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lunes, 16 de marzo de 2015

Nobel de educación a Nancie Atwell, por conseguir que los niños lean. Su secreto, que ellos escojan.

I

Lola García-Ajofrín, "Un millón de dólares por ser buena profesora" El País, 15-III-2015:

Una docente estadounidense logra el conocido como ‘Nobel de la enseñanza’

Un millón de dólares como premio a su trabajo de docente. La norteamericana Nancie Atwell ha ganado este domingo la edición de este año del considerado el Nobel de la enseñanza. El premio —el Global Teacher Prize— se ha hecho público en el Global Education & Skills Forum, celebrado en Dubai, ante una variopinta audiencia entre la que se encontraban Sheikh Mohammad, primer ministro de los Emiratos Árabes Unidos; el expresidente de EE UU Bill Clinton, o el responsable del informe PISA, Andreas Schleicher.

Atwell ha retado a los docentes a "innovar sin permiso". Pero, tras conocerse que era la ganadora del galardón, ha advertido ante los periodistas de que "la tecnología es solo un medio, no la panacea de la enseñanza". "Es un honor recibir este premio, sobre todo en compañía de estos profesores extraordinarios", ha sentenciado emocionada.

Al premio se habían presentado más de 5.000 docentes de 127 países. Entre los diez finalistas, no figuraba ninguno de Finlandia, uno de los países más reconocidos en materia educativa. Algunas de esas naciones ni siquiera participan en la prueba PISA. Pertenecen a contextos tan distintos como Afganistán, India, Haití, Kenia, Camboya, Malasia, Reino Unido o EE UU.

Entre los proyectos seleccionados como finalistas figura el del profesor afgano Azizullah Royesh, quien tuvo que enseñar a sus alumnos a leer y escribir tras la caída del Gobierno talibán, en 2001. También llegó a la final el método ideado por la docente de India Bir Sethi basado en la empatía, creatividad y racionalidad. Entre los diez finalistas se hallaba la primera escuela para ciegos de Camboya y un colegio de Kenia en el que Jacque Kahura sortea la escasez de recursos y la rigidez del sistema con grupos pequeños, excursiones y servicios comunitarios.

"El premio no es solo cuestión de dinero, sino que pretende sacar a la luz miles de historias de inspiración" y "devolver a los profesores la legítima posición que le pertenece", ha asegurado el responsable de este galardón, Sunny Varkey, ideólogo de la Fundación Varkey, en un comunicado. "Por supuesto que hace falta más que un premio para elevar el estatus de la profesión, pero mi esperanza es que este sea el comienzo de muchas conversaciones", ha añadido.

La organización estipula que el millón de dólares (unos 950.000 euros) se pague en cuotas anuales de 100.000 dólares durante una década. En esos 10 años, el ganador no debe comportarse "de forma que desprestigie la labor docente" y, en los cinco años siguientes a la recepción del premio, no puede abandonar la profesión de enseñante.

Desde la cuantía del premio a su puesta en escena todo estaba pensando "para hacer relucir el importante papel que juegan los profesores en la sociedad", explica la organización.

A finales de los ochenta, el libro In the middle de Atwell se convirtió en una especie de "manual de instrucciones" para enseñar a adolescentes con dificultades para leer y escribir. Entonces, el New York Times dijo que "la mejor forma de enseñar es aprender junto a los estudiantes y una especie rara de profesores que saben esto es ella". Desde entonces, ha escrito nueve obras. De niña, una fiebre reumática dejó a Atwell un tiempo en la cama y le acercó a los libros. Desde hace 25 años se ocupa de acercarle los libros a otros. Lo hace desde su Centro para la Enseñanza y el Aprendizaje, una escuela privada en Maine (EE UU) en la que imparte cursos de lectoescritura a estudiantes de octavo curso.

Su secreto radica en que "la biblioteca del aula está llena de historias interesantes de escritores serios que los alumnos tienen tiempo para leer en el colegio, y también se espera que lean de noche en casa", resalta. "Mientras la mayoría de los norteamericanos solo leen de seis a ocho libros al año, mis alumnos leen 40 libros", agrega. En una entrevista en la revista Newsweek presumía de que sus alumnos "van desde niños disléxicos a sofisticados jóvenes críticos literarios".

Un reciente informe de la OCDE advertía de que los chicos leen menos por placer que las chicas (el 50% de ellos frente al 75% de ellas): "Los niños no leen porque no saben que leer", responde Atwell tajante. "¿Por qué no les ofrecen apasionantes historias de deportistas? Dadles libros que les interesen a ellos también y entonces lo leerán", concluye.



II


Ernesto Mallo y José Antonio Millán, ¿Se puede enseñar a escribir?, en Público, 16-III-2015:

Patricia Highsmith sostiene que “es imposible explicar cómo se escribe un buen libro. Pero esto es lo que hace que la profesión de escritor sea apasionante"

Aprender a leer y a fracasar
Por Ernesto Mallo

Sabido es que el talento para cualquier actividad no puede ser enseñado, ni aprendido. Viene determinado por el pool genético. Tenerlo carece de mérito, es como ser alto, bajo, bien parecido o moreno, nada de lo cual uno pueda legítimamente vanagloriarse. El talento por sí solo no significa gran cosa si no está acompañado por aquella capacidad que lo hará brillar y prosperar: el trabajo. La contracción al trabajo, en cambio, no es parte del equipo original. Somos por naturaleza indolentes y tendemos a adoptar la línea del menor esfuerzo para todo. Esto es lo que sí puede y debe enseñarse y aprenderse: el trabajo. Dada una cuota de talento, escribir bien requiere de una gran inversión de tiempo y esfuerzo, para que el texto resulte fluido, dinámico, significativo.

