Podemos y una serie de nacionalistas de distinta laya, aprovechando la Gran Recesión de 2008 provocada por una política amoral y un bancarismo sin freno, pugnan por encaminar al país hacia una nueva constitución o incluso una tercera república, o eso creen. Y Pedro Sánchez, primero que ve venir esto desde el PSOE y en darle algún crédito, no parece haber asumido sino muy de mala gana y muy lejanamente esa idea, pese a que tan borrosa visión se vaya dibujando cada día con más fuerza y más clara en el horizonte mientras se desvanece y difumina al mismo tiempo el pútrido bipartidismo postfranquista, periclitado ya, pero que no termina nunca de morir tras cuarenta años de transición hacia la nada... o hacia Europa (es lo mismo: ya solo somos una unidad de destino en lo europeo).
Al menos esa esperanza de Constitución o de República era una posible solución (nadie ha formulado otra), no solo una ilusión. Porque este bipartidismo está formado por una serie de políticos amorales y mentirosos, discípulos de Maquiavelo, como los que tanto criticó Peter Sloterdijk en su Crítica de la razón cínica: casi todo el PP (salva quizá Cristina Cifuentes) y un Susanismo social-demo-caciquil lleno de viejos momios y momias y jóvenes y jóvenas sin ideas. Junto a ellos figuran unos sindicatos políticodependientes ansiosos de prevenderse y prebendarse, una burguesía anciana, pensionista y profundamente mediocre y una masa de ninis malcriados en la inmundicia social del paro y del botellón y en un sistema educativo lleno de agujeros que se ha resignado ya solo a poner las etiquetas que les cambian cada año en vez de crear ciudadanos cultos, preparados, críticos y conscientes... y algo mejor que todo eso: honrados y laboriosos.
Todos estos españoles no poseen ya otra ideología que la del piojo y son incapaces de trabajar por su país, sino que se limitan a esperar que el país trabaje por ellos. Porque el país entero parece estar esperando algo, no se sabe qué, acaso una nueva aparición de la Virgen... Una nueva Constitución o una III República les parecería más difícil de entender, al menos con la Enciclopedia Álvarez de tercer grado que forma toda nuestra hipócrita, tenue y mentirosa cultura general.
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