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sábado, 24 de septiembre de 2011

Javier Marías, hoy

De El País, hoy:

Lejos queda hoy del solvente y académico Marías el chaval de 19 años que escribió Los dominios del lobo. Ahora, con 60, algunos le siguen llamando el "joven Marías". Y lejos está él de renegar de aquella primera novela. "Es mi obra más divertida". Una reivindicación de la imaginación y el territorio del escritor frente, dice él, "al daño que nos hizo el realismo social". Desde entonces hasta ahora han pasado 40 años y un recorrido de éxito constante, la búsqueda de un estilo basado en la indagación interior, la verdad íntima, la especulación como manera de conocer la verdad que le ha llevado a la conclusión de que la novela es un arte de reconocimiento: "Lo mismo que otros géneros lo pueden ser de conocimiento, la novela lo es de reconocimiento. Y digo esto en cuanto a que nos permite saber cosas que sabíamos, pero no teníamos idea de ellas hasta que no las leemos en una novela". Una gran verdad que le ha llevado a afirmar también, como recordaba Vásquez, "que el ser humano necesita conocer lo posible además de lo cierto y lo que pudo ser, además de lo que fue".

lunes, 19 de septiembre de 2011

Javier Marías sobre la reforma constitucional


Javier Marías, "Iconoclastas a hurtadillas", 18/09/2011

No lo recuerdo con precisión, pero lo recuerdo. Se estaba redactando el borrador de la Constitución cuando se produjo una filtración de su contenido a la prensa. A mi padre, Julián Marías, le pareció erróneo y aun disparatado, lleno de detalles impropios de un texto tan fundamental, y escribió un artículo al respecto dando la voz de alarma. Dicho artículo no sólo tuvo mucho eco, sino que el mismo día de su publicación mi padre recibió una llamada del entonces Presidente Adolfo Suárez, que, sumamente preocupado, lo invitó a visitarlo para que le expusiera sus objeciones en persona y más por extenso. La redacción de la Constitución -hubo luego más reacciones- se inició de nuevo, o poco menos. Quedó libre de adherencias absurdas o interesadas y lo bastante presentable para ser sometida al refrendo de los españoles, en 1978. La actitud de Suárez contrasta sobremanera con la de Zapatero, Rajoy y el resto de políticos actuales. ¿Se los imaginan sobresaltándose por lo que opine un intelectual y convocándolo en seguida para escuchar su parecer y sus posibles consejos? Quienes tengan estima por Julián Marías podrán argüir que tampoco hay hoy ninguna figura equivalente a la suya. Es cierto que no la hay idéntica, pero en cada época hay figuras equivalentes a las de cualquier pasado. Fernando Savater, de quien discrepo a veces, lo es a todas luces en cuanto a su capacidad de razonamiento y argumentación, su independencia y su impredecibilidad. Pero ni Zapatero ni Rajoy creen precisar de su concurso ni del de nadie, o les basta con lo que les dictan Merkel y Sarkozy, cuya altura intelectual nadie pone en duda porque carecen de ella.

Desde su aprobación en 1978 -treinta y tres años-, la Constitución ha sido intocable, y tanto el PSOE como el PP se han esforzado al máximo porque lo fuera. A ambos partidos se les ha llenado la boca diciendo defenderla, en incontables ocasiones. Hasta el punto de que ni siquiera se ha tramitado una enmienda que ya clama al cielo, a saber: que en esta Monarquía Constitucional les sea posible reinar a las mujeres. Modificación tanto más necesaria cuanto que la descendencia del Príncipe Felipe es, por ahora, exclusivamente femenina. (Eso por no hablar de la injusta Ley Electoral que padecemos desde hace tres décadas.) Y de pronto, en pleno agosto y por vía sospechosamente urgente, esos dos partidos se ponen de acuerdo -nunca lo están en nada- para reformar la Constitución de manera poco democrática, dada su anterior y proclamada inviolabilidad. Y, pese a los centenares de millares de firmas reclamando un referéndum, se saltan éste a la torera e imponen la reforma desde el Congreso. Rajoy ha tenido la desfachatez -en fin, su partido se caracteriza por ser falaz casi siempre- de asegurar que, puesto que una abrumadora mayoría de diputados ha votado a favor de ella, también lo ha hecho una abrumadora mayoría de españoles, olvidando, o más bien escondiendo, que dicha reforma no figuraba en el programa del PP ni del PSOE cuando hubo elecciones por última vez, en 2008. Ningún español, por tanto, ha aprobado nada de lo que ellos se han sacado de la manga a última hora, cuando la presente legislatura está agotada y el Presidente del Gobierno no va a seguir siéndolo.

No tengo conocimientos para saber si conviene o no que se limite el déficit y se establezca un techo de gasto mediante enmienda constitucional. Puede ser. Aunque juraría, desde el sentido común, que hay otras formas de conseguir eso -¿decreto ley, aplicación y cumplimiento de las leyes ya existentes?- sin necesidad de tocar el texto fundamental. Y, en todo caso, creo imprescindible que la modificación se someta a referéndum. Han salido voces, a menudo inteligentes, como las de Peces Barba y otros, que sin embargo han soltado inesperadas sandeces en contra de ese referéndum, como "¿Para qué hacer una consulta popular si ya se cuenta en el Parlamento con una mayoría suficiente?" O les da lo mismo, o no han caído en la cuenta de que es posible -sólo posible- que dentro de unos meses el PP goce de mayoría absoluta en dicho Parlamento y que, con este precedente peligrosísimo y los argumentos de Peces Barba y sus colegas por bandera, se sienta facultado para cambiar la Constitución a su antojo y cuantas veces le plazca, dejándonos a merced del criterio y el provecho de un solo partido que jamás se ha distinguido por su respeto a la ciudadanía. Con esta reforma impuesta se ha abierto, asimismo, la caja de Pandora: ya ha salido uno reclamando que se incluya en la Constitución el derecho a la "autodeterminación"; otro, el federalismo; un tercero, que si Monarquía o República; un cuarto, que se reconozca la "singularidad" de su pueblo, y así hasta el infinito.

¿Cómo pueden ser nuestros políticos tan obtusos? En un momento en que hay una creciente y manifiesta aversión hacia ellos; en que se ha producido un movimiento que no debe tomarse a la ligera, el del 15-M, el cual ha subrayado las imperfecciones de nuestra democracia y el progresivo distanciamiento entre nuestros representantes y sus representados; justo entonces, no se les ocurre otra cosa que reformar a hurtadillas -es "a hurtadillas" todo lo que no sea consultar a la población al respecto- el texto que hasta ahora era intocable y sacrosanto. Es como si los obispos se hubieran convertido en iconoclastas de sus veneradas efigies de Semana Santa. Eso es lo que han hecho el PP y el PSOE: dinamitar lo que se han pasado treinta y tres años jurando que defendían y reverenciaban. ¿Quién va a creerles a partir de ahora una palabra? Lo de "a partir de ahora" es sólo un decir, no me tomen por tan tonto.

lunes, 25 de julio de 2011

Ortología

Javier Marías Franco, "Tacañería y tosquedad y pereza", El País, 24/07/2011

Creo haberlo contado alguna vez: cuando mis hermanos y yo éramos adolescentes, teníamos la tendencia a contestar a mis padres con monosílabos o poco más (reconozco que yo me llevaba la palma), como por otra parte es y ha sido propio de casi todos los chicos en la edad ingrata. No era sólo que no quisiéramos dar parte de nuestras andanzas (ya saben: "¿Dónde vas?" "Por ahí". "¿De dónde vienes?" "De por ahí"), sino que nos cansaba y aburría dar respuestas articuladas, así que las reducíamos a "Bueno", "Vale", "Ya", "Que sí" o incluso a algún gruñido. Y recuerdo que mi madre, ante tanta desgana, nos reprochaba: "No seáis tacaños con la lengua, por favor. Es lo último. No seáis perezosos con las palabras; ni que hablar bien costara dinero". La pobre tenía la batalla perdida en aquella época, porque, en efecto, a esa edad los chicos no sólo se convierten en holgazanes, sino que sienten que está mal visto entre sus compañeros expresarse con propiedad, hacer uso de un vocabulario preciso y amplio, y, aunque estén en posesión de él, prescinden avergonzados, no los vayan a tomar por redichos o raros. En la adolescencia el temor a la manada es enorme, hay pánico a ser rechazado. Por eso los quinceañeros suelen ir vestidos igual, se aficionan obedientemente a las mismas cosas, utilizan los mismos giros y abrazan una especie de dialecto limitado, todo con el solo propósito de que los demás oigan su grito: "Eh, ¿no veis que soy de los vuestros?" En lo que se refiere a la lengua, se retrocede voluntariamente a una fase cuasi gutural, inarticulada.

Por lo general esa fase terminaba al cabo de unos años. Hoy ya no es así, y constituye una prueba más de la infantilización inducida o deliberada del mundo. Cada vez hay más gente adulta a la que le da reparo mostrar un buen dominio de la lengua, hacer gala de un léxico rico, comunicarse con claridad y exactitud, lo cual lleva rápidamente a que dé lo mismo lo que se diga, con el pretexto de que en todo caso "se me ha entendido". También se entendían en lo fundamental los prehistóricos que carecían de lenguaje. El desarrollo y perfeccionamiento de éste, su progresiva sutileza, han sido sin embargo el mayor logro de la humanidad, al que los actuales humanos -por lo menos los españoles- parecen deseosísimos de renunciar. Hasta el punto de que leí hace poco en una novela: "Fue incapaz de gesticular palabra". No sé si era un escritor al que le sonaba "-ticular" para esa expresión y tanto le daba el verbo que eligió como "articular", o bien uno ya convencido de que, a este paso, las palabras serán pronto sustituidas por los gestos y las señas, regresándose así a la noche de los tiempos.

