domingo, 7 de abril de 2024

La afantasia, la enfermedad que suelen padecer los programadores informáticos y los que no saben dibujar

Un afantásico no sabe o no puede dibujar apenas, y si dibuja es un pobre esquema. Curiosamente, los afantásicos suelen ser buenos programadores informáticos.

Adelaida de la Peña, "La 'mente ciega': así es el cerebro de las personas que no pueden crear imágenes en su interior", en La Vanguardia, 31/10/2023:

La afantasia afecta a un 3,9% de la población en algún grado y a un 0,8% de forma total. Las personas incapaces de generar imágenes visuales tienen dificultades para poner cara a un familiar fallecido, evocar recuerdos autobiográficos, recrear sueños muy vívidos e incluso proyectar el futuro

Si alguien te dice “¿te imaginas que estuviéramos en la playa tomando un mojito?”… ¿eres capaz de visualizarlo en tu mente? ¿ves por ejemplo del vaso con hielo, la arena y el mar? Si no puedes o te cuesta hacerlo, quizás tengas afantasia en algún grado, porque la mayoría de las personas sí pueden generar imágenes mentales, no lo dicen en sentido figurado como para expresar que les gustaría estar de vacaciones sino que realmente pueden ver, con mayor o menos nitidez, una imagen mental.

“La afantasia es una dificultad marcada por los problemas para crear imágenes mentales”, explica a La Vanguardia Pablo Barrecheguren, doctor en biomedicina especializado en neurobiología y divulgador científico. “Es un grado, se estima que el 3,9% de la población tiene dificultades y el 0,8% tiene una incapacidad total para crear imágenes mentales”, es decir, que “casi una de cada 100 personas no puede imaginar”.

Los efectos

Un afantásico no puede imaginar con claridad un amanecer, pero puede describirlo perfectamente porque lo conoce

El hecho de no tener imaginación visual, especialmente cuando ocurre en un grado total, impide por ejemplo ver en la mente la cara de un familiar fallecido, visualizar recuerdos autobiográficos, tener sueños muy vívidos e incluso proyectar el futuro.

Además, un afantásico no puede imaginar con claridad por ejemplo un amanecer, pero puede describirlos perfectamente porque los conoce. “Una cosa es imaginar un geranio y otra saber lo que es. Estas personas saben lo que es, lo han visto (…) funcionan de otra manera; si tú les fuerzas a tener que generar una imagen, sí que digamos que ahí se atascan, pero eso no quita para que puedan describir cómo es porque lo han visto, lo han aprendido y lo tienen en la memoria” (que no en la imaginación).

Lo más llamativo es que esto no es limitante.  Para quienes le resulta fácil generar imágenes mentales, un primer impulso es pensar que tener una mente ciega debe ser un problema, sin embargo, “lo más llamativo es que esto no es limitante”, explica el neurocientífico, de ahí que mucha gente no se dé ni cuenta. “Hay otras cosas cognitivas que en cuanto te sales un poco de la norma si es muy problemático, pero esto no. La lección yo creo que es que hay una diversidad neurológica mucho mayor de lo que creemos”, insiste.

Menos terror

Aunque las investigaciones en la materia son aún muy recientes y falta mucho por estudiar, ya se han analizado algunas implicaciones. Por ejemplo, un estudio publicado en Proceedings of The Royal Society en 2021 sobre el papel fundamental de las imágenes mentales en las emociones humanas apunta a que los afantásicos pasan menos miedo o angustia ante un relato de terror. Parece lógico porque cuando leemos a menudo nuestra mente nos transporta a lugares que a veces somos capaces de ver y hasta de oler o sentir el frío del ambiente. En un relato aterrador… ¿cómo pasar el mismo miedo sin visualizar una puerta que se abre sola que podría ser la nuestra?

“Nuestros datos demuestran que los individuos afantasicos muestran una reacción de miedo fisiológica (SCL) significativamente menor cuando leen historias de terror, en comparación con los participantes de control con la capacidad de visualizar”, determina esta investigación.

No poder crear imágenes mentales conlleva tener menos sueños y menos vívidos.

¿Y cómo soñar si no puedes crear imágenes? Quienes no ven con el ojo de la mente “tienen sueños un poco menos vívidos, menos ricos sensorialmente”, cuenta el neurocientífico, refiriéndose a un estudio publicado en la revista Nature en 2020 que dilucida que “curiosamente, los individuos afantasicos reportan menos sueños y cualitativamente empobrecidos”.

Y proyectar el futuro también es más complicado para quienes experimenta ceguera mental, ya que el mismo estudio asegura que “también se informó que la memoria episódica y la capacidad de imaginar eventos futuros de los individuos afantásicos se redujeron significativamente en comparación con las dos poblaciones de control”.

Esta condición neurológica es complicada de detectar porque las personas creen que sus procesos mentales son los mismos que los de los demás: si llevas toda la vida experimentándolo, no tienes la sensación de que en tu cerebro esté ocurriendo algo diferente.

Es difícil diagnosticar a un afantásico porque, aunque hay algunos test, no hay una prueba fisionógica del todo desarrollada. Ha sido en los últimos años, cuando el tema ha salido a la palestra con nuevas investigaciones al respecto, cuando las personas sin imaginación visual están dándose cuenta de ello. “Hay mucha gente adulta que está de repente descubriendo que es afantásico”, asegura Barrecheguren.

Hay mucha gente adulta que está de repente descubriendo que es afantásico.

Pablo Barrecheguren, Neurocientífico y divulgador:

Para descubrir si uno es afantásico total o en algún grado, hay que poner a prueba la imaginación visual. En primer lugar hay que tener en cuenta que “nadie imagina desde cero, cuando imaginamos, una parte del cerebro se pone a funcionar y tira de la memoria siempre”, explica el divulgador. Por tanto, una buena manera de saber si experimentamos esta condición sería por ejemplo “pensar en un cuadro conocido como La Meninas y recorrerlo visualmente con tu mente, entrar dentro del cuadro, mirar por detrás… este ejercicio ¿te cuesta o no?” la respuesta te puede dar una pista de si tienes algún grado de afantasia.

“Si te piden que visualices en la mente algo que ya conoces y tienes dificultad, no es porque no sepas lo que es, sino porque tienes dificultad para generar la imagen” con lo que podrías tener algún grado de afantasia, resume Barrecheguren.

El psicólogo británico Francis Galton, pionero los investigar la inteligencia humana, fue el primero en esbozar la incapacidad de ver con el “ojo de la mente” en su denominado Estudio del Desayuno llevado a cabo en 1880. En este experimento se pedía a los participantes que imaginaran su mesa del desayuno y posteriormente describir lo que habían visualizado (no lo que recordaban). “Es un ejercicio que no se trata sólo de enunciar los objetos de la mesa cuando has desayunado sino que también se mide la viveza, cómo olía por ejemplo”, explica Barrecheguren.

Si te piden que visualices en la mente algo que ya conoces y tienes dificultad, no es porque no sepas lo que es, sino porque te cuesta generar la imagen. Las conclusiones fueron sorprendentes para el psicólogo, ya que se constató una gran diversidad en la forma en la que cada uno imagina visualmente, de manera que algunos de los participantes tenían visiones muy someras o nulas, mientras que otros experimentaban mucho realismo y detalles.

Sin embargo, estos descubrimientos se quedaron en un cajón cerca de un siglo hasta que el científico británico David Marks lo desempolvó en 1973 y desarrolló el Cuestionario sobre la intensidad de las imágenes visuales (VVIQ) que puedes realizar para saber, del 1 al 5, cómo de precisa es tu capacidad de imaginar visualmente, en el que uno es que “no hay imagen en absoluto, sólo “sé” que estoy pensando en el objeto” y cinco que es “perfectamente realista, tan vívido como ver de verdad”.

Las pupilas reaccionan al brillo de la imagen mental, primera prueba fisiolófica de la afantasia. 

Hasta hace muy poco, el año pasado, las investigaciones eran subjetivas, sólo podían medir a base de test los efectos de no tener imaginación visual. Sin embargo, un reciente estudio de 2022 titulado La respuesta pupilar a la luz como índice fisiológico de afantasia, fuerza de la imaginería sensorial y fenomenológica, ha aportado la primera prueba objetiva de la existencia de esta condición neurológica a través de la reacción de la pupila al brillo ilusorio. “Se trata de una investigación muy puntera que aún es experimental que está midiendo un reflejo del ojo”, explica Barrecheguren.

Las pupilas responden a la luz del exterior dilatándose o contrayéndose y este experimento ha demostrado que esta parte del ojo también reacciona ante el brillo ilusorio, es decir, a la luz de la imagen mental.

Atentos al resultado

Una manera de saber si experimentamos esta condición sería por ejemplo pensar en un cuadro conocido como 'Las Meninas' y recorrerlo visualmente con tu mente, entrar dentro, mirar por detrás… 

En conversación con La Vanguardia, el neurocientífico y divulgador cuenta que cuando realizaron el experimento “la pupila cambiaba en función de la luminosidad que mentalmente se asociaba a una imagen. Esto es muy chulo; Mostraban dos imágenes en blanco y negro y con la misma escala de grises y brillo idéntico, pero la pupila reacciona de forma diferente incluso si la imagen es el sol o la luna porque hay como un brillo mental asociado que nos imaginamos bastante automáticamente”, de alguna forma, aunque el brillo de la imagen sea la misma, la pupila responde a lo que imaginas. Así, el ojo de un afantásico no tendría ese reflejo porque no se está imaginando la foto.

Varios ciudadanos se ejercitan en Madrid este sábado. Miles de españoles salen este sábado por primera vez desde que se decretó el estado de alarma a hacer deporte y a pasear cuando la séptima semana de confinamiento llega a su fin, aunque lo harán con limitaciones.

“Nuestros resultados indican que la fuerza del contenido de las imágenes impulsa la respuesta de la luz de la pupila en los participantes que experimentan imágenes visuales. El carácter involuntario de esta respuesta proporciona una valiosa medida objetiva de la fuerza de la imaginación. En consecuencia, buscamos utilizar este hallazgo para probar la veracidad de una condición llamada afanasia, es decir, si estos individuos realmente carecen de imágenes visuales, no deben mostrar una respuesta de luz pupilar a las imágenes imaginadas”. 

Otras formas de imaginación

“Las personas con afantasia parece que no sólo tienen dificultad en imaginación visual sino que también tienen mermadas, quizás no en el mismo grado, las otras formas de imaginar con los otros sentidos”, cuenta Barrecheguren. Por ejemplo, “algunas personas que tienen afantasia técnicamente tienen anauralia”, que es la ausencia de voz interior.

Así lo constata un estudio de 2021 titulado Anauralia: la mente silenciosa y su asociación con la afantasia, en el que se demostró que “la mayoría de los afantasicos también informaron de imágenes auditivas (voz interior) débiles o completamente ausentes y los participantes que carecían de imágenes auditivas tendían a ser afantasicos”. Y esto también ocurre a la inversa; quien tiene una gran imaginación visual también suele tener mucha voz interior.

La mayoría de los estudios son muy recientes y actualmente se ha investigado la imaginación asociada a los sentidos más evidentes como son la vista o el oído (imágenes y voz interiores), por eso hay más documentación sobre la afantasia o la anauralia. “Se han estudiado las más obvias”, explica Barrecheguren, pero probablemente esta diversidad cognitiva atañe a “todas las percepciones como pueden ser la sensación térmica o la del dolor”, aventura el neurocientífico.

La hiperfantasia, el polo opuesto

En la inmensa variedad neuronal que se ha demostrado a lo largo de los estudios, se han valorado grados, y al igual que podemos decir que casi una de cada 100 personas tiene afantasia total, también existe el polo opuesto, a hiperfantasía, que son las personas capaces de generar imágenes fotorealistas y son en torno al 3% según Barrecheguren.

“Esto es el otro lado y tiene sus pros y sus contras”, reflexiona el neurocientífico, quien apunta que “no es un problema de salud, es cuestión de diversidad”.

Hábitos del disciplinado

De Quora:

Ser disciplinado no es una meta a alcanzar, sino una habilidad a desarrollar. Nunca llegaremos a un destino, siempre estaremos en el proceso.

Hábitos, esa es la palabra mágica para abandonar la pereza, darle la bienvenida a la consistencia y convertirnos en personas que no solo hablan sobre su próximo proyecto, sino que lo llevan a cabo.

