domingo, 27 de agosto de 2017

Nueva novela de Almudena Grandes sobre la posquerra civil y la protección que Franco dio a 700 genocidas nazis

Tereila Constenla, "Clarita y sus 800 nazis", en el País, 26-VIII-2017:

Almudena Grandes ahonda en la red Stauffer que ayudó a criminales de guerra en ‘Los pacientes del doctor García’, una desbordante novela donde interactúan historia y ficción

Clara Stauffer parece una mentira. Y no lo es. Con dinero, con energía, con contactos, con ideología, con dobleces (española y alemana; nazi y falangista; deportista competitiva y propagandista de la opresión de la Sección Femenina; dadivosa con los suyos e implacable con el resto de la humanidad), dirigió desde su piso madrileño una red clandestina, que ayudó a 800 criminales de guerra a burlar la justicia internacional a partir de 1945. Un ardor justiciero, que fue aminorándose conforme se calentaba la Guerra Fría y se enfriaba la Segunda Guerra Mundial, y que llegó a salpicar a la propia Clara, a veces Clarita. Ella fue la única mujer que figuró en la Lista de los 104 reclamados en 1947 por el Consejo de Control Aliado al ministro de Asuntos Exteriores, Alberto Martín-Artajo. Ni uno solo, tampoco Clara, hija del director de la cervecera Mahou e íntima amiga y correligionaria de Pilar Primo de Rivera, fueron entregados por el régimen de Franco, que protegió a lo más granado de la industria del exterminio que desató el Tercer Reich, desde el croata Ante Pavelic al belga León Degrelle.

Todos ellos desfilan por Los pacientes del doctor García (Tusquets), la nueva novela de Almudena Grandes (Madrid, 1960), que se publicará el próximo 12 de septiembre y que constituye la cuarta entrega de los Episodios de una Guerra Interminable, la serie que arrancó en 2010 con una factura similar, con capítulos históricos intercalados entre los de ficción, con personajes y acontecimientos tan desconocidos como asombrosos. Sirva de ejemplo Johannes Bernhardt, el empresario que viaja hasta Bayreuth el 25 de julio de 1936 para entregar a Hitler la carta en la que Franco reclama músculo bélico. Al día siguiente, el Führer ordena que se envíen a España 20 Junkers, que transportarán 15.000 soldados de Marruecos a Sevilla. A Franco le cambia la vida, a Bernhardt también.

Franco fue generoso con los amigos de sus amigos. Al genocida Ante Pavelic, fundador del movimiento fascista ustacha y dictador títere del Tercer Reich en Croacia, le proporcionó un país donde vivir y morir sin ser molestado por fiscales agresivos (Pavelic está enterrado en el cementerio madrileño de San Isidro). A la actriz Maria Petacci, de nombre artístico Miriam di San Servolo, le facilitó una estancia cómoda en Madrid y el acceso a las películas de Cifesa cuando las cosas se pusieron feas en Roma para todo lo que olía a Mussolini, que acabaría colgado boca abajoen una gasolinera de Milán junto a su amante Clara Petacci, hermana de la actriz.

A León Degrelle, fundador del movimiento fascista belga Rex y oficial de las SS, le dio dinero —vía adjudicaciones de obra pública a su empresa— y tanta seguridad que a menudo ni se molestaba en camuflarse bajo la identidad facilitada por el franquismo para cubrirle ante las peticiones de extradición de Bélgica. Degrelle, condecorado por Hitler con cruces y palabras (le elogió como el hijo que le habría gustado tener), aterrizó de urgencia en 1945 en aguas de la Concha en el avión de Albert Speer, ministro y arquitecto del Tercer Reich.

Se podría opinar que la novela es un ajuste de cuentas con la historiadora que no fue, pero Almudena Grandes voltea el argumento: “Esta serie me ha devuelto al proyecto de historiadora que fui. La que ha ajustado cuentas es la historia conmigo. Un montón de años después me ha demostrado hasta qué punto es importante lo que estudié. Probablemente yo no la habría escrito igual si no fuera historiadora”. Por esta obra de ambición galdosiana van y vienen 207 personajes, incluidas 45 criaturas que en su día fueron de carne y hueso. La cadena de acontecimientos, que discurren en escenarios de nueve países (del campo nazi de Klooga en Estonia a un despacho demócrata del Capitolio), arranca en 1936, mientras Hitler escucha a Wagner en Bayreauth, y colea hasta 1976, cuando tres militares toman el poder en Buenos Aires. De golpe a golpe. Entre ambos, personajes que se mueven por la retaguardia, las trincheras y los rescoldos de la matanza que pespuntean Europa durante la primera mitad del siglo XX.

“GALDÓS NOS ENSEÑA A CONTAR LA HISTORIA DESDE ABAJO”

La saga literaria de Almudena Grandes mira bajo la alfombra de la guerra y la dictadura para rescatar héroes minúsculos, malos de buen corazón, hazañas anónimas, vidas perras, incluso emociones clandestinas en personajes sobreexpuestos como Dolores Ibárruri, cuya pasión por Francisco Antón, escondida por el PCE para proteger la imagen icónica de Pasionaria, se narra en Inés y la alegría (2010, 13 ediciones). Entonces la novelista revivió un episodio apenas conocido y asombroso: la invasión del valle de Arán en 1944 para tumbar a Franco. En El lector de Julio Verne (2012, nueve ediciones) rescata la lucha de los maquis de la Sierra Sur de Jaén durante un trienio de plomo. Y en Las tres bodas de Manolita (2014, ocho ediciones) se sumerge en el Madrid de estómagos vacíos y cárceles llenas de la posguerra, además de destapar la siniestra explotación laboral de menores, hijos de rojos, por órdenes religiosas como los Ángeles Custodios. Un camino narrativo que tiene un maestro. “Galdós”, sostiene la escritora, “nos enseña a contar la historia desde abajo, desde la gente corriente”.

El fresco histórico arropa una trama de espionaje orquestada desde Inglaterra por el presidente Juan Negrín y el embajador Pablo Azcárate, que pretenden devolver por vía diplomática la democracia que se perdió por las armas. Desenmascarar la complicidad de la dictadura con prófugos del nazismo, refugiados en España o Argentina, se convierte en su última esperanza para lograr un cambio político. Será la misión de dos espías de ficción, el médico Guillermo García Medina y el diplomático Manuel Arroyo Benítez, a quienes la escritora zarandea con sucesivas identidades y a quienes regala noches de dicha.

“Para escribir una novela así hay que llegar un equilibrio perfecto entre la libertad creativa y la lealtad a la verdad histórica”, reflexiona Almudena Grandes por teléfono desde Rota (Cádiz), donde apura los últimos días de vacaciones antes de sumergirse en la promoción de una novela costosa. La que más. Cuatro años ha necesitado para sacar adelante este proyecto, que también le ha proporcionado pequeños placeres (introducir un español mexicano) y alguna que otra preocupación. “No puedo traicionar a los personajes reales. Tengo que poner en su cabeza y en su boca cosas que ellos habrían podido decir si se encontraran en esa situación. Como ya tengo confianza, me voy embalando y ya tengo a Negrín y Azcárate de personajes, pero procuro estar segura de que si ellos leyeran la novela, no se extrañarían. Esa es mi barrera”.

Parapetada tras horas de documentación, Grandes recurre a historiadores —como Enrique Moradiellos, biógrafo de Negrín— cuando algo la inquieta. “Para mí es más importante que para otros. En este momento me he convertido en una escritora antisistema. No lo parezco porque no llevo rastas pero en la medida en que mi relato no contribuye a afianzar la versión de la equidistancia, soy consciente de que mantengo una versión disidente en el contexto de la literatura contemporánea”.

En esa visión disidente se encuadra una activa defensa de los valores de la Segunda República y una reivindicación de aquellos secundarios de la historia que lucharon por ellos. Con armas, letras o bisturíes. Como Norman Bethune, el médico canadiense que movilizó fondos hasta lograr trasladar un equipo a España que salvó vidas de milicianos en el frente de Madrid y de civiles en la carretera de Málaga a Almería. Por más que se le racanee, Bethune tiene un lugar en la historia. Su método para conservar la sangre permitió por vez primera realizar transfusiones sin necesidad de que receptor y donante estuviesen juntos.

El segundo homenaje de la escritora se dirige a los estudiantes que se movilizan en Madrid con más idealismo que eficacia para tratar de hundir al régimen al mismo tiempo que la ONU. “Los tenía que meter en alguna novela”, señala Grandes, que se conmovió con la lectura de El fin de la esperanza, testimonio publicado en 1949 en Les Temps Modernes, la revista de Sartre y Beauvoir, con un seudónimo que ocultaba la identidad de Marcelo Saporta, uno de aquellos jóvenes, que en enero de 1946 escribió en Madrid: “Un puñado continúa luchando. Caen todos los días. Daos prisa o llegareis demasiado tarde, cuando hayamos caído todos, uno después de otro, sin esperanza”.

Lo que se tarda en leer a los clásicos

Cuánto tiempo necesitas para leer estos clásicos
Solo es una estimación, no es ninguna carrera

JAIME RUBIO HANCOCK, en suplemento Verne de El País,  24 AGO 2017:

Durante el verano muchos aprovechan para atacar alguno de esos clásicos cuya lectura a menudo se deja para otro momento. Para ayudar a esta encomiable labor, hemos calculado lo que tardaríamos en leer 23 clásicos y proponemos los huecos en los que podría encajar su lectura: viajes en tren, tardes en piscinas o ratos muertos en los que no hacemos gran cosa. Nos hemos centrado en obras en español, dado que Personal Creations ya lo calculó para clásicos en inglés.

Por supuesto, tanto las actividades como los tiempos son meramente indicativos: hemos calculado 300 palabras por minuto, dado que la velocidad de comprensión se estima entre las 200 y las 400, pero hay gente que leerá más deprisa y hay libros que, al contrario, requerirán una lectura más pausada. Desde luego, no es ninguna carrera. Solo se trata de animar a quien le apetezca y mostrar que incluso 2666 es asumible (además de disfrutable). (Y la imagen se puede ver más grande al pinchar en ella).

