jueves, 15 de febrero de 2018

Entrevista con Carlos García Gual

Carlos García Gual: “Los alumnos pasan mucho tiempo con el móvil. No saben nada”
José Andrés Rojo 12 FEB 2018 - 10:17 CET

Ocupa el sillón J de la Real Academia Española. Escritor, catedrático y traductor, convirtió la literatura y el mundo clásico en sus pasiones. Pero el título que le atribuyen sin discusión quienes lo conocen y lo han leído es el de sabio. Pasó su infancia en el Mediterráneo, sumergido en la biblioteca de su abuelo militar. Fue un niño miope al que le gustaba poco el deporte, una rareza en su familia. Asegura que la lectura es la manera de escapar de “la prisión del presente”.

Tiene algo de exótico un catedrático (emérito) de Filología Griega en un mundo que le ha vuelto la espalda a los saberes clásicos. Por eso mismo, dice Carlos García Gual (Palma de Mallorca, 1943) hace falta “ir a las barricadas”, para seguir peleando por que a las humanidades les quede al menos un rincón. Escritor, crítico, ha recibido dos veces el Premio Nacional por algunas de sus muchas traducciones. Dirige la colección Biblioteca Clásica Gredos. Por dar noticia de la variedad de sus intereses, basta con citar algunos de sus libros: Epicuro, La secta del perro, Diccionario de mitos, Las primeras novelas, Sirenas: seducciones y metamorfosis o el último, La muerte de los héroes. Hace poco fue elegido para ocupar el sillón J de la Real Academia Española. De dónde viene, cómo fue su historia, qué España le tocó vivir: de eso tratamos en su casa de Madrid para averiguar cómo terminó convirtiéndose en un hombre sabio, un título que le otorgan sin la menor discusión cuantos lo conocen y lo han leído.

¿Qué me dice de sus primeros años?

Nací en Palma en casa de mi abuelo. Entonces se nacía en las casas. Soy el primero de seis hermanos, mi padre era militar de baja graduación. De niño iba con mi abuelo a la catedral a misa mayor (no era muy religioso, pero le gustaba la ceremonia). Al salir me encontraba con la bahía, hay un mirador estupendo, y luego estaba recorrer de un lado a otro el paseo del Born. Hasta los siete años.

Empieza ya entonces a leer. 

Mi abuelo tenía una biblioteca bastante grande y muy bien ordenada, a diferencia de la mía. La suya debía de tener 4.000 o 5.000 ejemplares y se pasó la vida ocupándose de ella. Era un hombre muy disciplinado, se levantaba a las ocho de la mañana y se acostaba a las doce de la noche después de escuchar Radio París. Siempre hacía lo mismo. Poseía unas libretas donde tenía catalogados todos sus ­libros. Tuve también un tío que escribía en los periódicos. Mi abuelo no. Se sabía poesías de memoria. Le gustaban mucho Amado Nervo, Rubén Darío y, un poco menos, Unamuno. Tenía toda la obra de Blasco Ibáñez, al que yo nunca leí por prejuicios.

“Gente como mi abuelo, con una gran cultura literaria,  que estaba al día de lo que pasaba, que anotaba sus libros, ha ido desapareciendo”

¿A qué se dedicaba su abuelo?

Era coronel de carabineros retirado. Se retiró en 1935. Los carabineros no se sumaron al alzamiento, y tal vez, de haber estado en activo, lo hubieran fusilado. El castigo que Franco les impuso fue el de mantenerles la paga de 1936, así que en los años sesenta seguía cobrando lo mismo que al empezar la guerra: mil pesetas. Tenía algún amigo general que había muerto en la mayor de las pobrezas. Ese tipo de gente, como mi abuelo, ha ido desapareciendo. Gente que poseía una gran cultura literaria, que estaba al día de lo que pasaba. Sus libros estaban anotados. Mis favoritos de su biblioteca fueron Conan Doyle y Julio Verne, en unas viejas ediciones con grabados. Yo era un niño bastante miope, con gafas. Muy poco deportista. Fui una rara avis dentro de la familia.

¿Por qué se va de Palma?

Cuando tenía ocho años, mi padre pidió el traslado a Rosas, en Girona, a una batería de montaña. Donde ahora está elBulli hubo una batería de montaña, que yo recuerdo con unos cañones tremendos. Y allí estuvimos más o menos cinco años. A mi padre le gustaba cazar y pescar. Lo había hecho en el norte de Mallorca y luego lo hizo en Rosas. A mí me gustan esos paisajes, el del Ampurdán y el de Mallorca, se parecen un poco a las islas griegas. Mi niñez y mi adolescencia están ligadas al Mediterráneo. Luego me vine a Madrid a hacer la carrera. Vine solo.

Fue hijo de militar en una dictadura gobernada por militares.

Mi padre no era nada militar, se pasaba la vida en el café. Antes de la guerra se había alistado como voluntario y lo destinaron a África. Así que vino desde allí con las tropas de los moros. Y estuvo en ­todas partes: en Brunete, en Belchite, en el Ebro. Pero era muy joven, no sé si llegó a sargento. Si se quedó en el Ejército fue porque aquella catástrofe lo dejó desconcertado. Su familia era de derechas y un hermano suyo murió en la guerra, pero terminó siendo totalmente antifranquista. Tuvo que luchar cuando debería haber estado estudiando y luego ya no pudo hacerlo. Venía de esa zona de Castilla donde estaban muy implantadas las JONS y tenía muchas ilusiones, según contaba mi madre, de que vendría un mundo mejor. Así que vivió siempre desilusionado. Hablamos poco. Me he quedado con algo pendiente. Es lo que decía Fernán Gómez sobre su padre, que nunca le pudo decir cuánto lo quería. Era una persona como bondadosa. Nunca hablaba de la guerra. Y nosotros no le preguntábamos. Tenía muchos méritos acumulados, así que eso terminó conduciéndole también a Madrid, al Ministerio del Ejército, uno o dos años después de que llegara yo.

¿De qué parte de Palencia venía?

Su padre era de San Cebrián de Campos, un sitio muy bonito cerca de Carrión, en la Castilla más antigua, en la comarca del Pisuerga. Era veterinario y, al revés del abuelo de Palma, muy desordenado. Tenía una especie de herrería en una cuadra donde también había caballos. En el patio crecía un gran moral, donde nos subíamos de pequeños y nos manchábamos enteros. Mi amor por Castilla viene de ahí. Viajábamos en tren, generalmente en vagón de tercera; éramos entonces los cuatro hermanos pequeños y mis padres. Íbamos en barco de Mallorca a Barcelona, donde mi padre, para hacer tiempo, nos llevaba a un cine de las Ramblas donde ponían películas cómicas en sesión continua: Charlot, ­Jaimito, etcétera. Y al zoo. De Barcelona solo conocíamos el cine y el zoo. Y luego íbamos a la estación de Francia y cogíamos un tren que tardaba veintitantas ­horas; hasta Valladolid primero y después a Palencia.

¿Y su madre?

Fue la que nos crio a todos. Era una mujer muy alegre, siempre rodeada de niños. No hizo nada más que cuidar de la casa. Pienso que fue feliz a medias. No le gustaba la cocina, no le gustaba coser, hubiera preferido una vida más alegre. Se vio hipote­cada por los seis hijos. Llegó a vivir muchos años, unos noventa, y en los últimos le salió un poco la amargura de haber gastado toda su vida en la familia. Tenía un fondo frívolo, le hubiera gustado que se ocuparan más de ella. Era muy tradicional.

¿Cómo terminó dedicándose al griego?

Tuve siempre vocación de letras, por el ambiente familiar. Si decidí dedicarme al griego fue porque, en Filosofía y Letras, los profesores de lenguas clásicas eran muy buenos. Francisco Rodríguez Adrados o Luis Gil, que todavía viven. De hecho, la presentación en la Academia fue promo­vida por Adrados: tenía miedo de que se quedaran sin helenistas.

¿Cómo era el Madrid de aquellos años? 

Me gustó mucho. Fui del mismo curso que Manuel Gutiérrez Aragón, Carlos Piera, Jesús Muñárriz, Lourdes Ortiz... Era una universidad muy politizada, aunque no todo el mundo lo estuviera. Algunos de mis amigos pertenecían al partido comunista. Participe en la manifestación de 1965. Me detuvieron, pero durante poco tiempo. Más adelante conocí a García Calvo y a Tovar. Entonces se leía mucho, fuera de los textos obligatorios. Era la época del existencialismo, de Sartre y Camus, a quienes se los conocía bien. Los más finos leían a Guillén o a Aleixandre. Era un mundo donde no había televisión, donde no había pantallas, y el cine español tenía cosas interesantes, no solo las comedias de Landa. Tuvo mucho éxito en aquella época la novela Tiempo de silencio, de Luis Martín-Santos. Todo eso ha ido desapareciendo. Ahora los alumnos leen muy poco. Fuera de lo que es obligatorio, no saben nada. Pasan mucho tiempo dedicados al móvil y no les queda casi nada para leer.

“La gente que no lee vive en la prisión del presente. La vulgaridad siempre tiene a su favor la facilidad. Es muy fácil ser vulgar, ser como todos”

Eso le debe parecer un horror, ¿no?

Soy sobre todo lector y todo lo que he escrito tiene que ver más con mis lecturas y menos con mis experiencias personales. Para mí, leer es entrar en un mundo de horizontes casi diría que infinitos. Y donde hay figuras dramáticas y situaciones y épocas que son mucho más interesantes que mi propio contexto. Quien no lee está limitado a sus circunstancias más próximas: los vecinos, la tele, los juegos. Para mí, la lectura es como un campo de ­correrías. Siempre he leído y he escrito lo que me ha gustado. Seguramente por eso soy mal ejemplo para filólogos. Decía Martín de Riquer en una entrevista, aunque no es del todo exacto: “Yo no he trabajado nunca. Todo lo he hecho por placer”. Yo creo que no es incompatible lo uno con lo otro, pero a mí me pasa lo mismo: todo lo he hecho por placer. Cuando llegue al más allá no haré reclamaciones.

¿Cómo le fue en términos académicos? Comencé siendo un lingüista estructural. Me gustaba mucho la sin­taxis y el estructuralismo estaba de moda. Era una disciplina puntera e hice mi tesis sobre las voces del verbo griego, un trabajo bastante difícil, y el libro que salió de ahí me sigue pareciendo estupendo. Se publicó en 1970. Me apasiona el griego y he traducido mucho. Pero, sí, he derivado hacia la literatura. Me gusta la épica, me gustan las aventuras. Luego también me he metido en los mitos artúricos. Mi atracción ha pasado de los clásicos al mundo de la mitología. He trabajado bastante en la literatura comparada, las literaturas medievales inglesa, francesa, alemana. No he tratado la literatura más cercana, sino la que está más distante. Al terminar, fui catedrático un año en Granada y seis en Barcelona, pero siempre hemos tenido la unión con Madrid, porque mi mujer era de Madrid.

¿Y qué pasó con el griego?

