martes, 16 de noviembre de 2021

Heidegger para dummies

¿Qué diferencia hay entre el ser auténtico (Dasein) y el ser inauténtico (Das man), propuestos por Martin Heidegger, en su obra Ser y tiempos (y ejemplos)?

El primero se escribe Dasein pero el Segundo se escribe separado: Das man, donde el Das es el artículo neutro.

Para Heidegger el Ser copa la importancia filosófica y existencial. Y no debe ser confundido con el Ente. Así como un existente es todo aquello que existe, un ente es todo aquello que es. Pero ni el ente es un ser ni el ser es un ente, aunque el ser no se manifieste nunca fuera de los entes. Pues bien, hay un ente especialísimo, que es el Dasein [unión de Da (ahí) y Sein (ser)]. El Dasein es un Ente, pero es un ente tal que en su propia esencia reside el preocuparse por su propio ser. Esa preocupación desvela una certeza incuestionable: la muerte. Y genera una angustia (Angst).

Ahora bien, el Dasein puede eludir (o al neos intentarlo) su esencia auténtica y desentenderse de ello traicionando su propio ser, dedicando su interés en cuestiones triviales, atendiendo al ruido social, a la cháchara, al se dice, se cuenta, se comenta… Esa es la existencia inautėntica en la que el Dasein vive como si no fuera Dasein, y a esa existencia trivial, superficial, la denomina Heidegger Das man (no Dasman). Man en alemán es el morfema reflexivo de "se dice, se cuenta". Así, Das man significa el se ….donde en el espacio de los puntos suspensivos puedes cono al cualquier infinitivo: se hace esto, se cree lo de más allá, de modo impersonal, inauténtico… se hace porque se hace, es la moda, toca hacerlo por buen gusto social, es lo que se espera de ti, etc, etc. Eso es Das man.

miércoles, 10 de noviembre de 2021

Cómo romper el hielo social (sin picahielos, claro)

Primero hay que ser sociable o tender a serlo.

Antes de empezar es muy importante sonreír: es el truco más fácil de aplicar, pero el más difícil para algunos.

Después desviar la atención de lo que todo el grupo piensa: “¿Usted también se siente incomodo en lugares donde no conoce a nadie ?”. Donde no se conoce a nadie, nadie piensa mal de ti y todos se hacen las mismas preguntas que tú. Entonces preocuparse por ellos, tener empatía, es lo más certero.

No hay que buscar ser perfecto. No hay que rebuscar la mejor frase o comentario, porque entonces notarán que intentas fingir y autocontrolarte demasiado. El comportamiento natural es el mejor refugio. A todo el mundo le gusta conversar con personas honestas, enteras y verdaderas. Hay que ser uno mismo y no tener miedo de diferenciarse, porque la gente que asume su personalidad es mucho más amigable y sociable que la que finge y esconde sus opiniones. No hay que esconderse.

Todo esto no es fácil. Hay que entrenarse para ser sociable, buscar los contextos para practicar, salir de la zona de confort. Un buen reto es hablar con una persona desconocida cada día. Si se logra durante un mes, serás más sociable que 95% de la gente que conoces.

Es un proceso de construcción de la mutua confianza. Es más fácil cuando interpretas el lenguaje corporal como alguien dispuesto o abierto a la comunicación, como alguien que "se muestra". A todos nos gusta la gente interesante, la gente que te enseña cosas nuevas. Lo más importante es tener seguridad en uno mismo, cualquier tema para romperlo sirve si te ves seguro… Claro, también impacta tu imagen. Le dices: oye, te gustaría que rompamos el hielo juntos? Le preguntas que cuando cumple años y que que hizo en su cumpleaños pasado, con una sonrisa, empieza hablar de algo que sepas que le gusta. Tu mirada tiene que ir siempre a sus ojos, escuchando lo que dice y respondiendo de acuerdo con tu opinión Tienes que ser abierto y extrovertido, simpático y no adulador. Muy acertadamente para romper el hielo en un proceso de venta por ejemplo, podría comenzar por hacer una pregunta. Este consejo vale oro.

Romper el hielo significa establecer un puente de comunicación entre un@ extrañ@ y tú. Dependiendo del contexto y del lugar dónde estés, ya que no es lo mismo el atrio de una iglesia que una discoteca, ni el hall de un evento que un parque de diversiones, siempre una pregunta pertinente rompe el hielo fácilmente. Preguntarle algo que sea de interés para ambos como: "¿Entendiste la tarea que dejó la maestra?". "¿Cuál es el platillo o bebida que más te gusta de este lugar?". "¿Puedes explicarme esto o aquello?". "¿Sabes cuando sacan las mejores promociones y ofertas en esta tienda?". "¿Qué otras películas me recomiendas de ese actor o director?". Desinhibe usar licor. También el vacile: hacer creer que confundimos a una persona con otra. Decir frases típicas como: ¿Aquí hay calor humano? ¿Ustedes qué opinan? ¿Cómo estás? "Es asunto complejo que requiere mucha explicación" Los peores temas de conservación son los que tienen como centro transmitir chismes malos sobre alguien (arruinan no solo la reputación del alguien, sino la tuya) y los que contienen imposiciones y obligaciones: los que te quieren convencerte de hacer algo: “Deberías hacer esto”, “Deberías hacerte la lipo" (como si ellos te la fueran a pagar), “deberías ser más femenina" (¿quién te ha preguntado?) “Deberías maquillarte menos “ (por fin, decídete) Deberías ya casarte y asentarte en tu trabajo, bla bla bla. La política, la religión, el desempeño académico, el aborto, el nacionalismo, fútbol, animalismo, toros, veganismo... cosas que dividen, que no unen, declarando alguna jerarquía. Así los consejos no pedidos: “Yo a tu edad hacía esto”, “En mi generación se hacían mejor las cosas” “Tu deberías estudiar esto”, “Tu ya te deberías casar”. Porque esos más que consejos buscan ser imposiciones de que los jóvenes tengan que seguir a rajatabla lo que sus padres creen que es lo mejor para ellos. Son pelmazos evangelizadores y sermoneadores. Hay que encontrar la cara interesante de cualquier tema. Socializar es dinámico: consiste en dialogar, escuchar y preguntar pero más en escuchar lo que la otra persona tiene que decir. Siente curiosidad e interésate por los temas de los demás y haz preguntas. Para ligar con alguien hay que estudiarlo: saber cosas que no sabe y le llamen la atención y ahora gracias a ti conoce. Hay que tener una conversación productiva.

Aburre mortalmente la gente que usa en exceso la primera persona y habla demasiado de sí misma con el objetivo de presumir o de que los demás no dejemos de apreciar la cantidad de cosas que hacen en su vida. Es además una desconsideración total ocupar todos los turnos de palabra y no dejar hablar al interlocutor, y si además la persona solo habla de sí misma, le niega al interlocutor la posibilidad de participar significativamente en la conversación. Con esa estrategia no se impresiona a nadie, al revés, se aburre mortalmente a quién solo puede escuchar aunque se le deje hablar. Egocéntricos y charlatanes. También los victimistas: la gente que se queja diciendo qué mal la trataron y cuánta razón tenía ella. El victimismo es común con divorciados: las innumerables perradas que le hizo el marido o la mujer, o con parejas. A uno lo tienen de testigo sin conocer y sin poder corroborar la verdad de lo que dicen. Los monotemáticos, gente que habla de un solo tema, con TOC, medio o cuarto autistas, meapilas, feminazis, fanáticos, terraplanistas etc. Solo un genio como Tarantino puede hablar con talento de chorradas e insulseces.

Suele recomendarse que se dejen de lado temas como política o religión, aunque en realidad depende de cómo los abordes. En lugar de preguntar qué opina del veganismo, el aborto, la lucha contra el crimen, etc. personaliza la pregunta: qué haría esa persona para mejorar tal o cual situación. Por ejemplo: ¿qué medidas tomarías tú para parar los feminicidios? ¿Qué piensas que falta por hacer para frenar la violencia ocasionada por el narcotráfico? ¿Crees que es cruel matar animales para comerlos? En lugar de preguntarle si practica alguna religión, pide que te diga si considera si hay aspectos de la religión que ayudan a la sociedad. Pregunta y escucha. Da tus opiniones si él o ella te los pregunta y deja de lado los juicios.

En marketing se usan preguntas cerradas cuyas respuestas serán Sí o No y preguntas abiertas. Las abiertas son las que responden al qué, cómo, cuándo, dónde, porqué, para qué. Ten en cuenta que si haces una pregunta que te puedan responder con un sí o un no, disminuyes las posibilidades de que se desarrolle una conversación enseguida. Se sugiere que hagas preguntas abiertas, de tipo: "¿A qué hora pasa el tren? ¿Sabe dónde queda la tienda de…? Preguntar por ejemplo en una fiesta "¿qué tipo de licor es ese?" en lugar de preguntar "¿Le gusta ese licor?" hace la diferencia.

No se debe "parecer interesante", sino "ser interesante" y luego establecer la estrategia para romper el hielo. Eso se aprende. La sinceridad y la naturalidad son dos aspectos claves para ello también y ahí no puedes fingir. O eres sincer@ o no lo eres, o eres natural o no lo eres. El hecho de solo "Parecer" en lugar de "Ser" saldría a la luz en poco tiempo y habrás perdido tu tiempo al romper el hielo con esa persona o ante ese grupo.

sábado, 6 de noviembre de 2021

Apariencias, según Shakespeare

Shakespeare, El mercader de Venecia:

BASANIO.

Muchas veces engañan las apariencias. ¿Ha habido causa tan mala que un elocuente abogado no pudiera hacer probable, buscando disculpas para el crimen más horrendo? ¿Hay alguna herejía religiosa que no tenga sectarios, y que no pueda cubrirse con citas de la Escritura o con flores retóricas que disimulen su fealdad? ¿Hay vicio que no pueda disfrazarse con la máscara de la virtud? ¿No habéis visto muchos cobardes, tan falsos y movedizos como piedra sobre arena, y que por fuera muestran la belicosa faz de Hércules y las híspidas barbas de Marte, y por de dentro tienen los hígados tan blancos como la leche? Fingen valor, para hacerse temer. Medid la hermosura: se compra al peso, y son más ligeras las que se atavían con los más preciados arreos de la belleza. ¡Cuántas veces los áureos rizos, enroscados como sierpes alrededor de una dudosa belleza, son prenda de otra hermosura que yace en olvidado sepulcro! Los adornos son como la playa de un mar proceloso: como el velo de seda que oculta el rostro de una hermosura india: como la verdad, cuya máscara toma la fraude para engañar a los más prudentes. Por eso desdeño los fulgores del oro, alimento y perdición del avaro Midas, y también el pálido brillo de la mercenaria plata. Tu quebrado color, oh plomo que pasas por vil y anuncias más desdichas que felicidad, me atrae más que todo eso. Por ti me decido. ¡Quiera Dios cumplir mi amoroso deseo!


Los que no ascienden

Si no asciende alguien en su trabajo, debe ser por alguna o algunas de estas causas.