En las orillas del Sar, de Rosalía de Castro 00.56 16.668 palabras
El perro del hortelano, de Lope de Vega, 1:02, 18.741 palabras
Luces de Bohemia, de Ramón María del Valle Inclán. 1:05, 19363 palabras
Lazarillo de Tormes: 1:07, 20.102 palabras
Campos de Castilla, de Antonio Machado, 1:15, 22.496
Don Juan Tenorio, de José Zorrilla: 1:18, 23.429 palabras
Viaje olvidado, de Silvina Ocampo, 1:25, 25.666 palabras.
Cantar de mio Cid: 1:55, 34.511 palabras
Desolación, de Gabriela Mistral, 2:09, 38.578 palabras.
Buscón, de Quevedo, 2:23, 43.118 palabras
Libro de buen amor, de Juan Ruiz, 2:44, 49.343 palabras
La Celestina, de Fernando de Rojas, 3:48, 68.463 palabras
Nada, de Carmen Laforet, 4:05, 73.860 palabras
Cinco horas con Mario, de Miguel Delibes, 2:32, 81.869 palabras
La noche en Tlatelolco, de Elena Poniatowska, 5:05, 91.443 palabras
La conquista del aire, de Belén Gopegui, 5:39, 101.604 palabras
Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, 7:40, 138.058 palabras
La casa de los espíritus, de Isabel Allende, 9:17, 167.012 palabras
Rayuela, de Julio Cortázar, 9:35, 172.041 palabras
Olvidado rey Gudú, de Ana María Matute, 16:39, 299.613 palabras
Don Quijote de la Mancha, de Cervantes, 21:13, 381.857 palabras
Fortunata y Jacinta, de Pérez Galdós, 22:01, 396 225 palabras
2666 de Roberto Bolaño, 22:16. 400.783 palabras


Diez años sin Umbral

Ángel Vivas, "Diez años sin Umbral", en El Mundo, 27-VIII-2017:

Este lunes se cumple una década del fallecimiento del Premio Cervantes, un aniversario que evoca aquellos años en los que el autor desembarcó en Madrid.

A la altura de 2001, cuando recibió el Cervantes, Umbral había comprobado ya que los sueños de la adolescencia acaban cumpliéndose; así fue al menos en su caso. A la altura de 2001, llevaba como cuarenta años en Madrid, desde la noche remota (en) que llegó al Café Gijón para ocupar la mesa de los poetas y un lugar de primera fila en la literatura española, lugar en el que sigue diez años después de su muerte.Cuando llegó un Paco Umbral veinteañero, el Gijón era como el Café de Rick, el lugar al que iba todo el mundo, el sitio en el que había que estar. Allí empezó a abrirse paso el escritor, que ya traía un currículum de firmas en El Norte de Castilla y locuciones en la radio en León. La voz grave de Umbral era perfecta para el medio. "Hemos tratado de encontrar grabaciones de entonces con la voz de Paco, pero no han aparecido; lo que hubiera sido tener grabaciones de aquellos años...", sueña María España, con la que hablamos en La Dacha de Majadahonda para evocar los primeros años madrileños de Umbral.Venir a Madrid se daba por sentado, recuerda su viuda, y la pareja, que se había casado poco antes, en el 59, formalizando una relación que se remontaba a los paseos provinciales de la adolescencia, no tuvo dudas. Fueron años de sueños y entusiasmo, de tocar en muchas puertas (casi todas se abrieron), de velar armas, de algunas dificultades, claro; de vivir en pensiones y visitar redacciones. Umbral llegaba también con un sólido bagaje de lecturas. Sería, como no se cansó de reconocer él mismo, autodidacta, pero de un autodidactismo voraz, minucioso y sistemático. Haber leído a T. S. Eliot en el 64, como ya había hecho Umbral, no era, en efecto, cualquier cosa.Madrid eran los medios literarios, el Ateneo -en cuya aula pequeña dio una temprana lectura de sus cuentos, llevado por José Hierro- y el Gijón, en el que no sólo se asentaban los escritores, sino los pintores, los actores. Uno de estos, Juan Luis Galiardo, recordaba a un Umbral "elegante, apuesto, un competidor peligroso, porque hablaba mejor que nosotros y era más seductor". Seducciones aparte, Umbral pensó -esto lo recuerda ahora María España- que era importante hacerse una imagen, llamar la atención de algún modo, hacerse notar (él mismo ponía el ejemplo del Azorín joven con su paraguas rojo); de ahí el foulard que era entonces su punto de distinción.Su talento literario, del que él siempre estuvo seguro, fue pronto percibido por los primeros espadas. Ya escribía para El Norte de Castilla de Miguel Delibes, José García Nieto le conseguiría la colaboración en Mundo Hispánico; Manu Leguineche, la de su agencia Colpisa, donde Umbral escribió artículos que se difundían en veinte periódicos; Cela le ayudaría para publicar en la primeriza Alfaguara, fundada por el futuro Nobel. "Cela era muy duro y no admitía a cualquiera en su entorno", recuerda María España. "Quiso que entrara en la Academia, lo que no consiguió, porque Cela tenía también muchos enemigos; pero seguro que ayudó para que consiguiera el Príncipe de Asturias y posiblemente también el Cervantes, pero Cela no decía nunca estas cosas que hacía por la gente".Pero nos hemos adelantado. Todavía no estamos en los años 90 y 2000 de los grandes reconocimientos, que no son siquiera objeto de este artículo. Estamos en los 60, cuando Umbral llegó al Café Gijón y se sentó en la mesa de los poetas, la que de un modo natural le correspondía a un lector voraz de poesía como él, y en la que convivían -esto lo han dicho todos los que allí estuvieron- las dos Españas, aunque tal vez, como advirtiera Umbral, la guerra civil iba por dentro.

Al Café Gijón y a la literatura española trajo Umbral, según dijo una vez Félix Grande, la inocencia y el espanto de su infancia y la angustia de su adolescencia, de los que tuvo el coraje de no desprenderse, y por no haberse desprendido de aquella carga, era Umbral incorrecto y faltón, pero también tierno y generoso. Félix Grande sabía bien lo que era llegar de la provincia a abrirse paso en Madrid. Él lo logró sobre todo en el Instituto de Cultura Hispánica y la revista Cuadernos Hispanoamericanos.

Umbral también estuvo en algún momento en un despacho del Instituto de Cultura Hispánica, en la ciudad universitaria de Madrid. Allí acogió un día de febrero del 65 a un joven estudiante que huía de la policía. Había habido una manifestación, una manifestación histórica que encabezaron los catedráticos José Luis Aranguren y Agustín García Calvo (lo que les costaría a ambos la expulsión de la universidad, pero también el SEU, el sindicato falangista, quedó herido de muerte de resultas de las protestas) y el estudiante se escabulló de la refriega metiéndose en el edificio y acabando en aquel despacho en el que estaba el Umbral infatigable que se iba asentando en la vida literaria de Madrid. La anécdota es increíblemente novelesca, digna de quien mezcló tanto vida y literatura, porque el estudiante se llamaba Jorge Urrutia y no sabía entonces (Umbral parece que sí lo sabía) que quien le permitía esconderse de los grises y los sociales era su tío. El parentesco se hizo público muchos años más tarde cuando la profesora Anna Caballé reveló los orígenes familiares de Umbral, hijo del empresario Alejandro Urrutia, padre del poeta Leopoldo de Luis y abuelo del citado Jorge Urrutia. Pero ésa también es otra historia.

En 1965 Umbral ya se había asentado lo suficiente como para dar el paso del periodismo, que nunca dejó, a la autoría de libros; ese año publicó los primeros suyos: Balada de gamberros y Larra, anatomía de un dandy. El muchachito de Valladolid ya era Francisco Umbral, ya había dejado atrás el Paco con que firmó al principio, "queriendo darle a aquello una jovialidad reporteril y estúpida". Ya se había dado cuenta de que, junto a los Gerardo Diego, Cela, José Hierro, había mucho escritor menor a los que nadie recordaría en muy poco tiempo, "entrañables monstruos del café, pequeños seres sin nombre que se dormían sobre un brazo que les faltaba o escribían algo que no iba a leer nadie jamás". "En esta vida tan literaria había un poco de tristeza de la que yo quería huir", escribe en La noche que llegué al Café Gijón.

Antes, la frustrada edición de un volumen de cuentos que iban a haber sacado Francisco García Pavón e Ignacio Aldecoa en una colección de la flamante Taurus, le costó lágrimas, según cuenta en el libro citado. Aunque no llorara con facilidad, como recuerda María España, que sostiene que pagarse la edición no entraba en la idea que él tenía de ser escritor. Aquellas frustraciones empezaban a quedar atrás, como empezaban a quedar atrás las estrecheces, que España no recuerda tan estrechas. En el libro de conversaciones con Eduardo Martínez Rico, verdadera biografía dialogada, Umbral, que siempre literaturizaba las cosas, dice que las pasó "muy putas, muy putas" y no niega que llegara a pasar hambre. Su viuda cree que no fue para tanto: "ahora parece que hay que comer muy bien y mucho, entonces no éramos tan exigentes; además de que no es lo mismo comer en una casa que en una pensión"."Yo estuve primero en pensiones de la calle de la Madera, estrechas y torcidas, todas de olor a cocina y al paso fugaz de los viajantes de comercio, y luego en pensiones burguesas de la calle de Ayala... Yo estuve también en las pensiones estudiantiles de Argüelles... y en pensiones familiares de Sáinz de Baranda... Por las mañanas salía con mis cartas de recomendación, con mi cartera, con mis cuatro cosas, a visitar oficinas, redacciones, sitios donde me pudieran dar trabajo" (La noche que llegué al Café Gijón). La seguridad en sí mismo nunca debió de abandonarle por encima de eventuales rechazos. Así recuerda uno de estos en La Codorniz: "Estoy seguro de que aquello no valía, pero debieron tener, por lo menos (si es que me leyeron) el mínimo instinto para ver que aquel muchacho, aunque les estaba plagiando, iba a saber escribir correctamente, y que habría valido la pena orientarle y pedirle otra cosa. No lo tuvieron".

