jueves, 25 de mayo de 2017

Motivarse y prepararse para superar una oposición

Carmen Sánchez Silva, "·El truco para opositar con éxito", el País, 25-V-2017:

En septiembre comenzará el goteo de convocatorias de empleo público. Se prevé una competencia sin precedentes por eso hay que prepararse para poder superar las pruebas

Empieza la cuenta atrás. Sin prisa pero sin pausa porque las convocatorias de la macro-oferta de oposiciones que ha anunciado el Gobierno para este año comenzarán a abrirse dentro de poco. Según el Ministerio de Hacienda y Función Pública, el tiempo comenzará a correr a partir de septiembre, una vez se aprueben los Presupuestos de 2017, pues “el procedimiento tiene unos tiempos muy establecidos y es frecuente que la burocracia vaya con cierta demora”.

Para no perderse en la ingente tarea de preparar estos exámenes que tendrán una acogida probablemente sin precedentes (las solicitudes de información a las academias ya han aumentado un 25% sin que las convocatorias se hayan abierto, según la confederación que las agrupa, CECAP), los expertos lanzan una serie de consejos para que los aspirantes superen las pruebas.

Gloria Oliveros, directora de Empleo Público de Adams, resume las principales ofertas de empleo público aprobadas y pendientes de convocar en Madrid, Andalucía, Cataluña, Aragón, Valencia y Galicia: abundan las de auxiliar administrativo, administrativo, asistente social, gestor de empleo, médicos y enfermeros, Mossos d'Esquadra, bomberos, agentes rurales, gestores tributarios, funcionarios de prisiones, educadores sociales, psicólogos, juristas, criminólogos, policía local, auxiliares de enfermería, celadores, cuerpos procesales y de auxilio judicial, de gestión de la Administración del Estado, maestros...

El Centro de Estudios Financieros espera que salgan bastantes plazas para inspectores de hacienda y de trabajo. Para estar al tanto de las oposiciones que van convocándose, el Gobierno ha habilitado este buscador en Internet.

El primero, que se pongan manos a la obra ya, antes de que salgan las plazas, porque una oposición no se prepara en tres o cuatro meses, advierte María Jesús Pérez, consejera delegada de Adams. Y así se evita lo que esta directiva llama “compra por impulso”, que luego lleva a las deserciones (generalmente tres de cada 10 personas inscritas no acuden a los exámenes).

Y ponerse manos a la obra es dedicar tiempo a elegir bien la oposición a la que optar, aconseja Ángela de las Heras, directora del área en el Centro de Estudios Financieros (CEF). “Existe mucho desconocimiento. El candidato debe informarse sobre el abanico de posibilidades a su alcance y cuáles son las más idóneas para él. Hay muchos cuerpos de la Administración poco conocidos, como los interventores del Estado, los inspectores de seguros o del Banco de España”, indica.

Una cuestión muy a tener en cuenta en esta selección es que cuanto más fácil es la oposición, más gente se presenta. “Hay que tener la moral muy alta ante tanta competencia”, advierte De las Heras, que pone como ejemplo las pruebas de Justicia que se van a convocar: a las oposiciones de auxilio judicial pueden presentarse 70.000 instancias, a las de tramitación procesal 40.000, a las de gestión procesal 10.000 y a las de letrado 2.000. Las plazas que ofrecen oscilan entre casi 400 y 800.

Regularidad

También se debe tener presente cuál es la administración convocante y el tipo de pruebas que realiza. Si se trata de oposición abierta o concurso-oposición, que reserva plazas para los trabajadores interinos, explica el profesor de la Universidad de Alcalá de Henares Miguel Sánchez Morón, lo que resta posibilidades a los aspirantes sin relación laboral con la Administración. Y no sólo eso, es importante fijarse en la regularidad de las mismas, recomienda De las Heras, pues las posibilidades aumentan cuando se trata de oposiciones con periodicidad anual, que permiten acceder a los nuevos exámenes en caso de suspender los otros. "La regularidad del Estado no se encuentra en las administraciones locales", apoya Cristina Cid, jefa de estudios de la Academia Postal de Vigo.

Informarse para elegir bien y empezar a estudiar antes de que salgan las plazas, los dos primeros consejos

Desde su punto de vista, el secreto para vencer una oposición es el tiempo, la constancia y la buena organización. “El que aguanta acaba aprobando”, sostiene. Por eso es bueno marcarse unos plazos. Y estos son un tanto variables, en función del centro de formación al que se pregunte. Para las oposiciones que exigen menor titulación el tiempo de preparación debería estar entre nueve meses y año y medio y para las que requieren un grado universitario se necesitan entre dos y tres años (a excepción de las más duras: registros y notarías, abogados del Estado, jueces, inspectores de hacienda..., que precisan de periodos muy superiores).

Marta, opositora de 32 años, recomienda planificarse semana a semana, “has de tomártelo como si fuese un trabajo, dedicarle las mismas horas y hacer deporte para evadirte. También debes lidiar con la incertidumbre de no saber cuándo serán los exámenes y preocuparte de que el temario esté actualizado”. Isabel Buleo, de 30 años, se prepara para cuando se convoquen las oposiciones a profesor de Secundaria el año que viene porque ser maestra siempre ha sido su vocación, El consejo que da a sus colegas opositores es que mantengan la motivación y no hagan caso a rumores políticos o a las personas cercanas que sólo hablan de la dificultad de las pruebas por la enorme competencia.

miércoles, 24 de mayo de 2017

Nueva biografía de Eugenio d'Ors

Juan Bonilla, "Eugenio d'Ors, de ángel a mineral", en El País, 24-V-2017:

