lunes, 3 de febrero de 2014

La filosofía, el Nota y la piscina.

Hay un pasaje cómico de El gran Lebowski en el que ese gran analista de la contemporaneidad, Jeff Bridges, encarnando al Nota, contempla la imagen de un bello ceporro durmiente sobre la balsa de plástico de una piscina. Glosa su novia: "Es un nihilista". Y añade el sorprendido Nota: "Eso debe de cansar mucho".

Los guiones de los Cohen están que rebosan de subtextos, pero este es filosófico en su comicidad; se apercibe que disfrutan como enanos escribiendo. El "nihilismo fatigado" es la denominación de una de las ideas que contrapesan el nihilismo positivo y superhumano de Nietzsche en su Así habló Zarathustra. Se trata de una pasividad espiritual muy parecida a la "representación" shopenhaueriana:

El nihilismo fatigado ya no ataca. Su forma más conocida es el budismo, como nihilismo pasivo, como signo de  debilidad; la potencia del espíritu debe de estar cansada, agotada, de forma que las metas y valores que tenía hasta ahora resulten inadecuados, faltos de crédito; de forma que la  síntesis de estos valores y metas (base sobre la que descansa toda cultura fuerte) se disuelve y  los valores aislados se hacen la guerra —disgregación— y todo lo que refresca, une, tranquiliza, aturde pasan a primer plano bajo diferentes disfraces: religiosos, morales, políticos, estéticos, etc. (F. Nietzsche, La voluntad de poder. Madrid, Alianza Editorial, 1983, p. 121)

El nihilista pasivo es incapaz de elegir; todas las salidas le parecen apropiadas. Y eso lo desintegra y lo anula. Es, en el fondo, un posmoderno. Y flota adormecido y abúlico sobre una alegórica piscina de "valores  y metas" que para Freud representa oníricamente la muerte.

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