Otros sí tuvieron ese instinto. Y Umbral escribió y publicó hasta el punto de que (esto se lo cuenta a Eduardo Martínez Rico) llegó a mirar en los quioscos, fijándose en las revistas en que aparecía su firma y, sobre todo, en las (pocas) en que estaba ausente, proponiéndose aparecer también en ellas. "Tenía el ansia de estar en todo el quiosco, y yo creo que llegué a conseguirlo; me jodía que hubiera una revista donde no se publicara nada mío".Alguno de aquellos reportajes, como el que hizo sobre los trabajos y los días del padre Llanos en su barrio de chabolas, no sólo tuvo éxito sino que, recuerda María España, le granjeó la amistad del cura, con el que formó un triángulo amistoso completado por Carmen Díez de Rivera. Siempre se rodeó se esa gente especial por un motivo u otro: Llanos, Díez de Rivera, Ramoncín, Pitita... las famosas negritas del Umbral consagrado tras la forja en el Madrid de los primeros sesenta.

Por qué el País Vasco va bien y Cataluña no

Leyre Iglesias, "País Vasco: vivimos bien en la España finlandesa", en El Mundo, 27-VIII-2017:

La Euskadi real se resiste al encasillamiento nacionalista. Ni es sólo una ni quiere una independencia a la catalana. Y aquí también los antiespañoles se van de vacaciones a Cádiz. Retrato de la España finlandesa, su sobrefinanciación y sus paradojas.
Joseba, 42 años, mastica un bocata de jamón con rúcula en un banco al sol frente al Museo Guggenheim. Es la hora de comer y tiene una obra por aquí cerca. Cuando le pedimos un favor, que nos explique qué es para él España, tuerce el gesto. Para empezar, la palabra no acaba de gustarle. En «el Estado» viven familiares suyos, gente muy maja; pero (ahora sí) «España es un país de pandereta». Corruptos, ladrones. Nada, por otra parte, que no pudiera decirse en Benidorm, adonde este verano se irá de vacaciones. - ¿Y el País Vasco? - En Euskadi se vive muy bien. Para explorar cómo se ve hoy a España desde el País Vasco, la primera parada podría ser cómo se le habla. Cómo se dice España. El catedrático de Historia y ex rector de la Universidad del País VascoManuel Montero García ha dedicado al lenguaje vasco muchas horas de observación. Su libro Voces vascas. Diccionario de uso (Tecnos, 2014) es clarificador. «España es el agujero negro del habla vasca», afirma Montero. Así, si quiere usted integrarse en tan hermosa esquinita del mundo sin que le miren mal, para decir «en España» utilice mejor «a nivel del Estado español». «Con todo lo que hablamos de nosotros mismos, ni siquiera tenemos un término indubitable para el territorio: País Vasco, Euskadi, Euskal Herria...». ¿Cómo hablar de una mirada a España si no hay una única mirada hacia dentro? A continuación, un breve diccionario para acercarse a la paradoja vasca.

«En Euskadi existe una cosa muy curiosa», cuenta a unos pasos de allí Joseba Arregi Aranburu, el consejero de Cultura del Gobierno vasco que trajo a Bilbao su símbolo más reconocible, el museo (¡americano!) de titanio que, más allá de ETA, puso a la comunidad autónoma en el mundo. La cosa curiosa que Arregi -antes nacionalista, hoy bestia negra para sus ex compañeros del PNV- detecta con sonrisa indulgente es esta dualidad: el vasco, incluido el votante no nacionalista, suele mostrar un desprecio casi natural por lo que significa España, pero al mismo tiempo se va de vacaciones a Cádiz. En sus palabras: «Hoy sigue existiendo el componente del miedo a la muerte del euskera y con él, una identidad temática y refleja que admite una fuerte caracterización diferenciada. Pero al mismo tiempo, ésta convive con una identidad vivida y un consumo de cultura profundamente inmersos en lo español». Cuatro ejemplos: mismos o parecidos gustos musicales (sí, aquí también suena Despacito), el español predomina -el 76% de los vascos usa el castellano y no el euskera en sus conversaciones habituales-, Telecinco es la cadena más vista y, lo dicho, siete de cada 10 vascos se van de vacaciones a otra parte de España. Como Joseba a Benidorm. O como el lehendakari Iñigo Urkullu, que este verano ha cambiado Sancti Petri (Cádiz) por Santo Domingo de la Calzada (La Rioja).

¿Vascos o españoles?En la Euskadi de los tópicos (el marmitako, el «aúpa», la honradez, el caserío, el borroka, la playa y el monte), las encuestas dicen que a lo largo de los años «la mayoría (el 68%) de la población comparte un sentimiento constante de identidad dual vasco/española». Habla Francisco José Llera Ramo, director del Euskobarómetro. Llera lleva desde finales de los años 70 haciendo las mismas preguntas a los vascos y con sus respuestas tiene un dibujo que permite apuntar un par de conclusiones sobre este complejo paisito de apenas dos millones de habitantes. Primera: quienes sólo se sienten vascos y no españoles siempre han sido minoría (el 37%). Ni siquiera son más entre los votantes del PNV. Y la tan nombrada mayoría nacionalista sólo existe en Guipúzcoa. Segunda: los deseos de independencia han ido bajando y sólo los expresa el 30% de la población; la mayoría apuesta por el actual autogobierno (33%) o su desarrollo en un horizonte federal (34%). Eso sí, aquí llega la tercera: el 59% querría celebrar un referéndum de independencia. Aunque el 39% votaría que no y sólo el 31% que sí. Estas cosas pasan. Es ahora Cataluña quien da la batalla por el derecho a decidir que inventó Ibarretxe.¿Por qué Cataluña sí y el País Vasco, el más históricamente antiespañol, no? ¿Qué ha ocurrido? En Euskadi ha habido una banda terrorista de signo nacionalista que ha matado a más de 800 personas en casi 50 años y ha desterrado a muchos (se habla de miles) no identificados con su proyecto. El nacionalismo ha gobernado casi sin interrupción, a menudo con los socialistas de aliados, y ha ganado la batalla del lenguaje y casi todo el resto de los pulsos. Pero, como dice Joseba, con todas sus sombras -como el preocupante envejecimiento de la población-, aquí «se vive bien». El nosotros vasco entendido como somos porque vivimos bien.

Calidad de vidaAlgo así viene a sostener el sociólogo Ander Gurrutxaga Abad en su último libro, Rutas nacionalistas (Biblioteca Nueva, 2017). «La calidad de vida, la confianza en las instituciones, el mantenimiento de unos servicios públicos buenos, que te atiendan bien y resuelvan tus problemas cuando vas a Osakidetza [la sanidad], la existencia de la renta de garantía de ingresos para las personas con más problemas económicos [que el resto de España muy probablemente no podría permitirse], que haya un buen sistema educativo».«Esa confianza, ese modus vivendi, explica el mínimo denominador común que en el País Vasco, más allá de dónde se sitúe cada uno, articula la conciencia del nosotros», sostiene Gurrutxaga. Y explicaría el éxito del nacionalismo durante tantos años. Aquí, resumiendo, las cosas de comer funcionan. Hay dinero y se distribuye «razonablemente». A diferencia del nosotros español, el vasco parece tenerse en alta estima.«Desde la época foral, e incluso antes, hay un sentimiento fuerte de singularidad vasca que perdura hasta hoy», indica Antonio Rivera Blanco, catedrático de la Universidad del País Vasco en Vitoria y viceconsejero de Cultura en el Gobierno de Patxi López. «Pervive la idea de que somos diferentes, tenemos rasgos culturales distintos, somos mucho más modernos (antes era más católicos)... Y no pensamos que estamos siendo privilegiados, sino que somos una región más rica que el conjunto de España y que España sale favorecida por nosotros. Existe la sensación de que el dinero va de aquí para allá [«a Madrid», como suele decirse], cuando cualquiera que sepa un poco de esto sabe que no es así».
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«Esto» es el Concierto Económico (el sistema por el que las tres diputaciones vascas regulan y recaudan la mayoría de los impuestos) o, más propiamente, el Cupo, el cálculo que se hace del dinero que el País Vasco debe pagar al Estado por las competencias no transferidas. Está extendido entre los expertos más respetados que esa valoración económica, que se aplica por un acuerdo entre el Gobierno autonómico y el central de forma muy opaca y dependiendo de los intereses políticos de cada momento, beneficia, y mucho, al País Vasco. Pero de eso, en esta tierra, no se dice ni palabra. «El único que cuestiona el Concierto es Ciudadanos», recuerda Rivera. «Y es prácticamente tratado de alienígena». ¿Las cifras? «El economista Ignacio Zubiri calcula que con el sistema actual existe una ventaja anual de 1.000 euros por ciudadano vasco respecto a la media española, lo que implica unos 2.000 millones de euros anuales extra», afirma el historiador. Euskadi, tres vacas«Euskadi es aproximadamente un 30-32% más rico según el PIB que la media española. Pero todos los estudios dicen que el gasto público por habitante es superior en un 60%», precisa Arregi. A su juicio, es la dualidad entre el vasco de superficie y el español soterrado -ese despotricar de España e irse a Cádiz de turismo- lo que actúa como «condición necesaria para justificar la situación fiscal y financiera privilegiada de la sociedad vasca». Hay una canción que ya se entonaba en la Transición y que dice así: «Siete vacas tiene Euskadi. Mientras los vascos las ordeñan, toda la leche va pa Madrid».

