jueves, 26 de noviembre de 2009

Quevedo y las vacas nacionalistas

Dicen que dijo Antonio Cánovas del Castillo "es español el que no puede ser otra cosa", hastiado de discutir definiciones de lo nacional con los regionalistas en un congreso constituyente; así lo anotó Galdós, pero hace tiempo descubrí que la verdad pura y simple es que Cánovas citaba a Quevedo; y lo conocía muy bien por la edición que hizo de él y le regaló su amigo Aureliano Fernández Guerra:

"Harto de ser español
desde el día en que nací,
quisiera ser otra cosa
por remudar de país"

(Romance LXXI, "Cansado estoy de la Corte...", en F. de Quevedo, Parnaso español... Madrid: Ibarra, 1772, IV.º, musa Thalía, p. 488) 

En este romance Quevedo va despreciando diversas naciones de Europa y decide irse a Galicia, porque sus mozas son... ejem. A mí, la verdad, me satisface la definición. Es español el apátrida, anarquista, quejica y descontentadizo que busca siempre sin encontrar acomodo. Algo así como un nacionalista catalán, ansioso de ser uno, grande y libre. Es catalán el que no puede ser otra cosa. Qué ombligo más magnífico, el de un catalanista; no se parece a ningún otro ombligo del mundo, ni siquiera al de Adán, que no fue un hijo de su madre. Otros lo llaman paranoia; dejémoslo en vulgarísimo y decimonónico nacionanismo. Hoy que incluso el reaccionario Pedro Sánchez intenta reformar la Constitución para salvar del definitivo descrédito a los nacionalistas, conviene recordarlo.


Estas estupideces raciales que intentan sublimar al hijo meñique o pulgarcito ensalzando la figura del varonil padre o la materna y lechera diosa madre, algo estudiado por Poliakov (y Juaristi en su El bosque originario), son tan (etimológicamente) idiotas como peligrosas. En el fondo se trata de simple racismo o su vertiente light, el clasismo: eso y no otra cosa es lo que son los nacionalismos aunque lo disimulen. No en vano una vez Enzensberger le preguntó a Arzallus qué era un vasco y se quedó mudo. Habría tenido que definirse ataporcino.

Al respecto creo conveniente informar al patio de que una mutación en Bélgica fomentada por la selección artificial provocó el nacimiento de vacas gigantes como las de la foto, de dos metros de altura, tan grandes que son como toros alimentados con esteroides o políticos con sospechoso forraje de 7% nacionalista contaminado con el virus loco de Creutzfeld-Jacobs. Sin embargo, estas vacas gigantes son originarias por un lado de Bélgica y por otro de Inglaterra; el cruce de ambos ganados ha producido hace poco estos monumentales animales, que crían hasta tres veces más carne que el vacuno normal, aunque son susceptibles de sufrir fracturas en las patas y otras enfermedades por su gran tamaño; por contra, la tautogenética endogamia nacionalista provoca enanismo físico y mental, degeneración económica y corrupción; tomen nota los aldeanos autonomiqueros: véase, por ejemplo, Jordi Pujol, que no termina de arrancar del suelo, a pesar de sus profundas raíces autóctonas, o el tonto del pueblo Artur Mas, al que ya no quedan ni toros ni caballeros con espada Excalibur para sus plazas redondas: le producen españoiditis. Pero hace poco lo han publicado los periódicos: los mestizajes humanos producen gente más sana y más inteligente, y mucho más cuanto más distantes sean los linajes. 

Sería un buen modo de revitalizar la fiesta nacional usar toros de esta ganadería: la auténtica pesadilla de Joselito, uno de los "cuatro puntales de la catedral del toreo", que cantaba Johnny Valleybough, aunque Belmonte los torearía con mucho gusto y mucho LSD; tendrían que usar bazooka y no espada; los banderilleros irían sobre zancos y los picadores montados en elefantes; y menudos serían los encierros de San Fermín: habría que reservárselos solo a los etarras, ellos que son tan machos y partidarios de reforzar la genética onanonadora de la chulería bilbaína... La verdad es que las aplicaciones de la ciencia genética son maravillosas ¿imagináis un Gasol de tres metros y cuatro brazos, con genes de vaca culturista?

Las mutaciones humanas naturales consignadas son sin embargo más modestas: un italiano anda por ahí con niveles mortales de colesterol, pero tan campante y pimpante gracias a unos genes que lo protegen y lo transforman en una especie de supermán de la salud; estudiándolo los médicos esperan derrotar para siempre a una de las enfermedades del corazón más insidiosas. Por otra parte, algunas prostitutas de Kenia poseen unos genes que las hacen prácticamente invulnerables a las insidias del sida; un sistema inmunológico irrebatible como el suyo acabaría con las farmacias. Y así. Ojalá hubiera una mutación contra la estupidez.

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