lavar la negra imagen de los recortes sociales, cuyo resultado [es una vida] indigna en tanto ayuna de servicios básicos”. Al principio era así, pero de tanto uso —y sufrimiento de la población— ha terminado adquiriendo un matiz peyorativo: antes, apretarse el cinturón podría apelar al sentido común, si bien ahora los políticos tratan de eludirla porque son conscientes de los daños colaterales causados a la ciudadanía. Digamos que algo considerado ayer positivo, hoy puede ser negativo, como recordaba el escritor británico Owen Jones —citado por Catalán en su libro— cuando aludía al término reforma: un término que antes estaba ligado a las mejoras de los servicios públicos "pone nombre ahora a las políticas antisociales”.

Un activista ¿Qué hacer ante el intento de colarnos la misma receta de siempre con otra denominación? Orwell decía que “si el pensamiento corrompe el lenguaje, el lenguaje también puede corromper el pensamiento”, por lo que “esta invasión de la mente por frases hechas sólo se puede evitar si se está continuamente en guardia contra ellas, y cada una de esas frases anestesia una parte del cerebro”. No queda otra que llamar a las cosas por su nombre, como defiende Álex Grijelmo, quien advierte de los efectos secundarios del uso de las frases hechas. “Los periodistas que hacen suya la jerga política tendrán más difícil distanciarse de los políticos y ser independientes, solo por el hecho de usar sus mismas palabras manipuladoras. Yo desconfiaría del periodista que dice reforma fiscal cuando se habla de subir impuestos, o del que habla de desequilibrios territoriales en vez de desigualdades. Su lenguaje y su pensamiento parecen abducidos por el poder de turno”.

Los medios se han visto inundados de todo tipo de circunloquios, hasta convertirse, de manera inconsciente o intencionada, en neologismos periodísticos de uso cotidiano. Por ello, vale la pena mentar de nuevo al autor de La política y el lenguaje inglés, quien escribió aquello de que “el lenguaje político está diseñado para lograr que las mentiras parezcan verdades y el asesinato respetable, y para dar una apariencia de solidez al mero viento”. Porque, aunque pueda parecer que el uso de vaguedades y neologismos ayuda a difundir la diversidad lingüística, en realidad es sinónimo de empobrecimiento. “Más palabras no siempre suponen más riqueza del lenguaje, porque estas entran en el discurso periodístico para desplazar a otras —a menudo más claras o precisas— y no aportan riqueza sino oscuridad”, previene el coordinador de Fundéu.

En fin, nuestros eufemismos políticos y económicos son las especies invasoras que han tomado los ríos y van a dar a la mar, que es el pasar a mejor vida de los medios de comunicación. O sea, el morir. 

martes, 16 de enero de 2018

Pseudomedicinas y pseudociencias

Vicente Prieto: "Ya me he suicidado dos veces con homeopatía"
COTE VILLAR

Viveiro (Lugo), 1968. Es biólogo del cuerpo facultativo superior de la Xunta y presidente del Círculo Escéptico, una curiosa asociación con miles de seguidores en las redes que combate las mentiras de las pseudociencias.

Principios de año, somos presa fácil de profecías y dietas milagro.

Un socio recopila las profecías de cada año: no sólo se repiten, es que además nunca se cumplen.
La industria del adelgazamiento marcha a pesar de tener una tasa de fracaso cercana al 90%.
Cuando le preguntan al dietista Juan Revenga si funcionan las dietas él siempre dice que sí, porque consiguen su objetivo, que es ganar dinero.

¿Y las dietas detox, esa palabra imprescindible?

Si ya tenemos riñones e hígado, que son los que eliminan las toxinas de verdad...

Las cremas rejuvenecedoras...

O los suplementos alimenticios como el magnesio, tan de moda, que, si no tienes ningún déficit, no te aportan nada.

El mayor escándalo, ¿la homeopatía?

Los remedios homeopáticos son delirantes.El más común es tratar la depresión con muro de Berlín diluido, según ellos te tienes que tomar algo que te produzca los mismos efectos. Aire de cabina de avión, tiranosaurio rex diluido, tormenta, ostia consagrada... Es absurdo.

Pero se vende en farmacias.

Da mucho dinero. Yo ya me he suicidado dos veces con homeopatía, compré sedantes homeopáticos y me tomé una caja entera.

¿Ni un poquito de sueño le dio?

El azúcar me dejó la boca pastosa. La homeopatía dice que el agua guarda memoria, pero si eso es cierto, el agua recordará todo lo que se haya disuelto en ella a lo largo de los siglos, no exclusivamente lo bueno que ellos pretenden.

Las farmacias son también un negocio.

Recordemos que las power balance se vendían en farmacias. Y los imantadores de agua. Bueno, la power balance la llevaba hasta Leire Pajín cuando era ministra de Sanidad.

De todas las pseudociencias, ¿ésa es su favorita?

La homeopatía recopila muchos absurdos, pero no podemos reírnos mucho porque hay gente que está sustituyendo los tratamientos de enfermedades graves como el cáncer por tomar bolitas de azúcar.

A usted le gustaba la ufología.

De hecho, el origen del movimiento escéptico en España fue un grupo de ufólogos que empezaron a estudiar de manera crítica los avistamientos, preguntaban, lo investigaban y demás. Se dieron cuenta de que no había nada. Hacían experimentos como soltar globos con luces por la noche y al día siguiente se multiplicaban los avistamientos de ovnis. Entonces era todo más inofensivo, fantasmas, ovnis, el monstruo del Lago Ness... el problema es que desde hace unos años la mayor parte de las estafas y las charlatanerías se han centrado en la salud, es donde está el dinero.
Mi charlatán favorito es ese señor que dice que en muy poco tiempo alcanzaremos la vida eterna.
Es inofensivo. Son más preocupantes los que venden remedios para el cáncer, el Sida, la diabetes y demás, y que además se están publicitando sin problemas. La máxima derivada es el remedio imaginario para enfermedades imaginarias, como los que venden curas para la homosexualidad.

Anda, ¿y cómo se cura?

Con exorcismos y homeopatía, dicen.

Contra todo eso, escepticismo

No queremos que la gente piense como nosotros, ¡sólo que piense!

Entra en juego el factor fe

Creer consuela, pero también hay un punto de "yo sé algo que la mayor parte de la gente no sabe, sé que esta medicina alternativa cura".

Y el sacrosanto regreso a lo natural

 Lo verdaderamente natural era morirse de frío en una cueva a los 38 años habiendo visto morir a la mitad de tus hijos en el parto. En África nadie se plantea no vacunarse, saben que es la diferencia entre la vida o la muerte. Aquí vivimos tan bien que creemos que nos vamos a curar con mejunges o con los pases mágicos esos del Reiki, que parece que hay que ser Jedi para controlar la fuerza.
Pero tienen voceros entre los representantes públicos.

No hace mucho una diputada hizo una pregunta en el Parlamento europeo criticando las vacunas.
O Trump, que duda de que el cambio climático exista porque, según él, hace mucho frío en su casa.
Con toda la gente preparada que hay en Estados Unidos no puedo entender cómo han decidido que ése es el que mejor les puede gobernar.

Bueno, ¿y en qué cree usted?

En muchas cosas, en la ciencia, en la gente. Australia y Nueva Zelanda han autorizado el arroz dorado, una planta transgénica cuya patente es gratuita y que tiene muchos carotenos para activar la vitamina A y evitar la ceguera.

¿En qué momento dice, como Sócrates, sólo sé que no sé nada?

De jovencito me encantaban los ovnis, pero luego empiezas a estudiar y a plantearte cosas. Ahora creo que debe haber alguna forma de vida más en el universo, pero es difícil que nos visite, es un problema de tiempo y de espacio.

