viernes, 31 de marzo de 2017

Una parodia de Poe por Jorge Llopis

EL LORO
(Con permiso  de míster Poe)

A Susana Canales, que es como decir
a Diana, a Venus, a Minerva, pero más
guapa que ellas.


Una noche bochornosa;
una noche cuya atmósfera execrable,
tremebunda y apestosa,
incordiosa,
despreciable,
excitaba mi cabeza sudorosa,
yo me hallaba en mi casucha miserable
de Tortosa.

A mi frente hipocondriaca
se acercaban mil ruidos, que yo, obseso,
repetía, lo confieso:
una vaca
de regreso
a su establo, que es caricia, mimo y beso,
y más lejos – traca, traca, traca, traca-,
un expreso.

Una mano acaso experta
en dar golpes agoreros, inquietante,
asestó sobre mi puerta
-puerta tuerta
que a Levante
daba siempre-, cierto golpe espeluznante.
Yo repuse con el alma casi muerta:
“¡Adelante!”

Mi cabello se ensortija
de emoción al recordarlo… Sudo y lloro…
Mi razón se desvencija…
Rememoro:
La manija
de la puerta gira, gira… Me incorporo,
y en la helada y nada cómoda rendija,
veo un loro.

Aquel pájaro precito,
que nació en el cacahué y el aguacate,
derechito, derechito,
el maldito
botarate,
se subió en un cortinón color granate,
y dio un grito, un pavoroso y torvo grito:
“¡Chocolate!”

¿Fue sentencia cabalística,
o enigmático y teúrgico el acróstico?
¿Era un lapsus de lingüística?
¿Era mística,
y el diagnóstico
mistagógico era luz y viento gnóstico?
¿O era, en cambio, tongo y filfa silogística
de pronóstico?

Dirigime al ave impía
-disculpad que mis anhelos no recate-
y le dije: “Por mi tía
Rosalía
Cabañate,
que no sé si lo que has dicho es un dislate”.
Mas el pájaro, obstinado, repetía:
“¡Chocolate!”

“¿Qué sentido sobrehumano
le estás dando a esas tabletas, que en la tienda
compra el probo ciudadano?
Haz que entienda,
loro hermano;
haz que caiga de mis ojos esta venda,
ya que veo solamente en ese arcano
la merienda.

¿Por qué vite y admitite?
¿Por qué trágico e insólito avenate
un tortazo no “te” dite?
¿Por qué oíte?
Por qué late
en mi pecho un corazón que se debate…?”
Un silencio, y luego el pájaro repite:
“¡Chocolate!”

De mi oído ya apoplético
no se borra tu tremendo aviso fónico,
y mi duda te hace herético
o exegético
o plutónico.
Mas, ¿quién eres, que así parlas, salomónico?
¿Un Cagliostro o un augur seudo magnético
macarrónico?

“No pretendas que yo trate
-dijo el loro con sonrisa indefinida
y un fulgor color tomate-
del remate
de esta vida:
chocolate es lo que aliente y lo que late,
y el origen y el final de esta partida:
chocolate”.

“¡Líbrame ya de tu yugo!”
-espetele con el alma majareta-
y caí de mi banqueta,
hecha en Lugo,
de moqueta,
y en el suelo fui chupando todo el jugo
a una estatua en alabastro del poeta
Víctor Hugo.

Una gran metamorfosis
me cambió desde esa noche. En mi petate
grito, lleno de neurosis…
La halitosis
me combate,
y remite si suavizo mi gaznate,
degustando e ingiriendo a grandes dosis
¡¡chocolate!!

Ristra de 23 banqueros chorizos


http://www.ecorepublicano.es/2014/01/ranking-de-los-banqueros-mas-corruptos.html

jueves, 30 de marzo de 2017

La conciencia no está de moda

Hay un libro muy interesante del economista y escritor José Luis Sampedro titulado Conciencia del subdesarrollo (1972). Su autor ya es en sí mismo interesante: economista... y no obstante escritor de ficción; toda ficción es utopía, como bien sabía Cervantes. Agua y aceite, en suma. La utopía casa mal con la economía. Esta contradicción se expresa también en el título, que intenta unir cosas desparejas y sin concierto alguno.

Alguna vez he visto o creído ver esa desazón en personas incómodas con los oficios que desempeñan; un juez que dicta una sentencia en que no cree o considera injusta la ley que aplica, testimonio del dominio de la fuerza contra el débil o de los bien pagados leguleyos contra aquellos que ni siquiera saben redactar un papel. La ley no deja espacio a la conciencia. O a la justicia, si prefieren. O a la sociedad: se suele hablar de mala conciencia cuando la conciencia es siempre buena; o sea, que lo bueno sería dejarse llevar, como el pueblo alemán se dejó llevar al nacionalsocialismo. Lo que Hannah Arendt llamaba la "banalidad del mal", queriendo decir la vulgaridad, cotidianidad y abundancia a granel del mal. Esa expresión, mala conciencia, ya dice mucho sobre cómo es la sociedad; Rousseau no estaba tan equivocado, después de todo. La sociedad es... económica. O capitalista, si prefieren. Rousseau no tenía entonces la palabra y habló sencillamente de sociedad, a secas. Una sociedad que es mala para el individuo desnudo. O salvaje, si prefieren. Para todo lo natural. No resulta extraño que en Rousseau, traducido en el XVIII al castellano por el manchego de Daimiel Pedro Estala, se encontrara ya por vez primera bosquejado el concepto de alienación.

Una vez a un padre le vino su hija diciéndole que había niños malos en el colegio que la molestaban. El padre pidió que le dijese quiénes eran esos niños. E investigó sobre sus padres. Y cuando en otra ocasión le vino a decir lo mismo, le contestó: "No son malos. Han tenido mala suerte, nada más. Ten cuidado con ellos, pero no olvides nunca lo que te acabo de decir".

La suerte está muy mal repartida, y no se redistribuye mediante impuestos y leyes. También están muy mal repartidos los libros. No compré el de Sampedro en una librería. Está descatalogado, y con el iva peperil a la cultura (el porno tiene un iva inferior al de los libros) los libros se han puesto carísimos. Lo compré por un euro en una librería de segunda mano. Allí había enciclopedias de veinte tomos enteras a veinte euros. ¡Y nadie las compra!

Sampedro habla de dependencia, de interdependencia y de independencia; de la necesidad de una "conciencia mundial", de la UNCTAD (cuán curioso que los medios prefieran hablar del FMI, gobernado ha poco por estafadores, corruptos y violadores, y no de esta institución) y de la "urbe mundial", que llamaban entonces "aldea global". Y lo hacía hace 45 años, sin que las cosas hayan cambiado en absoluto salvo en que ha aumentado la balanza de la desigualdad y la distribución de la riqueza todavía más a favor de los ricos. Dice Sampedro: "El sistema está muerto pero, como tantos otros elefantes que me encantaría detallar, aún se tiene en pie. Sigue, por tanto, manteniendo el subdesarrollo, y volvemos a la pregunta: ¿va a seguir así? ¿Cabe hacer algo?" (p. 162). Hace 45 años. La cuarta revolución industrial no va a mejorar las cosas: causará siete veces más desempleo, dicen en Davos. El descontento ya ha empezado a aflorar en los lugares donde primero empieza a aparecer: los países anglosajones. Después se vendrá para acá. Y las  cosas quizá cambien... o no. Mientras, el malestar crece. Como la desigualdad. Como la corrupción.

Hay un libro de Manuel Machado que se titula El mal poema. Salió en 1909, el año en que brotó (en otra parte) la primera de las Vanguardias artísticas que vinieron a clausurar ese importante y múltiple periodo estético, el del llamado posromanticismo (pongámoslo en minúscula, para dar gusto a los académicos sin gusto) que liquidó la cosmovisión clásica y humanista y la sustituyó por una sociedad de masas. Allí se da una visión de España que parece la de ahora mismo. Habla de "la fiesta nacional", como Mecano, y de los botellones que hacían los modernistas en tascas de mala muerte. El poema al que quiero referirme se titula "Prólogo-epílogo", porque comienza y termina en lo mismo, o, como escribía otro poeta de entonces, T. S. Eliot, en el segundo de sus Cuatro cuartetos, "East Cocker": "En mi principio está mi fin", que concluye con "en mi fin está mi principio". El lema de la reina María de Escocia. Como en Final de partida de Samuel Beckett, qué más da. El poema de Manuel Machado describe una España como la de hoy. Por eso es clásico:

En un pobre país viejo y semisalvaje,
mal de alma y de cuerpo y de facha y de traje,
lleno de egoísmo antiartístico y pobre
(los más ricos apilan Himalayas de cobre
y, entre tanto cacique tremendo, qué demonio,
no se ha visto un Mecenas, un Lúculo, un Petronio)
no vive el Arte... O, mejor dicho, el Arte,
mendigo, emigra con la música a otra parte.
Luego la juventud que se va, que se ha ido,
harta de ver venir lo que al fin no ha venido.

