lunes, 12 de diciembre de 2016

Los comienzos del periodismo de investigación en Gran Bretaña. El curioso caso de W. T. Stead y el hundimiento del Titánic

Uno de los primeros periodistas de investigación fue Félix Mejía; curioseando he investigado por los orígenes de los muckrakers y amplié un artículo de Wikipedia hasta convertirlo en esta amenísima curiosidad, llena también de interés por la mediumnidad y las leyendas en torno al hundimiento del Titanic:

William Stead Thomas (Embleton, Northumberland, 5 de julio 1849 - en el Titánic, 15 de abril 1912) fue un destacado periodista, editor y espiritista británico, pionero del periodismo de investigación, y una de las figuras más controvertidas dentro del periodismo británico de la era victoriana.

Stead fue educado siguiendo estrictamente las Sagradas Escrituras como hijo de religiosos congregacionalistas. Además, a muy temprana edad, Stead ya era capaz de leer textos en lengua latina tan bien como leía textos en su lengua materna, la inglesa. Su nuevo y comprometido estilo periodístico, que Matthew Arnold desaprobó llamándolo "Nuevo Periodismo", fijó el camino del sensacionalismo para la prensa actual y demostró cómo la prensa era, en efecto, un cuarto poder (en palabras de W. T. Stead, un Government by Journalism, "Gobierno por el periodismo") que podía usarse para incidir en la opinión y generar cambios en las políticas gubernamentales. Su trabajo periodístico cubrió los costados menos gratos para la mirada del ciudadano de la ciudad imperial: maltrato infantil, prostitución, trata de blancas y abuso; sus escritos reclamaban, fundamentalmente, un cambio en el sistema de criminalización del vicio.

Comenzó a trabajar a la temprana edad de catorce años como ayudante contable en un negociado de Newcastle upon Tyne; en sus ratos libres leía a Shakespeare y una vida de Thomas Cromwell de Thomas Carlyle, del que siempre fue un gran admirador; un artículo sobre este último fue su primera publicación en Boy's Own Magazine. Gracias a esto ganó una guinea que gastó en comprarse libros, incluida una colección de poemas de James Russell Lowell que lo acompañó durante toda su vida. En 1865 logró publicar en un periódico local un artículo sobre el asesinato de Abraham Lincoln y en 1868 otro en el Sheffield Independent sobre la separación de la Iglesia de Irlanda. Entonces adoptó el pseudónimo que más usaría: "W. T. Silcoates". También empezó a publicar por vez primera una revista de la que fue editor durante diez años: el Magazinctum, cuya distribución se limitaba a la propia familia de Stead. A lo largo de este período sufrió enfermedades oculares y llegó a pensar que iba a quedarse ciego.

El 10 de junio de 1873, Stead se casó con una amiga de la infancia, Lucy Emma Wilson (1849-1932). Juntos tuvieron cuatro hijos y dos hijas. Como se hizo popular por los numerosos artículos que enviaba regularmente a la prensa regional, lo nombraron redactor jefe del periódico liberal Northern Echo de Darlington en abril de 1871, con lo que se transformó en el editor más joven de la historia de la prensa británica. Tras la victoria electoral de Gladstone en 1880, Stead ingresó en la Pall Mall Gazette, que se había convertido más o menos en el órgano oficial del partido liberal, y cuando agosto de 1883 se transformó en su redactor jefe cambió radicalmente su forma y contenido. Sus grandes campañas de opinión dieron lugar a importantes reformas políticas y sociales. Hizo campañas contra la pobreza de algunos barrios de Londres, otra a favor de la intervención del famoso Charles Gordon en la guerra contra los derviches del Sudán, otra para que se aumentara el presupuesto de la Real Armada o Royal Navy y otra en favor de la paz entre Rusia y Gran Bretaña, pero la más famosa, que le granjeó incluso una estancia en la cárcel, fue en 1885 contra la prostitución infantil (una serie de cuatro artículos bajo el título "The Maiden Tribute of Modern Babylon" -"El tributo de las doncellas de la moderna Babilonia"-). Para demostrar la verdad de sus revelaciones, "compró" a Eliza Armstrong, una niña de 13 años, hija de un deshollinador, hecho que relata en el artículo "A Child of thirteen bought for £5".

El origen de esta memorable serie de artículos fue este: un luchador contra el vicio fue a verle cuando era redactor jefe de la Pall Mall Gazette en mayo de 1885 para pedirle ayuda en desatascar un proyecto de ley que se proponía combatir la prostitución infantil que ya había sido rechazado tres veces en la Cámara de los comunes; sus historias conmovieron a Stead, quien decidió emprender una investigación entrevistando desde alcahuetes y proxenetas a trabajadores sociales y capellanes de cárceles; se las arregló incluso para que una de sus reporteras y una chica del Ejército de Salvación se hicieran pasar por prostitutas para colarse en los burdeles, con la esperanza de que pudieran escapar antes de prestar el servicio, y el 6 de julio de 1885 se publicó la primera entrega de "El tributo de las doncellas en la Babilonia moderna". Causó sensación: nunca el Londres victoriano había visto contenidos sexuales tan explícitos en un texto impreso. Titulares como "La violación de las vírgenes", "Confesiones del dueño de un burdel" o "Chicas compradas y corrompidas" interesaron y escandalizaron a la gente. Cuando el mayor distribuidor de prensa de la ciudad (W. H. Smith & Sons) se negó a repartir el periódico, un grupo de voluntarios del Ejército de salvación se ofreció a hacerlo. Incluso George Bernard Shaw (autor de la escandalosa y relacionada con el tema La profesión de la señora Warren) llamó por teléfono para ofrecer su colaboración. Durante los cuatro días siguientes las oficinas del periódicos fueron asaltadas por las masas, deseosas de conseguir un ejemplar, que incluso de segunda mano llegó a alcanzar un precio doce veces superior al nominal. Se organizaron pronto concentraciones públicas y manifestaciones para conseguir que la ley se aprobase, y el Ejército de salvación reunió casi cuatrocientas mil firmas en un gigantesco rollo de papel de milla y media de longitud.

Pero como Stead había quebrantado la ley, aunque con buenas intenciones, y había cometido varias irregularidades más, dos periódicos de la competencia (la Saint Jame's Gazette y el Lloyd's Weekly Newspaper) terminaron por meterlo entre rejas; Stead, sin embargo, consiguió que se elevara la edad de consentimiento sexual desde los trece a los dieciséis años. Todo esto, sin embargo, le pasó factura: la cantidad de reputaciones que había destrozado con sus campañas le granjeó tantos y tan poderosos enemigos entre los poderes fácticos que tuvo que abandonar su cargo de redactor jefe en enero de 1890. Pero de hecho, en ese mismo año, The New York Sun llegó a decir que "entre los años 1884 y 1888 estuvo más cerca de gobernar Inglaterra que cualquier otro ciudadano del reino".

Stead se definía como "imperialista más los diez mandamientos y el sentido común", pero su premisa fundamental era que "el progreso del mundo" dependía de la conducta del imperio británico: su misión era ética y trascendía la política de los partidos. La represión de manifestantes irlandeses por la policía británica en el llamado Domingo Sangriento (1887) dio lugar a su creación, con ayuda de la activista irlandesa Annie Besant, del periódico The Link. Hacia los años noventa empezó a interesarse por el espiritismo (editó la revista espírita The Bordeland) y la escritura automática y apoyó la difusión del esperanto como lengua internacional en su revista de entonces, la Review of Reviews. En 1899, Stead participó en la primera Conferencia en La Haya como parte de su lucha por la paz mundial. Se convirtió en un defensor del desarme y del arbitraje en caso de disputas internacionales y continuó dando conferencias en contra de los conflictos y masacres como el genocidio armenio entre 1894 y 1895 y la Guerra de los Boers (1899-1902), lo que le hizo perder la amistad de halcones como sir Cecil Rhodes y de Alfred Milner y condujo a su periódico Review of Reviews a un menor número de ventas. Jugó un papel clave en la preparación y realización de la Segunda Conferencia de La Haya en 1907, donde nuevamente se hizo hincapié en la necesidad de un arbitraje internacional para evitar conflictos. Así, denunció en ese momento la actitud "antialemana" del Ministerio de Asuntos Exteriores y protestó contra las atrocidades cometidas por los italianos durante la Guerra italo-otomana (1911-1912). En 1904 lanzó The Daily Paper, pero perdió con este diario una auténtica fortuna (35.000 libras de las de entonces), lo que lo llevó a una crisis nerviosa. 

Un año antes de la Guerra de España contra los Estados Unidos, en 1897, viajó a Nueva York para reunirse con el gran magnate de la prensa William Randolph Hearst, para enseñarle su modelo de negocio, que este magnate entendió sin escrúpulos, y en 1905 viajó a Rusia en una gira para tratar de desalentar la violencia, aunque no tuvo éxito alguno. Su fallecimiento en el hundimiento del famoso transatlántico RMS Titanic la madrugada del día 15 de abril de 1912, pues había sido contratado para dar una conferencia en Nueva York, tuvo una gran repercusión porque, a causa de su militancia espiritista, se crearon muchas leyendas en torno a su muerte, algunas con fundamento en la verdad, como la predicción del hecho veinte años antes, en su novela Del viejo mundo al nuevo (1892). El testimonio de una de las supervivientes, la señora de William Shelley, lo contemplaba ayudando en la evacuación cuanto pudo para terminar rezando en la cubierta casi en estado de trance. Es cierto que Stead se creía (o era en verdad) un medium, e incluso llegó a compilar las cartas que un espíritu, Julia, le dictaba mediante escritura automática desde 1892 en su libro After Death: Letters From Julia (1910).

