Murió el mismo día que Bergman. Curioso: dos de los mayores tratadistas sobre la incomunicación, dos de los mayores representantes del cine existencial. De Antonioni poco conozco, pero hay una película suya que me alucina (el verbo está bien escogido): Blow Up. Es la más visual de sus películas, y desde luego tiene un aroma que perdura más allá del tiempo. El Londres moderniense que retrata es maravilloso, con sus casas de ladrillo viejo, sus anticuarios, sus parques abandonados, su moda de los años sesenta. El viento entre las hojas de noche, con muerto de mirada vidriosa, y la cámara transformada en un microscopio que descubre apenas un pequeño crimen en la placa de petri de la inmensidad. Me gustaría haber leído el cuento de Julio Cortázar en el que, al parecer, se inspira. Que esta obra es esencial lo demuestra la sucesión que tuvo: La conversación, de Francis Ford Coppola, etc... El amargo resumen de la obra se cifra en la escena final: unos mimos que le tiran una inexistente pelota al fotógrafo, quien se la devuelve para que todo pueda continuar.
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