Que el sujeto no sea honesto consigo mismo y no se conteste con toda sinceridad a:

Si solo vas al trabajo para cumplir con lo mínimo indispensable, si no haces propuestas de mejora, si no eres empático con los problemas de la empresa en la que laboras, si no ofreces algo más de tu tiempo, si no participas de manera entusiasta en lo que se te encomienda, si tu actitud es negativa, si haces "tiempos muertos", si llegas tarde, si te vas apenas da la hora de salida, si no "te pones la camiseta", si cometes muchos errores, si no asumes tus responsabilidades, si evitas tomar retos nuevos, si eres desorganizado, si tú lugar de trabajo está sucio, si hablas mal de los demás, si te juntas con las personas conflictivas que ahí trabajan, si te metes en chismes, si llevas tus problemas personales al trabajo, si eres quejumbroso, si vas desaliñado, si produces poco, si necesitas documentos de estudios y no los tienes. Hay muchas razones por las cuales podrían no promoverte en el trabajo. Pero te sugiero que mejor te contestes éstas y muchas preguntas por el estilo. 

Por otra parte, también puedes acudir a tu superior y preguntar qué necesitas para una promoción.

Canción del torero Escamillo, en Carmen, de Bizet. Versión bilingüe

Carmen, libreto de Henri Meilhac y Ludovic Halévy, música de Bizet.


Aria del torero Escamillo


Con otro a su brindis respondo, señores,

pues los soldados, sí,

con los toreros como yo se entienden: 

¡por placer vamos al combate!

La plaza está llena, es día de fiesta, 

repleta de arriba abajo,

la cabeza pierde el público,

¡se interpelan a gritos

en explosión!

¡Alaridos, voces y tumulto,

creciendo hasta el paroxismo!

¡Es la fiesta del coraje!

¡La fiesta de los valientes!

¡Venga, en guardia! ¡Ah!

Torero ¡cuidado!

Y recuerda, sí,

recuerda al torear,

que unos ojos negros miran,

¡y que el amor te espera,

torero!


(Coro bis)

Torero, ¡cuidado!

¡Torero, torero!

Recuerda, sí,

recuerda al torear,

que los ojos negros miran,

¡y que el amor te espera, matador!

¡El amor te espera, el amor!



Un silencio de repente.

¡Ah! ¿qué pasó?

¡Los gritos acabaron,

el momento llegó!

¡El toro sale del toril!

Al caballo va... lo embiste,

lo derrumba arrastrando al picador.

"¡Ah! ¡Bravo toro!"

grita el público.

El toro va y viene...

y ataca otra vez.

Sacudiendo banderillas,

lleno de furia corre...

¡Llena de sangre está la arena!

¡Cuidado, a guarecerse... a las barreras!

¡Ahora es tu suerte!

¡Vamos! ¡Cuidado! ¡Ah!


(Coro. bis)


¡Torero, en guardia!

¡Torero, torero!

¡Torero, cuidado! 

Y recuerda, sí,

recuerda al torear

que miran los ojos negros,

¡y que el amor te espera, matador!

¡El amor te espera, el amor!

¡El amor! ¡El amor! ¡El amor!

¡Matador, matador, matador!


(trad. de Ángel Romera)


Texto original:


Votre toast, je peux vous le rendre,

Señors, señors car avec les soldats

oui, les toréros, peuvent s'entendre;

Pour plaisirs, pour plaisirs,

ils ont les combats !


Le cirque est plein, c'est jour de fête !

Le cirque est plein du haut en bas;

Les spectateurs, perdant la tête,

Les spectateurs s'interpellent

À grand fracas !


Apostrophes, cris et tapage

Poussés jusques à la fureur !

Car c'est la fête du courage !

C'est la fête des gens de cœur !

Allons ! en garde !

Allons ! allons ! Ah !


(Refrain ×2)

Toréador, en garde ! Toréador !

Toréador !

Et songe bien, oui,

songe en combattant

Qu'un œil noir te regarde,

Et que l'amour t'attend,

Toréador, l'amour, l'amour t'attend !


Tout d'un coup, on fait silence,

On fait silence… ah ! que se passe-t-il ?

Plus de cris, c'est l'instant !

Plus de cris, c'est l'instant !


Le taureau s'élance

en bondissant hors du toril !

Il s'élance ! Il entre, il frappe !…

un cheval roule,

entraînant un picador,

"Ah ! Bravo ! Toro !" hurle la foule,

le taureau va... il vient...

il vient et frappe encore !


En secouant ses banderilles,

plein de fureur, il court !

Le cirque est plein de sang !

On se sauve… on franchit les grilles !

C'est ton tour maintenant !

Allons ! en garde ! allons ! allons ! Ah !


(Refrain ×2)

Toréador, en garde ! Toréador !

Toréador !

Et songe bien, oui, songe en combattant

Qu'un œil noir te regarde,

Et que l'amour t'attend,

Toréador, l'amour, l'amour t'attend !


L'amour ! L'amour ! L'amour !

Toréador, Toréador, Toréador !

viernes, 5 de noviembre de 2021

La justicia española nunca se depuró tras el franquismo y siguió

Cándido Marquesán Millán, "La justicia española nunca se depuró tras el franquismo", en Nueva Tribuna, 4 - XI - 2021:

La implicación de la justicia ordinaria en la represión franquista explica la ausencia de una auténtica política de Justicia Transicional

He podido leer con autentico interés el artículo de Paloma Aguilar, catedrática de Ciencia Política de la UNED, Jueces, represión y justicia transicional en España, Chile y Argentina, del año 2013. El título es suficiente explícito de cuáles son sus objetivos. ¡Qué cantidad de desconocimiento tenemos todavía los españoles sobre ese periodo tenebroso de nuestra historia reciente, la dictadura de Franco! E igualmente no sé si somos conscientes de algunas de sus secuelas que perviven en nuestra democracia. Sobre lo primero, de ese desconocimiento, y de sus secuelas versarán las líneas siguientes.

He estudiado, explicado y escrito de la dictadura franquista en sus aspectos políticos, sociales, económicos y culturales. Pero hay un aspecto que no conocía en profundidad, cual fue el gran protagonismo de la justicia ordinaria española en la brutal represión del franquismo durante la guerra y la dictadura. Y ese desconocimiento me imposibilitaba conocer las razones auténticas de las carencias de una auténtica política de Justicia Transicional (JT*) en España, sin juicios a los crímenes del franquismo, la abolición de la Ley de Amnistía y la implantación de una Comisión de la Verdad, como se han realizado en distinto grado en Argentina y Chile. Países sudamericanos que en este ámbito nos han dado una lección a los españoles.

Voy a exponer lo fundamental del artículo espléndido de Paloma Aguilar, ciñéndome al caso de España con alguna breve referencia a Argentina y Chile. Haré un resumen de su contenido, con algunas aportaciones personales, así con aportaciones de un artículo de Mónica Lanero.

Paloma Aguilar destaca que no hay investigaciones que hayan tratado de relacionar el tipo de prácticas represivas empleadas por las dictaduras, el grado de implicación del sistema judicial en ellas y las ulteriores políticas de Justicia Transicional. Compara el caso de España con el de Chile y el de Argentina. En los tres países hubo dictaduras con violaciones sistemáticas de los derechos humanos y ello les obligó a reflexionar sobre qué hacer con ese pasado traumático en sus procesos de democratización.

Los casos de Argentina y Chile son claramente dictaduras militares. Aunque Franco fue militar y, especialmente, en los primeros gobiernos, los militares tuvieron amplias competencias en el ámbito judicial y con ministerios importantes, el franquismo no puede considerarse un régimen castrense. No fueron solo los militares y los cuerpos de policía -como en Argentina y Chile- quienes llevaron a cabo la represión política, sino que el sistema judicial en su conjunto fue clave por su participación directa en los consejos de guerra y en las jurisdicciones especiales.

En aquellos países en los que las víctimas son consecuencia de un sistema de represión ilegal diseñado desde el poder político-militar (como en Argentina), es más probable que los jueces se hayan mantenido en mayor medida al margen de la represión que allí donde ha prevalecido la represión “legal” (como en España). Cuanto mayor haya sido la implicación de la justicia ordinaria en la represión dictatorial -lo que tuvo lugar muy particularmente en España y, en menor grado, también en Chile-, mayor resistencia existirá a la hora de impulsar determinadas políticas de JT. Y si hay algún juez que trata de impulsarlas es apartado sin contemplaciones de la carrera judicial por sus mismos “compañeros” de profesión, con el aplauso de la mayoría de las fuerzas políticas, de los grandes medios, y con muy escasa respuesta de la sociedad en su conjunto.

Los procesos judiciales han sido mucho más tardíos en Chile que en Argentina, mientras que en España no han tenido lugar

Cuando las responsabilidades no solo recaen sobre la cúpula militar y ciertos cuerpos de la policía, sino sobre el conjunto del sistema judicial, los jueces y fiscales tienden a ser más reacios a cualquier revisión pública del pasado y mucho más a la aprobación de medidas punitivas contra los responsables de la represión. El mero hecho de revisar las causas judiciales del franquismo -muchas de ellas mal instruidas o carentes de las mínimas garantías judiciales-, podría poner en entredicho el rigor y la honorabilidad de los órganos judiciales a lo largo de muchos años, cuando el sistema judicial siempre ha sostenido que se mantuvo al margen de la represión y que en todo momento mantuvo su independencia. Nadie se tira piedras sobre su propio tejado. De hecho, los procesos judiciales han sido mucho más tardíos en Chile que en Argentina, mientras que en España no han tenido lugar. También observaremos mayor reticencia a derogar las leyes de amnistía que impiden o dificultan la celebración de dichos juicios: mientras que en Chile se derogó en 2014, en España sigue en vigor, en Argentina se derogó tempranamente la ley de “autoamnistía” que aprobaron los militares antes de dejar el poder y, años después, también se declararon nulas e inconstitucionales las leyes de “obediencia debida” y “punto final” aprobadas bajo la presidencia de Menem para evitar que prosiguieran los juicios.

