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lunes, 24 de octubre de 2016

El evemerismo moderno

Sergio Parra, "¿A quién vas a llamar si has visto a un fantasma?", en JotDown: X, 2016:

[...] ¿En qué debo creer?

Hay una película que, sin pretenderlo, sí ofrece una respuesta contundente frente al modo en que debemos proceder frente a un fantasma. Doce hombres sin piedad, de Sidney Lumet, habla de un jurado obcecado en la culpabilidad de un chico, a pesar de que las pruebas no son concluyentes. Pero también habla de otra cosa. De que la gente se forma opiniones de muchas formas, y no siempre esas opiniones se ajustan a la verdad de los hechos. Es decir, que los testigos oculares no son tan fiables como creemos.

De Doce hombres sin piedad, pues, podemos extraer la mejor lección del cine acerca de la epistemología de lo sobrenatural. Doce hombres sin piedad, en el fondo, aborda las diferencias entre la fe racional y la fe irracional. O entre conocimiento temporal y fe, a secas.


Por ejemplo, si profesas un fe irracional, creerás en cosas avaladas por pocas fuentes (generalmente de autoridad), que tienen cientos o miles de años de antigüedad y que son incuestionables (de hecho, cuestionarlas denota irrespetuosidad).

La fe racional, a diferencia de la irracional, es una fe saludable y necesaria, sobre todo por puro pragmatismo. Por ejemplo, creer en la existencia de Japón es un ejemplo de fe racional si nunca has visitado Japón y solo infieres su existencia por fuentes indirectas. Los datos que refrendan la existencia de Japón son amplios, contrastados, no proceden de ninguna autoridad, no son indiscutibles (puedes viajar a Japón para comprobar que no existe y publicar el hallazgo en una revista científica, por ejemplo).

Pero esto es una parodia. En realidad, la fe racional funciona de un modo mucho más sutil. Y, en ocasiones, tampoco queda meridianamente claro si estamos ante un caso de fe racional o irracional, o si bascula de un lado a otro continuamente. Un caso más complejo es el la existencia del átomo. Todos nosotros creemos en él, a pesar de que no los hemos visto más que en dibujos esquemáticos. De hecho, en general, los científicos, tampoco los han visto. ¿Estamos ante un caso de fe irracional?

De hecho, esta pregunta se la han formulado en numerosas ocasiones al físico Leon Lederman, y a ella se ha acostumbrado a responder tal y como escribe en La partícula divina:


Cuando quiero responder a esa espinosa pregunta empiezo siempre por intentar una generalización de la palabra «ver». ¿«Ve» esta página si usa gafas? ¿Y si mira una copia en microfilm? ¿Y si lo que mira es una fotocopia (robándome, pues, mis derechos de autor)? ¿Y si lee el texto en una pantalla de ordenador? Finalmente, desesperado, pregunto: «¿Ha visto usted alguna vez al papa?». «Sí, claro» es la respuesta usual. «Lo he visto por televisión.» ¡Ah!, ¿de verdad? Lo que ha visto es un haz de electrones que da en el fósforo pintado en el interior de la pantalla de cristal. Mis pruebas del átomo, o del quark, son igual de buenas. ¿Qué pruebas son esas? Las trazas de las partículas en una cámara de burbujas. En el acelerador Fermilab, un detector de tres pisos de altura que ha costado sesenta millones de dólares capta electrónicamente los «restos» de la colisión entre un protón y un antiprotón. Aquí la «prueba», el «ver», consiste en que decenas de miles de sensores generen un impulso eléctrico cuando pasa una partícula.

Durante la Segunda Guerra Mundial, el ejército estadounidense estableció bases militares en islas del Pacífico Sur. En tales islas residían nativos que nunca habían tenido contacto con la civilización. A efectos prácticos vivían tal y como lo hacían las sociedades prehistóricas.

Cuando estos nativos descubrieron a los occidentales descargando toda clase de tesoros tecnológicos desde sus aviones, no se limitaron a rascarse la cabeza, admitir que no tenían ni idea de lo que estaban viendo, y que ya era hora de ponerse a investigar sistemáticamente cómo funcionaba todo aquello. Lo que hicieron fue lo que nuestro instinto nos dicta: rellenar sus lagunas de ignorancia con mitos. Forjaron los llamados cultos cargo, creyeron que los estadounidenses eran dioses y, cuando acabó la guerra y las bases se desmantelaron, los nativos elaboraron toda clase de ritos para hacer que regresaran: movían los brazos como los controladores aéreos para que los aviones aterrizaran, concebían precarias pistas de aterrizaje, levantaban estatuas…

A día de hoy, si visitas lugares como Vanuatu, aún quedan grupos que rinden culto a esta clase de dioses. Ninguno de esos nativos ha logrado saber absolutamente nada real sobre ese militar, sobre los regalos que traía con él, sobre las leyes de la aerodinámica que hacían suspender los enormes pájaros de hierro en el cielo. Los nativos, sencillamente, no quieren admitir su desconocimiento, y como la incertidumbre resulta inquietante, se cuentan historias bonitas para apaciguarla. Probablemente, si preguntamos a uno de esos nativos si es posible conocer a sus dioses, te negarán con la cabeza.

Otro fenómeno de culto cargo sucedió con la tribu de los Yaohanen, en Papúa-Nueva Guinea, que recibió la visita en 1974 del príncipe Felipe de Edimburgo, que les colmó de regalos. Desde entonces, los nativos considerar al príncipe una deidad, y también creen que su espíritu se les aparece en mitad de la jungla para aconsejarles o mitigar sus zozobras. Aquí el grado de ridículo es todavía mayor. Pero ¿acaso no tropezamos nosotros en el mismo error cuando tratamos de interpretar fenómenos desconocidos?

Esa es la forma en la que el cine ha abordado siempre la relación del ser humano con lo sobrenatural. Y es la forma en la que nosotros abordamos muchas de las cosas que desconocemos, desde una puerta crujiendo en una noche de tormenta hasta una luz en el cielo, pasando por el origen del universo. Si no sabemos algo, lo suponemos. Si queremos saber algo, lo miramos y creemos que lo que vemos es la verdad, tanto porque consideramos que sabemos interpretarlo como porque consideramos fiables nuestros sentidos.

En realidad, las cosas funcionan exactamente al revés. Cuando aduzco mi escepticismo sobre cualquier cuestión sobrenatural, la gente suele espetarme que, claro, yo solo creo en lo que veo. Lo irónico es que son justamente ellos los que creen en lo que ven, cuando lo ven, y yo no creo ni siquiera en lo que veo.

Ser consciente de cuán imperfecto es nuestro aparato sensorial y cuántas veces la pifia es como preguntarle a un pez sobre la sensación de estar mojado. Casi todos somos víctimas de alucinaciones, pero casi nadie es consciente de ello. Es relativamente fácil que oigamos un ruido que no se ha producido. O que contemplemos un espectro en una casa encantada sencillamente porque las ondas sonoras de muy baja frecuencia han hecho vibrar anormalmente nuestro globo ocular.

lunes, 18 de julio de 2016

El 2% de la población es psicópata

La Organización Mundial de la Salud nos ofrece una estadística inquietante: el 2% de la población mundial (140.000.000 de personas) es psicópata. De estos, un 1%, cometen actos delictivos. La psicopatía (o trastorno antisocial de la personalidad) es una enfermedad mental que afecta únicamente a la voluntad, no a la inteligencia. Su rasgo esencial es la falta de empatía absoluta, el completo desprecio por el efecto de sus actos en los demás, y/o un grado sustancial de resentimiento que vehicula esos actos. El psicópata o sociópata no está exento de responsabilidad criminal.

sábado, 11 de junio de 2016

El único texto claro que escribió Jacques Lacan

Un insólito arranque de sinceridad: «Nuestra práctica es una estafa, fanfarronear, hacer pestañear a la gente, deslumbrarla con palabras rebuscadas». 

miércoles, 8 de junio de 2016

Avances en Lingüística animal


Hace más de un siglo, en 1915, cuando estaba en las trincheras de la Primera Guerra Mundial, un joven ingeniero llamado Hugh Lofting se sintió conmovido por los sufrimientos de los caballos y las mulas inocentes arrastrados al horripilante torbellino de la destrucción humana. Como tenía que contar algo en las cartas a sus hijos pequeños, se inventó un doctor que asistía a los animales. Ese hombre extraordinario –explicaba Lofting a su prole– podía hablar con ellos. Herido gravemente por una granada de mano, Lofting volvió a Inglaterra, y más tarde se trasladó a Estados Unidos con su familia. En el barco, durante la travesía del Atlántico, releyó las cartas de la guerra. Llamó a su doctor “Dolittle” y lo situó en la Inglaterra victoriana, entre los numerosos descubrimientos del mundo vivo que se hicieron en ese periodo. El caballeresco científico de Lofting demostró que los humanos no eran los únicos seres verdaderamente pensantes. El pasado siglo ha sido el peor de la historia en cuanto a relaciones entre humanos y entre animales humanos y no humanos. Quizá tendríamos que mirarnos al espejo y preguntarnos si deberíamos seguir aspirando a hablar con los animales –¿quién no comparte el sueño de Lofting?–, o si, por el contrario, deberíamos esforzarnos en bajar el volumen de nuestro parloteo y escuchar mejor lo que los animales necesitan que oigamos.

