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domingo, 21 de febrero de 2010

Periódicos

Leo habitualmente El País en Internet, pero compro cuando puedo el Abc, que es el periódico, junto con El Mundo, mejor escrito; estoy habituado a los jeroglíficos de Erasmo, pero me cuesta quedarme sin mi ración de los columnistas de Abc y sin mi articulito de Millás, al que soy adicto confeso, como gran número de españoles que sólo por eso compran El País, que otras veces vierte cosas de Savater, de Vargas Llosa y otros capullos; en el suplemento destaca la Cristina Hendricks debajo de una Miss Celulitis; quien haya oído además su voz de terciopelo tocando el acordeón en Mad Men sin duda la habrá alzado a posición muy alta en su lista de obsesiones libidinosas. Por demás, uno lleva desde los años ochenta soñando, no sé sabe por qué, con los años cincuenta como una edad de oro, y no sueña, como pudiera ser más normal, con el siglo XIX, con el que está tan familiarizado; no sé sabe por qué, los sueños históricos de cartón piedra no abundan demasiado en el subsconsciente.

lunes, 4 de enero de 2010

Don Draper, en Mad Men


"Nacemos solos y morimos solos; la sociedad nos pone un montón de reglas para que no nos lo creamos, pero yo no lo olvido; vivo como si no hubiera un mañana... porque no lo hay"

Mad Men es una serie de TV que no es al uso, pero no sólo por eso cabe prestarle atención; en cada uno de sus episodios no ocurre nada y a la vez ocurre mucho, porque la acción es interior: es una serie donde lo que importa es el desarrollo de los personajes y las concepciones del mundo que se rozan, chocan o se desentienden. Y todo está muy bien delimitado en cuanto a atmósferas y a caracteres, en torno a uno de los grandes temas de nuestro tiempo, la publicidad, y el capitalismo y la alienación que corteja. El antihéroe Draper ("¿quién es Don Draper? Nadie ha levantado esa piedra; podría ser Batman y no saberlo") traza un círculo en torno a la idea glamourosa que se ha hecho de sí mismo y de su entorno y se esfuerza en que nada la desvirtúe, ni siquiera el amor fraternal de una familia miserable y pobre en la que se crió como un huérfano, un Huckleberry Finn que se escapó y ahora es un Tom Sawyer. El sueño, la hipocresía americana, en fin, que encubre bajo el éxito material un enorme, un formidable nihilismo, que escapa por las manos que tiemblan de Betty, la esposa perfecta de un catálogo de joyería, o por los infartos y libertinajes de Sterling, o por los pies descalzos de Cooper, o por las ansias de trepa de Pete Campbell. El creador de la serie es Matthew Weiner, que engendró también Los Soprano; es uno de los que hay que seguir, como también a Mark Witten, el hermano del creador de la teoría M, nada menos, que se dedica a la tv. La serie empieza en 1962, el año que nací yo, en una América tirunfalista, devorada por Ayn Rand y al borde de la bomba de hidrógeno, mientras advienen la máquina electrónica de escribir, la fotocopiadora, el tomavistas y la tv en blanco y negro. Don Draper es una oquedad, un vacío: crea publicidad, burbujas de palabras, pero oculta a todos su pasado, su vacío, que es esa cosa que no olvida y que nunca muestra, y que provoca la manipuladora (pero también cómoda) piedad de la "barbie" Betty, antigua modelo, cuando se entera de su adulterio: él nunca ha tenido una familia, y se pregunta "¿quién está ahí?" cuando lo observa rendido, durmiendo en la cama. Un sueño muy americano, por demás, lleno de tormentos interiores pero impecablemente, deslumbrantemente vestido por fuera. Resulta así que todos manipulan a todos, y la función de estos muñecos vacíos consiste en aparentar fachada para guardar las apariencias, evadirse del vacío y calmarse con un sexo impersonal y guardar lo que tienen. Don Draper pues, resulta ser otro de los monstruos nihilistas de esta época desalmada, al lado de Gregory House, Dexter Morgan (inolvidable la cuarta temporada que está por empezar, pero puede disfrutarse ya por internet) y Aníbal Lécter
. No se la pierdan, en Internet o en TV de color. Aquí hay una buena crítica de la misma.

Y, ahora que se ha suprimido la publicidad del primer y segundo canal, el gobierno ya no tiene rival para manipular con la institucional, la suya, en los telediarios

domingo, 27 de septiembre de 2009

lunes, 27 de abril de 2009

Dexter Morgan

Oído en el último capítulo de Dexter:

Dexter: Mi padre decía que tuviera cuidado con lo que creía saber de algunas personas, que me podía equivocar.
Fiscal: Un hombre listo, tu padre.
Dexter: Sí... a veces.

martes, 16 de diciembre de 2008

El Castigo


"La miniserie de televisión El castigo, dirigida por Daniel Calparsoro y que él define como «una versión light de La matanza de Texas», se centra en la vida de un grupo de adolescentes rebeldes en un duro centro de reeducación ilegal, «Guantánamo para pijos», en sus propias palabras, del que intentan escapar."