Stead fue un reconocido defensor de la paz mundial (llegó a ser propuesto para el premio Nobel de la paz en 1903) y los derechos de la mujer y escribió varios libros, muchos de ellos traducidos al español, al francés, al alemán e incluso al japonés. El más personal es sin duda su autobiografía, The life of Mr. W. T. Stead (London, 1886). Destaca una obra bibliográfica, Index to the periodical literature of the World... (1891-1902). Otros célebres fueron The Americanization of the world, or, The trend of the twentieth century (1902), Real Ghost Stories, The United States of Europe, The Pope and the New Era, Coming Men on Coming Questions, The Splendid Paupers: a tale of the coming plutocracy...

domingo, 11 de diciembre de 2016

Hallado un nuevo e importante documento cervantino

Andrés Amorós, "Aparece en Valencia la firma más antigua de Cervantes", en Abc de Madrid, 11-XII-2016:

Hallan un documento del escritor, la historia judicial de un supuesto crimen con tintes novelescos, sucedida tras su cautiverio

Al concluir el año dedicado a Cervantes, en el cuarto centenario de su muerte, ABC ofrece la primicia de un hallazgo cervantino: el descubrimiento de un documento, con la firma autógrafa del escritor. Solo 11 firmas han llegado hasta nosotros. Pero esta tiene, además, dos novedades: parece ser la firma más antigua que conocemos y no se refiere a sus trabajos por los pueblos andaluces sino a una historia judicial novelesca, con ribetes casi boccaccianos, que tuvo lugar en Valencia, cuando fue redimido.

El hallazgo

Lo ha encontrado, en el Archivo del Reino de Valencia, el archivero Jesús Villalmanzo –que ha publicado ya importantes documentos sobre Joanot Martorell, el autor del «Tirant lo Blanch», y Ausias March–, en el curso de sus investigaciones sobre fray Juan Gil, el trinitario que redimió a Cervantes . Éste es el avance de un estudio científico amplio, que está preparando.

Se trata de una declaración judicial realizada por Cervantes ante el Justicia Criminal de Valencia, el magistrado que entendía, en primera instancia, de los crímenes cometidos en la ciudad. (El folio siguiente recoge el testimonio de su amigo don Diego de Benavides, noble, natural de Baeza, que contaba 28 años).

El documento está muy bien conservado: quizá nadie lo ha consultado desde que finalizó el pleito, en 1581. Está escrito en lengua valenciana: así se hacía entonces, en los tribunales de la ciudad; también incluye algunas fórmulas jurídicas en latín. Lógicamente, las preguntas a Cervantes y sus respuestas se hicieron en castellano; luego, el escribano lo tradujo todo al valenciano. Poco después, Cervantes leyó y firmó su declaración.

Conviene recordar que el escritor tuvo trato, en Argel, con soldados y comerciantes valencianos, que hablarían en su lengua materna. Y, en el «donoso escrutinio» de la biblioteca de Don Quijote (I, 6), elogia enormemente el realismo del «Tirant lo Blanch», escrito en esa lengua:

«¡Válame Dios! –dijo el cura, dando una gran voz–. ¡Que aquí esté Tirante el Blanco! (...) He hallado en él un tesoro de contento y una mina de pasatiempos (...) Dígoos verdad, señor compadre, que, por su estilo, es éste el mejor libro del mundo: aquí comen los caballeros y duermen y mueren en sus camas y hacen testamento antes de su muerte, con estas cosas de que todos los demás libros de este género carecen».

Una historia novelesca

En mayo de 1580, desapareció de Valencia un joven pescador, Jeroni Planelles, de 22 años. Se sabía que mantenía relaciones con la amiga de un viejo mercader mallorquín. Al desaparecer, creyeron algunos que lo habían asesinado y descuartizado, por venganza, los amigos del mercader. Algunos testigos confirmaron esta hipótesis. Se abrió un proceso y fueron encarcelados cuatro supuestos asesinos. A la vez, circulaban rumores de que el joven no había sido asesinado sino que había huído y estaba en paradero desconocido.

La ciudad se dividió en dos bandos: los mercaderes mallorquines, que creían en la inocencia de los acusados y los ayudaban, frente a muchos vecinos de Valencia, que los creían culpables. Fue el padre del joven, apoyado por otros pescadores, el que puso la denuncia que condujo a la detención de los presuntos culpables. Llegaron también rumores de que Planelles, en realidad, estaba cautivo en Argel: eso provocó que se pidiera testimonio a Cervantes.

El papel de Cervantes

Como es sabido, después de la batalla de Lepanto y varias empresas militares más, Cervantes salió para España en 1575. Cerca de Marsella, la goleta «Sol», en la que navegaba, fue atacada por tres naves y tuvo que rendirse: le llevaron cautivo a Argel, donde estuvo en prisión cinco largos años. El trinitario fray Juan Gil logró liberarlo, mediante el pago de 500 escudos, en septiembre de 1580.

Se cree que el grupo de redimidos en que iba Cervantes salió de Argel el 24 de octubre, desembarcó en Denia y llegó a Valencia hacia el 1 de noviembre. Se alojó en el convento trinitario del Remedio, junto al puente del Mar, mientras se arreglaban los papeles de los rescatados. Permaneció en la ciudad un mes largo: pudo asistir a fiestas, procesiones, misas solemnes, espectáculos…

Los comerciantes mallorquines buscaron al que acababa de ser liberado y, viendo que los datos que daba podían ser favorables a su causa, pidieron que testificara.. El 8 de noviembre de 1580, compareció Cervantes, al que se presenta, en el documento –sin duda, para dar más credibilidad a su testimonio– como «magnífico caballero, vecino y natural de Alcalá de Henares, residente ahora en Valencia, que dice ser de 32 años».

Le hicieron dos preguntas: si había visto, en Argel, en los meses de septiembre y octubre, a Jeroni Planelles y si había conocido una declaración de más de veinte personas (muchos de ellos, pescadores valencianos), testificando que estaba vivo, en Argel.

Declaró Cervantes que no lo conocía personalmente pero que, estando en Argel, «tierra de enemigos de la Santa Fe Católica y de Su Majestad», un mercader valenciano llamado Exarch (citado por los biógrafos de Cervantes) le contó «un caso muy extraño»: el del marinero desaparecido. Además, un día, en casa de fray Juan Gil, preguntó qué hacía un grupo de personas, que estaban escribiendo, en una mesa. Le dijeron que redactaban un testimonio de que Planelles estaba vivo y lo iban a entregar a Benedetto Pito, mercader genovés, residente en Valencia, que iba a salir en seguida, con su barco, hacia esa ciudad, para que lo hiciera llegar a los jueces. (En realidad, Pito no cumplió el encargo).

Añadió Cervantes que vio, junto a una escalera de caracol, a un joven, con «los morros algo grandes», y le dijeron que era Planelles. (Lo mismo confirmó luego, en su declaración, su amigo don Diego de Benavides).

¿Sirvió para mucho la declaración de Cervantes? No tanto como esperaban los mallorquines que le habían propuesto como testigo. Pero su testimonio, junto con otros, provocó que se trasladara la causa al Tribunal de la Audiencia Real, que disponía de más medios. La ciudad seguía dividida y eso dio lugar, curiosamente, a que se hicieran muchas apuestas sobre si el joven estaba vivo o no.

Los «asesinos», liberados

Concluyó el pleito en abril de 1581, cuando compareció en persona, en Valencia, el joven pescador: fueron liberados los presuntos asesinos y se condenó a un falso testigo al escarnio público y exilio de Valencia. Los mallorquines cobraron sus apuestas y, con ese dinero, se rescató a cuatro cautivos.

A causa de este episodio, Cervantes fue recordado, en Valencia, durante algún tiempo. Un año más tarde, en un pleito, unos testigos aludieron a la declaración de «un tal Servantes, castellano». Probablemente, él también recordaba aquellos gratos días que había pasado en la ciudad al escribir, en su última novela, «Los trabajos de Persiles y Sigismunda» (publicada póstuma, en 1617: se va a cumplir ahora el cuarto centenario) este elogio:

«Cerca de Valencia llegaron (…) No faltó quien les dijo la grandeza de su sitio, la excelencia de sus moradores, la amenidad de sus contornos y, finalmente, todo aquello que la hace hermosa y rica sobre todas las ciudades, no sólo de España sino de toda Europa; y, principalmente, les alabaron la hermosura de las mujeres y su extremada limpieza y graciosa lengua…»

Así concluyó esta historia, digna de una «novela ejemplar». Más de cuatro siglos han pasado hasta el descubrimiento de esta firma de de Cervantes.

El joven pescador no fue descuartizado

Los folios donde ha aparecido la firma de Cervantes como testigo son parte de un litigio a cuenta de un posible asesinato.

Jeroni Planelles, de 22 años, era un joven pescador que mantenía relaciones con la amiga de un comerciante mallorquín.

Desapareció en extrañas circunstancias y los amigos del comerciante fueron acusados de asesinarle y descuartizarle.

Cervantes testifica en el caso para decir que, aunque no lo ha conocido personalmente, ha oído durante su cautiverio a quien decía conocerlo. Y que llegó a ver a un hombre que le dijeron que podría ser Planelles.

En 1581 apareció por fin Planelles ante el tribunal y los presuntos asesinos fueron liberados. Se condenó a escarnio público a un falso testigo sobre cuyas palabras se había fundamentado el caso.

Elvira Lindo entrevista a Amodóvar

Elvira Lindo, “España era mucho más tolerante”, en El País, 11 DIC 2016:

El director manchego recuerda sus primeros años en Madrid, su infancia y la muerte de su padre

A unos metros del Hotel Baccarat de Manhattan ruge el amenazador dispositivo de seguridad que protege al nuevo presidente en la Casa Trump, pero Pedro Almodóvar tiene razones para estar satisfecho. El MoMa ha dedicado una retrospectiva a su obra; The New Yorker lo celebra convirtiéndole en personaje central de la revista y un nutrido grupo de admiradores, de Kate Blanchett a John Turturro, acudieron a la cena que el museo organizó para celebrar a un cineasta al que impulsó y mimó casi desde el principio.

-El Moma me acogió desde “Qué he hecho yo para merecer esto”, me introdujo en esta ciudad tan parecida a la yo veía en los tebeos de Superman.

-Hay mucha gente que cuando ve mis primeras películas, me dice, ahora no podrías hacerlas. Yo me atrevería, pero la reacción contra ellas sería brutal.

-España era infinitamente más tolerante en los 80, ni siquiera era una postura política sino el modo mismo de vivir. Estábamos estrenando la libertad. La España franquista, que podía haber reaccionado en contra, estaba metida en su casa, medio atemorizada.

-Mi catetismo desapareció con la felicidad de sentir que había llegado al lugar al que pertenecía, Madrid. Uno descubría que la ciudad estaba hecha por todos los forasteros que veníamos a conquistarla.

-Iba por la M30, veía las colmenas ilimitadas del barrio de la Concepción, y percibía que visualmente tenían una fuerza descomunal. Reconocía como míos esos barrios llenos de pueblerinos. Del neorrealismo italiano había aprendido cómo lo suburbial se convertía en arte. Había otra cuestión latente, la conciencia social: yo pertenecía a esas familias.