A Idoia Estornés Zubizarreta, historiadora y Premio Euskadi de Literatura, la encontramos en su casa del País Vasco francés, donde, dice, envidian la autonomía vasca dentro de España. Rompeclichés libérrima, hija del más importante editor vasco (el nacionalista Bernardo Estornés, que fundó la Enciclopedia Auñamendi), Estornés empieza así.«Cuando, arrastrado por la crisis financiera, estalla el gigantesco globo del España va bien, descubrimos que la España de las autonomías ha segregado taifas opacas. Cataluña, endeudada hasta las cejas, es víctima de su clase más corrupta: el 3%, mordidas escalonadas, testaferros agradecidos, cosa nostra. En cambio, en Euskadi, donde la corrupción parece manifiestamente menor (¿gracias, entre otras cosas, a la vigilancia de ETA y sus avistadores infiltrados?), se piensa (no se dice): Que me quede como estoy, con un Concierto Económico bien renovado, con una moneda fuerte». «En ningún momento ha devenido Europa una unión de pueblos sino de Estados; no se confía ya en el declive de sus fronteras. Se alardea de crear un Mónaco, pero se vive demasiado bien para aventurar un Kosovo. Un Estado con 500 años de reconocimiento y pasaporte privilegiado no es mala capa. Y en la manga, el libredeterminismo doctrinal, la bambarria declarativa, el gimoteo, según convenga», prosigue Estornés. Difícilmente Euskadi puede sentirse agraviada. Según el INE, su índice de pobreza es el más bajo «a nivel del Estado» y los ingresos medios anuales por vasco, los más altos. San Sebastián es el símbolo de la riqueza. La ciudad más cara, con coloridas barras de pintxos a precio prohibitivo, señoras bien paseando y surfistas exhibiendo sus tablas. Bilbao, la estampa de una ciudad rehecha, capital de negocios de pasado industrial que atrae turistas. Y al sur, como se decía en Ocho apellidos vascos, está la pequeña Vitoria, capital administrativa, sede del Parlamento y el Gobierno, que carga con el sambenito de la más castellana y que tiene hasta tranvía. Ongi etorri a la España finlandesa. Pero, de nuevo, no hay que confundirse: ya que estamos, Euskadi es plurinacional. Y pluriterritorial. El bilbaíno se siente más vizcaíno que vasco, y así sucesivamente. El último Deustobarómetro, encuesta de la Universidad de Deusto, da buena cuenta de ello. Frente a las patrias gloriosas y las cacareadas naciones, el vasco se identifica primero con su provincia (69,9%) y con su pueblo o ciudad (69,8%), y sólo después con el País Vasco (64,6%). Mucho más lejos le quedan Euskal Herria (incluida Navarra, 47,1%), Europa (41,8%) y, cómo no, España (30,7%). ¿Y de qué fuentes de identidad beben? ¿Qué los hace como son? La respuesta: ni la ikurriña, ni el euskera, ni la independencia (por debajo del 6%), sino, por este orden, la familia, la justicia social, ¡la cuadrilla y la buena mesa! Joseba va terminando su jamón con rúcula, que muy vasca no es, pero es que ahora en Bilbao se han puesto de moda los garitos hípsters, dice. Los sábados suele quedar con la cuadrilla y está al día. «La cuadrilla [en España] no es lo mismo. Aquí estás con los de siempre desde crío. Es sagrau». Tras advertir que no quiere ver su apellido en este reportaje («es que preguntar aquí por España») y lanzar un agur, vuelta a la obra. «Trabajadores sí somos. Esto no es el paraíso, pero viendo lo que hay por ahí [léase ay]... Si las cosas nos van bien, o mejor que en otros sitios, por algo será».

domingo, 20 de agosto de 2017

Frédéric Lebaron: la desigualdad económica en sociología

Claudio Daniel Campanari, "Un sociólogo francés vinculó la educación de las élites con la "meritocracia"

El sistema educativo donde estudian las élites que van a ocupar puestos dirigenciales, tanto en el mundo empresario como en el político, "está controlado por una oligarquía económica" a la que acceden menos del uno por ciento de la población mundial, afirmó Frederic Lebarón, sociológo y filósofo de la Universidad de Versalles durante una conferencia que dio en la Universidad de Buenos Aires (UBA).

El sistema educativo donde estudian las élites que van a ocupar puestos dirigenciales, tanto en el mundo empresario como en el político, "está controlado por una oligarquía económica" a la que acceden menos del uno por ciento de la población mundial, afirmó Frederic Lebarón, sociológo y filósofo de la Universidad de Versalles durante una conferencia que dio en la Universidad de Buenos Aires (UBA).

Autor de más de 200 artículos sobre sociología y filosofía publicados en diversos medios franceses, Lebaron aseguró que su área de estudios está tratando de empezar a pensar "como funciona los distintos mecanismos de selección de las élites que están basados en la meritocracia y en la posesión de un capital económico, social y cultural".

Invitado al país por el Centro Franco-Argentino a dar una serie de charlas y conferencias sobre "Las políticas neoliberales y sus consecuencias", Lebaron, codirector adjunto de la Unidad de Formación e Investigación en Ciencias Sociales en la Universidad de Versalles, indagó durante su charla en la UBA sobre la reproducción de las élites y los sistemas educativos en la globalización. 

"Las instancias de selección de esta clase dirigencial refuerzan el concepto de desigualdad, especialmente en el campo de lo económico, otorgando un aparente sentido de mérito al ascenso social", explicó Lebaron.

Ahondó en este concepto al expresar que los mecanismos de selección de las elites "son inconscientes" y tienen en cuenta "el capital económico, social y cultural de los aspirantes", al tiempo que identificó como un avance en estos proceso de selección "a la cuestión de género, ya que actualmente entre un 6 y un 7 por ciento de mujeres ocupan altos cargos dirigenciales".

"Hay algunos elementos que deben contar las personas que acceden a una escuela de formación de élites que es un fluido manejo del idioma inglés y profundos conocimientos de management empresarial, pero hay otros que son inconscientes y que tienen que ver con el sentido común y con las pruebas que deben pasar", aseguró el sociólogo.

Lebaron explicó en este sentido que "existen escuelas para formar esta clase de personas, como la Universidad de Harvard, en los Estados Unidos, o el Instituto de Ciencias Políticas de Francia, entre otros, a la que se accede si se cuenta con un patrimonio económico y cultural heredado y son sólo ellos los que avanzan" .

El especialista refirió que, en Estados Unidos, "sólo el dos por ciento de la población está en condiciones de acceder a Harvard y, si se proyecta este modelo selectivo hacia el resto del mundo, vemos que menos del uno por ciento accede a las escuelas de élite".

Indicó que esta relación tan selectiva "refuerza la idea de la meritocracia como el corazón de la selección de las élites y que el capital va hacia el capital por lo que no es provocador decir que una oligarquía económica, conformada por la alta burguesía, controla el sistema educativo donde estudian los futuros dirigentes mundiales, tanto en lo empresarial como en lo político".

Lebaron dio como ejemplo lo que sucede en Francia en donde "de cada 800.000 nacimientos solo tres o cuatro mil acceden a lo que llamo la nobleza del Estado, es decir aquellas personas que por su capital económico, social, y cultural, sea por herencia o por ser familiar de alguien con títulos conforman las élites nacionales".

"En Francia los procesos son muy selectivos ya que a partir de los resultados escolares, y con el respaldo de ese capital, ingresan a las escuelas de elite que son los colegios normales, la Escuela General de Administración y el Instituto de Ciencias Políticas, entre los más importantes", sostuvo el filósofo.

Consideró que en Francia "es muy difícil que alguien que no haya pasado por estas escuelas vinculadas a la administración y a la política acceda a posiciones dirigenciales y la excepción es Cristinne Lagarde , la actual titular del Fondo Monetario Internacional".

"Ella proviene del campo del derecho, no de las finanzas, pero su buen manejo del idioma inglés y sus profundos conocimientos de management asociado a un buen capital económico la ha catapultado a lo más alto de un organismo mundial", explicó Lebaron.

El sociólogo detalló que no se puede afirmar con certeza "cual de los tres capitales es más importante para acceder a posiciones dirigenciales, lo que si se conoce es que deben estar interconectados entre sí" mientras que también se refirió a que como era de suponerse "estos rigurosos mecanismos de selección también generan tensiones y resistencias".

"Existen en la actualidad el fenómeno de los nuevos ricos, que no responden a una categoría sociológica sino a una calificación mediática, y que son productos de desplazamientos que hay en las propias élites en donde se van conformando nuevos tipos de capitales económicos y sociales", remarcó el especialista francés.

Explicó que en Francia "hubo intentos de aplicar los mismos mecanismos de selección de las élites en las clases populares pero han fracasado porque la base de este sistema es la meritocracia, que es una lógica que termina escondiendo desigualdades más importantes, por lo que se sienten rodeados de entornos más elevados y el sistema fracasa".

"Para un sociólogo resulta muy difícil pensar que se puede hacer con estas cosas", destacó Lebaron y añadió: "Así como en la cuestión de género hubo avances importantes en las últimas décadas, los sistemas de selección de las élites deberían poder llegar a todas las personas, porque cualquiera puede ser mejor que Bill Gates"

Últimos descubrimientos sobre la lectura: hace más inteligentes a los niños, por ejemplo.

Kristin Suleng, "Estas lecturas te pueden hacer más inteligente", en El País, 20-VIII-2017:

Leer es a la inteligencia lo que el entrenamiento físico a la capacidad muscular. Pero no vale cualquier soporte ni cualquier género

Mujer, entre 30 y 55 años, con formación académica y urbanita. Ese es el perfil de las personas que más leen en España, según el Informe de la Lectura en España 2017 a cargo de la Federación Española de Gremios de Editores de España (FGEE). Lo que ninguna estadística de índice de lectura le dirá es cómo funciona el cerebro de los lectores ávidos.

Si usted se encuentra en el grupo de los amantes de los libros, tiene razones para pensar que su cerebro es privilegiado. El hábito de la lectura no solo estimula la conexión entre sus neuronas, también podría potenciar su capacidad de empatía, es decir, ponerse en el lugar de los demás en las alegrías y en las penas; y alargar su esperanza de vida.

En el desarrollo de la cognición influyen muchos aspectos, desde la genética al medio donde vivimos, la alimentación y la educación. Como recuerda el neuropsicólogo Pablo Duque, nuestro desarrollo cognitivo nos ha permitido inventar cosas que se han instalado en el cerebro, como memorizar, razonar, percibir los colores. De hecho, la lectura, junto con la escritura, el cálculo y la orientación derecha-izquierda, tiene su propia posición en el cerebro.

Estudios recientes se han adentrado en la capacidad del ambiente para modificar nuestra inteligencia. En concreto, para descubrir si aprender a leer en la infancia nos hace más inteligentes. Los resultados de una investigación de la Universidad de Edimburgo de 2015 —a partir de un diseño longitudinal sobre el desarrollo cognitivo en gemelos monocigóticos evaluados en cinco momentos diferentes desde los 7 a los 16 años— indicaron que los gemelos con mejor capacidad de lectura inicial a los 7 años, comparados con su gemelo idéntico, tienden no sólo a tener una mejor capacidad de lectura en las mediciones posteriores, sino también puntuaciones más altas en las pruebas de inteligencia general.

