martes, 18 de abril de 2017

Wikiartículos

En estas semanas, llevo 112 artículos elaborados, traducidos, refundidos, redactados o resumidos (no incluyo los muchísimos que he corregido y ampliado, algunos compuestos por mí mismo también, que será otro centenar o casi). Muchos de estos y otros que no figuran aquí, de los tres mil más o menos que he redactado, fueron borrados por criterios generalmente mal aplicados, por bots mal hechos y por inercia, de la Wikip que no es una democracia, por cierto, donde mandaban por cierto desagradables filibusteros informáticos. Hay muchos que están en ese ajo exclusor desde hace mucho; son incontables los valiosos redactores que han mandado al carajo, tantos como los desilusionados que la abandonan, tras no pintar nada en sus guerras de mando y prejuicios absolutos. Después de todo, también pasa en la democracia real, pero la W. es mucho más fallona y sus directores más putinescos. En fin, pese a todo la Wikip persiste y es buena fuente, aunque ya con muchos más errores a causa de esa conducta.

Manchegos o relacionados con La Mancha

Luciano González, historiador de la prensa y periodista nacido en Ciudad Real, que ha hecho una tesis sobre Cánovas periodista.
Juan de Valenzuela, autor de una continuación del Quijote
Joaquín García Donaire‎, el escultor ciudarrealeño
Elías Gómez Picazo, el crítico teatral de abc, fundador de la cofradía del Silencio
Luz Sánchez-Mellado, columnista de los jueves del País
Fernando Martínez Valencia‎, el dibujante y abogado
Carlos María San Martín López‎, periodista
Luis Antonio Navarrete Sosa, periodista
José Antonio Casado Corrales, periodista
Jesús María Zuloaga López, periodista
Lanza (diario)
Isidro Sánchez Sánchez, historiador

Actores franceses del siglo XVIII

Lekain
Mademoiselle Clairon‎

Dramaturgos y faranduleros españoles raros

Luis Delgado Benavente‎;
Manuel Alonso Alcalde‎
Compañía de teatro Chévere‎, de los pocos que hacen algo interesante
Teatro documento, que debería haber más
José Robreño‎
Manuel Mampaso‎
Yolanda García Serrano
Marisa Esteban (dramaturga)‎
Jorge Márquez‎
Marisa Esteban Chacón
Ángel Torres del Álamo
Antonio Asenjo‎
Armando Ocano, un dramaturgo guatemalteco del que nadie se acuerda
Faustino González-Aller‎
Francisco Javier Prada‎
Joaquín Rafel y Fontanals
Leopoldo Bejarano Lozano‎
Edilberto García Amat
José María Camps
Diego Salvador Blanes
Luis Emilio Calvo-Sotelo‎, un dramturgo de ilustre apellido
Julio Trenas‎, padre de la periodista
Manuel Díez Crespo‎
Leocadio Machado
Fernando Delgado de Lara
Jaime Romo
Luis Miguel González Cruz ‎
Javier García-Mauriño Múzquiz
Emilio Hernández Pino
Adolfo Prego de Oliver
Marcial Suárez
Manuel Cerezales González
Emiliano Pastor Steinmeyer

Escritores eslavos y holandeses raros

Blaže Koneski, un escritor yugoslavo 
Jan-Frans Willems, el apóstol del neerlandés belga
Isaac da Costa‎‎, el poeta judeoneerlandés
Carl Spindler‎, el novelista alemán
Anton Pann‎, el satírico búlgaro medio gitano
Karl Petrovich Briulov
Zahari Stoyanov
Jan Ingenhousz, el botánico que vio respirar a las plantas
Džore Držić ‎
Literatura de la República de Ragusa, desconocida y apasionante
Kočo Racin, el mayor poeta macedonio, aunque... muy serbio
Literatura de Macedonia , desconocida
Literatura de Eslovenia, desconocida también
Justus van Effen
Léon Thoorens, un gran crítico literario

Escritores franceses:

Jean Schlumberger‎, uno de la NRF
Ramón Fernández (escritor)‎, un colaboracionista
André Suarès, un esteta decadente
Jean-Baptiste-Louis Gresset
Renée Lafont, asesinada por los franquistas
Fortunato Felice, un enciclopedista protestante
Anne-Marie du Boccage
Janis Otsiemi, un negro que escribe novelas policiacas sobre Gabón
Paul Guinard‎, el erudito del XVIII
Andrée Bachoud‎, un biógrafo de Franco
Philippe Nourry‎, otro biógrafo de Franco

