Mucha gente, que prefiere no pensar en esas cosas, olvida que los cementerios son también museos, y museos temáticos además, donde se concentra no sólo el arte escultórico de lo terrible, sino también el literario. Este artículo va de eso.
Los turistas que visiten Valencia a partir del próximo mes de junio tendrán un nuevo aliciente, la posibilidad de conocer la ciudad desde otro ángulo. Es el Museo del Silencio, una visita guiada por el corazón histórico del Cementerio General, que pondrá en valor su rico patrimonio monumental y botánico, así como el rastro de los grandes hombres y mujeres cuyos restos yacen en él.
Arte funerario a la intemperie que concentra gran variedad de estilos, desde el neogótico o neoclásico al romántico. Ángeles andróginos, centinelas del paraíso, cruces, obeliscos, lápidas y estelas. Más de un centenar de panteones del siglo XIX y varios cientos más del XX en un entorno privilegiado.
Un jardín mediterráneo formado por cipreses, palmeras, pinos, naranjos, eucaliptus y otras especies. Un poema de piedra que canta la fragilidad de la carne y muestra el culto que los vivos rendimos a los muertos.
Con esta iniciativa, Valencia entra a formar parte de la élite de los camposantos e ingresa en el Circuito Europeo de Cementerios junto a otras capitales que pueden presumir de sus respectivas necrópolis. "Se me ocurrió esta idea después de descubrir el bellísimo cementerio de Praga", comenta la concejala Loudes Bernal, impulsora de la iniciativa.
"El objetivo es dar un poco de vida a la ciudad de los muertos con el debido respeto a sus ocupantes y, al mismo tiempo, revalorizar su contenido que incluye elementos muy interesantes y a veces olvidados como el panteón de Bomberos", añade Bernal.
El historiador Rafael Solaz trabaja ya hace un año en inventariar el patrimonio del Cementerio General. Fue él quien lo bautizó como Museo del Silencio y también el autor del texto descriptivo que contendrá el futuro catálogo en tres idiomas: inglés, castellano y valenciano. "El primer paso fue explorar las secciones históricas a fondo para conocer su contenido con detalle y en esa fase tuve la sorpresa de encontrar algunas tumbas inesperadas", cuenta Solaz.
Se refiere entre otras a la del hermano de Pío Baroja, Néstor, que falleció en Valencia a la temprana edad de 24 años. Pero también a la de otros personajes en su día famosos olvidados por el paso del tiempo. El periodista Azzati, el pintor Cortina, Genaro Lahuerta, o el cronista Vicente Boix son algunos de ellos.
Una vez culminado el catálogo, el siguiente paso es fomentar su rehabilitación en un doble sentido. "Se instará a las familias a que restauren los panteones más deteriorados por su cuenta", explica Solaz. "Por otra parte, se ha firmado un acuerdo con la Universidad Politécnica de Valencia para que sus alumnos lleven a cabo esa tarea".
Rutas temáticas
Las visitas se iniciarán en junio, coincidiendo con la celebración de Funermostra de la que Lourdes Bernal es este año presidenta honoraria. Serán gratuitas, tendrán aproximadamente una hora de duración y en principio se organizarán dos días al mes como prueba para según la demanda del público diseñar distintas rutas, temáticas, de personajes, arquitectónica, etcétera.
"Antes de empezar tenemos noticia de varios colectivos que se han interesado por ellas", comenta Solaz. También se sabe que los turistas asiáticos se sienten muy atraídos por este tipo de visitas, quizá, por su distinta cultura de la muerte, o por el exotismo que para ellos tiene un cementerio occidental.
Los mitómanos también tienen buenos motivos para visitar la ciudad del más allá. Personajes célebres como Blasco Ibáñez, Joaquín Sorolla o el torero Granero; populares como Nino Bravo; o intelectuales y políticos de brillante trayectoria, Manuel Broseta, Emilio Attard o el Marqués del Campo, entre otros grandes hombres.
El pequeño campo santo
ResponderEliminarAl final de la avenida donde desemboca la calle en la que nací se encuentra este campo santo, que ahora han bautizado como Museo del Silencio. Bautizar cementarios, caray con la mercadotecnia.
Cuando era pequeño he recorrido decenas de veces el camino del cementerio que ahora será objeto de visita guiada y por allí protagonicé paseos familiares y salidas en bicicleta, huídas de la ciudad hacia la huerta de la que no queda apenas rastro.
Subido en las vías del tren que cirucunvala el cementerio por el noreste, fumé mis primeros cigarrillos. En la grava, cara al campo santo, mientras poníamos monedas o piedras en las vías para que las aplanaran los mercancías que circulaban a toda velocidad a pocos metros de nosotros.
Recuerdo que mientras cursaba quinto de EGB, 10 años, murió mi maestro y la clase al completo fuímos a su entierro. Un grupo, una vez terminada la sepultura, decidimos hacer la visita por nuestra cuenta. ¡Qué cosas! ¡nos dejaron solos!
Visitamos familiares de alguno de ellos, curioseamos las fechas, datamos la más antigua en el XIX, paseamos por los mausoleos y descubrimos hermosas estatuas. Observamos como los más pobres no habían repuesto las flores, marchitas y mustias nadie las retiraba entonces. En un momento sonó la sirena de aviso, cerraban. Estábamos en los mausoleos y la brisa levantó una hoja que rasgó el suelo a nuestra espalda. Corrimos y reímos, no éramos tan hombres.
Salimos finalmente y frente a la puerta principal como Cicerón de mis compañeros les señalé un pequeño campo santo que hay en ese lugar para los protestantes.
Este pequeño campo santo, lo conocía de visitas con mi madre cuando le pregunté por él, ella que es muy manchega dijo que era donde enterraban a los sin Dios. Por mi cuenta descubrí la realidad, y comentamos la historia.
Esta obra de la intolerancia religiosa debería entrar en la visita guiada pues creo recordar que es antiguo y aunque nunca lo he visitado, supongo que también tendrá su valor histórico artístico. Claro que conociendo como las gastan aquí, será mejor santiguarse.