"Cada persona tiene una capacidad innata que puede potenciarse y desarrollarse. Y la lectura es un medio de potenciar las diferentes inteligencias" (Ayoze González, presidente de la Sociedad Canaria de Neurología)

“Los vínculos entre la lectura y la inteligencia que se encuentran en el presente estudio se extienden más allá de la inteligencia verbal y nos muestran que leer también se asocia con la inteligencia no verbal”, señala Pablo Fernández-Berrocal, catedrático de Psicología de la Universidad de Málaga y especialista en inteligencia emocional.

Desde los años 90, estudios como los del reconocido psicólogo Howard Gardner, enmarcardos en la nueva neurociencia cognitiva, establecieron que la inteligencia no era una capacidad fijada e innata en cada persona, sino un conjunto de habilidades cognitivas en distintos campos de la experiencia humana, susceptibles de desarrollarse y mejorar durante todas las etapas del desarrollo humano. Y al contrario, podían estancarse si no se ejercitaban. Es lo que se llama neuroplasticidad, la capacidad de las neuronas de aumentar el número de conexiones entre ellas y establecer un mayor número de redes neuronales a partir de su interacción con el entorno.

“Dentro de esta interacción, la lectura es uno de los mayores catalizadores. Aunque la capacidad intelectual —entendida de forma amplia— es diferente en cada persona, ya que en parte la determina la genética, devorar libros es un medio de potenciarla. La lectura es a la inteligencia lo que el entrenamiento físico a la capacidad muscular”, señala Ayoze González, Responsable de la Unidad de Neurología en Hospital San Roque de Las Palmas (Gran Canaria).

La lectura, además, potencia otras habilidades personales. “Al leer, el cerebro hace representaciones visuales de los paisajes, escenas o momentos, potenciando la imaginación y capacidad visuoespacial. Diversos estudios recientes indican, además, que las personas que leen literatura con frecuencia desarrollan más la empatía. Esto es así, porque al leer, la persona se identifica con los personajes, con sus vivencias y aventuras, poniéndose en su lugar e identificándose afectivamente con ellas”, matiza este neurólogo, presidente de la Sociedad Canaria de Neurología (SOCANE).

Que la inteligencia no es un concepto estático y único, sino que engloba diferentes habilidades cognitivas, lo prueban los casos de personas que aprenden un idioma con mucha facilidad pero tienen dificultades para resolver problemas matemáticos, o las que tienen gran facilidad para la localización espacial, pero manifiestan problemas para expresar el lenguaje.

"Cada persona tiene una capacidad innata que puede potenciarse y desarrollarse. Y la lectura es un medio de potenciar las diferentes inteligencias, no solo la lingüística. Puede mejorar la inteligencia espacial, la inteligencia emocional, la capacidad de anticipación y lógica. La lectura es una manera de potenciar la plasticidad neuronal, mejorando las capacidades innatas a través de nuevas redes neuronales, y aumenta el desarrollo de las personas. En los países soviéticos se seleccionaba a los niños que destacaban en las matemáticas aplicadas y se les entrenaba desde pequeño jugando al ajedrez. Esto potenciaba unas capacidades innatas y las hacía crecer. Lo mismo pasa con la lectura. Hay personas que son inteligentes y no leen, claro, pero la pregunta es ¿serían mucho más inteligentes si además potenciaran esa cualidad? Seguramente sí”, indica el neurólogo Ayoze González.

En papel y de ficción, mejor

¿Hay algunas condiciones que favorezcan los beneficios de la lectura? Algunos estudios recientes señalan que el soporte en papel tiene un impacto positivo en la comprensión, el aprendizaje y la comunicación. “Algunas pequeñas investigaciones han comparado los resultados en estas habilidades entre escolares que leen en papel o en medios electrónicos, pero con conclusiones difíciles de interpretar. Aún así parece que las personas que leen en medios electrónicos refieren mayor dificultad para transportarse al mundo que están leyendo o para identificarse con los personajes. Probablemente se relaciona con la mayor fatiga que genera la lectura en medios digitales o con una mayor dificultad para mantener la atención. En gran parte de las encuestas, un alto porcentaje de personas siguen prefiriendo subjetivamente leer en papel que en medios electrónicos. En cualquier caso, la lectura es positiva, sea cual sea el medio utilizado”, advierte el neurólogo González.

El género podría también tener algo que decir en la relación entre la lectura y el desarrollo de nuestra cognición, ya que algunos autores vinculan el hábito de leer ficción con el desarrollo de la habilidad de la mentalización, o lo que es lo mismo, comprender mejor a las personas de nuestro alrededor, debido a que la lectura de pasajes de la literatura de ficción —en comparación con los de no ficción o ficción popular (superventas)— mejora nuestra teoría de la mente, la habilidad para comprender y predecir la conducta de otras personas, sus conocimientos, sus intenciones, sus emociones y sus creencias.

“Leer ficción nos permite vivir miles de vidas en una. Nos ayuda a comprender cómo se sienten otras personas, a conocerlas mejor y predecir su comportamiento" (Pablo Fernández-Berrocal, catedrático de psicología de la Universidad de Málaga) 

Pero, atención, no confuda mentalización con empatía. “Cuando una persona entiende la mente de otra, puede interpretar o entender lo que piensa, eso es la mentalización. Empatía es sentir lo que otro siente, no solo entenderlo, y requiere una capacidad superior porque llega más allá del cerebro normal del resto”, destaca el neuropsicólogo Pablo Duque, director general de iNEURO.

Los lectores de ficción literaria (obras de mayor calidad estilística y complejidad narrativa y de caracteres) realizaron significativamente mejor los test relacionados con la teoría de la mente. “Según estas investigaciones, las novelas de cierta calidad, a diferencia de las más populares y fáciles de leer, requieren una mayor atención intelectual y un pensamiento creativo más afinado, al estar llenas de personajes complejos cuyas vidas no son fácilmente discernibles, haciendo necesarios recursos interpretativos más flexibles para inferir los sentimientos y pensamientos de los personajes. Sin embargo, la ficción popular tiende a describir el mundo y las personas de una forma mucho más coherente y predecible; de esa forma, reafirma las expectativas de los lectores y no tiene por qué mejorar la teoría de la mente”, describe Fernández-Berrocal.

“Leer ficción nos permite vivir miles de vidas en una. Nos ayuda a comprender cómo se sienten otras personas, a conocerlas mejor y predecir su comportamiento. Es una capacidad esencial para relacionarnos con éxito en nuestra vida personal y profesional. Amar los libros nos ayuda a entender a los demás, y esta mejor comprensión emocional nos puede ser muy útil para amar de forma más inteligente a las personas”, asegura este psicólogo.

Pero la cuestión clave, todavía pendiente de respuesta, es averiguar las causas de las diferencias entre la ficción y la no ficción. “Una posible explicación es que durante la lectura de ficción, la simulación de la experiencia social que se produce podría involucrar a los mismos procesos sociocognitivos empleados durante la comprensión del mundo real social (la inferencia mental, el seguimiento de los objetivos, el reconocimiento de la emoción). La exposición repetida podría dar lugar a una intensificación de estos procesos sociales y empáticos, que a su vez podrían aplicarse a otros contextos en la vida real”, recalca el catedrático de Psicología.

Sin embargo, para especialistas en Neuropsicología pediátrica como Roser Colomé, la relación entre el desarrollo cognitivo y el tipo de soporte y de género podría no estar clara. “Se ha observado que los niños disléxicos se benefician de la lectura electrónica al modificar ciertas variables como la fuente tipográfica, el tamaño de la letra, el uso de diferentes colores o de palabras más o menos largas; y también por el contenido, ya que con en soporte electrónico pueden leer un libro que les muestre los sinónimos más sencillos para comprenderlo o destaque las palabras en negrita y los números en dígitos. Es cierto que la costumbre de leer en papel hace más difícil hacerlo online, pero no hay suficiente conocimiento para determinar una cosa u otra para las vías de desarrollo de la lectura", explica.

Protección frente al Alzheimer

Si la lectura de libros podría aumentar nuestra capacidad para adaptarnos y cambiar nuestro entorno, como señala el psicólogo Berrocal, ¿leer nos podría hacer vivir más años? Que la lectura pueda contribuir a la longevidad es una relación que todavía goza de una evidencia muy preliminar, sin poder llegar a conclusiones definitivas. Sin embargo, en un estudio de Social Science & Medicine de 2016, los investigadores de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Yale observaron una reducción del 20% en la mortalidad de los que leían libros media hora al día, en comparación con los que no leían libros, y con una ventaja de supervivencia de 23 meses en personas mayores de 65 años independientemente de la educación o el nivel socioeconómico.

“Sus resultados mostraron que cualquier nivel de lectura de libros da una ventaja de supervivencia significativamente mayor que leer periódicos. Esto es un hallazgo muy novedoso porque indica que la lectura de libros en lugar de la lectura en general es la que provoca esta ventaja de supervivencia”, anota Berrocal, quien prosigue: “Esta investigación no señala los mecanismos por los que la lectura de libros puede aumentar la supervivencia, pero los autores especulan que puede ser por sus beneficios cognitivos, algo que coincide con otros estudios que han encontrado que la lectura aumenta la conectividad de las células cerebrales”.

El beneficio de la lectura en la calidad del envejecimiento está claro. Cuantas más conexiones y redes neuronales se hayan desarrollado a lo largo de la vida de la persona, menor impacto tendrá la pérdida progresiva asociada al envejecimiento. “Es decir, cuanta mayor reserva cognitiva tenga, mayor será la capacidad de mantenerse mentalmente sano durante mayor tiempo. Aunque estemos en fases iniciales de una enfermedad neurodegenerativa, si conseguimos potenciar la neuroplasticidad de las neuronas sanas, conseguiremos mantener, e incluso desarrollar, nuevas conexiones neuronales que permitan contrarrestar durante un tiempo la enfermedad”, concluye el neurólogo Ayoze González.

