viernes, 19 de agosto de 2011

El Papa y los factoides

Nada tengo contra el Papa, salvo sus discutibles, jerárquicas e hipócritas posiciones en algunos temas que veo asume más por la función que tiene de cohesionar su rebaño que porque crea en ellas, hipocresía habitual en su denominación de origen cristiana. Cada vez entiendo más a este hereje, aunque no comulgo tanto con él como con sus sacerdotes de a pie y los de cualquier religión, ya que, cualesquiera sean, pretenden hacernos mejores con procedimientos honorables y honrados, lo que gana mi simpatía y mi apoyo material; más bien tenemos que agradecer (y yo agradezco) que exista gente con sus propósitos, con esa voluntad de consagrarse al bien común y protegernos de toda perturbación; otra cosa es que, prevalidos o infatuados con la autoridad que suministra tan noble encomienda, estos hombres entre todos preclaros ejerzan una intolerancia destructiva contra quienes asumen un fin similar desde distinto credo, ideología u orientación; entonces los que tan justamente enaltezco se vuelven un obstáculo para el bien común y se ganan mi contestación y la de muchos. Sobran los intolerantes y la Iglesia (iglesias, mejor), que sufrió diez persecuciones cuando no estaba en el poder y cuando llegó a mandar montó más de diez contra animistas, musulmanes, protestantes, judíos, librepensadores, homosexuales, científicos, anarquistas y sindicalistas, no presume precisamente de coherencia, paz y amor y, desde luego, nada de nada de dignidad. Más justo parece el Budismo, que respeta cualquier religión positiva y ha logrado subsistir sin imposición por fuerza en todos los países salvo en uno, la India, que fue su lugar de origen, porque en él el emperador Asoka quiso imponerlo por la fuerza; las demás religiones deberían reflexionar sobre esto, así como sobre el hecho de que Jerusalén no pertenezca a ninguna creencia con exclusividad hoy en día. 


En cuanto a los ateos, a los que habría que llamar en realidad nihilistas, me resultan especialmente desagradables, porque la mayoría son incluso menos tolerantes que los religiosos y desde luego más incultos y paletos, por decirlo en plata; estos ateos de garrafa lo son porque es una moda juvenil como cualquier otra, una camiseta que ponerse, una gripe que se contagia por exponerse a la contracultura y que hay que pasar, no porque hayan vivido una experiencia contrastada o hayan sacado ese fruto de una mesurada reflexión; ni siquiera podrían ganarse el timbre de racionalistas, puesto que creen carboneramente que la religión no existe, sin plantearse siquiera qué sea, cómo se define o qué necesidades cubre, ni haberse leído (o pretendido digerir, pues son tan light que ni siquiera tienen estómago) la Biblia o las sutras del canon pali; la postura racional, en cuestión tan limitada y restringida como es la existencia verdadera de Dios, rebajable por algunos a la composición de un factoide, es dejar el problema en una duda unamuniana ignosteísta, no en una negación. El ateo común (y no personas tan preocupadas por el asunto como el mismo Dawkins) es tan bárbaro y bestiajo, está tan ideologizado, que no ve brillar en la fe lo único que nos mantiene en pie, ni puede admitir el beneficio social que genera cualquier tipo de religión a una colectividad angustiada por la presión que ejercen sobre ella las libertades modernas, que le imponen unos fatigosos derechos y la existencia en un mundo no siempre degustable ni asumible, al menos por determinado tipo de personas amantes de lo simple y de la introversión; la colectividad necesita deberes y obligaciones para escapar de estas libertades y hacerse como individuos o personas según unos modelos que no siempre tienen que ser Jim Morrison y otras etceteridades disolutas y desenvueltas en un mundo donde la comunicación lo es todo. Por demás, el mensaje cristiano es culto, no poco bello y (hasta cierto punto) humano, aunque muy desnaturalizado a lo largo de la historia por herejes instalados en las ambigüedades de la palabra de Dios (un nombre de los muchos que suele robar el Demonio o el Poder, da igual; la palabra del verdadero Dios es clara, neta y pura, se lee en el corazón y no necesita comentaristas) como los Papas, Lutero o Calvino, aunque coincido con los católicos en su defensa de la caridad, la humildad ante el bien común y, también, la vida como valor fundamental contra el aborto y otras penas de muerte. Esos ateos que se manifiestan violentamente contra el Papa me parecen ridículos; si se manifiestaron los gays con apoyo y dinero público (y entre los católicos no pocos son gays), también pueden los jóvenes católicos recibir apoyo y dinero público; ¡faltaría más!, así como protestantes, budistas y cualquier religión que nos haga mejores, id est, más tolerantes, excepto con la violencia de cualquier tipo que esta sea, física, emocional o intelectual (esta última, sin duda la más difícil de sufrir y discernir, porque su forma es la mentira). Porque toda Iglesia, si es verdaderamente católica ("universal") es, o debería ser, iglesias; integradora (integradoras), no jerárquica (no jerárquicas); y, sobre todo, no hipócrita (no hipócritas).

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