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jueves, 27 de agosto de 2009

El investigador, la arena y mi hija Paloma

Cada cierto tiempo a mi hija Paloma le entra la histeria por lo desordenado que está mi despacho, arrambla a barullo con los libros de mis mesas y los encierra donde más le peta. Pero algunos de esos libros son de la biblioteca pública, hay que devolverlos a tiempo, y luego no hay manera de hallar su remota manida, así que hay que volver a desordenarlo todo para encontrarlos y poder evitarme otra condena firme de la autoridad bibliotecaria. Mi expediente criminal al respecto es tan largo como la nariz de un político español: he perdido ya la cuenta de mis condenas, pues soy delincuente que no redime con el castigo y tengo que pasarme siempre meses y más meses resignado sin poder usar el carnet. Por no hablar de mis propias necesidades de investigador: ni mi hija ni mi mujer entienden que algunos de los libros los necesito para poder orientar mis pesquisas, que su posición en mi mesa es la de un astrolabio o una carta de marear para quien anda sobre las aguas sin brújula firme y que la falta de un libro al alcance de la mano es a veces más paralizante para mis proyectos que la mirada de la Medusa. El investigador es un ente dubitativo y nebuloso que se orienta a tientas y a tintas por un Egeo nocturno de ignorancia, apenas guiado por los faros difusos de intuiciones, sueños y sospechas, aunque otras veces sólo es un cansino buscador de oro que pasa el tiempo jingado sobre la criba en busca de la codiciada y luminosa pepita.

lunes, 30 de marzo de 2009

Crítica

Decía la madre Teresa de Calcuta que la crítica es "orgullo disimulado". Que "un alma sincera para consigo misma nunca se rebajará a la crítica. La crítica es el cáncer del corazón". O sea, orgullo mal digerido, que se vomita por la boca. Y por ser ella quien es, lo único que cabe es asentir con humildad y estudiar la frase y todo lo que representa y presupone, para extraerle el meollo y el jugo de las últimas consecuencias.

Una de ellas es que el orgullo disimulado es bastante mejor que el orgullo a secas, puesto que los que exterminan a sus competidores o críticos (recordemos la frase del general Narváez antes de morir, cuando el cura le pidió que perdonara a sus enemigos: "No puedo, padre, los he matado a todos") nunca podrán saber si son mejores que ellos: el crítico perdonavidas también es orgulloso, pero su orgullo es más inteligente y clemente, y mucho menos bruto que el de los exterminadores de críticos.

Pero lo peor es sin duda el autocrítico constante, porque su autopaliza lo paraliza. Muchas personas son incapaces de hacer nada en la vida precisamente por el diabólico perfeccionismo que los ata de pies y manos; terminan siendo una miniatura de sí mismos y mordiéndose en puro reconcomio. He visto a gente muy inteligente y dotada fracasar por este motivo. Lo veo incluso ahora, a veces, en otros. Aunque esas personas me dan grima, me la dan más los que los han hecho así, que en muchos sentidos eran como ellos: muerden a los demás y no son capaces de sacar nada de ellos mismos que pueda justificar su crítica o darle el valor añadido del ejemplo. Es lo que llamaba Unamuno la envidia cainita del español, el pecado que muerde y no come, y por tanto no puede saciarse, en la que es una de sus mejores novelas, Abel Sánchez, que me impresionó profundamente cuando la leí, sobre todo por la tragedia de su protagonista, el pobre médico al que arrebatan incluso el título de la obra.

La crítica legítima es la que no esconde ningún fondo de hipocresía. Lo escribió Abraham Lincoln: "Tiene derecho a criticar quien tiene un corazón dispuesto a ayudar”. Las críticas de las personas de buen corazón, de las personas que dan ejemplo, hacen mucho efecto, deben ser escuchadas y seguidas. Como la que se encuentra en la cima de este escrito.

En el ámbito de la crítica literaria es algo muy curioso lo que decía La Bruyère: que la gloria o el mérito de algunos hombres es escribir bien y la de otros no escribir nada. No menos cierto es que hay escritores con una gran imaginación: imaginan que sus libros se venderán y que causarán impresión en otro lugar que no sea la imprenta, o que aumentarán el número de lectores más que el de libros. Aunque un escritor sea original, la originalidad, que es cuestión de negación, como escribió Poe, uno de los escritores más originales que ha habido, consiste no en imitar, sino en que nadie te pueda imitar. El crítico es un eunuco que ha tenido que criticar porque no ha sabido ni podido procrear. Como dice Sábato, un buen escritor expresa grandes cosas con pequeñas palabras; a la inversa del mal escritor, que dice cosas insignificantes con palabras grandiosas. Pero ya Cervantes decía algo parecido, y fue, de hecho, uno de esos escritores que expresaba grandes cosas con palabras insignificantes. De esos hay pocos hoy en España. Ahora mismo yo sólo me acuerdo de tres: de Millás , de Tomeo y de Vila Matas

viernes, 30 de enero de 2009

¿Españoles o austrohúngaros?

