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sábado, 26 de noviembre de 2016

El mejor poema de Vicente Cano

Para mí este es el mejor poema de Vicente Cano (1927-1994); el que me ha tocado más profundamente, entre muchos que también podrían optar a ese título. Se lo dedico con afecto. Por entonces, por los años en los que lo conocí, creo que ya estaba muriéndose de cáncer; curiosamente, posee el mismo importante mensaje que un poema clásico de la poesía norteamericana, The House By the Side of the Road, de Sam Walter Foss; por si no hubiera duda de que Vicente Cano fue, ha sido, es y seguirá siendo un gran poeta:

VICENTE CANO

Pero sí tengo...


I

Yo sé que hay paisajes que no veré nunca.
Sé que existen montañas de asombro
y valles generosos
que no tendrán mi huella...

Pero sí tengo esta tierra -patria chica, mía-,
para sentirla y para amarla.
Para alegrarme el corazón con ella.

II

Yo he aprendido
que no se han hecho para mí
los países lejanos, sorprendentes,
ni las aventuras de leyenda
ni los ágiles caballos de los triunfos...

Pero sí tengo una rosa
que me aroma la vida de esperanza.

III

Yo sé que hay gentes de paz
y hombres de luz
a los que no podré entregarles nunca
mi haz de admiración...

Pero sí tengo un verso
escrito con el alma para ellos.

IV

Yo sé que hay seres que sufren,
hombres que necesitan
un agua humanitaria que los salve...

Y yo no tendré nunca
una lluvia en mis manos.

Pero sí estaré con ellos siempre
con mis palabras y mi aliento.

miércoles, 23 de noviembre de 2016

Libros que estoy leyendo

Aparte de los consabidos cientos de pantallas, también leo bastante papel. Cayeron las Vidas escritas de Javier Marías, donde hace un ejercicio suetoniano de cotilleo biográfico por toda suerte de escritores anglosajones, con un par de alemanes y algún que otro francés, ruso y japonés, y tres o cuatro mujeres (de las que es un gran descubrimiento Vernon Lee); les da lo suyo a los de ego particularmente inflado y posee una lente de aumento magnífica para la ridiculez; ahora estoy con Autorretrato sin retoques (1999) de Jesús Pardo, uno de los libros que dio a Bethel Emilio Morote, con sus subrayados y notas. Es una obra muy dura con los de la tertulia del café Gijón y con todos los posguerreros, mucho más que la de Umbral, que parece un mojigato a su lado, pero es implacable también con su propio autor, que se pinta abofeteando a su propia "madre física" y despreciando a sus amantes con saña. Dice que dominaba quince idiomas, pero la verdad es que, según cuento, solo tradujo del inglés, del italiano, del danés, del sueco y del noruego, aunque bastante: doscientos títulos en total. También sabía francés, pero apenas lo ejerció. Es un buen escritor con un estupendo estilo y facilidad para la concisión realista e ingeniosa. A mi juicio, junto con Pretérito imperfecto de Carlos García del Pino y en cierto modo las Memorias prohibidas de Cándido, es de los pocos que ofrecen una visión ajustada de lo que fueron los cuarenta años tras la guerra, y está lleno de verdad, de crueldad y de anécdotas inéditas e interesantes; Luis Antonio de Villena lo llamó rara avis in terra, (como por cierto llamó también don Juan de Tassis y Peralta, II Conde de Villamediana, a Luis de Góngora) y en verdad lo es.

También me he leído las escuetas Memorias comillenses de Javier Sádaba. Y eso que nunca me fue dilecto; pero el hecho de que haya reseñado sus cuatro años de Purgatorio infantojuvenoide en el seminario de Comillas antes de que le echaran me llamó la atención. Es una visión impresionista de la estupidez religiosa, también en época franquista; un desfile interminable de gilipolleces de curas pirados, de los que se salvan solo, y apenas, los jesuitas, "que utilizaban un dilema muy astuto para mantener su barco a flote: si un padre no sobresalía por su bondad, entonces era sabio. Si era tonto de remate, entonces era santo", p. 8.

Apilados están esperando que les hinque el diente las Cartas a Lucilio traducidas por el literal y casi desconocido Vicente López Soto (solo yo he tenido la piedad de abrirle una entrada en la Wikipedia), los ya mordidos Viva el estupor y Los mismos de Francisco Nieva y La juventud de Cervantes, de José Manuel Lucía Megías, del que habría poco y escaso que decir. Qué bueno es Nieva; para ser ahora un muerto está más lleno de vida, imaginación y lenguaje que todas las sombras fantasmales que ha dejado en este yermo páramo. En cuanto a la poesía, por ahí andan la Poesía completa de Sylvia Plath (la traducción de Xoán Abeleira, no la del ya mencionado Jesús Pardo) que me seduce por sus conceptos, contextos e imaginaciones, aunque en cada poema suyo parece que hay algo que se ahoga (sobre todo en el último, "Edge": El jardín se retesa y los aromas sangran / de las dulces y profundas gargantas de la flor de la noche), y el reciente premio Ciudad de Melilla, La fruta de los mudos, de José Luis Rey, que parece, no sé si padece, demasiada fruslería de ebanista. No habían comprado para la biblioteca pública la última traducción de los Cuatro cuartetos de Eliot, que, al parecer, luce unas notas sobre intertextualidad muy interesantes, que comentaba ha poco en un artículo Félix de Azúa. No tendré tiempo de agenciármela, acaso: hay que corregir exámenes, y aunque he renunciado a mi pesar a escribir en Miciudadreal, porque les quiero y me gusta, ni siquiera en los comentarios, sigo andando demasiado escaso de tiempo. Jamás me he creído insustituible, y Marcelino Lastra, que ha empezado a colaborar allí, ha escrito un artículo magnífico que incluso he copiado en mi blog.

La verdadera autoría de la traducción del Si de Kipling atribuida a Jacinto Miquelarena

Una famosa traducción del famoso poeta "Si" de Rudyard Kipling suele atribuirse al corresponsal falangista de la II Guerra Mundial Jacinto Miquelarena, pero este no sabía inglés, como cuenta Jesús Pardo en Autorretrato sin retoques (1999), cito por la segunda edición de 2006, pp. 252-253;  en realidad es obra de la amante que tuvo en Londres, una argentina llamada Felicitas Flores, con la cual engañaba a su mujer. La traducción es muy sintética, y logra a duras penas conservar la rima. Es esta

SI

Si guardas en tu puesto la cabeza tranquila, 
cuando todo a tu lado es cabeza perdida. 
Si tienes en ti mismo una fe que te niegan 
y no desprecias nunca las dudas que ellos tengan. 
Si esperas en tu puesto, sin fatiga en la espera; 
si engañado, no engañas, si no buscas más odio 
que el odio que te tengan… 
Si eres bueno y no finges ser mejor de lo que eres, 
si al hablar no exageras lo que sabes y quieres.
Si sueñas y los sueños no te hacen su esclavo, 
si piensas y rechazas lo que piensas en vano. 
Si tropiezas al Triunfo, si llega tu Derrota 
y a los Dos impostores les tratas de igual forma. 
Si logras que se sepa la verdad que has hablado, 
a pesar del sofisma del Orbe encanallado. 
Si vuelves al comienzo de la obra perdida,
aunque esta obra sea la de toda tu vida.
Si arriesgas en un golpe y lleno de alegría 
tus ganancias de siempre a la suerte de un día 
y pierdes y te lanzas de nuevo a la pelea, 
sin decir nada a nadie de lo que es y lo que era. 
Si logras que tus nervios y el corazón te asistan, 
aún después de su fuga de tu cuerpo en fatiga 
y se agarren contigo cuando no quede nada 
porque tú lo deseas y lo quieres y mandas.
Si hablas con el pueblo y guardas tu virtud, 
si marchas junto a Reyes con tu paso y tu luz. 
Si nadie que te hiera llega a hacerte la herida, 
si todos te reclaman y ni uno te precisa. 
Si llenas el minuto inolvidable y cierto, 
de sesenta segundos que te lleven al cielo… 
Todo lo de esta tierra será de tu dominio 
y mucho más aún: serás Hombre, ¡hijo mío!

martes, 1 de noviembre de 2016

Cervantes en el Tristram Shandy de Lawrence Sterne

Cuatro son los autores esenciales que influyen en Sterne, esa especie de Joyce del siglo XVIII: Locke, Swift, Rabelais y Cervantes. Sterne llama a su Tristram Shandy una "sátira cervantina". En la traducción pionera de 1975 Francisco Ynduráin señaló algunos de los elementos cervantinos. El caballo de Yorick es todo un Rocinante, pero la locura de Walter y Toby Shandy, los personajes más quijotescos, está sin embargo fraguada según la teoría de las asociaciones mentales de Locke. Tal vez la alusión más concreta es esta, IV, 32:

