domingo, 11 de febrero de 2018

Memorias de un joven antifranquista


Contaba 22 años José Luis Cancho cuando cuatro policías de la Brigada Político-Social le arrojaron por la ventana de una comisaría de Valladolid. Fue en la mañana del 18 de enero de 1974. Años más tarde, lo recordaría así en una entrevista: “Me tiraron porque pensaban que me habían matado. Pero lo curioso fue que no solo no me habían matado sino que tampoco me mataron cuando me tiraron”. Pasó una semana inconsciente, seis meses inmovilizado, un año con muletas, dos en prisión. De esta experiencia extrema parte un inusual libro, Los refugios de la memoria, en el que el autor comprime en 85 sorprendentes páginas toda una vida. No es un novelista primerizo, tiene en su haber cuatro novelas, pero yo no he leído ninguna, ni lo conozco a él, y de no haber sido por un bondadoso intermediario, al que tampoco tengo el gusto de conocer personalmente, el poeta Karmelo C. Iribarren, ni tan siquiera habría tenido noticia de este texto autobiográfico. Pero me ha conmocionado y aquí estoy para contarlo. Sorprendentemente, todo cuadra y no es casual que haya sido un poeta quien lo haya puesto en mis manos. Lo breve de estas memorias libres de toda verbosidad concede a algunas frases la categoría de versos y su lectura provoca la emoción de la poesía: “Escribir desde la perspectiva de un muerto, ese es mi propósito. Al menos en una ocasión estuve muerto”.

Cancho comenzó en la lucha política con 16 años. En un caprichoso vagabundeo juvenil por Europa contactó con militantes comunistas y volvió a su ciudad con la idea de arriesgar el pellejo en la lucha anti franquista. Vaya que si lo arriesgó, estuvo varias veces en la cárcel, aunque fueron los dos años que siguieron a la caída al vacío por la ventana cuando acusó el golpe real de la privación de libertad. Su personalidad, a una edad tan temprana, quedó afectada para siempre, y aún hoy el lector sumergido en estas páginas lo percibe, intuye el extraño carácter de un ser que de vuelta de unos años de viaje y aventura en busca de rincones en los que ahuyentar el desasosiego, siente todavía en su interior aquel pasado de pobreza y prisión, como si perviviera un yo que se resistiera a vivir en libertad.

Recién cumplidos los 23 años, pocos días después de la muerte de Franco, el joven José Luis volvió a ser libre, a su barrio, a la universidad y al activismo, aunque por momentos echara de menos la vida monacal de la cárcel en donde no sufría el estrés provocado por la militancia política. Su prosa tan brillante como poco retórica desliza confesiones a cada momento, con una sinceridad que nada tiene que ver con ese exhibicionismo que les exigimos hoy a los libros de memorias. Lejos de la truculencia, ajeno a cualquier intento de parecer un héroe o, aún peor, un antihéroe, la voz de Cancho revela una profunda honestidad. No hay jerga, ni frases hechas, ni tan siquiera clichés ideológicos, lo cual sería comprensible teniendo en cuenta el ambiente en el que se hizo hombre. Lo extraordinario de este pequeño libro es que el escritor narra una vida marcada por la política y el nomadismo pero lo hace con un lenguaje tan personal que parece recién inventado: “Me he acostado con dos chicas menores de edad. Me he acostado con dos hombres. Me acosté con una prostituta en Lima. Una gata me excitó en Hamburgo. Me pregunto cómo sería hacerlo con una mujer inválida. Me atrae la deformidad. A veces prefiero masturbarme. No recuerdo haberme masturbado durante el tiempo que pasé en la cárcel”. En estos tiempos en los que el lenguaje comprometido sigue una planilla es toda una lección de estilo que el joven al que arrojó al vacío la policía franquista cuente su verdad sin acudir al auxilio de los viejos términos políticos. Es como si entonces, cuando era un activista prematuro y temerario, hubiera previsto de manera inconsciente que algún día sería escritor y se hubiera cuidado de mantener un vocabulario íntimo, no contaminado por los términos ortodoxos.

El autor, misterioso y gatuno, nos deja con tantas incógnitas al cerrar el libro que dan ganas de pedirle que siga, que vuelva a transitar aquellos tiempos, que añada páginas a una historia que precisa voces auténticas y poco afectadas como la suya. ¿Qué anhelos movieron a un muchacho de instituto de una pequeña ciudad a ingresar en la vida clandestina? ¿Cuánto aprendió y a cuánto renunció?

Hace tan solo un mes, en las pasadas navidades, los suplementos literarios daban cuenta de las listas de los mejores libros del año. Aun felicitando a los afortunados que aparecieron en todos los rankings debiéramos tener presente que algunos libros valiosos, únicos, pasan sin pena ni gloria. Ya lo dice la Biblia, “a todo el que tiene, más se le dará y tendrá en abundancia”. Así que hay cierto placer en romper esa inercia, en escribir una columna para que a algún lector se le despierte la curiosidad por este título y acuda a por él a su librería. El gusto es mío.

sábado, 3 de febrero de 2018

Lista de los más malos del cine

Indististamente y por distintos motivos:

Kurtz, Moriarty, Milady de Winter, Marquesa de Merteuil, Frank Booth, Harry Powell, Capitán Vidal, Max Cady, Hannibal Lecter, Bonnie and Clyde, Alex de Large, Jisaw, Sauron, Cómodo, Damien, Tony Montana, Annie Wilkes, Anton Chirurg, John Milton, John Doe, Magneto, Mrs. Danvers, Capitán Bligh, Baby Jane Hudson, Harry Lime, Grenouille, Medea y el Dr. Szell.

Madrid era una fiesta

Las juergas de Ava Gardner, Frank Sinatra y Marlon Brando en Madrid
Germán Pose, 3 FEB 2018

En sus habitaciones y salones han dormido, bebido, celebrado fiestas y corrido juergas desde Frank Sinatra hasta Marlon Brando. El madrileño hotel InterContinental abrió hace justo 65 años en una España deslumbrada por Hollywood. Esta es una crónica sentimental de unos años irrepetibles.

EL 24 DE DICIEMBRE de 2017, Nochebuena, el señalado día en que Ava Gardner habría cumplido 95 años, y me acerco al hotel donde la diva se coronó como reina de la noche de Madrid desde la primera vez que resonaron sus pasos de tacón alto en el suelo de mármol de Carrara de su suntuoso vestíbulo. Ahora se llama hotel InterContinental Madrid (paseo de la Castellana, 49), pero en aquellos años de glamour, lujo y desvarío ­hollywoodiense fue bautizado como Castellana Hilton. Sucede que hoy también es mi cumpleaños y quiero brindar con Ava, y con todos los ­fantasmas que aún pululan por el hotel, con un vodka dry bien mezclado con sus lágrimas de Noilly Prat. Pero antes de visitar el bar hago un quiebro para subir a la habitación que siempre ocupaba Ava y en la que residió por primera vez en cuanto pisó Madrid. Allí me planto, frente a la suite presidencial 716, también llamada suite Miró. Me acompañan dos amables empleadas del hotel que se ofrecen a mostrarme la estancia en la que tantas historias sucedieron, confundidas la mayoría por la fantasía y la leyenda. Cuando abren la puerta disimulo como puedo la descarga de emoción que me atraviesa el pecho. El sueño de un mitómano. Vuelan los aires de furia de Frank Sinatra frente a su Ava desmelenada, con su media sonrisa, tan bella en su rímel corrido de ira.

Se abre la puerta de la ‘suite’ presidencial 716, donde tantas historias sucedieron, confundidas por la fantasía y la leyenda

El hotel ha sufrido varias modificaciones desde el momento en que el Hilton cambió de manos, pero la suite 716 apenas ha sido retocada y sigue teniendo la misma estructura elegante y distinguida. Al entrar se halla una gran sala de estar, y de frente, una cristalera que da acceso a una terraza privada que ocupa el chaflán del ático del edificio, con vistas al paseo de la Castellana. Y a la derecha, su dormitorio, con dosel recogido sobre una cama grandiosa; y allí también un gran baño, una cocina y varios armarios. Y en la parte opuesta, un discreto escritorio de añejo castaño oscuro. Una magnífica habitación de 140 metros cuadrados cuya tarifa en la actualidad supera los 1.000 euros por noche. Repaso con la vista cada uno de sus rincones, abro de par en par las puertas de la terraza y pido a mis acompañantes que me permitan estar a solas un rato allí dentro.

Ante mí, por el amplio salón de estar de la 716, pasa Frank Sinatra con su orgullo italiano y 20 peluquines en uno de sus maletines de viaje. Su colección de bisoñés superaba los 60, pero Franky no lo ocultaba. Era uno de esos casos de hombres que se avergonzaban de su calvicie, pero no de sus peluquines. Dicen que solo una vez se dejó ver sin peluquín en público, el día del funeral de su amigo Gary Cooper, en señal de respeto. El año 1953 tocaba a su fin y Frank apareció en el Castellana Hilton al enterarse de la relación de su amada Ava con el torero Luis Miguel Dominguín. Apenas llevaban dos años casados y ya se habían distanciado, pero Frank no pudo soportar el desplante con el torero y reaccionó como un loco, destrozando el mobiliario y lanzándole a la cara a Ava un fajo de billetes de 100 dólares: “Aquí tienes los 19.000 dólares que me dejaste”.

La relación entre los dos astros fue un cóctel explosivo de amor y odio que se prolongó hasta la muerte de ella. Pero el idilio de Ava con el torero lastimó el corazón de Frank. La leyenda dice que cuando Ava y Luis Miguel acabaron de hacer el amor en esa suite del Hilton, él se levantó y comenzó a vestirse. “¿Adónde vas?”, le preguntó ella. “A contarlo”, contestó él. Aunque, como suele ocurrir, se funde la realidad con la fantasía en todos los sucesos de fuste. Carlos Abella tiene escrito que cuando le preguntó a Luis Miguel por ese episodio, este le dijo: “¿Tú crees que yo hice eso? No, hombre, no. Me quedé en la habitación con ella, pero luego, cuando estuve con los amigos, me pareció ingenioso contarlo de esa manera”.

En los cincuenta hubo un Madrid que fue una fiesta. Por el Hilton pasaron Sophia Loren, Zsa Zsa Gabor, Bette Davis y Cary Grant

Cierto es que Ava Gardner bebía por los codos, iba rebotando de un bar a otro, de un tablao a otro, y luego remataba la faena con quien le daba la gana. Se cuenta que una noche, en plena Puerta del Sol, se descalzó, paró un camión de la basura y pidió al conductor que le llevara al hotel. Pero el gran productor Tedy Villalba comentó en su momento que “no era follar por follar, lo que le ocurría era que le aterraba quedarse sola por las noches”. A Ava le gustaba bañarse con leche en su suite e iluminarse tan solo con velas. En una ocasión, durante el rodaje de 55 días en Pekín, se encaprichó de un botones del hotel, un joven chicarrón de casi dos metros de altura, y le invitó a entrar a su suite. Enrique, uno de los maîtres del hotel, ya fallecido, aseguró que dejó seco al chaval. La dirección del hotel quiso despedir al botones, pero Howard Newman, el jefe de publicidad de Bronston, le preguntó al director: “¿Qué hubiera hecho usted si Ava le pide guerra?”. Y ante tal cuestión el chico logró salvar el cuello. Más allá de sus excesos, todo el mundo que tuvo contacto con Ava la recuerda como una señora muy amable con todo el personal, generosa en las propinas —se estiraba, a veces, con más de 2.000 pesetas de la época— y uno de los huéspedes con más clase que pasaron por el hotel.