Una de las más claras muestras del deterioro de nuestra lengua es el desconocimiento existente -entre políticos, periodistas, locutores de telediarios, a los que se presupone cierta formación- de los verbos específicos de cada cosa. Por algo los hay, pero están cada vez más barridos del habla de nuestros contemporáneos. De la misma manera que un gato no ladra ni un perro maúlla, que un elefante no croa ni una rana barrita, hay sustantivos que necesitan un verbo determinado. Hoy, "dar" o sobre todo "hacer" valen para todo. En español nunca se "da" un discurso, como se hartan de decir en las noticias (en inglés sí, y probablemente de ahí viene la plaga, de los millares de traductores pésimos en activo), sino que se pronuncia, o coloquialmente se suelta o se larga. La corresponsal de TVE en Londres se quedó tan ancha tras comunicarnos que "Cameron ha hecho un mea culpa". ¿Ha hecho? Un mea culpa se entona, o si acaso se expresa, pero jamás "se hace". He oído que alguien "había hecho un buen polvo" (por "echado", se sobreentiende), y pedir -posible catalanismo, en este caso-: "Anda, hazme un beso". Hay una serie de verbos absurdos que se utilizan para todo y que han eliminado a otros mejores. Todo el mundo hoy "traslada" lo que sea, su malestar, su opinión, su postura, sus condolencias, un mensaje, cuando ese verbo, justamente, implica más bien un desplazamiento físico. Nadie comunica, ni transmite, ni hace partícipe, sino que sin cesar "traslada". Otro tanto ocurre con "compartir": "Comparte con nosotros tu experiencia", en vez de "Cuéntanosla"; o "No comparto el veredicto", en vez de "No lo apruebo" o "No estoy de acuerdo". Lo de "escuchar" por "oír" (esa catetada) ya clama al cielo. Cuando a Bisbal se le quebró la voz en un concierto, la locutora dijo que "Se vino literalmente abajo", y yo no lo vi por los suelos. Hay más ejemplos; hasta "Se quedó literalmente muerto" he oído. ¿Qué creerán que significa "literalmente"? Todo se mezcla: una redactora de TVE afirmó que tal ciclista "conoce los Alpes como anillo al dedo", luego supongo que a ella un regalo oportuno "le vendrá como la palma de su mano". Escritoras renombradas confunde "éste" con "aquél". Y en el programa único de Tele 5 apareció en pantalla esta pregunta para los espectadores: "¿El servicio ha actuado de chivo expiatorio?" Se referían a los criados de alguien, que por lo visto se habían dedicado a espiar, que no a expiar, al señorito, y sin disfrazarse de cabras. Lejos aquellos tiempos en que, como me recordaba hace poco Antonio Gasset, la gente se escandalizaba de que el Doctor Cabeza, Presidente del Atleti, reaccionara indignado ante la pregunta: "¿Se considera un chivo expiatorio?" "Alto ahí", contestó el médico. "Por ahí no paso, por que me llame chivo". ¿Cómo va a escandalizarse hoy nadie, si imperan la tacañería, la tosquedad y la pereza lingüísticas que nos reprochaba nuestra pobre madre cuando nos tocó ser mastuerzos? El mundo pertenece hoy a éstos, sólo que son adultos.

miércoles, 20 de abril de 2011

Diálogo Eco Marías


WINSTON MANRIQUE SABOGAL 22/01/2011

Dos de los más influyentes intelectuales de hoy hablan sobre literatura, el ciberespacio, la libertad de expresión y la ruptura de cánones tradicionales. Del presente y el riesgo de sus consecuencias

Tan pronto se ven, Umberto Eco se apresura hacia Javier Marías que sorprendido ve cómo el escritor italiano se inclina ante él en una reverencia teatral, diciéndole: "Majestad"; a lo que Marías, saliendo de su sorpresa y con una media sonrisa, contesta casi en susurro: "Duque". Y empiezan a reír mientras se abrazan. Dos años antes, Marías, como rey literario de Redonda, había nombrado a Eco Duque de la Isla del Día de Antes.

Eco: "Internet es la vuelta de Gutenberg. Es una civilización alfabética, y el que no lea y escriba rápidamente se queda fuera"

Marías: "Parte de la población tiene nostalgia de esa antigua idea de Dios, de ser observado. Por eso van a la tele e Internet"

Es la una y media del lunes 13 de diciembre de 2010. Están en el restaurante Balzac de Madrid en el primer diálogo que sostienen para un medio de comunicación, invitados para este número 1.000 de Babelia, y que harán en italiano como una cortesía de Marías con el profesor Eco. Cuando se sientan alrededor de la mesa redonda donde almorzarán, el semiólogo italiano (Alessandria, 1932) se queja de dolor de garganta y cuenta el trajín en que anda por la promoción de su último libro, El cementerio de Praga (Lumen), y el narrador y académico español (Madrid, 1951) desvela que acaba de terminar una novela que saldrá en primavera: Los enamoramientos (Alfaguara). Es el preludio de una conversación que se extenderá durante dos horas y terminará con ellos paseando y posando para el fotógrafo en un punto de encuentro simbólico de lo que aún no saben que van a decir.

JAVIER MARÍAS. Hace poco escribí en una de mis columnas de El País Semanal, a propósito de su última novela, tan criticada por L'Osservatore Romano, que pensaba que se había superado aquello de que en las artes las obras tuvieran que tener un carácter moral o edificante. Un hallazgo por parte de esa crítica, aunque para ellos era negativo, es que decía algo parecido a que su novela era un voyeurismo amoral.

UMBERTO ECO. ¡Es que esto es la novela, eso es una novela!

J. Marías. Justamente una novela es lo contrario de un juicio.

U. Eco. Deja abierta la puerta a las contradicciones.

J. Marías. Aunque hay novelistas que todavía se sienten como jueces, es una cosa extraña. Eso del voyeurismo amoral está muy bien visto. Porque una novela, a menudo, es así, el novelista no tiene que juzgar, tiene que mostrar, a veces explica lo que ha sucedido, cómo se ha llegado a este punto, pero eso no quiere decir que se justifique o que se ensalce el tema o presuma.

U. Eco. Luego está el lector que tiene la tendencia, o la mala fe, de atribuir al autor lo que piensa el personaje.

J. Marías. ¿No es preocupante en el sentido de que es volver a cierto primitivismo?

U. Eco. Usted escribe novelas, el 20% las leen de forma correcta, el resto equivocada.

J. Marías. Esto ha vuelto con fuerza. Yo escribo con un narrador en primera persona desde hace 20 años, y se tiende a confundir al narrador con el autor, con el yo.

U. Eco. Cuando publiqué El nombre de la rosa me escribió un lector preguntando por qué afirmaba que la felicidad consiste en tener lo que se tiene. ¡Yo nunca he dicho eso, es una tontería! Fue un personaje.

J. Marías. Esa idea de que las novelas deben tener un mensaje o dignificar algo es un primitivismo raro que ha vuelto.

U. Eco. Es una idea católico-marxista.

J. Marías. Pero el marxismo no...

U. Eco. El realismo socialista quería que las novelas tuvieran un mensaje y hablaran de los problemas del pueblo... Mi respuesta es que una novela tiene un mensaje, pero hay que trabajar mucho para comprenderlo, requiere esfuerzo, no te lo da el autor.

J. Marías. Un mensaje que se podría buscar fuera del libro.

U. Eco. O muchos. La Odisea tiene múltiples mensajes.

J. Marías. En cierto sentido surge por la promoción de los libros. No sé usted, pero yo a veces al escribir una novela me encuentro con que tengo una idea vaga sobre qué es esta novela, aparte de la historia misma, y algunos aspectos que no son claros para mí. Pero una vez terminada la entiendo un poco mejor. Entonces llega la promoción, las entrevistas, donde se espera que el autor diga: "Lo que he querido decir es esto". Y uno se ve obligado a afirmar algo o defender una idea que luego es tergiversada. Si no hubiera entrevistas y cierta necesidad de banalizar, de encontrar un eslogan...

U. Eco. Yo intento humillar a los que hacen estas preguntas, desafiar, hacer que se sientan algo estúpidos. Cuando me preguntan: "¿Con qué personaje se identifica?", contesto: "¡Con los ad-ver-bios!". Se quedan estupefactos. Es verdad, los escritores nos identificamos con los adverbios.

J. Marías. Pero para hacer esto hay que ser usted.

U. Eco. ¡No, no!, hay que ser bastante malos

...Y, en cambio, nadie habla del estilo de la novela, de la construcción. La gente lee lo que dices y no le interesa la manera en que lo dices.

J. Marías. La palabra estilo desapareció del vocabulario, ni los críticos la usan.

U. Eco. Es la manera de formar, de hacer.

J. Marías. Y sin duda hay autores que reconocemos. (...) Otro aspecto de los idiomas es cómo están desapareciendo cosas normales y se construyen mal las frases. Se está reduciendo el vocabulario.

U. Eco. Sí, sí.

J. Marías. Recuerdo que mi madre, cuando yo era adolescente, si me preguntaba o pedía algo, y yo respondía de cualquier manera, me decía: "Por favor, no seáis tacaños con la lengua". Hoy la gente es algo tacaña.

