viernes, 20 de agosto de 2010

Majfud el Suprahumano

Esta siesta, como siempre que no tomo las pastillas, se me ha despertado la creatividad y he soñado una quimera que probablemente daría para un cuento o una novela corta. Me ahorro los detalles visuales y narrativos y la resolución del enigma, pero en resumen es esto:

Majfud fue creado por medio de un consorcio árabe-ruso-chino de metanacionales por medio de ingeniería genética y teratología en el sigo XXI. Se trataba de un hombre, o más (o menos) bien una bestia superior en todos los aspectos: salud, vida e inteligencia, el único éxito entre miles y miles de intentos infructuosos de crear un ser como él; pero se les fue yendo de las manos; sus intereses derivaron hacia disciplinas que a sus padres o más bien patrocinadores no interesaban nada: la entomología, la psicología y la teología. Pronto abandonó los estudios de ingeniería y física que les interesaban principalmente, diciendo que le parecían demasiado materiales. Se liberó y le dieron caza; logró algunos seguidores que le predicaron con fanatismo e incluso llegaron a sacrificarse por él, pero al final fue muerto, al ser encontrado en el doble fondo de una de las cortinas de una catedral que fue quemada. Antes de morir, sin embargo, ocultó la obra de su vida, un regalo a la humanidad al que bautizó como el Designio, en un lugar sin nombre de la Tierra, de la Luna o de Marte. Nadie sabía cómo hallar este fabuloso tesoro, y muchas leyendas se tejieron en torno a él. Esta narración trata sobre una de ellas, la única considerada algo cierta por los especialistas, ceñida a unas pocas palabras tomadas de una de sus últimas cartas: “El mensaje de la cruz”. Majfud había conseguido diseñar una máquina ultratelepática que funcionaba a manera de un enorme interferómetro y podía derribar todas las trabas y prejuicios culturales unificando todas las mentes racionales de la especie humana bajo una misma voluntad general y unos mismos principios éticos, que jamás podrían ser ignorados, incluso por los criminales más insidiosos y degenerados, de forma que todos los seres humanos colaborasen benéficamente como insectos en busca de la felicidad general y del conocimiento. Esto, como es de suponer, puso en pie de guerra a todas las metanacionales y sus esclavos gobiernos e iglesias, pero, como si la máquina estuviera ya en funcionamiento, nada pudo impedir que todo el mundo buscase ese tesoro, el tesoro de Majfud, el Suprahumano. Y al fin lo encontraron.

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