En este pasaje está lo de siempre: el envejecimiento de la población, la mediocridad de la clase media española, los ricos haciéndose más ricos, el desprecio a la cultura y la ciencia, el caciquismo corruptor, la emigración a Europa de una juventud desencantada gobernada por viejos que la engañan. O sea, el ahora mismo. Y contado por el hermano de derechas de Antonio. Hoy, cuando menos, existe un rico de origen humilde que distribuye algo que tendrían que haber distribuido los impuestos: Amancio Ortega, que no acabó la EGB, ha dado parte de su fortuna para equipar los servicios de oncología de la sanidad pública española. ¡Vergüenza debía darle al Gobierno! ¡Y a los ricos que no dan nada sino a Suiza! Pero, ya, claro, lo que decía al principio: la conciencia no está de moda. Para sentir vergüenza tendrían que conocer no solo la palabra, sino el concepto, y, después, sentir el sentimiento, si es que lo saben reconocer: alfabetización emocional. En Castilla-La Mancha tenemos las listas de espera más largas de España. Y el esposo de la Cospedal, el múltiple, invirtiendo en sanidad privada... "Entre tanto cacique tremendo..."

Ya lo dijo Sampedro: "¿Cabe hacer algo? Ya advertí en las primeras páginas que no debían esperarse recetas. Pero tengo que mencionar al menos las orientaciones sugeridas por el deseo de reducir la dependencia en su doble vertiente de la marginación interior de ciertos grupos y la exterior de ciertos países. En el interior, la dependencia viene impuesta por la desigual distribución del ingreso ligada a las concentraciones de poder. La acción empieza, claro está, por tomar conciencia y por difundirla. Contra los intereses establecidos -y por este mero hecho, declarados sagrados e intocables- es inútil apelar a la razón" (p. 162).

Esto es: hay que tomar conciencia y difundirla. "Lo que hay en la raíz de nuestros males es una increíble ceguera para la necesidad de las innovaciones e inventos en el campo social" (p. 168) Una ceguera muy característica; una ceguera que no es solo española.

domingo, 26 de marzo de 2017

Javier Marías, Qué no es una sociedad libre

Javier Marías, Qué no es una sociedad libre. El País, 26-III-2017:

Va siendo hora de que los españoles se den cuenta de que la democracia que tenemos desde hace cuarenta años está amenazada por demasiados flancos.

PERIÓDICAMENTE, UNO llega a la conclusión de que a buena parte de los españoles no les gustan la democracia ni las sociedades libres (o lo que se conoce como tales, inexactamente). Es más, les parecen un estorbo, un engorro, una atadura. Si bien se piensa, no tiene demasiado de extraño, dada nuestra trayectoria histórica y dado de dónde salimos hace unos cuarenta años. España sigue llena de admiradores de Franco, y lo peor es que los hay en casi todos los partidos, sean de derechas, de izquierdas, nacionalistas, o demagógicos y totalitarios (lo que ahora se llama benévolamente “populistas”). Unos dicen odiarlo, a Franco, pero no dejan de imitarlo y por lo tanto de admirarlo. Por no hablar de otras figuras, pasadas y actuales, que también se le parecen. Hoy descuellan Putin, Erdogan, Trump, Orbán, Szydla y Maduro, por ceñirnos a los que tienen el poder en sus manos

He dicho “buena parte de los españoles”. Los líderes son unos pocos, sin embargo. Pero a ellos hay que añadir a muchos de los militantes de los respectivos partidos y a no pocos de sus electores, que con sus votos los aplauden y procuran que manden. El número, así, crece insospechadamente. El PP sabemos hace mucho que es escasamente democrático: lo demuestra con creces cada vez que obtiene mayoría absoluta e impone leyes sin discutirlas con nadie y en contra de los ciudadanos. La ley mordaza y la conversión de TVE en una fábrica de propaganda (o, en su defecto, en una grotesca página de sucesos) son sólo un par de pruebas fehacientes. ERC, PDECat y la CUP son formaciones con vocación absolutista, dispuestas a dar golpes de Estado encubiertos y a imponer su voluntad sin mayoría a todos los catalanes: sus triquiñuelas y su uso de TV-3 y demás medios públicos superan la manipulación del PP, si ello es posible. De Bildu y similares no hablemos, nunca han ocultado sus simpatías por los métodos violentos para doblegar a quienes no están de acuerdo con ellos.

Ahora ha salido a la luz algo sabido hace tiempo por cuantos escribimos en prensa: la petición de amparo de la Asociación de la Prensa de Madrid ante los ataques e intimidaciones por parte de Podemos y sus acólitos orquestados. No sé si, como afirma la APM, provienen de sus dirigentes. Lo que es de sobra conocido es que, persona que critica a ese partido, persona objeto de difamación e insultos concertados en las redes sociales. Dejemos de lado a esos líderes, que han alegado no poder controlar a sus militantes más fanáticos. De los partidos también revela mucho su clase de militantes o forofos, porque de ellos saldrán los mandatarios y cargos futuros. Pero es que además Pablo Iglesias pone en cuestión la libertad de prensa “porque a la prensa nadie la ha elegido” (cito de memoria). Veamos. En una sociedad libre y democrática se eligen los gobernantes, nada más, y no se les extiende un cheque en blanco por ello. Sólo en las totalitarias (ya lo expresa la palabra) esos elegidos o golpistas, según el caso, invaden hasta el último rincón y lo regulan todo, sin permitir que nada escape a su vara. Se empieza por decidir quiénes pueden fundar un periódico o tener una emisora, después quiénes pueden escribir o hablar en ellos, más tarde quiénes pueden hacer películas o escribir novelas, y se acaba por señalar quiénes pueden abrir una tienda o un bar o sentarse en los bancos de los parques. Más o menos lo que hemos visto hacer en películas y series a las diferentes mafias, desde los Soprano hasta la Camorra, que, como recordarán sus espectadores, dan o niegan la venia hasta para limpiar la hojarasca de “sus” barrios. Que hay y ha habido Gobiernos que se comportan como mafias, tenemos cuantiosas muestras fuera de las ficciones. Eso sí, encima tratan de legitimarse porque “han sido elegidos” o “aclamados”. Como si eso bastara para actuar a su antojo y controlarlo todo. Los totalitarios se amparan a menudo en lo que llaman “democracia directa”, a base de consultas, referendos y plebiscitos. Del timo que esto supone numerosas veces, habrá que hablar otro día, con el ejemplo flagrante de los convocados por el Ayuntamiento de Madrid con un cinismo sonrojante y no muy distinto del de los regidores del PP anteriores. Del adversario ideológico también se aprende, cuando éste es hábil y queda impune. Lo mismo que han aprendido de Franco sus aventajados alumnos de Junts pel Sí: fue Franco quien inventó –en tiempos recientes y en nuestro territorio– que quien lo atacara a él atacaba a la patria.

Va siendo hora de que los españoles que sí quieren una sociedad libre y democrática, en la que no haya que mostrar adhesión para todo, se den cuenta de que la que hemos tenido durante los últimos cuarenta años (tan imperfecta y frustrante como quieran) está amenazada por demasiados flancos. Cruzarse de brazos supone allanarles el camino a los amenazantes. Ustedes verán qué hacen y qué votan, a la próxima. Ustedes verán si hacen algo, o no hacen nada.

Las armas de la fe

El fallecimiento casi simultáneo de Martin McGuinness y de la cordial filopapista Paloma Gómez Borrero me ha hecho reflexionar un poco (solo un poco: nunca me hice ilusiones sobre mi inteligencia) sobre dos tipos de catolicismo que se han dado y dan incluso hoy. Hay un terrorismo católico (cuya vertiente popular es más bien un pantuflismo católico) que consiste en exseminaristas del IRA o la ETA, ideólogos como el canónigo manchego Mugueta que auspiciaron la guerra civil contra los rojos (que traduciremos del fascista a "demócratas") o los ultras que se fabricaron un Dios de derechas, a su imagen y semejanza, con un Cristo-Mahoma más que rey sultán (y aun Erdogán), con una cara opuesta de guerrillero y guevariano (el "Che" solo era, según Savater, "un Rambo de izquierdas" crucificado por la CIA para justificar el engorde de sus dietas). Muchos de estos fanáticos solo ocultaban en realidad a románticos desesperados, deseosos de pureza y, a decir verdad, carentes de la virtud más esencial: la humildad.

El amor de esa clase de religiosos por las armas es característico; Pedro, por ejemplo, fundador de los soi-disants católicos, siempre llevaba una espada colgando y llegó a usarla para cortar orejas, aunque el muy cobarde se las cubrió tres veces, como hacen sus herederos cuando se habla de pedofilia y de su "San" Francisco (Franco), cuyas facturas no quieren pagar; al cura Don Camilo (y a Pepone) de Giovanni Guareschi le gustaban a rabiar (me he leído todas sus novelas) pero a estos cristianos armados hasta los dientes como los del IRA o ETA no los inspira la religión verdadera, sino un mero y ciego y romántico fanatismo que encubre, ya lo he dicho, una egolatría de bastante estatura; incluso de la estatura de la cruz del Valle de los caídos no precisamente por la democracia y por la convivencia; nunca ha habido en España monumento alguno para estos. 