No se trata de ser joven o viejo sino de convertirse en mineral o ángel, dijo al final de sus días el autor de 'Tres horas en el Museo del Prado'. Ahora una minuciosa biografía de Javier Varela sobre el escritor barcelonés, Premio Gaziel de Biografías y Memorias, examina con detalle y sin la menor complacencia la personalidad exacerbada del escritor
Como casi todas las buenas historias, la biografía de ese ser contradictorio y fascinante que fue Eugenio d'Ors -escrita por Javier Varela y ganadora del Premio Gaziel 2016 de Biografías y Memorias y titulada Eugenio d'Ors (1881-1954), publicada por RBA- cuenta una transformación. Al fin y al cabo eso es la Historia: transformación. Aunque en este caso parezca una transformación que se muerde la cola. La de Eugenio d'Ors aparentemente no puede ser más espectacular: pasó de ser un nacionalista catalán radical en su brillante juventud a un falangista imperial en su decadente vejez. Pero en realidad el cambio sólo estaba en la etiqueta: no tuvo que dar ningún volantazo para que se operara esa violenta transformación.D'Ors lo recubría todo de tal conceptismo barroco, y apelaba con tan buena prosa a las imposiciones de las circunstancias (no en vano era un escritor de diarios más que un filósofo, por mucho que Aranguren tratase de estudiar y definir La filosofía de Eugenio d'Ors), que se diría que todo podía mutar menos él: o sea, siguiéndolo se alcanza la eficaz convicción de que el nacionalismo catalán y el falangismo tampoco eran tan distintos, un mismo club con diferente equipación dependiendo de dónde jugara. Varela ha escrito un libro extraordinario que sigue muy de cerca a su personaje a través de las huellas que este fue dejando, que fueron miles dada su grafomanía incurable. Hacia 1903 pululaba por Barcelona un grupo de catalanistas imperiales que defendían que más que separarse de España, Cataluña debía aspirar a conquistarla -en los años 20 el poeta Foix escribiría un ensayo con esa misma médula: el futuro de la península, Lisboa incluida, pasaba por catalanizarse-. Entre esos intelectuales estaba el singular Francesc Pujols, más humorista que pensador si se considera oxímoron ser un pensador humorista. Fue el que declaró de modo memorable que "llegaría el día en que los catalanes podrían ir por el mundo entero con todo pagado". D'Ors, amigo de Pujols, no llegaba a tanto: se proponía una síntesis entre Cataluña (apolínea, armónica, ágil de colores y formas) e Iberia (dionisíaca, incivil, perezosa y trágica). Durante años, en su Glosari, representaba lo ibérico con trazo grueso: la sirvienta que vacía un orinal en plena calle, las ovejas que los campesinos hacen desfilar por una calle de Madrid, en contraste con la Cataluña fina, la Cataluña civil que él encarnaba. Ajeno a lo pompier -aunque terminó siendo más pompier que nadie- d'Ors, aún muy joven, se convirtió en la voz de Cataluña, un intelectual -más que un escritor- que proponía un sistema que afectaría a la ética y a la estética (y no es casual desde luego que sus páginas estéticas mantengan hoy un vigor que las otras, tan llenas de bizantinismos, han perdido). Muestra muy bien Valcárcel cuál fue el doble juego de d'Ors cuando su discurso empezó a desafiar al viejo catalanismo -mucho más humilde que el suyo, más aldeano, menos dado a la grandeza histórica, aunque a veces, como en el caso de Pujols, parezca que en esa grandeza no tiene más remedio que haber mucho del mero humorismo de quien no quiere darse cuenta de que las palabras queman-. En Cataluña se presentaba como víctima del centralismo y se refugiaba, a la manera de tanto político de hoy, en la seguridad de la sinécdoque: quien atacaba a d'Ors estaba atacando a Cataluña. Sin embargo fuera de allí, reprochaba al nacionalismo su cerrazón. Cuando escribía para periódicos catalanes, echaba pestes contra Castilla. Cuando escribía para periódicos de Madrid, todo eran loas a la Institución Libre de Enseñanza, a la poesía de Juan Ramón, y a las fiestas intelectuales del Museo Pedagógico de Cossío. No cabe discutirle a d'Ors su magnitud como crítico estético, alentador de un movimiento de transición entre el XIX y la nueva era como el Noucentisme: supo ver antes que nadie que el modernismo ya era viejo, que el simbolismo había gastado todas sus balas y propuso un arte nuevo que ampliara las fronteras de las disciplinas estéticas para adquirir verdadera relevancia social. Pero cuando el testigo lo recogieron los violentos vanguardistas, la posición de d'Ors -según consigna Juan Manuel Bonet en su Diccionario de las Vanguardias en España- fue ambivalente. Ambivalente es un buen adjetivo para definir a casi todo d'Ors: todo lo de los demás le causaba escepticismo y todo lo suyo entusiasmo -y no se olvide que entusiasmo, etimológicamente, significa "estar habitado por un Dios"-. No es raro, pues, que d'Ors usase y abusase de las metáforas angelicales para definir su propia filosofía -sin alcanzar a definirla nunca, convencido como estaba de que una definición es una derrota-. Pero apenas cabe duda de que, de su obra, lo que mejor ha resistido el paso del tiempo es precisamente el apunte de arte (no en vano sus libros más vivos son Tres horas en el Museo del Prado, Arte de entreguerras o Arte vivo). En la biografía de Varela seguimos los aconteceres de una vida expuesta desde bien temprano, una vida en primera línea, con conciencia, a veces muy inflada, de influencia en la realidad. De ahí que sus vaivenes fuesen tomados por el propio d'Ors como vaivenes de toda la época: su defenestración en la primera línea catalana era un hundimiento de Cataluña, su llegada a Madrid, en 1921, una prueba de que Iberia resucitaba de su sueño. D'Ors era un dandy, un seductor, "un bienqueda" con todo el que pudiera facilitarle un peldaño que escalar. "No he encontrado nunca mejor gestor de una obra propia", le definió Mircea Eliade, al que estuvo a punto de convencer de que Rumanía se merecía que apareciesen las Obras Completas de d'Ors traducidas al rumano. Sus cartas a Ortega dan un poco de vergüenza ajena, ofreciendo una pleitesía que en cuanto pudiera iba a volver epigrama. Una cosa es cierta: cuando d'Ors ejercía de epigramista, no tenía comparación. Acerca de Azorín dijo: "En cuanto a este, es una pianola. Y como el que se cansa tocándola es él...". Lo malo de un epigrama tan bueno es que leyendo el fecundísimo Glosario de d'Ors, la frase puede aplicársele al propio d'Ors. Es indiscutible su calidad de página, pero en cuanto se juntan un montón de páginas suyas, la calidad empieza a resultarnos tan cansina como una de esas conferencias en las que alguien enlaza tantas frases memorables que al final uno no se acuerda de ninguna.Su sueño imperialista le prestó la tentación de hacerse realidad con la llegada de la guerra. El golpe de Estado con que dio comienzo le pilló a d'Ors en París. No le cupo duda alguna de que su sitio estaba en Pamplona, donde contó con la camaradería del cura falangista Fermín Yzurdiaga y donde pronto empezaría a editarse el Arriba y la revista negra de falange Jerarquía, cuyo pomposo subtítulo era: Guía nacionalsindicalista del imperio, de la sabiduría, de los oficios. Varela describe así a Yzurdiaga: "Un orsiano, no sólo por su cordial adhesión a la doctrina imperial y romana, sino por su afición a la escenografía": La escenografía de aquellos días no podía alentar más a d'Ors, eran días de cruzada, de guerra de la fe contra la herejía, la guerra del azul angélico contra el rojo bárbaro del invierno moscovita. D'Ors fue recibido con todos los honores, y en seguida empezó a publicar de nuevo su Glosario. En palabras de Varela: "El Glosario comenzó a publicarse de nuevo con la mayor naturalidad el día 10 de agosto, exhibiendo una manera de impasibilidad, como si los incidentes de la historia española fueran cosa de poco, incapaces de salpicar las alturas en que se hallaba el glosador. Las palabras talismanes de d'Ors recobraban vigor: Tradición, Estilo, Clasicismo, Ángel. Por supuesto, el bando nacional lució a d'Ors en su equipo titular de intelectuales donde compartía alineación con Torrente Ballester, Laín Entralgo, Dionisio Ridruejo, Sánchez Mazas o Giménez Caballero. Es impagable el episodio en que Varela nos cuenta la jura como caballero falangista de d'Ors en la iglesia de San Agustín. El que fuera gran escenógrafo antaño no tenía el menor empacho en volverse ahora un bufón.De ser intelectual del bando nacional pasó, una vez terminada la guerra, a amenizar los salones del Madrid de la posguerra, filósofo de cámara de una nobleza de escasa cultura, en expresión de Varela. Un marqués le preguntó a d'Ors si podría resumir en cuatro palabras el existencialismo, y d'Ors por supuesto podía, soltaba uno de sus epigramas -sin importarle que ya lo hubiera soltado antes para definir la fenomenología- y todos contentos: "El existencialismo es un método para escribir sin amenidad y sin precisión lo que el poeta escribe con amenidad y sin precisión y el científico con precisión pero sin amenidad". Si le hubieran pedido a d'Ors las definiciones para los crucigramas del domingo, hubiéramos tenido los mejores crucigramas de la historia del periodismo.¿Qué papel hay que darle a d'Ors dentro de nuestra filosofía? Como se apuntó antes, Aranguren le dedicó su primer libro situando a d'Ors al nivel de Leibniz y Hegel. "Rara vez en la historia del pensar podrá encontrarse un núcleo de ideas, unitariamente organizadas, jerárquicamente independientes y tan coherentemente aplicadas", dice el joven Aranguren. Pero ¿cuál era ese sistema o en qué consistía ese núcleo de ideas que desplegaban un sistema que merecía el nombre de orsismo?, se pregunta el biógrafo de d'Ors. Y la respuesta es que eso no se respondía en el libro de Aranguren, porque no hay respuesta convincente. Una alineación de indicios que es a todas luces insuficiente: la "Doctrina de la inteligencia", que propugna la sustitución del principio de contradicción por el de participación, la "Ciencia de la Cultura", que busca constantes intemporales que construyen el eterno retorno, "La Doctrina de la Personalidad", donde destacaba la estupefaciente angeología de d'Ors. Pero el libro de Aranguren sirvió de acicate a d'Ors, le animó a esbozar un sistema filosófico que tituló El secreto de la filosofía. En realidad no era más que un corta y pega de escritos académicos que venían a demostrar que d'Ors brillaba en las glosas de una página porque en los textos de más de cinco páginas era insoportable.El final de d'Ors tiene mucho de operístico. Nunca le faltaron discípulos y admiradores. Como "hasta en la abyección hay que mantener las formas", se compró una ermita en Vilanova i la Geltrú. Todos los que lo visitaron dan fe de que mantuvo el ingenio y la gracia hasta el final, amenizando las conversaciones con erudiciones varias y anécdotas picantes. Si se dejaba ver en la inauguración de alguna exposición en Barcelona, iba siempre con gabanes ostentosos y bastones de puño de plata. Lucía un monóculo. Repetía alguna greguería afortunada: "El sereno es el único que más aplausos recibe cuanto peor ejerza su oficio". En 1951 se le echó encima la edad y ya no pudo resistir el ritmo de escritura diaria con que venía condecorando a la prensa. No se trata de ser joven o viejo -había escrito- sino de convertirse en mineral o ángel. Cuando murió, ninguno de sus discípulos asistió a su entierro. Pemán dijo: "fue la máxima cantidad de clasicismo y europeísmo que puede tolerar la mente carpetovetónica". Del otro lado, en el exilio mexicano, Moreno Villa, que lo había conocido en los años 20, escribió que era "un espectáculo de farsantería y ejemplaridad".

martes, 23 de mayo de 2017

Los perjuicios que causa la honradez en el periodismo si denuncia corrupción en los bancos

César G. Calero, "Santiago Pinetta, el héroe del periodismo que acabó de mendigo", en El Mundo, 22-V-2017:

En la estación Carlos Gardel del metro de Buenos Aires, con la frente marchita y la mente todavía luminosa, Santiago Pinetta, de 83 años, se acerca la mano a unos ojos afectados por cataratas para ver bien el billete que le acaba de dar un pasajero. Dos minutos después, una joven le ofrece un cafecito en un vaso de plástico. "La solidaridad de la gente es impresionante", comenta antes de relatar cómo cambió su vida tras la divulgación en 1994 de uno de los mayores escándalos de corrupción de Argentina: el caso IBM-Banco Nación. Una revelación que le costó cuatro atentados y una progresiva marginación profesional que le arrojó a la indigencia. Con una carrera periodística brillante en los principales medios de comunicación argentinos, a Pinetta le cambió la vida el descubrimiento de las irregularidades en la licitación realizada por el Banco Nación (la principal entidad financiera pública del país) para informatizar sus más de 500 sucursales. La multinacional IBM logró un jugoso contrato de 250 millones de dólares gracias, según la investigación de Pinetta, a las coimas (sobornos) millonarias que entregó a altos cargos del banco y a funcionarios del gobierno del peronista Carlos Menem. Pinetta fue avisado de los chanchullos en la concesión por una fuente interna del Banco Nación. Con todos los detalles a punto para armar su "noticia bomba", el reportero escribió un libro, La nación robada, que ninguna editorial quiso publicar. Tuvo que recaudar fondos entre sus amigos para que una imprenta modesta sacara a luz el libro. Ningún medio importante lo reseñó. Curiosamente, la mancha negra de la corrupción sólo obtuvo espacio en una revista llamada Humor. El periodista puso sus pruebas en manos de la Justicia y con el paso de los años varios funcionarios fueron procesados por fraude y condenados a penas reducidas. Ninguno de los implicados pisó nunca una cárcel. La Justicia recuperó sólo una pequeña parte de los 37 millones de dólares pagados en sobornos. Quien no levantaría cabeza nunca más fue el héroe de la historia."Los sicarios de IBM me hicieron cuatro atentados después de mis denuncias. Me dieron palizas, me atropelló un taxi y hasta me grabaron en el cuerpo las siglas IBM con un estilete", cuenta Pinetta a EL MUNDO en el pasillo de la estación Carlos Gardel, en el tanguero barrio del Abasto porteño.Hasta que se topó con el escándalo de IBM, Pinetta había vivido bien del periodismo. Viajó como enviado especial a medio mundo, publicó algunas exclusivas y escribió varios libros. Su suerte cambió en 1994 tras la publicación de La nación robada: "Los colegas no me daban trabajo; tuve que hipotecar un hermoso departamento para salir adelante. Luego sufrí un accidente cerebro vascular". Sin trabajo y a las puertas de la jubilación, Pinetta entró en un agujero negro del que todavía no ha logrado salir. Vive en un pequeño estudio en Buenos Aires que le alquila uno de sus nueve hijos vivos, y por las tardes se deja caer unas horas por el metro para extender la mano y llevarse unos pesos a casa. La exigua pensión de 6.000 pesos (unos 350 euros) no le alcanza para llegar a fin de mes. Sólo el gasto en medicamentos (padece una enfermedad coronaria, artrosis y cataratas) se lleva buena parte del presupuesto.

