Pequeño dossier sobre esta olvidada figura de la ciencia manchega
I
De la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes:
Francisco Hernández (Puebla de Montalbán, Toledo, 1517-Madrid, 1578)
Estudió Medicina en Alcalá de Henares. Ejerció de médico en Sevilla, Guadalupe, Toledo y Madrid. Nombrado protomédico de las Indias, estuvo en México de 1571 a 1577. Traductor de Plinio y de otros autores de la Antigüedad, se le conoce por sus investigaciones sobre la naturaleza y la historia de México. Entre las muchas crónicas que se escribieron en el siglo XVI con objeto de dar a conocer en el Viejo Mundo las maravillas desconocidas del Nuevo, la de Francisco Hernández, Antigüedades de la Nueva España, es una de las más atractivas. En ella se recoge la historia de los pueblos nahuas, principalmente la de los mexicanos tetzcocanos.
Durante su estancia en México, Hernández se interesó también en la civilización azteca y escribió Antigüedades de la Nueva España para darla a conocer en Europa. En este libro plasmó su sensibilidad de hombre renacentista abierto a la comprensión de otras culturas. De forma amena, clara y sencilla, describe en él la vida y la historia de los pueblos nahuas de la región central de México. A casi quinientos años del encuentro del Viejo y el Nuevo Mundo, la obra del famoso médico toledano es un testimonio impresionante sobre los antiguos mexicanos precolombinos.
Bibliografía básica
HERNÁNDEZ, Francisco. Antigüedades de la Nueva España. Edición de Ascensión Hernández. Madrid: Dastin Historia, 2000.
II
Artículo del Diccionario Biográfico Español de la RAH:
Hernández, Francisco. La Puebla de Montalbán (Toledo), c. 1515 – Madrid, 28.I.1587. Médico, expedicionario, investigador de la Materia Médica Mexicana.
La vida y escritos de Francisco Hernández han sido estudiados en detalle por Somolinos (1960), al imprimir las obras completas de Hernández, pero incurre en algunos errores que han sido repetidos por otros biógrafos. El apellido original de Hernández fue Fernández y éste es el patronímico que aparece en los primeros documentos; a partir de 1570 ocurre una mutación del apellido a Hernando y finalmente a Hernández, que se mantiene hasta el momento de expresar su última voluntad y testamento. En este documento, publicado por Barreiro (1929), Francisco Hernández declara que nació en La Puebla de Montalbán, diócesis de Toledo, sin expresar edad, ni año de nacimiento. Algunos de sus biógrafos sugieren que nació en 1517, pero como el primer Libro de Bautizos de La Puebla de Montalbán comienza en 1544 y el de Matrimonios en 1566, no es posible confirmar la fecha de nacimiento. Parece, más bien, que Francisco Hernández naciera antes de 1515, pues tenía que contar, cuando menos, veintiún años al graduarse de médico en 1536 y la única referencia a su edad aparece en una carta suya del 20 de marzo de 1575 a Juan de Ovando, presidente del Real Consejo de Indias, donde se queja de mala salud y de que tiene casi sesenta años de edad, lo cual indica que nació en 1515.
Entre los estudiantes de la primitiva Universidad de Alcalá de Henares hay varios graduados “Francisco Fernández” oriundos de la diócesis de Toledo, aunque sólo uno de La Puebla de Montalbán. En 1530 se graduó un Francisco Fernández de bachiller en Artes y Filosofía, grado previo al de Medicina, y Alonso Muñoyerro (1945) encontró en los archivos de la Universidad Complutense (Libro 397, Universidad, folio 85), un acta que dice: “1536. Bachiller en Medicina Francisco Fernández. Este dicho día q. fue a 22 de mayo del susodicho año se graduó de bachiller en Medicina el bachiller Fco. Fernández de la puebla de Montalbán e fue su presidente q. le dió el grado de bachiller el Dr. Xristobal de Vega”. Sin embargo, no se ha encontrado en estos archivos acta de su posterior grado de doctor en Medicina, aunque Hernández asegura que fue compañero de estudios en aquella Universidad de dos médicos coetáneos famosos, Francisco Valles (1524-1592), graduado de bachiller en Medicina en 1550, de licenciado en Medicina en 1553 y de doctor en Medicina en 1554, y Juan Fragoso (c. 1530-1597), graduado de bachiller en Medicina en 1552.