Dígame al menos que dejó que sus hijas disfrutaran de los Reyes Magos..
.
Y del Ratoncito Pérez. A mí me encantan la ciencia ficción y la fantasía, el problema es seguir creyendo en eso con 40 años. Un escéptico no es un negacionista, es alguien que busca evidencias. La inteligencia es una estrategia evolutiva de nuestra especie, usémosla.

sábado, 13 de enero de 2018

Estrategias de manipulación informativa de Timsit

El escritor francés Sylvain Timsit describió en 2002 las 10 estrategias de la manipulación mediática masiva a través de los medios de comunicación (decálogo en muchas ocasiones atribuido de forma errónea a Noam Chomsky). Su intención fue la de poner de relieve las herramientas psicosociales que permiten tener distraída a la gente de lo realmente importante. De esta forma, los verdaderos problemas que padece la población son difuminados mediante la manipulación de la opinión pública con la ayuda de los medios de comunicación, consiguiendo una sociedad más sumisa y poco crítica.

Históricamente los medios de comunicación han demostrado ser una vía tremendamente eficiente para moldear la opinión pública. Gracias a ellos se han creado o destruido movimientos sociales, se han ocultado crisis financieras, estimulado corrientes ideológicas, e incluso se dice que son productores de la realidad dentro de la psique colectiva.

1 Estrategias de manipulación de  Sylvain Timsit
1.1 La estrategia de la distracción
1.2 Crear problemas y después solucionarlos
1.3 La estrategia gradual
1.4 La estrategia de diferir
1.5 Dirigirse al público como si fuera un niño
1.6 Utilizar el aspecto emocional antes que la reflexión
1.7 Mantener al público en la ignorancia y la mediocridad
1.8 Estimular al público a ser complaciente con la mediocridad
1.9 Reforzar la autoculpabilidad
1.10 Conocer a los individuos mejor que ellos mismos

Estrategias de manipulación de  Sylvain Timsit

Pero ¿conoces qué tipo de estrategias y herramientas psicosociales se utilizan para influir sobre las personas? Afortunadamente Timsit ha logrado sintetizar y exponer la mayoría de estas prácticas, algunas más evidentes y otras más sofisticadas, aunque al parecer todas igualmente eficaces, para lograr una manipulación de la población a través de los medios de comunicación.

La estrategia de la distracción

Este se considera el elemento principal del control social, y consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las élites políticas y económicas, mediante la técnica de la inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes. La estrategia de la distracción es también esencial para evitar que el interés público en el conocimiento esencial en otras áreas como la ciencia, la economía, la psicología, etc. el objetivo es tratar de mantener la atención del público distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivado por temas sin importancia real. Mantener al público ocupado, sin tiempo para pensar…

Crear problemas y después solucionarlos

Este método también se llama “problema-reacción-solución”. Se crea un problema o una ‘situación’ que pretende causar cierta reacción en el público, pero en realidad lo que se busca es que la masa acepte las medidas a tomar. Por ejemplo: se permite que se desarrolle o se intensifique la violencia urbana, o se organizan atentados, con el fin de que el público sea el demandante final de leyes de seguridad y políticas en perjuicio de la libertad. Otro ejemplo sería: crear una crisis económica para que se acepte como un mal necesario el retroceso de los derechos sociales y el desmantelamiento de ciertos servicios públicos.

La estrategia gradual

Se trata de lograr la aceptación de una medida inaceptable, aplicándola de forma gradual, lentamente, incluso durante años. Esa es la forma en que condiciones socioeconómicas radicalmente nuevas como el neoliberalismo, fueron impuestas durante las décadas de 1980 y 1990: haciendo privatizaciones, incrementando la precariedad, el desempleo masivo, el control salarial, no garantizan un ingreso decente, etc. Todos estos cambios habrían llevado a una revolución si se hubiesen aplicado de golpe.

La estrategia de diferir

Otra forma de aceptar una decisión impopular es presentarla como “dolorosa pero necesaria”, obteniendo la aceptación pública en el momento, con la promesa de aplicarla en un futuro. Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que un sacrificio inmediato. Primero, porque el esfuerzo no debe hacerse inmediatamente. Luego, porque el público tiene siempre la tendencia a esperar ingenuamente que “todo irá mejorar mañana” y que el sacrificio exigido podrá ser evitado. Esto da más tiempo a la masa acostumbrarse a la idea del cambio y de aceptarla con resignación cuando llegue el momento.

Dirigirse al público como si fuera un niño

La mayor parte de la publicidad dirigida al gran público se realiza utilizando un discurso, argumentos, personajes y entonaciones algo infantiles, como si el espectador fuese una criatura de poca edad o poco conocimiento. Cuanto más se intenta engañar al espectador, más se tiende a adoptar un tono infantilizante. Al parecer cuando alguien se dirige a una persona como tuviera 12 años o menos, es más fácil sugestionarla, ya que se tiende a obtener una respuesta o reacción también desprovista de sentido crítico como una persona de 12 años.

Utilizar el aspecto emocional antes que la reflexión

Utilizar el lado más emocional de las personas es una técnica clásica para detener el análisis racional de una situación, así como su sentido crítico. Por otra parte, la utilización de un registro emocional permite acceder más fácilmente al inconsciente para implantar ideas, deseos, miedos y temores, compulsiones, o inducir comportamientos.

Mantener al público en la ignorancia y la mediocridad

Se trata de lograr que el gran público sea incapaz de comprender las tecnologías y los métodos utilizados para su control (recortes en educación, recortes en profesorado, en becas, masters carísimos, carreras imposibles casi para una gran población, subidas de IVA cultural como si de un artículo de lujo se tratara… y muchas cosas más).

Estimular al público a ser complaciente con la mediocridad

Promover la creencia de que está bien y está de moda ser una persona vulgar, inculta, poco intelectual o correcta…  no hay más que ver qué espacios televisivos se convierten en líderes de audiencia como Gran hermano, supervivientes, el fútbol que le da mil vueltas a cualquier otra programación.

Reforzar la autoculpabilidad

Hacer creer al individuo que solamente él es el culpable de su propia desgracia, debido sobretodo a su falta de inteligencia, sus pobres capacidades, o su falta de esfuerzo. Así, en lugar de rebelarse contra el sistema económico, el individuo se culpa y se auto desvalida, lo que desemboca en un estado depresivo, uno de cuyos efectos es la inhibición de su acción. Y, sin acción, no hay revolución…

Conocer a los individuos mejor que ellos mismos

A lo largo de los últimos años, los avances de la ciencia han sido tan acelerados que han generado una creciente brecha entre los conocimientos del público y aquellos poseídos y utilizados por las élites dominantes. Gracias a la biología, las neurociencias y la psicología aplicada, el “sistema” ha disfrutado de un conocimiento avanzado del ser humano, tanto de forma física como psicológica. El “sistema” ha conseguido conocer mejor al individuo común de lo que él se conoce a sí mismo. Esto significa que, en la mayoría de los casos, el “sistema” ejerce un control mayor y un gran poder sobre los individuos, mayor que el de los individuos sobre sí mismos

viernes, 12 de enero de 2018

Dolors Montserrat, premio Corazón de piedra 2017

Me informan de que la Asociación Estatal de Directores y Gerentes en Servicios Sociales ha otorgado el Premio Corazón de Piedra 2017 a la ministra de Sanidad Dolors Montserrat, por no recuperar el deterioro que el Gobierno "ha producido en algunos de los ámbitos más sensibles de la protección social", con el 48% por ciento de los votos. Mientras todo se "recupera" en España, no se ha adoptado ninguna medida para recuperar el destrozo en servicios sociales por parte del Gobierno. Ser insumisa, desleal con las CC. AA. y las entidades locales, insensible e incapaz de comprender el sufrimiento de las personas en situación de dependencia y de sus cuidadores (casi siempre cuidadoras), son títulos más que suficientes. 

