El portero Robert Enke, que tiene nombre de cometa, tras tantos años repeliendo balones, se ha marcado un autogol. El transformarse en un valladar impenetable provoca que uno termine tirándose penaltis a sí mismo, por pura soledad; una soledad similar a la que padecía esa pobre modelo surcoreana, Daul Kim, bella, bellísima, pero sola como una estrella suelta en un absolutamente oscuro firmamento; las estrellas suelen ser contempladas por todos los ojos, pero se encuentran solas y distantes, en una fría lejanía de millones de años luz, rodeadas como joyas perfectas por un negro terciopelo de materia oscura imperfecta. Él perdió a una hija, ella era una hija sin padre. Ella puso una música house, I go deep, de Jim Rivers, apta para un último desfile. Él escribió unas letras: estaba harto de disimular ser un muro a lo Pink Floyd y se derrumbó, o dejó que lo derrumbara una locomotora.
Quiero imaginarme una región de penumbra donde encuentro a estos dos corazones ya quietos y los siento a la misma mesa a esperar por toda la eternidad.
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