Conceptos, escuelas:

Bomba de cobalto (arma)‎
Asociación Estatal de Directores y Gerentes de Servicios Sociales
Premio corazón de piedra‎
Academia de los Errantes‎
Expolición
Círculo Lingüístico de Madrid‎; un grupo de escritores que se lo pasó bastante bien
Escuela suaba de poesía‎
Asianismo
Máquina de Ramsden, un generador estático
Strambotto
Novela existencialista
Publicidad de las normas 

Italianos o italianizados

Fortunato da Brescia‎, el científico y biólogo franciscano
Virgilio Malvezzi, el conceptista
Cariteo‎, el catalán petrarquista

Serafino de Cimineli, otro petrarquista

Eruditos de o sobre el XVIII

Pablo Lozano, el arabista
Manuel María de Aguirre, el ilustrado-liberal
Isidoro Bosarte, el crítico de arte
José Miguel Caso González, el jovellanista
Demetrio Mahony y Weld‎, el militar

Varios

Isabel Llácer Gil de Ramales, una heroína antifascista y lingüista
José Tible Machado, un diplomático guatemalteco amigo de Rubén
Veza Canetti‎, la mujer del escritor, que era escritora también
Hierocles de Alabanda‎ y su hermano Menecles de Alabanda‎
Joachim Caesar‎
Enrique Paradas, el poeta amigo de Manuel Machado‎
Miguel Garci-Gómez‎
Francisco José Iborra, el bioquímico
Jorge Llopis, autor de parodias en verso
Antonio de Robles Vives‎
José María Campoy García‎
Vicente Osorio Moscoso
Antonio Cazorla Sánchez
Rafael Fernández Castro y Pedrera
Juan Eugenio Mingorance, el pintor
Rafael Griera
Víctor Sánchez de Zavala, miembro del CLM
Yves Meyer ‎, el matemático amigo de Isabel Llácer
José Jesús de Bustos Tovar 
Suzanne Jill Levine
Leandro Tormo Sanz

domingo, 16 de abril de 2017

Clasismo de estilo en Podemos

Javier Marías, Estupidez clasista, en El País, 16-V-2017:

Todos somos capaces de instalarnos en el léxico grueso. Pero elegirlo con pretextos ideológicos es de una puerilidad sonrojante.

CUANDO DABA cursos de Teoría de la Traducción en Inglaterra o España, hace ya muchísimos años, dedicaba un par de clases a lo que George Steiner y otros han llamado “intratraducción”, es decir, la traducción que sin cesar llevamos a cabo dentro de la propia lengua. Ninguno hablamos de una sola manera, ni poseemos un léxico tan limitado (pese a que hoy se tienda a reducir al máximo el de todo el mundo) que no podamos recurrir a diferentes vocablos y registros según nuestros interlocutores y las circunstancias. A menudo nos adaptamos al habla de los otros, en la medida de nuestras posibilidades. Desde luego, para ser mejor entendidos, pero también para protegernos y conseguir nuestros propósitos; para caer bien y resultar simpáticos, ahuyentar la desconfianza, llamar la atención o no llamarla. A veces lo hacemos para quitarnos a alguien de encima y blindarnos, para excluir y subrayar las diferencias, incluso para humillar y decirle a un individuo: “No eres de los míos”. La lengua sirve para unir y para separar, para acercar y alejar, atraer y repeler, engañar y fingir, para la verdad y la mentira. Lo que es seguro es que nadie la usa siempre de la misma y única forma, que nadie es monocorde en su empleo, ni siquiera las personas menos cultivadas y más brutas que imaginarse pueda. En cada ocasión sabemos lo que conviene, y solemos saberlo instantánea e intuitivamente, ni siquiera hemos de premeditar cómo vamos a dirigirnos a alguien. Cuando somos adolescentes o jóvenes, no barajamos el mismo vocabulario con nuestros padres o abuelos que con nuestros compañeros. El que elegimos en cada caso es seguramente falso: reprimimos con los mayores las expresiones “malsonantes”, y en cambio con los de nuestra edad las exageramos machaconamente, por temor a ser rechazados si nos apartamos del lenguaje tribal “acordado”. No hablamos igual con un desconocido en el ascensor que con un amigo de toda la vida, y antes –quizá ya no ahora– nuestra gama de términos variaba si la conversación era con mujeres o con varones. A un niño no le decimos lo que a un adulto, ni a un anciano lo que a un coetáneo, ni a un taxista lo que al juez o al médico. Dentro de nuestro idioma pasamos sin transición de un habla a otra, traducimos continuamente, nuestra flexibilidad es asombrosa.