Todo lo que es fácil de leer es difícil de escribir, y viceversa. Stephen King, en su obra Mientras escribo, un libro más que interesante sobre el arte de poner una palabra detrás de la otra, se refiere a la necesidad de disponer de una “caja de herramientas”. Para el escritor que comienza, esta caja está vacía y es él quien debe llenarla. No hay instrumentos prefabricados que puedan usarse, como el artesano, el escritor fabrica los que necesita para la obra que quiere realizar. Aquí es donde el maestro puede hacer un aporte significativo. Escribir es un acto tan racional como irracional, en el cual es de fundamental importancia saber detectar cuándo hay un concepto, una idea, un línea narrativa potente y verdadera, y también cuándo esa misma línea desentona con el resto de la narración. El maestro puede perfectamente enseñar a “leerse” uno mismo, despojado de condescendencia y de exceso de crítica. Esto implica aprender a corregir, a cortar, a eliminar todo lo superfluo, ya que en arte, lo que no es imprescindible es un estorbo. García Márquez dice que un escritor vale más por lo que bota que por lo que publica.

El maestro debe ser cruel, el mundo y los editores van a serlo y es preciso aprender a sobrevivir a la crítica despiadada. Patricia Highsmith sostiene que “es imposible explicar cómo se escribe un buen libro. Pero esto es lo que hace que la profesión de escritor sea apasionante: la constante posibilidad de fracasar”. A fracasar, y a sobreponerse, también se aprende, y esta es una práctica ineludible para quien quiera dedicarse a escribir. Hay cantidad de libros sobre el arte de escribir que pueden resultar provechosos, Para ser escritor, de Dorotea Brande; La preparación de la novela, de Roland Barthe; Suspense, de Patricia Highsmith, por nombrar sólo tres, son guías excelentes de las que se puede sacar muchísimo provecho. Para mí, el libro más importante sobre la escritura es Seis propuestas para el próximo milenio, de Italo Calvino. Todo autor y toda obra se inscriben en una tradición, sus lecturas ayudarán al autor en ciernes a encontrar la suya. Para escribir, la clave es leer, y a leer se aprende.

Ernesto Mallo es escritor argentino.

La arquitectura del escrito
Por José Antonio Millán

La reciente aparición de las 500 páginas de un Manual de escritura académica y profesional (Ariel) debería bastar para contestar afirmativamente a esta pregunta. Y sin embargo… La verdad es que, a pesar de tanta televisión y tanto YouTube, de tanta multimedia y multimodalidad, la escritura, el texto sigue siendo fundamental no sólo para la comunicación académica (donde sigue imperando el agorero “publica o perece”), sino en el mundo profesional. Desde la engañosa brevedad de un tuit hasta el correo, el informe, el análisis, las instrucciones, el prospecto, el manual, la ley, la sentencia…, un caudal de palabras rige, certifica, alerta o resume las relaciones entre los hombres. Puede que vivamos la eclosión de una civilización de la imagen, pero no se puede negar que está sostenida por torrentes de escritura. Y claro: esas extendidísimas creaciones textuales tienen sus leyes propias.

A pesar de tanta televisión y tanto YouTube, de tanta multimedia y multimodalidad, la escritura, el texto sigue siendo fundamental"

No sólo hay que respetar la ortografía (por supuesto), que puntuar adecuadamente y que utilizar vocablos ajustados, sino que además las ideas tienen que estar ordenadas; los argumentos, claros, y los procedimientos para mover el corazón de los lectores, oportunos. Todo esto se plasma además a través de un entramado de conectores léxicos que estructuran y ordenan los argumentos: “ahora bien”, “de esto se deduce fácilmente que”, “se engañaría quien pensara”… Los señaladores internos tienen que estar afinados (“ello”, ¿se referirá a la frase, al párrafo, a todo el argumento anterior?). Y un amplio etcétera. ¿Cómo se puede transmitir este complejo saber a las personas que generan escritos? Pensemos que esta categoría debe englobar al que redacta una memoria anual, al doctorando que ultima una tesis, al departamento de marketing que pule el prospecto de un medicamento o al abogado que asesora en la redacción de una ley. Ese saber especializado se transmite compartimentando adecuadamente la materia (en este manual, un tomo se dedica a “estrategias gramaticales” y otro a las “discursivas”), desmenuzando los múltiples aspectos que comprende el tema (“la planificación”, “el párrafo”, “la argumentación”), estudiando los subgéneros (el “resumen”, la “escritura web”), dando instrumentos para contrastar y mejorar (“donde no llega el corrector automático”, “recursos online”) y, por fin, proponiendo ejercicios que permitan al lector comprobar que ha comprendido.

Todo este cuidadoso planeamiento, por supuesto, sólo surtirá efecto si los usuarios, ya sean académicos o profesionales, se toman la molestia de leer, releer y, por último, ejercitar las cuidadosas explicaciones y consejos que constituyen la obra. Y ésa es precisamente su potencial debilidad: que sus destinatarios no dediquen a semejante —y exhaustivo— conjunto de recomendaciones la atención y el trabajo que merecerían. El receptor, como en todo acto de comunicación, también tiene que poner de su parte. ¿Es imprescindible haber asimilado este manual único (que tan bien ha dirigido Estrella Montolío) para ser un buen escritor académico o profesional? Está claro que no: hay por ahí textos irreprochables, en muy distintos géneros. Pero el hecho de que sean una minoría dentro del nutridísimo universo textual de la modernidad demuestra que aún queda camino por recorrer.

José Antonio Millán es lingüista y editor.

martes, 19 de agosto de 2014

Diccionario de palabras inexistentes


Mónica Luengo y Paula Arantzazu, "Diccionario de palabras que no existen. Los japoneses llaman 'tsundoku' al comprar un libro y no leerlo y los ingleses no sabrían decir 'friolero'. Una autora inglesa ha reunido las mejores palabras intraducibles del mundo", El País, 19 de agosto de 2014:

Que nos cueste encontrar una palabra adecuada no quiere decir que no exista sino que simplemente, no la hay en nuestro idioma. Si un castellanoparlante quiere expresar la frustración que le provoca alguien con el que ha quedado y que le está haciendo esperar, tendría que usar una frase entera (o, en ese complemento verbal tan ibérico, hacer un gesto exagerado); sin embargo, los inuit, indígenas de las zonas árticas de Groelandia, Canadá y Estados Unidos, resumen este sentimiento con una sola palabra: iktsuarpok. Asimismo, el valiente español que quiera admitir que el dolor de otros le produce algo de placer (algo que pasa frecuentemente, como cuando miramos desde casa cómo la lluvia empapa a la gente en la calle; aunque también hay quien celebra que un patinador artistico se caiga o que el empollón de la clase saque un suficiente) tendría que explicarse con cuidado, cuando un alemán solo tiene que alegar que siente schadenfreude. Si alguien nos sonríe sin simpatía, estamos obligados por el idioma a llamarlo sonrisa igual, cuando los ingleses pueden cambiar el smile (sonrisa, propiamente dicho) por smirk (sonrisa con la boca medio cerrada, como de listillo) o grin (más asociada a alguien que está pasmando y se le ha quedado la sonrisa en la boca como un rictus).

