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miércoles, 28 de marzo de 2018

La sensatez no se oye. Entrevista a Emilio Lledó.

Antonio Lucas entrevista a Emilio Lledó: "Sin las humanidades, nada es posible". El Mundo, 28 MAR. 2018:

Este ilustre profesor que ha enseñado Filosofía durante décadas publica ahora 'Sobre la educación', y del libro y de lo que ahora nos acontece (Universidad, posverdad, nacionalismo, Humanidades) habla aquí

Antes de nada, Emilio Lledó (Sevilla, 1925) es el profesor que no ha perdido la vocación de las aulas, que no ha desfibrado su entusiasmo por enseñar. En Valladolid, en Heildelberg (Alemania), en La Laguna, en Barcelona, en Madrid. En institutos y universidades. Lledó es de esos hombres honestos y satisfechos que han desplegado Filosofía en miles de alumnos, generando gratitudes y una irremediable vocación de pensar. El lenguaje es otra de sus jurisdicciones razonadas. Y todo se concreta en un humanismo claro, desenvuelto, provisto de la lucidez de saber mirar al otro. Lledó no juega a impostar modales de posmodernidad, sabe que la lucidez de su pensamiento tiene mucho de plena vigencia. Como aprende en Platón, Aristóteles, Kant y Nietzsche. La verdad es lo sencillo. Este hombre habla acumulando sentido en lo que dice. El último de sus libros de ensayos y artículos es Sobre la educación (Taurus), donde insiste en algunos de los temas principales de su ideario: la necesidad de la literatura y la vigencia del pensamiento. Por dentro de estos textos asoman igual Juan de Mairena y Clineas, Schiller y Ortega.

La cultura, el saber, es una de las últimas coartadas sociales para la multitud. De ahí el desafío de este conjunto de ensayos. De ahí la palabra de Lledó.

Pero este libro no nace con afán de desafío. Es sólo el resultado de mi experiencia como profesor, que suma más de 50 años. La escritura de estos textos ha sido una tarea espontánea a lo largo del tiempo. Me alegra dejar testimonio de una vida, aunque parezca un desafío cuando tendría que ser una normalidad.

La tecnología va tomando cada vez más espacios de realidad, algo que de algún modo colisiona con los propósitos del Humanismo que usted reivindica, fomenta y defiende. ¿Los pone en peligro?

Ya lo están. Y no es fácil especular hasta dónde aguantará la filosofía y la literatura, tan necesarias sin embargo, en los planes de estudio y en la sociedad. Yo no me encuentro muy cómodo en este presente. Es nuestro mundo, lo sé, aunque también sospecho que estamos cometiendo entre todos un grave error.

¿Cuál?

Creer que las Humanidades son algo secundario de la vida humana. Es cierto que el aspecto utilitario en las Humanidades no parece inmediato como el de la tecnología, pero sin ellas no es posible nada. Nos aportan conocimiento y capacidad de reflexión crítica. La importancia y necesidad de los grandes conceptos (Justicia, Bien, Verdad) es algo que aprendemos de leer filosofía, de leer literatura.

Y en el auge de la confusión irrumpe el concepto de «posverdad».

Ese término me inquieta mucho. No sé qué significa exactamente: quizá sea el suplemento de pasión que ponemos en lo que creemos verdad y luego no lo es. La posverdad desfigura aquello que intentamos interpretar. Es un grave error de la política educativa el que se pueda tener en cuenta la posibilidad, aunque sea de un modo solapado, de abandonar lo que se llama Humanidades. En ellas reside la esencia misma de los seres humanos: la literatura, el lenguaje, el sentido exacto de las palabras para poder detectar quién nos manipula y para qué nos manipulan.

Y a la vez se estrecha la idea de libertad individual.

Naturalmente, la libertad es la libertad de poder cambiar, de poder pensar, de poder mejorar. Y para mejorar hay que ser libre. Si estás atado a unos conceptos que no tienen futuro en tu mente no eres libre, estás esclavizado. La libertad es fluencia y, a la vez, una manera de aprender cómo hay que vivir. Cómo es la vida colectiva, no sólo la individual. Por eso me sorprende tanto el resurgir del nacionalismo.

Que va a más.

El nacionalismo es un error, más cuando lo que necesitamos urgentemente es globalizar algunos sentimientos humanos.

Y razonarlos, ¿no hay un cierto miedo a razonar?

Lo hay. Y es muy desalentador. Hemos aceptado el que sean otros los que nos resuelvan el pensamiento, los que razonen por nosotros. En este sentido, la tecnología también tiene una gran responsabilidad.

Y la política también, que se ha ido vaciando de referentes vitales.

Eso es tremendo. Tiene que ver con la pérdida generalizada de sentido crítico. La cantidad de medios de comunicación que tenemos facilita resbalar si no se tiene una mínima base de comprensión. De ahí que sea tan importante que los chicos y chicas se acostumbren a leer desde temprano, que se familiaricen con la riqueza del lenguaje y con la posibilidad de impregnar de libertad las palabras.

Defiende también el lenguaje como uno de los rasgos constitutivos de la identidad de los individuos.

Lo creo plenamente. Lo más difícil, ya lo decía la tradición griega, es conocerse a uno mismo. Y a esa posibilidad sólo se accede desde el lenguaje. Con un lenguaje lleno de humanidad, de sentimientos, de ideas. No vale sólo patinar por el lenguaje que se nos entrega, sino que hay que profundizar en él.

Las últimas noticias sobre una de las universidades públicas de la Comunidad de Madrid no son muy alentadoras sobre esto que habla, parece que la inmundicia de cierta forma de entender la política se ha instalado en ella.

La Universidad es una apertura, nada tiene que ver con esa inmundicia a la que algunos y algunas la someten. La Universidad ha sido mi vida, así que sé bien de lo que hablo. Al releer estos textos veo que reúnen algunas de mis preocupaciones esenciales, que vienen directamente de la experiencia.

De ahí esa defensa sin fisuras del educador.

Claro. Frente a esos políticos que piden un ordenador por cada alumno, yo reivindico más profesores para más alumnos. Los ordenadores, sin alguien que los llene de sentido, te atropellan.

jueves, 25 de febrero de 2016

Eduardo Mendoza, Selectividad

SELECTIVIDAD

Los resultados de la prueba de selectividad de este año revelan, al menos en Cataluña, que la media de alumnos ha obtenido un suspenso en matemáticas aplicadas, en ciencias sociales, en lengua y literatura, en física y química. La estadística de que dispongo no indica qué asignatura es un coladero de tal calibre que ha permitido que el 87% de los alumnos presentados haya aprobado con una nota media de 5,8.

El fenómeno no es nuevo ni nos pilla desprevenidos y las voces que reiteran la gravedad de la situación lo hacen con aire desesperanzado. El mundo es cada día más competitivo y nosotros más incompetentes. Supongo que se refieren a nuestra incompetencia en el terreno de la ciencia y la tecnología, cosa que a mí me preocupa poco. Que la mayoría no pase el examen de química tiene una importancia relativa. Sólo se necesita un número determinado de químicos para atender las necesidades de la comunidad. Al resto nos basta con saber que el detergente de la lavadora no debe ingerirse.

Más preocupante es el pobre resultado obtenido por los estudiantes en el apartado de lengua, porque considero importantísimo que todo el mundo sea capaz de entender y expresar de palabra y por escrito ideas que vayan más allá de lo visceral y lo estrictamente deportivo, y esto, aunque nadie lo crea, sólo se aprende estudiando. Pensar que una cosa es hablar y escribir y otra distinta la gramática es un error muy extendido. Para comprobarlo sólo hay que acudir a los medios de difusión, donde advertirá que, aparte de algunos profesionales, el ciudadano se expresa como un protozoo. En el lenguaje oral, los gritos y los desplantes, algunos acentos locales, la imitación de defectos físicos y un casticismo barato disimulan la magnitud de la catástrofe. Por escrito, ni eso. Frente a esta situación, los políticos encogen sus anchos hombros. La enseñanza es un problema insoluble: alumnos reacios, profesores deprimidos, presupuesto insuficiente y un plan de estudios enmarañado e ineficaz. Sí, el resultado es malo, pero otros años fue peor. El mismo razonamiento que se aplica, por estas mismas fechas, a los incendios forestales. Y expuesto con un rigor y una elocuencia que en la prueba de selectividad sacaría, con suerte, un 3 pelado.