Estos son los 7 hábitos de las personas que han cultivado la disciplina en su vida:

Escriben su meta principal todos los días: Muchas de nuestras decisiones están siendo tomadas por nuestro subconsciente, el chofer en nuestro cerebro. Escribir nuestra meta a diario es la manera en como le comunicamos: "Voy a este lugar". Quien no escribe sus metas usualmente es presa de la distracción, termina en cualquier lado excepto donde quería.

Limitan su tiempo en redes sociales: La disciplina no depende de la dopamina para subsistir. Es muy raro ver a alguien comprometido con algo revisando su teléfono cada 10 minutos para revisar el conteo de "likes" de su última publicación.

Se hacen inaccesibles por bloques de tiempo establecidos: Si las personas cercanas a ti saben que te pueden llamar, escribir o visitar a cualquier hora porque siempre vas a atenderles hay un problema. La disciplina requiere enfoque, este es celoso con el tiempo que le dedicas a los demás.

Son conscientes de sus debilidades: Digamos que tu meta principal es perder peso, pero traes en tu equipaje cierta adicción por el chocolate. Una persona consciente de esto, no se permite tener envases de "nutela" en su casa u oficina. Sabe que pasará el resto del día tomando "solo un poco". No podremos alcanzar nuestro destino si nos creemos más fuertes de lo que somos.

Se involucran en los grupos correctos: Somos el resultado de las 5 personas con quienes pasemos la mayor parte de nuestro tiempo. La razón principal por la cual la mayoría nunca logra desarrollar disciplina, es por el grupo de amigos en el que están involucrados. Si tu grupo viven una vida desinteresada, despreocupada y sin ningún tipo de metas, pronto terminarás abandonándolo todo.

Meditan 5–10 minutos al día: La manera más rápida de acercarnos a lo que queremos, es detenernos para revisar las señales ¿Estoy en el camino correcto? ¿Aún me interesa? ¿Por qué quiero lo que quiero? Una mente tranquila puede responder a estas preguntas con mayor claridad.

Se comen al elefante por pedazos: En vez de perseguir ser un autor publicado, se dicen a ellos mismos: "Hoy escribiré 5 páginas". Eventualmente, el resultado será un libro del cual se sientan orgullosos. De nada sirve tener una meta grande si no nos movemos diariamente hacia ella.

Pocas personas pueden llamarse a si mismas "disciplinadas", su estilo de vida no les permite avanzar. Por mucho tiempo han estado enfocándose en lo que quieren lograr en vez de construir el puente que los llevará al otro lado.

sábado, 6 de abril de 2024

El radicalismo de Diderot

Decía Diderot que "el hombre solo será libre cuando el último rey sea ahorcado con las tripas del último sacerdote". Diderot era un exagerado, no un ilustrado.

Respuestas inatacables y renovación del discurso jurídico

La respuesta que, a diferencia de "no sé nada de eso", nunca puede ser interpretada como testimonio de ser mentiroso es esta: "No tengo nada que decir". Pero la doctrina de la «ignorancia deliberada», de origen anglosajón (willfull blindness), alude a supuestos en que un sujeto se coloca deliberadamente en una situación de «ceguera» a fin de eludir su responsabilidad criminal.

Hay preguntas turbias o capciosas, de doble sentido, un tipo de pregunta que en realidad son dos preguntas (o más) en una. Este tipo de preguntas pueden influir en las respuestas, dando lugar a datos inexactos, pues responder a una sesga la respuesta a  la otra y viceversa, o responder a una olvida a la otra, o hace que la gente se sienta frustrada o confundida y no responda. Por eso esas preguntas deben desglosarse en otras dos. El lenguaje jurídico es con frecuencia ininteligible, hasta el punto de que lo han llamado "legalés" (legalese o gobbledygook). Como afirman Montolío y López, lo dificulta "el uso de palabras comunes (vista, tenedor, actor, etc.) que, por analogía, han desarrollado un significado especializado; esto es lo que Samaniego denomina “vocabulario subtécnico”, junto al frecuente uso -y, en algunos casos, claramente abuso- de una sintaxis que ha sido calificada como intrincada, pesada e ininteligible; enmarañada, embrollada, ampulosa, arcaizante y barroca. Esta sintaxis artificiosa, que cada vez se aleja más de la lengua estándar empleada por los ciudadanos, se caracteriza por recurrentes errores de normativa, a los que hay que sumar los siguientes rasgos:

(i) el predominio de estructuras impersonales y pasivas, que refuerzan la distancia jerárquica que existe entre los interlocutores; 

(ii) la construcción de períodos oracionales excesivamente dilatados

(iii) como consecuencia de lo anterior, abundancia de oraciones subordinadas, encadenadas mediante numerosos incisos, cláusulas absolutas y gerundios, que permiten condensar grandes cantidades de información en una misma proposición.

Todo ello conlleva a menudo ambigüedades sintácticas y rupturas de la estructura de la oración, esto es, anacolutos."

El artículo 248.3 de la Ley Orgánica del Poder Judicial (1985) establece la organización actual de la sentencia, que consta de cuatro apartados: (i) el encabezamiento, que contiene el lugar, la fecha y los nombres de las partes, de sus representantes y del ponente; (ii) los antecedentes de hecho, donde se relatan los hechos y las acciones legales que han dado origen al litigio; (iii) los fundamentos de Derecho o los argumentos y fundamentos legales en que se basa la decisión; y (iv) el fallo o parte dispositiva, que contiene la solución del litigio. A pesar de esta notable simplificación de la estructura global de la sentencia judicial, muchos jueces españoles siguen manteniendo la tendencia tradicional al uso de una sintaxis rebuscada y ampulosa, y un estilo solemne, impostado y pedante, patologías que favorecen la opacidad. Y el efecto perlocutivo queda magnificado.

Las tres justificaciones que suelen aportar los juristas para justificar el oscurantismo del lenguaje jurídico son:

En primer lugar, la necesidad de precisar y especificar los contenidos al máximo a fin de ofrecer garantías jurídicas;

En segundo lugar, el dinamismo y modernización continua del lenguaje jurídico que comporta la obligación de adaptarse a los cambios sociales

Finalmente, la existencia del discurso alternativo de los abogados destinado a facilitar a los ciudadanos el acceso a los aspectos más complejos del lenguaje jurídico.

Pero el hecho es que las sentencias y resoluciones judiciales son de difícil intelección, no por los tecnicismos, sino por la ausencia de claridad y corrección gramatical. A menudo se hace referencia irónica al provecho que extraen muchos profesionales liberales (en particular, los abogados) de la complejidad de estos textos, aludiendo al hecho de que parte del ejercicio profesional de estos colectivos consiste en “traducir” los textos al ciudadano.

Dos de los principios básicos que han originado la simplificación efectiva del lenguaje jurídico son los conceptos de legibilidad (legibility) y lecturabilidad (readability). Los estudios sobre ambos conceptos, realizados sobre todo por las tradiciones anglosajona y francófona, se centran en la descripción de los rasgos que dificultan la lectura y el procesamiento de un texto, tanto los de diseño de los documentos (legibilidad) como los estructurales y de contenido (lecturabilidad o accesibilidad al significado). Así, los índices de legibilidad que resultan de estos estudios suelen incluir, a modo de fórmulas, reglas cuantitativas sobre la longitud máxima de las frases o párrafos, la cantidad de apariciones de determinadas categorías gramaticales en una frase, etc., que debe tener un texto para exigir del lector el mínimo esfuerzo interpretativo posible.

para elaborar un texto bien trabado, resulta fundamental también el dominio de los mecanismos lingüísticos de cohesión textual; a saber: la puntuación, la conexión mediante expresiones conectivas y léxicas, la anáfora léxica y pronominal, el uso de determinantes, etc. De ahí la necesidad de estudiar tales elementos en un marco teórico lingüístico; en concreto, el de la Gramática del Discurso, disciplina que analiza la lengua desde una perspectiva supraoracional25. La Gramática aporta herramientas propedéuticas y explicativas -esto es, basada en reglas y no en explicaciones ad hoc- de gran utilidad a la hora de presentar a los escritores no expertos de manera sistemática cómo funciona un determinado mecanismo lingüístico de textualización en una lengua dada.

Examinado un corpus de 50 sentencias de altos tribunales españoles, se han detectado estos problemas:  

Sintaxis opaca, artificiosa e incluso en ocasiones antinormativa y un empleo inadecuado de los mecanismos de cohesión, que trae consigo problemas de coherencia semántica.

Las inconsistencias discursivas relacionadas con un dominio insuficiente de las estructuras sintácticas acarrean: la construcción de oraciones con una longitud excesiva, lo que origina anacolutos (especialmente frecuentes en estructuras enumerativas), además de dificultar el trabajo de la memoria a corto plazo y la aprehensión del significado; y el hipérbaton o alteración forzada del orden habitual de la frase. A su vez, entre los mecanismos de cohesión mal empleados, destacan: el uso inadecuado de los signos de puntuación, que afecta a la comprensión de la macroestructura y comporta ambigüedades; y los problemas de pérdida de referentes de las expresiones pronominales, fenómeno este de los más recurrentes en el corpus.

Tales problemas en la identificación del referente suelen deberse a 

(i) errores de concordancia entre la expresión anafórica y su referente; 

(ii) el desconocimiento del emisor acerca del alcance sintáctico de la expresión anafórica empleada;

(iii) la atribución de valores anafóricos a elementos léxicos que no los poseen;

(iv) la pérdida de referente del sujeto elíptico.

Ejemplos:

De error de concordancia:

(2)  (...) el patrimonio inmobiliario que consta a su favor y en el que la propia sociedad limitada desarrolla en un local su actividad, fue adquirido ya por el padre del esposo antes del matrimonio, aunque la escritura pública de dichos inmuebles no se formalizaron muy posteriormente al matrimonio pero gravándolas con hipotecas de elevado importe crediticio, casi absorbentes de su propio valor (AC 1999\4422).

En este ejemplo, simplemente no es posible recuperar ningún referente que se ajuste al género femenino y número plural que posee el pronombre de complemento ‘las’. De ahí que, tratándose de un error de concordancia, el referente pueda ser tanto “la escritura” (o más bien “las escrituras” que probablemente tiene en mente el juez redactor del texto) como “los inmuebles” (en este caso, el error residiría en la concordancia de género).

De alcance sintáctico inadecuado de la expresión referencial

Una distancia excesiva entre la expresión anafórica y su referente. Ello sucede, por ejemplo, cuando se usan demostrativos cuyo referente se encuentra más allá de la unidad sintáctica oracional en la que aparecen, o cuando un mismo pronombre puede tener dos candidatos a referentes, como sucede con el dativo ‘le’ en el siguiente fragmento de una sentencia emitida por el Tribunal Supremo, que puede aludir tanto al padre como al hijo previamente presentados:

El factum de la sentencia recurrida describe cómo el acusado, en el domicilio familiar, realizó en una ocasión tocamientos en el pene de su hijo por encima de los pantalones mientras el niño veía la televisión sin dirigirle la palabra (BDB TS 5480/2003).

De Atribución errónea de valores anafóricos:

Otro mecanismo pronominal cuyo uso inadecuado por parte de los jueces suele plantear problemas de acceso a una referencia nítida es el uso de la expresión comparativa el mismo / la misma / los mismos / las mismas, que en el lenguaje jurídico se emplea profusamente con un valor anafórico que, de acuerdo con la normativa del español (RAE 2005, s. v. “mismo -ma. 3.”), no posee. Esta incapacidad anafórica “natural” de la expresión dificulta considerablemente la interpretación del referente.

Con el objetivo de que evitaran el uso abusivo (y antinormativo) de dicha estructura, trabajamos con los participantes múltiples fragmentos en los que aparecía la expresión “el mismo”, para poner en común diferentes posibilidades de sustitución por otra expresión anafórica normativa y menos ambigua, como las que se observan aquí:

Pues bien, esto sentado, es obvio, que practicado el requerimiento en fecha 29 de marzo de 1995, la necesidad manifestada en el mismo [-» dicho documento] e integrada por la ocupación de una vivienda ajena en arrendamiento ligado al vínculo laboral del actor con la antecitada empresa, concurría al año del mismo [-» de emisión del citado requerimiento] (...) (AC 1999\5342).