El filósofo del siglo XX Ludwig Wittgenstein pronunció la famosa frase según la cual “si un león pudiese hablar, no podríamos entenderle”. Con ello quería decir que los leones habitan un mundo incomprensiblemente diferente. En todo caso, si un león pudiese hablar, probablemente nos aburriría con cosas prosaicas: la charca, los jabalíes, ñus hasta la saciedad; el sexo y los cachorros; la inquietud por esos dos nuevos hermanos con sus pobladas melenas. Sus preocupaciones –el alimento, la pareja, los hijos y la seguridad– son las nuestras. Al fin y al cabo, los seres humanos somos animales. Conviviendo con los leones en las mismas llanuras bajo el arco del mismo sol, persiguiendo las mismas presas y robándonos mutuamente las piezas, nos hicimos humanos. Tenemos mucho en común. No es culpa de los leones que después algunos humanos se convirtiesen en filósofos.

Acabo de salir del estudio donde escribo. Los perros Chula y Jude están tendidos en una agradable mancha de sol sobre un montón de hojas secas, haciendo lo mismo que haría yo: mantenerse calentitos y sentirse a gusto. Mientras camino hacia ellos, hago crujir algunas hojas. Chula me mira a los ojos preguntándose si vengo a pedir o a ofrecer algo. Me quedo quieto y su mirada se dirige hacia la calle. El sonido del autobús escolar nos es familiar a ambos. No necesita ir a investigar. En territorio conocido, oyendo sonidos conocidos, absorbiendo el escaso calor de ese sol invernal, compartimos en gran medida el mismo momento.

El pasado siglo ha sido el peor de la historia en cuanto a relaciones entre humanos, y entre animales humanos y no humanos.

Pero ni siquiera Chula y Jude pueden hablar. Millones de especies se comunican utilizando el lenguaje corporal y las llamadas instintivas. Los seres humanos también tenemos llamadas instintivas: nuestros gritos de dolor, la risa, el llanto. Además, tenemos una plantilla cerebral para adquirir el lenguaje. Sobre esa plantilla aprendemos italiano, malgache, etc. Los chimpancés pueden aprender a indicar cosas como “dame manzana” (los simios no pueden articular sonidos humanos). “Dame manzana” puede ser explícito, pero el vocabulario extenso con gramática y sintaxis parece exclusivo de los humanos. El lenguaje complejo permite contar historias. No solo el “¡Peligro! ¡Serpiente!” en presente de un mono o un pájaro, sino la capacidad humana de transmitir “Ayer vi una serpiente allí. Ten cuidado”.

Cuando una criatura humana dice “andé” en vez de “anduve” está aplicando intuitivamente una regla gramatical. El psicólogo de Harvard Steven Pinker cree que los cerebros humanos están preprogramados con un instinto del lenguaje para crear estructuras verbales, adquirir la gramática y emplear la sintaxis. Así, a los seres humanos hablar les resulta tan natural como a los elefantes barritar y trompetear, a los lobos aullar y gruñir, y a los delfines chasquear y silbar. Lo cual, si lo pensamos, parece algo obvio.

Las implicaciones son inquietantes. A lo mejor nosotros somos tan verdadera, profunda y constitucionalmente incapaces de entender la riqueza que otras especies perciben en su propia comunicación como ellas lo son de entender la conversación humana. ¿Y si sus modalidades de comunicación son fronteras que podemos difuminar pero nunca cruzar del todo? Tal vez “hablar con los animales” sea imposible. Puede que seamos tan definitivamente incapaces de tener una conversación en elefante como un elefante lo es de comentar las previsiones de lluvia en vietnamita o en farsi. Es posible que uno de los grandes sueños de la humanidad, la habilidad de Dolittle para “hablar con los animales”, quede descartado.

Pese a ello, la cosa no queda aquí. A veces los orangutanes indican por gestos lo que les gustaría que hiciese un humano. Cuando parece que el humano entiende en parte lo que le quieren decir, los orangutanes repiten sus gesticulaciones. Pero cuando no se les entiende, prueban con señas nuevas. Si se les pide que busquen un objeto que no está en la piscina, los delfines y los leones marinos bien lo buscan con especial empeño, o bien ni se molestan en buscar. Conocen lo que están buscando, y saben si está allí o no. Los delfines pueden comprender la diferencia entre “coge la anilla de John y dásela a Susan” y “coge la anilla de Susan y dásela a John”. Entienden que el orden puede cambiar el significado; eso es sintaxis, el rasgo distintivo del lenguaje humano.

Cuando alguien insiste en que no podemos saber lo que piensan otras especies porque no podemos hablar con ellas, tiene buena parte de razón. Pero, en el mejor de los casos, las palabras son una imprecisa red de etiquetas que lanzamos sobre nuestras alocadas y confusas percepciones. La comunicación oral es un asidero resbaladizo para capturar los pensamientos. La gente miente. Decir “te quiero” es suficiente, pero es más fiable si se demuestra en silencio. Si estás pasando un bache con la persona amada, mejor “díselo con flores”. Las artes visuales, la música y la danza son la continuación de conversaciones ancestrales cuando las palabras cesan.

Los elefantes africanos tienen una alarma peculiar que, al parecer, es su palabra para “¡abejas!” Una amiga vio cómo unos impalas huían cuando oyeron a los elefantes gritar a una jauría de perros salvajes. Su guía le dijo que los impalas nunca echan a correr cuando los elefantes gritan a la gente o se chillan entre sí. Eso quiere decir que los elefantes dicen determinadas cosas que los impalas entienden. Las crías de elefante tienen dos “palabras” muy diferentes para expresar alegría o enfado. Cuando las consuelan, responden diciendo aauurrrr, y cuando las molestan –las empujan, les dan golpes con los colmillos o con las patas, o su madre les niega el pecho– dicen barúuu. Determinados murmullos de las madres tienen el efecto inmediato de devolver a su lado a una cría descarriada. Parece lógico interpretarlo como que le están diciendo “ven aquí”.

A lo mejor nosotros somos tan verdadera, profunda y constitucionalmente incapaces de entender la riqueza que otras especies perciben en su propia comunicación como ellas lo son de entender la conversación humana.

Los cercopitecos verdes utilizan llamadas con diferentes significados. Dicho de otro modo: utilizan palabras. Si detectan a un felino peligroso, la alerta hace que todos trepen a la copa de un árbol. Cuando un águila amenazadora se cierne sobre ellos, su toque de alarma hace que otros monos miren arriba y corran a ponerse a cubierto en el suelo (no en la copa de un árbol). No lanzan avisos cuando el águila es de una especie que no ataca a los monos. Cuando un mono ve una serpiente peligrosa emite un “gruñido” que hace que sus congéneres se levanten y registren el suelo en su busca. En resumidas cuentas, los cercopitecos verdes tienen palabras que significan “leopardo”, “águila”, “serpiente”, “babuino”, “otro mamífero depredador”, “humano desconocido”, “mono dominante”, “mono subordinado”, “cuidado, otro mono” y “grupo rival”.

Los titís, los cercopitecos de nariz blanca y los colobos añaden información por el orden de las llamadas. Si la amenaza está lejos, los monos de Campbell introducen su toque de alarma con una especie de adjetivo, un bum grave que significa, esencialmente, “veo un leopardo a lo lejos y lo estoy vigilando. Solo para que tengáis cuidado”. Sin el boom, el aviso significa, en tono de apremio, “¡Aquí! ¡Un leopardo!” Tienen tres secuencias de avisos para los leopardos y cuatro para las águilas coronadas. Cuando, en Trinidad, un mono capuchino se separó de su grupo, se subió a un árbol por encima de nuestras cabezas y se puso a arrancar ramas y a lanzárnoslas, claramente nos estaba comunicando “fuera de aquí”. Una mañana, nuestro guía nos contó que había oído a un pájaro llamado momoto decir “¡serpiente!” Y en efecto, al poco vimos al agitado momoto en una ramas elevadas revoloteando alrededor de una boa de Cook, alertando a otros pájaros y echando a perder el sigilo de la boa. Tiko, el loro del Amazonas de la profesora de la Universidad de Rutgers Joanna Burger emite diferentes sonidos para halcón, persona, gato o un perro en el patio. Ella me cuenta: “Antes de mirar, ya sé qué es lo que hay”.

Cuanto estoy en mi despacho, por los ladridos puedo saber si Jude y Chula están ladrando a alguien que pasa solo o con un perro, a un recadero, a una ardilla que han asustado y está trepando a un árbol, o si se ladran el uno al otro cuando juegan a pelearse. Las burdas palabras como “chillar” o “ladrar” que empleamos para sus expresiones y su vocabulario matizados ponen trabas a lo que nosotros entendemos que ellos entienden que significan. No es que no nos estén diciendo nada. Pero, la mayoría de las veces, no somos capaces de oírlo.

Cuando tu perro quiere entrar o salir, lo indica apoyando el hocico en la puerta y meneando la cola. Solo hay que saber a qué lado de la puerta está. La idea queda transmitida. Resulta que nosotros hablamos, pero la mayoría de nuestro parloteo es banal. Pensemos en todas las palabras malgastadas. Terapeutas profesionales intentan ayudarnos a cruzar los puentes levantados sobre los violentos rápidos de las palabras fallidas. Guerra significa balas, bombas y miedo a hablar. Millones de palabras se han demostrado ineficaces para cerrar las brechas de las injusticias étnicas, las ideologías y las religiones. Ahí está la ONU, las conversaciones sobre el clima, el “proceso de paz”.

Los elefantes africanos tienen una alarma peculiar que, al parecer, es su palabra para “¡abejas!”
Pensemos en cómo es posible expresar cosas realmente importantes con unos brazos abiertos, la yema de un dedo o una sonrisa, sin necesidad de frases ni sintaxis. Billones de criaturas sobreviven a existencias sumamente difíciles indicando claramente sus intenciones, sin adverbios ni gerundios. Es el poder silencioso del verdadero propósito.