Hombre, habida cuenta de lo mucho que estimo a los pijos y niñatos, yo hubiera sido un poco más retorcido a la hora de hacerles asimilar educación y buenos modales; me parece una serie demasiado blanda y poco realista, la verdad. Esos pijos no parecen unos verdaderos pijos y el guion está poco trabajado. Un pijo de marca sería más quejica y mantequilloso tendría una cara de amargado ricitos de oro mejor puesta. Estoy harto de verlos y estos pijos son sólo una aproximación, pese a lo cual es normal que una serie con este tema, tan próximo a los problemas de la sociedad real de ahora mismo, es lógico que haya batido, como lo ha hecho, récords de audiencia. el final, sin embargo, es bueno: la violencia engendra violencia; lo único que funciona con los hijos es dar ejemplo, el principio categórico kantiano.

sábado, 6 de septiembre de 2008

Cine que ver

Ante la imposibilidad de encontrar un cine realmente pensado para adultos, uno espera con espectación y ansia el último estreno de la serie Harry Potter. Lo mismo sucede con televisión; uno añora los diálogos platónicos de Epi y Blas, cuyo sentido trascendente y espíritu crítico superaba con amplitud a cualquier telediario, informe semanal o documental al uso.

sábado, 5 de julio de 2008

Series de TV

Es verano y puedo ver más tv. Sólo lo que me interesa, ya que ya no hay programas culturales o los han exiliado a horas de vampiros o insomnes. CSI (Las Vegas, solamente, y acaso Nueva York; no soporto al chuleta David Caruso), Medium (curiosamente más por el realismo y costumbrismo de sus guiones que por otra cosa), Sin rastro, House y Urgencias. Nada más; todo lo demás me aburre, sobre todo desde que dejaron de echar Mochileros o la irregular Siete vidas y se repite Nuevos cómicos. Cada uno de estos programas merecería un ensayito, pero dejaré aquí bosquejado el germen de cada uno. CSI es la vuelta a los principios del éxito en las series: Arthur Conan Doyle y la investigación empírica. Pero añade a eso unos personajes bien definidos, costumbrismo y el extravagante humor norteamericano. Todos los personajes principales me caen bien, cosa extraña; incluso algunos personajes secundarios son memorables: Paul Millander, la asesina dietista, Lady Heather y, sobre todo, el miniaturista padre, no la miniaturista, cuyo discurso antes del disparo final me conmovió. Hay algunas frases de los guiones que deberían pasar a los anales de la literatura, pero muchas veces se ve a la legua que han sido mal traducidas. De la franquicia de Florida sólo salvo a la rubia y a su padre alcohólico; hay algún episodio memorable, pero la mayoría han sido echados a perder por el Caruso ese. La de Nueva York empezó mal, pero luego se enderezó algo; detesto lo bien que le quedan las camisas al actor principal y el tremendo chauvinismo de su norteamericanitis, pero otros aspectos de su personalidad, demasiado irreprochable para ser creíble, lo salvan. Tampoco me gusta el de las gafas, que parece diseñado para ser su antítesis, hasta en la camisa. La morenaza está bien, pero sólo eso, bien. Donde estén Las Vegas original... En cuanto a Sin rastro, todos están magníficos. Qué guiones; se nota que se fundan en casos reales. Qué economía de palabras la de Frank Malone; qué gran actor Anthony Lapaglia; qué relación la que tiene con su padre y sus hijas; qué grandes episodios los del interrogatorio del divorcio, los del sueño y los del acoso escolar. De House, cuánto me río; se nota que lo produce el hermano del genio de la física teórica del siglo XXI, Edward Witten. Los guiones son igual de sólidos, al menos la mayoría de ellos, salvo esos estúpidos mecanicismos del susto y los síntomas espectaculares, aunque se nota que los guonistas se dan cuenta e intentan romper los moldes para no pasar la factura de tanta monotonía, incluso cambiando los actores secundarios; desde luego, inolvidables los capítulos de la convivencia entre Wilson y House en la misma casa: me reí por los cuatro costados, sobre todo con eso de alimentarse de "sopa de sobre y nocilla". Serían una pareja cómica de maravilla este Watson y este Sherlock. Y la Caddie tampoco está nada mal, aunque tiene una voz tan ordinaria y basta e inconfundible en el inglés original que no hay manera de traducirla bien en la doblada. Hay tantos episodios memorables que no daría abasto para citarlos. Y tenía algunos malvados memorables; el negro gordo de la segunda temporada era realmente ominoso, un hallazgo, pero el detective Tritter era genial. De Urgencias no olvido cuando se le cayó encima el helicóptero al cabrón del doctor Romano, ni las relaciones de la enfermera luego doctora con su madre bipolar, ni a la cucaracha aplastada por la doctora de la muleta, que se vengó del doctor Romano haciendo con su herencia algo que se debía hacer y estuvo muy bien hecho; muy bien el costumbrismo y los personajes.

domingo, 22 de junio de 2008

Mochileros


Soy un mochilero frustrado. Mi mujer no soporta el turismo de alpargata y no me deja ir por ahí sin hotel. Yo he dormido a la intemperie en playas, en campings, en descampados, en el santo suelo, y he dormido mejor que en el blando e incómodo lecho de una cama que te acaba desencuadernando el esqueleto. He visto el programa Backpackers (Mochileros) en Ono con auténtica devoción y tengo a Mick, Lee y Jag casi como miembros de la familia. La cultura del mochilero es el ingenio mismo; ¿se rompe la correa del ventilador de la autocaravana? Pues se corta el elástico de los calzoncillos y ya resiste veinte kilómetros hasta el taller. ¿Comer? Bocadillos que te haces tú mismo, latas y ensaladilla universal, al menos hasta que te llegue el cólico nefrítico. ¿Ducha? Hay por ahí un aparatito muy curioso y transportable: una bolsa de plástico con un tubito terminado en un brollador de ducha que se cuelga de un árbol que bien puede hacer las veces, y si no por ahí hay albercas, ríos, lagunas, estanques, playas y chaparrones nocturnos de madrugada en que puedes salir aullando en pelotas como un hombre lobo, si no hay nadie cerca. Y los pequeños detalles que hacen la diferencia en todo entre un país y otro. Los mochileros enseñan tolerancia y amistad como nadie, son pobres com o las ratas y con tanta hambre y curiosidad como ellas, andan jugando a las cartas como clerici vagantes, son víctimas de la diarrea crónica, se enamoran en un pispás, les roban cuando están tirados por una borrachera en la fiesta de la cerveza, en la tomatina de Buñol, en el concurso de despeñarse tras quesos rodantes "en el nombre de la estupidez" o son corneados de pura ignorancia en los sanfermines, y trabajan de indocumentados en bares o sembrados para sacar unos acortantes, hermano. Deambulan en grupos de dos o tres como espectros eternos por los albergues juveniles y los rincones oscuros de los parques y la costa.

