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viernes, 3 de abril de 2020

Corral de Comedias de Ciudad Real

Emilio Martín Aguirre, "También tuvo Ciudad Real su Corral de Comedias", en Objetivo Castilla La  Mancha, 11/07/2019:

(En la calle del Jaspe, esto es, actualmente llamada Hernán Pérez del Pulgar.

La piqueta también acabo con los restos del siglo XVIII del Primer Corral de Comedias capitalino Otro resto de lo que pudo ser el Corral de Comedias de Rafael Varona Si la especulación no hubiera hecho tanto mal en el urbanismo ciudadrealeño, se podría haber recuperado este escenario

Estamos en julio y ya ha comenzado el Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro, localidad ciudadrealeña que alberga el privilegio de disfrutar en su término municipal del teatro de comedias completo más antiguo del mundo en su género. Por este motivo voy a reproducir el trabajo editado por Gerardo Pérez de Madrid y Céspedes, en el cuaderno nº 13 del Instituto de Estudios Manchegos en diciembre de 1982, que trata sobre el corral de comedias que tuvo en su día Ciudad Real.

“La primera noticia que conocemos, la consigna don Inocente Hervás y Buendía, al hablar del último tercio del siglo XVIII en Ciudad Real (1). “Se construyó, dice, también el PRIMER CORRAL DE COMEDIAS por el artista Rafael Barona en 1779.”

Doña Isabel Pérez Valera (2) nos dice que “en esta provincia no se conocen edificios algunos dedicados a teatros y diversiones públicas: sólo en esta capital, Almagro y Alcázar de San Juan tienen los propios tres corrales en mal estado y peor disposición para cuando ocurre presentarse alguna compañía de cómicos, que sucede poquísimas veces”. Y añade, “sería interesante que también Ciudad Real y Alcázar localizaran los Corrales de comedias citados”.

Esto es lo que nosotros sabíamos de este asunto en el año setenta, después hemos retrasado algo más, y considerando que el esclarecimiento sobre esta materia tiene cierto interés, pasamos a exponer nuestras averiguaciones.

AUTORIZACION A RAFAEL VARONA PARA CONSTRUIR UN COLISEO DE COMEDIAS

En el Libro Capitular de este año 1799 –nos estamos refiriendo al Ayuntamiento de Ciudad Real-, que, por cierto encabeza su portada en la forma siguiente: “Jesús… María… Josef… Joaquín y Ana? Que todo los sanan”, y en la sesión celebrada el día diecisiete de marzo de mil setecientos setenta y nueva, el Ayuntamiento de esta ciudad de Ciudad Real, vio un memorial presentado por Raphel Varona, de esta vecindad, por el que suplica se le conceda licencia, para fabricar en esta ciudad un corral o patio de comedias por no haberlo en ella, en la forma que demuestra un plan que presenta, con la condición de que en el tiempo de quince o veinte años no se puede fabricar otro por persona alguna, atendiendo a los muchos dispendios que ha de tenerle dicha obra. La de que se había de componer y ajustar con los cómicos por el tiempo que trabajasen, sin que se les cobre más de cuatro maravedíes por cada persona que entrare. La que pueda llevar dos reales por cada aposento al día, a los que quisieran ocuparlos, y la de que a los sujetos que quisieran tomar asiento en la Luneta se les pueda llevar un estipendio moderado; enterada la ciudad de su contexto y en vista del Plan que figura el corral en la disposición y con las separaciones correspondientes de aposentos, Luneta, patio, cazuela para mujeres, y demás servidumbres con que regularmente están fabricados los de otros pueblos y lugares y que lo solicita exigir, es equitativo; Acordó de una conformidad se le conceda como por el presente le concede la ciudad licencia para fabricar dicho corral o coliseo bajo de las condiciones propuestas, declarándose que en el caso de que hubiere persona que solicite construir otro, no lo pueda hacer hasta que sea pasado el tiempo de quince años, para que de este modo no se le perjudique en los gastos que necesariamente ha de invertir en dicha construcción; y bajo de la expresa circunstancia de que al abrir las zanjas para los cimientos de la obra, y principiar éstos haya de dar cuenta al señor corregidor para que este mande maestros que los reconozca, y declaren si son de los gruesos y material correspondientes para la permanencia, solidez y seguridad de la obra. Que concluida se había de aprobar por maestros que se nombren por dicho señor Corregidor, sin cuya circunstancia no pueda usarse del corral, para representar ni otro efecto, hasta que se acredite por la declaración de los Peritos, estar construido con la mayor seguridad y satisfacción; Désele testimonio de su memorial y este Decreto como lo pide”.

¿Quiénes fueron las personas que en nombre de la ciudad dieron el permiso para la construcción del primer Corral de Comedias en Ciudad Real? Las siguientes: Corregidor don Francisco Toral. Justicias, don Tomás Palacios, don Manuel Josef García, don Josef Antonio Díaz. Diputados del común Don Diego Bernal, don Ysidro Madrid y don Fernando Camborda. Personero (Síndico), señor Zuloaga. Secretario, Manuel Dávila Muñoz. Como se ve por la simple lectura de lo que antecede, la Corporación Municipal, atiende la solicitud debidamente, pero se preocupa mucho de que la obra reúna las condiciones de seguridad suficientes para proteger la vida de los posibles espectadores.

En una cosa falla –desde nuestro punto de vista actual-, no indican el lugar en donde ha de ubicarse el Corral de Comedias, objeto de la solicitud, de aquí creemos que dimana la dificultad de su localización dentro de la ciudad. Desde luego, en aquella fecha, no debía existir la calle JASPE (3), en donde estuvo situado y en donde quedan restos de la construcción, como después demostraremos. ¿Ocuparía el solar de las casas que a nombre de Juan Manuel Varona, que con el número 601, aparecen reseñadas en el Catastro del marqués de la Ensenada, existente en la Casa de Cultura de Ciudad Real, legajo 622, de 23 de septiembre de 1741 y cuya ficha es la siguiente: “Unas casas de morada propias de Juan Manuel Varona, en la población de esta ciudad. Colazión del Sr. San Pedro, calle de San Juan de Dios: lindan con las de Francisco García Baquero y con molino zumaque de don José Torres, tiene de frente diez y nueve varas y treinta y dos de fondo, consisten en cuartos altos y bajos dobles y algunos solatexa, su fábrica tapias de hormigón cal y ladrillo: Patio y corral, a las cuales regularon los peritos su arrendamiento en doscientos veinte reales de vellón”.

Las razones de nuestra sospecha son las siguientes: La iglesia de San Juan de Dios estaba situada en donde ahora se levantan las casas de la Diputación Provincial, en la calle de Ruiz-Morote, nosotros conocimos la Iglesia de San Juan de Dios, ya sin culto. En dicho edificio, estuvo instalada la Escuela Normal de Maestras, única que existía en nuestros años de bachillerato, ya que los estudiantes de Magisterio hacían alguno o algunos años de la carrera en el Instituto y se terminaban en alguna Normal de alguna ciudad próxima generalmente en Toledo, en donde sí existía Escuela Normal de Maestros. El uno y el otro Varona debieron ser parientes y por la proximidad de la calle de San Juan de Dios, que suponemos tomaría el nombre de estar enclavada en ella su iglesia y la proximidad de la misma a la conocida en la actualidad por el Jaspe, nos inducen a esta creencia.

En el Archivo Municipal (4) aparece con el número 435 una instrucción provisional para la cobranza de la contribución de casas. Año 1821, al número de orden de la relación 267 aparece el Coliseo de Comedias de don Juan Plaza con otras oficinas bajas, con una renta anual de ocho reales.

El número 462. Reparto de utilidades, entre los vecinos de Ciudad Real. Año 1841, del mismo Archivo (4) al número 462 de orden, en la parroquia de San Pedro aparece como contribuyente la viuda de don Juan de Plaza. Estos documentos nos plantean problemas. El Coliseo de Comedias de don Juan de Plaza, ¿es el mismo construido por Varona o es otro? Han pasado cuarenta y dos años desde la concesión del permiso de construcción a Varona, y por consiguiente, Plaza, pudiera haber obtenido permiso para construir un segundo Corral de Comedias. ¿Se trata del primer Corral de Comedias, el de Varona, que ha pasado a ser propiedad de Plaza o lo explota éste en arrendamiento? Preguntas son éstas que dejamos en el aire y que pudieran dar lugar a nuevas investigaciones.
Sigamos, pues, con nuestro primer corral de comedias, y presentemos pruebas documentales indubitables.

En el protocolo de Instrumentos otorgados ante el Escribano Antonio Rico –que se custodia en la CASA DE CULTURA de Ciudad Real-, encontramos el siguiente documento, que figura a la terminación de este trabajo.

Venta real …. 19 de junio.

“En la Ciudad de Ciudad Real a diecinueve de Junio de mil ochocientos cincuenta, ante mí el Escribano numerario de ella y testigos que se dirán, parecieron D. Andrés García Ron, Cura Párroco de la Iglesia de San Pedro de esta ciudad; D. Manuel de la Riba y Rodrigo, Pbro agregado a dicha iglesia y D. Ramón Gómez, Cura Párroco de la del Salvador de Picón”, los primeros como jueces testamentarios y el tercero como Albacea, los cuales venden la casa que después se dirá como parte de los bienes relictos pertenecientes al matrimonio Rafael Varona y Luisa Córcoles, al fallecimiento de la señora, que murió la última y en su calidad de jueces y albacea testamentarios, “venden y  enajenan para siempre y desde este día en adelante a don José Antonio Ruiz, natural y vecino de esta ciudad, para que sea para el, sus herederos y sucesores, y para quien en su nombre en cualquier manera lo hubiere de haber, es, a saber: Una Casa en esta población y su calle del Jaspe, conocida por el Coliseo, porque antes fue teatro de esta Capital”… en la cantidad de tres mil trescientos reales de vellón.

