Manuel Loureiro, "Las dos libretas con 20 nombres del topo perfecto de la CIA", El Mundo, 23 ENE. 2018 03:03
El último empleo de Jerry Chung (dcha.), que hasta 2007 trabajó para la CIA, ha sido en la galería de subastas Christie's de Nueva York. Al ser detenido, le intervinieron una libreta con nombres y datos de 20 agentes de EEUU muertos o detenidos en China.
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Trabajaba para la sala Christie's en Nueva York pero antes fue espía de la CIA en China
Ahora Jerry Chung está acusado de la caída de 20 agentes en Pekín. Por zoquete o por doble agente
Su 'fallo' desencadenó la mayor operación de contraespionaje de EEUU desde que cayó el Muro: Honey Badger
El sábado de la semana pasada, mientras se ponía el sol en la costa Este, parecía una tarde cualquiera en el control de pasaportes del aeropuerto JFK de Nueva York. La cola de viajeros llegados desde los lugares más variopintos del mundo, esa mezcla de turistas excitados y pasajeros frecuentes de aspecto fatigado tras largas horas de vuelos intercontinentales, avanzaba lentamente hacia el mostrador del Servicio de Fronteras norteamericano. Entre toda esa gente caminaba un caballero asiático de 53 años de edad, menudo y con un fino bigotillo sobre su labio superior que le daba un aspecto entre cómico e inofensivo. En su bolsillo llevaba un pasaporte norteamericano a nombre de Jerry Chung Shin Lee, el nombre con el que llevaba viviendo en Estados Unidos desde su naturalización como ciudadano en los años 80. Si alguien se hubiese acercado a Jerry Chung en la cola y hubiese entablado conversación con él, seguramente éste le habría dicho que su vuelo acababa de llegar de Hong Kong y que su familia le estaba esperando en Carolina del Norte. Si hubiese estirado la conversación mientras la cola avanzaba incluso puede que le hubiese contado a su interlocutor que llevaba varios años trabajando para la prestigiosa casa de subastas Christie's de Nueva York, después de haber tenido varios trabajos entre EEUU y China. Probablemente Jerry Chung se hubiese callado que antes había trabajado como agente operativo de la CIA entre 1994 y 2007, aunque ese último detalle ya lo sabía el equipo de media docena de agentes y un escuadrón de SWAT que le esperaba al otro lado del control para detenerle. Porque J. Chung, por descuido o por pericia, era el responsable de la mayor catástrofe operativa de la CIA en el extranjero desde el final de la Guerra Fría y por fin iban a atraparlo.Todo empezó unos años antes, en 2010. La CIA, como cualquier agencia de espionaje de cualquier otro país, tenía una densa red de espías en China. Desde el despegue económico de la superpotencia oriental, el interés de los servicios secretos norteamericanos se había redoblado, creando una infraestructura compleja y con -se supone- un altísimo grado de infiltración en los mecanismos del estado chino y sus sectores tecnológicos, militares e industriales. Nada que, por otra parte, no estuviesen haciendo los chinos en EEUU y docenas de países más unos a otros. Una partida más dentro del Gran Juego. Sin embargo, en 2010 las cosas comenzaron a ir horriblemente mal para la estación USA de Pekín.Todo empezó en la ciudad de Chengdu, en el sudoeste del país asiático. Un miembro de nacionalidad china del personal del consulado estadounidense en la ciudad iba caminando tranquilamente por la calle cuando de repente dos personas vestidas de paisano se le acercaron y sin mediar palabra lo introdujeron a la fuerza en una furgoneta. El vehículo arrancó con un chirrido de neumáticos ante una mezcla de pasmo e indiferencia de los transeúntes y se dirigió a una de las sedes de la contrainteligencia china. Allí, el diplomático fue interrogado y convencido para que firmase una confesión en la que reconocía que formaba parte de una red "que cometía actos de traición contra China". Los servicios secretos chinos habían descubierto -y éste era el quid de la cuestión- que este hombre formaba parte de la red de la CIA. Un par de días más tarde, tras una compleja negociación, fue evacuado por la agencia hacia EEUU. Fue afortunado. Los siguientes casos resultaron ser mucho peores. En su momento este incidente mereció una breve reseña en Político, la publicación de Washington y poco más. A nadie la apetecía airear un asunto tan embarazoso. Sin embargo, en los meses siguientes, el goteo de pérdidas de agentes en China alcanzó cotas espantosas. Cada pocas semanas un operativo era neutralizado, lo que en el argot significaba que, simplemente, desaparecía sin dejar rastro. De todos ellos, hasta