El Castellana Hilton se inauguró en septiembre de 1953 —ahora se cumplen 65 años— y se convirtió en el hotel más moderno de Madrid. Fue construido sobre el palacete del marqués del Mérito, del siglo XVIII, por el arquitecto Luis Martínez-Feduchi, el mismo que proyectó el edificio Capitol de la plaza del Callao de Madrid. España empezaba a salir del aislamiento tras la Guerra Civil y el acercamiento a Estados Unidos era la prioridad de la política exterior del régimen franquista. Era el primer Hilton de Europa y para su inauguración el presidente de la cadena, Conrad Hilton, fletó cuatro aviones de la TWA cargados de invitados. A la fiesta, que se prolongó durante tres días, acudieron varios ministros franquistas y multitud de estrellas de Hollywood. Fueron unos años en los que hubo un Madrid que era una verdadera fiesta. Sophia Loren, Charlton Heston, Gina Lollobrigida, Zsa Zsa Gabor, Bette Davis, Cary Grant, Robert Mitchum o Marlon Brando, entre otros, se alojaron en sus habitaciones. Aparte de Ava Gardner, fueron Bette Davis y Robert Stack los primeros en llegar al hotel con motivo del rodaje en Madrid de El capitán Jones (John Farrow, 1959), dos años antes de la gran producción Rey de reyes.

Enrique, el antiguo maître del hotel que fue testigo de la fiesta de inau­guración, dejó antes de morir un truculento testimonio relacionado con Marlon Brando. Según su versión, Brando hacía que le subieran todos los días a su suite uno o dos patos.

—¿Cómo los quiere? —le preguntaban— ¿En confit, a la naranja…?

—No, no —interrumpía Brando—. Vivos, los quiero vivos.

A la mañana siguiente, cuando llegaban las camareras a arreglar la habitación, se encontraban una escena más bien tremebunda: los patos yacían en el suelo degollados, algo desplumados y sobre un charco de sangre. Lo que hiciera en la soledad de su suite Marlon Brando con los patos es un misterio. Imperó la ley del silencio y el asunto jamás trascendió más allá de los muros del hotel.

El periodista Tico Medina tuvo ocasión de conocer a Brando en el estreno en Madrid de Un tranvía ­llamado deseo. Tico, tirando de ingenio, se las arregló para hacerle una entrevista a Brando a bordo de uno de aquellos viejos tranvías que subían por la Castellana y pasaban junto al Hilton.

“No habló mucho”, me comenta Tico. “Hicimos las fotos y al parar en el hotel me invitó a su habitación. Me mostró una especie de trapito enrollado manchado con un color más bien oscuro y que reposaba sobre su mesita de noche. Era una compresa femenina usada. ‘Mira’, me dijo, ‘este es el paño más íntimo de mi adorable esposa india, Anna”.

“En aquel Madrid estaban muy en boga unas fiestas de ambiente gay de las que se hablaba hasta en Nueva York”

El escritor y cinéfilo Jesús García de Dueñas recuerda divertido aquellos días de vino y rosas del Hilton en los que ejercía de jovencísimo periodista de Triunfo. “Era un mundo de lujuria y de alcohol. Las fiestas en las habitaciones del Hilton eran de órdago y siempre había algún cliente que protestaba airadamente. Y luego salías a la calle y en la puerta del hotel te abordaban dos o tres policías secretas para interrogarte con malos modos acerca del sarao. ‘¿Quién había en esa fiesta?, ¿qué hacía la gente?, ¿había drogas?’, te preguntaban los siniestros agentes”.

Había unas fiestas de ambiente gay que estaban muy en boga en Madrid y se hablaba de ellas hasta en Nueva York, como recuerda García de Dueñas. “Después de un par de copas en el Hilton se iban al Chicote a comprar cocaína y de ahí directos a tres lugares de ambiente que traspasaron fronteras. Eran tres casas privadas: la de Luis Escobar, marqués de las Marismas; la del figurinista Vitín María Cortezo y la del pintor panameño Pablo Runyan. En esta última casa se sentó a mi lado Leonard ­Bernstein; yo tenía 19 años y era muy ingenuo. El caso es que mientras yo alababa su música, la cuarta de Brahms y todo eso, el genio empezó a meterme mano y salí de allí pitando con la ayuda de mi amigo pintor”.

Al productor Enrique Herreros no se le olvida la primera vez que pisó el Castellana Hilton. Era el 22 de noviembre de 1963 y se iba a celebrar una gran fiesta por el comienzo del rodaje de La caída del Imperio Romano; él era uno de los organizadores. Pero, cosas de la vida, todo se fue al traste porque fue el fatídico día que asesinaron al presidente estadounidense John Fitzgerald Kennedy en Dallas.

Poco después, a Herreros le tocó seguir de cerca a Robert Mitchum, quien apareció por Madrid para el rodaje de Villa cabalga y también se hospedó en el Castellana Hilton. Enrique Herreros fue su cicerone madrileño: “Se celebró la rueda de prensa en un salón del hotel y uno de los periodistas, Felipe Navarro, Yale, se levantó y preguntó a Mitchum: ‘¿Cuántas veces ha estado en la cárcel?’. ‘Seven [Siete]’, respondió Mitchum. ‘¿Por qué entró la última vez en prisión?’, insistió Yale. ‘For pissing in the grass [Por mear en la hierba]’, concluyó el ­astro”.“Tras tomar un par de copas en el bar del hotel”, relata Herreros, “el productor me pidió que le paseara por Madrid y no nos alejamos mucho. Justo enfrente del hotel, al otro lado de la Castellana, se hallaba un afamado club de señoritas llamado San Jorge, decorado con pinturas del artista vasco Juan de Echevarría. Al entrar al club, Mitchum exclamó, en grave y sonoro inglés americano: ‘¡Aquí hay acción!’. El tío no paraba de fumar marihuana y a mí me estaba entrando un mareo tremendo. A Mitchum le gustaba mear en la hierba, pero sobre todo fumársela, ya lo creo. Y allí pasamos un rato largo. Y yo, más ahumado que nunca”.

Van desfilando los recuerdos y yo me acerco, por fin, a la barra del hotel y le pido al barman un vodka dry, que me sirve con destreza. Y ahí me quedo, solo y envuelto en mis pensamientos, ajeno al trajín navideño del hotel, fantaseando a lo tonto con que Ava se apareciera a mi lado con su invencible aroma para brindar por nuestro cumpleaños. Pero ¡bah, qué cosas!

El caso es que escuché unos tacones lejanos. Y eché un trago largo al coleto. Por si las moscas.

jueves, 1 de febrero de 2018

La disciplina mejora los resultados mejor que la ratio por aula

I

OLGA R. SANMARTÍN 1 FEB. 2018 11:15

Éstos son los retos de la educación en España

Ni el tamaño de la clase, ni el número de ordenadores por aula, ni siquiera las actividades extraescolares influyen en la mejora de los resultados de los alumnos españoles en desventaja socioeconómica. A cambio afecta -y en muy elevada proporción- el clima de disciplina que se alcanza en el aula. Lo dice un estudio que ha publicado la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) a partir de los datos del último informe PISA.La investigación, a la que ha tenido acceso EL MUNDO, partía del hecho de que los estudiantes de las familias más pobres tienden a obtener muy bajos resultados en las pruebas de Matemáticas, Comprensión Lectora y Ciencias que se realizan a los alumnos de 15 años de 70 países. ¿Qué factores les ayudarían a sacar notas más elevadas?La OCDE ha observado que muchos países -entre ellos España- han mejorado sus resultados en la última década. La proporción de estudiantes españoles en desventaja socioeconómica que han desafiado a su destino y, a pesar de todas las dificultades, han alcanzado el nivel 3 (el intermedio) en PISA ha subido del 17% registrado en 2006 a un 25% en 2015. Incrementos muy grandes se han registrado también en Alemania, Portugal o Japón. Este tipo de alumnado prolifera, según el ránking de la OCDE, en los países asiáticos y Canadá, pero escasea en Turquía, México o Chile. ¿Por qué?Los investigadores han hallado que el 30% de la mejora de estos resultados se explica por un buen clima disciplinario. Estos alumnos a los que llama «resilientes» «acuden a escuelas con un clima escolar positivo donde los estudiantes y profesores trabajan juntos en un entorno ordenado donde no se llega tarde ni se falta a clase». A cambio, los recursos materiales sólo explican un 10% de la variación, según detalla el analista de la OCDE Francesco Avvisati, uno de los autores del estudio.
Ni el tamaño del aula ni las extraescolares influyen en el éxito escolar
En España, añade, no se ha encontrado correlación entre el tamaño del aula y los resultados obtenidos. Tampoco afectan las extraescolares impartidas ni la cantidad de ordenadores que se pongan en clase. Si influyen, para bien, que los profesores no sean interinos y tengan un proyecto continuado en la escuela y que los directores tengan capacidad de liderazgo. ¿Por qué los estudiantes españoles más necesitados han mejorado tanto? Avvisati responde que «el número de alumnos que han perdido días de clase o han llegado tarde se ha reducido de forma significativa entre 2012 y 2015».«Cuando hay poca disciplina en el aula y los profesores no tienen suficientes habilidades para gestionarlo, los estudiantes pierden las oportunidades de aprendizaje que necesitan. De cada hora de clase, por ejemplo, sólo una fracción de tiempo es dedicada realmente al aprendizaje. Después de unos años, esas diferencias pueden crear una brecha sustancial entre los estudiantes. Los alumnos en desventaja no tienen recursos para compensar esta pérdida», explica Avvisati.Las conclusiones de la OCDE van en la misma línea de un estudio publicado recientemente por Francisco López Rupérez, director de la Cátedra de Políticas Educativas de la Universidad Camilo José Cela, que dice que el esfuerzo, la autodisciplina o el autocontrol son las claves del éxito. López Rupérez recuerda el trabajo realizado por Aletta Grisay en 64 escuelas de Bélgica en el que se constató que el alumnado en desventaja social obtenía buenas notas sobre todo en los centros que actuaban «con mano de hierro en guante de seda», con profesores exigentes en sus expectativas. «Esos niños que, por sus circunstancias familiares, son los que más necesitan de la escuela, no pueden ser abandonados por la institución a sus propias posibilidades. Necesitan ser guiados, encuadrados, controlados firmemente en su trabajo escolar».Se pierde el 20% de la clase poniendo ordenLos profesores españoles de Secundaria aseguran que pierden más del 20% del tiempo de cada sesión tratando de poner orden en el aula. Los alumnos no atienden a sus indicaciones. Hay ruido y falta de orden. Los estudiantes no pueden trabajar bien y no se ponen a la tarea hasta 10 minutos después de comenzada la clase, que ahora dura sólo 45 minutos.Éste es uno de los grandes problemas de la escuela española, más allá del debate sobre la Religión o la titularidad de los centros educativos. En la media de otros países el caos y la falta de atención son menores, aunque también preocupantes: el 13% del tiempo de clase se malgasta intentando que los alumnos dejen de armar alboroto.Los datos proceden del informe TALIS 2013 y los cita el analista de la OCDE Francisco Avvisati, que dice que mantener la disciplina es lo que más les cuesta a los profesores novatos. Por eso no es casual que el estudio encuentre que los resultados de los alumnos desfavorecidos mejoran en aquellas escuelas donde los profesores llevan más tiempo y hay pocos interinos.¿Qué pueden hacer las autoridades educativas? «Los educadores, los líderes de las escuelas y los encargados de las políticas educativas pueden mejorar el clima escolar con desarrollo profesional para los profesores que les ayude a hacer un uso más efectivo de las horas lectivas».«Tener profesores experimentados y motivados es más importante que tener una clase con pocos alumnos. En algunos países, de hecho, las escuelas con aulas de tamaño reducido terminan atrayendo a un elevado porcentaje de profesores inexpertos y poco cualificados», recalca el autor del trabajo titulado ¿Qué pueden hacer las escuelas y los países para ayudar a los alumnos desfavorecidos a tener éxito en PISA?Añade que, en el caso concreto de España, también el ambiente escolar es mejor en «escuelas que tienen pocos profesores con contratos fijos y más experiencia».Avvisati plantea, asimismo, «intervenciones que ayuden a construir una relación más fuerte y sincera con los padres y los niños». Cita el caso de varias escuelas francesas ubicadas en barrios desfavorecidos que han empezado a organizar encuentros informales con las familias. «Ha servido para reducir los malos comportamientos y mejorar el clima de la clase, no sólo entre los alumnos sino también entre los padres que participaron en las charlas».