En este fragmento, al igual que ocurre con frecuencia en otras sentencias, aparece un nuevo caso de interpretación ambigua de la expresión anafórica. Nótese que el antecedente más plausible para el último “el mismo” es “el vínculo laboral”, por ser el primer sintagma nominal masculino singular a la izquierda de la expresión (el sintagma correferente más cercano). No obstante, tal como mostramos en la reparación que aparece incluida en el ejemplo, el juez emisor parece estar refriéndose al “requerimiento” mencionado tres líneas más arriba.

==Bibliografía==

Estrella Montolío, Anna López Samaniego, "La escritura en el quehacer judicial. Estado de la cuestión y presentación de la propuesta aplicada en la Escuela Judicial de España", Revista Signos,  2008, vol. 41, núm. 66, 33-64.

Franz Kafka, La partida

La partida:

Ordené que trajeran mi caballo del establo. El sirviente no entendió mis órdenes. Así que fui al establo yo mismo, ensillé mi caballo y lo monté. A distancia escuché el sonido de una trompeta y le pregunté al sirviente qué significaba. Él no sabía nada ni había oído nada. En el portal me detuvo y preguntó:

—¿Adónde va el patrón? —No lo sé —le dije— simplemente fuera de aquí, simplemente fuera de aquí. Fuera de aquí, nada más; es la única manera en que puedo alcanzar mi meta. —¿Así que usted conoce su meta? —preguntó él.

—Sí —repliqué— te lo acabo de decir. Fuera de aquí, esa es mi meta.

La regla del mejor camino

 Da siempre lo mejor que tengas en ti mismo y todo saldrá como deba ser.

martes, 2 de abril de 2024

Sergio del Molino, La gente quiere creer

Sergio del Molino, "Como Mulder en ‘Expediente X’, mucha gente quiere creer en algo", en El País, 29 de marzo de 2024:

Los conventos se vacían de vocaciones, y las parroquias, de feligreses, pero la espiritualidad gana prestigio y relevancia: vivimos una época fértil en milenarismos, gurús y emociones trascendentes que den sentido al acelerón cotidiano

Los primeros 15 minutos de La so­­ciedad de la nieve son canónicos y magistrales. Yo los usaría para explicar en la escuela cómo se plantea una historia y cómo se caracterizan los personajes. Con una economía de recursos soberbia, Bayona cuenta quiénes son esos jóvenes y por qué se comportarán así después del accidente, y en ese ejercicio narrativo sobresale una secuencia en una iglesia. Gracias a ella, al espectador le queda claro que la religión es muy importante en las vidas de esos personajes y en su forma de entender la amistad y la fraternidad. Sin esa secuencia, los debates morales sobre la antropofagia que ocupan buena parte del nudo de la película serían incomprensibles o estarían cojos. La sociedad de la nieve es, en buena medida, una película sobre el tabú religioso: la fe otorga a esos náufragos el espíritu solidario que necesitan para sobrevivir, pero también les pone ante un dilema destructivo.

Por supuesto, Bayona no inventa nada. Esa fe y esos dilemas están en el corazón de las memorias de los supervivientes y son fieles a sus relatos y meditaciones, pero subrayar su sustrato católico es una decisión narrativa. Todas las historias se pueden contar desde muchos puntos de vista, incidiendo en tales o cuales aspectos y obviando otros. La escena de la iglesia pone la religión en el centro y le quita universalidad laica a la angustia moral. Por eso esta película interpela tan hondamente a su época: su autor ha entendido —quizá sin pensarlo, por pura absorción del ambiente— que vivimos tiempos religiosos y que la mirada laica sobre el mundo se está apagando.

Esto no tiene que ver con las grandes religiones organizadas, que en los países occidentales siguen decayendo (aunque no hay que menospreciar su importancia en el auge de movimientos trumpistas o en la escalada belicista de la derecha israelí). Los conventos y los seminarios se vacían de vocaciones, y las parroquias, de feligreses, pero la espiritualidad gana prestigio y relevancia, y el discurso religioso empapa la vida pública y la cultura de formas tan sutiles como insólitas. Como el Mulder de Expediente X, mucha gente quiere creer en algo. Muerto Dios y diluida la patria, el individualismo y la vida sin raíces ni vínculos comunitarios fuertes propician que esta época sea fértil en milenarismos, gurús y emociones trascendentes que den sentido al acelerón cotidiano y al consumismo banal. El espectador de La sociedad de la nieve, aislado en su suscripción de Netflix, envidia la cohesión y la hermandad en la fe de las víctimas del accidente de los Andes.

El pensamiento y la literatura han respondido al caos urbano con llamadas al retiro no muy diferentes de las de los eremitas que fundaron algunas grandes religiones. Las apologías de la vida tranquila, campestre, recluida y ensimismada, con el culto a la santidad de Thoreau y su libro sagrado Walden, fomentan una nueva espiritualidad de las cosas sencillas y de la comunión con la tierra. Desde la pandemia, este género narrativo no para de enriquecerse, y cualquier lector atento puede encontrar un buen puñado de alabanzas al retiro en las mejores librerías: desde Gozo, de Azahara Alonso; hasta La vida pequeña, de José Ángel González Sainz, pasando por las diatribas filosóficas de Byung-Chul Han o los manifiestos más políticos, como el recién publicado ¡Silencio!, de Pedro Bravo.

En la cultura popular —o semipopular—, merece la pena detenerse en la complejidad de La mesías. Los Javis ya demostraron una sensibilidad favorable al sentimiento religioso en La llamada. Con La mesías exploran la oscuridad de la fe, pero no lo hacen desde la denuncia laica a la que nos ha acostumbrado la mentalidad progresista, sino adoptando el punto de vista de quienes se asoman al abismo y sienten a la vez su atracción y su pánico a tirarse. Los Javis entienden muy bien el mundo en el que viven y saben que el ansia espiritual es el tema de nuestro tiempo. La presentan como una tragedia que a veces se viste de farsa y de esperpento kitsch (ven el dolor auténtico y hondo donde la mayoría solo ve un meme), por eso no la caricaturizan ni la denuestan, sino que intentan comprenderla.

Reconozco que para alguien como yo, educado en el ateísmo anticlerical, es difícil entrar en ciertos juegos y superar el desprecio y la burla que todo lo religioso me despierta por instinto, pero si no se hace un esfuerzo por comprender el sustrato de creencias irracionales de los debates de hoy, no se entiende nada. La razón es un arma inútil para interpretar muchas actitudes y manifestaciones que no admiten refutaciones argumentales ni operaciones lógicas porque son emotivas: cuando alguien dice que siente algo, la discusión racional es imposible, no se pueden rebatir sentimientos. La religión está detrás de muchos activismos —¿cuántos ecologistas hablan del planeta en términos de divinidad y entienden su compromiso como un sacrificio trascendente?— y de muchas discusiones públicas en las que no importa quién tiene razón, sino quién es el ortodoxo y quién el hereje. Todos los días, un puro excomulga a un impuro. El libro que mejor explica la política radical actual o la dinámica de las redes sociales es Castiello contra Calvino, de Stefan Zweig.

De ahí que también tengan mucho éxito las redenciones y los caminos de perfección, con todos esos personajes públicos que se flagelan por su mala conducta y prometen ser la mejor versión de sí mismos. El pecado, elemento nuclear de todo pensamiento religioso, rige de una forma que desconcierta a quienes nacieron en tiempos más laicos y frívolos.

Necesidad de trascendencia, ansia de verdad (o de estar en la verdad, de pertenecer al grupo de los que se salvan) y caminos de perfección mueven un mundo desorientado cuya espiritualidad se expresa a veces de manera delicada y artística, y otras inspira furias justicieras groserísimas. Exactamente igual que en los años de la Contrarreforma, cuando lo sublime de Miguel Ángel convivía con la hoguera del auto de fe. Sin la violencia de entonces, claro, pero solo en las democracias occidentales: que nos cuente Salman Rushdie cómo las gastan en otros pagos donde no rige el Estado de derecho.

Mantener una postura laica coherente y firme es muy difícil en un contexto así. Emboscarse en las barbas de Marx y seguir diciendo lo del opio del pueblo es comprensible, pero también vacuo y contraproducente: en parte, ha sido la eficacia con la que los ateos matamos a Dios la que nos ha llevado hasta aquí. El laicismo se desentendió tanto de la dimensión espiritual de la vida íntima y de la comunitaria, que ahora no sabe cómo bregar con esas emociones que antes regulaban las instituciones y liturgias religiosas. Liberadas de ellas, hoy se expresan en una entropía que amenaza con reventar las costuras de la razón

jueves, 28 de marzo de 2024

El bohemio escritor Gonzalo Torrente Malvido, que nunca pagaba la cuenta

Luis de la Cruz, "Torrente Malvido, el último bohemio de Malasaña", en Eldiario.es, 27 de enero de 2014:

Escritor irregular, pero de éxito en ocasiones, personaje ineludible de la noche e hijo de Gonzalo Torrente Ballester. El Bukowski Club fue una de las últimas casas de este bohemio presente en muchas noches del barrio.

Nació en Ferrol, volvió a su tierra – durante algún tiempo se retiró a la Galicia rural – y sus cenizas descansan en el norte. Aquí, en Madrid, se le recuerda, además de como buen literato esquivo al canon oficial, como personaje bohemio e ineludible de la noche. En 1960 quedó finalista del Premio Nadal con su primera novela, Hombres varados; en 1963 ganó el Premio Café Gijón con La raya y en 1969 el Premio Sésamo con Tiempo provisional. Obtuvo, además, un Goya por el guion de El rey pasmado y una chupa que le regaló Keith Richards.

Al torero del Bukowski, que se fue en 2011, le lloraron mucho los habituales de las noches recitadas en Malasaña. Es posible rastrear un buen número de sentidas despedidas en los blogs de los habituales del Buko. Fue especialmente amigo de un gran jefe de la escena versificada en el barrio, Carlos Salem (hasta vivió con él un tiempo), del que prologó su libro Matar y guardar la ropa.

Hijo de uno de los nombres respetados del panorama literario franquista, Gonzalo Torrente Ballester, vivió una infancia de ambiente culto y educación moral acorde a los tiempos y la posición de la familia. Cuenta Vicente Molina Foix – trasladando una anécdota que le contó Rafael Azcona – que en cierta ocasión una llamada telefónica interrumpió la velada en casa de Torrente Ballester, copa en mano, de un grupo de escritores desengañados del Movimiento (Rosales, Vivancos, Laín Entralgo, Tovar, quizá Ridruejo). Estaba presente Juan García Hortelano, a pesar de ser comunista. La llamada era del director general de Seguridad: Gonzalito era sospechoso del robo de un valioso cáliz en una iglesia. Efectivamente, el cáliz apareció (junto a un puñado de hostias) en la habitación del chico. Ante el sacrilegio, los escritores pidieron consejo a Jesús Aguirre (sacerdote, aún no casado con la duquesa de Alba), que rápidamente se plantó allí en taxi y ofreció comunión a todos excepto al rojo García Hortelano. Aquellos prohombres del régimen devolvieron el copón (sin formas) y la travesura quedó sin castigo.

Probablemente su carrera literaria y el personaje cargaron a cuestas el estigma que apea de la nómina oficial de la literatura pronto, en 1968, año de su ingreso en prisión. No entró en Carabanchel por motivos políticos, como otros de su generación, sino por una poco aclarada historia que le valió una condena por suplantación de personalidad. Al parecer también estuvo encerrado en París, junto a otro poeta e hijo de escritor, Leopoldo María Panero. En la cárcel recibió la noticia de que había ganado el Premio Sésamo con la novela Tiempo provisional.

Ejerció de figurón noctámbulo de la bohemia madrileña. Cuentan que un billete de un dólar con la efigie de El Che enrollado servía de varita para animar las noches. Los bares siempre fueron sus casas, militó en las míticas noches del Oliver en Chueca, y al final, entre otros, en el Candela en Lavapiés, o en el desaparecido Bukowski Club, en San Vicente Ferrer. Luis Antonio de Villena lo recuerda así:

“Torrente Malvido (”Malvino“ le llamaban muchos) era una leyenda de las noches turbias y sabias de  un nocherniego Madrid casi desaparecido. Se había pegado con Umbral (decían) y se llevaba de maravilla con Sandra Negrín –supuesta sobrina del doctor republicano- que era otra institución bárbara y báquica del ”Oliver“ aquel de los 70…”

La prensa da nota de que en los últimos tiempos se le pudo ver durmiendo en un banco del Paseo del Prado o en hogares de acogida. De lo del banco dijo que era una acción publicitaria contra quienes le habían ninguneado durante el centenario de su padre. A saber. Los últimos días de quienes vadean la vida al minuto suele ser arrastrada por la corriente cuando flaquean las fuerzas.