De hecho, las guerras civiles siempre las ganan los Caínes, a los que podemos identificar no por su nombre, sino porque siempre portan un arma, aunque sea una mera quijada de asno. Las ganan los militares, y entre ellos los mejor pertrechados, contra los civiles indefensos. Cuando las guerras son caras, se las pagan los ricos a que en realidad sirven (Juan March, por ejemplo). Los hermanos militares nunca serán nuestros guardianes, aunque pensemos que sí; lo saben en Argentina y en Chile, y en España los que leyeron su nombre en las listas de gente prescindible durante el 23-F (están publicadas, pero ya se sabe qué es lo que se recuerda y lo que no en esta prensa de mierda). Las espadas de los cruzados tienen forma de cruz y las de los musulmanes de media luna, aunque solo la cruz es un instrumento de ejecución, y si estos últimos tienen su yihad o guerra santa, los cristianos tienen el versículo de Mateo, X, 34: "Yo no he venido a traer la paz, sino la espada". Si me dicen que se debe interpretar en sentido espiritual, yo les diría que lo mismo cabría hacer también con las suras del Corán sobre la yihad, pero la verdad es que quienes se fueron a las Cruzadas azuzados por los papas no eran de esa opinión. No voy a decir que en el pasado el Islam fue tan tolerante como hoy lo es el Cristianismo, que tuvo sus propias guerras sectarias entre católicos y protestantes hasta que la potencia defensora del cesaropapismo, la fanática España, quedó desarmada y derrotada. No: Cristo no mató a nadie, Mahoma sí: ordenó el genocidio de  los Banu Qurayza, por ejemplo. Ese elemento humilde y de mala conciencia del cristianismo terminó al cabo por desarrollarse contra el fanatismo de otros cristianos, y se separaron así definitivamente a mediados del XVII religión y estado; la paz volvió a una Europa más humilde, la Europa del humanismo frente a la del mesianismo. 

Porque España es mesiánica. Los españoles siempre hemos andado en busca de esa pureza de la que hemos hablado y echamos fuera de la piel de toro a musulmanes, judíos, humanistas, protestantes, moriscos, liberales y demócratas: nos empobrecimos, no solo espiritualmente. Mesías ya hemos tenido demasiados, incluso ahora tenemos un Messi y la adoración de la pelota, que nos ha librado de mesianismos más peligrosos pero nos ha empobrecido igual. En realidad, cualquier texto sagrado puede interpretarse mal o incluso al revés y nadie nos puede decir qué es lo correcto; de ahí la multiplicidad de las sectas, cada una con su particular y partiporculizante mesías. Es la sensación que se saca tras leer Las preguntas de Zapata, el famoso libelo contra la Biblia de Voltaire que leí hace unos treinta años. 

Baroja dejó escrito que los españoles han resuelto todos los problemas esenciales de la vida negándolos; que esa es la única manera de resolverlos. Para hacer algo así siempre hace falta un mesías y su correspondiente demonio que lo justifique, lo ensalce, lo entronice, lo divinice, le dé el status de Dios indiscutible e indiscutido, puro, purísimo, místico, español.

La salvación está en ocuparse de cosas más patateras y humildes todos los días: el trabajo, la comida, la ciencia, el ahorro, la enseñanza, la gente, pagar las cuentas... Lo vio la Institución Libre de Enseñanza, el intento más serio de reforma europeizadora que hemos tenido. Lo realmente universal y unánime es la ciencia, no la mística. Todos los científicos son unánimes a la hora de definir un átomo, tiene un solo significado; pero hay mil opiniones, todas ellas perfectamente improbables y ridículas, sobre lo que sea o pueda ser Dios. Incluso la de que es el perfecto pretexto para justificar el exterminio del hombre.

jueves, 23 de marzo de 2017

Un periodista ciudarrealeño, Luciano González, descubre artículos periodísticos inéditos de Antonio Cánovas del Castillo

Luciano González Ossorio, veterano periodista nacido en Ciudad Real en 1933 afincado en Málaga desde 1975 y ateneísta como Antonio Cánovas del Castillo, fue durante muchos años jefe de prensa con los alcaldes de Málaga Pedro Aparicio y Celia Villalobos y ha realizado a sus 83 años en 2016 una tesis magnífica con la obra periodística del citado Antonio Cánovas del Castillo donde descubre más de un centenar de nuevos artículos inéditos, sobre todo de su más temprana juventud. Le he escrito una biografía en la Wikipedia, donde también hay un enlace a uno de los volúmenes de su tesis:

https://es.wikipedia.org/wiki/Luciano_Gonz%C3%A1lez

miércoles, 22 de marzo de 2017

Fundamentos para la felicidad

De un profesor de psicología de Harvard, leído por ahí:

"Es precisamente la expectativa de ser perfectamente felices lo que nos hace serlo menos”

Estos son seis consejos principales para sentirse afortunado y contento:

1. Perdone sus fracasos. Es más: ¡celébrelos! “Al igual que es inútil quejarse del efecto de la gravedad sobre la Tierra, es imposible tratar de vivir sin emociones negativas, ya que forman parte de la vida, y son tan naturales como la alegría, la felicidad y el bienestar. Aceptando las emociones negativas, conseguiremos abrirnos a disfrutar de la positividad y la alegría”, añade el experto. Se trata de darnos el derecho a ser humanos y de perdonarnos la debilidad. Ya en el año 1992, Mauger y sus colaboradores estudiaron los efectos del perdón, encontrando que los bajos niveles de este hacia uno mismo se relacionaban con la presencia de trastornos como la depresión, la ansiedad y la baja autoestima.

2. No dé lo bueno por hecho: agradézcalo. Cosas grandes y pequeñas. "Esa manía que tenemos de pensar que las cosas vienen dadas y siempre estarán ahí tiene poco de realista".

3. Haga deporte. Para que funcione no es necesario machacarse en el gimnasio o correr 10 kilómetros diarios. Basta con practicar un ejercicio suave como caminar a paso rápido durante 30 minutos al día para que el cerebro secrete endorfinas, esas sustancias que nos hacen sentir drogados de felicidad, porque en realidad son unos opiáceos naturales que produce nuestro propio cerebro, que mitigan el dolor y causan placer, según detalla el entrenador de easyrunning y experto corredor Luis Javier González.

4. Simplifique, en el ocio y el trabajo. “Identifiquemos qué es lo verdaderamente importante, y concentrémonos en ello”, propone Tal Ben-Shahar. Ya se sabe que “quien mucho abarca, poco aprieta”, y por ello lo mejor es centrarse en algo y no intentarlo todo a la vez. Y no se refiere solo al trabajo, sino también al área personal y al tiempo de ocio: “Mejor apagar el teléfono y desconectar del trabajo esas dos o tres horas que se pasa con la familia”.

5. Aprenda a meditar. Este sencillo hábito combate el estrés. Miriam Subirana, doctora por la Universidad de Barcelona, escritora y profesora de meditación y mindfulness, asegura que “a largo plazo, la práctica continuada de ejercicios de meditación contribuye a afrontar mejor los baches de la vida, superar las crisis con mayor fortaleza interior y ser más nosotros mismos bajo cualquier circunstancia”. El profesor de Harvard añade que es también un momento idóneo para manejar nuestros pensamientos hacia el lado positivo, aunque no hay consenso en que el optimismo llegue a garantizar el éxito, sí le aportará un grato momento de paz.

6. Practique una nueva habilidad: la resiliencia. La felicidad depende de nuestro estado mental, no de la cuenta corriente. Concretamente, “nuestro nivel de dicha lo determinará aquello en lo que nos fijemos y en las atribuciones del éxito o el fracaso”. Esto se conoce como locus de control o 'lugar en el que situamos la responsabilidad de los hechos', un término descubierto y definido por el psicólogo Julian Rotter a mediados del siglo XX y muy investigado en torno al carácter de las personas: los pacientes depresivos atribuyen los fracasos a sí mismos, y el éxito, a situaciones externas a su persona; mientras que la gente positiva tiende a colgarse las medallas, y los problemas, “casi mejor que se los quede otro”. Sin embargo, así perdemos la percepción del fracaso como 'oportunidad', que tiene mucho que ver con la resiliencia, un concepto que se ha hecho muy popular con la crisis, y que viene prestado originariamente de la Física y de la Ingeniería, con el que se describe la capacidad de un material para recobrar su forma original después de someterse a una presión deformadora. "En las personas, la resiliencia trata de expresar la capacidad de un individuo para enfrentarse a circunstancias adversas, condiciones de vida difíciles, o situaciones potencialmente traumáticas, y recuperarse saliendo fortalecido y con más recursos”, afirma el médico psiquiatra Roberto Pereira, director de la Escuela Vasco-Navarra de Terapia Familiar.

martes, 21 de marzo de 2017

El decimonónico periodista reaccionario manchego fray Agustín de Castro

Del poco estudiado conquense de Tarancón fray Agustín de Castro, uno de los primeros periodistas manchegos, entresaco estos textos del libro sobre el diario Lanza publicado por José Antonio Casado:

En el artículo con el que encabezaba el primer número de La Atalaya definió así sus propósitos:

 «Yo acá, a mi modo gerundial y quijotesco, voy a establecer una política correspondencia con ustedes [los liberales] y el pueblo español. La ley es una misma para todos; no ha «pitanzas» ni «bajáes», sino amor a la religión, a la verdadera libertad y a nuestro deseado Fernando, que esto y no otra cosa es lo que ha dirigido mi pluma hasta ahora. El que atiente contra algunos de estos tres objetos me tendrá de uñas. Colocado en la Atalaya, serán contadas las cosas que se escapen a mi vista; alabaré lo bueno; no disimularé lo malo, procurando descorrer el velo para que sea concido por los incautos, y si alguno picase, que se rasque: para eso nos dieron cinco uñas en cada mano», cit. por Gómez Aparicio.

De las sátiras más ingeniosas publicadas contra el «muy reverendo Fray Gerundio de Ciudad Real» elegimos ésta de El Redactor General, de Cádiz:

«Continuo coro, ayuno y disciplina
dejas gozoso, huyendo del contrario;
y de todo tu insigne santuario
tan sólo dejar sientes la cocina.