II

PACTO EDUCATIVO
Los 10 puntos que la escuela pública quiere incluir en el pacto educativo
Una plataforma de familias, profesores y alumnos fija como líneas rojas para respaldar el acuerdo recuperar 8.000 millones en cuatro años y acabar con la LOMCE

PILAR ÁLVAREZ El País, Madrid 1 FEB 2018 - 13:06 CET
En un decálogo de cinco páginas que han titulado La educación que queremos. La Plataforma Estatal por la Escuela Pública, —integrada por representantes de alumnos, padres y profesores— ha redactado su propia propuesta para el Pacto de Estado por la educación que los grupos políticos acaban de empezar a negociar en el Congreso de los Diputados con un guion de 15 puntos. Reivindican que, sin ellos, podrá ser un acuerdo político pero no un pacto que cuente con la sociedad.

Los integrantes de la plataforma aseguran que quieren participar de la negociación en marcha, por lo que enviarán su propio guion a los grupos parlamentarios y pedirán reunirse con ellos. Irán con dos líneas rojas que ha resumido este jueves el secretario de Enseñanza de CC OO, Paco García. En primer lugar, no respaldarán un acuerdo que mantenga la actual ley educativa, la LOMCE . “El secretario de Estado [de Educación, Marcial Marín] ha dicho ‘no haremos tabla rasa del pasado”, ha explicado. “Pero nosotros queremos hacer tabla rasa de la LOMCE”.

Y en segundo lugar, la financiación. En este punto, para el que los partidos han puesto ya propuestas encima de la mesa, reclaman que se recuperen los niveles de inversión previos a la crisis. Es decir, recuperar 8.000 millones de gasto educativo [el que aportan todas las administraciones] que se han recortado desde 2009. “Sin un compromiso de revertir los recortes y recuperar en cuatro años niveles de inversión educativa de 2009 no hay pacto educativo posible”, añade García. Los representantes de la plataforma que han presentado el documento —estaban presentes miembros de la confederación de padres CEAPA, del Frente de Estudiantes, y de los sindicatos UGT y CC OO y STES— rechazan propuestas como la que ha lanzado el PSOE en la subcomisión que negocia el pacto, que supone llegar al 5% del PIB en 2025.

“Queremos incidir y participar en la negociación y no un informe del Consejo Escolar del Estado" donde el Gobierno tiene mayoría, ha añadido Maribel Loranca (UGT), en relación al trabajo encargado por el ministerio a este órgano consultivo en el que ellos están representados pero donde no tienen la última palabra. “Ya está bien de oírles decir el profesorado es el fundamento se hace todo para el profesorado sin el profesorado”, según la representante sindical. “Estamos hartos de ver que dicen que los alumnos son la parte mollar del sistema pero no se habla con los estudiantes”, añade Loranca, que pide a los grupos parlamentarios de la oposición “hacer valer que el PP está en minoría”. “Exigimos que se den pasos seguros y con una velocidad que se pueda constatar ya, con un calendario marcado”, ha pedido por su parte Voro Benavente, del sindicato STES.

“Con el tiempo que llevan y el poco caso que se nos hace el pacto social va a ser imposible a estas alturas”, ha asegurado la presidenta de la confederación de familias CEAPA, Leticia Cardenal. Su confederación -mayoritaria en la escuela pública- y la Concapa, la más representativa de la concertada. Han reclamado “un punto 16” del guion con el que trabajan los parlamentarios “que incluya la participación de las familias”.

 Estos son, en síntesis, los 10 puntos incluidos en el decálogo:

“La educación básica debe entender como finalidades que los alumnos sean capaces de ser críticos”.

La educación es un derecho fundamental y universal que debe ser garantizado por los poderes públicos.

La garantía de la equidad y la inclusión como valores transversales.

La promoción de la igualdad. Escolarización mixta que promueva la igualdad de las personas

La garantía de una educación laica. “ninguna creencia religiosa como adoctrinamiento”, ha resumido la representante del Frente de Estudiantes, Eva García.

La exigencia de una escuela democrática y participativa

LA construcción de un currículo alternativo “que introduzca nuevas metodologías de innovación y aprendizaje cooperativo”.

El reconocimiento y valoración del profesorado, “con un imprescindible apoyo a este sector que evite la precariedad”.

Una inversión sostenida en el tiempo “que suponga recuperar el 5% del PIB en esta legislatura y el compromiso de alcanzar un 7% a medio plazo”.

La estabilidad en políticas educativas.

Sara Montiel

En el volumen trigésimo quinto de las Obras completas de Cela se lee "Sara Montiel. La voz que destila estrógeno". Fue una entrevista publicada en la recién fenecida revista Interviú, en octubre de 1984. De verdadero nombre María Antonia Abad Fernández, vio la luz del mundo el día de los santos Cayo, Codrato, Anecto, Simplicio y Droctoveo de 1928, "año en que se estrenó el Bolero de Ravel". Cela comunica además, aparte de que "es una de las mujeres más cachondas del occidente europeo", que cuando entrevistó a su vecina por el cielo balear "volaban los aeroplanos a chorro cagando centellas y pintando surcos de algodón en rama", extendiéndose sobre el cuadro en que Roca Fuster la pintó desnuda como una Venus:

También hubieran podido pintarla Rubens en la pura pelota picada, o Ingres bañándose, o Botticelli haciendo equilibrios sobre la concha, o Velázquez mirándose en el espejo, o Goya recostada en la cama, o Renoir peinándose o cualquier otro con alguna afición; la cosa no hubiera tenido mayor mérito porque, ¡Dios qué ojazos, y qué bullarengue, qué tetamen, que caderamen, qué muslamen! ¡Si no parece de verdad! Hace ya muchos años, una tarde que fue al seminario de San Miguel de Orihuela a llevarle algo de comida al preso Miguel Hernández, el poeta le preguntó a la madre: "Esta niña, tu hija, ¿es de verdad?"



María Antonia era hija del segundo matrimonio de su padre, que llevaba unos treinta años a su segunda mujer. Desde Campo de Criptana se mudaron a Orihuela en 1935, "empujados por el hambre", aunque hay quien dice que fue por el asma del padre, un vendedor de vino que falleció en 1944 cuando ella contaba solo doce o trece años y era aparcero del conde de las Cabezuelas, un Henríquez de Luna.


Antonia  va descalza y coronada de buganvillas de color ciclamen, naturales y frescas. No lleva sostén ni falta que le hace y enseña las manos cubiertas de brillantes y esmeraldas, supongo que también de rubíes, zafiros y otras gemas solemnes y variadas. Antonia es una mujer irreal y rutilante y nada me extraña que sus criados, de tanto en cuanto, se mareen y la desvalijen.

-Ya ves, salí de Campo de Criptana con el rabo entre piernas y ahora tengo una calle, antes se llamaba del Pozo hondo; todo esto es muy emocionante para mí... Yo era una niña tuberculosa, muy delicada.

A preguntas de Cela afirma que el pecado capital más peligroso para el individuo en España es la envidia, pero para la sociedad es la soberbia, porque engendra venganza y violencia. Descubre que se intentó suicidar una vez en Madrid arrojándose bajo un tranvía frente a Correos, junto a la fuente de Cibeles, cuando tenía dieciséis o diecisiete años, probablemente en 1944, poco antes de que empezase su carrera cinematográfica. Se rompió la clavícula, dos o tres costillas y la séptima vértebra. Dijo que lo hizo por cobardía: "Era muy jovencita, y vi que se me terminaba el mundo, que se me cerraba todo, que me encontraba sin libertad, sin vida.... fue algo de espanto. Quedé muy escarmentada: yo ahora no me suicidaría de ninguna manera".

Cela le hace la pregunta de Goethe, quien prefería la injusticia al desorden. "Las dos cosas son malas", contesta, "pero la injusticia es peor que el desorden, porque lo origina". 

martes, 23 de enero de 2018

Qué justicia es esta

José Luis Barbería, "¿Qué justicia es esta?", en El País, 23 de mayo de 2010:

 "La perversión está en el sistema de cuotas de los partidos y en que los jueces las hayamos aceptado".- "Para hacer carrera hay que estar en las asociaciones, y mejor en unas que en otras".- P Hablan los jueces que acusan al poder político de afectar a su independencia

Si uno de los grandes partidos se propone colocar a un candidato suyo en un determinado cargo de libre designación de la judicatura, lo conseguirá aunque sea en segunda convocatoria", afirma el magistrado Fernando Andreu, de la Audiencia Nacional. "A mí me apoyó el PP sin que yo conociera personalmente a ningún dirigente de ese partido. Supongo que alguien de mi asociación, la Asociación Profesional de la Magistratura (APM), les pasó mi nombre. Otros candidatos fueron vetados, pero yo no. Salí elegido de rebote. Esas cosas no se saben, ni se cuentan, pero es la verdad", comenta el magistrado de la Sala Segunda del Tribunal Supremo, Francisco Monterde. "En la elección de los vocales del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), la última tendencia es nombrar a los fieles. Ahora ya no se disimula. Los dos grandes partidos se aplican el sistema de cuotas y buscan sin reparo a los candidatos que más sintonizan con sus ideas", subraya el magistrado de la Audiencia de Oviedo, Agustín Azparren, vocal del anterior CGPJ.