Pero soy un mochilero un poco raro. No soy un experto en mecánica. Dejé hace tiempo de ser un ligón compulsivo. No bebo hasta amanecer tirado, abrazado a una farola o en medio de un seto en un jardín abandonado, no hago concursos de gritos, ni voy buscando bebidas, hierbas o setas raras, ni fumo, aunque sí busco platos típicos; lo más probable es que al llegar a un nuevo lugar me pierda en algún archivo buscando documentos o en librerías de viejo en pos de libros raros. Como a mí los únicos viajes que me gustan son los iniciáticos, les dejo las postales a los demás y lo único que deseo conocer son gente, libros, historias y bosques ignotos, por este orden.

sábado, 24 de mayo de 2008

La Vida sin TV

Vivir diez días sin televisión es posible
Una escuela francesa prueba el efecto del apagón tecnológico en los alumnos
CARMEN MORÁN (ENVIADA ESPECIAL) - Estrasburgo -El País, 24/05/2008

Los niños de la escuela Ziegelwasser de Estrasburgo reciben cada día decenas de cartas de aliento de toda Francia. "Ánimo, tardé tres años en dejar de fumar y me costó cuatro dejar de ver la tele". Y el director del centro no da abasto para atender a los medios de comunicación. Hasta ese punto despierta interés la hazaña que están protagonizando los muchachos del centro: 10 días sin ver la televisión, ni encender el ordenador, ni jugar a la videoconsola. Ahí es nada.


Tras el experimento en Canadá, los críos se mostraron menos violentos
Los niños alsacianos pasan al año 850 horas en la escuela y 1.200 ante la pantalla
La idea llega de Canadá por primera vez a Europa y tiene el apoyo del Instituto Europeo Eco-Consejo y de la Chambre de la Consomation (asociación de consumidores) de Alsacia. Hasta 254 alumnos de seis a 11 años se han comprometido a no encender la televisión ni la computadora en 10 días, cuatro de ellos sin clase. Tendrán de testigos a sus padres, que han de firmar la veracidad de sus palabras.

Se trata de alcanzar 14.732 puntos entre todos, cinco cada día laborable y siete si la apuesta sigue en pie los miércoles y los fines de semana. No habrá premios ni excursión de fin de curso por ello. "Se trata solamente de vivir esta aventura y de ver si después todo es diferente. Somos conscientes de que el proyecto en Canadá dio buenos resultados, los niños eran menos violentos, decían menos palabrotas, pero no puedo adelantar nada, no sé lo que ocurrirá aquí", dice el director, Xavier Rémy. Fuera de su despacho, le espera una periodista con una cámara.
"Sólo espero que esto sea bueno para su autoestima, que aprendan a confiar en ellos mismos. Eso es importante. También que los padres se animen, como ahora, a colaborar en el aprendizaje diario de sus hijos", afirma. "Ellos son conscientes del mal que hace estar tantas horas plantados delante de la televisión".

En los carteles que decoran estos días la escuela elemental Ziegelwasser se recuerda que los niños de la verde campiña alsaciana pasan 850 horas al año en la escuela y 1.200 frente a la caja tonta. Si ahora hay que sumar el tiempo de ordenador y de juegos en la videoconsola, apaga y vámonos. Y eso han hecho. Apagón tecnológico y a recuperar juegos olvidados. Los más mayores se entretienen en esas horas de tarde jugando al baloncesto y los pequeños han organizado talleres de costura, danza... En todo ello está implicada la familia.

Por la tarde, llegan las niñas con sus madres de vuelta al colegio. Traen telas y patrones de muñecos; rotuladores, tijeras, hilos, algodón. Al fondo del aula hay una máquina de coser. Todo listo para una tarde estupenda lejos de las ondas catódicas.

Los críos, como ocurre en casi todos los colegios europeos ahora, son de todos los colores. Se suele llamar inmigración, pero el director del centro lo explica de una forma mucho más pedagógica: "Todos son franceses. Simplemente puedo decir que un 30% no tiene este idioma como lengua materna".

Aclarado pues, pantallas detenidas, tijeras al vuelo. Las niñas van recortando muñecos, malcosiéndolos con las uñitas a medio pintar y rellenándolos con algodón. Y se lo pasan mejor que viendo la tele. Eso dicen.

¿Qué esperan las madres? "Que se diviertan, en casa se ponen nerviosos. Ven mucho la tele, tres o cuatro horas", dice una de ellas. La pequeña de los Fernandes -"mi marido es portugués"- no tiene tanto tiempo porque los deberes la mantienen ocupada, dice su madre, Valérie, de 37 años. También tiene un hijo, de seis años. "Es suficiente", se ríe. Sin embargo, Karine Vanhouck ha criado a cuatro, así que entretener con los muñecos de cartón a un grupo de 15 no le asusta en absoluto. Va, viene, recorta, cose, hace café.