Fue biógrafo de su padre (Torrente Ballester. Mi padre o La saga fuga de GTB). Su relación con Torrente padre debió ser complicada, pero a buen seguro cercana: éste le dedicó Los gozos y las sombras (A quien más dolor me causa, escribió). Luego hizo un elogioso prólogo del libro de Malvido Doce cuentos ejemplares.

Hay gente a la que la literatura de su vida le ensombrece la de sus cuartillas. De Malvido, dicen quienes se han acercado a su literatura (catorce libros, todos descatalogados), que era un gran escritor. Su pluma bebía de la vida, y no es extraño entonces que se la bebiera él con fruición. En Doce cuentos ejemplares (1996) mezcló ambas, recreando una juerga interminable y real con Camarón, de quien fue compadre, y el cantaor Rancapino.

Fue, tal vez, el último bohemio de Malasaña. Un personaje oculto para la mayoría que quizá merezca, antes que descansar en paz, que su memoria emerja.

miércoles, 27 de marzo de 2024

El Infierno según los clásicos

Juan G. Bedoya, "El Infierno, según los clásicos", El País,  5 de septiembre de 1999:

Woody Allen, en su penúltima película, Desmontando a Harry, desciende a los infiernos y se encuentra, entre otros atormentados, al carpintero que inventó los muebles de metacrilato. Un "absurdo moral" de este tipo debió sentir Unamuno cuando escribió: "Por el infierno empecé a rebelarme contra la fe. Mi terror ha sido el aniquilamiento, la anulación, la nada más allá de la tumba. ¿Para qué más infierno?" La idea clásica del Infierno le parece al teólogo Tamayo un "cotilleo morboso". Así aparece en Dante y, mucho antes, en la Eneida, del pagano Virgilio. La visión dantesca, por ejemplo, de los cinco primeros pisos de la "región de los condenados" está repleta de pecadores menores, de "incontinentes": los que han vivido en lujuria, gula, avaricia e ira, o en sus contrarios: el hastío, el spleen con que Baudelaire abre sus Flores del mal. Así que, en general, desde Voltaire a Quevedo, es frecuente la imagen terrorífica del lugar, salvo los apuntes románticos de Goethe. Al autor del Fausto nada le parece terrible. Horrible es el Infierno, sí, pero el Purgatorio le resulta "ambiguo", y "tedioso" el Paraíso.

La Iglesia, con su enorme poder, logró convertir a la Teología en "la emperatriz de las ciencias" hasta muy entrado el renacimiento. Al margen de las víctimas (Galileo o fray Luis de León entre las más sonadas: eran "años recios", se resignó Teresa de Ávila), la prepotencia ensombreció la visión de la humanidad y alcanzó límites tenidos hoy por irreverentes. Así, el teólogo capuchino Martin Von Cochem llegó a fijar la altura de las llamas del Infierno, llamando la atención sobre el hecho de que su fuego es más tórrido que el terrenal: porque sucede "en lugar cerrado", "se alimenta de pez y azufre" y porque es Dios quien lo sopla. "Tú sabes", se exhibe Cochem, "que cuando se sopla sobre el fuego, este prende con más ímpetu. Si el fuego se atiza con grandes fuelles, como se hace en las fraguas de los herreros, las llamas se enfurecen. Ahora bien, cuando es el Dios omnipotente el que sopla el fuego del Infierno con su aliento, ¡cuán horrible no será su rabia y furor".

El teólogo Enrique Miret Magdalena ha demostrado, en El catecismo de nuestros padres, que siempre habrá quien oiga el galope de los caballos del Apocalipsis. "¿Quién es el mundo?", se pregunta el catecismo del P. Astete en la versión de 1955. Responde: "El mundo son los hombres mundanos, malos y perversos". Otra cuestión: "¿Hay más que un infierno?". Respuesta: "Hay cuatro infiernos, y se llaman: infierno de los condenados, purgatorio, limbo de los niños, limbo de los justos o seno de Abrahan".

El catecismo Nuevo Ripalda en la nueva España, edición 1951, no es menos apocalíptico, pero sí mucho más patriótico. Ripalda, jesuita como Astete, cuenta el mismo número de infiernos ("cuatro senos o lugares de las almas que no van al Cielo", precisa); llama a Dios el "remunerador" (porque "premia a los buenos y castiga a los malos"); y selecciona cinco guerras de "exaltado patriotismo" entre "los seis hechos culminantes de la historia de España". La última fue "la segunda guerra de la Independencia contra los rojos". En la anterior, España había logrado la expulsión de Napoleón.

Harpo Marx

Harpo Marx fue una buena persona. Adoraba a los animales y a las personas, y adoptó a todos sus hijos y a cualquier perro callejero que se encontrase.  Nunca se divorció y ejerció su talento de cómico, músico y mimo ejercitando una imaginación desbordante. Su esposa, la actriz Susan Fleming, lo describió como un “arquitecto de lo impredecible”. Es una definición que no incorpora todo su talento como mero ser humano. Fue, no cabe duda, un ejemplo a imitar, casi un personaje sacado del futuro o de la misma fantasía impredecible dentro de la que vivía. Era natural que fuese amigo de Salvador Dalí, quien lo dibujó una vez. Y, siendo un cómico experto, fue la única persona que hizo llorar en toda su larga vida a Groucho Marx cuando murió. El amigo ideal de Dorothy Parker en la mesa redonda del Algonquin.






martes, 26 de marzo de 2024

Los obstáculos de la Humanidad según Cicerón.

Según Cicerón, hay una serie de errores persistentes o piedras con las cuales tropieza siempre la humanidad:

1. Creer que ganar consiste en hacer perder a los otros.

2. Preocuparse por cosas que no puedes cambiar ni controlar.

3. Insistir en que algo es imposible solo porque no se hizo.

4. Rehusar dejar de lado las diferencias triviales.

5. Negarse a desarrollar, educar y refinar la mente.

6. Forzar a otros a pensar y vivir como nosotros.

Liu Cixin y El problema de los tres cuerpos

Entrevista de Guillermo Abril para El País, 22-III-2024: "Liu Cixin, autor de ‘El problema de los tres cuerpos’: “Tener ideas originales es cada vez más difícil”

El escritor de ciencia ficción ha creado mundos dominados por nanomateriales, viajes a la velocidad de la luz, pliegues de dimensiones y batallas en las estrellas, aunque entre líneas siempre late el ajedrez de la geopolítica. La adaptación de su trilogía llega ahora en forma de serie a Netflix

El coche avanza, el escritor Liu Cixin, de 60 años, va sentado en el asiento de atrás, fuera se ve el paisaje de una isla tropical en el sur de China adonde ha venido a tratar de desatascar su bloqueo creativo. Va contando que hace años, cuando fue invitado a Barcelona para presentar su novela más conocida, El problema de los tres cuerpos, le instalaron en un hotel inspirado en 2001: Una odisea en el espacio. Es una de sus películas favoritas. En la reciente Barbie, añade por sorpresa, hay una reinterpretación de la escena de los primates y el monolito, esa piedra de origen extraterrestre que aparece en los instantes claves de la humanidad y marca un salto evolutivo: a los simios les confiere inteligencia humana, un clan se impone a otro gracias a un hueso —la primera arma—, y el homínido la lanza al aire y esta se funde, millones de años después, con una nave espacial que surca el espacio mientras suena el poema sinfónico de Richard Strauss Así habló Zaratustra.

La vida, se podría argumentar, se compone de saltos similares, chispazos de innovación que aceleran la existencia. En la de Liu Cixin, ese monolito apareció a principios de los años ochenta del siglo pasado. Rondaría los 20 años cuando llegaron a China las primeras traducciones de Arthur C. Clarke, entre ellas 2001…, la novela que inspiró la película de Stanley Kubrick. Durante años, la ciencia ficción había sido perseguida, pero tras la muerte de Mao Zedong comenzaba un periodo de apertura, se dejaban atrás los desmanes y persecuciones intelectuales de la Revolución Cultural y el género aterrizó en un gigante que arrancaba su propia odisea. Aquella noche de los ochenta, cuando terminó de leer el libro, salió de casa y miró a las estrellas. “Por primera vez en mi vida quedé asombrado por la magnitud y el misterio de nuestro universo”, contaría Liu en 2018, en el discurso de aceptación del prestigioso premio de la Fundación Arthur C. Clarke a la imaginación al servicio de la sociedad, en Washington.

Para entonces, su fama era ya global. Gracias a la traducción al inglés de El problema de los tres cuerpos,primer volumen de la trilogía Recuerdo del pasado de la Tierra,se convirtió en 2015 en el primer asiático en ganar el Premio Hugo, considerado el Nobel de la ciencia ficción. Había comenzado a publicarla por entregas en 2006. A Estados Unidos llegó en 2014 y entre sus admiradores había personas de la talla de Barack Obama —”Salvajemente imaginativo”, dijo el expresidente a The New York Times—. En 2018, se desató una dura batalla por adquirir los derechos de la adaptación de su obra, de los que Liu se había desprendido en 2010 por una pequeña suma. La pugna ha sido de tal calibre que incluye el presunto asesinato por envenenamiento en Shanghái del magnate chino que se hizo hace años con la propiedad intelectual. Financial Times aseguró que Amazon estaba dispuesta a pagar unos 1.000 millones de dólares por convertir su trilogía en una serie. Fue Netflix la que logró cerrar un acuerdo por una cantidad que no ha sido revelada. Este pasado 21 de marzo, la plataforma estrenó la serie El problema de los tres cuerpos, cuya versión corre a cargo de los creadores de Juego de tronos y es uno de los probables fenómenos de ficción globales de los próximos años, lo que proyectará aún más al autor de una obra que ha vendido más de 11 millones de copias en el mundo (7 millones en China) y ha sido traducida a más de 30 lenguas.

Y, sin embargo, lo que a Liu le angustia es esta sequía creativa que lo atenaza desde hace años. No ha publicado nada nuevo desde que terminó en 2011 la tercera parte de Los tres cuerpos, cuenta ya sentado en una terraza al aire libre, envuelta en olor a pescado y marisco a la brasa. Desde la mesa se ve una hilera de palmeras a contraluz y el atardecer dorado espejea sobre las aguas. Es miércoles, 31 de enero en Sanya, una ciudad turística en la isla de Hainan. Se acerca el Año Nuevo chino, son días de vacaciones, reina un animado guirigay. Llegan platos humeantes a la mesa, que insistirá en pagar. Ya de noche, alguien encenderá una bengala junto a la orilla, mientras una mujer anima la velada con canciones populares chinas.

—¿No está escribiendo nada ahora mismo?

—Últimamente, escribir me resulta increíblemente difícil. Varios libros que he empezado han acabado abandonados a mitad de camino. Para mí la originalidad es crucial. Es una de las alegrías más significativas de mi proceso de escritura: crear ideas nuevas e inesperadas. Pero, en esta época, tener ideas originales es cada vez más difícil. Con la rápida difusión a través de internet, un concepto brillante puede darse a conocer rápidamente. Esto hace que escribir novelas de ciencia ficción como las mías sea todo un reto.

Liu concibe la escritura como esa gran idea única en torno a la cual se va articulando una historia. A menudo, la génesis parte de conceptos abstractos o teorías científicas. Estudió en el Departamento de Ingeniería Hidroeléctrica de la Universidad de Recursos Hídricos y Energía Eléctrica del Norte de China y trabajó hasta 2010 como ingeniero informático en una central eléctrica en Yangquan, en la provincia minera de Shanxi. Muchos de sus relatos, que comenzó a publicar a finales de los años noventa, fueron concebidos mientras trabajaba; los ordenaba mentalmente y luego los escribía al acabar la jornada. El problema de los tres cuerpos nace de un enigma sin solución de la física: ¿cómo determinar la posición de tres cuerpos sometidos a atracción gravitacional mutua? Él se planteó qué ocurriría si estos tres objetos fueran tres soles: daría lugar a una civilización inestable y necesitada de constantes saltos tecnológicos para sobrevivir. Esta es la otra pata clave que sustenta sus relatos: la pulsión de supervivencia.

