Juan José Millás, "Misterio", en El País, 9 DIC 2016:
“Me asaltó un pensamiento sombrío”. He ahí una frase hecha en la que apenas repararíamos de leerla en un libro, pese a la brutalidad de su significado. Ser “asaltado” por un pensamiento (sombrío o no) implica que el pensamiento procede del exterior. Estás tan tranquilo, no sé, viendo la tele, sin meterte con nadie, cuando se cuela en tu cabeza la idea de que el bulto que te ha salido en el párpado no es precisamente un orzuelo. ¿Por qué nos atacan con tanta fuerza pensamientos que intentamos desechar sin éxito? ¿De dónde vienen? ¿Qué clase de autonomía tienen? Pongamos que acabas de meterte en la cama, que has cerrado los ojos, que has hallado postura, y que cuando estás a punto de desconectar, te sobresalta la idea de que la llave del gas se ha quedado abierta. A lo mejor ni siquiera tienes gas. Pero la idea insiste e insiste hasta que no te queda otra que levantarte.
Imagina ahora que te encuentras en casa un sábado por la tarde, leyendo una novela, cuando se abre la puerta y aparece un intruso. Un tipo con barba, por ejemplo, que se dirige tranquilamente a la cocina para prepararse un café. Te quedarías perplejo. Eso es lo que nos ocurre con las ideas intrusas, que nos dejan perplejos. ¿Pero por qué, por qué?, nos preguntamos. ¿Por qué a estas horas? No hay respuesta. ¿Cómo defenderse de ellas? A mí me da buen resultado observarlas con naturalidad, como si pertenecieran a mi familia ideológica y tuvieran todo el derecho a pasearse por mi cabeza. Si no les presto mucha atención, suelen largarse. Lo que no me ha ocurrido nunca es que me asalte una columna periodística intrusa. Todas y cada una de las columnas que publico he de escribirlas yo, sin ayuda de voces que procedan de afuera. Otro misterio.
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