Hace poco hablaba de los ninis... Apercibo que es problema más complejo de lo que sospechábamos, en que se barajan y trampean no sólo elementos psicológicos como las arenas sin playa de la tristeza y sus naranjos, sino también culturazoicos, socioeonomicones, politicastradillos. Es una manifestación de entropismo social o anomia. El origen del vocablo se amalgamó por calco del acrónimo inglés neet, (Not in Employment, Education or Training, "Ni trabaja, ni estudia, ni hace prácticas"). Fenómenos aledaños (o superpuestos, que así pesan y fastidian más a los de abajo) son el de los freeter o trabajadores que rehúyen el empleo fijo, y el del opuesto pero paralelo mileurismo o subempleo, tan iluminados por Espido Freire.
El término neet lo utilizó por primera vez el gobierno británico; su uso se extendió por necesidad en países amarillos como Japón, China, Corea del Sur... España ¿Qué tendremos en común? Tal vez ser muy medievales y clasistas aún (eso de aún es especialmente luengo en España); marginamos y nos autoexcluimos con un ninguneo asolador de marca blanca, pero típicamente amarillo en sus monacales procedimientos de clausura familiar. Hay muchas formas de ninis; por enxiemplo uno de los dos hermanos de El tragaluz de Buero Vallejo, el integrado en el orden familiar y excluido en el social. La muerta, incinerada y esparcida sociedad civil debiera haber tomado nota de ello mientras la teúve infantiliza y enaniza mentalmente al gentío, que ya ni siquiera somos masa de mierda, sino algo menos consistente, pura diarrea.
En Inglaterra constituyen un diez por ciento, muchos con el perfil agilipollado de un chico Trainspotting; en España, se diría que son un veinte y creciendo, con el perfil informe de un mineral pedrusco en los escoriales nada regios de la ESO. En Japón esta fauna no se alimenta de paro, como en nuestro país, sino de lo contrario, de la ominencia y presión del karoshi o sobrecarga por estrés laboral (síndrome de burnout o quemado, que decimos en Europa). Ya en lo literario, el hikikomori o enclaustramiento familiar existencial que padecen los otakus es muy semejante a la acedía medieval, al desengaño barroco, al quijotesco weltschmerz de los románticos, al spleen de Baudelaire, al "hastío" o "fastidio universal" de los modernistas españoles, a la saudade de los dispersos portugueses, al aburrimiento colosal inserto en desasosiego del múltiple Fernando Pessoa, al "mal del siglo" o "mal metafísico" de los noventayochistas (entremedias de la desgana del protestador Unamuno y de la abulia del infatigable suicida Ganivet y del aventurero de papel y mixtificante Pío Baroja); al tedio oceanográfico de D'Ors y sus novecentistas veintepasados y a la corrosiva angustia de los sartrianos y camusinos de posguerra.
Al Quijano bueno y final, en fin.
El término neet lo utilizó por primera vez el gobierno británico; su uso se extendió por necesidad en países amarillos como Japón, China, Corea del Sur... España ¿Qué tendremos en común? Tal vez ser muy medievales y clasistas aún (eso de aún es especialmente luengo en España); marginamos y nos autoexcluimos con un ninguneo asolador de marca blanca, pero típicamente amarillo en sus monacales procedimientos de clausura familiar. Hay muchas formas de ninis; por enxiemplo uno de los dos hermanos de El tragaluz de Buero Vallejo, el integrado en el orden familiar y excluido en el social. La muerta, incinerada y esparcida sociedad civil debiera haber tomado nota de ello mientras la teúve infantiliza y enaniza mentalmente al gentío, que ya ni siquiera somos masa de mierda, sino algo menos consistente, pura diarrea.
En Inglaterra constituyen un diez por ciento, muchos con el perfil agilipollado de un chico Trainspotting; en España, se diría que son un veinte y creciendo, con el perfil informe de un mineral pedrusco en los escoriales nada regios de la ESO. En Japón esta fauna no se alimenta de paro, como en nuestro país, sino de lo contrario, de la ominencia y presión del karoshi o sobrecarga por estrés laboral (síndrome de burnout o quemado, que decimos en Europa). Ya en lo literario, el hikikomori o enclaustramiento familiar existencial que padecen los otakus es muy semejante a la acedía medieval, al desengaño barroco, al quijotesco weltschmerz de los románticos, al spleen de Baudelaire, al "hastío" o "fastidio universal" de los modernistas españoles, a la saudade de los dispersos portugueses, al aburrimiento colosal inserto en desasosiego del múltiple Fernando Pessoa, al "mal del siglo" o "mal metafísico" de los noventayochistas (entremedias de la desgana del protestador Unamuno y de la abulia del infatigable suicida Ganivet y del aventurero de papel y mixtificante Pío Baroja); al tedio oceanográfico de D'Ors y sus novecentistas veintepasados y a la corrosiva angustia de los sartrianos y camusinos de posguerra.
Al Quijano bueno y final, en fin.
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