Ese cóctel genera una trama que supera las 1.600 páginas en la traducción al español (publicado por la editorial Nova) y abarca una línea temporal de millones de años. Liu coloca a la humanidad bajo la amenaza de una invasión alienígena y plantea el clásico choque entre civilizaciones. La extraterrestre, llamada Trisolaris, busca huir de un planeta inhabitable y conquistar el nuestro. Pero su viaje hasta la Tierra es largo, les llevará unos 450 años, lo que le da a la civilización terrícola, que conoce sus planes, una oportunidad de prepararse. En el centro está la carrera científica de nuestra especie para desarrollar a tiempo un arma capaz de disuadir al agresor, tan superior tecnológicamente como puede serlo un humano respecto de una hormiga. Mientras, Trisolaris tratará de contener los avances científicos mediante el envío a la Tierra de supercomputadores de tamaño microscópico.

En las novelas hay nanomateriales, viajes a la velocidad de la luz, pliegues de dimensiones y batallas en las estrellas, pero siempre late entre líneas un ajedrez geoestratégico inspirado en la teoría de la destrucción mutua asegurada que rigió el planeta en tiempos de la Guerra Fría. Su lectura también despierta paralelismos con la gran pugna geopolítica de nuestra era, la de China y Estados Unidos. A veces, asombra el parecido del contexto de la novela con este mundo en fase de desglobalización, en el que Pekín trata de colocarse a la altura de Estados Unidos, mientras Washington impone restricciones al acceso de China a tecnología y herramientas críticas para la fabricación de semiconductores de última generación para evitar su uso en sistemas de armamento avanzados…

Liu asegura que cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Se considera un autor “puro” de ciencia ficción, interesado en “crear un mundo imaginado que nadie más haya inventado”. No busca trazar alegorías ni criticar la realidad. Cómo se interpreten sus escritos es algo que no puede controlar, dice. La serie aterriza en cualquier caso en un 2024 marcado por las tensiones globales. Liu desliza que ha visto algunos episodios; la adaptación es “muy interesante”; los efectos especiales, “impresionantes”. Pero está convencido de que no gustará en China. Por el camino, se ha caído la “fuerte atmósfera cultural china” de sus libros, la acción se ha trasladado al Reino Unido, y los protagonistas tampoco son chinos. Netflix ha ideado el producto para una audiencia mundial, pero sin contar con la República Popular, donde no tiene negocio. En este país no se verá la serie, salvo que uno se salte la gran muralla de internet mediante herramientas tecnológicas ilegales. Los espectadores del país se tendrán que conformar con la versión china de la serie, estrenada en 2023.

El autor tampoco tiene previsto viajar a Estados Unidos a ningún evento de promoción y le cuesta aceptar entrevistas con medios occidentales porque, dice, es un tema “sensible”. En 2020, un grupo de senadores estadounidenses reclamó a Netflix que cancelara la producción por las opiniones que el autor había expresado, en una entrevista, sobre Xinjiang, una región de China donde la ONU considera que Pekín podría estar cometiendo crímenes de lesa humanidad contra la minoría uigur. Liu justificaba la postura de Pekín y defendía el estado actual en términos de libertades: “Si se aflojara un poco el país, las consecuencias serían aterradoras”, dijo en The New Yorker. Añade en la terraza: “Si China no tuviera la actual organización gubernamental, estaría en una situación más caótica”. Y cree que “en términos de civilización democrática, China ha progresado mucho”, comparado con su juventud, cuando “una sola palabra podía poner en peligro la vida”.

Tal y como lo ve: “Tras la pandemia, la situación mundial se ha vuelto más dividida y confrontacional entre los países y entre Oriente y Occidente, a diferencia de la era anterior de la globalización. Este entorno ha hecho que varios aspectos se vuelvan más sensibles. Los jóvenes me preguntan a menudo si el mundo está retrocediendo. En realidad, creo que ha vuelto a un estado normal. La mayor parte de mi vida, desde la infancia hasta la edad adulta, ha transcurrido en este estado normal. En cambio, siento que los últimos 30 años fueron anormales. Era anormal que las cosas fueran en una dirección positiva. Ahora, realmente siento que hemos vuelto al tipo de estado que experimenté hasta mis 20 o 30 años”.

Liu suele hablar de aquellos tiempos duros. A la Guerra Fría, las tensiones con la Unión Soviética y la amenaza nuclear, se le unía el hambre y la persecución intelectual. A sus padres los mandaron a trabajar a una mina en una región atravesada por las luchas entre facciones de la Revolución Cultural; a él lo enviaron a la aldea familiar en una zona rural, donde no llegó la luz eléctrica hasta 1980. Vivió episodios que lo marcaron, como el lanzamiento al espacio del primer satélite chino en 1970 o las inundaciones de 1975, que dejaron al menos 150.000 muertos. Comenzó a escribir ciencia ficción en bachillerato, siguió haciéndolo en la facultad y luego en el trabajo, sin lograr publicar nada en casi dos décadas. Pero eso cambió a finales de los noventa, cuando recibió la llamada de la revista El mundo de la ciencia ficción, interesada en sus relatos.

El género vivía una “atmósfera vibrante” en ese final del milenio, y esto “impulsó” al autor “a reanudar la escritura”, recuerda Yao Haijun, director de aquella publicación, nacida en 1978 y hoy un referente del género en China. Yao conoció a Liu en el año 2000. Rememora su timidez y sus vastos conocimientos. “Su mente estaba llena de innumerables ideas intrigantes”. La revista ya había publicado dos de sus relatos. Leerlos, recuerda Yao, “fue una experiencia sobrecogedora”. “Me impresionaron los mundos grandiosos y peculiares que imaginaba”. “Su obra tenía una cualidad distintiva y deslumbrante que lo diferenciaba de otros autores”. Se convirtió en su editor, y lo sigue siendo hoy, muchos años después.

Sus relatos comenzaron a ganar premios. Publicó sus primeras novelas a medida que el gigante asiático registraba cifras de crecimiento meteórico. En 2006, arrancó la edición por entregas de El problema de los tres cuerpos en la citada revista. El auge del género y de China discurrían en paralelo. Según Liu, no es casual: “La literatura de ciencia ficción solo puede producir obras influyentes en países de rápido desarrollo”, asegura. “El género nació en Gran Bretaña, hace unos 200 años; cuando el Imperio Británico declinó y Estados Unidos ascendió, se trasladó a este país. Del mismo modo, la atención que suscita hoy la ciencia ficción china está relacionada con el rápido proceso de modernización social”.

Los grados de censura también han ido variando. Si antes en China se perseguía la ciencia ficción por ser una fuente de “contaminación espiritual”, hoy el Partido Comunista la considera una herramienta alineada con sus intereses. La película La tierra errante (2019), basada en un relato de Liu, ha sido una de las más taquilleras de la historia del país. Una vez, un alto funcionario le confesó al escritor por qué el Gobierno apoyaba el género: “La ciencia ficción tiene un fuerte carácter innovador y es útil para que China se consolide como un país innovador”.

Aun así, las novelas de Liu contienen conceptos políticos y morales cuya lectura cobra una especial fuerza en su país. El punto de partida de Los tres cuerpos transcurre en la Revolución Cultural y narra episodios de una violencia inusitada (en la edición china, estos pasajes fueron colocados en el centro para sortear la censura). A veces, da la sensación de que el autor expresa ideas críticas mediante ficciones. En el segundo tomo de la trilogía, durante un vuelo interestelar, los militares debaten el tipo de sistema con el que han de gobernarse. Unos optan por una dictadura. Otro replica: “Los hechos históricos […] demuestran que un sistema totalitario es la mayor barrera para el progreso humano”. Parecen mensajes encriptados, que por supuesto él niega, igual que hace uno de los protagonistas cuando llega el momento: se trata de un humano que ha sido enviado a convivir con los alienígenas. Se ganará su aprobación gracias a que se convierte en un fabuloso cuentacuentos. Publica en aquel planeta decenas de historias que hacen las delicias de los extraterrestres. Parecen fantasías inocuas. Pero estas esconden metáforas de “doble capa” que escapan a la censura alienígena, y sirven para alertar a los humanos de peligros inminentes.

Liu medita mucho sobre lo que escribe. Lee, investiga, traza sus planes. El acto de juntar palabras es lo de menos. Últimamente, cuenta, estudia la relación entre religión y tecnología. Por ahí, confiesa, van los tiros de la novela con la que espera acabar con años de sequía. “¿Qué forma adoptará la religión del futuro, sobre todo cuando la inteligencia artificial se haya desarrollado hasta cierto punto? Es una pregunta interesante”.

El escritor cree que la IA supondrá un cambio mucho más profundo que la Revolución Industrial. “Está sustituyendo las capacidades más básicas y fundamentales de los humanos”. Se cebará con empleos de alta y baja cualificación; al trabajo de escritor le quedan “unos cinco años”. Exigirá una adaptación social y la reforma del sistema de distribución; el trabajo podría dejar de ser el medio necesario para obtener recursos vitales y podría producirse un malestar social mayor que el movimiento ludita contra las máquinas del siglo XVIII. Luego describe, mediante una alegoría, el escenario de una IA superior a la humana: solo quedan en el mundo una docena de adultos, y estos son gobernados por un número mucho mayor de niños de tres años. “¿Pueden los pequeños gobernar y controlar a esos pocos adultos?”. Los niños somos nosotros. Y él cree que la respuesta es no.

lunes, 18 de marzo de 2024

El naturalista y médico manchego Francisco Hernández (1515-1578) y su expedición científica a América

Pequeño dossier sobre esta olvidada figura de la ciencia manchega

I

De la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes:

Francisco Hernández (Puebla de Montalbán, Toledo, 1517-Madrid, 1578)

Estudió Medicina en Alcalá de Henares. Ejerció de médico en Sevilla, Guadalupe, Toledo y Madrid. Nombrado protomédico de las Indias, estuvo en México de 1571 a 1577. Traductor de Plinio y de otros autores de la Antigüedad, se le conoce por sus investigaciones sobre la naturaleza y la historia de México. Entre las muchas crónicas que se escribieron en el siglo XVI con objeto de dar a conocer en el Viejo Mundo las maravillas desconocidas del Nuevo, la de Francisco Hernández, Antigüedades de la Nueva España, es una de las más atractivas. En ella se recoge la historia de los pueblos nahuas, principalmente la de los mexicanos tetzcocanos.

Durante su estancia en México, Hernández se interesó también en la civilización azteca y escribió Antigüedades de la Nueva España para darla a conocer en Europa. En este libro plasmó su sensibilidad de hombre renacentista abierto a la comprensión de otras culturas. De forma amena, clara y sencilla, describe en él la vida y la historia de los pueblos nahuas de la región central de México. A casi quinientos años del encuentro del Viejo y el Nuevo Mundo, la obra del famoso médico toledano es un testimonio impresionante sobre los antiguos mexicanos precolombinos.

Bibliografía básica

HERNÁNDEZ, Francisco. Antigüedades de la Nueva España. Edición de Ascensión Hernández. Madrid: Dastin Historia, 2000.

II

Artículo del Diccionario Biográfico Español de la RAH:

Hernández, Francisco. La Puebla de Montalbán (Toledo), c. 1515 – Madrid, 28.I.1587. Médico, expedicionario, investigador de la Materia Médica Mexicana.

La vida y escritos de Francisco Hernández han sido estudiados en detalle por Somolinos (1960), al imprimir las obras completas de Hernández, pero incurre en algunos errores que han sido repetidos por otros biógrafos. El apellido original de Hernández fue Fernández y éste es el patronímico que aparece en los primeros documentos; a partir de 1570 ocurre una mutación del apellido a Hernando y finalmente a Hernández, que se mantiene hasta el momento de expresar su última voluntad y testamento. En este documento, publicado por Barreiro (1929), Francisco Hernández declara que nació en La Puebla de Montalbán, diócesis de Toledo, sin expresar edad, ni año de nacimiento. Algunos de sus biógrafos sugieren que nació en 1517, pero como el primer Libro de Bautizos de La Puebla de Montalbán comienza en 1544 y el de Matrimonios en 1566, no es posible confirmar la fecha de nacimiento. Parece, más bien, que Francisco Hernández naciera antes de 1515, pues tenía que contar, cuando menos, veintiún años al graduarse de médico en 1536 y la única referencia a su edad aparece en una carta suya del 20 de marzo de 1575 a Juan de Ovando, presidente del Real Consejo de Indias, donde se queja de mala salud y de que tiene casi sesenta años de edad, lo cual indica que nació en 1515.