El terrorista, esa persona

Lo realmente curioso de todos esos terroristas abatidos es que eran chicos excelentes, morales, serios, respetuosos y despabilados hasta que, de repente, se transforman (a nuestros ojos) en satanes desquiciados. No eran los peores de la clase (y algunos de hecho estaban recién salidos de la ESO), sino todo lo contrario. La gente no se lo explica... Pero ya lo dije yo hace unos días: son los hermanos hartos de la parábola del hijo pródigo. Observan (y padecen) el caos, la inmoralidad,  la suciedad y la inseguridad de lo que ocurre, de repente se sienten abandonados por lo que creen más sólido y deciden que ya han aguantado lo suficiente y que hay que limpiar la casa. Se comparan con otras personas nada puras y salen perdiendo en todo. Eso los trastorna. El ideólogo chalado de Seven es el ejemplo más parecido que encuentro para darles un correlato humano que ustedes puedan evocar. 

Anoche vi un documental en el que diversos sociólogos y psicólogos comentaban cuál es el retrato robot de un terrorista islámico; más o menos venían a afirmar lo mismo. Es gente que aguanta hasta un punto y después, agotada su tolerancia a la incertidumbre, padecen lo que los técnicos llaman un "cierre cognitivo". No pueden tolerar ni vivir en la complejidad ni la ambigüedad y son absolutamente reacios a enfangarse. Por eso suelen estar de más en las democracias y de hecho terminan enfrentados a ellas. Porque la democracia es dolorosa, relativa y sucia, y les exige un nivel de empatía al que no pueden llegar ellos solos de ningún modo. Ese empobrecido cierre cognitivo reviste a menudo formas religiosas y sexistas o se obsesiona con un pasado mitificado.

La única salida para ellos es lo que Freud llamaba pulsión de muerte, la paz del místico, el retorno al claustro materno, la nostalgia de la armonía perdida. La paz que da la muerte. Porque hay gente que no quiere ser feliz, solo quiere estar tranquila.

Y, ahora que hemos visto por qué estas personas se producen, habrá que pensar en el tipo de sociedad que las fomenta. Una sociedad histérica, sin valores, sin ejemplos, donde todo el mundo miente y donde, en un océano de publicidad, es imposible encontrar serenidad, paz y armonía. Una sociedad como la que ustedes permiten. Y perdonen la manera de señalar: uno tiene también su poco de terrorista.

sábado, 19 de agosto de 2017

El desprecio político a la educación

Cuánto mal han hecho y hacen los políticos a nuestros niños y jóvenes. ¿Hay algún país donde la autoridad, cualquiera que sea, permita el botellón sino en este? ¿Algo que no beneficia en nada, sino que deteriora la salud, la moral, el futuro, la educación de nuestros jóvenes? ¿Es que no hay alternativas más culturales, divertidas o limpias que beber hasta perder el conocimiento, emporrarse, conducir borrachos y perder un tiempo que debía gastarse en estudiar exámenes de junio o de septiembre? ¿Que adoptar unos horarios noctívagos que alteran los ritmos biológicos, impiden la vida familiar o vetan ir al instituto por la mañana, y si se va, es tan cansados que resulta inútil y no hacen sino molestar? ¿Que juntarse en gavillas acaudilladas por gente sin otro propósito que perder la razón, ensuciar la calle, drogarse, burlarse de los mayores o follar en los bancos del parque? 

Si a los políticos les preocupara la juventud, lo primero que prohibirían sería el botellón. No lo digo yo. Lo dicen los que conocen la raíz del mal que crece en nuestra juventud porque son jueces de menores, como Emilio Calatayud, quien además es ciudarrealeño. Resumió la fórmula que adoptan los políticos para crear continuamente el prototipo del joven nini alérgico al crecimiento que buscan, fundándose en las experiencias de la Guardia Civil y la Policía:

1. Dadle al menor todo cuanto desee, así crecerá convencido de que el mundo entero le debe todo.

2. Reídle todas sus groserías, tonterías y salidas de tono: así crecerá convencido de que es muy gracioso y no entenderá cuando en el colegio le llamen la atención por los mismos hechos.

3. No le déis ninguna formación espiritual: ¡ya la escogerá él cuando sea mayor!

4. Nunca le digáis que lo que hace está mal: podría adquirir complejos de culpabilidad y vivir frustrado. Primero creerá que le tienen manía y, más tarde, se convencerá de que la culpa es de la sociedad.

5. Recoged todo lo que vaya dejando tirado: así crecerá pensando que todo el mundo está a su servicio; su madre la primera.

6. Dejadle ver y leer todo: limpiad con detergente, que desinfecta, la vajilla en la que come, pero dejad que su espíritu se recree con cualquier porquería. Pronto dejará de tener criterio recto.

7. Padre y madre, discutid delante de él, así se irá acostumbrando. Y cuando la familia esté ya destrozada, lo encontrará de lo más normal, no se dará ni cuenta.

8. Dadle todo el dinero que quiera: así crecerá pensando que para disponer de dinero no hace falta trabajar, porque basta con pedir.

9. Que todos sus deseos estén satisfechos al instante: comer, beber, divertirse… ¡De otro modo podría acabar siendo un frustrado!

10. Dadle siempre la razón: son los profesores, la gente, las leyes… quienes la tienen tomada con él.

El PEPOE le da la razón a la juventud en todo. No le exigen esfuerzo y siempre le están dando lo que pide para quedar bien. El PEPOE es, pues, el culpable de la juventud que tenemos. Y ahora, como decía Marco Aurelio, si no queremos educarlos, los tendremos que soportar. Por eso, entre otras cosas, tanto el PP como el PSOE envían a sus hijos a los Marianistas o al San José para que les den allí aquello que niegan a los hijos de los demás en la enseñanza pública y en sus políticas. Marianistas por Mariano más que por María. ¿En dónde, si no, se criaron  ese preclaro socialista Manuel Marín hijo de un falangista que fue presidente de Hermandad de Alféreces Provisionales, ahora presidente de la eléctrica Iberdrola que tan poco hace por la economía colaborativa en energía? ¿Ese descendiente de caciques, José María Barreda? ¿Ese Miguel Ángel Martínez? ¿Adónde envían a sus hijos a educarse? ¿A países con botellón como el nuestro, o  a aprender idiomas fuera? ¿Qué dejan para los que no pueden pagarse estudios ni idiomas? Y Bono, otro meapilas que tal, hijo de un alcalde franquista, también formado en colegios de pago de la iglesia donde conocer a los de su esfera, la esfera de los que mandan. Porque tienen el dinero para pagarlos. Por eso siempre están arriba, como la mierda que flota; lo dicen los estudios modernos: los hijos de papás con dinero triunfan en la vida y tendrán más hijos que triunfen en la vida. Es la ley de la selección natural económico-político-social. Los pobres, a no ser que lo roben o den el braguetazo, no. Suena basto, pero hay un sociólogo francés que lo demuestra, además, con estadísticas: siempre están las mismas familias arriba, lo que los podemitas llaman casta. Los políticos, en su gran mayoría salidos de la enseñanza privada y que no conocen otra, han degradado la enseñanza pública, la han deteriorado irreversiblemente, y han dejado que la privada siga aquilatándose y creciendo. Muchos de los tres millones de españoles clase media que ahora son de la baja tienen que ir a la enseñanza pública porque ya no pueden pagar la privada y lo primero que han visto es eso. El nivel es más alto, pero las instalaciones son peores y los valores, inexistentes: puro darwinismo social, pero sin el futuro asegurado que da la privada.

Hay que decirlo de una vez: aunque los institutos públicos saquen mejores notas de selectividad que los privados, que proporcionan sus notas a la estatura económica y social de los padres de sus alumnos, el futuro está asegurado solo donde corre el dinero: en los privados. Por algo tienen mejores instalaciones, mejores enchufes, gente más adinerada y poderosa. Por algo no solo tienen la sartén por el mango, sino la propiedad de la cocina. A ver qué máster en qué universidad extranjera se ha sacado el hijo de la portera y cuántos hijos de portera hay en en los cuadros de los partidos "socialistas". Que me muestren uno solo que tengan para enseñarlo llegado el caso. Pero por lo menos los socialistas construyen escuelas, por ejemplo en Las Casas, o bibliotecas, por ejemplo la nueva de Ciudad Real. Los peperos, ni eso: están demasiado ocupados haciendo un nuevo broche de la hermandad del Santo Prepucio para Semana Santa.

Ah, por cierto. Emilio Calatayud se formó en un colegio privado. Aunque tenga más conciencia social que algunos socialistas de mierda de hoy que no prohíben el botellón y que no aman a nuestros hijos, sino a lo que ellos han creado con su dejadez y su desprecio a la educación y a los valores: los ninis.

miércoles, 16 de agosto de 2017

Comentarios selectos de lectores de un periódico sobre el hecho de que no haya universidades españolas entre las doscientas mejores del mundo

El enchufismo, el amiguismo, la endogamia que hay en nuestras Universidades hace seamos la excepción dentro de la norma general. La 4ª economía de la zona Euro, y la 14ª economía a nivel mundial y no tiene ninguna Universidad entre las 200 mejores del mundo.
Ese es nuestro resultado desde los últimos casi 40 años en democracia.

La Universidad española está pensada para que los profesores vivan bien y puedan seguir accediendo a ser profesores sus hijos, novias-amantes y los compañeros de partido. Esta es la base de la desastrosa calidad, salvo excepciones. Los partidos políticos son los únicos que pueden cambiar la situación pero todos tienen un montón de diputados, altos cargos y familiares que son profesores de Universidad. Esta sí que es una auténtica casta intocable.

La práctica universitaria española es la continuación de la práctica universitaria del XIX perpetuada por la Restauración, el Régimen de Primo de Rivera, el Franquismo y ahora la democracia. Resumen de la práctica: catedrático que se apoltrona en su sillón y cree que su departamento es su feudo. Margina o elimina a quien le disgusta o simplemente le puede hacer sombra. Eleva a la titularidad a quien le cae bien o le rinde pleitesía. Mientras el resto, a menor escala, repite ese patrón de comportamiento. No importa lo bueno que seas. Lo que importa principalmente es que no seas un peligro para la imagen publica, o sea, que seas mejor, de ninguno de los ya apoltronados. Suma eso a la seguridad del estatus de funcionariado. Resultado: tenemos una universidad caciquil. Y eso no produce, sino que hace huir a quien sí produce


1º La estabilidad en el empleo es buena para todo el mundo profesores funcionarios o no y trabajadores de lo que sean (Que manía con atacar a los funcionarios). 2º Nuestro modelo se basa en la extensión de la enseñanza Universitaria a todo el mundo, rebajando de algún modo los criterios de selección, pero favoreciendo que todo el que quiera y supere unos mínimos pueda acceder a la Universidad (que sí que faltan becas y demás, pero tenemos un sistema inclusivo no elitista). 3º Lo de la excelencia británica y Americana es en gran parte mito. Se venden muy bien y evalúan su sistema con los criterios que han creado según su modelo. 4º Una ingeniería o un grado de aquí es muy muy superior en calidad a uno en USA. 6º Alguien decía por aquí que si creáramos Centros equivalentes con exigencias muy altas se mejoraría en calidad. Seguro que sí ¿porque no se hace? Probablemente porque entonces alguno que también habla por aquí diría que es elitista etc.

