Las fuentes del derecho son la costumbre y el derecho natural; desde luego, hablar de lo correcto exige nuestra parte racional y no la animal, así que podemos ser tanto más racionales y tanto más animales cuanto más legales o ilegales seamos; esa doble naturaleza es la que nos hace la puñeta siempre en cuestiones morales. Algunos de los jueces que conozco piensan que no existe un verdadero derecho natural, porque no sabemos qué es el derecho natural... De ahí que nos queden sólo los precedentes que nos da la costumbre, el derecho positivo. En el mismo Romanticismo hubo siempre dos bandos, el de los progresistas defensores del iusnaturalismo, todos hijos de Cicerón, como Thomas Paine, o de la voluntad general de Rousseau, y el de los tradicionalistas defensores del consuetudinarismo, como Burke; y eso que eran liberales ambos. Los primeros son los partidarios de la Revolución francesa: piensan que las leyes pueden cambiar para adaptarse al tiempo, los segundos piensan que no, o que, en todo caso, eso es una lenta evolución, ya que la ley general se va haciendo sumando casuística, como en el derecho anglosajón. En fin, es cierto que nos hemos atrevido a decir cuáles son nuestros derechos pero no a decir cuáles son nuestros deberes (y lo que es o define a un hombre no son sus derechos, sino sus deberes), por más que la tradición aporte algunos mandamientos, como el decálogo judío o los tres mandamientos romanos: honeste vivere, alterum non laedere, suum cuique tribuere: vivir sin perjudicar a otro y ocupándose de uno mismo. Los griegos, casi lo mismo, pero menos negociante: "Conócete y no te pases ni siquiera en eso, o terminarás siendo gilipollas" Ahora bien, podemos asumir la tradición, crearnos nuestros propios valores, como hizo Nietzsche o quedarnos al margen y por encima de ella, como hacen los criminales y los políticos sin escrúpulos. Mucha gente puede hacer lo correcto saltándose la ley, como por ejemplo Garzón (o, como en ese excelente drama del mariquita Terence Rattigan, del cual hizo también luego David Mamet una excelente película: El caso Winslow) y eso revela la insuficiencia del derecho; a mí me parece hermosísimo el imperativo categórico kantiano, pero en general suele dejar bastante patidifusos a los políticos concretos de los países que ocupan las penínsulas mediterráneas; en todo caso, el mundo en que tenemos que vivir es este, no en el de las fumatas blancas o en el de los sellitos lisérgicos, que duran lo que duran y nos convierten en Alicias de desmesurada estatura; el hombre, reza el tópico literario, es enano a hombros de gigantes, y no podemos pretender ser más que lo que somos, una pura mierda, una caña de cerveza pascaliana, y en todo caso podemos auparnos encima del Romay de la tradición para ver más lejos; por lo demás, si alguien quiere saber o ignorar más que nadie qué es lo justo, que lea a Kelsen (aunque lo olvide o no lo entienda, como nos pasa a más de uno...) Sin embargo, la ley no tiene por qué juzgarlo todo, como les pasa a los judíos hasídicos y a los moros: posee márgenes de libertad en blanco y no se atreve a juzgar en cuestiones que no son de derecho: ese es el margen que nos hace felices y libres. Nadie, sino nosotros mismos, puede decirnos qué es lo correcto en algunas cuestiones, y especialmente en lo que toca al dolor y al sacrificio humano. Y ahí vuelven otra vez esos judíos cristianos estilo Maximiliano Kolbe y el capítulo V de la Epístola a los Romanos, versículos 6 a 8 o lo que Durkeim llamaba el sacrificio altruista, aunque sean tan inútiles como el de ese Cristo, Roy Batty, en Blade Runner; claro, siempre estarán los que interpretan las cosas de forma torcida; un ejemplo, cuando San Agustín escribió eso tan gracioso de "ama y haz lo que quieras..." que tan mal han interpretado los pederastas del papa y el pobre y casto y equivocado papa. En Holanda están estudiando legalizar el suicidio asistido desde los setenta años para esos quinientos ancianos holandeses que, según las estadísticas, cada año sienten que la muerte ha pasado de largo y que su vida ha terminado antes de terminar, de forma que consistir todos los días ya sólo les resulta una carga, un fastidio y una tortura nada generosa con ellos ni con los demás; así evitarían sufrir y hacer sufrir. ¿Es razonable? Yo creo que, más que razonable, es sensible (para ellos) y lamentable (para otros). Las opiniones son como el culo: todo el mundo tiene una y a nadie le apesta la propia. Pero en esas materias considero que el verdadero sabedor es un señor del que nadie se acuerda, pero yo sí, que escribió larga y bellamente sobre ello y que se llamaba Ramón Sampedro.
Zona sensible
ResponderEliminarPor múltiples razones el derecho es zona sensible, pero sigamos el razonamiento.
El iusnaturalismo es, por decirlo rápido y al estilo religioso, el camino recto (derecho) que marcó Dios a los hombres, se observa en la natulareza hecha por Él. Si eliminamos a Dios, nos queda la naturaleza que también posee su recto camino. El buen intérprete solo la recopila, no interviene en su creación, pero la ley natural se puede hacer visible.
La costumbre, por otra parte, genera camino recto al andar, si algo se hizo de una forma limpia, sin daño a segundos o terceros, puede seguir haciéndose.
Ahora bien, hay un tercer elemento que se suele nombrar y que omites: los principios generales del derecho, los principios que inspiran el derecho, tales como lesividad, humanidad, trascendencia mínima, doble punición, por citar alguno que nombra la wiki.
Hoy sabemos que el derecho es un constructo humano, hecho por quienes desean y deseaban el bien público, pero también por quienes solo aspiran y aspiraban al suyo propio. Un pastiche donde perviven anacronismos y la última moda, como una catedral levantada a largo de los siglos.
En cuanto al XIX, tema que me toca de pleno, cabe destacar un elemento que no has considerado. La capacidad de transformación social que unos y otros daban a las leyes. Quienes creían que la buena ley hace el buen pueblo, se estamparon en más de una ocasión, y quienes creyeron que, poco a poco, el buen rumbo se asentaría, verían hoy que, muchas de las cosas que denunciaban como insanas, siguen aquí.
Moraleja: no hay más que camino, diestro o siniestro, eso lo decide quien conduce, aunque, en última instancia, no se puede desestimar el veredicto de los jueces .