"Si -como a Sancho Panza- me hubieran dejado escoger mi propio reino, sé que nunca hubiera elegido un reino marítimo, ni un reino de negros para sacar un solo penique con él, sino un reino lleno de súbditos francos y sonrientes. Y como las pasiones biliosas y saturninas cuando crean desórdenes en la sangre y en los humores ejercen tan adversa influencia sobre el cuerpo político como sobre el cuerpo físico, y como no hay más que el hábito de la virtud que pueda gobernar a esas pasiones sometiéndolas a la razón, solo me queda añadir a mi oración que Dios se digne dar fuerzas a mis súbditos para ser tan prudentes como alegres. Así sería yo el monarca más feliz y ellos el más feliz de los pueblos bajo la capa del cielo"

miércoles, 26 de octubre de 2016

He comprado algunos libros de Emilio Morote Esquivel

He tenido suerte y en la librería de viejo a la que suelo acudir regularmente había una buena remesa nueva formada por algunos de los libros de mi amigo el novelista Emilio Morote Esquivel. Me dijo que los regalaría a la misma y he visto que ya los ha traído. En los 29 que he adquirido reconozco su humor y sus intereses en los subrayados, así como su letra en los comentarios que traen algunos. Incluso se olvidó un antiguo carnet de lector de la Biblioteca Municipal de Ciudad Real dentro de una traducción del Fausto de Goethe; es la cara del jovencito hiperdespierto que era en 1993, con el número 104.465 (yo tenía el 508 hasta que cambiaron la numeración). Otras veces usa como marcapáginas calendarios del año en curso, tarjetas de visita, citas con el estomatólogo o el mismo papel de lo que ha costado; además hay algunos textos extraviados, como una carta que debía enviarse a un concurso de cuentos en que pedía que devolvieran el suyo, incluida en la Cronología universal de Espasa. La selección de algunos textos técnicos indica que es un escritor profesional, consagrado a su oficio. Le molestan que no veas los errores ortográficos y las impropiedades. Sus comentarios más sabrosos los escribe en las páginas iniciales, en las que anota los números de página con las citas de lo que más lo ha sugestionado, cabreado o divertido. Son especialmente interesantes los que dedica a Vidas escritas de Javier Marías o a Escritores ante el espejo. Otras veces se explica por qué se deshizo del libro: de los Cuentos reunidos de Saúl Bellow escribe que "no valen ni para tomar por culo", y hay que darle un crédito cierto, porque Emilio Morote es un gran narrador, que domina la historia corta; también posee una paciencia morrocotuda; cuando se atreve con Volverás a Región de Juan Benet, anota con esmero sus galimatías, inconsecuencias y meteduras de pata y desiste en la página 184 con un "hasta aquí hemos llegado" y "¡menudo leño!" Curioso es observar también su curiosidad por las matemáticas (hay algunos rarísimos de la editorial Mir de Moscú, que editaba en castellano) y su amor por la obra completa de Emil Cioran, anotadísima. 

domingo, 9 de octubre de 2016

El padre Juan Mugueta, apologista de la Guerra Civil II

El padre Juan Mugueta, no sabemos si en su nombre o en nombre del Dios que decían representaba, escribió sobre "nuestra confianza en la victoria", pues ni la paz ni mucho menos la reconciliación eran algo que desearan "las reservas espirituales y materiales de la raza". En el capítulo "Separatismo catalán" cita una obra de los escritores antisemitas franceses Jérôme y Jean Tharaud, La cruel España (Cruelle Espagne, 1938) donde se relatan y comentan los primeros episodios del golpe de estado antidemocrático; al respecto comenta "no podemos creer que el clero de Barcelona secular y regular votase en masa la candidatura de la Ezquerra" p. 81, pero al cabo llega a admitir que "es lo que ha pasado a tantos separatistas de derechas, sacerdotes o laicos. Jugaban con el fuego y la llama prendió en su ropa talar, consumió sus carnes y calcinó sus huesos", p. 82. Es que "caminar de espaldas a España" los vuelve "locos e insensatos". Por supuesto, "es justo que los catalanes amen a su región con amor entrañable, pero amor que engendra odios no es amor verdadero, y el amor de los separatistas a Cataluña tenía heces de odio al resto de la nación" p. 84. Observa que el proceso nacionalista consta de varios grados: "Primero Cataluña sin España; después Cataluña contra España; por fin, Cataluña sobre España: he aquí la trayectoria que debía seguir el proceso de liberación según los soñadores del stat catalá". Le parece toda la obra del nacionalismo catalán pergeñada por comunistas, anarquistas y, especialmente, masonistas, porque le convencen al respecto las teorías que expuso Juan Tusquets en una conferencia pronunciada el día 28 de febrero de 1937 en el Teatro Principal, de San Sebastián titulada Masonería y separatismo. Contra ello propone lo siguiente: "Cataluña tendrá que articularse al mecanismo nacional con renuncia absoluta a situaciones de privilegio. Habrá de soldarse a España con soldadura autógena... se acabaron los hechos diferenciales... terminaron las archiconsideraciones para una lengua que se cansaba de gritar blasfemias contra España y hablar procazmente de su madre. Hay que raspar en ella toda glándula separatista, para que cante cuanto quiera la excelencias de su región, mas sin mengua ni desdoro, sin menosprecio ni deshonor para las otras regiones y provincias, que forman la estructura de la España unitaria, de la Patria una e indivisible, sin tirones regionales ni desviaciones centrífugas, una en la fe, en el sentir colectivo y el ideal imperialista, una en el amor a su grandeza histórica, al trabajo y a la gloria, a la integridad territorial y al prestigio internacional; una en la geografía física, psicológica y sentimental; una en la soberanía y en la expresión de esa soberanía mediante un solo órgano oficial: el habla de Cervantes", p. 89-90.

En el capítulo "Nacionalismo vasco" insiste en despotricar contra ese "delirio separatista": "Es cierto que los separatistas vascos no se unieron a las izquierdas en los últimos comicios", pero al cabo se convirtieron en "colillas de un gobierno demagogo y criminal". El estatuto vasco pecaba sobre todo de no mencionar a Dios. "Abrazáronse con petroleros y degenerados que huelen a vinazo, sangre, pólvora y mercurio, lujuria e incesto. Encuadrados en esas milicias del infierno han ido a la guerra a luchar contra los cruzados. ¡Qué horror...! Era el momento de romper ese coito inmoral con el marxismo corruptor", p. 96.

El capítulo siguiente del canónigo magistral de Ciudad Real propone todo un programa político y se titula "Misión de España en la Historia". Desde luego, "no es motorizar el mundo congestionando el planeta de locomotoras, trenes, autovías, camiones, autocares, tractores, tanques, coches de lujo, autos de línea, máquinas agrícolas e industriales de toda clase y de toda marca..." p. 103, "nuestra misión no es la mecanización del trabajo, ni la materialización y degradación de la vida, sino su elevación y espiritualización... ir por el mundo iluminando senderos, guiando pueblos, misionando tribus, formando cristiandades. Puede decirse que la historia de España es una continua cruzada a lo largo de los siglos. Cruzada contra el Visigodo, cruzada contra el Turco, cruzada contra el Indio, cruzada contra Lutero, cruzada contra Napoleón, el corsario de Europa y carcelero del Papa, cruzada contra el Liberalismo, primogénito de la revolución francesa, pues la guerra carlista tenía este carácter, ya que en ella no tanto se luchaba por la legitimidad como contra las libertades de perdición, que, escoltando a los llamados derechos del hombre, se habían filtrado a través de la frontera de España. Fue dueña de mar y tierra, cuando el sol no se ponía en sus dominios, mas no supo explotar ni la tierra ni el mar. No era este su designio... quédese eso para pueblos materialistas y mercaderes", p. 104. Un régimen democrático no es propio de una nación como la nuestra: "No podemos creer en una sociedad a la inversa donde gobierne el pueblo, que debe ser gobernado" p. 142. Por eso, en la posguerra, se propone redentores propósitos como estos: "Haremos todo sin entregarnos a los instintos salvajes, a los sentimientos de crueldad, a la sevicia superior a la de los mandarines de la India a que se entregan nuestros enemigos. Seremos humanos sin dejar de ser justos y seremos justos sin dejar de ser humanos. No olvidaremos que la flor más fragante del espiritualismo es la piedad. Nos vigilaremos a nosotros mismos para que, al clamor de la justicia vindicativa, no nos desborde ningún sentimiento anticristiano". Esta piedad, según historiadores extranjeros, consistió en 111.000 ejecuciones después de la guerra, incluidas, por supuesto, las famosas "sacas" de presos para hacer sitio en las cárceles. Todo el mundo conoce, o debería conocer, las famosas directrices de Mola escritas antes del "levantamiento" en el sentido de crear terror mediante ejecuciones indiscriminadas para "desmovilizar" al enemigo. Pero, después de la guerra, los militares que se levantaron contra el pueblo (incluyendo en él monjas, curas y demás) la máquina del terrorismo de estado siguió trabajando.