Vas a la Mancha, y tu afición te inclina
a ser, con tu papel estrafalario
que llamaste Gazeta, el partidario
más eficaz de la servil doctrina.

A Madrid tornas, y, hecho un Diocleciano,
en tu Atalaya todo lo promueves
por no dejar al libre hueso sano;

y, pues tanto camino a hollar te atreves,
huella un poco el ser cristiano
y un silencioso monje, como debes»

domingo, 19 de marzo de 2017

La viudez de Fernando Savater

Fernando Savater, "Condena", en El País, 18-III-2017:

Llega el infierno y se revela mi condena, la más atroz: creer que estoy vivo y que es ella la que ha muerto.

De Emanuel Swedenborg, al que Kant llamó “visionario”, cuenta Borges que “hablaba con los ángeles por las calles de Londres”. Aunque fue un científico notable (hizo los planos de un avión y un submarino, descubrió el funcionamiento de las glándulas endocrinas, lanzó la hipótesis de la formación nebulosa del Sistema Solar, etcétera...), su verdadera especialidad fue el Mas Allá, la posvida en el Cielo y el Infierno. Explicó que al comienzo los condenados no son conscientes de su muerte y creen que continúan en su esfera cotidiana: les rodean los muebles y utensilios familiares, los paisajes conocidos. Poco a poco, van produciéndose desapariciones —la butaca favorita, el piano, una ventana, las flores del jardín...— y luego surgen en lugar de lo desvanecido formas equivocadas o amenazadoras. Por fin se dan cuenta de que no están en casa sino en el Infierno y empieza su eterna condena.

Creo poder confirmar esta tesis de Swedenborg. Hace tiempo que las cosas de mi mundo se van difuminando, pierden sustancia. Los libros siguen presentes y tentadores, pero al abrirlos algo ha drenado su savia hasta dejarlos huecos, exánimes. Las películas nuevas son peores que las antiguas, las antiguas peores de lo que las recordaba: sentado ante el televisor con desasosiego ya no siento la expectativa feliz porque ahora nadie apoya sus pies en mi regazo. Se fue el disfrute... Y los sitios que recorrimos juntos están hoy cubiertos de sudarios, como esas sábanas que tapan las formas incómodas de los muebles en una casa abandonada. Los platos más sabrosos, crujientes, aromáticos... comienzan a deleitarme la boca pero luego adquieren insipidez y amargura de ceniza. Llega el infierno y se revela mi condena, la más atroz: creer que estoy vivo y que es ella la que ha muerto. Hoy hace ya dos años.

viernes, 17 de marzo de 2017

Esperando a Cavafis

-¿Qué esperamos congregados en la plaza del 15-M?

Es a los jóvenes, que hoy llegan.

-¿Por qué esta inacción en el Senado? ¿Por qué están ahí sentados haciendo más el vago de lo que suelen?

Porque hoy llegarán los jóvenes.

¿Qué leyes van a hacer los senadores?

Ya legislarán, cuando abandonen el botellón, los jóvenes.

-¿Por qué Mariano Rajoy, siendo tan holgazán, madrugó tanto
y en su poltrona, en el Congreso de los diputados,
está sentado, solemne y ajustándose las gafas?

Porque hoy llegarán los jóvenes.
Y Mariano Rajoy espera para dar a su líder,
mal que le pese,
el timón de la nave del estado.
Incluso preparó, para entregárselo, un maletín lleno de papeles. En él está guardada la cifra verdadera de la deuda nacional por pagar, el número de trabajos sanos convertidos en trabajos basura y la cantidad de dinero que se ha ahorrado en educación, sanidad, ciencia y cultura.

-¿Por qué nuestro nuestros banqueros y constructores salieron
hoy con tantas prebendas y puestos en consejos de administración;
por qué llevan cochazos y nóminas hinchadas y vueltas a hinchar;
por qué empuñan hoy oscurísimas tarjetas
y pagos en negro magníficamente ocultados?

Porque hoy llegarán los jóvenes;
y espectáculos así seducen a los jóvenes.

-¿Por qué no acuden, corriendo como siempre, los ilustres tertulianos
a liarla parda mintiendo sin tasa y lamiendo el culo a los de siempre?

Porque hoy llegarán los jóvenes
y les fastidian los rollos patateros y los monólogos a lo Ángel Manuel.

-¿Por qué empieza de pronto este desconcierto y confusión?
(¡Qué graves se han vuelto las jetas!)
¿Por qué calles y bares aprisa se vacían
y todos vuelven a casa compungidos?

Porque se hizo de noche y los jóvenes no llegaron.
Algunos han venido del Instituto de Estadística
y contado que ya no hay jóvenes.
¿Y qué va a ser de nosotros ahora sin jóvenes?
Esta gente, al fin y al cabo, nos iba a pagar la pensión.

jueves, 16 de marzo de 2017

Elogio de Á. M.

Quiero agradecerle, Á. M., su inestimable progreso hacia la nada (esto es, hacia sí mismo). Eso de escribir y escribir sin nada más que una sola idea (es un decir), sin cambiar nunca nada y aburriendo a todo bicho viviente tiene un mérito mayúsculo. Yo creía que era imposible juntar letras sin las herramientas del conocimiento, que son la ignorancia y la duda, hasta que hete aquí, de repente, alguien que lo sabe todo y que no duda de nada (es decir, que no duda de sí mismo). O sea, una piedra perfecta, como la de Pedro, absolutamente sin poros, pero que no funda nada, cerrada y hermética, estéril como el denario enterrado de la parábola bíblica que no rendía interés, sin empatía, hablando solo y de sí mismo, ignorando los argumentos de los demás y llamando diálogo a su monólogo, aburrido tres veces, como santo es el señor, endiosado de sí, lleno de engreimiento hasta más no poder, pero siempre sin proponer ni construir nada, a remolque de lo que dicen los demás, insultón, narcisista y mosca cojonera. Lo dicho, es de agradecer alguien que hace un tan grande servicio a lo que él cree combatir, que hace un antiservicio y encima se cree vencedor. El gili típico.

domingo, 12 de marzo de 2017

Javier Marías, Cómo reconocer hoy el fascismo

Javier Marías, "Atribulados", El País, 12-III-2017:

Hay una peste que comparten todas las tiranías. Es la que emiten la intolerancia, el odio a la crítica y el deseo de aniquilar a los “desobedientes”.

POR AZAR, la elección de Trump me coincidió con un periodo de entrevistas a medios estadounidenses, y me encontré con que varios entrevistadores –sobre todo si eran jóvenes– me preguntaban más por cuestiones políticas que literarias. Al ser yo español, y haber vivido bajo una dictadura y bajo el “fascismo” (Franco murió cuando yo contaba veinticuatro años), me consideraban poco menos que “un experto” y pretendían que los orientara: cómo reconocer la tiranía, consejos para hacerle frente, guías de conducta, etc. Notaba en esos jóvenes un gran desconcierto. Nunca habían previsto encontrarse en una situación como la actual, es decir, con un Presidente brutal que ni siquiera disimula. Intenté no resultar alarmista ni asustarlos en demasía. Al periodista de Los Angeles Review of Books (LARB), por ejemplo, vine a decirle: “De una cosa tened certeza: con Trump y Pence el fascismo llegaría a América si pudieran obrar a su antojo. Ese sería su deseo y su meta. Mi esperanza es que no serán capaces de instaurarlo plenamente, en parte por la clara separación de poderes en los Estados Unidos, en parte porque habría una fortísima oposición a ello. Vuestra esperanza es que una candidata tan poco atractiva como Clinton obtuvo más votos populares que Trump, casi tres millones. Una dictadura sólo es posible si: a) se establece un régimen de terror y se elimina a los críticos y disidentes, como fue el caso en Chile y en la Argentina en los años setenta, o en Alemania, Italia, España y la URSS en los treinta y cuarenta; b) la mayoría de la población, sea por convencimiento (Hitler) o por miedo, apoya al dictador. Eso, sin embargo, puede ocurrir con más facilidad de la que imagináis. Pero, mientras no ocurra, hay esperanza. Y, al menos de momento, no creo que pueda suceder en vuestro país. Tenemos que aceptar la democracia aunque nos desagrade lo que votan nuestros compatriotas. Pero debemos estar en permanente guardia, luchar contra lo abusivo, injusto o anticonstitucional. Por desgracia, puede que no estéis empleando la palabra equivocada –fascismo–, pero quizá sea prematuro emplearla ya”.

Por su parte, el joven e interesante novelista Garth Risk Hallberg me inquirió: “¿Cómo se huele el fascismo? ¿Cuál es su hedor? ¿Cómo lo reconoceremos?” Al ser más poética, esta cuestión tiene más difícil respuesta. En cada sitio ese olor varía. Pero hay una peste que comparten todas las tiranías, aunque sean de distinto grado: del nazismo al comunismo y del franquismo al putinismo, del Daesh al chavismo y del pinochetismo al castrismo, de la dictadura argentina al maoísmo y el erdoganismo. Es la que emiten la intolerancia y el odio a la crítica, la persecución de la opinión independiente y de la prensa libre, el pánico a la verdad y el deseo de aniquilar a los “desobedientes”. Y Trump ha lanzado esa hediondez bien pronto. Su principal consejero, Steve Bannon, ha dicho sin tapujos que la obligación de la prensa es “cerrar el pico”, nada menos. Y el propio Trump ha calificado a los medios más serios y prestigiosos, como el New York Times, el Washington Post, Politico, el New Yorker, la CNN, la NBC y el Los Angeles Times, de “enemigos del pueblo”, exactamente la misma acusación de cuantos tiranos ha habido contra quienes iban a purgar o suprimir, si podían.

