miércoles, 9 de diciembre de 2009

Generación de la radio y generación de la TV

Falta un tratado de ortología, eulogía y eufonía del español, un tratado sobre la mejor forma de hablar; a eso se ceñirá ese tercer volumen de la Gramática de la Academia, seguramente el más polémico, que falta por imprimir; nuestros padres y abuelos se educaron oyendo la radio, donde sólo se decían cosas significantes y elegantes, o por lo menos correctas, e incluso se podía "leer" entre ondas; ahora, por el contrario, muchos nos hemos educado en la cultura visual de la tele, donde no se dice, sino que se habla, o más bien se parlotea; lo que importa no es ya el significado de lo que se dice, sino su apariencia, su ruido, su intensidad o diferencia, más que su matiz, su profundidad o su capacidad para revolvernos profundamente el espíritu. La palabra se ha vuelto imagen, es un modo instrumental de agredir o de confundir, de acallar al oponente, en vez de aclarar el mundo o penetrar en él, en vez de reconfigurar creencias. La palabra, que es algo fundamentalmente didáctico, se ha marchado al desván y allí nadie la oye. Incluso la radio ha pasado a ser una especie de corralito donde lo único que se muestra es una pelota redonda, siempre la misma, a pesar de que la quieran mirar desde cualquier punto de vista. Pero el mundo es algo más que una pelota desinflada por los polos y por los obesos excesos de los obsesos por el fútbol.

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