LA JUSTICIA ORDINARIA AL SERVICIO DE FRANCO

La justicia militar franquista, principal -aunque no única- protagonista de la represión bélica y posbélica, se hubo de nutrir, dada la gran cantidad de procesos judiciales a que tuvo de hacer frente, fundamentalmente entre 1936 y 1944, de personal procedente de la justicia ordinaria: “numerosos jueces, fiscales y magistrados participaron activamente en la jurisdicción militar como jueces instructores, fiscales o ponentes de los consejos de guerra”. Estos profesionales de la justicia aceptaron militarizarse temporalmente, en muchos casos de forma voluntaria, lo que significó que formaron parte de los tribunales militares que, hasta mediados de los años cuarenta, se calcula que ejecutaron unas 50.000 penas de muerte, aunque las que dictaron y luego indultaron fueron muchas más. Desde 1941, con motivo de la reducción del número de juicios, se empezó a desmovilizar al personal judicial militarizado y a devolverlo a la justicia ordinaria. El personal “jurídico militar” siguió participando en los consejos de guerra hasta el final de la dictadura (e incluso, posiblemente, después, ya que el Código de Justicia Militar de 1945 se mantuvo vigente hasta 1980) a través de la figura del ‘vocal ponente’, cuya presencia era obligada. La mayoría de las sentencias se dictaron en consejos de guerra mediante procedimiento sumarísimo, lo que limitaba considerablemente las oportunidades de defensa de los acusados. En ocasiones el veredicto estaba decidido de antemano y, en muchos casos, ni siquiera se respetaban las formalidades mínimas de rigor, incumpliéndose la ya de por sí represiva legislación vigente. En el caso de los procedimientos sumarísimos no solo era obligatorio que el abogado defensor fuera un militar, sino que, además, debía ser el de menor graduación del consejo de guerra. Al abogado, debido al procedimiento sumarísimo, apenas se le proporcionaba tiempo para preparar su defensa y, dada su posición de subordinación en la estructura militar, apenas tenía posibilidades reales de defender al acusado.

La justicia ordinaria española también participó en una serie de jurisdicciones especiales creadas para la represión política. Destaca su implicación en la jurisdicción de Responsabilidades Políticas, pero también colaboró en el Tribunal Especial para la represión de la Masonería y el Comunismo, la jurisdicción de Vagos y Maleantes, las Fiscalías de Tasas y la Jurisdicción Laboral. En varios de estos casos, como en los consejos de guerra, se establecieron “tribunales mixtos”, formados por militares (que normalmente eran mayoría y solían ocupar los puestos más relevantes), miembros de la jurisdicción ordinaria y militantes del partido único (FET y de las JONS). La extraordinaria expansión de la jurisdicción militar -invadiendo multitud de competencias previamente reservadas a la jurisdicción ordinaria y teniendo clara preeminencia sobre esta en caso de conflicto de competencias- y, sobre todo, la proliferación de jurisdicciones especiales dedicadas a la represión, no tienen parangón en los casos chileno y argentino.

La denominada “Causa General” fue creada por Decreto de 26 de abril de 1940. En ella se atribuía al Ministerio Fiscal, subordinado al Ministerio de Justicia, la tarea de investigar la actividad supuestamente criminal de los simpatizantes del bando vencido en la guerra civil. Esta información fue recopilada por los fiscales de la justicia ordinaria hasta los años sesenta y condujo a la apertura de decenas de miles de procesos judiciales. No existe nada equivalente en los países del Cono Sur. Yo he investigado la Causa General de mi pueblo natal, Híjar, y no merece credibilidad alguna.

La primera etapa de la dictadura española fue la más represiva, pero el franquismo no dejó de perseguir a los disidentes hasta el final. Con el paso del tiempo, la justicia ordinaria fue la que adquirió un mayor protagonismo en esta tarea; destaca su participación exclusiva en el Tribunal de Orden Público (TOP), en el que jueces y magistrados asumieron, a partir de 1963 y hasta finales de 1976, con carácter muchas veces voluntario, el protagonismo en la represión ideológica y política, salvo en el caso de los delitos de terrorismo, de los que se seguía encargando la jurisdicción militar. Para evitar la lentitud generada por la cantidad de casos acumulados en este tribunal especial, además de ampliarse a finales de 1971 las plazas de magistrados y de crearse un segundo juzgado, se impuso “a los jueces de instrucción y a los fiscales de toda España la obligación de practicar las primeras diligencias, convirtiéndoles en servidores del Juzgado de Orden Público”. De esta forma, se ampliaba aún más la implicación de la justicia ordinaria en la maquinaria represiva del franquismo. En Argentina y Chile no se creó ningún tribunal civil destinado a la represión. Resulta asombroso que el TOP fuera capaz, en los últimos años del franquismo, de dictar tantas sentencias condenatorias, y de tal dureza, por acciones que, en su mayoría, suponían el ejercicio de los derechos políticos más elementales en democracia.

La justicia ordinaria española, incluso cuando actuó fuera del ámbito de las jurisdicciones especiales, colaboró con la dictadura mediante el control social que ejerció sobre la población y la aplicación, en sus sentencias, de la ideología franquista. También se ha documentado la estrecha colaboración de la justicia con la policía política del régimen, la Brigada Político-Social, y su constante inhibición ante las denuncias por casos de tortura. Esta Brigada tiene su origen en una Ley del 8 de marzo de 1941 y se mantiene hasta su derogación el 9 de diciembre de 1978 (tres años después de muerto Franco). Los jueces y fiscales garantizaron su impunidad, pues “era normal en el Tribunal de Orden Público ‘impedir preguntas directas’ sobre malos tratos policiales”. En nuestro país la única —y tardía— resistencia judicial a la dictadura vino de la mano de Justicia Democrática. En Argentina y Chile hubo jueces, fiscales y abogados que se mostraron disidentes con las políticas represivas de sus países, incluso algunos de ellos pagaron con su vida. En Argentina más de cien abogados de presos políticos desaparecieron entre 1976 y 1983.

El Supremo no se separó de la doctrina franquista en la interpretación de la ley y defendió hasta el final la ideología del régimen en sus sentencias

El Tribunal Supremo español no se separó de la doctrina franquista en la interpretación de la ley y defendió hasta el final la ideología del régimen en sus sentencias. Además, el máximo órgano judicial contribuyó “a la subordinación de la justicia ordinaria al fallar las cuestiones de competencia que se suscitan entre Tribunales ordinarios y militares con un criterio indefectiblemente favorable a la jurisdicción castrense”.

Para analizar la implicación del sistema judicial en la represión es importante conocer su grado de independencia respecto al Ejecutivo. Para ello hay que saber si las dictaduras depuraron la judicatura al tomar el poder y si crearon mecanismos para sojuzgar a los jueces y limitar el control que podían ejercer sobre el poder político. En el caso español, hubo una purga de todas las profesiones, especialmente conocidas en el ámbito político y docente, que, si bien en menor medida, también afectó a la jurídica: “la separación del servicio alcanzó al 6% de la carrera judicial, y al 12% de la carrera fiscal”. Ello le sirvió al franquismo para asegurarse la lealtad de jueces, magistrados y fiscales. Sobre esta depuración merece la pena destacar el artículo de Mónica Lanero La depuración de la magistratura y el ministerio fiscal en el franquismo (1936-1944). Menciona algunos casos que generan una mezcla de risa y estupor. Por ejemplo, al Juez V. C. A. , presidente del Jurado Mixto de Palma de Mallorca, se le tacha de azañista, parcial hacia los arrendatarios de izquierda, servil con los jefes locales de partidos de izquierda, insociable, -porque no se relaciona con las personas de su clase social, con las que es natural que hubiera vivido- , infiel y afeminado, lo que se deducía de que llevaba las uñas cuidadas. Fue separado en 1938, por favorecer la “indisciplina social y la anarquía imperante durante la II República”. El juez de Arévalo, I.D-C. de la P. es tachado de izquierdista por relacionarse con personas de esa ideología ¡porque coinciden en el comedor de la única fonda del pueblo! La moralidad de otro funcionario es dudosa porque su esposa ha sido vista en bata en el balcón… Resulta un auténtico esperpento si no fuera por lo que cuesta a los procesados levantar las acusaciones por el resultado de éstas sobre sus carreras profesionales. Como ejemplo, el expediente seguido contra el presidente de la Audiencia de Zamora, J.A.D., en cuya propuesta de resolución se dice que «Practicada copiosa prueba testifical, predominaron las manifestaciones de que según rumor público era el Sr. A. amigo de Galarza —gobernador civil de Zamora— a cuyo dictado procedía, si bien niegan tales afirmaciones entre otros, el Fiscal de aquella Audiencia, el Jefe de la Comandancia de la Guardia Civil, los Decanos de los Colegios de Abogados y Procuradores y el actual Gobernador Civil. (...) Considerando que de todo lo probado se deduce que D. J.A.D. obraba con excesivas complacencias para con el político marxista Galarza (…), todo lo que demuestra que carece de la debida independencia e imparcialidad que a todo funcionario de la Administración de Justicia se exige y que ha favorecido a los enemigos de los principios defendidos y proclamados por el Movimiento Nacional”.

Durante los primeros años, el control en el acceso a estas profesiones también se llevó a cabo mediante la reserva de plazas: “en las oposiciones a la judicatura del año 1941, de 130 plazas convocadas, 26 eran de turno libre y 26 para cada uno de los siguientes grupos: a) caballeros mutilados; b) alféreces provisionales; c) excombatientes; d) excautivos y huérfanos de la guerra”.  Con esa procedencia no es difícil imaginar su ideología y su servilismo al régimen. A estos colectivos también se les recompensó con Administraciones de Lotería, Estancos, conserjerías de institutos, alguaciles municipales…Además, al asumir su cargo los jueces debían jurar “incondicional adhesión al Caudillo de España”, lo que no parecía dejar mucho margen a la imparcialidad. La fórmula de juramento exigida al ingreso en las carreras judicial y ÿ fiscal y renovada en cada nueva toma de posesión, enfatizaba la adhesión personalizada al dictador, como es característico de los regímenes fascistas: “¿Juráis ante Dios y sobre los Santos Evangelios incondicional adhesión al Caudillo de España, administrar recta e imparcial Justicia, obedecer las Leyes y disposiciones referentes al ejercicio del cargo sin otro móvil que el y el cumplimiento del deber y el bien de España?”.

El régimen franquista creó un instrumento fundamental de selección por criterios ideológicos y de adoctrinamiento político

El régimen franquista también creó un instrumento fundamental de selección por criterios ideológicos y de adoctrinamiento político posterior, la Escuela Judicial, dependiente del Ministerio de Justicia. El paso por ella durante año y medio de todos los jueces, magistrados y fiscales contribuye a explicar su conservadurismo, pues, además de las materias estrictamente jurídicas, se les impartía formación “moral” y “religiosa”. También se pretendía con dicha escuela “inculcar a los alumnos el espíritu de cuerpo y la obediencia debida a sus superiores jerárquicos”. Como señala Mónica Lanero en el artículo ya citado: “Sin ambages lo explicitaba en 1944 el ministro de Justicia Eduardo Aunós, al defender ante las Cortes el proyecto de ley de creación de la Escuela Judicial: «pretendemos crear una milicia de la Justicia, unida a los ideales firmes del Estado Nacional (...) siempre dispuesta a seguir (...) las consignas del Caudillo y de la España Nueva». Al paradigma clásico del juez-sacerdote, se añadía ahora el de juez-soldado, como se encargaban de recordar el Ministro de Justicia y el Presidente del Tribunal Supremo en ocasión de cada nueva apertura del año judicial.