La Casa Rosada movió los hilos para despojarlo de los aportes a la Seguridad Social que había realizado durante años. Su futuro también estaba hipotecado.

Sus revelaciones no cayeron nada bien en los círculos de poder. La corrupción en el gobierno de Menem era moneda corriente. La Casa Rosada -denuncia Pinetta- movió los hilos para despojarlo de los aportes a la Seguridad Social que había realizado durante años. Su futuro también estaba hipotecado.

Hijo de un reconocido periodista y de una poetisa, Santiago Pinetta recibió de sus padres una educación exquisita. "La cultura que me dieron mis padres fue extraordinaria", comenta. Y se lanza a recitar extractos del Ricardo III de Shakespeare. "Hoy en día hemos perdido los valores de la educación y la cultura. Y sigue habiendo corrupción", se lamenta. A sus 83 años, Pinetta es consciente de que le queda poco tiempo para revertir su situación. Pese a los sinsabores que ha sufrido en las últimas dos décadas, asegura que no se arrepiente de haber revelado el escándalo de IBM-Banco Nación. "Gracias a mi investigación se salvó el banco más importante de Argentina. Yo sabía que cuando presentara el libro, aparecerían los sicarios de IBM. El propio fiscal encargado de la denuncia me dijo que no siguiera adelante, pero nunca me rendí. Con el tiempo, no me quedó más remedio que pedir la ayuda de la gente".

Hace unas semanas Pinetta fue "resucitado" públicamente al aparecer en un reportaje de televisión. Su caso volvió a ocupar algún espacio en los medios de comunicación. Tal vez por ello -cuenta el octogenario reportero- recibió hace unos días la llamada del actual presidente del Banco Nación, Javier González Fraga, nombrado recientemente por el gobierno conservador de Mauricio Macri: "Espero que me den alguna compensación para que pueda vivir con dignidad". A finales de marzo recibió un homenaje en el Congreso por parte de los periodistas parlamentarios. En el metro de Carlos Gardel no hay nadie que le aplauda o le entregue diplomas. Muchos transeúntes apenas se fijan en ese viejo enjuto que mendiga unos pesos. Una sombra con un pasado de novela: "Estuve en el bombardeo de la Plaza de Mayo en el 55, en Indochina, en Hiroshima y Nagasaki... Todo para llegar a este triste final. Pero todavía tengo esperanzas. Soy príncipe y mendigo".

Entrevista a Caballero Bonald

Entrevista a Caballero Bonald: “Tengo la cabeza que tenía hace un siglo”, 22 de mayo de 2017:

El premio Cervantes ofrece una impagable galería de retratos de personajes de la cultura española en 'Examen de ingenios'

Con Examen de ingenios (Seix Barral, 2017), J. M. Caballero Bonald despide con brillante estilo tardío ese ciclo memorialístico iniciado con Tiempo de guerras perdidas (1995) y continuado por La costumbre de vivir (2001). De sus recuerdos entresaca esta vez una selección “muy meditada y a la vez muy arbitraria” de un centenar de retratos de quienes ha ido tratando “mucho o poco, pero siempre algo” durante sus varias vidas: el niño de la guerra, el estudiante en Sevilla y Cádiz, el poeta jerezano recién llegado a Madrid, el conspicuo integrante de la generación del 50, el profesor en Bogotá y Estados Unidos, el disquero flamenco, el premio Cervantes en 2012 y la persona que, en definitiva, parece haber conocido a más gente de la cuenta y no va a empezar a callarse lo que piensa ahora que acaba de cumplir 90 años.

El recorrido, mezcla de crítica cultural, canon heterodoxo y galería de ilustres (y no tan ilustres), arroja, al mismo tiempo, un retrato de sí mismo y de un siglo de cultura en español a través de músicos, toreros, pintores, actrices o escritores “de cinco grupos generacionales, referidos por lo común a los años 98, 14, 27, 36 y 50, con los debidos excursos”.

La entrevista tuvo lugar en su casa, donde se echó a faltar su butaca de siempre, que anda estos días en el taller y quedó inmortalizada en la portada de un disco producido por él de Agujetas, cantaor retratado en Examen de ingenios. La conversación se completó después por correo electrónico.

PREGUNTA. ¿Es este canon un libro contra el canon?

RESPUESTA. En cierto modo, sí. No es que me lo planteara como norma, pero esa actitud se iba concretando a medida que escribía. La desobediencia al canon, la heterodoxia es muy saludable. La gran literatura es obra de grandes heterodoxos.

P. ¿Cuánto tiene de punto final a su obra?

R. No sé si es un punto final, pero a mi edad no puedo permitirme ya ningún proyecto a largo plazo. Ni siquiera a corto plazo. Otra cosa es que aparezca de pronto por ahí un poema.

P. Como ya hizo en sus memorias, aquí parece quedarse en torno al año 1975… ¿Por qué no adentrarse en la Transición y lo que vino después?

R. Es un asunto bastante complejo. Yo viví muy a fondo, política y humanamente, esos seis o siete años que siguieron a la muerte de Franco. Fue una etapa terrible. El apaño de la Transición, la ley de amnistía, la historia sin culpables y todo eso, el franquismo que resurge a cada paso. No deseo evocar esa experiencia. Adiós a todo eso.

P. Si en este libro ha dicho la verdad, habrá otros en los que ha mentido. ¿Cuánto de invención hay en el ejercicio de la memoria?

R. Verá. Todo eso de la mentira, en literatura, es una cuestión muy relativa. No es que se mienta, es que se inventa. La literatura es una invención y el escritor que no inventa se queda a medio camino, se atasca en la anécdota.

P. ¿Alguien se ha dado ya por aludido con su retrato en el libro?

R. Hasta ahora solo me ha llamado alguno de los que están de acuerdo con lo que digo de ellos. Los que se incomodan son más tardíos, supongo que algunos prefieren no darse por enterados, lo normal.

P. ¿Hay maldad en el libro?

“La literatura española está muy quieta, se mueve muy poco. El realismo lo contamina todo. Adiós muy buenas, a mí no me interesa nada”

R. Digamos que hay mordacidad. Y hay sobre todo mucha ironía que deriva hacia la sátira, hacia el sarcasmo, hacia una crítica a veces algo melancólica. No es que me lo plantee de antemano, es que el personaje va reclamando esos matices en el retrato. Cada texto tiene su dinámica.

P. ¿Cuál es el ingenio que sale peor parado de su examen?

R. Hay unos cuantos. Que yo recuerde, Baroja, Eugenio d’Ors, Leopoldo Panero, Josep Pla. Son algunos con los que no me llevo bien. Y eso se nota.

P. Queda la sensación de que los mejor considerados (Rulfo, Onetti, Paz) son también algunos de los que trató menos. ¿El roce con los autores (y sus manías) influye en la valoración de sus obras?

R. No, no lo creo… A Rulfo, a Onetti, a Octavio Paz, a Lezama los traté poco, es cierto, pero los valoré mucho. Vaya lo uno por lo otro.

P. ¿Por qué parece en España tan difícil de conjugar el deber de la crítica y el derecho a sentirse ofendido?

R. Ni idea. A lo mejor es que no hemos desaprendido todo lo que aprendimos mal.

P. ¿Es esta la clase de libro que uno solo escribe cuando tiene una edad? Dicho de otro modo…, ¿se habría atrevido hace 20 o 30 años?

R. Atreverme sí, o eso creo… Pero no recuerdo por dónde andaba yo hace 20 o 30 años, tampoco me veo metido en un trabajo así.

P. ¿Y lo habría hecho con más personajes de los seleccionados aún vivos? En otras palabras: ¿es más fácil ser sincero sobre un muerto?

R. Con los muertos nunca se sabe… Los muertos son muy sensibles a la crítica, por ellos mismos o por persona interpuesta. Hay quien se ha enfadado porque José Hierro, pongo por caso, o Gil de Biedma o Cabrera Infante no son santos de mi devoción.

P. Leyendo el libro, queda la impresión de que ha practicado con dedicación eso que llaman la vida cultural.

R. Con mis años me ha dado tiempo para todo, pero no recuerdo que me haya dedicado a la vida cultural, a lo que llaman vida cultural. Al principio me tentó algo todo eso, claro, pero se me pasó pronto la afición.

P. ¿Ha sido hombre de amistad fácil?

"Ando medio jodido. Menos la lepra y la fiebre amarilla, tengo de todo. Bueno, la cabeza me funciona muy bien, eso sí"

R. Me he tomado muy en serio la amistad, si se refiere a eso. He tenido buenos amigos, que no eran necesariamente escritores.

P. Tras ese “centón de retratos” del libro…, ¿qué retrato queda de usted?

R. Bueno, yo creo que el libro tiene mucho de memorias complementarias y yo ando un poco por ahí, enredado con los retratados. Digamos que yo retrato a unos personajes, pero que ellos a su vez me retratan a mí.

P. En cierto momento alaba el surrealismo como el más influyente movimiento estético del siglo…

R. Yo tengo familia surrealista y familia romántica, me llevo muy bien con las dos, que tampoco son tan distintas. El surrealismo, sobre todo como situación límite del simbolismo, es la gran conquista estética del siglo XX.

P. Sin embargo, los textos están escritos con un envidiable grado de exactitud; no sobra ni falta nada. ¿Se ha vuelto más perfeccionista con la edad?

R. No lo sé. Quizá sí. Detesto la escritura descuidada, la prosa abaratada, y eso se me ha acentuado con los años. Un libro carente de cuidado estilístico es un libro que yo me resisto a leer.