Sigo acudiendo mucho a los griegos. La Iliada, la Odisea, las grandes obras trágicas me atraen mucho; también Platón. Me han gustado asimismo textos un poco raros, que ni siquiera estaban en español. Yo traduje, por ejemplo, El viaje de los argonautas, de Apolonio de Rodas. Y también la vida de Alejandro, de Pseudo Calístenes. Es un griego, seguramente egipcio que escribía en griego, y se ocupa del mito de Alejandro 400 años después de su muerte. Ahí ya están algunas de sus grandes aventuras: un viaje en globo a las alturas, un viaje en una bola de cristal al fondo del mar, el encuentro con los árboles parlantes. En España todo eso está en el Libro de Alexandre, del primer tercio del siglo XIII.

Aventuras y aventuras.

Me atraen las aventuras míticas, que tienen su lado fabuloso. Por eso en la última versión de mi libro sobre los mitos he metido a uno que hasta ahora no me atrevía: Tarzán. Es un héroe moderno, pero no es galáctico. No puedes compararlo con Superman, y me parece mucho más interesante aunque políticamente incorrecto. Es el niño blanco, de buena familia inglesa, que recupera en medio de la selva y los monos todo el mundo victoriano.

Y la política, ¿no le ha atraído nunca?

Me he mantenido siempre bastante apartado. De ideas soy de izquierdas, me gusta el marxismo teórico, pero creo que la práctica lo ha desprestigiado mucho. Nunca he pertenecido a ningún grupo político, aunque he sentido cierta simpatía por el socialismo de la época de Felipe González. Y soy un admirador de la Transición: aunque tiene sus limitaciones, fue un gran avance. Vengo de la época franquista y nunca he podido aceptar el mundo de la censura. Hice un viaje a Cuba para estar dos semanas como comisario de libros. No pude aguantar más que una. Era un mundo donde no había periódicos y donde la gente que acudía a las conversaciones venía con ideas previas, con sus papelitos para censurar.

También se ha ocupado del pensamiento. 

Sí, la filosofía ha sido muy importante para mí. He escrito prólogos para libros de Platón, Aristóteles, para otros grandes. Pero también, y fundamentalmente, he abierto la línea sobre Epicuro y los cínicos. Mis libros fueron anteriores a cuando se pusieron de moda. Todo el mundo habla ya de Epicuro, pero mi libro fue de los años ochenta. Y luego están los cínicos, a los que se llamaba la “secta del perro”. Me gusta lo que hay en ellos de búsqueda de una felicidad terrestre y su desconfianza en el idealismo y las falsas ideas, y esa búsqueda de la amistad, de una sociedad sin grandes pretensiones pero muy humana. Los cínicos me han hecho gracia, y eso que yo soy más epicúreo que cínico. Me han interesado como movimiento de protesta con una gran dosis de humor, de un humor punzante. Eran muy anarquistas.

Le interesa, por lo que veo, lo más próximo, lo que está escrito en letras minúsculas. 

Como los epicúreos, creo en la amistad. Pero en unos cuantos amigos, a los que se pueda tratar de verdad. Toda esta gente que a través del móvil tiene cientos de miles de amigos, pues eso me parece una tontería. No creo en las grandes palabras huecas.

¿Le gustó su paso por la universidad? 

Me ha gustado dar clases. Otros aspectos de la universidad ya me gustan menos. Toda la cosa burocrática, los programas de investigación que te permiten viajar, todo eso no me ha interesado. Fui dos años vicerrector en la UNED y las reuniones me aburrían mucho. Me gusta el griego. He tenido pocos alumnos porque me tocó ya la época en la que el griego dejó de ser la asignatura que debía cursar todo el mundo, por lo menos durante los primeros años de comunes. Mantengo muy buenas relaciones con algunos alumnos, hace unas semanas coincidí con los de la promoción de 1970.

¿Cómo ve las cosas ahora?

Hay un prejuicio funesto que es el de la rentabilidad. Obtener algo de inmediato, que la gente estudie para colocarse. Conocer unas cuantas materias y un poco de inglés. Creo que todo eso es un empobrecimiento. El ser humano tiene unas capacidades imaginativas, y de memoria y de entendimiento, que se abren con la cultura. Pero eso a los Gobiernos de ahora no les interesa. No es rentable para ellos como políticos y, piensan, tampoco es rentable para los que tienen que colocarse. Pero reducir la vida a eso es un poco triste. Hay tiempo para todo: se puede ser un buen lector y un buen ingeniero. Esta es una batalla, la batalla de las humanidades, perdida. En grandes líneas. Pero puede haber focos de resistencia. Hay que volver a las barricadas, individuales y de pequeños grupos. El lector seguirá existiendo, aunque sea en este mundo hostil. Serán minoría, pero existirán. La lectura está unida a la crítica y a los grandes horizontes. La gente que no lee es gente de mentalidad muy reducida: viven en la prisión del presente.

¿Hay alguna salida?

Es difícil. La vulgaridad tiene siempre a su favor la facilidad. Es muy fácil ser vulgar, ser como todos, el mínimo común denominador. Es lo que hay.

miércoles, 14 de febrero de 2018

Enseñanza desfasada

Profesoras que dejan la docencia para solucionar los problemas de la escuela
Las autoras del libro 'Directivos de escuelas inteligentes' abandonaron sus clases de Lengua para ayudar a los profesores a cambiar

Ana Torres Menárguez, 14 FEB 2018 - 08:04

Durante los últimos quince años, Lourdes Bazarra y Olga Casanova han recorrido más de mil centros educativos e instituciones para formar a los docentes en nuevas metodologías y ayudar a los equipos directivos a liderar el cambio. De esos encuentros han concluido que uno de los principales frenos para la transformación de las escuelas son las facultades de Magisterio. "Están desfasadas y los recién graduados son los más reacios al cambio", explican las autoras del libro Directivos de escuelas inteligentes ¿Qué perfil y habilidades exige el futuro? (SM).

Tras más de veinte años dedicadas a la enseñanza de Lengua y Literatura para estudiantes de Secundaria y Bachillerato en un colegio jesuita de Madrid, en 2005 solicitaron una excedencia para dedicar todo su tiempo a la investigación y la formación de docentes. "Nos dimos cuenta de que la mayoría de formadores no habían pisado un aula y la teoría no sirve para nada; hace falta acompañamiento", asegura Olga Casanova, coautora junto a Lourdes Bazarra del libro autoeditado La escuela ya no es lugar, una guía sobre las nuevas pedagogías y su aplicación real en algunos centros que les ha llevado un año y medio de trabajo.

"La renovación pedagógica no puede depender de la voluntad de los docentes, de que tengan las antenas puestas y se pongan las pilas para innovar. Los equipos directivos tienen que asumir su rol y sistematizar la formación", señala Lourdes Bazarra. De no hacerlo, los principales perjudicados son los niños, que quedan desprotegidos y dependen de qué profesor les toque. Una de las ventajas de los centros privados y concertados es que forman a los docentes a través de la Fundación Estatal para la Formación en el Empleo, un recurso que no pueden emplear las escuelas públicas. "Se crean dos velocidades porque mientras la privada puede escoger el tipo de cursos que lleva a su centro, la pública carece de recursos y se puede queda atrás", apunta Casanova.

Una de las teorías que sostienen estas autoras es que dentro de pocos años importará el colegio al que has ido, como sucede actualmente con las universidades en Estados Unidos. "Durante mucho tiempo todos los colegios han ofrecido lo mismo y resultaba muy difícil diferenciar las propuestas pedagógicas", indica Bazarra. Por eso creen que frente a la "estandarización" en la que ha vivido la escuela, cada vez más las familias demandarán un valor añadido y los colegios tendrán que especializarse en una tendencia.

Sobre la posible desigualdad entre los alumnos de la pública y la privada, sostienen que muchos centros públicos ya son "singulares" y ponen como ejemplo el colegio Manuel Bartolomé Cossío, en el barrio madrileño de Aluche. "Los centros están obligados a impartir el mismo programa académico pero tienen libertad en cuanto a la pedagogía. Este centro es un ejemplo de ruptura con lo tradicional; se caracteriza por los proyectos interactivos ligados a la tecnología", indican. "Todo es cuestión de voluntad", añaden. Aunque otra de las complicaciones de la pública es la interinidad de los docentes y las continuas rotaciones, que claramente dificultad la continuidad de los proyectos educativos. 

"Si lo que te enseña un centro está en Google quiere decir que no te aporta nada". Con ese mensaje tratan de convencer a los equipos directivos de los colegios de que asuman su rol de transformadores, de agentes del cambio, una cultura que ya está muy extendida en países como Inglaterra o Estados Unidos. "Se trata de trasladar el liderazgo del mundo empresarial al contexto educativo y enseñar a los docentes a gestionar más allá de los asuntos burocráticos", comenta Casanova. Las autoras fundaron la empresa Arcix y ahora ya pueden vivir de la formación. Su primer curso lo impartieron a finales de los noventa en un Centro de Formación del Profesorado de Madrid, al que siguieron otro en la Universidad Complutense o en colegios públicos gracias a un acuerdo con la Xunta de Galicia.  

Para ellas la clave no está en la tecnología, sino en el uso constante de preguntas interesantes que reten a los alumnos. Ponen un ejemplo. En una clase de matemáticas puedes captar la atención de los estudiantes al anunciar que con los polinomios se mejora la resistencia de las casas. "Los buenos profesores conectan la enseñanza con buenas preguntas y, aunque parece obvio, hay que mostrárselo", cuenta Casanova. Ellas con sus alumnos de Secundaria enseñaban gramática a través de las "tipologías de personalidad". "Se trata de encontrar un vínculo con la realidad. Les enseñábamos que el usa mucho el pero es adversativo. Eso ayuda a entender".

Análisis de la timidez

Timidez: historia de un malentendido (con modestas soluciones)
El anecdotario del apuro no es tan conocido como el de la audacia, pero su interés es mayor que nunca en esta época de intimidad retransmitida a todas horas

CARLOS ZÚMER

Madrid 13 FEB 2018 - 19:05 CET

La palabra latina solitudo significa soledad, pero también desierto. El explorador británico Alexander Kinglake estuvo vagando por el Sinaí durante días hasta que se cruzó con otro explorador, también inglés. Sólo se tocaron un momento los sombreros. Nadie en su país, sin embargo, se habría sorprendido demasiado ante una escena tan escueta. La introversión británica celebró la inauguración, algunos años después, en 1840, de la era de la privacidad postal. No había hasta entonces sellos, sobres cerrados ni buzones en las ­calles. El postmaster de cada pueblo dejó de ser la fuente oficial de cotilleos y la timidez encontró por fin su desahogo epistolar.

Es un reto seguir la pista de la introversión en la historia. Deja escaso rastro y sus estragos suelen esconderse bajo todo tipo de malentendidos. El futbolista norirlandés George Best, por ejemplo, figura como modelo de deportista disoluto en los años sesenta y setenta, pero detrás de sus vicios y sus espantadas (una vez no se presentó en la concentración de Irlanda de Norte y se escapó a Marbella, donde le dijo a un periodista que ya se había retirado), Best escondía una timidez atroz que le impedía, si no llevaba una copa encima, llamar para reservar mesa en un restaurante. "Nunca he superado mi timidez", dijo años después en su autobiografía. En el campo nunca fue un problema.