MENDOZA, Eduardo: Selectividad. EL PAÍS, 12-VII-2004

lunes, 5 de octubre de 2015

Filosofía, asignatura marginada

Guillermo Altares, "Platón, expulsado de clase", en El País, 5-X-2015:

La reforma educativa margina la asignatura de Filosofía. Los docentes se movilizan para evitar que los fundamentos del pensamiento occidental salgan del aula

“Que noooo, que Platón está tirao…”. Con el traje de chaqueta que usa a diario, la corbata y el maletín, Enrique P. Mesa introduce a uno de los padres de la filosofía en el aula de 2º de Bachillerato del instituto El Espinillo, en el distrito madrileño de Villaverde. “No es un profe normal”, confiesa un estudiante de la última fila. Cuenta chascarrillos durante toda la clase y confronta el mundo de las ideas con el mundo sensible haciendo dibujos de lechugas y perros en la pizarra. Mesa explica despacio e interrumpe cada poco para asegurarse de que nadie queda atrás. En 45 minutos que pasan volando, los adolescentes ahondan en el primer autor de Historia de la Filosofía, la asignatura de los porqués. Les habla del bien, de la eternidad, de la esencia… “Solo puedes descubrir el mundo de las ideas usando el pensamiento racional”, desliza.

La última reforma educativa (LOMCE) reduce la asignatura de forma sustancial en las aulas españolas. La Historia de la Filosofía que imparte Mesa con pasión pasa de obligatoria a optativa. Hasta ahora se enseñan en secundaria y Bachillerato tres asignaturas relacionadas —Filosofía, Valores Éticos e Historia de la Filosofía—. Solo la primera será obligatoria en 1º de Bachillerato. El resto dependerán de cada comunidad autónoma. Es decir, un estudiante podría cursar la educación obligatoria y salir a los 16 años sin haber visto los fundamentos que estructuran el pensamiento occidental, desde los clásicos hasta Marx o Sartre.

“La idea general, que es errónea, es que la filosofía te enseña a pensar. A pensar puedes aprender con otras materias. Pero de la filosofía emana el pensamiento crítico, que es el que sustenta la democracia. Tenemos el derecho a votar porque se nos considera críticos y autónomos”, reflexiona Mesa en el descanso entre clases. Preside la Asociación de Profesores de Filosofía de Madrid, que se ha movilizado en la comunidad, igual que han hecho otros docentes en el resto de regiones aunque con logros desiguales. Cantabria y Andalucía se han comprometido a recuperar la asignatura como obligatoria en 2º de bachillerato en la parte del currículo que diseñan las autonomías.

Los profesores de Filosofía han recibido también el apoyo de instituciones como la Sociedad Española de Historia de la Medicina, que consideró “indiscutible el carácter formativo de esta materia dentro de la historia de la cultura occidental”. Su causa se ha hecho viral. Una carta al director en este diario titulada La belleza de las humanidades logró 200.000 recomendaciones en Facebook. “A partir del próximo año, la filosofía desaparece de 2º de Bachillerato, y se entierra en el oscuro baúl donde fueron desterradas sus hermanas música, pintura, literatura, historia, retórica, etcétera", señalaba el texto del lector Pedro Argüellol.

“Sentí una tristeza profunda, porque esta medida forma parte de una concepción de la educación que no comparto”, relata Silvia Vela Arrans, de 46 años, que enseña en el instituto Margarita Salas de Majadahonda (Madrid). “Pero no afecta solo a la Filosofía, sino a las asignaturas que ayudan al alumno a crear: a las Artes Plásticas, a la Música”, prosigue.

Los docentes critican que su materia ha sido una asignatura maltratada en todas las leyes educativas españolas. Y van siete. Pero añaden que nunca había quedado tan minimizada como en esta última. “Es el recorte más fuerte de todas las reformas educativas de la democracia”, asegura Antonio Campillo, decano de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Murcia, presidente de la conferencia de decanos y de la Red Española de Filosofía, que agrupa a las 24 facultades y 40 asociaciones.

Para Campillo, la clave de la reforma está en que el Gobierno quería reforzar la Historia de España como obligatoria en todas las comunidades y sacrificó la Filosofía. “Las materias básicas no se aprenden en un año, se estudian en ciclos formativos. Los alumnos necesitan un recorrido mínimo”, explica este profesor que enseña desde 1979. “Incluso en el terreno de la educación instrumental, enseña a expresarse, a hablar. Por eso las escuelas de negocios se han dado cuenta de que un economista o un ingeniero necesitan las humanidades”.

Durante la tramitación de la LOMCE ha habido numerosos encuentros entre representantes de los profesores y del ministerio, con escasos avances. Esperanza Rodríguez, profesora del Instituto Margarita Salas y presidenta de la Comisión de Educación de la Red Española de Filosofía, ironiza: “He estado en todas las conversaciones, ya me gustaría que hubiesen sido negociaciones”. “Cada vez irán saliendo menos plazas, de hecho, los dos últimos años no ha habido”, prosigue Rodríguez, que aprobó la oposición con 26 años y enseña desde hace 20. “Algunos seguiremos enseñando Filosofía, otros darán asignaturas afines y muchos tendrán que compartir centros. Pero creo que es sobre todo una pena para los alumnos. La adolescencia es una edad estupenda para hacerse preguntas. La filosofía les lleva a enfrentarse a nuevas inquietudes, a hacerse más adultos. Y eso requiere tiempo y ayuda”, reflexiona esta docente.

Emilio Lledó (Sevilla, 1927) es miembro de la Real Academia, premio princesa de Asturias de Humanidades y una referencia del pensamiento en España. Pero a este hombre sabio siempre le ha gustado definirse como un profesor de Filosofía y ha dedicado toda su vida a la enseñanza. “Lo que está ocurriendo está dentro de esa misma tendencia pragmatoide, de obsesión con lo inmediato”, explica. “Eso significa la muerte de la riqueza más grande un país, que es la cultura, porque ahí residen su libertad. La filosofía ocupa una función esencial, porque nos obliga a pensar sobre la lengua, sobre el bien, sobre la justicia, sobre lo que somos, sobre la verdad. Desde los griegos, los filósofos siempre han sido la conciencia crítica de una época”.

Las diferencias entre estudiar Ética o Religión

Con la LOMCE, la nota de Religión vuelve a contar para la media en el expediente. En Madrid, las matrículas de esta asignatura se han disparado un 150% porque la otra opción —Valores Éticos, impartida por profesores de Filosofía— es más 'hueso'. Preguntado por este asunto, el ministro de Educación, Iñigo Méndez de Vigo, consideró recientemente “muy importante” que los alumnos salgan de la escuela “con unas agarraderas religiosas, sociales o éticas”.

El decano de Filosofía de la Autónoma de Madrid (UAM), Antonio Cascón, lo ve distinto: “Me parece que estamos en el territorio de la barbarie, en los tiempos en los que vivimos de racionalidad y avance, la religión debe ocupar otra parcela. Que avance en detrimento de la filosofía define bastante hacia donde quieren nuestros dirigentes que camine esta sociedad”.

José Luis Mora, del Departamento de Antropología social y Pensamiento Filosófico Español de la UAM, añade: “La filosofía debe construir mentes abiertas, no puede ser una alternativa a la religión, los centros de enseñanza son el espacio público de la razón. Lo contrario es volver al siglo XVIII”.

miércoles, 26 de agosto de 2015

Los libros que nos construyen y nos salvan

Carlos Castilla del Pino, "Los libros que nos construyen y nos salvan", tomado del blog Hyperbole de Ramón González Correales, 15 de octubre de 2014:

La relación con un libro tiene mucho que ver con la relación con una persona y no sólo porque un libro sea también -sobre todo si es un ensayo-, una conversación con el autor, sino porque suele aparecer por azar o recomendado por algún amigo cercano o por esos desconocidos que leemos mucho y forman parte de nuestra vida.