"¡Qué vergüenza! Así la civilización habíase hecho barbarie, la cultura salvajismo, el progreso receso a la caverna, la ciencia filtro envenenador, el arte plebiscito de las concupiscencias, los espectáculos cita de degradación, la democracia demagogia, la política puja de apetencias y el Parlamento exhibición de chulería. Y todo esto porque España iba haciéndose rápidamente pagana", p. 129. Por último, entre citas de Nikolái Berdiáyev, Tomás de Aquino, Francisco Suárez y José María Pemán e, increíblemente, Giacomo Leopardi o Léon Duguit (¿?), cita al primero para explicar que nos acercamos a una gloriosa y brillante nueva Edad Media: "No faltan síntomas que dan valor a la profecía. La Edad Media surgió de las ruinas de la barbarie y nuestra generación tendrá también que edificar sobre el acervo de escombros que están acumulando en todas partes los vándalos modernos... la Edad Media es la concreción de la espiritualidad", p. 112-113. 

Y eso es lo que nos dieron Franco y compañeros mártires: una gloriosa y brillante nueva Edad Media.

lunes, 3 de octubre de 2016

El padre Juan Mugueta, apologista de la Guerra Civil I

En 1937 el canónigo magistral de Ciudad Real y doctor en filosofía Juan Mugueta escribió una curiosa defensa del "Alzamiento nacional" y la guerra "civil" emprendida por los militares de su país bajo el título de Ellos y nosotros. Al mundo Católico y al mundo civilizado. Curiosa es ya desde su mismo título, en que figura Católico con mayúscula y "mundo civilizado" separado del católico. Otra cosa intrigante es que está escrito con intención no ya de denigrar a la democracia, sino a la derecha cristiana que es democrática. Este cura (perdón, este político con sotana) veía la oportunidad de rehacer España a la imagen y semejanza de su vieja interpretación austracista, mirando siempre hacia atrás, como los cangrejos, por lo que habla de un reparimiento de la nación: "Los pueblos nacen, ha dicho Cossío, de un momento de meditación en la hora del dolor. Este renacer de España en una alborada de sangre, entre clarinazos de triunfo y toque de oraciones, hay muchos que no lo entienden o no lo quieren entender" p. 11-12.

Cita, como años después los sacerdotes de la teología de la liberación, los mismos textos bíblicos pero con sentido exactamente opuesto: "Hemos leído en alguna parte que la verdad siempre triunfa, a condición [de] que se la defienda. Este ha sido nuestro propósito, al escribir estas líneas, exponer la verdad y defenderla. Si lo lográsemos habremos contribuido con nuestra parte alicuota a liberar a España de la invasión de los bárbaros bolcheviques, porque está escrito -veritas liberabit vos- la verdad os hará libres", p. 13. Enseguida sirve el primer plato o capítulo contra la nauseabunda derecha liberal, democrática y republicana (luego la emprenderá con los sacerdotes vascos que apoyaron el régimen democrático). Le molestaba sobre todo el crédito que daban a la misma en el extranjero, mayor que el que prestaban a los militares y otros uniformados de la rebelión: "Lo que causa no solo sorpresa, sino asombro, es que un periódico tan característico como La Croix, órgano prestigioso del pensamiento católico francés, afeando su nombre y emborronando su historia, se haya puesto al servicio de nuestros enemigos, admitiendo colaboraciones y dando informaciones peor que tendenciosas, lo que constituye un caso de bochornosa defección en los principios de la solidaridad cristiana".

Y es que Mugueta estaba acostumbrado a la censura; se lo justifica diciendo que "los emisarios del Frente Popular, a pesar de su odio al Evangelio y a Cristo, no vacilan en disfrazarse, cuando les conviene, de vestales del Cristianismo" p. 16. Fuera de elogios hoy en día bastante incomprensibles, como a Mola, "ilustre general que a la vez es notable escritor" p. 16 (¿?) o a las "interesantes charlas" del matarife Queipo del Llano (p. 17), no entiende de sacerdotes demócratas, que identifica con el planeta rojo de Satanás, "unos pocos compatriotas nuestros, sacerdotes y religiosos, apóstatas de la hispanidad, convertidos en agentes de Moscú y corredores a sueldo de los gobiernos de Azaña y de Companys, que andan por esos mundos esforzándose por ganar con equívocos y trapantajos el apoyo de los católicos y personas decentes en favor de los Nerones españoles", p. 17; para él son una "majada de lobos con piel de oveja que tratan de alborotar el redil de Cristo".

Igual de encogido descerebramiento alcanzan sus pestes contra los políticos demócrata-cristianos, y en especial llama "la atención del mundo culto sobre la extraña sensibilidad de ciertos juristas que, como el señor [Ángel] Ossorio y Gallardo, hacen escándalo ante ciertas anomalías del Derecho, se rasgan la toga ante supuestos atentados al Poder constituido, mientras permanecen silenciosos y beatíficos, sin voz y sin vista, cual señoras de compañía de la prostituida Democracia, ante la violación permanente, por parte de los suyos, de todos los preceptos de la ley natural. Y como si esto fuera poco, afectan condolerse como católicos, "unidos por el mismo lazo de la fe sobrenatural", y lloran, como venales e hipócritas plañideras "el mal irrogado por las huestes de Franco a la religión y a la Patria" (pp. 18-19). Al cabo uno se convence de que habla de sí propio cuando alude en su sermón político al "cinismo de Caín acusando a Abel" y afirma que "tenemos enfrente a los crucificadores, no a los cruzados", a unos "alguaciles de la Masonería", organización, por cierto, tan similar en estructura, ceremonias y fines a la Iglesia Católica Romana que uno no ve sustanciales diferencias entre ambas, salvo la tolerancia mayor de la primera, que los segundos desfiguran llamándola "misericordia".

El segundo capítulo del flamígero sermón, tan surtido en denigracias como el anterior, se titula "Ambiente político-social en la fecha del alzamiento"; cita en sus albores al papa San Gregorio: ante consumationem omnia perturbantur, porque "la prueba irrecusable de que una nación esquilmada por una política de logreros y raída por el cáncer social está a punto de disolverse, como manzana podrida, son las convulsiones y sacudimientos epilépticos que en ella se suceden". Ese era el ambiente antes del "grito libertador" de un régimen que se iniciaba con "fiesta de rufianes y orgía de prostitutas". Cita (no podía faltar en el disco rayado que ahora mismo estoy poniendo) la quema de edificios religiosos y "la insurrección de Asturias... la cual no era política como entonces se dijo, sino social como después se ha sabido, toda vez que tenía por fin inmediato la implantación de la república socialista como puente a la república soviética", p. 27. 

Azaña le parecía en el 36 un moderado "hipócrita, farisaico" y un "equilibrista fracasado" que ha sido sustituido por un "calculista frío y estoico, sin moral y sin creencias, capaz de firmar, sin que le tiemble el pulso, la entrega de la Patria a los miembros del Comintern". Ni se le ocurre pensar que todo eso fuera facilitado por la desestabilización todavía mayor que el golpe de estado creó en la recién nacida república democrática, cuya ingenua celebración jubilosa por el pueblo se explicaba por haber sido este envenenado por "toda clase de propagandas subversivas". Así que, "de esta suerte España quedaba dividida, políticamente, en dos zonas y en dos castas", p. 29. 

Prosiguiendo con una retórica pantuflista al más puro estilo Eduardo Inda, afirma que "la sala de los magistrados se convierte con frecuencia en tenida de masones o reunión de comités. Los jueces prevarican ante el miedo o el halago" (ignora o le da igual el miedo que él mismo insufla). Casi ni alude a las ansias económico-salariales del ejército africanista sublevado "con los mandos de más responsabilidad confiados a mediocres o ineptos", pintando el tópico y fatigoso panorama pantuflista de lugares comunes con que se nos ha aturdido durante décadas:

En la Cámara legislativa la mayoría ruge siempre que hablan las minorías. A la fuerza de la razón se replica con la razón de la fuerza. A los tonos mesurados y corteses con el desplante y el vocerío. Un día se desvela la muerte trágica que había de tener Calvo Sotelo cuando dice La Pasionaria "este hombre ha hablado por última vez". En otra ocasión se advierte a Gil Robles que habrá de morir con los zapatos puestos. En el mismo banco azul los ministros toman, al contestar a los jefes de la oposición, actitudes de chulería, porque saben que está en el hemiciclo, esperando órdenes, armado el escudero. Decididamente al parlamento español en las postrimerías de su funcionamiento cuadraba a perfección lo que dijo Leuduski de la Dieta de Francfort: "Esto huele a canalla", p. 31.

