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jueves, 24 de diciembre de 2009

Muertos del año

De los que han muerto este año, uno echa especialmente de menos, o le tocan más, por aquello de Edmund Spencer, al poeta fiel Mario Benedetti, al santo laico Vicente Ferrer, al escritor de parábolas Francisco Ayala y al comentador, que no comentarista, y género literario con piernas Andrés Montes. Descansen en paz.

martes, 8 de diciembre de 2009

Palabras desde el paredón

"Mi última carta: me fusilan hoy"

'Vivir a muerte' reúne misivas de resistentes franceses condenados a la pena capital

JACINTO ANTÓN - Barcelona - El País, 08/12/2009


¿Qué escribiríamos si supiéramos que nos van a fusilar dentro de unas horas? ¿Qué mensajes dejar a los seres queridos, al mundo, a la posteridad? ¿Qué horrores de esos momentos postreros conjuraríamos, qué cuentas trataríamos de ajustar con la vida, qué arrepentimientos, despedidas, recuerdos o desafíos plasmaríamos en el papel? ¿Cómo sería nuestra última carta? "A las 4 me van a fusilar. Si vieras lo calmado que estoy, mamá querida", escribió Robert Busillet, de 19 años, en la prisión de Fresnes en 1941. "Vive, tienes que vivir", anotó otro reo para su amada antes de caer bajo las balas de los nazis. "No tengo miedo, no es mi costumbre", fue el último, valiente mensaje a su familia del rehén Michel Dabat, abatido por el pelotón de fusilamiento en Nantes. Vivir a muerte (Barril & Barral, 2009), un libro conmovedor, imposible de leer sin que en más de una ocasión se inunden los ojos de lágrimas -"voy a llevar en el pecho vuestras fotos para que me acompañen en el ataúd", "mi alegría más grande sería que pensaras en mí lo menos posible y que rehagas tu vida", "besos grandes, besos como sólo podemos dar cuando son los últimos", "me gustaría que cuando el niño fuera mayor le habléis mucho de mí", "no te olvides de mis zapatos, los llevé a arreglar, se los das a Maurice"-, recoge un centenar de cartas de resistentes de Francia, franceses y extranjeros -hay un español-, que sufrieron la pena capital, la mayoría fusilados por los nazis (muchos como rehenes), aunque alguno en la guillotina o decapitado por hacha en Alemania. Dos son de mujeres. Todas fueron escritas entre 1941 y 1944.


En algunos textos se percibe el horror de las últimas horas de espera

Los condenados suelen pedir a sus parejas que rehagan sus vidas

Las cartas, un camposanto de vidas truncadas donde aletea aún el eco terrible del tiro de gracia y por el que uno discurre atribulado hasta el quebranto, están todas documentadas en el libro, con el nombre del remitente y una semblanza biográfica. Desprenden los textos, escritos en la situación más angustiosa y límite que puede afrontar un ser humano, un torbellino de emociones: amor, coraje, esperanza, orgullo, ternura. También, una urgencia, lógica, y una implícita mirada al gran misterio de la muerte.

La mayoría de los condenados se disculpa por el dolor que, involuntariamente, va a causar a sus seres queridos. Tratan de tranquilizarlos, mostrando valor, resignación, serenidad o sosiego. Deseamos que fuera eso lo que en realidad sentían. "No he sufrido antes y ya no más después, por supuesto", "pasamos el tiempo contando chistes", "siempre soñé, mira tú por dónde, morir de pie un día en que el sol brillara". La última frase la escribe Fernand Zelnikov, empleado de peletería parisiense de origen judío ruso, que participó en varios atentados contra soldados alemanes. Por su parte, el rehén Bernard Grinbaum anota poco antes de ser pasado por las armas, con lermontoviano desdén: "Bah, no importa".

Es una constante en los hombres con pareja pedir a ésta que rehaga su vida: "Te deseo que encuentres un buen proletario digno de ti", escribe a su mujer el tornero comunista y combatiente clandestino Maurice, que reconoce: "Es duro decir esto porque estoy celoso aun ante la muerte".

El humor y la ironía brillan por su ausencia; en cambio, abundan el patriotismo y la religión. Hay reos de todas las clases sociales y profesiones, incluso un abad. Las cartas son remitidas por las autoridades después de la ejecución. Una del libro lleva un mensaje secreto en código. Varias son enviadas clandestinamente, incluso lanzadas por encima de los muros de la cárcel.

En algunas cartas leemos desesperación, rabia, miedo, odio o afán de revancha. "Vengadme", escribe el judío Simon Fryd, que ha atacado con granadas a un destacamento de la Wehrmacht. Otros perdonan; Émile Bertrand escribe: "He cumplido con mi deber, sólo siento, y de todo corazón, haber matado". Guy Môquet, detenido por pegar carteles y al que fusilan con 17 años, escribe a su Odette: "Siento no haber podido tener lo que me prometiste". No es el más joven. Henri Fertet cuenta 16, pero mucho valor: "No quiero venda en los ojos ni que me aten".

Pese a que todos tratan piadosamente de hurtar los detalles escabrosos, en algunas misivas se percibe la provisionalidad atroz de las últimas horas: "Te escribo de pie, a la luz que pasa a través de la mirilla"; "mi escritura es quizá un poco temblorosa, pero es que tengo un lápiz muy pequeño"; "te escribo sobre un cubo nauseabundo"; "sed fuertes como lo seré yo cuando las balas me sacudan"; "vienen a buscarnos".