Joe Moran, historiador cultural detrás del libro Shrinking Violets (violetas que se encogen, por la forma cohibida de erguirse de estas flores), rastrea el origen y el desarrollo de la timidez en la historia de los pueblos y países y en biografías grandes y pequeñas. El recorrido es apasionante: desde actores que sobrevivieron a las playas de Normandía, pero se rindieron al pánico escénico, hasta el extraño caso del carisma del gélido Charles de Gaulle. A Charles Darwin, padre del naturalismo moderno, no le pasó en absoluto inadvertido este "extraño estado mental, la rara capacidad de autoatención" o de autopensarse del sapiens sapiens. ¿Qué sentido evolutivo podía tener una forma compulsiva de vacilación?

Los biólogos hablan de una selección natural fluctuante entre ejemplares tímidos y extrovertidos. Entre salamandras, por ejemplo, las valientes tuvieron más posibilidades de imponerse a los depredadores, pero los especímenes más observadores y menos impulsivos se expusieron a menores riesgos. La introversión y la extroversión son, por tanto, un cierto código binario evolutivo, los ceros y unos que han jalonado el desarrollo zigzagueante de las especies. También la de los humanos.

Adviértase que las pinturas rupestres, en su mayoría, se encuentran en lugares profundos de las cuevas. Apuesta la zoóloga autista Temple Grandin que el arte nace, posiblemente, de homínidos aburridos de estar alrededor del fuego y de oír presumir sobre caza a los machos alfa. Imagina Grandin que algunos antepasados algo diferentes debieron levantarse en algún momento y aislarse de la tribu, "aspergers sentados en el fondo de una cueva". Joe Moran lo llama el momento de la "explosión creativa". Miles de años después, algunas sociedades han visto sedimentar esa tibieza social como parte reconocible de su idiosincrasia.

La primera vez que se usó en inglés la palabra timidez (shyness) fue en el siglo XIII para referirse a caballos que se asustaban fácilmente. Seiscientos años después, los cocheros anglosajones eran conocidos por una práctica que chocaba a los extranjeros: no dirigir la palabra a sus equinos. Por su parte, en Suecia, Ingmar Bergman no entendía de niño por qué nadie lloraba en los funerales, hasta que por fin muchos lo hicieron a moco tendido (sobre todo inmigrantes de primera generación, no tanto nativos) cuando asesinaron a balazos al primer ministro Olof Palme.

Para los psicólogos, un factor distingue al simple introvertido del tímido: el sufrimiento. Un sufrimiento derivado del miedo al rechazo y al ridículo. "Sentirte horriblemente invisible la mayor parte del tiempo y horriblemente visible el resto", dice el autor de Shrinking Violets. La psicóloga y divulgadora en radio y televisión Pilar Varela, que publicó en 2008 Tímida-mente, lo resume con sencillez: "El introvertido no habla porque no quiere y el tímido no lo hace porque no puede". El doctor Henry J. Heimlich, en la descripción de su famosa maniobra de emergencia, aseguraba que "a veces, una víctima de atragantamiento siente vergüenza por lo que le está pasando y se va del sitio sin que nadie se dé cuenta. En un lugar cercano perderá el conocimiento y, si nadie le encuentra, podrá morir o sufrir daños cerebrales irreversibles".

La timidez como desorden emocional no fue materia posible para las aseguradoras médicas estadounidenses hasta que apareció en el llamado Manual diagnóstico y estadístico de desórdenes mentales. En su tercera edición (1980), la cuestión ocupaba apenas unos párrafos; en la quinta (2013), siete páginas completas. Hoy el asunto llena estanterías enteras y da trabajo a terapeutas de todo el mundo. Según un estudio de 2011 del National Institute of Mental Health estadounidense, casi uno de cado ocho adolescentes de EE UU presenta el cuadro característico de la denominada fobia social.

Desvitualizar el mundo

Cabe preguntarse si, como advirtió el investigador Philip Zimbardo (responsable del famoso experimento de la cárcel de Stanford), las nuevas tecnologías pueden abocarnos a una "edad de hielo de la no-comunicación". Paradojas como el alone together (conectados pero solos) de la socióloga best seller Sherry Turkle encarnan la contradicción de una sociedad que se expone más que nunca, pero que lo hace con termostato. Regulamos nuestras relaciones en función de diferentes estrategias y elegimos, por ejemplo, un e-mail en lugar de una llamada de teléfono, o un simple whatsapp antes que una respuesta en persona. "Lo que está claro es que las relaciones personales son insustituibles", responde Pilar Varela al ser preguntada por el riesgo de que las nuevas generaciones sufran, al empezar a desvirtualizar su mundo. Por ejemplo, cuando inician su vida laboral.

Ya sean jóvenes o mayores, alguien con problemas de timidez se hace la misma pregunta que un paciente de psoriasis o uno con vértigo: ¿tiene remedio? No hay una respuesta tajante. "Si la timidez no es solucionable, sí es, al menos, muy manejable", asegura Varela, que advierte de que, en realidad, todos tenemos algunas conductas de timidez: la clave reside en conseguir, mediante diagnóstico y entrenamiento, no convertirlas en conductas incapacitantes. Por su parte, Joe Moran tiene una frase contra milagreros: "Todas las personas sobre las que he escrito en este libro eran tímidas tanto al principio como al final de sus vidas". De Bobby Charlton a Oliver Sacks. De Alan Turing a Nick Drake.

Lo ilustra bien una anécdota de Agatha Christie. En la cresta de su éxito editorial y teatral, Christie acudió feliz a una gran fiesta en su honor en el hotel Savoy de Londres. Pasó, sin embargo, más de una hora sin atreverse a cruzar el umbral de la puerta. El portero no la había reconocido y le negó el paso. Ella no se atrevió a identificarse. "Aún tengo la sensación de que pretendo ser escritora", dijo en su autobiografía 20 años después.

domingo, 11 de febrero de 2018

Memorias de un joven antifranquista


Contaba 22 años José Luis Cancho cuando cuatro policías de la Brigada Político-Social le arrojaron por la ventana de una comisaría de Valladolid. Fue en la mañana del 18 de enero de 1974. Años más tarde, lo recordaría así en una entrevista: “Me tiraron porque pensaban que me habían matado. Pero lo curioso fue que no solo no me habían matado sino que tampoco me mataron cuando me tiraron”. Pasó una semana inconsciente, seis meses inmovilizado, un año con muletas, dos en prisión. De esta experiencia extrema parte un inusual libro, Los refugios de la memoria, en el que el autor comprime en 85 sorprendentes páginas toda una vida. No es un novelista primerizo, tiene en su haber cuatro novelas, pero yo no he leído ninguna, ni lo conozco a él, y de no haber sido por un bondadoso intermediario, al que tampoco tengo el gusto de conocer personalmente, el poeta Karmelo C. Iribarren, ni tan siquiera habría tenido noticia de este texto autobiográfico. Pero me ha conmocionado y aquí estoy para contarlo. Sorprendentemente, todo cuadra y no es casual que haya sido un poeta quien lo haya puesto en mis manos. Lo breve de estas memorias libres de toda verbosidad concede a algunas frases la categoría de versos y su lectura provoca la emoción de la poesía: “Escribir desde la perspectiva de un muerto, ese es mi propósito. Al menos en una ocasión estuve muerto”.

Cancho comenzó en la lucha política con 16 años. En un caprichoso vagabundeo juvenil por Europa contactó con militantes comunistas y volvió a su ciudad con la idea de arriesgar el pellejo en la lucha anti franquista. Vaya que si lo arriesgó, estuvo varias veces en la cárcel, aunque fueron los dos años que siguieron a la caída al vacío por la ventana cuando acusó el golpe real de la privación de libertad. Su personalidad, a una edad tan temprana, quedó afectada para siempre, y aún hoy el lector sumergido en estas páginas lo percibe, intuye el extraño carácter de un ser que de vuelta de unos años de viaje y aventura en busca de rincones en los que ahuyentar el desasosiego, siente todavía en su interior aquel pasado de pobreza y prisión, como si perviviera un yo que se resistiera a vivir en libertad.

Recién cumplidos los 23 años, pocos días después de la muerte de Franco, el joven José Luis volvió a ser libre, a su barrio, a la universidad y al activismo, aunque por momentos echara de menos la vida monacal de la cárcel en donde no sufría el estrés provocado por la militancia política. Su prosa tan brillante como poco retórica desliza confesiones a cada momento, con una sinceridad que nada tiene que ver con ese exhibicionismo que les exigimos hoy a los libros de memorias. Lejos de la truculencia, ajeno a cualquier intento de parecer un héroe o, aún peor, un antihéroe, la voz de Cancho revela una profunda honestidad. No hay jerga, ni frases hechas, ni tan siquiera clichés ideológicos, lo cual sería comprensible teniendo en cuenta el ambiente en el que se hizo hombre. Lo extraordinario de este pequeño libro es que el escritor narra una vida marcada por la política y el nomadismo pero lo hace con un lenguaje tan personal que parece recién inventado: “Me he acostado con dos chicas menores de edad. Me he acostado con dos hombres. Me acosté con una prostituta en Lima. Una gata me excitó en Hamburgo. Me pregunto cómo sería hacerlo con una mujer inválida. Me atrae la deformidad. A veces prefiero masturbarme. No recuerdo haberme masturbado durante el tiempo que pasé en la cárcel”. En estos tiempos en los que el lenguaje comprometido sigue una planilla es toda una lección de estilo que el joven al que arrojó al vacío la policía franquista cuente su verdad sin acudir al auxilio de los viejos términos políticos. Es como si entonces, cuando era un activista prematuro y temerario, hubiera previsto de manera inconsciente que algún día sería escritor y se hubiera cuidado de mantener un vocabulario íntimo, no contaminado por los términos ortodoxos.

El autor, misterioso y gatuno, nos deja con tantas incógnitas al cerrar el libro que dan ganas de pedirle que siga, que vuelva a transitar aquellos tiempos, que añada páginas a una historia que precisa voces auténticas y poco afectadas como la suya. ¿Qué anhelos movieron a un muchacho de instituto de una pequeña ciudad a ingresar en la vida clandestina? ¿Cuánto aprendió y a cuánto renunció?

Hace tan solo un mes, en las pasadas navidades, los suplementos literarios daban cuenta de las listas de los mejores libros del año. Aun felicitando a los afortunados que aparecieron en todos los rankings debiéramos tener presente que algunos libros valiosos, únicos, pasan sin pena ni gloria. Ya lo dice la Biblia, “a todo el que tiene, más se le dará y tendrá en abundancia”. Así que hay cierto placer en romper esa inercia, en escribir una columna para que a algún lector se le despierte la curiosidad por este título y acuda a por él a su librería. El gusto es mío.

sábado, 3 de febrero de 2018

Lista de los más malos del cine

Indististamente y por distintos motivos:

Kurtz, Moriarty, Milady de Winter, Marquesa de Merteuil, Frank Booth, Harry Powell, Capitán Vidal, Max Cady, Hannibal Lecter, Bonnie and Clyde, Alex de Large, Jisaw, Sauron, Cómodo, Damien, Tony Montana, Annie Wilkes, Anton Chirurg, John Milton, John Doe, Magneto, Mrs. Danvers, Capitán Bligh, Baby Jane Hudson, Harry Lime, Grenouille, Medea y el Dr. Szell.