Finalista, con un meritorio 32,5% (uno de cada tres votos), ha quedado el Equipo Económico de Ciudadanos (Cs), en  reconocimiento a un corazón insensible ante las personas y familias más necesitadas, un corazón duro, un corazón con forma de celdas de Excel. Por último, solo uno de cada cinco votantes (19.1%) ha reconocido los méritos de Soledad Becerril Bustamante, ex Defensora del Pueblo (es un decir). Quizás le ha restado votos su labor tan callada, ya que muy callada estuvo ante el sufrimiento de quienes fueron desamparados en los años tan duros de la crisis, durante los años de plomo de los recortes en las políticas sociales que han causado mayor sufrimiento, e insensibilidad, incluso ante la utilización de la pobreza como espectáculo vergonzante.

El premio Corazón de Piedra fue instituido por la Asociación de Directoras y Gerentes de Servicios Sociales para reconocer a las personas que muestren mayor insensibilidad y cuyas opiniones o actuaciones produzcan más desamparo y sufrimiento a las personas y familias, especialmente en situaciones tan graves como las que estamos viviendo. Es la quinta ocasión en la que se entrega. La primera en recibirlo fue Ana Mato, siendo Ministra de Sanidad y Servicios Sociales en 2013; la sucedieron María Dolores de Cospedal, Presidenta de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha en 2014, Mariano Rajoy. Presidente del Gobierno de España en 2015, y los 36 ayuntamientos mayores de 20.000 habitantes "pobres en inversión social" en 2016.

Premio Corazón de piedra 2017 a Dolors Montserrat

DOLORS MONTSERRAT I MONSERRAT, PREMIO CORAZON DE PIEDRA 2017

Con casi la mitad de los votos emitidos por socios y simpatizantes de la Asociación de Directoras y Gerentes de Servicios Sociales (48,4%), Dolors Montserrat i Monserrat, Ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, obtiene el Premio Corazón de Piedra 2017. Resulta especialmente meritorio alcanzar esta distinción con solo un año de trayectoria, frente a candidatos con méritos tan destacados.

Los votantes han querido reconocer que, a lo largo de este año de legislatura, no ha adoptado ni una sola medida para recuperar el deterioro que el Gobierno del que forma parte ha producido en algunos de los ámbitos más sensibles de la protección social. Mientras todo se recupera en España, no se ha adoptado ninguna medida para recuperar el destrozo en servicios sociales por parte del Gobierno. Insumisa, desleal con las CC.AA. y las entidades locales, insensible e incapaz de comprender el sufrimiento de las personas en situación de dependencia y de sus cuidadores (casi siempre cuidadoras), son títulos más que suficientes para que, en un solo año, se merezca el apreciado premio Corazón de Piedra 2017.

Es la segunda Ministra de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad que logra este galardón, tras Ana Mato, en 2013, consolidando así una triste trayectoria de insensibilidad al frente del que debería ser el Ministerio más social dentro del Gobierno.

En un segundo lugar, con un meritorio 32,5%, ha quedado Equipo Económico de Ciudadanos (Cs); uno de cada tres votantes ha percibido que existe un núcleo duro dentro del Partido que, a la hora de la verdad toma las decisiones importantes y estas no son siempre las predicadas en el programa electoral o en el discurso público. En reconocimiento a este ultraliberal corazón que late en el pecho de la cúpula estratégica de Ciudadanos, un corazón insensible ante las personas y familias más necesitadas, un corazón duro, un corazón con forma de celdas de Excel, han resultado segundos en la votación del preciado galardón, quizás porque todavía no han tenido oportunidad de exhibir en labores de Gobierno la dureza de su corazón, pero evidenciando que son una alternativa real para este galardón en un futuro próximo.

Por último, solo uno de cada cinco votantes (19.1%) ha reconocido los méritos de Soledad Becerril Bustamante, ex Defensora del Pueblo (es un decir), que ha quedado así en tercer lugar. Quizás le ha restado votos su labor tan callada, ya que muy callada estuvo ante el sufrimiento de quienes fueron desamparados en los años tan duros de la crusis, durante los años de plomo de los recortes en las polìticas sociales que han causado mayor sufrimiento, e insensibilidad, incluso ante la utilización de la pobreza como espectáculo vergonzante. Méritos que avalan la callada labor de esta marquesa, que ocupó un puesto que dicen que fue de Defensora del Pueblo, y que, sin duda, hubiera merecido mayor reconocimiento por la dureza e insensibilidad de su corazón.

El premio Corazón de Piedra fue instituído por la Asociación de Directoras y Gerentes de Servicios Sociales para reconocer a las personas que muestren mayor insensibilidad y cuyas opiniones o actuaciones produzcan más desamparo y sufrimiento a las personas y familias, especialmente en situaciones tan graves como las que estamos viviendo. Es la quinta ocasión en la que se entrega. La primera en recibirlo fue Ana Mato, siendo Ministra de Sanidad y Servicios Sociales en 2013; la sucedieron María Dolores de Cospedal, Presidenta de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha en 2014, Mariano Rajoy. Presidente del Gobierno de España en 2015, y los 36 ayuntamientos mayores de 20.000 habitantes "pobres en inversión social" en 2016

martes, 9 de enero de 2018

Ganaderos suicidas

Epidemia silenciosa de suicidios entre los ganaderos franceses, en Público, 9 Ene 2018. Original “Quiet Epidemic of Suicide Claims France´s Farmers” Paméla Rougerie en New York Times
Traducido por David Pleite Mur (Red Universitaria por la Sostenibilidad)

El ganadero Jean-Pierre Le Guelvout llegó a tener 66 vacas durante el momento más próspero en su granja, en la región sur de la Bretaña Francesa. Pero la caída del precio de la leche, la acumulación de deudas, los signos de depresión y la preocupación por su estado de salud, llegada la mediana edad, se convirtieron en una carga demasiado grande.

A sus 46 años, Le Guelvout se disparó en el corazón en el huerto que había detrás de su casa, durante el frío diciembre del pasado año. “Era un lugar que él amaba, cerca del campo,” explicaba su hermana Marie, que asegura que estaba muy conectada a él pero que en ningún momento imaginó que su hermano podría llegar a suicidarse.

La muerte de Jean-Pierre Le Guelvout fue parte de una epidemia silenciosa de suicidios entre los ganaderos franceses con la que las familias, autoridades competentes, órganos de salud pública e investigadores tiene que lidiar.

Todos concuerdan en que los ganaderos son una población especialmente en riesgo debido a la naturaleza de su trabajo, que puede provocar aislamiento, precariedad financiera y desgaste de la condición física.

Para los ganaderos que no tienen hijos que les ayuden con el trabajo y puedan llegar a hacerse cargo de la granja, la carga es todavía mayor. A la deuda y al estrés se le han añadido en los últimos años, la caída de los precios de la leche y de la carne.

Investigadores y organizaciones de ganaderos están de acuerdo en que es un problema que se ha dado durante años. Aunque han aumentado los medios para ayudar a los ganaderos, la efectividad de estas nuevas medidas y el número de víctimas de suicidios siguen siendo difícilmente cuantificables.

El dato más reciente se hizo público por el Instituto de Salud Pública Francés en 2016 y muestra que 985 ganaderos se suicidaron entre 2007 y 2011, esto se traduce en una tasa de suicidio un 22% más alta que la del resto de la población.

Algunos investigadores dicen que el número de suicidios, que aumenta cada año, puede ser menospreciado a medida que analizan datos más recientes. De este modo, no se llega a ver una reducción en el número de suicidios.

“El médico que rellena el certificado de defunción puede evitar mencionar que ha sido un suicidio,” dice la doctora Véronique Maeght-Lenormand, encargada de salud ocupacional y también coordinadora del plan nacional de prevención de suicidio en la Mutualité Sociale Agricole, asociación de ganaderos y granjeros.

La razón de evitar mencionar el suicidio según la doctora Maeght-Lenormand, es que “algunas compañías de seguros no concederían ninguna compensación económica a las esposas de los ganaderos después del suicidio […] A esto se le añade el peso de una tradición cultural judeo-cristiana”.