Las carencias no son, evidentemente, algo único del castellano. Es más, la diseñadora gráfica Anjana Iyer ha recogido, en una serie de ilustraciones llamada Found in Translation, una treintena de palabras casi imposibles de traducir al idioma de Shakespeare (ni en el de Cervantes, de paso). Curiosamente, muchas de ellas describen sentimientos. Mamihlapinatapei habla en yagán, idioma de una tribu indígena de Chile, de una mirada entre dos personas que desean iniciar algo pero no son capaces de juntar el valor necesario para dar el primer paso. En alemán, waldeinsamkeit describe la sensación de estar solo en un bosque y fernweh la de echar de menos un lugar en el que nunca se ha estado. Las hay más cursis como gokotta que en sueco quiere decir levantarse pronto por la mañana con el propósito de escuchar el canto de los primeros pájaros.

También hay bastantes japonesas. Por ejemplo, age-otori quiere decir que tras cortarte el pelo has quedado menos favorecido, tsundoku es comprar un libro y no leerlo, y komorebi es la luz del sol que se cuela entre las hojas de los árboles. También hay alguna palabra española que no encuentra su equivalente en inglés, como friolero. Aunque no es la única difícil de expresar en la lengua de Shakespeare.

En muchas ocasiones que una expresión exista en un idioma y en otro no se debe simplemente a una cuestión de necesidad. En finlandés existe la palabra tokka para referirse a una manada de renos y es bien sabido que los inuits tienen decenas de palabras para diferencias distintos tipos de nieve y tonalidades de blanco. Este fenómeno se conoce en antropología como vocabulario focal, es decir, el léxico de un grupo social se desarrolla en función de su cultura, su entorno… Así, los alemanes, conocidos consumidores de cerveza, tienen unas 70 palabras para describir esta bebida y los estadounidenses tienen decenas de sinónimos para hablar de coches y dinero (es llamativo que esta flexibilidad estadounidense haya llegado a España por la vía del doblaje, que traducía la expresión bucks por su significado literal, pavos: ahora en según qué círculos se llama como es ave a los euros).

Gestos con diferentes significados

También los gestos se prestan a la confusión, más aún cuando se trata de expresión corporal. Los gestos, como todo lenguaje, se estructuran según códigos interpretables por el grueso de la población y así lo ha evidenciado Paul Ekman, catedrático de psicología de la Universidad de San Francisco y uno de los investigadores más reputados en el campo de la comunicación no verbal. Sin embargo, también a la hora de expresarnos con las manos existen diferencias culturales e incluso los gestos más comunes, los gestos simbólicos, pueden dar lugar a interpretaciones erróneas.

Para reducir al mínimo estas brechas comunicativas, sobre todo porque en los albores de la globalización económica necesitábamos aprender que hay países más cariñosos que otros, surgieron manuales de protocolo útiles hasta para el más común de los mortales: Kiss, Bow, or Shake Hands (The Bestselling Guide to Doing Business in More than 60 Countries), de Terri Morrison y Wayne A Conaway, es el la biblia de las guías sobre cómo superar las diferencias culturales; al que se suma Business Etiquette: A Guide to International Communication and Customs, de Lillian H. Chaney y Jeanette S. Martin; Going Dutch in Beijing: The International Guide to Doing the Right Thing, de Mark McCrum; Rude Hand Gestures of the World: A Guide to Offending without Words, de Romana Lefevre, para los que prefieren crear un conflicto diplomático cuando se viaja; y el más reciente Don't Get Me Wrong!: The Global Gestures Guide, de Julia Grosse. Este último, centrado únicamente en cómo un gesto tan común como por ejemplo los cuernos puede ser cool en Estados Unidos y ofensivo según el contexto en España, ha recopilado gestos de hasta 50 países, de Australia a Zimbabwe, para dar cuenta de las diferencias de nuestra comunicación no verbal. Porque pese a que un gracias en el idioma local y una sonrisa siempre funciona, nunca está de más saber a qué atenerse cuando te equivocas con los gestos en un país que no es el tuyo.

Todo va bien cuando haces este gesto en países como Estados Unidos, Gran Bretaña, Corea del Sur, Sudáfrica y, por supuesto, España. En Francia, Polonia y Suiza levantar el pulgar es un gesto matemático, ya que señala una unidad de cualquier cosa; pero ojo si se te ocurre elevar un centímetro ese dedo en Grecia, Afganistán, Irán o Iraq, ya que se considera un insulto. Peor aún si elevas ambos: el bilakh es de lo más grosero para un iraquí. Es como la peineta (¿para cuándo un nombre menos ridículo para un término tan ofensivo?) persa.

Cuestión de cuernos

En Italia, Brasil, Portugal, Colombia y por estas latitudes hay que vigilar a quien se le dedica este gesto y alza el índice y el meñique a la vez, ya que podrían correr peligro sus votos matrimoniales. El cornudo es un paria en el arco mediterráneo (y algo más al oeste), pero los cuernos en manos de roqueros y peludos lo único que pretenden es que se le dé más caña a la guitarra.

Pulgar e índice unidos a veces no es ok

El gesto perfecto para canadienses, mexicanos, suizos, estadounidenses y gran parte del área norte del globo terráqueo. Sin embargo, tanto en Brasil como en Turquía el círculo que forman ese pulgar e índice unidos por sus extremos se considera obsceno, ya que recuerda a uno de los orificios menos insignes de nuestro cuerpo.