Al divorcio con la ciudadanía se añaden fracturas internas, ruindades corporativas y rencores personales

Hablan sus señorías, los jueces. Aunque el seísmo Garzón y la erupción volcánica permanente del Constitucional les invitan a echar cuerpo a tierra y ponerse a salvo de la epidemia de recusaciones desatada, un nutrido grupo de magistrados y jueces ha optado por exponer en estas páginas su diagnóstico del problema. Es un diagnóstico de parte que rasca superficialmente en las responsabilidades domésticas, pero que expresa una sensación generalizada en la judicatura y aporta una de las claves de la crisis abierta en nuestro sistema judicial. Hablan a título personal, alarmados por la gravedad de la situación, contraviniendo el viejo precepto de que el juez se expresa a través de sus sentencias y en contraste con la máxima de Montesquieu de que el poder judicial debería ser invisible y mudo. Y es que, bien a su pesar, nunca como hasta ahora, la justicia española había tenido semejante protagonismo público; nunca hasta ahora, en democracia, su descrédito había alcanzado un punto tan crítico. Sus convulsiones y fracturas internas, sus ruindades corporativas, sus rencores personales, añaden desconcierto a un divorcio con la ciudadanía agigantado escandalosamente con el caso del juez Tirado. Las gentes no comprenden que el responsable judicial de que el supuesto asesino de la niña Mari Luz disfrutara de libertad de movimientos para volver a violar y matar haya sido sancionado levemente por sus superiores. Y menos entienden que ante una sanción tan mínima, gran parte de sus señorías hayan puesto el grito en el cielo.

Se diría que la justicia española está contagiada de la polarización política ramplona y del alineamiento maniqueo, mientras mengua el espacio vital de imparcialidad e independencia que necesita para respirar libremente. "La justicia no puede seguir por más tiempo atrapada en el juego del reparto político partidista de los quesitos rojos y azules. Hay que detener la progresiva e ilimitada deslegitimación de la acción judicial que viene produciéndose desde dentro y desde fuera. El poder judicial es la última trinchera, y si se deslegitima nos habremos cargado el Estado democrático", advierte el magistrado de la Sala Segunda del Tribunal Supremo, Joaquín Giménez, ex presidente de las audiencias de Bilbao y San Sebastián, y cofundador de la asociación Jueces para la Democracia (JD).

Algo muy grave debe estar pasando para que, con lo peculiares e individualistas que son sus señorías, 1.500 jueces, la tercera parte de la plantilla, se haya alzado con un manifiesto en el que denuncian con crudeza el intrusismo de los partidos políticos y avisan del riesgo que ese comportamiento acarrea para la independencia de la actuación judicial. Dicen que en su "insaciable afán por controlar a su controlador", los partidos políticos han logrado hacer del CGPJ, el gobierno de los jueces, "un puro retrato en miniatura de las fuerzas parlamentarias". Y afirman que el nombramiento "en clave política partidista" de la totalidad de los componentes del CGPJ incumple las condiciones dirigidas a evitar la politización y a garantizar la autonomía de ese consejo que el Tribunal Constitucional estableció al validar la reforma de 1985.

Tal reforma facultó al Parlamento para nombrar a los 12 jueces profesionales, que hasta entonces eran elegidos por sus compañeros, sin alterar el derecho de las cámaras a designar a los ocho vocales "juristas de reconocido prestigio" que completan el Consejo. "La reforma supuso el derribo del principal muro constitucional de protección de la independencia judicial", aseguran los firmantes. Argumentan que, como en la práctica, el poder político hace caso omiso de las condiciones fijadas por el Tribunal Constitucional, habría que volver a la situación anterior y permitir que la elección de la mayoría de los 21 integrantes del CGPJ -el propio Consejo elige a su presidente, que es el mismo que el del Tribunal Supremo- vuelva a quedar en manos de los jueces.

¿Está en riesgo el sistema de división de poderes diseñado en la Constitución? El CGPJ, elegido por los grupos parlamentarios del PSOE y del PP a partir de los candidatos propuestos por las asociaciones judiciales, nombra a la totalidad de los miembros del Tribunal Supremo y a los presidentes de la Audiencia Nacional, de los Tribunales Superiores de Justicia de las comunidades autónomas y de las audiencias provinciales. Es un secreto a voces que las presiones se concentran en la composición de la Sala Segunda del Tribunal Supremo, la encargada de juzgar las causas contra los políticos. Aunque la suma de estos cargos de libre designación no llega al 10% de las plazas judiciales, lo que está en juego es la política de nombramientos, viciada por el reparto de cuotas partidarias -"tú decides los tuyos y yo los míos"-, y también la promoción profesional, imposible para aquellos (la gran mayoría) que carezcan de padrinos políticos o del respaldo de las asociaciones judiciales. Hay que tener en cuenta que más de la mitad de la plantilla judicial no está asociada, que la APM cuenta con algo más de 1.100 afiliados; la Francisco de Vitoria, 595; la JD, 510, y el Foro Independiente, menos de 200.

Sin negar la valía e independencia profesional de los elegidos, ¿no es abusiva esa prima encubierta de selección por afinidad ideológica? ¿Cómo evitar que el descrédito caiga en cascada sobre la estructura judicial, si la sospecha de partidismo anida en la fuente original de los nombramientos: el propio CGPJ? ¿Cómo convencernos de que los magistrados de esa clave de bóveda que es el Tribunal Supremo son, efectivamente, los mejores de entre los buenos? "Puede que algunas presidencias requieran un perfil más político o un buen gestor, pero en el Supremo necesitamos a los mejores juristas, y me da igual si es un bicho raro de esos que quieren vivir en un cuarto oscuro. Ahí no se puede admitir la práctica de la patada hacia arriba", indica Fernando Andreu.

Porque el riesgo, que nadie se atreve a formular expresamente, es que, de seguir así las cosas, puede ocurrir que las cúpulas profesionales de la judicatura sean ocupadas por jueces que han hecho carrera montados en el ascensor de su disponibilidad política. Sin necesidad de compartir la totalidad del manifiesto, una amplia mayoría de la plantilla judicial asume hoy plenamente el mensaje: "Sacad las manos de la justicia", que los 1.500 han lanzado a los políticos. Conviene detenerse en los perfiles de quienes han estampado su firma digital en el texto expuesto en la web del CGPJ. Son preferentemente jóvenes, menores de 45 años, mujeres, y no forman parte de ninguna de las asociaciones existentes. Es la base de la pirámide, la infantería que le saca las castañas del fuego a la justicia todos los días y que asiste al espectáculo no solo con estupor e indignación, sino también con inquietud. Saben muy bien que aunque la politización no les afecte directamente en sus quehaceres profesionales, el descrédito y la sospecha recaen también sobre ellos.

"Antes, el juez era una diosa Juno (deidad mayor de la mitología romana) y ahora es una figura denostada", comenta el magistrado de la Audiencia Nacional Santiago Pedraz. En el fondo de la rebelión de las bases aletea el temor a verse en un trance semejante al del estajanovista Rafael Tirado. Sostienen que si no comprobó que la orden de detención del supuesto asesino de la niña Mari Luz había sido cumplida fue por la sobrecarga de trabajo y la falta de suficiente personal administrativo en su juzgado. "Llevar el control de las 1.600 ejecutorias que manejaba ese hombre es una misión casi imposible", apuntan varios magistrados.

"Todos podemos ser Rafael Tirado", ese viene a ser también el grito de guerra de la base judicial. Pese a las nuevas plazas de jueces -200 se crearán este mismo año-, "el vertiginoso aumento de los litigios y la complejidad de las causas hace necesario mantener el esfuerzo en incrementar los medios humanos y materiales", admite el secretario general de modernización de la Administración de Justicia, Ignacio Sánchez Guiu. Claro que, con similar carga de trabajo y en entornos sociológicos idénticos, hay juzgados que están al día, mientras otros acumulan un retraso de años. De la misma manera que, frente a la apertura general de miras y actitudes que se aprecia en los jueces, sigue habiendo entre ellos personas endiosadas que creen que haber ganado su plaza en oposiciones les hace acreedores ad aeternum de la admiración, reconocimiento y respeto de la sociedad.

"Estamos en 2010 y todavía vemos aquí los tomos de papel", apunta Fernando Andreu señalando al murete de legajos de su despacho. "Calculo que en mi jurisdicción de lo contencioso-administrativo, un juez veterano elaborará unas 220 sentencias al año", indica Juan Luis Ibarra, presidente del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco. Mucho trabajo, salarios no extraordinarios para la formación y la responsabilidad exigidas -desde los 50.846 euros anuales brutos mínimos del juez de base hasta los 150.000 mínimos del presidente del CGPJ, pasando por los 135.000 de los magistrados del Supremo- y una reputación cuestionada alimentan la insatisfacción de estos nuevos jueces que reclaman también menos horas de trabajo y más vacaciones para conciliar su vida familiar. En su manifiesto dicen que los partidos "impregnan con su tinte político" la cúpula judicial y que su comportamiento ocasiona "un progresivo descrédito y una desconfianza de los ciudadanos en la justicia como último baluarte del Estado de derecho".

¿No es un despropósito, ruinoso para el crédito del tercer pilar del Estado, que sus excelencias, los altos magistrados, aparezcan sistemáticamente etiquetados por la procedencia política de los votos con que fueron nombrados y de su correspondiente adscripción a las asociaciones judiciales: la "conservadora" APM y la "progresista" JD? Y es que la totalidad de los componentes del actual CGPJ pertenecen a uno de estos dos colectivos, inevitablemente identificados con el PP y el PSOE. "La perversión está en el sistema de cuotas de los partidos y en que los jueces las hayamos aceptado. Los partidos se reparten los altos cargos a través de las asociaciones. Todos los que forman el Consejo y los que llegan al Supremo están asociados. No deberíamos perder de vista que al dictar sentencia debemos ser independientes incluso de nosotros mismos", subraya Alfredo Muñoz, presidente de la asociación de jueces sustitutos Concepción Arenal.

Por si cabía alguna duda, en la votación parlamentaria del actual Consejo, los dos grandes partidos volvieron a demostrar que no estaban dispuestos a abrir la mano, ni siquiera ante una candidatura como la de la magistrada no asociada Beatriz Grande, que contó con la extraordinaria cifra de 343 avales. "Me votaron compañeros de todas las tendencias porque conozco bien el funcionamiento del sistema judicial y del propio CGPJ, pero parece que a los no asociados no se nos reconocen los criterios de mérito y capacidad que establece la ley", indica la magistrada, hoy inactiva judicialmente. "Para hacer carrera hay que estar en las asociaciones, mejor en unas que en otras, y tener buenas relaciones con las cúpulas, ya que a los no asociados se les cierra el camino de la promoción", certifica el ex presidente del Tribunal Superior de Justicia de Madrid, Javier Casas. "Si la Constitución nos prohíbe pertenecer a un partido político o a un sindicato es para que preservemos nuestra independencia. La Carta Magna busca el mérito y la capacidad, no la coherencia y la conveniencia. La gente duda de la rectitud jurídica de un magistrado identificado con un partido", subraya, a su vez, el presidente de la Audiencia Provincial de Huelva, Jesús Fernández Entralgo.

