domingo, 7 de abril de 2024

La afantasia, la enfermedad que suelen padecer los programadores informáticos y los que no saben dibujar

Un afantásico no sabe o no puede dibujar apenas, y si dibuja es un pobre esquema. Curiosamente, los afantásicos suelen ser buenos programadores informáticos.

Adelaida de la Peña, "La 'mente ciega': así es el cerebro de las personas que no pueden crear imágenes en su interior", en La Vanguardia, 31/10/2023:

La afantasia afecta a un 3,9% de la población en algún grado y a un 0,8% de forma total. Las personas incapaces de generar imágenes visuales tienen dificultades para poner cara a un familiar fallecido, evocar recuerdos autobiográficos, recrear sueños muy vívidos e incluso proyectar el futuro

Si alguien te dice “¿te imaginas que estuviéramos en la playa tomando un mojito?”… ¿eres capaz de visualizarlo en tu mente? ¿ves por ejemplo del vaso con hielo, la arena y el mar? Si no puedes o te cuesta hacerlo, quizás tengas afantasia en algún grado, porque la mayoría de las personas sí pueden generar imágenes mentales, no lo dicen en sentido figurado como para expresar que les gustaría estar de vacaciones sino que realmente pueden ver, con mayor o menos nitidez, una imagen mental.

“La afantasia es una dificultad marcada por los problemas para crear imágenes mentales”, explica a La Vanguardia Pablo Barrecheguren, doctor en biomedicina especializado en neurobiología y divulgador científico. “Es un grado, se estima que el 3,9% de la población tiene dificultades y el 0,8% tiene una incapacidad total para crear imágenes mentales”, es decir, que “casi una de cada 100 personas no puede imaginar”.

Los efectos

Un afantásico no puede imaginar con claridad un amanecer, pero puede describirlo perfectamente porque lo conoce

El hecho de no tener imaginación visual, especialmente cuando ocurre en un grado total, impide por ejemplo ver en la mente la cara de un familiar fallecido, visualizar recuerdos autobiográficos, tener sueños muy vívidos e incluso proyectar el futuro.

Además, un afantásico no puede imaginar con claridad por ejemplo un amanecer, pero puede describirlos perfectamente porque los conoce. “Una cosa es imaginar un geranio y otra saber lo que es. Estas personas saben lo que es, lo han visto (…) funcionan de otra manera; si tú les fuerzas a tener que generar una imagen, sí que digamos que ahí se atascan, pero eso no quita para que puedan describir cómo es porque lo han visto, lo han aprendido y lo tienen en la memoria” (que no en la imaginación).

Lo más llamativo es que esto no es limitante.  Para quienes le resulta fácil generar imágenes mentales, un primer impulso es pensar que tener una mente ciega debe ser un problema, sin embargo, “lo más llamativo es que esto no es limitante”, explica el neurocientífico, de ahí que mucha gente no se dé ni cuenta. “Hay otras cosas cognitivas que en cuanto te sales un poco de la norma si es muy problemático, pero esto no. La lección yo creo que es que hay una diversidad neurológica mucho mayor de lo que creemos”, insiste.

Menos terror

Aunque las investigaciones en la materia son aún muy recientes y falta mucho por estudiar, ya se han analizado algunas implicaciones. Por ejemplo, un estudio publicado en Proceedings of The Royal Society en 2021 sobre el papel fundamental de las imágenes mentales en las emociones humanas apunta a que los afantásicos pasan menos miedo o angustia ante un relato de terror. Parece lógico porque cuando leemos a menudo nuestra mente nos transporta a lugares que a veces somos capaces de ver y hasta de oler o sentir el frío del ambiente. En un relato aterrador… ¿cómo pasar el mismo miedo sin visualizar una puerta que se abre sola que podría ser la nuestra?

“Nuestros datos demuestran que los individuos afantasicos muestran una reacción de miedo fisiológica (SCL) significativamente menor cuando leen historias de terror, en comparación con los participantes de control con la capacidad de visualizar”, determina esta investigación.

No poder crear imágenes mentales conlleva tener menos sueños y menos vívidos.