El suicidio de Le Guelvout se hizo famoso, ya que había conseguido cierta popularidad gracias a su participación en un programa de televisión, “L’Amour Est Dans le Pré” (El Amor Está en el Campo), la versión francesa de “The Bachelor” cuyo objetivo es ayudar a granjeros a encontrar compañero sentimental (Granjero Busca Esposa en España).

“Era un tipo sencillo,” decía su hermana. “Buscaba casarse para que su mujer pudiese trabajar fuera de la granja y poder ser padre”.

Le Guelvout era una muestra representativa de los ganaderos que están en mayor situación de riesgo con respecto al suicidio según las estadísticas de salud pública, que normalmente tienen edades comprendidas entre los 45 y 54 años.

“Llega un momento en el que empiezas a tener pequeños problemas de salud y te planteas el traspaso de tu granja,” dice la doctora Maeght-Lenormand. “Los granjeros pueden llegar a preguntarse para qué se están esforzando tanto en su trabajo si no tienen a nadie para heredarlo”.

Pero esta no es la única razón que empuja a muchos a la desesperación.

“Existe también la presión financiera fruto de la acumulación de créditos,” dice Nicolas Deffontaines, investigador en ‘Cesaer’, centro de estudios económicos y sociológicos en áreas rurales.

Las deudas, afirma Deffontaines, pueden llevar a los ganaderos a aumentar sus inversiones tanto en lo personal como en lo financiero, mientras se convierte en un ciclo de trabajo, préstamos y deudas. Este círculo de acumulación provoca que aumente su marginación, además de agravar su agujero financiero.

En los últimos años, estas presiones económicas se han hecho más arduas. En 2015, la Unión Europea puso fin a las cuotas concebidas para reducir la sobreproducción destinadas a la producción láctea.

Desde entonces ha habido acumulación de excedente de algunos productos. El precio de la leche ha caído por debajo del mínimo necesario para mantener una granja, según asociaciones ganaderas.

La eliminación de estos límites de producción impuestos por la UE se decidió en el paquete de sanciones a Rusia en respuesta a su invasión de suelo ucraniano. De este modo se terminó con el que había sido un mercado de exportación sólido de leche para Europa en 2014.

Debido a esto, numerosos ganaderos han cerrado sus granjas y enviado al ganado a mataderos, de modo que los precios de la carne también se han visto afectados. A esto se le suma que el consumo de productos cárnicos en Francia bajó un 27% entre 1998 y 2013.

Hace siete años, el gobierno francés empezó a abordar el aumento de la tasa de suicidios entre los ganaderos y el entonces ministro de agricultura, Bruno Le Maire, calificó el asunto como problema nacional.

Desde entonces, se han dado múltiples pasos junto a la Mutualité Sociale Agricole.

En 2014, un teléfono de asistencia llamado Agri’écoute (escuchando a los granjeros) se abrió para ayudar a ganaderos con problemas. También se crearon grupos multidisciplinares para ayudar con los asuntos tanto financieros como médicos, legales o incluso familiares. En 2016, el número de casos monitorizados por estos grupos era de 1352 en toda Francia.

La prioridad de estas ayudas eran los ganaderos solteros o viudos, pero la creación de un vínculo solido de confianza entre ganaderos y asociaciones no era fácil dice la doctora Maeght-Lenormand. También añade que “incluso los granjeros que contribuyen económicamente a nuestras asociaciones nos siguen viendo como los que les intentan sacar el dinero”.

En 2015, Véronique Louazel, trabajadora de la agencia nacional, se encontró 27 ganaderos con dificultades, para un estudio que trataba esclarecer la crisis de este sector.

Los ganaderos suelen ser reacios a hablar sobre sus problemas y también es difícil para ellos  encontrarse en situaciones de comunicación abierta. “Tienen una fuerte tradición de trabajo y esfuerzo en la que no hay sitio para quejas,” dice Véronique Louazel. Pero esta situación va cambiando poco a poco a medida que más granjeros dan el paso a la hora de hablar de sus problemas.

Cyril Belliard, de 52 años, está entre estos granjeros que dan el paso. Hace poco, Cyril, contó su historia en un pequeño grupo que se había reunido en su casa en Vendée, una región ganadera en el oeste de Francia.

Belliard había sido granjero desde 1996. Pero hace poco tiempo empezó a ver cómo sus cabras morían día tras día de una misteriosa enfermedad que ni él ni los veterinarios podía diagnosticar. La deuda se le empezaba a acumular, a lo que se le añadía el comienzo de varios procesos legales.

“Vivía en una casa móvil para evitar pagar alquileres” dice Belliard. “Era muy pequeña, 35 metros cuadrados, y ahí vivíamos la familia entera, mi mujer e hijos”.

Padre de tres hijos, Cyril Belliard, dependía de los bancos de alimentos para comer y de las ayudas de la asociación Solidarité Paysans. Finalmente, en marzo decidió vender su granja.

Ahora está considerando un cambio de profesión, pero dejar el estilo de vida granjero no es siempre fáci,l ni es tampoco una opción.

Desde el suicidio de Le Guelvout, su hermano André de 52 años se ha hecho cargo de la granja, mientras que su hermana, Marie piensa en cómo podrá manejar él solo todo el trabajo que antes compartían. Hace poco decidieron parar la producción de leche y vender parte de su ganado.

“André ha sido granjero toda su vida,” dice Marie. “Todo lo que quiero ahora para André es que viva tranquilamente en su granja hasta que se retire”

De falsos quesos manchegos

I

México y la UE, una guerra por el queso manchego
Elías Camhaji, "Europa y el país norteamericano chocan por el nombre de 57 productos lácteos protegidos con indicación geográfica", en El País, 9-I-2018:

¿Cómo es y a qué sabe el queso manchego? Si usted pregunta en España le dirán que es un queso que suele elaborarse con leche de oveja de raza manchega, con una corteza dura y un proceso de maduración que puede durar hasta dos años. Pero en México es un producto completamente diferente. El manchego casi siempre es de vaca, el sabor es más semejante a la mantequilla y se derrite fácilmente para acompañar nachos, quesadillas y enchiladas.

En México, el manchego no es de La Mancha. Y esa paradoja ha representado un escollo en las pláticas para renovar el Tratado de Libre Comercio entre la UE y el país norteamericano (TLCUEM), firmado en 1997. Europa quiere blindar la producción de varios alimentos —desde vinos hasta embutidos—, entre ellos 57 quesos con denominación de origen. Los industriales mexicanos, herederos de una tradición quesera con identidad propia, no están dispuestos a renunciar a su parmesano, a su gruyere, a su feta ni a su manchego.

"Nadie que quiera consumir un queso manchego [de España] va a ir a una tienda y se va a confundir con el manchego mexicano, va a ir directamente a una tienda gourmet (…) son dos productos completamente diferentes que comparten un nombre y por eso creemos que pueden coexistir", afirma Miguel Ángel García Paredes, presidente de la Cámara mexicana de Industriales de la Leche (Canilec). Los productores mexicanos apelan desde el "cuarto de junto" a que "manchego" se trata de un término genérico, que esa variedad ya se producía antes de que se firmara el TLCUEM y a que, aunque España es signatario del Acuerdo de Lisboa —que regula el sistema internacional de denominaciones de origen—, nunca lo ratificó.

La Canilec asegura que el 97% del manchego que se consume en México es la versión mexicana, lo que representa un valor anual de mercado de 5.000 millones de pesos (más de 210 millones de euros) y lo que tienen que perder los grandes ganaderos en el país. La prensa mexicana se ha llenado en los últimos días de titulares como "El queso manchego podría dejar de existir como lo conoces" y "No se manchen [no se metan] con el manchego".