Por supuesto, esta prosa del régimen ignora la conexión del financiero corrupto y presunto asesino Juan March, perseguido por la República a causa de su increíble falta de escrúpulos, con el golpe que financiaba; más adelante March sobornaría a los generales franquistas para impedir que España entrara en la guerra americano-ruso-inglesa contra el aliado de Franco, Hítler, no por patriotismo y evitar la muerte de más españoles, sino porque sería malo para poder controlar sus pingües negocios en el país. Paso por alto las ridiculeces que tanto ofendían a Mugueta y que sirvieron para justificar su amada, su necesaria sangría colectiva para lavar más blanco a España y dejarla tan limpia y cerril como era su sueño, renunciando a la sucia democracia, palabra esta que no aparece ni una sola vez en su libro, ese ente utópico tan adulterable y corruptible como hemos visto desde cuarenta años acá, aunque por lo menos citaré una enumeración de los cocos de este niño rabioso dizque cura: "El laicismo, el matrimonio civil, el divorcio, el amor libre, la secularización de los cementerios, el expolio de la Iglesia mediante la nacionalización de sus bienes, el atentado a la propiedad privada, el encono contra la burguesía y el clero, el anatema contra todo lo auténticamente tradicional, la gravitación hacia la dictadura del proletariado, el abrazo con el soviet, la entrega de la soberanía nacional al separatismo, de la sociedad al comunismo, de la Religión al masonismo", p. 32. Otras veces es más explícito: "La prostitución de las costumbres al amparo de la más amplia y cínica licencia, la disolución de la familia por las nupcias sin altar, la profanación de la niñez en la Escuela sin Dios, la disgregación de la sociedad bajo el influjo corrosivo del anarquismo militante, la mutilación de la Patria por la cuchilla separatista, la corrupción absoluta del Poder público en monstruoso maridaje con los enemigos del Estado", pp. 37-38. Había que "poner un tope al despotismo en la Presidencia, a la arbitrariedad en el Gobierno, a la prevaricación en los Tribunales, a la demagogia en el Parlamento, a la revuelta en la calle, al sacrilegio en los templos, a la blasfemia en las cátedras, a la inducción al crimen en la prensa y en el mítin, al insulto a la fuerza armada, a la caza del hombre por el hombre, a la petulancia de las juventudes libertarias, al pistolerismo profesional, al asesinato a domicilio, a los avances de la anarquía en la ciudad y en el campo, a la irrupción del vandalismo por todas las avenidas de la Patria en ruinas". En fin, que quería una España más sencilla, ignorante, plana y, en suma, hipócrita. Creo que no es mal resumen; compárenlo con ahora y donde dice soviet pongan ahora Venecuba del Norte y donde "enemigos del estado" pongan bancos. No estará de más explicar que si la República pidió ayuda a la URSS fue porque no se la dieron ni franceses ni ingleses ni estadounidenses, y bastante trabajo costó lograr incluso que hubiera brigadistas internacionales, mientras que los militares obtenían el crédito y la amistad de unos santos de Palmar de Troya como Hítler y Mussolini. Ya resulta gracioso comparar el "pistolerismo profesional" con el "ejército profesional" que se levantó contra la democracia. Más pistolas que entonces hay en Estados Unidos, Suiza o Finlandia y quizá si hubiéramos tenido tantas como ellos nos hubiera ido mejor para defendernos que confiar en un ejército o una guardia civil levantada contra el pueblo que habían jurado defender.

El siguiente capítulo es "Carácter patriótico y religioso del movimiento salvador". Aquí dice la primera verdad: que el movimiento no lo promovió el pueblo (claro está, si era antidemocrático), sino el ejército, por "sentido del honor". O sea, como en el siglo XIX. "Queipo del Llano terminó su primera charla ante el micrófono con un viva a la república honrada y el infortunado Godet declaró que todo su crimen consistía en haber querido arrancarla de manos de los que la estaban degradando" (p. 36). Mugueta convierte en pueblo infiel al pueblo español contra el que se levantaron los militares que debían defenderlo para proclamar una "Santa Cruzada" medieval, a la que no dejaron alistarse al rey exiliado como una especie de Corazón de León. Y menciona la bendición del papa Pío XI al ejército franquista en la alocución La vostra presenza del 14 de septiembre de 1936, discurso tan mal interpretado y censurado en España que sirvió para proclamar la guerra como la tal "Cruzada", justificando así toda violencia en nombre de Dios para recuperar el sepulcro de la santa tradición de hacer las cosas violenta e injustamente.

El capítulo tercero lleva por título "Ellos y nosotros. Su obra y la nuestra". Y lo primero que recuerda es una frase de Maura que tiene un estilo típicamente rajoyano: "Ellos son ellos y nosotros somos nosotros". Una auténtica joya para dialogar con los besugos (esto es -para quien no lo entienda, que los hay- para romper cualquier atisbo de entendimiento en el diálogo). "Somos inconfundibles", proclama, y "hay una tendencia en el extranjero a considerarnos a todos como salvajes de distintas tribus, cuyos individuos solo se distinguen en la forma del indumento y el color del taparrabos". Los rebeldes en su terminología, los demócratas, "pertenecen a los grupos infrahumanos de los sin Dios, sin Patria, sin hogar y sin amor. El amor para ellos no es amor, sino simple estímulo de reproducción, el hogar un departamento del proyectado falansterio, la Patria un sector de la gran Patria a la que aludía Sócrates cuando dijo soy ciudadano del mundo", p. 42. ¡Dios mío, qué malo es Sócrates! Sigue por este estilo reduciendo al ser humano demócrata al estado de la mierda inorgánica: "El hombre en la filosofía marxista no es más que un tubo digestivo [...] no hay más que una Divinidad, dicen, la fuerza, y un solo sacerdocio digno de esa Divinidad, la Técnica", p. 48. "Muchos de ellos tienen tara de degenerados y tatuaje de presidiarios [...] hombres con instintos de fieras y fieras con conocimiento y perversión de hombres".

Menciona entre los caídos de su Cruzada a diez obispos "y dieciséis mil sacerdotes y religiosos". Ah, eso sí: no menciona a ningún religioso "martirizado" antes de la Guerra Civil que apoya y sanciona el Papa "que bendice ejércitos", como escribe Borges, ni a los muertos por el otro bando, que son de peor calidad. "Vamos reconquistando para la Patria a Cristo [...] ya tenemos la cruz en las escuelas, al Sagrado Corazón en los municipios, maestros fervorosamente católicos al frente de la enseñanza, profesores creyentes, prestigiosos y cultos en institutos y universidades, a los jesuitas en sus residencias y en sus colegios, a hombres de recia fe y vibrante españolismo presidiendo las instituciones políticas y sociales", p. 53. Ya se vería cuánto avanzó esta "ciencia" en una España católica en la que se daban las cátedras universitarias por méritos políticos: todavía tenemos una de las universidades más mediocres del mundo, en parte por esa inercia y por esa heredada fuga de cerebros, que se dejó aquí solamente a los acostumbrados a no pensar o a hacerlo sin libertad. Nuestro único premio Nobel incluso era medio estadounidense y tuvo que marcharse fuera para investigar. Es más, Franco echó o reprimió a todos los discípulos de Ramón y Cajal... la neurología española nunca más levantó "cabeza" pero, a cambio, ¡qué magníficos curas y monjas tuvimos! En fin, el doctor Mugueta animaliza al enemigo de la misma manera que Hítler, su aliado, a los judíos. Un ejemplo entre muchos: "Según un emigrado ruso, bastarían quince años de régimen bolchevique para que los hombres se cubrieran de pelos como las bestias", p. 55. Me parece que el doctor Mugueta no andaba muy fuerte en biología... si le hubiese dado esa materia un profesor republicano... Concluye así: "Y pensar que haya personas de derecha que por temperamento, por vocación, por lógica, por catolicismo y humanidad, debieran militar en nuestro bando y se han pasado a la banda. ¡Qué pena!", p. 55.

El padre Juan Mugueta ignora conscientemente toda la doctrina social de la Iglesia que desautoriza a la vez a la izquierda y a la derecha (lo que equivale a no decir nada; ya se ha visto cómo los curas interpretan la Biblia -o esa verdad que "hace libres"- en un sentido o en el opuesto según les convenga). El cuarto capitulillo es "El respeto al Poder constituido". Es tan abiertamente ridículo (un rebelde al poder político sostiene que se debe respetar el poder político) que no me extenderé: ya hemos visto que la razón no es lo fuerte del doctor Mugueta, sino la fe, una fe que sería de carbonero si no fuera este un odioso proletario. Por eso lo primero que hace es negar que hubiera en España poder político; ya cómodo, después de esto, poca coherencia se puede esperar ya: canta las bondades del "fascismo" y del "caudillo" contra los "maffiosos" vacilantes demócratas, así que no añadiré más por ahora.

martes, 27 de septiembre de 2016

Karol Dembowski en La Mancha durante la I Guerra carlista

Entre los libros que he ido juntando sobre La Mancha hay un volumen facticio que reúne los dos tomos del viaje del barón Charles Dembowski, Dos años en España y Portugal durante la guerra civil 1838-1840 (Madrid, 1931), primitivamente impreso en francés (París: Ch. Gosselin, 1841). Poco (nada, en realidad) se sabe hoy sobre este autor, pese al renombre de los corresponsales a los que dirigía sus cartas desde España: Stendhal y Merimée, por ejemplo, o algunos de los personajes a los que visitó, como George Sand y su amante Chopin, en la Cartuja de Valldemosa.