Otros mecanismos institucionales usados por el franquismo para limitar la independencia judicial fueron: “reclutamientos, nombramientos, sanciones disciplinarias, promociones y transferencias. De hecho, la asociación clandestina Justicia Democrática nace, fundamentalmente, para expresar su descontento por “el férreo control ejercido por el ejecutivo sobre la carrera judicial a través del nombramiento de los más importantes cargos” y “la profusión con que se utilizaba la figura de ‘las excedencias especiales’, que posibilitan el paso de un gran número de funcionarios judiciales y fiscales a la política”. Varios jueces y fiscales ocuparon cargos importantes en el Ministerio de Justicia y en otros órganos de la administración, ocurriendo que la mayoría de ellos tenían “un pasado de funciones en jurisdicciones especiales”; de hecho, “casi todos los funcionarios con cargos ministeriales habían pasado por la jurisdicción militar”. Haber participado en tareas represivas, era un buen currículo para medrar en la administración y en la política, pues los que habían formado parte de consejos de guerra, y otras jurisdicciones especiales de carácter represivo, tendían a ser recompensados con altos cargos en la administración. Esto, como se verá después, también ocurrió en democracia con muchos de los jueces y fiscales que habían formado parte del TOP.

NO HUBO DEPURACIÓN TRAS EL FRANQUISMO

Para entender las medidas de JT que, finalmente, se adoptaron, es necesario conocer el estado del sistema judicial al finalizar las dictaduras. En España, “el mundo jurídico era el que se había mostrado más reticente a la evolución de los tiempos”. “Los jueces que hacían pública manifestación de su ideología franquista eran escasos, pero ocupaban los escalafones más altos de la cúpula judicial”, y no pocos se negaban a aplicar la legislación democrática. Múltiples pruebas avalan el conservadurismo del sistema judicial en la transición española y su resistencia a los cambios. Los testimonios del primer ministro de justicia socialista (1982-1988), Fernando Ledesma, y de su jefa de gabinete (1982-1985), María Teresa Fernández de la Vega, resultan reveladores. Ambos insisten en la necesidad imperiosa de democratizar el ámbito de la justicia y en los “ataques”, “presiones” y “tensiones” que tuvieron que soportar cuando intentaron reformarlo. También aluden a su fuerte sentido corporativo y al gran poder que ostentaban. Asimismo, insisten en la necesidad de evitar un enfrentamiento frontal con el sistema judicial dada su gran capacidad para ejercer presión sobre el sistema y al hecho de que era imprescindible contar con él para el correcto funcionamiento de la todavía frágil democracia. Mientras que el ex-ministro sostiene que “un poder judicial puede acelerar o, por el contrario, retrasar, las transformaciones de la sociedad, puede facilitarlas o dificultarlas, puede favorecer la modernización de un país o, por el contrario, puede entorpecerla”, la ex jefa de Gabinete insiste en que la justicia iba a ser la responsable de la “interpretación y aplicación” de las reformas y que, por lo tanto, era un “elemento imprescindible para la estabilidad y el cambio político”. La constancia de que el estamento judicial había estado profundamente implicado en la represión franquista, del conservadurismo ideológico en sus más altas esferas, de la irritación con la que recibía cualquier intento de reforma y, sin embargo, de su protagonismo absoluto a la hora de aplicar la nueva legislación democrática, contribuye a explicar que los gobiernos no se atrevieran ni siquiera a pensar en la posibilidad de someter a escrutinio público (mediante una comisión de la verdad), y mucho menos aún a revisión judicial, el funcionamiento de la maquinaria represiva bajo el franquismo. Los poderes democráticos, al final, se conformaron con tres reformas institucionales: a) la creación del Tribunal Constitucional, órgano independiente que actúa como mecanismo de control de las sentencias judiciales; se trataba de “fiscalizar una institución que entró en el sistema democrático sin apenas depuración”; b) la reforma de la Ley Orgánica 6/1985 del Poder Judicial, por la que la elección del Consejo General del Poder Judicial deja de estar en manos de jueces y magistrados y pasa al Parlamento; y c) la “jubilación anticipada de un tercio del escalafón judicial con el fin de separar a las viejas figuras del régimen de las altas esferas judiciales”. A pesar de la importancia que tuvieron estas reformas, la depuración fue limitada y tardía. El estamento judicial siguió siendo predominantemente conservador y nunca se ha denunciado públicamente su colaboración con la represión, ni el trasvase de muchos de sus miembros más conservadores -incluso de los jueces y fiscales del TOP- a organismos como el Tribunal Supremo o la Audiencia Nacional. La falta de una depuración exhaustiva se vio agravada por la endogamia del sistema judicial, sus mecanismos de socialización y reclutamiento internos, y su arraigado espíritu de cuerpo. Un sistema de estas características difícilmente iba a consentir medidas de justicia o verdad que pudieran poner en entredicho su honorabilidad, no sólo bajo la dictadura sino incluso con posterioridad, pues es conocida la tolerancia de no pocos jueces con la brutalidad de las fuerzas de orden público y la violencia de extrema derecha registrada durante la transición.

Fijémonos en el presente actual. Mayoritariamente tenemos una justicia profundamente conservadora, por decirlo de una manera suave. Las derechas españolas recurren constantemente a la justicia para alcanzar lo que no ha conseguido en las urnas. Y lo hacen porque conocen muy bien la predisposición de bastantes jueces a dar curso a sus querellas o recursos y que las sentencias en la mayoría de los casos les van a ser favorables.

INCOMPRENSIBLES ACTUACIONES DE LA JUSTICIA

Dos actuaciones incomprensibles de la justicia española, muestra indiscutible de su conservadurismo son las siguientes, pero se podrían poner otras muchas.

El Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM) ha rechazado la querella que interpuso la Fiscalía contra la portavoz de Vox en la Asamblea regional, Rocío Monasterio, por la supuesta falsificación de un visado del Colegio de Aparejadores de Madrid “al no reunir los hechos relatados los caracteres del delito de falsedad documental" en un auto en el que los magistrados detallan que "nos encontramos ante una falsedad burda o grosera, que precisamente por ello priva al soporte material de toda posibilidad de producir un efecto jurídico". Pero, ¿hubo falsificación o no? Alucinante.

La Fiscalía de Madrid ha decidió archivar la investigación abierta sobre el chat de WhatsApp de un grupo de mandos retirados del Ejército del Aire en el que un miembro habló de fusilar a 26 millones de españoles y, entre otras cuestiones, otro planteó la posibilidad de dar un golpe de Estado contra el Gobierno de Pedro Sánchez. Según explica el ministerio público, esas conversaciones no encajan dentro de un delito de odio, pues se realizaron en un contexto “privado”, sin voluntad alguna de publicitarlas fuera de ese ámbito. Por tanto, según añade, prima la libertad de expresión, aunque puedan considerarse esas afirmaciones como “inapropiadas, excesivas y desafortunadas”. “No concurren elementos que permitan inferir que el chat fue creado al objeto de promover, fomentar o incitar al odio, hostilidad o violencia hacia un colectivo”. Alucinante. O sea, argumentar el fusilamiento de la mitad de los españoles y además plantear un golpe de Estado, es libertad de expresión. Por declaraciones menos perversas algunos han sido condenados con penas de cárcel. Y una pregunta me inquieta, cada cual puede responderla. ¿Si Alberto Rodríguez hubiera sido diputado de VOX o el PP, en lugar del Unidas Podemos conservaría su acta en el Congreso?

Tenemos un grave problema en nuestra democracia. El problema de la justicia. Una justicia profundamente conservadora, endogámica, corporativa. Y en la cual, salvo excepciones, aunque ignoro su número, no han calado los valores de una democracia moderna. Y puede que ello se deba a que la sombra del franquismo es muy alargada.

Justicia Transicional (JT*) | 

La justicia transicional alude a las formas en que países que dejan atrás periodos de conflicto y represión utilizan para enfrentarse a violaciones de derechos humanos masivas o sistemáticas, de tal magnitud y gravedad que el sistema judicial convencional no puede darles una respuesta adecuada. (Fuente: ICTJ)

domingo, 24 de octubre de 2021

Dossier Tessa Arranz, una de las supervivientes de la Movida

I

De Alberto Cueto Ron en Sexta, 8 febrero, 2018:

'La Mala Fama' (editorial Berenice) de Germán Pose, acaba de llegar a los kioskos. Trae consigo un montón de historias alucinantes sobre algo más que La Movida. Es la vida de dieciséis locos que aprovecharon a tope la época más libre de la historia de España.

Las primeras peleas de Ilegales, los tripis de Mariano Torrubia (tres días sentado sin hablar en el tejado de su casa), las detenciones de Carlos García-Alix o las misas con porros que permitía el cura Enrique de Castro. Todo se describe en un libro sobre gente auténtica con principios.

Entre todos, destaca Tesa Arranz, corista de Zombies, pero también poeta y pintora. "Puede parecer sacudida de sí misma, pasota, pero tiene una ternura exquisita, invencible", dice Germán Pose de ella. Damos fe. Necesitaríamos 75 vidas para vivir lo que ha vivido ella.

II

Entrevista de Lorena G. Maldonado para El Español, 30 de noviembre de 2017: "Presenta Serena a las once. Tesa Arranz, musa de la Movida: "La heroína me ayudó un montón"

"La Movida era sexo, drogas, rock'n'roll... y muchos abortos en Londres" / "A mis amigas les daba vergüenza ser vírgenes" / "Soy seropositivo, y lo cuento porque estoy harta, durante mucho tiempo tuve miedo. Me aislé".

Tesa Arranz es un ser demasiado lúcido, demasiado extravagante y hermoso para un planeta como éste, que siempre gira en la misma dirección y se parte en veranos e inviernos, en hemisferios absurdos. A ella, astro inclasificable, le soplan los vientos por todas partes: es una hembra hecha rompeolas de sensibilidades artísticas, de historias de asfalto, de amor y asco, de años locos de dolor y rabia en los que no había manera de sentar la cabeza. Cuando lo hizo, ya no la esperaban los hombros. La llaman “musa de La Movida”, pero es un bautizo injusto: Arranz no es un sujeto pasivo que activa los éxitos de otros, sino una auténtica creadora, una verborrea imparable de sabiduría estupefaciente y emocional. Chirría en un mundo como el nuestro, en un país como el nuestro, pero Tesa Arranz es, sobre todo, una mujer libre. 

Se hizo famosa a los 18 años al formar parte del grupo Zombies, liderado por Bernardo Bonnezzi. Ella apenas cantaba y bailaba a su manera, pero se quedó en el imaginario de los ochenta con fuerza de símbolo. Ha dicho que se acostó con Paul Simonon, bajista de los Clash, ha dicho que Las Costus eran mentira -porque pintaban sobre diapositivas puestas en al pared- y que Alaska no ligaba nada. Ahora presenta Serena a los once (Editorial Barret), su primer libro publicado, pero lleva escribiendo desde los ocho años y guarda cajas de vomitonas en prosa. 50 años arañando el papel para entender la vida. “Tengo dos guiones de teatro, novelas, cinco tomos de cartas a Emilio… que es el novio que se me murió de un infarto”, explica.