El meollo del asunto, explica el chef español Pablo San Román, es una diferencia comercial. "En México, el manchego es una marca y En España un origen", señala. San Román, radicado en el país desde hace 24 años, comenta que "no daba crédito" cuando probó la versión industrial del manchego mexicano y apunta que casi todos los productores agregan a las etiquetas la leyenda "tipo manchego" o "tipo Parmesano" con letras pequeñas para evitar problemas legales, lo que califica como un "engaño". En el laberinto de pasiones identitarias, las reacciones de otros inmigrantes europeos han sido similares cuando esperaban los sabores de casa y se encontraron con algo completamente distinto. "Es una aberración, no tiene nada contra el ‘parmesano’, pero no es parmigiano reggiano", bromea la italiana Paola Barbiera. "Se veía y sabía diferente del feta, fue decepcionante", lamenta Elena Tzintala, de raíces griegas.

"Hay quesos maravillosos en este país, pero quizás utilizan estos nombres por la sombra del malinchismo que todavía impera en la consciencia mexicana", sugiere el chef. "No necesitamos el TLC para desarrollar una industria de quesos, de hecho, ya está desarrollada y ese es nuestro argumento", contesta García Paredes. El presidente de la Canilec responde que la leyenda “tipo” es solo una "salvedad" que utilizan algunos productores, pero que no existe ninguna norma que los obligue a utilizarla. Grupo Alfa, el conglomerado que fabrica el queso tipo manchego Nochebuena, uno de los más consumidos en el país, no quiso hacer comentarios al respecto.

"La gente busca lo conocido, no se arriesgan a probar ‘cosas nuevas’, aunque sean las mismas de toda la vida", admite José Manuel Oliveros, uno de los caprinocultores más importantes de México. "No es piratería, es imposible copiar un queso, solo es una referencia de las recetas que seguimos para producirlos y que nos enseñan los propios productores europeos", expone Oliveros, que fabrica artesanalmente cuatro quesos tipo manchego. "Tal vez sería complicado al principio, pero puede ser una oportunidad para que valoremos nuestros quesos y no decir que vendemos un 'manchego', sino un Apaceo o un Querétaro", reconoce.

La Canilec, que agrupa cerca del 86% de los productores del sector lácteo, calcula que de los 57 quesos que quería proteger la UE en agosto, ya se han resuelto los desacuerdos sobre alrededor de 30. Europa ha aceptado que se produzcan en México variedades de brie, camembert, gouda, mozzarella y el provolone, según la patronal. Los productores mexicanos ven como objetivos prioritarios el manchego, el feta, el gruyere y el morbier.

Otra de las interrogantes es que podría pasar si ambos manchegos compiten frente a frente por un mismo mercado, sobre todo en el estadounidense, el mayor productos de lácteos en el mundo. "Si la industria europea quiere generar un mercado mayor en México, bienvenidos", aduce García Paredes, que argumenta que los productores de manchego mexicano no están interesados en exportar a Europa. "No tenemos problema ni temor, lo que es injusto es que después de que por décadas México ha abierto un mercado, se pretenda que sea de uso exclusivo para los países europeos", sentencia. Tras la sexta ronda de negociaciones que se celebró a principios de diciembre, está previsto que los siguientes capítulos de la "guerra de los quesos" se definan en las próximas semanas.

II

Martín Rodríguez, "Un estudio revela que el 73% de las tiendas vende falso queso manchego", El País, 19-XI-1998

El fraude espera a los madrileños en sitios insospechados. Un reciente estudio realizado por estudiantes de la Universidad Complutense revela que un 73% de las tiendas de alimentos de la capital venden como queso manchego productos que no se corresponden con los amparados por esta denominación de origen.Veinte estudiantes de Farmacia visitaron, como parte de una campaña con apoyo oficial, unos 800 establecimientos y descubrieron que casi en tres de cada cuatro de ellos los clientes son estafados. En la mayoría de los casos (un 76%) la incorrecta identificación del queso español más famoso está en los pinchos portaprecios. Otras veces es el vendedor quien engaña oralmente al comprador.

La campaña surgió de la preocupación del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Queso Manchego y cuenta con el respaldo de la Unión de Consumidores de España, de la Universidad Complutense y del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Las certificaciones se llevaron a cabo en mercados tradicionales, charcuterías especializadas, tiendas de barrio, hipermercados y supermercados de 16 distritos de Madrid.

El fraude comprobado en las tiendas -especialmente en mercados y charcuterías- salta a la vista cuando se cotejan las cifras del consejo regulador. El presidente de la entidad, Alfonso Álvarez, señaló que en la última campaña se han amparado como manchegos 4.800.000 quesos, mientras que el total de productos que se están vendiendo bajo esa denominación alcanza los 20.000.000.

Mercado negro

Según Álvarez, ese "mercado negro" de quesos manchegos representa un volumen de ventas de aproximadamente 22 millones de pesetas.Uno de los datos clave para descubrir el engaño es el precio. Un kilo de queso manchego auténtico no puede estar por debajo de 1.800 pesetas. Cualquier precio inferior a ése debe alimentar la sospecha. Según el estudio, esta situación se da en el 80% de los establecimientos visitados.

En un 40% de las tiendas los estudiantes se encontraron con una situación insólita: los vendedores atribuyen al manchego características ajenas a este tipo de queso. Así, lo presentan como "tierno" o "fresco", cuando el mínimo de curación del producto es de dos meses.

Para que un queso sea amparado por la denominación de origen tiene que cumplir con señas particulares muy específicas. Debe estar elaborado en un área de 32.000 kilómetros cuadrados correspondientes a las provincias de Albacete, Ciudad Real, Toledo y Cuenca, con leche pura de oveja de raza manchega.

El consejo de regulación tiene planificado ampliar esta campaña de verificación a todo el territorio español, con el fin de informar a comerciantes y clientes sobre la correcta identificación del famoso producto.


* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 19 de noviembre de 1998

domingo, 7 de enero de 2018

Javier Marías, El último bastión de la democracia, la Unión Europea

Javier Marías, "El último bastión", en El País, 7 ENE 2018:

Algo tendrá de buena y envidiable la Unión Europea cuando hoy la quiere debilitar casi todo el mundo, desde Trump hasta Putin o los ‘yihadistas’

NINGÚN HECHO ha habido más épico en los últimos cien años que la resistencia de Inglaterra, sola, durante la Segunda Guerra Mundial. Lo sabe cualquiera que haya leído libros sobre el conflicto o haya visto unas cuantas películas: éstas empezaron a hacerse durante la contienda y el filón no se ha agotado, casi ocho decenios más tarde. Uno detrás de otro, los países europeos habían caído derrotados, invadidos (de Polonia a Francia), o se habían proclamado neutrales (Suecia, Suiza), o se habían aliado con Hitler (la Unión Soviética, hasta 1941, cuando los nazis rompieron el pacto de no agresión) o habían sido “convencidos” (Italia, España, Hungría, Croacia, la Noruega de Quisling). Los Estados Unidos sesteaban y se desentendían. E Inglaterra, durante un tiempo que se le debió hacer eterno, aguantó en solitario y con escasa esperanza. Lástima que ahora se haya convertido en uno de los detractores y desertores de la actual Inglaterra, salvando todas las distancias.