¿Por qué no figura el número de la casa en la escritura de venta? Alguna razón de peso debía haber en el aquel tiempo cuando un detalle que hoy consideramos elemental, se le escapó al Escribano numerario señor Rico. Después de darle vueltas al asunto, hemos averiguado que en aquella fecha las casas no estaban numeradas, pues la real Orden de 24 de febrero de 1860, que entre otras cosas, previene, que haya en la Secretaría de todo Ayuntamiento un Registro de la numeración de las casas, y que al conceder los permisos para edificar se imponga a los propietarios la obligación de colocar, a sus costas, el número correspondiente en la forma establecida por el Municipio.

La reparación de los números de las casas va a cargo del Ayuntamiento. Real Orden de 20 de marzo de 1897.

No sólo ha de estar numeradas las casas en el casco de la población, sino las que hay en despoblado, según dispone la Real Orden de 5 de enero de 1887 (5). Como se ve, todas estas disposiciones son posteriores a la fecha del otorgamiento de la escritura reseñada más arriba. Posiblemente, de haber existido legislación obligando a la numeración de las casas con anterioridad al otorgamiento de la escritura de venta real número 57, en ella, es posible que se hubiese silenciado la indicación de la casa del Coliseo y hubiera sido más difícil su identificación y situación.

Pero sigamos examinando el mismo protocolo, y encontramos: Venta nº 78… 27 de Julio. El 27 de Julio de 1850, D. José Antonio Ruiz, “vende y enajena para siempre a favor de D. Fulgencio Trujillo su convecino, es a saber: El solar que ocupaba el escenario en el Teatro antiguo de esta Ciudad y un corral con pozo que está situado en el mismo Teatro, calle del Jaspe, que el compareciente compró según escritura de diez y nueve de junio último”. De modo y manera, que el señor Ruiz, en poco más de un mes, había destruido el escenario del Corral de Comedias que construyera Rafael Varona. ¡Sin comentarios!

(1)   Diccionario Histórico, Geográfico, Biográfico y Bibliográfico de la provincia de Ciudad Real, 2ª edición. Ciudad Real, 1899. Establecimiento Tipográfico del Hospicio Provincial.

(2)     Isabel Pérez Valera: Datos para la Historia del Corral de Comedias de Almagro. Ciudad Real. Imprenta Galán, pág. 11 del programa de festejos de Almagro. R. 13113. Año 1968.

(3)     Véase la obra de doña Isabel Pérez Valera: Ciudad Real en el siglo XVIII. Publicaciones del Instituto de Estudios Manchegos (Patronato “Quadrado” del Consejo Superior de Investigaciones Científicas). Ciudad Real, 1955.

(4)     Isabel Pérez Valera. Índice de los documentos del Archivo Municipal de Ciudad Real 1255-1899. Publicaciones del Instituto de Estudios Manchegos (del patronato “José María Quada”, Consejo Superior de Investigaciones Científicas). Ciudad Real 1962. Tipografía Alpha, Calatrava, 5. Ciudad Real. Depósito Legal C.R.-52-1963. Nº registro C.R.-776-1963.

(5)     Pedro Huguet Campaña: El Abogado Popular, pág. 416, tomo V, llamada 231.

martes, 20 de agosto de 2019

Un manchego, el segundo traductor europeo del Corán al latín

Copio la biografía que le escribí en la wiki:

Marcos de Toledo

Se conoce como Marcos de Toledo a un médico y canónigo de la catedral de Toledo que vivió a finales del siglo XII y comienzos del XIII; fue uno de los miembros de la Escuela de traductores de Toledo y tradujo al latín el Corán, obras de Galeno y los Opúsculos del mahdi de los almohades Ibn Tumart.

Biografía

Descendía de una familia mozárabe que se instaló en Toledo tras la invasión musulmana. Nació en Toledo y allí estudió medicina (o tal vez en Montpensier) y se ordenó sacerdote; en 1198 fue nombrado canónigo de la Catedral de Toledo.1​ Tradujo libros fundamentales de Galeno a través del texto árabe de Iohannitius / Hunayn ibn Ishaq: De motibus membrorum liquidis y De pulsu ac de pulsus utilitate; seguramente muchas traducciones manuscritas y anónimas de tratados medicinales puedan adjudicársele.

Pero dedicó sus últimos años a traducir al latín las escrituras sagradas del Islam por orden del arzobispo de Toledo don Rodrigo Jiménez de Rada y del archidiácono Mauricio: así lo hizo constar el mismo Marcos de Toledo en el largo prefacio que antepuso a su versión del Corán, en que, en palabras de Nadia Petrus, realiza tres cosas: "Una peculiar biografía de Mahoma... los preceptos que todo musulmán debe seguir... y los patrocinadores e impulsadores de la traducción y el lamento de la sociedad cristiana por la dominación musulmana.".2​ Terminó su versión del Corán, el Alchoranus Latinus o Liber Alchorani, en Toledo, en 1210, aunque ya había habido un intento de traducir esta obra entre los años 1142 y 1143 por parte de Robert de Ketton, clérigo inglés residente en Pamplona, por encargo de Pedro el Venerable; sin embargo, la traducción de Marcos, menos divulgada que la de Robert de Ketton, es ad verbum o literal y conserva la división en azoras. Esta traducción fue usada y citada por Riccoldo da Monte di Croce en su tratado Contra legem saracenorurm a fines del siglo XIII; también se tradujeron al italiano algunas partes en 1461 por parte de Nicalaio di Berto.3​ Se han conservado siete manuscritos latinos de esta versión, considerada la segunda al latín, si bien no se detuvo ahí el canónigo: tradujo también los Aquîda u Opúsculos del mahdi de los almohades, Ibn Tumart, obra que terminó en Toledo el 1 de junio de 1213. El arzobispo Jiménez de Rada usó estas obras para elaborar su Historia arabum. Aunque se desconoce su fecha de fallecimiento, como la Catedral de Toledo conserva su testamento otorgado en el año 1216 (Archivo Capitular de Toledo, 42-23, fol. XXVII), probablemente no llegó a vivir mucho más.4​

Obras
El Corán (Al-Qur’an), 1213 [otros autores lo fechan en 1209]. Hay ed. moderna al cuidado de Nàdia Petrus Pons: Alchoranus latinus quem Marcus canonicus Toletanus transtulit. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2016.
Tratados religiosos musulmanes, 1213
Contrarietas Alpholica (libro de teología islámica), s. f.
Galeno, De tactu pulsus, De motu membrorum, De utilitate pulsus y De motibus liquidis, s. f.
Hipócrates, De aere aquis locis, s. f.
Hunayn ibn Ishaq, Isasoge ad Tegni Galieni, s. f.

Ascéticos manchegos memorables. Tomás Dávila y Luisa Magdalena de Jesús

Copio los artículos que les escribí para la Wiki, porque me parecen escritores de los mejores de ese siglo en La Mancha:

I

TOMÁS DÁVILA

Tomás Dávila fue un escritor y monje agustino de fines del siglo XVII y comienzos del siglo XVIII.

Biografía

Poco se sabe sobre él; en el prólogo a sus Deleytes del espíritu dice que «nació en la villa de Alcázar de San Juan, provincia de Ciudad Real, y sus padres fueron Sancho Dávila y Ana del Barco. Vistió el hábito de San Agustín en San Felipe el Real el 10 de noviembre de 1670. Puede colegirse su aprovechamiento y amor a las letras del Memorial que, siendo Regente de Teología en Doña María de Aragón de Madrid, presentó al Definitorio exponiendo los deseos de emplear su talento y noticias en servicio de la Provincia, por lo que le suplicaba le nombrasen su cronista. Lo cual le fue concedido; Y el P. Dávila acreditó su laboriosidad ya por el Magisterio que se le confirió el año 1701, ya también por el testimonio de las obras que compuso». En estas obras figuran además algunos de los cargos que ostentó: lector de teología del convento de N. P. S. Agustín de Ciudad Rodrigo, maestro de estudiantes en el colegio de Doña María de Aragón de Madrid (1687) y lector jubilado (1699). Se ignora la fecha de su muerte.

Entre sus obras destaca el ya citado Deleytes del espíritu... (1803 y 1804), obra póstuma en dos volúmenes y en forma de diálogo entre Philidón y Eusebio (nombres que en griego significan "amador de deleites" y "piadoso") y en el cual el primer personaje representa la actitud y valores del autor en defensa de los valores del alma frente a los del cuerpo. Trata de los siguientes temas:

De un Dios y de una religión

Que es menester gustar de Dios para conocerle y que hay cosas sobrenaturales

De la inmortalidad del alma, y de los placeres del cuerpo y de los del espíritu

Los deleites de las artes

Los deleites de las ciencias humanas

Los deleites de la reputación y de la fama

Los deleites de la fortuna

Los deleites de la Filosofía, o de la sabiduría moral

De la creencia de un Dios en tres personas, y de Jesucristo

Que los mayores blasfemadores del nombre de Jesucristo creen que es Dios

De la conversión de Philidón

(continuación): La entrada de Philidón en la villa del verdadero deleite, y del interior

De las virtudes o hijas de la caridad. La humildad, la obediencia, la benignidad, la pureza, la paciencia, la oración, y la mortificación

De la caridad que comprende el amor de Dios, y del prójimo1​2​

El lenguaje es sereno, equilibrado, sin conceptismos ni cultismos gongorinos: es una prosa clásica y aticista que toma por referente los diálogos De los nombres de Cristo del también agustino fray Luis de León. Sirva de ejemplo este fragmento:

El conocimiento de una cosa no es lo que más agrada, sino el amor de ella. Verdad es que, cuanto más conocimiento se tiene, se tiene más amor; y cuanto más amor se tiene, más la cosa agrada y se gusta de ella. Y como el conocimiento aumenta el amor, así el amor fortifica y eleva también el conocimiento; porque amando una cosa nos llevamos mucho más fácilmente a tener muy presto un entero conocimiento de ella y a gustarla bien. Así los que aman el estudio se hacen muy presto sabios, y los que no le aman quedan siempre ignorantes (Deleytes del espíritu, I: "Del deleite de las artes", pp. 192-193).

