martes, 26 de mayo de 2015

Cada vez cierran más librerías en España



Winston Manrique Sabogal "Dos librerías se cierran cada día en España", El País, 26 V 2015:


I

La eternidad literaria no siempre protege del olvido. Lo saben en El Toboso, Zalamea y Fuente Obejuna, emblemáticos lugares cuyos lectores no disfrutan de una sola librería. La vida los ha igualado a los de otros 7.310 municipios españoles en los que tampoco pueden comprarse libros. Solo hay librería en 807 municipios españoles. Y la tendencia es a la baja: cada día se cierran dos.

Donde antes había libros ahora hay de todo… menos libros. Hay silencio. No se salva ni Barcelona, capital de la edición en español. Allí, un McDonald’s ha reemplazado a una librería emblemática como Catalònia. En otra vitrina, antes compartida por Homero o por el último best seller, hay piezas antiguas para ser subastadas en Internet. En eso, en pujas online, quedó convertida Proa Espais, del Grup Enciclopèdia Catalana, que cerró por la caída en ventas y por el alto coste del alquiler.

Una sombra imparable que el año pasado cerró 912 de estos locales, a la vez comercios y espacios culturales. Una amenaza que ronda las 3.650 librerías que sobreviven, las tradicionales e independientes, medianas y pequeñas, muchas de las cuales se apoyan en venta de papelería. Lo hacen en un país donde reconoce leer con frecuencia no más del 30% de las personas. Y si alguna de ellas vive en uno de los 7.310 municipios que carecen de librerías y un día quiere comprar una obra, deberá buscarse la vida en varios kilómetros a la redonda, según el informe Observatorio de Librería 2014, de la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (Cegal).

Aunque del olvido y las cenizas, a veces surge la vida. Una de esas vidas la crearon Olga Federico, Mireia Perelló y Tono Cristofol y la llamaron La impossible. Está en Barcelona. En 2012, ante la delicada situación de la librería Proa Espais, donde Federico y Perelló trabajaban, se implicaron en salvarla buscando locales y explorando fórmulas para revivirla. En vano. El 31 de enero de 2013 quedaron en el paro. Al día siguiente, delante de un café y en medio de la tristeza, se dijeron: “¿Y por qué no montamos una librería?”. Así, de la calle Roselló 232 pasaron seis meses después a abrir una puerta a la lectura en el 212 de la calle Provenza.

Del olvido y las cenizas, a veces surge la vida. Una de esas vidas la crearon Olga Federico, Mireia Perelló y Tono Cristofol y la llamaron La impossible. Está en Barcelona.

Solo que su criatura iba a estar más acorde a los tiempos de reinvención: una librería especializada en literatura catalana y humanidades pero sin descuidar la oferta general, y con la vocación de empezar a crear un fondo de calidad y ensayo, y con un rincón para los niños; a la vez, convirtieron La impossible en un punto de encuentro con presentaciones, recitales de poesía y talleres infantiles. Además, cada mes una editorial protagoniza el ciclo de charlas con los lectores titulado precisamente así, Protagonista. Todo divulgado en Facebook y su blog. “Encontramos una gran solidaridad en la gente del sector y en la familia… Todos echaron una mano. Fue algo muy especial”, recuerdan Federico y Perelló.

A unas ocho horas de allí por carretera, en El Ejido (Almería), el matrimonio formado por Manuel García Iborra y Matilde Gómez Flores llevan 13 años haciendo algo parecido en la librería Sintagma. Es la única de la zona y se ha convertido en un agente cultural clave de un municipio de rápido enriquecimiento debido a la agricultura de invernadero, y con alto porcentaje de inmigrantes. El Ejido, el Mar de plástico, era también un mar de ausencias culturales. Eso animó a este filólogo y a la psicopedagoga a abrir su librería. García dice que “es una zona de trabajadores agrícolas, no universitarios y con bajo índice de lectura, pero donde los padres quieren que sus hijos lean”.