Madrid era una fiesta

Las juergas de Ava Gardner, Frank Sinatra y Marlon Brando en Madrid
Germán Pose, 3 FEB 2018

En sus habitaciones y salones han dormido, bebido, celebrado fiestas y corrido juergas desde Frank Sinatra hasta Marlon Brando. El madrileño hotel InterContinental abrió hace justo 65 años en una España deslumbrada por Hollywood. Esta es una crónica sentimental de unos años irrepetibles.

EL 24 DE DICIEMBRE de 2017, Nochebuena, el señalado día en que Ava Gardner habría cumplido 95 años, y me acerco al hotel donde la diva se coronó como reina de la noche de Madrid desde la primera vez que resonaron sus pasos de tacón alto en el suelo de mármol de Carrara de su suntuoso vestíbulo. Ahora se llama hotel InterContinental Madrid (paseo de la Castellana, 49), pero en aquellos años de glamour, lujo y desvarío ­hollywoodiense fue bautizado como Castellana Hilton. Sucede que hoy también es mi cumpleaños y quiero brindar con Ava, y con todos los ­fantasmas que aún pululan por el hotel, con un vodka dry bien mezclado con sus lágrimas de Noilly Prat. Pero antes de visitar el bar hago un quiebro para subir a la habitación que siempre ocupaba Ava y en la que residió por primera vez en cuanto pisó Madrid. Allí me planto, frente a la suite presidencial 716, también llamada suite Miró. Me acompañan dos amables empleadas del hotel que se ofrecen a mostrarme la estancia en la que tantas historias sucedieron, confundidas la mayoría por la fantasía y la leyenda. Cuando abren la puerta disimulo como puedo la descarga de emoción que me atraviesa el pecho. El sueño de un mitómano. Vuelan los aires de furia de Frank Sinatra frente a su Ava desmelenada, con su media sonrisa, tan bella en su rímel corrido de ira.

Se abre la puerta de la ‘suite’ presidencial 716, donde tantas historias sucedieron, confundidas por la fantasía y la leyenda

El hotel ha sufrido varias modificaciones desde el momento en que el Hilton cambió de manos, pero la suite 716 apenas ha sido retocada y sigue teniendo la misma estructura elegante y distinguida. Al entrar se halla una gran sala de estar, y de frente, una cristalera que da acceso a una terraza privada que ocupa el chaflán del ático del edificio, con vistas al paseo de la Castellana. Y a la derecha, su dormitorio, con dosel recogido sobre una cama grandiosa; y allí también un gran baño, una cocina y varios armarios. Y en la parte opuesta, un discreto escritorio de añejo castaño oscuro. Una magnífica habitación de 140 metros cuadrados cuya tarifa en la actualidad supera los 1.000 euros por noche. Repaso con la vista cada uno de sus rincones, abro de par en par las puertas de la terraza y pido a mis acompañantes que me permitan estar a solas un rato allí dentro.

Ante mí, por el amplio salón de estar de la 716, pasa Frank Sinatra con su orgullo italiano y 20 peluquines en uno de sus maletines de viaje. Su colección de bisoñés superaba los 60, pero Franky no lo ocultaba. Era uno de esos casos de hombres que se avergonzaban de su calvicie, pero no de sus peluquines. Dicen que solo una vez se dejó ver sin peluquín en público, el día del funeral de su amigo Gary Cooper, en señal de respeto. El año 1953 tocaba a su fin y Frank apareció en el Castellana Hilton al enterarse de la relación de su amada Ava con el torero Luis Miguel Dominguín. Apenas llevaban dos años casados y ya se habían distanciado, pero Frank no pudo soportar el desplante con el torero y reaccionó como un loco, destrozando el mobiliario y lanzándole a la cara a Ava un fajo de billetes de 100 dólares: “Aquí tienes los 19.000 dólares que me dejaste”.

La relación entre los dos astros fue un cóctel explosivo de amor y odio que se prolongó hasta la muerte de ella. Pero el idilio de Ava con el torero lastimó el corazón de Frank. La leyenda dice que cuando Ava y Luis Miguel acabaron de hacer el amor en esa suite del Hilton, él se levantó y comenzó a vestirse. “¿Adónde vas?”, le preguntó ella. “A contarlo”, contestó él. Aunque, como suele ocurrir, se funde la realidad con la fantasía en todos los sucesos de fuste. Carlos Abella tiene escrito que cuando le preguntó a Luis Miguel por ese episodio, este le dijo: “¿Tú crees que yo hice eso? No, hombre, no. Me quedé en la habitación con ella, pero luego, cuando estuve con los amigos, me pareció ingenioso contarlo de esa manera”.

En los cincuenta hubo un Madrid que fue una fiesta. Por el Hilton pasaron Sophia Loren, Zsa Zsa Gabor, Bette Davis y Cary Grant

Cierto es que Ava Gardner bebía por los codos, iba rebotando de un bar a otro, de un tablao a otro, y luego remataba la faena con quien le daba la gana. Se cuenta que una noche, en plena Puerta del Sol, se descalzó, paró un camión de la basura y pidió al conductor que le llevara al hotel. Pero el gran productor Tedy Villalba comentó en su momento que “no era follar por follar, lo que le ocurría era que le aterraba quedarse sola por las noches”. A Ava le gustaba bañarse con leche en su suite e iluminarse tan solo con velas. En una ocasión, durante el rodaje de 55 días en Pekín, se encaprichó de un botones del hotel, un joven chicarrón de casi dos metros de altura, y le invitó a entrar a su suite. Enrique, uno de los maîtres del hotel, ya fallecido, aseguró que dejó seco al chaval. La dirección del hotel quiso despedir al botones, pero Howard Newman, el jefe de publicidad de Bronston, le preguntó al director: “¿Qué hubiera hecho usted si Ava le pide guerra?”. Y ante tal cuestión el chico logró salvar el cuello. Más allá de sus excesos, todo el mundo que tuvo contacto con Ava la recuerda como una señora muy amable con todo el personal, generosa en las propinas —se estiraba, a veces, con más de 2.000 pesetas de la época— y uno de los huéspedes con más clase que pasaron por el hotel.

El Castellana Hilton se inauguró en septiembre de 1953 —ahora se cumplen 65 años— y se convirtió en el hotel más moderno de Madrid. Fue construido sobre el palacete del marqués del Mérito, del siglo XVIII, por el arquitecto Luis Martínez-Feduchi, el mismo que proyectó el edificio Capitol de la plaza del Callao de Madrid. España empezaba a salir del aislamiento tras la Guerra Civil y el acercamiento a Estados Unidos era la prioridad de la política exterior del régimen franquista. Era el primer Hilton de Europa y para su inauguración el presidente de la cadena, Conrad Hilton, fletó cuatro aviones de la TWA cargados de invitados. A la fiesta, que se prolongó durante tres días, acudieron varios ministros franquistas y multitud de estrellas de Hollywood. Fueron unos años en los que hubo un Madrid que era una verdadera fiesta. Sophia Loren, Charlton Heston, Gina Lollobrigida, Zsa Zsa Gabor, Bette Davis, Cary Grant, Robert Mitchum o Marlon Brando, entre otros, se alojaron en sus habitaciones. Aparte de Ava Gardner, fueron Bette Davis y Robert Stack los primeros en llegar al hotel con motivo del rodaje en Madrid de El capitán Jones (John Farrow, 1959), dos años antes de la gran producción Rey de reyes.

Enrique, el antiguo maître del hotel que fue testigo de la fiesta de inau­guración, dejó antes de morir un truculento testimonio relacionado con Marlon Brando. Según su versión, Brando hacía que le subieran todos los días a su suite uno o dos patos.

—¿Cómo los quiere? —le preguntaban— ¿En confit, a la naranja…?

—No, no —interrumpía Brando—. Vivos, los quiero vivos.

A la mañana siguiente, cuando llegaban las camareras a arreglar la habitación, se encontraban una escena más bien tremebunda: los patos yacían en el suelo degollados, algo desplumados y sobre un charco de sangre. Lo que hiciera en la soledad de su suite Marlon Brando con los patos es un misterio. Imperó la ley del silencio y el asunto jamás trascendió más allá de los muros del hotel.

El periodista Tico Medina tuvo ocasión de conocer a Brando en el estreno en Madrid de Un tranvía ­llamado deseo. Tico, tirando de ingenio, se las arregló para hacerle una entrevista a Brando a bordo de uno de aquellos viejos tranvías que subían por la Castellana y pasaban junto al Hilton.

“No habló mucho”, me comenta Tico. “Hicimos las fotos y al parar en el hotel me invitó a su habitación. Me mostró una especie de trapito enrollado manchado con un color más bien oscuro y que reposaba sobre su mesita de noche. Era una compresa femenina usada. ‘Mira’, me dijo, ‘este es el paño más íntimo de mi adorable esposa india, Anna”.

“En aquel Madrid estaban muy en boga unas fiestas de ambiente gay de las que se hablaba hasta en Nueva York”

El escritor y cinéfilo Jesús García de Dueñas recuerda divertido aquellos días de vino y rosas del Hilton en los que ejercía de jovencísimo periodista de Triunfo. “Era un mundo de lujuria y de alcohol. Las fiestas en las habitaciones del Hilton eran de órdago y siempre había algún cliente que protestaba airadamente. Y luego salías a la calle y en la puerta del hotel te abordaban dos o tres policías secretas para interrogarte con malos modos acerca del sarao. ‘¿Quién había en esa fiesta?, ¿qué hacía la gente?, ¿había drogas?’, te preguntaban los siniestros agentes”.

Había unas fiestas de ambiente gay que estaban muy en boga en Madrid y se hablaba de ellas hasta en Nueva York, como recuerda García de Dueñas. “Después de un par de copas en el Hilton se iban al Chicote a comprar cocaína y de ahí directos a tres lugares de ambiente que traspasaron fronteras. Eran tres casas privadas: la de Luis Escobar, marqués de las Marismas; la del figurinista Vitín María Cortezo y la del pintor panameño Pablo Runyan. En esta última casa se sentó a mi lado Leonard ­Bernstein; yo tenía 19 años y era muy ingenuo. El caso es que mientras yo alababa su música, la cuarta de Brahms y todo eso, el genio empezó a meterme mano y salí de allí pitando con la ayuda de mi amigo pintor”.

Al productor Enrique Herreros no se le olvida la primera vez que pisó el Castellana Hilton. Era el 22 de noviembre de 1963 y se iba a celebrar una gran fiesta por el comienzo del rodaje de La caída del Imperio Romano; él era uno de los organizadores. Pero, cosas de la vida, todo se fue al traste porque fue el fatídico día que asesinaron al presidente estadounidense John Fitzgerald Kennedy en Dallas.