En el Epinicio sagrado, compuesto con ocasión de dedicar una capilla que los Marqueses de Cerralbo reedificaron en Ciudad Rodrigo a San Andrés por haber destruido un rayo la que antes había, se incluyen dos disertaciones sobre el origen de los templos y el origen de la poesía, llenas de erudición profana y sagrada. Lo restante no se reduce a otra cosa que a extender o hacer una relación de las funciones que se hicieron por la dedicación. En el mismo año imprimió en Salamanca un Sermón sobre la toma de Buda y en Madrid las Vidas de San Furseo y de las Santas Eudocia y Rita en los años 1699 y 1705. Menos conocidas son las obras manuscritas a las que se alude en el prólogo de sus póstumos Deleytes del espíritu, que aún había en la Biblioteca Complutense Agustiniana: Apología por el Duque de Aquitania San Guillermo; doce Vidas de Santos del Orden de San Agustín y en especial una obra sobre las guerras de los cristianos en la que habla con erudición sólida así profana como sagrada del origen de ellas: solicitud y precauciones, que en las guerras deben tomarse para evitar los desórdenes a que por la avaricia de los soldados solían estar expuestas.

Obras

Al Santísimo Sacramento. Oración Evangélica predicada el día de la octava del Corpus a la Orden de Santiago asistida de la Católica Magestad del Rey nuestro señor, recién casado, en el Real convento de San Felipe, Orden de Nuestro Padre San Agustin. Madrid: Impr. del Reino, 1690.

Deleytes del espíritu, del maestro fray Tomás Dávila, agustiniano. Obra pósthuma. Tomo Primero. Madrid: Fuentenebro y Compañía, 1803. XXIV, 328 p.

Deleytes del espíritu, del maestro fray Tomás Dávila, agustiniano. Obra pósthuma. Tomo segundo. Madrid: Fuentenebro y Compañía, 1803. 300 p.

Epinicio sagrado, certamen olímpico aúreo en la solemne dedicación de la insigne capilla que al glorioso apóstol San Andrés, Patrón de su casa de Cerralvo, erigió el Eminentisimo Señor Don Francisco Pacheco, primer Arzobispo de Burgos, Protector de España, de la Inquisición general y Virrey de Nápoles. Salamanca: Lucas Pérez,1687. 502 p.

Historia y vida del admirable y estático San Furseo, príncipe heredero de Irlanda, apóstol de muchos reinos y naciones. Maestro sapientísimo de Reyes, y Ministro y monge antiquísimo del Orden de N. P. S. Agustin. Madrid: Lucas Antonio de Bedmar, 1699. 380 p.

Sermón sobre la toma de Buda, 1687.

Vida y milagros de la gloriosa Santa Rita de Casia, del Orden de los ermitaños de San Agustin. Madrid: Francisco Sanz, 1705. 246 p.

Vida y pasión de la santa mártir Eudocia, samaritana, sacada de sus antiquísimas actas por el P. Fr... Madrid: Lucas Antonio de Bedmar,1699. 222 p.

Apología por el Duque de Aquitania San Guillermo, manuscrito inédito

Vidas de Santos del Orden de San Agustín, manuscrito inédito

[Sobre las guerras de los cristianos], manuscrito inédito.


II 

LUISA MAGDALENA DE JESÚS

Luisa Magdalena de Jesús, en el mundo Luisa Magdalena Manrique Enríquez de Luján, condesa viuda de Paredes (Nápoles, 25 de septiembre de 1605-Malagón, 18 de octubre de 1660), fue una dama de honor de la reina Isabel de Borbón, monja carmelitana y escritora mística.

Biografía

De noble familia (era hija de Luis Enríquez o Henríquez, Maestre de Campo de la Infantería española en Nápoles e hijo de Fadrique Enríquez, hermano segundo del Almirante de Castilla Luis Enríquez, y de Catalina de Luján). Su biógrafo Agustín de Jesús María cuenta además que tuvo como hermanos a Fadrique Enríquez, castellano de Milán y del hábito de Alcántara, consejero de Indias y del Consejo y Junta de Guerra; a Diego Enríquez, capitán de caballería en Milán y a Francisca Enríquez, religiosa en el convento de Santa Catalina de Valladolid. (1​)

Recibió una extensa educación humanística y llegó a redactar no ya con fluidez, sino con elegancia en latín, italiano y castellano:

Entendió la lengua latina, italiana y española, y esta última la hablaba con toda la propriedad y perfección que muestran sus cartas, dignas de ser impressas, para modelo de quien quisiesse ser celebrada por discreta; sin bachillerías que llaman agudezas en escribir. Componía versos muy conceptuosamente, usando de términos y frasìs tan dulces, tan claras y tan sìgnificativas de lo que quería dezir, que merecieron sus Poesías (nunca profanas) el aplauso de los mayores ingenios que las leyeron. Y, habiéndose impresso algunas, ha sido tanta la codicia de ellas que se han repetido muchas impressiones. (2​)

Tras años en Galicia (donde su padre había sido nombrado gobernador y capitán general) y en Valladolid, cuando formó parte del Consejo de Guerra, llegó a la Corte de la mano de su padre y muy joven aún contrajo matrimonio con su primo, el IX.º conde de Paredes Manuel Manrique de Lara, del que tuvo cuatro hijos; enviudó el 26 de noviembre de 1626 (otros dicen que en 1637). (3)​ Sin embargo fue a la Corte con dos de sus hijas como dama de honor de la reina Isabel de Borbón, primera esposa de Felipe IV, y luego como aya de la infanta María Teresa de Austria. Aficionada al teatro, amistó con el famoso actor cómico Juan Rana, habitual en Palacio.(4​)

De espíritu muy devoto, el 15 de marzo de 1649, con cuarenta y tres años, profesó como monja del Carmelo descalzo en el convento de San Joseph de Malagón (Ciudad Real). Muy identificada con el espíritu teresiana, sus escritos místicos traslucen la impronta de la Doctora de Ávila. Pero no se cerró al mundo y sostuvo correspondencia con el rey Felipe IV, como sor María de Ágreda (1602-1665). Según Cristina Borreguero, el rey le dirigió al menos 30 cartas desde el 9 de octubre de 1644, tres días después del fallecimiento de la reina Isabel de Borbón hasta el 8 de agosto de 1651, pero se sabe que hubo continuidad en la correspondencia hasta el fallecimiento de la Condesa en 1660, con un total de 74 cartas conocidas que se conservan en el Archivo General de Andalucía y han sido editadas modernamente. (5)​ Falleció en el convento de Malagón el 18 de octubre de 1660.

Como poetisa mística ofrece composiciones más que notablemente inspiradas; es el puro sentimiento religioso el que habla, no el tópico ni la iconografía; usa con preferencia el cauce del romance, pero también las octavas y las seguidillas, y bastante menos las décimas y el romancillo heptasílabo. La mayoría de estos poemas se han conservado como apéndice a la biografía que le escribió uno de sus más fervientes admiradores, fray Agustín de Jesús María. En cuanto a su obra mística principal en prosa, dentro de la corriente carmelitana, aún por estudiar como se debe, la más notable es el extenso Año Sancto. Meditaciones..., que publicó bajo el pseudónimo de Aquiles Napolitano en 1658. (6​)


Obras

Año Sancto. Meditaciones para todos los días en la mañana, tarde y noche. Sobre los misterios de la Vida y Passión de Christo Nuestro Redemptor y sobre otros que celebra Nuestra Santa Madre la Iglesia. Colegidas de los Libros de Santos Doctores y Maestros de Espíritu, que escribieron en esta materia. Con explicación mística, literal y moral de los Evangelios. Por Aquiles Napolitano (seudónimo). Madrid: Domingo García Morrás, 1658, 8 hs., 934 pp.

Poesías varias. Ms. 16 fols.

"Poesías varias" en: Agustín de Jesús María, Vida y muerte de la Venerable Madre Luisa Magdalena de Jesús. Madrid, 1705, pp. 225-256.

Joaquín Pérez Villanueva, Felipe IV y Luisa Enríquez Manrique de Lara, condesa de Paredes de Nava. Un epistolario inédito. Salamanca, Caja de Ahorros y M. de P. de Salamanca, 1986.

Pilar Vilela Gallego, Felipe IV y la condesa de Paredes: una colección epistolar del Rey en el Archivo General de Andalucía. Sevilla, Consejería de Cultura, 2005.

Referencias

1. Agustín de Jesús María, Vida y muerte de la venerable madre Luisa Magdalena de Jesus, religiosa carmelita descalza, en el convento de S. Joseph de Malagon y en el siglo doña Luisa Manrique de Lara, excelentissima condesa de Paredes... obra posthuma del reverendissimo padre Fr. Agustin de Jesus Maria...; la da a luz D. Pedro Vidal de Flores y Sabedra..., Madrid, Antonio de Reyes, 1705, pp. 16-17.

2. A. de Jesús María, op. cit.

3. Borreguero Beltrán, Cristina (2017). «La Condesa de Paredes, confidente del rey Felipe IV». Artehistoria.

4. Lobato, María Luisa, (1999). «Un actor en Palacio: Felipe IV escribe sobre Juan Rana». Cuadernos de Historia Moderna númj. 23.

