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martes, 5 de enero de 2016

Entrevista al juez de menores ciudarrealeño Emilio Calatayud

Varios textos escogidos sobre o de Emilio Caltatayud:

I

Eduardo Azumendi  "No hay condena más dura para un menor delincuente que sacarse la ESO", en El Diario Norte.es de San Sebastián, 27/07/2014:

El juez de menores, Emilio Calatayud, advierte de que España vive bajo el síndrome de ‘la joven democracia’, en la que los padres no se atreven a decir que no a sus hijos y donde resulta difícil ponerles límites. “El exceso de modernidad democrática perjudica que los menores se conciencien de sus deberes y responsabilidades”.

Emilio Calatayud es el juez de menores de España con más años en el cargo y con las sentencias más aleccionadoras. Su principio es que se puede reparar el daño causado sin llegar al internamiento, aunque cuando ha sido necesario lo ha ordenado. "Encierras a un menor con 16 años que se cree muy duro y que a lo mejor hasta ha cometido un delito de adulto y en la soledad de la noche y de su celda solo oyes el llanto de un niño". Titular del juzgado de menores de Granada, donde ha hecho su carrera, este manchego (Ciudad Real, 1956) ha juzgado a más de 16.000 menores, de los que 29 habían cometido un asesinato. Y es desde esa experiencia desde la que asegura que el "80% de los menores que cometen algún delito no son delincuentes". La libertad de la edad y de no aspirar a seguir subiendo en el escalafón judicial permite a Calatayud criticar sin reparos la “hipocresía de la sociedad” que hace una cruzada para que se no fume, pero que se muestra ciega “ante los estragos que el botellón provoca entre los menores”. Y en esa línea, arremete contra los principales partidos, el PSOE y el PP, a los que culpa de que España sea “el país más tonto y bruto de Europa. Y lo grave es que a los políticos les interesa que se así para poder manejarlo mejor”. Calatayud, quien ha participado en los cursos de verano organizados por la UPV en San Sebastián impartiendo una conferencia sobre padres desesperados con hijos adolescentes, asegura que  “no hay condena más dura para un menor delincuente que sacarse la ESO”.

¿Se pueden reparar los delitos de menores sin quitarles la libertad?

Se puede y se debe. No todas las personas que cometen un delito son delincuentes. Todos hemos cometido algún delito en nuestra vida, desde conducir con una copa de más, hasta comprar falsificaciones de ropa o bajar música y películas de forma ilegal, defraudar a Hacienda….El 80% de los chavales que cometen delitos no son delincuentes. Lo único que se merecen son uno o dos escarmientos y hay muchas formas de reparar el delito sin privación de libertad. Encierras a un menor con 16 años que se cree muy duro y que a lo mejor hasta ha cometido un delito de adulto y en la soledad de la noche y de su celda, sin nadie de su grupo, solo oyes el llanto de un niño.

En sus sentencias siempre opta por aleccionar más que por castigar.

Ese es el espíritu de la ley, pero eso no quita para que tengamos que condenar a internamientos. Soy el juez de menores más viejo de España, he juzgado a más de 16.000 menores, entre ellos 29 por asesinato. Hay varias alternativas al internamiento, como los trabajos en beneficio de la comunidad, la libertad vigilada….Lo que queremos es acompañar al menor a que madure. La vida delictiva del 80% de los que juzgo comienza a los 13 años y a los 19 baja por una ley natural, porque en realidad no son delincuentes. Y luego tenemos un 10% que es carne de cañón, que va a ser chorizo sí o sí y luego queda otro 10% que es trabajable dependiendo del momento, de los profesionales, de la suerte….Con la actual Ley de Menores estamos consiguiendo que en torno al 85% de los menores no termine en la justicia de adultos.

Usted da una importancia fundamental a la educación en sus sentencias.

Somos el país más tonto y bruto de Europa. Y lo grave es que a los políticos les interesa que se así para poder manejarlo mejor. No hay un pacto o una ley de Educación que dure una generación. Cada vez que ha aprobado una ley el PSOE cuando estaba en el Gobierno hemos ido a más tontos. Todos los años condeno a una media de 20 chavales a aprender a leer. La sentencia más dura para un menor que comete delitos es condenarle a sacarse el graduado en Educación Secundaria Obligatoria (ESO), a leer, que es de las que más aplico. Yo les digo: ‘Vas a estudiar, por lo civil o lo criminal, pero vas a estudiar’. ¿Cómo es posible que me encuentre con menores de 15 años en segundo de ESO y que cuando les mando leer un artículo me dicen que no saben leer? En la escuela les van pasando de curso. Somos los más brutos de Europa.

¿Cree que nos encontramos en una sociedad hipócrita, donde todo es para el menor, pero sin el menor?

Desde luego que no existe afán de legislar para proteger al menor. Resulta que se prohíbe fumar, pero no pasa nada viendo como los menores se emborrachan haciendo botellón.. Yo desde luego prohibiría la práctica del botellón, pero para menores y mayores. Que se beba en los bares y en las terrazas. El botellón se ha institucionalizado. Son complejos de joven democracia, que no sabe decir que no. Como les pasa a algunos padres a la hora de imponer autoridad a sus hijos. Suena como algo de lo que hay que rehuir, pero solo son prejuicios absurdos. La autoridad suena a autoritarismo, a dictadura…Pero la autoridad emana de la familia. Si un menor no respeta a sus padres, mucho menos lo hará con sus maestros.