Poco después, a Herreros le tocó seguir de cerca a Robert Mitchum, quien apareció por Madrid para el rodaje de Villa cabalga y también se hospedó en el Castellana Hilton. Enrique Herreros fue su cicerone madrileño: “Se celebró la rueda de prensa en un salón del hotel y uno de los periodistas, Felipe Navarro, Yale, se levantó y preguntó a Mitchum: ‘¿Cuántas veces ha estado en la cárcel?’. ‘Seven [Siete]’, respondió Mitchum. ‘¿Por qué entró la última vez en prisión?’, insistió Yale. ‘For pissing in the grass [Por mear en la hierba]’, concluyó el ­astro”.“Tras tomar un par de copas en el bar del hotel”, relata Herreros, “el productor me pidió que le paseara por Madrid y no nos alejamos mucho. Justo enfrente del hotel, al otro lado de la Castellana, se hallaba un afamado club de señoritas llamado San Jorge, decorado con pinturas del artista vasco Juan de Echevarría. Al entrar al club, Mitchum exclamó, en grave y sonoro inglés americano: ‘¡Aquí hay acción!’. El tío no paraba de fumar marihuana y a mí me estaba entrando un mareo tremendo. A Mitchum le gustaba mear en la hierba, pero sobre todo fumársela, ya lo creo. Y allí pasamos un rato largo. Y yo, más ahumado que nunca”.

Van desfilando los recuerdos y yo me acerco, por fin, a la barra del hotel y le pido al barman un vodka dry, que me sirve con destreza. Y ahí me quedo, solo y envuelto en mis pensamientos, ajeno al trajín navideño del hotel, fantaseando a lo tonto con que Ava se apareciera a mi lado con su invencible aroma para brindar por nuestro cumpleaños. Pero ¡bah, qué cosas!

El caso es que escuché unos tacones lejanos. Y eché un trago largo al coleto. Por si las moscas.

jueves, 1 de febrero de 2018

La disciplina mejora los resultados mejor que la ratio por aula

I

OLGA R. SANMARTÍN 1 FEB. 2018 11:15

Éstos son los retos de la educación en España

Ni el tamaño de la clase, ni el número de ordenadores por aula, ni siquiera las actividades extraescolares influyen en la mejora de los resultados de los alumnos españoles en desventaja socioeconómica. A cambio afecta -y en muy elevada proporción- el clima de disciplina que se alcanza en el aula. Lo dice un estudio que ha publicado la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) a partir de los datos del último informe PISA.La investigación, a la que ha tenido acceso EL MUNDO, partía del hecho de que los estudiantes de las familias más pobres tienden a obtener muy bajos resultados en las pruebas de Matemáticas, Comprensión Lectora y Ciencias que se realizan a los alumnos de 15 años de 70 países. ¿Qué factores les ayudarían a sacar notas más elevadas?La OCDE ha observado que muchos países -entre ellos España- han mejorado sus resultados en la última década. La proporción de estudiantes españoles en desventaja socioeconómica que han desafiado a su destino y, a pesar de todas las dificultades, han alcanzado el nivel 3 (el intermedio) en PISA ha subido del 17% registrado en 2006 a un 25% en 2015. Incrementos muy grandes se han registrado también en Alemania, Portugal o Japón. Este tipo de alumnado prolifera, según el ránking de la OCDE, en los países asiáticos y Canadá, pero escasea en Turquía, México o Chile. ¿Por qué?Los investigadores han hallado que el 30% de la mejora de estos resultados se explica por un buen clima disciplinario. Estos alumnos a los que llama «resilientes» «acuden a escuelas con un clima escolar positivo donde los estudiantes y profesores trabajan juntos en un entorno ordenado donde no se llega tarde ni se falta a clase». A cambio, los recursos materiales sólo explican un 10% de la variación, según detalla el analista de la OCDE Francesco Avvisati, uno de los autores del estudio.
Ni el tamaño del aula ni las extraescolares influyen en el éxito escolar
En España, añade, no se ha encontrado correlación entre el tamaño del aula y los resultados obtenidos. Tampoco afectan las extraescolares impartidas ni la cantidad de ordenadores que se pongan en clase. Si influyen, para bien, que los profesores no sean interinos y tengan un proyecto continuado en la escuela y que los directores tengan capacidad de liderazgo. ¿Por qué los estudiantes españoles más necesitados han mejorado tanto? Avvisati responde que «el número de alumnos que han perdido días de clase o han llegado tarde se ha reducido de forma significativa entre 2012 y 2015».«Cuando hay poca disciplina en el aula y los profesores no tienen suficientes habilidades para gestionarlo, los estudiantes pierden las oportunidades de aprendizaje que necesitan. De cada hora de clase, por ejemplo, sólo una fracción de tiempo es dedicada realmente al aprendizaje. Después de unos años, esas diferencias pueden crear una brecha sustancial entre los estudiantes. Los alumnos en desventaja no tienen recursos para compensar esta pérdida», explica Avvisati.Las conclusiones de la OCDE van en la misma línea de un estudio publicado recientemente por Francisco López Rupérez, director de la Cátedra de Políticas Educativas de la Universidad Camilo José Cela, que dice que el esfuerzo, la autodisciplina o el autocontrol son las claves del éxito. López Rupérez recuerda el trabajo realizado por Aletta Grisay en 64 escuelas de Bélgica en el que se constató que el alumnado en desventaja social obtenía buenas notas sobre todo en los centros que actuaban «con mano de hierro en guante de seda», con profesores exigentes en sus expectativas. «Esos niños que, por sus circunstancias familiares, son los que más necesitan de la escuela, no pueden ser abandonados por la institución a sus propias posibilidades. Necesitan ser guiados, encuadrados, controlados firmemente en su trabajo escolar».Se pierde el 20% de la clase poniendo ordenLos profesores españoles de Secundaria aseguran que pierden más del 20% del tiempo de cada sesión tratando de poner orden en el aula. Los alumnos no atienden a sus indicaciones. Hay ruido y falta de orden. Los estudiantes no pueden trabajar bien y no se ponen a la tarea hasta 10 minutos después de comenzada la clase, que ahora dura sólo 45 minutos.Éste es uno de los grandes problemas de la escuela española, más allá del debate sobre la Religión o la titularidad de los centros educativos. En la media de otros países el caos y la falta de atención son menores, aunque también preocupantes: el 13% del tiempo de clase se malgasta intentando que los alumnos dejen de armar alboroto.Los datos proceden del informe TALIS 2013 y los cita el analista de la OCDE Francisco Avvisati, que dice que mantener la disciplina es lo que más les cuesta a los profesores novatos. Por eso no es casual que el estudio encuentre que los resultados de los alumnos desfavorecidos mejoran en aquellas escuelas donde los profesores llevan más tiempo y hay pocos interinos.¿Qué pueden hacer las autoridades educativas? «Los educadores, los líderes de las escuelas y los encargados de las políticas educativas pueden mejorar el clima escolar con desarrollo profesional para los profesores que les ayude a hacer un uso más efectivo de las horas lectivas».«Tener profesores experimentados y motivados es más importante que tener una clase con pocos alumnos. En algunos países, de hecho, las escuelas con aulas de tamaño reducido terminan atrayendo a un elevado porcentaje de profesores inexpertos y poco cualificados», recalca el autor del trabajo titulado ¿Qué pueden hacer las escuelas y los países para ayudar a los alumnos desfavorecidos a tener éxito en PISA?Añade que, en el caso concreto de España, también el ambiente escolar es mejor en «escuelas que tienen pocos profesores con contratos fijos y más experiencia».Avvisati plantea, asimismo, «intervenciones que ayuden a construir una relación más fuerte y sincera con los padres y los niños». Cita el caso de varias escuelas francesas ubicadas en barrios desfavorecidos que han empezado a organizar encuentros informales con las familias. «Ha servido para reducir los malos comportamientos y mejorar el clima de la clase, no sólo entre los alumnos sino también entre los padres que participaron en las charlas».

II

PACTO EDUCATIVO
Los 10 puntos que la escuela pública quiere incluir en el pacto educativo
Una plataforma de familias, profesores y alumnos fija como líneas rojas para respaldar el acuerdo recuperar 8.000 millones en cuatro años y acabar con la LOMCE

PILAR ÁLVAREZ El País, Madrid 1 FEB 2018 - 13:06 CET
En un decálogo de cinco páginas que han titulado La educación que queremos. La Plataforma Estatal por la Escuela Pública, —integrada por representantes de alumnos, padres y profesores— ha redactado su propia propuesta para el Pacto de Estado por la educación que los grupos políticos acaban de empezar a negociar en el Congreso de los Diputados con un guion de 15 puntos. Reivindican que, sin ellos, podrá ser un acuerdo político pero no un pacto que cuente con la sociedad.

Los integrantes de la plataforma aseguran que quieren participar de la negociación en marcha, por lo que enviarán su propio guion a los grupos parlamentarios y pedirán reunirse con ellos. Irán con dos líneas rojas que ha resumido este jueves el secretario de Enseñanza de CC OO, Paco García. En primer lugar, no respaldarán un acuerdo que mantenga la actual ley educativa, la LOMCE . “El secretario de Estado [de Educación, Marcial Marín] ha dicho ‘no haremos tabla rasa del pasado”, ha explicado. “Pero nosotros queremos hacer tabla rasa de la LOMCE”.

Y en segundo lugar, la financiación. En este punto, para el que los partidos han puesto ya propuestas encima de la mesa, reclaman que se recuperen los niveles de inversión previos a la crisis. Es decir, recuperar 8.000 millones de gasto educativo [el que aportan todas las administraciones] que se han recortado desde 2009. “Sin un compromiso de revertir los recortes y recuperar en cuatro años niveles de inversión educativa de 2009 no hay pacto educativo posible”, añade García. Los representantes de la plataforma que han presentado el documento —estaban presentes miembros de la confederación de padres CEAPA, del Frente de Estudiantes, y de los sindicatos UGT y CC OO y STES— rechazan propuestas como la que ha lanzado el PSOE en la subcomisión que negocia el pacto, que supone llegar al 5% del PIB en 2025.

“Queremos incidir y participar en la negociación y no un informe del Consejo Escolar del Estado" donde el Gobierno tiene mayoría, ha añadido Maribel Loranca (UGT), en relación al trabajo encargado por el ministerio a este órgano consultivo en el que ellos están representados pero donde no tienen la última palabra. “Ya está bien de oírles decir el profesorado es el fundamento se hace todo para el profesorado sin el profesorado”, según la representante sindical. “Estamos hartos de ver que dicen que los alumnos son la parte mollar del sistema pero no se habla con los estudiantes”, añade Loranca, que pide a los grupos parlamentarios de la oposición “hacer valer que el PP está en minoría”. “Exigimos que se den pasos seguros y con una velocidad que se pueda constatar ya, con un calendario marcado”, ha pedido por su parte Voro Benavente, del sindicato STES.

“Con el tiempo que llevan y el poco caso que se nos hace el pacto social va a ser imposible a estas alturas”, ha asegurado la presidenta de la confederación de familias CEAPA, Leticia Cardenal. Su confederación -mayoritaria en la escuela pública- y la Concapa, la más representativa de la concertada. Han reclamado “un punto 16” del guion con el que trabajan los parlamentarios “que incluya la participación de las familias”.