Y después de estos días, qué, ¿volverán a la tele? La señora Vanhouck mueve la cabeza de arriba abajo presagiando un sí. "Pero habrán aprendido que hay otras cosas aparte de dar a un botón para encender la pantalla. Cuatro horas con la tele impiden leer, correr, jugar, no son ellos mismos. La televisión no está mal, pero menos horas puede estar mejor", dice el director.
La aventura no ha hecho más que empezar. Xavier Rémy no tiene mucha confianza en repetir el año que viene. "Esto requiere una energía tremenda", dice resoplando. Y hace un nuevo esfuerzo para contar a la prensa extranjera en qué consiste este proyecto.

domingo, 20 de abril de 2008

La realidad y el deseo. TV basura

Sin fama no eres nada

Los participantes en programas de telerrealidad viven las secuelas del olvido - Diez de ellos cuentan su experiencia

C. PÉREZ-LANZAC - Madrid - El País, 20/04/2008

Los acontecimientos sucedieron así: el 23 de abril de 2000, 10 desconocidos entraron en la casa de Gran Hermano (Tele 5), un nuevo programa del que estuvo pendiente toda España. Noventa días más tarde, la abandonaba el último de ellos, el gaditano Ismael Beiro. Se embolsó menos dinero que los futuros vencedores, 20 millones de pesetas, pero más fama que ninguno de ellos. Tres años más tarde, seguía colaborando en programas de radio y televisión. Vivía pegado al móvil, a un ritmo de locos, iba en moto de acá para allá... El 10 de mayo de 2003, le arrolló un coche. Traumatismo craneoencefálico. Pulmones encharcados. Fractura en cadera, tibia y peroné. Trastorno psicológico. El 24 de enero de 2004, aún con muletas, Beiro se enroló en La isla de los famosos, un reality que, como sabemos, consiste en pasar hambre y sufrir penurias lejos de la civilización (y de los hospitales). Fue una locura, lo reconoce. Pero nadie, excepto los médicos, le disuadió de hacerlo. Tampoco su representante, que se embolsaba el 20% de sus ingresos.

Hoy, Beiro (33 años) tiene buen aspecto, aunque no mueve bien un tobillo y ha perdido el olfato. Sigue viviendo a un ritmo frenético, pero ha cambiado la moto por un Volkswagen Polo. La televisión engulle, digiere y defeca, y Beiro está sudando la gota gorda para seguir aferrado a ella. Ha cursado un master en dirección de empresas audiovisuales, ha escrito una tesis sobre los contenidos para móviles, va a la escuela de interpretación de Coraza, ha estudiado guitarra, se ha hecho un book, sigue al dedillo la programación. En su mente hay un objetivo: televisión. Esta semana, ha hecho pruebas para interpretar a un personaje en una serie. Beiro es consciente de que lleva "Gran Hermano" escrito en la frente y de que eso le resta puntos. Es una losa sobre sus hombros.


El miércoles se cumplen ocho años desde que la telerrealidad entró en nuestra vida y sobre todo en las de sus cientos de participantes. El bus, Supervivientes, Confianza ciega, Estudio de actores, Operación Triunfo, Popstars, La granja, La casa de tu vida, Factor X, Libertad vigilada, Supermodelo, Fama, Hijos de Babel... Todos viven con las secuelas. Emociones fuertes, fama, fotos, fiestas, dinero... Y mucha enajenación. "Te conviertes en un muñeco de feria, pero estás en un ego tan grande que no puedes analizar la situación", explica Íñigo González, de GH1, que ahora es periodista en Castilla-La Mancha. "Es como si tuvieras la cabeza llena de espuma", corrobora su compañero de experiencia Koldo Sagastizábal, que ahora trabaja en Expedia, una empresa de viajes online.

Ania Iglesias, también de GH1, describe el proceso de desengaño con claridad: "Cuando sales nadie te toma en serio y pierdes parte de tu identidad. ¿Eres un famoso o el panadero de siempre? Luego, cuando llega la siguiente edición, o das escándalos y entras en el mundo del corazón, o las cadenas empiezan a apartarte. Ése es el momento jodido. Entonces te das cuenta de que te has convertido en un producto. A mí me costó una gran aceptación, pero es así: venimos de la mediocridad y, salvo excepciones, ahí nos quedamos. Ahora tengo una agencia de modelos (Glam Management), pero procuro no comparecer. Sé que me dan menos credibilidad".
Nos lo hemos aprendido: la fama tras participar en un reality se va esfumando. Y cuando eso sucede, explica el psicólogo José Errasti, los concursantes tienen dos opciones, ambas malas: "O entran en un círculo vicioso que les obliga a seguir siendo famoso para mantener su nivel económico, o vuelven al anonimato, lo que provoca resentimiento y frustración". Mónica Guerrero, de La casa de tu vida (Tele 5), es el ejemplo perfecto de ese círculo vicioso. Ella y sus padres se zambulleron en los programas de corazón. Nadie la obligó, pero dio carnaza, y eso le ha destrozado los nervios. Al teléfono, empieza a sollozar. "Han pasado cuatro años y todavía lo tengo todo dentro". Alguien le sugirió que fuera a un psicólogo. Lo hizo, pero éste le puso como condición que se alejara de la tele. Poco después, la llamaron de Aquí hay tomate. ¡A la porra la terapia! "Y lo volvería a hacer", avisa. "Nadie me contrata como profesora y mis agentes me han estafado. Necesito dinero".


Roberto Ontiveros, director de siete ediciones de Gran Hermano, está acostumbrado a las críticas: "Me parece bien que nos preocupemos por los concursantes, pero no saquemos las cosas de quicio. Se les dicen las cositas muy claritas". Enrique García Huete, responsable del equipo de psicólogos de Zeppelin, la productora estrella de estos programas, asegura que escogen a gente "fuerte, resistente a las patologías. Son como rocas; es difícil que el viento los bandee". García subraya que cuando termina el programa ayudan a los concursantes a elaborar "estrategias para defenderse", sobre todo a los que, como Mónica, fueron los malos oficiales de su reality, un formato muy dado a estereotipar. García recuerda que después pueden recurrir a su ayuda, "pero pocos lo hacen".