La "seguridad" en el empleo es negativa. Impide la necesidad de superación.
Los empresarios comerciales Británicos solo necesitan saber que eres suficientemente inteligente para conseguir un título universitario. El título, salvo en ciencias no importa porque "The Trainning" te lo da la empresa.
Los “Quinquenios” son un premio a la estupidez, En Inglaterra tiene mucha importancia haber cambiado de empresas. Mi hijo ha cambiado tres veces de empresa y es jefe de importaciones de los vinos de España para su empresa importadora. Los tontos no se superan. Hay que tener espíritu emprendedor.

Conozco muchos compañeros de universidad de mis hijos que estudiaron en Inglaterra. No recuerdo ninguno estudiando "un Master".
Un Master es una confesión de que la universidad es deficiente y además un mecanismo comercial para dar trabajo a la Casta Académica.

 España es un país donde los cuadros de profesores y catedráticos, se siguen nutriendo de oscuras oposiciones, y no de un simple y eficaz currículum , donde cada universidad "fiche" a los mejores, con contratos similares al del resto de los españoles que trabajan en la empresa privada, no a opositores de oscuras procedencias. Esta es la fórmula escandinava y anglosajona, contratar a gente que vale y no para toda la vida, si no según su rendimiento.Aquí la fórmula oposición+enchufe= fijo de por vida, es lo usual. Y el producto final es un funcionario. Ese ser con un estatus por encima del bien y del mal sobre el resto de los ciudadanos, que puede hacer lo que le de la real gana, que sabe que nunca lo van a echar del trabajo. Lo dicho, ni está la universidad española entre las doscientas mejores, ni se la espera.

Hacen con nosotros lo que quieren como si fuésemos ovejas. Es lo mismo que hacen con los niños y los jóvenes con los estudios, les llevan por el caminito y los que se salgan del camino les retuercen hasta hacerlos abandonar, no les dan otras opciones y les cierran la mente. No quieren que sepan mas que lo que ellos dicen que tienen que saber. Y no tiene nada que ver con los docentes a los cuales también les dicen el caminito que tienen que impartir, el temario establecido. No hay mas que ver que a quien se revela con una huelga van y los sustituyen por otras vías. Aquí para rebelarse ojo que vas a la cárcel por no avisar, todo muy ordenadito.

España es una exportadora neta de talento ya que no se hace ninguna política activa para cuidar a la gente válida para hacer ciencia, obligándola a emigrar o a conformarse con becas ridículas y sueldos miseros. Otros estados bastante más inteligentes en este aspecto se dedican a importar este talento y sumarlo al suyo.

Otro problema que tenemos en la investigación de este país es que es más importante generar dinero que conocimiento y buenas publicaciones. Así, en los paneles de expertos se suelen colar investigadores que consiguen más dinero que otros que lo que hacen es generar buena ciencia pero que no tienen el reconocimiento adecuado. Pero.... dinero es dinero, no?

Hasta los portugueses.. Los dictadores portugueses eran catedráticos de Universidad (Salazar, Caetano). El nuestro, un militar embrutecido en la guerra de África y poco aficionado a la lectura.

Antes la gente no tenía títulos, pero sabían hacer cosas; ahora, tienen títulos y unos currículums de 20 folios pero saber, saber, lo que se dice saber, no saben hacer nada. No tienen ni práctica ni experiencia. Eso sí, antes la gente era bastante monotarea pero, visto lo visto, casi es preferible. Y todos "de francés" (a lo Tip y Coll jajajajaj). En definitiva, nadie entre los que manejan el cotarro da un paso pensando en el futuro. Yo insisto, gobiernan para el próximo cuarto de hora.

En que sitios está el saber? El saber de nada sirve si no tienes un papeluco que lo demuestre, aquí sufrimos de titulitis, total para hablar cuatro idiomas y ser camarer@.

Años de bonanza: fase I. Todos los huevos, o casi, se pusieron en el cesto del ladrillo. Años de bonanza: fase II: todos los huevos, o casi todos, en la hostelería. ¿Optimizar las universidades? ¿Reforzar el sistema para que sus patentes les reviertan? ¿Invertir más en investigación básica? No, hombre, si lo suyo es poner copas a turistas y después poder decir: se han dejado más dinero, nos han visitado más, y gracias a eso el paro estacional se ha reducido.

Entiendo que una universidad pública española no pueda competir con Harvard o Stanford, sencillamente porque es imposible competir con los presupuestos, precios de matrículas, mecenazgo, etc, de esas universidades, que les permite contratar a los mejores profesores y mantener ratios reducidas en las aulas, entre muchas otras cosas...
Pero NO HAY NINGUNA EXCUSA para no estar al mismo nivel de las públicas de Bélgica, Dinamarca, Noruega, Finlandia, Italia, Portugal. La Universidad de Lisboa aparece entre las 200 mejores. Nuestro comportamiento de nuevos ricos nos ha llevado a despreciar continuamente a Portugal, un país que, con modestia, nos vuelve a dar una lección. No aprendemos.

Hay un argentino que me impresionó con su "moderación y agudeza analítica" Me dijo: "Cuando vine a España (en la época de la prosperidad) pensaba que venía a un país del primer mundo y me encontré con un país del tercer mundo con dinero" Que los Nacionalistas Viscerales me perdonen pero pienso que llevaba razón.

Y qué si no se puede esperar de una universidad que para "seleccionar" a su profesorado y estudiantado atiende a razones políticas, sindicales y sociales en vez de profesionalidad, competencia y preparación. Me viene a la memoria como se nombró profesores funcionarios a los idóneos en los años ochenta, como había más del 95% de endogamia entre el profesorado cuando la universidad ponía dos miembros de cinco en los tribunales, como se hizo profesores universitarios a los titulares de escuelas universitarias, no hay ningún país que tenga un Bachillerato de dos años únicamente, o que se apruebe al 95% de los alumnos que se presentan a selectividad. La educación en España está en manos de los partidos políticos que la tratan a patadas.

¿A quién le extraña? ¿Quién que haya sido estudiante de una universidad pública española no se ha sentido estafado una vez Licenciado e incorporado al mercado laboral? ¿Quién no ha asistido a clases impartidas por precarios profesores, catedráticos, jefes de departamento sin ningún interés en enseñar y con nula capacidad pedagógica? ¿Quién no ha sufrido la 'libertad de cátedra' aplicada sin ningún criterio y razón sino solamente en base a la arbitrariedad del elemento? ¿Quién no ha tenido la sensación de que los profesores universitarios eran unos grandes vividores por faltar a clase sin previo aviso, por entregar fotocopias de fotocopias, por no dignarse a cambiar la fecha de una presentación PP hecha hace tres años, por limitarse a leer un Real Decreto proyectado en la pantalla...? Y un largo etcétera... ¿Quién? ¿Quién? ¿Quién? :(

En Luces de bohemia de Valle-Inclán. El mensaje es contundente y lúcido:
“Te has muerto de hambre, como yo voy a morir, como moriremos todos los españoles dignos. ¡Te han cerrado todas las puertas, y te has vengado muriéndote de hambre! ¡Bien hecho! ¡Que caiga esta venganza sobre los cabrones de la Academia! ¡En España es un delito el talento!”
En este país si intentas refinarte te llaman "Cursi". Si intentas salirte de la mediocridad en la que está sumergida esta sociedad re crean dificultades. Te atacan porque siendo incómodo les demuestras sus carencias. En ·España es un delito el talento.

Me fui de España hace ya muchos años desmoralizado por la endogamia de la universidad española de entonces y la consiguiente ausencia de oportunidades dado que las cátedras eran de tipo familiar y hereditarias. Padres catedráticos que, casualidad de casualidades, concebían hijos que también salían catedráticos. El trabajo, los meritos individuales pero no genéticos lo máximo que conseguían era una adjunta en el mejor de los casos. Me fui al extranjero donde conseguí una cátedra a pesar de ser extranjero y de no estar genéticamente emparentado con nadie. ¿Lo hubiese conseguido en España? Definitivamente no. Es fácil de entender que siendo la universidad española cotos privados de unos cuantos sus resultados académicos y científicos fuesen de muy baja calidad. La pregunta es si la universidad española ha mejorado algo durante estos años, aunque visto sus resultados parece ser que no. Una lástima ya que los españoles en el fondo no nos merecemos estar en la cola de los rankings internacionales.

Solamente me queda decir que el problema no es la calidad de los estudiantes, poniendo un símil ciclista, si a Contador le das en una crono una bicicleta que pesa 20 kilos, siempre la realizará peror que si le das una bici de 10 kilos. Por muy capaz que sea el alumno (y en España los hay) si recibe una formación deficiente, nunca llegará a sacar su máximo potencial y con esta universidad es complicado. En el otro lado de la balanza están las escuelas de negocio que sí están entre las mejores del mundo, pero claro, su gestión no tiene nada que ver con las de las universidades. Tal vez si nos fijásemos un poco en ellas obtendríamos las claves de una buena universidad. Y no me refiero exclusivamente al sistema de gestión privada (de hecho la mayoría de las peores universidades españolas son privadas, sino al sistema de elección del profesorado, la flexibilidad de los contenidos, la total comunión con las necesidades de la empresa privada...