-Mis pintas eran un escándalo cuando volvía al pueblo. Era terrible sentir cómo tu familia pasaba malos ratos porque tenías pluma y vestías hiper moderno. Temía poner a mis padres en evidencia, pero hay un momento en el que has de elegir entre agradar a tu familia o ser tú mismo.

-He tenido una mala relación con los recuerdos de infancia. No he podido hacer una película acerca de lo que significa ser un niño diferente en un pueblo.

-Tenía 30 años cuando murió mi padre. Sentía lo mucho que me quería, pero también su enorme extrañeza hacia mí. La única conversación real la tuvimos un momento antes de que muriera, cuando me encomendó a Agustín. Me dijo, “ocúpate del niño”. Me encantaría que tuviera ocasión de ver que el niño me ha acompañado todos los días de mi vida.

-Yo era un niño espectacular, no paraba de hacer cosas llamativas. Cantaba en latín, declamaba: en el internado, por las noches, aquellos curas me ponían a leer a los internos las vidas atroces de los santos.

-Al principio, hubo grandes prejuicios contra mí en las esferas artísticas, me consideraban una absurda. Yo compatibilizaba dirigir con ponerme una bata de boata y salir en el Rockola a cantar, que es una experiencia que le recomiendo a todo el mundo antes de los 50.

-Nosotros fuimos la reacción a la estética progre de los 70 que, por otra parte, veo recuperada ahora mismo para mi asombro.

-Vivir en Madrid en plena explosión democrática fue un regalo. ¿Cómo se lo vendes eso ahora a las personas que tienen 20 años? No me gustan las idealizaciones, pero aquello no fue un espejismo: lo vivimos.

--En nuestro mundo nocturno la política no aparecía, pero esa defensa de la frivolidad y el hedonismo eran en sí mismos una postura radical.

-Es agotador que hoy todo esté en entredicho en España. En 2004, comenzó un período en el que la espontaneidad desapareció y dejó de permitirse la ironía. Yo desconocía que vivía en un país en el que la derecha tenía tal fuerza. ¡Toda la vida luchando contra la dictadura de “el qué dirán” y mira dónde estamos!

-Aquí me encuentro más relajado, sí, no padezco esa especie de vigilancia que me obliga a estar alerta ante lo que digo. Y qué te voy a decir: es una pena.

Una pena, ciertamente, porque cuando Almodóvar se soltaba la melena, ay, era un festín para los periodistas

Avances en Inteligencia Artificial

Javier Sampedro "Construyendo mentes artificiales", en El País, 11-XII-2016:

Los últimos grandes avances en el campo de la inteligencia artificial se inspiran en el cerebro. Pero su objetivo no es imitarnos, sino superarnos en ciertas cosas

Si la inteligencia artificial persiguiera imitar el funcionamiento del cerebro humano, se enfrentaría a un escollo formidable: que aún no sabemos cómo funciona el cerebro humano. Pero ni el objetivo de esta tecnología vigorosa es solo ese, ni la estrategia de imitar al cerebro tiene que esperar a que lo entendamos todo sobre ese órgano fabuloso que llevamos dentro del cráneo. Incluso con el conocimiento fragmentario que tenemos sobre él, nuestro cerebro está sirviendo como una fuente de inspiración muy eficaz para los ingenieros, los científicos de la computación y los expertos en robótica. Y los resultados ya nos rodean por entero.

Como un pasajero asomado a la borda de un transatlántico, pasamos el día viajando sobre una maquinaria prodigiosa de la que entendemos muy poca cosa. El sistema de reconocimiento de voz con el que podemos hablar a Google es inteligencia artificial (AI, en sus siglas en inglés), como lo es ese circulito que identifica las caras de tus primas cuando vas a hacerles una foto. Que sean AI quiere decir que nadie ha programado allí tu voz ni la cara de tu prima, sino que el sistema aprende a reconocerlas a partir de la experiencia, como hace nuestro cerebro con la realidad impredecible de ahí fuera.

Hay gente obsesionada por definir las cosas, y el lector podrá encontrar en la red una docena de definiciones distintas de la inteligencia artificial. Mi favorita es la de Marvin Minsky, un pionero del campo que murió en enero. La AI, dijo Minsky, “es la ciencia que investiga para que las máquinas hagan cosas que requerirían inteligencia si las hubiera hecho un humano”. La definición de Minsky parece gratuitamente enrevesada, pero en realidad es un dardo envenenado. Va con retranca, y es importante que veamos por qué.

A principios de los años noventa, todo el mundo habría considerado que ganar al campeón mundial de ajedrez sería una prueba de inteligencia. En esos mismos años, sin embargo, los científicos de IBM estaban desarrollando un ingenio destinado a vencer a Gari Kaspárov, el número uno de la época. Se llamaba Deep Blue, contaba con 256 procesadores trabajando en cadena que evaluaban 200 millones de jugadas por segundo y dio el campanazo el vencer al gran Kaspárov. ¿Debemos concluir que Deep Blue era inteligente?

No, de ningún modo, respondió todo el mundo al unísono. El ajedrez, al fin y al cabo, es un juego acotado, con un número enorme pero finito de soluciones posibles, y sus reglas son simples y matemáticamente consistentes. Este es el campo de juego óptimo para un cerebro de silicio con superpoderes como Deep Blue.

El sistema de reconocimiento de voz, o el de identificación de caras del smartphone son ejemplos de inteligencia artificial que usamos diariamente 

Pero nuestro cerebro no funciona así. Ni tiene 256 procesadores en cadena ni puede evaluar 200 millones de jugadas por segundo. El éxito del ingenio de IBM se atribuyó a la fuerza computacional bruta. Nuestra percepción del ajedrez dio un vuelco, pero no para declarar inteligente a Deep Blue, sino para excluir al ajedrez de la definición de inteligencia. Si una máquina podía ganar a Kaspárov, ser el campeón mundial de ajedrez no debía ser para tanto, después de todo.

Justo ahí iba Minsky con el dardo de su definición. Si quien hubiera ganado a Kaspárov hubiera sido un joven talento, todos le habríamos admirado por su inteligencia extrema. Pero ninguno de nosotros estuvimos dispuestos a concederle la misma consideración a Deep Blue. La AI no es la ciencia que investiga para que las máquinas hagan cosas inteligentes, sino para que las máquinas hagan cosas que requerirían inteligencia si las hubiera hecho un humano. Es una importante lección de Minsky que conviene tener muy presente al reflexionar sobre la inteligencia de las máquinas.

Los sistemas de inteligencia artificial aprenden con nosotros gracias a la experiencia 

Hay otro criterio clásico sobre la misma cuestión, formulado por el gran padre de la inteligencia artificial, Alan Turing (algunos lectores le recordarán con la cara de Benedict Cumberbatch en la película Descifrando Enigma). Tendremos que considerar que una máquina es inteligente cuando logre hacerse pasar por un humano, por ejemplo por correo electrónico. Los científicos de la computación veneran a Turing, pero ya no creen que su test de Turing sea un criterio válido. Ni aprobarlo demuestra inteligencia, ni suspenderlo implica la falta de ella. ¿Entonces?

Entonces, como casi siempre, lo mejor es prescindir de los grandes principios matemáticos o filosóficos y ponerse las botas para hundirlas en el barro. Caso a caso, con un sentido práctico y una mente abierta. Los ordenadores ya nos superan en capacidad de cálculo, en velocidad de gestión y en otras cosas. Nos ganan al ajedrez e incluso al Go, el juego chino que seguramente es el más complejo que hemos inventado los humanos.

Podemos, por supuesto, aducir que eso no es la verdadera inteligencia. Pero la verdadera inteligencia, por todo lo que sabe la neurociencia, está hecha de cosas como esas. No sabemos de cuántas, no sabemos cuándo la tecnología logrará emularlas a todas ellas, pero no parece haber ningún problema de principio, o frontera infranqueable, para que las máquinas lleguen ahí.

Si el cerebro es un objeto físico (como los científicos saben que es), no puede haber ningún escollo filosófico para que la tecnología lo pueda emular. O superar.

'Deep Blue', el ordenador que ganó a Kasparov al ajedrez no era inteligencia artificial

De inteligencia artificial se habla desde los años cincuenta, pero los avances recientes que explican su afloramiento en los medios —y que usted esté leyendo esto— proponen dos enfoques que se basan en ciertos aspectos del funcionamiento del cerebro. El primero es un tipo de programa informático —o de arquitectura de sistemas— que se llama red neural y que, como indica su nombre, emula el tipo de computación que hacen las neuronas biológicas.

Todo el mundo está familiarizado hoy con la forma de una neurona. Sus entradas (dendritas) forman un árbol de ramificación frondosa y fractal, de modo que de un solo tronco pueden llegar a formar 10.000 ramas que rastrean la información de su entorno local y de media distancia. En contraste, el cable de salida (axón) es único, de modo que cada neurona tiene que integrar masas de información procedente de sus miles de dendritas para generar una respuesta sintética a través de su axón. Esta es la arquitectura que imitan las redes neurales de silicio.

La inteligencia artificial es la ciencia que investiga para que las máquinas hagan cosas que requerirían inteligencia si las hicieran humanos 

La segunda inspiración que proviene del cerebro es más compleja, y más poderosa. Se llama deep learning (aprendizaje profundo), y es el fundamento de los grandes avances que nos han asombrado en los últimos tres o cuatro años. De manera paradójica, lo más fácil es explicar primero el funcionamiento del cerebro y después el del deep learning.

Cuando el premio Nobel Francis Crick, codescubridor de la doble hélice del ADN y neurocientífico, le dijo a una amiga que su interés profesional era comprender el mecanismo cerebral de la visión, la amiga se mostró estupefacta:

—No sé qué interés tiene eso. A mí me basta imaginar que el cerebro forma una especie de imagen de televisión.

La clave de la inteligencia artificial es que las máquinas sean capaces de aprender, lo que se conoce como 'deep learnig'

—Sí —respondió Crick—, pero ¿quién está viendo la televisión?

Nuestras intuiciones sobre el funcionamiento de nuestra propia mente siempre son garrafales. La verdadera forma en que procesamos la información visual (cómo formamos imágenes mentales del mundo) hubo que descubrirla con experimentos sofisticados. La imagen que capta la retina se transmite por el nervio óptico a la parte posterior del cerebro, la más próxima a la nuca (V1, por área visual uno, en la jerga). V1 solo ve líneas entre luz y sombra, horizontales, verticales o con cierto ángulo de inclinación. Eso es todo lo que entra.

