No estoy de acuerdo con lo que dice Freixa en El País, puesto que la revuelta británica es una revuelta nihilista y la española no lo es sino contra el nihilismo. Cameron dice que la británica tiene un componente de crisis moral en la sociedad, y eso tiene parte de verdad, aunque no ve que hay crisis moral también entre los políticos, que no sienten tener obligaciones hacia el pueblo que los elige. La gente necesita obligaciones, no sólo derechos y libertades, necesita proyectos y sacrificios, y la revuelta se produce cuando los esfuerzos, las obligaciones y los proyectos demuestran que no sirven para nada, que son estériles y concluyen en nihil, "nada", descubriéndose de repente que no hay paraísos sino para los que tienen, a falta de estudios y otros méritos, un buen padrino o un buen par de millones de euros que no son suyos (no un buen par de propios y sacrificados cojones) o un buen soborno en la administración, ya que la honestidad y la nobleza sólo sirven para dejarse explotar. Es entonces cuando la gente suelta lo único que le dejan tener, sus derechos, a falta de obligaciones, y se pone a tomar, a arrancar y a arramblar con todo lo que pilla, atropellando cualquier obligación o ley, moral o no, y se vuelve tan nihilista como esos autorizados gobernantes que han perdido toda autoridad, toda legitimidad moral en una democracia manipulada por los bancos, las iglesias y los poderes fácticos o grupos de presión.
Así dice El País:
"Las revueltas juveniles en la Europa de hoy, y eso vale para la de los suburbios franceses de 2005, la de los airados griegos de 2008 y la de los indignados ibéricos y los suburbios ingleses de 2011, no son revueltas de la miseria sino del bienestar", razona Carles Feixa, catedrático de Antropología Social de la Universidad de Lleida. "No surgen por problemas de subsistencia material, sino por problemas de cohesión moral; por crisis de valores o más bien por nuevos valores que se visibilizan con la crisis. Los valores con los que las nuevas generaciones han sido educadas, que ya no son los de la ética puritana del ahorro sino los de la ética hedonista del consumo, se ponen en duda en momentos de crisis, pues la promesa del ascensor social desaparece de golpe. Eso vale tanto para los jóvenes pobres como para la clase media: todos ven sus expectativas en riesgo", añade.
La espoleta que encendió los disturbios, la muerte del joven Mark Duggan, abatido a tiros por la policía en el barrio de Tottenham, fue una razón o excusa para mostrar ira, sostiene Vicente Garrido, profesor de Criminología de la Universidad de Valencia. "La ira de las bandas ante la policía, la ira de los antisistema, de los delincuentes juveniles. Esa ira, si era lo suficientemente intensa, generaría un escenario de oportunidad único, una ventana hacia el robo y el pillaje", señala. "Entonces se formó una turba que devoró todo. La auténtica naturaleza del hecho se muestra por quienes eran las víctimas: sus propios vecinos. Ante ese movimiento autogenerado y arrollador acabaron por ceder todas las inhibiciones frente a la ley".
El primer ministro británico, David Cameron, avisó el pasado lunes de que la oleada de altercados es "una llamada de alerta" para todo el país y exhortó a atajar el "hundimiento moral a cámara lenta" de la sociedad británica. No obstante, negó rotundamente que las revueltas tuvieran que ver con el racismo, la pobreza o los drásticos recortes que ha llevado a cabo su Gobierno. "Estos disturbios no tienen que ver con la pobreza: eso insulta a los millones de personas que, cualesquiera que sean las dificultades, nunca soñarían siquiera con hacer sufrir a los demás de esta forma", dijo.
Habría que ver si la moralidad de Freixas, Garrido y Cameron y las instituciones que representan no es sino la moralidad de unos aprovechados miembros de la generación tapón que atacan y etiquetan a los demás sin mirarse el ombligo.
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