¿Y cómo soñar si no puedes crear imágenes? Quienes no ven con el ojo de la mente “tienen sueños un poco menos vívidos, menos ricos sensorialmente”, cuenta el neurocientífico, refiriéndose a un estudio publicado en la revista Nature en 2020 que dilucida que “curiosamente, los individuos afantasicos reportan menos sueños y cualitativamente empobrecidos”.

Y proyectar el futuro también es más complicado para quienes experimenta ceguera mental, ya que el mismo estudio asegura que “también se informó que la memoria episódica y la capacidad de imaginar eventos futuros de los individuos afantásicos se redujeron significativamente en comparación con las dos poblaciones de control”.

Esta condición neurológica es complicada de detectar porque las personas creen que sus procesos mentales son los mismos que los de los demás: si llevas toda la vida experimentándolo, no tienes la sensación de que en tu cerebro esté ocurriendo algo diferente.

Es difícil diagnosticar a un afantásico porque, aunque hay algunos test, no hay una prueba fisionógica del todo desarrollada. Ha sido en los últimos años, cuando el tema ha salido a la palestra con nuevas investigaciones al respecto, cuando las personas sin imaginación visual están dándose cuenta de ello. “Hay mucha gente adulta que está de repente descubriendo que es afantásico”, asegura Barrecheguren.

Hay mucha gente adulta que está de repente descubriendo que es afantásico.

Pablo Barrecheguren, Neurocientífico y divulgador:

Para descubrir si uno es afantásico total o en algún grado, hay que poner a prueba la imaginación visual. En primer lugar hay que tener en cuenta que “nadie imagina desde cero, cuando imaginamos, una parte del cerebro se pone a funcionar y tira de la memoria siempre”, explica el divulgador. Por tanto, una buena manera de saber si experimentamos esta condición sería por ejemplo “pensar en un cuadro conocido como La Meninas y recorrerlo visualmente con tu mente, entrar dentro del cuadro, mirar por detrás… este ejercicio ¿te cuesta o no?” la respuesta te puede dar una pista de si tienes algún grado de afantasia.

“Si te piden que visualices en la mente algo que ya conoces y tienes dificultad, no es porque no sepas lo que es, sino porque tienes dificultad para generar la imagen” con lo que podrías tener algún grado de afantasia, resume Barrecheguren.

El psicólogo británico Francis Galton, pionero los investigar la inteligencia humana, fue el primero en esbozar la incapacidad de ver con el “ojo de la mente” en su denominado Estudio del Desayuno llevado a cabo en 1880. En este experimento se pedía a los participantes que imaginaran su mesa del desayuno y posteriormente describir lo que habían visualizado (no lo que recordaban). “Es un ejercicio que no se trata sólo de enunciar los objetos de la mesa cuando has desayunado sino que también se mide la viveza, cómo olía por ejemplo”, explica Barrecheguren.

Si te piden que visualices en la mente algo que ya conoces y tienes dificultad, no es porque no sepas lo que es, sino porque te cuesta generar la imagen. Las conclusiones fueron sorprendentes para el psicólogo, ya que se constató una gran diversidad en la forma en la que cada uno imagina visualmente, de manera que algunos de los participantes tenían visiones muy someras o nulas, mientras que otros experimentaban mucho realismo y detalles.

Sin embargo, estos descubrimientos se quedaron en un cajón cerca de un siglo hasta que el científico británico David Marks lo desempolvó en 1973 y desarrolló el Cuestionario sobre la intensidad de las imágenes visuales (VVIQ) que puedes realizar para saber, del 1 al 5, cómo de precisa es tu capacidad de imaginar visualmente, en el que uno es que “no hay imagen en absoluto, sólo “sé” que estoy pensando en el objeto” y cinco que es “perfectamente realista, tan vívido como ver de verdad”.

Las pupilas reaccionan al brillo de la imagen mental, primera prueba fisiolófica de la afantasia. 