Nadie en la judicatura ha olvidado que la designación de Carlos Dívar como presidente del CGPJ y del Tribunal Supremo fue anunciada por el presidente del Gobierno antes de que el pleno del Consejo votara, como es preceptivo, ese nombramiento. Y no pocos piensan que el CGPJ se retrató el mismo día de su bautizo, al secundar diligentemente y sin crítica el nombramiento del candidato consensuado entre Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy. "Puedo dar fe de que en el Consejo anterior, nadie, excepto yo, que era vocal independiente, de consenso entre el PP y el PSOE, rompía nunca la disciplina de voto. El vocal de Convergència i Unió, por ejemplo, cambió de alianzas en el momento justo en que su partido rompió con el PP y se alió con el PSOE. Al salir del Consejo dije que habíamos dejado el listón del despropósito tan alto que resultaría difícil superarlo, pero estaba equivocado", señala Agustín Azparren.

La teoría del "rendimiento decreciente" se aplica ahora con similar desparpajo al actual CGPJ junto a la sospecha de que los consejeros, supuestamente tironeados por los partidos, ocupan buena parte de su tiempo en las conspiraciones partidistas. "Los jueces de base nos sentimos abandonados por el Consejo", dice la magistrada Purificación Pujol. "No nos sentimos defendidos, ni bien representados", abunda la también magistrada de Madrid María Valvanuz Peña. La frase "Cada Consejo hace bueno al anterior" es un lugar común. "Aquellos que en la transición política tuvimos que enfrentarnos al Ejecutivo por los casos de torturas y soñamos con un poder judicial fuerte e independiente debemos reconocer ahora que fracasamos en el diseño del CGPJ. Lo digo sin dramatismo, porque conseguimos también muchas cosas, pero no tuvimos suficientemente en cuenta que ese Consejo debía funcionar y que la división de poderes y la independencia judicial son claves", indica Juan Luis Ibarra.

¿El Gobierno de los jueces es una mera correa de transmisión de los dos grandes partidos? Gabriela Bravo, la portavoz del CGPJ, lo niega en un tono tan delicado como tajante. "No somos correa de transmisión de nadie y tampoco es cierto que los partidos mangoneen el espacio judicial. Lo que sí han ocupado es el espacio mediático y social desde el que se proyecta una imagen de la justicia que no se corresponde con la realidad", asegura. "Vamos a necesitar mucho tiempo para encontrar el sosiego, y todos deberíamos hacer autocrítica: los medios de comunicación, los partidos, el Consejo...", dice.

"Cuando se habla de politización se habla de cambio de cromos en un cuartito oscuro. Hay que dar por supuesto que los cargos nombrados, sean o no los más idóneos, actúan con independencia, y tener en cuenta que las sentencias que pueden resultar previsibles por la ideología dominante en un juez o un tribunal son escasas", explica Juan Luis Ibarra. "El 95% de las sentencias que elaboro son fáciles de calificar porque solo requieren oficio y disciplina. Con el resto, el problema es que no tienes pruebas o albergas dudas sobre la norma a aplicar. En estos casos, la posibilidad de que la sentencia sea diferente según el juez es alta, porque al articular un derecho para ese asunto reflejamos nuestras propias precomprensiones culturales, sociales y políticas", admite el presidente del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco, Juan Luis Ibarra.

Jesús Fernández Entralgo equipara la elaboración de una sentencia con la interpretación de una partitura musical. "Pongamos el Himno a la alegría de Beethoven. El director puede hacer una interpretación alegre, vibrante u opaca, pero debe cumplir la condición de que la música sea reconocible; no puede ser que suene como si fuera Aserejé. Un grado de politización en la función jurisdiccional es, quizá, inevitable", señala, "pero otra cosa es entrar en la arena política y seguir las consignas de un partido". Según eso, el problema sería el compadreo entre políticos y esos jueces que, como apunta un magistrado, "hacen pasillos a la búsqueda de un cargo".

Por acreditada que esté la práctica de los nombramientos en clave política partidista y el papel de correa de transmisión que ejercen las asociaciones más representadas, no todo el mundo en la judicatura comparte la propuesta de que los jueces vuelvan a nombrar a la mayoría del CGPJ. Recuerdan que el sistema antiguo fue reformado para salvar la resistencia corporativa judicial a los cambios que exigía una sociedad democrática, y subrayan que no hay remedio fácil en el horizonte, por muy en auge que esté la tentación de culpar de todo a los políticos. Lo que sí se comparte ampliamente es que la situación no se aguanta. Las dos huelgas de jueces, la dimisión de un ministro del ramo (Mariano Fernández Bermejo) y el manifiesto rupturista de los 1.500 son aldabonazos que convocan al cambio drástico de rumbo. "El problema es más de cultura política que de sistema. Obama nombra al Supremo y allí a nadie se le ocurre cuestionar el prestigio de esos jueces", señala el presidente de la Audiencia Nacional, Ángel Juanes, cansado, como tantos, del maniqueísmo político imperante.

Cabe dudar del interés de los grandes partidos en corregir su comportamiento, pero, seguramente, no de la necesidad de los jueces de recuperar el prestigio perdido en la política de nombramientos y en la reproducción doméstica de los bloques políticos. La receta es conocida: respeto democrático al pluralismo y a los ámbitos de actuación de los poderes, transparencia, equilibrio, aplicación de criterios objetivos para la selección de los mejores. Algunos jueces sugieren la reducción drástica del número de vocales del CGPJ liberados a tiempo completo. "Eso nos ahorraría una docena larga de altos cargos con coche, chófer y Visa Oro, además de mucho amiguismo y conspiraciones", apunta un magistrado. Otros proponen reducir el peso de las asociaciones hasta garantizar que todos los jueces puedan hacer carrera y darle mayor pluralidad al Consejo con la entrada de representantes del Colegio de Abogados, procuradores, etcétera. En la tarea de "blindar el poder judicial frente a lo que dicten en Ferraz (sede central del PSOE) o Génova (sede central del PP)", todos parecen de acuerdo en que hay que motivar más los nombramientos del Supremo.

"La elección auténticamente parlamentaria, representativa, pluralista, está por estrenar", sostiene, por su parte, Joaquín Giménez. "Los candidatos deberían representar a todas las asociaciones y a los no asociados, y el PP y PSOE podrían renunciar a ejercer la mayoría absoluta. Los candidatos tendrían que ser examinados por una comisión interparlamentaria a partir de informes exhaustivos que dejaran constancia de todo lo que han hecho y dicho a lo largo de sus carreras. Hay que asegurar la transparencia total", subraya el magistrado del Supremo. En su opinión, urge que las cúpulas de los grandes partidos pacten una salida a la crisis.

Claro que, para recuperar el aprecio de la sociedad y ganarse el respeto de los políticos, los jueces tendrían que merecérselo. Ahora que sus señorías han descendido del Olimpo y nos muestran, en exceso, sus apetitos y semejanzas con el común de los mortales, lo que se les pide es que se comporten como los mejores, los más justos y más libres de entre nosotros; tipos excepcionales a los que poder confiar la aplicación de la ley, virtuosos de la moral cívica capaces de apartarse de sus propios prejuicios. Dadas las circunstancias, quienes no puedan con eso deberían emular a la mujer del César y obligarse no solo a procurar ser independientes, objetivos y honestos, sino también a parecerlo, intensamente.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 23 de mayo de 2010

Descubierto un topo chino en la CIA

Manuel Loureiro, "Las dos libretas con 20 nombres del topo perfecto de la CIA", El Mundo, 23 ENE. 2018 03:03

El último empleo de Jerry Chung (dcha.), que hasta 2007 trabajó para la CIA, ha sido en la galería de subastas Christie's de Nueva York. Al ser detenido, le intervinieron una libreta con nombres y datos de 20 agentes de EEUU muertos o detenidos en China.
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Trabajaba para la sala Christie's en Nueva York pero antes fue espía de la CIA en China

Ahora Jerry Chung está acusado de la caída de 20 agentes en Pekín. Por zoquete o por doble agente

Su 'fallo' desencadenó la mayor operación de contraespionaje de EEUU desde que cayó el Muro: Honey Badger