5. C. Borreguero, op. cit.

6. «Luisa Magdalena de Jesús». Centro de Documentación Gonzalo Díaz y María Dolores Abad Biblioteca Saavedra Fajardo de Pensamiento Político Español. Universidad Complutense de Madrid.

martes, 12 de marzo de 2019

Humanistas manchegos

Humanismo y humanistas en Castilla-la Mancha (I)
ÓSCAR GONZÁLEZ PALENCIA / ANTONIO ILLÁN ILLÁN
Abc de Toledo, 14/12/2010

El Humanismo, como cambio de mentalidad que albergaba un pensamiento en trance de averiguación de la esencia del hombre, de la dignidad de su naturaleza, hallada en la Antigüedad clásica y, muy particularmente, en el estudio de sus lenguas, tiene su origen en la Italia de finales del siglo XIV
Francesco Petrarca fue el primero en vaticinar un tiempo en que «Almas bellas y amigas de virtud/ poseerán el mundo y después veremos que se hace/todo de oro y lleno de obras antiguas». Este ideario estableció una filiación estrecha entre el soldado poeta, arquetipo del Renacimiento, y su correlato humanístico, el humanista canciller o consejero áulico. Esta corriente, propagada hacia España, supuso el sedimento desde el que retoñarían los estudios lingüísticos que tuvieron, en lo que hoy es nuestra región, singular fortuna, como tratamos de esbozar en «Castilla-La Mancha, tierra de gramáticos». Completamos esa visión panorámica de los estudios lingüísticos en lengua vernácula con otro panorama, necesariamente apretado, del Humanismo en lo que hoy es Castilla-La Mancha.
Humanismo y humanistas en Castilla-la Mancha (I)
Francisco de Quevedo y Villegas (Madrid 1580-Villanueva de los Infantes, Ciudad Real, 1645)
La estimación de Antonio de Nebrija, discípulo de Lorenzo Valla, como heraldo del Humanismo italiano en España tiene antecedentes que es necesario mencionar. De justicia es situar al aragonés Juan Fernández de Heredia (1310?-1396) como agente primero de la entrada de un Humanismo germinal en nuestro país. Heredia, que había visitado Rodas, fue el primero en solicitar una traducción a una lengua romance (el aragonés), de Tucídides y de Plutarco, como fuentes básicas que irrigaran un proyecto de historia universal similar al que había impulsado Alfonso X El Sabio un siglo antes. El de Heredia era un anhelo enciclopédico, muy medieval, que tendía al libro del saber total: la summa. La mayor parte de la obra manuscrita de Heredia iría a manos del guadalajareño nacido en Carrión de los Condes Iñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana (1398-1458), a quien podemos estimar el antecedente inmediato el Humanismo castellano. Sin embargo, al menos tan importante como la obra de Heredia había sido para don Iñigo López de Mendoza el magisterio de su tío Fernán Pérez de Guzmán (1370-1460), discípulo, a su vez, del burgalés Alonso García de Cartagena (1384-1456), al que podemos considerar el primer humanista castellano. Establecidos, pues, los rasgos del nuevo paradigma social, político y cultural, no tardarían en surgir, en la corte de Juan II figuras como la del conquense Diego de Valera (1412-1488), militar, viajero, servidor del rey e historiador.

Con todo, fue el periodo comprendido entre 1469 y 1516, el correspondiente al reinado de Isabel y Fernando, el que sirvió para asentar, de manera definitiva el Humanismo en España. En su extensión, desempeñaron un papel esencial los centros de enseñanza y las imprentas. Entre los primeros, conviene citar colegios para la formación del clero, que bien pudieron haber derivado en universidades, como el de San Antonio de Portaceli en Sigüenza (1477) o Santa Catalina en Toledo (1485). Tal derivación no se produciría porque el gran proyecto cultural centralizado de este periodo es la Universidad Complutense, fundada (año de 1499), en Alcalá de Henares, por el Arzobispo de Toledo Francisco Jiménez de Cisneros (1436-1517), por cuyos auspicios se compondría la Biblia Políglota Complutense, proyecto que supondría un extraordinario impulso a la filología bíblica. Y es en esta atmósfera de reforma religioso-cultural en la que brotan nombres como el de Alonso Ortiz (Villarrobledo, Albacete, 1455-h. 1503) canónigo de la Catedral de Toledo con amplios conocimientos en hebreo, griego, latín y árabe, o el de Diego Ramírez de Fuenleal, también llamado de Villaescusa, por haber nacido en Villaescusa de Haro (Cuenca, 1459–1537), que obtuvo la cátedra de Retórica en 1480, en Salamanca, en porfía con Nebrija, quien un año después publicaría sus Introductiones latinae. Entre los discípulos aventajados de Nebrija, destacó Hernando Alonso de Herrera (Talavera de la Reina, Toledo; c. 1460-Salamanca; c. 1527), Profesor de retórica y gramática en Alcalá y Salamanca que elogió al maestro si bien no dudó en discrepar de él en ciertas consideraciones gramaticales. Al selecto círculo que Cisneros convocó en torno al proyecto de la Biblia Políglota perteneció Juan de Vergara (1492-1557), secretario particular del Arzobispo primado. Como helenista, destacó su hermano, Francisco de Vergara (¿? -1545), catedrático de griego en la Universidad de Alcalá, donde sustituyó a su maestro, Hernán Núñez de Guzmán.

El reinado de Carlos I

La convulsión producida por el conflicto con de los comuneros marcó la primera fase de este periodo, en cuyo seno emergieron importantes figuras del humanismo. Tal es el caso de Luisa Sigea de Velasco, (Tarancón, Cuenca, 1522–1560), hija de un criado de María Pacheco, esposa, por su parte, del comunero Juan de Padilla. En este tiempo, el humanismo estaba ya sólidamente implantado en España, merced a aportaciones como la de Juan Pérez (Toledo, 1512-1545), profesor de retórica en la Universidad de Alcalá, que mereció los elogios de Andrea Navagiero por su fina prosa y su dominio estilístico del verso, ambos en latín. El afán panfilológico crecía con Alejo Venegas del Busto (Camarena, Toledo, 1497 o 1498-1562), que desplegó una extensa y fructífera labor como escritor de creación y también como lexicógrafo y ortógrafo. De la misma manera, se afianzaba la virtud filantrópica que conducía a un número creciente de humanistas por el camino de la medicina, como hizo Luis de Lucena (Guadalajara 1491-1552), que destacó, además, como epigrafista y arqueólogo. Sin embargo, el signo diferencial del reinado de Carlos I fue el erasmismo, doctrina surgida al amparo de Erasmo de Rótterdam, que pugnó por una religiosidad más íntima y sentida, y que penetró en España por los poros que efímeramente dejó abiertos el reformismo cisneriano. Cabeza visible del erasmismo español fue Alfonso de Valdés (Cuenca, 1490–1532) que fue secretario de Cartas Latinas de Carlos I, y que compartió inquietudes ideológicas e intelectuales con su hermano Juan, también conquense, de natalicio poco definido (finales del XV o principios del XVI), con fama de «muy educado y docto en artes liberales», según juicio del mismísimo Erasmo, en cuyo cenáculo debemos situar, igualmente, a Juan Maldonado (Bonilla, Cuenca, 1485-1554), discípulo de Nebrija, que mantuvo fluida e interesantísima correspondencia con el pensador holandés. A medio camino entre el aperturismo de la primera mitad del XVI y un tiempo de cerrazón que se avecinaba se encuentra Tomás García Martínez, más conocido como, Santo Tomás de Villanueva (nacido en Fuenllana y criado en Villanueva de los Infantes, Ciudad Real, 1488-1555), confesor de Carlos I.

El reinado de Felipe II

En efecto, la unidad religiosa como signo de homogeneización del vastísimo imperio tuvo su trasunto cultural en un ascetismo generalizado en el pensamiento y en las artes. La observancia estricta del dogma rubricada con el Concilio de Trento (1545-1563) no se ahormaba al talante crítico y antropocéntrico del humanismo, rasgos que fueron definitorios de la indómita personalidad de Fray Luis de León (Belmonte, Cuenca, 1527–1591), uno de los más brillantes poetas y humanistas de la llamada Escuela Salmantina que no renunció a los textos hebreos de la Biblia, por más que la Vulgata latina fuera ya en su tiempo el texto canónico, ni se sustrajo a trasplantar los moldes rítmicos de las paganas odas de Horacio. Sin embargo, no fue el suyo un caso aislado, sino uno de los muchos nombres brillantes que el humanismo dio en el periodo correspondiente a la segunda mitad del siglo XVI en lo que hoy es Castilla-La Mancha. Perteneciente, como él a la Escuela de Salamanca, Pedro Chacón (Toledo, 1526-1581), fue matemático, teólogo y catedrático de griego en la Universidad de Salamanca, cuya historia publicó en 1569. Otro nombre señero es el de Alvar Gómez de Castro (Santa Olalla, Toledo, 1515-1580), catedrático de Griego, gran epigrafista y coautor de una muy documentada biografía en latín del Cardenal Cisneros. Al arquetipo de hombre de letras, hombre de armas se ciñó Bernardino de Mendoza (Guadalajara, c. 1540–1604), escritor de fina pluma y aguerrido servidor del Duque de Alba en diversas campañas. De perfil más ascético y contemplativo fue Blas Ortiz, (Villarrobledo, Albacete, 1485-1552), autor de una biografía de Adriano VI durante su Pontificado y de la primera guía histórico- artística sobre la Catedral de Toledo. Como historiador destacó igualmente Pedro de Alcocer, (Toledo), autor de una Historia o descripción de la imperial ciudad de Toledo. Y como historiador de la Iglesia, alcanzó renombre Pedro de Ribadeneyra (Toledo, 1526-1611), escritor en latín que tradujo muchas de sus propias obras al castellano. La fe católica tornada en providencialismo como ideario político dio figuras como Fray Juan de Estrada de la Magdalena, (Ciudad Real ¿? -1570), impresor del primer libro editado en el Nuevo Mundo. Una personalidad afín es atribuible a Francisco Cervantes de Salazar (Toledo, 1514?-1575), que, tras estudiar en Salamanca, viajó a México para extender el apostolado evangélico y llegó a ser rector de su Universidad y canónigo de su catedral. Ese mismo cometido del proselitismo del Evangelio llevó a Fray Juan Cobo (Alcázar de San Juan, Ciudad Real 1546?-1591), a predicar en China donde tradujo al chino algunas obras de Séneca y el Catecismo. Iluminado por el ascetismo, pero afincado en España permaneció Cipriano Suárez (Ocaña, Toledo, 1524-1593), que cursó Humanidades antes de tomar los hábitos de la Compañía de Jesús, desde la que enseñó durante siete años Humanidades y veinte, Sagrada Escritura, labor para la que estaba especialmente dotado.