U. Eco. Ocurre también con la escritura

... Luego está esa discusión sobre la literatura tradicional y experimental. Se trata de una diferencia un poco como derecha-izquierda, que en política ya no tiene sentido. La izquierda es el único partido conservador, porque quiere conservar la Constitución, el Parlamento. Así que la vanguardia y la literatura tradicional es una distinción que nació con la llegada del arte pop y de la posmodernidad, hacia mediados de los sesenta, cuando ya en la novela comercial se empezaba a usar el monólogo interior, que antes era un escándalo joyceano. Los narradores suramericanos, García Márquez, etcétera, redescubrieron la historia que había estado prohibida, pero se descubrió de forma más irónica. Hay una serie de barreras tradicionales. Recuerdo en Italia, en tiempos del grupo del 63, del que ya no hay un rostro emblemático, cuando un músico de vanguardia, Berio, escribió un ensayo sobre el rock, y otro músico de vanguardia, hablando de los Beatles, dijo: "Trabajan para nosotros"; y yo contesté: "¡Pero tú también trabajas para ellos!". Ya entonces había mezclas. Así que no diferenciaría tan claramente lo tradicional de lo experimental. Hay autores que se reconocen de forma inmediata, pero siempre los ha habido, el problema no es ése. En las obras comprometidas no hay una literatura experimental pura.

J. Marías. Lo que se llama experimental envejece cada vez más fácilmente, o se convierte en algo tradicional, o se incorpora a los usos normales. Hay una flexibilidad mayor. Siempre ha habido una enorme capacidad para hacer esto; aunque antes había un poco más de resistencia. Hoy no. Hoy normalmente todo se incorpora, todo se vuelve viejo, antiguo. El presente se convierte en pasado cada vez más rápido. Incluso en el momento en que un libro ya está disponible, parece que ya es pasado.

U. Eco. Algunas cosas resisten el paso del tiempo. Por fortuna existe este mecanismo, de lo contrario no permanecería nada, ni Sófocles, ni Eurípides...

...Y las palabras de Eco y Marías se entrecruzan animadas por el mundo clásico, hasta que dan un salto de 2.500 años para volver al umbral de esta era del ciberespacio cercada de incertidumbres y quejas por una supuesta incultura en plena revolución del aprendizaje y la comunicación de saberes y relaciones personales y emocionales. Entre bocado y bocado, sus palabras van a empezar a señalar lo mejor y más terrible de ese presente y sus consecuencias.

U. Eco. Internet es la vuelta de Gutenberg. Si McLuhan estuviera vivo tendría que cambiar sus teorías. Con Internet es una civilización alfabética. Escribirán mal, leerán deprisa, pero si no saben el abecedario se quedan fuera. Los padres de hoy veían la televisión, no leían, pero sus hijos tienen que leer en Internet, y rápidamente. Es un fenómeno nuevo.

J. Marías. Esto sería una ventaja.

U. Eco. Es el aspecto positivo.

J. Marías. Pero lo que decíamos sobre el lenguaje, de la generalización del uso del ordenador...

U. Eco. Ése es otro problema, no tiene nada que ver. No creo que el lenguaje se empobrezca, ¡cambia! El inglés es un lenguaje sintácticamente muy pobre en comparación con el francés, el italiano o el español; pero puede decir cosas maravillosas. Por lo tanto, se simplifica, pero puede decir muchas cosas. Las lenguas funcionan.

J. Marías. A veces tengo la sensación de que el exhibicionismo general es omnipresente en estas formas de comunicación. En Internet, por ejemplo, si pones una cámara puedes ver una habitación a todas horas; hay personas que tienen contacto entre sí para ver cómo duermen o preparan la comida, lo que no sería un espectáculo... A veces tengo la sensación de que esto guarda cierta relación con la pérdida progresiva de esa antigua idea, que ha acompañado a los hombres durante siglos, de que Dios lo veía todo, de que Dios los observaba a todos y que absolutamente NADA escapaba a su mirada y escrutinio. De alguna manera, esa idea, que aún tienen algunos de los que leen L'Osservatore, era algo terrible, pero que también consolaba, al haber un espectador que conocía nuestra vida. Aunque fuera la persona menos importante del mundo, había alguien...

U. Eco. ¡Un señor que pagaba una entrada para verte y luego juzgarte!

J. Marías. Te castigaba o premiaba. Al menos existías para alguien. Y esta creencia, obviamente, hablando en términos generales, se ha perdido. Creo que una parte de la población, de forma inconsciente, tiene nostalgia de esa idea. Había una enorme necesidad de ser contemplado, de ser observado.

U. Eco. Hoy van a la televisión o Internet.

J. Marías. Sí... Responde a esa nostalgia vieja de la idea de Dios.

U. Eco. Interesante. Si no, no se explica cómo tienen esta necesidad tremenda de dejarse ver, hasta cuando hacen caca. Y yo digo: ¿por qué?

... ¡Es el aspecto más terrible e importante de la civilización en la cual vivimos! En Italia han sido asesinadas unas jóvenes, y cada noche hay programas de televisión que hablan de ello, ¡es vergonzoso!, porque se hace espectáculo de estas muchachas. Y el único consuelo por haber perdido a tu hija es salir en la televisión.

J. Marías. Ha hablado de consolación. Hay un elemento crematístico, evidentemente. Una ventaja para ellos porque al menos obtienen dinero y audiencia

U. Eco. ¿Pero por qué necesitan la audiencia y explotan incluso la muerte de su hermana y van a la televisión para que les veamos? Volvemos a la tesis de Javier Marías.

J. Marías. Lo que es extraño es que, también, se quiera mostrar la pena. Había cosas que tradicionalmente no se enseñaban.

U. Eco. Hay gente que va a la televisión a decir: "Tengo cáncer. No me voy a callar. Voy a la televisión para que me conozcáis, para que sepáis que existo y ayudo a otros". Ésa es la justificación.

J. Marías. La gente dice ahora, en lugar de "quiero contarte", "quiero compartirte esta experiencia", o "quiero compartir contigo esta experiencia", en lugar de "quiero contarte". Se busca involucrar a otros.

U. Eco. Una frase que ya no se usa es: "A Dios pongo por testigo de", al menos él sabe que yo soy así. Ahora es "pongo a la televisión por testigo, la comunidad". Hay una comedia italiana donde el nombre es una propiedad privada, no debes difundirlo. Y está el dicho de que los trapos sucios se lavan en familia. Antes la privacidad, el mantenerlo todo oculto, era fundamental. Hoy es todo lo contrario. Y cosas peores. No sé el porqué de esa necesidad de que nos vean o de vampirizar vidas ajenas. La explicación sobre la nostalgia de Dios es la más lógica.

J. Marías. Hay un elemento que también tiene que ver con todo esto: son las filtraciones de Wikileaks. Hay algo extraño y divertido

... Normalmente se nos prohíbe saber cosas, sobre todo si son de personas poderosas o con responsabilidades, y verlas ridiculizadas, el rey desnudo, o si meten la pata, eso se entiende. Lo que no entiendo es que después de este pequeño fenómeno haya gente que pida la transparencia: "Basta. Tenemos que saberlo todo. Tenemos que saber qué hacen los servicios secretos, los diplomáticos, lo que piensan". Pero ¡cuidado!, la hipocresía, la doblez, forma parte de la educación; es más, de la civilización. Si hubiera una transparencia general habría muchos más homicidios. Todos hablamos mal de vez en cuando de todos, cuando no están presentes, y también de las personas que amamos. Siempre hay objeciones. Probablemente si estas personas a las que queremos supieran cuáles son nuestras objeciones se olvidarían de todo lo positivo que pensamos de ellas y se obsesionarían con esa pequeña objeción que han conocido y que no habrían debido saber, y sería un desastre.

U. Eco. Las medidas diplomáticas están en la base de la convivencia civil.

J. Marías. Es una cuestión de civilización, es un logro.

U. Eco. Yo no digo: "No voy a cenar contigo porque eres aburrido". Digo: "No voy porque tengo un compromiso".

J. Marías. Entonces, pedir la transparencia general es también algo que iría en contra de los intereses de todos. Porque si todo fuera así se despediría más fácilmente a la gente. Tenemos esa tendencia, este desahogo. Es normal que haya personas que intenten saber lo que no se debe saber, pero también es normal que otras intenten evitar que las cosas se sepan. Lo ridículo es la pretensión de ciertas personas de que los que tienen el deber de evitar que las cosas se sepan renuncien a ese deber. Lo que no se puede es pedir la rendición total de los demás. Y con Wikileaks estoy sorprendido de que no se hubieran dicho cosas más brutales o que no intuyéramos. Son diplomáticos contenidos, educados. Me parece divertido... Es extraña esta pretensión, no entiendo estas ganas por saber todo.

U. Eco. Sí, sí. Y con esta ruptura del pacto de hipocresía, que es un pacto social fundamental ("estoy encantado de conocerle", no estoy encantado, pero hay que decirlo) hemos entrado en una nueva era virtual de la información donde todo es más vulnerable y frágil. Al final tendremos que encontrar otros modos de confidencialidad. ¿Cuáles serán? No lo sabemos. Con Internet ya no es posible ninguna censura. Mire a Julian Assange, es para tirarlo al retrete, o a la basura, pero lo que ha hecho lo han sabido todos. Alguien dijo una vez que si hubiese existido Internet el Holocausto no habría sido posible, porque nadie podría haber dicho: "No lo sabía". En China no han aceptado el Premio Nobel de la Paz pero en China lo han sabido muchos. Lo que se está perfilando, y ya lo escribí años atrás, es un nuevo 1984 con la clase dirigente que tiene acceso a Internet y los proletarios que no tienen acceso, que ven la televisión. ¿Hacia qué futuro nos dirigimos? ¿Habrá más proletarios o más clase informatizada? Porque si un ordenador costara diez euros, quizá mil doscientos millones de chinos lo tendrían, y entonces serían menos los proletarios que los informatizados. Y la censura ya no podría funcionar. Pero si se mantiene una proporción como la actual será todo lo contrario, se puede seguir censurando.