Subiendo desde la nuca hacia la coronilla, se sucede un encadenamiento de áreas visuales (V2, V3 y otras con nombres más caprichosos) que va abstrayendo la información progresivamente. Si V1 solo veía líneas inclinadas, las siguientes áreas las abstraen en ángulos, luego en polígonos, después en poliedros y al final en una gramática de las formas que nos permite construir un modelo interno de la persona que vemos, ya esté de frente o de medio perfil, enfadada o partida de risa. Ese es el que está viendo la televisión.

En eso se basa también el deep learning (aprendizaje profundo) de las máquinas. Las neuronas de silicio se organizan en muchas capas (decenas o cientos) que van abstrayendo progresivamente la información. Cada capa, por así decir, infiere un concepto a partir de la jungla que le transmite la capa anterior y, capa a capa, la información se va haciendo más abstracta, menos pendiente de los detalles que de las propiedades invariantes de los objetos del mundo. Es como poner un nombre a las cosas, y esto es lo que hacen los actuales sistemas expertos.

Pueden leer en los artículos de este suplemento cosas interesantes sobre las oportunidades y los riesgos, los sueños y las pesadillas. Pero recuerden los conceptos básicos expuestos aquí. Les seguirán sirviendo dentro de 10 años.

viernes, 9 de diciembre de 2016

Misterio, de Juan José Millás

Juan José Millás, "Misterio", en El País, 9 DIC 2016:

“Me asaltó un pensamiento sombrío”. He ahí una frase hecha en la que apenas repararíamos de leerla en un libro, pese a la brutalidad de su significado. Ser “asaltado” por un pensamiento (sombrío o no) implica que el pensamiento procede del exterior. Estás tan tranquilo, no sé, viendo la tele, sin meterte con nadie, cuando se cuela en tu cabeza la idea de que el bulto que te ha salido en el párpado no es precisamente un orzuelo. ¿Por qué nos atacan con tanta fuerza pensamientos que intentamos desechar sin éxito? ¿De dónde vienen? ¿Qué clase de autonomía tienen? Pongamos que acabas de meterte en la cama, que has cerrado los ojos, que has hallado postura, y que cuando estás a punto de desconectar, te sobresalta la idea de que la llave del gas se ha quedado abierta. A lo mejor ni siquiera tienes gas. Pero la idea insiste e insiste hasta que no te queda otra que levantarte.

Imagina ahora que te encuentras en casa un sábado por la tarde, leyendo una novela, cuando se abre la puerta y aparece un intruso. Un tipo con barba, por ejemplo, que se dirige tranquilamente a la cocina para prepararse un café. Te quedarías perplejo. Eso es lo que nos ocurre con las ideas intrusas, que nos dejan perplejos. ¿Pero por qué, por qué?, nos preguntamos. ¿Por qué a estas horas? No hay respuesta. ¿Cómo defenderse de ellas? A mí me da buen resultado observarlas con naturalidad, como si pertenecieran a mi familia ideológica y tuvieran todo el derecho a pasearse por mi cabeza. Si no les presto mucha atención, suelen largarse. Lo que no me ha ocurrido nunca es que me asalte una columna periodística intrusa. Todas y cada una de las columnas que publico he de escribirlas yo, sin ayuda de voces que procedan de afuera. Otro misterio.

Otra wiki mía, El Greco en la literatura universal

Otra de mis contribuciones a la Wikipedia (que me hacen perder unos días que para otros son de asueto) fue el resumen de un imponente capítulo de un libro de Leonardo Romero Tobar (cuya biografía también escribí para la Wikipedia) sobre el influjo de nuestro y no nuestro manchego Greco en la literatura, hasta que me cansé y lo dejé en unos puntos suspensivos. Copio aquí el texto:

El influjo de la figura y de la obra del Greco en la literatura española y universal es, sin duda, formidable. El extensísimo capítulo que dedica Rafael Alarcón Sierra al estudio de este influjo en el primer volumen de Temas literarios hispánicos (Zaragoza: Universidad de Zaragoza, 2013, p. 111 y ss.) ni siquiera agota el tema. Si Goya es descubierto por los románticos y Velázquez es considerado un maestro por los pintores del naturalismo y del impresionismo, El Greco es visto como "un precedente de simbolistas, modernistas, cubistas, futuristas o expresionistas, y como ocurre con los anteriores, fuente inagotable de inspiración y estudio [...] en la plástica, la literatura y la historia del arte, donde se crea una nueva categoría para poder explicar su obra, anticlásica y antinaturalista: el manierismo".

En el siglo XVI destacan los elogios tributados por poetas Hortensio Félix Paravicino, Luis de Góngora, Cristóbal de Mesa, José Delitala y Castelví; en el XVII, los de los poetas Giambattista Marino y Manuel de Faria y Sousa, así como los de los cronistas fray José de Sigüenza y fray Juan de Santa María y los de los tratadistas de pintura Francisco Pacheco y Jusepe Martínez; en el siglo XVIII, los de los críticos Antonio Palomino, Antonio Ponz, Gregorio Mayáns y Siscar y Juan Agustín Ceán Bermúdez y, en el siglo XIX, Eugenio Llaguno. Cuando se abrió la Galería española en el Louvre en 1838 había nueve obras del Greco, y Eugène Delacroix poseía una copia del Expolio. Millet adquirió un Santo Domingo y un San Ildefonso. Charles Baudelaire admiraba La dama de armiño (que Théophile Gautier comparó con La Gioconda y hoy algunos consideran que es de Sofonisba Anguissola); Champfleury pensó escribir una obra sobre el pintor y Gautier alabó sus cuadros en su Voyage en Espagne, donde declara que en sus obras reina "una energía depravada, una potencia enfermiza, que delatan al gran pintor y al loco genial". En Inglaterra William Stirling-Maxwell reivindicaba la primera época del Greco en sus Annals of the Artists of Spain, 1848, III vols. Son innumerables los viajeros extranjeros que se detienen ante sus obras y las comentan, mientras que los españoles, en general, lo olvidan o repiten los tópicos dieciochescos sobre el autor, y aunque Larra o Bécquer lo citan de pasada, es con gran incomprensión, aunque este último había proyectado un escrito, "La locura del genio", que iba a ser un ensayo sobre el pintor, según su amigo Rodríguez Correa. Sí lo aprecia el novelista histórico Ramón López Soler en el prólogo a su novela Los bandos de Castilla. 

Pero críticos como Pedro de Madrazo empiezan a revalorizar su obra en 1880 como un precedente muy importante de la llamada Escuela española, aunque hasta 1910 todavía aparece adscrito a la Escuela veneciana y hasta 1920 no tuvo sala propia. En Francia, Paul Lefort (1869) lo incluye en la Escuela española y es uno de los ídolos del círculo de Edouard Manet (Zacharie Astruc, Millet, Degas). Paul Cézanne hizo una copia de La dama de armiño y Toulouse Lautrec pintará su Retrato de Romain Coolus a la manera del Greco. Y el alemán Carl Justi (1888) lo considera también uno de los precedentes de la Escuela española. El pintor estadounidense John Singer Sargent poseía una de las versiones de San Martín y el mendigo. Los escritores del decadentismo transforman al Greco en uno de sus fetiches. El protagonista de A contrapelo (1884) de Huysmans decora su dormitorio exclusivamente con cuadros del Greco. Théodore de Wyzewa, teórico del simbolismo, considera al Greco un pintor de imágenes oníricas, el más original del siglo XVI (1891). Posteriormente el decadentista Jean Lorrain sigue esa inspiración al describirlo en su novela Monsieur de Bougrelon (1897).

Las exposiciones europeas y españolas se suceden desde la londinense de 1901 (Exposición de arte español en el Guildhall) hasta el tricentenario de 1914: Madrid, 1902; París, 1908; Madrid, 1910; Colonia, 1912. En 1906 la revista francesa Les Arts le dedica un número monográfico. El IIº Marqués de Vega-Inclán inaugura en Toledo la Casa-museo del Greco en 1910. Su cotización es ya tan alta que hace que se vendan varios grecos de colecciones particulares españolas que van a parar al extranjero. A principios del XX lo recuperan plenamente los pintores modernistas catalanes: Santiago Rusiñol (quien transfiere su entusiasmo a los simbolistas belgas Émile Verhaeren y Théo van Rysselberghe), Raimon Casellas, Miquel Utrillo, Ramón Casas, Ramón Pichot o Aleix Clapés, así como otros artistas cercanos, como Ignacio Zuloaga (que contagia su entusiasmo por el cretense a Maurice Barrès, quien escribe El Greco o el secreto de Toledo, y a Rainer María Rilke, quien dedica un poema a su Asunción en Ronda, 1913) y Darío de Regoyos. La visita nocturna y entre cirios que hace Zuloaga al Entierro del señor de Orgaz es recogida en el capítulo XXVIII de Camino de perfección (pasión mística), de Pío Baroja, y también tiene palabras para el pintor Azorín en La voluntad y en otras obras y artículos. Picasso tiene en cuenta la Visión del Apocalipsis en su Les demoiselles d'Avignon. El interés por el candiota alcanza también a Julio Romero de Torres, José Gutiérrez Solana, Isidro Nonell, Joaquín Sorolla y un largo etcétera. Emilia Pardo Bazán escribirá en La Vanguardia una "Carta al Greco". Los escritores de la Institución Libre de Enseñanza difunden su admiración por el Greco, en especial Francisco Giner de los Ríos y Manuel Bartolomé Cossío, este último por su El Greco (1908). Es importante la presencia del Greco en la Toledo que retrata Benito Pérez Galdós en su novela Ángel Guerra y es frecuente en su novelística la comparación de sus personajes con retratos del Greco. Así también Aureliano de Beruete, Jacinto Octavio Picón, Martín Rico, Francisco Alcántara o Francisco Navarro Ledesma. Eugenio d'Ors dedica espacio al Greco en su famoso libro Tres horas en el Museo del Prado y en Poussin y el Greco (1922). Amado Nervo escribe uno de sus mejores cuentos inspirándose en un cuadro suyo, Un sueño (1907). Julius Meier-Graefe le dedica Spanische Reise (1910) y August L. Mayer El Greco (1911). Somerset Maugham lo describe con admiración a través del personaje principal y el capítulo 88.º de su novela Servidumbre humana, 1915; en su ensayo Don Fernando, 1935, atempera su admiración y adivina como origen de su arte una presunta homosexualidad, como hace por cierto Ernest Hemingway en el capítulo XVII de Muerte en la tarde (1932) y Jean Cocteau en su Le Greco (1943).