 Estos son, en síntesis, los 10 puntos incluidos en el decálogo:

“La educación básica debe entender como finalidades que los alumnos sean capaces de ser críticos”.

La educación es un derecho fundamental y universal que debe ser garantizado por los poderes públicos.

La garantía de la equidad y la inclusión como valores transversales.

La promoción de la igualdad. Escolarización mixta que promueva la igualdad de las personas

La garantía de una educación laica. “ninguna creencia religiosa como adoctrinamiento”, ha resumido la representante del Frente de Estudiantes, Eva García.

La exigencia de una escuela democrática y participativa

LA construcción de un currículo alternativo “que introduzca nuevas metodologías de innovación y aprendizaje cooperativo”.

El reconocimiento y valoración del profesorado, “con un imprescindible apoyo a este sector que evite la precariedad”.

Una inversión sostenida en el tiempo “que suponga recuperar el 5% del PIB en esta legislatura y el compromiso de alcanzar un 7% a medio plazo”.

La estabilidad en políticas educativas.

Sara Montiel

En el volumen trigésimo quinto de las Obras completas de Cela se lee "Sara Montiel. La voz que destila estrógeno". Fue una entrevista publicada en la recién fenecida revista Interviú, en octubre de 1984. De verdadero nombre María Antonia Abad Fernández, vio la luz del mundo el día de los santos Cayo, Codrato, Anecto, Simplicio y Droctoveo de 1928, "año en que se estrenó el Bolero de Ravel". Cela comunica además, aparte de que "es una de las mujeres más cachondas del occidente europeo", que cuando entrevistó a su vecina por el cielo balear "volaban los aeroplanos a chorro cagando centellas y pintando surcos de algodón en rama", extendiéndose sobre el cuadro en que Roca Fuster la pintó desnuda como una Venus:

También hubieran podido pintarla Rubens en la pura pelota picada, o Ingres bañándose, o Botticelli haciendo equilibrios sobre la concha, o Velázquez mirándose en el espejo, o Goya recostada en la cama, o Renoir peinándose o cualquier otro con alguna afición; la cosa no hubiera tenido mayor mérito porque, ¡Dios qué ojazos, y qué bullarengue, qué tetamen, que caderamen, qué muslamen! ¡Si no parece de verdad! Hace ya muchos años, una tarde que fue al seminario de San Miguel de Orihuela a llevarle algo de comida al preso Miguel Hernández, el poeta le preguntó a la madre: "Esta niña, tu hija, ¿es de verdad?"



María Antonia era hija del segundo matrimonio de su padre, que llevaba unos treinta años a su segunda mujer. Desde Campo de Criptana se mudaron a Orihuela en 1935, "empujados por el hambre", aunque hay quien dice que fue por el asma del padre, un vendedor de vino que falleció en 1944 cuando ella contaba solo doce o trece años y era aparcero del conde de las Cabezuelas, un Henríquez de Luna.


Antonia  va descalza y coronada de buganvillas de color ciclamen, naturales y frescas. No lleva sostén ni falta que le hace y enseña las manos cubiertas de brillantes y esmeraldas, supongo que también de rubíes, zafiros y otras gemas solemnes y variadas. Antonia es una mujer irreal y rutilante y nada me extraña que sus criados, de tanto en cuanto, se mareen y la desvalijen.

-Ya ves, salí de Campo de Criptana con el rabo entre piernas y ahora tengo una calle, antes se llamaba del Pozo hondo; todo esto es muy emocionante para mí... Yo era una niña tuberculosa, muy delicada.

A preguntas de Cela afirma que el pecado capital más peligroso para el individuo en España es la envidia, pero para la sociedad es la soberbia, porque engendra venganza y violencia. Descubre que se intentó suicidar una vez en Madrid arrojándose bajo un tranvía frente a Correos, junto a la fuente de Cibeles, cuando tenía dieciséis o diecisiete años, probablemente en 1944, poco antes de que empezase su carrera cinematográfica. Se rompió la clavícula, dos o tres costillas y la séptima vértebra. Dijo que lo hizo por cobardía: "Era muy jovencita, y vi que se me terminaba el mundo, que se me cerraba todo, que me encontraba sin libertad, sin vida.... fue algo de espanto. Quedé muy escarmentada: yo ahora no me suicidaría de ninguna manera".

Cela le hace la pregunta de Goethe, quien prefería la injusticia al desorden. "Las dos cosas son malas", contesta, "pero la injusticia es peor que el desorden, porque lo origina". 

martes, 23 de enero de 2018

Qué justicia es esta

José Luis Barbería, "¿Qué justicia es esta?", en El País, 23 de mayo de 2010:

 "La perversión está en el sistema de cuotas de los partidos y en que los jueces las hayamos aceptado".- "Para hacer carrera hay que estar en las asociaciones, y mejor en unas que en otras".- P Hablan los jueces que acusan al poder político de afectar a su independencia

Si uno de los grandes partidos se propone colocar a un candidato suyo en un determinado cargo de libre designación de la judicatura, lo conseguirá aunque sea en segunda convocatoria", afirma el magistrado Fernando Andreu, de la Audiencia Nacional. "A mí me apoyó el PP sin que yo conociera personalmente a ningún dirigente de ese partido. Supongo que alguien de mi asociación, la Asociación Profesional de la Magistratura (APM), les pasó mi nombre. Otros candidatos fueron vetados, pero yo no. Salí elegido de rebote. Esas cosas no se saben, ni se cuentan, pero es la verdad", comenta el magistrado de la Sala Segunda del Tribunal Supremo, Francisco Monterde. "En la elección de los vocales del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), la última tendencia es nombrar a los fieles. Ahora ya no se disimula. Los dos grandes partidos se aplican el sistema de cuotas y buscan sin reparo a los candidatos que más sintonizan con sus ideas", subraya el magistrado de la Audiencia de Oviedo, Agustín Azparren, vocal del anterior CGPJ.

Al divorcio con la ciudadanía se añaden fracturas internas, ruindades corporativas y rencores personales

Hablan sus señorías, los jueces. Aunque el seísmo Garzón y la erupción volcánica permanente del Constitucional les invitan a echar cuerpo a tierra y ponerse a salvo de la epidemia de recusaciones desatada, un nutrido grupo de magistrados y jueces ha optado por exponer en estas páginas su diagnóstico del problema. Es un diagnóstico de parte que rasca superficialmente en las responsabilidades domésticas, pero que expresa una sensación generalizada en la judicatura y aporta una de las claves de la crisis abierta en nuestro sistema judicial. Hablan a título personal, alarmados por la gravedad de la situación, contraviniendo el viejo precepto de que el juez se expresa a través de sus sentencias y en contraste con la máxima de Montesquieu de que el poder judicial debería ser invisible y mudo. Y es que, bien a su pesar, nunca como hasta ahora, la justicia española había tenido semejante protagonismo público; nunca hasta ahora, en democracia, su descrédito había alcanzado un punto tan crítico. Sus convulsiones y fracturas internas, sus ruindades corporativas, sus rencores personales, añaden desconcierto a un divorcio con la ciudadanía agigantado escandalosamente con el caso del juez Tirado. Las gentes no comprenden que el responsable judicial de que el supuesto asesino de la niña Mari Luz disfrutara de libertad de movimientos para volver a violar y matar haya sido sancionado levemente por sus superiores. Y menos entienden que ante una sanción tan mínima, gran parte de sus señorías hayan puesto el grito en el cielo.

Se diría que la justicia española está contagiada de la polarización política ramplona y del alineamiento maniqueo, mientras mengua el espacio vital de imparcialidad e independencia que necesita para respirar libremente. "La justicia no puede seguir por más tiempo atrapada en el juego del reparto político partidista de los quesitos rojos y azules. Hay que detener la progresiva e ilimitada deslegitimación de la acción judicial que viene produciéndose desde dentro y desde fuera. El poder judicial es la última trinchera, y si se deslegitima nos habremos cargado el Estado democrático", advierte el magistrado de la Sala Segunda del Tribunal Supremo, Joaquín Giménez, ex presidente de las audiencias de Bilbao y San Sebastián, y cofundador de la asociación Jueces para la Democracia (JD).

Algo muy grave debe estar pasando para que, con lo peculiares e individualistas que son sus señorías, 1.500 jueces, la tercera parte de la plantilla, se haya alzado con un manifiesto en el que denuncian con crudeza el intrusismo de los partidos políticos y avisan del riesgo que ese comportamiento acarrea para la independencia de la actuación judicial. Dicen que en su "insaciable afán por controlar a su controlador", los partidos políticos han logrado hacer del CGPJ, el gobierno de los jueces, "un puro retrato en miniatura de las fuerzas parlamentarias". Y afirman que el nombramiento "en clave política partidista" de la totalidad de los componentes del CGPJ incumple las condiciones dirigidas a evitar la politización y a garantizar la autonomía de ese consejo que el Tribunal Constitucional estableció al validar la reforma de 1985.

Tal reforma facultó al Parlamento para nombrar a los 12 jueces profesionales, que hasta entonces eran elegidos por sus compañeros, sin alterar el derecho de las cámaras a designar a los ocho vocales "juristas de reconocido prestigio" que completan el Consejo. "La reforma supuso el derribo del principal muro constitucional de protección de la independencia judicial", aseguran los firmantes. Argumentan que, como en la práctica, el poder político hace caso omiso de las condiciones fijadas por el Tribunal Constitucional, habría que volver a la situación anterior y permitir que la elección de la mayoría de los 21 integrantes del CGPJ -el propio Consejo elige a su presidente, que es el mismo que el del Tribunal Supremo- vuelva a quedar en manos de los jueces.

¿Está en riesgo el sistema de división de poderes diseñado en la Constitución? El CGPJ, elegido por los grupos parlamentarios del PSOE y del PP a partir de los candidatos propuestos por las asociaciones judiciales, nombra a la totalidad de los miembros del Tribunal Supremo y a los presidentes de la Audiencia Nacional, de los Tribunales Superiores de Justicia de las comunidades autónomas y de las audiencias provinciales. Es un secreto a voces que las presiones se concentran en la composición de la Sala Segunda del Tribunal Supremo, la encargada de juzgar las causas contra los políticos. Aunque la suma de estos cargos de libre designación no llega al 10% de las plazas judiciales, lo que está en juego es la política de nombramientos, viciada por el reparto de cuotas partidarias -"tú decides los tuyos y yo los míos"-, y también la promoción profesional, imposible para aquellos (la gran mayoría) que carezcan de padrinos políticos o del respaldo de las asociaciones judiciales. Hay que tener en cuenta que más de la mitad de la plantilla judicial no está asociada, que la APM cuenta con algo más de 1.100 afiliados; la Francisco de Vitoria, 595; la JD, 510, y el Foro Independiente, menos de 200.