Tras su graduación, Francisco Hernández fue médico del duque de Maqueda en la villa de Torrijos (Toledo), de allí pasó a ejercer a Sevilla y contrajo matrimonio con Juana Díaz, oriunda de Paniagua, de la cual tuvo dos hijos, Juan Hernández y María de Sotomayor.
Hay noticias de que en 1555 herborizó con su colega Juan Fragoso por Andalucía y entre 1556 y 1560 Francisco Hernández fue médico del monasterio de Guadalupe en Extremadura, donde tuvo a su cuidado el jardín botánico y participó en las disecciones anatómicas de Francisco Miró. Después, pasó a residir a Toledo, donde tuvo casa y propiedades, y practicó en el Hospital de la Santa Cruz. Desde Toledo, viajó repetidamente a la Corte de Madrid y asegura que gozó allí de la amistad de Andreas Vesalius.
Fue a finales de 1568, mientras completaba la traducción de la Historia Natural de Plinio, cuando Hernández cambió su residencia a Madrid, alcanzó el favor real y en 1569 fue nombrado médico de cámara de Felipe II.
El 11 de enero de 1570, Francisco Hernández fue nombrado por Felipe II protomédico general de todas las Indias, islas y tierra firme del Mar Océano, para hacer la historia natural de las cosas de las Indias, por espacio y tiempo de cinco años, con un salario anual de 2.000 ducados. Este nombramiento confirma el interés de la Corona española en la Materia Médica Americana, cuyo valor había expuesto originalmente Cristóbal Colón en la carta de 1493 a los Reyes Católicos anunciando el descubrimiento del Nuevo Mundo, donde apuntaba que los simples americanos evitarían la dependencia del monopolio veneciano que controlaba la importación de las drogas orientales. El nombramiento contenía entre otras instrucciones: “Primeramente, que en la primera flota que destos reinos partiere para la Nueva España os embarqueis y va[ya]is a aquella tierra primero que a ninguna otra parte de las dichas Indias, porque se tiene relación que en ella hay más cantidad de plantas e yerbas y otras semillas medicinales conocidas que en otras partes.
“Item, os habeis de informar donde quiera que llegáredes de todos los médicos, cirujanos, herbolarios e indios e otras personas curiosas en esta facultad y que os pareciere podrán entender y saber algo, y tomar relación generalmente de ellos de todas las yerbas, árboles y plantas medicinales que hubiere en la provincia donde os halláredes”.
“Otrosí os informareis qué experiencia se tiene de las cosas susodichas y del uso y facultad y cantidad que de las dichas medicinas se da y de los lugares adonde nascen y cómo se cultivan y si nascen en lugares secos o húmedos o cerca de otros árboles y plantas y si hay especies diferentes de ellas y escribireis las notas y señales”.
“De todas las cosas susodichas que pudiérades hacer experiencia y prueba la hareis [...] las escribireis de manera que sean bien conoscidas por el uso, facultad y temperamento dellas [...]”. Otras instrucciones especificaban el lugar de residencia que habría de tener el protomédico, funciones, prerrogativas, limitaciones de su empleo y las relaciones que habría de tener con la Audiencia y Chancillería de México. Aunque señalaban la Nueva España como su primer destino, indicaban que también habría de explorar el virreinato del Perú y en ambos lugares debería ser proveído de dibujantes y geógrafo.
Antes de partir, Hernández dejó a su hija en el convento de San Juan de la Penitencia de Toledo junto con otra hija ilegítima que había tenido en Toledo, después de viudo. Partió Hernández con su hijo Juan y el geógrafo Francisco Domínguez del puerto de Sevilla a primeros de septiembre de 1570, hizo escala en Gran Canaria, donde herborizó dos semanas, llegó a Santo Domingo y, tras presentar su nombramiento ante la Audiencia el 25 de noviembre de 1570, herborizó en la isla durante la escala, y tras breve tiempo en La Habana, llegó al puerto de Veracruz a finales de enero de 1571. Desembarcó en aquel puerto y de allí viajó a la ciudad de México, donde se presentó ante la Audiencia el 1 de marzo de 1571.