J. Marías. Si se rompe la baraja y se extiende la transparencia, probablemente los ciudadanos tienen siempre las de perder ante la posibilidad de intrusión en sus vidas por parte de los Gobiernos, ya que es mucho mayor que al revés. Es el peligro que veo en esa legitimación de que se sepa todo...

U. Eco. Hay gente que lee Internet y no tanto los periódicos, pero quienes usan el ordenador no son por fuerza los más informados, porque si no leen los periódicos no están lo suficientemente informados. Así que los problemas de censura y libertad son difíciles de definir hoy, no son tan sencillos como antes.

J. Marías. Yo recuerdo una cosa que mi padre decía, y que escribió en un artículo, sobre que el hombre contemporáneo corría el riesgo de convertirse en un primitivo lleno de información. Y lo es en cierto sentido. Tal vez no se equivocaba. Y lo decía antes de la existencia, probablemente, de Internet. Hay un exceso de información que quizás impide saber. Ya no hay un filtro, no hay un criterio. Se da importancia a cosas que no tienen ninguna y al contrario. Luego la abundancia, que es un problema porque con el exceso de algo no hay tiempo para ocuparse de ello. Yo aún consulto la enciclopedia.

U. Eco. Yo pertenezco al grupo de los que ve muy cómodo encontrar el dato en el ordenador, soy un estudioso de profesión y no me fío de la primera información. Pero para una persona normal es una dificultad utilizar Internet de forma adecuada. Siempre digo que la televisión ha sido un bien para los pobres, en mi país ayudó a enseñar la lengua italiana, y ha perjudicado a los ricos, no de dinero sino de estudios; y con Internet ocurre lo contrario. Lo preocupante es cómo se enseña a la gente el filtro...

J. Marías. A la gente no le interesa filtrar o saber si son ciertas o no algunas cosas. Es una tendencia...

...Y los dos autores siguen explorando los desafíos, riesgos, temores y dudas agazapadas en la Red, hasta que llega el café y la conversación deriva hacia otro tema que involucra a los dos mundos que son uno, tierra y ciberespacio, y que viene de siempre y va para siempre: el duelo, la pugna, entre la belleza y la fealdad. Con Internet añadiendo más confusión. Es la era del politeísmo estético y de la industria de la fealdad y de las ideas. A una media hora de que el encuentro acabe, Eco y Marías están a punto de descubrirse a sí mismos diciendo que se ven como un anacronismo.

U. Eco. En el último capítulo de mis ensayos sobre la belleza y la fealdad, referido al mundo contemporáneo, hablo del politeísmo de la belleza, de las distintas épocas en las que había diferentes modelos. Hoy valen todos esos modelos, y los medios de comunicación han contribuido a difundir diferentes modelos de mal gusto. Ahí entra la iluminación en Navidad, que ha cubierto los monumentos con unas luces feísimas. Se ha cubierto todo de bombillitas y a la gente le gusta. Ya no hay criterios para distinguir. Por lo tanto, la belleza y la fealdad se convierten sólo en hechos de clase: la belleza para los ricos y la belleza para los pobres. ¿Pero es cierto que antes no era así?, me pregunto. Sabemos que en la antigua Roma había una comedia de Terencio, y en el anfiteatro una lucha de osos, pues algunos abandonaban el teatro y la comedia de Terencio y se iban a ver la lucha de osos. Los intelectuales lamentaban que la gente hubiera abandonado a Terencio para ir a ver a los osos. Y mientras Miguel Ángel hacía la cúpula de San Pedro había espectáculos callejeros que eran modelos de mal gusto, probablemente. Por eso no puedo ser tan severo con ese politeísmo de la belleza y la fealdad, porque tal vez creemos que en alguna época haya habido modelos fijos: la belleza del Renacimiento, del Barroco, son los modelos que se salvaron, pero había infinitos otros que se destruyeron. La pregunta es: ¿por qué se salvaron esos en concreto? Ahí vuelvo a un viejo argumento: en la Poética de Aristóteles se citan numerosas tragedias de las que no sabemos nada, se han perdido. ¿Por qué ésas se han perdido y han sobrevivido las de Sófocles, Esquilo o Eurípides? Hay dos respuestas: porque eran mejores o porque tenían recomendación de otros. Los demás no tenían apoyos. Quizá fueran mejores que ellos, pero no tenían padrinos, así que lo que nosotros identificamos con el gusto clásico de la antigua Grecia, ¿es lo que predominaba entonces o es sólo lo que ha sobrevivido? Y quién sabe, quizá dentro de dos mil años nuestro periodo va a aparecer con el único modelo de belleza o de fealdad que haya sobrevivido; quizás la televisión basura, quién sabe si se identificará con la culminación del arte de nuestro siglo, como ceremonias báquicas.

J. Marías. Tal vez hubo un momento en que la fealdad que el profesor Eco ha estudiado tan bien existía en el arte, pero era algo excepcional. Recuerdo, por ejemplo, la única vez que estuve en Sicilia, en Palermo, y fui a Bagheria; quería ver esas figuras grotescas de la villa Palagonia que habían mencionado Byron, Goethe y gente así que en su tiempo habían viajado expresamente para ver esto, algo horroroso. Figuras grotescas en el jardín de un noble. Esto parecía una excepción que incluso personas como Byron y Goethe iban a ver, como excepción. Lo que no existía hasta hace poco es lo que podríamos llamar una industria de la fealdad. Ahora hay una fealdad industrial totalmente deliberada, como mercado. El valor que podía tener la fealdad de rebeldía, transgresión o de desafío se ha perdido y, en este sentido, ¿qué quedará dentro de dos mil años? No lo sabemos, tal vez algo de este tipo, o tal vez otra cosa. Sobre aquellos que el profesor llama ricos, aunque yo soy un poco proletario, lo cierto es que personalmente creo que me estoy convirtiendo en un anacronismo. Yo mismo soy un anacronismo. No sé si usted también tiene esta sensación.

U. Eco. Esto es siempre un proceso normal de la vejez. Pero no sólo por la edad, sino como usted decía, la gente en lugar de leer a Proust está viendo la televisión, está viendo a Pippo Baudo. Yo, que utilizo el subjuntivo bien, me estoy convirtiendo en un anacronismo...

...Ríen, hacen bromas... La puerta se abre y aparece el fotógrafo. Son las tres y media pasadas. Unas primeras fotos dentro del Balzac. Luego toman cada uno su abrigo, Eco el negro, con su sombrero de paño a juego y su bastón, y Marías el azul marino, y salen a la calle al encuentro de un silencio de amanecer. Guiados por el fotógrafo, caminan calle y media bajo un visillo de nubes grises, sin saber que van estar en un punto de encuentro simbólico de algunos de los temas de los que acaban de hablar: el paseo y jardines fronterizos que unen la iglesia de Los Jerónimos, cerrada por obras, y la ampliación del Museo del Prado. Charlan, posan

... Duque y Rey se despiden. Umberto Eco se marcha en coche a continuar su periplo a cuenta de su polémico El cementerio de Praga; y Javier Marías baja las escaleras que conducen hacia la Puerta de Goya del Prado rumbo a afinar Los enamoramientos.