A ellos debemos sumar el nombre del toledano Francisco de Fuensalida, nacido en la segunda mitad del siglo XVI, escritor ascético y clérigo secular que dio clases de latín en Ávila y fue capellán de Don Pedro de Ávila, Marqués de las Navas; y el de Gabriel Vázquez de Belmonte (Villaescusa de Haro, Cuenca ca.1549 - 1604) jesuita, teólogo muy docto, que ganó reputación como uno de los hombres más sabios de su tiempo. La de Fernando de Mena (Socuéllamos, Ciudad Real ca. 1520–1585) es la semblanza del médico humanista, que prestó su energía intelectual a interpretar a Galeno y tradujo la Historia de Teágenes y Cariclea de Heliodoro. A ese mismo perfil responde al del albaceteño Miguel Sabuco Álvarez, autor de Nueva Filosofía de la naturaleza del hombre, no conocida ni alcanzada de los grandes filósofos antiguos, la cual mejora la vida y salud humana, obra también atribuida a su hija, Oliva Sabuco de Nantes Barrera, que recibió el magisterio del Alcaraceño Pedro Simón Abril (Alcaraz, Albacete 1530-1595), acaso el más grande de los humanistas castellano-manchegos del XVI, autor de gramáticas latinas y griegas, y de manuales en romance, producto de su interés por la didáctica de las disciplinas humanísticas. Fama como latinista y preceptor especialista en esta disciplina se granjeó también el cifontino Melchor de la Cerda (Cifuentes, Guadalajara, ca. 1550). La extensísima y brillante nómina de humanistas castellano-manchegos del XVI se completa con la figura de otro ayo de príncipes, García Loaysa y Girón (Talavera de la Reina, Toledo, 1542-¿?) que recibió una esmeradísima educación y que, por sus muchos conocimientos, fue traído a la Corte por Felipe II, que le responsabilizó de la formación del príncipe heredero. Destacó su tentativa de conciliar aristotelismo y platonismo a la manera de León Hebreo o Fox Morcillo…

El siglo XVII

La idea del desengaño barroco, tan propia de este tiempo, se ajustaba muy bien a la vida contemplativa que exigía, como actitud, cierta concepción del humanismo. Tal vez por ello, el siglo XVII vio nacer a importantísimos humanistas castellano-manchegos. Por su altura intelectual y la relevancia y eco de su obra, citaremos, en primer lugar, a Bartolomé Ximénez Patón (Almedina, Ciudad Real,1569-1640), ya traído por nosotros a estas mismas páginas. Ximénez Patón fue autor del más importante manual de retórica de la época, Mercurius Trimegistus, sive de triplici eloquentia (1621). Su predicamento se proyectó sobre autores como Fernando de Ballesteros y Saavedra Muñoz y Torres (Villahermosa, Ciudad Real, 1576-1657) que trabó amistad no solo con Jiménez Patón, sino también con Pedro Simón Abril y con Francisco de Quevedo, con quien mantuvo una activa correspondencia epistolar. Le debemos obras en que se trasluce una extraordinaria erudición, como sus Observaciones a la Lengua Castellana y De la Elocuencia Española. Francisco de Quevedo y Villegas (Madrid 1580-Villanueva de los Infantes, Ciudad Real, 1645) desplegó una importante actividad como traductor de autores en griego (Anacreonte, pseudo Focílides y Plutarco), en latín (Marcial, Persio y Juvenal) y textos en hebreo (Lamentaciones de Jeremías). Entrañable amigo de Quevedo, al que asistió hasta su muerte y del que fue editor póstumo, persona con acusada inclinación a las letras desde su infancia y discípulo de Ximénez Patón fue Gonzalo Navarro Castellanos (Villanueva de los Infantes, Ciudad Real, 1616-¿? ); su profunda formación propició que se le encomendara la educación del Marqués de Villena. El siglo XVII acogerá aún un extraordinario interés por la paremiología, tan afecta a los erasmistas de la centuria anterior; en esa corriente de «filosofía popular», destaca el valdepeñero Jerónimo Martín Caro y Cejudo (Valdepeñas, Ciudad Real, 1630-1712), seguidor de las ideas gramaticales de El Brocense, comentador de Nebrija y, sobre todo, compilador de un conjunto de Refranes, y modos de hablar castellanos, con latinos que les corresponden, juntamente con la glossa, y explicación de los que tienen necesidad de ella... A esta misma corriente que induce a los humanistas a la compilación de adagios al modo de Erasmo pertenece el ocaniense Luis Galindo ( ), a quien debemos Las Sentencias filosóficas y verdades morales que otros llaman proverbios y adagios castellanos, obra inédita, cuyo manuscrito comprende diez volúmenes contenidos en la Biblioteca Nacional de Madrid. Cerramos la nómina de humanistas castellano-manchegos del XVII con el nombre de Pedro Bermudo (La Puebla de Montalbán, Toledo, 1610-¿?) jesuita que, en sintonía con otros intentos como el de Atanasius Kircher, Gerhard Vossius o Jhon Wilkins, en 1653 llevó a cabo el primer intento de elaborar en España una lengua universal artificial.

martes, 30 de octubre de 2018

Más memorias de manchegos olvidados

En mis estantes figuran tres libros que cuentan historias poco conocidas (digámoslo así, en vez de oscurecidas) de manchegos que vivieron la penosa y hambrienta posguerra civil antes de que los americanos sacasen al militar genocida Franco del agujero en que él mismo se había metido, y el pueblo (que no sus dirigentes) pagase la deuda nacional mediante las divisas de los trabajadores emigrantes y del turismo de masas que venía atraído por el bajo precio del sol y la miseria.

La del detective Eugenio Vélez-Troya es sin duda la más apasionante; la del preso y poeta popular Manuel Altozano Ortiz posee bastante valor costumbrista y la del maquis Francisco Blancas "Veneno" es históricamente relevante por haber sido el último líder de la II.ª Agrupación de Guerrilleros de Ciudad Real entre 1940 y 1955, unos doscientos hombres traicionados por el "topo" Honorio Delgado "René", infiltrado por el teniente Eulogio Limia. Por ser de otro siglo, dejaré para otro momento la monumental biografía de Adrian Shubert Espartero, el Pacificador (2018), que estoy todavía leyendo.

Empezaré por Eugenio Vélez-Troya, Las otras huellas. Memorias de un detective privado (Madrid: Obelisco, 1996), un libro ya muy raro (ni siquiera en la red mundial ViaLibri se encuentran ya ejemplares) que cuando lo leí me impresionó al darme cuenta de la corta distancia que había entre la novela negra barcelonesa de un maestro como Francisco González Ledesma y la pura realidad de los hechos. Con su estilo llano y su perspectiva profundamente ética el detective decano de la criminología española, emigrado a Barcelona desde su natal Torre de Juan Abad, donde había nacido en 1921, ofrece un panorama impresionante de la hipocresía y la mediocridad de la España franquista en una ciudad condal entre charnega y catalana, aunque algunos casos lo llevan a Madrid, a América y a Europa. De Madrid de posguerra dice lo siguiente:

Objeto del mayor y más gigantesco acoso de codicia que jamás conoció su historia. El Madrid apagado y triste de los bombardeos, de las estrecheces, del escaparate sin luz donde se exhibía para el mundo entero el más alucinante surtido de lacras humanas...

Recuerda las páginas mortíferas del San Camilo 1936 de Cela, o de esa visión más soportable, La Colmena. Desfilan por el libro cazadotes, viudas negras, pícaros, degenerados, drogatas, donjuanes, exiliados, psicópatas, ladrones, sindicalistas ilegales, contrabandistas, estafadores, suicidas, lesbianas, adolescentes encoñados, chantajistas, anarquistas, desapariciones, espías, desfalcos, secuestros, asesinos en serie, braguetazos, empleados que apenas tienen para comer con tres sueldos y se duermen trabajando (más o menos como ahora) e incluso una versión curiosa del asesinato de Trostky, que fue hecho por dos y no solo un asesino, según le informaron. De vez en cuando debe contratar una paliza para asustar a un moscón, o proceder con inaudita mano izquierda. Le contratan para exonerar a Tita Cervera de un robo de joyas cuando tenía diecinueve años, para investigar el secuestro de la farmacéutica de Olot o para averiguar la desaparición de grandes sumas de dinero. En su estilo educado y realista se notan muchas lecturas sustanciosas y cita a Somerset Maugham, a Graham Greene. Se ve patentemente como la realidad va por un lado y la justicia por otro; no en vano cita a Lutero: "La justicia es temporal, la conciencia es eterna". A pesar de su amplio historial, siempre encuentra "en la vida misma" algún misterio que no hay por donde tomarlo.

En fin: debería hacerse un buen guion (y hasta tres o cuatro, o una serie) con todo este material: la película tendría por fuerza que ser por lo menos excelente.

domingo, 30 de septiembre de 2018

De tiranías (y II). Memorias manchegas de la Guerra Civil.

Uno ha ido coleccionando autobiografías de manchegos y por eso echa de menos algunos manuscritos que averiguó se escribieron y Dios sabe por dónde andarán. Se sabe (así lo dijo Pedro Sainz Rodríguez), que Franco hizo buscar y destruyó los manuscritos de memorias de sus generales, entre ellos el de Queipo de Llano, que leyó el propio Sainz en Roma y han reconstruido en parte. Pero casi no pudo hacer lo mismo con los de los generales demócratas. Para nosotros es el más importante, sin duda, el escrito a lápiz por el general valdepeñero y masón Juan García Gómez-Caminero (1871-1937). Autor de alguna novela, tratadista militar (se le debe un De la guerra de casi quinientas páginas) y avezado conspirador republicano, fue uno de los pocos que se dio cuenta de la que tramaba Emilio Mola y escribió informando de ello al ministro de la guerra, que no le hizo ni puto caso. Está en manos de una de sus descendientes.

Otro interesante es el de mi colega Carlos Calatayud Gil, un profesor de lengua y litteratura que llegó a dirigir el Instituto Maestro Juan de Ávila y es abuelo del famoso juez Emilio Calatayud. Yo me encontré en un gordo libro de viejo en papel biblia que compré, Cátedra 1960-61. Prontuario del profesor (Madrid: Dirección General de Enseñanza Media, 1960, p. 972) una pequeña biografía suya, con foto y todo. Además recuperé de Internet una portada de una obra que escribió en que aparece su caricatura con uniforme falangista.