Hay libros que pueden ser muy buenos, pero que no nos fascinan, que no establecen con nosotros la conexión emocional que hace que los leamos con esa vinculación especial que puede movernos cosas esenciales. Hay otros que se leen en un momento que no es el suyo y se abandonan o se desdeñan hasta que, quizá después de muchos años, los volvemos a encontrar justo cuando los necesitamos e iluminan nuestra vida.

Hay libros que nos gustaron mucho y marcaron una época de los que con el tiempo nos avergonzamos un poco y los vemos esquemáticos o cursis o simplemente consideramos sus planteamientos poco verdaderos con relación a lo que ha sido nuestra experiencia. Como nos pasa con esos amigos que dejaron de serlo porque se fueron convirtiendo en extraños poco a poco.

Hay libros que seguimos buscando muchas tardes, vagando en una librería o en nuestra propia biblioteca, porque necesitamos ese impulso que nos vincule al mundo y a la vida y que aporte sentido a lo que hacemos o al tiempo que nos queda. Y nos ponemos tan nerviosos como cuando nos sentimos solos y necesitamos hablar con alguien que nos comprenda y no lo encontramos fácilmente.

Esos días en que perdemos la memoria de quienes somos y hay que buscar en los estantes o en el iPad esos libros que nos construyeron o nos dieron tanto placer y que en ese momento hemos olvidado aunque los tengamos muy cerca, hasta que descubrimos justo el que necesitamos y entonces la niebla comienza a desaparecer y vislumbramos el sol emergiendo tras las palmeras.

“Los verdaderos libros son los que nos forman en alguna etapa de nuestra existencia. Los que se constituyen en componentes de nuestro quien. Tras su lectura puedo decir: quien soy es distinto de quien hasta entonces era.”

CARLOS CASTILLA DEL PINO. “Aflorismos”

martes, 26 de mayo de 2015

Cada vez cierran más librerías en España



Winston Manrique Sabogal "Dos librerías se cierran cada día en España", El País, 26 V 2015:


I

La eternidad literaria no siempre protege del olvido. Lo saben en El Toboso, Zalamea y Fuente Obejuna, emblemáticos lugares cuyos lectores no disfrutan de una sola librería. La vida los ha igualado a los de otros 7.310 municipios españoles en los que tampoco pueden comprarse libros. Solo hay librería en 807 municipios españoles. Y la tendencia es a la baja: cada día se cierran dos.

Donde antes había libros ahora hay de todo… menos libros. Hay silencio. No se salva ni Barcelona, capital de la edición en español. Allí, un McDonald’s ha reemplazado a una librería emblemática como Catalònia. En otra vitrina, antes compartida por Homero o por el último best seller, hay piezas antiguas para ser subastadas en Internet. En eso, en pujas online, quedó convertida Proa Espais, del Grup Enciclopèdia Catalana, que cerró por la caída en ventas y por el alto coste del alquiler.

Una sombra imparable que el año pasado cerró 912 de estos locales, a la vez comercios y espacios culturales. Una amenaza que ronda las 3.650 librerías que sobreviven, las tradicionales e independientes, medianas y pequeñas, muchas de las cuales se apoyan en venta de papelería. Lo hacen en un país donde reconoce leer con frecuencia no más del 30% de las personas. Y si alguna de ellas vive en uno de los 7.310 municipios que carecen de librerías y un día quiere comprar una obra, deberá buscarse la vida en varios kilómetros a la redonda, según el informe Observatorio de Librería 2014, de la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (Cegal).

Aunque del olvido y las cenizas, a veces surge la vida. Una de esas vidas la crearon Olga Federico, Mireia Perelló y Tono Cristofol y la llamaron La impossible. Está en Barcelona. En 2012, ante la delicada situación de la librería Proa Espais, donde Federico y Perelló trabajaban, se implicaron en salvarla buscando locales y explorando fórmulas para revivirla. En vano. El 31 de enero de 2013 quedaron en el paro. Al día siguiente, delante de un café y en medio de la tristeza, se dijeron: “¿Y por qué no montamos una librería?”. Así, de la calle Roselló 232 pasaron seis meses después a abrir una puerta a la lectura en el 212 de la calle Provenza.

Del olvido y las cenizas, a veces surge la vida. Una de esas vidas la crearon Olga Federico, Mireia Perelló y Tono Cristofol y la llamaron La impossible. Está en Barcelona.

Solo que su criatura iba a estar más acorde a los tiempos de reinvención: una librería especializada en literatura catalana y humanidades pero sin descuidar la oferta general, y con la vocación de empezar a crear un fondo de calidad y ensayo, y con un rincón para los niños; a la vez, convirtieron La impossible en un punto de encuentro con presentaciones, recitales de poesía y talleres infantiles. Además, cada mes una editorial protagoniza el ciclo de charlas con los lectores titulado precisamente así, Protagonista. Todo divulgado en Facebook y su blog. “Encontramos una gran solidaridad en la gente del sector y en la familia… Todos echaron una mano. Fue algo muy especial”, recuerdan Federico y Perelló.

A unas ocho horas de allí por carretera, en El Ejido (Almería), el matrimonio formado por Manuel García Iborra y Matilde Gómez Flores llevan 13 años haciendo algo parecido en la librería Sintagma. Es la única de la zona y se ha convertido en un agente cultural clave de un municipio de rápido enriquecimiento debido a la agricultura de invernadero, y con alto porcentaje de inmigrantes. El Ejido, el Mar de plástico, era también un mar de ausencias culturales. Eso animó a este filólogo y a la psicopedagoga a abrir su librería. García dice que “es una zona de trabajadores agrícolas, no universitarios y con bajo índice de lectura, pero donde los padres quieren que sus hijos lean”.

Se especializaron en literatura infantil y juvenil y artículos aledaños al libro, sin descuidar las novedades. Luego empezaron a destacar las obras de autoedición. "No hay que subestimar los libros que editan los propios autores porque es una realidad social importante y en muchos de ellos hay calidad”, recomienda García Iborra. Y allí, en El Ejido, está Círculo rojo, uno de los sellos más grandes de autoedición de España.

Sintagma es el espejo del destino vivido por el libro en este siglo: auge, descenso y supervivencia. Cuando empezó en 2002 no había nada parecido en la zona, el ascenso de de la industria del libro alcanzó techo con una facturación de 3.789 millones de euros, luego llegó el despeñadero que ha llevado las cifras a 2.700 millones de euros, igual que en 1994. La razón: la confluencia de la crisis económica, la jubilación de un modelo de negocio ante el nuevo paradigma digital, la irrupción de operadores globales y virtuales, cambios de hábitos de consumo y poco fomento y promoción de la lectura. Aunque aun así el libro es la industria cultural que más aporta a Producto Interior Bruto (PIB), 0,7% (todas las industrial culturales representan el 3,7%).

“Todos esos números son reales, pero también ha sido el momento de la reinvención, de mostrar lo recursivos que podíamos ser”, asegura García Iborra. “Aunque desde el comienzo yo no esperé a que el cliente viniera, sino que salíamos a buscarlo a través de diferentes actividades hasta convertirnos en el punto de referencia literario de la zona”. Una gestión por la cual ganaron el Premio a la Mejor Librería Cultural.

Sintagma es la única en El Ejido y se ha convertido en un agente cultural clave de un municipio de rápido enriquecimiento debido a la agricultura de invernadero, y con alto porcentaje de inmigrantes.

Es un martes de mayo. Debajo de unos affiches de Geronimo Stilton y Yoda, de La guerra de las galaxias, los autores Juan Pardo Vidal, Miguel Ángel Muñoz, Miguel Naveros y Carlos Maleno debaten ante un grupo de personas en la librería sobre la importancia de recomendar lecturas más complejas y no solo best sellers. La función del librero, afirma Miguel Naveros, “debe reafirmarse como prescriptor y ayudar a crear lectores de calidad”.