lunes, 7 de febrero de 2011

Discusiones ortográficas II

Discusiones ortográficas II

Javier Marías

Además de las expuestas el pasado domingo, hay algunas objeciones que quisiera hacer a las nuevas normas de la reciente Ortografía de la Real Academia Española y de las otras veintiuna, sobre todo americanas, que la han acordado por unanimidad.“En la Academia hay quienes consideran que discutir y objetar a estas cosas es perderse en minucias”a) Mayúsculas y minúsculas. En realidad no entiendo por qué tal cosa ha de ser regulada, ya que, a mi parecer, pertenece al ámbito estilístico personal de cada hablante –o, mejor dicho, de cada escribiente–. Habrá ateos que escriban siempre “dios” deliberadamente, y todo creyente optará por “Dios”, por poner un ejemplo extremo. Según la RAE, supongo, habría que escribirlo en toda ocasión con minúscula, ya que ha decidido que todos los nombres que sean comunes (“rey”, “papa”, “golfo”, “islas”, etc.) han de ir así obligatoriamente aunque formen parte de lo que para muchos hablantes funciona como nombre propio. Así, “islas Malvinas”, “papa Benedicto”, “mar Mediterráneo” o “rey Juan Carlos”. E, igualmente, al referirse a un rey concreto, omitiéndole el nombre, habría que escribir “el rey” y nunca “el Rey”. Yo no pienso seguir esta norma, porque considero que algunos títulos y nombres geográficos funcionan como nombres propios y topónimos, o son sustitutivos de ellos. Cuando en España decimos “el Rey” –y dado que sólo hay uno en cada momento–, utilizamos esa expresión como equivalente de “Juan Carlos I”, algo a lo que casi nadie recurre nunca. De la misma manera, “Islas Malvinas” funciona como un nombre propio en sí mismo, equivalente a “República Democrática Alemana”, que era el oficial del territorio también conocido como Alemania Oriental o del Este. Según las últimas normas, deduzco que nos tocaría escribir “la república democrática alemana”, con lo cual no sabríamos bien si se habla de un país o de qué. Si yo leo “el golfo de México”, ignoro si se trata de una porción de mar o de un golferas mexicano –tal vez del golferas por antonomasia, ¿acaso Cantinflas?–. Y si leo “príncipe de Gales”, dudo si se me habla del tejido así llamado o del heredero a la corona británica.b) Zeta. La RAE ha decidido que el nombre de esa letra se escriba sólo con c, porque con ésta se representa ese sonido –en parte de España– antes de e y de i. Siempre me pareció tan adecuado que el nombre de cada letra incluyera la letra misma que durante largo tiempo creí que la x se escribía “equix”, aunque todos digamos “equis” y así se escriba de hecho. Pero es que además el reciente Diccionario panhispánico de dudas, de la misma RAE, valida grafías como “zebra” (aunque la juzga en desuso), “zinc” o “eczema”. Y, desde luego, no creo que se oponga a que sigamos escribiendo “Ezequiel” y “Zebulón”. No veo, así pues, por qué “zeta” pasa a ser ahora una falta. No está mal que haya algunas excepciones o extravagancias ortográficas en las lenguas, y en español son tan pocas que no veo necesidad de suprimirlas.c) Qatar. La RAE decide que este país y sus derivados –“qatarí”– se escriban con c. El origen de esa peculiar grafía –aceptada en casi todas las lenguas– está, al parecer, en la recomendación de arabistas, que distinguen dos clases diferentes de fonema /k/ en árabe. Por eso, arguyen, se escribe “Kuwait” y se escribe “Qatar”, pese a que nosotros percibamos el fonema en cuestión de una sola manera. La representación gráfica de las palabras –eso lo sabe cualquier poeta– tiene un poder evocativo y sugestivo que las nuevas normas desdeñan. Si yo leo “Qatar”, en seguida se me sugiere un lugar exótico y lejano. Si leo “Catar”, en cambio, lo primero que me viene a la imaginación es una cata de vinos. Pero es que además, para ser consecuente, la RAE tendría que condenar la ortografía “Al Qaeda” y proponer “Al Caeda” o quizá “Al Caida” o quién sabe si “Al Caída”. Los internautas iban a tener graves problemas para encontrar información sobre esa organización terrorista, desconocida en el resto del mundo, y de la que lamentablemente hoy se habla a diario.d) Ex. Decide la RAE que no se separe ese prefijo del vocablo que lo acompañe, y que se escriba “exmarido”, etc. Sin embargo, y dado que en español hay numerosas palabras largas que empiezan por “ex” sin que esa combinación sea un prefijo, un estudiante primerizo de nuestro idioma puede verse en dificultades para saber si “exayuntamiento” es un vocablo en sí mismo o si “exacerbación” o “execración” se componen de dicho prefijo y de las inexistentes “acerbación” y “ecración”.e) Adaptaciones. Las grafías “mánayer” o “pirsin”, que la RAE propone, son tan irreconocibles como lo fue “güisqui” en su día (fea y además mal transcrita, como si escribiéramos “güevos”). En cuanto a “sexi”, es directamente una horterada, siento decirlo.En la Academia hay quienes consideran que discutir y objetar a estas cosas es perderse en minucias. Puede ser. Pero habrá de concedérseme que también lo es, entonces, dictaminar sobre ellas y aplicarles nuevas normas. Si la Ortografía se ha molestado en mirarlas, no veo por qué no debamos hacerlo quienes estamos en desacuerdo con sus modificaciones. Termino reiterando lo que ya dije hace una semana: mis modestas objeciones no me impiden reconocer el gran trabajo que, en su conjunto, supone la nueva Ortografía, obra admirable en muchos sentidos. Habría sido redonda si no hubiera querido enmendar lo que quizá ya estaba bien, desde su versión de 1999. Porque para mí nuestra lengua es ahora un poco menos elegante y menos clara.

domingo, 30 de enero de 2011

Una supuesta mejor ortografía

Javier Marías, "Discusiones ortográficas I", El País, 30/01/2011

No sé si una de las funciones, pero desde luego uno de los efectos y grandes ventajas de la ortografía española era, hasta ahora, que un lector, al ver escrita cualquier palabra que desconociera (si era un estudiante extranjero se daba el caso con frecuencia), sabía al instante cómo le tocaba decirla o pronunciarla, a diferencia de lo que ocurre en nuestra hermana la lengua italiana. Si en ella leemos “dimenticano” (“olvidan”), nada nos indica si se trata de un vocablo llano o esdrújulo, y lo cierto es que no es lo uno ni lo otro, sino sobresdrújulo, y se dice “diménticano”. Lo mismo sucede con “dimenticarebbero” (“olvidarían”), “precipitano”, “auguro” y tantos otros que uno precisa haber oído para enterarse de que llevan el acento donde lo llevan: “dimenticarébbero”, “prechípitano”, “áuguro”. Del francés ni hablemos: es imposible adivinar que lo que uno lee como “oiseaux” (“pájaros”) se ha de escuchar más o menos como “uasó”. El inglés ya es caótico en este aspecto: ¿cómo imaginar que “break” se pronuncia “breic”, pero “bleak” es “blic”, y que “brake” es también “breic”? ¿O que la población que vemos en el mapa como “Cholmondeley” se corresponde en el habla con “Chomly”, por añadir un ejemplo caprichoso y extravagante, y hay centenares?
Este considerable obstáculo era inexistente en español –con muy leves excepciones– hasta la aparición de la última Ortografía de la Real Academia Española, con algunas de sus nuevas normas. Vaya por delante que se trata de una institución a la que no sólo pertenezco desde hace pocos años, sino a la que respeto enormemente y tengo agradecimiento. El trabajo llevado a cabo en esta Ortografía es serio y responsable y admirable en muchos sentidos, como no podía por menos de ser, pero algunas de sus decisiones me parecen discutibles o arbitrarias, o un retroceso respecto a la claridad de nuestra lengua. Tal vez esté mal que un miembro de la RAE objete públicamente a una obra que lleva su sello, pero como considero el corporativismo un gran mal demasiado extendido, creo que no debo abstenerme. Mil perdones.

Lo cierto es que, con las nuevas normas, hay palabras escritas que dejan dudas sobre su correspondiente dicción o –aún peor– intentan obligar al hablante a decirlas de determinada manera, para adecuarse a la ortografía, cuando ha de ser ésta, si acaso, la que deba adecuarse al habla. Si la RAE juzga una falta, a partir de ahora, escribir “guión”, está forzándome a decir esa palabra como digo la segunda sílaba de “acción” o de “noción”, y no conozco a nadie, ni español ni americano (hablo, claro está, de mi muy limitada experiencia personal), que diga “guion”. Tampoco que pronuncie “truhán” como “Juan”, que es lo que pretende la RAE al prohibir la tilde y aceptar sólo “truhan”. De ser en verdad consecuente, esta institución tendría que quitarle también a ese vocablo la h intercalada (¿qué pinta ahí si, según ella, se dice “truan” y es un monosílabo?), lo mismo que a “ahumado”, “ahuyentar” y tantos otros. O, ya puestos, y siguiendo al italiano y a García Márquez en desafortunada ocasión, ¿por qué no suprimir todas las haches de nuestra lengua? Los italianos escriben “ipotesi”, “orrore”, “eresia” y “abitare”, el equivalente a “ipótesis”, “orror”, “erejía” y “abitar”. Y dado que la Academia parece inclinada a facilitarles las cosas a los perezosos e ignorantes suprimiendo tildes, no veo por qué no habría de eliminar también las haches. (Dios lo prohíba, con su hache y su tilde.)

En cuanto a “guié” o “crié”, si se me vetan las tildes y se me impone “guie” y “crie”, se me está indicando que esas palabras las debo decir como digo “pie”, y no es mi caso, y me temo que tampoco el de ustedes. Hagan la prueba, por favor. Tampoco digo “guió” y “crió” como digo “vio” o “dio”, a lo que se me induce si la única manera correcta de escribirlas es ahora “guio” y “crio” (en la Ortografía de 1999 poner o no esas tildes era optativo, y no alcanzo a ver la necesidad de privar de esa libertad). En cuanto a “riáis” o “fiáis”, si yo leo “riais” y “fiais”, como ordena la RAE, me arriesgo a creer que he de pronunciar esas formas verbales igual que la segunda sílaba de “ibais”, lo cual, francamente, no es así. Y si leo “hui” en vez de “huí”, nada me advierte que no deba decir esa palabra exactamente igual que la interjección “huy” (tan frecuente en el fútbol) o que “sí” en francés, es decir, “oui”, es decir, “ui”. Si un número muy elevado de hablantes percibe todos estos vocablos como bisilábicos con hiato, y no como monosilábicos con diptongo, ¿a santo de qué impedirles la opcionalidad en la escritura? La RAE parece tenerle pánico a la posibilidad de elegir en cuestión de tildes (que es algo menor y que no afecta a la sacrosanta “unidad de la lengua”). Pero es que además es incongruente en eso, porque sí permite dicha opcionalidad en “periodo” y “período”, “policiaco” y “policíaco”, “austriaco” y “austríaco” (yo siempre las escribo sin tilde), lo mismo que en “alvéolo” y “alveolo”, “evacúa” y “evacua” y otras más. ¿Por qué no permitir que cada hablante opte por “truhán” o “truhan”, como aún puede hacerlo (por suerte) entre “solo” y “sólo”, “este” y “éste”, “aquel” y “aquél”? La posibilidad de seguirles poniendo tildes a estas palabras no es para mí irrelevante. ¿Cómo saber, si no, lo que se está diciendo en la frase “Estaré solo mañana”? Si se la escribe en un mail un hombre a su amante, la diferencia no es baladí: sin tilde significa que estará sin su mujer; con tilde que mañana será el único día en que estará en la ciudad. No es poca cosa, la verdad. Por menos ha habido homicidios.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Una de Javier Marías