Nació en Valencia, el 24 de enero de 1894. Antes de la Guerra Incivil colaboró en El Pueblo ManchegoVida Manchega y fue "profesor de Terminología". Estuvo de director en el Instituto de Peñarroya (Jaén) hasta que estalló la contienda y fue luego secretario en Córdoba y director de nuevo en Cádiz. Licenciado en Derecho, fue maestro de primera enseñanza y oficial del Cuerpo Técnico de Gobernación por oposición. También por oposición, fue delegado de Información y Turismo y asimismo profesor numerario de institutos locales, presidente de la Diputación de C. Real, secretario de la Junta Provincial de Beneficencia, Presidente del Patronato de Protección a la Mujer, Delegado Provincial de Educación Popular, Secretario Provincial de FET y de las JONS "desde la liberación hasta 1942" y decano del Colegio de Abogados durante trece años. Lo incorporaron al cuerpo de catedráticos de lengua y literatura en noviembre de 1941. Se puede añadir a esto que dirigió el Instituto de Estudios Manchegos al menos desde 1970. En su haber tenía tres discursos falangistas en alabanza de la Victoria (dos de 1939 y uno de 1940) y En pos del Caudillo. Colaboración al logro de la España una, grande y libre (C. Real, imp. Alpha, 1942), ciento setenta y cinco páginas de las que habla muy poco la Historia de la literatura fascista española de Julio Rodríguez Puértolas. Y he aquí lo importante: un manuscrito inédito, Memorias de mi cautiverio, en tres volúmenes.


Duro debió ser el cautiverio de este señor si se extendió por tres volúmenes, pero la familia haría bien en donarlo a alguna biblioteca o editarlo al menos en Internet. Es cierto que poseía la Medalla de sufrimientos por la patria y era caballero de la Cruz de Cisneros y Cruz de Peñafort. Vivía en la calle Caballeros, número 15 y tenía por teléfono el 1058, así que hoy seríamos más o menos vecinos. Es una lástima que haya tantos manuscritos inéditos por ahí, entre ellos la famosa traducción dieciochesca en verso y anotada de la Iliada de Homero hecha por el jesuita expulso, manchego de Oropesa, Manuel Rodríguez Aponte (1737-1815), localizada hoy en la Biblioteca Vaticana y tan alabada por su amigo Moratín, o la del manuscrito original del Bernardo del Carpio o La derrota de Roncesvalles del poeta barroco valdepeñero Bernardo de Balbuena. ¡Qué vergüenza!

Gianna Prodan escribió e imprimió además una deliciosa autobiografía de su marido, el escultor Joaquín García Donaire. De la guerra cuenta barbaridades como que al obispo mártir Narciso Estenaga lo pusieron a sacar agua de un pozo tirando de una noria como un burro, pero en lo que yo más me fijé fue en los chismes que cuenta sobre Ángel Crespo. Usa su nombre entero en los que se podían contar, pero recurre a las siglas Á. C. cuando habla de sus presuntas correrías por las casas de putas y cómo le pillaron ganando un premio de poesía provincial con un poema copiado de Rafael Morales. ¡Lo que sabe esta señora! En fin, hay otras memorias de manchegos en mis estanterías, de esta y de otras épocas, de las que ya les contaré si hace al caso.

sábado, 15 de septiembre de 2018

Curiosidades sobre las Terreras y el siglo XVIII ciudarrealeño

Mi primera noticia sobre las Terreras vino cuando estudiaba en el instituto. A uno de mis compañeros las monjas le dejaban pasar, previa campanilla, al palomar del convento. Y es que desde antiguo solo gozaban de este tipo de criaderos los que poseían ejecutoria de hidalguía (por eso dice Cervantes que Alonso Quijano comía "algún palomino de añadidura los domingos");  escarbando algo he visto que desde la Edad Media el privilegio señorial se extendía a las fundaciones religiosas; en 1552 se le llamaba “derecho de palomar”. En el Lazarillo, el escudero cuenta que uno suyo “a no estar derribado como está, daría cada año más de docientos palominos”, con lo que apoyaba sus pretensiones de hallarse entre “los más altos”.

El hidalgo pobre era un motivo folklórico. Inspiró a Cervantes su celebérrimo personaje, e instaló en nuestra literatura un tema que ya no nos abandonaría: la pobreza. Algo a lo que no se dedican tesis en nuestro país por clasismo y aporofobia. A título de curiosidad, por si le puede valer al señor Cantero, quien ha poco ha publicado un libro sobre vestimenta regional, mencionaré de paso que los hidalgos manchegos usaban paño de grana blanca para hacer sus capas de lujo, como cuenta el docto primer comentarista manchego del Quijote Juan Calderón Espadero, al que le van a hacer un programa en "La 2" al que me han invitado para entrevistarme. Aclaro que la grana era un tipo de insecto, otras veces llamado cochinilla, del cual se extraía un tinte de añil (y otros colores) cuya variedad específica servía para teñir de blanco ese paño.

Pasó el tiempo. Descubrí que el párroco de Santiago que atendía ese convento a fines del siglo XVIII era un cura ilustrado que escribía artículos y poemas en el Semanario de Salamanca a fines del siglo XVIII bajo el pseudónimo de "Lidoro". En alguno de ellos escribe que poseía en las Terreras un despacho con libros; de ellos solo menciona la segunda edición (1789) de la Poética de Ignacio de Luzán, la más severamente neoclásica al haber sido corregida y aumentada por Llaguno; por otras inferencias debía tener además las Poesías (1785) de su vate más estimado, Juan Meléndez Valdés. "Lidoro" llegaría luego a dirigir el Hospicio de Ciudad Real durante la ocupación francesa; allí tenía varios cuadros, uno de ellos un retrato de Carlos III, regalados por su ilustrado amigo, el funcionario de rentas reales José Boada. Este hombre, de origen catalán, por cierto, era pintor aficionado y uno de sus hijos llegaría andando el tiempo a ser alcalde de la ciudad ya en el siglo XIX. 

Mientras andaba enfrascado reuniendo y editando los artículos y poesías de Lidoro repasé los libros de defunciones de la parroquia de Santiago. Mi intención era conocer en qué tiempo había llegado el párroco allí, y me sorprendió encontrar continuamente monjas muertas sobre la misma estación. Se debía a las epidemias de tercianas que provocaba la laguna que había donde estaba el antiguo instituto masculino. El pobre párroco, cuyo carácter bonachón (y testarudo) asimilé leyendo y editando sus obras, me  contó que en las Terreras solía inspirarse para escribir inhalando rapé (tabaco en polvo), entonces considerado medicinal. En uno de sus primeros artículos escribió que se sentía muy aburrido en una "cueva de Montesinos" como Ciudad Real; el tedio le hacía inventar fantasías como Don Quijote, en este caso poesías pastoriles y artículos que enviaba como colaboraciones al Semanario de Salamanca. Incluso una historia de Ciudad Real en verso que era lo único que se conocía sobre él en el XIX y XX hasta que yo logré descifrar quién se ocultaba bajo el pseudónimo de Lidoro. Había por entonces algunos abogados y eclesiásticos ciudarrealeños muy ilustrados, como el viajado astrónomo Salvador Jiménez Coronado, que escribió unos extensos Pensamientos sobre la educación pública de la juventud, inéditos todavía (ojalá a alguno de los ilustres profesores de la facultad de Magisterio se les ocurra editarlos: están fechados en Madrid, 15 de junio de 1793, y pueden leerse en el Archivo Histórico Nacional). Cita a casi todos los teóricos sobre la materia, incluidos Locke y Rousseau, aunque es de sesgo fundamentalmente helveciano. Resulta típico que este trabajo no haya interesado todavía a ningún investigador manchego, sino solo a un coreano, Kim Suyeon; pero ya sabemos que Corea del Sur tiene mejores institutos y universidades y, por supuesto, mejores facultades de magisterio que Ciudad Real.

"Lidoro" se llamaba Sebastián de Almenara Pablo; averiguarlo me llevó cuatro años de juntar piezas de rompecabezas y de labores, como se suele decir, detectivescas. Nació al parecer en Belmonte del río Perejil, llamado después Belmonte de Calatayud y actualmente Belmonte de Gracián (por ser patria chica del famoso escritor conceptista barroco), provincia de Zaragoza, antes de 1752. Sus padres fueron Silvestre Almenara y Bárbara Pablo y Pérez; murió desterrado por afrancesado en Agudo, provincia de Ciudad Real, el 16 de octubre de 1811. Jara, que es el que parece más informado y a quien todos los demás siguen, le da el título de doctor en teología y dice que vino de fuera. A la ciudad manchega llegó al parecer en diciembre de 1775 o en 1777, siempre según el canónigo Jara. Allí fue párroco por oposición de su Iglesia de Santiago Apóstol, en la que levantó una bóveda neoclásica para cubrir la techumbre mudéjar y adosó dos panteones, ahora desaparecidos; es más, restauró la ermita de Santa María la Blanca, obra que concluyó en 1779.

Su  primera obra fue un  Compendio de historia de Ciudad Real escrito en silvas que a su muerte quedó manuscrito y fue impreso en Ciudad Real en el folletín de La Atalaya entre 1870 y 1871 por el padre Jara (del que habría mucho que hablar; fue un gran y erudito filólogo, cuyos cuarenta volúmenes de obras, si mal no recuerdo, se han perdido, lo que resulta especialmente doloroso en especial por un Diccionario crítico y consultado de escritores españoles de su época que hizo escribiéndose con ellos. Solo ha quedado uno de esos tomos y los resúmenes de los otros que ofrece en su libro biográfico de 1915 Pedro Fabo). Durante la Guerra de la Independencia se le llamó afrancesado por haber escondido en su casa de las furias populares al Corregidor y a su hijo el 9 de agosto de 1808 y por haber sido recomendado como vicario eclesiástico interino durante el dominio de José I, aunque fuera nombrado legalmente como tal por el arzobispado afrancesado suplente; con eso, y con las intrigas que nunca faltan de los aspirantes "legales" al cargo, hubo bastante para que en 1810 se le sustituyese por Esteban Sánchez de León y se le desterrase a Agudo, donde murió el 16 de octubre de 1811. Escriben sobre él los padres Inocente Hervás y Buendía y, sobre todo, el agustino recoleto secularizado Joaquín de la Jara, en la nota sexagésima de la edición de su única obra conocida hasta el momento, el citado Compendio, cuyo texto deturpó sin embargo sustituyendo las rimas agudas por las llanas y limando el texto otras veces. Menos datos aportan Delgado Merchán y Rafael Ramírez de Arellano. Hasta aquí lo que el investigador saca en limpio de lo conocido hasta ahora.