Hay generaciones que pasan de ser esclavos de sus padres a ver como otras son esclavos de sus hijos

Antes era más fácil ser padre. Llegó la transición, aparecieron los psicólogos y todo se basa en qué hay que argumentar, ser amigo de tus hijos y todo así.  ¿Amigo de tus hijos? Yo de mis hijos soy padre. Si me convierto en su amigo y no actúo como padre les dejo huérfanos. Cuando yo era pequeño y me ponían sopa para comer o la comía o al comía. Si no me esperaba para la merienda o la cena. No había más. Ahora, en la etapa de los padres postconstitucionales si mi niño no come sopa será por algún motivo, por alguna razón extraña, pero nunca es porque no le gusta. Así que al final se le ponen unos filetes. Los padres tienen que educar sin complejos, ahora están encogidos. Si un hijo se convierte en un tirano, al final tiene todas las papeletas para convertirse en un chorizo, en un delincuente.

¿La delincuencia de menores ha bajado?

Sí. Y lo ha hecho por tres motivos. Los niños han vuelto a la escuela, que algunos abandonaron por espejismos laborales; hay más control en la unidad familiar, ya que con eso del paro uno de los dos progenitores está más tiempo en casa; y, además, es que ya no hay víctimas por la calle. El otro día juzgué a un chaval que le había robado el bolso a una viejecita por el método del tirón. ¿Sabe lo que había dentro del bolso? Pues su gato muerto que lo llevaba a enterrar. Lo que sí ha crecido y de manera preocupante es la violencia familiar, la de hijos hacia los padres.

Los hijos tienen obligaciones, pero parece que los padres no se las hacen ver.

El artículo 155 del Código Civil así lo recoge. Los hijos deben obedecer a sus padres y respetarlos mientras convivan con ellos, al menos hasta los 18 años. Se trata de un deber legal y moral. Y a partir de los 18 años pues puerta. Nadie me puede condenar por echar a un hijo que ni quiere estudiar ni trabajar y hace la vida imposible en la casa. El exceso de modernidad democrática perjudica que los menores se conciencien de sus deberes y responsabilidades.

¿Muchos padres tapan lo que ocurre con sus hijos menores hasta que el ambiente es insostenible?

Cuando el menor está empezando a cometer hechos delictivos, injurias, lesiones, daños y está convirtiendo la vida familiar en un infierno es cuando estamos ante un menor que debe ser denunciado. Los padres tapan mucho porque denunciar a un hijo es muy duro, pero cuando ese comportamiento del menor está degradando el ambiente familiar hay que denunciarlo. Eso sí, siempre hechos delictivos. Otro consejo que doy es que el matrimonio esté de acuerdo. Y si están separados, el que no tiene la custodia que no moleste. ¿Qué ocurre? Pues que muchos padres están tapando lo que ocurre durante un año o dos y cuando el menor cumple los 18 años ya no puedes de denunciarle porque entras en la justicia de adultos. Mi recomendación es echar de casa a ese chaval porque pueden buscar la ruina a la familia o los padres a él. Por eso lo que hay denunciar el comportamiento cuando es menor.

¿Cuándo un padre entiende que su hijo está cometiendo un delito en casa siendo un menor?

La fuga del hogar no es delito, no ir a clase no es delito. ¿Cómo se obliga a un niño de 14 años a ir al colegio si no le da la gana? Lo que son delitos son insultos, amenazas, golpes, coacciones, tortura psicológica. Cuando ese comportamiento convierte la vida familiar en un infierno es cuando hay que denunciar.

Cada vez más niñas ejercen violencia sobre los padres. ¿Por qué?

Las niñas cometen el 25% de los delitos normales, pero cuando se trata de violencia de hijos a padres estamos en un 45% de niñas. Están copiando lo malo de los niños y cuando son adolescentes tienen muchos problemas. Es el delito típico en el que se equiparan niños y niñas. Es mucho más complicado trabajar con una chica dura que con un chico duro.

¿Un sopapo a tiempo puede tener valor pedagógico?

Confundir un cachete con un caso de malostratos es una barbaridad. El problema del cachete es que hay que darlo en el momento justo con la intensidad adecuada. La sociedad ha cambiado. Me acuerdo cuando mi hijo era pequeño y tenía cuatro años lo llevaba al hospital con una brecha en la cabeza y lo atendían sin problema. Pero ahora los padres son sospechosos de haberlo empujado por la escalera. ¿Dónde ha quedado el sentido común? Socialmente existe una presunción de culpabilidad de los padres. No hay término medio.

Hay países donde incluso se ha recuperado el cachete en las escuelas como valor educativo.

Efectivamente. Si mi padre viviese en la época actual posiblemente estarái condenado a cadena perpetua. Yo ‘cobraba’ todos los días y para nada estoy traumatizado. Más de una que me ha dado mi padre estaba bien dada.

¿Se pueden negociar las normas, pero no los límites?

Hay que saber decir que no. Llega un momento en el que te tienes que imponer como padre y cuando el chico tenga 18 años puerta. Tenemos los complejos de joven democracia, que nos da miedo decir que no. Hay un momento en que hay que decir que no a los hijos y es porque lo dice su padre. Y no hay más.