Tras unos años desde su nacimiento, sabemos que si algo distingue a Unidos Podemos es que sus dirigentes simpatizan con buena parte de las vilezas del mundo (el chavismo, el putinismo, el entorno proetarra, los tuits venenosos), y se apuntan a casi todas las imbecilidades vetustas. Una de las más recientes ha sido proponer en el Congreso un léxico “de la calle” (“Me la suda, me la trae floja, me la bufa, me la refanfinfla”, ya saben), o, como también han aducido, “un lenguaje que entienda la gente”. Con esas argumentaciones han demostrado su señoritismo y su enorme desprecio por lo que ellos llaman así, “la gente”, que viene a ser una variante del antiguo “pueblo”. ¿Acaso piensan que la gente carece de la capacidad antes descrita, de cambiar de registro según el lugar, la oportunidad y los interlocutores? Tampoco “el pueblo llano” habla de una sola manera, ni es tan lerdo como para no entender expresiones como “me trae sin cuidado” o “me resulta indiferente”, que son las que probablemente habría pronunciado la gran mayoría, de haberse encontrado en el Congreso. Las personas desfavorecidas o sin estudios son tan educadas o más que las pudientes e instruidas (como se comprueba cada vez que salen a la luz grabaciones o emails de estas últimas), no digamos que los aristócratas españoles, malhablados tradicionalmente muchos de ellos, en absoluta correspondencia con su frecuente burricie congénita.

Esos miembros de “la gente” no dicen en toda ocasión “me la suda”, como si fueran prisioneros de un único registro. Es más fácil que recurran a “me da lo mismo”, sobre todo si están entre personas con las que no tienen confianza. Quienes hablan así todo el rato (con deliberación, esforzadamente) no son los trabajadores ni “las clases populares”, sino los imitadores que se quieren hacer pasar por ellos y así creen adularlos. La insistencia en ese léxico resulta siempre artificial, impostada, una farsa. Lo propio de todo hablante es oscilar, pasar de un estilo a otro, adecuarse a cada situación y a cada interlocutor. A veces por deferencia hacia éste, a veces por conveniencia. Todos somos capaces de instalarnos en lo grueso, nada más fácil, está al alcance de cualquiera, lo mismo que mostrarse cortés y respetuoso. Ninguna de las dos opciones tiene mérito alguno. Ahora bien, elegir la primera con pretextos “ideológicos”, con ánimo de “provocar”, en una época en que en todas las televisiones se oyen zafiedades sin pausa –se han convertido en la norma–, es, en el mejor de los casos, de una puerilidad sonrojante. En el peor, de una estupidez supina, y además clasista.

sábado, 15 de abril de 2017

El nombre hebreo de España

Antonio Pita, "El traductor que convirtió Sefarad en España", en El País, 14-IV-2017:

La traslación al arameo de la palabra, que aparece una sola vez en la Biblia, dio origen a la confusión

¿Quién no conoce el nombre de España en hebreo: Sefarad? Remite a un pasado multicultural que cada vez genera mayor interés, como prueban las visitas a la Red de Juderías y la próxima apertura de un museo judío en Cuéllar (Segovia), posiblemente el próximo mes, y de otro en Lucena (Córdoba) antes de 2018. Hoy, la palabra da nombre a millones de judíos, los sefardíes, descendientes de los expulsados en 1492 y que estos días optan a la nacionalidad española.

Lo más probable, sin embargo, es que originalmente Sefarad no fuese España. Es decir, que la identificación entre ambas palabras provenga de un simple error, licencia o reinterpretación en una prestigiosa traducción bíblica efectuada hace dos milenios, según coinciden la mayoría de investigadores sobre el tema. Con el paso de los siglos, el cambio ha acabado convertido en una realidad sin vuelta atrás.

Lo que no se dice de Sefarad

Sefarad es lo que los lingüistas llaman un hápax legómenon, una palabra que solo aparece una vez en una lengua, autor o texto. En este caso, en la Biblia. Lo hace en Abdías, una profecía sobre un castigo divino que conforma el libro más breve del Antiguo Testamento. Está escrito en hebreo en torno al siglo VI antes de Cristo y contiene la frase: "La multitud de los deportados de Israel ocupará Canaán hasta Sarepta y los deportados de Jerusalén que están en Sefarad ocuparán las ciudades del Neguev". La única pista, pues, es que un grupo de judíos había sido expulsado en el período neobabilónico a un lugar llamado Sefarad, cuya ubicación no especifica. "Era una práctica habitual en los reinos orientales tras una victoria militar: deportar, no a toda la población, pero sí a las élites", recuerda José Ramón Ayaso, profesor de Historia de Israel y del Pueblo Judío en la Universidad de Granada.