El sábado de la semana pasada, mientras se ponía el sol en la costa Este, parecía una tarde cualquiera en el control de pasaportes del aeropuerto JFK de Nueva York. La cola de viajeros llegados desde los lugares más variopintos del mundo, esa mezcla de turistas excitados y pasajeros frecuentes de aspecto fatigado tras largas horas de vuelos intercontinentales, avanzaba lentamente hacia el mostrador del Servicio de Fronteras norteamericano. Entre toda esa gente caminaba un caballero asiático de 53 años de edad, menudo y con un fino bigotillo sobre su labio superior que le daba un aspecto entre cómico e inofensivo. En su bolsillo llevaba un pasaporte norteamericano a nombre de Jerry Chung Shin Lee, el nombre con el que llevaba viviendo en Estados Unidos desde su naturalización como ciudadano en los años 80. Si alguien se hubiese acercado a Jerry Chung en la cola y hubiese entablado conversación con él, seguramente éste le habría dicho que su vuelo acababa de llegar de Hong Kong y que su familia le estaba esperando en Carolina del Norte. Si hubiese estirado la conversación mientras la cola avanzaba incluso puede que le hubiese contado a su interlocutor que llevaba varios años trabajando para la prestigiosa casa de subastas Christie's de Nueva York, después de haber tenido varios trabajos entre EEUU y China. Probablemente Jerry Chung se hubiese callado que antes había trabajado como agente operativo de la CIA entre 1994 y 2007, aunque ese último detalle ya lo sabía el equipo de media docena de agentes y un escuadrón de SWAT que le esperaba al otro lado del control para detenerle. Porque J. Chung, por descuido o por pericia, era el responsable de la mayor catástrofe operativa de la CIA en el extranjero desde el final de la Guerra Fría y por fin iban a atraparlo.Todo empezó unos años antes, en 2010. La CIA, como cualquier agencia de espionaje de cualquier otro país, tenía una densa red de espías en China. Desde el despegue económico de la superpotencia oriental, el interés de los servicios secretos norteamericanos se había redoblado, creando una infraestructura compleja y con -se supone- un altísimo grado de infiltración en los mecanismos del estado chino y sus sectores tecnológicos, militares e industriales. Nada que, por otra parte, no estuviesen haciendo los chinos en EEUU y docenas de países más unos a otros. Una partida más dentro del Gran Juego. Sin embargo, en 2010 las cosas comenzaron a ir horriblemente mal para la estación USA de Pekín.Todo empezó en la ciudad de Chengdu, en el sudoeste del país asiático. Un miembro de nacionalidad china del personal del consulado estadounidense en la ciudad iba caminando tranquilamente por la calle cuando de repente dos personas vestidas de paisano se le acercaron y sin mediar palabra lo introdujeron a la fuerza en una furgoneta. El vehículo arrancó con un chirrido de neumáticos ante una mezcla de pasmo e indiferencia de los transeúntes y se dirigió a una de las sedes de la contrainteligencia china. Allí, el diplomático fue interrogado y convencido para que firmase una confesión en la que reconocía que formaba parte de una red "que cometía actos de traición contra China". Los servicios secretos chinos habían descubierto -y éste era el quid de la cuestión- que este hombre formaba parte de la red de la CIA. Un par de días más tarde, tras una compleja negociación, fue evacuado por la agencia hacia EEUU. Fue afortunado. Los siguientes casos resultaron ser mucho peores. En su momento este incidente mereció una breve reseña en Político, la publicación de Washington y poco más. A nadie la apetecía airear un asunto tan embarazoso. Sin embargo, en los meses siguientes, el goteo de pérdidas de agentes en China alcanzó cotas espantosas. Cada pocas semanas un operativo era neutralizado, lo que en el argot significaba que, simplemente, desaparecía sin dejar rastro. De todos ellos, hasta una veintena, no se ha vuelto a saber nada, así que se presume que o bien están encarcelados en algún centro secreto sin ningún juicio público o que, lo más probable, hayan sido sumariamente ejecutados.En medio de esa ofensiva brutal y para mayor bochorno, la revista Newsweek reveló en 2012 que la embajada norteamericana en Pekín estaba totalmente infiltrada, gracias a una compleja red de trabajadores corruptos, chantajes sexuales y prostitutas al servicio del gobierno chino. La paranoia de la CIA llegó al extremo de no fiarse de sus propias instalaciones. No se atrevían a mantener conversaciones allí "salvo en susurros", según la revista norteamericana. Mientras la red que habían tardado décadas en construir se desmoronaba con estruendo sospechaban que sólo un topo, un infiltrado a alto nivel, podía ser el responsable de tanta devastación.La luz verde de ObamaCuentan que durante aquellos años, en la sede de la CIA en Langley temían las llamadas desde Pekín, en las que, lacónicamente, anunciaban "otro más" cada vez que era neutralizado otro agente. La debacle llegó a tal punto que el presidente Obama dio luz verde a Honey Badger, la mayor operación de contraespionaje desde la caída del Muro de Berlín. Ese profundo -pero discreto- barrido de arriba a abajo de las estructuras y agentes de la CIA empezó a dar sus frutos al cabo de los años. Conseguir resultados en el contraespionaje es una labor lenta y laboriosa y a veces hacen falta golpes de suerte. En abril de 2017 se da uno de ellos cuando en un cruce rutinario de datos alguien se da cuenta de que la activación de un iPhone con un número de serie concreto y que estaba en una lista marcada se corresponde con una persona concreta. Esta persona es Candance Marie Claiborne, una funcionaria de 60 años del Departamento de Estado con acceso a información confidencial y el iPhone ha sido adquirido por alguien relacionado con la embajada china. Claiborne es una mujer de mediana edad, sin contactos aparentes con el mundo del espionaje y con una vida gris y sencilla, pero que sin embargo resultó ser uno de los principales nudos del espionaje chino en América. La CIA pensaba que por fin había acabado con el topo, pero sin embargo, todos los intentos de reconstruir la red de espionaje en Pekín -que a esas alturas estaba, y está, reducida a escombros- era infructuosa. Había algo más. Y entonces, por algún motivo que aún no se conoce (y puede que nunca se sepa), todos los radares se enfocaron en nuestro personaje, Jerry Chung. Tras haber servido en el ejército de su país de adopción, Chung fue reclutado por la CIA y se convirtió en un analista de los datos relativos a China. Su facilidad con el idioma, su cercanía cultural y su conocimiento de la idiosincrasia del país le convertían en un candidato ideal para el puesto. Sin embrago, en 2007 se desligó aparentemente de la agencia y empezó a encadenar un trabajo tras otro en empresas extranjeras que intentaban meterse en el mercado chino. Si esto les parece que no tiene demasiado sentido quizás es porque no lo tenga, o porque oculta algo más. La CIA pensaba que Jerry era un agente quemado y por ese motivo lo relegó a un discreto segundo plano, según algunas fuentes. Según otras, formaba parte del plan del propio Chung.Cuando la CIA le detuvo, la semana pasada, entre sus pertenencias se encontraron dos libretas, llenas de anotaciones manuscritas. En ellas, entre otras cosas, docenas de datos relativos a los 20 agentes de campo de la CIA detenidos o asesinados en China a lo largo de los últimos años, claves de la red de espionaje destruida y según el escrito de acusación presentado y hecho público, al menos una página que contenía "elementos de Alto Secreto que no se corresponden con el nivel de acceso" que Chung jamás tuvo. La pregunta que se hace ahora todo el mundo es la misma: ¿Es Jerry Chung el mayor topo del espionaje reciente o sólo un agente de campo especialmente torpe que anota información de alto secreto en libretas y las pasea de aquí a allá? ¿Es él una víctima de los servicios chinos de inteligencia o parte de ellos? ¿Ha sido doble agente todo este tiempo? Una última cosa: en esa lista incautada a Chung había 20 nombres, pero se sospecha que la red de espionaje era mucho más grande. Sin duda, mientras ustedes leen estas líneas, alguien, en algún lugar de China, mira de reojo a la puerta de vez en cuando, temiendo ver como la tiran abajo de golpe y convertirse así en la baja número 21. No sé ustedes, pero yo no le envidio el sitio. El Gran Juego continúa.

sábado, 20 de enero de 2018

Frases absurdas

FRASES ABSURDAS RAJOY
Rajoy amenaza con batir el récord de Yogi Berra, el rey de las frases más absurdas, Por Henrique
Mariño, en Público,  20.01.2018

Mariano Rajoy tiene un otro yo. No es presidente de ningún Gobierno, ni tampoco registrador de la propiedad, pero su nube de palabras se instaló sobre el político gallego desde el mismo instante en el que se incorporó a las filas del PP. Como diría el propio Rajoy, “está lloviendo, lloviendo mucho”, aunque “el agua cae del cielo sin que se sepa exactamente por qué".

Su nombre es Yogi Berra, el rey de las frases absurdas, pese a que el líder del Partido Popular se esfuerza cada día en superarlo. “Sabía que nadie alcanzaría ese récord hasta que alguien lo batiese”, proclamó Berra cuando ganó diez series mundiales de las grandes ligas de béisbol estadounidenses. Rajoy puede aplicarse el cuento.

Algunas frases del jugador norteamericano son intercambiables con las del mandatario español. Imagínenselo en la tribuna de oradores del Congreso: "En teoría, no hay diferencia entre práctica y teoría. En la práctica, sí la hay"; "No puedo concentrarme mientras pienso"; "El futuro [de España] no es lo que solía ser".

O en su despacho de la sede del PP: "Y te pagan en efectivo, lo que es tan bueno como el dinero"; "Si [el sobre] fuera de una persona pobre, se lo devolvería"; "Se ven muchas cosas con solo mirar"; "Nunca respondo una carta anónima”.

O en el juicio del caso Gürtel en la Audiencia Nacional: "Creo que es la primera vez que llego tarde tan temprano"; "Es como un déjà vu que se repite todo el rato"; “¿Es que usted no sabe nada?", preguntaría el fiscal. "Ni siquiera sospecho nada, señor".

O en el balcón de Génova tras una victoria electoral: "Quiero agradecerles por hacer esta fiesta necesaria". Y cuando llega la pizza: "Córtela en cuatro, no creo que pueda comer ocho". En cambio, Moragas prefiere cenar fuera para que le dé un poco el aire: "Ya nadie va a ese restaurante porque siempre está demasiado lleno".

O en una reunión del comité ejecutivo para analizar la amenaza de Ciudadanos: "Si no puedes imitarlo, no lo copies"; "Es difícil hacer predicciones, especialmente sobre el futuro”; "Si no sabemos hacia dónde vamos, terminaremos en cualquier otro lugar".

O en una conversación informal en la Moncloa con Albert Rivera: "Daría mi brazo derecho por ser ambidiestro"; “Un contrato verbal no vale ni siquiera el papel en el que está escrito"; "La mitad de las mentiras que dicen de mí no son verdad".

O en un paseo de Ribadumia a Meis con José Benito: "No es demasiado lejos, sólo lo parece”; "Cuando encuentres una bifurcación en el camino, tómala"; "No compraré a mis hijos una enciclopedia. ¡Que caminen a la escuela como hice yo!".

O en un partido de la Roja en el Bernabéu: "Si la gente no quiere venir al estadio, nadie va a detenerla". Y cuando marca un gol por la escuadra Morata: "El juego no se acaba hasta que se termina”.

O en el funeral de… Bueno, en cualquier funeral: “Siempre voy a los entierros de los demás, porque de lo contrario ellos no vendrán al mío"; "Era difícil mantener una conversación con alguien, había demasiada gente hablando".

O al despertarse junto a Viri: “Es un 90% cerebro y la otra mitad, esfuerzo físico”; "Si no hubiese despertado, todavía estaría durmiendo”; "Normalmente duermo una siesta de dos horas. De una a cuatro".

Queda claro que estas frases no son de Rajoy, sino de Yogi Berra, pero se le parecen. El beisbolista, fallecido en 2015 a los noventa años, dejó un reguero de títulos a su paso por los New York Yankees y un libro que recoge todas sus frases: The Yogi Book: I Really Didn't Say Everything I Said (Workman, 1998).

Sus yogismos son una rajoya, aunque él también trascendió como deportista, pues fue el mejor jugador en tres ocasiones de la Liga Americana. Ingenioso fuera del campo y dicharachero sobre la hierba, el catcher estaba siempre de charleta con los bateadores mientras esperaba la bola, por lo que pudieron disfrutar de un espectáculo gratuito.

Cuando esperaba su turno o perdía un juego, solía sentarse con las piernas cruzadas. Un compañero lo apodó Yogi, porque le recordaba a un yogui hindú que había visto en un documental. Él, a su vez, le prestó su sobrenombre al Oso Yogui de los dibujos, si bien Hanna-Barbera lo negó cuando Berra amenazó con denunciarlo por difamación. Maldita gracia le hizo que lo hubiesen terminado llamando como al personaje animado.



La biografía del afamado beisbolista es más agitada que la de Mariano Rajoy, quien empezó a preparar las oposiciones antes de terminar la carrera de Derecho y se convirtió, a los veinticuatro años, en el registrador más joven de España. Yogi fue llamado a filas cuando alcanzó la mayoría de edad y, por suerte para el deporte, sobrevivió al desembarco de Normandía.

Genio por accidente, decía que los yogismos le salían de forma espontánea, sin pensárselos, por lo que queda la duda de si era un bendito o un humorista de alto nivel. Tras ejercer como mánager y entrenador de los Mets de Nueva York, los Houston Astros y sus queridos Yankees, se retiró. Cuando ya era un anciano, su mujer le preguntó: “Yogi, tú eres de San Luis, vivimos en Nueva Jersey y jugaste en Nueva York. ¿Dónde te gustaría ser enterrado?”.

Él le dijo que le resultaba difícil responder a ello y que lo consultaría con la almohada. Al día siguiente, su esposa volvió a hacerle la misma pregunta y él le respondió: “Venga, entiérrame donde tú quieras. ¡Sorpréndeme!”. Sus restos reposan en el cementerio Gate of Heaven (La puerta del cielo) de East Hanover, en el estado de Nueva Jersey. Pese a su esfuerzo, ninguno de los protagonistas de los entierros a los que había ido acudió al suyo.

La biografía y el carácter de Rajoy, aunque parezca mentira, también tienen sus aristas, como pueden leer aquí. Incluso ha hecho méritos para que algunas de sus frases pudiesen ser atribuidas a Yogi:

- “Una cosa es ser solidario, y otra es serlo a cambio de nada”

- “¿Ustedes piensan antes de hablar o hablan tras pensar?”