Se traslucen dudas: "Creo que voy a morir con valor", "creo que todo irá bien" (!) "y sabré morir como un hombre"; "tengo mucho coraje, pero estoy un poco nervioso". Algunos tratan de ser prácticos: "Dejo mi chaqueta de cuero, trata de recuperarla". Uno incluso recuerda devolver los volúmenes de La Pléiade prestados. "Haz editar mis poemas", escribe el líder partisano de origen armenio Missak Manouchian. Hay verdaderos testamentos. Otros filosofan. Predomina la contención pero hay anotaciones desgarradoras: "Hallaré valor pensando en tu amor"; "sabes que alguna vez hemos discutido, pero te quería mucho". "Un último largo, largo beso en tus labios", escribe el maquisard Paul Meyer a su mujer. Y otro a la suya: "Lamento profundamente no haberte hecho feliz".
Palabras desde el paredón

- "Te ruego que de vez en cuando te acuerdes de nuestro amor".

- "Voy hacia la muerte como a una nueva aventura".

- "Sé feliz en los brazos de otro".

- "Siempre soñé, mira tú por dónde, morir de pie un día en que el sol brillase".

- "Siempre he tenido tanto, tanto miedo a morir".

- "A la tumba, cuando vengáis, traedme sólo flores rojas".

- "Perdonadme las faltas de ortografía".

domingo, 22 de noviembre de 2009

Esperar sin esperanza

El portero Robert Enke, que tiene nombre de cometa, tras tantos años repeliendo balones, se ha marcado un autogol. El transformarse en un valladar impenetable provoca que uno termine tirándose penaltis a sí mismo, por pura soledad; una soledad similar a la que padecía esa pobre modelo surcoreana, Daul Kim, bella, bellísima, pero sola como una estrella suelta en un absolutamente oscuro firmamento; las estrellas suelen ser contempladas por todos los ojos, pero se encuentran solas y distantes, en una fría lejanía de millones de años luz, rodeadas como joyas perfectas por un negro terciopelo de materia oscura imperfecta. Él perdió a una hija, ella era una hija sin padre. Ella puso una música house, I go deep, de Jim Rivers, apta para un último desfile. Él escribió unas letras: estaba harto de disimular ser un muro a lo Pink Floyd y se derrumbó, o dejó que lo derrumbara una locomotora.
Quiero imaginarme una región de penumbra donde encuentro a estos dos corazones ya quietos y los siento a la misma mesa a esperar por toda la eternidad.

martes, 17 de noviembre de 2009

Enrique Urquijo


Este hombre, como muchos, llevaba escrito en la mirada su destino. Pero aparte de la tan famosa y memorable Déjame, escrita en unos impecables eneasílabos, dejó muchas otras canciones destrozadoras, como la que dedicó a su única hija María, Agárrate fuerte a mí.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Ha muerto Alan Deyermond


Ha muerto Alan Deyermond, el gran hispanista y medievalista inglés, y esto ha causado una gran polvareda en el Hispanismo. Esta es una entrevista con Deyermond publicada en El País:

El País, 23-IV-2006

Este hombre enjuto, delicado, educadísimo se ha pasado su vida, que empezó en Egipto hace 73 años, mirando qué pasó en la Edad Media española, y es casi un pariente de los personajes de El Cid o de La Celestina. Al contrario de lo que pueda pensarse, este sabio no es un genio despistado y perdido en aquel mundo de nubes de colores que él identifica con el medievo, sino que es un ciudadano actual, un liberal británico (militante del Partido Liberal Demócrata, aunque últimamente se olvidó de pagar las cuotas) que anda preocupado por las consecuencias de algunos desastres mundiales, entre ellos la invasión de Irak. Cuando fuimos a verle, en la recoleta e histórica ciudad inglesa de St. Albans, el taxista que nos condujo, un musulmán, supo que íbamos a entrevistar a un personaje que sabía mucho del pasado de España, y nos dijo: “Ah, la Inquisición”. Cuando le contamos la anécdota a Alan Deyermond, sentado en medio de sus innumerables libros (pero no en su despacho –“es un desastre, se llevarían ustedes una impresión horrible de mí”–), este catedrático y maestro que ha enseñado hasta hace poco en el Queen Mary College de Londres, vegetariano estricto, maestro de numerosos medievalistas españoles y de todo el mundo, levantó el dedo y señaló, como si se dirigiera al taxista: “Sí, pero España no tiene Guantánamo”. La casa de Deyermond es una pacífica vivienda en la que él y su mujer, Anne, también profesora, atesoran recuerdos de una larga vida en común; uno de esos recuerdos, de los más queridos, es Tom, el caniche grande que el profesor llevaba a sus clases, para regocijo de sus estudiantes, y del propio perro. Tom murió hace unos años, y junto al jardín trasero de la casa están sus cenizas reposando después de una vida que les dio alegría a sus ahora nostálgicos dueños. De Tom, precisamente, empezamos a hablar; y no sólo de Tom, sino del Mío Cid, uno de los grandes personajes del elenco de los intereses históricos de Alan Deyermond. Xelo Sanmateu, una de las colaboradoras españolas de este especialista en el Cid y en la Celestina, entre otros personajes de la historia medieval española, nos había advertido de la pasión del profesor por Tom, que en efecto es, como aquellos personajes de la historia, una presencia viva con la que el medievalista también conversa.

Parece que ‘Tom’ era todo un personaje, también en clase…

Imagínate. Incluso hacía el papel del león del Cid, porque era un caniche grande…

Y usted le implicaba en las clases…

Sí, le decía: “Tom, quizá esto no te interesa mucho, pero tengo que contarlo”. Y cuando no le interesaba algo se dormía, como los alumnos. Un día estaba explicando un episodio del Cid; Tom dormía a mis pies, y le dije: “Tom, márchate”, y él se levantó, como si estuviera pendiente de toda la clase, y se fue. Los alumnos lo premiaban, siempre que hacía cosas así, con un aplauso inmenso.

¿Cómo fue su relación con ‘Tom’?