Si usted sufriera algún tipo de trastorno tras pasar por un programa, ¿acudiría a la fuente del problema pidiendo ayuda? Rafael López no lo hizo. Su historia es demasiado increíble para ser verdad: era seminarista, abandonó el convento para "probar la vida", alguien le dijo que era el candidato perfecto para GH y se apuntó. Participó en la cuarta edición. Cuando salió, comprobó que se mofaban de él. Se había convertido en un "personajillo". "Me cambió la personalidad, me volví distante, triste, frío...". Durante dos años recibió ayuda psicológica. Han pasado otros cuatro; ahora estudia Comunicación Audiovisual. ¿Secuelas? "No me las quito de encima. Ando mirando al suelo, lo paso fatal cuando me reconocen, me parece que todos hablan de mí".
En dos años, ha habido un boom de los formatos que fomentan un talento (cantar, bailar, desfilar...). Los que "te abren las puertas para cumplir tu sueño". ¿Es eso cierto? Sí y no. Naim Thomas participó en el primer Operación Triunfo (TVE). Cuando entró, tenía una carrera incipiente, había trabajado con Ventura Pons. Cuando salió, era famosísimo, sí, pero ese tipo de ofertas dejaron de llegar: "OT me abrió puertas cuantitativamente. Cualitativamente, me las cerró. Conseguimos fama, pero no prestigio". Naim se marchó a Estados Unidos "para templar las aguas". A su vuelta protagonizó el musical El rey de las bodas. Ahora es jurado de Madrid Superstar (Telemadrid).


Mayte Prieto tenía 17 años cuando entró en la primera edición de Supermodelo (Cuatro). Ahora se ha alejado de Elite, la agencia que representa a la mayoría de las concursantes. Ya no quiere ser modelo, sino maquilladora. Resume su experiencia así: "El programa me ha abierto caminos, pero no me gustó la idea que nos vendieron de la moda. Nos trataban bastante mal y he comprobado que la realidad no es así. Cuando salí, sufrí bajones emocionales, sentí que habían explotado mi imagen. O haces un programa de moda o un reality". Supermodelo, por cierto, regresa esta semana con cambios: ahora es mixto y ha subido de 16 a 18 años la edad para concursar. ¿Motivos? "Los menores necesitan el consentimiento de sus padres y eso retrasa los castings. Además, son más maduros y saben mejor qué quieren", explican.

Javián, de OT1, señala otro problema de los participantes: el desconocimiento. "OT no es malo ni te engaña, que conste que estoy encantado. Lo que sí pasa es que por ignorancia firmas contratos o aceptas cosas de las que te arrepientes. El tema Mi música es tu voz lo compusimos entre todos los concursantes. Un día, llegó un productor e hizo unos arreglos. Nos preguntó si nos gustaban. Dijimos que sí. Y se llevó el 50% de los derechos de autor. Eso, ahora, no lo aceptaría. En Sevilla doy clase en una escuela de artistas. Les explico qué es la SGAE [Sociedad General de Autores y Editores], la AIE [Sociedad de Gestión de España]...".

Estos días, Operación Triunfo celebra su sexta edición. ¿Alguien sabe qué fue de los participantes de la tercera? ¿De la quinta? ¿Quién ganó el último Gran Hermano? Es evidente: los concursantes cada vez generan menos interés. Karen, una explosiva canaria que elevó el contenido erótico del último GH, reconoce que no se están cumpliendo sus expectativas económicas. "Me pagan 200 euros máximo por ir a una discoteca. Tengo un contrato de dos años con Telegenia [la agencia de representación de Zeppelin], que cobra un 30% de mis ingresos, pero apenas me ofrecen nada. Y en los castings no me toman en serio. Gran Hermano me ha perjudicado. Si lo sé, no me meto".

Según Corporación Multimedia, la telerrealidad está en decadencia. En 2002 aportaba a la audiencia de las cadenas generalistas 4,1 puntos de cuota. En 2006, la cifra había caído a 2,2. El año pasado, a 1,8. Eso obliga a las televisiones, que nutren su parrilla de los contenidos de los realities (un formato bastante rentable), a buscar perfiles más tendentes al escándalo. El productor de un reality, que no quiere ser citado, lo reconoce: "Te piden que haya malos rollos, que se enamoren... Espectáculo". García Huete, concede: "A veces entra gente que los psicólogos no hubiéramos recomendado, pero son los productores quienes hacen la selección final. Hay casos en los que hemos arriesgado un poco más".

¿Se está arriesgando demasiado? La psicóloga María Jesús Álava opina que sí: "Se está sacrificando a la gente para conseguir grandes audiencias en función de historias que les pueden afectar. Viendo estos programas, uno se pregunta, ¿nos importa lo que les pueda pasar? Muy poco, porque sabemos que algunos son muy jóvenes para asimilar todo eso". El tema no es baladí. En Estados Unidos, donde el formato nos saca años y grados de locura de ventaja, se han suicidado al menos tres concursantes. Najai Turpin, de 23 años, se metió un tiro en la cabeza después de que se emitiera el capítulo de The Contender que protagonizaba. Nathan Clutter, de 26 años, se lanzó al vacío tras ser eliminado de Paradise Hotel 2. Cheryl Kosewicz, de 35 años, se quitó la vida tras ser expulsada de Pirate Master. Al margen de estos casos dramáticos, lo cierto es que en Estados Unidos y el Reino Unido cada vez se habla más de "víctimas" de realities. En 2006, el artista inglés Phil Collins fue finalista al Premio Turner, que concede la Tate Britain, con su proyecto The return of the real, que consiste, básicamente, en oír a ex concursantes quejarse sobre su experiencia.