¿Era más sencillo educar a los hijos en generaciones anteriores?

Es posible que nuestros padres tuvieran menos formación y, sin embargo, ha salido buena gente. Yo siempre digo: tengo 58 años, no he mamado la democracia y nuestra generación tiene complejos porque como hemos estado teóricamente sometidos con la dictadura, cuando nos hemos liberado nos hemos ido al otro lado. En cambio, mi hijo, que tiene 28 años, sí ha mamado la democracia y tiene las ideas más claras. Creo que mi hijo va a tener la posibilidad de educar a sus hijos sin los complejos que hemos tenido nosotros.

II

Emilio Morales, "Decálogo de Emilio Calatayud para hacer de tu hijo un delincuente" en Sur de Málaga, 20 de mayo 2015:

El conocido juez de menores visitó Málaga por motivo del 50 aniversario del colegio El Limonar y dejó una irónica guía para malcriar a los jóvenes

"No se puede ser colega de los hijos. Se tiene que ser padre". El conocido juez de menores de Granada, Emilio Calatayud, visitó ayer Málaga con motivo del 50 aniversario del colegio El Limonar. Entre todos sus apuntes, hubo uno que llamó mucho la atención a los presentes, que fue el del decálogo que leyó para "Hacer de tu hijo un delincuente". Con mucha ironía, el juez expresa lo que hay que hacer para que las cosas salgan mal a la hora de educar a los jóvenes.

1. Dadle todo cuanto desee, así crecerá convencido de que el mundo entero le debe todo.

2. Reídle todas sus groserías, tonterías y salidas de tono: así crecerá convencido de que es muy gracioso y no entenderá cuando en el colegio le llamen la atención por los mismos hechos.

3. No le déis ninguna formación espiritual: ¡ya la escogerá él cuando sea mayor!

4. Nunca le digáis que lo que hace está mal: podría adquirir complejos de culpabilidad y vivir frustrado. Primero creerá que le tienen manía y más tarde se convencerá de que la culpa es de la sociedad.

5. Recoged todo lo que vaya dejando tirado: así crecerá pensando que todo el mundo está a su servicio; su madre la primera.

6. Dejadle ver y leer todo: limpiad con detergente, que desinfecta, la vajilla en la que come, pero dejad que su espíritu se recree con cualquier porquería. Pronto dejará de tener criterio recto.

7. Padre y madre, discutid delante de él, así se irá acostumbrando. Ycuando la familia esté ya destrozada lo encontrará de lo más normal, no se dará ni cuenta.

8. Dadle todo el dinero que quiera: así crecerá pensando que para disponer de dinero no hace falta trabajar, basta con pedir.

9. Que todos sus deseos estén satisfechos al instante: comer, beber, divertirse,…¡De otro modo podría acabar siendo un frustrado!

10. Dadle siempre la razón: son los profesores, la gente, las leyes… Quienes la tienen tomada con él.

"Y cuando su hijo sea ya un delincuente, proclamad que nunca pudisteis hacer nada por él".


Por otro lado, también dio su opinión sobre la situación en los colegios. Cree que se debe volver a respetar más al maestro - a él le sigue gustando llamarlos así - , o que la expulsión es un recurso que debería suprimirse y ser cambiada por otras vías. También se mojó con los móviles, a los que califica de "droga" para la juventud, y que no deberían caer en sus manos hasta los 14 años.

martes, 10 de abril de 2012

Acoso escolar


El famoso vídeo de Jonah Mowry sobre su bullying o acoso escolar

sábado, 20 de agosto de 2011

Las revueltas juveniles


No estoy de acuerdo con lo que dice Freixa en El País, puesto que la revuelta británica es una revuelta nihilista y la española no lo es sino contra el nihilismo. Cameron dice que la británica tiene un componente de crisis moral en la sociedad, y eso tiene parte de verdad, aunque no ve que hay crisis moral también entre los políticos, que no sienten tener obligaciones hacia el pueblo que los elige. La gente necesita obligaciones, no sólo derechos y libertades, necesita proyectos y sacrificios, y la revuelta se produce cuando los esfuerzos, las obligaciones y los proyectos demuestran que no sirven para nada, que son estériles y concluyen en nihil, "nada", descubriéndose de repente que no hay paraísos sino para los que tienen, a falta de estudios y otros méritos, un buen padrino o un buen par de millones de euros que no son suyos (no un buen par de propios y sacrificados cojones) o un buen soborno en la administración, ya que la honestidad y la nobleza sólo sirven para dejarse explotar. Es entonces cuando la gente suelta lo único que le dejan tener, sus derechos, a falta de obligaciones, y se pone a tomar, a arrancar y a arramblar con todo lo que pilla, atropellando cualquier obligación o ley, moral o no, y se vuelve tan nihilista como esos autorizados gobernantes que han perdido toda autoridad, toda legitimidad moral en una democracia manipulada por los bancos, las iglesias y los poderes fácticos o grupos de presión.

