viernes, 20 de agosto de 2010

Nuestras penosas ciencias

A la luz del premio Fields de Matemática, concedido a numerosos franceses, se ha planteado una interesante cuestión. Villani, el último en ganar la prestigiosa medalla, es hijo de dos profesores de Humanidades. Francia goza de 32 premios Nobel en Física, Química o Medicina, mientras que España cuenta con uno solo (Ramón y Cajal, 1906), fruto de la I República del siglo XIX, o dos, si se me apura y se desea incluir a Severo Ochoa, que ya estaba nacionalizado estadounidense cuando se le otorgó el galardón. Creo adivinar el origen de esta inferioridad no ya en la conocida historia política y religiosa de España, sino en una de sus lacras heredadas, que compruebo a menudo instalada en las mentes de profesores y dirigentes que se supone debían ser un poco listos y menos mediocres: los científicos españoles consideran que las humanidades son una cosa y las ciencias otra, cuando son lo mismo, dos formas de conocer que empiezan por extremos opuestos y dos disciplinas que se necesitan mutuamente; las Humanidades son necesarias para poder explicar las ciencias y apreciar su belleza y sentirse estimulado por ella a descubrirla; inversamente, las ciencias se necesitan en las Humanidades para poder tratar las cuestiones con mayor rigor. Las Ciencias nos harán la vida más fácil, pero sólo las Humanidades harán que la vida merezca la pena ser vivida. Que los científicos sigan detestando las Humanidades para barrer hacia su ego y así, como han hecho hasta ahora en España, no llegarán a nada y en todo caso empeorarán (que es peor, como dice el verbo) las cosas. E, inversamente, que los que estudian humanidades olviden el rigor del pensamiento y del método científico en las ideas, barriendo para su ego, y llegaremos a lo mismo. ¡Panda de mentecatos!

No hay comentarios:

Publicar un comentario