Hay misterios aún más profundos. Cuando Phoenix y Akeakami, dos delfines de nariz de botella hawaianos que vivían en cautividad recibieron la indicación “haced algo nuevo”, se dirigieron nadando al centro de la piscina y estuvieron unos segundos describiendo círculos bajo el agua, como si planeasen algo. Luego salieron disparados en vertical atravesando la superficie en perfecta coordinación e hicieron girar sus cuerpos en el sentido de las agujas del reloj mientras lanzaban un chorro de agua por la boca. Nada de eso lo habían ensayado. El investigador Lou Herman no tenía la menor idea de cómo lo hicieron. Dijo que había sido “absolutamente misterioso”. Parece que los delfines son capaces de deliberar utilizando alguna clase de lenguaje para planear y ejecutar una acrobacia nueva y compleja. Desde entonces se ha entrenado a muchos otros delfines y responden de forma similar. Ningún ser humano sabe si es que existe otra manera de comunicarse –¿telepatía entre delfines?– que no alcanzamos a imaginar. Hasta la década de 1960 ni siquiera sabíamos que los delfines usan un sónar. Sea lo que sea, por lo visto para ellos es algo tan normal como cuando los niños dicen: “Vamos a hacer tal cosa”.

En una ocasión, el barco de la investigadora Denise Herzing se estaba aproximando a un grupo conocido de delfines que habían estado estudiando. Ellos “nos saludaron, pero se comportaron de una manera muy rara”. No se acercaron a menos de 15 metros de la embarcación y, cosa extraña, rechazaron las invitaciones a nadar en la estela de la nave. Uno de ellos se acercó un poco más durante un instante y huyó rápidamente. En ese momento alguien descubrió que una de las personas que iban a bordo acababa de morir mientras echaba una cabezada en su litera. Espeluznante. Pero entonces, cuando viraron para volver a puerto, “los delfines se pusieron al lado del barco, no nadando en nuestra estela, como solían hacer, sino flanqueándonos a 15 metros de distancia en una escolta acuática... Nadaron organizadamente en paralelo a nosotros”. Después de ocuparse del luctuoso asunto, cuando la embarcación volvió a la zona de los delfines, “estos nos saludaron normalmente, nadaron en nuestra estela y jugaron como solían hacer”. En los 25 años de trato con esos delfines, Herzing nunca los vio comportarse como cuando en el barco había una persona muerta. Al parecer, de un modo u otro se dieron cuenta y se comunicaron entre sí que, en la embarcación, el corazón de una persona había dejado de latir. ¿Qué significa para los delfines la solemnidad ante la muerte de un ser humano?

Las preocupaciones de un león –el alimento, la pareja, los hijos y la seguridad– son las nuestras. Tenemos mucho en común. No es culpa de los leones que después algunos humanos se convirtiesen en filósofos.

Los investigadores han dado a conocer recientemente un avance en la traducción. Resulta que todas las especies de grandes simios que viven en libertad emplean gestos para comunicarse que todos los miembros del grupo entienden. Van dirigidos a individuos determinados, que saben lo que quieren decir, y se utilizan de manera intencionada y flexible. En Uganda, los expertos han elaborado un primer “diccionario” de 66 gestos empleados por los chimpancés para transmitir 19 mensajes con sentido como “ven”, “vete”, “vamos a jugar”, “dame eso” o “me gustaría que me dieses un abrazo”. Los gorilas utilizan más de 100 gestos con significado. Y los bonobos hacen una seña con la mano parecida a la de los humanos para indicar a un congénere que se acerque y, a continuación, añaden un airoso giro de la palma para mostrarle la dirección en la que el saludador invita a dirigirse al saludado para un discreto encuentro sexual privado.

Una mujer llamada Dawn Prince-Hughes, que de pequeña padecía autismo y tenía dificultades para adquirir el lenguaje, descubrió una especie de identidad con un grupo de gorilas del zoo de Seattle y acabó contratada como su cuidadora. Ella los califica de “los primeros y mejores amigos que he tenido nunca... Son gente de una antigua nación”. Al mismo tiempo, en un laboratorio del lenguaje de Georgia, el bonobo Kanzi había visto vídeos del gorila Koko. Cuando Kanzi conoció a Prince-Hughes, observó un instante su manera de actuar y, acto seguido, indicó por señas: “¿Eres un gorila?”

Tal vez el dilema de Dolittle se haya enfocado erróneamente. A lo mejor en vez de querer aprender a hablar con los animales lo que necesitamos es bajar la voz y aprender a escuchar.

Carl Safina es catedrático de Naturaleza y Humanidad en la Universidad Stony Brook. Su libro 'Beyond Words; What Animals Think and Feel' será publicado a finales de 2017 o principios de 2018

Traducción de NewsClips.

viernes, 27 de mayo de 2016

Niebuhr, Cicerón y el renacimiento del iusnaturalismo en los siglos XVIII y XIX... y XXI

Si les digo a ustedes que un tal Barthold Georg Niebuhr puso una de las piedras angulares de la revolución ideológica del XIX ustedes me dirán, cordialmente, que hace mucho calor aquí y habría que abrir una ventana. 

Me explicaré. El tal Niebuhr era un chico muy despierto, hijo de un topógrafo medio alemán, Carsten, que anduvo viajando por las riberas del Ïndico más que el legendario Simbad, levantando mapas para el rey de Dinamarca con el pretexto, de mala gana seguido, de documentar arqueológicamente la Biblia. Aprendió lenguas orientales de su padre y, además, llegó a dominar tan bien el griego y el latín desde que era un muchacho que pronto fue considerado un humanista eminente, aunque apenas usó sus amplios conocimientos sino para dejarnos una Historia de Roma muy avanzada para la época.

Y ¿qué tiene que ver el culo con las témporas? dirán. Pues resulta que nuestro despabilado Niebuhr tenía el gusanillo de ser un nuevo Poggio Bracchiolini perseguidor de manuscritos y allí por donde pasaba, si había una biblioteca monacal antigua, hurgaba en sus fondos y reventaba las guardas de los tomos para ver si podía encontrar palimpsestos de la perdida literatura grecorromana y devolverlos a nuestra cultura. Y tuvo bastante fortuna: encontró un códice del jurista Gayo y fragmentos de Tito Livio; es más, trajo a la vida los poemas perdidos de Merobaudes y, a eso voy, en un viaje a Italia, hizo amistad con un cardenal llamado Angelo Mai que estaba atribulado por no poder leer un palimpsesto donde sabía que se había copiado y borrado el De re publica de Cicerón, y el despabilado Niebuhr, que sabía bastante de química, usó un reactivo para devolver la visibilidad a las letras y ambos pudieron devolver una parte sustancial del texto perdido a la cultura.

Pero este libro es precisamente una obra importantísima en la fundamentación del derecho natural. Los estoicos habían defendido la existencia de una ley universal que obligaba a todos por igual, pero sus textos en ese sentido se habían perdido. Cicerón, en los pasajes devueltos por Angelo Mai y Niebuhr, fundamentaba que nadie puede hacer el mal impunemente solo porque se lo permita una ley particular, porque existe una cosa llamada conciencia humana que es el peor juez que uno se pueda imaginar y que poseían todos, incluso los esclavos. Así dice Cicerón:

Existe una ley verdadera, la recta razón, conforme a la naturaleza, universal, inmutable, eterna, cuyos mandatos estimulan al deber y cuyas prohibiciones alejan del mal. Sea que ordene, sea que prohíba, sus palabras no son vanas para el bueno, ni poderosas para el malo. Esta ley no puede contradecirse con otra, ni derogarse en alguna de sus partes, ni abolirse toda entera. Ni el Senado ni el pueblo pueden libertarnos de la obediencia a esta ley. No necesita un nuevo intérprete, o un nuevo órgano: no es diferente en Roma que en Atenas, ni mañana distinta de hoy, sino que en todas las naciones y en todos los tiempos esta ley reinará siempre única, eterna, imperecible, y la guía común, el rey de todas las criaturas, Dios mismo da el origen, la sanción y la publicidad a esta ley, que el hombre no puede desconocer sin huir de sí mismo, sin desconocer su naturaleza y sin sufrir por esta sola causa la más cruel expiación, aunque haya evitado en otro tiempo lo que se llama suplicio.

Tal como escribí en el artículo "Derecho natural" de la Wikipedia, bajo el término "iusnaturalista" se agrupa a un conjunto de teorías sobre el Derecho y la Justicia que difieren en métodos y formas de fundamentación, pero que coinciden en sostener que existen ciertos mandatos o principios que por definición pertenecen al derecho, de modo que si el derecho positivo no los consagra y sanciona no es verdadero derecho. Dicho de otro modo, las teorías iusnaturalistas o "jusnaturalistas" afirman que la legitimidad de las leyes positivas, que son el conjunto de normas efectivamente vigentes en un Estado, dependen en último término de su concordancia con el derecho natural. En definición de Johannes Messner, "el derecho natural es orden de la existencia" (Naturrecht ist Existenzordnung) Para Messner, el derecho natural contiene principios específicos y negar esto implica entrar en contradicción con la conciencia humana.

El jurista Gustav Radbruch, tras la destrucción del concepto de justicia que sufrió Alemania con el nazismo y la guerra mundial que tan bien se expresó en la película Vencedores o vencidos, llegó a la conclusión de que "la ley extremadamente injusta no es verdadera ley". Para el iusnaturalismo, la validez de la ley depende también de su justicia (o corrección material) y por eso la tesis principal del iusnaturalismo se puede resumir en la expresión de Gustav Radbruch: "La ley extremadamente injusta no es verdadera ley". Experimentos recientes demuestran además que el sentido de la justicia está ingénito en la especie humana y es igual en todos los seres que la forman, ya incluso cuando apenas tienen quince meses.