A pesar de todo, ni Mónica Guerrero ni ninguno de los entrevistados, culpa al programa: "El concurso no me ha engañado ni me ha puesto verde. Eso vino después", explica ella, lo que resume el espíritu generalizado. Si les preguntas si se arrepienten, la respuesta es "no". Ni siquiera los que lo han pasado mal. Si les preguntas si, de poder dar marcha atrás, volverían a participar, la cosa cambia: "Me lo pensaría dos y tres veces" (Ania Iglesias). "Con el propósito de ser modelo, no" (Mayte Prieto). "Supongo que no" (Mónica Guerrero). "Claro que no" (Karen). "Me lo pensaría muy mucho" (Rafael López). "Por supuestísimo que no" (Naim Thomas).

martes, 25 de marzo de 2008

Los muchos y los pocos

Algunas veces suelo decir que sólo hay dos posturas: los muchos y los pocos. Y que no siempre los muchos son tantos como suelen decir ni los pocos tan escasos como suelen aparecer; todo se presenta oculto, a medias, entero, mezclado y en desorden, como quería Fernando de Rojas. Ayer tuve un ejemplo clarísimo en la tv de pago: uno de los canales exhibía un documental sobre Cómo se fabrica un niño bomba, es decir, un niño suicida palestino dispuesto a detonar un cinturón de explosivos. Otro canal, por el contrario, mostraba un documental en el que se veía a un niño superdotado indio con amplísimos conocimientos de medicina cuya mayor ilusión era encontrar un remedio contra el dolor y la enfermedad, y que había restringido sus esfuerzos a encontrar una cura contra el cáncer. El recuerdo de la trágica nivola Abel Sánchez de Unamuno me pasó por la cabeza. No paraba de preguntarme qué era más fácil conseguir: el niño primero o el segundo. La respuesta que me di fue que el primero. El mal es más fácil que el bien, requiere menos voluntad y frustración inicial y frustra al final mucho más; lo segundo frustra más al principio porque es más difícil, pero al cabo frustra menos, y finalmente granjea cohesión social y paz. Los que combaten la religión han de tener en cuenta que todas las religiones son buenas mientras crean cohesión social, y eso lo saben bien los budistas, que también consideran a las religiones supersticiones porque provocan mucho dolor también cuando dejan de servir al bien común por sus estúpidas divisiones de creencias. En realidad, sólo el Budismo se puede llamar ecuménico, porque no es una creencia; las otras religiones parecen cuentos de viejas comparadas con él.

sábado, 5 de enero de 2008

Queen Latifah

Uno de los pocos programas que me gustan se retransmite poco y mal y por cadena de pago: "Inside Actor's Studio''. Mi hija no lo soporta, pero eso es disculpable por la falta de referentes connatural a su edad. Es de agradecer, entre otras cosas, que el programa se emita subtitulado, con lo que se puede apreciar la voz original y uno puede aprender algo de inglés y corregir los errores de traducción. Es notable de por sí el entrevistador, James Lipton, un poeta judío ultracircunspecto y neoyorkino con amplia experiencia de letrista y no poca cultura, fan de Bernard Pivot, el leído jeque de Apostrophes, que se lleva muy preparados y documentados los programas; escoge a guionistas, actores y directores de cine con mucho meollo dentro, y siempre consigue hacerlos aparecer al natural asestanto atinadas preguntas y revisando toda su trayectoria, trufada de cortas, pero selectas secuencias de su trabajo. Víctimas de tan duro vapuleo muchos de sus entrevistados lloran o acaban al borde de la lágrima, pues Lipton les toca siempre donde más les duele, consiguiendo que no se cabreen con el vendaje de admiración y la golosina de aplausos que aplica después. Nunca oí programa de estos que no tuviese frase que notar. Las entrevistas de los estudiantes, con frecuencia cortadas, también son no poco estimulantes. Lipton es hijo de una bibliotecaria y profesora y del escritor beatnik Lawrence Lipton, y eso mismo ya le recomienda no poco.

El último personaje que he visto fue Queen Latifah, de turbulenta historia personal (fue violada a los cinco años, soportó la temprana muerte de su hermano), que nadie diría viendo sus trabajos en Se armó la gorda , con ese clon mejorado de Leslie Nielsen llamado Steve Martin, o Chicago. Inteligente, rápida e incisiva como el rayo en las respuestas, dice cosas como que siempre hay que buscar la compañía de la gente con inquietudes, y que en el noventa por ciento de las cosas que satisfacen íntimamente uno siempre tiene que poner su genio, no buscar que todo te venga de fuera.

martes, 18 de diciembre de 2007

Despenalizar el asesinato en serie

Habría que despenalizar el asesinato en serie; después de todo, el concejal de urbanismo (había escrito ubranismo, a veces las erratas son significativas) de Ciudad Real hace las mismas cosas y, encima, cobra. En Grecia, modelo de democracia, existía la institución del ostracismo, que expulsaba por diez años al griego que más daba la lata; lástima que aquí no tengamos algo semejante, pero más perfecto, que permitiera ejecutar en el garrote vil a quien más gastara en publicidad privada o política; la noticia de que el gobierno gasta veinte veces más en publicidad que en prevenir la violencia doméstica es significativa, pero, claro, esas noticias, que son oro, no pueden flotar en el océano de la mierda televisiva, que ni siquiera es una mierda consistente, es pura diarrea.

viernes, 16 de noviembre de 2007

Tabúes televisivos españoles

Tabús televisivos españoles: Falta de análisis críticos sobre monarquía, ejército e iglesia
Mar, 29/03/2005
Indymedia Barcelona Martes,23 de noviembre de 2004

La falta de análisis críticos sobre la Monarquía, el Ejército y la Iglesia debilitan nuestra democracia.