Es lo que hacen desde 1968 María Teresa Castells e Ignacio Latierro en la librería Lagun, de San Sebastián. A lo largo de casi cinco décadas les tocó afrontar no solo los vaivenes del sector, sino también la mirada de reojo del franquismo, primero, y los ataques del entorno de ETA, después, en forma de pintadas, amenazas y cócteles molotov contra su antigua sede de la Plaza de la Constitución en la Parte Vieja donostiarra (hoy se encuentra en un local del centro de San Sebastián). Desde el comienzo, recuerda Latierro, parlamentario vasco por el PSOE (1995-1998), han buscado representar “además del compromiso político, la defensa de la cultura democrática. Y esa pluralidad y carácter abierto no ha gustado a ciertos sectores”.

Si La impossible surgió de unas cenizas y Sintagma en medio del olvido, a Lagun le ha tocado luchar contra los elementos externos...

A lo largo de casi cinco décadas, Lagun, les tocó afrontar no solo los vaivenes del sector, sino también la mirada de reojo del franquismo, primero, y los ataques del entorno de ETA, después, en forma de pintadas, amenazas y cócteles molotov.

Creada en el corazón de San Sebastián, uno de los primeros ataques que Lagun recibió fue 1976 cuando le colocaron un explosivo. Otro grave fue en las Navidades de 1995 con un incendio, a la vez que arrojaron pinturas, “pero el 26 de diciembre la gente nos hizo continuar cuando empezaron a llegar y a comprar los libros manchados con pintura. Luego en el 2000 fue el atentado casi mortal al marido de María Teresa, José Ramón Recalde, exconsejero vasco de Educación y Justicia, que reduce las garantías. Pero varias personas crean una sociedad y compran el local donde estamos ahora”.

Hoy su panorama es hoy parecido al del resto de librerías. “El problema no es el supuesto duelo libro de papel y el digital”, analiza Latierro. El cambio más importante, agrega, "es el de prácticas de consumo cultural y cambio de la función del libro en el marco de la cultura. Se ha perdido su valor, la capacidad de crear lectores por parte del sector, se ha resquebrajado la red de confianza de los lectores por la calidad de las editoriales, así como la capacidad de prescripción por parte de los medios de comunicación especializados y en la jerarquización de la información cultural. Todo eso se resume en una crisis del ecosistema cultural del libro”.

Es una renovación y revolución silenciosas donde las librerías se adaptan a una nueva era en la que no basta con tener asegurado un lugar en la eternidad literaria o en la tradición comercial. Ahí están sin librería en El Toboso, el lugar donde don Quijote vio a la emperatriz de sus sueños, tras leer los libros de caballería que lo convirtieron en ingenioso hidalgo. Tampoco hay en Zalamea, donde Calderón de la Barca situó su drama de honor. Ni en Fuente Obejuna, donde Lope de Vega sublevó al pueblo contra el alcalde.

En tierras de El cid la historia es otra. En Burgos está la librería más antigua de España. Más de 150 años después, lucha cada día como si fuera el primero. Su secreto es parecido al de una de las más nuevas y singulares en Málaga donde el futuro empieza a echar raíces.

En España existen librerías en 807 municipios. No cuentan con ninguna 7.310 localidades, de las que 7.282 tienen menos de 25.000 habitantes, según los datos del Observatorio de Librería 2014,elaborado por Cegal.

En total, existen 3.650 librerías independientes, tradicionales. No se incluyen las grandes superficies ni en cadena.En 2014, cerraron 912 y nacieron otras 226, es decir que se cerraron por término medio 2,5 librerías cada día. Las ventas han caído un 18,7% desde 2011, pasando de 870 millones de euros ese año a 707 millones en 2014.

Hay 7,8 librerías por cada 100.000 españoles. La primera comunidad es Galicia, con 14,4, seguida por La Rioja (11,9) y Canarias (11). En términos absolutos, el mayor número de librerías abre sus puertas en la Comunidad de Madrid (el 17,1% del total nacional). Le siguen Andalucía (12,1%) y Cataluña (11,8%).

En cuanto a tipología, la mayoría es general de proximidad (35,4%). Le siguen general de fondo (27,9%), especializadas (27,6%) y general con especialización (9,25%).

Sólo el 1% factura más de un millón y medio de euros al año. Entre 600.000 y un millón y medio, se sitúan el 4,7%; entre 300.000 y 600.000, el 9,8%; entre 150.00 y 300.000, el 17,7%; entre 90.000 y 150.000, el 14,8%; entre 30.000 y 90.000, el 28,6%, y menos de 30.000, el 23,4%.

II

W. M. S., Librerías en la encrucijada, 2: El futuro y las siete vidas del gato, El País, 27-V-2015:

Segunda etapa del viaje por las librerías: ¿qué tienen en común la 
librería más antigua de España y algunas de las recién llegadas?


Un rincón de cuentacuentos y otro de Cuentogatos es el secreto que une los 164 años que separan la librería más antigua de España de una de las más nuevas y singulares. La primera abrió en Burgos en 1850 bajo el nombre de Hijos de Santiago Rodríguez, hoy llevada por la quinta y sexta generación de la familia; la segunda se inauguró en Málaga, hace diez meses, como Librería de Los Gatos.

Es el arco de la vida de las librerías españolas, bajo el cual han desaparecido en los últimos cinco años 2.237 de las 5.887 que existían en 2009. Las de Burgos y Málaga representan el pasado y el presente, que se hace porvenir con una estrategia parecida: diversificar las técnicas para seducir al lector, tener vendedores y propietarios que sepan de libros y mimen a sus clientes, fomentar y promover la lectura de los más pequeños, abrirse camino como espacios culturales que los diferencie de los demás y moverse en el ciberespacio como gatos por su casa.


Solo quedan 103 librerías fundadas antes de 1940, del total de 3.650 que sobreviven. La más antigua es la citada de Burgos: Hijos de Santiago Rodríguez. Desde 1960, se ubica bajo los soportales de la plaza Mayor. Su emplazamiento original estaba detrás, en un local de la calle Laín Calvo. “Aún recuerdo cuando iba de pequeña y la librería olía a madera, y el uniforme de las vendedoras era con una chaquetilla”, dice Mercedes Rodríguez Plaza, responsable del local, donde trabaja con sus dos hijas: Lucía, encargada de Internet, y Sol, coordinadora de las actividades culturales.

La llegada de los años malos, desde 2008, le ha enseñado a buscar nuevas rutas y tratar de reconvertirse, cuenta esta profesora, dedicada a la librería desde comienzo de este siglo. Esa escuela le permite decir que “hay que estar atentos a los gustos de los lectores, como cierta poesía romántica y narraciones fantásticas por las que los jóvenes preguntan ahora”. Y empezar por los niños.

En la buena literatura infantil, sobre todo en gallego, y los álbumes ilustrados se ha especializado Marxe, en A Estrada (Pontevedra). Galicia, con 305 locales, es la comunidad con mayor número de librerías por cien mil habitantes (14,4), muy por encima de la media nacional (7,8).


Xan Astorga abrió Marxe hace tres años, en mitad de la crisis económica y del sector. Parecía una locura, pero confió en su experiencia, pues a principios de los noventa trabajó en una librería, luego en una editorial, después montó una librería con otros amigos, hasta que en 2010 salió de allí: “¿Y, ahora, qué camino cojo?”. Astorga volvió entonces a la casilla de salida, pero ya por su cuenta. Desde 2012, pasa la mitad de sus días en unos cuarenta metros cuadrados llenos de libros, en especial para los niños, que completa con la venta de papelería. “El problema es que se están acabando los lectores”, advierte. Y apostilla: “¿Qué podemos esperar de un país donde el periódico más leído es el Marca?”.

Para contrarrestar ese sino, Carmen María Vela García ha creado la Librería de Los Gatos, en Málaga. Esa especialización se le ocurrió en el penúltimo minuto. Toda la vida había querido abrir una librería infantil, pero intuía que algo faltaba. La singularización que busca todo librero, sobre todo en estos tiempos.