Se especializaron en literatura infantil y juvenil y artículos aledaños al libro, sin descuidar las novedades. Luego empezaron a destacar las obras de autoedición. "No hay que subestimar los libros que editan los propios autores porque es una realidad social importante y en muchos de ellos hay calidad”, recomienda García Iborra. Y allí, en El Ejido, está Círculo rojo, uno de los sellos más grandes de autoedición de España.

Sintagma es el espejo del destino vivido por el libro en este siglo: auge, descenso y supervivencia. Cuando empezó en 2002 no había nada parecido en la zona, el ascenso de de la industria del libro alcanzó techo con una facturación de 3.789 millones de euros, luego llegó el despeñadero que ha llevado las cifras a 2.700 millones de euros, igual que en 1994. La razón: la confluencia de la crisis económica, la jubilación de un modelo de negocio ante el nuevo paradigma digital, la irrupción de operadores globales y virtuales, cambios de hábitos de consumo y poco fomento y promoción de la lectura. Aunque aun así el libro es la industria cultural que más aporta a Producto Interior Bruto (PIB), 0,7% (todas las industrial culturales representan el 3,7%).

“Todos esos números son reales, pero también ha sido el momento de la reinvención, de mostrar lo recursivos que podíamos ser”, asegura García Iborra. “Aunque desde el comienzo yo no esperé a que el cliente viniera, sino que salíamos a buscarlo a través de diferentes actividades hasta convertirnos en el punto de referencia literario de la zona”. Una gestión por la cual ganaron el Premio a la Mejor Librería Cultural.

Sintagma es la única en El Ejido y se ha convertido en un agente cultural clave de un municipio de rápido enriquecimiento debido a la agricultura de invernadero, y con alto porcentaje de inmigrantes.

Es un martes de mayo. Debajo de unos affiches de Geronimo Stilton y Yoda, de La guerra de las galaxias, los autores Juan Pardo Vidal, Miguel Ángel Muñoz, Miguel Naveros y Carlos Maleno debaten ante un grupo de personas en la librería sobre la importancia de recomendar lecturas más complejas y no solo best sellers. La función del librero, afirma Miguel Naveros, “debe reafirmarse como prescriptor y ayudar a crear lectores de calidad”.

Es lo que hacen desde 1968 María Teresa Castells e Ignacio Latierro en la librería Lagun, de San Sebastián. A lo largo de casi cinco décadas les tocó afrontar no solo los vaivenes del sector, sino también la mirada de reojo del franquismo, primero, y los ataques del entorno de ETA, después, en forma de pintadas, amenazas y cócteles molotov contra su antigua sede de la Plaza de la Constitución en la Parte Vieja donostiarra (hoy se encuentra en un local del centro de San Sebastián). Desde el comienzo, recuerda Latierro, parlamentario vasco por el PSOE (1995-1998), han buscado representar “además del compromiso político, la defensa de la cultura democrática. Y esa pluralidad y carácter abierto no ha gustado a ciertos sectores”.

Si La impossible surgió de unas cenizas y Sintagma en medio del olvido, a Lagun le ha tocado luchar contra los elementos externos...

A lo largo de casi cinco décadas, Lagun, les tocó afrontar no solo los vaivenes del sector, sino también la mirada de reojo del franquismo, primero, y los ataques del entorno de ETA, después, en forma de pintadas, amenazas y cócteles molotov.

Creada en el corazón de San Sebastián, uno de los primeros ataques que Lagun recibió fue 1976 cuando le colocaron un explosivo. Otro grave fue en las Navidades de 1995 con un incendio, a la vez que arrojaron pinturas, “pero el 26 de diciembre la gente nos hizo continuar cuando empezaron a llegar y a comprar los libros manchados con pintura. Luego en el 2000 fue el atentado casi mortal al marido de María Teresa, José Ramón Recalde, exconsejero vasco de Educación y Justicia, que reduce las garantías. Pero varias personas crean una sociedad y compran el local donde estamos ahora”.