Fue como nuestro hijo. Vivió casi 14 años, que es poco tiempo; nuestro segundo perro, también un caniche grande, vivió 15. Nuestro primer perro, un caniche mediano, vivió más de 15. Tom tuvo problemas de salud en los últimos años, y eso le acortó la vida. Nuestro primer perro estuvo con nosotros mucho antes de nacer nuestra hija; era un caniche grande, negro. Creció con ella, y ambos mantuvieron una rivalidad intensa. Un día nuestra hija, que ya tenía ocho años, le dijo a mi mujer, Anne: “A veces siento que aprecias más al perro que a mí”. Y Anne le dijo, con toda naturalidad: “¡Cómo puedes decir eso! Sabes perfectamente que no hacemos ninguna diferencia entre vosotros”.

¿Cómo era usted como profesor?

Eso se lo tiene que preguntar a los alumnos… Dar clases ha sido mi vocación… Mi madre fue profesora en la escuela primaria; era muy buena, llegó a directora. Supongo que es algo que heredé.

Y sus profesores también le enseñarían…

Entre mis profesores de Oxford hubo una gama muy amplia. Hubo pésimos, hubo buenos o excelentes, y hubo uno magnífico. En la universidad entré a estudiar francés y español. La parte de francés fue catastrófica. ¡Los idiomas modernos se enseñaban como si fueran lenguas muertas! No había clase de conversación, por ejemplo, ni se obligaba a los estudiantes a viajar en busca de la lengua que aprendían… Además, en el caso del francés, la enseñanza de la literatura era malísima. La del español fue mucho mejor. Por eso me cambié, y me dediqué por completo al español.

Usted ha dicho que el francés tiene en el mundo “una prevalencia ilógica”. ¿Está el español infravalorado como lengua?

Hace 50 años era así. Ahora es distinto, ahora la gente se da cuenta mucho más de la importancia del español como lengua mundial, mientras que el francés ha perdido algo de su prestigio.

¿Y qué pasó para que el español haya recuperado terreno?

En parte sospecho que por el aumento de los viajes por avión, y en parte también a la importancia creciente de América Latina. A nivel personal sucedía una cosa: aunque uno no supiera bien el idioma, a los españoles les encantaba que uno intentara hablar su lengua, pero los franceses te despreciaban si no lo hacías bien…

En Inglaterra también ocurre: si usted no habla un inglés perfecto le desprecian…

Eso no lo hace gente que tenga cierta formación… Pero déjeme que le cuente esta anécdota. Hace más de 40 años estaba investigando en Palencia unos documentos en el archivo de la catedral, y me hice amigo del bedel, que me invitó a su casa, a tomar café. ¡Para mí fue un honor inmenso, porque entonces no era común que los españoles invitaran a un extranjero a su casa! La mujer del bedel no leía tanto como su marido, y cuando acabó la visita ella me preguntó de dónde era. Cuando le dije que era de Inglaterra quiso saber qué idioma hablábamos en mi país. El bedel hizo signos de alarma. Pero ella no se arredró y me dijo: “Así que eso que usted nos viene hablando es inglés”. “No, señora”, le repliqué, “pretendía ser español”.

Usted ha estado pendiente de la Edad Media, ¿pero cómo ha visto la evolución cultural y política española de nuestro tiempo?

Fui a España en 1952, aún en los años peores de la dictadura… En la democracia, España ha dado de sí un aspecto magnífico. Culturalmente, el cambio me alegra, aunque veo signos alarmantes en costumbres relacionadas con las drogas o con la promiscuidad sexual, y no sólo en España… Cuando fui por primera vez, la gente tenía miedo de hablarte; ahora puedes tener relaciones amistosas con cualquier español. Me encanta ir a España.

Y ha vivido la evolución española como si fuera un español…

En cierta manera. Voy con frecuencia, seis o siete veces al año. Y vienen muchos españoles a verme y a estudiar conmigo…

Debe de ser gratificante que los alumnos que tuvo quieran seguir aprendiendo de usted una vez jubilado…

No lo había previsto y me gusta mucho. Cuando me jubilé, en el verano de 1997 –porque la jubilación a los 65 años es obligatoria–, te dan un título de catedrático emérito; significa tan sólo que has sido catedrático y que no estás en la cárcel… Pues cuando me jubilé seguí dirigiendo las tesis que ya dirigía, no podía aceptar nuevas… Tuve propuestas para enseñar en California, y eso me permite seguir siendo profesor. Del mismo modo, cada año doy una semana de clases en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en Madrid… Es un curso de alta especialización. Es muy enriquecedor para mí.

¿Y usted sigue aprendiendo?

Sí, sobre todo de los jóvenes.

¿Y qué está aprendiendo ahora?

Recopilo nuevos datos bibliográficos, encuentro nuevas maneras de enfocar obras que ya conocía, y trato de conocer obras y escritores que no conocía.

Ahora son los estudiantes los que le marcan a usted los asuntos pendientes…

Para mí la enseñanza ha sido una calle de sentido doble. Al principio, los alumnos aprendían más de mí que yo de ellos; eso era en la licenciatura. Pero cuando se acercan a la tesis, yo aprendo mucho más de ellos que ellos de mí…

¿Qué le preocupa ahora más de todo lo que ha estudiado como medievalista?