Entre los estudiantes de la primitiva Universidad de Alcalá de Henares hay varios graduados “Francisco Fernández” oriundos de la diócesis de Toledo, aunque sólo uno de La Puebla de Montalbán. En 1530 se graduó un Francisco Fernández de bachiller en Artes y Filosofía, grado previo al de Medicina, y Alonso Muñoyerro (1945) encontró en los archivos de la Universidad Complutense (Libro 397, Universidad, folio 85), un acta que dice: “1536. Bachiller en Medicina Francisco Fernández. Este dicho día q. fue a 22 de mayo del susodicho año se graduó de bachiller en Medicina el bachiller Fco. Fernández de la puebla de Montalbán e fue su presidente q. le dió el grado de bachiller el Dr. Xristobal de Vega”. Sin embargo, no se ha encontrado en estos archivos acta de su posterior grado de doctor en Medicina, aunque Hernández asegura que fue compañero de estudios en aquella Universidad de dos médicos coetáneos famosos, Francisco Valles (1524-1592), graduado de bachiller en Medicina en 1550, de licenciado en Medicina en 1553 y de doctor en Medicina en 1554, y Juan Fragoso (c. 1530-1597), graduado de bachiller en Medicina en 1552.

Tras su graduación, Francisco Hernández fue médico del duque de Maqueda en la villa de Torrijos (Toledo), de allí pasó a ejercer a Sevilla y contrajo matrimonio con Juana Díaz, oriunda de Paniagua, de la cual tuvo dos hijos, Juan Hernández y María de Sotomayor.

Hay noticias de que en 1555 herborizó con su colega Juan Fragoso por Andalucía y entre 1556 y 1560 Francisco Hernández fue médico del monasterio de Guadalupe en Extremadura, donde tuvo a su cuidado el jardín botánico y participó en las disecciones anatómicas de Francisco Miró. Después, pasó a residir a Toledo, donde tuvo casa y propiedades, y practicó en el Hospital de la Santa Cruz. Desde Toledo, viajó repetidamente a la Corte de Madrid y asegura que gozó allí de la amistad de Andreas Vesalius.

Fue a finales de 1568, mientras completaba la traducción de la Historia Natural de Plinio, cuando Hernández cambió su residencia a Madrid, alcanzó el favor real y en 1569 fue nombrado médico de cámara de Felipe II.

El 11 de enero de 1570, Francisco Hernández fue nombrado por Felipe II protomédico general de todas las Indias, islas y tierra firme del Mar Océano, para hacer la historia natural de las cosas de las Indias, por espacio y tiempo de cinco años, con un salario anual de 2.000 ducados. Este nombramiento confirma el interés de la Corona española en la Materia Médica Americana, cuyo valor había expuesto originalmente Cristóbal Colón en la carta de 1493 a los Reyes Católicos anunciando el descubrimiento del Nuevo Mundo, donde apuntaba que los simples americanos evitarían la dependencia del monopolio veneciano que controlaba la importación de las drogas orientales. El nombramiento contenía entre otras instrucciones: “Primeramente, que en la primera flota que destos reinos partiere para la Nueva España os embarqueis y va[ya]is a aquella tierra primero que a ninguna otra parte de las dichas Indias, porque se tiene relación que en ella hay más cantidad de plantas e yerbas y otras semillas medicinales conocidas que en otras partes.

“Item, os habeis de informar donde quiera que llegáredes de todos los médicos, cirujanos, herbolarios e indios e otras personas curiosas en esta facultad y que os pareciere podrán entender y saber algo, y tomar relación generalmente de ellos de todas las yerbas, árboles y plantas medicinales que hubiere en la provincia donde os halláredes”.

“Otrosí os informareis qué experiencia se tiene de las cosas susodichas y del uso y facultad y cantidad que de las dichas medicinas se da y de los lugares adonde nascen y cómo se cultivan y si nascen en lugares secos o húmedos o cerca de otros árboles y plantas y si hay especies diferentes de ellas y escribireis las notas y señales”.

“De todas las cosas susodichas que pudiérades hacer experiencia y prueba la hareis [...] las escribireis de manera que sean bien conoscidas por el uso, facultad y temperamento dellas [...]”. Otras instrucciones especificaban el lugar de residencia que habría de tener el protomédico, funciones, prerrogativas, limitaciones de su empleo y las relaciones que habría de tener con la Audiencia y Chancillería de México. Aunque señalaban la Nueva España como su primer destino, indicaban que también habría de explorar el virreinato del Perú y en ambos lugares debería ser proveído de dibujantes y geógrafo.

Antes de partir, Hernández dejó a su hija en el convento de San Juan de la Penitencia de Toledo junto con otra hija ilegítima que había tenido en Toledo, después de viudo. Partió Hernández con su hijo Juan y el geógrafo Francisco Domínguez del puerto de Sevilla a primeros de septiembre de 1570, hizo escala en Gran Canaria, donde herborizó dos semanas, llegó a Santo Domingo y, tras presentar su nombramiento ante la Audiencia el 25 de noviembre de 1570, herborizó en la isla durante la escala, y tras breve tiempo en La Habana, llegó al puerto de Veracruz a finales de enero de 1571. Desembarcó en aquel puerto y de allí viajó a la ciudad de México, donde se presentó ante la Audiencia el 1 de marzo de 1571.

Francisco Hernández procedió a recoger la experiencia terapéutica de los médicos españoles residentes en Ciudad de México en aquellos años y hay noticias de su relación con Francisco Bravo, médico sevillano, autor de la Opera medicinalia (México, 1570), el primer libro de medicina impreso en América, Alonso López, cirujano del Hospital de San José de Indios, autor de una Summa y Recopilación de Chirugía (México, 1578 y 1595), Agustín Farfán, autor de un Tractado breve de Anothomía y Chirugía (México, 1579), y de un Tractado Brebe de Medicina (México, 1592 y 1610), y algunos otros profesionales, como Pedro López, Francisco Toro y Juan de Unza, conocedores de la práctica indígena, pero cuya doctrina reflejaba la medicina europea.

Además, hay noticias de que Hernández obtuvo prestados, de particulares y del convento de la Orden de San Francisco en México, varios libros de medicina y materia médica, como el Herbario de Tragus (1553), el Canon de Avicena (1507), la Materia Medicia Medicinal de Dioscórides comentada por Laguna (1566) y otros textos.

En De Antiquitatibus Novae Hispaniae Hernández expresó su criterio acerca de la medicina indígena de México: “Entre los indios practican la Medicina promiscuamente hombres y mujeres, a los que llaman ticitl. Estos ni estudian la naturaleza de las enfermedadxes y sus diferencias, ni, conocida la razón de la enfermedad, de la causa o del accidente, acostumbran a recetar medicamentos, ni siguen ningún método en las enfermedades que han de curar. Son meros empíricos y solo usan para cualquiera enfermedad aquellas hierbas, minerales o partes de animales que, como pasados de mano, han recibido por algún derecho hereditario de sus mayores y eso enseñan a los que les siguen [...]”. Hernández comenzó la investigación de la Materia Médica Mexicana en la propia ciudad de México en marzo de 1571, ayudado por su hijo Juan Hernández, tres pintores indígenas, Antón Elías, Pedro Vázquez y Baltasar Elías, y luego por diversos médicos indígenas como informantes en cada una de las áreas que visitó. Somolinos (1960) sugiere que llevó a cabo cinco periplos: Altiplanicie central, el viaje al Mar austral, Oaxaca, Michoacán y Pánuco, cada uno de los cuales comenzó en un convento con enfermería u hospital. Para noviembre de 1571, con base en Ciudad de México, había clasificado ochocientas plantas medicinales, más de la mitad de toda su obra, gracias al jardín medicinal que tenía en Cuernavaca Bernardino del Castillo, compañero de Hernán Cortés durante la conquista y al jardín de Moctezuma en Huaxtepec, donde trabajaban el eremita Gregorio López y el primer editor de la obra hernandina Francisco Ximénez.

Hernández estudiaba la planta, supuestamente medicinal, primeramente in situ y después realizaba pruebas farmacológicas en los hospitales monásticos. Para ello, mientras residió en Ciudad de México, se reunía diariamente en el Hospital Real de Naturales con cuatro médicos de la capital, observando los efectos de las drogas medicinales sobre los enfermos internados en las doscientas camas de aquel hospital de indios.

Sánchez Téllez (1979) ha comparado la similitud entre la exposición de la Materia Medicinal de Dioscórides y el Rerum Medicarum Novae Hispaniae Thesaurus de Hernández, su mismo orden, iguales bases farmacognósticas e inclusive el tamaño de las ilustraciones, pero a la vez ha señalado el esmero con que Hernández estableció la calidad de los medicamentos americanos, cálido o frío, húmedo o seco, determinando su grado en la más fiel tradición hipocrática; no hay que olvidar que estuvo a punto de perder la vida en Michoacan al probar el latex del quauhtepatli o chupiri, Euphorbia calyculata, como confesó a Arias Montano y confirmó Ximénez (1615). En el verano de 1572 Hernández enfermó de cólicos y fiebres, posiblemente disentería amibiana, enfermedad que no le abandonó hasta su muerte.

Para comienzos de 1574 Hernández había completado la redacción de siete volúmenes de pinturas de plantas y otro de animales americanos y en septiembre de aquel año concluyó diez volúmenes de dibujos de plantas y animales, con veinticuatro de texto de la Historia Natural de México, además de otro sobre las Antigüedades de la Nueva España; todos ellos en latín. Próximo a concluir su nombramiento recibió una prórroga de un año el 15 de mayo de 1575 a la que siguió otra el 25 de junio de 1576. Los originales de su obra en dieciséis volúmenes salieron de Veracruz en dos cajones con la flota en marzo de 1576 y ya próximo Hernández a embarcar en agosto de 1576, la aparición de una epidemia de cocolitztli, tifo exantemático, en Ciudad de México, que causó notable mortandad, le forzó a quedarse para atender a los enfermos, y escribió un tratado de esta enfermedad en 1577. Francisco Hernández pasó a Veracruz y embarcó en marzo de 1577 con veintidós tomos de libros, sesenta y ocho talegas de simientes y raíces, ocho barriles y cuatro cubetas con árboles y hierbas medicinales mexicanas, que junto con los dieciséis volúmenes ya enviados, recogían los siete años de exploraciones entre 1571 y 1577.

Tras su llegada a Sevilla, Hernández procedió a plantar en el Alcázar las plantas y semillas medicinales traídas de México, entre ellas el árbol del bálsamo, labor que concluyó el 16 de septiembre de 1577. Siguió viaje a Madrid, donde se avecindó en el barrio de Santiago y presentó un Memorial a Felipe II a finales de aquel año donde enumeraba los trabajos realizados y los libros concluidos: Las Antigüedades de la Nueva España, la traducción de la Historia Natural de Plinio, la Historia Natural de la Nueva España, un Tratado de Sesenta Purgas americanas, las Plantas de Canarias, las Plantas de Santo Domingo, las Plantas de La Habana, insistiendo que había experimentado sus propiedades en los hospitales.

Los libros de Hernández, bellamente encuadernados, fueron conservados por Felipe II en su guardajoyas.

Hay noticias de León Pinelo acerca de que Hernández fue nombrado médico del príncipe Felipe, luego Felipe III, pero por su testamento se sabe que desde su regreso cayó en cama con la disentería adquirida en México en 1572 y “[...] no tuvo un día de salud [...]”.