Crucemos los dedos

El clásico gesto de buena suerte que hemos importado de la cultura anglosajona (lo nuestro contra el mal fario es más bien tocar madera) está muy mal visto en Vietnam y otros países surasiáticos ya que los dedos cruzados simbolizan las piernas cruzadas femeninas y, por extensión, su sexo. Muy vulgar por lascivo, claro.

Juntar todos los dedos a la vez

Es uno de los gestos más característicos de los italianos, que tanto viene a preguntarnos qué queremos de manera paciente como nos urge a desaparecer del mapa. La polisemia de este gesto se dispara cuando sale de las fronteras italianas: en Congo significa algo pequeño; en Turquía que una cosa es bonita o buena; mientras que en Egipto nos esgrime a que esperemos un momento a ser atendidos.

Besos y saludos

Mientras que en Reino Unido y Estados Unidos besar en la mejilla para saludar se le permite a familia y amigos cercanos, los franceses han hecho de su faire la bise una cuestión nacional. Más al norte, en Holanda, Bélgica y Suiza en vez de dos, se saludan con tres besos; y más al sur y al este, en Oriente Medio, el beso en la mejilla está reservado sólo al saludo entre hombres. Los zurdos han de saber que en Arabia Saudí y otros países islámicos la mano izquierda, utilizada habitualmente para la limpieza corporal, se considera sucia y es una falta de educación saludar o comer con ella.

V de ¿victoria?

Triunfalista o pacifista, los dedos índice y corazón han pasado a nuestro imaginario colectivo gracias a los medios como símbolo de cierto buenrollismo. Todo lo contrario que en Reino Unido, Irlanda y otros países de la Commonwealth como Australia y Nueva Zelanda, donde significa todo lo contrario: no sólo es un signo grosero, sino también un desafío a la autoridad. Piensen en Churchill y luego en Sid Vicious.

Barbillas afiladas

Los belgas, franceses, italianos transalpinos y tunecinos envían a tomar viento a la gente acariciando con gesto amenazante su barbilla. En Francia, no obstante, se trata de un gesto que enfatiza la caradura de ciertos sinvergüenzas, pero en la Italia meridional tocarse la barbilla de dentro hacia fuera es un simple y rotundo No.

Pulgar e índice como una pistolita

Para prácticos, los habitantes de los Países Bajos: en Bélgica, Liechtenstein y Holanda este gesto no significa nada más que una pareja, un dos. Y como curiosidad, en China la pistolita se multiplica por cuatro y es símbolo del número ocho. Por el contrario, en Italia es señal de que las cosas no funcionan. Por algo aquí también vemos en ese gesto la imagen de un gatillazo.

lunes, 4 de agosto de 2014

Las formas de Baltasar Gracián

Santos Alonso (pp.41-50 y notas al texto) señala en su edición de El Criticón de Baltasar Gracián (Madrid: Cátedra, 1980) algunos rasgos de su estilo y lenguaje, que son conceptistas y cultistas, pero no culteranos.

1. Baquero Goyanes señaló también el perspectivismo que ofrecen los personajes de Critilo y Andrenio, pero la diferencia entre el de Cervantes y el de Gracián es que el de Cervantes es psicológico, y el de Gracián es ético. (M. Baquero Goyanes, El perspectivismo p. 53). Para Gracián las perspectivas son opuestas, y para Cervantes diferentes. Gracián piensa que todo cambia, por lo cual existen dos extremos; pero si las cosas no cambiaran, sería imposible esa dualidad. Baquero Goyanes sugiere que Andrenio representa el imperio de Carlos V, el renacimiento, diríamos; Critilo, por el contrario, el barroco de los Austrias menores, la crisis. De ahí ese pesimismo ingénito que tanto admiraba en él su gran lector, Schopenhauer.  

2. Concisión por medio de la extensión de la elipsis, y el uso preferente de la coordinación y la yuxtaposición. "Dicen trató repartirla" = Dicen trató de repartirla. Omisión de preposición entre verbo personal e infinitivo. "Convocolos todos" / convocolos a todos. Omitir "a" ante complemento directo de persona plural, frecuente en castellano clásico, continuo en Gracián. Elipsis de infinitivo tras "Basta": "Basta -dijo Critilo- [pensar, decir] que aun los montes no se libran de la mudanza". Se suprimen determinantes, especialmente el artículo, relatores y nexos como material vacuo.

3. Lenguaje connotativo y polisémico. Al mismo tiempo que simplifica la sintaxis, amplifica, intensifica y matiza su significado. Esto le hace a veces crear noelogismos: conreyes, connatural, archicorazón, archicítara, descomido, desañar, despenado, reconsejo, reagudo, contraolor, contrardid, contracifra, solizar (brillar el sol), critiquez, caduquez, ricazo, nonadilla etc..., incluyendo nombres propios. 

4. Ritmo rápido binario, como el de fray Antonio de Guevara. Estructuración bimembre de sus oraciones y parágrafos en las que "el segundo miembro no es redundante del primero, como pudiera parecer, sino que intensifica aún más la semántica del primer miembro; es decir, no es producto de un lenguaje amplificado sintácticamente, sino que Gracián persiquue con ello una mayor precisión y amplificación del significado"

4. 1: paralelística basada en coordinación y yuxtaposición: "Las aguas limpian y fecundan; los vientos purifican y vivifican, crisi 3.
4. 2. Antitética o contrapuesta: "El que tiene da en no dar, y el que no tiene desperdicia", crisi 5
4. 3 Comparativa: "El confuso ruido de esos mares, cuyas olas más rompían en mi corazón que en estas peñas", crisi 1.
4. 4. Adversativa: ¿El hombre no es el rey del mundo, sino el esclavo d ela mujer?, crisi 6.
4. 5. Distributiva: "Allí porque no se perciban los bienes que se reciben, y aquí porque no se sientan los males que se conjuran", crisi 1.
4. 6. Disyuntiva: "Que a los grandes hombres los grandes peligros o les temen o les respetan", crisi 1.
4. 7. Consecutiva: "Y es tanto grado esta sutileza alada que ellas solas llegan a remedar la voz humana", crisi 
4. 8. Apotegmática y proverbial: Con la mudanza del lugar se muda también la fortuna", crisi 4.
4. 9 Tensiva progresiva: "Cisne en lo ya cano y más en lo canoro", crisi 1.
4. 10. Metafórica: "Son los ojos puertas fieles por donde entra la verdad", crisi 9
4. 11. De juegos de palabras: "Que prendían los árboles donde no prendieron las varas", crisi 8
5. Gracián usa en la prosa, como Góngora en el verso de su segunda época, más metáforas puras (I [R]) que mixtas (R es I; R, i; R de i etc.)