En la literatura aparece ya la antinomia entre autoridad humana (el νόμος o nόmos) y las «leyes no escritas» que provienen de la voluntad divina (los ἄγραπτα νόμιμα o ágrapta nόmima) en la tragedia Antígona de Sófocles, en cuyos versos se apoyan aquellos que defienden la existencia de un derecho absolutamente válido superior y anterior a las leyes humanas. Asimismo, la invocación al derecho natural sirvió a los juristas estadounidenses del siglo XVIII para proclamar y autentificar la independencia de su país respecto a Gran Bretaña alegando su derecho de resistencia a la opresión, "consecuencia de todos los demás derechos" que acogen también las constituciones francesas de 1789 y 1793.

La filosofía del derecho de Radbruch deriva del neokantismo, que postulaba que hay una ruptura entre ser (Sein) y deber ser (Sollen), o entre hechos y valores. Asimismo, existe una divisoria tajante entre las ciencias explicativas, causales, como las ciencias de la naturaleza, y las ciencias interpretativas o comprehensivas ("ciencias del espíritu"). La ciencia del derecho se situaría, para Radbruch, entre las ciencias del espíritu, pues no se limita a describir una realidad, sino que aspira a comprender un fenómeno cargado de valor (el derecho). La ciencia jurídica se distingue así tanto de la sociología del derecho como de la filosofía del derecho.

El núcleo de la filosofía del derecho de Radbruch consiste en la separación entre derecho positivo y la idea del derecho. La idea del derecho se define mediante la tríada constituida por: justicia, utilidad y seguridad. La fórmula de Radbruch se fundamenta en esta tríada.

Pues bien, para el derecho natural todos somos iguales y por eso no somos esclavos de ninguna tradición ni de ningún precedente legal: el derecho se está fundando con cada acto y está vivo: las leyes son flexibles y pueden crearse y nacer. Es decir: la revolución es posible. Y precisamente el renacimiento del iusnaturalismo entre los siglos XVIII y XIX posibilitó las revoluciones burguesas que han engrendrado la modernidad. La tradición se rompió definitivamente.

Y ahora, por desgracia, quieren imponernos de nuevo unas leyes que ya no sirven para los tiempos que corren, cuando lo que debemos hacer es crear unas nuevas para unos tiempos nuevos.

miércoles, 27 de abril de 2016

Se empieza a estudiar la red semántica del cerebro

Miguel ángel Criado, "El cerebro tiene un atlas para las palabras" en El País 27 de abril de 2016:

Un estudio demuestra que las palabras similares activan las mismas áreas cerebrales y que el lenguaje no solo es cosa del lado izquierdo del cerebro

El cerebro usa un atlas para las palabras. Los términos con significados parecidos o relacionados activan las mismas áreas cerebrales. Según un estudio basado en imágenes de la actividad cerebral mientras se escuchan historias, esta colección de mapas de conceptos es similar entre distintas personas. La investigación también contradice la idea generalizada de que el lenguaje solo es cosa del lado izquierdo del cerebro.

El lenguaje es una de las funciones más elevadas del cerebro humano. Del procesamiento de sus distintos componentes (fonemas, morfemas, sintaxis o significados) se encarga la corteza cerebral, la estructura cerebral más compleja y reciente desde el punto de vista evolutivo. Un subconjunto de áreas cerebrales del córtex, denominado sistema semántico, está especializado en el significado de lo que se oye, lee o piensa.

Ahora, un grupo de científicos de EE UU han mapeado el sistema semántico del cerebro. Descubrieron que el procesamiento del significado de las palabras activa patrones cerebrales muy complejos en el que intervienen decenas de áreas neuronales. Pero, dentro de esa complejidad, encontraron que los términos pertenecientes a una misma categoría (personas, lugares, números, conceptos sociales, emociones...) activan las mismas áreas del sistema.

"Nuestros modelos semánticos son buenos prediciendo las respuestas al lenguaje en amplias zonas del córtex", dice el investigador de la Universidad de California Berkeley y coautor de la investigación, Alex Huth. "Pero también logramos información detallada que nos revelaba qué tipo de significados eran representados en cada área del cerebro", añade.

Para llegar hasta este diccionario cerebral, los neurocientíficos reclutaron a siete voluntarios. Estos tuvieron que meter la cabeza en un escáner cerebral mientras escuchaban dos horas de The Moth Radio Hour, un popular programa radiofónico estadounidense en el que los intervinientes cuentan historias personales. Mediante una técnica de imagen por resonancia magnética funcional, los investigadores registraron la actividad cerebral durante la sesión.

En paralelo, según explican en la revista Nature, descompusieron las historias del programa para tener el guión completo, con todas y cada una de las palabras, cuándo y cuántas veces aparecían. En total, obtuvieron 10.470 palabras. Aunque con la ayuda de potentes ordenadores pudieron relacionar casi cada palabra con determinada zona del cerebro, las agruparon en 12 grandes categorías a modo de continentes para que su atlas fuera legible.

Las palabras (en inglés) madre, esposa, hogar, compañeros, padres... aparecen, por ejemplo, relacionadas con un aumento de la actividad en la zona donde se unen el lóbulo temporal derecho y el lóbulo parietal. Los términos con diferentes significados como top (en inglés puede significar lo más alto/encima, blusa, cumbre...) provocaban un aumento de actividad en diversas zonas en función del contexto en el que se usaba la palabra.

Los investigadores comprobaron además que estos mapas de significados se reproducen en cada cerebro. Aunque siete individuos suponen una muestra muy pequeña y más siendo todos de la misma cultura occidental, los distintos participantes activaban las mismas áreas cerebrales ante los mismos fragmentos de las narraciones. "Aunque los mapas muestran una gran coherencia entre los individuos, también hay sustanciales diferencias individuales", aclara en una nota el autor sénior de la investigación Jack Gallant, también de la universidad californiana.

De hecho, ya planean profundizar en este campo para despejar muchas de las preguntas que esta investigación suscita. ¿Hay más de común que de diferente entre los mapas de cada individuo? ¿existen también atlas para los sonidos (fonética) o los aspectos sintácticos y gramaticales del lenguaje? ¿La representación cerebral de las palabras de un discurso es la misma que las de la letra de una canción? ¿El atlas de palabras del cerebro de un anglohablante es similar al de un hispanohablante?

Para el investigador del Basque Center on Cognition, Brain and Language (BCBL) David Soto, este estudio, del que destaca su uso intensivo de los datos y su rigor, sienta las bases para responder a muchas de estas preguntas. "El modelo que han creado sobre esos datos es capaz de predecir cómo va a representar el cerebro una información que aún no se le ha presentado".


En efecto, tras crear su atlas de palabras, los investigadores quisieron comprobar su valor predictivo. Para ello, hicieron que los participantes oyeran una historia del mismo programa pero que nunca habían oído antes. Los patrones que registró el escáner eran muy similares a los que que el modelo había previsto.

Hay, por último, un efecto colateral de esta investigación que puede soliviantar a algún neurocientífico. Hasta ahora, se consideraba demostrado que hay un marcado efecto de lateralización del lenguaje: la mayoría de las estructuras y el trabajo neuronal implicado en el procesamiento del lenguaje se encontrarían en el hemisferio izquierdo del cerebro. Las evidencias de esta lateralización son clínicas. Tras una lesión en el lado izquierdo, muchos pierden la capacidad de hablar o procesar el lenguaje.

Sin embargo, este estudio muestra que de las más de 100 áreas activadas durante las sesiones de radio, casi la mitad se encuentran en el lado derecho del cerebro. Para los investigadores, el dogma de la lateralización viene heredado de estudios sobre la producción del lenguaje, no de la comprensión del lenguaje como han estudiado ellos.

Para Soto, no relacionado con esta investigación, en los últimos años, "la neurociencia ha venido demostrando que, aunque el cerebro cuenta con nodos claves que intervienen en cada categoría de estímulos, todo forma parte de una red neural más amplia".

viernes, 15 de abril de 2016

El derecho natural es el derecho de la especie humana

Hay en el De re publica (III, 17) de Cicerón uno de los párrafos más hermosos que se han escrito sobre ese derecho natural cuya existencia discuten tanto los juristas (la traducción es la española de 1818, poco después de que el cardenal Ángelo Mai descifrara con la ayuda de los reactivos químicos de Niebuhr el palimpsesto que contenía gran parte del texto perdido de obra:

Existe una ley verdadera, la recta razón, conforme a la naturaleza, universal, inmutable, eterna, cuyos mandatos estimulan al deber y cuyas prohibiciones alejan del mal. Sea que ordene, sea que prohíba, sus palabras no son vanas para el bueno, ni poderosas para el malo. Esta ley no puede contradecirse con otra, ni derogarse en alguna de sus partes, ni abolirse toda entera. Ni el Senado ni el pueblo pueden libertarnos de la obediencia a esta ley. No necesita un nuevo intérprete, o un nuevo órgano: no es diferente en Roma que en Atenas, ni mañana distinta de hoy, sino que en todas las naciones y en todos los tiempos esta ley reinará siempre única, eterna, imperecible, y la guía común, el rey de todas las criaturas, Dios mismo da el origen, la sanción y la publicidad a esta ley, que el hombre no puede desconocer sin huir de sí mismo, sin desconocer su naturaleza y sin sufrir por esta sola causa la más cruel expiación, aunque haya evitado en otro tiempo lo que se llama suplicio.

Para mí hay algo de poético en que el derecho natural se encontrara perdido y se recuperara en unos años tan trascendentales como esos, en plena época de las revoluciones.

La percepción del yo podría ser una ilusión


El ácido lisérgico (LSD) es una droga, químicamente relacionada con la serotonina, que produce un estado parecido a la psicosis. Sus efectos los descubrió accidentalmente El químico suizo Albert Hofmann en 1943, cuando trabajaba con ella en el laboratorio. Había logrado sintetizarla en 1938, a partir del cornezuelo del centeno.