Creo que la clave es "MEJOR", no ""MÁS". En opinión de un servidor la universidad española se asemeja a un "pollo sin cabeza" no se sabe ni a dónde va, ni cómo. A día de hoy estoy esperando a septiembre para comenzar las prácticas del segundo año del máster en abogacía. He sacado las siguientes conclusiones:
1) Sé mucho menos Derecho de lo que quisiera.
2) Los compañeros que vienen de otras universidades públicas presenciales al máster de la UNED saben todavía menos Derecho que yo.
3) Los compañeros que vienen de otras universidades privadas saben todavía menos.
4) La metodología de estudio en la UNED es demencial y decimonónica (sin videoclases o clases on-line, una plataforma digital totalmente desfasada y con nulo contenido, aprendizaje exclusivamente memorístico...)
5) La implicación de una buena parte del profesorado público es nula
6) La autonomía universitaria es un cáncer para el control sobre la calidad de la enseñanza (las tasas de suspensos en las universidades privadas son próximas a 0).
Con estos mimbres sería un milagro es que haya universidades españolas entre las mejores del mundo.

Quien conoce la universidad no le es de extrañar.Las universidades están politizadas, para muchos son el trampolín para llegar a la política.El enchufismo,nepotismo sindical,intereses personales,guerras departamentales,privatización,poca calidad ,etc estan acabando con ellas.Enhorabuena a los rectores que permiten estas situaciones...... total para cuatro añitos que voy a estar......que lo arregle el que viene detrás o que lo hubiera arregaldo es anterior. De pena ,

Las conclusiones (desoladoras) del profético informe Petras de 1996

La supuesta "modernización" de la economía española bajo los auspicios del régimen socialista de Felipe González ha tenido un efecto profundamente negativo sobre la vida socio-económica, política y cultural de la clase trabajadora y, en particular, sobre la familia y los trabajadores jóvenes. La liberalización de la economía ha llevado a mayores injusticias sociales y a menos actividades políticas, en realidad a una disminución de la democracia política. Los trabajadores hablan positivamente, de un modo casi unánime, de su participación política en las luchas antifranquistas y durante la Transición.

Los asociaciones de vecinos y sindicatos fomentaron la ciudadanía, las activas asambleas ciudadanas debatían los asuntos públicos. Bajo los auspicios del régimen socialista, la intervención del partido en la sociedad civil, la mano dura del Estado y los políticos electorales minaron las organizaciones locales; los sindicatos socialistas se volvieron, en la práctica, apéndices del Estado; los sindicatos comunistas, aunque en cierto modo más activos, fueron sometidos por los pactos políticos de los líderes de su partido, cosa que socavó la militancia local. La generación de trabajadores más jóvenes, que llegaron a su mayoría de edad política en un periodo de corrupción política masiva que lo ha impregnado todo (cuando los partidos socialista y "nacionalistas" competían por socavar la seguridad en el empleo), expresan desconfianza general, cuando no
repugnancia, a los partidos y los políticos, al tiempo que se centran en actividades privadas.

Abundan las excepciones, especialmente entre una acérrima minoría de activistas de ambas generaciones; pero la hostilidad a la política de partidos es universal y refleja la brecha cada vez más honda entre las élites políticas dominantes y la masa de trabajadores atomizados; especialmente los jóvenes, empleados temporales y parados. El supuesto de los economistas liberales de que un funcionamiento favorable del mercado se traduce en mayores niveles de vida y más libertad política es falso. La intensificación del mercado crea mayor dependencia familiar, más inseguridad personal, movilidad social descendente y menos autonomía personal. El mercado debilita la sociedad civil y fortalece el poder del Ejecutivo, al tiempo que disminuye el apego de los ciudadanos a las instituciones electorales.

Por lo que se refiere a la estructura social, la política de "libre mercado" no sólo amplía la brecha entre clases, sino dentro mismo de las clases. La diferencia de ingresos entre los viejos trabajadores
fijos y los jóvenes eventuales oscila entre ratios de 2 a 1 y de 5 a 1, sin contar los beneficios complementarios (vacaciones, pensiones, cobertura sanitaria, etc). Al carecer de continuidad social, el mercado ha debilitado el nivel de organización social. Al temer a los empresarios, el grueso de los trabajadores temporales no se afilian a los sindicatos, ni expresan opiniones en el trabajo. La falta de continuidad laboral socava las asociaciones sociales. Fuera del trabajo, el mal sueldo, la atomización social y el sentido de impotencia social desaniman la participación en asociaciones de vecinos, tal como sus padres hicieron en el pasado. La sociedad está ahora organizada en tomo a grupos recreativos, privados e informales. El crecimiento de las asociaciones privadas no tiene relación con las necesidades sociales profundas de la mayoría de los jóvenes trabajadores. En el mejor de los casos, son entidades de consuelo, en el sentido en que lo fue la Iglesia para la generación precedente. Los estridentes conciertos de rock son como las sesiones de los evangelistas, válvulas de escape sin riesgo para liberar emociones contenidas.

Aunque la calidad de vida de los jóvenes trabajadores era mejor que la de sus padres mientras estaban creciendo, las perspectivas de futuro son mucho más negativas. Además, como les han mimado y satisfecho todos sus deseos de consumo, carecen del empuje y la iniciativa para cambiar su estatus. Más aún, cuando llegan a la edad adulta no hay modelo politico ni movimiento que les atraiga. Ni tampoco sus padres les han provisto de un marco de referencia político para hacer frente a sus adversarios sociales y políticos.

Para entender el impacto de la estrategia de liberalización es fundamental su impacto diferenciador sobre la clase trabajadora. Aunque hay más bienes de consumo asequibles, la generación más joven tiene menos recursos para "meterse" en el estilo de vida consumista; especialmente en los artículos de etiqueta cara, como la vivienda, los muebles y el transporte. Aunque ha aumentado la renta nacional, la participación en ella de la clase trabajadora ha disminuido, y en particular el porcentaje de salarios que corresponde a los jóvenes trabajadores ha sido el que ha bajado más. Al trabajar en la economía sumergida, con sueldos por debajo del salario mínimo, o en los supuestos contratos de aprendizaje, los jóvenes empleados reciben salarios por debajo del nivel de subsistencia. Hoy el 95% de los nuevos contratos laborales son temporales. Y la gran mayoría de los trabajadores eventuales no se convierten en fijos.

Además de los ingresos, la liberalización ha ampliado la diferencia entre los trabajadores temporales y fijos y eso ha aumentado los potenciales conflictos sociales entre eventuales, fijos y parados. Los trabajadores mayores se orientan hacia términos favorables para sus jubilaciones, sin preocuparse demasiado por el hecho de que ellos no serán reemplazados por trabajadores más jóvenes. Una generación se retira con ganancias, la otra permanece sin oficio ni beneficio.

Los jóvenes, insertos en un mundo de competición sin recursos ideológicos o una memoria histórica de las luchas antifranquistas u obreras, son vulnerables a los mensajes individualistaescapista, nacionalista o incluso racista (que culpa a los emigrantes). La legislación anti-inmigrante de los partidos socialista y nacionalistas incita a los jóvenes trabajadores parados a culpar a los inmigrantes de su falta de empleo. Ningún líder político les dice que los inmigrantes no cierran las fábricas; los capitalistas sí. Ni que los partidos socialista y nacionalistas aprueban una legislación que faculta a los empresarios a pagar por debajo del salario mínimo; no es la competencia con el 2% de inmigrantes lo que baja los niveles de vida.

La contradicción entre haberse criado entre algodones y un futuro incierto genera un miedo y frustración social en los jóvenes trabajadores que, si no se encauza a través de la política de clase, puede degenerar en violencia individualizada.

Lo que muestra claramente nuestro estudio es que la mayoría de los trabajadores de ambas generaciones se sienten víctimas pasivas más que protagonistas de los cambios a los que se enfrentan. No hay conexión entre su descontento privado y lo público, excepto en el nivel de la política local. Esto es comprensible, dada la estructura de decisión política concentrada en un Ejecutivo centralizado, que ha impuesto las políticas de libre mercado. Los trabajadores reaccionan a sus circunstancias en vez de sentirse consultados por los decisores políticos. La mayoría de los trabajadores mayores, con una memoria colectiva del período pre-González, son mucho más conscientes de la responsabilidad política del régimen socialista, que ha provocado inseguridad laboral, falta de trabajo y empleo precario. Los trabajadores mayores recuerdan el "período de la Transición", en que se consultaba a los sindicatos en la formulación de la política. Los trabajadores jóvenes sólo experimentan las políticas concentradas en el Ejecutivo, que legalizan contratos de trabajo temporales por debajo del salario mínimo, en los que los sindicatos quedan completamente marginados. A falta de un marco de referencia de comparación histórica, dan por sentado que todos los políticos y partidos actúan siempre contra sus intereses, de ahí que rechacen el activismo político.

Los trabajadores mayores vivieron un período de una vibrante cultura política, en la que los barrios y los sindicatos desempeñaron un papel crucial a la hora de cambiar de manera importante las condiciones de vida y trabajo. Expresan satisfacción y orgullo por lo que lograron, aun cuando las políticas liberales del régimen de González minaron esos logros. La joven generación de trabajadores llega a la edad adulta en un momento en que la cultura cívica se ha eclipsado. La política clientelar, la corrupción politica generalizada, la implicación del gobierno en escuadrones de la muerte forman parte de los comentarios cotidianos en los medios de masas. El declive de la ética desempeña un papel importante en el desgaste del interés por la actividad política entre los jóvenes, y refuerza su imagen de que "los políticos sólo se ayudan a si mismos". La falta de medios de comunicación alternativos y la dominación de los media por los regímenes socialista y nacionalistas limitan el flujo de las fuentes de información alternativas y criticas. Confrontados con las "noticias" de los medios de masas que adulan a las poderosas celebridades políticas (esas figuras que, en la mente de los jóvenes trabajadores, exacerban sus inseguridades socio-económicas), se "desconectan" y acaban por "ignorar" la actualidad.

En España, la cultura cívica emergente de finales de los 70 y principios de los 80 ha sido transformada en una cultura política autoritaria donde una reducida clase política ha marginado al grueso de la clase trabajadora de lo público y de la consulta politica. El resultado es una generación mayor de trabajadores frustrada y ansiosa, y una generación joven marginada y apolítica. 

El "libre mercado", como el mecanismo elegido para lo que se suponía iba a ser la modernización de España, ha debilitado los lazos entre la clase trabajadora y la clase política, y ha fortalecido las estructuras estatistas-autoritarias a expensas de la sociedad civil y de la consulta pública.