Francisco Hernández procedió a recoger la experiencia terapéutica de los médicos españoles residentes en Ciudad de México en aquellos años y hay noticias de su relación con Francisco Bravo, médico sevillano, autor de la Opera medicinalia (México, 1570), el primer libro de medicina impreso en América, Alonso López, cirujano del Hospital de San José de Indios, autor de una Summa y Recopilación de Chirugía (México, 1578 y 1595), Agustín Farfán, autor de un Tractado breve de Anothomía y Chirugía (México, 1579), y de un Tractado Brebe de Medicina (México, 1592 y 1610), y algunos otros profesionales, como Pedro López, Francisco Toro y Juan de Unza, conocedores de la práctica indígena, pero cuya doctrina reflejaba la medicina europea.
Además, hay noticias de que Hernández obtuvo prestados, de particulares y del convento de la Orden de San Francisco en México, varios libros de medicina y materia médica, como el Herbario de Tragus (1553), el Canon de Avicena (1507), la Materia Medicia Medicinal de Dioscórides comentada por Laguna (1566) y otros textos.
En De Antiquitatibus Novae Hispaniae Hernández expresó su criterio acerca de la medicina indígena de México: “Entre los indios practican la Medicina promiscuamente hombres y mujeres, a los que llaman ticitl. Estos ni estudian la naturaleza de las enfermedadxes y sus diferencias, ni, conocida la razón de la enfermedad, de la causa o del accidente, acostumbran a recetar medicamentos, ni siguen ningún método en las enfermedades que han de curar. Son meros empíricos y solo usan para cualquiera enfermedad aquellas hierbas, minerales o partes de animales que, como pasados de mano, han recibido por algún derecho hereditario de sus mayores y eso enseñan a los que les siguen [...]”. Hernández comenzó la investigación de la Materia Médica Mexicana en la propia ciudad de México en marzo de 1571, ayudado por su hijo Juan Hernández, tres pintores indígenas, Antón Elías, Pedro Vázquez y Baltasar Elías, y luego por diversos médicos indígenas como informantes en cada una de las áreas que visitó. Somolinos (1960) sugiere que llevó a cabo cinco periplos: Altiplanicie central, el viaje al Mar austral, Oaxaca, Michoacán y Pánuco, cada uno de los cuales comenzó en un convento con enfermería u hospital. Para noviembre de 1571, con base en Ciudad de México, había clasificado ochocientas plantas medicinales, más de la mitad de toda su obra, gracias al jardín medicinal que tenía en Cuernavaca Bernardino del Castillo, compañero de Hernán Cortés durante la conquista y al jardín de Moctezuma en Huaxtepec, donde trabajaban el eremita Gregorio López y el primer editor de la obra hernandina Francisco Ximénez.
Hernández estudiaba la planta, supuestamente medicinal, primeramente in situ y después realizaba pruebas farmacológicas en los hospitales monásticos. Para ello, mientras residió en Ciudad de México, se reunía diariamente en el Hospital Real de Naturales con cuatro médicos de la capital, observando los efectos de las drogas medicinales sobre los enfermos internados en las doscientas camas de aquel hospital de indios.
Sánchez Téllez (1979) ha comparado la similitud entre la exposición de la Materia Medicinal de Dioscórides y el Rerum Medicarum Novae Hispaniae Thesaurus de Hernández, su mismo orden, iguales bases farmacognósticas e inclusive el tamaño de las ilustraciones, pero a la vez ha señalado el esmero con que Hernández estableció la calidad de los medicamentos americanos, cálido o frío, húmedo o seco, determinando su grado en la más fiel tradición hipocrática; no hay que olvidar que estuvo a punto de perder la vida en Michoacan al probar el latex del quauhtepatli o chupiri, Euphorbia calyculata, como confesó a Arias Montano y confirmó Ximénez (1615). En el verano de 1572 Hernández enfermó de cólicos y fiebres, posiblemente disentería amibiana, enfermedad que no le abandonó hasta su muerte.