La historia de Serena -que se enamora de su tío después de la muerte de sus padres- está inspirada en Tíbor, un amor que tenía la edad de su hijo, 24 añitos, cuando la conoció a ella. “Yo me hago pasar por Serena, porque cuando estaba con él era una niña, así me sentía. Fue una historia rocambolesca. Serena habla por mí”. Ella dice que “le daría el poder a los niños”: “Me da tanta pena que vivan en este mundo horroroso… no son felices, no son libres, ¿por qué tienen que ir al colegio si no quieren? ¿Porque lo diga quién, cuándo? Están hasta el coño de aguantar despropósitos ajenos. Yo sueño con una revolución infantil; porque a mí me obligaron a estudiar Derecho y yo quería ser periodista, corresponsal de guerra. Nos han frustrado todo”.

Rock'n'roll y abortos en Londres

“Yo en La Movida era una más, lo que pasa es que era mona. Ni siquiera tenía una personalidad arrolladora… esas son leyendas que se van inventando, pero yo era tímida perdida, con 20.000 crisis de identidad”, cuenta a este periódico. “Estuve cuatro años en segundo de carrera, pero ya en el 81 empecé a acelerarme con tanto tripi y salió la guerrera que llevo dentro”. Dice que su familia era franquista, “pero franquista perdida”, que siempre “venga cuadros por aquí y por allá, con Franco en la boca”. Ella recuerda a los grises “muy grises”, y a sí misma atrapada en una faldita de cuadros. “Iban a verle siempre los 20 de noviembre… ¡muérete!, madre mía, franquistas totales. Lo veían como a un dios”.

Mira, yo tenía un amigo que se dedicaba a acostarse con mis amigas, porque ellas tenían una vergüenza por eso… ¡y era mi novio!

Tesa a los 13 ya se había escapado de casa y a los 15 se había emborrachado. Conoció la libertad a trompicones, casi a la fuerza, con su madre llorando, con las primeras drogas en vena, con el sexo abierto en flor. “En La Movida, a las niñas nos daba vergüenza ser vírgenes”, ríe al teléfono. “Mira, yo tenía un amigo que se dedicaba a acostarse con mis amigas, porque ellas tenían una vergüenza por eso… ¡y era mi novio!, y yo que soy súper celosa pues le dejaba, porque para él era como un trabajo”. Lo evoca como a una vieja consigna: “Sexo, drogas, rock’n’roll… y muchos abortos en Londres, de eso iba la historia”.

Heroína... y SIDA 

¿Cómo empezó a coquetear con la droga? “Pues porque tenía un dolor de corazón tremendo que no sabía cómo encajar. Estaba enamorada de Miguel Ordóñez, y, de repente, me desenamoré, pero le quería con locura… y no sabía como decírselo, no tenía huevos y estaba hecha polvo”, relata. “Soy fuerte para todo menos para los dolores de corazón. Así que un amigo me invitó a una raya y me sentí bien, cogí más seguridad. Me enganchaba a temporadas. La heroína no es tan mala como la pintan, a mí me ayudó un montón, lo que pasa es que mucha gente ni la conoce. He tenido mis monos… pero me ayudó bastante”, recuerda.

“Tuve la suerte de que cuando me quedaba tranquila, no quería más. Mi amiga Edurne decía todo el rato ‘ay, esto no sube’, y estaba ya tirada en el suelo, pero a mí me subía y no necesitaba más. Fui yonki siete años. Al final fui al Patriarca a desengancharme y salí de ahí”. Es consciente de lo polémico de sus declaraciones. De que muchos de sus amigos se dejaron la vida ahí, en el polvito blanco. Piensa en Antonio Vega. “Lo amaba tanto. Pero le entendí, porque te descorazonas de la vida y de todo, y se te muere alguien… para desengancharte hay que tener ilusiones. Yo he sido politoxicómana y el peor mono es el del alcohol, ¡peor que el de la heroína!, ya te digo: un día en un mono de alcohol casi me muero”.

En esa época se morían todos, así que yo me fui a la Asociación Valenciana contra el SIDA y formamos una piña maravillosa. Para nosotros cada día era un día más de vida, ¿sabes?

Arranz es seropositivo. No sabe si contarlo, pero al final se lanza. “En esa época se morían todos, así que yo me fui a la Asociación Valenciana contra el SIDA y formamos una piña maravillosa. Para nosotros cada día era un día más de vida, ¿sabes? Disfrutábamos a tope. Ahora te lo cuento porque estoy harta, porque durante mucho tiempo me dio miedo contarlo. Ya no podía tener amigos, me aislé, me quedé con cuatro amigos maravillosos… no era agradable”, relata, con dolor. “Lo peor es que tenía un niño y me daba pánico que fuesen contra él, porque conocí a una mujer que sus padres eran seropositivos y no la dejaban ni ir en el autobús escolar. Así que… lo digo, y ya está, y quien quiera alejarse de mí, que se aleje, así no pierdo el tiempo con nadie”.

Aliens y amor

La escritora está obsesionada con los extraterrestres. “Bueno, yo los llamo extraterrestres porque no están en esta tierra, no porque sean verdes, ni azules, ni amarillos. Están en alguna parte de mí, me hacen compañía. ¿Sabes? Me encanta la gente, pero soy difícil. Al cabo de un rato me hartan, y necesito amigos imaginarios plasmados… los plasmo en miles de cuadros”. La mejor etapa de su vida, dice, fue “la mística”.

“No tenía ganas de vivir, estaba desintoxicándome… pero me quedé en casa y me encontré un libro que se llamaba El misterio de nuestra intimidad con Dios. Mira, no sé qué pasó, pero el corazón empezó a arderme de amor. Lo que había buscado en drogas y en hombres, lo encontré ahí. Fue una conversión, estuve dos años en el cielo. Amé a Santa Teresita de Jesús”, sonríe. “Pero un día desapareció. Lo llaman ‘la noche oscura’. Simplemente, dejas de sentirlo. Ay, los caramelos de Dios. Me quedé destrozada, ¡imagínate que te abandona el amor de tu vida! Estaba traumatizada”.

Ahora va a sacar el torbellino literario que ha escondido durante una vida de correrías. En una ocasión dijo que le gustaría morirse, porque “eso todavía no lo he probado”. “Me gustaría morirme por pura novedad”. Es mentira. Tiene un cordón umbilical que la ata a la vida: ese amor por todo que se agota tan rápido… y después se reinventa.

III

Tesa Arranz: «Me veo como un militar. Todas estas historias tan tremendas que me han pasado son mis medallas». Entrevista de Fran G. Matute en JotDown (noviembre de 2018):

Lleva a gala el título de «musa de la movida», pero la tremebunda vida de Tesa Arranz (Valencia, 1960) da, quizás por desgracia, para mucho más. Se convirtió al instante en el miembro más llamativo del grupo Zombies, de Bernardo Bonezzi, donde bailó extrañamente al son de «Groenlandia» y «Extraños juegos». Quedó inmortalizada por Guillermo Pérez Villalta en su obra Personajes a la salida de un concierto de rock (1979). Fumando espera visitas en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. En 1981 formó parte de la mítica exposición «El Chochonismo Ilustrado», organizada por Fernando Vijande a mayor gloria de las Costus.

La bipolaridad y sus problemas de adicción acabaron con sus sueños de juventud: violaciones, prostitución, retiros espirituales, conversiones místicas, amor por los extraterrestres…  Carne de memorias que acaban de ser escritas y se encuentran, sorprendentemente, a la espera de editor.

En los últimos años, la publicación de su novela Serena a los once y el estreno del documental Aliens de Luis López Carrasco, preseleccionado para los Goya, han conseguido renovar el interés por su figura, que representa como ninguna otra la cara oculta de los años ochenta en España. «Soy consciente de que mi vida genera morbo», nos confiesa al término de esta entrevista. Al fin y al cabo, son demasiadas vidas en una, hasta para un ser tan maravilloso y luminoso como Tesa Arranz.   

(Gracias al Pecata Mundi por cedernos tan gustosamente el espacio para la realización de esta entrevista).

Tu vida es una locura, así que cuéntanosla entera.

¿Para qué he escrito mis memorias entonces? [Risas]. Mejor te resumo. Nací un 9 de abril de 1960. Mi madre fue una misionera frustrada y a mi padre lo metió su madre en el seminario a los once años. Duró poco, porque un día que fue a visitarlo, mi padre se agarró a sus faldas, llorando, y, nada, lo sacaron de allí.

Aunque nací en Valencia, mi hermana y yo nos criamos en Madrid. Yo nací en Valencia porque mi madre se fue allí a dar a luz. En Valencia estaba su familia, su hermana, y la cobijaron mientras tanto. Mi infancia en Madrid fue muy normal, aunque es verdad que en el colegio fui muy gamberra. No di un palo al agua en ningún curso, porque unas cuantas amigas nos dimos cuenta muy pronto de que había una interna que sacaba siempre muy buenas notas. Un día la acorralamos, porque nos olía aquello muy mal, y resultó que tenía copia de la llave de la biblioteca donde las profesoras guardaban las preguntas de los exámenes. Empezamos a ir a clase con el examen hecho debajo del jersey y, en cuanto una se levantaba a la pizarra, ¡zas! A todas nos salía el examen perfecto [risas]. Así estuvimos años y años. No nos pillaron nunca. Así que ya de pequeña estaba gamberreando siempre. Solo quería divertirme.

Cuentas que tu familia era muy franquista.

Sobre todo mi madre. Mi padre era un libreprensador que iba a su bola, aunque es cierto que de joven fue falangista. A mis abuelos estuvieron a punto de matarlos «los rojos», como ellos decían, porque en casa tenían muchas vírgenes y tal. Fue la chacha quien impidió que los mataran. Les dijo a «los rojos» que no lo hicieran porque eran unos señoritos muy buenos. Pero, sí, en mi casa estaban todo el día hablando de Franco. Los 20 de noviembre toda la familia de Valencia se venía a Madrid para ir luego de excursión al Valle de los Caídos. A mí, como era pequeña, me llevaban también. Estuve así hasta los catorce años, más o menos. Luego ya no he vuelto a ir nunca. Bueno, miento, fui una vez que me tomé un tripi y nos dio por subirnos al teleférico. ¡La que lie! Porque me empeñé en que tenía yo que llevar aquello y… [risas].

¿En qué momento entras en contacto con la noche madrileña?

Gracias a mi amiga Edurne. Ella tenía un primo, José Sanz, pareja de Juan Pérez de Ayala, que vivía en una casa en Príncipe Pío que yo creo que fue el inicio total de la modernidad de Madrid. Aquello era de quedarse con la boca abierta. Un día me llevaron a esa casa, a una fiesta, y de allí no salí más [risas]. Allí conocí a Fabio de Miguel y a Miguel Ordóñez, que luego fue mi novio.

¿De qué año estamos hablando?

Sería 1978. Yo tendría dieciocho años. El año anterior mi madre me había obligado a estudiar Derecho, pero a los quince días lo dejé, conseguí que me devolvieran el dinero de la matrícula y me fui por ahí a drogarme. Cumplir la mayoría de edad fue importante para mí, porque así ya no me podía nadie decir lo que tenía que hacer. Por eso me despendolé en aquella casa.