Dembowski solo llegó a componer este único libro, cuya primera versión en español de Domingo Vaca es correcta pero llena de erratas y leísmos y falta de notas aclaratorias. Yo logré reconstruir algunos elementos biográficos del autor: tenía treinta años cuando llegó a La Mancha en 1838; y debía estar emparentado con el general napoleónico polaco Jan Dembowski (1773-1823), ya que entre sus corresponsales menciona como familiar a una descendiente de la esposa de este, Matilde Viscontini, amiga platónica del poeta Ugo Foscolo y de Stendhal; este último, rechazado, escribió sobre su frustrada liaison el ensayito Sobre el amor, donde expone la famosa teoría de la "cristalización" que explica fenómenos tan curiosos como el llamado "flechazo". Nada más; declara escribir en una lengua, la francesa, que no era la suya materna. Tal vez debería haber preguntado a mi antiguo amigo, el eslavista manchego Ángel Enrique Díaz-Pintado Hilario; sin duda él habría iluminado más su figura (una pena que no se haya divulgado más su ejemplar ensayo sobre Adam Zagajevski). Porque Dembowski se muestra como algo más que un turista: extiende su curiosidad a las causas sociales de la miseria y posee la sensibilidad de copiar incluso cancioncillas y coplas populares que oía cantar, como por ejemplo una seguidilla manchega en la misma portada de su edición francesa:

Yo quisiera morir
y oír mis dobles
para ver quién me diría
"Dios te perdone"

Nunca se dejó llevar por la desviación pintoresquista o quijotista que ha atenazado a tantos viajeros como han circulado por aquí... por no hablar de los propios naturales del lugar, que si les quitan el Quijote se quedan tan paletos como nacieron, y aún con él, ya que la mayoría ni lo ha leído; es el único tema capaz de llenar una sala de conferencias en Ciudad Real; para cualquier otro no hay curiosidad en el manchego, que es pueblo de un solo libro, como el musulmán, e igual de fanático. 

Ya he hablado aquí de las andanzas de Merimée por La Mancha y por España en general y en otro lugar de las de Casanova por Toledo. Dembowski, más osado, se vino a La Mancha en plena I.ª Guerra Carlista, cuando los que quemaban iglesias eran los reaccionarios, no los liberales; me refiero al horroroso episodio del incendio por los carlistas de una iglesia de Calzada de Calatrava con doscientos hombres, mujeres y niños refugiados en su interior, que dramatizó una tragedia lastimosamente perdida del padre agustino recoleto Joaquín de la Jara Carretero (Aldea del Rey, 1809 - Almagro, 1880) en uno de los cuarenta volúmenes de obras diversas que escribió y desaparecieron del convento de Marcilla (Navarra) donde fueron a parar, de los que solo queda hoy uno que se salvó por casualidad (estaba en otro lugar; por lo menos es posible hoy conocer el índice de esas obras por la precisa biografía que le escribió el fraile Pedro Fabo).

Dembowski explica en la introducción que sus cartas eran familiares y dirigidas, según la edición española, a las condesas de Bouska (errata por Bourke, en realidad baronesa y mujer del embajador de Dinamarca en España entre 1808 y 1811 Edmund Bourke, coleccionista de pintura española... o más bien expoliador de la misma durante la Guerra de la Independencia), la citada Viscontini y Mujelob (otra errata también por la escritora y pintora Virginie Ancelot, con una famosa tertulia o salon frecuentado por los Hugo -Abel y Víctor-, y además Stendhal y Merimée), así como a los barones Treechi (que debe ser el barón de Trecchi, un amigo de Alessandro Manzoni que menciona Silvio Pellico) y Mareste (corresponsal, por cierto, de Stendhal), así como a los propios señores Merimée y Stendhal. 

Sus primeras andanzas en la región fueron por Toledo, donde un barbero le desengañó de la tentación pintoresca citándole a Voltaire y a Fréret y "tratando de canalla a toda la población de Toledo porque era carlista exaltada", no en vano era miliciano nacional. Alabó este hombre "al Gobierno porque había suprimido las procesiones nocturnas, encarnizándose en la memoria del arzobispo de X, que en vida incitaba al pueblo a sublevarse en favor de don Carlos". El día de Santa Leocadia visitan al Intendente, que echaba pestes del uniforme de miliciano nacional que debía vestir por ser esta fiesta local. Toledo le parece a nuestro polaco afrancesado un "revoltijo de escombros y ruinas romanas, árabes, góticas y judías". Del Intendente logró que su mismo secretario les acompañase como cicerone. Contempla a la ciudad de fiesta, engalanado cada ventanal con una mujer con mantilla al menos. Y le llama la atención una efigie de San Miguel con el pescado milagroso en la mano (¿?), llevada por seis estudiantes, entre otras cosas. Visita la famosa casa de orates, cuya construcción alaba al cardenal Lorenzana, aunque ya hablaba Cervantes de ella. En esa época había cincuenta, la mayoría locos religiosos que se creían teólogos o santos, aunque también había de los que se creían perseguidos por el Gobierno o la Inquisición (más o menos como ahora...). Otro día intenta dibujar un panorama de Toledo en su álbum desde el otro lado del puente de Alcántara, pero un oficial de la guardia que lo vio pensó que el populacho podía colgarlo por espía, con lo que vino a rogarle que suspendiera su actividad. Del Alcázar, incendiado durante la Guerra de Sucesión, solo quedaba la fachada. También otros monumentos andaban estragados por guerras, la última contra los franceses, o la ruina. Menciona la gigantesca campana hendida (aludida también en una fábula de Iriarte) y, de pasada, los admirables frescos y pinturas de la Catedral (que tan cuidadosamente describe nuestro manchego y neoclásico poeta León de Arroyal, amigo de Goya y probable comentarista de sus Caprichos, en sus Odas, en el primer tomo, si mal no me acuerdo). Señala que los canónigos le dijeron perrerías de Mendizábal y el mismo bibliotecario, a la cara, cuánto le disgustaba su visita (¡qué amables, estos manchegos!), teniéndoles los más por un espía apenas disimulado de Madrid.

Nada más natural que el odio que Toledo profesaba a los liberales. Si la población no ha entregado la ciudad a las partidas del cura Jacra [esto es, el brigadier murciano José Jara García, leal a Carlos V; es falso que lo mataran sus propios soldados poco después: según A. Gil Novales murió en 1857] que la sitiaba en febrero último, débese por entero al profundo egoísmo de los señores canónigos de aquí. Obsesionados por el temor de ver sus casas saqueadas por sus propios partidarios a falta de otras bastante ricas pertenecientes a los liberales, no se atrevieron a hacer nada en favor de Don Carlos. Dejaron así al gobernador, el inglés Pflinter, (esto es, el brigadier liberal George Dawson Flinter, que se suicidaría en Madrid el 9 de septiembre de 1838 al ser destituido) todo el tiempo necesario para organizar un pequeño ejército y sentar las costuras al atrevido cura que, no contento con tener sitiada la ciudad, se divertía todas las mañanas paseándose por las orillas del Tajo, provocando a la guarnición con mil groserías, la más decente de las cuales es esta: "¡Salga el inglés y los p...s cristianos!"

Menciona el orgullo y la tristeza de los toledanos por el día en que fue ejecutado Juan de Padilla y murieron las libertades castellanas, arrasándose incluso el lugar donde estuvieron su casa y la de su mujer María Pacheco para que no subsistiese su recuerdo.

El siguiente pasaje en que aparece La Mancha es cuando emprende un viaje desde Segovia a Madrid en una galera cubierta impulsada por ocho mulas. Caben doce personas, pero el dueño le saca partido amontonando veinte. Hace el viaje al lado de un zagal "natural de La Mancha":

Ha sido campanero, marmitón y soldado. Su corpulencia, sus salidas y una bala carlista que tiene metida en la parte de los riñones le dan bastante el aire de su ilustre compatriota Sancho Panza, sobre todo del Sancho Panza que sale desilusionado y maltrecho de su tempestuoso gobierno. Sentado junto a mí en la banqueta exterior del coche, la esperanza de una buena propina le torna orador.