- "Algunos se creen que no tenemos sentimientos, pero somos sentimientos y tenemos seres humanos".

- "Lo que nosotros hemos hecho, cosa que no hizo usted, es engañar a la gente".

- "Cuanto peor, mejor para todos. Y cuanto peor para todos, mejor”.

- “A veces la mejor decisión es no tomar ninguna decisión, que también es tomar una decisión”

- “Quien me ha impedido cumplir mi programa electoral es la realidad”.

- "Quiero transmitir a los españoles un mensaje de esperanza: ETA es una gran nación".

Juzguen ustedes quién se merece el premio a la mejor frase absurda. Estas, como demuestra la hemeroteca, fueron pronunciadas por Rajoy. En el caso de Berra, la realidad se mezcla con la leyenda, del mismo modo que la paradoja con el disparate, o la ingenuidad con la estupidez. Ya lo dijo Yogi: “En realidad no he dicho todo lo que dije”.

jueves, 18 de enero de 2018

Los manchegos de Umbral

En ciertos años uno convive con su cuerpo como con un traidor. Si alcanzas la edad de los infartos no sabes cuándo te va a mandar a paseo con un tiro de gracia. O con un trombo sin nada de gracia. Le digo: "¿Tú también, Bruto...? Qué bien me siento cuando no me siento". Porque sentirse demasiado es resentirse, es aprensión, hipocondría en pedante. Uno pasa la vida entre taquicardias, sufriendo cómo bailan claqué las inquietas arañas sobre los tubos enchufados al corazón, que es un saxo o un trombón de varas mal hecho. Una refinería, como el Centro Pompidou. Por no hablar de próstatas escocidas y otras glándulas y vainas. Ah, y los venenos de la vitualla.

Se me han muerto dos pájaros en dos días. El último, en San Antón, patrono de los animales. Mi hija ya me está llamando deprimente y cambio de tercio; me pongo a buscar algo que les entretenga y cojo un libro de mis montones que sea compulsivamente animado. Saco la Trilogía de Madrid, de Umbral. Como todos los suyos, está muy poblado; habla de una España difunta, pero más estimulada que la de ahora, que es tétrica; lo digo (también) por el tetris, ya que no hay manera de ordenar y acabar España y pegar sus piezas unas con otras, como no hay manera de acabar el tetris. Que nadie quiere reprogramar.

Lo de Umbral es la metáfora y el descaro que debe tener todo estilo. Sin frescura no se puede tallar la grisura del lenguaje convencional. Pero este famosillo es patológicamente superficial. Si tiras una botella al mar como la de Vigny, se supone que tiene que haber algo dentro de ella y no solo postura. Es verdad que un escritor es fundamentalmente un gilipollas que se expresa por escrito porque tiene una patológica timidez o problemas de comunicación. Estando vacíos, vacían botellas al mar y son alcohólicos o algo peor; no se llenan nunca de nada, lo descomponen todo. Taladran la lluvia chorreante como los gusanos o las larvas muertas de los tornillos que mantienen unido el Todo. Otras veces el escritor es una esponja de entusiasmo completamente estrujada o anulada por la sociedad. Tanta actualidad ya solo le ha dejado poros o los ojos de Argos y se ha vuelto absolutamente superfluo; flota sobre ella como el corcho o la mierda. Y ese es el caso del simpadre Umbral, un hombre vacío y destrozado dos veces, una por el afecto de nevera de su madre y otra por su hijo, ese niño muerto, aunque a él por lo menos le quedaba la dignidad del lenguaje, eso que le hace tan intraducible y tan nuestro. Le quedaba hablar de su libro. Y hablar mal de Baroja, también.

Madrid es una vía pecuaria sobre el arroyo del Abroñigal. Y así es como la pintó Antonio López, que andaba por 
allí "como un pastorcillo angélico" y "un alucinado de la realidad". Fue gran amigo suyo. Incluso puso el famoso cuadro como portada para su novela Nada en el domingo. Lo admiraba tanto que él, tan poco proclive a los elogios, escribió era "uno de los genios fundamentales de la pintura española de todos los tiempos". De Paco Nieva, otro genio, dice que no tomaba en serio el postismo de Jesús Juan Garcés, porque era nada menos que militar y almirante y venía del garcilasismo. Nieva era "un manchego pasado por Bataille que se ponía de madrugada la manta como un chal carromatero para aparecerse (en realidad se había quedado en casa), irreal de maquillaje, empolvado en las buñolerías del alba, los zocos de efebos y las cenas de Sole". Nunca vestía de marrón, que no es color de caballeros. Cuerdamente lo sitúa entre Valle-Inclán y Ramón Gómez de la Serna, algo "demasiado fino para el oído de estraza del espectador español". Escribe que "se le había quedado dentro la infancia como vivencia, y no como conciencia". Otras veces intenta esquivar la seducción de Gregorio Prieto y las "proposiciones arcangélicas" de "su serrallo hermafrodita". A Umbral la mayor parte de los manchegos le parecían "acordobesados". Prieto pintó a Lorca "con ojos de mujer". Y no sabemos si se refiere a Lorca o a él, o a los dos. Y Umbral lo describe en Londres, sumiso, planchándole los pantalones al erizo de Luis Cernuda, el que decía aquello de ser "un naipe cuya baraja se ha perdido" y lo de "no sé nada, no quiero nada, no espero nada". De Francisco García Pavón no dice nada apenas, solo que dirigía Taurus.

De Sara Montiel refiere que no paraba de contarle chismes rurales a Jorge Fiestas y que a él lo  conoció tarde y mal, aunque le hizo una entrevista en el tardofranquismo donde se confesaba socialista y hablaba de sus parientes encarcelados o fusilados por Franco. "La publicación de aquella entrevista fue la hostia, o sea, el copón", concluye.

miércoles, 17 de enero de 2018

Eufemismos en política

Enrique Mariño, "Eufemismos en política", en Público, 17-I-2018:

Si usted vuelve a escuchar a Cristóbal Montoro aquello de “vamos a cambiar la ponderación de los impuestos”, agarre bien la cartera, porque lo que querrá decir es que el Gobierno le va a dar un estacazo con una nueva subida del IVA. Tal vez decida salir a la calle para mostrar su rechazo, pero ande con ojo, no vaya a tropezar con las defensas de las Unidades de Intervención Policial —o sea, con las porras de los antidisturbios—. Terminará lamiéndose las heridas o, en el peor de los casos, teniendo que someterse al copago sanitario, que debería llamarse repago, pues recuerde que ya ha abonado los medicamentos a través de los sucesivos cambios de ponderación impositivos a los que aludía el ministro de Hacienda.

La escalada de eufemismos podría seguir hasta la zeta del diccionario, incluso sin salirnos del anterior párrafo: sustituyamos estacazo por daño colateral o IVA por gravamen adicional, al que tendríamos que sumar el recargo complementario temporal de solidaridad, que no es otra cosa que la subida del IRPF. Incluso eso de escalada tiene un matiz épico, cuando en realidad se trata de un aumento o una subida, nada deseable cuando se trata de armas o precios.

“Se utilizan palabras blandas para expresar situaciones duras”, explica la periodista Soledad Gallego Díaz, acostumbrada a ver cómo en los últimos años los políticos, economistas y empresarios recurren cada vez más a los eufemismos. Quizá, añade la columnista de El País, para describir unas situaciones que se han vuelto “progresivamente más injustas o violentas” —hablamos del paro galopante, de los recortes (reformas estructurales), de la supresión de derechos, de la privatización de los servicios públicos (externalización), de los desahucios y la crisis de las preferentes (una estafa en dos tiempos: al timo inicial le seguiría una quita posterior, o robo, de los ahorros), etcétera—, por lo que podrían considerarse unos “pretextos para amparar no a los más débiles, sino a los más poderosos”.

Esta degradación de la lengua, pese a la carrerilla que ha tomado en España desde el inicio de la crisis económica, no es nueva ni exclusiva de este país. George Orwell escribía en 1946 que “el lenguaje y los escritos políticos son ante todo una defensa de lo indefendible”, por lo que los gestores de la cosa pública recurrían a “eufemismos, peticiones de principio y vaguedades oscuras” para evitar argumentos “demasiado brutales” a oídos de los ciudadanos. Así, respecto a las purgas y deportaciones en Rusia, por ejemplo, el político nunca mentaría el “asesinato de los opositores”, sino “cierto recorte de los derechos de la oposición política”

El ensayo La política y el lenguaje inglés, como puede observarse, sigue vigente sesenta años después. Basta cambiar el nombre del gobernante, de la nación y del conflicto, sinónimo suave de guerra, exterminio, genocidio o muerte. “El gran enemigo del lenguaje claro es la falta de sinceridad”, sostenía Orwell. “Cuando hay una brecha entre los objetivos reales y los declarados, se emplean casi instintivamente palabras largas y modismos desgastados, como un pulpo que expulsa tinta para ocultarse”. Volver no operativo, un supuesto no injustificable, una consideración que siempre debemos tener en mente, etcétera. “El estilo inflado es en sí mismo un tipo de eufemismo. Una masa de palabras latinas cae sobre los hechos como nieve blanda, difumina los contornos y sepulta todos los detalles”, señalaba el autor de 1984.

Pero volvamos a este tiempo y a nuestro país. Si la realidad no es del agrado del pueblo, basta cambiarle el nombre para hacerla más digerible. Con Zapatero no había crisis, sino recesión o desaceleración. Su ministra de Economía, Elena Salgado, vio algunos brotes verdes en la economía y aventuró que sólo cabía esperar a que creciesen. La negada crisis terminó siendo tal, aunque, como dijo el ministro Guindos, España jamás fue rescatada, pues se trató de un apoyo financiero o, más largo todavía, un préstamo en condiciones muy favorables. Entretanto, no hubo inflación —si acaso, reacomodamiento de precios—, ni arreció el paro —sino que las empresas, algunas por falta de liquidez (se iban al tacho), aprovecharon las sinergias y optimizaron sus recursos, mientras que las administraciones públicas racionalizaron el gasto, eliminaron duplicidades, adelgazaron sus estructuras y redujeron los gastos superfluos: meros ajustes en un contexto de flexibilización del mercado laboral—. Para frenar la sangría del desempleo —luego iremos con el enfermo— no se favoreció legalmente el despido libre o su abaratamiento, sino que se informalizaron las relaciones laborales. Al menos, nadie le dio una dentellada a los sueldos de quienes seguían conservando su trabajo: hubo alguna devaluación competitiva de los salarios por aquí, algún ajuste por allá, alguna moderación salarial por acullá....