Hasta hace muy poco, el año pasado, las investigaciones eran subjetivas, sólo podían medir a base de test los efectos de no tener imaginación visual. Sin embargo, un reciente estudio de 2022 titulado La respuesta pupilar a la luz como índice fisiológico de afantasia, fuerza de la imaginería sensorial y fenomenológica, ha aportado la primera prueba objetiva de la existencia de esta condición neurológica a través de la reacción de la pupila al brillo ilusorio. “Se trata de una investigación muy puntera que aún es experimental que está midiendo un reflejo del ojo”, explica Barrecheguren.

Las pupilas responden a la luz del exterior dilatándose o contrayéndose y este experimento ha demostrado que esta parte del ojo también reacciona ante el brillo ilusorio, es decir, a la luz de la imagen mental.

Atentos al resultado

Una manera de saber si experimentamos esta condición sería por ejemplo pensar en un cuadro conocido como 'Las Meninas' y recorrerlo visualmente con tu mente, entrar dentro, mirar por detrás… 

En conversación con La Vanguardia, el neurocientífico y divulgador cuenta que cuando realizaron el experimento “la pupila cambiaba en función de la luminosidad que mentalmente se asociaba a una imagen. Esto es muy chulo; Mostraban dos imágenes en blanco y negro y con la misma escala de grises y brillo idéntico, pero la pupila reacciona de forma diferente incluso si la imagen es el sol o la luna porque hay como un brillo mental asociado que nos imaginamos bastante automáticamente”, de alguna forma, aunque el brillo de la imagen sea la misma, la pupila responde a lo que imaginas. Así, el ojo de un afantásico no tendría ese reflejo porque no se está imaginando la foto.

Varios ciudadanos se ejercitan en Madrid este sábado. Miles de españoles salen este sábado por primera vez desde que se decretó el estado de alarma a hacer deporte y a pasear cuando la séptima semana de confinamiento llega a su fin, aunque lo harán con limitaciones.

“Nuestros resultados indican que la fuerza del contenido de las imágenes impulsa la respuesta de la luz de la pupila en los participantes que experimentan imágenes visuales. El carácter involuntario de esta respuesta proporciona una valiosa medida objetiva de la fuerza de la imaginación. En consecuencia, buscamos utilizar este hallazgo para probar la veracidad de una condición llamada afanasia, es decir, si estos individuos realmente carecen de imágenes visuales, no deben mostrar una respuesta de luz pupilar a las imágenes imaginadas”. 

Otras formas de imaginación

“Las personas con afantasia parece que no sólo tienen dificultad en imaginación visual sino que también tienen mermadas, quizás no en el mismo grado, las otras formas de imaginar con los otros sentidos”, cuenta Barrecheguren. Por ejemplo, “algunas personas que tienen afantasia técnicamente tienen anauralia”, que es la ausencia de voz interior.

Así lo constata un estudio de 2021 titulado Anauralia: la mente silenciosa y su asociación con la afantasia, en el que se demostró que “la mayoría de los afantasicos también informaron de imágenes auditivas (voz interior) débiles o completamente ausentes y los participantes que carecían de imágenes auditivas tendían a ser afantasicos”. Y esto también ocurre a la inversa; quien tiene una gran imaginación visual también suele tener mucha voz interior.

La mayoría de los estudios son muy recientes y actualmente se ha investigado la imaginación asociada a los sentidos más evidentes como son la vista o el oído (imágenes y voz interiores), por eso hay más documentación sobre la afantasia o la anauralia. “Se han estudiado las más obvias”, explica Barrecheguren, pero probablemente esta diversidad cognitiva atañe a “todas las percepciones como pueden ser la sensación térmica o la del dolor”, aventura el neurocientífico.

La hiperfantasia, el polo opuesto

En la inmensa variedad neuronal que se ha demostrado a lo largo de los estudios, se han valorado grados, y al igual que podemos decir que casi una de cada 100 personas tiene afantasia total, también existe el polo opuesto, a hiperfantasía, que son las personas capaces de generar imágenes fotorealistas y son en torno al 3% según Barrecheguren.

“Esto es el otro lado y tiene sus pros y sus contras”, reflexiona el neurocientífico, quien apunta que “no es un problema de salud, es cuestión de diversidad”.

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