Kandinsky, Franz Marc (quien elaboró bajo su influjo Agonía en el jardín), lo consideraron protoexpresionista. Tal como declara Romero Tobar, la producción tardía del pintor cretense impresionó a August Macke, Paul Klee, Max Oppenheimer, Egon Schiele, Oskar Kokoschka, Ludwig Meidner, Jacob Steinhardt, Kees van Dongen, Adriaan Korteveg o Max Beckmann. Hugo Kehrer le dedicó su Die Kunst des Greco (1914) y por fin el historiador del arte austriaco Max Dvorak lo definió como el máximo representante de la categoría estética del manierismo. Ramón María del Valle-Inclán, tras una conferencia porteña de 1910, le dedica el capítulo "El quietismo estético" de su La lámpara maravillosa. Miguel de Unamuno dedica al candiota varios poemas de su Cancionero y le dedica un apasionado artículo en 1914. Juan Ramón Jiménez le dedica varios aforismos. El crítico "Juan de la Encina" (1920) opone a José de Ribera y al Greco como "los dos extremos del carácter del arte español": la fuerza y la espiritualidad, la llama petrificada y la llama viva, que completa con el nombre de Goya. En ese mismo año de 1920 su popularidad hace que el ballet sueco de Jean Börlin estrene en París El Greco, con música de Désiré-Émile Inghelbrecht y escenografía de Moveau; también en ese año Félix Urabayen publica su novela Toledo: piedad, donde le consagra un capítulo en que especula con su posible origen judío, teoría adelantada por Barrès y que retomarán Ramón Gómez de la Serna -El Greco (el visionario de la pintura)- y Gregorio Marañón (Elogio y nostalgia de Toledo, solo en la 2.ª ed. de 1951, y El Greco y Toledo, 1956, donde sostiene además que se inspiró en los locos del famoso Manicomio de Toledo para sus Apóstoles), entre otros. Y en los primeros capítulos de Don Amor volvió a Toledo (1936) critica la venta de los grecos de Illescas y el robo de algunos de sus cuadros de Santo Domingo el Antiguo. Luis Fernández Ardavín recrea la historia de uno de sus retratos en su drama en verso más famoso, La dama del armiño (1921), luego llevado al cine por su hermano Eusebio Fernández Ardavín en 1947. Jean Cassou escribe Le Gréco (1931). Juan de la Encina imprime su El Greco en 1944. En el exilio, Arturo Serrano Plaja, tras haber protegido algunos de sus cuadros durante la guerra, escribe su El Greco (1945). Y escriben también sobre él Miguel Hernández, Valbuena Prat, Juan Alberto de los Cármenes, Enrique Lafuente Ferrari, Ramón Gaya, Camón Aznar, José García Nieto, Luis Felipe Vivanco, Rafael Alberti, Luis Cernuda, Concha Zardoya, Fina de Calderón, Carlos Murciano, León Felipe, Manrique de Lara, Blanca Andreu, Hilario Barrero, Pablo García Baena, Diego Jesús Jiménez, José Luis Puerto, Louis Bourne, José María Gómez, Luis Javier Moreno, José Luis Rey, Jorge del Arco, José Ángel Valente... Destacan los Siete sonetos al Greco de Ezequiel González Mas (1944), la Conjugación lírica del Greco (1958) de Juan Antonio Villacañas y El entierro del conde de Orgaz (2000) de Félix del Valle Díaz. Por demás, Jesús Fernández Santos ganó el premio Ateneo de Sevilla con su novela histórica El Griego (1985).

Fuera de España, y aparte de los ya citados, Ezra Pound cita al Greco en sus Notas de arte y Francis Scott Fitzgerald al final de su El gran Gatsby (1925). Paul Claudel, Paul Morand, Aldous Huxley se ocuparon del candiota, y el alemán Stefan Andres le dedica su novela El Greco pinta al Gran Inquisidor, en la que el cardenal Fernando Niño de Guevara aparece como metáfora de la opresión nazi. un aficionado al Greco es uno de los personajes de L'Espoir (1938), de André Malraux y otro personaje se ocupa en Madrid de la protección de los grecos venidos desde Toledo. En uno de los ensayos de su Las voces del silencio (1951), reseñado por Alejo Carpentier, Malraux interpreta al pintor. El ya citado Ernest Hemingway consideraba Vista de Toledo el mejor cuadro de todo el Metropolitan museum de Nueva York y le dedica un pasaje en Por quién doblan las campanas. Nikos Kazantzakis, Donald Braider, Jean Louis Schefer...

Amplío la biografía de Richard Francis Burton en la Wikipedia

Como me estoy leyendo la interesantísima biografía de Fawn M. Brodie El diablo manda. La vida de sir Richard Burton, Granada: Almed, 2015, publicada primeramente en inglés en 1967, que he sacado de la Biblioteca Municipal, decidí ampliar el artículo de la Wikipedia, que andaba cojo en una de sus secciones, la última en particular. El trozo más importante de los remiendos que he implantado en ese texto es este (no siempre voy a beneficiar exclusivamente y anónimamente a los lectores de wikis):

Richard Burton hacía amistades hasta en las alcantarillas. Por ejemplo, Monckton Milnes, propietario de una de las mayores bibliotecas privadas de Inglaterra en cuatro idiomas, pero también de la mayor colección de literatura erótica del país, que sirvió a Burton para documentar su erudición de erotómano; también conocía al pervertido pornógrafo Frederick Hankey, que encuadernaba algunos de sus libros en piel humana, y era amigo del poeta masoquista del decadentismo Swinburne. En enero de 1861 Isabel y Richard Francis se casaron en secreto en una ceremonia en que él no quiso asumir la fe católica de su esposa en ese momento. En 1862 Burton entró a servir en la carrera diplomática como cónsul británico en la colonia española de la isla de Fernando Poo, actualmente Bioko, en Guinea Ecuatorial, donde el clima y las enfermedades tropicales habían elevado peligrosamente el índice de mortalidad entre los europeos; no era, ciertamente, un buen destino, y por eso Isabel no lo acompañó durante la mayor parte del tiempo, que, además, aprovechó Burton para explorar el África negra; estuvo sin embargo de vacaciones durante un tiempo con Isabel a la isla de Madeira; en esta época realizó un viaje por el río Congo hasta las cataratas Yellala y más allá, que escribió en su libro Dos viajes a la tierra de gorilas... (1876). En septiembre de 1864 fue nombrado cónsul de Su Majestad en Santos, entonces un humilde puerto brasileño a doscientas treinta millas al sur de Río de Janeiro y la pareja se reunió allí en 1865; viajó a través de las montañas del Brasil y en canoa por el río San Francisco, desde su nacimiento hasta la Catarata de Paulo Afonso. En 1868 renunció, entre otras cosas por haber sido pasto él y su esposa de todo tipo de enfermedades tropicales; tuvo tiempo sin embargo de visitar la zona de guerra del Paraguay dos veces: en 1868 y en 1869, algo que describió en sus Cartas de los campos de batalla del Paraguay (1870), quedando impresionado por el salvajismo de la contienda; en 1869, cuando estaba en Lima, fue nombrado cónsul en Damasco con mil libras de paga, un puesto ideal para él, que era un orientalista experto; antes, sin embargo, de marchar hacia allá se paseó por Córdoba, Mendoza y Buenos Aires, y aun se dice que se acercó a Chile, aunque no hay pruebas seguras; fue recibido por Mitre y por el presidente Domingo Faustino Sarmiento; tras pasar por Londres, fue unas semanas a Vichy a tomar las aguas con su amigo y corresponsal el gran poeta del decadentismo Algernon Charles Swinburne, sumido entonces en las cíénagas del alcoholismo, e intentó sin éxito rehabilitarlo poniéndose él mismo de ejemplo, ya que en esa época y con un gran esfuerzo de voluntad logró abandonar la bebida. Allí se encontró también al pintor Frederic Leighton y a la cantante de ópera Adelaide Kemble Sartoris, y juntos celebraron inolvidables veladas; pero su mujer Isabel fue a sacarlo de allí, marchándose ambos esposos a los Alpes franceses y a Turín, y luego hacia Damasco; allí pasó dos años terribles, sobre todo para Isabel, que encontró aquel lugar siete veces más inhóspito que Brasil; amistaron sin embargo con Jane Digby y con Abd al-Qádir, un líder político argelino exiliado; intentó mantener la paz entre las tres religiones; sin embargo hizo muchos enemigos entre los mercaderes judíos del lugar, cuyos negocios obstaculizó; fue destituido como cónsul y lo sustituyó Thomas Jago, retornando descorazonado a Londres sin ni siquiera intentar defenderse, hasta que su mujer Isabel emprendió la causa de su rehabilitación visitando a sus enemigos y a las esposas de sus enemigos; y le fue bastante fácil: numerosas personas eran propicias a testificar y escribir cartas en elogio suyo y de su honradez y rectitud; es más, muchos comerciantes musulmanes (no así los judíos) lo creían responsable de la caída del odiado Rashid Pachá y pidieron su regreso; incluso los misioneros protestantes y la misma prensa cambió de opinión; lord Granville le ofreció el consulado de Pará al norte de Brasil, que rechazó al ser un puesto de inferior categoría, y cuando le dieron a otra persona el puesto de Teherán, se lo tomó como ofensa.

La experiencia de Damasco transformó a Burton en un antisemita y escribió sobre esta materia The Jew, que no consiguió publicar, sino cuando lo hizo el biógrafo de Isabel W. H. Wilkins en pleno asunto Dreyfus en 1869. En 1872 un especulador le pagó un viaje a Islandia para que fuese a inspeccionar la posibilidad de abrir minas de sulfuro allí, ofreciéndole además una gran suma si encontraba yacimientos explotables, y sobre este viaje escribió otro libro, Ultima Thule, aunque no tuvo fortuna y este viaje le resultó especialmente desagradable; ese mismo año fue reasignado a la ciudad portuaria adriática de Trieste en el Imperio Austrohúngaro, aunque con menos sueldo: seiscientas libras; él pretendía un consulado en Marruecos, pero tuvo que resignarse, porque era un puesto mucho más tranquilo y podía consagrarse a la escritura y los viajes. Durante un pequeño viaje a Londres se operó de un pequeño tumor que un golpe le había producido en la espalda.