Hay demasiados temas. Paso mucho más tiempo del que quisiera leyendo trabajos de otras personas; soy editor en el sentido inglés, me preocupo de que esos textos sean adecuados… Dos años antes de jubilarme lancé una colección monográfica con lo que salía de mi seminario de investigadores… La colección empezó en 1995, y este mes publicamos el tomo 50. Me obliga a leer la correspondencia con los autores, a leer las pruebas, y a menudo incluso maqueto los libros… Tengo otro proyecto que me ocupa mucho tiempo… La British Academy celebraba su centenario [nació en 1902] y me encargó un tomo sobre los estudios medievales en Gran Bretaña en el siglo XX… ¡Casi 30 capítulos, sobre historia, literatura, arqueología, musicología…! He trabajado con 30 colaboradores y ha sido una pesadilla, en parte por incompetencia mía, en parte por la riqueza y variedad de la naturaleza humana que se ha revelado en algunos colaboradores y en parte también porque a medio camino del proyecto me operaron del corazón, una operación muy dramática, ¡a corazón abierto! Pero, gracias a Dios, ese tomo, de 850 folios, ya está en imprenta. Esto me deja más tiempo para la investigación…

¿Y lo que más le preocupa a usted mismo?

La literatura perdida. Publiqué hace años el primer tomo de mi catálogo sobre épica y sobre romances perdidos. Tengo que publicar tres tomos más de este catálogo de obras perdidas. Y me interesa mucho el bestiario medieval, la seudozoología…

¿Qué ha encontrado en la literatura perdida?

No encuentro obras perdidas; sí estudio fragmentos, alusiones a libros que ya no existen; estudio catálogos de bibliotecas medievales, lo que dicen varios autores de su propia producción…

¿Tenemos nosotros más literatura perdida que los británicos, por ejemplo?

Probablemente sí, pero sólo para la literatura inglesa existe un libro muy bueno –no es un catálogo– que se llama The lost: the literatura made in England; pero en el francés, el italiano, el español o el latín medieval no tenemos los estudios correspondientes, y no hay catálogo de la literatura perdida tampoco en catalán o portugués…

Usted es un hombre de este siglo. ¿Se puede sentir contemporáneo de la Edad Media? ¿Qué le dice ese periodo?

El mensajero, una novela inglesa de hace 40 años, que luego fue película de Joseph Losey, empieza con esta frase: “El pasado es un país extranjero…”. Aunque técnicamente para mí España es un país extranjero, no lo es en la medida en que lo pueden ser Rusia, Francia o Italia… Cuando voy a España me siento en mi país, yo soy hijo adoptivo de España… Del mismo modo, la antigüedad clásica es para mí un país extranjero, pero después de haber estudiado tanto la Edad Media, cuando leo una obra medieval no la leo con ojos de hombre medieval, pero sí soy consciente de cómo la habría leído un medieval…

¿Cómo eran los hombres medievales?

Mucho más lógicos de lo que se cree. El gran medievalista C. S. Lewis dice que en la Edad Media la gente sabía más o menos cuándo una idea se había comprobado y cuándo no. Tenían un acercamiento lógico a las ideas, algo que ya no es común.

¿Cómo eran las relaciones personales en la Edad Media, y las relaciones con el poder?

No lo sabemos todo… Las cartas personales, que había pocas, son también un poco oficiales… Se han descubierto cartas, que ahora son famosas, de una familia de Norfolk; casi todas eran de mujeres. Y hay una pequeña colección de una barcelonesa, Seleneta de Tous, que se queja de las ausencias de su marido. Se expresa de manera elocuente, con un espíritu independiente.

Había también en ese tiempo cartas y libros para ayudar, para consolar… Como los libros de autoayuda de hoy…

No era lo mismo. Esos libros de hoy se hacen para un mundo sin Dios. No digo que hagan propaganda del ateísmo, simplemente no tienen en cuenta a Dios. Los manuales de la Edad Media se escribieron y leyeron en un contexto con Dios. Por eso existe el concepto del deber moral. Por resumirlo, diría que en los libros medievales se contestaba a la pregunta: ¿cómo puedo ayudar a mi vecino? Ahora la pregunta es: ¿cómo me puedo ayudar a mí mismo?

Usted ha estudiado mucho el ‘Libro de buen amor’…

Es casi imposible estudiar bien el Libro de buen amor, es tan enigmático… Las palabras cambian de significado en una parte y en otra del libro… Es más difícil este libro que La Celestina o que Mío Cid.

¿Cómo concebían el amor en el medievo?

De manera no muy distinta; siempre hubo enamorados y desenamorados… Y bueno, las relaciones han cambiado; entonces hubo mucha menos libertad para los jóvenes, excepto para las campesinas…

¿Por qué?

Porque se iban a trabajar fuera de casa, no había manera de controlarlas; la aristocracia vigilaba más a sus hijos…

¿Qué le hizo interesarse por ese mundo?

Supongo que fue casualidad histórica. Fue una revelación leer el Mío Cid y La Celestina. Estaba en el último año de la licenciatura, quise quedarme en la universidad haciendo el doctorado, y esa revelación fue decisiva.

¿Qué le interesó del ‘Mío Cid’?

Los personajes, la estructura, el diseño… No me interesaron tanto las descripciones de batallas como la disposición del Cid para evitar la recuperación del amor…

¿Le parece ahora muy español el Cid?

No diría que poco español, pero tampoco me parece muy español. Es un hombre muy especial, muy individual…

¿Qué sería hoy?

¡Uf!, quizá presidente del Gobierno.

¿Sabe que el ex presidente Aznar escogió el Cid como su disfraz antes de unas elecciones generales?

Muy acertado.

¿Y el Cid hubiera sido un presidente conservador o progresista?

El Cid histórico hubiera sido probablemente conservador; el del poema hubiera sido más complejo, más interesante.

La Celestina, ¿sería hoy una mujer despreciable o tendría un puesto noble?

Las dos cosas. Piense que hay mucha gente que tiene un puesto noble que es despreciable… En La Celestina vemos una microsociedad femenina, la casa de la Celestina, que funciona dentro de la macrosociedad masculina y es más permanente que ésta… Al final de la obra no sólo ha muerto Calixto, sino que toda la sociedad está en duelo; mientras que si matan a la Celestina, toda su sociedad va a seguir… Yo pienso que la Celestina sería hoy la dueña o directora de una empresa publicitaria, o de contactos…

¿Se divierte usted con lo que hace?