P. A juzgar por las listas de ventas, esa “comúnmente zafia novela realista española de los siglos XIX y XX” de la que aborrece en su retrato de Baroja goza de buena salud en el XXI. ¿Sigue viendo el mundo editorial lleno de escritores mediocres encumbrados, como dijo en cierta ocasión?

R. Bueno, la literatura española está muy quieta, se mueve muy poco. El realismo lo contamina todo. Las novelas realistas, figurativas, herederas del naturalismo decimonónico, son las que funcionan con éxito. Siempre digo que el sencillismo es la excusa de los poco dotados, pero resulta que eso es hoy de lo más meritorio… Pues muy bien, adiós muy buenas, a mí esa literatura no me interesa para nada.

P. ¿Ha llegado lo mejor de su producción en el último tramo de su vida?

R. Algo de eso hay, sí… Soy consciente de que con los años he ido perfeccionando el oficio. Lo que pasa es que sigo esperando ese buen poema que me permita no escribir más. Algo así de altisonante.

P. ¿Cómo le van cayendo los 90?

R. Regular, ando medio jodido. Menos la lepra y la fiebre amarilla, tengo de todo. Bueno, la cabeza me funciona muy bien, eso sí. Tengo la cabeza que tenía hace un siglo.

P. ¿Cómo definiría la vejez?

R. La vejez es sin paliativos una cabronada, una maldita sucesión de pérdidas.

P. ¿Y se entiende bien con el mundo, tan tecnológico, tan apresurado, en el que vivimos?

R. No, qué va, no me entiendo para nada. Todo eso de las páginas web y las redes sociales me trae sin cuidado. Tengo entendido que hay colegas que dicen comunicarse con el mundo por ese sistema. ¿De qué coño hablan y con quién?

lunes, 22 de mayo de 2017

La Virgen y Sloterdijk

Podemos y una serie de nacionalistas de distinta laya, aprovechando la Gran Recesión de 2008 provocada por una política amoral y un bancarismo sin freno, pugnan por encaminar al país hacia una nueva constitución o incluso una tercera república, o eso creen. Y Pedro Sánchez, primero que ve venir esto desde el PSOE y en darle algún crédito, no parece haber asumido sino muy de mala gana y muy lejanamente esa idea, pese a que tan borrosa visión se vaya dibujando cada día con más fuerza y más clara en el horizonte mientras se desvanece y difumina al mismo tiempo el pútrido bipartidismo postfranquista, periclitado ya, pero que no termina nunca de morir tras cuarenta años de transición hacia la nada... o hacia Europa (es lo mismo: ya solo somos una unidad de destino en lo europeo). 

Al menos esa esperanza de Constitución o de República era una posible solución (nadie ha formulado otra), no solo una ilusión. Porque este bipartidismo está formado por una serie de políticos amorales y mentirosos, discípulos de Maquiavelo, como los que tanto criticó Peter Sloterdijk en su Crítica de la razón cínica: casi todo el PP (salva quizá Cristina Cifuentes) y un Susanismo social-demo-caciquil lleno de viejos momios y momias y jóvenes y jóvenas sin ideas. Junto a ellos figuran unos sindicatos políticodependientes ansiosos de prevenderse y prebendarse, una burguesía anciana, pensionista y profundamente mediocre y una masa de ninis malcriados en la inmundicia social del paro y del botellón y en un sistema educativo lleno de agujeros que se ha resignado ya solo a poner las etiquetas que les cambian cada año en vez de crear ciudadanos cultos, preparados, críticos y conscientes... y algo mejor que todo eso: honrados y laboriosos.

Todos estos españoles no poseen ya otra ideología que la del piojo y son incapaces de trabajar por su país, sino que se limitan a esperar que el país trabaje por ellos. Porque el país entero parece estar esperando algo, no se sabe qué, acaso una nueva aparición de la Virgen... Una nueva Constitución o una III República les parecería más difícil de entender, al menos con la Enciclopedia Álvarez de tercer grado que forma toda nuestra hipócrita, tenue y mentirosa cultura general.

Los ricos siguen empobreciendo a la clase media

Daniel Viaña, "Más ricos, más pobres y menos clase media", en El Mundo, 22 may. 2017:

La clase media es la que hace crecer económicamente a un país, la que permite que la población con menos recursos prospere y la que, a su vez, sirve para que las capas medias puedan acercarse a las más altas. Y es, precisamente, la que más ha sufrido la crisis económica en España, razón por la que la depresión ha sido tan marcada.La muestra más evidente de esta situación es un estudio que el año pasado publicó el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas junto a la Fundación BBVA, y que arrojó un dato demoledor: «Cerca de tres millones de personas se han desplazado de la zona central a la parte baja de la distribución de la renta y han pasado de verse como clases medias participantes del progreso a sentirse vulnerables a las consecuencias de situaciones difíciles». Esto quiere decir que desde el inicio de la crisis hasta 2013, que es el último año que analiza la investigación, tres millones de personas fueron expulsadas de la clase media. De forma paralela, el Instituto Nacional de Estadística (INE) constató hace unos meses que la tasa de riesgo de pobreza o exclusión social en España -el llamado indicador Arope- rozaba el 28% en 2016. La cifra supone un descenso desde el pico del 29,2% que alcanzó en 2014, pero todavía está muy por encima del 23,8% de 2008, que es el primer año en el que se publicó. Además, la tasa evidencia que más de un cuarto de la población española está en una posición de vulnerabilidad. Esta grave situación también afecta de manera muy importante a la población infantil y, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), un 23,4% de los más jovenes vive en la pobreza. El dato contrasta con la media del 13,3% del conjunto de la OCDE, y la lectura que realiza esta misma organización es que el origen se encuentra en el alto desempleo. Y, mientras tanto, el número de grandes patrimonios ha crecido de manera muy importante desde ese histórico 2008. En concreto, el último informe de riqueza elaborado por Capgemini y Royal Bank of Canada (RBC) Wealth Management evidencia que «el número de grandes patrimonios se ha incrementado más de un 50%» desde el inicio de la crisis hasta 2015. «El último dato apunta que el número de millonarios aumentó en 15.000 individuos, hasta cerrar 2015 con casi 193.000. Esta cifra representa un crecimiento del 8,4% con respecto a 2014 y es el mayor incremento registrado en Europa, seguido de Países Bajos (7,9%), Francia (5,9%) y Alemania (5,6%)», según explican ambas firmas en su informe, a lo que añaden: «Si se compara con respecto al año 2008, el número de millonarios en España aumentó más de un 50%, desde los 127.100 de hace ocho años». Pérdida de poder adquisitivoA esta fuerte polarización de la sociedad se le debe sumar otro factor de gran importancia: la pérdida de poder adquisitivo que ha sufrido la población. Esto quiere decir que, por ejemplo, una persona que antes de la crisis pertenecía a la clase media y que ahora lo sigue haciendo, hoy tiene un nivel de vida sensiblemente inferior al de 2005, 2006 o 2007. Así lo evidencian trabajos como el Monitor Anual Adecco sobre Salarios que se publicó la pasada semana, y en el que se ofrece la siguiente conclusión: «En el último lustro, se ha acumulado una caída en el poder adquisitivo de la remuneración media española de un 2,4%». Este dato, además, se ha visto suavizado por la baja inflación de los últimos años, pero el IPC ya ha comenzado a repuntar y amenaza con reducir aún más la capacidad de los salarios. Por ello, será complicado que el Gobierno siga pregonando la necesidad de mantener la moderación salarial -y, de hecho, ya lo ha comenzado a hacer en algunos foros-. Éste ha sido un aspecto fundamental para comenzar a salir de la crisis, ya que ha permitido que el país gane competitividad y que el sector exterior haya sustituido, al menos en parte, al consumo interno. Pero ahora cada vez más organismos, incluidos la citada OCDE o el Banco Central Europeo (BCE), recomiendan que los sueldos deben crecer. En caso contrario, y si el coste de la vida crece por encima de los salarios, lo que ocurrirá es que la población se empobrecerá más, que las diferencias entre los que más y los que menos tienen se agudizarán y que, en definitiva, las dificultades para mejorar los estándares de vida se verán incrementadas.

domingo, 21 de mayo de 2017

Javier Marías, La peligrosa parodia

Javier Marías, "La peligrosa parodia", en El País, 21-V-2017:

Miro la primera plana del diario y lo único que me reconforta es el aspecto satírico de cuanto acontece, que me impide tomármelo del todo en serio.

HACE YA tiempo que temo echarle el primer vistazo al periódico de la mañana. Uno va de sobresalto en sobresalto, de noticia en noticia alarmante cuando no espantosa. Ya sé que siempre ha sido así; que las noticias buenas no son noticia y que lo que la gente desea por encima de todo es indignarse y escandalizarse. Y este deseo no ha hecho sino ir en aumento desde la aparición de las redes sociales y la dictadura de la exageración en el periodismo. Pero basta retroceder unos meses para recordar que la situación del mundo no era tan delirante con Obama en la Presidencia, con el Reino Unido integrado en la Unión Europea, con Venezuela sin golpe total de Estado ni tantos muertos en las calles (los golpes de Chávez eran graduales), con Francia sin elecciones deprimentes, con Turquía sin absolutismo y represión feroz, con Egipto sin lo mismo.

Miro la primera plana del diario, ya digo, y lo único que me reconforta (me imagino que no soy el único) es el aspecto paródico de cuanto acontece, y que me impide tomármelo del todo en serio. Todo tiene un aire tan grotesco que cuesta creer que sea cierto y no una representación, una pantomima, una sátira. Veamos. Hay un país, Corea del Norte, que amenaza con lanzar bombas nucleares cada semana, y puede que tenga capacidad para ello. Pero las escasas imágenes que de allí nos llegan son dignas de una historieta de Tintín, con un sátrapa pueril y orondo que aplaude como un loco sus propios lanzamientos de misiles fallidos y obliga a desfilar a sus súbditos como a soldaditos de plomo. El objeto de sus amenazas es un Presidente de los Estados Unidos igualmente pueril e idiota, además de antipatiquísimo y nepotista, capaz de decir ante la prensa que ha lanzado un ataque contra Irak cuando lo ha lanzado contra Siria, de invitar a su homólogo de Filipinas, Duterte, que desde que fue elegido –elegido– ha ejecutado extrajudicialmente a unos siete mil compatriotas –siete mil– y se jacta de haberse cargado él en persona a tres de ellos. Este Duterte, por cierto, le ha contestado a Trump que ya verá, que anda ocupado (se entiende: asesinar a millares desgasta, y si no que se lo pregunten a los nazis y a los jemeres rojos). Trump también declara que se sentiría “muy honrado” de charlar con el sátrapa orondo, y nada ocurre. Erdogan, en Turquía, con el pretexto de un golpe contra él, tan fallido como dudoso, ha encarcelado o destituido a ciento cincuenta mil ciudadanos –ciento cincuenta mil–, de militares a periodistas y profesores. No sé, de haber habido tantos partidarios del golpe, éste no habría fracasado tan rápida y rotundamente.