Su matrimonio con Isabel parecía por entonces la mera convivencia entre dos hermanos que apenas se cruzaban por casualidad, como llegó a ocurrir una vez en Venecia, en que ambos se toparon de narices sin saber por qué lugar de Europa andaban, aunque era él el que más la evitaba: "Soy un mellizo incompleto y ella es el fragmento que me falta", dijo en una ocasión; la evitó cinco meses en 1875; siete entre 1877 y 1878 y seis en 1880, pero a medida que envejecía su dependencia hacia ella se hacía más profunda y patente. En Trieste vivían, cuando vivían juntos, en el último piso de un hotel, en un espacioso apartamento de diez habitaciones que fueron ampliando gradualmente hasta las veintisiete habitaciones, la mayor parte para llenarlas de libros (ya en 1877 poseía ocho mil) y para la colección de objetos religiosos de Isabel y los tapices, esmaltes, alfombras, bandejas y divanes orientales de Richard Francis, quien dedicaba cada mesa a los materiales para un solo libro cada una. Posteriormente, como recibieron varias herencias, tuvieron dinero suficiente para comprarse un palazzo. Además, mantenían una tertulia con quince amigos en el Hôtel de ville y su esposa otra con sus amigas los viernes. Hizo amistad con los profesores Luigi Calori, Ariodante Fabretti y Giovanni Capellini, rector de la Universidad de Bolonia, e hizo excavaciones en la península de Istria, describiendo en un artículo sus hallazgos; también se interesó por el misterio del etrusco en Etruscan Bologna, sin sacar nada en limpio y siendo recibido con malas críticas, aunque lo buscaron con este motivo en Trieste Archibald H. Sayce, Arthur Evans y Heinrich Schliemann; por el contrario el libro de su esposa The inner Life of Syria, Palestine, and the Holy Land, publicado el mismo año que Etruscan Bologna (1876), tuvo un éxito sonado y Burton se sintió celoso. Entre 1872 y 1889 publicó ocho obras nuevas en 13 volúmenes, un total de cinco mil páginas, e inició en 1875 la redacción de su Autobiografía, que sería plagiada y alterada cuando se publicó bajo el nombre de su presunto biógrafo Francis Hithcle y por eso dejó interrumpida. Sus trabajos más importantes en estos años fueron, por un lado, el comienzo de su monumental traducción desde el árabe de Las mil y una noches (16 vols. publicados entre 1885 y 1888), con sus caudalosas notas y ensayos anexos, y por otro una obra de erudición que pasó casi desapercibida, Unexplored Syria.

La primera obra estaba compuesta a propósito contra la pacata pudicia del anterior traductor Edward William Lane, recientemente fallecido en 1876, y llevaba anexo un ensayo que Burton tituló llanamente Pederasty y en sus ediciones separadas inglesas y americanas suele aparecer bajo el título de The sotadic zone, un trabajo pionero en los estudios sobre homosexualidad y prácticas sexuales «desviadas», que tanta importancia adquirirían ulteriormente con el psicoanálisis y la sexología moderna, adelantándose en casi trece años al estudio sobre la homosexualidad de Havelock Ellis con que este famoso sexólogo inglés decidió comenzar sus estudios de psicología sexual, y en casi quince a la aparición del Anuario de Magnus Hirschfeld, donde éste empezó a publicar sus estudios sobre los zwischenstufen o «tipos sexuales intermedios». Esto le ganó a Burton una extendida fama de homosexual en la estrecha y victoriana sociedad de su época, fama que ya venía gestando precisamente desde la época en que él mismo confiesa haber trabado por primera vez contacto con la execrabilis familia pathicorum (lisa y llanamente, los homosexuales), es decir, durante la campaña de Napier en Sind, en los años 1844-45. La segunda obra es importante porque transcribía varios textos epigráficos de cuatro piedras de basalto que había descubierto el orientalista suizo Johann Ludwig Burkhardt en 1812 en la ciudad de Hama; su teoría de que eran de lengua hitita resultó correcta y pese a las tremendas críticas que tuvo que sufrir por ello, se salió a la postre con la suya. Hablaba también de una "piedra moabita" que terminó en el Louvre y que fue el primer descubrimiento arqueológico que documentaba un acontecimiento narrado en la Biblia, el triunfo de Mesha, rey de Moab, sobre Omri, rey de Israel.

Con su último hálito de vida, en 1888 decidió traducir sin censura el Decamerón de Giovanni Boccaccio, pero como se le adelantó John Payne, decidió traducir otra más escabrosa e indecente de uno de los novellieri discípulos del mismo, Il Pentamerone, or the Tale of Tales de Giovanni Batista Basile, impreso por vez primera en Nápoles en 1637. La traducción de los pasajes más fuertes demuestra que no había olvidado el argot de la calle que había aprendido en Nápoles de joven; al describir una pelea entre una anciana y un muchacho que había roto su cántaro de una pedrada, nos ofrece el siguiente diálogo:

"Ah, manso, cerebro de mosquito, meacamas, bailacabras, perseguidor de enaguas, cuerda de ahorcado, mula mestiza, zanquilargo, a partir de ahora, que se adueñe de ti la parálisis y que tu madre se entere de malas noticias... ¡Bellaco, chulo, hijo de una ramera!" El muchacho, que tenía poca barba y todavía menos discreción, al oír esta marea de insultos, le pagó con la misma moneda, diciendo: "¿Es que no sabes contener tu lengua, abuela del diablo, vómito de toro, asfixianiños, fregona, vieja tirapedos?"

Burton padecía insomnio y desayunaba a las cinco de la mañana; paseaba por las montañas ayudándose de un bastón de hierro tan pesado como un rifle, practicaba una hora de esgrima todos los días y en verano hacía natación. Los Burton hacían ocasionales escapadas a Venecia, Roma, Londres y sus balnearios alemanes favoritos. Pero en sus últimos años esta rozagante salud se desmoronó rápidamente y falleció en 1890 corroído por la gota, las enfermedades circulatorias, las anginas de pecho y las secuelas de mil y una enfermedades tropicales mal curadas; sus restos fueron repatriados a Londres, y reposan en una famosa tumba con forma de tienda de campaña, diseñada por su esposa Isabel, quien quemó bastantes escritos de su marido (incluida la mayoría de sus diarios) que consideró ofensivos a su memoria o a las buenas costumbres. Ella escribió una de sus biografías y yace allí también. Al Real Instituto Antropológico de Londres fue a parar la gigantesca y selecta biblioteca privada de Burton y buena parte de sus manuscritos. Gran parte de su epistolario con el erotómano Monckton Milnes se conserva en el Trinity College de Oxford; la mayor parte de la correspondencia entre él y su esposa y otros manuscritos se encuentra en la Biblioteca Henry E. Huntingthon de San Marino (California), y otros documentos y manuscritos en colecciones privadas.

Richard Burton publicó cuarenta y tres volúmenes sobre sus expediciones y viajes. Escribió dos libros de poesía, más de cien artículos y una autobiografía de 143 páginas. Además tradujo en dieciséis tomos rigurosamente anotados Las mil y una noches, seis obras de literatura portuguesa (incluyendo el clásico poema épico Os Lusiadas, de Camoens), dos de poesía latina (las elegías de Catulo, los Priapeos) y cuatro de folklore napolitano, africano e hindú; todos conservan abundantes anotaciones que atestiguan su erudición. Tal vez el mejor retrato de la personalidad de Richard Francis Burton se hiciera en el artículo necrológico de James Sutherland Cotton para la prestigiosa revista Academy:

Le gustaba considerarse antropólogo y, al utilizar este término, lo que quería indicar era que consideraba como su terreno todo lo concerniente a hombres y mujeres. Se negaba a admitir como vulgar o sucia cualquier cosa que hiciesen los humanos, y se atrevía a escribir (para que circulasen de manera privada) los resultados de su extraordinaria experiencia... Todo lo que decía y escribía llevaba el sello de su virilidad... No escondía nada; no alardeaba de nada... Sus íntimos sabían que Burton era más grande que lo que dijera o escribiera

jueves, 8 de diciembre de 2016

Por qué Portugal mejora constantemente en educación pese a los recortes y los gobiernos y nosotros no


Ni la bancarrota del país ni el recorte de sueldos de los profesores ni el aumento de alumnos por aula. Nada. El periodo económico más sombrío de Portugal en lo que llevamos de siglo no ha roto la mejora continuada de su sistema educativo. Si la troika acudió al rescate económico del país de 2011 a 2014, el informe educativo PISA 2012-15 señala que Portugal es el único país europeo que sigue mejorando su educación desde comienzo de siglo.

“¿Quiere que le explique el milagro?”, anuncia con sorna Fátima Rodrigues, directora de la Escuela de Secundaria de Miraflores, en Oeiras, el extrarradio de Lisboa. “El milagro es el esfuerzo en lengua portuguesa y las matemáticas. El portugués es el vehículo de toda la información y de todas las disciplinas”.

PISA es un programa internacional de evaluación de alumnos en matemáticas, lectura y ciencias, que se realiza cada tres años en 70 países. Portugal participa en él desde el año 2000. Es el único país europeo que, desde entonces, mejora en cada prueba. Los resultados de los 8.000 portugueses de 15 años que participaron en el estudio colocaron a Portugal en la 17ª posición de la OCDE en ciencias, 18ª en lectura y 22ª en matemáticas. Pero si se consideran solo los resultados de alumnos de décimo año (es decir, sin repetidores), Portugal sería el segundo del mundo en ciencias, por detrás de Singapur.

Rodrigues apunta a otras claves para entender el milagro: “Mucho apoyo al alumno. Desde los 6 años cada alumno tiene refuerzos en las disciplinas troncales. El profesor dedica más tiempo a las dudas”.

En la escuela de Oeiras es la hora del almuerzo y los chicos entran y salen con su bocadillo en la mano. Guillermo tiene 15 años y ha elegido la rama de Economía. Jamás ha suspendido y está contento en el colegio, aunque no le gustan las matemáticas. “Elegí algo con futuro. Humanidades no tiene ninguno, Ciencias y Tecnología son muy difíciles, así que Economía”.