No sólo me interesa, sino que me divierte lo que hago. Mi mujer me decía el otro día que está muy contenta de que mi trabajo me atraiga como hace 50 años. Me pasa desde que conocí a mi tutor, el profesor Robert Pring-Mill… Mi tutor en el primer año de la licenciatura fue Alberto Jiménez-Fraud, que había sido director de la Residencia de Estudiantes. Un hombre muy simpático, pero tenía poca idea de cómo eran los alumnos de Oxford… En la primera semana de mi segundo año vi anunciada una clase informal sobre Calderón, que iba a impartir el profesor Pring-Mill, y fui. Para mí fue una sorpresa que se pudiera explicar literatura de esa manera. Le pedí que fuera mi tutor. Inspiró todo lo que sé como profesor, dirigió mi tesis sobre La Celestina [Petrarca como fuente de La Celestina], que se transformó en mi primer libro, de 1961…

¿Cómo estaba el medievalismo cuando usted se puso a estudiarlo?

Se publicaban pocos libros, y los instrumentos que teníamos a mano eran del siglo XIX o al menos de 1913. No se había iniciado el proceso de editar los textos medievales. El cantar de Mío Cid se estudiaba prácticamente sólo desde el punto de vista histórico, o en todo caso se hablaba del valor nacional, del valor histórico, y al final se le dedicaba un espacio ínfimo al valor poético del texto.

¿Había mucha relación entre ustedes, los medievalistas ingleses, y los españoles?

Poca. Un día le presenté un investigador inglés del teatro medieval a un veterano colega suyo, español. Cuando éste supo en qué trabajaba su compañero más joven le dijo: “Todo lo que se puede saber sobre el teatro español está en mi libro. Buenos días”, y se fue. Es un caso extremo. Ahora, España está llena de medievalistas brillantes, que saben mucho y tienen ideas nuevas, son muy abiertos, generosos; tan generosos que mantienen la impresión equivocada de que yo tengo algo que decir.

Cuando fue a España encontraría un país muy medieval…

No exactamente. Era un país del siglo XIX. Bueno, me corrijo: Madrid era muy del siglo XIX. Y el campo era la Edad Media. La primera vez fui en 1952, para una visita a Granada, con estudiantes. Pasamos un día en Madrid. Me encantó desde el primer momento. Era demasiado joven e ingenuo para apreciar España totalmente. Lo que cambió mi relación con España ocurrió a raíz de la invitación que me hizo el profesor Francisco Rico para que me encargara del tomo de Historia y crítica de la literatura española [editorial Ariel] dedicado a la Edad Media… Me di cuenta de que mi relación con el español se hacía cada vez más fluida, y después de eso siempre me he sentido muy cómodo con España y con el idioma…

Seguro que ya España no tiene los rasgos medievales que advirtió en un principio.

No, pero tiene los rasgos naturales e inconscientes que la relacionan con ese periodo. Claro que tiene edificios medievales magníficos. Pero los españoles no han cambiado tanto, se me ocurre. Y siguen siendo igual de generosos. En ningún otro país se crearía un premio como el Lebrija para los que estudian su medievo… Cuando me dieron ese premio en 1994 tuve oportunidad de decirlo: es un verdadero placer sentir esa generosidad que viene seguramente de la Edad Media, y que a mí siempre me ha emocionado mucho.

Muchos años estudiando nuestro país. ¿Ya sabe de dónde viene, adónde va?

No sé adónde va. Pero ahora estoy más de acuerdo que nunca con Américo Castro: España es el resultado de una fusión, de un conflicto, de una convivencia de tres culturas… No se puede recrear esa convivencia en el mundo, parece que es imposible; esa separación entre las comunidades musulmana, cristiana y judía crece. Puede que me equivoque, pero la divergencia crece…

¿Y su país, el Reino Unido, adónde va?

Me preocupa la diferencia entre pobres y ricos; hay personas que ganan un millón de libras al año y otras que no tienen para vivir dignamente. Esa diferencia se acrecienta, y no es buena… Pasó con Margaret Thatcher; pasa con Tony Blair, que es consecuencia del modelo de su antecesora… ¡Un hombre que pasa las vacaciones con Berlusconi! Me preocupa también el antiintelectualismo de esta sociedad. ¡Hasta en los periódicos serios hay más errores que antes! Antes yo llamaba a los diarios para advertirles de los errores, y hace años se sentían consternados. Ahora no les importa nada cuando les llamo.

¿Y los británicos le perdonarán a Blair su participación en la guerra de Irak?

Es posible, pero yo no se lo perdono. Fue una guerra ilegal, un crimen con la ley internacional en la mano. No es que me oponga a toda guerra, no soy tan pacifista; de hecho, la otra guerra contra Irak, cuando este país invadió Kuwait, me pareció justificada, y la guerra contra Argentina por las Malvinas también me lo pareció. Pero no hubo razón alguna para la invasión de Irak.

¿Le hubiera gustado vivir en la Edad Media?

No, no podría vivir sin anestesia, sin calefacción… Los hombres y las mujeres medievales tienen que haber tenido una resistencia increíble a los dolores.

¿Qué tiene esta época que se parezca a la medieval?

La naturaleza humana… A esta época la veo a veces con admiración, a veces con mucha esperanza y a veces con desesperanza… Un optimismo con muchas precauciones.

Cuando venía a verle, el taxista musulmán ha dicho: “Ah, España, la Inquisición”.