Luego está Putin, admirado por la extrema derecha y por la extrema izquierda, un megalómano propenso a fotografiarse con el torso desnudo o derribando a un tigre con sus propias manos, estilo paródico de trazo grueso. Y así nos acercamos a Europa, donde casi el 40% de los franceses han votado a una señora a la vez bruta y trapacera, Marine Le Pen, que simpatiza con la Francia colaboracionista de los nazis (niega esa colaboración, luego el Gobierno de Vichy era intachable) y rechaza a los refugiados porque en seguida quieren robarle a uno la cartera y el papel pintado de las paredes (sic: hace falta estar sonado para creer que a alguien le interesa su papel pintado). A esa señora no la ven con muy malos ojos el candidato Mélenchon, admirador confeso de Hugo Chávez y Pablo Iglesias, ni la mitad de sus votantes. En Inglaterra gobierna una mujer desagradable, patriotera y cínica, que antes de la consulta del Brexit defendía la permanencia en la UE y ahora brama contra lo que le parecía de perlas hace menos de un año. Su Ministro de Exteriores es un histriónico clon de Trump con estudios, Boris Johnson. De Polonia y Hungría no hablemos, países en la senda de Turquía y Egipto, sólo que cristianos.

En cuanto a España, el ex-Presidente de Madrid –el ex-Presidente– saqueaba presuntamente empresas públicas, y su madrina Aguirre estaba in albis, como el jefe del Gobierno Rajoy, que nunca se cansa de soltar perogrulladas. En el PSOE parecen detestarse mucho más entre sí que a cualquier adversario político, y por último hay un partido que se proclama de izquierdas, Podemos, y que es lo más parecido a la Falange desde que feneció la Falange: sólo le falta sustituir el vetusto himno de Quilapayún en sus mítines por el más vetusto Cara al sol, y le saldrá el retrato. Y bueno, en Cataluña hay también una serie de personajes tintinescos que proclaman que sus sueños van a realizarse por las buenas o por las malas. Porque a ellos les hacen mucha ilusión y eso basta.

Sí, todo desprende tal aroma de sainete, de opereta bufa, de esperpento o de lo que quieran, que eso es lo único que a muchos nos salva de la desesperación cotidiana. El problema aparece cuando uno ve imágenes de las arengas de Hitler y de Mussolini. Porque ellos parecían aún más paródicos que los gobernantes actuales, y ya conocen la historia.

Entrevista a Félix de Azúa

Entrevista de Elena Hevia a "Félix de Azúa: "Todos sabemos que eso del futuro se acabó", El Periódico de Cataluña, 21-V-2017:

Queda avisado que en esta entrevista con el autor de 'Diario de un hombre humillado' no se hablará de política ni de resentimientos ni siquiera de nostalgias de cuando a Barcelona le quedaba aún un largo recorrido hacia el iceberg y la comparaba al Titanic

Hace seis años que el barcelonés Félix de Azúa se fue a Madrid, creó una familia cuando le tocaba ser abuelo y desde allí no ha hecho más que dar bocinazos contra sus tirios y troyanos particulares. Se le puede querer y puede molestar, mucho: especialmente porque la moderación no va con él a la hora de explicar Catalunya en la capital española. Donde no hay discusión posible es en su excelencia lectora, que acaba de servir en el libro 'Nuevas lecturas compulsivas' (Círculo de tiza) y que como su título indica es la continuación de un volumen que el autor publicó en 1998 en Anagrama. Y pueden haber pasado años, pero su pasión por la literatura sigue teniendo el mismo ímpetu y rigor. Los textos aparecieron en varios medios digitales y analógicos, EL PERIÓDICO incluido.

Usted publicó dos autobiografías un tanto sesgadas y especiales. ¿Este libro que da cuenta de sus lecturas podría ser complementario de aquellas?

Yo más bien lo veo como un libro de autoayuda. Leer bien es algo muy difícil, en contra de lo que se cree. La gente piensa que se trata de coger un libro y de que este te guste o no. Para leer bien hay que aprender, y es difícil porque hay muy pocos maestros. Yo los he tenido muy buenos.

¿Como quiénes?

Bueno, los máximos fueron Juan Benet, Rafael Sánchez Ferlosio, Agustín García Calvo y Juan García Hortelano. Yo no tenía ninguna pretensión, simplemente les decía: "¿Qué tengo que leer?". Si sugerías Teophile Gautier, el maestro decía: "Mejor Proust". El maestro te evita perder tiempo. Luego, cuando ya has aprendido, puedes perderlo y leer novelas policíacas estupendas. Se trata de saber ver qué es lo perdurable y admirable. Eso es aprender.

¿Constata que ahora hay menos maestros?

Sí, pero por una razón muy comprensible: ahora la presencia física se hace muy difícil. Antes estábamos todos mezclados. A los 20 años, gente como Molina Foix, Javier Marías, Fernando Savater o yo mismo íbamos a casa de esos maestros, 20 años mayores que nosotros y nos bebíamos su whisky. Ahora eso es imposible, los chavales utilizan maestros electrónicos que, de momento, se han revelado bastante incompetentes.

En Amazon es un algoritmo el que te recomienda las lecturas.

Pues yo me sigo quedando con aquella librería en la que el librero conocía bien tus gustos y te abría nuevos caminos. Las recomendaciones de internet me hacen reír. Si te ha gustado Proust te gustará Balzac. Por supuesto, pero qué descubrimiento es ese.

Lo que nunca te ofrecerá un programa informático es emoción. Aquí no ha tratado de ser académico.

He procurado condensar mi propio entusiasmo a ver si lo contagio un poco. Y claro, no es académico porque la universidad te enseña lo que un libro es pero jamás su significado profundo. Enseñar esa figura es la tarea de toda una vida.

Ahí están Henry James, George Orwell, T. S. Eliot, Montaigne. ¿Son una especie de canon? 

Le aviso que las listas son uno de los principales ganchos en internet. No pretendía hacer un canon. Hay libros que me gustan mucho y no me atrevo a hablar de ellos. Me dan miedo.

¿Cómo cuáles? 

La Biblia, por ejemplo. Es una lectura fundamental que los escritores anglosajones cultivan muchísimo y se les nota. Nosotros no la tenemos. Yo suelo leer la Biblia protestante española en la versión de Casiodoro de Reina. Es maravillosa. Castellano del siglo XVI. Es como si Cervantes la hubiera traducido.

Habla de inocular el virus de la lectura. Pero ¿cómo hacerlo cuando las nuevas generaciones solo parecen interesadas por la velocidad? ¿Cómo seducirlas? 

Me gustaría creer que dentro de cinco o 10 años las cosas habrán cambiado, porque los aparatos que ahora tenemos nos parecerán rudimentarios y toscos. Quizá las tabletas parezcan libros de verdad con un tacto similar y se podrán pasar páginas. Pero hoy por hoy la lectura es una lucha perdida aunque el libro sigue siendo indestructible.

Suele decirse que lectores, los buenos lectores, nunca han sido mayoría. 

Supongo que Paco Rico nos diría ahora cuánta gente leyó el 'Quijote' en su momento. Muy poca, seguro. Así que si ahora volvemos a las cifras del siglo XVII tampoco pasa nada. El otro día leí un artículo sobre la feria del libro que decía que los autores literarios que más venden alcanzan cifras de 80.000 o 100.000 ejemplares, pero que alguien llamado Leónidas Prepucio, o algo así, un bloguero y presunto poeta, vendió 125.000. Contra eso no se puede luchar, hay que dejarlo donde está y nosotros seguir como si nada en nuestro reducto de aficionados. Con la literatura eterna.

¿Eterna? 

Eterna quiere decir que uno se conmueve exactamente igual con la 'Antígona' de Sófocles que con la última película de George Clooney.

Eterna y nos prepara para la mortalidad

Claro, yo suelo decir que leer es ser partícipe del mundo de los muertos. Vivimos en un presente perpetuo. Esta actualidad no nos permite trasladarnos al pasado, solo muy rara vez, en series de televisión como 'Juego de tronos'.

Un pasado desvirtuado. 

Eso es. Tampoco hay futuro. Todos sabemos que el futuro se acabó.

"Estamos en un fin de era, como el paso del paleolítico al neolítico. Nos parece que somos muy modernos pero es al revés"

¿Es esa la característica de nuestra época?

Claro. Mis abuelos eran muy creyentes, como todo el mundo en aquella época. Los creyentes tenían como futuro nada menos que la eternidad, lo que supone una gran diferencia con este momento. En el presente tenemos lo que nos rodea, ese gran follón ruidoso con las elecciones en Francia o la última de Esperanza Aguirre. Y luego, están los muertos. Que están ahí quietos y no molestan a nadie. Y cuando uno lee a Sófocles, Shakespeare, Dickens o Proust lo que hace es llamar a la tumba: "Toc, toc". "¿Quién es?". "Un lector". "Ah, pase, pase".

Es una idea sobrecogedora. 

Tendría que dar esperanzas.

¿Y se podrán trasmitir al futuro?

Yo creo que sí. Tengo una niña de 5 años. No la obligo a leer en absoluto. Le encantan las tablets y la televisión. Pero si tú le lees un libro y le dices: "Entonces el mago saltó por encima del horizonte" y le explicas lo que es el horizonte, ella deja de ser un sujeto pasivo porque en la lectura se puede preguntar e intervenir.