Y el contacto con el mundo de la música, ¿cómo se produce?

Con Edurne estaba todo el rato saliendo y entrando, yendo por ahí con nuestros novios, de un bar a otro. Íbamos ideales. El caso es que un día nos enteramos de que tocaban los Troggs en la M&M. Nos fuimos a ver el concierto, pero no nos gustó nada. A mí por lo menos. Me pareció una cosa horrorosa. Lo que pasa es que en Madrid, en aquella época, a cualquier concierto de alguien que viniera de fuera iba todo el mundo emocionado. La cosa es que, como nos estábamos aburriendo mucho, Edurne y yo decidimos subirnos al escenario y, borrachas como estaríamos, nos pusimos ahí divinas a sacar todo lo que teníamos dentro: teta para arriba, culo para abajo… Viendo el concierto estaban los chicos que nos gustaban y empezamos a hacer aquello para llamar su atención. Los Troggs se enfadaron luego con nosotras, porque quisieron que nos fuéramos con ellos, pero los mandamos a cagar. De esas hemos tenido muchas porque hemos sido muy… Imagínate, en el despertar aquel del franquismo, dos criaturas jovencitas, más frescas que una lechuga… Teníamos a todo el mundo detrás babeando. El caso es que, cuando bajamos las escaleritas, nos encontramos con Bernardo Bonezzi, que nos dijo: «Oye, chicas, ¿os gustaría entrar en mi grupo?». Edurne y yo salimos de allí emocionadísimas, pensando que mañana íbamos a estar en Hollywood o algo parecido [risas].

Porque los Zombies ya existían cuando os invita Bernardo.

Sí, ya existían. Bernardo en el colegio, en el Liceo Italiano, se aburría mucho. Entonces, con dos de su clase, Álex de la Nuez y Juanma del Olmo (que luego acabó en Los Elegantes), más otro que se llamaba Massimo Rosi, formó los Zombies. Al grupo se le unieron dos chicas, en plan de adorno, pero las pobrecitas iban vestidas así con unas mallas de ballet y como que no pegaban. Vamos, esto me lo han contado, porque yo ni las conocí. Bernardo era entonces muy joven, tendría unos trece años. Era monísimo. Nosotras siempre pensamos que en lo de su edad había tongo. Le cogíamos el carnet de identidad para ver si era verdad, y aun así estábamos convencidas de que se había cambiado la fecha de nacimiento, porque siempre pareció ser mayor. Bernardo iba en taxi al colegio. Era un niño muy mimado, muy comodón. Su padre había sido jugador de fútbol del Cremona, en Italia. Un gran jugador de fútbol. Tenían mucha pasta. Su padre era guapísimo, divino. Lo conocí, desgraciadamente, en el tanatorio.

Bernardo, a través de su hermana pequeña, conocía también a Olvido, la futura Alaska, desde pequeñito. Desde entonces fueron inseparables. Él siempre quiso estar rodeado de mujeres, para apoyarse en ellas. Sabía que el público que iba a verlo era eminentemente masculino. Así que salía él primero, y bien; pero luego salíamos Edurne y yo, y los tíos se ponían que no veas. Teníamos además una escena, mientras interpretaban «La venganza de Cthulhu», en la que nos pegábamos. Torta va, torta viene. Era tremendo. Bernardo se sentía así más arropado, porque era muy inseguro. A veces le tiraban tomates, huevos… Pobrecito.

Era raro entonces que hubiera grupos con chicas.

Sí. Que yo recuerde, estaban Olvido, Ana Curra, Las Chinas y un poco después aparecieron las Vulpes. No creo que hubiera muchas más. Bueno, luego apareció Mecano, pero los de Mecano nos daban asco [risas]. ¡No podíamos con ellos! Nos caían gordos. Eran otra cosa, no tenían nada que ver con lo que hacíamos nosotros.

¿Qué música escuchabas antes de entrar a formar parte del grupo?

Con quince o dieciséis años salía con un grupo de amigos y escuchábamos mucho a John Mayall, King Crimson… rock progresivo en general. Estábamos locos con el disco Close to The Edge de Yes. Recuerdo que discutí con mi novio de entonces por ese disco. También me acuerdo del disco que sacó Gong bajo el nombre de Planet Gong, que te quedabas ahí mirándolo y ya te ibas para otro lado…

Me llama mucho la atención que escucharais esos discos, porque luego los grupos de la movida renegaron de todo lo sinfónico y progresivo.

Sí, sí, totalmente. Pero es que yo iba con un grupo de chicos que oían esa música, que a mí me encantaba. Los discos de los que te estoy hablando eran buenísimos, ¿eh? Luego es verdad que con los Zombies escuchábamos otras cosas, como Bowie, Roxy Music, Blondie, B-52’s… Son bandas además que influyeron mucho en Bernardo. Se ve claro en lo que hacía. Nuestro líder, de todos modos, era David Bowie. Edurne y yo nos poníamos sus canciones y las cantábamos por encima, nos aprendíamos así sus trucos. Lo que pasa es que Edurne, la pobre, no tenía oído, hacía lo que podía. ¡Cuando se acababan las canciones ella seguía bailando aunque no hubiera música! La música que escuchábamos con los Zombies me gustaba también mucho. Pero si iba luego a un concierto del Fary, pues me encantaba también [risas].

Ahora que mencionas a Bowie, me he acordado de una foto tuya en la que sales junto a Fabio con un parche en el ojo. Bowie tiene también una foto muy famosa con un parche. ¿Era un homenaje?

Eso fue en casa de las Costus. Iríamos de tripi, seguro, porque fue en la época en la que estaba Fernando Vijande rondando por ahí y nos ponía a todos de tripis hasta arriba para comprarnos luego los cuadros a dos pesetas. ¡La Vijanda era lo peor! Te lo digo de verdad, ¿eh?, que lo he vivido. Tenía una bombonera, una casita, a la que nos llevaba mucho, con cosas de sado y tal. Se le ocurría de todo en la bombonera aquella. Fabio le decía: «¡Pégame, pégame!». Pablo Pérez-Mínguez nos hizo muchas fotos allí. Y en Casa Costus, pues nada, estaríamos de tripi, y con el delirio me pondrían el parche ese, y yo encantada. No fue nada consciente.

¿Cómo entras en contacto con las Costus?

Las Costus eran unas pringadas. Y te lo digo de corazón, ¿eh? Las pobres… Se hacían la ropa ellos, por eso se llamaban «las costus», por lo de costureras. Cogían de aquí y de allá. Eran majos, pero no, porque Enrique era insoportable. Tenía muy mal genio. Un genio horroroso. Que Dios me perdone, porque están los dos ya en el cielo y los quiero, y me encanta que estén encumbrados y sean ahora estrellas, pero Enrique tenía una mala leche que te cagas. El pobre Juan era un bendito, un santo. Íbamos a su casa en verdad porque nadie tenía un duro. Íbamos allí a beber gratis, a ponernos morados, y luego salíamos de fiesta. Utilizábamos su casa para el precalentamiento. Luego, sí, es verdad que estaban allí los dos todo el rato pintando, pero yo creo que si lo hacían era gracias a Fabio, que lo tenían allí al pobre todo el día… Lo tenían como agarrado. Todo el mundo, al menos en aquella época, quería estar al lado de Fabio porque tenía un colorido, emanaba unos efluvios… Era un artista viviente. Un día me fui a la cama, a dormir, con Fabio. Se corrió la voz de que estábamos juntos, en un idilio ideal. Y era verdad, estábamos enamorados perdidos el uno del otro, pero en plan espiritual. Fue genial.

A mí me dejaban estar por ahí porque las Costus estaban en verdad enamorados de Miguel Ordóñez. Miguel y yo ya habíamos roto, pero si se enteraba de que yo estaba en Casa Costus venía a buscarme. En esa casa estuve muy a gusto hasta que Miguel empezó a venir y ya no quise ir más.

¿Cómo surgió lo del «Chochonismo Ilustrado»?

Aquello nació en una mesa camilla en la que estábamos todos ahí, sentados, por la noche. En Casa Costus nos acostábamos a las seis de la mañana y nos levantábamos a las cinco de la tarde. Alrededor de aquella mesa camilla, con el Cola-Cao o lo que fuera, medio tirados, se ponía Fabio a inventarse cosas y aquello se disparaba. La exposición se preparó entre todos en los ratos de aburrimiento, y tripi por aquí, tripi por acá… Lo del «Chochonismo Ilustrado» tuvo su gracia.

¿Y la idea de montar una exposición?

La exposición fue idea de Fernando Vijande, que tenía buen ojo y previó que aquello, dentro de equis años, podía valer algo. Fue puro oportunismo catalán. Al menos es así como yo lo percibí. En la trastienda de su galería tenían unas esculturas de Henry Moore maravillosas y nos hicimos unas fotos divinas allí, que luego se utilizaron en unos panfletos que se repartieron el día de la inauguración de la exposición.

Las Costus fueron realmente las figuras de la exposición. Nosotros estábamos allí de adorno. El Vijande les pagaba al mes un dinero, pero la cosa duró poco. A mí me compró unos quince dibujos y me pagó tres pesetas. Ahora es verdad que solo dibujo caras de extraterrestres, pero antes hacía familias enteras, con seis o siete miembros, familias que eran también de otro planeta. Durante un tiempo viví de mis dibujos. Me los llevaba a las exposiciones de Guillermo Pérez Villalta, y en la trastienda los vendía por cinco mil pesetas. Vendí un montón, ¿eh? Ahora, ya de mayor, como me he vuelto tan sentimental, no vendería un dibujo mío ni muerta. Yo empecé a pintar por mi hermana, que dibujaba muy bien, desde pequeñita. Lo que ella hacía era más bonito que lo mío, que al fin y al cabo es pim-pam-pum. Yo te puedo hacer veinte dibujos en una tarde [risas].

Ahora que has mencionado a Pérez Villalta, ¿cómo acabas inmortalizada en su famoso cuadro Personajes a la salida de un concierto de rock?

Porque Guillermito y yo nos adorábamos. Él lo ha contado muchas veces, que nos vio un día a mí y a Edurne bajando las escaleras del local donde ensayábamos los Zombies, que estaba en Prosperidad, y le dio el flash, le entró la inspiración para hacer ese cuadro. Ahí estamos Olvido, Manolo Campoamor, Carlos Berlanga, Herminio Molero, Bola Barrionuevo, Miguel Ordóñez, Bernardo Bonezzi, Javier Pérez-Grueso, el propio Guillermito y nosotras dos.

¿Sabíais que él estaba pintando ese cuadro o lo visteis ya terminado?

No, no lo sabíamos, porque nosotros no posamos para él. Se lo inventó todo, la escena salió de su cabeza. Luego nos hizo una foto a nosotros delante del cuadro, cuando ya estuvo terminado. Esa foto está por ahí, es muy divertida. Por culpa de este cuadro a Guillermito lo han querido asociar con la movida, pero él nunca formó parte de aquello. Era además bastante mayor que nosotros. Él venía de un grupo anterior, la Nueva Figuración Madrileña, a los que también retrató en un cuadro precioso. Lo que pasa es que a Guillermo le hacía gracia lo que hacíamos y por eso nos puso ahí en su cuadro.