sábado, 17 de marzo de 2012

Estilo y pragmática

Escandell, a propósito de la famosa definición de estilo del poeta lakista Coleridge, propone que la literariedad se halle según la pragmática en las implicaturas débiles del lenguaje figurado:

"La prueba infalible de un estilo irreprochable es su intraducibilidad en palabras de la misma lengua sin detrimento de su significado. Adviértase, empero, que incluyo en el significado de una palabra no sólo su objeto correspondiente, sino igualmente todas las asociaciones que evoca", Samuel Taylor Coleridge

Para Sperber y Wilson las implicaturas son representaciones de algún hecho del mundo “real” que el emisor trata de hacer manifiesto a su interlocutor sin expresarlo explícitamente. Las fuentes de las que proceden las implicaturas pueden ser de varios tipos: pueden tomarse directamente del contexto, recuperarse del conocimiento enciclopédico almacenado en la memoria o deducirse por inferencia a partir de las explicaturas (el contenido que se comunica explícitamente por medio del enunciado) y el contexto. La dificultad mayor que encuentra la pragmática a la hora de tratar los textos literarios es precisamente el tratamiento creativo y metafórico del lenguaje, el significado antropológico y mítico que subsede en él, y hace posible la intersubjetividad en la lectura más allá del propio lenguaje, en empatía profunda.

jueves, 28 de abril de 2011

Definiciones de Retórica

Tomado del blog Árbol de la retórica:

Aristóteles: La Retórica es “la facultad de descubrir en cada caso particular los medios que son adecuados para la persuasión”
Francis Bacon (1561-1626): “La Retórica es la aplicación de la razón a la imaginación para movilizar mejor a la voluntad”
A. Richards: “La Retórica es el estudio de los malentendidos y sus remedios”
Erika Lindemeann: “La Retórica es una forma de razonamiento sobre las probabilidades, basado en los acuerdos que la gente comparte en tanto que miembros de una comunidad"
Francis Christensen: “La Gramática postula el mapa sobre lo posible; la Retórica da cuerpo a lo posible asentándolo sobre lo deseable o lo efectivo. La cuestión clave de la retórica es cómo saber qué es lo deseable o preferible”
Sonja and Karen Foss: “La Retórica es el desempeño que tienen los principios humanos cuando se utilizan símbolos para comunicarse con el Otro…”
Boecio: “La Retórica trata con los discursos que a su vez dependen de la construcción de hipótesis, esto es, cuestiones que están rodeadas de una gran cantidad de determinaciones dadas en el tiempo y en el espacio, y con lo cual se comprende que, en todo momento donde se pone en marcha una tesis, es por que ésta encuentra una conexión con esas hipótesis. Las determinaciones son: Quién?, Qué?, Dónde?, Con ayuda de quien? Porqué?, De qué manera? En qué momento?”
Kenneth Burke: “Lo que fundamentalmente concierne a la Retórica es la manipulación de las creencias humanas para fines políticos… la función básica de la Retórica es el uso que los agentes hacen de las palabras para producir actitudes o para inducir a ciertas acciones a otros agentes humanos”
Lloyd Bitzer: “En suma, la Retórica es el modo de alterar la realidad no a través de la aplicación directa de energía a los objetos, sino mediante la creación de un discurso que puede cambiar la realidad a través de la mediación del pensamiento y la acción”
Anónimo del siglo XV: "La Retórica es la ciencia que refresca el hambre, que hace que el mudo hable, que el ciego vea, y que nos permite evitar que cometamos cualquier ineptitud con nuestra lengua"
Mark Backman: “La Retórica trata con las estructuras artificiales de la realidad cuya compleja composición constituye lo que llamamos cultura. Somos injustos al definirla sólo como comunicación… la Retórica es en sí misma un arte estructurante. Como arte de la persuasión, sus materiales son palabras e imágenes, sentencias y párrafos, argumentos y ejemplos, todos los cuales son utilizados para organizar las respuestas y las acciones de una audiencia dada. Como actitud ante la vida, la Retórica suscribe todos los tipos de procesos y métodos que intentan producir un orden frente al caos”
Donald Bryan: “La Retórica es el método, el órganon de los principios para decidir mejor las cuestiones que son indecidibles, para arribar a soluciones ante los problemas que son irresolubles, para instituir un método en esas fases vitales de la actividad humana donde no existe un método inherente a la materia de la que se ocupa una decisión. El arte de resolver este tipo de problemas es la Retórica"
Thomas Farell: “La Retórica es el arte colaborativo que guía las decisiones frente al juicio público en relación a materias sobre las cuales no se puede decidir a través de la fuerza o la experiencia”
William F. Imscher: “La Retórica es el estudio de los paradigmas que organizan las relaciones humanas; de las implícitas pero inviolables reglas con las que se vive en armonía social; de los acuerdos de los que toda comunicación, comprensión e identificación humana dependen”
George Briscoe Kerferd: "La superioridad de un logos sobre otro no es accidental, sino que depende de la presencia de dispositivos específicos. El estudio de esos dispositivos es el arte de la Retórica"
Richard McKeon: “El nuevo arte de la Retórica es un arte del descubrimiento. No es un método heurístico o una interpretación radical de las cosas, sino un arte de los tópicos o de la selección de los elementos que hacen posible el reconocimiento de nuevos hechos y que abre la percepción hacia estructuras y secuencias de las que no se tenía noticia”
o
David M. Berube: "La Retórica no se define sólo como el arte de descubrir los medios adecuados a la persuasión. En los últimos tiempos, se ha definido ya como un arte constructivo para la producción de conocimiento."
o
Edwin Black & Lloyd F. Bitzer: "Los estudios de Retórica se definen por su capacidad de explorar los procedimientos y las prácticas de la comunicación que tradicionalmente no son cubiertos por otras disciplinas de estudio"
o
Robert Ivie: "La retórica es un acto de crítica cultural circunstanciada, que se centra en el problema del chivo expiatorio, o de la demonización del Otro, y que afronta el correspondiente desafío de articular una cultura democrática más inclusiva"