Esta droga semisintética produce sus efectos a cantidades muy bajas, como pudo comprobar Hofmann: "En la fase final de la síntesis, al purificar y cristalizar la diamida del ácido lisérgico en forma de tartrato me perturbaron en mi trabajo unas sensaciones muy extrañas. Tuve que interrumpir a media tarde mi trabajo en el laboratorio y marcharme a casa, pues me asaltó una extraña intranquilidad acompañada de una ligera sensación de mareo. En casa me acosté y caí en un estado de embriaguez no desagradable, que se caracterizó por una fantasía sumamente animada. En un estado de semipenumbra y con los ojos cerrados (la luz del día me resultaba desagradablemente chillona) me penetraban sin cesar unas imágenes fantásticas de una plasticidad extraordinaria y con un juego de colores intenso, caleidoscópico. Unas dos horas después este estado desapareció".

El químico sospechó enseguida que aquel extraño episodio debía estar provocado por la sustancia con la que acababa de trabajar, el tartrato de la dietilamida del ácido lisérgico. "No lograba imaginarme cómo podría haber resorbido algo de esta sustancia, dado que estaba acostumbrado a trabajar con minuciosa pulcritud, pues era conocida la toxicidad de las sustancias del cornezuelo. Pero quizás un poco de la solución de LSD había tocado de todos modos la punta de mis dedos al recristalizarla, y un mínimo de sustancia había sido reabsorbida por la piel", explica Hofmann.

Movido por la curiosidad, decidió probarla de forma intencionada. Al subir la dosis, los efectos fueron más intensos: "Mi entorno se había transformado ahora de modo aterrador. Todo lo que había en la habitación estaba girando, y los objetos y muebles familiares adoptaron formas grotescas y generalmente amenazadoras. Se movían sin cesar, como animados, llenos de un desasosiego interior. Apenas reconocí a la vecina que me trajo leche [para tratar de desintoxicarse]. No era ya la señora R., sino una bruja malvada y artera con una mueca de colores. Pero aún peores que estas mudanzas del mundo exterior eran los cambios que sentía en mí mismo, en mi íntima naturaleza. Todos los esfuerzos de mi voluntad por detener el derrumbe del mundo externo y la disolución de mi yo parecían infructuosos".

Desde entonces el LSD se ha utilizado ampliamente como una herramienta de investigación, especialmente por sus profundos efectos sobre la consciencia. En especial atrajo la atención de la psicología y la práctica psiquiátrica en los años 1950 y 1960. Y posteriormente se consideró como un medicamento con beneficios potenciales en el tratamiento de las adicciones.

La "disolución del ego"

Un estudio publicado en Current Biology ha obtenido las primeras imágenes de resonancia magnética funcional (fMRI) del cerebro de personas bajo los efectos de esta droga psicoactiva, para explicar "la disolución de mi yo", como la describió gráficamente Hofmann, un fenómeno conocido precisamente como "disolución del ego", que puede ayudar a aclarar cómo funciona la consciencia. Este fenómeno, según el estudio, se produce cuando se produce una hiperconexión entre las regiones del cerebro implicadas en la cognición superior, conocidas como "rich-club".

Esas regiones del cerebro que muestran el aumento de la conectividad global coinciden significativamente con la localización de los receptores del neurotransmisor serotonina, al que se une el LSD. Además el aumento de la conectividad global observado en el cerebro de cada participante en el estudio daba cuenta del grado en que la persona en cuestión informó de una sensación de disolución ego, responsable de los fenómenos que describió Hofmann.

En particular de que encontraron una mayor conectividad global de la corteza frontoparietal, una región del cerebro asociada con la auto-conciencia. Se observó una mayor conexión entre esta parte del cerebro y las áreas sensoriales, que se encargan de recibir información sobre el mundo que nos rodea y de su transporte a otras áreas del cerebro para su procesamiento.

"Esto podría significar que el LSD hace que se comparta más información entre distintas regiones del cerebro, provocando un vínculo más fuerte entre nuestro sentido del sí mismo y del entorno y, potencialmente, la dilución de los límites de nuestra individualidad," explican los investigadores. También observaron cambios en el funcionamiento de una parte del cerebro anterior ligada a las experiencias "fuera del cuerpo", en las que las personas se sienten como si salieran de su cuerpo.

"Las drogas psicodélicas pueden distorsionar nuestra realidad y dan lugar a las ilusiones perceptivas. Pero la realidad que experimentamos durante la vigilia es también, en gran medida, una ilusión. Sabemos que el cerebro rellena la información visual que falta, y que estabiliza nuestra percepción visual, a pesar de los movimientos oculares constantes. Cuando tomamos drogas psicodélicas podría producirse la sustitución de una ilusión por otra. Esto puede ser difícil de entender, pero nuestro estudio muestra que el sentido del yo, o ego, también podría ser parte de esta ilusión. "

Otro estudio publicado el lunes pasado en PNAS aclara que "el cerebro consta de redes independientes que llevan a cabo funciones especializadas como la visión, el movimiento, la audición y otras más complejas como la atención. Sin embargo, bajo los efectos del LSD esas redes se unifican en el cerebro. Esto provocaría también a la disolución del ego que lleva a la percepción de una mayor conexión con los otros y con el entorno. Esta experiencia es a veces referida como espiritual", indican los investigadores. Esa hiperconexión explicaría también la sensación de sinestesia que se refiere bajo los efectos de esta droga psicodélica. "En muchos sentidos, el cerebro bajo los efectos del LSD se asemeja a cómo se encontraba cuando éramos niños: libre y sin restricciones", explican los investigadores del Imperial College de Londres.

Los neurocientíficos han esperado medio siglo para averiguar cómo el LSD altera el cerebro, y para ver por primera vez qué ocurre en una experiencia psicodélica.

miércoles, 6 de abril de 2016

Las sociedades no igualitarias promovían los sacrificios humanos


El estudio de casi un centenar de culturas demuestra que estos terribles rituales, lejos de aplacar la sed de sangre de una divinidad, ayudaban a mantener el poder y la jerarquía social.

Los sacrificios humanos rituales han sido una práctica común en múltiples culturas a lo largo de la Historia. Sus víctimas han perecido en la hoguera, lapidadas, desmembradas, ahogadas o decapitadas, en un largo catálogo de formas de matar destinado a apaciguar a los dioses. Pero el objetivo último de estas terroríficas prácticas era otro, mucho más mundano que una divinidad de temperamento caprichoso sedienta de sangre. Investigadores de la Universidad de Auckland en Nueva Zelanda, con la ayuda de otros colegas de su país, autralianos y alemanes, han llevado a cabo un estudio que demuestra que los sacrificios resultaban una pieza fundamental en el mantenimiento de la parte superior de la jerarquía social en el poder.

«La religión se ha considerado tradicionalmente como un motor clave de la moralidad y la cooperación, pero nuestro estudio revela que aquellos rituales tuvieron un papel más siniestro en la evolución de las sociedades modernas», dice Joseph Watts, de Auckland, autor principal del estudio, que se publica en la revista Nature.

Watts y su equipo utilizó métodos informáticos de investigación derivados de la biología evolutiva para analizar los datos históricos de 93 culturas austranesias, que comparten una lengua ancestral común. Este pueblo se originó en Taiwán y se propagó por todo el Pacífico en una de las mayores migraciones de la historia de la humanidad, extendiéndose desde Madagascar hasta la Isla de Pascua el sur de Nueva Zelanda. Resulta que la práctica del sacrificio humano era generalizada en toda Austronesia antes del contacto con las naciones industrializadas modernas: 40 de las 93 culturas incluidas en el estudio practicaban alguna forma de matanza humana ritualista.

Los métodos de sacrificio eran de lo más variados, incluidos la hoguera, el ahogamiento, la estrangulación, la lapidación, la decapitación, el aplastamiento o el desmembramiento. Las víctimas eran por lo general de baja condición social o esclavos, mientras que los instigadores solían ser personas de alto estatus social, como sacerdotes y jefes.

El estudio dividió a las 93 culturas diferentes en tres grupos principales de alta, moderada o baja estratificación social. Se encontró que las culturas con el más alto nivel de estratificación eran más propensas a practicar sacrificios humanos. De las culturas con la estratificación moderada, menos de la mitad se dedicaban a estos martirios, mientras que en las sociedades más igualitarias estas prácticas eran mucho menos comunes.

Control social

«Con estos sacrificios humanos para castigar violaciones de los tabúes, desmoralizar a la clase baja e infundir miedo, las élites del poder fueron capaces de mantener y construir control social», explica Watts. El sacrificio humano era utilizado para preservar el poder, con la excusa de un deseo sobrenatural.

«Los sacrificios humanos proporcionan un medio particularmente eficaz de control social. Debido a una justificación sobrenatural para el castigo, los gobernantes -como sacerdotes y jefes-, se creían a menudo descendientes de los dioses y el sacrificio humano ritual era la demostración definitiva de su poder», indica Russell Gray, coautor del estudio.