Vicenç Navarro, Catedrático de Políticas Públicas de la Universitat Pompeu Fabra

Un síntoma de la gran debilidad de la democracia en nuestro país es que, 25 años después de ser establecida, continúan habiendo tabús en los medios de información (y persuasión) televisivos, temas sobre los cuales estos medios pasan de puntillas, sin analizarlos críticamente. Entre ellos están la Monarquía, el Ejército y la Iglesia. Permítanme que haga una lista de hechos que en una sociedad democrática habrían sido sujetos a análisis críticos y que no lo han sido.

Referente a la Monarquía, existen los siguientes hechos:

Uno, cuatro consejeros económicos de la Casa Real bien conocidos y de los cuales el Monarca ha hecho gala de amistad, Javier de la Rosa, Manuel Prado y Colón de Carvajal, José María Ruiz-Mateos y Mario Conde (del cual el Monarca dijo que era su mejor asesor económico), han terminado en la cárcel sin que nadie haya investigado la relación entre estos asesores y el Rey.

Dos, el Monarca recibe constantemente regalos (incluyen desde yates y palacios a coches lujosos para su uso personal) de grupos empresariales y de personas que intentan influenciar las intervenciones públicas del Monarca sin que estén reguladas este tipo de transacciones, habiéndose el Rey opuesto a la propuesta del anterior Gobierno socialista de regularlas.

Y tres, el Monarca ha pedido, en el pasado, fondos a dictadores que gobernaban países árabes --como el Sha de Persia-- para apoyar a partidos conservadores en España --como la UCD de Adolfo Suárez-- e impedir la victoria de las izquierdas, y podríamos continuar con un largo etcétera.

Cada una de estas realidades han sido citadas y documentadas en distintas fuentes. Ninguna de ellas, sin embargo, ha sido comentada en los medios televisivos del país, de donde la mayoría de la ciudadanía obtiene su información fundamental sobre la vida política. Tal silencio sería impensable en otras democracias, más completas y más libres que la nuestra.

Lo mismo ocurre en cuanto al Ejército, que no ha denunciado a los generales que protagonizaron el golpe militar de 1936, tal como un Ejército de un Estado democrático hubiera hecho. En realidad, se presenta como heredero de aquel Ejército golpista, oponiéndose al homenaje a los militares del Ejército que apoyaron a la República y que fueron asesinados por los sublevados por su lealtad a un Gobierno democráticamente elegido. Es más, las Cortes españolas no establecieron una comisión para averiguar la trama (todavía desconocida) detrás del fallido golpe militar de 1981 en el que participaron elementos importantes del Ejército, que no está constitucionalmente bajo un mando civil sino que su jefe máximo es el Monarca, el cual no ha jurado la Constitución. Tal situación de falta de actitud crítica hacia estos hechos en los medios televisivos es otro indicador de nuestra democracia incompleta.

La otra institución que raramente es sometida a crítica en los medios de información televisivos es la Iglesia católica. Su participación en la brutal represión que tuvo lugar durante e inmediatamente después de la mal llamada guerra civil (que fue en realidad un golpe militar en contra de un Gobierno democráticamente constituido, llevado a cabo por intereses corporativos que representaban un sector minoritario de la población) y su papel central en la reproducción de la dictadura franquista, no han sido analizados en ninguno de los medios televisivos públicos o privados.

Las críticas que se realizan a tal institución, que aparecen sólo en medios de información progresistas, se limitan a cuestionarla por su comportamiento actual cuando intenta imponer sus valores religiosos y morales al resto de la ciudadanía. Pero muy raramente aparecen reportajes radiofónicos o televisivos o denuncias escritas documentando cómo tal institución impuso sus valores a través de una brutal y sangrienta represión, que tuvo especial intensidad contra los maestros que enseñaban los valores democráticos a la juventud española durante la República.
Excepto el excelente documental de los campos fascistas de exterminio en Extremadura por la televisión española, no ha habido ningún otro programa televisivo en España que analizara la enorme brutalidad del franquismo, tanto durante la mal llamada guerra civil, como durante la dictadura, brutalidad que contó con el apoyo activo del Ejército y de la Iglesia. Programas como Els nens perduts del franquisme o Les foses del silenci, galardonados por la televisión europea, no son todavía conocidos por los telespectadores españoles, excepto en Catalunya, en el País Vasco y en Andalucía (a la una de la madrugada).

Pero ni en Catalunya ni en el País Vasco se ha analizado televisivamente el papel de la Iglesia católica en la represión franquista. Hacerlo no sería, como erróneamente lo ha interpretado el vicepresidente de la Conferencia Episcopal, Fernando Sebastián, un revanchismo contra los vencedores de la guerra civil (revancha sería que se pidiera que se les hiciera a ellos lo que ellos hicieron a los vencidos), sino la recuperación de la historia real del país con el consiguiente reforzamiento de la democracia. Contribuiría a ello si la Iglesia pidiera perdón al pueblo español por su apoyo a la dictadura, lo cual dudo que haga, pues no detecto conciencia de error en sus proclamas.

¿Hasta cuándo continuará la existencia de estos tabús, mostrándose lo enormemente incompleta que es nuestra democracia?

Soy consciente de que hay una gran resistencia por parte de las fuerzas progresistas a recuperar la historia real de nuestro país, evitando el enfrentamiento con tales grupos de poder. Pero deberían ser conscientes de que tal resistencia implica la reproducción de una cultura conservadora que está dañando a la democracia española, obstaculizando que se recupere la memoria histórica y con ella se establezca una cultura progresista alternativa.
El mejor indicador de este coste es que, según una encuesta reciente de valores en la Unión Europea, España es uno de los países de la UE-15 donde la Monarquía, el Ejército y la Iglesia están mejor valoradas, mientras que los partidos políticos y los sindicatos están entre los peor considerados.

