jueves, 9 de agosto de 2007

El desperdicio

Resulta muy frustrante saber que uno puede rendir un servicio útil a la ciencia y encontrarse imposibilitado para poderlo hacer por la desgana. Falta el estímulo, la voluntad y sobre todo la recompensa. Uno no se siente gratificado por ello. El sacrificio resulta estéril, y la negación resulta la única actitud que puede impedir el dolor. La gente sin complejos siente gratificación por su trabajo; ¿por qué yo no lo siento? La respuesta se encuentra quiza en el pasado de las personas, que programa su futuro de una forma difícilmente verbalizable. En la infancia y en la juventud. La soledad hace mucho daño, y la soledad en condiciones de miseria afectiva mucho más todavía. La soledad es como un capullo que no abriga, sino que enreda y asfixia; un sudario, a fin de cuentas.

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