Os hizo también la portada del single de «Groenlandia».

Sí, sí. Es que Bernardo estaba enamorado del arte de Guillermo. Íbamos mucho a su casa, en Arturo Soria, que era diáfana y en el medio se había hecho una pirámide donde tenía su cama. Era una casa divina. Luego, por allá tenía como una balaustrada… era una maravilla. Él era un ser así como muy… no sé cómo decirlo. Lo veía siempre un poco desangelado. Por ejemplo, no le conocí nunca ninguna pareja. Con su hermano me llevaba también de maravilla. Estaba en el grupo Los Monaguillosh. Era muy salado. ¡En aquella época salían grupos de debajo de las piedras!

¿Cómo os surgió a los Zombies la posibilidad de grabar un disco?

Un día nos robaron el equipo en el local de ensayo. Entonces, el padre de Bernardo nos compró de nuevo todo el equipo y nos metió en otro local en la calle San Mateo, donde antiguamente, en sus inicios, había ensayado Julio Iglesias. Honorio Herrero, el de La Charanga del Tío Honorio, que se había hecho productor, creo que a través de Herminio Molero, vino un día a vernos al local nuevo, donde todos los días ensayábamos, siempre rodeados de gente que venía a beber y a escucharnos. El Honorio nos vio y, encantado con el ambiente, nos fichó directamente. Nos preguntó que dónde queríamos grabar y le dijimos que en RCA, porque era el sello de David Bowie. Nosotros le dijimos aquello con la ilusión de que a lo mejor, en alguna fiesta de la discográfica, coincidiríamos con él [risas]. Y, bueno, aquello fue luego horroroso. Cuando vimos la portada del primer disco, con las manos esas, nos quedamos… Bernardo estuvo una semana sin salir de casa. Nosotros queríamos que salieran las cartas, pero con otras manos. Y, de repente, el que llevaba el tema de diseño en RCA nos puso aquellas manos, que nunca supimos de donde salieron, y ahora aguántate. Nos dio un disgusto tremendo. En verdad fuimos siempre unos mandaos. Nos daban un 0,5 % de royalties. Era una explotación bárbara. Querían cambiarnos los modelitos y tal, pero los mandamos a cagar. Nos dejamos hacer lo mínimo, porque para el sello era todo marketing.

Encima disteis pocos conciertos.  

Sí, es verdad, dimos muy pocos porque a Bernardo no le gustaba salir de viaje. Les tenía miedo a los aviones, también a los coches. En Madrid no dimos más de diez conciertos. Uno en la sala El Sol, otro en el Marquee, otro en el Golden, en el M&M… Muy pocos, muy pocos. Mira, la Alaska daba conciertos todas las semanas, y ya los veíamos como quien veía el NO-DO, porque estábamos aburridos de escuchar siempre lo mismo. Bernardo en eso era más selectivo. Daba un concierto de vez en cuando, para que la gente no se olvidara de que existíamos y tal, pero lo cierto es que no le gustaba nada viajar. Él prefería quedarse en casa componiendo. De hecho, creo que solo salimos dos veces de Madrid, y fue gracias a Dulce Quesada, nuestra mánager. Recuerdo que una vez tocamos en Santa Pola, donde me lo pasé bomba, porque además cobramos y todo [risas].

¿Trabajabais mucho en el estudio?

No, porque lo hacía todo Bernardo. Todos los arreglos, todas las composiciones eran suyas y cuando llegábamos al estudio era él quien nos decía lo que había que hacer. Mezclaba luego todo él, y eso sí nos daba mucha rabia. No nos dejaba participar en la mezcla del disco. Eso nos consumía, la verdad, pero el grupo era él, qué duda cabe.

A mí me hubiera gustado participar más, componiendo, haciendo letras. Me dejaron hacer solo una, «Me quiero», y fue de casualidad. Bernardo era una persona que necesitaba mucha atención, mucho cariño. Él tenía que ser el primero y el principal y no me dejó hacer nada. El caso es que tampoco yo quería irme del grupo, así que terminé cantando mis canciones en el baño. ¡Me invento una cada minuto! [risas].

Los Zombies duraron muy poco.

Tres años nada más. Mi salida del grupo tuvo que ver con el hecho de que soy bipolar. Un día apareció un amigo mío de Holanda con un cargamento tremendo de tripis. Me pidió que se los guardara en mi casa y desapareció. Acabé comiéndomelos todos. Y, claro, llegó un momento en que se me fue la olla por completo. En una de las últimas grabaciones aparezco de hecho con un pañuelo porque me dio una hipervitaminosis horrorosa. Acabé con una depresión brutal. Estuve un año sin salir de casa y ahí se deshizo el grupo. Yo he sido siempre muy bestia. ¡Me he metido tanta cosa!

Sin ánimo de psicoanalizarte, pero, todos estos excesos tuyos, ¿a qué crees que se deben?

A que soy muy adictiva. Me gustan mucho los estados alterados de conciencia. En el fondo se debe todo al aburrimiento. Me he aburrido siempre de todo mucho. Para colmo, me ha encantado drogarme. Ya con doce años nos emborrachábamos en el colegio, fumábamos habanos, le hacíamos pajas al de la farmacia para que nos diera centraminas… Lo nuestro venía ya de antes. Y Edurne era peor que yo, ¿eh? Edurne estaba por los suelos, comatosa perdida, y me decía: «Esto no pone, tía, esto no me sube» [risas]. Éramos muy viciosas.  

Además nos era muy fácil conseguir todo lo que queríamos. Incluso la heroína. Coca teníamos siempre y los tripis entonces abundaban. Había además mucha variedad de tripis, y nos comíamos lo que nos dieran. Estaban los naranjas, los micropuntos… Los secantes eran como lo peor, pero había uno que se llamaba «el volcán» que me encantaba. El Vijande nos dio una vez angel dust. También nos trajo un día unos tripis de California… Todo para comernos la cabeza, ¿eh? ¡Qué hombre, de verdad! Mira, no quiero hablar mal de los muertos, porque a los muertos los respeto mucho, pero la Vijanda era tremenda.

¿Eres de las que piensa que la heroína fue introducida en España conscientemente por los poderes fácticos para anular a la juventud?

Sí, sí. Puede ser. Porque cuando estamos aquí, los cuatro que mandan ya han ido y requetevuelto. Y caímos todos como chinches. De todos modos, yo esto ya lo he dicho: a mí la heroína me ayudó un montón, porque yo tenía unos sentimientos y unas historias dentro que no sabía qué hacer con ellas en aquel momento, y aquello me anestesió. Los dolores de corazón los llevo fatal y a mí la droga me ha ayudado mucho, porque yo además no pasé nunca monos, siempre tuve codeína del farmacéutico, pero sé que hay gente a la que le ha hecho mucho daño. La heroína se apodera de ti. Te enamoras de ella. Te da un sucedáneo de paz y durante ocho horas no quieres ni necesitas nada más.

¿Cómo saliste de aquella depresión?

De mi primera depresión, porque luego por desgracia tuve más, salí tomando el sol, porque me negué a meterme más pastillas. Creí que me iba a morir, no quería saber nada de la vida, ni de la movida, ni de los «movideros». La primera semana de la depresión me llamó mucha gente para ver cómo estaba. Pero a la segunda ya no me llamó nadie. Normal, ¿eh? Pero me quedé así… Me sentí como una mierda, vamos. Y, total, como era verano, me retiré a El Escorial, con un complejo de fracasada tremendo, con un grupo de pintores divinos y allí me puse con ellos a dibujar y a tomar el sol. Y se me pasó.

Luego me metí en Periodismo, pero como seguía yonqui perdida, acabé prostituyéndome y cogí la sífilis. Los líos que tuvimos Edurne y yo en el puticlub… Madre mía. Cuando nos hartamos de robar, nos metimos a putas porque vimos que en dos minutos podíamos conseguir fácilmente diez mil pelas. Trabajamos una temporada en el D’Angelo, pero al final nos echaron de allí porque estábamos todo el día desparramadas por los sillones, dormidas del pedo que llevábamos. Pero al principio estaban encantados con nosotras, porque éramos monas y teníamos mucho éxito. Cuando nos echaron, trabajando en la calle, pasamos de cobrar diez mil a cinco mil pesetas. Y fue estando en la calle cuando me cogieron tres tíos y me «triviolaron». Ojo, y aquí estoy. No te cuento más porque lo tengo todo contado en mis memorias, y porque yo tengo una visión de lo que es una violación muy distinta a lo que se va por ahí diciendo y si te la digo se me tiran al cuello. A mí me han violado tres veces y las tres veces me han querido matar. ¿Y qué haces? Pues dejarte. Te abres de patas, y nada, porque como te pongas bordecita… Unos que me violaron en Albacete me terminaron dando su numero de teléfono, así que fíjate [risas]. Ahora te cuento esto y me río, porque al escribir mis memorias he podido ver de nuevo lo que ha sido mi vida, y he sufrido una catarsis. Ahora me veo como un militar y todas estas historias tan tremendas que me han pasado son mis medallas.

¿A qué te refieres con lo de la catarsis?

Es que he vivido todo de nuevo. Incluso cosas que había olvidado por completo las he revivido como si me hubieran pasado ayer. Fue, eso, una catarsis tremenda. Quise aislarme del mundo completamente. Me quité de Facebook, me recluí en mi casa como si fuera un monasterio. Estuve así dos meses y fue gracias a una ceremonia donde tomé la ayahuasca que me vi a mí misma cogiéndome de la mano y acercándome a una cuna en la que estaba yo de bebé. Fue un enamoramiento al instante. Me dije: «Esa soy yo y ya está. Sigo siendo lo que siempre he sido». Cuando terminé de escribir las memorias le dije a mi hijo que las publicara cuando yo muriese, pero ahora las quiero ver publicadas en vida, porque me veo todavía joven, con ganas de luchar. Dicho esto, recomiendo la ayahuasca a todo el mundo, ¿eh? [risas].

También creo que tuviste algún que otro acercamiento místico, algo así como una revelación.