Por mucho que la prensa haya declinado, por mucho que demasiada gente prefiera informarse a través de las nada fiables redes sociales, sin ella estaríamos perdidos e indefensos. A esa prensa estadounidense, además, el mayor muñidor de mentiras –Trump– la acusa justamente de eso, de propalar noticias falsas. También es una táctica viejísima de los dictadores: acusar al contrario de lo que uno hace, presentarse como el defensor de lo que uno intenta derribar. Véase el uso que hoy hacen tantos de los referéndums y los plebiscitos: los ofrecen como lo más democrático del mundo quienes en realidad aspiran a acabar con la democracia. Nada tan fácil de manipular, teledirigir y tergiversar como un plebiscito o un referéndum.

El atribulado periodista de la LARB volvió al final a la carga: “¿Qué nos aconsejaría leer en este momento crítico?” Le contesté que mejor leer obras no políticas, porque las pausas son necesarias incluso en los peores tiempos. Pero, por si acaso, también le recomendé Diario de un hombre desesperado, de Friedrich Reck-Malleczewen, que he encomiado aquí otras veces. “Murió, como tantos”, le dije, “en un campo de concentración. Pero no era judío, si mal no recuerdo, y ni siquiera izquierdista. Vio muy pronto lo que significaba Hitler, cuando Hitler aún no era ‘Hitler’. Hay una escena increíble en la que recuerda haber tenido la oportunidad de matarlo entonces, en un restaurante. Bien que no lo hiciera. Uno no puede llamar a alguien fascista hasta que haya demostrado serlo”. Y aquí viene la pregunta ardua: ¿cuándo se demuestra eso? ¿A partir de qué acción, o basta con las declaraciones, los síntomas? ¿Ha de iniciar una guerra o una persecución injustas, una matanza? No conviene apresurarse. Pero tampoco percatarse demasiado tarde.

Cuestiones de (cirugía) estética

Los que llaman blasfemia a que una reinona se vista de María siempre virgen deberían extenderla a que Franco anduviera bajo palio como el Santísimo Sacramento. No me imagino a otros genocidas con tan religioso reconocimiento, pero, ya se sabe, después de sufrir diez persecuciones o exterminios por parte de la religión pagana, la católica empezó a perseguir y a exterminar a su vez a otras religiones: a moros, a judíos, a protestantes y, en efecto, a homosexuales. Es raro que consideren a la homosexualidad a la altura de una religión, pero es que aunque Cristo no legisló nada en cuestiones de bragueta los católicos siempre se han sentido más cristianos que Cristo, y un polvo heterodoxo les ha parecido siempre algo muy místico, aunque sea una postura poco misionera.

No es que sirva de mucho consuelo respecto a las religiones y las creencias en general; incluso el budismo tuvo sus fanáticos, como el emperador Asoka. Pero también es verdad que el cuerpo podrido de nuestro fanático sigue aquí enterrado bajo una enorme cruz, distinción que solo debería reservarse a los más ilustres vampiros transilvanos. Por aquí no pasa el tiempo, y seguimos envueltos en un posfascismo que tiene mucho de posverdad.

Pero no quiero hacer de Paca la Culona un demonio; los que quieren hacerse tan indiscutibles como Dios siempre están buscando un demonio al que culpar de sus propias fealdades; lo hacen Rajoy, los catalanes, los de Podemos, todos: el exorcismo es el deporte más practicado en España después del fútbol. Porque lo que realmente nos define es el narcisismo; incluso cabría llamarlo narsimismo o narcinismo, para subrayar su intringulismo y otras cosas acabadas en -ismo. Yo, que estoy molesto con la blasfemia de esa impúdica reinona, estoy aún más molesto con las blasfemias de los curas, de quienes los psiquiatras afirman que un seis por ciento es pederasta. Menuda cruz tienen que sufrir los otros, los buenos y honestos, que no dudo los habrá: de todo hay en la viña del Señor. Incluso uvas.

sábado, 11 de marzo de 2017

Los hermanos Koch, enemigos de la humanidad

Antonio Muñoz Molina "Los vencedores El libro que me ha quitado el sueño es 'Dark Money', sobre los Koch, empresarios que financian el activismo de la derecha más radical en EE UU", en El País, 10 de marzo de 2017 

A las cinco de la madrugada me despertó un mal sueño y para distraerlo leyendo me sumergí en una pesadilla. Pero es que hay libros infecciosos que uno no puede dejar de leer, aunque, si lo hace antes de dormir, es muy posible que después de haberle alterado la vigilia le siembren de terrores los sueños. No estaba leyendo una novela de miedo. A estas alturas el miedo de los libros o de las películas con muchas vísceras y cubos de sangre demasiado roja ya no asusta a nadie. Drácula y la criatura del Doctor Frankenstein y hasta Freddy Krueger son ya figuras recortadas de cuento infantil. Hannibal Lecter deleitándose con casquería humana y con las Variaciones Gold­berg es un personaje ridículo. En el miedo, como en casi todo lo demás, las invenciones de la imaginación son muy limitadas y tienden a la repetición y al aburrimiento de lo previsible. Para sentir terror, en esta época, en esta era de Trump y Putin y El Asad y Marine Le Pen y Geert Wilder y Kim Jong-un, no hay más que consultar el periódico o poner la radio por la mañana. El pánico de un titular o de una información dura minutos como máximo. El de un libro permanece durante días, y como la mente humana, y más aún la mente lectora, puede tender al masoquismo, el resultado es un agobio que se hace más grave según progresa la lectura y que, buscando cuanto antes llegar al final, exagera su daño.

El libro que me ha quitado el sueño y el poco sosiego que tenía es un ejemplo admirable de periodismo de investigación, de la máxima calidad informativa y narrativa. Se titula Dark Money, y lo publicó hace algo más de un año Jane Mayer, una escritora en The New Yorker. Como pasa con cierta frecuencia, el libro tuvo su origen en un largo artículo que Mayer había escrito hace ya siete años para la revista: la crónica escalofriante de cómo dos hermanos, Charles y David Koch, dueños de la segunda empresa más poderosa de Estados Unidos, llevaban más de treinta años financiando el activismo de la derecha más radical en Estados Unidos a través de una fundación que les permite grandes ventajas fiscales y un grado de anoni­mato que tiene mucho de impunidad. Cuando las leyes imponían limitaciones a las cantidades de dinero que empresas o particulares podían gastar en campañas políticas, los hermanos Koch se las saltaban encubriendo como filantropía lo que era tráfico de influencias y compra directa de candidatos, casi todos ellos republicanos. En 2010, el Tribunal Supremo suprimió esas limitaciones legales, argumentando, no sin gran cinismo, que una empresa tiene el mismo derecho a la libertad de expresión que un ciudadano individual, y que por tanto poner límites al dinero que quieran gastar apoyando a un candidato es como quitarle ese derecho.

Un periodista le pregunta si cree en la lucha de clases, y Buffett responde: “Por supuesto que sí. La hemos ganado nosotros”.

Las cantidades de ese dinero oscuro que detalla Jane Mayer son inconcebibles. Los hermanos Koch reúnen la tercera fortuna más grande de Estados Unidos, después de Warren ­Buffett y Bill Gates. Su compañía, Koch Industries, posee pozos de petróleo, refinerías, oleoductos, empresas madereras, minas de carbón, papeleras. En los años setenta, alarmados por la presión fiscal sobre los ricos y por las trabas que empezaban a poner a su dominio despótico las primeras leyes de protección del medio ambiente y los avances hacia un mínimo de equidad social —­los derechos civiles, las políticas contra la pobreza, las garantías sindicales para los trabajadores—, los hermanos Koch emprendieron una batalla primero ideológica y luego directamente política. Era una época en la que había ciertos consensos básicos entre republicanos y demócratas en torno a algunos logros heredados del new deal de Roosevelt y de la gran sociedad de Johnson. Se asocia a la derecha con el conservadurismo y la conformidad ideológica, pero los Koch aplicaron la fuerza inmensa de su dinero a un proyecto literalmente revolucionario: desguazar el Estado para que no hubiera ninguna interferencia pública en el funcionamiento del capitalismo; reducir o eliminar los impuestos a los ricos; suprimir la asistencia médica gratuita a los viejos, los niños y los pobres; desmantelar la Seguridad Social. Y, desde luego, desactivar cuanto antes las nuevas leyes aprobadas en los primeros setenta —algunas durante la presidencia de Richard Nixon— para remediar la contaminación del aire, de la tierra y de las aguas que habían llevado a cabo impunemente durante más de un siglo las empresas mineras y petroleras. Los Koch crearon una especie de club de multimillonarios dedicado a una tarea doble de adoctrinamiento y descrédito. Empezaron a financiar cátedras universitarias en las que se propagaban las ideas ultraliberales más extremas. Fundaron publicaciones y patrocinaron a autores de libros que desacreditaban todo lo que tuviera que ver con la acción del Gobierno, y que calificaban cualquier norma protectora de los trabajadores o de los débiles como una intromisión totalitaria en el albedrío de las personas, en el funcionamiento libre de la sociedad y del mercado. Cuando la alarma sobre el calentamiento global empezó a difundirse, contrataron a las mismas agencias de relaciones públicas que en los años sesenta habían trabajado a sueldo de las compañías tabaqueras para esconder el peligro mortal del tabaco. Para conseguir el máximo beneficio, prescindían en sus minas y en sus refinerías de cualquier medida sanitaria para proteger la salud de los trabajadores o de la gente que vivía en las inmediaciones.