La Inglaterra actual es para mí la Unión Europea. Por fortuna, el dramatismo de la situación no es comparable, y no hay guerra abierta. Pero, si las nuevas generaciones están ansiosas de tener su épica, no hay mejor causa que defender el único bastión de las libertades que queda en nuestro mundo, atacado por casi todos los flancos sin que nos demos mucha cuenta de ello. Es más, quienes deberíamos defender ese bastión a ultranza lo criticamos y nos quejamos de él a menudo. No es que no haya motivos. La Unión Europea está llena de defectos, es burocrática, con frecuencia parece arbitraria y en ocasiones será injusta. Siempre se dice que es sólo un proyecto económico y que no resulta “ilusionante”. Pero nuestra visión debería mejorar si nos paramos a pensar que es lo único digno de conservación que tenemos, y que además fue un extraordinario invento del que no son conscientes muchos jóvenes. Han nacido ya con ella, y encuentran natural recorrer Europa con un DNI y sin cambiar de moneda, poderse trasladar a casi cualquier país manteniendo sus derechos y sin verse tratados como inmigrantes ni intrusos. Y más natural aún les parece que en ese territorio no haya guerras ni enemigos, sino lo contrario, solidaridad y colaboración y amigos. Si esos jóvenes (o demasiados viejos desmemoriados e ingratos) se molestaran en repasar un manual de Historia, sabrían que lo propio de nuestro continente, desde el inicio de los tiempos hasta fecha tan reciente como 1945, fue que los países se mataran entre sí y se mostraran beligerantes. La historia europea es una sucesión de escabechinas e invasiones, que sólo cesaron gracias a este proyecto hoy desdeñado, cuando no denostado. Esos jóvenes despreocupados y esos viejos irresponsables dan esa paz por descontada, y así nadie se afana por defender la mejor idea jamás alumbrada por nuestros antepasados.

La Inglaterra actual es para mí la Unión Europea. Por fortuna, el dramatismo de la situación no es comparable, y no hay guerra abierta

Algo tendrá de buena y envidiable esa Unión cuando, si se fijan, hoy la ataca o la quiere debilitar casi todo el mundo. Trump la detesta y la boicotea, Putin procura disgregarla y romperla valiéndose de lo que sea, los yihadistas del Daesh y otros grupos intentan destruirla (¿cuántos atentados padecidos ya en nuestras tierras, incluido el de Barcelona que el ensimismamiento soberanista olvidó tras sus breves aspavientos? ¿Cuántos muertos?). La Venezuela de Maduro abomina de ella, y en nuestro propio seno es combatida con virulencia por los retrógrados de cada país: los xenófobos británicos ya han logrado abandonarla, y por consiguiente torpedearla; en Francia, la racista Le Pen propone acabar con ella, como las extremas derechas holandesa, escandinava, alemana, austriaca y flamenca. También los grupos de la falsa y reaccionaria extrema izquierda la odian y desearían que desapareciera, y a toda esta gente se le han unido ahora los independentistas catalanes. Para uno de los más conspicuos, el comisario político Llach, los europeos son “cerdos”, y para Puigdemont “una vergüenza”. Y un par de naciones o tres forman ya una especie de quinta columna dentro de la propia Unión: Polonia, Hungría, Eslovaquia, que pretenden convertirse en semidictaduras sin separación de poderes y con prensa amordazada. Es seguro que si pidieran ahora su ingreso en el club, bajo sus actuales leyes y mandatarios, los demás miembros se lo denegarían. Es más fácil impedir el paso que expulsar a los ya instalados. En la Unión Europea no hay pena de muerte, hay elecciones democráticas y libertad de expresión y de prensa, y asistencia sanitaria aceptable; los diferentes países no pueden hacer cuanto se les antoje sin ser amonestados (por mucho que los “pueblos” aprobaran referéndums para reestablecer la esclavitud, por ejemplo, eso no se consentiría). Con los Estados Unidos y Rusia convertidos en naciones autoritarias, por no hablar de la China, Turquía, las Filipinas, Egipto, Myanmar, Venezuela, Arabia Saudí y otros países musulmanes, y por supuesto Cuba, díganme si queda algún otro baluarte de las libertades a este lado del Atlántico. Cierto que no hay una figura con el carisma y la retórica de Churchill. Pero tanto da: para quienes anhelan su épica, aquí la tienen: la defensa de un puñado de democracias cabales contra el resto del globo, o casi.

Francisco Rico y el supremacismo catalán

Francisco Rico, Miserias del independentismo, en El País, 7-I-2018:

El separatismo ha violado su propia ley, ha ejercido coerción y arbitrariedad. Y ni siquiera es legítimo

Frente a la decencia y la dignidad, un poco elegantemente anticuadas, de otros catalanismos, el independentismo del procés acumula las miserias. A las consabidas falacias históricas añade la irracionalidad que le permite entender los datos en un sentido a mediodía y en el contrario para la siesta; se acoge a la inmoral pretensión de anular por unos cuantos lo acordado por todos; incurre en el pecado de humanidad de excluir (el castellano, pongamos) donde lo fácil y grato es hermanar, etcétera, etcétera.

Descreo de los lugares comunes que tienen que ver con las manifestaciones del secesionismo sobrevenido. Como, por ejemplo, que es un problema político y un problema español. Para nada, opino. Si fuera político, podría resolverse o más bien se habría ya resuelto por vías convencionalmente políticas (y por torpes que fueran los encargados de resolverlo); y si fuera español (otra cosa es que no sea un problema para España), la España no catalana podría echar una mano bastante más eficaz para un final feliz.

Pero no. El problema catalán, nacido de la garganta del Zeus independentista, es estrictamente catalán: surge de la falsa percepción que muchos ciudadanos de Cataluña tienen de sí mismos y se robustece con su inexacta visión de la realidad en la que se mueven. Como prueba de ello, basta tener presentes los objetivos propuestos, el plan de acción urdido y los resultados efectivos del procés ahora bajo tierra. El problema no tendrá más solución que aquella que se le dé, de puertas adentro, entre los propios catalanes, dueños cabalmente, en eso sí, del derecho a decidir.

Del conjunto de disparates que en los últimos tiempos se han proferido a cuenta del separatismo, me crispa especialmente la concesión cortés que sus impugnadores suelen hacer al mencionarlo: “...Que es perfectamente legítimo...”. ¿Cómo que legítimo? En absoluto. En las versiones y aspavientos con que lo hemos visto presentarse de unos años para acá, Pío XI muy bien podía haberlo anatemizado, acaso en una reverdecida Mit brennender Sorge, como “intrínsecamente perverso”.

Porque en una medida sensible el independentismo no puede ser sino una manera de racismo. Suavicémoslo llamándolo etnicismo, identitarismo, supremacismo, particularismo o, si nos apuran, solipsismo. Siempre le quedará un poso de sus orígenes. Según por fuerza tenía que ocurrir en la época en que germinó, las raíces del nacionalismo catalán están regadas de proclamaciones por el estilo de: “Sí, hi ha rassas”, los españoles son víctimas “del temperament y de la sanch semítica que portan a las venas” o “Un crani d’Àvila no serà mai com un crani de la Plana de Vic”.

Desde luego, “la pedra inestructible de la rassa” ha ido adecentándose desbancada por “la terra”, “el terrer”, “el país” o, ahora mismo, “la gent”, aparte siempre, claro, “la nació” y “el poble”. Naturalmente, “Un sol poble” (con irresistible invitación a la parodia: “Ein Volk, una República, un Puigdemont”). Pero aquellos polvos trajeron los lodos que siguen patentes, si ya no en la teoría, sí en pujos de superioridad, en sonrisitas desdeñosas, y en negar de hecho la existencia de más de la mitad de los catalanes.

Tal esencialismo, de una gratuidad futbolística, vale decir, sin razones (y no apoyado en un memorial de agravios medianamente serios), se concreta apenas puede en el desplante de un proceder autoritario y el recurso a la imposición. La más aparatosa muestra reciente de ese absolutismo está en los sucesos acontecidos en un par de meses en el Parlamento de la ciudadela barcelonesa.

Pasando por encima de la mayoría de los ciudadanos de Cataluña, negando la palabra a la oposición, contraviniendo el Estatuto, los reglamentos, los dictámenes de los letrados, los separatistas impusieron su estrecha ventaja en escaños para aprobar una ley de referendo que hacía tabla rasa de cualquier actitud democrática.