La rama de Arte ni existe en la escuela. José Manuel es profesor de Filosofía. En los tres últimos años, el Estado le recortó el sueldo un 10%, un recorte que no ha hecho mella en los resultados de PISA. “¡Qué le íbamos a hacer. El profesor tiene que seguir con su trabajo, preparar bien sus clases, sus textos. No iban a pagar el recorte los alumnos”.

Los buenos resultados portugueses persisten a pesar del progresivo recorte del gasto en Educación. En el año 2000, cuando comenzaron las evaluaciones de PISA, Portugal gastaba el equivalente a un 4,8% del PIB. En 2011, el plan de rescate de la troika desembarcó en el país, y el gasto representó un 4,5% del PIB. En 2015, se había reducido hasta un 3,8% del mismo.

En la sala de profesores del Miraflores se reúnen los docentes de diferentes especialidades. “Otra clave de la mejora educativa”, señala la directora Rodrigues, “es el trabajo colaborativo. No ya la articulación vertical, la de los profesores de la misma asignatura en todos los años, sino la articulación horizontal, que es la más difícil, la coordinación de todos los profesores de un mismo curso”.

Según un estudio de la Fundación Francisco Manuel Dos Santos, el profesor portugués es el que más tiempo dedica a preparar sus clases y el licenciado de la función pública mejor pagado, junto con el español. El primer año gana entre un 20% y un 30% más que un médico o un juez.

Es imposible encontrar un reproche hacia los profesores. Francisco, Andrea, Beatriz, Thiago, hablan bien de todos. “Se preocupan por nosotros, se adaptan a lo que necesitamos”, dice Francisco, que siempre saca buenas notas. Sus palabras coinciden con los resultados de PISA: el alumno portugués es el que más elogia a sus maestros. “Quizás es porque somos muy afectivos”, señala Rodrigues. “Estamos muy cerca de ellos. Somos maestros, amigos, padres, psicólogos…”.

Entre el examen PISA y la difusión de sus resultados ha habido un cambio drástico en Portugal. El Gobierno de centroderecha (2011-2015) ha sido relevado por uno socialista.

Nada más llegar, el nuevo titular de Educación, Tiago Brandão, suprimió los exámenes de 6º curso y de inglés, un sistema que calificó de “nocivo” y “pernicioso”, porque “el alumno se entrena para los exámenes”.

En Portugal, como en otros países, es un vicio nacional que el cambio de Gobierno llegue acompañado de cambios en la educación. “Cada uno quiere dejar su marca”, señala la directora del Miraflores. “Llevo 38 años en la profesión, han pasado muchos gobiernos, pero nosotros seguimos aquí. Ellos hacen lo que quieren y nosotros también. Es aquí, en la sala de profesores, donde se decide lo que es mejor para el alumno, y lo decidimos los profesores”.

Aunque suene extraño, el estudiante Guillermo, que aborrece las matemáticas, está a favor de examinarse. “Es una forma de prepararnos para el futuro, de saber si vamos bien”.

El profesor de filosofía José Manuel cree que el exámen crea un vicio educativo. “El profesor enseña para el examen, el alumno estudia para el examen. Es el objetivo; obliga a cumplir todo el programa y si falta tiempo se quita de otras actividades, de proyectos comunes, de horas de laboratorio...Se priman las asignaturas con exámenes, como ha sido el caso de lengua y matemáticas, las apuestas del anterior Gobierno, y se perjudica al resto”.

La directora de Miraflores tiene una posición ambigua. “Yo soy del PSD, así que no soy sospechosa por criticar a mi Gobierno, que impuso esos exámenes, pero la realidad es que los profesores hacíamos lo que queríamos, lo mejor para el alumno. No íbamos a arruinar a un estudiante bueno por haber hecho mal un examen que valía el 30% de la nota final. También es verdad, por otro lado, que el estudiante se implica en esa competición de la nota, y el colegio no quiere quedar por debajo de otros, y los padres quieren ver objetivamente cómo mejora su hijo... pero pedagógicamente la bandera del examen es una bandera antigua”.

El éxito de Portugal tiene sus claroscuros, y cada uno destaca lo que le conviene. Mientras el ex primer ministro Passos Coelho (PSD) se fija en los datos más positivos, el nuevo ministro de Educación (PS) incide en los negativos. “Espero que el señor ministro se repiense algunas decisiones que tomó”, ha señalado Passos Coelho.

Al ministro Tiago Brandão, le preocupa el alto índice de repetidores. "Más del 30% de los jóvenes con 15 años han repetido algún curso. Somos uno de los tres países de la OCDE con más repetidores, triplicamos la media, y esto tiene costes anímicos, simbólicos y sociales brutales".

PISA evalúa alumnos de 15 años, independientemente del curso en el que estén. Es decir que penaliza a los países con muchos repetidores. El 40% de los evaluados portugueses no ha llegado al décimo año, el curso de referencia. Si se bajara a la media de la OCDE, el 13%, Portugal sería el segundo país del mundo en lectura (por detrás de Singapur), el tercero en ciencias (tras Singapur y Japón) y el sexto en matemáticas.

La Asociación de Profesores de Matemáticas (APM) se felicita por el éxito, pero augura que los mejores días ya han pasado.”Los cambios curriculares en el ámbito de las matemáticas ya muestran indicadores preocupantes”, anuncia en un comunicado. A Susana Moura, licenciada de lengua portuguesa, que dejó la enseñanza, aunque la vive con sus dos hijos, le sorprenden los resultados de PISA. “Yo veo la enseñanza peor, los alumnos se dedican al “copio y pego’ de Internet, y los profesores tienen que dar resultados. El estudiante no aprende a relacionar conocimientos”.

Otro milagro portugués es que la mejora educativa no ha sido a costa de las clases más desfavorecidas o los inmigrantes. En nueve años, el país ha reducido tres veces la diferencia entre el estudiante nativo y el inmigrante, de 59 puntos a 17, cuando la media de la OCDE es de 43 puntos. Los estudiantes pobres portugueses tienen los mejores resultados de todo el informe. El trabajo en este sentido continúa: el próximo curso todos los libros de texto serán gratuitos en la Enseñanza General Básica.

Reforma constitucional, por Antonio Fernández Reymonde

Antonio Fernández Reymonde, "Como fruta madura", en Miciudadreal - 7 diciembre, 2016:

Los anales de la historia nos recuerdan los acontecimientos históricos con su fecha correspondiente, como hitos insoslayables, marmóreos. Tales datos, por sí solos, no tienen alma, es preciso contextualizarlos para ser interpretados, o al menos para intentar entender las circunstancias en que se produjeron. ReymondeA menudo, tales acontecimientos no son sino una fase (intermedia o final) de un proceso que transcurre con mayor o menor pasión o ansiedad. Cinco años no son nada, pero es el tiempo que ha pasado desde que Rajoy ganó las elecciones hasta hoy, por poner un ejemplo. Poco más de cinco años transcurrieron también entre la proclamación de la II República en abril de 1931 y el golpe de Estado que llevó a este país a la Guerra Civil en julio de 1936, con otro intento de golpe y una revolución frustrados por medio. Un tiempo similar hubo entre la muerte de Franco en noviembre de 1975 y el asalto al Congreso de Tejero el 23 de febrero de 1981, con otro intento abortado poco antes, conocido como Operación Galaxia. Más o menos el mismo tiempo que hubo entre dicho momento y el de nuestro ingreso en la C.E.E. en 1986. No trato de ponerme dramático, sino ilustrar distintas maneras de vivenciar un mismo periodo de tiempo,sea extremadamente convulso o apacible.

Solo dos años mediaron entre la aprobación en referéndum del proyecto de Ley para la Reforma Política auspiciado por Adolfo Suárez en diciembre de 1976– con la oposición al régimen de entonces articulada en partidos políticos subversivos – y la aprobación en referéndum de la Constitución Española en diciembre de 1978. En aquellos años no ocurría lo de ahora, los referéndums se hacían “como Dios manda”, a la mayor gloria del convocante. El contexto: un país que enterraba recientemente y con todos los honores a un dictador / generalísimo durante casi cuarenta años;un país en vías de desarrollo, con una moneda sometida a continuas devaluaciones en plena “crisis del petróleo” y en plena “Guerra fría”; con el ruido de sables permanente y la amenaza del terrorismo de extremistas de ambos bandos; con una libertad de prensa relativa (donde el gobierno podía secuestrar en ocasiones tiradas de prensa o revistas) y una televisión pública única, altavoz mediático a conveniencia del gobierno.

Y poco más de un año se tardó, desde las elecciones constituyentes de junio de 1977, para redactar la Constitución y poner de acuerdo a diputados y senadores para su aprobación en el Congreso en octubre de 1978. Para superar la amenaza del involucionismo, fue necesario que los representantes políticos cedieran en muchas de sus aspiraciones, y unir tanto a los que dejaron recientemente una larga clandestinidad, como a los sectores afectados de la burguesía madrileña o nacionalista (vasca o catalana) que necesitaba la democracia para la credibilidad exterior y el beneficio de sus intereses: contra el “bunker” era imprescindible llegar a un consenso.El “bunker” representado por Fraga Iribarne y Alianza Popular, era la cuarta fuerza en el Congreso, con 16 diputados de los 350. Y si aspiraban a volver alGobierno algún día, tanto como a actualizar las estructuras del régimen de Franco,no podían quedar fuera del consenso, debían adherirse al grupo (como hizo Fraga durante y después del “Tejerazo”).En este tiempo no existía aún la “clase política” como la reconocemos hoy.