La enumeración documentada de horrores, extorsiones y abusos que hace Jane Mayer lo deja a uno sin aliento. Pero más aún asombra el éxito de la manipulación ideológica promovida por los hermanos Koch y sus células subversivas de multimillonarios: no solo multiplican su riqueza y garantizan su impunidad, sino que además convencen a una parte considerable de las víctimas del expolio de que sus enemigos no son ellos: el enemigo es la gente liberal y elitista que quiere subir impuestos, extender la sanidad accesible, imponer leyes medioambientales, todo lo cual traerá pobreza y eliminará puestos de trabajo.

A las cinco de la madrugada, lo primero que leí al abrir Dark Money fue una cita de Warren Buffett, ese abuelete chispeante que tiene más dinero que varios países medianos juntos, pero que, según propia confesión, paga menos impuestos que su secretaria. Un periodista le pregunta si cree en la lucha de clases, y Buffett responde: “Por supuesto que sí. La hemos ganado nosotros”.

Dark Money. The Hidden History of the Billionaires Behind the Rise of the Radical Right. Jane Mayer. Doubleday. 449 páginas. 29,95 dólares.

martes, 7 de marzo de 2017

Contra los falsos positivos

A los positivos de mierda que me dicen que nada es imposible yo les diría que se tocasen la espalda con la rodilla.

domingo, 5 de marzo de 2017

Orwell y el estilo

Jaime Rubio Hancock "Los seis consejos de George Orwell para escribir mejor" en El País, 5-III-2017:

El lenguaje político está lleno de tópicos y vaguedades

A menudo se dice que no hay reglas para escribir bien. Pero no es cierto. Por ejemplo, ayuda tener a mano las seis normas que propuso George Orwell. Las recordaba su hijo, Richard Blair, en una entrevista que le hizo Bernardo Marín y que publicaba EL PAÍS hace unos días.

1. Nunca uses una metáfora, símil u otra frase hecha que estés acostumbrado a ver por escrito.

2. Nunca uses una palabra larga si puedes usar una corta que signifique lo mismo.

3. Si es posible eliminar una palabra, hazlo siempre.

4. Nunca uses la voz pasiva cuando puedas usar la activa.

5. Nunca uses una expresión extranjera, una palabra científica o un término de jerga si puedes pensar en una palabra equivalente en tu idioma que sea de uso común.

6. Incumple cualquiera de estas reglas antes de escribir nada que suene estúpido.

Orwell las incluyó en un ensayo titulado Politics and the English Language (La política y el idioma inglés), publicado en 1946 en la revista Horizon. El artículo criticaba sobre todo el lenguaje político, pero sus consejos se pueden aplicar a cualquier texto. Por ejemplo, The Guardian lo citaba hace unos años para criticar cómo escribimos en internet. Y también puede servir para cualquier idioma, a pesar de que el punto 4, el que se refiere a la voz pasiva, se puede aplicar con más frecuencia al inglés.

Para el autor británico, esta preocupación por el lenguaje no es ni "frívola" ni "exclusiva de los escritores profesionales". Cuando uno se libra de los malos hábitos al escribir, “puede pensar con más claridad y pensar con claridad es el primer paso hacia la regeneración de la política”.

Tópicos imprecisos

En opinión del autor británico, los problemas principales de muchos textos son dos: las imágenes trilladas y la falta de precisión. Cuando escribimos, hay que dejar que “el significado escoja a la palabra y no al revés”, afirma. Hay que hacer un esfuerzo y pensar antes de comenzar a juntar letras, para evitar así “las imágenes desgastadas o confusas, todas las frases prefabricadas, las repeticiones innecesarias, y las trampas y vaguedades”.

En los textos que critica se acumulan “metáforas moribundas”, de las que ya se ha abusado tanto que han perdido su significado. Pensemos, por ejemplo, en “arden las redes”. Otro vicio habitual, según Orwell, es el de usar términos pretenciosos con la intención “de dar un aire de imparcialidad científica a juicios sesgados”, además de “palabras que carecen casi de significado”.

Por ejemplo, términos como democracia, socialismo, libertad, que a menudo se usan con “significados diferentes que no se pueden reconciliar entre sí”. No es lo mismo leer información sobre noticias falsas en un texto del New York Times que en unas declaraciones de Donald Trump, que se ha apropiado de esta expresión, fake news, para calificar todos los titulares que no le gustan.

Paradójicamente, otra palabra que no significa lo mismo según quien la utilice es orwelliano, usada por "críticos de todos los bandos", tal y como publicaba el New York Times en un artículo que mencionaba que este texto es, junto con 1984 y Rebelión en la granja, uno de los más influyentes de Orwell.

Defender lo indefendible

Como ya hemos apuntado, a Orwell le preocupa especialmente lo mal escritos que estaban los textos políticos, algo que no podemos decir que haya cambiado mucho. Orwell pone ejemplos que suenan muy actuales, como hablar de “pacificación cuando “se bombardean poblados indefensos desde el aire” o de “traslado de población” cuando “se despoja a millones de campesinos de sus tierras”.

“Un orador que usa esa clase de fraseología ha tomado distancia de sí mismo y se ha convertido en una máquina” que intenta “defender lo indefendible”, escribía Orwell. Lo que consigue es que “las mentiras parezcan verdaderas y el asesinato respetable”. Como recordaba Steven Pinker en The Sense of Style, esta abstracción tan vaga acaba deshumanizando.

viernes, 3 de marzo de 2017

Un método nuevo, el Mighton, para enseñar matemáticas que mejora el rendimiento de los alumnos


Antes de doctorarse en matemáticas, a John Mighton no se le daban muy bien los números. De hecho, suspendió el examen de cálculo cuando entró a la universidad. No fue hasta unos cuantos años después, cuando ya rondaba los 30, que retomó su relación con las sumas y las restas. "Al principio pensaba que yo era el problema, pero me di cuenta de que el problema estaba en la metodología con la que se explicaban las matemáticas", recuerda. Y tan convencido estaba de su tesis que él mismo ideó y desarrolló un nuevo sistema de aprendizaje de las matemáticas, el Jump Math. Su metodología, ya implantada en seis países, es utilizada por más de 175.000 alumnos de Canadá y Estados Unidos. A España llegó en 2013 y ya cuenta con 11.000 estudiantes y una red de un millar de docentes.

"Las matemáticas son más fáciles de lo que la gente cree", sostiene mientras coge papel y boli. Y dibuja una división en un papel: 72:3. Pinta "tres amigos" con tres bolsas y pide que se repartan esas 72 "monedas" en grupos de 10 en 10. "En todos mis años dando clase no he conocido a ningún niño de cuarto curso que no sepa hacer esto. Aquí todos los niños sacan un 10, y como les ha salido bien y lo entienden, prestan atención: están despiertos, excitados y entusiasmados. Con lo cual, puedes ir aumentando los retos y llevarlos a niveles superiores a los que ellos mismos creen", explica.

Mighton, de origen canadiense y con una polifacética carrera más allá de las matemáticas —también es guionista, escritor y ha hecho sus pinitos como actor en El Indomable Will Hunting—, comenzó dando clases particulares a un grupo de niños en su casa. La mejoría en los resultados de los chavales sorprendió a sus propios profesores, que llamaron al matemático para que fuese al aula a explicar su forma de enseñar. Mighton asegura que todos los niños tienen capacidad para aprender y entender las matemáticas. "A todos les gusta resolver problemas y hacer conexiones. El problema con las matemáticas no es de los niños, es de la metodología con la que se enseña". agrega.

Su programa se basa, precisamente, en "la inutilidad de esa metodología". "En una clase puede haber diferencias de hasta tres cursos entre unos niños y otros. Y el problema es que damos esto por normal cuando no lo es. Esas verdades absolutas son las que nos hacen ser incapaces como especies de desarrollar nuestras habilidades innatas", sostiene el artífice del Jump Math.

La clave está, asegura Mighton, en ir paso a paso, en no saltarse escalones en el aprendizaje. "Hay que enseñar a dividir conceptos para que los profesores puedan explicarlos bien. El problema es que a veces nos saltamos conceptos y el niño se pierde", señala. Su metodología, adaptada a alumnos desde educación infantil hasta el segundo curso de la ESO, está dividida en pequeñas unidades que los chavales pueden asumir. "Nuestro método se basa en el descubrimiento guiado. En vez de explicarte todas las operaciones, es el niño quien va descubriendo las cosas al solucionar los retos que se le presentan. El profesor, por su parte, debe saber plantear las preguntas bien pautadas porque si te saltas algún paso, no lo consigues", explica.

El éxito del alumno es una línea estratégica para no perder su atención. "Los niños se comparan entre ellos y hacen un juicio de valor: deciden quién es el listo y quién no. Y si no soy listo y no estoy hecho para las mates, mi cerebro deja de funcionar y dejo de intentarlo", argumenta. Por ello, la metodología de Mighton controla que el niño comprenda perfectamente cada paso que da. La evaluación continua y ejercitar la práctica a través de juegos y actividades que escapen del papel el boli para estimularlos también son elementos capitales para que el sistema funcione. Un estudio elaborado por el Centro de Investigación para la Educación Científica y Matemática (CRECIM) de la Universidad Autónoma de Barcelona, concluyó que los alumnos que aplicaron la metodología Jump Math mejoraron hasta dos puntos sus calificaciones y se redujeron los suspensos.