A ella, que le gustan los gatos desde los cuatro años, cuando su padre le enseñó a acariciar uno, de repente supo que su animal preferido y su presencia temática en los libros para su crianza y cuidado y su protagonismo en la literatura, más de lo que nadie se imagina, era la clave. De esta forma, desde el 11 de julio de 2014, la malagueña calle Fajardo, 4 tiene una librería dedicada a una mascota. La segunda parte del local se dedica a la literatura infantil, con énfasis en volúmenes ilustrados y de gran formato, y la tercera, a los artículos alrededor del mundo del gato y los libros.

Al fondo, a la izquierda, está el secreto que la une con aquel local de Burgos abierto en 1850, un espacio aquí llamado El rincón del Cuentogatos, a veces con música y canciones en vivo. Hay una pizarra, libros, juguetes y una pequeña mesa redonda con sillas en forma de gato que los niños, cuando ven todo eso desde la calle, entran hasta allí como felinos. Y detrás de ellos sus padres a rescatarlos… pero, al final, se quedan un rato más porque se topan con la coartada perfecta para reencontrarse con una parte de sus gustos y debilidades.

Esas especializaciones son parte de la metamorfosis que viven las librerías. Todas buscan las siete vidas del gato al saltar al mundo digital y reinventar las estrategias del pasado. El éxito del futuro está en el pasado, a veces.

Mañana, tercera y última entrega: De la diversidad analógica al mundo digital.


domingo, 24 de mayo de 2015

La lectura degenera si se hace en pantallas y medios electrónicos

Ana Carrascosa, "¿Te acuerdas cuando leíamos de corrido?", En El País, 24-V-2015:

Los efectos de la exposición a Internet y las pantallas en la lectura profunda despierta preocupación entre los científicos.

Un martes cualquiera, a las ocho y media de la mañana, el andén del metro de Madrid es una colección de hombres y mujeres con la nuca doblada. Miran las pantallas de sus móviles y leen al ritmo que marcan las yemas de sus dedos que suben y bajan. Esta imagen se repite por las calles de España, en las salas de espera del médico, en las colas de los supermercados. Leemos mucho, a todas horas y a trompicones. El cambio en la forma de leer y procesar la información se ha convertido en una creciente fuente de observación y preocupación entre neurocientíficos y psicólogos, que temen que nuestra capacidad de concentración y de leer en profundidad esté mermando.

Los científicos trabajan con la hipótesis de que la forma de leer en Internet, rápida, superficial y saltando de una información a otra junto a la expansión de las redes sociales y de los teléfonos inteligentes, han cambiado no solo nuestra forma de leer, si no también nuestro cerebro. Dicen incluso que el actual es un momento histórico, comparable a la invención de la imprenta o incluso de la escritura, y que ha llegado el momento de retomar el control de nuestros hábitos de lectura.

Investigaciones científicas de todo el mundo apuntan en esa dirección. En Europa, más de un centenar de investigadores suman fuerzas en una plataforma con la que pretenden desentrañar los efectos de la digitalización en los distintos tipos de lecturas. “Es muy plausible que la lectura profunda sea menos compatible con la lectura en las pantallas y que sea más difícil concentrarse porque las redes sociales, los correos, los anuncios web compiten por la atención del lector. Ese es el patrón que emerge de numerosos experimentos”, indica Anne Mangen, del Centro para la Investigación y la Educación Lectora de la Universidad de Stavanger, en Noruega, y presidenta de la plataforma europea E-Read. El proyecto que preside Mangen ilustra la preocupación y el interés por el asunto. “Casi cada día tenemos investigadores que quieren sumarse al proyecto. Hemos tocado nervio”.

Hasta aquí, la sinopsis de este artículo compuesta por tres párrafos introductorios de fácil lectura en Internet, con enlaces que le permitirán saltar a otras páginas. A partir de ahora viene el resto del artículo, mucho más largo y en el que se desarrollarán las afirmaciones arriba expuestas. Es muy probable, sin embargo, que usted no llegue hasta el final, que se distraiga y corra a comprobar los mensajes de su móvil o salte a otra web. No se preocupe, no será el único.

Maryanne Wolf, neurocientífica cognitiva de la Universidad estadounidense de Tufts, es un referente en la materia. “Temo que la lectura digital esté cortocircuitando nuestro cerebro hasta el punto de dificultar la lectura profunda, crítica y analítica”, explica por teléfono Wolf, quien accede a abandonar por unos minutos su encierro californiano, donde trabaja en su próximo libro sobre la lectura. “Nuestra mente es plástica y maleable y es un reflejo de nuestros actos. Las investigaciones nos dicen que ha disminuido mucho nuestra capacidad de concentración. Los jóvenes cambian su atención unas 20 veces a la hora, de un aparato a otro. Cuando se sientan a leer, tienden a reproducir esa lectura interrumpida y en zigzag. Tenemos que ser conscientes de que estamos en medio de un cambio muy profundo”.

Wolf cree que el momento histórico que más se asemeja a la revolución actual fue la transición de los griegos de la cultura oral a una centrada en la escritura. Sócrates, gran defensor de la cultura oral, protestó contra la cultura escrita, porque pensaba que era el único proceso intelectual capaz de probar, analizar e interiorizar conocimientos y de conducir a los jóvenes a la sabiduría y la virtud, explica Wolf. Las ideas escritas, creía, cortocircuitarían este proceso.

En 2010, David Nicholas presentó con la University College de Londres un estudio que dio la vuelta al mundo y que puso el foco en lo que llamaron la generación Google y que concluyó que los nativos digitales, nacidos a partir de 1993 eran más incapaces de analizar información compleja y más propensos a leer a toda prisa y de forma más superficial. Desde entonces, los teléfonos inteligentes y las redes sociales han ocupado parcelas y minutos de nuestras mentes antes liberados. El último informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) resalta la rápida penetración de los smartphones en España y cifra en 73,3 las conexiones por cada 100 habitantes. “Neurólogos y psicólogos confirman ahora que aquel diagnóstico no ha hecho más que empeorar. Nuestro cerebro ha perdido capacidad de concentración. La gente ya no quiere leer largo y profundo. El cambio es rapidísimo y los teléfonos inteligentes han acelerado este proceso porque hacen además que la gente lea en movimiento, lo que supone una distracción adicional. Las implicaciones para nuestra cultura y nuestra sociedad son inmensas”.

Andrew Dillon, catedrático de Psicología de la Información de la Universidad de Austin, en Texas, es otro de los grandes estudiosos del fenómeno y no alberga dudas de que “asistimos a un cambio en nuestra forma de leer. Durante siglos apenas ha habido cambios. Aprendíamos a leer y a lo largo de nuestra vida íbamos perfeccionando esa habilidad. Ahora todo eso ha cambiado. Vamos saltando de un vínculo a otro. Leemos mucho, pero de una forma muy superficial. Como sociedad, estamos perdiendo la capacidad de formular ideas profundas y complejas. Corremos el riesgo de estar atontándonos, de pensar de manera más simplista y fragmentada. Tenemos que dar a la mente la oportunidad de manejar ideas complicadas”.

Un rato para desconectar cada día

Los expertos como Maryanne Wolf, autora de Cómo aprendemos a leer, recomiendan reservar un tiempo cada día para desconectar de las pantallas y de Internet para recobrar el sosiego y la concentración necesarios para la lectura profunda. Wolf explica que no solo basta con sentarse y coger un libro. Aconseja dejar fuera de la habitación el móvil y la tableta para no sucumbir a la tentación. “Hay que hacer un esfuerzo consciente, porque cada vez nos bombardean con más información. La tecnología que hemos creado es un imán para la lectura superficial”, coincide Andrew Dillon, decano de la Facultad de la Información de la Universidad estadounidense de Austin (Texas).

Mangen, la investigadora noruega, ha realizado tres estudios empíricos en los últimos años para analizar el impacto de las pantallas en la lectura. En uno de ellos, chicos de 15 años leyeron textos de cuatro folios en papel y otros lo hicieron en formato digital. Cuando les examinaron de comprensión lectora, vieron que los que habían leído en papel habían comprendido mucho mejor el texto. En otro de sus experimentos participaron adultos canadienses a los que se les dio un relato muy triste. Los que leyeron en papel mostraron mayor empatía que los que usaron una tableta. Mangen, como otros expertos, advierte de que aún no se pueden extraer conclusiones generales, en parte porque habrá lecturas que se beneficien del uso de las pantallas, pero la profunda probablemente se resentirá.