Una característica única de las investigaciones con métodos computacionales evolutivos permitió al equipo reconstruir la secuencia de los cambios en los sacrificios humanos y la situación social en el transcurso de la historia del Pacífico. Esto permitió al equipo probar si el sacrificio precedió o siguió a un cambio en el estatus social. «Encontramos que el sacrificio fue la fuerza motriz, haciendo a las sociedades más predispuestas a aceptar la existencia de un estatus social alto y menos a volver a una estructura social igualitaria», señala el coautor Quentin Atkinson.

sábado, 19 de marzo de 2016

Avances en inteligencia artificial

Javier Salas, "Una victoria de la inteligencia artificial que desnuda los secretos de la mente. La derrota frente a la máquina de Google revela detalles de la complejidad del cerebro humano", El País, 19 MAR 2016:

Hace justo medio siglo, mientras en las radios de todo el mundo triunfaban las Supremes, el pensador Michael Polanyi publicó un libro (La dimensión tácita) en el que proponía una vistosa idea: debíamos reconsiderar la noción de conocimiento humano partiendo de la base de que "sabemos más de lo que podemos explicar". Para construir esta paradoja, Polanyi ponía ejemplos como la conducción de coches y el reconocimiento de rostros: sabemos conducir o identificar a una persona al ver su cara, pero no sabemos muy bien cómo lo hacemos. Hay intuiciones, capacidades e instintos que se manifiestan en cada cosa que hacemos y que nos permiten ser humanos eficientes.

La inteligencia artificial necesitó visionar millones de imágenes para captar lo que es un gato. "¿Cuántos gatos necesita ver un niño para entender lo que es un gato? Uno", zanja López de Mántaras

Hoy, 50 años después, los coches se conducen solos, los ordenadores reconocen caras y una máquina de Google ha derrotado a uno de los mejores jugadores de Go, algo así como un ajedrez oriental cargado de misticismo y tan complejo como la mente humana. Su tablero permite que las fichas se dispongan en más combinaciones distintas que átomos hay en el universo. Según reconocían los líderes de Deepmind —la empresa que ha logrado este reto para Google— se trataba del Santo Grial de la inteligencia artificial desde que DeepBlue quebró los nervios de Gari Kaspárov hace justo dos décadas.

Esta victoria de la máquina, AlphaGo, frente al campeón Lee Sedol nos ha ayudado a descubrir muchas cosas sobre la mente humana. La primera, que somos muy malos con las previsiones. Hace un año, uno de los expertos que iba tras este logro calculaba que nadie lo lograría hasta 2025. Al comenzar la contienda, Sedol aseguró que vencería 5 a 0 a la máquina: perdió 4 a 1. Es impagable la grabación de la primera partida del torneo, en la que el campeón coreano permanece 20 segundos con la boca abierta tras asistir a un movimiento ordenado por la máquina. Después sonríe, con la inesperada satisfacción de tener delante un rival tan bueno como imprevisible, y se inclina sobre el tablero para concentrarse, como si hasta ese momento no se tomara muy en serio el reto (ver vídeo).

Demis Hassabis, el líder de Google Deepmind, habla con naturalidad de que han logrado imitar la "intuición" que necesitan los grandes jugadores de Go para plantear las partidas. En este tablero —de 19 por 19— no se puede utilizar la "fuerza bruta" computacional que usó IBM contra Kaspárov: es imposible calcular todas y cada una de las posibles combinaciones para escoger la óptima. AlphaGo debía jugar como haría un humano: obviar una mayoría abrumadora de las posibilidades y acudir directamente a un puñado de movimientos que le recomienda su olfato.

"Cuando un humano echa un vistazo al tablero, en este juego o cualquier otro, intuitivamente sabe lo que tiene que hacer", afirma Ramón López de Mántaras, director del Instituto de Investigación en Inteligencia Artificial del CSIC. Y puntualiza: "Pero AlphaGo no tiene intuición; me vale como metáfora, pero solo está haciendo funciones matemáticas". Este importante matiz que diferencia cerebro humano y de silicio tiene mucho que ver con la paradoja de Polanyi: seguimos sin saber cómo intuimos que vamos a ganar al mirar el tablero pero Hassabis publicó en Nature, con todo lujo de detalles, cómo lo hace su máquina: si tienen tiempo y recursos, podrían replicar el éxito de AlphaGo siguiendo las instrucciones de este estudio.

Deepmind combinó tres técnicas distintas de inteligencia artificial. Por un lado, el aprendizaje profundo, basado en la suma de cantidades masivas de información que permitan reconocer patrones: en este caso cientos de miles de partidas reales. También el aprendizaje por refuerzo, que permite a la máquina jugar contra sí misma para instruirse ejercitándose. Además, se sirvieron del llamado árbol de búsqueda de Monte Carlo, que selecciona aleatoriamente las posibilidades más prometedoras. "Conceptualmente no han inventado nada", asegura López de Mántaras, "esos sistemas eran conocidos desde hace mucho tiempo , pero hasta ahora no había los suficientes datos para alimentarlos. La diferencia es la ingente cantidad de datos con los que contamos ahora. Y Google es datos".

En este tablero —de 19 por 19— no se puede utilizar la "fuerza bruta" computacional que usó IBM contra Kaspárov: es imposible calcular todas y cada una de las posibles combinaciones

La empresa del buscador (ahora Alphabet) decidió descubrir en 2012 lo que daba de sí la inteligencia artificial: puso a 16.000 ordenadores a trabajar en su aprendizaje profundo para identificar elementos en vídeos de YouTube, sin ayuda ni aprendizajes previos. Después de 10 millones de visionados, comenzó a identificar a los reyes de la red: los gatitos. Hizo falta un esfuerzo descomunal de datos masivos para captar lo que es un gato. "¿Cuántos gatos necesita ver un niño para entender lo que es un gato? Uno. No tenemos ni idea de cómo lo hace, pero a partir de un solo ejemplo ya los puede reconocer", subraya el investigador del CSIC.

Las redes neuronales de AlphaGo se sometieron al visionado de 160.000 partidas de jugadores reales de alto nivel y 30 millones de movimientos para estar listas para la batalla. Si Lee Sedol hubiera jugado una partida al día desde los 10 años apenas tendría 8.500 encuentros a sus espaldas (un juego puede durar cinco horas fácilmente). Estas redes neuronales de aprendizaje profundo funcionan como capas que van reconociendo patrones haciendo abstracciones de la anterior capa: una identifica píxeles con formas, la siguiente formas de líneas horizontales, la siguiente líneas horizontales que se cierran, la siguiente concluye que son óvalos horizontales... hasta identificar ojos en las caras de la gente.

"Cuantas más redes neuronales, más difícil es entrenarlas", advierte López de Mántaras. A Hassabis le gusta comparar su método con el aprendizaje que realiza un niño. Cuando hay que mejorar la comprensión de la máquina, no es tan sencillo como programar más líneas de código: hay que enseñarle más y más ejemplos para que refine su entendimiento. Como en el ejemplo de los gatitos, la eficiencia de un niño en el aprendizaje es casi mágica a su lado. Para el juego, AlphaGo se terminó haciendo con patrones de posiciones ganadoras, ese vistazo intuitivo de los humanos. Y así derrotó a Sedol.

La mejor jugada del humano es tan buena como la más brillante que puede hacer la inteligencia artificial: una entre 10.000 posibilidades

"En los últimos años asistimos al fenómeno de la inteligencia artificial ganando a los humanos en distintas situaciones que no se esperaban tan pronto", afirma Amparo Alonso, presidenta de la Asociación Española para la Inteligencia Artificial, recordando casos como los de IBM con Jeopardy o el test de Turing. Pero cuando se habla de los logros de este campo, se olvida que las derrotas humanas tienen una incidencia clara en la forma de pensar de los propios humanos. Después de Deep Blue, el ajedrez no volvió a ser el mismo: las máquinas rompieron todos los esquemas y gracias a ellas ahora se juega mejor (a veces demasiado). Fan Hui, el campeón europeo de Go que ha servido de sparring para Google estaría mejorando a pasos agigantados su juego gracias a estos cinco meses de partidas contra la máquina, según Wired.

A pesar de sus buenos resultados, los expertos recuerdan que estas máquinas ganadoras son prototipos, no productos acabados, y por eso son susceptibles de cometer errores impropios de cerebros humanos campeones. El día que el superordenador de IBM Watson venció a los campeones de Jeopardy, ubicó Toronto en EE UU. Deep Blue cometió un extraño error al mover una torre cuando podría haber dado jaque, dejando noqueado a Kaspárov, que se obsesionó con la jugada porque no la entendía. En la cuarta partida contra Sedol, AlphaGo metió la pata en el movimiento 79. El jugador humano ganó esa única partida.

Pero ese movimiento fallido que la máquina no pudo remontar es consecuencia de otro detalle revelador de este enfrentamiento entre humanos y ordenadores. En el movimiento 37 de la segunda partida, AlphaGo realizó un movimiento tan brillante e inesperado que rompió por completo el juego y obligó a hincar la rodilla a Sedol. Según los cálculos de Deepmind, fue un movimiento tan ganador como improbable: solo en 1 de cada 10.000 partidas se le hubiera ocurrido algo así a un jugador. En la cuarta partida, justo antes del error de la máquina, Sedol hizo en el movimiento 78 algo tan extraordinario que levantó de sus asientos a los expertos y aficionados: un movimiento bello y ganador. Los de Google calcularon su valor: era una jugada entre 10.000, exactamente igual de improbable que la de la máquina. La mejor jugada del humano es tan buena como la más brillante que puede hacer la inteligencia artificial.

"Este logro es muy importante, pero no nos acerca en absoluto a la inteligencia artificial general, a la singularidad: estamos igual de lejos que antes"

"Este logro es muy importante, pero no nos acerca en absoluto a la inteligencia artificial general, a la singularidad: estamos igual de lejos que antes", asegura, en referencia a ese punto en el que el cerebro de la máquina sea capaz de aprender y desenvolverse por sí solo en distintos entornos. "No compro para nada la idea de que están consiguiendo mimetizar cómo funciona el cerebro, no tiene nada que ver", insiste López de Mántaras. Al hablar de inteligencia artificial, hay quien cree que se puede replicar el funcionamiento de la materia gris. En los comienzos de la aviación, hubo quien intentó desarrollar aviones que imitaran el aleteo de los pájaros, pero esa inspiración biológica no fue la mejor solución.