una veintena, no se ha vuelto a saber nada, así que se presume que o bien están encarcelados en algún centro secreto sin ningún juicio público o que, lo más probable, hayan sido sumariamente ejecutados.En medio de esa ofensiva brutal y para mayor bochorno, la revista Newsweek reveló en 2012 que la embajada norteamericana en Pekín estaba totalmente infiltrada, gracias a una compleja red de trabajadores corruptos, chantajes sexuales y prostitutas al servicio del gobierno chino. La paranoia de la CIA llegó al extremo de no fiarse de sus propias instalaciones. No se atrevían a mantener conversaciones allí "salvo en susurros", según la revista norteamericana. Mientras la red que habían tardado décadas en construir se desmoronaba con estruendo sospechaban que sólo un topo, un infiltrado a alto nivel, podía ser el responsable de tanta devastación.La luz verde de ObamaCuentan que durante aquellos años, en la sede de la CIA en Langley temían las llamadas desde Pekín, en las que, lacónicamente, anunciaban "otro más" cada vez que era neutralizado otro agente. La debacle llegó a tal punto que el presidente Obama dio luz verde a Honey Badger, la mayor operación de contraespionaje desde la caída del Muro de Berlín. Ese profundo -pero discreto- barrido de arriba a abajo de las estructuras y agentes de la CIA empezó a dar sus frutos al cabo de los años. Conseguir resultados en el contraespionaje es una labor lenta y laboriosa y a veces hacen falta golpes de suerte. En abril de 2017 se da uno de ellos cuando en un cruce rutinario de datos alguien se da cuenta de que la activación de un iPhone con un número de serie concreto y que estaba en una lista marcada se corresponde con una persona concreta. Esta persona es Candance Marie Claiborne, una funcionaria de 60 años del Departamento de Estado con acceso a información confidencial y el iPhone ha sido adquirido por alguien relacionado con la embajada china. Claiborne es una mujer de mediana edad, sin contactos aparentes con el mundo del espionaje y con una vida gris y sencilla, pero que sin embargo resultó ser uno de los principales nudos del espionaje chino en América. La CIA pensaba que por fin había acabado con el topo, pero sin embargo, todos los intentos de reconstruir la red de espionaje en Pekín -que a esas alturas estaba, y está, reducida a escombros- era infructuosa. Había algo más. Y entonces, por algún motivo que aún no se conoce (y puede que nunca se sepa), todos los radares se enfocaron en nuestro personaje, Jerry Chung. Tras haber servido en el ejército de su país de adopción, Chung fue reclutado por la CIA y se convirtió en un analista de los datos relativos a China. Su facilidad con el idioma, su cercanía cultural y su conocimiento de la idiosincrasia del país le convertían en un candidato ideal para el puesto. Sin embrago, en 2007 se desligó aparentemente de la agencia y empezó a encadenar un trabajo tras otro en empresas extranjeras que intentaban meterse en el mercado chino. Si esto les parece que no tiene demasiado sentido quizás es porque no lo tenga, o porque oculta algo más. La CIA pensaba que Jerry era un agente quemado y por ese motivo lo relegó a un discreto segundo plano, según algunas fuentes. Según otras, formaba parte del plan del propio Chung.Cuando la CIA le detuvo, la semana pasada, entre sus pertenencias se encontraron dos libretas, llenas de anotaciones manuscritas. En ellas, entre otras cosas, docenas de datos relativos a los 20 agentes de campo de la CIA detenidos o asesinados en China a lo largo de los últimos años, claves de la red de espionaje destruida y según el escrito de acusación presentado y hecho público, al menos una página que contenía "elementos de Alto Secreto que no se corresponden con el nivel de acceso" que Chung jamás tuvo. La pregunta que se hace ahora todo el mundo es la misma: ¿Es Jerry Chung el mayor topo del espionaje reciente o sólo un agente de campo especialmente torpe que anota información de alto secreto en libretas y las pasea de aquí a allá? ¿Es él una víctima de los servicios chinos de inteligencia o parte de ellos? ¿Ha sido doble agente todo este tiempo? Una última cosa: en esa lista incautada a Chung había 20 nombres, pero se sospecha que la red de espionaje era mucho más grande. Sin duda, mientras ustedes leen estas líneas, alguien, en algún lugar de China, mira de reojo a la puerta de vez en cuando, temiendo ver como la tiran abajo de golpe y convertirse así en la baja número 21. No sé ustedes, pero yo no le envidio el sitio. El Gran Juego continúa.
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