Para comienzos de 1574 Hernández había completado la redacción de siete volúmenes de pinturas de plantas y otro de animales americanos y en septiembre de aquel año concluyó diez volúmenes de dibujos de plantas y animales, con veinticuatro de texto de la Historia Natural de México, además de otro sobre las Antigüedades de la Nueva España; todos ellos en latín. Próximo a concluir su nombramiento recibió una prórroga de un año el 15 de mayo de 1575 a la que siguió otra el 25 de junio de 1576. Los originales de su obra en dieciséis volúmenes salieron de Veracruz en dos cajones con la flota en marzo de 1576 y ya próximo Hernández a embarcar en agosto de 1576, la aparición de una epidemia de cocolitztli, tifo exantemático, en Ciudad de México, que causó notable mortandad, le forzó a quedarse para atender a los enfermos, y escribió un tratado de esta enfermedad en 1577. Francisco Hernández pasó a Veracruz y embarcó en marzo de 1577 con veintidós tomos de libros, sesenta y ocho talegas de simientes y raíces, ocho barriles y cuatro cubetas con árboles y hierbas medicinales mexicanas, que junto con los dieciséis volúmenes ya enviados, recogían los siete años de exploraciones entre 1571 y 1577.
Tras su llegada a Sevilla, Hernández procedió a plantar en el Alcázar las plantas y semillas medicinales traídas de México, entre ellas el árbol del bálsamo, labor que concluyó el 16 de septiembre de 1577. Siguió viaje a Madrid, donde se avecindó en el barrio de Santiago y presentó un Memorial a Felipe II a finales de aquel año donde enumeraba los trabajos realizados y los libros concluidos: Las Antigüedades de la Nueva España, la traducción de la Historia Natural de Plinio, la Historia Natural de la Nueva España, un Tratado de Sesenta Purgas americanas, las Plantas de Canarias, las Plantas de Santo Domingo, las Plantas de La Habana, insistiendo que había experimentado sus propiedades en los hospitales.
Los libros de Hernández, bellamente encuadernados, fueron conservados por Felipe II en su guardajoyas.
Hay noticias de León Pinelo acerca de que Hernández fue nombrado médico del príncipe Felipe, luego Felipe III, pero por su testamento se sabe que desde su regreso cayó en cama con la disentería adquirida en México en 1572 y “[...] no tuvo un día de salud [...]”.
Fue enterrado delante del altar de San Cosme y San Damián en la parroquia de Santa Cruz, pero su tumba no se conserva debido al incendio de aquella iglesia en 1620, que se repitió en 1783 y a la destrucción de su reedificación en 1868. El manuscrito original de Francisco Hernández sobre la Materia Méxica Mexicana pereció en el incendio de El Escorial en 1671, pero el resumen de la copia del Dr. N. A. Recco fue regalada al Príncipe Cesi que consiguió su impresión por la Accademia dei Lincei en Roma. En 1780 se localizó una de las copias de la obra de Hernández en el Colegio Imperial de la Compañía de Jesús de Madrid que sirvió para la edición de 1790 en tres tomos, sin láminas, al cuidado del botánico Casimiro Gómez Ortega
Algunas obras:
Quatro libros. De la natvraleza, y virtudes de las plantas, y animales que estan receuidos en el vso de Medicina en la Nueva España [...] Francisco Hernández [...] por Francisco Ximénez, México, Viuda de Diego López Dáualos, 1615
Rerum Novae Hispaniae thesaurus, Romae, Jacobi Mascardi, 1628; otras edicciones: Rerum medicarum Novae Hispaniae thesaurus, Romae, Jacobi Mascardi, 1648, Rerum medicarum Novae Hispaniae thesaurus, Romae, Vitalis Mascardi, 1649, Rerum medicarum Novae Hispaniae thesaurus, Romae, Vitalis Mascardi, 1651.
Opera, cum edita, tum inedita, ad autographi fidem et integritatem expressa, Madrid, Ibarrae Heredum, 1790
Cuatro libros de la naturaleza y virtudes de las plantas y animales de uso medicinal en la Nueva España (extracto de las obras del Dr. Francisco Hernández) por Francisco Ximenez, México, Secretaría de Fomento, 1888; otra ed. Cuatro libros de la naturaleza y virtudes medicinales de las plantas y animales de la Nueva España extracto de las obras del Dr. Francisco Hernández [...] por Fr. Francisco Ximénez, Morelia, Escuela de Artes, 1888
De antiquitatibus Novae Hispaniae. Códice de la Real Academia de la Historia de Madrid, México, Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía, 1926
Historia de las Plantas de Nueva España, México, Imprenta Universitaria, 1942-1946, 3 vols.
Obras completas, México, Universidad Nacional, 1959-1960.