Hoy su panorama es hoy parecido al del resto de librerías. “El problema no es el supuesto duelo libro de papel y el digital”, analiza Latierro. El cambio más importante, agrega, "es el de prácticas de consumo cultural y cambio de la función del libro en el marco de la cultura. Se ha perdido su valor, la capacidad de crear lectores por parte del sector, se ha resquebrajado la red de confianza de los lectores por la calidad de las editoriales, así como la capacidad de prescripción por parte de los medios de comunicación especializados y en la jerarquización de la información cultural. Todo eso se resume en una crisis del ecosistema cultural del libro”.

Es una renovación y revolución silenciosas donde las librerías se adaptan a una nueva era en la que no basta con tener asegurado un lugar en la eternidad literaria o en la tradición comercial. Ahí están sin librería en El Toboso, el lugar donde don Quijote vio a la emperatriz de sus sueños, tras leer los libros de caballería que lo convirtieron en ingenioso hidalgo. Tampoco hay en Zalamea, donde Calderón de la Barca situó su drama de honor. Ni en Fuente Obejuna, donde Lope de Vega sublevó al pueblo contra el alcalde.

En tierras de El cid la historia es otra. En Burgos está la librería más antigua de España. Más de 150 años después, lucha cada día como si fuera el primero. Su secreto es parecido al de una de las más nuevas y singulares en Málaga donde el futuro empieza a echar raíces.

En España existen librerías en 807 municipios. No cuentan con ninguna 7.310 localidades, de las que 7.282 tienen menos de 25.000 habitantes, según los datos del Observatorio de Librería 2014,elaborado por Cegal.

En total, existen 3.650 librerías independientes, tradicionales. No se incluyen las grandes superficies ni en cadena.En 2014, cerraron 912 y nacieron otras 226, es decir que se cerraron por término medio 2,5 librerías cada día. Las ventas han caído un 18,7% desde 2011, pasando de 870 millones de euros ese año a 707 millones en 2014.

Hay 7,8 librerías por cada 100.000 españoles. La primera comunidad es Galicia, con 14,4, seguida por La Rioja (11,9) y Canarias (11). En términos absolutos, el mayor número de librerías abre sus puertas en la Comunidad de Madrid (el 17,1% del total nacional). Le siguen Andalucía (12,1%) y Cataluña (11,8%).

En cuanto a tipología, la mayoría es general de proximidad (35,4%). Le siguen general de fondo (27,9%), especializadas (27,6%) y general con especialización (9,25%).

Sólo el 1% factura más de un millón y medio de euros al año. Entre 600.000 y un millón y medio, se sitúan el 4,7%; entre 300.000 y 600.000, el 9,8%; entre 150.00 y 300.000, el 17,7%; entre 90.000 y 150.000, el 14,8%; entre 30.000 y 90.000, el 28,6%, y menos de 30.000, el 23,4%.

II

W. M. S., Librerías en la encrucijada, 2: El futuro y las siete vidas del gato, El País, 27-V-2015:

Segunda etapa del viaje por las librerías: ¿qué tienen en común la 
librería más antigua de España y algunas de las recién llegadas?


Un rincón de cuentacuentos y otro de Cuentogatos es el secreto que une los 164 años que separan la librería más antigua de España de una de las más nuevas y singulares. La primera abrió en Burgos en 1850 bajo el nombre de Hijos de Santiago Rodríguez, hoy llevada por la quinta y sexta generación de la familia; la segunda se inauguró en Málaga, hace diez meses, como Librería de Los Gatos.

Es el arco de la vida de las librerías españolas, bajo el cual han desaparecido en los últimos cinco años 2.237 de las 5.887 que existían en 2009. Las de Burgos y Málaga representan el pasado y el presente, que se hace porvenir con una estrategia parecida: diversificar las técnicas para seducir al lector, tener vendedores y propietarios que sepan de libros y mimen a sus clientes, fomentar y promover la lectura de los más pequeños, abrirse camino como espacios culturales que los diferencie de los demás y moverse en el ciberespacio como gatos por su casa.