Javier Marías, "Suerte que no votamos mañana", El País, 14-XI-2010:

No saben bien Zapatero, su Gobierno y su partido lo irritados y hartos que tienen a muchos electores que se consideran más o menos de izquierdas o que en todo caso jamás votarían por una derecha como la española: furibunda, beata, corrupta (es corrupto quien no destituye y sí defiende a los presuntos pero muy probables corruptos), difamadora por sistema y en exceso reminiscente de la franquista. El hartazgo y la irritación de los izquierdistas hacia el PSOE no son sólo debidos a la reciente reforma laboral del Gobierno y al incumplimiento de sus promesas. También tiene que ver con su nulo entendimiento de lo que son las libertades individuales y aun la democracia, con su afán regulador y prohibicionista, con su puritanismo o mojigatería dignos de monjas, con la simpleza –cuando no abierta idiotez– de muchos de sus representantes, sobre todo ministros; con su soez usurpación del antiguo socialismo, con sus torpezas y rectificaciones, con su injustificado optimismo, rayano en el iluminismo, ante los problemas más acuciantes y graves. Si, como se prevé, numerosos votantes de izquierda se quedan en casa o depositan un papel en blanco en las próximas elecciones generales de 2012, y también en las municipales y autonómicas del ya cercano mayo (o de este mes en Cataluña), no será sólo por la situación económica, sino por lo que acabo de enumerar. La opción de Izquierda Unida y similares se antoja disparatada, por su entendimiento aún menor de las libertades y de la propia democracia.

El gran problema aparece cuando esos votantes reacios se paran a pensar en el día siguiente a las elecciones. Tal como está conformada la política española, el único otro partido que puede gobernar, y además con mayoría absoluta, es el PP. Antes de que lo hiciera por primera vez, en 1996, había comprensibles dudas y temores respecto a lo que era capaz de hacer en el poder. Después de ocho años de haberlo ejercido (1996-2004), ya sabemos cómo se las gasta. Uno siempre espera que la gente pueda cambiar, o que sea sustituida por otra más civilizada, pero este no es el caso del PP, a cuyo frente está un individuo que formó parte de los Gobiernos de Aznar, en cargos bien prominentes. Es chistoso que esta derecha haya calificado el nuevo nombramiento de Rubalcaba como “vuelta al pasado”, cuando Rajoy no es ni siquiera eso, sino la permanencia en él pura.

Desde que empezó la crisis económica, el PP ha evitado decir cómo la combatiría, y se ha cuidado de revelar cuáles serían sus medidas y recortes, seguramente porque, al lado de la que ellos harían, la reforma laboral de Zapatero parecería un favor a los trabajadores. Hace unas semanas Rajoy abrió por fin la boca –muy poco–, y lo único que fue capaz de anunciar es –oh sorpresa– que privatizaría; es decir, que vendería a particulares lo que se ha construido a lo largo de décadas con el dinero de todos los españoles. En concreto, explicó, los servicios postales, los trenes, los puertos y los aeropuertos. No he leído apenas comentarios a estas inquietantes declaraciones. Tomemos el caso de los trenes. ¿Podría explicar Rajoy los motivos para entregar la Renfe a una empresa privada? ¿Para que funcionara mejor? Es imposible. Los trenes, y sobre todo los AVEs, son una de las escasísimas cosas que van a la perfección en España. Salen y llegan puntuales, el servicio es excelente, son cómodos y rápidos, algo caros pero no demasiado, y van a tope casi siempre. Su éxito es indiscutible. ¿Entonces? ¿Se trataría acaso de privatizarlos para sacar más dinero y enriquecer a algún amigo? Recordemos el caso de Telefónica durante el Gobierno de Aznar. Algo costeado por todos pasó de pronto a manos privadas, encarnadas por las de un sujeto llamado Juan Villalonga del que sólo se sabía que había sido compañero de pupitre del entonces Presidente. Hoy ese señor ya no está al frente de Telefónica –medio que ha perdido hasta el nombre–, y lo único que ahora sabemos de él es que vive fuera de España la mayor parte del tiempo, se casa con ex-modelos y es multimillonario.

Margaret Thatcher llevó a cabo la privatización de la red ferroviaria británica, que pasó de ser una de las mejores del mundo a ser un completo desastre: no sólo en lo referente al funcionamiento, sino que –no sé si se acuerdan– proliferaron los accidentes mortales de manera alarmante. En los Estados Unidos, donde el ferrocarril unió al país, la privatización supuso que ese medio de locomoción dejara de existir prácticamente. Algo parecido ha sucedido en algunos países sudamericanos, en los que no hay modo de desplazarse utilizando la vía férrea. Si Rajoy quiere vender los trenes, que como servicio público son casi inmejorables, pueden imaginarse qué más vendería. ¿La Seguridad Social? ¿El Museo del Prado? Nada estaría a salvo. La Sanidad madrileña, según aseguran todos los médicos que conozco (y no son precisamente de izquierdas), ha sido destruida por la política “liberalizadora” de Esperanza Aguirre. La privatización de lo común, no se engañen, suele significar, para los ciudadanos que con su contribución han erigido instituciones valiosas y que deben ser deficitarias si no hay más remedio –pues a todos benefician–, pagar mucho más por ellas y obtener peor servicio, o su supresión a veces. Si esto es lo que el PP se atreve a anunciar, figúrense cómo será el resto de lo que no osa decir y se calla. En verdad estamos entre la espada y la pared, y esta vez es en serio. ¿Pared? ¿Espada? Menos mal que las elecciones no son mañana.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Javier Marías no entiende algunas cosas de la crisis

Javier Marías, "Cosas de la crisis que no entiendo", El País, 31/10/2010:

A) Por lo que veo, no son pocas las empresas que, a cuenta de la crisis, han reducido su personal al mínimo. Un solo individuo se encarga de todos los repartos de una mensajería. En un supermercado una sola mujer atiende el puesto de charcutería y hay una sola cajera, aunque existan varias cajas. Los clientes, sin embargo, son los mismos de siempre; el nivel de envíos y de ventas no ha bajado. Los empresarios han encontrado un pretexto para adelgazar sus plantillas y hacer trabajar más, mucho más, a los escasos empleados que conservan, que se pasan el día echando el bofe y aguantando las iras de los clientes, los cuales se ven obligados a hacer largas colas y a perder una hora en lo que antes los ocupaba quince minutos. Es evidente que hacen falta más trabajadores, pero los dueños de estos negocios han decidido sobreexplotar y aterrorizar a los contados supervivientes y así incrementar sus ganancias. Les trae sin cuidado que éstos se deslomen innecesariamente (lo cual es una larga tradición del empresariado español, salvo excepciones), pero también que su clientela esté mal atendida. ¿Cómo va a bajar el paro si no se contrata a gente, allí donde no sólo no sobra, sino que es precisa? Los empresarios suelen aducir que ellos han de ser los más protegidos, porque crean riqueza y puestos de trabajo. En estos momentos, y en demasiados casos, esto ha pasado a ser una falacia. Sólo crean riqueza para sí mismos: lo único a que no están dispuestos es a ver menguar sus beneficios. Que los vean disminuidos los otros, los empleados, los parados y los clientes.

B) El Presidente de la patronal, el calamitoso y grosero Díaz Ferrán, lo ha expresado con claridad al dar su fórmula para salir de la crisis: “Trabajar más y cobrar menos”. Es obvio que se refería tan sólo a la gente común, a los asalariados, y no a los de su gremio. Desde luego ha predicado con el ejemplo en lo referente a sus propias empresas, salvo en un detalle: los empleados de Viajes Marsans o de Air Comet, por ejemplo, ya no cobran nada, en efecto, porque se han ido al paro; el detalle es que no trabajan más a cambio, sino nada, por la misma razón: están en la calle. No entiendo cómo ese calamitoso todavía se atreve a decir esta boca es mía ni a recomendar nada a nadie.

C) Estas actitudes están en consonancia con las de los ricos de otros lugares: según ha contado Paul Krugman, Premio Nobel de Economía, en los Estados Unidos quienes están de verdad iracundos no son los trabajadores ni los desempleados, ni quienes han perdido sus viviendas al no poder pagar sus hipotecas, sino los muy adinerados que desencadenaron la crisis y recibieron ayudas estatales –es decir, del conjunto de la población–, al ver que a cambio de eso se abogaba por una limitación temporal de sus bonus, y que Obama sugería el término de los recortes de impuestos con que los benefició Bush Jr. En el colmo de la obscenidad, los multimillonarios lloriquean y se llenan de autocompasión (“La gente no sabe a qué gastos nos obliga nuestro tren de vida”), reclaman el “derecho a conservar nuestro dinero” (nadie va a quitárselo: se entiende “nuestro dineral intacto y sin merma”) y vociferan contra Obama, al que comparan con Hitler. No entiendo que tanta desfachatez se consienta y no se castigue.

D) Zapatero ha gestionado fatal la crisis y ha acabado por tomar medidas impopulares cuando ya era tarde. Intentó evitarse el descontento de la gente y al final lo ha padecido por duplicado. Además, se colgó medallas anunciando ayudas que no ha otorgado, como las que aprobó para que los jóvenes dispusieran de vivienda y se emanciparan: la mayoría de esos jóvenes se embarcaron en alquileres y aún están esperando a ver un solo euro de los 200 mensuales prometidos por persona, hasta que cumplieran treinta años. Ahora bien, creer que la culpa de la magnitud de la crisis en España es suya, y que será el PP el que nos saque de ella, viene a ser como pensar que serán las empresas contaminantes las que salvarán el planeta. Si en nuestro país la situación es peor que en ningún otro europeo (salvo Grecia), y el paro dobla la media del de la Unión, es debido a la monumental burbuja inmobiliaria propiciada por el Gobierno de Aznar y alentada por todos los autonómicos en manos de ese partido: Madrid, Castilla-León, Valencia, Murcia. Y no olviden que entre sus filas Díaz Ferrán es un ídolo.