Mucho más he averiguado yo por mi cuenta.  En el Semanario de Salamanca entre 1794 y 1798 numerosos poemas líricos y artículos polémicos bajo el pseudónimo "Lidoro" contra el académico Munárriz y otros autores que se datan en Ciudad Real, algunos de los cuales ofrecen curiosas informaciones sobre la ciudad manchega y personajes de sus círculos intelectuales. Picada mi curiosidad, decidí ahondar más, sin sospechar siquiera que Almenara tuviera que ver en el asunto. Tras no pocas cábalas, fui atando cabos y encajando las piezas y llegué al fin a algunas conclusiones: primero, que era un religioso, más probablemente secular que regular; segundo, que la cronología casa con Sebastián Almenara; tercero, que Lidoro Sirenay era muy amigo del catalán José Boada, a quien recomienda calurosamente en un poema que le dedica en el Semanario de Salamanca, y que ambos, Sebastián de Almenara y José Boada, aparecen como amigos y contertulios también en un importante documento exhumado por Juan Díaz-Pintado (AHN, Consejos, leg. 2326, exp. 11) fechado en 1790, donde se hace a Almenara también lector de gacetas y aficionado a la literatura. Cuarta, que si era doctor, ese título tuvo que obtenerlo en alguna universidad, y si vino de fuera, es posible que esa universidad fuera la de Salamanca, que tanto echa de menos el tal Lidoro Sirenay. El daimieleño Pedro Estala, el amigo de Godoy y Moratín, alaba los conocimientos del autor, a quien debía conocer, ya que Lidoro lo cita bajo su capuz poético Damón (que le pusieron, además de por helenista, por sus maneras algo "mujeriles"). Quinto, su única obra conocida hasta ahora, el Compendio histórico, recuerda una obra homónima publicada en Salamanca, el Compendio Histórico de la Ciudad de Salamanca… (Salamanca: Antonio de Lasanta, 1776), del que es autor el sacerdote Bernardo Dorado (1710-1778). Sexto, la acusación de afrancesado casa también con su estrecha vinculación al profesor de Salamanca y obispo manchego Francisco de la Dueña Cisneros (Villanueva de la Fuente, 1753 - Madrid, 1821). Pero las pruebas definitivas ya las incluí en uno de los volúmenes recopilatorios del IEM.

Almenara escribió en Ciudad Real varios poemas para elogiar a los soldados caídos del Regimiento de España cuando acabó la Guerra contra la Convención, pero también muchas más obras en verso de sesgo arcádico, horaciano y costumbrista, y muchos artículos de prosa (crítica y polémica literaria, sobre todo) que tengo editadas y estoy demasiado cansado para publicar. La obra de Lidoro/Almenara es muy abundante en prosa y verso y viene toda reseñada en Francisco Aguilar Piñal, Índice de las poesías publicadas en los periódicos españoles del siglo XVIII, Madrid, CSIC , 1981, ''s. v''. Lidoro, Lidoro de Sirene o Lidoro Sirenay o Sirenaye.  Sus versos están llenos de resabios de fray Luis de León y de la lírica del XVI. Conocía a Antonio Calama, párroco de Villarrubia de Santiago, en Toledo y coeditor de las Poesías póstumas (1793) de José Iglesias de la Casa, el famoso poeta homosexual. Quien más ha tratado sobre el enigmático Lidoro, sin saber quién era realmente, y su importancia como líder de una serie de poetas salmantinos ha sido Fernando Rodríguez de la Flor en su El semanario erudito y curioso de Salamanca (1793- 98). Madrid, Facultad de Ciencias de la Información, 1984, y en otros trabajos como “Poéticas y polémicas en el "Semanario erudito y curioso de Salamanca" (1793-1798)”, Castilla: Estudios de literatura, núm. 9-10, 1985, págs. 129-142 y “La Guerra de la Convención en el  Semanario Erudito y Curioso de Salamanca”, Estudios de Historia Social, núm. 52-53, 1990, págs. 425-434. Pero este artículo ya se pasa de largo. Ya les diré en otra ocasión sobre manuscritos autobiográficos inéditos o perdidos sobre la Guerra Civil en Ciudad Real que al parecer nadie conoce o ha mencionado o tiene interés en divulgar.

jueves, 14 de junio de 2018

John dos Passos y los novecentistas manchegos

Cualquiera que lea las memorias de John dos Passos, el famoso escritor de la Generación Perdida estadounidense, The best times. An informal memoir (1966) se topará con algunos manchegos que no suelen asomar por los encenagados melonares de nuestra prensa: el ciudarrealeño José Castillejo, secretario de la Junta para la Ampliación de Estudios, y el pedagogista valdepeñero Lorenzo Luzuriaga. Si hablásemos de castellanomanchegos el círculo aún sería más amplio: Tomás Navarro Tomás, etcétera. De José Castillejo hace una elogiosa etopeya. Lo conoció en la pensión Boston de la Puerta del Sol, hacia 1915. Escribió a su amigo Arthur enorgulleciéndose de haber hecho una amistad allí que él no habría dudado en aprobar:

"Don José Castillejo, un hombre de acuerdo con tus convicciones más profundas... Es un liberal a la antigua, del siglo XIX, jefe de una sección del Partido Educador en España, un hombre muy brillante y enemigo de toda forma de oscuridad, así como un pacifista al estilo de Lowes Dickinson... Tiene también (añadía yo maliciosamente) ese sutil esnobismo humanitario de todos los Defensores del Género Humano (quiero decir que hay que odiar un poco para ser humano)..."

Dos Passos escribió luego una novela de inspiración cervantina, Rosinante to the road again / Rocinante vuelve al camino (1922), en que describe las aventuras de dos nómadas que van de Madrid a Toledo en los años posteriores a la I.ª Guerra Mundial. El viaje fue real: lo realizaron el estadounidense y su amigo y traductor José Robles, protagonistas apenas disfrazados de esas aventuras. En esta obra, además, se dejan caer numerosas consideraciones sobre las costumbres, la literatura y el arte del país.

En una carta escribe que "lo maravilloso de España... es que es una especie de templo de anacronismos. Nunca estuve en un lugar donde los estratos de las civilizaciones celta, ibera, fenicia, griega, romana, mora y francesa hayan pasado a través de cada persona y dejado algo allí con vida."

En 1916 Dos Passos hizo amistad con José Robles Pazos, quien sería profesor en la universidad John Hopkins de Baltimore en los años veinte. Tradujo al español su Manhattan Transfer, y su mujer Márgara Villegas el Rocinante. El profesor español vertió además a nuestro idioma alguna obra de Sinclair Lewis. Al estallar el golpe de los militares contra su propio pueblo, Robles estaba de vacaciones en España y trabajó como traductor e intérprete, ya que sabía ruso; pero sus puntos de vista independientes y abiertamente en conflicto con los enviados estalinistas de la Unión Soviética, provocaron que fuera asesinado por agentes rusos seguramente a las órdenes de Orlov a principios de 1937. El periodista de izquierdas estadounidense Josephine Herbst, en una visita al frente, descubrió que había sido detenido y fusilado como supuesto "espía franquista", y transmitió esta información a Ernest Hemingway y Dos Passos que estaban en Madrid. Dos Passos no se lo creyó, pero Ernest Hemingway consideró justo el asesinato, y eso motivó que ambos escritores ya no volvieran a ser amigos nunca más. La esposa inglesa de Castillejo, Irene Claremont, nada dice sobre Dos Passos en sus memorias Respaldada por el viento, que les aconsejo encarecidamente lean. Están muy bien escritas, fuera de los interesantes detalles que da sobre su marido, sobre Ciudad Real, sobre La Mancha y sobre la España de entonces.

martes, 24 de abril de 2018

La muerte de un comunero

Estaba escribiendo sobre una serie de cosas que pasaron a fines del siglo XVIII en el convento de las Terreras, pero el artículo sobre los comuneros de Marcelino y la celebración del día del libro me han impulsado a variar de tema y transcribirles una magnífica poesía desconocida de un escritor ciudarrealeño de comienzos del siglo XIX que fue el mejor periodista manchego de ese siglo, Félix Mejía (1776-1853). Cuando la descubrí me conmovió y sentí que era la mejor que se había escrito sobre el tema. El autor militaba en una sociedad secreta prodemocrática del Trienio Liberal (1820-1823) que tenía el nombre de Confederación de Caballeros Comuneros. Dedicó a Juan de Padilla este poema en un número triple de El Zurriago (67-68 y 69), [octubre] 1822, pp. 7-10:

A LA MUERTE DE JUAN DE PADILLA.

Victrix causa diis placuit, sed victa Catoni, Lucano, Farsalia.

“La causa de los vencedores plugo a los dioses, pero la de los vencidos plugo a Catón”.

Cúbrese el cielo y rompe horrisonante
el rayo su prisión; el ronco trueno
en los cóncavos montes se repite
con tremendo zumbar, áspero silbo
lanza el ábrego airado
y se estremece el orbe consternado.

Ruge el abismo y de su seno arroja
la desgracia y la muerte, y no a su aspecto
hace temblar al justo, que, inmutable,
sigue de la virtud que venerara
el sagrado sendero:
más fuerte el justo es que el orbe entero.

Ciñera España con la regia insignia
de un extranjero la ambiciosa frente,
y él, cual maligna sierpe que devora
al mismo incauto do encontrara abrigo,
ingrato maltratara
la nación que hasta el solio le elevara.