Sin negar la valía e independencia profesional de los elegidos, ¿no es abusiva esa prima encubierta de selección por afinidad ideológica? ¿Cómo evitar que el descrédito caiga en cascada sobre la estructura judicial, si la sospecha de partidismo anida en la fuente original de los nombramientos: el propio CGPJ? ¿Cómo convencernos de que los magistrados de esa clave de bóveda que es el Tribunal Supremo son, efectivamente, los mejores de entre los buenos? "Puede que algunas presidencias requieran un perfil más político o un buen gestor, pero en el Supremo necesitamos a los mejores juristas, y me da igual si es un bicho raro de esos que quieren vivir en un cuarto oscuro. Ahí no se puede admitir la práctica de la patada hacia arriba", indica Fernando Andreu.

Porque el riesgo, que nadie se atreve a formular expresamente, es que, de seguir así las cosas, puede ocurrir que las cúpulas profesionales de la judicatura sean ocupadas por jueces que han hecho carrera montados en el ascensor de su disponibilidad política. Sin necesidad de compartir la totalidad del manifiesto, una amplia mayoría de la plantilla judicial asume hoy plenamente el mensaje: "Sacad las manos de la justicia", que los 1.500 han lanzado a los políticos. Conviene detenerse en los perfiles de quienes han estampado su firma digital en el texto expuesto en la web del CGPJ. Son preferentemente jóvenes, menores de 45 años, mujeres, y no forman parte de ninguna de las asociaciones existentes. Es la base de la pirámide, la infantería que le saca las castañas del fuego a la justicia todos los días y que asiste al espectáculo no solo con estupor e indignación, sino también con inquietud. Saben muy bien que aunque la politización no les afecte directamente en sus quehaceres profesionales, el descrédito y la sospecha recaen también sobre ellos.

"Antes, el juez era una diosa Juno (deidad mayor de la mitología romana) y ahora es una figura denostada", comenta el magistrado de la Audiencia Nacional Santiago Pedraz. En el fondo de la rebelión de las bases aletea el temor a verse en un trance semejante al del estajanovista Rafael Tirado. Sostienen que si no comprobó que la orden de detención del supuesto asesino de la niña Mari Luz había sido cumplida fue por la sobrecarga de trabajo y la falta de suficiente personal administrativo en su juzgado. "Llevar el control de las 1.600 ejecutorias que manejaba ese hombre es una misión casi imposible", apuntan varios magistrados.

"Todos podemos ser Rafael Tirado", ese viene a ser también el grito de guerra de la base judicial. Pese a las nuevas plazas de jueces -200 se crearán este mismo año-, "el vertiginoso aumento de los litigios y la complejidad de las causas hace necesario mantener el esfuerzo en incrementar los medios humanos y materiales", admite el secretario general de modernización de la Administración de Justicia, Ignacio Sánchez Guiu. Claro que, con similar carga de trabajo y en entornos sociológicos idénticos, hay juzgados que están al día, mientras otros acumulan un retraso de años. De la misma manera que, frente a la apertura general de miras y actitudes que se aprecia en los jueces, sigue habiendo entre ellos personas endiosadas que creen que haber ganado su plaza en oposiciones les hace acreedores ad aeternum de la admiración, reconocimiento y respeto de la sociedad.

"Estamos en 2010 y todavía vemos aquí los tomos de papel", apunta Fernando Andreu señalando al murete de legajos de su despacho. "Calculo que en mi jurisdicción de lo contencioso-administrativo, un juez veterano elaborará unas 220 sentencias al año", indica Juan Luis Ibarra, presidente del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco. Mucho trabajo, salarios no extraordinarios para la formación y la responsabilidad exigidas -desde los 50.846 euros anuales brutos mínimos del juez de base hasta los 150.000 mínimos del presidente del CGPJ, pasando por los 135.000 de los magistrados del Supremo- y una reputación cuestionada alimentan la insatisfacción de estos nuevos jueces que reclaman también menos horas de trabajo y más vacaciones para conciliar su vida familiar. En su manifiesto dicen que los partidos "impregnan con su tinte político" la cúpula judicial y que su comportamiento ocasiona "un progresivo descrédito y una desconfianza de los ciudadanos en la justicia como último baluarte del Estado de derecho".

¿No es un despropósito, ruinoso para el crédito del tercer pilar del Estado, que sus excelencias, los altos magistrados, aparezcan sistemáticamente etiquetados por la procedencia política de los votos con que fueron nombrados y de su correspondiente adscripción a las asociaciones judiciales: la "conservadora" APM y la "progresista" JD? Y es que la totalidad de los componentes del actual CGPJ pertenecen a uno de estos dos colectivos, inevitablemente identificados con el PP y el PSOE. "La perversión está en el sistema de cuotas de los partidos y en que los jueces las hayamos aceptado. Los partidos se reparten los altos cargos a través de las asociaciones. Todos los que forman el Consejo y los que llegan al Supremo están asociados. No deberíamos perder de vista que al dictar sentencia debemos ser independientes incluso de nosotros mismos", subraya Alfredo Muñoz, presidente de la asociación de jueces sustitutos Concepción Arenal.

Por si cabía alguna duda, en la votación parlamentaria del actual Consejo, los dos grandes partidos volvieron a demostrar que no estaban dispuestos a abrir la mano, ni siquiera ante una candidatura como la de la magistrada no asociada Beatriz Grande, que contó con la extraordinaria cifra de 343 avales. "Me votaron compañeros de todas las tendencias porque conozco bien el funcionamiento del sistema judicial y del propio CGPJ, pero parece que a los no asociados no se nos reconocen los criterios de mérito y capacidad que establece la ley", indica la magistrada, hoy inactiva judicialmente. "Para hacer carrera hay que estar en las asociaciones, mejor en unas que en otras, y tener buenas relaciones con las cúpulas, ya que a los no asociados se les cierra el camino de la promoción", certifica el ex presidente del Tribunal Superior de Justicia de Madrid, Javier Casas. "Si la Constitución nos prohíbe pertenecer a un partido político o a un sindicato es para que preservemos nuestra independencia. La Carta Magna busca el mérito y la capacidad, no la coherencia y la conveniencia. La gente duda de la rectitud jurídica de un magistrado identificado con un partido", subraya, a su vez, el presidente de la Audiencia Provincial de Huelva, Jesús Fernández Entralgo.

Nadie en la judicatura ha olvidado que la designación de Carlos Dívar como presidente del CGPJ y del Tribunal Supremo fue anunciada por el presidente del Gobierno antes de que el pleno del Consejo votara, como es preceptivo, ese nombramiento. Y no pocos piensan que el CGPJ se retrató el mismo día de su bautizo, al secundar diligentemente y sin crítica el nombramiento del candidato consensuado entre Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy. "Puedo dar fe de que en el Consejo anterior, nadie, excepto yo, que era vocal independiente, de consenso entre el PP y el PSOE, rompía nunca la disciplina de voto. El vocal de Convergència i Unió, por ejemplo, cambió de alianzas en el momento justo en que su partido rompió con el PP y se alió con el PSOE. Al salir del Consejo dije que habíamos dejado el listón del despropósito tan alto que resultaría difícil superarlo, pero estaba equivocado", señala Agustín Azparren.

La teoría del "rendimiento decreciente" se aplica ahora con similar desparpajo al actual CGPJ junto a la sospecha de que los consejeros, supuestamente tironeados por los partidos, ocupan buena parte de su tiempo en las conspiraciones partidistas. "Los jueces de base nos sentimos abandonados por el Consejo", dice la magistrada Purificación Pujol. "No nos sentimos defendidos, ni bien representados", abunda la también magistrada de Madrid María Valvanuz Peña. La frase "Cada Consejo hace bueno al anterior" es un lugar común. "Aquellos que en la transición política tuvimos que enfrentarnos al Ejecutivo por los casos de torturas y soñamos con un poder judicial fuerte e independiente debemos reconocer ahora que fracasamos en el diseño del CGPJ. Lo digo sin dramatismo, porque conseguimos también muchas cosas, pero no tuvimos suficientemente en cuenta que ese Consejo debía funcionar y que la división de poderes y la independencia judicial son claves", indica Juan Luis Ibarra.

¿El Gobierno de los jueces es una mera correa de transmisión de los dos grandes partidos? Gabriela Bravo, la portavoz del CGPJ, lo niega en un tono tan delicado como tajante. "No somos correa de transmisión de nadie y tampoco es cierto que los partidos mangoneen el espacio judicial. Lo que sí han ocupado es el espacio mediático y social desde el que se proyecta una imagen de la justicia que no se corresponde con la realidad", asegura. "Vamos a necesitar mucho tiempo para encontrar el sosiego, y todos deberíamos hacer autocrítica: los medios de comunicación, los partidos, el Consejo...", dice.

"Cuando se habla de politización se habla de cambio de cromos en un cuartito oscuro. Hay que dar por supuesto que los cargos nombrados, sean o no los más idóneos, actúan con independencia, y tener en cuenta que las sentencias que pueden resultar previsibles por la ideología dominante en un juez o un tribunal son escasas", explica Juan Luis Ibarra. "El 95% de las sentencias que elaboro son fáciles de calificar porque solo requieren oficio y disciplina. Con el resto, el problema es que no tienes pruebas o albergas dudas sobre la norma a aplicar. En estos casos, la posibilidad de que la sentencia sea diferente según el juez es alta, porque al articular un derecho para ese asunto reflejamos nuestras propias precomprensiones culturales, sociales y políticas", admite el presidente del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco, Juan Luis Ibarra.

Jesús Fernández Entralgo equipara la elaboración de una sentencia con la interpretación de una partitura musical. "Pongamos el Himno a la alegría de Beethoven. El director puede hacer una interpretación alegre, vibrante u opaca, pero debe cumplir la condición de que la música sea reconocible; no puede ser que suene como si fuera Aserejé. Un grado de politización en la función jurisdiccional es, quizá, inevitable", señala, "pero otra cosa es entrar en la arena política y seguir las consignas de un partido". Según eso, el problema sería el compadreo entre políticos y esos jueces que, como apunta un magistrado, "hacen pasillos a la búsqueda de un cargo".

Por acreditada que esté la práctica de los nombramientos en clave política partidista y el papel de correa de transmisión que ejercen las asociaciones más representadas, no todo el mundo en la judicatura comparte la propuesta de que los jueces vuelvan a nombrar a la mayoría del CGPJ. Recuerdan que el sistema antiguo fue reformado para salvar la resistencia corporativa judicial a los cambios que exigía una sociedad democrática, y subrayan que no hay remedio fácil en el horizonte, por muy en auge que esté la tentación de culpar de todo a los políticos. Lo que sí se comparte ampliamente es que la situación no se aguanta. Las dos huelgas de jueces, la dimisión de un ministro del ramo (Mariano Fernández Bermejo) y el manifiesto rupturista de los 1.500 son aldabonazos que convocan al cambio drástico de rumbo. "El problema es más de cultura política que de sistema. Obama nombra al Supremo y allí a nadie se le ocurre cuestionar el prestigio de esos jueces", señala el presidente de la Audiencia Nacional, Ángel Juanes, cansado, como tantos, del maniqueísmo político imperante.