¿Hasta cuándo las fuerzas progresistas no descubrirán el coste de su silencio?

jueves, 26 de julio de 2007

Perjuicios televisivos

He aquí un artículo de Isabel Espiño en El Mundo que documenta una parte de los perjuicios ocasionados por un consumo excesivo de televisión

Dos horas diarias de tele, el máximo para los niños. Demasiado tiempo frente al televisor impide realizar actividades necesarias para el desarrollo. El Mundo, martes 07/02/2006

Por cada hora que su hijo de 10 años esté delante del televisor, pasará 20 minutos menos en su compañía. Según un estudio que publica la revista 'Pediatrics', este medio merma el tiempo que los pequeños dedican a estar con su familia, hacer los deberes o dibujar. Sus resultados respaldan la necesidad de que se limiten las horas que los críos pasan ante la tele.
Prácticamente todos los niños españoles ven la televisión todos los días. De hecho, según la Encuesta Nacional de Salud 2003, un 30% de los críos de entre 1 y 15 años pasa todos los días más de dos horas delante de la pantalla.

Numerosos estudios han apuntado a los riesgos de la tele (obesidad, conductas violentas...), así que los especialistas recomiendan limitar las horas que los niños pasan ante el televisor. Por ejemplo, la Asociación Americana de Pediatría recomienda que se prohíba la televisión en los niños menores de dos años y se limite a menos de dos horas diarias en los más mayores.
Los niños estadounidenses pasan más horas viendo la televisión que en ninguna otra actividad (salvo dormir), pero aunque esto sugiere que el hábito interfiere en otras actividades más apropiadas para el desarrollo infantil, como leer o pasar tiempo con la familia, lo cierto es que hasta el momento ningún estudio había analizado el asunto.

"Parece que al menos parte de la mala fama de la televisión está justificada", concluyen los autores, de la Universidad de Texas en Austin (EEUU). Estos especialistas han revisado más de 1.700 encuestas de niños menores de 12 años. Los chavales o sus progenitores (en el caso de los participantes más pequeños) informaban de todas las actividades que realizaban durante un día lectivo y uno del fin de semana escogidos al azar.

Los autores cotejaron las horas que los chavales pasaban ante la 'caja tonta' con las dedicadas a cinco actividades que se considera que son beneficiosas para el desarrollo infantil (compañía de los padres y hermanos, lectura, tareas escolares, actividades creativas como el dibujo o los juegos de mesa y, finalmente, actividades al aire libre como jugar al fútbol o nadar).

Los resultados

Las horas ante el televisor reducían el tiempo que los chavales pasaban con su familia, en actividades creativas (sobre todo, entre los pequeños) y haciendo los deberes, en el caso de los participantes con más de seis años.

Por ejemplo, por cada hora que un niño con menos de dos años pasaba ante el televisor entre semana, estaba 52 minutos menos con sus padres o 45 minutos si se trataba de un crío de tres o cinco años. Entre los participantes más mayores, estos intervalos eran algo menores (25 minutos en los niños de seis a ocho años y 37 en los más mayores), pero los autores subrayan que la pérdida es igualmente importante dado que estos chavales son los que pasan menos tiempo con sus padres.

Las familias harían bien en prohibir o, al menos, limitar severamente la televisión durante los días de colegio

Precisamente, entre estos niños más mayores la tele desplaza notablemente la dedicación a las tareas escolares (ejercicios, estudiar, etc.): por cada hora ante el televisor los de seis a ocho años destinaban tres minutos menos a sus deberes. Los más mayores, siete minutos.

"Dado que los niños no pasan mucho tiempo haciendo los deberes [una media de 21 y 39 minutos diarios, respectivamente], estas relaciones fueron claramente grandes (...). Estos resultados sugieren que las familias harían bien en prohibir (o al menos limitar severamente) la visión de la televisión entre los niños en edad escolar durante las noches de los días lectivos", advierten los investigadores.

Entre los más pequeños, las diferencias eran más acusadas en el tiempo que dedicaban a juegos creativos, como manualidades, cartas, disfrazarse... Con cada hora televisiva, dedicaban un 9% menos de su tiempo entre semana a ese tipo de entretenimientos y un 11% los fines de semana. Los investigadores lo atribuyen a la "facilidad" de la televisión y recuerdan que "por ejemplo, para jugar a un juego de mesa, uno primero tiene que decidir cuál, encontrarlo y organizarlo. Además, al final de la actividad hay que limpiar o recoger. Esto no sucede al ver la televisión, que simplemente requiere que uno la encienda y la apague al final".

Mitos

"Así que claramente, algunas de las preocupaciones sobre el impacto de la televisión en los niños están justificadas. Por otra parte, algunas de las asunciones acerca de este medio han recibido poco apoyo empírico", concluyen estos especialistas, especialistas en desarrollo humano y ciencias familiares y en investigación en televisión y niños.

Ni el tiempo dedicado a la lectura (o a que les leyese alguien, en el caso de los más pequeños) ni a las actividades al aire libre se veían mermados por las horas ante el televisor. Los investigadores recuerdan que "desafortunadamente, parece que los niños pasaban poco tiempo leyendo antes de la llegada de la televisión, y pasan poco tiempo ahora". El tiempo dedicado a los libros entre los menores de dos años era de unos 15 minutos y, entre los más mayores, de 10.

En cuanto a las horas al aire libre, lo cierto es que su hallazgo no sustenta la hipótesis de que la tele tiene parte de culpa de la epidemia de obesidad infantil porque impide la actividad física. Sin embargo, los autores creen que "ver la televisión puede estar contribuyendo al sobrepeso infantil de otros modos importantes. Dos posibilidades incluyen un mayor consumo calórico al comer ante la televisión o la influencia de la publicidad", Más del 60% de los anuncios televisivos dirigidos a los niños están relacionados con la comida.