Los españoles siempre hemos tenido algo de austrohúngaro, qué se le va a hacer: hemos venido a poner un orden imposible en las heterogeneidades más diversas que hallarse puedan. Por eso Claudio Magris, nacido en la frontera de Italia e inventor de algo que ya está inventado, la invertebrada Mitteleuropa, con su páncreas checoslovaco y todo, tiene algo de carácter español, del carácter de quien no puede ser otra cosa. Oíd lo que dijo cuando le invistieron doctor honoris causa en la Complutense de Madrid:

Ha habido muchos grandes escritores que no entendían el mundo en el que vivían, y sus posturas políticas eran disparatadas. Ahí están Céline o Hamsun. En mi caso, cuando escribo quiero ser un copista de la realidad, un amanuense que simplemente da cuenta de lo que ve. Y lo que he visto es la tremenda diversidad del mundo y la riqueza de contrastes que existe en las fronteras. Escribo contra el olvido y contra el tiempo, para salvar algunas cosas: construyo una pequeña Arca de Noé, aunque con materiales mucho más frágiles. Escribo para protestar. Escribo para intentar poner un poco de orden en ese mundo que me llega de manera caótica y desordenada, pero también escribo para destruir el falso orden con que a veces se presenta la realidad. Me ocupo del destino de los otros para entender el mío, exploro un laberinto. No sé lo que encontraré al final.

sábado, 4 de octubre de 2008

No es para tanto

Releo algunas de las cosas que escribo y me entra la preocupación de si no voy a deprimir a alguien; no, por Dios; lo que pasa es que soy un poco morboso y me gusta caminar por los bordes de las cosas, aunque no en pelotas, como Jim Morrison; es que desde ese lugar pueden atisbarse las simetrías; es cierto que este itinerario es afilado y rugoso, pero también es excitante. Lo negativo sirve de contrapeso para valorar lo positivo. Quizá porque toda la sociedad está montada sobre valores positivos, hay gente que, como yo, curiosea algo enfermizamente por esas zonas oscuras de la conciencia que tanto preocupaban a Luis Vives; también los rincones sombríos de la historia, en especial los de la historia que tengo más cerca, son una extensión de ese interés. Mi método consiste en volverme del revés y hacer preguntas incómodas, leer por pasiva toda información plana y cuestionar lo incuestionable hasta perder todo referente sensato; el peligro, por supuesto, es llegar a formular puras insensateces, pero para eso está el sentido del humor, que es el menos común de los sentidos. Poe escribió que la originalidad no era cuestión de creación, sino de negación, y a él ese método le funcionó de maravilla. Nosotros no tenemos su genio y tenemos que contentarnos con sucedáneos. A mí me ayuda mucho la Fenomenología: entrecomillarlo todo, descomponerlo en relaciones de sujeto, objeto y lenguaje, o lo que es lo mismo, yo, lenguaje y mundo; me ayuda a tomar distancia de todo. Pero esa distancia toma apariencia de tristeza, es verdad.

miércoles, 23 de enero de 2008

Investigación

Soy un hombre complicado, aunque quizá sólo para mí mismo; supongo que cualquiera que se toma demasiado en serio se vuelve complicado. Pienso a veces que me voy a disolver en una nube de prosa. Entre las múltiples intenciones de este blog hay una que se relaciona con la investigación, no de uno mismo, sino de ese otro uno mismo que es lo otro. Siempre he sido un ignorante prodigiosamente bien informado. En este lugar iré acumulando datos inéditos que haya espigado en la cenagosa y pringante historia cultural de La Mancha. Será así cantera para cualquier investigador o periodista que desee aventar estos temas. Siempre he sido un generoso rezongante; lo hago para librarme de la angustia que me produce continuamente el que me surjan pistas e ideas que no puedo seguir ni desarrollar, porque la vida es corta y mi cansancio mucho. De mi fertilidad y olfato investigador, creo que demostrado y del que ya se han beneficiado ocho o nueve, podrán así aprovecharse todos los que quieran hacer algo por desenterrar las almas malditas de estos lugares y fertilizar así otras mentes enfermas de curiosidad salomónica. Es más, aunque quizá sea menos, aprovecharé, cuando acogote un ítem, para dar algunas indicaciones sobre eurística y creática que sirvan a la gente para encontrar oro entre frondales y escabronadas montañas.