Así dice El País:



"Las revueltas juveniles en la Europa de hoy, y eso vale para la de los suburbios franceses de 2005, la de los airados griegos de 2008 y la de los indignados ibéricos y los suburbios ingleses de 2011, no son revueltas de la miseria sino del bienestar", razona Carles Feixa, catedrático de Antropología Social de la Universidad de Lleida. "No surgen por problemas de subsistencia material, sino por problemas de cohesión moral; por crisis de valores o más bien por nuevos valores que se visibilizan con la crisis. Los valores con los que las nuevas generaciones han sido educadas, que ya no son los de la ética puritana del ahorro sino los de la ética hedonista del consumo, se ponen en duda en momentos de crisis, pues la promesa del ascensor social desaparece de golpe. Eso vale tanto para los jóvenes pobres como para la clase media: todos ven sus expectativas en riesgo", añade.
La espoleta que encendió los disturbios, la muerte del joven Mark Duggan, abatido a tiros por la policía en el barrio de Tottenham, fue una razón o excusa para mostrar ira, sostiene Vicente Garrido, profesor de Criminología de la Universidad de Valencia. "La ira de las bandas ante la policía, la ira de los antisistema, de los delincuentes juveniles. Esa ira, si era lo suficientemente intensa, generaría un escenario de oportunidad único, una ventana hacia el robo y el pillaje", señala. "Entonces se formó una turba que devoró todo. La auténtica naturaleza del hecho se muestra por quienes eran las víctimas: sus propios vecinos. Ante ese movimiento autogenerado y arrollador acabaron por ceder todas las inhibiciones frente a la ley".
El primer ministro británico, David Cameron, avisó el pasado lunes de que la oleada de altercados es "una llamada de alerta" para todo el país y exhortó a atajar el "hundimiento moral a cámara lenta" de la sociedad británica. No obstante, negó rotundamente que las revueltas tuvieran que ver con el racismo, la pobreza o los drásticos recortes que ha llevado a cabo su Gobierno. "Estos disturbios no tienen que ver con la pobreza: eso insulta a los millones de personas que, cualesquiera que sean las dificultades, nunca soñarían siquiera con hacer sufrir a los demás de esta forma", dijo. 
Habría que ver si la moralidad de Freixas, Garrido y Cameron y las instituciones que representan no es sino la moralidad de unos aprovechados miembros de la generación tapón que atacan y etiquetan a los demás sin mirarse el ombligo. 

miércoles, 27 de octubre de 2010

Weltschmerz

Hace poco hablaba de los ninis... Apercibo que es problema más complejo de lo que sospechábamos, en que se barajan y trampean no sólo elementos psicológicos como las arenas sin playa de la tristeza y sus naranjos, sino también culturazoicos, socioeonomicones, politicastradillos. Es una manifestación de entropismo social o anomia. El origen del vocablo se amalgamó por calco del acrónimo inglés neet, (Not in Employment, Education or Training, "Ni trabaja, ni estudia, ni hace prácticas"). Fenómenos aledaños (o superpuestos, que así pesan y fastidian más a los de abajo) son el de los freeter o trabajadores que rehúyen el empleo fijo, y el del opuesto pero paralelo mileurismo o subempleo, tan iluminados por Espido Freire.

El término neet lo utilizó por primera vez el gobierno británico; su uso se extendió por necesidad en países amarillos como Japón, China, Corea del Sur... España ¿Qué tendremos en común? Tal vez ser muy medievales y clasistas aún (eso de aún es especialmente luengo en España); marginamos y nos autoexcluimos con un ninguneo asolador de marca blanca, pero típicamente amarillo en sus monacales procedimientos de clausura familiar. Hay muchas formas de ninis; por enxiemplo uno de los dos hermanos de El tragaluz de Buero Vallejo, el integrado en el orden familiar y excluido en el social. La muerta, incinerada y esparcida sociedad civil debiera haber tomado nota de ello mientras la teúve infantiliza y enaniza mentalmente al gentío, que ya ni siquiera somos masa de mierda, sino algo menos consistente, pura diarrea.

En Inglaterra constituyen un diez por ciento, muchos con el perfil agilipollado de un chico Trainspotting; en España, se diría que son un veinte y creciendo, con el perfil informe de un mineral pedrusco en los escoriales nada regios de la ESO. En Japón esta fauna no se alimenta de paro, como en nuestro país, sino de lo contrario, de la ominencia y presión del karoshi o sobrecarga por estrés laboral (síndrome de burnout o quemado, que decimos en Europa). Ya en lo literario, el hikikomori o enclaustramiento familiar existencial que padecen los otakus es muy semejante a la acedía medieval, al desengaño barroco, al quijotesco weltschmerz de los románticos, al spleen de Baudelaire, al "hastío" o "fastidio universal" de los modernistas españoles, a la saudade de los dispersos portugueses, al aburrimiento colosal inserto en desasosiego del múltiple Fernando Pessoa, al "mal del siglo" o "mal metafísico" de los noventayochistas (entremedias de la desgana del protestador Unamuno y de la abulia del infatigable suicida Ganivet y del aventurero de papel y mixtificante Pío Baroja); al tedio oceanográfico de D'Ors y sus novecentistas veintepasados y a la corrosiva angustia
de los sartrianos y camusinos de posguerra.