Solo quedan 103 librerías fundadas antes de 1940, del total de 3.650 que sobreviven. La más antigua es la citada de Burgos: Hijos de Santiago Rodríguez. Desde 1960, se ubica bajo los soportales de la plaza Mayor. Su emplazamiento original estaba detrás, en un local de la calle Laín Calvo. “Aún recuerdo cuando iba de pequeña y la librería olía a madera, y el uniforme de las vendedoras era con una chaquetilla”, dice Mercedes Rodríguez Plaza, responsable del local, donde trabaja con sus dos hijas: Lucía, encargada de Internet, y Sol, coordinadora de las actividades culturales.

La llegada de los años malos, desde 2008, le ha enseñado a buscar nuevas rutas y tratar de reconvertirse, cuenta esta profesora, dedicada a la librería desde comienzo de este siglo. Esa escuela le permite decir que “hay que estar atentos a los gustos de los lectores, como cierta poesía romántica y narraciones fantásticas por las que los jóvenes preguntan ahora”. Y empezar por los niños.

En la buena literatura infantil, sobre todo en gallego, y los álbumes ilustrados se ha especializado Marxe, en A Estrada (Pontevedra). Galicia, con 305 locales, es la comunidad con mayor número de librerías por cien mil habitantes (14,4), muy por encima de la media nacional (7,8).


Xan Astorga abrió Marxe hace tres años, en mitad de la crisis económica y del sector. Parecía una locura, pero confió en su experiencia, pues a principios de los noventa trabajó en una librería, luego en una editorial, después montó una librería con otros amigos, hasta que en 2010 salió de allí: “¿Y, ahora, qué camino cojo?”. Astorga volvió entonces a la casilla de salida, pero ya por su cuenta. Desde 2012, pasa la mitad de sus días en unos cuarenta metros cuadrados llenos de libros, en especial para los niños, que completa con la venta de papelería. “El problema es que se están acabando los lectores”, advierte. Y apostilla: “¿Qué podemos esperar de un país donde el periódico más leído es el Marca?”.

Para contrarrestar ese sino, Carmen María Vela García ha creado la Librería de Los Gatos, en Málaga. Esa especialización se le ocurrió en el penúltimo minuto. Toda la vida había querido abrir una librería infantil, pero intuía que algo faltaba. La singularización que busca todo librero, sobre todo en estos tiempos.

A ella, que le gustan los gatos desde los cuatro años, cuando su padre le enseñó a acariciar uno, de repente supo que su animal preferido y su presencia temática en los libros para su crianza y cuidado y su protagonismo en la literatura, más de lo que nadie se imagina, era la clave. De esta forma, desde el 11 de julio de 2014, la malagueña calle Fajardo, 4 tiene una librería dedicada a una mascota. La segunda parte del local se dedica a la literatura infantil, con énfasis en volúmenes ilustrados y de gran formato, y la tercera, a los artículos alrededor del mundo del gato y los libros.

Al fondo, a la izquierda, está el secreto que la une con aquel local de Burgos abierto en 1850, un espacio aquí llamado El rincón del Cuentogatos, a veces con música y canciones en vivo. Hay una pizarra, libros, juguetes y una pequeña mesa redonda con sillas en forma de gato que los niños, cuando ven todo eso desde la calle, entran hasta allí como felinos. Y detrás de ellos sus padres a rescatarlos… pero, al final, se quedan un rato más porque se topan con la coartada perfecta para reencontrarse con una parte de sus gustos y debilidades.

Esas especializaciones son parte de la metamorfosis que viven las librerías. Todas buscan las siete vidas del gato al saltar al mundo digital y reinventar las estrategias del pasado. El éxito del futuro está en el pasado, a veces.

Mañana, tercera y última entrega: De la diversidad analógica al mundo digital.


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