"Lo formal es feo y estrecho y lo informal, en cambio, hermoso y desenvuelto. Lo inflexible es rígido y obstinado, en tanto la flexibilización es ligera y juvenil", escribe el profesor universitario Miguel Catalán en el libro Mentira y poder político (Verbum). Lo que nos lleva a pensar que no cabe duda de que la arruga sea bella, si bien la pérdida del trabajo —el despido— se antoja fea, por mucho que la vistan de reajuste, una palabra aquejada de trastorno bipolar. Puede suponer una disminución —de empleos—, pero también un aumento —de precios—; el caso es que su escucha no trae nada bueno. Decíamos que no bajaron los sueldos, como tampoco se llevaron a cabo desahucios —llámenlos procedimientos de ejecución hipotecaria—, por lo que ningún propietario se quedó sin su casa —en jerga bancaria, activos adjudicados—. Los jóvenes universitarios tampoco se vieron forzados a emigrar —movilidad exterior, mejor que fuga de cerebros— por falta de oportunidades laborales —o sea, de trabajo— y los que sí se quedaron no entienden cómo, habiendo estudiado una carrera y un máster, no aciertan a comprender qué significa eso de flexiseguridad en un país tan inestable laboralmente como el nuestro. Sea como fuere, resulta paradójico que dos conceptos positivos en uno —flexibilidad y seguridad—, más que tranquilizarnos, nos intimiden...

Claro que durante estos años que vivimos peligrosamente hubo alguna buena noticia, como las iniciativas del Gobierno para calmar los mercados —subir los impuestos y reducir el gasto público, como ordenaban desde el más allá— o las inyecciones de liquidez —ejem— que proporcionaron las medidas excepcionales para incentivar la tributación de rentas no declaradas —“señoría, no hay ninguna amnistía fiscal”, se escuchó en el Congreso por boca de Montoro—. ¡Qué riqueza lingüística! ¡Benditos neologismos, encargados de inflar la burbuja eufemística! Circunloquios para el recuerdo, como la abstención técnica del PSOE para que gobernase Rajoy, mientras que el PP no expulsaba a Rato, sino que lo daba de baja. La infanta Elena y Marichalar tampoco se separaron, pues lo suyo fue un cese temporal de la convivencia. Un capítulo aparte merece el extesorero del PP Luis Bárcenas, que sufrió un “despido en diferido” —en este caso, no se informalizó su relación laboral porque ésta había sido simulada— y, consecuentemente, recibió una indemnización a su debido retraso por su gestión de la presunta caja B del partido, que no era tal sino una “actividad extracontable sin carácter finalista”. Por cierto, gracias a la Ley de Enjuiciamiento Criminal, aprobada por el Congreso, los imputados por la Justicia ahora son investigados, un participio que resulta más leve y suena menos fuerte.

Qué desastre, pensarán algunos, pero cuidado también con las metáforas. Cuando escuchamos que una empresa sanea sus cuentas o que la crisis del banco equis contagia al banco zeta, estamos tratando a la economía como a un enfermo o, si lo prefieren, como a un ser vivo responsable de sus actos y con autonomía propia, como si la culpa de las crisis la tuviesen estos organismos animados y no las personas encargadas de su gestión. Lo denunció hace cuatro años la profesora de Filología de la Universidad de Navarra Carmen Llamas durante el VIII Seminario Internacional de Lengua y Periodismo El lenguaje de la crisis, organizado por la Fundación San Millán de la Cogolla y la Fundación del Español Urgente (Fundéu), cuyo coordinador, el periodista Javier Lascurain, tiene claro que las fuentes de los periodistas se valen de los eufemismos y las denominaciones alternativas para “camuflar, dulcificar u ocultar ciertas realidades”.

Aunque a veces es la propia prensa la que impone un determinado léxico, extraído del deporte, el toreo, los fenómenos atmosféricos o los desastres naturales, que en realidad no son naturales, sino el resultado de la presencia o acción del ser humano en el entorno, así como de la falta de prevención por parte de este, pues no hay desastre si no hay afectados: una tormenta de arena en medio del desierto es un fenómeno natural, excepto que se tope con un campamento de beduinos y termine, ahora sí, en desastre. Si no tenemos esto claro, la traslación de tsunamis, sequías y tormentas al lenguaje económico nos hará pensar, por ejemplo, que los terremotos financieros son desastres de origen natural, incluso divino para algunos, que escapan a la mano invisible del hombre, encargada de regular el mercado. Resulta chocante que se naturalicen las decisiones de quienes mandan y los efectos de sus políticas económicas, mientras que los mercados se humanizan: tiemblan los parqués porque entran en pánico, o las bolsas se despiertan optimistas por la euforia que suscitan las operaciones comerciales.

“La crisis económica de 2008 fue consecuencia clara de un proceso de desregulación de los mercados financieros, pero los políticos que protagonizaron esa desescalada no han querido admitir su responsabilidad y se han presentado como víctimas de una catástrofe imprevisible. Lo mismos sucede con la corriente principal de pensamiento académico en Economía, que justificó plenamente esa desregulacion y que no acepta la enorme influencia que tuvo en el estallido de la crisis”, afirma Soledad Gallego-Díaz. “Por ello necesitan hablar con eufemismos, que ayuden a hacer creer a los afectados por la crisis que la responsabilidad fue de ellos mismos por solicitar un crédito excesivo y no de quienes, siendo especialistas en el tema, se lo concedieron”.

Sin embargo, algunos tienen los días contados. Por ejemplo, para evitar la palabra crisis, comenzaron a llamarla recesión, hasta que esta también adquirió una connotación negativa, lo que dio paso al crecimiento negativo, un oxímoron que figura entre los eufemismos favoritos de la columnista madrileña. Y cuando el Gobierno del PP creyó ver la luz al final del túnel, no se atrevió a recurrir de nuevo a los brotes verdes por su evocadora paternidad socialista y por las críticas que le dedicó al hallazgo verbal en su momento, lo que motivó que Luis de Guindos, actual ministro de Economía, optase por una "pequeña flor de invernadero" para referirse a la recuperación económica.

El ministro de Economía, Luis de Guindos, y el presidente de Iberdrola, José Ignacio Sánchez Galán, charlan durante la inauguración de la jornada organizada por Pimco y El Confidencial. EFE/ Mariscal
Guindos y el presidente de Iberdrola, Sánchez Galán. / EFE

Ahora bien, ¿logran los políticos manipular a la sociedad con su camuflaje lingüístico? “Lo pretenden, y durante un tiempo lo consiguen, pero los eufemismos caducan”, abunda en la idea Álex Grijelmo, autor del libro Palabras de doble filo (Espasa). “Se produce lo que el lingüista norteamericano Dwight Bolinger llamó efecto dominó. Ajuste fue un eufemismo, y ahora designa claramente lo que antes ocultaba. Países pobres dio paso a países subdesarrollados, si bien esa expresión terminó nombrando crudamente lo que intentaba edulcorar. Así que luego vinieron Tercer Mundo —que se dio la vuelta con el adjetivo peyorativo tercermundista— y países en vías de desarrollo. Por tanto, el lenguaje político necesita renovarlos constantemente, porque se gastan. Y hay que estar muy atentos a esos cambios”, advierte el escritor y expresidente de la Agencia Efe.


Así, el copago sanitario, un eufemismo de repago, se convierte en ticket moderador, o sea, en un peaje por ir al médico, que ya habíamos pagado previamente con nuestros impuestos. “Los periodistas compran ese neolenguaje por varias causas, entre ellas la influencia directa de las fuentes en algunos medios. Y, desde luego, nosotros no siempre hacemos bien nuestro trabajo, pues usar palabras inadecuadas, engañosas o incomprensibles para los lectores es una forma de no cumplir nuestras obligaciones”, lamenta Javier Lascurain. “Nosotros somos cómplices, en muchas ocasiones involuntarios, de esa manipulación”, secunda Álex Grijelmo, quien sostiene que los plumillas “ejercen como transmisores acríticos”. Quizá entonces sea mejor decir tributo, tasa o pago en vez de peaje, aunque algunas autopistas también las paguemos dos veces, incluso tres si quiebran.

Pese a que fuese adecuado consumirlo preferentemente antes del fin de 2017, el término ajuste todavía no ha caducado, sino que ha mutado en otros eufemismos, que son empleados según Gallego-Díaz “para suavizar la carga pesimista o violenta de una palabra o expresión directa”. Adviértase que el verbo despedir comenzó a ser menos frecuente en los titulares cuando las empresas empezaron a presentar —o, en el mejor de los casos, a pactar— ERE, sigla de Expediente de Regulación de Empleo, que terminó dando lugar al ya lexicalizado ere y a su plural eres.

Tampoco corren buenos tiempos para la austeridad, “la reina de los eufemismos”, en opinión de la columnista de El País: “Un concepto asociado a la sobriedad, a la moderación y a la elegancia que ha sustituido en un abrir y cerrar de ojos a lo que es simplemente un hachazo en el gasto público”. Miguel Catalán, en Mentira y poder político, incide en la misma noción: “Puesto que la austeridad es una virtud tradicional, la de no gastar más de lo que se tiene sin dejar por ello de vivir con dignidad, se utiliza el término austeridad como un eufemismo para lavar la negra imagen de los recortes sociales, cuyo resultado [es una vida] indigna en tanto ayuna de servicios básicos”. Al principio era así, pero de tanto uso —y sufrimiento de la población— ha terminado adquiriendo un matiz peyorativo: antes, apretarse el cinturón podría apelar al sentido común, si bien ahora los políticos tratan de eludirla porque son conscientes de los daños colaterales causados a la ciudadanía. Digamos que algo considerado ayer positivo, hoy puede ser negativo, como recordaba el escritor británico Owen Jones —citado por Catalán en su libro— cuando aludía al término reforma: un término que antes estaba ligado a las mejoras de los servicios públicos "pone nombre ahora a las políticas antisociales”.

Un activista ¿Qué hacer ante el intento de colarnos la misma receta de siempre con otra denominación? Orwell decía que “si el pensamiento corrompe el lenguaje, el lenguaje también puede corromper el pensamiento”, por lo que “esta invasión de la mente por frases hechas sólo se puede evitar si se está continuamente en guardia contra ellas, y cada una de esas frases anestesia una parte del cerebro”. No queda otra que llamar a las cosas por su nombre, como defiende Álex Grijelmo, quien advierte de los efectos secundarios del uso de las frases hechas. “Los periodistas que hacen suya la jerga política tendrán más difícil distanciarse de los políticos y ser independientes, solo por el hecho de usar sus mismas palabras manipuladoras. Yo desconfiaría del periodista que dice reforma fiscal cuando se habla de subir impuestos, o del que habla de desequilibrios territoriales en vez de desigualdades. Su lenguaje y su pensamiento parecen abducidos por el poder de turno”.

Los medios se han visto inundados de todo tipo de circunloquios, hasta convertirse, de manera inconsciente o intencionada, en neologismos periodísticos de uso cotidiano. Por ello, vale la pena mentar de nuevo al autor de La política y el lenguaje inglés, quien escribió aquello de que “el lenguaje político está diseñado para lograr que las mentiras parezcan verdades y el asesinato respetable, y para dar una apariencia de solidez al mero viento”. Porque, aunque pueda parecer que el uso de vaguedades y neologismos ayuda a difundir la diversidad lingüística, en realidad es sinónimo de empobrecimiento. “Más palabras no siempre suponen más riqueza del lenguaje, porque estas entran en el discurso periodístico para desplazar a otras —a menudo más claras o precisas— y no aportan riqueza sino oscuridad”, previene el coordinador de Fundéu.

En fin, nuestros eufemismos políticos y económicos son las especies invasoras que han tomado los ríos y van a dar a la mar, que es el pasar a mejor vida de los medios de comunicación. O sea, el morir.