Al Quijano bueno y final, en fin.

miércoles, 11 de agosto de 2010

España, el país de los hijos de papá


Ascensor social: fuera de servicio

La movilidad entre clases se ha estancado en España desde los años sesenta - El origen familiar es aún determinante y los cambios son de corto alcance

El País, RICCARDO IORI / JORGE BERÁSTEGUI 11/08/2010
Sergio acaba de cumplir 32 años. Cada mañana coge la bicicleta para llegar a su trabajo en la Universidad Centroeuropea, en Budapest. Es investigador, uno de los pocos que trabaja en Europa en el campo de la pobreza energética. Largo camino desde que terminó la carrera de Ciencias Ambientales en la Universidad de Alcalá. Pero más largo aún desde que su abuelo se marchara a trabajar en una fábrica de Baviera de gastarbeiter -como llamaban los alemanes a los jornaleros extranjeros- y su padre comenzara de ayudante de fontanero a los 14 años, mientras vivía en el Pozo del Tío Raimundo, un barrio madrileño de chabolas que acogió a muchos emigrantes que venían a buscarse la vida desde toda España.

Una sociedad abierta es aquella sociedad ideal en la que los orígenes de los padres no determinan el destino de sus hijos. La historia de Sergio podría ser un ejemplo del camino hacia este horizonte final. Pero la realidad es diferente. En España, las posibilidades de remontar de clase social son las mismas que durante la industrialización de los sesenta, según una reciente investigación de los sociólogos Ildefonso Marqués y Manuel Herrera, publicada en el último número de la revista del Centro de Investigaciones Sociológicas. Se trata del tercer gran estudio sobre la cuestión que se hace en el ámbito nacional y el primero que se centra en las generaciones que adquirieron su madurez laboral desde 1965 en adelante.

A pesar de los profundos cambios estructurales de las últimas décadas -paso de una sociedad agrícola a una industrial y luego a otra posindustrial- no hay un mayor grado de apertura: "Por supuesto que en la España de hoy en día hay un mayor número de directivos y funcionarios y menos campesinos y obreros que en la mitad del siglo XX. Pero, si en los ochenta había cuatro plazas de directivos, estas venían ocupadas por tres hijos de las élites y solo una por alguien de una clase más baja. Ahora hay ocho plazas y la relación es de seis a dos; en este sentido España es un país inmóvil, no ha aumentado la igualdad", explica Marqués.

En las antípodas de Sergio se encuentra Julián, que también tiene 32 años. Su padre dejó los abruptos barrancos de una zona agrícola de Tenerife para mudarse a La Laguna a buscar un futuro mejor. Ahí terminó de asalariado en una empresa de seguros y viviendo en uno de los barrios obreros de la ciudad. Julián, que acabó la secundaria, pasa ahora los días intentando lidiar con la crisis y trabajando de forma precaria en la compraventa de repuestos de coche. Su situación académica y laboral es muy similar a la de sus padres, como le ocurre al 32,9% de los españoles. "Si no tienes estudios universitarios no hay nada que hacer. Llevo trabajando desde los 16 años porque mis padres no podían pagarme nada y 15 años después las perspectivas son iguales o peores", según Julián.

El porcentaje de adultos que a los 30 años -la edad que los sociólogos consideran el principio de la madurez laboral- pertenece a una clase social diferente a la de sus progenitores es del 67,1 %. Los movimientos entre clases sí son frecuentes, pero no de largo recorrido y se producen en su mayoría entre clases limítrofes.

La situación en España se encuentra en el entorno de la media europea, según la European Social Survey sobre el periodo 2002-2006. Mejor que Italia o Portugal. Pero aún lejos de los países escandinavos o Gran Bretaña. En este último país, por ejemplo, la posibilidad de que el hijo de un obrero poco cualificado llegue a ser directivo es mayor que la que tiene el hijo de un trabajador español. "En España se produce un ejemplo marcado de lo que Max Weber llama cierre de clase. Las élites intentan mantener sus privilegios subiendo los requisitos para entrar en ellas", dice Marqués.

"Por mucho que estudies, los hijos de papá siempre lo tendrán más fácil. Ellos son los que pueden hacer una formación extra que les asegura un buen puesto. Para acceder a esto, nosotros tenemos que endeudarnos con un banco", afirma Carmen, madrileña de 26 años. En 2008 acabó la carrera de Filología Inglesa y desde entonces hace todo tipo de trabajos precarios. Su situación es un avance, si se piensa que sus padres empezaron a trabajar con 11 y 14 años y su abuela vivió parte de su vida en una cueva murciana con sus ocho hijos.

Con mucho esfuerzo, su madre ha conseguido llegar a ser administrativa, pero Carmen siente que hay un tapón social difícil de sortear. "La educación hace que la desigualdad no aumente, pero ella sola no puede disminuirla. Cuando hay una inflación de títulos universitarios, los representantes de las clases altas defienden su estatus mandando a sus hijos a MBAs [Master of Business Administration] o a estudiar al extranjero y los colocan gracias a su entorno social", señala Marqués.

Carmen es la mileurista paradigmática: joven universitaria que vive en una gran ciudad y cuyo salario mensual no supera los 1.000 euros. La pertenencia a una determinada clase social también influye en la configuración del mileurismo. "No es simplemente una cuestión de gente joven. Es sobre todo un problema de gente humilde", afirma José Saturnino Martínez, profesor de Sociología de la Universidad de La Laguna. Un estudio que presentó recientemente demuestra que entre los jóvenes de 25 y 35 años esta condición se da mucho menos en los universitarios tradicionales -varones hijos de universitarios- y más en los nuevos universitarios -mujeres y jóvenes de familias de bajo nivel de estudios-. En el primer caso, el porcentaje de mileuristas es del 26,1 %. En el de los varones hijos de no universitarios, del 42,3 %. En lo que se refiere a las mujeres, la diferencia es menor: 44,1% frente al 53,6%. "A las mujeres de orígenes populares, le pesan más sus orígenes, pero para las de clases altas, les pesa más el género", afirma Saturnino.