viernes, 18 de febrero de 2011

Consejos para un aspirante a escritor

19 CONSEJOS PARA UN ASPIRANTE A ESCRITOR
1. Lo primero es conoser vien la hortografia.
2. Cuide el concordancia, el cual son necesaria para que Vd. no caigan en aquellas errores
3. Y nunca empiece por una conjuncion.
4. Evite las repeticiones, evitando asi repetir y repetir lo que ya ha repetido repetidamente.
5. Use; correctamente. Los signos: de, puntuacion.
6. Trate de ser claro; no use hieréticos, herméticos o errabundos gongorismos que puedan jibarizar las más que mejores ideas alquitaradas.
7. Imaginando, creando, planificando, un escritor no debe aparecer equivocandose, abusando de los gerundios.
8. Correcto para ser en la construccion, caer evite en trasposiciones.
9. Tome el toro por las astas y no caiga en lugares comunes.
10. Si Vd, parla y escribe en castellano, O.K.
11.Voto al chapiro!... creo a pies juntillas que deben evitarse las antiguallas.
12. Si algún lugar es inadecuado en la frase para poner colgado un verbo, el final de un parrafo lo es.
13. Por amor del cielo!, no abuse de las exclamaciones.
14. Pone cuidado en las conjugaciones cuando escribéis.
15. No utilice nunca doble negacion.
16. Es importante usar los apostrofo's correctamente.
17. Procurar nunca los infinitivos separar demasiado.
18. Relea siempre lo escrito, y vea si palabras.
19. Con respecto a frases fragmentadas.

jueves, 28 de enero de 2010

Un adverbio se le ocurre a cualquiera

Un adverbio se le ocurre a cualquiera

Juan José Millás

Hemingway cobraba los artículos por palabras. A tanto el término, lo mismo daba que fueran adjetivos que sustantivos, preposiciones

que adverbios, conjunciones que artículos. No recuerdo de dónde saqué esa información, hace mil años (cuando ni siquiera sabía quién era Hemingway), pero me impresionó vivamente. En mi barrio había una tienda de ultramarinos, una mercería, una droguería, una panadería, una lechería… Pero no había ninguna tienda de palabras. ¿Por qué, tratándose de un negocio tan lucrativo, como demostraba el tal Hemingway? Para vender leche o pan, pensaba yo, era preciso depender de otros proveedores a los que lógicamente había que pagar, mientras que las palabras estaban al alcance de todos, en la calle o en el diccionario.

Imaginé entonces que ponía una tienda de palabras a la que la gente del barrio se acercaba después de comprar el pan. Sólo que yo las vendía a precios diferentes. Las más caras eran los sustantivos, porque sustantivo, suponía yo, venía de sustancia. Si la sustancia de una frase dependía de esta parte de la oración, lo lógico era que valiera más. Después del sustantivo venía el verbo y, tras el verbo, el adjetivo. A partir de ahí, los precios estaban tirados. Cuando un cliente, en mis fantasías, compraba tres sustantivos, le reglaba cuatro o cinco conjunciones, para fidelizarlo. Mi padre, que era agente comercial, utilizaba mucho el verbo fidelizar. ¿De dónde, si no, iba a sacar yo esa rareza gramatical? En mi tienda imaginaria había también un apartado de palabras inexistentes, para gente caprichosa o loca. Aún recuerdo algunas: copribato, rebogila, orgáfono, piscoteba, aguhueco, escopeja…

El negocio imaginario iba bien. Todo el mundo necesitaba mis palabras. Al poco de inaugurar la tienda tuve que contratar dos empleados porque no daba abasto. Luego compré el piso de arriba para ampliar el negocio, pues llegó un momento en el que la gente me pedía también frases. Puse en el sótano un taller con cuatro gramáticos que se pasaban el día construyendo oraciones. Las había de muchos precios, claro. Las frases hechas eran las más baratas. Recuerdo, entre las que tuvieron más éxito, en boca cerrada no entran moscas y no rascar bola, pero a mí me gustaban mucho también leerle a alguien la cartilla, ser un hueso duro de roer, chupar cámara, pelillos a la mar, o mi sastre es rico. El precio de las frases aumentaba a medida que resultaban menos comunes, o más raras. Por alguna razón que no llegué a entender, había mucha demanda de frases absurdas. Me duelen los zapatos, por ejemplo, los espejos fabrican harina orgánica, o las cremalleras son menos sentimentales que los botones. Con el tiempo tuve que crear un departamento dedicado de manera exclusiva a la construcción de frases absurdas.

La idea de la tienda de palabras y frases me resultó muy liberadora, pues siempre pensé que ganarse la vida era condenadamente difícil. El mayor miedo de mi infancia era el de acabar en una esquina, vendiendo pañuelos de papel. Un día que mi madre, tras suspirar con expresión de lástima, se preguntó en voz alta qué iba a ser de mí, le dije que no se preocupara, pues había decidido que iba a poner una tienda de palabras. Tras meditar unos instantes, me dijo que eso era un disparate y que debía poner mis energías en cuestiones prácticas. Ahí acabó mi sueño de vender palabras. Luego, de mayor, comprobé que los anuncios por palabras constituían un capítulo muy importante en la cuenta de resultados de los periódicos. Pero no le dije nada a mamá, para que no se sintiera culpable.