Sí. Estando yo yonqui perdida, mi madre me metió en El Patriarca. Me hicieron firmar unos papeles sin darme cuenta, porque yo no recuerdo nada. El caso es que me desperté en un sitio horrible, donde tenía que pagar por trabajar. Aquello fue… Casi me muero allí. Me intenté escapar mil veces, pero siempre me pillaban, hasta que una vez lo conseguí y me metí una sobredosis. Pero no sirvió de nada. Me metieron allí de nuevo. El Patriarca es lo peor: me pegaron, me violaron, me tuve que comer cuarenta pollas… Fue horroroso, muy vejatorio. Además no me sirvió para nada, porque nada más salir volví a pincharme. Pero un día que me había tomado yo los Tranxilium vi un libro que me había dejado mi tía Fina, que es mi madre espiritual, llamado El misterio de nuestra intimidad con Dios, y de repente empezó a arderme una cosa aquí en el corazón… Te lo digo de verdad, ¿eh? Sin droga ninguna, como si me ardiera el corazón de amor. Me quedé… Porque era esa la sensación que yo siempre había buscado en los hombres y en las drogas. Yo solo quería que me ardiera el corazón de amor. Fue una conversión total. Me lo dijo luego un cura con el que hablé. Ese día lo dejé todo. Me di cuenta de que mi cuerpo no me pertenecía, que tenía que estar al servicio de mis hermanos, y dejé de drogarme ipso facto. Me quedé enganchada a esa sensación, que me provocaba una espiritualidad muy infantil, con sus sabores y todo. Pero al tiempo desapareció y me quedé muy hundida. Pensé: «Otro palo más». La suerte fue que en esa época me quedé embarazada y me agarré a mi hijo, y pude así salir para adelante. Desde entonces sigo viviendo en la noche oscura, pero ya me he acostumbrado [risas].

Llevas a gala el título de «musa de la movida». ¿Qué hiciste para ganártelo?

Nada. Me lo pusieron porque era mona, y ya está. Lo que pasa es que creo que es verdad, que era de las más monas. Esta feo que yo lo diga, pero lo digo porque es algo que no tiene mérito ninguno. He nacido así, qué le voy a hacer. Ana Curra era mona también, lo que pasa es que cuando apareció era más como una niña de esas que llevan faldas de cuadros y tal, pero la arreglaron rápidamente, se cambió de look, se pasó del piano clásico al otro, y se adaptó volando. Almudena de Maeztu también era muy mona. En Las Chinas había otra que era muy salada, pero monas, monas, no te creas que había muchas. Bueno, estaba Carmen, la hermana de Will More. Esa era la más guapa. Pero ya te digo que este mote me lo pusieron a mí a posteriori, así que no sé muy bien qué hice o dejé de hacer para que me lo pusieran. Como musa hice en verdad muy poco, porque mis novios eran todos muy celosos. Con Miguel no podía ni mirar al suelo. A mí me gustaban todos, pero, claro, no podía, no me dejaban [risas]. Ligaba al final con los demás mirándonos, toqueteándonos en el baño, pero poco más. Mis novios fueron siempre muy celosos.

¿Sigues teniendo contacto con gente de aquella época?

Me he reencontrado con muchos ahora que me he puesto a escribir. En la presentación de mi libro de relatos, Serena a los once, que se hizo en el Penta, en Madrid, los vi a todos de nuevo. Los quiero mucho, porque he vivido tantas cosas con ellos… Y ahora que se ha muerto Ceesepe, el pobre, ¡qué pena más grande! Ha sido como si me quitaran un cacho de alma. Tú no te imaginas cómo era ese hombre. Era como un angelito, con su vocecita, en un rinconcito siempre, mirando con esos ojitos… ¡Era tan auténtico!

Quedamos ya cuatro gatos, cuatro mataos, y cuando nos vemos nos entra un sentimiento de unión muy fuerte. Será porque somos ya mayores, pero lo cierto es que rompimos con muchas cosas. Fuimos además una generación que no pudo ser adolescente. Pasamos de estar con las falditas de cuadros a vivir la noche a tope. Fue un salto muy grande. Me llevaba muy bien con Speedy, de Las Chinas, también con Campoamor. Cuando los veo ahora es como si fuera ayer. Me acuerdo de que yo era muy chinchosa, me metía mucho con ellos. A Sigfrido Martin Begué le llamaba «la sigfrígida». Con Carlos Berlanga me metía también mucho, porque tenía complejo de brazos pequeños y era verlo y le quitaba la chaqueta. Luego nos queríamos mucho, ¿eh? En el último concierto que dio Bernardo aparecieron por allí Alaska y Mario Vaquerizo y nos abrazamos.

¿A quién echas más de menos?

A Antonio Vega [se echa a llorar]. Mira, lloro solo de decir su nombre… Era un ser divino. Nunca estuve liada con él, pero nos amábamos profundamente. Era un ser tan entrañable…

A Iván Zulueta también lo echo muchísimo de menos. Con él recuerdo conversaciones y conversaciones en el Golden, que llegaba la noche y nos sentábamos, y entre eso y muchos tripis llegábamos, no sé, adonde no he llegado nunca con nadie. Eran unas conversaciones tan maravillosas, tan profundas… Siempre lo he querido. Ahora he montado una productora llamada Ivantesa, en su honor. He producido uno de los Love Strip de Tony Macousqui, que es un genio. Me he enamorado de ese proyecto. Tony me contactó porque sabía que yo había sido amiga de Iván y me hizo una entrevista, de ahí la conexión. A Iván Zulueta, que tiene montones de cosas guardadas en un trastero, quiero hacerle un museo, una estatua, todo. Su vida fue como aquella película de Buñuel en la que no podía salir nadie de la habitación. Él era así.  

¿Quién crees que fue el más talentoso de aquella generación?

El Hortelano tenía una inteligencia suprema, pero el más genial de todos nosotros era Fabio. Pero, claro, cogió aquella tuberculosis galopante, se vio la muerte y le entró la vena mística… Cosa que entiendo, ¿eh? Porque yo también he pasado por ahí, ya te he contado. Tanto Fabio como yo somos seropositivos y ese tema te come un poco el coco. Pero Fabio era… Yo solo quería estar a su lado, no me quería separar de él. Me daba tanto sin hacer nada. Nunca se enfadaba, siempre estaba simpático. Era un artista completo de la cabeza a los pies. Su obra, vale, bien; pero su persona era todo, era un artista viviente. Enamorada me tuvo.

Muchos dicen que Almodóvar tomó bastantes cosas prestadas de él.

Y tanto. Pedrito es que se enamoró también de él y lo explotó al máximo. Como luego se ha ido a esas esferas escatológicas de la cienciología y la erótica del dinero, ahora somos todos para él como caca, no quiere saber nada de nosotros. Pero, bueno, ya se le pasará. Fabio era lo más. Mira que he conocido gente a lo largo y ancho de mi vida, pues me quedo con Fabio. No lo puedo evitar.

¿Crees que la etiqueta de «la movida» ha terminado resultando perniciosa para muchos de estos creadores?

Yo creo que no, porque, a ver, la movida, con todo lo malo que pudiera tener, no es que fuera Gran Hermano. Cada uno se lo montó luego a su manera, porque entonces la mayoría perdió mucho el tiempo con las drogas y las tonterías. Las personalidades de cada uno han influido mucho en el devenir de las distintas carreras artísticas. Tanto Ceesepe como Antonio Vega eran un poco depresivos y eso se ha notado en su obra y en su forma de estar en el mundo. Lo que sí creo es que, en muchos casos, los personajes han eclipsado a sus creaciones. Desde ese punto de vista, sí, puede que la etiqueta de la movida haya acabado siendo una losa para algunos. Pero, bueno, ya vendrán tres japoneses lúcidos y harán justicia con todos ellos, porque es verdad que ahora mismo están muchos muy olvidados.

IV

El Diario. es, en Somos Malasaña, "Presentación de la novela de Tesa, la chica que bailaba con los Zombies", 29 de noviembre de 2017

Se presenta en El Penta la primera novela publicada de la mítica Tesa de los Zombies.

La Movida es un periodo prolijo en símbolos e imágenes. Tesa, la chica que bailaba alocadamente en los Zombies, es una de esas imágenes inclasificables que aparecen una y otra vez en los clips de la época. Su figura, figurón en los ambientes del momento, también alimentó la leyenda del Madrid de la Nueva Ola e, incluso, sus cuadros figuraron en la mítica exposición de 1981 El Chochonismo Ilustrado, donde estaban los habituales de Casa Costus (Fanny McNamara, Alaska, Miguel Ordóñez. Carlos G. Berlanga, Tesa y los propios pintores). De repente, Tesa desapareció.

Vive desde hace años refugiada en la pintura y en la escritura, aunque en los últimos años su figura ha sido rescatada: actuando junto a su amado Bernardo Bonezzi en el disco de su reaparición (poco antes de morir) o con motivo del libro La mala fama, de German Pose. Incluso, su figura ha sido centro de un corto llamado Aliens.

Ahora Tesa saca a la luz una de sus novelas (asegura tener muchas otras en el cajón), se llama Serena a las once (Editorial Barret) y la va a presentar en El Penta el jueves 30 de noviembre. Estará acompañada de Jesús Ordovás, Germán Pose (que ha escrito el prólogo) y Ouka Leele.

Tesa Arranz  (Valencia, 1960) Ha dicho que se acostó con Paul Simonon, el bajista de los Clash, que Las Costus eran mentira (asegura que pintaban sobre diapositivas puestas en la pared), que Alaska no ligaba nada, que la heroína no fue tan mala y que por eso no se le puede culpar de todo. Se hizo famosa a los 18 años al formar parte del grupo Zombies, liderado por Bernardo Bonnezzi. Tesa apenas cantaba y bailaba a su manera, pero su presencia y su manera de moverse han quedado inmortalizadas como símbolos de la Movida. Con una sensibilidad artística fuera de lo común, Tesa, tras alejarse de ese alocado mundo, se refugió en la pintura y la escritura. Volvió a su Valencia natal y, entre cuadro y cuadro (en su mayoría, retratos de extraterrestres), ha escrito poesía y varias novelas, todas inéditas. Hasta la fecha, pues al fin se atreve a mostrar al público una de sus obras literarias con tintes autobiográficos. Serena a los once

Serena se ha quedado huérfana, pero no está triste porque no congeniaba con sus padres, así que ¿por qué tendría que echarles de menos? Serena es práctica. Serena, que no es una niña muy normal, está más bien inquieta y expectante por el rumbo que pueda tomar ahora su vida. Serena tiene once años, la regla y tetas, aunque no por ello va a dejar que se las toquen (y eso que tiene tres novios). A Serena la llaman Pinki y siempre está pensando. Piensa, por ejemplo, que si su abuela se muriese sí que lloraría, porque no puede vivir sin ella. Sin embargo, a Serena no le gusta comerse el coco, aunque desde hace algunos días no para de hacerlo… porque se ha enamorado del novio extranjero y alcohólico de su querida tía, con quien ahora viven su hermano y ella.«Se ve que mi primo nació ya con ganas de ser artista y se empeñaron en que fuera abogado, cuando no tenía ganas de serlo. Así que ni estudió ni nada, pero ya fue como si tu avión sale cuando tienes dieciséis y te hacen esperar a los dieciocho y a los dieciocho sigues esperándolo y un buen día te dicen que ya ha despegado hace dos años. Y, como hasta los dieciocho te has tirado dos años medio muerto y empezaste a tomar drogas para poder soportar la pena, luego, cuando cumples precisamente los malditos dieciocho, estás de drogas hasta las orejas. Mi primo se pinchaba y, de eso, es muy difícil salir».