Fue enterrado delante del altar de San Cosme y San Damián en la parroquia de Santa Cruz, pero su tumba no se conserva debido al incendio de aquella iglesia en 1620, que se repitió en 1783 y a la destrucción de su reedificación en 1868. El manuscrito original de Francisco Hernández sobre la Materia Méxica Mexicana pereció en el incendio de El Escorial en 1671, pero el resumen de la copia del Dr. N. A. Recco fue regalada al Príncipe Cesi que consiguió su impresión por la Accademia dei Lincei en Roma. En 1780 se localizó una de las copias de la obra de Hernández en el Colegio Imperial de la Compañía de Jesús de Madrid que sirvió para la edición de 1790 en tres tomos, sin láminas, al cuidado del botánico Casimiro Gómez Ortega

Algunas obras:

Quatro libros. De la natvraleza, y virtudes de las plantas, y animales que estan receuidos en el vso de Medicina en la Nueva España [...] Francisco Hernández [...] por Francisco Ximénez, México, Viuda de Diego López Dáualos, 1615

Rerum Novae Hispaniae thesaurus, Romae, Jacobi Mascardi, 1628; otras edicciones: Rerum medicarum Novae Hispaniae thesaurus, Romae, Jacobi Mascardi, 1648, Rerum medicarum Novae Hispaniae thesaurus, Romae, Vitalis Mascardi, 1649, Rerum medicarum Novae Hispaniae thesaurus, Romae, Vitalis Mascardi, 1651.

Opera, cum edita, tum inedita, ad autographi fidem et integritatem expressa, Madrid, Ibarrae Heredum, 1790

Cuatro libros de la naturaleza y virtudes de las plantas y animales de uso medicinal en la Nueva España (extracto de las obras del Dr. Francisco Hernández) por Francisco Ximenez, México, Secretaría de Fomento, 1888; otra ed. Cuatro libros de la naturaleza y virtudes medicinales de las plantas y animales de la Nueva España extracto de las obras del Dr. Francisco Hernández [...] por Fr. Francisco Ximénez, Morelia, Escuela de Artes, 1888

De antiquitatibus Novae Hispaniae. Códice de la Real Academia de la Historia de Madrid, México, Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía, 1926

Historia de las Plantas de Nueva España, México, Imprenta Universitaria, 1942-1946, 3 vols.

Obras completas, México, Universidad Nacional, 1959-1960.

III

Manuel Ansede, "Tras el rastro del mayor fantasma de la ciencia española", El País, 17 de marzo de 2024:

El archivo inédito de un historiador fallecido resucita sus investigaciones sobre el viaje en mula del explorador Francisco Hernández por América en 1570

El médico español Francisco Hernández zarpó en 1570 de un viejo mundo que creía en criaturas fantásticas, como el unicornio y los monstruos marinos, y regresó siete años después con coloridos dibujos de seres más asombrosos todavía, que además existían: el armadillo, el guacamayo, el tucán. Hernández, nacido en La Puebla de Montalbán (Toledo) alrededor de 1515, había encabezado la primera expedición científica al Nuevo Mundo. Sus pinturas eran tan impresionantes que acabaron decorando los aposentos del rey Felipe II, pero todo aquello ardió en el incendio del Monasterio de El Escorial en 1671 o se perdió en el olvido, hasta que otro médico español, Germán Somolinos d’Ardois, arribó a México huyendo de la Guerra Civil en 1939 y se topó con el escurridizo rastro del primer explorador científico de América.

La filóloga Helena Rodríguez Somolinos recuerda que, a finales de 2022, abrió un armario y comenzó a cotillear las cajas heredadas de sus padres, ya fallecidos. Allí estaba el archivo de su tío Germán, que murió en Ciudad de México en 1973. Había manuscritos, fotografías, cartas, incluso mechones de pelo. Era un material inédito que permitía seguir los pasos de Germán Somolinos por México en el siglo XX, pero también los de Francisco Hernández casi 400 años antes. Eran dos historias entrelazadas. “Mi hermana Victoria y yo pasamos las Navidades completamente abducidas, fue increíble”, recuerda la sobrina, experta en griego clásico en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

Germán Somolinos, nacido en 1911 en Madrid, estudió Medicina en la capital y casi inmediatamente le pilló la Guerra Civil. Tenía 25 años y era militante de las Juventudes Socialistas. Ejerció de médico en la aviación republicana, se le incrustó metralla en la espalda, pasó por un campo de concentración en Francia y emprendió el camino del exilio a México, de donde no regresó jamás. Allí se obsesionó con la legendaria expedición científica de Francisco Hernández, de la que apenas quedaban huellas. Su sobrina muestra una carta mecanografiada enviada por Somolinos en 1948 a su familia madrileña: “Otro encargo: Francisco Hernández era de La Puebla de Montalbán y nació hacia 1520, ¿podrías encontrarme descripciones de ese pueblo lo más cercanas a la época?”.

La localidad toledana, en la orilla del Tajo, dominaba entonces un señorío castellano de olivos y cereales. Allí había nacido también el escritor Fernando de Rojas, autor en 1499 de La Celestina, una obra que muestra hechizos con veneno de víbora, ojos de loba y sangre de murciélago. En el pueblo nació también el poderoso cardenal Pedro Pacheco, que se quedó a tres votos de ser Papa en 1559 tras defender con virulencia, en el Concilio de Trento, la inmaculada concepción de la Virgen María. En ese ambiente de fe y superstición se crio Francisco Hernández.

Con unos 15 años, el toledano se fue a estudiar Medicina a la Universidad de Alcalá de Henares. Aprendió anatomía con el mejor libro —los cadáveres humanos diseccionados— y entró en la Corte en 1567, como médico de Felipe II. Dos años después, el rey le encomendó una misión sin precedentes: recorrer el Nuevo Mundo en mula para identificar todas las plantas medicinales. El monarca le ordenó que se embarcase en la primera flota que partiera con destino a América. “Os habéis de informar dondequiera que llegáredes de todos los médicos, cirujanos, herbolarios e indios e otras personas curiosas en esta facultad y que os pareciere podrán entender y saber algo”, dictaminó Felipe II.

Hernández zarpó de Sevilla en agosto de 1570 con destino a Nueva España, el actual México. La flota atracó en el puerto de Veracruz seis meses después. Durante seis años, Hernández recorrió el territorio acompañado por pintores locales, escribientes, muleros y hasta un cosmógrafo. El médico era más ambicioso que su rey. “No es nuestro propósito dar cuenta sólo de los medicamentos, sino reseñar la flora y componer la historia de las cosas naturales del Nuevo Mundo, poniendo ante los ojos de nuestros conterráneos, y principalmente de nuestro señor Felipe, todo lo que se produce en esta Nueva España”, escribió.

Un día de marzo de 1577, enfermo y fatigado a sus 62 años, Francisco Hernández emprendió el regreso, con los frutos de la primera expedición científica en América. Llevaba consigo casi 70 sacos con semillas y raíces, ocho barriles con hierbas medicinales y 22 tomos con manuscritos y las coloridas pinturas de plantas y de las extrañas criaturas del Nuevo Mundo. Germán Somolinos narró por primera vez la epopeya en su monumental Vida y obra de Francisco Hernández, publicada en 1960 por la Universidad Nacional Autónoma de México.

La familia de Somolinos ha donado su archivo al CSIC. El historiador Leoncio López-Ocón y sus colegas Teresa López e Irati Herrera llevan un año analizando los documentos. “Es un tesoro. Somolinos es uno de los grandes de la historia de la medicina, pero lo fundamental es lo que hizo con Francisco Hernández: es un monumento historiográfico. Es fascinante Somolinos y es fascinante Hernández”, celebra López-Ocón.

Teresa López, de 24 años, ha dedicado un erudito trabajo de fin de grado en Humanidades a las historias cruzadas de los dos médicos españoles en México. “Somolinos se retrató a sí mismo al relatar a Hernández”, opina. “La labor investigadora de Somolinos está motivada por un deseo de reconquistar el movimiento intelectual español del olvido y del fascismo que le empujó al exilio”, señala en su trabajo, para la Universidad Carlos III de Madrid.

Francisco Hernández recorrió el actual México con pintores locales, entre ellos, Pedro Vázquez, Antón y Baltasar Elías, a los que mencionó en su testamento para que fueran recompensados como merecían. Su idea era publicar su obra en latín, castellano y náhuatl, la lengua mayoritaria en el territorio. Somolinos destacó este mestizaje, “una amalgama cultural en la que los elementos indígenas se infiltran en la mentalidad dominadora modificándola en muchos aspectos”. A su juicio, “en la historia médica de la humanidad, tal vez sea la única ocasión en que se ha producido un fenómeno cultural de tanta trascendencia y sin posibilidades de repetirse”.

Hernández enriqueció la medicina mundial gracias a la descripción de las plantas medicinales del Nuevo Mundo, pero, cuando por fin cruzó el océano de vuelta, su trabajo fue maltratado. El rey Felipe II ya le había afeado su supuesta lentitud en recorrer América en mula. “Este Doctor ha prometido muchas veces enviar los libros de esta obra, y nunca lo ha cumplido: que los envíe en la primera flota a buen recaudo”, ordenó el monarca en 1575. Hernández, sorprendentemente, respondía dándole largas. Pedía más tiempo porque estaba experimentando las plantas con enfermos y traduciendo sus escritos al náhuatl, “por el provecho de los naturales”. Y se despedía diciendo: “Humilde vasallo y criado de Vuestra Majestad que sus Reales manos besa”.

A su regreso, Hernández y sus 22 tomos manuscritos de la Historia Natural de la Nueva España fueron menospreciados por el rey. Felipe II encargó a otro médico, el napolitano Nardo Antonio Recchi, que resumiera todo el material en una obra menos ambiciosa. Recchi amputó el original, prescindiendo del mestizaje de Hernández, y regresó con una copia de su manuscrito a Nápoles en 1589, dos años después de la muerte del toledano.

El historiador Juan Pimentel cuenta en su libro Fantasmas de la ciencia española (editorial Marcial Pons, 2020) que el mismísimo astrónomo Galileo Galilei pudo contemplar los dibujos hernandinos de las plantas del Nuevo Mundo, copiados una y otra vez en Italia: “Le debieron parecer tan extravagantes que puso en duda su propia existencia”. Muchos de los manuscritos de Hernández ardieron en El Escorial en 1671 o permanecen escondidos en algún archivo. Pimentel cree que es “el santo patrón de los fantasmas de la ciencia española”, porque “el destino de su colosal obra se esfumó”. Teresa López parafrasea a Pimentel: “Francisco Hernández es el mayor fantasma de la historia de la ciencia española”.

IV

De Wikipedia:

Francisco Hernández de Toledo o de Boncalo ( La Puebla de Montalbán, Toledo; ca. 1514 a 15171​-Madrid, 28 de enero de 1587) fue un médico, ornitólogo y botánico español.

Biografía

Ilustración de Rivea corymbosa en una edición del Rerum medicarum Novae Hispaniae thesaurus, seu plantarum, animalium, mineralium historia, de la que se atribuye la autoría a Francisco Hernández.

Estudió Medicina en la Universidad de Alcalá y ejerció durante varios años en Toledo y Sevilla. También ejerció en el hospital del monasterio de Guadalupe, una función prestigiosa que además estaba bien remunerada. Volvió a Toledo hacia el año 1565 y pronto fue transferido como médico de la corte.

De una gran formación científica, consagró muchas energías al estudio de la naturaleza. Poseía una sólida formación intelectual y científica y una mentalidad abierta a las novedades. Hubo un aristotelismo marcado en sus estudios sobre la naturaleza.

Fue elegido por Felipe II para dirigir una expedición científica a América centrada especialmente en el territorio de Nueva España: Comisión de Francisco Hernández a Nueva España. Hernández dispuso de 60000 ducados para organizar el viaje. En enero de 1570, el rey le nombra protomédico general de nuestras Indias, islas y tierra firme del mar Océano.

Hernández partió en agosto de 1571, junto con su hijo, y desembarcó en febrero de 1572 en Veracruz. Durante tres años recorrió la Nueva España, especialmente la meseta central. Las notas de sus observaciones no se han conservado. La expedición contaba con un geógrafo, pintores, botánicos y médicos indígenas.

Desde marzo de 1574 y hasta su vuelta a España en 1577, Hernández vivió en la Nueva España donde formó una colección, estudió las prácticas medicinales locales y realizó estudios arqueológicos. Durante estos años formó una considerable colección de plantas secas o no, 38 volúmenes de dibujos y numerosas notas, tres de las cuales están escritas en Náhuatl.

Hernández murió antes de ver su obra publicada. Dado su coste, Felipe II encargó al médico napolitano, Nardi Antonio Recchi,2​ la publicación de una versión abreviada. Los originales se conservaron en la biblioteca de El Escorial pero desaparecieron, seguramente destruidos durante el incendio de 1671. Por tanto, sólo se conocen fragmentos de su inmensa obra. Sucesivos retrasos (el editor murió prematuramente) llevaron a que la obra abreviada no se publicara hasta 1635 y 1651. Una nueva compilación por el médico Casimiro Gómez Ortega, publicada en 1790 y basada en material adicional encontrado en el Colegio Imperial de los Jesuitas de Madrid, fue titulado Francisci Hernandi, medici atque historici Philippi II, Hispan et Indiar. Regis, et totius novi orbis archiatri, opera: cum edita, tum inedita, ad autographi fidem et integritatem expressa, impensa et jussu regio.