Para Julio Carabaña, catedrático de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, el problema fundamental no es el entorno social sino el tipo de estudio que se elige: "Las carreras de Ingeniería y Medicina son frecuentadas más por hijos de las clases altas. La familia determina más el ingreso a la universidad, pero a la salida el título de estudio vale más que las diferencias de clase. Un médico hijo de obreros tiene en ese momento las mismas perspectivas cara al mundo laboral".

El estancamiento de la movilidad social coincide sin embargo con el desarrollo del Estado de bienestar en España. Para Ildefonso Marqués, la familia y ciertos mecanismos de la economía de mercado determinan más los movimientos entre clases que cualquier política equilibradora: "El único caso en el mundo occidental donde se ha producido una auténtica movilidad ha sido Suecia, sobre todo entre los años treinta y setenta del siglo pasado, aunque ahora se ha estancado. Pero para ello se necesitaron varias décadas de Gobierno socialdemócrata que permitieron a la cultura de lo público hacer brecha en la sociedad. En España, esta mentalidad está aún muy poco madura y ha sido cuestionada desde sectores liberales desde su nacimiento".

No se pueden negar, sin embargo, los beneficios de muchas de las políticas públicas que ha habido en España. Solo en el ámbito educativo, el número de titulados universitarios entre 25 y 35 años ha pasado de 812.000 en 1991 a casi dos millones en 2008. Para Saturnino, no hay que reducir todo a una lógica monetarista: "Aunque un título universitario no se traduzca en una mayor riqueza, sí garantiza el acceso a la educación, a la cultura e, incluso, a mejor calidad de vida y salud".

Una de las cuestiones más curiosas es que EE UU, donde el modelo de políticas distributivas públicas europeas se mira con recelo, mantiene tasas de movilidad muy similares. "La tierra de las oportunidades no lo es más que Europa", afirma Marqués. Pero también se puede ver de otra manera; la ética de la autorrealización individual, la mística de la eterna frontera estadounidense es tan imperfecta como el espíritu social que nutre el modelo europeo, pero cumple las mismas funciones.

Para el sociólogo Luis Moreno, profesor de investigación del CSIC, lo que caracteriza al modelo estadounidense de movilidad social son los acusados itinerarios de "arriba-abajo". Es decir, los individuos con movilidad ascendente se dan más que en el viejo continente, pero también se empobrecen con más rapidez cuando la movilidad es descendente. El modelo europeo ofrece una mayor seguridad contra los riesgos sociales a los ciudadanos con rentas bajas, situación posibilitada por sus sistemas redistributivos de progresividad fiscal.

¿Cómo facilitar la movilidad y aumentar la igualdad? Para Carabaña la educación sigue siendo el verdadero determinante: "Lo único que hay que hacer es seguir apostando por ayudas al estudio y facilitar el acceso al mundo universitario". Para Saturnino, sin embargo, es necesario también profundizar en las políticas redistributivas: "No solo basta con una educación pública, porque la escuela es un reflejo de las desigualdades que hay en la sociedad. Hay que ir más allá y universalizar cuestiones claves en el ascenso social como el acceso a los idiomas". También es importante una política distributiva equilibradora; según datos del OCDE de 2007, el total de los impuestos sobre el PIB es del 48,9% en Dinamarca y del 20,5% en México. En España es del 37,2%. "La cuestión es si queremos ser daneses o mexicanos", zanja Saturnino.

Desde Budapest, Sergio no cree que su éxito profesional se deba exclusivamente a una cuestión de esfuerzo personal. Los procesos sociales y políticos que ocurrieron en el Pozo de Tío Raimundo cambiaron la vida de su familia: la llegada en los años cincuenta del cura José María Llanos , que luego fundó la Escuela Profesional 1º de Mayo, permitió que mucha gente sin recursos pudiera estudiar. De ayudante de fontanero, su padre pasó a trabajar en una pequeña imprenta y consiguió sacarse allí el graduado escolar. "Gracias a eso, mi padre no fue albañil, sino trabajador cualificado y a largo plazo yo también he salido beneficiado", relata Sergio. Para él, lo que ocurrió en su barrio durante los años sesenta y setenta fue mucho más allá de lo económico: "La educación siempre fue fundamental. Pero además, se formó un capital social y cultural para que la gente tuviera un aprecio por todo lo que va más allá de lo material e inmediato".

"El padre Llanos llegó al Pozo siendo franquista y queriendo adoctrinar a la clase obrera. Y se fue de este mundo cristiano y comunista", cuenta Carlos Méndez, director de la Escuela 1º de Mayo. Alrededor de mil personas acuden hoy a este mítico centro, entre ellas 500 chavales de entre 12 y 16 años que cursan la secundaria y otras 500 personas en cursos de formación ocupacional para intentar salir del paro. Méndez es maestro industrial y dejó su puesto en la compañía de teléfonos Ericsson para volver a trabajar por el barrio. Según él, la movilidad entre clases que se produjo aquellos años en El Pozo hay que enmarcarla dentro de un contexto de transformación política que impulsó otras aspiraciones sociales. Ellos tuvieron "la suerte, si se puede llamar así" de nacer en una dictadura y vivir el cambio hacia la democracia. Hoy quizá, esas garantías que da el Estado de bienestar adormecen ese afán de conquista: "La búsqueda de los intereses personales tiene mucho más sentido cuando se expresa dentro de la lucha de los derechos colectivos".