III
Manuel Ansede, "Tras el rastro del mayor fantasma de la ciencia española", El País, 17 de marzo de 2024:
El archivo inédito de un historiador fallecido resucita sus investigaciones sobre el viaje en mula del explorador Francisco Hernández por América en 1570
El médico español Francisco Hernández zarpó en 1570 de un viejo mundo que creía en criaturas fantásticas, como el unicornio y los monstruos marinos, y regresó siete años después con coloridos dibujos de seres más asombrosos todavía, que además existían: el armadillo, el guacamayo, el tucán. Hernández, nacido en La Puebla de Montalbán (Toledo) alrededor de 1515, había encabezado la primera expedición científica al Nuevo Mundo. Sus pinturas eran tan impresionantes que acabaron decorando los aposentos del rey Felipe II, pero todo aquello ardió en el incendio del Monasterio de El Escorial en 1671 o se perdió en el olvido, hasta que otro médico español, Germán Somolinos d’Ardois, arribó a México huyendo de la Guerra Civil en 1939 y se topó con el escurridizo rastro del primer explorador científico de América.
La filóloga Helena Rodríguez Somolinos recuerda que, a finales de 2022, abrió un armario y comenzó a cotillear las cajas heredadas de sus padres, ya fallecidos. Allí estaba el archivo de su tío Germán, que murió en Ciudad de México en 1973. Había manuscritos, fotografías, cartas, incluso mechones de pelo. Era un material inédito que permitía seguir los pasos de Germán Somolinos por México en el siglo XX, pero también los de Francisco Hernández casi 400 años antes. Eran dos historias entrelazadas. “Mi hermana Victoria y yo pasamos las Navidades completamente abducidas, fue increíble”, recuerda la sobrina, experta en griego clásico en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
Germán Somolinos, nacido en 1911 en Madrid, estudió Medicina en la capital y casi inmediatamente le pilló la Guerra Civil. Tenía 25 años y era militante de las Juventudes Socialistas. Ejerció de médico en la aviación republicana, se le incrustó metralla en la espalda, pasó por un campo de concentración en Francia y emprendió el camino del exilio a México, de donde no regresó jamás. Allí se obsesionó con la legendaria expedición científica de Francisco Hernández, de la que apenas quedaban huellas. Su sobrina muestra una carta mecanografiada enviada por Somolinos en 1948 a su familia madrileña: “Otro encargo: Francisco Hernández era de La Puebla de Montalbán y nació hacia 1520, ¿podrías encontrarme descripciones de ese pueblo lo más cercanas a la época?”.
La localidad toledana, en la orilla del Tajo, dominaba entonces un señorío castellano de olivos y cereales. Allí había nacido también el escritor Fernando de Rojas, autor en 1499 de La Celestina, una obra que muestra hechizos con veneno de víbora, ojos de loba y sangre de murciélago. En el pueblo nació también el poderoso cardenal Pedro Pacheco, que se quedó a tres votos de ser Papa en 1559 tras defender con virulencia, en el Concilio de Trento, la inmaculada concepción de la Virgen María. En ese ambiente de fe y superstición se crio Francisco Hernández.
Con unos 15 años, el toledano se fue a estudiar Medicina a la Universidad de Alcalá de Henares. Aprendió anatomía con el mejor libro —los cadáveres humanos diseccionados— y entró en la Corte en 1567, como médico de Felipe II. Dos años después, el rey le encomendó una misión sin precedentes: recorrer el Nuevo Mundo en mula para identificar todas las plantas medicinales. El monarca le ordenó que se embarcase en la primera flota que partiera con destino a América. “Os habéis de informar dondequiera que llegáredes de todos los médicos, cirujanos, herbolarios e indios e otras personas curiosas en esta facultad y que os pareciere podrán entender y saber algo”, dictaminó Felipe II.
Hernández zarpó de Sevilla en agosto de 1570 con destino a Nueva España, el actual México. La flota atracó en el puerto de Veracruz seis meses después. Durante seis años, Hernández recorrió el territorio acompañado por pintores locales, escribientes, muleros y hasta un cosmógrafo. El médico era más ambicioso que su rey. “No es nuestro propósito dar cuenta sólo de los medicamentos, sino reseñar la flora y componer la historia de las cosas naturales del Nuevo Mundo, poniendo ante los ojos de nuestros conterráneos, y principalmente de nuestro señor Felipe, todo lo que se produce en esta Nueva España”, escribió.