El hombre es una mina de refranes y anécdotas, como la de la de una tal Manuela famosa por haber capado a varios viajeros y librada del cadalso por un caprichoso indulto de Fernando VII, casada después "con un molinero cuya felicidad constituye hoy". De Torrelodones dice "catorce machos, quince ladrones, contado el macho del cura". Después de su estancia en Madrid viaja a La Mancha en un convoy fuertemente escoltado y armado hasta los dientes. Pasa por Ocaña y Tembleque, siendo recibido por un celador que pide los pasaportes (eso de viajar por España sin documentación es relativamente reciente) que depone su hostilidad con un pequeño soborno. Por lo visto la pobreza de La Mancha era famosa fuera de su territorio:

Había oído hablar de la miseria que causa la desolación de La Mancha, pero estaba lejos de creerla tan terrible. Figuraos que apenas llegados a Madrigalejos [sic, por Madridejos] el lugar donde se había preparado nuestra comida había sido invadido por unos cincuenta mendigos de todas edades y sexos. Varios no tenían encima más que una manta vieja de lana; otros iban enteramente desnudos. El coracero los amenazaba con el látigo sin poder contenerlos. ¡Oh! Si hubierais visto el encarnizamiento con que aquellos desgraciados hambrientos se disputaban las migajas de pan que caían de nuestra mesa! Tenía, por mi parte, cinco a mis pies, y he tenido que dejarles todo lo que había delante de mí para poner fin a un espectáculo tan desgarrador. en un rincón del cuarto había una desgraciada paralítica lo menos de quince años, que devoraba convulsivamente una cáscara de naranja. Todos sus miembros temblaban u la pobre muchacha no conseguía sino tras los más penosos esfuerzos alzar las manos a la altura de la boca. Cerca de ella un viejo, quizá su padre, veterano con la cara llena de cicatrices y quemada por la pólvora, me tendía los brazos sin manos, diciendo con voz lastimera: "Señor, por Dios, que me muero de hambre"

Las hijas del dueño de la posada colocan una cazuela de sopa para ocho jóvenes en ayunas desde hace veinticuatro horas. "En medio de una miseria tan horrible, ¿cómo admirarse de que La Mancha haya llegado a ser una madriguera de bandidos? Ante todo, el hombre tiene derecho a no morir de hambre. Ayer la guarnición ha hecho una salida contra una guerrilla que había exigido a Madrigalejos cuarenta mil reales; pues bien, entre cuatro muertos y dos prisioneros hechos a los carlistas los soldados de la reina no han encontrado como reunir una peseta".

Al entrar en la provincia de Ciudad Real le admira el panorama desolador:

Un país tan árido y de tal modo despojado de vegetación que se creería uno transportado en medio de los arenales de África. En vano buscáis un árbol en el que descansar vuestra vista cansada de este espectáculo de desolación: ni una brizna de hierba, ni un hilillo de agua se presenta a vuestra vista; tan solo de distancia en distancia unos campos de trigo o de centeno de la más mísera apariencia. En estas llanuras inmensas, limitadas muy a lo lejos por las serranías de Cuenca y de Toledo, los objetos aislados aparecen con formas tan gigantescas que esta mañana nos ha ocurrido tomar un grupo de espigadoras por una guerrilla de jinetes carlistas que maniobraba a nuestros flancos.

Este error le hace comprender las alucinaciones de Don Quijote. Cuando se han acercado, las campesinas ejercen la costumbre más extendida del país: pedir. Al llegar a Puerto Lápice en julio de 1838 este pueblo acababa de ser asolado por una partida carlista. Lo había dejado en tal estado de terror, que fue imposible hacerles contar nada, no en vano ya habían sido invadidos otra vez en enero y sometidos a vejaciones, destrozos y robos. Por supuesto no había quedado nada de comer, y hasta los jergones para dormir y la paja para los animales se habían llevado. Copia a continuación una canción de los militares liberales que les oyó:

Con arroz y bacalao / pretenden alimentarme. / Yo me moriré de hambre / y viva la libertad. / Ocho meses sin pagarme / ni esperanza de cobrar. / Yo me moriré de hambre / y viva la libertad. / Si el comer poco da vida / como lo dice el refrán / ¡los pobres de esta campaña / qué larga vida tendrán! / Aunque no me den la paga / ni tampoco la ración / yo defenderé a Cristina. / ¡Muera Carlos de Borbón! / Con los bigotes de Carlos / hemos de hacer un pincel / pa retratar a Cristina / y a la segunda Isabel. / ¡Suenen las trompas guerreras / los clarines y timbales! / ¡Muera el infante don Carlos / la Inquisición y los frailes!

A Manzanares llegan el 11 de julio de 1838; allí se enteran por un correo de que los carlistas han vuelto a saquear Puerto Lápice después de que salieran, para quitarles el gasto que había reportado su estancia. El calor y la mala agua provoca disentería y calenturas a los viajeros, pero algunos reúnen suficiente ánimo para bailar manchegas con las mozas de la posada, a cuya descripción Dembowski dedica nada menos que dos páginas, sin duda una de las más antiguas descripciones de este baile:

La manchega es una especie de fandango, pero mucho más vivo y animado que el fandango original. Se compone de tres partes y he aquí cómo se canta y se baila a la vez: colocados los bailarines por parejas en dos filas, una enfrente de otra, los guitarristas dejan oír su animado apregio en la, que sirve de preludio al canto; luego tararean en voz baja el primer verso de la seguidilla que se disponen a cantar. Les ocurre muchas veces repetirle del mismo modo durante los cuatro primeros compases. Entonces calla la voz y vienen otros compases de rasguear las guitarras. En cuanto empieza el cuarto entonan la copla, cuyo primer verso habían tarareado. Aquí se dejan oír las castañuelas, y un baile de los más movidos, canción mezcla de fandango, de jota, y ruidoso taconeo, empieza entre los que forman cada pareja. El baile continúa así durante nueve compases, el último de los cuales marca el final de la primera parte de la manchega. Después de lo cual los guitarristas tocan un nuevo arpegio, que se prolonga hasta que cada pareja de bailadores ha cambiado de sitio con la que tiene enfrente, lo que hombres y mujeres ejecutan sin tocarse jamás las manos, mediante un paseo lleno de seriedad, que contrasta muy singularmente con la loca alegría que todos desplegaban un momento antes. Cuando todas las parejas están colocadas en su nuevo lugar, los cantos empiezan de nuevo, y con ellos, por espacio de otros nueve compases, los taconeos y las posturas expresivas y apasionadas. Terminada esta segunda parte, las parejas vuelven a su primitivo lugar. La tercera parte de la manchega tiene lugar como la primera, siempre en medio de los cantos y del baile, pero con esta curiosa particularidad además: a la mitad del noveno y último compás del aire, cantos, guitarras y castañuelas callan de pronto, mientras los bailarines, por su parte, se quedan inmóviles, ordinariamente en posturas graciosísimas, en que las ha sorprendido la brusca interrupción de la música. Este silencio, esta inmovilidad general, sucediendo de forma tan imprevista a tanta animación y alegría, producen un efecto cuyo encanto puede fácilmente figurarse. El conjunto de las posturas de cada pareja de bailarines es lo que se llama el bien parado, y cada cual trata particularmente de que, cuando la música calla, la postura en que le coge sea agradable a la vista. Por lo que toca especialmente a las mujeres, mueven los brazos con tal suavidad, sus taconeos son tan rápidos, sus pasos tan graciosos, tan variados, se siguen tan de cerca, toman en fin actitudes tan delicadas, que por poco guapas que sean, viéndolas bailar se olvida toda especie de filosofía.

Dembowski transcribe una manchega en cuatro seguidillas compuestas:

Ayer tarde fui novia, / hoy he enviudado. / De ayer acá he tenido / dos buenos ratos. Permita el cielo / que cada día tenga / dos ratos de estos. / El cantar las manchegas / quiere salero, / y la que no le tenga / vaya al infierno. / ¡Viva La Mancha / y sus canciones / con sal y gracia! / Yo quisiera morir / y oír mis dobles / por ver quien me decía / "Dios te perdone". / Vivan los ojos negros / y el cuerpecito / de mi muchacha. / Si oyeses las campanas / de mis exequias / no permitas me entierren / sin que me veas. / Pues es muy dable / que con tu vista puedas / resucitarme.

Pasan por Santa Cruz de Mudela y La Carolina al día siguiente antes de afrontar Sierra Morena, llamada así según él por el color oscuro de sus montañas . Se entera de las hazañas de un guerrillero carlista que al atacar una diligencia ha dejado la mitad del dinero a sus víctimas. "¿Dónde se encontrarían ladrones más decentes?", comenta. Es interesante su descripción de cómo se acomoda la gente en la galera: el grupo de viajeros se reparte las tareas y el espacio formando "una verdadera familia improvisada, porque la mayor parte de las veces se compone de individuos que se ven por vez primera". Hace la historia del paso de Despeñaperros, que antiguamente discurría únicamente por el pueblo de Baños, "donde los viajeros no se ponían en marcha sino después de haber hecho testamento, dicho el último adiós a sus familias y recibido los auxilios de la religión: entonces Sierra Morena no era más que una guarida de bandidos y de contrabandistas; sus miserables chozas eran las únicas viviendas que en ellas se encontraban". Alaba la creación de pueblos por el ilustrado Olavide y cuenta la historia de su difamación por un fraile alemán llamado Romualdo, que lo denunció a la Inquisición. Comenta que "el último colono alemán ha muerto en 1832 a la edad de noventa y cinco años. Rubias cabelleras y algunas palabras alemanas atestiguan bien su origen extranjero". 