Con todo, el método de Mighton no es el único que pulula por la atmósfera docente como una alternativa al sistema de enseñanza tradicional. Otros como el sistema Kumon o el Algoritmo ABN también han tenido gran aceptación entre familias y maestros. La diferencia entre su método y los demás, sostiene Mighton, es que Jump Math quiere "romper con ese problema de la percepción de la capacidad del alumno". "Muchos programas solo miran las mates y nosotros miramos las mates y la psicología. Hacemos una evaluación constante y continua de cómo va el alumno, no esperamos a un examen un día determinado", asevera.

miércoles, 1 de marzo de 2017

Lluvia Rojo

Un bellezón, y además mujer interesante.

La desconocida Gloria Fuertes

Helena Hevia, La cara B de Gloria Fuertes. El centenario del nacimiento de la poeta sirve para reinvindicar su poesía adulta, que fascinó a Gil de Biedma, en el Periódico de Cataluña, 28 - II - 2017 

"Un globo, dos globos, tres globos...". Letra y música de Gloria Fuertes. Lo destacaron en la tele cuando murió en 1998, tan solo eso, y los que no la habían leído amagaron una sonrisa recordando a Martes y Trece caricaturizar sus ripios. "Soy la araña de España que ni pica ni araña". Pero la poeta no necesitaba que se la tomaran a broma. Ya lo hacía ella misma. Construirse un personaje de abuelita juguetona y escudarse en su interior. Pero la Gloria Fuertes del interior pese a la ingenuidad, marca de la casa, era bastante compleja. Así que la sorpresa podía venir si, por ejemplo, uno de esos niños que la seguían por la tele pedía un libro de Gloria Fuertes a los Reyes y estos, despistados, le traían uno de sus poemarios adultos por donde transitaban las prostitutas o pululaban versos como "Esas mujeres traían el coño en la boca".

Así que en el año en el que se cumplen 100 del nacimiento de la poeta, el próximo mes de julio, bien puede servir para reivindicarla. Méritos no le faltan, ya lo hicieron en su momento Jaime Gil de Biedma, tan exquisito él, que supo apreciar lo primordial de su mirada y antologarla en '…Que estás en la tierra' y Josep Maria Castellet que dirigía la colección Collioure donde apareció el poemario. Al hilo de la celebración han aparecido y aparecerán varios libros más. El más curioso es 'El libro de Gloria Fuertes' (Blackie Books), una bella propuesta de poemas selectos y vida que incluye recuerdos personales de sus amigos, fotografías, memorabilia e incluso un cómic biográfico realizado por Carmen Segovia, todo ello elaborado por el escritor Jorge de Cascante que la editorial define como "la persona más Gloria Fuertes que conocemos". Pero hay más… Material suficiente para varios traumas infantiles en tiempos del posfranquismo.

Y es que hay muchas cosas que se desconocen de la poeta. No solo su poesía tan juguetonamente quevedesca ("La esperanza me desespera; / desesperada espero todavía, / de una noche yo no puedo hacer un día / disfrazar la manzana en una pera. / Lo difícil me atrae, es mi bandera, / lucho a golpes de amor por una espina – la rosa no interesa- / la divina / adivina primavera", hermoso comienzo de 'Ni tiro, ni veneno, ni navaja') sino también de su vida, de esa voz cazallera que se trabajó a fondo a base de whisky; de sus amores con hombres y mujeres, pero sobre todo, mujeres; de su irreverencia, no ya con Dios, sino contra los curas y las monjas que le amargaron la infancia.

"Se la coló por completo a la España más rancia", resume Cascante que certifica que hay muy poco material biográfico sobre ella. "Quizá porque a poco que conozcas su vida te das cuenta de que no casa con la imagen que trasmitía en la televisión". Pero hay algunas brechas. En 1980, en un especial de Nochebuena, le censuraron la lectura de un poema: 'Dios está en pelotas'. Poco antes, una denuncia por pacifista y otra lectura le llevó a jefatura donde, le gustaba contar en la intimidad, se codeó con "putas" y aborteras.

ME PILLÓ LA GUERRA

Su infancia fue triste. Casi como la que retrataba Gila, pero más en serio. De hecho, el cómico, vecino suyo, fue uno de sus primeros amores de juventud. Su madre la puso a coser y a cuidar a sus hermanos y ella siempre que podía se escapaba en bicicleta. Uno de sus hermanos murió y ella trasladó el suceso a sí misma en un poema cuidadosamente tergiversado: "A los nueve años me pilló un carro / y a los 14 me pilló la guerra". Cuarenta kilos llegó a pesar durante la contienda.

Más descubrimientos. Sus parejas más estables fueron mujeres, en especial la hispanista norteamericana Phyllis Turnbull con quien mantuvo una relación de casi veinte años. Juntas construyeron a finales de los 50 una casa en Soto del Real donde crearon una Biblioteca Infantil ambulante cuyos libros entregaba en mano la poeta en una de las vespas que tuvo a lo largo de su vida.

Que dos mujeres vivieran juntas no despertó ninguna suspicacia, aunque los amigos de la pareja conocieran esa trastienda que muy raramente y de forma sutil aparece en alguno de sus poemas como 'Me siento abierta a todo' o 'Lo que me enerva' ("...saber que estás de paso, / y aún así, / no acariciar bastante / atardeceres cuerpos, / risas, / manos, / muslos, / senos, / hombros, / brazos"). "En el prólogo de 'La historia de Gloria' dice ‘me acuerdo de mis amores’, menciona sus nombres y muchos son mujeres”, recuerda Castante. Una de ellas, la cantante Mari Trini, que no le correspondió, aunque fueron amigas de por vida.

GOING TO AMERICA

Otra imagen inédita es la Gloria Fuertes norteamericana. La que fue a Pennsylvania gracias a una beca para dar clases en la Universidad y se quedó allí tres años. Ella no tuvo estudios superiores y la primera vez que pisó una facultad fue como docente. A Cscante le gusta imaginarla yendo a manifestaciones junto a Grace Paley. Eran los años 60, con la guerra de Vietnam de fondo. Llegó a convencer a alumnos de que rompieran los papeles de reclutamiento. "Qué placer rasgar aquellas hojas", dijo. Su imagen como pacifista se completa con un recital en el que compartió escenario con Joan Baez, entonces estrella incipiente del folk, leyendo sus poemas traducidos al inglés. "Es muy hermoso ver cómo era capaz de mantener su especial mirada en un contexto tan distinto al suyo. Ella extrae de aquella experiencia las enseñanzas hippies, que tanto le atraen, y a su vez enseña el chotis a los estadounidenses”, dice el antólogo.

La cara más oscura de Gloria Fuertes tampoco es muy visible. Pero no hay más que bucear en sus poemas, marcados por el dolor, la soledad y la experiencia de la depresión para darse cuenta. "La soledad es una hija de puta. A veces me revuelco en ella, me hago su amiga y a veces me vence", confiesa en los 80 ante el público en un recital. Cuenta Cascante que a la salida del acto, una pareja mayor se acerca a ella y le proponen adoptarla. Llegan a hacerlo.

HUMOR NEGRO

La peor depresión de su vida siguió a la muerte de Phyllis. "Suele valerse del humor para enmascarar su realidad ante los demás pero su mundo poético es muy negro. La idea del suicidio aparece una y otra vez". Una confesión de Fuertes que el escritor Vicente Molina Foix contó al antólogo ilustra a la perfección esa dicotomía. Desesperada, la poeta recapacitó en el último momento: "Iba a tirarme al metro pero acabé tirándome a la taquillera".

Así era. Menos niña grande de lo que recordamos. Más descarada al menos."Ojalá este Año Gloria Fuertes –aventura Cascante- sirva para que los lectores se acerquen a su realidad directa y sin tapujos, como cuando tienes 18 años y lees a Bukowski y piensas con sorpresa cómo es posible que eso que siempre has sentido pueda estar escrito en un libro".

BIBLIOGRAFÍA URGENTE

EL LIBRO DE GLORIA FUERTES (Blackie Books)
Todo lo que usted quería saber sobre Gloria Fuertes. Escrito con una amenidad y ligereza que a buen seguro entusiasmaría a la poeta, se recomienda leer este libro, falsamente cronológico, sin orden ni concierto,. A destacar además de los 300 poemas, algunos de ellos inéditos, las 80 fotografías que retratan la cotidinidad de la autora.

GEOGRAFÍA HUMANA Y OTROS POEMAS (Nórdica)
Con un prólogo de José Antonio de Villena que trató a la autora en sus últimos años tras su éxito televisivo, esta antología  esencial quizá incluya lo mejor de Fuertes y se cierra con un poema que su amigo José Hierro le dedicó el mismo año de su muerte.  Con ilustraciones de Noemí Villamuzas, también incluye uno de sus certeros epitafios: «Ya no toso».

ME CRECE LA BARBA (Reservoir books)
«Por la tarde me crece la barba de tristeza», confesaba la poeta en uno de sus poemas más surrealistas, más melancólicos y a la vez divertidos.  Es el título elegido para esta otra antología destinada por igual a mayores y pequeños que estará en las librerías mañana jueves. La escritora que jamás quiso ser ni académica -la «academia es cosa de hombres» ni exquisita está bien reflejada en el libro.