Así pues, había que diseñar un “Estado del Bienestar”. Había que aplicar la “Monarquía Parlamentaria” y un “Estado de las Autonomías”, por vía rápida (artículo 151) o vía menos rápida (artículo 143) – como si la premura fuese un asunto de primera necesidad en un texto al que se auguraba una larga vida – con un extraño reparto de provincias por comunidades autónomas que dejaba hecho unos zorros el mapa de Castilla la Vieja y León – despojándola completamente de su carácter de nacionalidad histórica – o incluía a Guadalajara en una comunidad de identidad diferenciada y eminentemente manchega. En estas circunstancias, de nuevas banderas al aire y nuevos iconos, de largas pelambreras y pantalones de campana, de grises y “Cristo Rey”, había que imaginar cómo debía estructurarse un país que tuviera cabida en el entorno europeo, y asentar los cimientos para una legislación moderna. Como suele suceder, la realidad superó también en este caso a la ficción, por bien intencionados o ingenuos que fuesen aquellos que imaginaron que la figura del Jefe del Estado fuese inviolable, los representantes políticos aforados (prácticamente blindados), los servicios básicos reconocidos y respetados (y no como valor testimonial sin garantías para la población más necesitada), sin perjuicios derivados de la desigualdad de derechos entre habitantes de distintas comunidades autónomas (aunque sin establecer garantías del Estado para corregirlos) …

Han pasado treinta y ocho años desde la aprobación de la vigente Constitución y si ya se veía que su imperfección no garantizaba muchos de los derechos recogidos, y provocaba conflictos de intereses (el poder judicial, la financiación y las competencias de las autonomías, las diputaciones, la reforma del artículo 135,…) el siglo XXI ha añadido nuevas circunstancias al contexto y los viejos problemas se han acentuado desde la crisis financiera de 2007 y los innumerables casos de corrupción que han llegado a los juzgados salpicando a demasiados políticos de este país, especialmente desde la llegada de Aznar al Gobierno del España en 1996 (¿recuerdan las consecuencias de laLey Cascos?) y con la falta de alternancia en Andalucía. Han salpicado – presuntamente, de momento – hasta a la Casa Real; y Juan Carlos I se lamentó de su “equivocación” y prometió que no volvería a suceder (aunque aquel lamento no era por su hija, sino por haberse ido de cacería a África con su asistente Corinna mientras se pedía sacrificios a la población para el ajuste económico).

Han pasado treinta y ocho años, y en los principios del reinado de Felipe VI algunos hablan de reformar la Constitución. Vana ilusión. Para empezar, los mismos que admiran a Adolfo Suárez y el “consenso del 78”, no parecen muy dispuestos a considerar las propuestas de la nueva izquierda, crítica con el “régimen del 78”. Mal empezamos si para hacer una reforma que afecta a todos los que son no participan todos los que están. Luego hay que entrar en materia, qué y cómo se va a revisar: si el derecho a la vivienda prevalece ante el derecho de los bancos, por ejemplo; o el problema del cupo vasco o la financiación autonómica; o la pervivencia de las diputaciones y la corrección de las duplicidades de servicios en distintas administraciones; o el trasunto del poder judicial; o la regulación del Título II que afecta a la Corona; o la existencia del Senado (ese cementerio de elefantes, engañabobos con pretendida apariencia de cámara territorial); o la regulación de las convocatorias de referéndum o de las iniciativas legislativas populares, etc. Y por último, si la aprobación de las supuestas reformas va a quedarse en exclusiva en la Carrera de San Jerónimo, porque cabe recordar que desde el referéndum para la entrada de España en la OTAN en 1986, no ha vuelto a convocarse ningún referéndum, ni para refrendar los tratados internacionales más importantes (como la Constitución Europea de 2004), ni siquiera en 2011 para aprobar la reforma del artículo 135 (que desde esta columna invito a indagar en la historia de la reforma y su actual redacción). En el lote de 1978 se incluía “La forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria” ¿Qué grado de afección tiene hoy la sociedad española hacia su monarca? ¿Volverían a someterlo a referéndum, a riesgo de un obtener un resultado indeseable? Por eso se habla de reformar artículos, no de cambiar la Constitución. Además, mientras el sistema de elección del Senado siga beneficiando al partido en el poder, como baluarte de sus posiciones en estos tiempos de incertidumbre, dudo mucho que el bipartidismo esté dispuesto a hacerse el harakiri sin ningún tipo de contrapartida.

En resumen, creo que la situación no es la más adecuada para una reforma constitucional. Como la fruta madura cae por su propio peso, una reforma constitucional debería hacerse de acuerdo a la mayoría del país, y con el actual equilibrio parlamentario, cuyo punto de partida es falsario debido a la ley electoral que tenemos, me parece muy, muy difícil. Además, hace falta un talante conciliador generalizado, que no encuentro por más que quiero. Hasta cierto punto es normal que no lo halle, porque a diferencia de 1978, no hay razones nuevas, tan poderosas como las de entonces, para compartir entre todos el sentimiento de querer hacer comunidad, o nación. Y lamentablemente, esta inacción beneficia a los inmovilistas, bastante beneficiados ya de por sí.

martes, 6 de diciembre de 2016

Sobre el narcisismo blasfemo del que acusó Cernuda a Juan Ramón Jiménez y la respuesta que le dio

Cuando leí los estudios de Luis Cernuda contenidos en Poesía y literatura I y II, de 1960 y 1964 (o más probablemente en Estudios sobre poesía española contemporánea, 1957, ya no me acuerdo bien), me llamó la atención su ajuste de cuentas de Cernuda con Juan Ramón Jiménez (Kuan Qamón Ximénez, para los criticones del 27, quienes se burlaban de su odio estético al aspecto gráfico de esas consonantes). Cernuda nunca le perdonó que, bajo el pseudónimo de "El cansado de su nombre" criticase su primer libro, Perfil del aire, acusándolo de ser jorgeguilleniano. Y se vengó al decir que el onubense profesaba un narcisismo blasfemo. No estará de más recordar al respecto la afirmación que abre y cierra su gran poema en prosa Espacio, cuya copia pirata he difundido a través de Internet: "Los dioses no tuvieron otra sustancia que la que tengo yo", etc... Cernuda reiteró esta acusación en alguno de los últimos poemas de su La realidad y el deseo, más en concreto "Juan Ramón Jiménez contempla el crepúsculo", donde le achaca estar más atento a la belleza luminosa y deslumbrante del día que a la nocturna, que también es bella, comparándolo con Ruskin, otro decadente como él era al principio de su carrera.

Hoy estoy leyendo una magnífica reconstrucción de uno de los libros de J. R. J, Vida. Volumen I. Días de mi vida. Madrid / Valencia: Pre-textos, 2014, que había permanecido en parte inédito, y observo en su página 684 que JRJ contestó a Cernuda sin nombrarlo expresamente (para chincharlo más todavía, supongo). Su respuesta es esta que copio en electrones por primera vez, ya que no la he visto en ningún lugar de Internet:

CDXXVIII

IDEOLOJÍA

Dicen algunos que soy un narcisista herético o ateo, porque me considero divino.

A mí me enseñó la relijión católica (hoy soy cristiano y no católico, ni protestante, ni de ninguna secta) que Dios me hizo a mí a su imajen y semejanza; que el alma es divina y que yo tengo alma; que el animal, por no tener alma divina, no es inmortal, etc. Entonces, ¿qué ateísmo, qué herejía, qué narcisismo puede haber en mi creencia?

En último caso, el narcisista sería el dios que me creó a mí a su imajen y semejanza, para perpetuar su divinidad, el dios que no creía en Dios, esto es, un dios ateo, herético, o narcisista.

Yo creo en Jesús el Nazareno, el poeta que creía en su padre, su propio padre que él no cargó de los símbolos con que lo cargó luego la iglesia; que él consideró como orijen y fin suyo, de donde salió y a donde volvió. y creo que esta creencia es suficiente para el hombre.

Yo soy tácitamente cristiano, es decir, soy creyente en la palabra de Cristo, quien se consideró divino; digo, Hijo de Dios eterno, y eterno en Él, como creyó Servet, y lo gritó en su martirio; y me considero divino como cualquier otro ser de la naturaleza: cualquier hombre, cualquier perro o cualquier pájaro, por ejemplo, ya que todos participan, en alguna forma, de Dios. Y, en algunas circunstancias, más podría yo creer en la divinidad de pájaro, por ejemplo, que no es vicioso en su amor, en su alimento, etc., que en la mía; porque me parece que, a medida que la conciencia aumenta, la capacidad pensativa y sensitiva (del hombre, de la abeja, de la hormiga, etc.) sobrevienen los vicios más jenerales de todos los seres de la creación.

CDXIX

MI SOLUCIÓN: UNA RELIJIÓN POR LA CONCIENCIA

...Por ejemplo, el sol. Se supone que el sol es muy importante, y lo es. Nos da muchas cosas: calor, luz, fuerza, salud: jiramos alrededor de él, es un centro físico nuestro. Pero yo, hombre, soy más que el sol; yo sé que él es sol y que yo soy yo y él no sabe quién soy yo ni quién es él.

Yo sé que [en] tal planeta, la estrella X, por ejemplo, puede haber vida, como en esta tierra, y hasta seres concientes. y puedo imajinarme cómo son, por lo que veo y comprendo aquí. Si considero las infinitas variedades, animales, vejetales y minerales de esta tierra, que suman infinitas combinaciones y posibilidades, no tengo por qué estar triste de no conocer las de otro planeta equivalente. Y en cuanto a la posible conciencia de esos seres, ¿será más rica que la nuestra?

Yo puedo con mi conciencia concebir un universo tan grande como sea, puedo pensar en lo infinito y lo eterno. Puedo pensar en un dios y puedo pensar que el dios que podemos tener no es justo. Yo puedo señalar a dios todas las diferencias y las monstruosidades de este mundo. Es decir, puedo ser crítico sereno y (...) de dios, y pensar en el mejor dios posible.

Yo puedo comprender la nada y y puedo comprender la muerte. Si el niño, el joven que yo fui, han muerto en mí, yo estoy triste de ellos, como de otros muertos que no son yo. Pero también estoy contento de ser más que el niño, el joven que fui. Puedo comprender más que ellos y gozar más que ellos. He podido decir: belleza y verdad, amor en plenitud.

Yo puedo dejar de mí en pensamiento, sentimiento, expresión, dejar que se incorpore a otros y sea vida sucesiva con ellos, incorporarme a otras conciencias. ¿Qué más puede ser un dios? yo puedo comprender que no haya dios y aceptarlo; y puedo comprender la nada y aceptarla.

Esta es mi relijión, la relijión de la conciencia humana superior.

La anotación, de Mercedes Juliá y M.ª Ángeles Sanz Manzano (en este caso pienso que más de la primera que de la segunda, porque publicó un trabajo sobre este aspecto) proclama que esta concepción de Dios acerca a JRJ al spinozismo. "A lo único que podían aspirar los hombres, según Spinoza y Juan Ramón, era a crear un dios que se pareciera a ellos. Así, el dios de Juan Ramón es su conciencia superior de la belleza del mundo. Se contesta así a las conjeturas de algunos críticos que aún piensan que Juan Ramón Jiménez al final de su vida encontró al Dios de las religiones positivas", p. 806.