martes, 9 de agosto de 2016

Shakespeare y el exit imposible de la condición humana

En su reciente (2004) biografía sobre Shakespeare, Stephen Greenblatt cita un texto inequívocamente escrito por la mano del Cisne del Avon que describe a Tomás Moro, en su calidad de alguacil de Londres, logrando persuadir a los revoltosos antiextranjeros de que abandonen su violencia y su rebeldía y se sometan al rey. Greenblatt afirma que Shakespeare "escribió unos versos que parecen alertar de forma excepcional contra la miseria humana y los peligros políticos de las expulsiones forzosas". "Consentid que los echen", dice Tomás Moro al populacho que reclama la expulsión de los extranjeros del reino, y

Consentiréis que todo este vuestro tumulto
vapulee la majestad de Inglaterra.
¡Imaginad que veis a esos desdichados extranjeros
con sus niños cargados a hombros y sus pobres pertenencias
marchando hacia puertos y costas en busca de transporte,
mientras vosotros permanecéis sentados en vuestro capricho como reyes,
vuelta muda la ley por vuestro motín,
pavoneándoos adornados con las gorgueras de vuestra propia opinión!
¿Qué habréis conseguido? Os lo diré: habréis demostrado
que la chulería y la intimidación han prevalecido,
que el orden ha sido reprimido. Y, siguiendo esta pauta,
ninguno de nosotros llegará a la vejez,
pues otros rufianes, cuya fantasía actúe como quiera,
por propia mano, propias razones y propio derecho
abusarán de vosotros, y los hombres, cual peces voraces,
se comerán unos a otros 

(S. G. El espejo de un hombre. Vida, obra y época de W. Shakespeare, 2016, pp. 320-321).

La obra era tan polémica que no llegó a estrenarse nunca, a causa de la censura. Fue compuesta por cuatro autores (Munday, Chette, Heywood, Dekker), aunque sufrió diversas refundiciones posteriores, en una de las cuales intervino Shakespeare, constituyendo su manuscrito uno de los escasísimos autógrafos que se conservan de él; por eso se sabe que la escena que he citado es de su mano, y quien haya leído al autor evocará enseguida textos paralelos del judío Shylock en El mercader de Venecia y en otras obras. 

El tema de Tomás Moro ha sido siempre muy atractivo para el teatro (solo hay que recordar Un hombre para la eternidad, 1960, de Robert Bolt, que fue llevada al cine magistralmente por Zinnemann seis años después). Quienes tuvieron motivación, dinero y tiempo pudieron incluso ver la obra de Shakespeare y esos otros cuatro ingenios ha poco (2013) representada en Almagro en español, pues a pesar de sus muchos personajes y desmesurada extensión hubo quien quiso ofrecérnosla (García May, en concreto) sobre tablas. Entre las letras manchegas, me acuerdo (porque lo investigué; ya hablé de ello en una historia de la literatura manchega del siglo XVIII que figura en un volumen estupendamente editado por el benemérito Alfonso González Calero) que un dotado dramaturgo jesuita ciudarrealeño (era de Santa Cruz de los Cáñamos) del siglo XVIII, Miguel Benavente (1727-1793), compuso y estrenó en el Seminario de Nobles de Madrid ante el rey Fernando VI una pieza titulada La tragedia de Tomás Moro. Según su compañero de orden Lorenzo Hervás y Panduro, el famoso lingüista, la publicó sin nombre de autor, pero yo no la he encontrado por más que he revuelto bibliografías; no figura siquiera en el Catálogo del Antiguo Teatro Escolar Hispánico (CATEH) ni en las bibliografías jesuitas que conozco, salvo la de Hervás, ni Uriarte la ha visto tampoco, así que podemos darla definitivamente por perdida, aun cuando nos queda por lo menos el teatro de su hermano mayor, un poeta que, por lo poco que ha quedado de sus versos y producción dramática hay que considerar entre lo mejor de su siglo, Jerónimo Benavente (1720-1788), también protegido y aplaudido por el monarca Fernando VI, a quien le encantaban las tragedias arandinas. Ambos hermanos eran académicos de San Fernando y murieron donde acabaron todos los jesuitas manchegos de la provincia jesuita de La Mancha expulsados en 1767, en la ciudad italiana de Forli. No me pregunten donde pueden ir a leer sus obras... harían falta esfuerzos desmesurados de generosidad para romper los caparazones de gilipollez de las paletas instituciones que podrían obrar tal milagro. Añadiré tan solo que, quien viaje allá (Forli) hará bien en poner flores a tantos compatriotas exiliados como perecieron lejos de su patria, si es que queda aún algo de sus tumbas. Aunque un poco más lejos queda al menos el túmulo de otro jesuita manchego eminente, el helenista Manuel Rodríguez Aponte, cuyo epitafio escribió la más importante de sus discípulas, la bellísima Clotilde Tambroni. A José Rivero le interesará saber, por otra parte, que Miguel Benavente fue por entonces un famoso teórico sobre arquitectura...

En fin, lo que quiero decir es que Shakespeare, por lo general tenido por misántropo, muestra en este caso al menos su afiliación al siempre despreciado y revolucionario derecho natural que afirma que todos somos iguales ante la ley y su aborrecimiento de la chusma ombliguista, a la que pertenecen personajes como Trump, (nomen est omen) que odia la "raza" hispana en la que nos incluye su palurda ignorancia (no hay otra raza sobre la tierra que el homo sapiens, aunque tenga a veces dudas de que ese fulanita y mierdas como Nigel Farage, Le Pen y sucedáneos pertenezcan a la misma denominación de origen). Shakespeare nos advierte de que todos somos seres humanos y nadie nos puede quitar esa condición prevaleciéndose en que él diga haber llegado primero a ella porque le parieran en un sitio u otro o en una clase u otra o en un sexo u otro. En este año en que celebramos el cuatricentenario del óbito de dos genios, Cervantes y Shakespeare, bien estará recordar que el primero siempre se puso a favor del individuo, fuese este cristiano o morisco, gordo o flaco, mujer u hombre, y que el segundo no dejó de lamentar que la chusma expulsase a los extranjeros pobres por meros prejuicios.

viernes, 22 de julio de 2016

La poesía inédita de Feijoo

Poco a poco va saliendo a la luz la poesía inédita de Feijoo, últimamente treinta y tres poemas nuevos, que alargan a más de un centenar los que ya se conocen de él; es conceptista, pero moderado según el ejemplo, creo yo, del Eugenio Gerardo Lobo de la segunda época, ya que sus agudezas no son oscuras sino entendibles. Que tenía un concepto ya romántico de la Poesía lírica, adelantado a su tiempo, ya se sabe, o lo sabemos desde que lo subrayó Guillermo Carnero, pero no se deja llevar por la libertad de sentimientos y pensamientos, porque no era su natural disposición. Me hace gracia aquello de:

El creer lo que no vemos
es de los cristianos fe,
mas la fe de los amantes
es querer lo que se ve. 

Y es elegante este a la consagración de una novicia:

Estribillo

La mariposa alada
oh, con cuán finas ansias
al fuego luciente del amor divino
se llega, se acerca, se enciende, se abrasa,
y de su ceniza
se forma nueva llama.

Coplas

Para el mejor sacrificio,
mariposa enamorada
en su corazón se lleva
hoguera, víctima y ara.
Y de su ceniza
[se forma nueva llama].

En su corazón que, puesto
en la pira soberana,
va avivando los ardores
con el batir de las alas.
Y de su ceniza
[se forma nueva llama].

Tan festiva es la tragedia,
que del luto se hace gala 
sirviendo el humo que sube
al cielo, de luminaria.
Y de su ceniza
[se forma nueva llama].

Mucho arde y mucho luce,
pues, aun después de apagadas,
brillando están las pavesas
mil celestes llamaradas.
Y de su ceniza
[se forma nueva llama]. 

La víctima acepta el cielo
y tanto su ardor le agrada,
que desde hoy plaza de estrella
en su esfera le señala.
Y de su ceniza 
[se forma nueva llama].


Hay un par de romances satíricos e ingeniosos, donde se cita por cierto a Don Quijote, y dos sonetos satíricos:

 «A un poeta malo que en sus versos siempre introduce especies deshonestas»

Versista entre los serios machacón
como entre los festivos matachín,
si aun para poetastro eres ruïn,
¿quién te mueve a poeta baladrón?

Hirviendo de Asmodeos el riñón
tienes, según te explicas, oh, mastín;
y en priapismos ardes, porque, al fin,
es tu deidad el ídolo Dagón.

Atente a tu ejercicio de trühan,
que te viene mejor, como también 
al que contigo va de mancomún.

Deja las coplas, que asco a todos dan,
pues tu discurso es de un palafrén;
tu gracia y tu donaire, de un atún.

A un poeta malo que en sus versos siempre introduce especies deshonestas

Siendo tu cara y hechos de pagano;
la traza y modales, de Agareno,
dinos ¡así Dios quiera hacerte bueno!
qué señas te han quedado de cristiano.

Si la inmundicia tienes de marrano;
de víbora o cerastes, el veneno;
de razón y de juicio estará ajeno
quien en ti reconozca el ser humano.