La misma cautela transmite Ladislao Salmerón, uno de los dos representantes españoles en el proyecto de investigación europeo. Asegura sin embargo, que algunos estudios sugieren que la información digital nos proporciona la sensación de una falsa facilidad para analizar los datos y que el miedo es que esa sensación se traslade al ámbito de la lectura profunda, “uno de los actos más complejos del ser humano”. Salmerón, experto en hipervínculos de la estructura de investigación interdisciplinar de la lectura de la Universidad de Valencia, asegura que es muy difícil establecer una causalidad unívoca entre los hábitos de lectura digital y la concentración o la impaciencia. Ha estudiado el movimiento ocular durante la lectura de estudiantes de 13 y 14 años y ha concluido que los alumnos buenos en papel leen mejor también en digital, siempre que utilicen las estrategias de lectura profunda y no abusen del escaneo.

Uno de los estudios a los que Salmerón hace referencia es el de R. Ackerman y M. Goldsmith, de la Universidad de Haifa (Israel), que concluye que los alumnos que utilizan la pantalla estudian menos tiempo que los que leen los mismos textos en papel, porque la lectura en pantalla genera la sensación de falso aprendizaje y dejan la tarea antes de tiempo. Otro, de la Universidad de Northwestern (EE UU), estudió a padres que leen a sus hijos con una tableta y otros que les leen un libro en papel. Estos últimos dedican más tiempo a comentar cuestiones relacionadas con la historia y su vocabulario, mientras los primeros comentan más elementos técnicos (cómo encender el aparato, para qué sirven los botones…) durante la lectura. Otro más, de la Universidad de Connecticut, examinó los efectos de la multitarea en los estudiantes y concluyó que los estudiantes que mensajeaban mientras leían un texto demostraban una comprensión lectora mucho peor.

Naomi Baron, lingüista de la American University y autora de Words Onscreen: The Fate of Reading in a Digital World, explica ha realizado experimentos con universitarios de Estados Unidos, Alemania, Japón y Eslovaquia que indican que se concentran más y mejor cuando leen en papel. Cita estudios que hablan de una cierta resurrección de la lectura en papel. “Hace tres o cuatro años, en Estados Unidos y en Reino Unido mucha gente pensó que la lectura digital iba a acabar con la lectura en papel. Los últimos dos años demuestran que la gente sigue comprando libros”. Para Baron, la cuestión no es tanto el soporte, papel o digital, sino más bien las distracciones inherentes a la conexión a Internet y a las redes sociales. “Tengo alumnos para los que la lectura es el tiempo que transcurre hasta el siguiente bip que les anuncia que tiene un mensaje en el móvil, que un amigo ha actualizado su Facebook, o que tiene un wasap. El problema es la sensación que producen las redes sociales de que siempre tienes que estar disponible para contestar. Es muy difícil concentrarse, porque la hiperconexión hace que temas estar perdiéndote algo. Somos socialmente más inseguros y estamos más estresados”.

Insiste además, en que la multitarea, a diferencia de otras actividades no mejora con la práctica. “Si tocas el violín y practicas mucho, acabarás tocando mejor. El problema es que cuando haces varias cosas distintas a la vez –estoy escribiendo y salto a comprar un billete por Internet-, los estudios psicológicos concluyen que no lo haces tan bien como si haces una sola cosa, por mucho que ejercites la multitarea”.

Los expertos como Wolf, recomiendan un tiempo diario de desconexión. No solo basta con coger un libro. Hay que alejar el móvil y la tableta para no sucumbir a la tentación. “Es importante reservar un tiempo cada día para leer desconectados de Internet. Hay que hacer un esfuerzo consciente, porque cada vez nos bombardean con más información”, aconseja Dillon.

Lector, ¿sigue ahí?

En España, el fenómeno está menos estudiado, en parte, porque la expansión de la vida digital ha sido más tardía que en el mundo anglosajón, explica Antonio Basanta, director de la fundación Germán Sánchez Ruipérez: “En España no hay estudios fiables”. Datos de la Federación de gremio de editores sí indican que se venden menos libros: 153.830.000 ejemplares en 2013 frente a los 228.230.000 de 2010. El último barómetro del CIS indica además, que la mitad de españoles no compró ningún libro en 2014 y que el 35% no lee nunca o casi nunca.

Al contrario que sus colegas anglosajones, Basanta mira al futuro de la lectura con gran optimismo. “La tele y la radio también iban a ser una catástrofe. Nunca se ha leído tanto en el mundo ni ha habido tanta información disponible. Si se maneja bien, puede ser algo extraordinariamente positivo. No se trata de poner puertas al campo, sin no de adiestrar a las personas para que extraigan el máximo rendimiento de los distintos tipos de lecturas, de la unívoca y de la plural. Picotear o leer con profundidad no son acciones antagónicas, son complementarias. Sí, hay una oferta que nos invade, pero lo que tenemos que hacer es tomar de nuevo el timón”. Basanta cree la escuela es el lugar en el que la convivencia de las lecturas debe convertirse en un objetivo prioritario. “El sistema educativo no les enseña esas capacidades”.

Corremos el riesgo de estar atontándonos, de pensar de manera más simplista y fragmentada
Un domingo de mayo, a última hora de la tarde, una quincena de personas se reúne para diseccionar Noticias de un secuestro de Gabriel García Márquez. Forman parte del club de lectura El Ciervo Blanco y la mayoría hace décadas que dejó atrás la escuela. En general, reciben Internet, los ebooks, las tabletas con los brazos abiertos, dicen que les permiten profundizar y acceder a información de una forma inimaginable hasta ahora. No tienen miedo a que su forma de leer se vea afectada por las nuevas tecnologías. “Tengo muchas décadas de libro. No creo que vaya a cambiar mi forma de leer de un día para otro”, piensa Susana Gutiérrez, una abogada de 52 años que hoy participa en la tertulia.

En la otra punta del corrillo literario se sienta Virginia Jiménez, maestra de primaria de 33 años. Su visión difiere bastante de la de sus colegas más veteranos. “Yo lo noto mucho. Ahora me cuesta mucho más concentrarme. A veces leo y tengo que volver a leer lo mismo porque no me entero”. Cuenta que sus alumnos sufren todavía más el cambio. “No se centran y tienen poca capacidad para esperar. Van muy rápido, a lo superficial y no entienden lo que leen, tampoco los que son buenos alumnos. Les preguntas dónde sucede la historia y te responden que la semana pasada”. Este artículo termina aquí. Ya puede pasar a la siguiente tarea.

viernes, 20 de agosto de 2010

Nuestras penosas ciencias

A la luz del premio Fields de Matemática, concedido a numerosos franceses, se ha planteado una interesante cuestión. Villani, el último en ganar la prestigiosa medalla, es hijo de dos profesores de Humanidades. Francia goza de 32 premios Nobel en Física, Química o Medicina, mientras que España cuenta con uno solo (Ramón y Cajal, 1906), fruto de la I República del siglo XIX, o dos, si se me apura y se desea incluir a Severo Ochoa, que ya estaba nacionalizado estadounidense cuando se le otorgó el galardón. Creo adivinar el origen de esta inferioridad no ya en la conocida historia política y religiosa de España, sino en una de sus lacras heredadas, que compruebo a menudo instalada en las mentes de profesores y dirigentes que se supone debían ser un poco listos y menos mediocres: los científicos españoles consideran que las humanidades son una cosa y las ciencias otra, cuando son lo mismo, dos formas de conocer que empiezan por extremos opuestos y dos disciplinas que se necesitan mutuamente; las Humanidades son necesarias para poder explicar las ciencias y apreciar su belleza y sentirse estimulado por ella a descubrirla; inversamente, las ciencias se necesitan en las Humanidades para poder tratar las cuestiones con mayor rigor. Las Ciencias nos harán la vida más fácil, pero sólo las Humanidades harán que la vida merezca la pena ser vivida. Que los científicos sigan detestando las Humanidades para barrer hacia su ego y así, como han hecho hasta ahora en España, no llegarán a nada y en todo caso empeorarán (que es peor, como dice el verbo) las cosas. E, inversamente, que los que estudian humanidades olviden el rigor del pensamiento y del método científico en las ideas, barriendo para su ego, y llegaremos a lo mismo. ¡Panda de mentecatos!

sábado, 8 de marzo de 2008

La agonía del Humanismo, por Daniel Arjona

Este extenso y ejemplar artículo ha sido publicado en El Cultural de esta semana. Lo copio a continuación para que todos puedan disfrutar del mismo.