E) En medio de la penuria, los festejos organizados por los Ayuntamientos no hacen sino proliferar, y todos cuestan dinero: no hay ciudad ni día en que no se celebre alguna costosa chorrada: festivales de música incesantes, maratones en pleno centro, “mejillonadas”, teatro callejero y cuanto se les ocurra. Serán para distraer al parado y entorpecer a los que aún trabajan. Para disminuir la productividad, que es excesiva.

F) España es, después de Italia, el país con mayor número (cantidades absolutas, no proporcionales; es decir, hay más que en Rusia o los Estados Unidos) de coches oficiales, extranjeros en su mayoría. Aquí dispone de uno hasta el último conserje de una alcaldía. Quisiera que me lo explicaran.

G) Oigo decir a un periodista económico que en Andalucía son 36.000 los teléfonos móviles a cuenta de la Junta, esto es, cuyas facturas paga la ciudadanía. Si el gasto mensual de un móvil puede ser fácilmente de 50 euros, sólo por este concepto, y en una sola autonomía, estaríamos apoquinando 1.800.000 euros al mes, es decir más de 21 millones al año. Total, tantas veces, para que el asesor de un concejal le pregunte por su salud a su señora suegra.

jueves, 4 de marzo de 2010

Encuentro digital con Marías

Saludos Sr. Marías. Sólo quería preguntarle que le aporta ser miembro de la Real Academia de la Lengua, y qué cree usted que puede aportar a la sociedad actual. Y una cosa más, ¿cuál fue la última novela en español (escrita en esta lengua quiero decir) que ha leído? Muchas gracias.

No llevo mucho tiempo en la RAE, pero me aporta la posibilidad de estar en contacto con gente mucho más sabia que yo y de colaborar en el Diccionario, lo cual es divertido, amén de una responsabilidad considerable. La RAE es una brújula para los hispanohablantes, orienta, sugiere, aconseja. Nunca ordena. Es muy útil, creo yo, sobre todo ahora en que se habla y escribe mal en general. Estoy leyendo La noche de los tiempos, la nueva novela de Muñoz Molina. De nada, señor Alí.

Sigo sus artículos de "El país semanal". ¿No crée que es demasiado pesimista en cuando a sus opiniones sobre España y los españoles? No creo, ni mucho menos, que seamos un país perfecto, pero suele tener mejor opinión del extranjero y yo creo que cada país tiene lo suyo.

Sin duda cada país tiene lo suyo, pero yo soy español (más o menos) y es lógico que señale lo que no me gusta de mi país, y no tanto los de otros en los que no vivo. Es como con la propia familia: uno habla mal de ella porque pretende mejorarla, pero quizá no aceptaría de buen grado los mismos comentarios en boca de personas ajenas.

Señor Marías, ¿qué opina del ingreso en la Academia de tanto escritor en detrimento de excelsos filólogos, lingüistas o gramáticos?

No sé por qué dice eso, señor Livio. En la RAE hay muchos filólogos y lingüistas, desde Seco y Salvador y Blecua hasta Inés Fernández Ordóñez y Pascual y Salvador Gutiérrez. Un exceso de ellos en detrimento de los escritores sí me parecería inadecuado y peligroso. El concurso de los filólogos es fundamental, pero tienden –algunos- a ver la lengua como una disciplina exclusivamente científica. Las lenguas dependen en gran medida del lenguaje literario. Es éste el que las mantiene vivas y en evolución permanente, junto con el de la calle, clarop está, y suelen ser los escritores quienes tienen lo que podríamos llamar “sentido de la lengua”. A mi modo de ver, son aún más necesarios que los lingüistas.

¿Le resulta más difícil escribir sobre reflexiones íntimas o sobre asuntos sociales y políticos?

Creo hacerlo por igual. Muchos de mis artículos tratan de personas desaparecidas de mi vida, o bien son evocativos de mi infancia. En éstos, desde luego, procuro no caer en sensiblerías ni cursilerías, y los escribo siempre con cierto pudor, casi disculpándome. En los de asuntos sociales y políticos no me disculpo nunca, y así me gano bastantes enemigos, supongo. Ambos tipos de textos son difíciles, no crea.

Buenas tardes. Soy licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Salamanca y en ninguno de los cursos hemos estudiado la mayor obra literaria española, El Quijote. ¿Qué piensa al respecto? Muchas gracias.

Me quedo estupefacto. ¿A qué se dedican ustedes, entonces? ¿A estudiar a Dragó, tal vez?

Abogado y abogada. Médico y médica. ¿Miembro y miembra? ¿Qué opina de la polémica en relación al género o sexo y que su compañero Reverte defiende? ¿Qué opinión le merece la RAE? ¿Cree que se adapta rápidamente los cambios linguísticos de la sociedad?

Son casos distintos. No veo impedimento en decir médica o abogada. Sí en decir cancillera o jueza, porque ni canciller ni juez tienen una términación propiamente masculina. Miembra es otro caso, y decir eso sería tan absurdo como decir víctimo o colego para referirse a un varón. Algunas palabras terminan en -a o en -o sin que esa terminación indique género.

Hola Javier. En este país cada vez se escribe y se habla peor. Aquel que utiliza un mínimo de vocabulario se le califica inmediatamente como pedante. ¿No cree que deberiamos reaccionar de una vez y manifestar mayor beligerancia verbal con aquellos que prostituyen el castellano? Saludos

La beligerancia no suele dar buenos resultados. El mayor problema es que la gente que habla y escribe mal está ufana de ello, y deberíamos conseguir que la escasez de vocabulario se sintiera como un baldón. Pero, claro, si ayer mismo le oí a un político del PP decir "independientemente de estacionalidad o de no estacionalidad". ¿Qué diablos quiere decir eso? Si quienes hablan a menudo en público sólo tantean la lengua, sin un dominio de ella, es difícil que el conjunto de la población se preocupe por mejorar su nivel.

¿Qué opina sobre las nueva 'Generación Nocilla' y sus elogiadas e 'innovadoras' estructuras narrativas?

No tengo una opinión muy formada, señor Fran, al haber leído poco de lo publicado por esa corriente. Pero, si no le he seguido más, ha sido precisamente porque me da la impresión de ser una literatura vieja y anticuada, en contra de cómo nos la han presentado. Lo que ahora se ofrece como novedad lo hizo ya mi generación en su juventud, en los años setenta: la fragmentación, la falta de historia, la mezcla de elementos pop, televisivos, hoy ciberespaciales si usted quiere, con otros estrictamente literarios. No sé, es como si el mundo no tuviera memoria, lo cual lo condena a repetir viejas fórmulas creyendo que son nuevas. Es sólo una intuición, y como tal injusta, pero me parece que se trata de una innovación que ya nace anticuada. La vanguardia es otra cosa.

¿Tienes buenos recuerdos de tu etapa como profesor en Oxford? ¿Por qué no has continuado bien allí en Oxford o en alguna otra Universidad, incluido España?

Muy buenos, sí. Pero mi contrato tenía una duración máxima de dos años. Así que estuve cuatro años más enseñando Teoría de la Traducción en la Complutense de Madrid. Guardo buen recuerdo de mis alumnos, pero pésimo del departamento en que estaba. Me dio la impresión de que la Universidad española busca deliberadamente la mediocridad, así que me largué, y no me quedaron ganas de volver a sitios así.

¿Cree posible que una traducción pueda igualar la calidad literaria de la obra original? ¿No es un atentado similar al del doblaje de la versión original de una película? Gracias.

Sí, creo que en algunos casos incluso puede mejorarla (si el original no es gran cosa, por ejemplo). Rara vez sucede eso, sin embargo, y menos ahora en español, cuando el nivel general de las traducciones es bastante desastroso. Creo en todo caso que la traducción no es comparable al doblaje. Es más bien como la interpretación musical: la partitura es invariable, como el original, pero puede sonar de forma muy distinta si la inter`preta un pìanista como Gould, o Pollini o Michelangeli.

Buenas tardes, un placer saludarle. El estilo de su prosa le distingue de los demás, pese a la existencia de algún imitador. Alguna vez se ha hecho referencia a que su sintaxis es más anglosajona que castellana, con ecos de prosas de autores ingleses clásicos sobre todo (p.ej. Sterne). Como académico, ¿cree que hay algo de ello?, ¿hay una sintaxis más propia de una lengua que de otra? ¿Se le ocurren otras excepciones?

Sí, claro, la sintaxis varía de lengua a lengua. Yo he procurado a veces forzar la del español (intentando no caer en barbaridades), entre otras razones porque esa es una forma de flexibilizar y enriquecer la lengua propia. Si un escritor "doblega" su lengua y el resultado es aceptable, eso queda ya incorporado a dicha lengua. Le recujerdo que de Borges, hoy tenido por el Escritor Argentino por antonomasia, se dijo durante mucho tiempo que era un escritor inglés, y se decía con desdén. Lo que hace el tiempo al pasar ...

Me sorprende este encuentro digital, teniendo en cuenta la nula relación que tiene -o dice tener- usted con internet. ¿Aceptó la invitación de El País antes de saber qué demonios es un "encuentro digital"?

