domingo, 22 de noviembre de 2009

Esperar sin esperanza

El portero Robert Enke, que tiene nombre de cometa, tras tantos años repeliendo balones, se ha marcado un autogol. El transformarse en un valladar impenetable provoca que uno termine tirándose penaltis a sí mismo, por pura soledad; una soledad similar a la que padecía esa pobre modelo surcoreana, Daul Kim, bella, bellísima, pero sola como una estrella suelta en un absolutamente oscuro firmamento; las estrellas suelen ser contempladas por todos los ojos, pero se encuentran solas y distantes, en una fría lejanía de millones de años luz, rodeadas como joyas perfectas por un negro terciopelo de materia oscura imperfecta. Él perdió a una hija, ella era una hija sin padre. Ella puso una música house, I go deep, de Jim Rivers, apta para un último desfile. Él escribió unas letras: estaba harto de disimular ser un muro a lo Pink Floyd y se derrumbó, o dejó que lo derrumbara una locomotora.
Quiero imaginarme una región de penumbra donde encuentro a estos dos corazones ya quietos y los siento a la misma mesa a esperar por toda la eternidad.

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