El proyecto Human Brain Project, financiado generosamente por la Comisión Europea, quería llegar a imitar con superordenadores el cerebro humano en 10 años, pero una revisión oficial les obligó a reconocer que tenían "expectativas poco realistas". Una encuesta realizada en 2014 por Nick Bostrom, el gurú de la superinteligencia, mostraba que el 82% de los expertos en esta materia creían que las máquinas nunca serán capaces de emular el aprendizaje y los demás aspectos de la inteligencia humana o al menos tardará más de 50 años (PDF). "Yo no lo veré, eso seguro", dice el investigador del CSIC, que cree que el gran hito sería que las máquinas comprendan el lenguaje natural y adquieran sentido común, que quizá sea una forma de denominar a la paradoja de Polanyi. 

¿Qué es lo que puede aportar? "Ya está haciendo muchas cosas, hoy, por nosotros", asegura Alonso, catedrática en la Universidad de A Coruña, y señala motores de búsqueda, monitorización de la industria, cortes de tejidos eficientes en el textil, detectores de spam y aplicaciones clínicas. Este último campo, el de la medicina, es el más prometedor. Ahí es donde Hassabis quiere aportar "metasoluciones" en el diagnóstico visual y en la búsqueda de fármacos. Deepmind ya tiene un acuerdo con el Sistema de Salud de Reino Unido, del mismo modo que IBM ya tiene a Watson trabajando con el laboratorio Merck. Aunque en medicina no es tan sencillo lo bueno y lo malo, no es un escenario binario en el que elegir una jugada que lleva a la victoria o a la derrota. Lo resume López de Mántaras: "El mundo es mucho más complicado que un tablero"

sábado, 5 de marzo de 2016

Nomofobia

Nomofobia

por Maria C. Orellana 5-III-2016

Al final de la tarde salgo agotada de una reunión de casi tres horas ininterrumpidas durante las cuales todos los presentes hemos tenido el móvil sobre la mesa o en el regazo. Nada más empezar, algunos ya habían empezado a mirar de soslayo sus dispositivos, a la media hora intercambiaban mensajes con disimulo y hacia el final de la sesión casi todos consultaban descaradamente las redes sociales o las noticias sobre el debate de investidura que había tenido lugar en el congreso de los diputados.

No parece muy educado y es estéticamente penoso que las personas a las que te diriges dentro de una sala estén consultando el móvil. Pero al parecer es inevitable, porque más del 50% de la población sufre “nomofobia” (del inglés no-mobile phobia) en mayor o menor grado, es decir, sienten angustia cuando no están conectados al mundo a través de su dispositivo móvil. Estudios recientes han demostrado que los niveles de estrés que sufren los nomofóbicos agudos si se agota su batería o pierden la cobertura son similares a los que se dan en una visita al dentista.

Es un hecho que todos estamos cada vez más enganchados al Smartphone, sin importar edad ni condición. Me incluyo, con salvedades: aunque el fin de semana logro dejarlo apartado para “desintoxicarme”, debo reconocer que en la oficina me llevo el móvil incluso al excusado, no vaya a ser que justo en ese momento reciba una llamada profesional urgente. De hecho, el otro día se me cayó por accidente dentro del inodoro y armándome de valor pude rescatarlo del fondo (por suerte bajé corriendo al comedor, donde una de las cocineras tuvo la amabilidad de darme un bol de arroz que me permitió resucitar el dispositivo in extremis).

Mi ex compañera Ainhoa, a la que siempre he admirado por su capacidad multitarea, solía aprovechar las visitas al lavabo para hacer esa llamadita imprescindible que los asuntos urgentes no le habían permitido realizar. Me aseguraba que al otro lado de la línea nadie se daba cuenta, ni siquiera cuando vaciaba la cisterna.

Pero esto no debe ser cierto, porque mi amigo Carlos me cuenta que al teléfono, cuando se percata de que su interlocutor está ocupado en el inodoro durante la conversación, se indigna y da por terminada la llamada. Le pregunto cómo se da cuenta, y efectivamente, me confirma que al otro lado se oye.

Tengo que decírselo a Ainhoa.

lunes, 8 de febrero de 2016

Entrevista con el sociólogo antiglobalización Boaventura de Sousa

Lola Huete Machado, "Boaventura de Sousa, el pensador estrella de los movimientos sociales. El sociólogo portugués de la antiglobalización arrasa donde va. ¿Su secreto?", en El País, 8-II-2016:

Sucedió de nuevo en la Conferencia Latinoamericana de Ciencias Sociales (CLACSO) celebrada en otoño en Medellín (Colombia): las colas para sus conferencias fueron comentadas. ¿Un sociólogo convertido en estrella? ¿Cuál es su secreto? Se lo preguntamos a bocajarro a Boaventura de Sousa Santos (Coimbra, 1940). Y él, el gran pensador portugués de los movimientos sociales – bien elegante, vestido de camisa blanca y pantalón negro–, nos mira como a cien mil kilómetros de distancia detrás de sus gafas, mientras por el hall del hotel Intercontinental de la capital antioqueña desfila el mismísimo ex presidente de Uruguay, José Mujica.

Se encamina el ex dirigente popular a la rueda de prensa de presentación de su libro de memorias, Una oveja negra al poder. Pepe Mujica, la política de la gente, tras años de paciente seguimiento por parte de los autores, Andrés Danza y Ernesto Tulbovitz, que ahí andan, tras él, hoy también. Mujica, que ha llegado sin escolta, ni maletas, ni apenas nada que no sea su persona y la de su esposa, acaba de recibir en audiencia al nuevo alcalde electo de Medellín, el entusiasta Federico (Fico) Gutiérrez, del partido Creemos, que ha dado la campanada para disgusto de los fans de Uribe.

Todos se cruzan y/o juntan y/o saludan y/o charlan y/o rien en este espacio lujoso, coordinados cual escena teatral o plaza de pueblo paisa repleta en estos días de profesores universitarios, científicos y políticos latinoamericanos y mundiales reunidos gracias a la barita mágica de Pablo Gentili, secretario reelegido de CLACSO. Un éxito de crítica y público resultaría la conferencia de Ciencias Sociales: unos 25.000 participantes, casi un 65% menor de 26 años, agolpados durante varios días en el centro de congresos Plaza Mayor. Ahora mismo, aquí, a unos y otros no cesan de interrumpirles para los posados de fotos. Muchos son políticos, se prestan. Pero De Sousa es un científico, un analista social, un teórico del Sur y de la transformación social. Él, que gana en popularidad al más pintado, no deja de forzar la sonrisa, una pesadez tal que acaba cortándola abruptamente para dispararnos su respuesta.

— “¿Pero qué pregunta me hace usted? Siempre hubo estrellas académicas... O igual piensa que porque soy portugués no puedo serlo al estilo de otros más del Norte…?“.

Ahh. Se impone lo que los alemanes llaman desescalación. Apacigüemos. Y apacigüamos al arrellanarnos en un buen sofá y contemplar tan espectacular trasiego. A De Sousa le gusta la charla. No evita la confrontación. Se diría que la provoca adrede, buscando respuestas del otro. Un baño de masas recibió este hombre durante la semana que duró CLACSO 2015. Una buena parte del tirón de los cientos de debates (apasionados, interesantísimos) aquí mantenidos fue de este portugués que habla de continuo de una sociología de las ausencias y de las emergencias. "Aquello que no se cuenta, que no se nos cuenta, parece que no existiera", dice. Pero existe. Y mucho. Así, De Sousa ha logrado entusiasmar a sus seguidores: cuando se habla de una realidad, ésta emerge. "Solo a través de la justicia cognitiva global habrá justicia social global", afirma. Las colas para participar en sus talleres y escuchar sus charlas han sido antológicas en la capital antioqueña: apenas otros como el citado José Mujica y Lula da Silva le hicieron sombra.

— “Creo que soy famoso porque tengo un modo de comunicar mis ideas que tiene mucho que ver con mi trabajo junto a los movimientos sociales, en la calle, en el territorio. Mis investigaciones me obligan a pasar gran parte de mi tiempo con ellos y por eso mi contacto con la juventud es más fácil”.
Por escrito, asegura, puede ser distinto, "algo más complejo". De Sousa se expresa con un lenguaje melódico, una mezcla de castellano y portugués que lo hacen especialmente apto para todo oído. Él y quien esto escribe se encontraron ya hace años, en el Foro Urbano Mundial celebrado en Dakar. Allí también brillaba, junto a otros (Chico Whitaler, Naomi Klein, Susan George) como líder antiglobalización. Ha envejecido, pelo más cano, rostro más arrugado, pero su entusiasmo y jovialidad al hablar de lo que le importa no ha cambiado ni un ápice... Uno de esos hombres que con la edad se crece. “Otro elemento que influye es que todo mi trabajo está orientado por dos ideas: ser atractivo para los jóvenes, sí, pero sobre todo, darles esperanza”. Afirma que vivimos en sociedades dominadas por el miedo, por el desempleo, la violencia… y que eso no significa que en su trabajo sea inconsciente y se dedique a contar pájaros volando, sino que él es un “optimista trágico".
"Declaramos invisible lo que no queremos ver. No lo nombramos y parece que no existe. Pero existe"
—“Me resisto a resignarme, me resisto a creer que no hay alternativas. Este mundo es feo, es desigual, lo sabemos bien, lo vemos aquí, pues estamos ahora mismo en Medellín, una de las ciudades más desiguales de Colombia… pero los jóvenes buscan un pensamiento no sólo crítico sino también propositivo”.
Buscan cómo y dónde actuar. Y sienten que él, en cierto modo, los guía.