De todos modos, acabé viviendo de las palabras. No tengo una tienda abierta al público, tal como soñaba entonces, pero me levanto por las mañanas, las ordeno en un papel, las envío al periódico o a la editorial y me pagan por ellas. A tanto la pieza. Una pieza es un artículo. El término pieza se utiliza también entre los cazadores para denominar a los animales abatidos. La semejanza es correcta, pues escribir un texto se parece mucho a cazarlo. De hecho, con frecuencia se nos escapa. La otra noche, en la cama, con los ojos cerrados, pasó volando por mi bóveda craneal un artículo estupendo. Me levanté, cogí un cuaderno que tengo en la mesilla, apunté con el bolígrafo, pero la pieza había desaparecido. Desde la utilización masiva de los ordenadores, contamos los artículos por palabras. Éste que están ustedes leyendo tendrá unas 4.700. Puedo calcular a cuánto me sale la palabra y decir que cobro en plan Hemingway. Pero me sigue pareciendo mal que me paguen lo mismo por un sustantivo que por un adverbio. Un adverbio se le ocurre a cualquiera.

viernes, 21 de noviembre de 2008

Metodología de la redacción

Con el tiempo uno aprende a escribir. Se le educa la prosa imitando lo mejor de lo que lee, los aciertos expresivos. Incluso aprende a desviarse de la norma y a crearse su propia norma, lo que es ya indicio y huellas digitales de estilo. Pero el profesor que intenta dar forma a la prosa de los alumnos debe partir de unos presupuestos mucho más humildes y claros, y eso no es fácil. No, no es fácil.

La Retórica ayuda mucho; somos enanos a hombros de gigantes, escribía el humanista Albertino Musatto. Si recurrimos a la sabiduría de los antiguos tendremos mucho ganado con su experiencia en metodología de la redacción.

La propedéutica es importante: escribir es lo último que debe hacer un alumno al que se le encarga una redacción, y eso les debe quedar muy claro: sin borrador previo no puede haber redacción, ni mucho menos redacción excelente. Ponerles el mismo ejemplo que Cicerón ayuda. Redactar es como construir una casa. ¿Qué necesitamos primero?

Los materiales. Ladrillos, mortero romano, vigas, agua, losas. Eso es la inventio. El alumno debe documentarse, pero en una redacción breve que no se deja para casa podemos dejarles una noticia del periódico que les instruya algo sobre el tema y luego que recurran a los siguientes materiales:

1. INVENTIO

Ideas sueltas que se te vayan ocurriendo
Experiencias personales sobre el tema.
Recuerdos de conocimientos sobre el tema.
Definiciones del tema.
Partitio: Divisiones del tema, partes que puede tener y de que consta.
Definiciones de los conceptos que aparecen en estas divisiones.
Ejemplos concretos.

Bien, ya tenemos qué decir, así que no nos andaremos con rodeos desperdiciando palabras al principio, como habríamos hecho si hubiésemos empezado a lo bestia, sin reflexionar, a bote pronto, de buenas a primeras. ¿Y qué hacemos ahora? Los materiales no son una casa. ¿Qué necesitamos?

Un plano para saber dónde colocarlos de forma que nada se derrumbe y el edificio cumpla mejor la función para que fue diseñado. Es decir, una dispositio

2. DISPOSITIO

Se le dice al alumno que ordene todo lo que se le ha ocurrido en la inventio numerando sus ideas, poniendo en el borrador un número a cada una de ellas, pero siguiendo un criterio o punto de vista tal que elimine alguna de ellas por inconveniente y forme una escala: de más general a más concreto, de más concreto a más general, por orden cronológico, de más simple a más complejo, etcétera. Lo que tiene que haber es un orden.

También debe ordenarse la dispositio según la función: si pretendemos convencer, debemos adoptar el orden nestoriano y comenzar con una captatio benevolentiae; si pretendemos enseñar, el de lo más simple a lo más complejo o llamar la atención de vez en cuando con argumentos analógicos o interpelando... Si pretendemos narrar un suceso, el cronológico. Si pretendemos argumentar científicamente, debemos quitar los argumentos analógicos y usar razonamientos encadenados y muchos ejemplos y definiciones.

Ya tenemos la casa construida; pero no podemos vivir en ella, no tiene luz, gas, ni muebles, ni cortinas, ni sillas siquiera, ni se puede cocinar ni dormir en ella ni distraerse. ¿Qué es lo que le falta? Hacerla habitable y cómoda, que proporcione placer. Esa es la tarea de la elocutio.

3. ELOCUTIO

Una vez tenemos el borrador numerado y con los elementos que hay que suprimir eliminados o tachados, hay que pensar en cómo hacer agradable el discurso; para ello hay que adornarlo, presentarlo con elegancia, recordar alguna cita o anécdota, encontrar paradojas ingeniosas, juegos de palabras, algún chiste o refrán, elementos que humanicen nuestra exposición y que la transformen en agradable. La prosa tiene que ser cuidada con artifico retórico, elegante y comprensible, pero también densa y fuerte y acomodarse a la personalidad de quien la ejerce mediante el estilo personal de uno, como bien hacía el logógrafo Lisias. Ha de ser prosa literaria, pero tampoco ha de ser pedante. Todo lo que ha de tener un estilo se resume en una palabra: precisión. Palabra que contiene las tres ces: claridad, concisión, corrección.

Y, hecho todo esto, que no es poco, el alumno ha de hacer lo último que debe hacer al ponerse a redactar: escribir la redacción. Y cuantos más borradores sucesivos haga, mejor.

Me diréis. ¿Y después de esto, qué?

También nos dicen los retóricos antiguos qué hacer para ir mejorando la redacción de nuestros pupilos, queridos dómines. Se trata de las progymnasmata, una serie de catorce ejercicios de redacción graduados por su creciente dificultad y bastante entretenidos tras los cuales los alumnos serían capaces de argumentar contra el mismísimo Santo Tomás. Son muchos y en mi retórica ya los tengo expresos.

En el aula, mientras realizan las redacciones, el profesor puede darles algunas formas de enriquecer su lenguaje; cuando pongan incluso, decirles "es un poco más elegante decir "es más"; si utilizan demasiado una palabra, que recurran a la litote, negando la contraria; por ejemplo, en vez de "mucho", que digan "no poco". Que en vez de repetir una palabra utilicen un pronombre relativo como que o quien; que prefieran a un adjetivo un sustantivo y a un sustantivo un verbo; que si pueden sustituir un nexo por un signo de puntuación, lo hagan; que no usen dos verbos en el mismo tiempo seguidos; que ordenen los complementos de más corto a más largo; que recurran a parejas de palabras unidas por una geminación, lo que articula mucho la prosa y le da ritmo. Etcétera. Porque aprender a redactar es esto y mucho más, no sólo corregir la ortografía.