Sí, una imagen. Pero Guantánamo no está en España. La Inquisición fue terrible, pero trabajó con reglas fijas; hubo mucha injusticia, pero no fue caprichosa, como ocurre en tantos países de ahora que se llaman demócratas… Lo de Guantánamo es intolerable. La Inquisición nunca habría tolerado los encarcelamientos sin investigarlos.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Ha muerto Yoshito Ushui


Ha muerto el mangaka Yoshito Usui, el creador de Chin Chan. Uno, que echa de menos desde su infancia al anarquista Guillermo Brown de Richmal Cropton y su inefable pandilla, los Proscritos, ha encontrado en su madurez algo bastante semejante en este crío de cinco años, cuyas trastadas escatológicas contra la rígida y ceremonial cultura japonesa y su tremendo tradicionalismo encubren una gran ternura y amor por los seres humanos.

lunes, 27 de abril de 2009

Los cementerios son también museos

Mucha gente, que prefiere no pensar en esas cosas, olvida que los cementerios son también museos, y museos temáticos además, donde se concentra no sólo el arte escultórico de lo terrible, sino también el literario. Este artículo va de eso.

Los turistas que visiten Valencia a partir del próximo mes de junio tendrán un nuevo aliciente, la posibilidad de conocer la ciudad desde otro ángulo. Es el Museo del Silencio, una visita guiada por el corazón histórico del Cementerio General, que pondrá en valor su rico patrimonio monumental y botánico, así como el rastro de los grandes hombres y mujeres cuyos restos yacen en él.

Arte funerario a la intemperie que concentra gran variedad de estilos, desde el neogótico o neoclásico al romántico. Ángeles andróginos, centinelas del paraíso, cruces, obeliscos, lápidas y estelas. Más de un centenar de panteones del siglo XIX y varios cientos más del XX en un entorno privilegiado.

Un jardín mediterráneo formado por cipreses, palmeras, pinos, naranjos, eucaliptus y otras especies. Un poema de piedra que canta la fragilidad de la carne y muestra el culto que los vivos rendimos a los muertos.

Con esta iniciativa, Valencia entra a formar parte de la élite de los camposantos e ingresa en el Circuito Europeo de Cementerios junto a otras capitales que pueden presumir de sus respectivas necrópolis. "Se me ocurrió esta idea después de descubrir el bellísimo cementerio de Praga", comenta la concejala Loudes Bernal, impulsora de la iniciativa.

"El objetivo es dar un poco de vida a la ciudad de los muertos con el debido respeto a sus ocupantes y, al mismo tiempo, revalorizar su contenido que incluye elementos muy interesantes y a veces olvidados como el panteón de Bomberos", añade Bernal.

El historiador Rafael Solaz trabaja ya hace un año en inventariar el patrimonio del Cementerio General. Fue él quien lo bautizó como Museo del Silencio y también el autor del texto descriptivo que contendrá el futuro catálogo en tres idiomas: inglés, castellano y valenciano. "El primer paso fue explorar las secciones históricas a fondo para conocer su contenido con detalle y en esa fase tuve la sorpresa de encontrar algunas tumbas inesperadas", cuenta Solaz.

Se refiere entre otras a la del hermano de Pío Baroja, Néstor, que falleció en Valencia a la temprana edad de 24 años. Pero también a la de otros personajes en su día famosos olvidados por el paso del tiempo. El periodista Azzati, el pintor Cortina, Genaro Lahuerta, o el cronista Vicente Boix son algunos de ellos.

Una vez culminado el catálogo, el siguiente paso es fomentar su rehabilitación en un doble sentido. "Se instará a las familias a que restauren los panteones más deteriorados por su cuenta", explica Solaz. "Por otra parte, se ha firmado un acuerdo con la Universidad Politécnica de Valencia para que sus alumnos lleven a cabo esa tarea".

Rutas temáticas

Las visitas se iniciarán en junio, coincidiendo con la celebración de Funermostra de la que Lourdes Bernal es este año presidenta honoraria. Serán gratuitas, tendrán aproximadamente una hora de duración y en principio se organizarán dos días al mes como prueba para según la demanda del público diseñar distintas rutas, temáticas, de personajes, arquitectónica, etcétera.
"Antes de empezar tenemos noticia de varios colectivos que se han interesado por ellas", comenta Solaz. También se sabe que los turistas asiáticos se sienten muy atraídos por este tipo de visitas, quizá, por su distinta cultura de la muerte, o por el exotismo que para ellos tiene un cementerio occidental.
Los mitómanos también tienen buenos motivos para visitar la ciudad del más allá. Personajes célebres como Blasco Ibáñez, Joaquín Sorolla o el torero Granero; populares como Nino Bravo; o intelectuales y políticos de brillante trayectoria, Manuel Broseta, Emilio Attard o el Marqués del Campo, entre otros grandes hombres.

sábado, 11 de abril de 2009

Muere Corín Tellado, la escritora más prolífica del español


Vaya; ha muerto Corín Tellado, la extraordinaria autora de novela rosa; le escribí una biografía en la Wikipedia, que otros han ampliado notablemente en lo que toca a bibliografía. No he leído nada de ella, sólo ojeé algunas de sus novelas para saber de qué iba. En el artículo no he añadido mucho, sólo corregido un par de deslices estilísticos. Descanse en paz... Y a esperar que me plagien este artículo continuamente en las necrológicas de los periódicos -que los periodistas suelen llamar morituri, cuando esperan que alguien palme y las escriben por anticipado-, como suelen hacer.