Después de examinarte sin encono,
por canicular bruto te defino,
pues tus escritos dicen, uno a uno,

que tienes en morder diente canino,
y muestras en ladrar con desentono
y en tus torpes pruritos, lo perruno.

sábado, 21 de mayo de 2016

Las ilustraciones de Gregorio Prieto para los Sonetos de Shakespeare y el Instituto Británico de Madrid

Tenemos pocos manchegos en el 27, todos más bien artistas: el valdepeñero Gregorio Prieto, el albaceteño Juan Ramírez de Lucas, a quien van destinados los Sonetos del amor oscuro de Lorca (sus primeros amores, Valdivieso, Aladrén, Dalí y Rapún ya estaban lejanos) y el solanero Gabriel García Maroto. Y releyendo los Sonetos de Shakespeare en una magnífica edición bilingüe de Antonio Rivero Taravillo (2008) con motivo del cuarto centenario de su muerte he reparado en que Prieto dedicó una serie de 14 ilustraciones a sus Sonetos cuando estaba en Inglaterra pasando las vacaciones en Oxford con Luis Cernuda. Es un trabajo muy desconocido y muy valioso, porque solo hizo una tirada de quince ejemplares numerados. Él solía hacer tiradas más amplias. Por ejemplo, en mis paredes cuelga la primera copia de una serie de 125, igualmente numerada, que hizo por entonces también a un par de musculosos remeros de la Universidad (la temática marinera es muy tópica en la iconografía homoerótica de la pintura y la poesía y en la de Gregorio Prieto en particular); este cuadro fue un regalo de boda que le hizo a mi mujer un erudito profesor de arte. Del mismo origen es uno de los escasos grabados del tercero de la lista, Gabriel García Maroto, desaparecidos casi todos durante la Guerra Civil. Despabilada mi curiosidad por estos regalos, me agencié también uno de los libros de poesía de este Maroto, más conocido como pintor y crítico y por haber costeado la impresión de la segunda obra de Federico García Lorca, el Libro de poemas de 1921. Hay que anotar, por demás, que, como consigna Ian Gibson en su biografía, ambos amigos volvieron a encontrarse en Nueva York en 1929, así que muy probablemente intercambiaron una correspondencia hoy perdida. 

El hecho de que los Sonetos de Shakespeare sean homoeróticos en su mayor parte (también hay 28 dedicados a la famosa dama morena que tocaba la espineta), como los sonetos del famoso escultor / pintor Miguel Ángel, más desconocidos, tiene que ver también en esa elección. Utilizó para la impresión la misma cubierta de los Sonetos de 1609 y las ilustraciones fueron realizadas entre 1941 y 1943. Están datadas en Stratford, Oxford, Cambridge y Londres.

Es muy posible que la inspiración partiera de otro poeta homosexual del 27 (hubo muchos: Lorca, Aleixandre, Prados), el melancólico Luis Cernuda. El poeta sevillano escribió a Nieves Mathews en el verano de 1944, cuando ya dormía su pasión por el famoso Serafín madrileño y sobre todo por otro joven inglés de ojos azules, que "no leo nada, salvo recordar tal o cual verso o fragmento poético que concuerde con mi estado espiritual. Y aun así hay poesía, como ciertos Sonetos de Shakespeare, que no quiero recordar porque me duelen casi físicamente: tanto y tan bien presentan para mí mi propia vida".

En la literatura manchega Shakespeare ha influido poco. Más bien a la inversa: Cervantes tuvo que ver en el Cimbelino (por la novela intercalada de El curioso impertinente) y en el perdido y apenas reconstruido Cardenio de Shakespeare y Fletcher. Pero hay una sola excepción: el poeta y director dramático Julián Martín Albo, de La Solana, cuyo poemario Los poemas para un dios (1989) personaliza los aclamados Sonetos del Cisne del Avon. También hizo un formidable montaje de El mercader de Venecia hace años.

Pero la información de Antonio Rivero Taravillo parece por lo menos incompleta. Me ha bastado una sencilla investigación para verificar que es cierto que hubo una edición con 17 grabados (Shakespeare's Sonnets, London: Alex. Reid & Lefevre  Ltd., 1943) pero hubo otra edición posterior numerada, The Sonnets of William Shakespeare, London, Grey Wall Press, 1948, que incluye ya 38. Es más, la inspiración shakespeariana siguió obrando en su mano y en 1977 ya tenía al menos 65 dibujos, como testimonia un anuncio de la galería Rembrandt de Alicante de esa fecha. En la actualidad se vende cada una por entre dos y cinco mil euros. Los motivos son los habituales en Prieto; cabezas coronadas o rodeadas por guirnaldas de flores, parejas unidas, pájaros, composiciones de cabelleras enredadas y frecuentes manchas de monocromadas o policromadas aisladas.



Gregorio Prieto estuvo siempre muy vinculado al Instituto Británico de Madrid y fue amigo de quien lo dirigió entre 1940 y 1954, el hispanista irlandés y cervantista (tradujo al inglés el Quijote) Walter Starkie, un hombre muy culto y simpatizante del fascismo. Gregorio Prieto no olvidaba su periodo inglés e hizo colecciones de dibujos sobre estudiantes y jardines ingleses, así como sobre el Paraíso perdido de John Milton, quizá porque tenían buen mercado en Inglaterra. 

Tal como escribí ya en 2009, Starkie fue uno de los fundadores del Centro Internacional de Estudios Fascistas (CINEF) y escribió A Survey of Fascism (1928).  Es más, durante los años 1930 fue un apologista de Mussolini, a quien entrevistó en 1927. En general fue influido por el húngaro Odon Por y reinterpretó a su manera al republicano Maquiavelo y al poeta y místico irlandés George William Russell. Viajó a Abisinia en 1935 y allí trabajó en favor de la campaña italiana del fascismo. Y se opuso al antifascismo del presidente irlandés Eamon de Valera, ese de quien tan mal habla en sus amenísimas autobiografías Frank McCourt.


Pero lo que debe importarnos de Starkie, quien, a pesar de fascista, no era nada racista y estaba enamorado de la cultura gitana, es que viajó también por España como un nuevo George Borrow, a quien tanto se parece o imita, y sobre todo por La Mancha en compañía de su violín, escribiendo entre otros un importante libro de viajes sobre La Mancha: Adventures with a Fiddle in Barbary, Andalusia and La Mancha (1936), traducida por Antonio Espina como Don Gitano (1944).

viernes, 29 de abril de 2016

La Ilustración Manchega (1903-1916)

La Ilustración Manchega fue una revista mensual ilustrada con vistas fotograbadas de La Mancha que se publicó en Alcázar de San Juan al menos entre 1903 y 1916. La dirigía el erudito investigador y literato Antonio Castellano y tenía por corresponsal en Madrid a Bernardino Martín Minguez. Se ocupaba de Agricultura, Industria, Comercio, Ciencias, Literatura y Anuncios. El número 13 era de 1904 y estaba dedicado al "Comité du Monument Cervantes" de París. Se imprimía en Alcázar de San Juan, Imp. de A. Castellanos y Hermano, 1904, en Folio menor, 280 x 209 mm. Rústica. 10 h. sin numerar. 

Antonio Castellano pertenecía a varias sociedades italianas: era socio honorario del Circolo Promotore Partenopes Giambattista Vico de Nápoles; de la Propaganda di Scienza Popolaire y de la Unión Opareja Umberto I, y además colaboraba asiduamente en los periódicos manchegos. Publicó un folleto titulado Apuntes sobre la verdadera patria de Miguel de Cervantes...Alcazar de San Juan, 1896, que lleva un prólogo del Dr. Manuel Corral y Mairá.



miércoles, 27 de abril de 2016

La jácara antitaurina de "El rufián dichoso" de Cervantes

Miguel de Cervantes escribió esta jácara antitaurina en su comedia “El rufián dichoso”:

Año de mil y quinientos
y treinta y cuatro corría,
a veinte y cinco de mayo,
martes, acïago día,
sucedió un caso notable
en la ciudad de Sevilla,
digno que ciegos le canten,
y que poetas le escriban.
Del gran corral de los Olmos,
do está la jacarandina,
sale Reguilete, el jaque,
vestido a las maravillas.
No va la vuelta del Cairo,
del Catay ni de la China,
ni de Flandes, ni Alemania,
ni menos de Lombardía:
va la vuelta de la plaza
de San Francisco bendita,
que corren toros en ella
por Santa Justa y Rufina;
y, apenas entró en la plaza,
cuando se lleva la vista
tras sí de todos los ojos,
que su buen donaire miran.
Salió en esto un toro hosco,
¡válasme Santa María!,
y, arremetiendo con él,
dio con él patas arriba.
Dejóle muerto y mohíno,
bañado en su sangre misma;
y aquí da fin el romance
porque llegó el de su vida.

Es antitaurina porque termina en un “fuese y no hubo nada” del jaque o valentón. Como dice Lagartija después, “Su llaneza  /  y su buen decir alabo  /  y más que muestra agudeza  /  en llegar tan presto al cabo”.