martes, 25 de marzo de 2008
Los muchos y los pocos
Algunas veces suelo decir que sólo hay dos posturas: los muchos y los pocos. Y que no siempre los muchos son tantos como suelen decir ni los pocos tan escasos como suelen aparecer; todo se presenta oculto, a medias, entero, mezclado y en desorden, como quería Fernando de Rojas. Ayer tuve un ejemplo clarísimo en la tv de pago: uno de los canales exhibía un documental sobre Cómo se fabrica un niño bomba, es decir, un niño suicida palestino dispuesto a detonar un cinturón de explosivos. Otro canal, por el contrario, mostraba un documental en el que se veía a un niño superdotado indio con amplísimos conocimientos de medicina cuya mayor ilusión era encontrar un remedio contra el dolor y la enfermedad, y que había restringido sus esfuerzos a encontrar una cura contra el cáncer. El recuerdo de la trágica nivola Abel Sánchez de Unamuno me pasó por la cabeza. No paraba de preguntarme qué era más fácil conseguir: el niño primero o el segundo. La respuesta que me di fue que el primero. El mal es más fácil que el bien, requiere menos voluntad y frustración inicial y frustra al final mucho más; lo segundo frustra más al principio porque es más difícil, pero al cabo frustra menos, y finalmente granjea cohesión social y paz. Los que combaten la religión han de tener en cuenta que todas las religiones son buenas mientras crean cohesión social, y eso lo saben bien los budistas, que también consideran a las religiones supersticiones porque provocan mucho dolor también cuando dejan de servir al bien común por sus estúpidas divisiones de creencias. En realidad, sólo el Budismo se puede llamar ecuménico, porque no es una creencia; las otras religiones parecen cuentos de viejas comparadas con él.
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