La idea de que estamos en un fin de época está en el centro de nuestro discurso. ¿Deberíamos revisarlo? 

Pues yo voy más allá. Este no es un fin de época. Es un fin de era. Un cambio de era es una cosa brutal. Ha habido muy pocos

¿Me explica la diferencia? 

Un fin de época es el paso del románico al gótico, un cambio tremendo. Pero un cambio de era es más sustancial. El cambio de era más fundamental en el género humano es el paso del paleolítico al neolítico. El paso de las tribus cazadoras nómadas con dioses orgánicos como el río o el árbol al neolítico con sociedades agrarias establecidas que construyen ciudades e intentan cosas tan fundamentales como la paternidad, porque los hijos antes no eran de nadie. Otro cambio es el paso del paganismo al cristianismo.

¿Y ahora qué somos, hombres de las cavernas, o seres más evolucionados? 

Pues yo diría que lo primero. Estamos entrando en una era, la era digital, en la que somos primitivos. Nos parece que somos muy modernos pero es al revés. Esto es algo que le decía a mis alumnos cuando daba clases. Se enfadaban y abrían la boca cuando les decía que ahora la vida es peor que en la Edad Media.

Bueno, yo ahí también abro la boca. 

A ver, hoy hay cosas muy buenas, por supuesto. Como los analgésicos que eliminan el dolor. Pero la vida en las aldeas era más sosegada y mucho más sabia.

Para los campesinos trabajando de sol a sol quizá no

Sí, claro, pero con lo que se deben comparar es con los cinco millones de refugiados que en la actualidad malviven en los campos. Si miras a los miserables, mira a los de ahora. En la Edad Media podíamos levantar catedrales como Chartres financiadas por todos, por los pobres y los ricos, para reunirse allí.

¿No vale la Sagrada Familia?

Esa es otra historia (ríe). Nos la construyen los turistas, nosotros somos incapaces de construir nada colectivo.

La ciencia asevera que el único secreto del éxito es tener padres ricos

Pablo Pardo, "El sueño americano ha muerto: si naces pobre, seguirás pobre", en El País, 21 de mayo de 2017:

Numerosos estudios cuestionan la idea de que sólo con esfuerzo e inteligencia una persona puede llegar a donde quiera en EEUU

El sueño americano, pero al revés

El edificio, como de 10 plantas, está en la esquina de la calle 16 -la de la Casa Blanca- y la calle K -la calle que tradicionalmente ha sido la sede de los bufetes de abogados que hacen lobby en la capital estadounidense-. Está frente a uno de los dos hoteles Hilton de Washington, a 300 metros del Museo de National Geographic y del selecto University Club, ambos en la 16. En la K, como a otros 300 metros, está el Washington Post, y más cerca, uno de los bares de striptease más reputados de la capital estadounidense, Archibald's, "el club para caballeros más selecto de Washington DC", según dice su propia web. Archibald's está incrustado en la parte de atrás del St. Regis, un hotel en el que la habitación más barata para la noche de hoy, domingo, sale por 582 dólares (547 euros), impuestos y tasas incluidos.Los lugares más destacados, sin embargo, están en la 16. En dirección norte, a 400 metros, está el Jefferson, el hotel más caro de la capital estadounidense, que se autodescribe como "el segundo sitio más exclusivo de Washington". El primero está a 200 metros del edificio, pero en la dirección contraria, hacia el sur, en la esquina de la 16 con la Avenida de Pennsylvania. Es la Casa Blanca.Este edificio es más discreto. Sólo tiene una identificación: K&L Gates, LLP (las siglas en inglés de Sociedad de Responsabilidad Limitada, que es la fórmula legal a la que se acogen los bufetes de abogados, consultoras, y demás empresas que son partnerships). ¿Gates, como Bill, el fundador de Microsoft, el mayor filántropo y millonario del mundo? No, Gates como William, el padre de Bill.Porque Bill Gates es el hijo de William Gates, el cofundador de uno de los 10 mayores bufetes de abogados de Estados Unidos, una empresa que lleva, entre otras, la cuenta de las relaciones con el Gobierno de Microsoft. Su madre, Mary, era miembro del consejo de administración del banco de Montana First Interstate, y del patronato de United Way, una ONG que combate la pobreza. En el patronato, estaba también el presidente y consejero delegado de IBM, John Opel. El joven Gates recibió dos millones de dólares en acciones de su abuelo materno. Asistió a una escuela privada, Lakewood, cuya matrícula costaba tanto como la de Harvard, y allí se hizo amigo del otro cofundador de Microsoft, Paul Allen. Cuando Microsoft creó su primer sistema operativo de éxito, el MS-DOS, la primera empresa que lo adoptó para sus ordenadores personales fue IBM. El consejero delegado de IBM entonces era John Opel.El amigo de Gates, el financiero y (también) filántropo Warren Buffett, la segunda persona más rica del mundo, empezó su carrera como empresario repartiendo periódicos en su Omaha natal. Es cierto. Pero también lo es que su padre, Howard Buffett, era en aquella época el único congresista del estado de Nebraska, en el que está Omaha, en la Cámara de Representantes de EEUU. Ser hijo del único congresista del estado no está mal para lanzar una carrera como inversor.Todas estas anécdotas ponen en cuestión una idea: el sueño americano. O sea, la idea de que, sólo con esfuerzo e inteligencia, una persona puede llegar a donde quiera en la mayor potencia del mundo. Para EEUU, es casi una religión, una seña de identidad. Y lo cierto es que no faltan casos. Steve Jobs y Steve Wozniak, los fundadores de Apple, venían de familias de ingresos altos. Igual que Jeff Bezos, la tercera -o cuarta, según el día- persona más rica del mundo, fundador y dueño del 17% del gigante de las ventas online y de la nube Amazon.O sea, que no hay que irse al otro extremo. El sueño existe. Pero, ¿hasta dónde? ¿Es una realidad o una obra maestra del márketing? A fin de cuentas, en España no hablamos del sueño español, a pesar de que somos el único país donde un señor llamado Amancio Ortega, que dejó la escuela a los 14 años, nacido en Busdongo, en las montañas de León, casi en la raya con Asturias, y criado en Galicia, que sólo se parece a Silicon Valley en las curvas de las carreteras secundarias y a Harvard en lo verde que es la vegetación, puede convertirse en la tercera persona más rica del mundo.

"Cada día parece más claro que tener un padre rico es el secreto para el éxito"

Ahora, una cantidad creciente de estudios están poniendo de manifiesto que el sueño americano, si es que alguna vez existió, se está extinguiendo. Un equipo dirigido por Raj Chetty, de la Universidad de Stanford, ha publicado en la revista Science un monumental estudio estadístico que declara que la movilidad absoluta -o sea, el porcentaje de niños que van a tener unos ingresos superiores a los de sus padres -ha caído de aproximadamente el 90% en la década de los 40 al 50% hoy."El mayor declive es en la clase media", declara el estudio. Es un dato consistente con dos estudios del nobel de Economía Angus Deaton y su esposa, Anne Case, en 2015 y hace apenas dos meses, en los que revelan cómo la clase media blanca está sufriendo una oleada masiva de muertes por enfermedades asociadas a la pobreza -diabetes- y a la desintegración social -abuso de medicamentos con receta, suicidios y alcoholismo-, que se ha convertido en la mayor crisis de salud desde la II Guerra Mundial, y muy por encima de la epidemia de sida de los 80. Así que el análisis de Science es un paso más en una creciente cantidad de análisis que revelan que, si el sueño americano existió, ahora está muerto y enterrado. La gran diferencia entre este documento y otros es dónde ha puesto el foco. Los cinco investigadores que han escrito el informe se centran en la movilidad absoluta, o sea, en los ingresos. Hasta ahora, la mayor parte de los estudios miraban a la movilidad relativa.En ese caso, se divide a la sociedad en grupos --normalmente cinco o 10, para hacer más sencillo el cálculo-- en función del nivel de ingresos, y se estudia cuántas personas pueden pasar de un grupo a otro. Por poner un ejemplo, cuánta gente que nazca en el 10% más pobre puede pasar al segundo 10% más pobre. Según Thomas Hertz, de American University, un niño nacido en el decil (es decir, el 10%) más bajo tiene un 31% de posibilidades de permanecer ahí durante toda la vida. Si se amplía la banda al segundo decil inferior (o sea, el grupo formado por las personas que son entre el 80% y el 90% de la gente más pobre), la proporción es del 43%. Pobre eres, y en pobre te convertirás.Los resultados de esos análisis ya habían dejado claro que EEUU es una sociedad con muy poca movilidad social o, como lo planteó en 2002 el profesor de Harvard y experto en esa materia Alan Krueger, "cada día parece más claro que tener un padre rico es el secreto para el éxito".

Las organizaciones internacionales también habían alcanzado la misma opinión. En 2010, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) situaba a Reino Unido, Italia, y EEUU como los tres países en los que la riqueza de los padres tiene más influencia en la riqueza de los hijos. España era el quinto, tras Francia, y casi al mismo nivel de Alemania. La misma España que los españoles tendemos a despreciar como un país de hijos de papá es más meritocrática, según la OCDE, que EEUU. Y la misma Francia que los estadounidenses critican como un ejemplo de elitismo es más igualitaria que su propio país.Según Krueger, si una familia tiene unos ingresos del doble de la media, tardará cinco o seis generaciones (entre 100 y 120 años) en bajar a la media. En la década de los 80, la Teoría de la Transmisión Intergeneracional del Estatus Económico, del nobel Gary Becker, de la Escuela de Chicago, de orientación liberal, había reducido ese periodo a sólo dos generaciones.Ahora bien, ¿por qué sucede esto? ¿Es porque la economía crece menos y, por tanto, hay menos tarta que repartir? ¿O porque hay menos redistribución? El artículo de Chetty es concluyente: "La mayor parte del declive en movilidad absoluta se debe a una distribución más desigual del crecimiento económico en las décadas más recientes, más que al frenazo de la tasa de crecimiento del PIB". Dicho de forma menos complicada: la movilidad ha crecido porque hay menos redistribución.Esa conclusión es una crítica frontal a la política de Donald Trump y, en general, de toda la Economía de la Oferta, que sostiene que hay que eliminar regulaciones e impuestos, en especial a los contribuyentes con ingresos más altos, para que así el tren corra más deprisa y todos lleguemos más lejos. Es el trickle down economics, la economía del goteo, que prevé que la sociedad se beneficiará de la bajada de impuestos al capital, porque éste generará más trabajo y, también, más recaudación fiscal. La idea fue popularizada por Ronald Reagan y Margaret Thatcher, aunque el vicepresidente con el primero, George W. H. Bush, él mismo un multimillonario, la calificó de "economía de vudú". Pero lo cierto es que hoy en día son las rentas del trabajo las que están más gravadas, mientras que el capital disfruta, tanto desde el punto de vista normativo como en el terreno de las realidades del día a día, de una menor presión fiscal. Un ejemplo: el tipo fiscal de las grandes empresas de EEUU es del 35%, pero el real del 19,4%.