Un día de marzo de 1577, enfermo y fatigado a sus 62 años, Francisco Hernández emprendió el regreso, con los frutos de la primera expedición científica en América. Llevaba consigo casi 70 sacos con semillas y raíces, ocho barriles con hierbas medicinales y 22 tomos con manuscritos y las coloridas pinturas de plantas y de las extrañas criaturas del Nuevo Mundo. Germán Somolinos narró por primera vez la epopeya en su monumental Vida y obra de Francisco Hernández, publicada en 1960 por la Universidad Nacional Autónoma de México.
La familia de Somolinos ha donado su archivo al CSIC. El historiador Leoncio López-Ocón y sus colegas Teresa López e Irati Herrera llevan un año analizando los documentos. “Es un tesoro. Somolinos es uno de los grandes de la historia de la medicina, pero lo fundamental es lo que hizo con Francisco Hernández: es un monumento historiográfico. Es fascinante Somolinos y es fascinante Hernández”, celebra López-Ocón.
Teresa López, de 24 años, ha dedicado un erudito trabajo de fin de grado en Humanidades a las historias cruzadas de los dos médicos españoles en México. “Somolinos se retrató a sí mismo al relatar a Hernández”, opina. “La labor investigadora de Somolinos está motivada por un deseo de reconquistar el movimiento intelectual español del olvido y del fascismo que le empujó al exilio”, señala en su trabajo, para la Universidad Carlos III de Madrid.
Francisco Hernández recorrió el actual México con pintores locales, entre ellos, Pedro Vázquez, Antón y Baltasar Elías, a los que mencionó en su testamento para que fueran recompensados como merecían. Su idea era publicar su obra en latín, castellano y náhuatl, la lengua mayoritaria en el territorio. Somolinos destacó este mestizaje, “una amalgama cultural en la que los elementos indígenas se infiltran en la mentalidad dominadora modificándola en muchos aspectos”. A su juicio, “en la historia médica de la humanidad, tal vez sea la única ocasión en que se ha producido un fenómeno cultural de tanta trascendencia y sin posibilidades de repetirse”.
Hernández enriqueció la medicina mundial gracias a la descripción de las plantas medicinales del Nuevo Mundo, pero, cuando por fin cruzó el océano de vuelta, su trabajo fue maltratado. El rey Felipe II ya le había afeado su supuesta lentitud en recorrer América en mula. “Este Doctor ha prometido muchas veces enviar los libros de esta obra, y nunca lo ha cumplido: que los envíe en la primera flota a buen recaudo”, ordenó el monarca en 1575. Hernández, sorprendentemente, respondía dándole largas. Pedía más tiempo porque estaba experimentando las plantas con enfermos y traduciendo sus escritos al náhuatl, “por el provecho de los naturales”. Y se despedía diciendo: “Humilde vasallo y criado de Vuestra Majestad que sus Reales manos besa”.
A su regreso, Hernández y sus 22 tomos manuscritos de la Historia Natural de la Nueva España fueron menospreciados por el rey. Felipe II encargó a otro médico, el napolitano Nardo Antonio Recchi, que resumiera todo el material en una obra menos ambiciosa. Recchi amputó el original, prescindiendo del mestizaje de Hernández, y regresó con una copia de su manuscrito a Nápoles en 1589, dos años después de la muerte del toledano.
El historiador Juan Pimentel cuenta en su libro Fantasmas de la ciencia española (editorial Marcial Pons, 2020) que el mismísimo astrónomo Galileo Galilei pudo contemplar los dibujos hernandinos de las plantas del Nuevo Mundo, copiados una y otra vez en Italia: “Le debieron parecer tan extravagantes que puso en duda su propia existencia”. Muchos de los manuscritos de Hernández ardieron en El Escorial en 1671 o permanecen escondidos en algún archivo. Pimentel cree que es “el santo patrón de los fantasmas de la ciencia española”, porque “el destino de su colosal obra se esfumó”. Teresa López parafrasea a Pimentel: “Francisco Hernández es el mayor fantasma de la historia de la ciencia española”.
IV
De Wikipedia:
Biografía
Ilustración de Rivea corymbosa en una edición del Rerum medicarum Novae Hispaniae thesaurus, seu plantarum, animalium, mineralium historia, de la que se atribuye la autoría a Francisco Hernández.