No, ya tuve uno hace años, en la editorial Alfaguara. Una cosa es que el ordenador no me guste para escribir mis libros y artículos. Otra, que no sepa darle a un teclado un día suelto. Aunque lo encuentro incómodo, no se crea, señor Internete.

Sr. Marías. Enhorabuena por la calidad de su obra literaria y de sus artículos. ¿Puede contar algo más de su próxima novela de la que sólo ha revelado que el narrador es una mujer? Gracias!

No, lo siento. Yo mismo no sé demasiado de esta novela. Sólo las comprendo cabalmente, las que escribo, una vez terminadas. Lo único que puedo añadir es que será un libro pesimista. Gracias.

¿Puede ser que los españoles hablemos peor nuestro idioma que, por ejemplo, los franceses o los ingleses el suyo?

No lo sé con seguridad, ya que tengo amigos ingleses y franceses que me dicen que la situación del habla es también desastrosa en sus países. A mí, sin embargo, me parece difícil que se pueda superar en ningún sitio el deterioro del español de España, donde demasiada gente no sabe ni construir entera una frase simple. Me temo que gran parte de culpa es de los medios de comunicación y de los Ministerios de Cultura de los últimos cuarenta años. Me temo que la cosa ya no tenga vuelta atrás.

Javier, ¿ya se ha recuperado del cansancio que le supuso concluir la trilogía de "Tu rostro mañana"? Sea bueno, dígame que vendrán más novelas.

No del todo, en parte porque llevo casi un año viajando de aquí para allá para hablar del tercer volumen de TRM en los países en que va saliendo traducido, y me aburro a mí mismo. Tengo una nueva novela en marcha, quizá mediada, pero su escritura me he visto obligado a interrumpirla en los últimos meses. Me falta tranquilidad de espíritu, con tanto ajetreo, y aún no le he dado el “visto bueno”. Quiero decir que ni siquiera sé si acabará existiendo. Supongo que sí, pero yo soy muy inseguro con todo lo que escribo, y todavía no me ha llegado ese momento en que uno se dice “Que sea lo que San Conrad quiera”.

¿Es cierto que Borges dijo en alguna ocasión que el mejor Quijote era el traducido al inglés? ¿Qué le parece?

Creo recordar que sí. que a él le gustaba más la traducción de Shelton. A Borges le gustaba mucho provocar, decir boutades, escandalizar a los patrioteros y a los ortodoxos. También le gustaba decir tonterías en las entrevistas, o digamos que los periodistas se las pedían y él les daba satisfacción. Esa afirmación suya yo la veo a mitad de camino entre la provocación con gracia y la tontería deliberada. No hay que fijarse tanto en sus manifestaciones cuanto en sus textos. En ellos no suele haber tonterías de ninguna clase.

Dicen que el final del libro impreso está a punto de llegar.¿Usted aceptaría publicar sus novelas exclusivamente en edición digital? Admito que yo, así, no sé si las leería. Cuídese.

Si no hubiera más remedio, si no existiera ya la imprenta… Pero no creo que eso suceda, imagino que coexistirán las dos formas de edición, y desde luego ya no estoy para renunciar a los libros. Muchos seguiremos comprándolos. Y la verdad es que no me cuido mucho, pero gracias, señora Rucita.

Sr Marías: ¿Qué tal el reciente encuentro con Paul Auster en Nueva York? ¿Lo repetiría?

Fue muy grato. Bueno, él leyó lo suyo y yo lo mío, luego contestamos a unas pocas preguntas al alimón. Después nos fuimos a cenar y nos llevamos muy bien. Él me habló de baseball y yo a él de fútbol. También coincidimos en nuestra devoción por algunos actores secundarios americanos de los años 30, 40 y 50. Se quedó muy sorprendido de que yo supiera quiénes eran Eric Blore o Franklin Pangborn. Me debió de considerar un bicho raro, pero creo que nos caímos muy bien. Además, aún fumamos los dos, y eso hoy une mucho.

¿Qué palabra utilizaría para definir a la clase política de este país?

Si sólo ha de ser una, cochambrosa.

¿Qué le recomendaría a un joven para para ser un buen escritor?

Leer, leer a los que es seguro ya que son buenos: a Tito Livio, a Amiano Marcelino, a Dickens, a Conrad, a Montaigne, a Flaubert, a Shakespeare y a Cervantes, entre otros. Y, si puede y sabe, traducir: es la mejor escuela para aprender a escribir.

He leido que junto a Pérez Reverte y algún otro escritor miembro de la RAE, se han propuesto recuperar la palabra "acercanzas", que ciertos miembros de la academia querían eliminar. Me gustaría saber hasta que punto considera legítimo por parte de la Academia el eliminar palabras de la lengua española.

La RAE no elimina palabras de la lengua, sólo el Diccionario de uso, para que siga siendo manejable y porque hay que dejar espacio a los nuevos términos. Esos vocablos que se “jubilan” pasan al Diccionario histórico, no es que se supriman ni se pierdan. Si no hay registro escrito de una palabra después de 1500, quiere decir que está completamente fuera de uso, salvo excepciones. No es lo mismo si apareció en un tratado farmacológico o en Gonzalo de Berceo, por ejemplo. También eso es la RAE lo tiene en cuenta.

La decadencia de la literatura en español ¿es cosa de las editoriales o es falta de talentos?

No veo mayor decadencia en esa literatura de la que hay en otras, en la francesa, la alemana, la italiana o la inglesa. Estando aún en activo García Márquez, y Mutis, y Vargas Llosa, y José Emilio Pacheco, por citar a unos pocos, no veo excesiva decadencia. Piense en lo que quedará de cuanto se escribe hoy en día. ¿Diez autores de todo el mundo? Si es así, mi opinión es que alguno habrá de los que escriben en español.

Vivo en Chile desde hace diez años y he conocido a muchos De La Garza españoles. Javier, ¿conoció usted a alguno o simplemente nació de su ingenio literario? Disfruté de lo lindo con el personaje y me reí como nunca, de él por supuesto.

Ese personaje tiene un 25% de algunas de las personas que he conocido y un 75% de invención o de fabulación, que no son términos sinónimos. Me alegra que se riera con él o de él. En todo caso tenga en cuenta que todo lo que proviene de la realidad ha de pasar por un filtro en una novela, y no distinguirse, a la postre, de lo que tiene una procedencia estrictamente literaria.

¿Cree que el talento literario nace o se va haciendo con el tiempo? Gracias

Las dos cosas, señor Ostro. Hay gente empeñada en escribir a la que Dios no ha llamado por esa senda, eso es seguro. Por mucho que se esfuercen, poco mejorarán. Pero quien tiene ciertas dotes para eso no llegará tampoco muy lejos si además no se esfuerza e intenta hacerlo siempre lo mejor posible. Lo peor que le puede suceder a un autor de talento es que todo lo que salga de él será bueno porque sí. Ese autor está perdido.

Me imagino el volumen de su biblioteca. ¿Puede darnos una idea aproximada de un número aproximado, ediciones, etc.? Un saludo, Samuel Rodríguez, Maspalomas

Creo que mi biblioteca consta de unos 20.000 volúmenes. Creo. En todo caso me ocupa ya demasiado sitio. Voy a tener que tirar unos cuantos.

Leí recientemente un relato corto suyo publicado en la revista cultural New Yorker. ¿Cree usted que los críticos literarios españoles le tratan igual que los extranjeros?

No, creo que no. Para entendernos: es muy raro que un crítico español manifieste entusiasmo por mis novelas. Entre los extranjeros, en cambio, eso se da a menudo, o incluso una euforia un poco exagerada, a mi parecer. Yo la agradezco, en todo caso, ya que es algo que anima y estimula. En mi país es infrecuente que me sienta estimulado por los críticos, sí en cambio por bastante lectores.

¿Qué poder le otorga a la lengua, a las palabras?

Mucho, como todo el mundo, empezando por los políticos, que quieren dominarla y amansarla. No otra cosa es la llamada corrección política, una especie de censura reaccionaria disfrazada de empresa izquierdista. Es bueno que cada cual hable como le parezca. Eso, además, nos ayuda a saber con quién nos las estamos viendo en cada ocasión. Lo peor es la uniformidad, y hacia ella se nos quiere llevar.

¿Qué libros ha leído últimamente? ¿Recomienda alguno a sus lectores? (No necesariamente novedades; leí su artículo del pasado domingo.)

Un libro que leí en inglés hace años, que mencioné en un artículo ya antiguo y que por fin acaba de salir en España, con poco eco, por cierto: Diario de un desesperado, de Friederich Reck. Es una verdadera maravilla, sobre todo para quien esté interesado en documentos autobiográficos de la Segunda Guerra Mundial. También dice algo de la crítica española que apenas haya reparado en esa obra impresionante.

¿Cuánto de autobiografía hay en TRM? He leído partes y luego el todo y creo que algo de eso existe.

Como he explicado, hay sobre todo dos personajes que vienen de la realidad, Sir Peter Wheeler y el padre del narrador. Pero mire, a mi modo de ver es o debe ser indiferente la procedencia de los materiales de una novela. Todo debe formar un continuum, tanto lo que viene de la propia experiencia como lo que surge puramente de la imaginación. Si a los ojos del lector esto no es así, es que el autor ha fallado un poco, o mucho.

¿Cuáles son las 3 novelas imprescindibles de la literatura del siglo XX?

Tres son pocas. Pero en fin, yo tengo debilidad por Lolita de Nabokov, por Luz de agosto de Faulkner y por El guardián entre el centeno , del recientemente fallecido Salinger, de quien además traduje tres cuentos hace ya muchos años. Cuentos inencontrables, por cierto, y que más de uno, en su día, creyó que eran míos en realidad. Ojalá.