El capricho fue ley; a sus mandatos
tembló la humanidad. De oro sediento
la Iberia saqueó que so la grave
mole del duro trono estremecida,
opresa, quebrantada,
maldijo tarde su elección errada.

Y calló envilecida y ni un suspiro
osó exhalar. ¿Qué fuera de su esfuerzo,
de su antiguo valor? ¿Del gran Pelayo
los belicosos hijos sus cervices
así inclinan al yugo
que imponerles a un déspota le plugo?

Uno sólo se alzó. Sólo Padilla
de libertad el grito penetrante
osara al aire dar. Lo oyó el tirano
y en su solio tembló. Pálido tinte
vierte el miedo en su frente
y mil espectros en su opaca mente.

Empero, luego los rabiosos ojos
gira en torno de sí y a sus legiones
llama a lid fratricida. ¡Y hay soldados
que sostienen al monstruo que, insolente,
hace una befa impía
de un pueblo sin el cual nada sería!

Le obedecen y marchan. Truena el bronce
mil muertes arrojando y, al impulso
del acero español, sangre española
los campos enrojece y… ¡Oh destino!
¡Oh, patria desgraciada,
en Villalar por fin encadenada!

Atroz sonrisa al contemplar su triunfo
baña la faz del déspota ominoso.
Arde ya en sed de sangre. “Muera” –dice–
“el que rebelde a mi mandar se opuso,
y España en su exterminio
a respetar aprenda mi dominio”.

Dice y, bajas las cejas y reunidas,
sus pupilas ocultan. Blanca espuma
vierten los negros labios, humo arroja
por la abierta nariz, convulso tiembla,
le sofoca la ira:
sólo venganza el corazón respira.

Parte el héroe al suplicio. Débil lloro
lanzan los viles que lidiar no osaron.
Los venales traidores que vendieran
a su patria infeliz el pecho sienten
de horrenda angustia lleno,
y él, que marcha a morir, marcha sereno.

“¿Y qué yo he de temblar? ¿Será la muerte
la que pueda espantarme e impetrando
un indigno perdón ante las plantas
de mi opresor caeré? ¿Y él sonrïendo
mirará su victoria,
y mi flaqueza realzará su gloria?

¡Ah! No, nunca será. Tiembla el malvado,
pero no el inocente. Sea Padilla
fuerte en morir cual en lidiar lo fuera,
no se diga temió. Y más no admire
el orbe confundido
a Carlos vencedor que a mí vencido.

¿Será que pueda un bárbaro decreto
cubrir de infamia la virtud honrosa?
Me apellidan traidor, mas dondequiera
que exista un solo pecho de la patria
en amor inflamado,
será mi nombre sin cesar loado.”

Con tan dulce esperanza envanecido
a la muerte camina. Su cabeza
con majestad se alza, y en sus ojos
brilla un fuego de gloria. Firme el paso,
la presencia imponente,
virtud y honor respira solamente.

Parece que va al triunfo. El aparato
ve de su muerte sin temor. Tan sólo
con una tierna lágrima un suspiro
lanzara por su esposa; luego, ufano,
“Adiós” –dice– “Castilla”,
y ofrece el cuello a la feroz cuchilla.

Hay textos muy divertidos y profundos del autor manchego que no se conocen todavía; algunos, como ya descubrí en un artículo más o menos reciente, se esconden en los dos años en que redactó íntegramente el suplemento de El Eco del Comercio al volver de su exilio en Estados Unidos, Guatemala, México y Cuba. Conseguí hacerme con una colección completa de este suplemento que merecería una edición facsímil. Al menos para la historia de las letras manchegas, si es que tal cosa interesa a alguien. Es nuestro mejor escritor del siglo XIX, autor de dramas, obras históricas (la Vida de Fernando VII y los Retratos políticos de la revolución de España) y una de las primeras novelas históricas conocidas en español, el Jicotencal, publicada en Filadelfia en 1826.

martes, 6 de junio de 2017

Mitología y superstición manchega

Hay unos blogs bastante interesantes consagrados a supersticiones antiguas de La Mancha:

1. Este es el primero.

2. Este es el segundo.

3. Este es el tercero.

Contienen algunos trabajos de campo interesantes y documentaciones sin referencias claras sobre la estantigua, los duendes martinicos y motilones, Maraúña o Mariuña, especie de deidad acuática, nereida o ninfa maligna de las aguas, moras, pejigueras, marimantas, peregrinos, remolinos, saetones o setones, trocanta, zarramaca, etc., etc., etc. 

El mayor compilador, del que veo beben muchos, creo yo es Carlos Villar Esparza, porque repiten muchos textos suyos aparecidos en la Revista de Folklore.

martes, 30 de mayo de 2017

Entrevista a Ángela Vallvey

Ángela Vallvey: «Puedes cometer otros excesos, pero si eres cursi estás muerto», en La Razón, 29-V-2017:

Acaba de recibir el Premio Barcarola 2016 de poesía que concede la prestigiosa revista.

Acaba de recoger el premio Barcarola de poesía, aunque el fallo del jurado se produjo en 2016. Así ocurre cada año con los galardones que concede esta prestigiosa revista literaria, que son entregados en el Salón de Plenos del Antiguo Ayuntamiento de Albacete. Ángela Vallvey resultó la ganadora con «Epidemia de Fuego». Novelista, escritora y periodista colaboradora de LA RAZÓN, en todas estas facetas ha recibido galardones, pero reconoce que la poesía es para ella «algo muy importante y especial». Su libro es un poemario que, a su vez, está dividido en otros tres: «Diario de un parado», «Tengo un jardín salvaje» y «El código secreto».

–No es su primer premio poético.

–Tengo otros dos, pero es que publico poesía de tarde en tarde porque no es fácil. La poesía no la lee, ni la edita nadie y es difícil encontrar un premio limpio en el que se pueda defender un libro.

–¿Qué espacio ocupa la poesía entre sus diversas facetas?.

–Muy grande. Tengo inclinación a practicar todos los géneros literarios, con mayor o menor fortuna, pero la poesía es algo muy especial, para mí siempre ha sido un coto pequeño y cerrado, pero muy importante. Lo vivo como algo esencial de mi manera de estar en el mundo, no de enfrentarme a la literatura o ser escritora, sino como una postura ante la existencia, como una sensibilidad, por eso ocupa en mí un lugar privilegiado.

–¿Sigue siendo la poesía la hermana pobre de la literatura?

–Sí, porque no ha habido comercio detrás de ella, ni industria que la sostenga y haga que los talentos puedan expresarse. Hay premios que están, digamos, controlados, y son difíciles de conseguir para el común, si no estás en una serie de clubs específicos. Por eso los míos han venido cada siete o diez años, he tenido la suerte de poder defenderme en unos premios limpios, pero no es lo habitual.

–¿Conoce el movimiento poético emergente entre los jóvenes?

–Es cierto, decimos que la poesía es minoritaria, pero esto está cambiando hoy. Últimamente hay gran número de poetas con bastante éxito en las redes sociales que después venden muchos libros porque han surgido de ahí, de esos fenómenos multitudinarios.

–En «Diario de un parado» muestra sensibilidad política y social.

–Nunca había escrito poesía social, lo hice durante los años más duros de la crisis y viviéndola muy de cerca. Hago un correlato –no sé si objetivo o subjetivo– de ella. Quería hacer un retrato de la recesión, que podría haber sido más lacrimógeno o facilón, pero preferí que fuese sobrio.

–Toca muchos temas, del mundial de fútbol al terremoto de Haití, pasando por la muerte de Delibes y Berlanga o la primavera árabe.

–Es un retrato histórico en el sentido que se enmarcan acontecimientos que me afectaron como espectadora. Son hitos de unos años duros en los que ocurrieron cosas tremendas que afectaron a la gente. De fondo, la primavera árabe, que fue un auténtico fiasco que ha derivado en lo que todos sabemos. Están escritos al hilo de las circunstancias del momento, sin perspectiva histórica. Ahora igual les daba otro enfoque.

–¿Hemos salido de la crisis?

–No, para nada. Cuando empezó a derrumbarse todo, pensé que la cosa iba para veinte años. Aparte de que ya nunca será como fue en los momentos de mayor abundancia y derroche. Recuperar aquella riqueza después del descalabro en nuestro patrimonio será difícil, sobre todo las clases medias, que hemos sido descapitalizadas, desamortizadas. Se les quitó la mitad de lo que poseían entre propiedades, salarios, ahorros...El resultado es mucho dolor e involución en aspectos sociales.

–Su libro segundo, más introspectivo, está influido por la cultura samurái.

– Yo practicaba artes marciales y soy una enamorada de Asia, de lo oriental, de su poesía, que he leído mucho, poesía china clásica y poetas actuales que encuentro. Mi fascinación derivó en esos poemas.

–¿Qué representa su «jardín salvaje» del que habla?

–Primero, yo llevo dentro un samurái (¡ja ja ...!), pero pacifista. Entiendo el espíritu de lucha como algo simbólico, traducido a mi tiempo y a mis circunstancias, a mi sensibilidad. La metáfora del jardín la veo como una manera de construir la intimidad, el amor, el mundo de mi vida diaria, con las propias manos en el día a día.

–¿Es su yo más protegido?

–Sí, cuando escribo poesía o novela, tengo mucha tendencia a ocultarme y a veces pienso, ¿qué estoy ocultando? Quizá es más pudor, la timidez o la falta de presunción. Estos poemas que he sacado del fondo, de mi manera de ver la vida y las cosas son un ejercicio de introspección y una metáfora de mi relación con el mundo, que me cuesta mucho.

–¿Cuál es su «código secreto»?

–El amor. Yo no he escrito muchos poemas de amor y estos pensé en hacerlos sin pudor, sin temor, porque tengo mucho miedo a caer en la cursilería, un pecado tremendo para un poeta. Puedes cometer otros excesos, pero si eres cursi estás muerto.

–La poesía como luz...

–Desde el punto de vista de la mera existencia, la poesía es para mí muy importante. Es mi luz, un elemento y un alimento de primera necesidad.