En EEUU hay jubilados que siguen abonando los créditos con los que pagaron la educación.

Pero eso es lo que afirma, también, la OCDE, para la que "la movilidad intergeneracional tiende a ser menor en sociedades con más desigualdad". Entre ellas, según esa organización que está formada por los países más ricos del mundo y algunos emergentes, España... y EEUU.Claro que hay una cosa clara: es más difícil saltar de un nivel de ingresos a otro cuando las distancias son más grandes. O sea, cuando la sociedad es desigual. Un estudio de Chetty publicado en marzo por la Reserva Federal, por ejemplo, revelaba que un estadounidense nacido en el quintil más bajo de la población (es decir, en el 20% más pobre) tenía apenas un 7,5% de posibilidades de llegar al quintil más alto (al 20% más rico). En Canadá, las oportunidades eran del 13,5%. Y en Dinamarca, del 11%. Esos países, no EEUU, parecen ser los nuevos adalides del sueño americano. Pero también es cierto que su desigualdad es mucho menor.Las diferencias entre venir de una familia rica y una pobre son abismales. En otro ensayo, publicado por la Oficina Nacional de Investigación Económica en 2014, Chetty expone una correlación prácticamente de uno a uno entre el nivel de ingresos y los embarazos adolescentes. La vinculación entre renta y asistencia a universidades de élite, sin embargo, sólo se da entre los verdaderamente ricos. Algo comprensible si se tiene en cuenta que la matrícula de un año en Harvard, Princeton, o Stanford supera los 50.000 dólares. Obtener la misma educación que Mitt Romney, el candidato republicano a la Casa Blanca en 2012, costaría hoy unos más de 600.000 euros; en el caso de Barack Obama, la cifra llega al medio millón. Aunque parte de los costes de la educación del ex presidente fueron costeados con becas, Obama no pagó la deuda que había contraído cuando era estudiante hasta 2004, el año en que entró en el Senado. De hecho, en EEUU hay jubilados que siguen pagando los créditos con los que se pagaron la educación. A eso hay que sumar, además, la principal causa de las quiebras personales de los estadounidenses: la sanidad. Todos esos factores lastran el sueño americano. Normalmente, cuando se plantea esta idea y, sobre todo, se cuelga en Twitter, se reciben todo tipo de educados comentarios en los que los lectores invitan al autor a trasladarse a Corea del Norte. Esa sofisticada actitud también tiene una explicación: el sueño americano existe... en la mente de los estadounidenses. Un estudio conjunto del centro de análisis centrista Brookings Institution y de la organización sin ánimo de lucro e independiente especializada en estudios de la opinión pública Pew Research Center, y llevado a cabo en 27 países, revela que los estadounidenses son los que más creen en la meritocracia. Así, un 69% de los ciudadanos de ese país está de acuerdo en que "las personas reciben lo que les corresponde por su inteligencia y habilidades", y solo el 19% cree que para progresar en la vida es "esencial" proceder de una familia de ingresos altos. El sueño americano es una creencia demasiado arraigada como para arrancarla con la realidad.

Hijos de ricos y más creativos

"Los niños de familias ricas tienen 10 veces más posibilidades de ser inventores que los de familias de ingresos medios-bajos", declara Chetty en su estudio para la Reserva Federal. De nuevo, es algo visible, al menos a nivel anecdótico. Ahí está Elon Musk, el empresario e inventor por excelencia del siglo XXI, nacido en Sudáfrica y criado en Canadá y EEUU. Su padre, Errol, tenía, entre otras cosas, una mina de esmeraldas en Zambia, y fue el primer sudafricano en volar sin escalas de su país a Australia en un avión: el suyo.

Musk es parte de la mafia de PayPal, el grupo de emprendedores que crearon esa empresa de medios de pago en 1998 y que, desde entonces, han marcado gran parte de la evolución del mundo de la tecnología. Otro es Peter Thiel, un destacado defensor de Donald Trump. Klaus Thiel, su padre, era un ingeniero alemán que fue mánager en las minas de diamantes de Namibia en los años 70 y 80, un trabajo muy bien pagado, porque entonces ese país estaba ocupado por la Sudáfrica del apartheid -que tenía serios problemas para atraer talento-, y los trabajadores de las minas eran, virtualmente, esclavos negros. En la mafia, sin embargo, no todos eran ricos. Max Levchin, por ejemplo, procede de una familia de clase media.

Larry Page, cofundador de Google, consejero delegado de su matriz, Alphabet, y su principal accionista (lo que le convierte en el noveno empresario más rico del mundo) es hijo de Carl Page, doctor en Computación, y, según la BBC "uno de los pioneros en el desarrollo de la informática y de la Inteligencia Artificial". Su madre, Gloria, también era programadora. Otra figura destacada de la Ciencia estadounidense es Arnold Spielberg, padre del director de cine Steven Spielberg.
La correlación -y, acaso, causalidad- entre riqueza y capacidad de invención es muy importante, porque uno de los problemas que afrontan las empresas en Estados Unidos -y que se está convirtiendo en un obstáculo para los planes de Donald Trump de revitalizar la industria del país- es la escasez de mano de obra cualificada. La meritocracia no funciona si los trabajadores no saben o no pueden llevar a cabo su trabajo, y hay inversores que han preferido irse a Canadá porque allí hay personal mejor formado. La consecuencia, a su vez, es más automatización, para reemplazar a esos trabajadores poco eficientes por robots.

Armas y razones

Cuando consigamos usar las razones como armas y no las armas como razones, habremos llegado al fin a ser un pueblo civilizado.

La comuna vanguardista y contracultural de Monte Verità

Juan Bonilla, "Monte Verità, contra la vida establecida", en El País, 20 mayo 2017:

En 1917 un grupo de desencantados creó una comuna que interesó a Herman Hesse y Kafka. Un libro recupera a aquellos primeros 'hippies'.

A comienzo del siglo pasado, un fantasma empezó a recorrer si no Europa sí al menos uno de sus mejores barrios: el de Schwabing, en Munich. Era una zona donde desde tiempo atrás se habían ido estableciendo artistas, literatos, bohemios. Por sus calles empezó a susurrarse una nueva buena. En palabras de Harald Szeemann "la industrialización, la tecnificación y la confrontación entre el capitalismo y un movimiento obrero cada vez más fuerte, llamaron muy pronto a crear movimientos reformistas que pretendían evitar la necesaria revolución proletaria. La reforma de los modos de vida venía a significar la posibilidad de una tercera vía entre el capitalismo y el comunismo y llevaba implícito el libre desarrollo del individuo frente a los bloques".

El fantasma de la reforma bebía en las páginas de Thoureau, confiaba en la anarquía y daba por descontado que había que vivir contra la vida establecida. Por lo tanto lo primero era buscar un lugar donde probar a cambiar la vida. En principio la idea que manejaban los fundadores de Monte Verità era la de un sanatorio, un balneario, quizá un hotel.

Ya desde el principio hubo enfrentamientos entre los primeros exploradores: unos hablaban de comuna libertaria donde consumirían lo que produjesen y se olvidarían del mundo y crecerían en la medida en que atrajeran a jóvenes decepcionados del mundo; otros, más pragmáticos, entendían que lo que fundaran debía al menos rendir suficiente beneficio como para, precisamente, olvidarse del mundo. En cualquier caso, pretendían potenciar la vida al aire libre, alimentarse de luz y paisaje, prescindir de cualquier regla acerca de relaciones amorosas y, desde luego, partir de una absoluta igualdad entre hombres y mujeres.

De hecho fue fundamental en el desarrollo de la idea primera Ida Hoffman, una joven alemana que había conocido al austriaco Henri Oedenkoven en el sanatorio esloveno de Velves, donde el muchacho había ido a parar después de padecer una enfermedad que casi lo mata: allí Oedenkoven convenció a Ida de las ventajas del vegetarianismo. Allí empezaron a soñar en construir su propia colonia naturista, que para Ida Hoffmann debía ser algo más, como debía ser algo más para el tercer implicado: el militar Karl Graeser, también ingresado en Velves, que odiaba la propiedad privada y deseaba cualquier promesa para poder abandonar el Ejército. Junto a él llamaba la atención su hermano Gusto, porque podía prestarle la apariencia a las figuras arquetípicas que habrían de relacionarse con el Monte Verità: iba siempre descalzo o en sandalias, cubierto por una túnica, y gustaba de perderse por los caminos y entrar en las posadas a tratar de pagar comida y habitación con un poema. Fue Oedenkoven el que bautizó al monte cuando encontraron el lugar adecuado. No era extraño que unas décadas antes, huyendo también de las decepciones del mundo, el mismo Bakunin encontrara refugio en aquella región.

Las circunstancias en que habrían de aliarse los destinos de estos personajes para encontrar en Ascona el magnetismo de Monte Verità están eficazmente narradas en Contra la vida establecida, de Ulrike Voswinckel (que sale en español el próximo 29 de mayo gracias a el paseo editorial). El libro de Voswinckel es un pertinente repaso a uno de los capítulos más singulares de la cultura europea, precisamente porque pone la banderola de salida a una de las vertientes más fructíferas de la misma: la contracultura. No es raro por tanto que todo lo concerniente a Monte Verità fuera redescubierto -y expuesto por Szeemann- en los años 70: los hippies encontraban a sus abuelos, 70 años antes que ellos había habido jóvenes que se sumieron en la búsqueda de la paz y el sosiego sintiendo repugnancia por la realidad contra la que le tocaba combatir y a la que combatieron tratando de olvidarse de ella. Es también de Szeemann, largamente citado en el texto de Voswinckel, la feliz apreciación que caracteriza a los lugares magnéticos: los que descubren los locos y fanáticos, encargados de darles un aura, luego llegan los poetas y los pintores para cantar su belleza, y por fin llegan los banqueros para hacer negocio con ellos. Puede aplicarse la regla a tantos otros sitios como el Monte Verità, desde la Costa del Sol a Ibiza.