GLORIERÍAS (PARA QUE OS ENTERÉIS) (Ediciones Torremozas)
Gloria Fuertes dejó como albacea de su obra a su amiga la editora Luzmaría Jiménez Faro, ya fallecida, que publicó sus obras en el sello Torremozas específicamente dedicado a las mujeres. Esta edición  recoge la cariñosa carta que Ramón Gómez de la Serna le envió desde Buenos Aires en 1954 animándola a que siguiera su propio camino.

PECÁBAMOS COMO ÁNGELES (Ediciones Torremozas)
El amor y su contrapartida, el desamor, es uno de los grandes temas de la poeta. Esta antología recoge esos poemas, más afectuosos que eróticos. «Como San Agustín, ama el amor y confiesa que sólo con amor se puede hacer un poema, un niño o un milagro», dijo de ella Camilo José Cela que ejerció de valedor de la autora en los últimos años.

lunes, 27 de febrero de 2017

La injusta leyenda negra

Cristina Galindo, Conversaciones con futuro. María Elvira Roca Barea: “Los españoles tenemos un problema de autoestima” Filóloga. La autora de ‘Imperiofobia y leyenda negra’ sostiene que la propaganda antiespañola sigue tan viva como siempre, y alerta sobre sus consecuencias, en El País, 27-II-2017

María Elvira Roca Barea (El Borge, Málaga, 1966) lleva años investigando la leyenda negra, término que se refiere al relato desfavorable sobre España y su pasado. Frente a algunos historiadores que niegan su existencia ­­­—consideran que fue una creación de la conciencia española—, o que afirman que existió pero niegan su vigencia, esta profesora de instituto y filóloga que ha enseñado en Harvard e investigado en el CSIC asegura que el negro mito sigue tan vivo como antaño entre los españoles y en los países de nuestro entorno, especialmente en el norte de Europa. En Imperiofobia y leyenda negra (Siruela) —libro que presenta esta semana en Madrid—, Roca aborda cómo y por qué se construyó un discurso que convirtió a los españoles en paradigma de la irracionalidad, la crueldad y el atraso.

Pregunta. Para un tema de estas características, su ensayo se está vendiendo bastante bien. ¿A qué se debe?

Respuesta. He sido la primera sorprendida. Es un libro amargo, pero supongo que se debe a que levanta la autoestima. Arcadi Espada, autor del prólogo, dice que en realidad esto es un libro de autoayuda para españoles.

P. ¿Falta autoestima?

R. Los españoles tenemos un problema de autoestima desde hace siglos. Comienza en el XVIII con los Borbones. Desde entonces se aceptan como verdades los tópicos de la leyenda negra, que no son más que propaganda antiespañola creada por el mundo protestante y asumida por la Ilustración francesa. Los intelectuales españoles han tenido que ser hispanófobos para tener prestigio.

P. ¿Esa leyenda negra sigue viva?

“Los intelectuales españoles han tenido que ser hispanófobos para tener prestigio”

R. Sí. Hay que acabar con la absurda idea de que la leyenda negra y sus consecuencias son cosa del pasado. Dos de las grandes corrientes culturales europeas, el humanismo y la Ilustración, siempre han sido hispanófobas. Los españoles aparecieron en el escenario europeo convertidos en gente con sangre impura. “Marranos” fue el primer epíteto. Era un pueblo atrasado, medieval, racialmente impuro y mal cristiano por mezclarse con los judíos.

P. Pero España expulsó a los judíos.

R. El tópico de los españoles de sangre impura fue muy útil en una época en la que ser antisemita era lo normal. Después, en el siglo XIX, con el imperio hundiéndose y el surgimiento de un sionismo deseoso de buscar culpables, aparece la idea de que España fue especialmente terrible con los judíos. Pero en España solo hubo una expulsión y se ofreció la conversión. En el resto de Europa las hubo por docenas. En Inglaterra, el rey Eduardo acabó con todos los judíos. Hasta la época de Crom­well no hay ningún documento que mencione la presencia de un solo judío. Pese a todo, se empezó a decir que los españoles perdieron el imperio por la expulsión de los judíos, los únicos que tenían talento y capacidad financiera. Ese es el mecanismo de la leyenda negra: un hecho se magnifica hasta convertirlo en un suceso único de proporciones gigantescas. Es muy sutil.

P. Sostiene en su ensayo que la Inquisición no fue para tanto.

R. Hay que juzgar las cosas en su contexto. No se pueden aplicar los criterios morales de 2017 a hace 5 o 10 siglos. La tolerancia religiosa, digna de tal nombre, en Europa no llegó hasta el XIX. Desde 1560 hasta 1700 hubo 1.300 condenas a muerte por la Inquisición, y no eran todas por disidencia religiosa. La mayoría castigaban delitos comunes. En 20 años, Calvino quemó a 500 personas por herejía.

P. La conquista de América ha sido descrita como un genocidio.

“La Inquisición sentenció a muerte a 1.300 personas en 140 años. En solo 20 años, Calvino quemó a 500 personas”

R. Nadie sabe en realidad cuánta gente había, por lo que nadie sabe cuánta desapareció. Hubo epidemias demoledoras y esa fue la principal razón. Pero el imperio tomó medidas, como el establecimiento de cuarentenas, y se levantaron muchos hospitales. Los españoles eran pocos y el imperio estaba lleno de gente. La imposición generalizada por la fuerza parece poco creíble y no hubiera perdurado. Se pactó con los pueblos indígenas.

P. Pero el imperio español tuvo sus miserias

R. Absolutamente. Pero hay una percepción engañosa. Los imperios perduran si son capaces de integrar a la gente. Si no, se resquebrajan rápidamente, como pasó con el imperio británico, el de Alejandro Magno o el de Napoleón. En cambio, el imperio español fue un milagro: 300 años de paz en un territorio de 20 millones de kilómetros cuadrados con gente diversa. Eso sí, aquí todos pensando en los indios que murieron en América mientras nadie se acuerda de los horrores de la época de Leopoldo II en Congo, la presencia de los ingleses en China o a la responsabilidad del imperio británico en la hambruna irlandesa… Por encima de eso hemos pasado de puntillas.

P. ¿Cómo se han protegido esas naciones de sus leyendas negras?

R. No tienen leyenda negra porque nadie la ha creado. Hay un choque entre dos cosmovisiones en Europa. Una es la del mundo católico. Tendemos a culparnos, por aquello de la responsabilidad que la moral católica exige al individuo. El resto de las mentalidades europeas son duales, el bien y el mal, la luz y las tinieblas: uno es bueno porque existe un malo, que es el católico. Lo asombroso es que la Europa católica, que se ha visto perjudicada sistemáticamente por esa versión de la historia, la acepte como verdad sin serlo.

“Todos pensando en los indios que murieron en América y nadie se acuerda de los horrores en Congo”

P. ¿Levantar la autoestima de los españoles es una forma de enfrentarse a las aspiraciones independentistas actuales?

R. En España hay un problema interno. Creo que si se dividiera en trozos, a las distintas partes les iba a ir peor. Pero que los países del sur de Europa estén divididos beneficia al norte. ¿Qué nos habría pasado en la crisis de deuda si el país hubiese estado dividido? Nos habríamos convertido en un protectorado de Alemania. Los ingleses se han ido para evitar la hegemonía alemana. Lo políticamente correcto ahora es decir que les va a ir mal. Pero eso está por demostrar. Estoy a favor de la UE, pero no de cualquier modo. Lo que debilita al sur es un mal negocio para nosotros.

P. Bueno, en España hemos ido de pelotazo en pelotazo y nos hemos endeudado más de lo aconsejable.

R. En Italia también, pero no les ha pasado tanta factura. En las mismas condiciones de endeudamiento, las primas de riesgo son mayores para España. Mientras, Alemania, que nunca ha pagado sus deudas, se convierte en el destino del dinero de todo el mundo. El pensamiento en el mundo financiero es que los países del norte son cumplidores, laboriosos y exigentes. Los del sur, en cambio, son corruptos, vagos, malos socios y malos pagadores. Son los PIGS: Portugal, Italia, Grecia y España. Fíjese qué armonía. Todos países no protestantes de Europa. Es pura y simplemente racismo.

P. Parece que los culpables de los problemas de España sean los demás.

R. No del todo, claro. Pero conviene saber que el cotarro internacional que crea y destruye opinión pública se maneja muy bien desde el mundo protestante. Los países que no lo son lo manejan fatal. Y eso influye. Todavía existe la idea de que en España no se trabaja y que nos echamos la siesta, pero luego las estadísticas muestran que es uno de los países que más horas trabaja.

“El pensamiento en el mundo financiero es que el Norte es cumplidor. En el Sur, en cambio, son vagos y corruptos”

P. La refutación de la leyenda negra fue utilizada por Primo de Rivera y Franco para defenderse de las críticas que venían desde el exterior.

R. No creo que la influencia del franquismo sea determinante en este tema. La construcción de la leyenda negra viene de mucho antes. Se ve perfectamente ya en todos los autores del XVIII.

P. Unamuno pasó de decir que España era “la nación más denostada de la historia” a asegurar que sufría “manía persecutoria”.

R. La generación del 98 está lastrada por unas circunstancias históricas que no supieron afrontar. Pero aquello fue una píldora muy amarga. Dejó una costra que hay que levantar.