Estudió Medicina en la Universidad de Alcalá y ejerció durante varios años en Toledo y Sevilla. También ejerció en el hospital del monasterio de Guadalupe, una función prestigiosa que además estaba bien remunerada. Volvió a Toledo hacia el año 1565 y pronto fue transferido como médico de la corte.
De una gran formación científica, consagró muchas energías al estudio de la naturaleza. Poseía una sólida formación intelectual y científica y una mentalidad abierta a las novedades. Hubo un aristotelismo marcado en sus estudios sobre la naturaleza.
Fue elegido por Felipe II para dirigir una expedición científica a América centrada especialmente en el territorio de Nueva España: Comisión de Francisco Hernández a Nueva España. Hernández dispuso de 60000 ducados para organizar el viaje. En enero de 1570, el rey le nombra protomédico general de nuestras Indias, islas y tierra firme del mar Océano.
Hernández partió en agosto de 1571, junto con su hijo, y desembarcó en febrero de 1572 en Veracruz. Durante tres años recorrió la Nueva España, especialmente la meseta central. Las notas de sus observaciones no se han conservado. La expedición contaba con un geógrafo, pintores, botánicos y médicos indígenas.
Desde marzo de 1574 y hasta su vuelta a España en 1577, Hernández vivió en la Nueva España donde formó una colección, estudió las prácticas medicinales locales y realizó estudios arqueológicos. Durante estos años formó una considerable colección de plantas secas o no, 38 volúmenes de dibujos y numerosas notas, tres de las cuales están escritas en Náhuatl.
Hernández murió antes de ver su obra publicada. Dado su coste, Felipe II encargó al médico napolitano, Nardi Antonio Recchi,2 la publicación de una versión abreviada. Los originales se conservaron en la biblioteca de El Escorial pero desaparecieron, seguramente destruidos durante el incendio de 1671. Por tanto, sólo se conocen fragmentos de su inmensa obra. Sucesivos retrasos (el editor murió prematuramente) llevaron a que la obra abreviada no se publicara hasta 1635 y 1651. Una nueva compilación por el médico Casimiro Gómez Ortega, publicada en 1790 y basada en material adicional encontrado en el Colegio Imperial de los Jesuitas de Madrid, fue titulado Francisci Hernandi, medici atque historici Philippi II, Hispan et Indiar. Regis, et totius novi orbis archiatri, opera: cum edita, tum inedita, ad autographi fidem et integritatem expressa, impensa et jussu regio.
Hernández describió 230 especies de aves pero la falta de ilustraciones, que se perdieron, hace su identificación muy difícil. Hernández citó de forma sistemática los nombres en náhuatl a partir de los cuales es posible clasificar las aves.
Cronología
1514 - 1517 (?) o quizás entre 1515 - 1520 (Somolinos), nace Francisco Hernández.
1535 - 1537 cursa estudios de medicina y cirugía.
1555 explora Andalucía y muestra interés por las plantas medicinales
1560 se desempeña como médico del monasterio y del hospital de Guadalupe.
1562 - 1568 por estos años escribe su Compendio de Philosophia Moral según Aristóteles (el texto, está incluido en las obras completas publicadas por la UNAM).
1567 es nombrado "médico de cámara" en la corte de Felipe II
1568, termina la traducción de la Historia Natural de Plinio el Viejo
1570 llega a América acompañado de su hijo Juan.
1571 - 1576 inicia intensa actividad científica en México, pese a sus problemas económicos
1576 envía carta al rey Felipe II, haciendo un resumen de su trabajo y de los métodos empleados. Esta carta formará parte de cuatro libros.
1577 Hernández regresa a España
1578 continúa puliendo una parte de sus obras, mientras que las que están terminadas las conserva el rey.
1580 Felipe II nombra al Dr. Nardo Antonio Recchi como médico de cámara. Recchi se encargaría de revisar y ordenar las obras de Francisco Hernández. En ese mismo año, Hernández escribe el famoso poema Ad Ariam Montanum, Virum Praeclamrissimum Atque Doctissinum, expresando su angustia y protesta contra el rey.
1587 muere Francisco Hernández.
Se le puso su nombre a un género botánico (Hernandiaceae)
Publicaciones
Quatro libros de la naturaleza y virtudes de las plantas y animales. México: 1615.
Francisco Hernández. Quatro libros de la Naturaleza. México: Viuda de Diego López Davalos; 1615. Archivado el 15 de octubre de 2016 en Wayback Machine.