La agonía del humanismo, por Daniel Arjona

Reunimos un ‘Consejo de Sabios’ para indagar en las causas y consecuencias del olvido de los saberes clásicos

La reciente publicación del Informe Pisa sobre la calidad de la Educación, que evalúa cada año los conocimientos de más de 400.000 jovenes de quince años de los treinta países que forman parte de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), situaba a España en el cuarto lugar por la cola en comprensión lectora. Los datos mostraban una caída vertiginosa de más de veinte puntos en los últimos tres años pero la ministra de Educación, lejos de rasgarse las vestiduras, relativizó la importancia de unos resultados que, a fin de cuentas, eran “positivos en ciencias”. Tampoco los países colocados en la cabeza del pelotón tienen motivos para sentirse orgullosos. El lector de periódicos ha podido leer últimamente informaciones como que la cuarta parte de los escolares británicos piensa que Winston Churchill no existió o q ue más de la mitad de los estudiantes franceses no sabe quién fue Napoleón. Lo que demuestra que el problema no está circunscrito a un solo país y afecta de manera global a los países desarrollados. En su inusual y clarividente libro La escuela de la ignorancia (Acuarela, 2002), el sociólogo francés Jean-Claude Michéa planteaba el tantas veces debatido, y no siempre bien ponderado drama del declive inexorable de la enseñanza humanista desde un atrevido enfoque que iba más allá de las habituales discusiones bizantinas acerca de las torpezas de los planes educativos. Su tesis, de una estricta sencillez, se apoyaba en una constatación empírica: la forja de ciudadanos ignorantes, y por tanto acríticos es una condición necesaria para el correcto funcionamiento de las sociedades de consumo avanzado. Se requieren consumidores educados en serie, sin referencias culturales, sin pasado, de identidades volubles e intercambiables, puros átomos sin voluntad zarandeados sin fin en el flujo incesante de la publicidad.

En España, las alarmas llevan sonando desde hace ya demasiado tiempo sin que nadie sea capaz de señalar con exactitud qué es lo que ha fallado en el sistema de seguridad y, lo que es más importante, qué nuevas defensas deben erigirse para conjurar la tragedia que se avecina. Preguntar a los Sabios. Si ni los políticos ni los expertos pueden ofrecer alguna idea sensata para el urgente tratamiento de choque que necesita el Humanismo para sobrevivir, habrá que preguntar a los “Sabios”. El Cultural los ha convocado –Francisco Rodríguez Adrados, Carlos García Gual, Carlos Alvar y Pablo Jauralde– con el objeto de interrogarles sobre el avance imparable de la ignorancia y el declive del Humanismo, acerca de la tibia y autocompasiva modorra en la que languidecen escuelas y facultades y sobre si es ya demasiado tarde para evitar que las próximas generaciones sólo recuerden a Homero como el entrañable y borrachín padre de Bart Simpson.

El académico Francisco Rodríguez Adrados, que acaba de publicar Historia de las lenguas de Europa (Gredos, 2008), considera que en esta polémica siempre se eluden los temas verdaderamente importantes. “La calidad de la educación ha descendido paulatinamente desde el franquismo y de forma más acentuada en los últimos años. Hemos perdido la oportunidad de, al tiempo que se elevaba el número de alumnos, haber evitado que descendiera la calidad”.

Pablo Jauralde, catedrático de Literatura, afirma que el proceso de desintegración educativa es “relativamente sencillo” de explicar si atendemos también a la “desorientación sobre los valores”. “La enseñanza se ha deteriorado por la incapacidad real del profesorado para educar al encontrarse sin apoyo social, sin autoridad en los centros y sin compensación de ningún tipo. Enseñar se ha convertido, por lo general, en un estigma de sufrimiento, en una lucha de unos pocos, los profesores, probablemente cada vez menos, contra alumnos, familiares, sociedad y gobernantes. Las instituciones, los gobiernos, están muy lejos de entender que su actuación ha de ser constante, firme, sólida, en todos los campos de la enseñanza”. Multitud de reclamos.

Recién llegada a las librerías su recorrido histórico por Las primeras novelas, el catedrático de Filología Griega Carlos García Gual asume que probablemente las causas de los males que aquejan a la Enseñanza sean varias. “De un lado está la multitud de reclamos que ofrece la vida cotidiana actual a los jóvenes : ver mucha televisión, pasar el rato con la Playstation o el ordenador, escuchando machaconas músicas o ‘chateando’, la atención a lo más espectacular y mediático, etc., y, de otro lado, resulta escaso el aprecio social por una educación que vaya más allá de lo utilitario. Lo lúdico y lo que ofrece una fácil satisfacción inmediata se impone en la distribución del tiempo y los gustos de la mayoría, embotando de paso su aprecio por la cultura más tradicional.”

El catedrático de Filología Románica Carlos Alvar encuentra en el origen de los males “un conjunto de circunstancias entre las que se encuentran por una parte la incomprensión social acerca del trabajo de los que se dedican a la educación y, por otra, la insensibilidad de los políticos. El resultado es el menosprecio del esfuerzo y del trabajo continuo con frutos a medio y largo plazo, en una sociedad más inclinada al beneficio inmediato y, a ser posible, que no exija sacrificios especiales”.