lunes, 22 de diciembre de 2008

Ha muerto José Luis Giménez-Frontín

Ha muerto un manchego-catalán, el poeta y sobre todo hombre de letras José Luis Giménez Frontín; nadie le ha hecho ni siquiera una lápida en la Wikipedia y he tenido que ser yo quien empezara a mendigar información sobre él de aquí y allá para construirle un artículo decente en la enciclopedia de todos; no sabía de sus raíces manchegas hasta que un artículo del poeta de Alcázar de San Juan, que lo conocía bien, José Corredor Matheos, instalado en Barcelona y amigo suyo, me puso la mosca tras la oreja, aunque no decía nada de esos orígenes, el muy pícaro; sin embargo me picó la curiosidad y averigüé y averigüé sobre él y, en efecto, tiene raíces manchegas, de las que presumía en sus años antifranquistas en la universidad, al parecer. Además organizó los actos cervantinos del cuatricentenario en Barcelona, como responsable de la Fundación La Caixa, y ha escrito algunas obras de cervantista. Mi artículo ya está escrito, aquí. Descanse en paz este buen hombre y buen escritor, aunque algo disperso, quizá, muerto de un cáncer fulminante en tres semanas. Ahora será más difícil olvidarle.

domingo, 16 de noviembre de 2008

Lápida para Mercedes Fórmica

Cuando tantas feministas de mierda hay que desconocen su pasado y se creen estar fundando el feminismo a cada paso, ninguna ha llegado a escribir sin embargo un humilde artículo de Wikipedia para Mercedes Fórmica, la incansable luchadora por los derechos de la mujer en la España de Franco; suenan más los nombres de la Falcón y etcétera. Y ha tenido que ser un hombre, yo, quien le haga un artículo en la Wikipedia. Pues ya lo tiene, y escrito con rigor. Aquí está. Para que se sepa quién fue esta mujer tan ninguneada y orgullosa.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Ha muerto David Foster Wallace


Vaya por Dios; nació el mismo año que yo, en 1962, y ahora le da por colgarse de una cuerda, en un momento de distracción, cuando los encargados de impedirlo miraban hacia otro lado. La verdad es que desanima un poco. Se ha ido un escritor lúcido que merecía la pena leer y, junto a nuestro Fernando Vallejo, uno de los hijos póstumos de Destouches, más conocido como Louis Ferdinand Céline. Apenas he tenido tiempo de adecentarle su sepultura en la Wikipedia. Para la historia literaria, eso de considerar que la tv es un procedimiento narrativo nuevo en las letras de nuestro tiempo.

Debo leer su Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer.

Ya lo he leído. Siniestro lo del ayuda de cámara invisible.

miércoles, 19 de diciembre de 2007

Necrológicas

De todos los que abandonaron este mundo, echo a algunos de menos, aunque no murieron del todo: Francisco Umbral, Fernando Fernán-Gómez, José Luis de Vilallonga, Ingmar Bergman y Michelangelo Antonioni. Curioso: solamente escritores y directores de cine. De todos estos, mi devoción por Antonioni no hace sino crecer; hace unas semanas vi por primera vez Zabriskie Point, y me quedé prendado. Logra este genio lo que a muy pocos les ha sido dado hacer: conjugar distanciamiento y poesía, frialdad y pasión. Lo humano queda en sus películas reducido a una minúscula chispa de brillo en la eterna oscuridad. Su temática, la incomunicación y la imposibilidad de generar verdaderos sentimientos. Desolador. Es significativo que sea precisamente el director menos interesado por el ambiente y la contemporaneidad el que mejor ha plasmado el espíritu de una época, los sesenta, ya pasada.

jueves, 22 de noviembre de 2007

El abrazo de la lectura, de F. Fernán Gómez

Ha muerto; disfruté mucho leyendo El tiempo amarillo y Las bicicletas son para el verano, leyendo algunos de sus artículos en el suplemento de El País y viendo ese tremendo drama naturalista que es El mundo sigue, donde por fin vi una visión realista de la posguerra española y la película suya con la que más me identifico, aunque no dejaría verla a todo el mundo, tan dura es. Como actor se me ha quedado impresa su efigie en El abuelo y en La lengua de las mariposas. También recopiló unas cuantas anécdotas teatrales en un volumen que anda atravesado en la taquilla de mi instituto. Descanse en paz este ateo confeso.

F. FERNÁN GÓMEZ El País, 23/04/1994

El libro se abre ante nosotros como se abre de piernas la amante entregada y posesiva. Como abren los brazos para acogernos el amigo y el familiar.En mi prehistoria se abrieron para mí los brazos diminutos, débiles y sucios de los primeros cuentos de calleja. Ya entre ellos se observaban diferencias sociales. Los más baratos cabían en la palma de la mano, su letra era casi ilegible y tenían las mejillas manchadas de tiznones como de carbón o de tinta de escribir palotes, curvas y garrotes. No parecían pensados para que los leyeran los niños, sino las abuelitas, desojándose, al borde de la cuna. En cambio, los más caros, en octavo, se leían con facilidad y tenían letras de oro en la portada.
Vinieron después los libros de aventuras. Cuando aún no se ha llegado a la adolescencia, cuando aún no nos han amaestrado y no nos han inyectado en el cerebro la suficiente cantidad de resignación, nos asombra dolorosamente la monotonía de la existencia. ¿Cómo es posible -se pregunta el niño-, haber pasado ocho años padeciendo esta sórdida repitición cotidiana?. Los libros de aventuras, con su mentira piadosa, le abren las puertas de la esperanza.
Los libros escondidos. Los libros secretos. Hay que tenerlos debajo de los libros de texto. Leerlos cuando no nos ven nuestros mayores o los profesores, en el colegio. Son libros de aventuras, novelas folletinescas, policiacas. Y muy pocos anos después -no años, meses-, novelas pornográficas. Qué inefable placer me proporcionan esas lecturas. Aldous Huxley dijo: "una orgía real nunca excita tanto como un libro pornográfico". Y con esto no intento sugerir a nadie que abandone las orgías.