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Generación de la radio y generación de la TV

Falta un tratado de ortología, eulogía y eufonía del español, un tratado sobre la mejor forma de hablar; a eso se ceñirá ese tercer volumen de la Gramática de la Academia, seguramente el más polémico, que falta por imprimir; nuestros padres y abuelos se educaron oyendo la radio, donde sólo se decían cosas significantes y elegantes, o por lo menos correctas, e incluso se podía "leer" entre ondas; ahora, por el contrario, muchos nos hemos educado en la cultura visual de la tele, donde no se dice, sino que se habla, o más bien se parlotea; lo que importa no es ya el significado de lo que se dice, sino su apariencia, su ruido, su intensidad o diferencia, más que su matiz, su profundidad o su capacidad para revolvernos profundamente el espíritu. La palabra se ha vuelto imagen, es un modo instrumental de agredir o de confundir, de acallar al oponente, en vez de aclarar el mundo o penetrar en él, en vez de reconfigurar creencias. La palabra, que es algo fundamentalmente didáctico, se ha marchado al desván y allí nadie la oye. Incluso la radio ha pasado a ser una especie de corralito donde lo único que se muestra es una pelota redonda, siempre la misma, a pesar de que la quieran mirar desde cualquier punto de vista. Pero el mundo es algo más que una pelota desinflada por los polos y por los obesos excesos de los obsesos por el fútbol.

sábado, 19 de septiembre de 2009

Generación replicante


El significado histórico de los estudiantes y la universidad, la forma en que los unos y la otra existen en el presente, puede describirse como una metáfora, como una reproducción en miniatura de un estado histórico más elevado, metafísico. (Walter Benjamin, 1915)

Generación replicante

Como los androides de 'Blade Runner', los jóvenes occidentales del siglo XXI tienen todo el mundo a su alcance, pero no son amos de sus destinos. Las redes de Internet o el 'botellón' son sus paraísos artificiales

CARLES FEIXA, El País 18/09/2009

En 1968 -cuando la juventud buscaba la playa bajo los adoquines- Philip K. Dick publicó una novela de ciencia-ficción con un título inquietante (¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?), en la que Ridley Scott inspiraría en 1982 su película Blade Runner. El relato gira en torno a un grupo de androides, virtualmente idénticos al ser humano, a los que llamó replicantes, blade runner. La descripción que la novela hace del líder de la revuelta es sintomática: Roy "tiene un aire agresivo y decidido", "indujo al grupo a intentar la fuga", "robó diversos psicofármacos y experimentó con ellos", y busca "una experiencia de grupo". superiores en fuerza e iguales en inteligencia a los ingenieros genéticos que los habían creado, pero utilizados como esclavos en la peligrosa colonización de otros planetas. Tras un motín en Marte, los replicantes buscan refugio en la Tierra, donde son declarados ilegales y perseguidos por patrullas policiales especiales, las unidades

Si cambiamos Marte por el espacio escolar, la Tierra por el espacio público, los psicofármacos por combinados etílicos, los replicantes por jóvenes al borde de la mayoría de edad, y los blade runners por adultos al borde de un ataque de nervios, quizá podamos encontrar alguna analogía con el moderno botellón.

La palabra "diversión" tiene una doble filiación latina: la más conocida viene de distractione, que significa fiesta y pasatiempo, pero también remonta a diversione, que significa divergencia y contestación. Ambos significados confluyen en los sucesos de Pozuelo de Alarcón, en los que el botellón, más que como la causa (de todos los males de la juventud actual) o la consecuencia (de todos los pecados de la sociedad adulta), aparece como un síntoma, como una metáfora de la generación que entra ahora en la universidad. Pues, como ya intuyese Walter Benjamin en su tiempo, los estudiantes suelen reproducir en miniatura -en forma de comedia o de tragedia- las esperanzas y los miedos de cada momento presente.

Así como los sueños de la razón producen monstruos, el súbito despertar de una juventud aparentemente dormida suele invocar nuestros propios fantasmas familiares. Adolescentes acomodados rebelándose por el derecho a consumir alcohol en el espacio público, universitarios protestando contra Bolonia, mileuristas hiperformados condenados a la precariedad laboral, bandas urbanas provocando pánicos morales: son las múltiples caras de una generación inquieta, que suscita, sin términos medios, compasión o condena, ya sea en forma de prédica parental o de carta al director. Pero si queremos ir más allá del botellón, quizá debiéramos preguntarnos si lo que está cambiando no es el propio concepto de juventud como fase más o menos prolongada de transición a la vida adulta. Me explicaré con un símil literario, que alude a tres modelos distintos de juventud: Tarzán, Peter Pan y Blade Runner.