Posibles soluciones. Resulta sintomático, comenta Rodríguez Adrados al recabar su opinión sobre las medidas políticas necesarias para revertir el estado actual de desprecio por los clásicos, comprobar cómo en el primero de los debates electorales, cuando el presidente del Gobierno y el líder de la Oposición enunciaban sus propuestas para mejorar la Educación “sólo citaban la tecnología y el inglés. Eso son más bien instrumentos. Nos hacen falta la tecnología y el inglés como nos hace falta saber afeitarnos o conducir un coche pero al fondo cultural profundo que está en la historia, en las literaturas, no se le presta sin embargo atención. La cultura necesita de esfuerzo. Se pierde de esta forma la herencia humanista, la aceptación de que nosotros no lo hemos inventado todo como creen algunos. No todo el pasado por ser pasado es despreciable. Si todo lo reducimos al inglés y la tecnología…”Si las Humanidades asumen un papel cada vez más vicario en una educación en la que se privilegian los saberes técnicos es a causa, como describe Jauralde, de una equívoca visión de las mismas como “adquisición fría de conocimientos y no como adquisición de conocimientos relevantes para las conductas, lo que se aprecia clarísimamente en la universidad española, por lo general mediocre y corrupta. ¿Qué papel educador ejerce algo que es francamente reprobable? Habría que reformar profundamente las facultades de letras y humanidades, desde luego. De las facultades salen los nuevos profesores, y salen con su sabiduría adquirida y con el modelo de una institución en la que se puede predicar una cosa y hacer otra”. Libertad y placer. García Gual se muestra escéptico en cuanto a las posibilidades de revertir la situación. “Es muy difícil que se cambie de rumbo, porque se trata evidentemente de una tendencia muy general, y no sólo española, desde luego, en una sociedad de gustos masificados. Tiene mucho que ver con el dominio de lo tecnológico, el consumismo a ultranza y un hedonismo vulgar y, por otra parte, muy cómodo. Tal vez sería conveniente, en contra de esa marea, impulsar un mayor prestigio de las actividades culturales de cierto nivel, tanto literarias, como artísticas e insistir en que también la cultura y la educación son importantes para la libertad y aportan un singular y persistente placer al enriquecer nuestra sensibilidad y nuestro mundo imaginario”. Alvar no estima, sin embargo, que las humanidades sean “la panacea”. “Quizás lo primero que hay que plantear es la educación o la formación del individuo, dándole las herramientas suficientes para despertar la curiosidad y el espíritu crítico, pero evidentemente éstas son armas peligrosas para los gobernantes, que en muchos casos parecen preferir súbditos con anteojeras. Así, creo que primero hay que educar a la gente en el respeto (en todos los sentidos, a la ley y a los demás) y en la tolerancia (al fin y al cabo, una forma más de respeto).”¿Cuáles son las repercusiones del acceso al mercado de esa “generación Logse” que es citada alternativamente como la mejor formada de la Historia de España y, a la vez, como la más huérfana de referencias cultas, según demuestra, como por ejemplo puede comprobarse en cualquier empresa, el reguero de mala sintaxis y de faltas de ortografía que deja tras de sí? ¿De qué modo afecta a la calidad democrática? Según Rodríguez Adrados “el hombre informado es el que mejor puede opinar. Una sociedad informada es más reposada, más clara, más reacia a ser conducida a situaciones irracionales, más inmune a las falsas promesas, etc.”. Una sociedad injusta. Jauralde advierte de que “cuanto más pobres sean culturalmente las nuevas generaciones menor capacidad tendrán para asumir conocimientos, métodos, valores, actitudes, etc. La oquedad a la que se hace referencia arrasa armónicos fundamentales de la condición humana: la reflexión, la crítica, la solidaridad y la repulsa, la voluntad de entendimiento, la convivencia, el respeto por las minorías, etc. Una sociedad de la que desaparezcan o en la que se difuminen estos valores terminará conformándose con autómatas; es probablemente el ideal de una sociedad capitalista pura, en la que cantidades, porcentajes, cuantificadores, etc. sustituyan a conductas, sentimientos, vacilaciones, etc. Y será una sociedad injusta en la que los individuos se sentirán solos… o serán escarnecidos y perseguidos”. Y es que la democracia moderna, dice García Gual “con su sistema de partidos y sus burocracias, tiene, junto a sus beneficios, algunos riesgos: entre ellos el de hacerse cada vez más proclive a lo masificado y barato buscando una igualdad con un rasero cultural muy bajo, apostando por lo que suele ser lo mayoritario y lo más cómodo. La cultura no es rentable para los políticos, y el que los ciudadanos sean más o menos cultos parece indiferente para el funcionamiento del sistema, preocupado mas de la igualdad básica que de los ‘refinamientos’”.

Recuperar a los clásicos. Parece ciertamente una empresa ardua, bajo el constante bombardeo de estímulos al que están sometidas las nuevas generaciones, despertar el placer por los textos clásicos de nuestra tradición con los que tantas generaciones aprendieron a leer y a pensar, los que conforman de alguna forma los cimientos de la lógica, que Guy Debord definió con lucidez como “la posibilidad de reconocer instantáneamente lo que es importante y lo que es accesorio o está fuera de lugar; lo que es incompatible o, por el contrario, lo que podría ser complementario; todo lo que implica tal consecuencia y lo que, al mismo tiempo, la impide”. Cree Jauralde que “el proceso de la asimilación de la cultura produce satisfacción y, cuando alcanza la inteligencia, se configura como liberador, incluso probablemente se configure como ‘misión’ o finalidad humana; suele ser un proceso positivo irreversible: es muy difícil engañar a quien ha consolidado fases de ese proceso. La educación (escolar, familiar, social, etc.) era el mejor modo de iniciarse en ese camino noble, y uno de los pilares de la educación se basaba en la lectura, como modo de educar la imaginación, no de controlarla (que es lo que hace el universo de las imágenes cuando paraliza al individuo). El deterioro de esa capacidad de lectura (reflexión, interiorización, juego de la imaginación, etc.) a manos de artilugios que anulan todo el proceso es un logro de la sociedad capitalista, que crea masas de ‘técnicos’ idiotizados, con los que puede seguir progresando técnicamente, sin que nadie ponga en entredicho el sistema. Ese proceso cuantificador ha llegado ya a la universidad española, en donde está haciendo estragos entre profesores y alumnos, y está favoreciendo la degradación de la enseñanza a casos admirables ya, como el de los licenciados en Filología (los futuros profesores de Lengua) que escriben haber sin ‘h’ y protestan si no les apruebas. Y los profesores que les aprueban, claro”. Recuperar el aprecio por los clásicos es para García Gual una tarea muy complicada ya que éste “se basa en la lectura atenta, en la reflexión y en un cierto gusto que se adquiere con la educación y la imaginación y cierto deporte intelectual. Eso resulta muy a contrapelo aquí y ahora. Como factor positivo, sin embargo, podemos destacar que nunca ha sido tan asequible el acceso a esos clásicos. Tenemos excelentes ediciones, a buen precio, de todos los grandes clásicos, podemos escuchar a los grandes músicos o ver las obras de arte con más comodidad y facilidad que nunca. El arte más refinado o la cultura más exquisita no son ya privilegio de unos pocos; todos podemos apreciar esas maravillas, con poco esfuerzo “.¿Y qué papel juega la Red en todo esto? ¿Podrá servir como punto de apoyo para un renacimiento de los saberes clásicos o ejerce más bien una función negativa al configurarse como un no-lugar de incesante cháchara dónde resulta imposible separar, en lo que respecta al conocimiento, lo importante de lo accessorio? Rodríguez Adrados se decanta por esta segunda visión: “Las nuevas tecnologías tienen una naturaleza propia que tiene sin duda grandes ventajas. Usted puede buscar y encontrar muchos datos, pero no se prestan para informaciones reposadas, para el ejercicio intelectual. Realmente es un mundo aparte pero lo malo es que está barriendo al mundo tradicional de la lectura, del conocimiento sintético como yo he intentado en mi libro”. Jauralde, sin embargo, considera que ambas preguntas tienen su parte de verdad: “La Red es en estos momentos un monstruo en donde cabe todo y, por tanto, que posibilita casi todo; con lo cual el problema vuelve a ser el de la educación, es decir, el saber utilizar un universo peculiar en beneficio propio; pero eso no lo va a hacer el que no haya sido educado en esa gimnasia y con esos fines, que con toda probabilidad empleará la Red como alcantarilla en donde pasa el rato y se embrutece. La educación debería de incluir, por tanto, la enseñanza del uso adecuado de la Red, la capacidad de desechar, filtrar y elegir”. Carlos García Gual señala que “el peligro de las nuevas tecnologías es no comprender que son un medio al servicio de un desarrollo de lo esencialmente humano, el fin del verdadero progreso. ¡Lástima que los políticos y los pedagogos no lo entiendan así! Como dijo Fumaroli: ‘Sería una inútil redundancia colocar este mundo de los computer, de los media y las nuevas tecnologías en el centro de la enseñanza , ya que forma parte del ambiente en que vivimos y sabe difundir muy bien su propia pedagogía. Al contrario, la escuela debería servir de contrapeso a las presiones de tal universo enseñando todo lo que nos ayuda a ser individuos libres…’ Es decir, ser libres, reflexivos, críticos, conscientes de nuestra tradición cultural no es algo que se aprenda con esos instrumentos , y por eso , pese a todo, deberíamos apostar por otra pedagogía menos utilitaria y ‘progre’, y una educación más humanista, en estos tiempos tan difíciles”.

Concluye Carlos Alvar: “Las nuevas tecnologías pueden ayudar a despertar la curiosidad, pero hay mucho por hacer en ese sentido. Internet…, digamos que Internet es una especie de magma carente de límites claros y sin filtros adecuados. El entusiasmo que despierte vale para lo bueno y para lo malo, y todo está revuelto; para discernir es necesario espíritu crítico y para tener espíritu crítico adecuado hay que estudiar, aprender y saber algo: eso cuesta esfuerzo y no sé si la sociedad en la que vivimos está dispuesta a hacer ese esfuerzo”.