Pero los requisitos fijados por esa ley, desde la actuación de la sindicatura hasta la asignación de colegios o el uso de las papeletas, quedaron en gran parte incumplidos. Como quedaron las circunstancias para declarar oficialmente el famoso: “Estat independent en forma de república”. Los adictos a la secesión no tuvieron empacho en violar su mismísima legalidad, invalidando por ende la disposición que la instauraba y cuanto colgaba de ella. Coerción y arbitrariedad. Miserias del independentismo.

sábado, 6 de enero de 2018

Epistolarios

Anna Caballé, "Literatura a la carta. La constante aparición de nuevos epistolarios demuestra el creciente interés por el género que se vive en la cultura española. Pero no siempre fue así", en El País, 5 ENE 2018

La reciente publicación de dos importantes epistolarios —Cartas a Mercedes, del novelista murciano Miguel Espinosa, y las cartas cruzadas entre Gerardo Diego y Juan Larrea entre 1916 y 1980—, así como la traducción de la correspondencia íntegra, sin cortes, de Virginia Woolf con Lytton Strachey, nos permite reflexionar, una vez más, sobre el interés emergente de las correspondencias en el seno de la cultura española. Bienvenido sea, pues sabemos que no siempre fue así. De hecho, hasta fechas recientes las cartas, así como otra documentación autobiográfica —archivos, diarios, notas personales, borradores, manuscritos—, fueron papeles que tenían una dimensión estrictamente erudita, cuando la tenían, sin que se comprendiera su enorme alcance testimonial, biográfico y tantas veces literario.

Pero la función principal de la carta ha sido siempre la comunicación. Alguien tiene algo que decir a otra persona y ese es el motivo que permite establecer una correa de transmisión gracias a la cual la distancia geográfica o la distancia psíquica logran superarse. Hasta la llegada del teléfono las cartas iban y venían constantemente, de una calle a otra de la misma ciudad, de una ciudad a otra, de un país a otro, de uno a otro imperio… Era el único modo eficaz de ponerse en contacto y, como ahora ocurre con el correo electrónico o las redes sociales, la gente ocupaba una parte significativa de su tiempo para mantener al día su correo. En la medida en que las cartas tienen un destinatario concreto, indicado, bien en los mismos pliegues del papel (procedimiento habitual cuando la carta se entregaba en mano), bien en el sobre, su contenido depende de a quién se dirigen. Es la naturaleza de la relación entre los corresponsales la que condiciona el contenido, el estilo y el mundo de afectos que se construye sobre el papel.

Dicho esto, es evidente que, aunque la carta esté condicionada por el destinatario y por la relación contraída con él, hay mucho que decir del remitente. Américo Castro, cuando escribe a su amigo Guillermo Díaz-Plaja, poco antes de morir, le dice que, solo y aislado en un hotel de Playa de Aro, la carta es su única forma de poder tocar todavía el mundo. Muy al contrario, Ignacio de Cepeda le pedía discreción y reserva a Gertrudis Gómez de Avellaneda en 1840 cuando esta intentaba seducir al joven y pacato sevillano a través de unas valientes y al mismo tiempo estudiadas cartas autobiográficas: la escritora cubana estaba convencida de que Cepeda se enamoraría de ella a poco que conociese la nobleza de sus sentimientos. Pero no fue así: descubrir que era una intelectual aficionada a reflexionar sobre su mundo le asustó indeciblemente. Por una poco frecuente, entonces, decisión de los descendientes de Cepeda, se conserva aquella interesante correspondencia, aunque solo del lado de la autora cubana. Nadie se preocupó de la preservación de su archivo cuando murió en 1873. Como escribiría Juan Valera, a su entierro no acudieron más de 10 o 12 personas. ¿Y qué pensar de lo ocurrido con el romántico Enrique Gil y Carrasco? Cuando muere precozmente en Berlín (1846), sus amigos (entre ellos, Alexander von Humboldt) recogen sus papeles y cartas y los depositan en la Embajada de España. Allí quedarían, muertos de risa, hasta el bombardeo del edificio en la Segunda Guerra Mundial. A nadie le importaban.

Duele pensar en el maltrecho epistolario de Ramón y Cajal. La mayor parte se ha perdido

Es mejor no pensar en la pérdida documental sobre la que se ha edificado la cultura española. La destrucción, la dejadez, la rapiña, la censura propia y ajena… Concepción Arenal quemando sus cartas enviadas a la condesa de Mina dos meses antes de morir; Manuel Murguía destruyendo la correspondencia de su esposa, la gran Rosalía de Castro, después de su muerte, porque las cartas le comprometían; la viuda de José Tarín Iglesias presumiendo de haber quemado las cartas más personales de su amigo el escritor Joaquín Montaner. Todo ello nos impide a menudo escribir como deberíamos las vidas de personajes fascinantes que cruzaron nuestra historia sin que apenas tengan entidad, más allá de los hechos escuetos de su vida.

Duele pensar en el maltrecho epistolario de Santiago Ramón y Cajal. Su hijo lo depositó íntegramente en el Instituto Cajal. Pero la mayor parte de las cartas (unas 12.000, según cálculo de su editor, Juan Antonio Fernández Santarén) se han perdido. Es decir, se vendieron en su día fraudulentamente a anticuarios, pasaron a engrosar colecciones particulares o bien fueron a parar a un contenedor cuando el Centro de Investigaciones Biológicas necesitó tener más sitio en su laboratorio. ¿Son pues papeles viejos que ocupan espacio, un objeto preferido de la rapiña nacional, una huella incómoda y pertinaz de una vida vivida y que debe eliminarse? ¿O bien las cartas vienen a ser una especie de carbono 14 de la cultura biográfica, el peso atómico de una vida humana de la cual, una vez transcurrida, nos queda tan solo la acumulación de las huellas que la sobrevivieron? Dos formas, en definitiva, de tratar el pasado y de entender la cultura, pero entre una y otra hay un mundo, el que va de la barbarie o la mezquindad al respeto y el reconocimiento del prójimo y de su mundo. Pensemos en las sabrosas cartas que han sobrevivido a la historia de amor entre Emilia Pardo Bazán y Benito Pérez Galdós.

El correo es un medio cultural fundamental: promueve la escritura, teje relaciones entre personas y comunidades y, como dijo Carlos Monsiváis, mantiene viva la esperanza. “Renuncio a tus poemas si piensas que con ellos sustituyes tus cartas; ese montón de alas estremecidas que vibran en mis manos, frescas con el rocío de nuestra intimidad”, escribe una moderna y abierta Ernestina de Champourcín a Carmen Conde, dos años menor y en cierto modo su discípula. Alas estremecidas, huellas supervivientes, trozos de vida perdida que nos conectan prodigiosamente con lo que un día fue.

¿Hay placer mayor que recibir una carta de alguien a quien se ama? “Me gustaría recibir aún más cartas tuyas. Me gustaría que me inundases de palabras, que me dijeses lo que ya sé pero que tanto me gusta oírte. Así, por carta, resulta menos ruborosa la confesión”, escribe un joven y ansioso Camilo José Cela a su novia, Charo Conde, el 8 de julio de 1941. La “manía epistolar” de Cela le llevaba a copiar las cartas que escribía y que por supuesto guardaba en su impresionante archivo. Casi 100.000 cartas, conservadas en la desdichada Fundación CJC y que van saliendo con cuentagotas. ¿Hasta cuándo habrá que esperar para que los investigadores puedan acceder libremente a la correspondencia del premio Nobel, imprescindible en la comprensión del funcionamiento de la cultura española durante el franquismo?

Al comienzo del artículo señalábamos el cambio de mentalidad operado en cuanto a la percepción del valor de las cartas. ¿Cuándo se produjo este cambio? Más allá de un fenómeno importante como ha sido la traducción de epistolarios escritos en otras lenguas —un hecho decisivo pues nuestra cultura es fundamentalmente una cultura de importación, que también operó en otros géneros como el diario o la autobiografía—, diría que fue la publicación del epistolario entre Jorge Guillén y Pedro Salinas, editada por Andrés Soria Olmedo. Una importante apuesta de la editorial Tusquets, pero también de la Dirección General de Investigación Científica y Técnica (DGICYT), que abrió el horizonte historiográfico a los especialistas en la generación del 27 y al público cultivado: ahí teníamos a dos grandes poetas y dos grandes amigos a los que solo conocíamos hasta entonces por sus versos volcando en la intimidad de sus cartas muchos años de vida literaria, de opiniones contundentes, voluntades, exilio, amores, logros e insatisfacciones. La publicación (1992) coincidía con la maravillosa explosión memorialística de los años ochenta y noventa, que nos permitió recuperar una experiencia colectiva hasta entonces severamente deturpada.