Hernández describió 230 especies de aves pero la falta de ilustraciones, que se perdieron, hace su identificación muy difícil. Hernández citó de forma sistemática los nombres en náhuatl a partir de los cuales es posible clasificar las aves.

Cronología

1514 - 1517 (?) o quizás entre 1515 - 1520 (Somolinos), nace Francisco Hernández.

1535 - 1537 cursa estudios de medicina y cirugía.

1555 explora Andalucía y muestra interés por las plantas medicinales

1560 se desempeña como médico del monasterio y del hospital de Guadalupe.

1562 - 1568 por estos años escribe su Compendio de Philosophia Moral según Aristóteles (el texto, está incluido en las obras completas publicadas por la UNAM).

1567 es nombrado "médico de cámara" en la corte de Felipe II

1568, termina la traducción de la Historia Natural de Plinio el Viejo

1570 llega a América acompañado de su hijo Juan.

1571 - 1576 inicia intensa actividad científica en México, pese a sus problemas económicos

1576 envía carta al rey Felipe II, haciendo un resumen de su trabajo y de los métodos empleados. Esta carta formará parte de cuatro libros.

1577 Hernández regresa a España

1578 continúa puliendo una parte de sus obras, mientras que las que están terminadas las conserva el rey.

1580 Felipe II nombra al Dr. Nardo Antonio Recchi como médico de cámara. Recchi se encargaría de revisar y ordenar las obras de Francisco Hernández. En ese mismo año, Hernández escribe el famoso poema Ad Ariam Montanum, Virum Praeclamrissimum Atque Doctissinum, expresando su angustia y protesta contra el rey.

1587 muere Francisco Hernández.

Se le puso su nombre a un género botánico  (Hernandiaceae)

Publicaciones

Quatro libros de la naturaleza y virtudes de las plantas y animales. México: 1615.

Francisco Hernández. Quatro libros de la Naturaleza. México: Viuda de Diego López Davalos; 1615. Archivado el 15 de octubre de 2016 en Wayback Machine. 

Francisci Hernández. Rerum medicarum Novae Hispaniae Thesaurus, seu Plantarum, Animalium, Mineralium Mexicanorum Historia cum notis Joannis Terentii Lineæi. Roma: 1648.

Casimiro Gómez Ortega. Francisci Hernandi, medici atque historici Philippi II, Hispan et Indiar. Regis, et totius novi orbis archiatri, opera: cum edita, tum inedita, ad autographi fidem et integritatem expressa, impensa et jussu regio (1790).

Sus textos fueron traducidos al inglés, en 2000, con el título de The Mexican Treasury: The Writings of Dr. Francisco Hernández (Stanford University Press. xix + 281 pp.) por Rafael Chabrán, Cynthia L. Chamberlin & Simon Varey. El volumen se acompaña con Searching for the Secrets of Nature: The Life and Works of Dr. Francisco Hernández (Stanford University Press, 2000. xvi + 229 pp.), conteniendo comunicaciones sobre la vida y obra de Hernández.

[Añado otras obras no citadas, como sus traducciones que quedan en manuscrito]

Historia Natural. Libros I, II y III... XXV; de Cayo Plinio Cecilio Segundo; trasladada y anotada por el doctor Francisco Hernández, médico del invictísimo Rey don Felipe II Hay ed. moderna: Historia natural; trasladada y anotada por el doctor Francisco Hernández. México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1966, 2 t. en 3 v. Otra ed.: Historia natural de Cayo Plinio Segundo ;trasladada y anotada por el doctor Francisco Hernández (libros primero a vigesimoquinto) y por Jerónimo de Huerta (libros vigesimosexto a trigesimoséptimo) y apéndice (libro séptimo, capítulo LV); Madrid / México: Visor Libros / Universidad Nacional deMéxico, 1999.

Obras del bienaventurado Sanct Dionisio Areopagita ;traducidas por el Doctor Francisco Hernandez, medico e historiador de Philippo segundo y su protomedico general en todas las Yndias Occidentales 

Francisco Hernández de la Puebla: (periplo y testamento); ed. de Alberto Gálvez, Toledo: Editorial Cuarto Centenario, [2021]

Obras completas. Edición de Germán Somolinos. I. Vida y obra de Francisco Hernandez [por German Somolinos d'Ardois...] precedida de España y Nueva España en la época de Felipe II, por José Miranda. 485 p., 2 h., 1 map. col. pleg. II. Historia natural de Nueva España, v. I. 476 p., 1 h. III. Historia natural de Nueva España, v. II. 554 p., 2 h. IV. Historia natural de Cayo Plinio Segundo, trasladada y anotada por el doctor Francisco Hernandez, v. I. XXXII, 438 p., 1 h. V. Historia natural de Cayo Plinio Segundo ; trasladada y anotada por el Licenciado Gerónimo de Huerta (libros 26 a 37). México: UNAM, 1952-

Bibliografía

Dr, Francisco Hernández. 1946. Antigüedades de la Nueva España. Traducción del latín y notas por Joaquín García Pimentel. México, D.F. Editorial Pedro Romero.

José María López Piñero; José Pardo Tomás. 1996. La influencia de Francisco Hernández, 1515-1587, en la constitución de la Botánica y la materia médica modernas, Instituto de Estudios Documentales e Históricos sobre la Ciencia, Universidad de Valencia: 260 pp. ISBN 84-370-2690-3

Jacqueline Durand-Forest. 1986. Aperçu de l’histoire naturelle de la Nouvelle-Espagne d’après Hernández, les informateurs indigènes de Sahagun et les auteurs du Codex Badianus, Nouveau monde et renouveau de l’histoire naturelle (Centro de Estudios interuniversitarios sobre la América española colonial (París) dir.), Publicaciones de la Sorbonne: 3-28. ISBN 2-903019-51-7

Sandra I. Ramos Maldonado (2006). Tradición pliniana en la Andalucía del siglo XVI: a propósito de la labor filológica del Doctor Francisco Hernández, en M. Rodríguez-Pantoja (ed.), Las raíces clásicas de Andalucía. Actas del IV congreso Andaluz de Estudios Clásicos (Córdoba, 2002), Córdoba: Obra social y Cultural Caja Sur, 2006, pp. 883-891. ISBN 84-7959-614-7

sábado, 16 de marzo de 2024

El genocidio de Bengala cometido por Winston Churchill

I

David Solís, "El genocidio de Bengala que los ingleses provocaron y del que nadie habla", Cultura Colectiva, 31 de marzo de 2017 [Las terribles imágenes del mismo en este enlace, así como el artículo]:

“El éxito es la capacidad de ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo”. “Mejorar es cambiar; ser perfecto es cambiar a menudo”. “La política es casi tan emocionante como la guerra y no menos peligrosa. En la guerra nos pueden matar una vez; en política, muchas veces”. Al leer estas frases, pertenecientes a Winston Churchill, ex primer ministro británico en dos periodos (1940-45 y 1951-55), uno pensaría que este hombre era un optimista, un gran líder y un hombre de mucho carisma. Sin embargo, la historia nos dice que detrás de esta fachada luminosa se encuentra una oscura verdad: Churchill llevó a cabo una estrategia económica y militar en Bengala, India, durante la Segunda Guerra Mundial, que provocó una hambruna que terminó matando a millones de personas. Este tema no es recurrente en los libros de historia ni es recordado como un hecho controversial. Sin embargo, vale la pena hacer una revisión del mismo para dar a conocer uno de los hechos más crueles y lamentables de la historia mundial.

Sobre todo, lo que provocó esta hambruna fue la decisión de Churchill de hacer llegar la mayoría de granos y víveres a sus soldados hasta Oriente Medio y Egipto, donde se hallaban defendiendo el Canal de Suez de los ejércitos de Italia y Alemania, dejando de lado a la población civil, la cual se quedó prácticamente sin alimento. Además el gobierno inglés decidió adueñarse de todo medio de transporte que pudiera llevar alimento a las comunidades de Bengala, tales como camiones, autos, motocicletas y hasta elefantes de carga. Aunado a ello, los dirigentes ingleses se adueñaron de diversos campos de cultivo de arroz para convertirlos en pistas de aterrizaje.

Las protestas ante tamaña injusticia no se hicieron esperar por parte de la población civil y grupos políticos molestos ante esta decisión que estaba matando a la población. Las revueltas fueron aplastadas por los soldados ingleses de manera violenta, provocando la detención de más de 60 mil personas y la ejecución de unas 2 mil 500. Pacifistas como Mahatma Gandhi luchaban porque la población obtuviera no solo la independencia de Inglaterra, sino los alimentos necesarios para su sobrevivencia.

Los víveres no solo eran destinados a los frentes de guerra, sino que otra parte iba directamente a Inglaterra para alimentar a la población de las grandes ciudades. Se estaba provocando en Bengala una hambruna de proporciones colosales. Churchill, cruel y déspota, dijo sobre esta situación y los indios que eran una raza débil que se había reproducido en exceso y que ahora tenía que pagar las consecuencias de verse en la escasez por su sobrepoblación. Y añadió: “las peores personas del mundo después de los alemanes son los indios”.

El Secretario de Estado, Leo Amery, pensaba, al igual que Churchill, que los indios eran una raza condenada de antemano y que la prioridad del gobierno inglés debía centrarse en apoyar por completo a sus soldados en la lucha que sostenían. Así fue como la cadena de hambruna fue en aumento: las pequeñas poblaciones fueron las primeras en padecer los rigores de la escasez, la cual llegó de manera trágica hasta los asentamientos más grandes. Por semana se registraban alrededor de 10 mil muertes y los cadáveres podían verse a simple vista en las banquetas sin que nadie pudiera evitarlo. Familias enteras morían en el interior de sus hogares y los niños eran los más propensos a fallecer de forma más rápida.

Algunas familias llegaban al extremo de sacrificar a los más pequeños o los más ancianos para que los demás pudieran tener más posibilidades de obtener alimento. Los perros incluso sufrieron por esta escasez, sembrando las calles con sus cadáveres. Hubo intentos desesperados por obtener algo de alimento: las mujeres comenzaron a prostituirse en las calles, las familias vendían a sus hijas a familias pudientes como sirvientas con tal de que pudieran sobrevivir, muchas familias pusieron a la venta sus hogares o escasas pertenencias. Era una desesperación trágica la que se veía en Bengala y en otras ciudades grandes como Calcuta, Howrah, Midnapur, Faridpur o Barisal.

La alta proliferación de cadáveres en las calles comenzó a causar enfermedades como el cólera, tifus o disentería. Algunos cuerpos eran arrojados a los ríos para que la corriente los llevara hasta el mar.

Sin embargo, esta situación no podía pasar desapercibida durante más tiempo: el periódico Statesman fue el primero en percatarse y denunciar el acontecimiento. Otro personaje que fue vital para que el mundo se enterara de lo que estaba pasando en la India fue el fotógrafo Ian Stephens, quien se dedicó a recorrer las calles de Bengala sacando imágenes de la tragedia que se vivía en la ciudad.

El suceso fue aprovechado por los rivales de los ingleses para denunciar a nivel internacional lo que estos hacían y justificando de esa manera la guerra contra ellos. No quedó más remedio a los altos mandatarios ingleses que comenzar la repartición de víveres a Bengala, más por la presión mediática que por iniciativa propia. Algunos países como Australia y los Estados Unidos, además de algunas naciones latinas, enviaron alimentos a la India como una ayuda ante la desesperada situación de sus habitantes. Fue en 1944 cuando la situación comenzó a estabilizarse en favor de la población india.

Más de 3 millones de personas murieron en Bengala, India, debido a esta terrible situación. Se trata de uno de los crímenes en contra de la humanidad más terribles y deshonestos de que se tenga memoria. Jamás será válido atentar en contra de la vida de millones solo por ganar guerras inútiles y despiadadas que dejan una huella imborrable en la humanidad.

II

Artículo de la Wikipedia española sobre la Hambruna de Bengala en 1943.