Lo que buscaban aquellos jóvenes -adinerados, por supuesto- era un lugar del que sentirse a salvo del mundo para inventar otro mundo. Un paraíso para pocos que supiera encogerse de hombros ante las ansiedades de la burguesía, a la que pertenecían, y las luchas de los proletarios. El naturismo se daba la mano con la anarquía, el nudismo quería reinventar el Edén: sin embargo, también la anarquía necesitaba de reglas y dogmas, la espontaneidad también necesitaba previsión y agenda. En cualquier caso, una cosa eran los problemas elocuentes que el día a día de la vida iba imponiendo a los pobladores del Monte Verità, en un lugar tan privilegiado como Ascona (Suiza), en el Testino, junto al Lago Maggiore, y otra el discurso que se iba produciendo fuera, sobre todo en el barrio bohemio de Munich: más allá de las miserias cotidianas que pudieran acontecer en el nuevo Edén, se iba erigiendo el fantasma de una vida distinta, una vida contra lo establecido, lo que produjo un efecto llamada que llevó a viajeros muy ilustres al Monte. Entre ellos un Herman Hesse que no en vano, muchas décadas después, se volvería maestro de adolescentes de muy distintas generaciones.

En el Monte Verità se dedicó al nudismo, creyó haber encontrado el lugar sagrado que tanto había ido buscando -y esa búsqueda está muy bien reflejada en tantos de sus escritos y personajes. También Freud sintió la necesidad de asomarse a aquel retiro del que tantas cosas se decían, como se interesaron por la comuna de despedidos del mundo autores como Kafka o Lawrence. Fueron huéspedes a lo largo del tiempo Rilke y la poeta Else Lasker-Schüler, los dadaístas Hugo Ball y Emmy Hennings, cansados del Cabaret Voltaire, necesitados de un poco de paz, aire y luz natural, y la bailarina Mary Wigman. El lugar facilitó amistades inquebrantables como la de Herman Hesse y Hugo Ball. Pero la pugna entre mercadotecnia y espiritualidad se mantuvo: si Oedenkoven no cejaba en su intención de sacar partido financiero a su descubrimiento, Ida Hoffman trataba de que el lugar fuera sede de un círculo espiritista.

Es fácil intuir que lo que allí buscaban los muchos visitantes atraídos por el prestigio que iba cobrando el Monte Verità era un sosiego y una camaradería que no encontraban en ningún otro sitio: el monte tenía algo de sanatorio. También habían echado a andar diversas iniciativas artísticas -después de los locos, llegaban los pintores y los poetas, en efecto- con mención especial para la escuela de danza. El libro de Voswinckel está felizmente asaeteado de imágenes, y si impagable es el desnudo de Hesse no lo son menos las fotos de la bailarina Mary Wigman a la orilla del Lago Maggiore.

En 1917 llegó un nuevo iluminado: Theodor Reuss. Había sido cantante de ópera y reportero de guerra. Había conseguido una patente para fundar en Alemania un concilio rosacruciano. Era amigo de Aleister Crowley y se había trabajado su fama de hechicero capacitado para la magia sexual. Naturalmente todo eso era muy atractivo para jóvenes y no tan jóvenes, hasta el punto de que algunas de las personalidades más eminentes del Monte Verità, como Rudolf von Laban y la propia Ida Hoffmann, ingresaron en la orden rosacruz. Los francmasones y los ocultistas se hicieron con el Monte, dotándolo de un halo del que se serviría Daphne du Maurier para escribir La montaña de la verdad (que también publicará el paseo). Es una novela breve y enérgica sobre el caso de una bella joven que es hipnotizada por una montaña legendaria en la que hay una especie de congregación de mujeres que viven a expensas del mundo. Ese lugar imanta de manera persuasiva e imposible de combatir a las jóvenes que viven en las laderas y el valle. Por mucho que traten los hombres de detenerlas, ellas acaban acudiendo a la misteriosa llamada de la cima, donde tiene lugar un extraño rito de adoración lunar, donde todas las hembras que escapan del mundo visten túnicas y se cortan el cabello y olvidan de donde vienen. Por supuesto, Du Maurier recargó el romanticismo del lugar para darle un aspecto fantástico y misterioso. Pero en algo acertaba: en muchas mujeres encontraron en la llamada del Monte una razón imbatible para huir de la opresión de unas vidas fijadas de antemano. De ahí que Voswinckel, estudiando casos como los de la poeta Lasker-Schüler, la bailarina Mary Wigman, o la poeta y bailarina Emmy Hennings, la musa de todo el mundo, como la llamó Tzara, estudie con detenimiento la feminidad del Monte Verità. Mujeres fuertes, las llama.

Otra mujer, Annemarie Schwarzenbach, alcanzó el Monte en 1932 y para entonces las cosas ya no eran lo mismo: hacía siete años que el monte era ya de un banquero. A pesar de ello, todavía encuentra sosiego suficiente allí, si bien hay que pagar para obtenerlo. Casitas con nombre de mujer, rocas de valquiria. Recordando a quien le puso nombre al monte, el naturista Oedenkoven, Schwarzenbach escribe: "El paraíso no era posible y Oedenkoven, 20 años después de llegar aquí, tuvo que abandonar Ascona. Fue el barón Von der Heydt el que hizo de Monte Verità un hotel viable, de calidad, ajeno a cualquier extravagancia". El hotelito al que se refiere la viajera tiene unas elegantes líneas Bauhaus. Para entonces hasta el bestseller Emil Ludwig se había hecho su casita en Ascona y un ex boxeador muy famoso en la época se había comprado un edificio para montar un casino.

sábado, 20 de mayo de 2017

La dieta del cerebro

Los alimentos que mantienen el cerebro joven, El País, 19-V-2017:

Expertos en salud identifican qué comidas ayudan a combatir el deterioro cognitivo con el paso del tiempo

El cerebro representa solo el 2% del peso de una persona, pero consume alrededor del 20% de la energía corporal. Este órgano, como cualquier otra parte del cuerpo, necesita alimentarse y, por lo tanto, los nutrientes de cada comida pueden tener un efecto directo en su funcionamiento y salud. Una dieta correcta ayuda a combatir el deterioro cognitivo y mejora el estado de ánimo, la memoria y la rapidez de pensamiento. Los expertos de la UOC, la nutricionista Anna Bach y el neurocientífico Diego Redolar, recomiendan los alimentos más adecuados para proteger el cerebro a lo largo de la vida.

Los carbohidratos. «La principal energía que necesita el cerebro para funcionar es la glucosa, que proviene de comer alimentos ricos en carbohidratos», explica Bach. Redolar matiza que, sobre todo, son recomendables los que presentan un índice de glucosa en sangre bajo como son las legumbres, el arroz integral y algunos cereales, entre otros.

Las grasas omega 3 (EPA y DHA). «Como han demostrado distintas investigaciones, las grasas como la del pescado azul y las semillas de lino contienen lípidos poliinsaturados que ejercen efectos beneficiosos para el sistema nervioso, e incluso pueden tener efectos positivos sobre la cognición», afirma el neurocientífico.

«La falta de vitaminas B6 y B12 puede provocar depresión»El aceite de oliva virgen. En algunos estudios se ha visto que reduce el edema cerebral y el estrés oxidativo, y protege las neuronas después de una isquemia. «Uno de los aceites que se ha visto con mejores propiedades es el Oro Bailén, variedad Picual», dice el profesor, también investigador del grupo Neurociencia cognitiva y tecnologías de la información (CNIT) de la UOC.

El cacao. Contiene unos compuestos llamados flavonoides que afectan al sistema vascular, facilitando la oxigenación de los tejidos de todo el cuerpo. Según Redolar, los flavonoides parecen tener además un efecto muy positivo sobre el funcionamiento del cerebro.

Los arándanos y otros frutos rojos. Son alimentos que presentan antioxidantes y, además, unos pigmentos llamados antocianinas que protegen el sistema nervioso. Incluso –añade el experto– algunos estudios han demostrado que los arándanos pueden mejorar la memoria.

Los tomates. «Tienen aminoácidos que son esenciales para el equilibrio entre los neurotransmisores», explica Bach. Contienen, como indica Redolar, un antioxidante llamado licopeno que protege las neuronas de los radicales libres que pueden dañar las células.

Los frutos rojos contienen pigmentos que protegen el sistema nervioso y la memoria
Los frutos rojos contienen pigmentos que protegen el sistema nervioso y la memoria- ABC
Alimentos ricos en vitaminas B6 y B12 y ácido fólico. Estas vitaminas que se encuentran, por ejemplo, en los huevos, las sardinas, los yogurts o levadura de cerveza, reducen la homocisteína en la sangre. «Los niveles altos de esta sustancia se han relacionado con el infarto cerebral y el deterioro cognitivo en algunos tipos de demencia», subraya el neurocientífico. Y, como apunta la nutricionista, «la falta de estas vitaminas puede provocar una depresión».

La vitamina E. «Se encuentra en los frutos secos y de algunos alimentos, como los espárragos y los huevos, y puede ayudar a minimizar el deterioro cognitivo asociado a la edad», comenta Redolar.

Las coles de Bruselas. Parece, según el experto, que pueden ayudar a la función cognitiva por los efectos neuroprotectores de unos compuestos llamados isotiocianatos.

Pipas de calabaza. Son ricas en zinc, mineral que puede ayudar a mejorar algunos aspectos cognitivos como la atención o la memoria. «Y además tienen magnesio, vitamina B y triptófano, sustancia que ayuda a generar serotonina, cuyo déficit se ha asociado a la depresión», concluye el investigador.