El modelo tradicional de juventud se basa en lo que podemos denominar el "síndrome de Tarzán". Fue inventado por Rousseau a finales del siglo XVIII y perduró hasta mediados del siglo XX. Se basa en el eterno debate entre naturaleza y cultura: ¿puede todo menor ser "encauzado" mediante buenas prácticas de crianza o de socialización? El adolescente aparece como el buen salvaje que inevitablemente tiene que ser civilizado, un ser que contiene todos los potenciales de la especie humana, que aún no ha desarrollado porque se mantiene puro e incorrupto. La rápida transición del juego al trabajo, la temprana inserción profesional y matrimonial, la participación en ritos de paso como el servicio militar, serían rasgos característicos de un modelo de adolescencia basado en una inserción "orgánica" en la sociedad. Se trata de un relato de juventud que narra el paso de la cultura oral a la cultura escrita, de la galaxia Homero a la galaxia Gutenberg.

El modelo moderno de juventud se basa en lo que podemos denominar el "síndrome de Peter Pan". Lo asumieron los felices teenagers de posguerra y fue teorizado por los ideólogos de la contracultura (como Theodore Roszak), así como por algunas estrellas del rock (como The Who y los Beatles). En el mundo occidental este modelo se convirtió en hegemónico durante la segunda mitad del siglo XX, con el telón de fondo de la sociedad de consumo y aquel capitalismo maduro que había proclamado como lema el Forever Young. El adolescente aparece como el nuevo sujeto revolucionario -o el nuevo héroe consumista- que se rebela contra la sociedad adulta y se resiste a formar parte de su estructura, al menos temporalmente. Ello se consigue alargando el periodo de escolaridad y creando espacios-tiempo de ocio en los que los jóvenes puedan vivir su particular País de Nunca Jamás (aunque algún día, como Wendy, acaben por regresar al mundo real). Las lentas transiciones a la edad adulta, el alargamiento del periodo formativo, la emergencia de "tribus" y de subculturas juveniles, serían los rasgos característicos de un modelo de inserción "mecánica" en la sociedad. Se trata de un relato de juventud que narra el paso de la cultura escrita a la cultura visual, de la galaxia Gutenberg a la galaxia McLuhan.

El modelo posmoderno de juventud se basa en lo que podemos denominar el "síndrome de Blade Runner". Emerge a finales del siglo XX y está llamado a convertirse en hegemónico en el siglo XXI. Sus teóricos son los ideólogos de la sociedad red -tanto los oficiales como los hackersblade runners, los adultos sienten hacia ellos una mezcla de fascinación y de miedo. alternativos- que preconizan la fusión entre trabajo y ocio, entre inteligencia artificial y experimentación social, e intentan exportar al mundo adolescente sus sueños de expansión mental, tecnologías humanizadas y autoaprendizaje. Los adolescentes serían seres artificiales, medio robots y medio humanos, escindidos entre la obediencia a los adultos que los han engendrado y la voluntad de emanciparse. Como no tienen "memoria", todavía no tienen "conciencia", y por lo tanto no son plenamente libres para construir su futuro. En cambio, han estado programados para utilizar todas las potencialidades de las nuevas tecnologías, por lo que son los mejor preparados para adaptarse a los cambios, para afrontar el futuro sin los prejuicios de sus progenitores. Pero su rebelión está condenada al fracaso: sólo pueden protagonizar revueltas episódicas y estériles, esperando adquirir algún día la "conciencia" que los hará adultos. Como los replicantes, tienen todo el mundo a su alcance, pero no son amos de sus destinos. Y como

El resultado es un modelo híbrido y ambivalente de adolescencia, a caballo entre una creciente infantilización social, que se traduce en dependencia económica y falta de espacios de responsabilidad, y una creciente versatilidad intelectual, que se expresa en el acceso privilegiado a las nuevas tecnologías, corrientes estéticas e ideológicas. Las transiciones discontinuas hacia la edad adulta, el retraso en el acceso al trabajo y a la residencia, la configuración de redes adolescentes a escala planetaria, la emergencia de paraísos artificiales como las comunidades de Internet o el propio botellón -en el que vivir cada semana cierta experiencia de comunidad, de aquel "divino social" teorizado por Michel Maffesoli- serían los rasgos característicos de un modelo de inserción "virtual" en la sociedad. Se trata de un relato de juventud que narra el paso de la cultura visual al hipertexto, de la galaxia McLuhan a la galaxia Gates.

Tarzán, Peter Pan y Blade Runner no constituyen modelos excluyentes, sino más bien variantes de la experiencia juvenil que pueden convivir en el momento presente. Hoy siguen existiendo instituciones en las que predomina el modelo de transición a la vida adulta simbolizado por Tarzán, otras en las que persiste el modelo de resistencia a hacerse adulto caracterizado por Peter Pan, y otras en las que emerge el modelo yo-yo representado por la figura del replicante. Si la juventud ha dejado de ser un rito de paso para convertirse en una ritualización del impasse (un sueño del que cuesta despertar), el botellón aparece como una especie de limbo, un espacio liminar entre el infierno mileurista y el paraíso yuppy. Entre la represión indiscriminada del botellón y la promoción del vinum et circenses a cargo de las administraciones públicas, quizá exista una tercera vía que trate a los jóvenes, no como replicantes, sino como ciudadanos capaces de inventarse como actores sociales.

Carles Feixa es profesor de antropología social en la Universidad de Lleida y visiting fellow en la de Newcastle (Reino Unido). Ha publicado De jóvenes, bandas y tribus (Ariel, 4ª edición 2008).