A los biógrafos nos queda mucha reflexión por delante dada la labilidad de la escritura digital

¿Qué ocurrirá en un futuro inmediato? Las cartas viajaron en el pasado de todas las formas imaginables. Fueron en manos de un mensajero a pie o a caballo, en recuas de acémilas, diligencias, carruajes de tiro, trenes, aviones, barcos. Metidas en sacas, perfumadas y con bellos adornos en el papel, enfundadas dentro de una botella echada al mar por pura desesperación. El siglo XXI ha revolucionado, una vez más, el formato del correo. Las nuevas tecnologías conceden de nuevo a la escritura (correo electrónico, SMS, Whats­App, Telegram, redes sociales) un espacio impensable hace unos años, cuando el teléfono era el medio hegemónico de comunicación. A medio camino de lo oral, lo escrito y lo visual (gracias a los emoticonos), el correo digital fluye torrencialmente. Con su inmensa variedad de recursos, es fruto de una creativa mutación que nos permite mantener viva la esperanza de contactar con el ausente y de tejer, o destejer, lazos con él. Incluso con los muertos, como hace Vicente Molina Foix en El joven sin alma, o bien Cecilio de Oriol y José Lázaro en El alma de las mujeres.

Tampoco la novela epistolar murió porque nunca dimos tanto valor a las cartas. ¿Cómo no aprovechar ese interés para fundar un museo nacional dedicado a promover el conocimiento de correspondencias y legados personales? ¿Cómo no hemos preparado todavía una antología con las mejores cartas escritas en castellano para ofrecer a los estudiantes un modelo histórico-literario y un estímulo humano? A los biógrafos nos queda mucha reflexión por delante dada la labilidad de la escritura digital, pero no parece que el futuro sea menos interesante que el pasado, cuando las cartas servían para envolver el pescado. Siempre se ha trabajado así, con lo que queda del día, por decirlo con Kazuo Ishiguro. Lo que queda, nunca lo que fue.

‘Cartas a Mercedes’. Miguel Espinosa. Alfaqueque, 2017. 720 páginas. 25 euros.

‘Epistolario’. Gerardo Diego y Juan Larea. Residencia de Estudiantes, 2017. 1.050 páginas. 25 euros.

‘600 libros desde que te conocí’. Virginia Woolf y Lytton Strachey. Traducción de Socorro Giménez. Jus ediciones, 2017. 128 páginas. 4,50 euros.

Cenas excesivas

En Occidente, y en especial en estas fechas, es común comer y beber demasiado; ese no era desde luego el austero condumio del establo belenita. Pero en nuestros cines había una película, La cena, que tenía algo que ver y se inspiraba en una durísima novela de Hermann Koch, ya llevada al celuloide dos veces en Europa. Esta versión de 2017, estadounidense, cuenta con actores solventes, entre ellos un Richard Gere que lleva interpretándose a sí mismo desde casi toda su carrera (exceptúo sus comienzos con el siniestro filme naturalista Buscando al señor Goodbar o la calvinista American gigoló: se le dan bien los papeles de vendedor de sexo). Así que, en vez de ver estampitas de jedaris me fui a verla.

El argumento enfrenta a dos hermanos que van a gozar de una comida deconstruida en un restorán ultrapijo de Washington con sus correspondientes parejas; pero en vez de comerse la horterada empiezan a merendarse simbólicamente entre ellos: uno está realizado, es un gran político; el otro es un profesor de historia fracasado y neurótico: se odian y se necesitan a la vez. Sus hijos han quemado a una mendiga en un cajero automático y deben llegar a una solución común para afrontar el hecho. Porque es eso en realidad lo que tienen que tragar en la cena. Y todo se resuelve no como el drama bergmaniano-griego que se plantea en la mayor parte del metraje, sino como era de esperar en esta época. 

Recuerdo los desayunos de los Ewing en la famosa teleserie Dallas: un cruce continuo y psicópata de retrancas y puñaladas traperas. Se comían familiarmente unos a otros como estos Saturnos. Lo decía Vergniaud: "La revolución es como Saturno: devora a sus propios hijos". En este caso es el capitalismo, que tiene más hambre. Pero lo impresionante para mí fue el hecho central: cómo dos niñatos que querían sacar dinero se encuentran como barrera a una borracha durmiendo la mona delante del cajero y frustrados porque el asco les impide conseguir dinero le prenden fuego y además graban el hecho con sus móviles para tener un recuerdo y ganar pulgares arriba (el nuevo saludo fascista) en facebook. Es divertido (de di-verterse). La diversión o distanciamiento es el mecanismo que hace funcionar la comedia y, en general, el humor. La empatía, la catarsis, solo funciona en la tragedia. Y para la mayor parte de la gente solo lo cómico, lo divertido, es lo real.

Es tema actual esta moderna falta de empatía, que nos hace máquinas en vez de humanos, robots de una cuarta revolución industrial reificante y cosificadora. Para ello es fundamental el trastorno de evitación y mirarte a ti mismo o a otro lado, pero no al de enfrente. Hace poco, además, un famoso y joven youtuber estadounidense se hizo un vídeo-selfie de grupo también ante el árbol de una persona a la que acababa de descubrir ahorcada en el famoso bosque de los suicidas de Japón. Pasó de la estupefacción inicial a las risas a escasos metros del cadáver con comentarios del tipo: "¿estás vivo? ¿nos estás jodiendo?". Y colgó el vídeo para ganar visitas. Pero la gente protestó. Todavía hay gente a la que le molesta la falta de empatía y de compasión en una sociedad tan narcisista como esta... pero el canal de Youtube de este desnaturalizado fue el primero en alcanzar el millón de suscriptores en la historia de la red social.

Estamos perdiendo la condición humana. La robotización, la inteligencia artificial y la impresión 3-D, tres de las patas de la nueva revolución industrial, causarán un aumento sin igual del paro, pero eso no importa porque no es económico. La desgracia nunca es económica. La cuarta pata será la reificación o cosificación del hombre. Otros vídeos y películas ya lo están anunciando, como la última Blade runner 2049. Con el colapso de los sistemas ecológicos estamos además extirpando la vida no humana del planeta para transformarlo en una cosa. Y sustituimos a las personas por simulacros que se pueden consumir mejor. El narcisismo maligno del siglo XX (sustitución de las relaciones humanas por relaciones de consumo o virtualmente falsas y de apariencia a través de móviles y consumo de imágenes de sexualización desmedida), que vino a sustituir a la histeria represora del XIX, se debe precisamente a eso, a este tipo de alienación materialista, consecuencia del capitalismo burgués. No me cansaré de repetirlo: el mundo se ha vuelto demasiado económico. Como todo es cuestión de apariencia, ya nos da igual la verdad, porque resulta imposible determinarla (hemos perdido por completo la brújula moral); de ahí tantos bulos o fakes

Y la celebración de la familia unida por la necesidad que tenía que ser la fiesta de Reyes (ellos entregaban símbolos, no regalos) se transforma en una fiesta comercial donde lo importante es el capricho y la cosa en vez del amor y de la gente. Deberíamos regalarnos unos a otros las sensibles mejoras en nuestro carácter, en nuestra vida y en nuestra humanidad que hayamos logrado y celebrarlas con los demás... Pero lo más probable, y para no pocos, es que nos comamos unos a los otros y que los bancos nos coman a todos. Incluso a los mendigos que duermen en los cajeros.