Cabe dudar del interés de los grandes partidos en corregir su comportamiento, pero, seguramente, no de la necesidad de los jueces de recuperar el prestigio perdido en la política de nombramientos y en la reproducción doméstica de los bloques políticos. La receta es conocida: respeto democrático al pluralismo y a los ámbitos de actuación de los poderes, transparencia, equilibrio, aplicación de criterios objetivos para la selección de los mejores. Algunos jueces sugieren la reducción drástica del número de vocales del CGPJ liberados a tiempo completo. "Eso nos ahorraría una docena larga de altos cargos con coche, chófer y Visa Oro, además de mucho amiguismo y conspiraciones", apunta un magistrado. Otros proponen reducir el peso de las asociaciones hasta garantizar que todos los jueces puedan hacer carrera y darle mayor pluralidad al Consejo con la entrada de representantes del Colegio de Abogados, procuradores, etcétera. En la tarea de "blindar el poder judicial frente a lo que dicten en Ferraz (sede central del PSOE) o Génova (sede central del PP)", todos parecen de acuerdo en que hay que motivar más los nombramientos del Supremo.

"La elección auténticamente parlamentaria, representativa, pluralista, está por estrenar", sostiene, por su parte, Joaquín Giménez. "Los candidatos deberían representar a todas las asociaciones y a los no asociados, y el PP y PSOE podrían renunciar a ejercer la mayoría absoluta. Los candidatos tendrían que ser examinados por una comisión interparlamentaria a partir de informes exhaustivos que dejaran constancia de todo lo que han hecho y dicho a lo largo de sus carreras. Hay que asegurar la transparencia total", subraya el magistrado del Supremo. En su opinión, urge que las cúpulas de los grandes partidos pacten una salida a la crisis.

Claro que, para recuperar el aprecio de la sociedad y ganarse el respeto de los políticos, los jueces tendrían que merecérselo. Ahora que sus señorías han descendido del Olimpo y nos muestran, en exceso, sus apetitos y semejanzas con el común de los mortales, lo que se les pide es que se comporten como los mejores, los más justos y más libres de entre nosotros; tipos excepcionales a los que poder confiar la aplicación de la ley, virtuosos de la moral cívica capaces de apartarse de sus propios prejuicios. Dadas las circunstancias, quienes no puedan con eso deberían emular a la mujer del César y obligarse no solo a procurar ser independientes, objetivos y honestos, sino también a parecerlo, intensamente.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 23 de mayo de 2010

Descubierto un topo chino en la CIA

Manuel Loureiro, "Las dos libretas con 20 nombres del topo perfecto de la CIA", El Mundo, 23 ENE. 2018 03:03

El último empleo de Jerry Chung (dcha.), que hasta 2007 trabajó para la CIA, ha sido en la galería de subastas Christie's de Nueva York. Al ser detenido, le intervinieron una libreta con nombres y datos de 20 agentes de EEUU muertos o detenidos en China.
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Trabajaba para la sala Christie's en Nueva York pero antes fue espía de la CIA en China

Ahora Jerry Chung está acusado de la caída de 20 agentes en Pekín. Por zoquete o por doble agente

Su 'fallo' desencadenó la mayor operación de contraespionaje de EEUU desde que cayó el Muro: Honey Badger

El sábado de la semana pasada, mientras se ponía el sol en la costa Este, parecía una tarde cualquiera en el control de pasaportes del aeropuerto JFK de Nueva York. La cola de viajeros llegados desde los lugares más variopintos del mundo, esa mezcla de turistas excitados y pasajeros frecuentes de aspecto fatigado tras largas horas de vuelos intercontinentales, avanzaba lentamente hacia el mostrador del Servicio de Fronteras norteamericano. Entre toda esa gente caminaba un caballero asiático de 53 años de edad, menudo y con un fino bigotillo sobre su labio superior que le daba un aspecto entre cómico e inofensivo. En su bolsillo llevaba un pasaporte norteamericano a nombre de Jerry Chung Shin Lee, el nombre con el que llevaba viviendo en Estados Unidos desde su naturalización como ciudadano en los años 80. Si alguien se hubiese acercado a Jerry Chung en la cola y hubiese entablado conversación con él, seguramente éste le habría dicho que su vuelo acababa de llegar de Hong Kong y que su familia le estaba esperando en Carolina del Norte. Si hubiese estirado la conversación mientras la cola avanzaba incluso puede que le hubiese contado a su interlocutor que llevaba varios años trabajando para la prestigiosa casa de subastas Christie's de Nueva York, después de haber tenido varios trabajos entre EEUU y China. Probablemente Jerry Chung se hubiese callado que antes había trabajado como agente operativo de la CIA entre 1994 y 2007, aunque ese último detalle ya lo sabía el equipo de media docena de agentes y un escuadrón de SWAT que le esperaba al otro lado del control para detenerle. Porque J. Chung, por descuido o por pericia, era el responsable de la mayor catástrofe operativa de la CIA en el extranjero desde el final de la Guerra Fría y por fin iban a atraparlo.Todo empezó unos años antes, en 2010. La CIA, como cualquier agencia de espionaje de cualquier otro país, tenía una densa red de espías en China. Desde el despegue económico de la superpotencia oriental, el interés de los servicios secretos norteamericanos se había redoblado, creando una infraestructura compleja y con -se supone- un altísimo grado de infiltración en los mecanismos del estado chino y sus sectores tecnológicos, militares e industriales. Nada que, por otra parte, no estuviesen haciendo los chinos en EEUU y docenas de países más unos a otros. Una partida más dentro del Gran Juego. Sin embargo, en 2010 las cosas comenzaron a ir horriblemente mal para la estación USA de Pekín.Todo empezó en la ciudad de Chengdu, en el sudoeste del país asiático. Un miembro de nacionalidad china del personal del consulado estadounidense en la ciudad iba caminando tranquilamente por la calle cuando de repente dos personas vestidas de paisano se le acercaron y sin mediar palabra lo introdujeron a la fuerza en una furgoneta. El vehículo arrancó con un chirrido de neumáticos ante una mezcla de pasmo e indiferencia de los transeúntes y se dirigió a una de las sedes de la contrainteligencia china. Allí, el diplomático fue interrogado y convencido para que firmase una confesión en la que reconocía que formaba parte de una red "que cometía actos de traición contra China". Los servicios secretos chinos habían descubierto -y éste era el quid de la cuestión- que este hombre formaba parte de la red de la CIA. Un par de días más tarde, tras una compleja negociación, fue evacuado por la agencia hacia EEUU. Fue afortunado. Los siguientes casos resultaron ser mucho peores. En su momento este incidente mereció una breve reseña en Político, la publicación de Washington y poco más. A nadie la apetecía airear un asunto tan embarazoso. Sin embargo, en los meses siguientes, el goteo de pérdidas de agentes en China alcanzó cotas espantosas. Cada pocas semanas un operativo era neutralizado, lo que en el argot significaba que, simplemente, desaparecía sin dejar rastro. De todos ellos, hasta una veintena, no se ha vuelto a saber nada, así que se presume que o bien están encarcelados en algún centro secreto sin ningún juicio público o que, lo más probable, hayan sido sumariamente ejecutados.En medio de esa ofensiva brutal y para mayor bochorno, la revista Newsweek reveló en 2012 que la embajada norteamericana en Pekín estaba totalmente infiltrada, gracias a una compleja red de trabajadores corruptos, chantajes sexuales y prostitutas al servicio del gobierno chino. La paranoia de la CIA llegó al extremo de no fiarse de sus propias instalaciones. No se atrevían a mantener conversaciones allí "salvo en susurros", según la revista norteamericana. Mientras la red que habían tardado décadas en construir se desmoronaba con estruendo sospechaban que sólo un topo, un infiltrado a alto nivel, podía ser el responsable de tanta devastación.La luz verde de ObamaCuentan que durante aquellos años, en la sede de la CIA en Langley temían las llamadas desde Pekín, en las que, lacónicamente, anunciaban "otro más" cada vez que era neutralizado otro agente. La debacle llegó a tal punto que el presidente Obama dio luz verde a Honey Badger, la mayor operación de contraespionaje desde la caída del Muro de Berlín. Ese profundo -pero discreto- barrido de arriba a abajo de las estructuras y agentes de la CIA empezó a dar sus frutos al cabo de los años. Conseguir resultados en el contraespionaje es una labor lenta y laboriosa y a veces hacen falta golpes de suerte. En abril de 2017 se da uno de ellos cuando en un cruce rutinario de datos alguien se da cuenta de que la activación de un iPhone con un número de serie concreto y que estaba en una lista marcada se corresponde con una persona concreta. Esta persona es Candance Marie Claiborne, una funcionaria de 60 años del Departamento de Estado con acceso a información confidencial y el iPhone ha sido adquirido por alguien relacionado con la embajada china. Claiborne es una mujer de mediana edad, sin contactos aparentes con el mundo del espionaje y con una vida gris y sencilla, pero que sin embargo resultó ser uno de los principales nudos del espionaje chino en América. La CIA pensaba que por fin había acabado con el topo, pero sin embargo, todos los intentos de reconstruir la red de espionaje en Pekín -que a esas alturas estaba, y está, reducida a escombros- era infructuosa. Había algo más. Y entonces, por algún motivo que aún no se conoce (y puede que nunca se sepa), todos los radares se enfocaron en nuestro personaje, Jerry Chung. Tras haber servido en el ejército de su país de adopción, Chung fue reclutado por la CIA y se convirtió en un analista de los datos relativos a China. Su facilidad con el idioma, su cercanía cultural y su conocimiento de la idiosincrasia del país le convertían en un candidato ideal para el puesto. Sin embrago, en 2007 se desligó aparentemente de la agencia y empezó a encadenar un trabajo tras otro en empresas extranjeras que intentaban meterse en el mercado chino. Si esto les parece que no tiene demasiado sentido quizás es porque no lo tenga, o porque oculta algo más. La CIA pensaba que Jerry era un agente quemado y por ese motivo lo relegó a un discreto segundo plano, según algunas fuentes. Según otras, formaba parte del plan del propio Chung.Cuando la CIA le detuvo, la semana pasada, entre sus pertenencias se encontraron dos libretas, llenas de anotaciones manuscritas. En ellas, entre otras cosas, docenas de datos relativos a los 20 agentes de campo de la CIA detenidos o asesinados en China a lo largo de los últimos años, claves de la red de espionaje destruida y según el escrito de acusación presentado y hecho público, al menos una página que contenía "elementos de Alto Secreto que no se corresponden con el nivel de acceso" que Chung jamás tuvo. La pregunta que se hace ahora todo el mundo es la misma: ¿Es Jerry Chung el mayor topo del espionaje reciente o sólo un agente de campo especialmente torpe que anota información de alto secreto en libretas y las pasea de aquí a allá? ¿Es él una víctima de los servicios chinos de inteligencia o parte de ellos? ¿Ha sido doble agente todo este tiempo? Una última cosa: en esa lista incautada a Chung había 20 nombres, pero se sospecha que la red de espionaje era mucho más grande. Sin duda, mientras ustedes leen estas líneas, alguien, en algún lugar de China, mira de reojo a la puerta de vez en cuando, temiendo ver como la tiran abajo de golpe y convertirse así en la baja número 21. No sé ustedes, pero yo no le envidio el sitio. El Gran Juego continúa.