Los temas son importantes; muchos recuerdan lo de miscere utile dulci y lo de docere y delectare, pero olvidan lo de movere: hay que revolver algo en el interior del chico, hacerle pensar. Por ejemplo, si se ponen frases para analizar, que sean máximas filosóficas o frases célebres o que hagan pensar. Aprenderán sin darse cuenta. Es conseguir lo máximo con los menos elementos. De la misma forma, los temas de redacción deben estar bien escogidos. Los controvertidos son interesantes. Algunos ejemplos: la violencia y sus tipos. El maltrato a los animales. ¿Es legítima la adopción por homosexuales? ¿Son ciertas las diferencias de género?

La redacción debe también tener en cuenta los géneros pragmáticos: instancias, informes, etcétera. Algo que les interesa mucho es redactar un currículum poniendo su experiencia profesional en ayudar a sus padres, a sus hermanos... Sus conocimientos en buscar setas, montar a bicicleta, nadar, jugar al fútbol o a la play o al ajedrez o a las cartas, sus cursos de informática, si saben cocinar o cuidar niños, si saben idiomas, los cursos que han pasado y las asignaturas que les quedan; sus premios; si han vendimiado (y por qué tiempo y dónde y cómo y justificándolo) etcétera. Eso les hace ser más ellos mismos y les refuerza su autoestima, descubriendo que no son tan imbéciles como ellos creían. En cuanto a la instancia, se la pueden inventar pidiendo una licencia de pesca, o el ingreso a un club deportivo, o una beca, etcétera.

También pueden escribir una carta a un personaje histórico que les sugestione, o a un amigo ruso o japonés o de Alaska que se encuentra muy solo, para lo cual se deben documentar previamente.

Si adoptan el punto de vista de una cosa les pueden salir cosas interesantes, pero eso sólo funciona si tienen imaginación, que no tienen ninguna a esa edad, lo que sí tienen es entusiasmo, fogosidad.

La informática ayuda: crear un diario o un blog es una buena idea. Yo lo hago, para entrenar mi prosa. Todos los escritores saben que la prosa se atrofia si no se ejerce. Los trabajos de lectura, además, deben de dejar de obsesionarse por el resumen, que nunca debe abarcar más de dos páginas, y debe obligar a los alumnos a trabajar con el lenguaje de la obra, rastreando sentencias, ejemplos de recursos estilísticos, palabras cuyo significado no comprendan, descripciones, referencias históricas, que extraigan temas y valores del mismo, y hacerles reelaborarlos mediante breves poemas o cortas dramatizaciones en prosa de ellos en el trabajo. El resumen es sólo una forma de reelaboración entre muchas. Cuanto más se reelabora o rumia un mensaje más cala su significado y más se apropia de él el individuo.

lunes, 13 de octubre de 2008

Prosa digerible

Hay quienes saben escribir y quienes no; algunos, como yo, sencillamente redactan, y sólo con esfuerzo escriben. Como lector, uno es más exigente y no soporta cualquier prosa. La traducida es especialmente mala y descolorida, sosísima, un horror, salvo que el traductor sea muy bueno o poeta; los poetas tienen mucho oído para el párrafo y para pesar el sentido y la forma de las palabras y casi todos escriben prosa excelente.

Prosistas que escriben de forma soportable son Juan José Millás, Manuel de Lope, Fernando Savater, Ramón Ayerra, Javier Marías... No menciono los poetas, porque esos escriben casi todos bien, pero prosistas con calidad de página hay muy pocos. Muchos la sostienen un poco al principio de su libro y luego la pierden; a estos se le nota que no son profesionales, que no tienen la costumbre de escribir todos los días; o son autores de un solo libro excelente, y los demás son pálidos reflejos, o refritos y copias apresuradas para salir del paso, elaboradas por el procedimiento "Editorial Planeta": te encierro en un hotel con un ordenador portátil sin wifi durante un mes hasta que lo acabes. Pese a sus rollos macabeos y sus discutibles opiniones, se nota que Losantos tiene buena prosa. Gracia tiene Eslava Galán. Algo descolorida es la de Pérez Reverte y Antonio Gala. Otros hay que olvido o no tengo presentes ahora.

miércoles, 28 de mayo de 2008

El argumento de Elorriaga

Desde un punto de vista meramente retórico, Elorriaga, en su artículo contra Rajoy, usa un argumento conocido y típicamente político de una nueva manera interesante, la demonización, invirtiéndolo como divinización:

Afirmar algo cuyo contrario es un absurdo es un recurso fácil habitualmente utilizado por los políticos de oficio. «Quiero mejorar el nivel de vida de los españoles» es un ejemplo simple de lo que digo. Nadie en su sano juicio, cualquiera que fuese su ideología o estrategia, podría afirmar que su proyecto busca empeorar el nivel de vida de sus compatriotas. «Debemos bajar los impuestos», por ejemplo, sí constituye un compromiso político diferenciador de los partidos de centro derecha puesto que subirlos ha formado parte consustancial de la ideología socialdemócrata europea durante las últimas décadas. Cuando quedan menos de cuatro semanas para que se celebre el XVI Congreso Nacional del Partido Popular, proclamar con solemnidad que se quiere un partido unido e integrado, capaz de ganar las próximas elecciones, forma parte del primer grupo de afirmaciones; ningún dirigente, militante o simpatizante podría asumir lo contrario. El debate, por lo tanto, se hace incomprensible cuando gira en torno a lo evidente y constituye una obligación -o al menos así me lo parece- el intentar clarificar de qué estamos discutiendo.

Así pues, afirmar algo cuyo contrario es un absurdo refuerza siempre una posición y transforma siempre nuestro lugar de mando en divino e inatacable: son argumentos propios de dioses indiscutibles, porque cualquiera que los rebate queda al momento clasificado como demonio feo, malo y traidor.