Pero también el libro tiene enemigos entre los de su propia especie. En mi caso personal, fueron los libros de texto del bachillerato. Qué repulsión, qué aversión me inspiraron. Odio al libro, odio a la lectura, odio al conocimiento. Por fortuna, había en Madrid muchísimos puestecillos callejeros en los que vendían a mitad de precio noveluchas de segunda mano, o de tercera o cuarta, sobadas y requetesobadas, noveluchas de aventuras, policiacas y también verdes. Aquellos puestecillos hicieron que se conservara vivo mi amor al libro, que los catedráticos escritores habrían conseguido asesinar. En la guerra de libros -como no puede ocurrir en las guerras de verdad-, ganaron los pobres.

Aparecieron después los que algunos consideran enemigos del libro: el cine, la radio, la televisión... son, es cierto, otros medios de difusión de la poesía, y también de la música y de las artes plásticas. Pero, aunque enemigos en cierto aspecto, es dificil que derroten al libro, ni creo que pongan en ello interés, El libro les lleva la ventaja de la corporeidad, de la cercanía. El libro lo tengo, lo poseo, puedo incluso darle achares, no mirarlo, no leerlo y, sin embargo, conservarlo. No es efímero. Puedo también tenerlo en las manos, acariciarle el lomo como a un perro amigo, hojearlo, sobarlo, puedo besar algunos de sus renglones si me han conmovido. Tanto si es un libro lujoso, encuadernado en suave piel, como si es un libro popular, de los que se doblan y se pliegan sumisos para ser leidos en la cama, con los que uno puede acostarse sin muchas dificultades ( ... )

Echo una mirada a la biblioteca. Cuántos libros en ella que ha devorado el olvido. Y cuántos que ya no podré leer. Quiero decirles a esos libros que no leeré nunca, que no se sientan despreciados. Sí sé que no los leeré es porque estoy en esa edad en la que al tiempo se le ve volar como a un gorrión asustado, en la que se nos escapa como agua en un cesto, en la que huye como algunos queridos recuerdos. Pero al decir adiós, que un libro me abra sus brazos y repose sobre mi pecho.

martes, 31 de julio de 2007

Otro muerto ilustre, Michelangelo Antonioni

Murió el mismo día que Bergman. Curioso: dos de los mayores tratadistas sobre la incomunicación, dos de los mayores representantes del cine existencial. De Antonioni poco conozco, pero hay una película suya que me alucina (el verbo está bien escogido): Blow Up. Es la más visual de sus películas, y desde luego tiene un aroma que perdura más allá del tiempo. El Londres moderniense que retrata es maravilloso, con sus casas de ladrillo viejo, sus anticuarios, sus parques abandonados, su moda de los años sesenta. El viento entre las hojas de noche, con muerto de mirada vidriosa, y la cámara transformada en un microscopio que descubre apenas un pequeño crimen en la placa de petri de la inmensidad. Me gustaría haber leído el cuento de Julio Cortázar en el que, al parecer, se inspira. Que esta obra es esencial lo demuestra la sucesión que tuvo: La conversación, de Francis Ford Coppola, etc... El amargo resumen de la obra se cifra en la escena final: unos mimos que le tiran una inexistente pelota al fotógrafo, quien se la devuelve para que todo pueda continuar.

sábado, 7 de abril de 2007

Ha muerto Paul Watzlawick

Estamos de grandes pérdidas últimamente; primero Baudrillard y ahora le ha todado a Paul Watzlawick, cuyo El arte de amargarse la vida tanto me ha enseñado y tan buenos ratos me ha hecho pasar. Para él existe una dicotomía esencial entre realidades primordiales, descritas por la objetividad de su estado físico, y agregadas, en las que interviene la subjetividad compleja del significado que les atribuimos. No hay, pues, una ‘realidad real’, sino representaciones de la realidad, donde también intervienen los imaginarios ‘patológicos’, las visiones supuestamente distorsionadas. Al respecto, y en Teoría de la Comunicación, bien está recordar los cinco axiomas que estableció en comunicación interpersonal para que una comunicación exista, funcione y no fracase:

  1. *Es imposible no comunicarse: Todo comportamiento es una forma de comunicación. Como no existe forma opuesta al comportamiento ("no-comportamiento" o "anti-comportamiento"), tampoco existe "no-comunicación". Como mínimo se comunica que no se quiere comunicar.
  2. Hay dos elementos de comunicación: contenido o transmisión de datos y envoltura o ambiente que rodea la comunicación y la relación que existe entre emisor y receptor. Toda comunicación posee nivel de contenido y nivel de relación, de forma que el último clasifica al primero y constituye por tanto metacomunicación; esto es, toda comunicación incluye aparte del significado literal información suplementaria sobre cómo quien habla quiere ser entendido y que le entiendan así como la manera como la persona receptora va a entender y la manera como el emisor ve su relación con el receptor.
  3. La naturaleza de una relación interpersonal depende de cómo se ordenen los actos comunicativos: tanto emisor como receptor de la comunicación estructuran el flujo de comunicación de diferente forma y así interpretan su propio comportamiento y del otro según las elipsis y señales de puntuación que establezcan. La comunicación humana no puede ser resuelta en un plano causa-efecto, sino que es un proceso cíclico.
  4. La comunicación humana implica dos modalidades: la que llama digital, que la teoría de los actos de habla denomimaría locutiva, y la analógica, que éstos rotularían ilocutiva: la comunicación no implica simplemente las palabras habladas (comunicación digital: lo que se dice); también es importante la comunicación no verbal (o comunicación analógica: cómo se dice).
  5. Los intercambios comunicacionales pueden ser tanto simétricos (relación de poder idéntica) como complementarios (uno ostenta mayor poder): dependiendo de si la relación de las personas comunicantes está basada en intercambios igualitarios, es decir, tienden a igualar su conducta recíproca; o si está basada en intercambios aditivos, es decir, donde uno y otro se complementan, produciendo un acoplamiento recíproco de la relación.