Un proyecto llamado Alice

Autor de numerosos escritos y libros de referencia sobre la búsqueda de conocimiento que otorgue visibilidad a los pueblos y a las clases o grupos históricamente oprimidos, De Sousa anda sumergido ahora en una tarea bien ambiciosa. Dirige en el European Research Council, un proyecto de investigación muy caro, quizá el más caro que ha emprendido, asegura, y que lleva nombre de mujer: Alice. Pretende estudiar los aprendizajes globales, identificar iniciativas de innovación alrededor de cuatro grandes temáticas que así nos resume:

• Modos de refundación del Estado
• Estudio de otras democracias (locales, tribales…)
• De otras economías (urbanas, campesinas…) no dominadas por capitales financieros
• De otra concepción de dignidad humana, de respeto, de diálogo con los Derechos Humanos (presente en culturas indígenas, afrodescendientes...)

El proyecto colonial está más articulado hoy con el capitalismo global que nunca
— “Esta idea de esperanza, de aprendizajes de otros es atractiva para los jóvenes porque ellos no se reconocen en muchos de los aspectos de la Izquierda o el pensamiento crítico de los partidos clásicos socialistas. No están muy convencidos de que los dos grandes modelos creados en el mundo occidental sean los únicos posibles. Los jóvenes están politizados sí, pero de otra manera a la nuestra. Lo están a través del rap, del hip hop, de la música, de las redes sociales. Yo trabajo con ellos y hasta escribo letras de rap…”.

Las Ciencias Sociales, concluye, deberían asumir este lenguaje, desmonumentalizarse y tornarse accesibles para dialogar así con las nuevas generaciones. Confiesa estar muy empeñado con las luchas sociales, pero con militancia "apartidista". “Sin embargo sé de qué lado estoy; en el de la gente que busca alternativas, que sufre por desigualdad, racismo, xenofobia, en el de los discriminados, el de los que se llevan la peor parte de este mundo que hemos construido”.

Pensando en tal mundo, nos vamos recostando más y más en el sofá mientras guardias, curiosos, cámaras de prensa, bedeles, taxistas, turistas, empleados trajeados de una convención de cemento, electricistas de uniforme y muchos de los expertos participantes en CLACSO siguen dando vueltas sin cesar, cual cuerpo de baile de esa sociedad colonialcapitalista que describe De Sousa. "¿Vio usted la participación que el otro día en el gran salón…?", nos pregunta. Sí, lo vimos: hubo chicos y chicas allí que le dieron al maestro su opinión rapeando y él les contestó también en formato lírico, digamos, sobre su visión de un mundo más equitativo y justo, su visión más pegada a la Tierra, al respeto a la Naturaleza, a la Pachamama, a ese Sur que suele ser metáfora de lo olvidado y despreciado… Y luego abrió micrófono y dio la palabra a todos aquellos que quisieran visibilizar sus actividades, hacer emerger sus proyectos, sus iniciativas en pos del cambio social… Los hizo protagonistas.

La no existencia


L.H.M.

Cita Boaventura de Sousa al filósofo Walter Benjamin: "Vivimos en un tiempo homogeneo y vacío. Porque reducimos todo a una sola lógica y forma de vida y olvidamos otras, las anulamos no nombrándolas siquiera. Y relata las cinco lógicas de producción de la no existencia en nuestra sociedad hoy, según él:

–"Vivimos y hemos construido una monocultura del saber y del rigor del saber; una monocultura del tiempo lineal; una lógica de clasificación social siempre según los países avanzados; siempre de escala dominante, y siempre solo según la lógica productiva".

Hay, afirma, cinco formas de "no existencia":

*Lo ignorante.
*Lo residual.
*Lo inferior.
*Lo local.
*Lo improductivo.

"Así desperdiciamos sin siquiera darnos cuenta toda la ecología de saberes ancestrales, de las distintas temporalidades, de los reconocimientos, de las productividades...". ¿Cómo contar e informar de la diversidad inagotable del mundo? A él esa le parece una tarea apasionante. Romper la dominación. "El proyecto colonial está más articulado hoy con el capitalismo global que nunca. Están profundamente entrelazados, aunque las formas de articulación hayan variado con el tiempo".

Y fue el no va más. Pura comunión. Se apuntaron tantos a vocear sus proyectos (desde iniciativas de traducción para desarrollar pensamiento crítico y "hacer caminar las palabras" a escuelas brotadas del empeño ciudadano en la periferia, pasando por ejemplos de arquitectura marginal, alfabetización desde el rap, proyectos sobre derechos indígenas o para contener males mariguaneros que consumen a barrios enteros), tantos, que daba tiempo a dar vuelta por un Medellín atestado de coches y aún regresar y contemplarle escuchando o dialogando con unos y otros.

He ahí el tercer factor, afirma, que impulsa bastante su popularidad: “Es que busco ser simpático también. La gente de la ciencia se tornó muy aburrida en las últimas décadas. Perdimos la capacidad de reír. Y ese es un rasgo de mi epistemología, de mi trabajo más teórico, de mi búsqueda de diálogo entre el conocimiento científico oficial y el popular, el urbano, el rural, el de las mujeres, los jóvenes, los indígenas…". Habla De Sousa de cómo existen diferentes tipos de conocimiento aunque vivamos en un mundo en el que se use sólo uno ("especialmente cuando es escrito"). La universidad de la vida lo llama. Él busca identificar esos otros conocimientos, creando contactos, tendiendo puentes: “Traer a mi trabajo la actividad de los movimientos sociales para incorporarlos a la Sociología. A la juventud le gusta esta idea porque no descalifica a la Ciencia sino que la complementa. Sabemos que hay una ciencia hostil a todo aquello que se salga de su centro pero hay otra que es amiga”.

"Me resisto a resignarme, me resisto a creer que no hay alternativas. Este mundo es feo, es desigual, lo sabemos … pero los jóvenes buscan un pensamiento no sólo crítico sino también propositivo"

No sólo prefiere esta última sino que De Sousa se afana "en abrir nuevos caminos en la investigación y la escritura", tal como decía de él el teólogo Juan José Tamayo. Como ejemplo, el portugués cita la alimentación, todo lo que se está moviendo en Brasil alrededor de los campesinos y de la agricultura familiar, de los agrotóxicos que reciben las cosechas a través de barridos de las avionetas. “Hay una Ciencia financiada por Monsanto bajo el argumento de que ésta es fundamental para combatir la desnutrición, pero la agroecología anda investigando y diciendo lo contrario, advirtiendo de cómo se mata la vida alrededor, pero no tienen ni tantas publicaciones ni tantos fondos para mostrarlo…”. Lo denomina "la ciencia de las ausencias".

— "No se trata de demonizar el conocimiento oficial, no, sino de considerar que no es el único válido".

¿Y qué le mueve a hacer todo esto, a visibilizar lo que otros no cuentan, a dar voz a grupos discriminados para presentar su realidad, a construir en vez de derribar?, le preguntamos para hacer honor al nombre de esta sección de Planeta Futuro. "La experiencia de campo, sin duda". Se ríe.

— “¿Que no lo entiende? Verá, yo que ya tengo una vida larga... pues hubo varios motivos para empezar a ocuparme de estos temas. Viví una dictadura, estudié en EE. UU. y luego hice un trabajo de campo en Brasil y me fui a vivir en una favela. Y conocí así tanta gente buena, con tanta sabiduría, en una situación tan indigna.... que eso le dio responsabilidad social a mi conocimiento. Ponerlo al servicio de los que menos posibilidades de acceso tienen se convirtió en uno de mis objetivos".

Su existencia se dibuja por etapas: ahora le vemos afanado en la favela, luego durante la Revolución de los Claveles en su país, más tarde trabajando en Mozambique y en Sudáfrica, en distintas universidades y, especialmente, en la facultad de Coímbra donde buscó siempre que el pensamiento crítico no fuera guetto: "Ciencias Sociales propositivas, de eso se trata en un centro con 130 investigadores para aprendizajes globales...". Así, su pensamiento se fue armando: "Estudiando los conflictos me di cuenta de que en nuestras sociedades el capitalismo hoy se articula con colonialismo, con racismo. Factores que están destapando ahora con las migraciones. La colonialidad me impacta. Igual que me interesa que los jóvenes mestizos e indígenas estén llegando a la universidad, por ejemplo en Brasil, gracias al sistema de cuotas y ver eso qué va a representar".

El Sur, lo ecológico y lo indígena, bien presentes. "Hemos dividido siempre a la Naturaleza entre las visiones de Descartes y Spinoza. Triunfó el primero, que la considera recurso natural a torturar para que nos dé todo lo posible... con una voracidad mayor aún en las últimas décadas, destrucción, minería, extractivismo... Recuperar la ecología de saberes. Eso despertó mi interés por los pueblos indígenas, por la madre tierra, la Pachamama, la Naturaleza que no nos pertenece sino que nosotros le pertenecemos a ella. Ese pensamiento ecológico es algo que los jóvenes también aprecian. Debemos articular los conflictos sociales con esa idea de Naturaleza porque esta es territorio, cultura, memoria, pasado, espíritu, conocimiento, incluso sentimiento paisaje". Nada de eso cuenta.

Sociología de las ausencias. "Declaramos invisible lo que no queremos ver". Y los medios de comunicación no suelen estar a la altura, asegura, en venganza quizá por nuestra pregunta inicial: "Cuando un suceso o una iniciativa ocupa un titular pasa de la ausencia a la emergencia". Aquello que está ocurriendo, se convierte en vida al ser narrado. "Hay que aceptar y contar la diversidad del mundo. Hay que descolonizar nuestro conocimiento". Tal es su mayor tarea en lo que le resta