Francisci Hernández. Rerum medicarum Novae Hispaniae Thesaurus, seu Plantarum, Animalium, Mineralium Mexicanorum Historia cum notis Joannis Terentii Lineæi. Roma: 1648.
Casimiro Gómez Ortega. Francisci Hernandi, medici atque historici Philippi II, Hispan et Indiar. Regis, et totius novi orbis archiatri, opera: cum edita, tum inedita, ad autographi fidem et integritatem expressa, impensa et jussu regio (1790).
Sus textos fueron traducidos al inglés, en 2000, con el título de The Mexican Treasury: The Writings of Dr. Francisco Hernández (Stanford University Press. xix + 281 pp.) por Rafael Chabrán, Cynthia L. Chamberlin & Simon Varey. El volumen se acompaña con Searching for the Secrets of Nature: The Life and Works of Dr. Francisco Hernández (Stanford University Press, 2000. xvi + 229 pp.), conteniendo comunicaciones sobre la vida y obra de Hernández.
[Añado otras obras no citadas, como sus traducciones que quedan en manuscrito]
Historia Natural. Libros I, II y III... XXV; de Cayo Plinio Cecilio Segundo; trasladada y anotada por el doctor Francisco Hernández, médico del invictísimo Rey don Felipe II Hay ed. moderna: Historia natural; trasladada y anotada por el doctor Francisco Hernández. México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1966, 2 t. en 3 v. Otra ed.: Historia natural de Cayo Plinio Segundo ;trasladada y anotada por el doctor Francisco Hernández (libros primero a vigesimoquinto) y por Jerónimo de Huerta (libros vigesimosexto a trigesimoséptimo) y apéndice (libro séptimo, capítulo LV); Madrid / México: Visor Libros / Universidad Nacional deMéxico, 1999.
Obras del bienaventurado Sanct Dionisio Areopagita ;traducidas por el Doctor Francisco Hernandez, medico e historiador de Philippo segundo y su protomedico general en todas las Yndias Occidentales
Francisco Hernández de la Puebla: (periplo y testamento); ed. de Alberto Gálvez, Toledo: Editorial Cuarto Centenario, [2021]
Obras completas. Edición de Germán Somolinos. I. Vida y obra de Francisco Hernandez [por German Somolinos d'Ardois...] precedida de España y Nueva España en la época de Felipe II, por José Miranda. 485 p., 2 h., 1 map. col. pleg. II. Historia natural de Nueva España, v. I. 476 p., 1 h. III. Historia natural de Nueva España, v. II. 554 p., 2 h. IV. Historia natural de Cayo Plinio Segundo, trasladada y anotada por el doctor Francisco Hernandez, v. I. XXXII, 438 p., 1 h. V. Historia natural de Cayo Plinio Segundo ; trasladada y anotada por el Licenciado Gerónimo de Huerta (libros 26 a 37). México: UNAM, 1952-
Bibliografía
Dr, Francisco Hernández. 1946. Antigüedades de la Nueva España. Traducción del latín y notas por Joaquín García Pimentel. México, D.F. Editorial Pedro Romero.
José María López Piñero; José Pardo Tomás. 1996. La influencia de Francisco Hernández, 1515-1587, en la constitución de la Botánica y la materia médica modernas, Instituto de Estudios Documentales e Históricos sobre la Ciencia, Universidad de Valencia: 260 pp. ISBN 84-370-2690-3
Jacqueline Durand-Forest. 1986. Aperçu de l’histoire naturelle de la Nouvelle-Espagne d’après Hernández, les informateurs indigènes de Sahagun et les auteurs du Codex Badianus, Nouveau monde et renouveau de l’histoire naturelle (Centro de Estudios interuniversitarios sobre la América española colonial (París) dir.), Publicaciones de la Sorbonne: 3-28. ISBN 2-903019-51-7
Sandra I. Ramos Maldonado (2006). Tradición pliniana en la Andalucía del siglo XVI: a propósito de la labor filológica del Doctor Francisco Hernández, en M. Rodríguez-Pantoja (ed.), Las raíces clásicas de Andalucía. Actas del IV congreso Andaluz de Estudios Clásicos (Córdoba, 2002), Córdoba: Obra social y Cultural Caja Sur, 2006, pp. 883-891. ISBN 84-7959-614-7
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