sábado, 4 de octubre de 2008

No es para tanto

Releo algunas de las cosas que escribo y me entra la preocupación de si no voy a deprimir a alguien; no, por Dios; lo que pasa es que soy un poco morboso y me gusta caminar por los bordes de las cosas, aunque no en pelotas, como Jim Morrison; es que desde ese lugar pueden atisbarse las simetrías; es cierto que este itinerario es afilado y rugoso, pero también es excitante. Lo negativo sirve de contrapeso para valorar lo positivo. Quizá porque toda la sociedad está montada sobre valores positivos, hay gente que, como yo, curiosea algo enfermizamente por esas zonas oscuras de la conciencia que tanto preocupaban a Luis Vives; también los rincones sombríos de la historia, en especial los de la historia que tengo más cerca, son una extensión de ese interés. Mi método consiste en volverme del revés y hacer preguntas incómodas, leer por pasiva toda información plana y cuestionar lo incuestionable hasta perder todo referente sensato; el peligro, por supuesto, es llegar a formular puras insensateces, pero para eso está el sentido del humor, que es el menos común de los sentidos. Poe escribió que la originalidad no era cuestión de creación, sino de negación, y a él ese método le funcionó de maravilla. Nosotros no tenemos su genio y tenemos que contentarnos con sucedáneos. A mí me ayuda mucho la Fenomenología: entrecomillarlo todo, descomponerlo en relaciones de sujeto, objeto y lenguaje, o lo que es lo mismo, yo, lenguaje y mundo; me ayuda a tomar distancia de todo. Pero esa distancia toma apariencia de tristeza, es verdad.

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