Siglos después, en el I de nuestra era y por motivos sobre los que los investigadores no se ponen de acuerdo, la palabra Sefarad (ספרד, en hebreo) fue traducida como Aspamia -uno de los nombres que los judíos daban entonces a la península Ibérica- en el Targum Jonathan, la traducción al arameo de una parte del Antiguo Testamento.

Ahí empezó todo. "El Targum Jonathan era como el texto canónico y lo utilizaba la diáspora judía", señala Ricardo Muñoz Solla, profesor de hebraismo hispánico en la Universidad de Salamanca. El uso entre los judíos de la palabra Sefarad para definir a la península Ibérica comenzó a aparecer en escritos de la famosa edad de oro del judaísmo andalusí, en la Edad Media. Cuando estaba en el extranjero, el filósofo cordobés Maimónides firmaba sus cartas con la coletilla "el sefardí". No obstante, el "uso masivo" del término "como elemento identitario" no se produjo hasta la expulsión de los judíos en el siglo XV, explica la novelista y especialista en estudios sefardíes del CSIC Paloma Díaz-Mas. "Sefarad es un término polisémico que va evolucionando con el tiempo, adaptándose a realidades políticas y geográficas cambiantes. Según el momento, se ha empleado como equivalente hebraico de Al Andalus (e Hispania) o bien de toda la península y, más modernamente, de España", precisa Javier Castaño, investigador de historia judía en el CSIC y director de la revista Sefarad entre 2006 y 2015.

El lugar más lejano de Jerusalén

¿Qué llevó al traductor a identificar Sefarad con España? Díaz-Mas cree que no se trata de un error, sino de una adaptación voluntaria como las que experimentaron otros términos de la Biblia. "Usa la palabra para reflejar el extremo del mundo conocido, el lugar más lejano de Jerusalén. Y eso era entonces la península Ibérica", señala. Una idea en la que abunda Ayaso: "Es absolutamente imposible que Sefarad fuese España porque en el siglo VI antes de Cristo los imperios de la zona no deportaban más lejos del Mediterráneo Oriental o de Próximo Oriente. Lo que pasa es que, cuando ya existe el Imperio Romano, el traductor piensa: ¿dónde sería lo más lejos para mandar a un deportado? Pues lo que se creía en aquella época: la península Ibérica".

En 2014, Mariona Vernet, investigadora Ramón y Cajal de la Universidad de Barcelona, publicó un artículo académico en el Journal of Semitic Studies de la Universidad de Oxford en el que sugiere que el traductor asoció la palabra Sefarad con las Hespérides, las ninfas de la mitología griega que habitaban un jardín en algún lugar al oeste y que el geógrafo Estrabón ubicó en Tartesos, en el sur de la península Ibérica. Aunque el término Hespérides no aparece en la literatura en hebreo de la época, sí lo hace en textos en griego de autores judíos, por lo que no es raro pensar que conociese la palabra Hespérides y le viniese a la cabeza al traducir Sefarad al arameo. "Las dos palabras tienen las mismas consonantes. Al traductor, con su bagaje de época alejandrina, la palabra debió de remitirle rápidamente, no tanto al concepto mitológico de las ninfas, como a la idea del extremo más occidental", explica hoy Vernet por teléfono.

Entonces, ¿dónde estaba en realidad la Sefarad bíblica? Hay basicamente cuatro hipótesis, pero la que genera mayor consenso académico es que se trataba de Sardis, una desaparecida ciudad en la actual Turquía. Sardis era la capital de Lidia, un imperio que existió en Asia Menor en el primer milenio antes de Cristo. En unas excavaciones allí se encontró una inscripción con el nombre de la ciudad en arameo: s-p-r-d, las mismas cuatro consonantes que en el texto bíblico en hebreo. En las lenguas semíticas, como el hebreo o el arameo, no se suelen escribir las vocales. Además, se han encontrado allí restos de una gran sinagoga del siglo II, lo que podría indicar la llegada de judíos a la zona siglos antes. Otras hipótesis sitúan Sefarad en lo que hoy es Libia o en el extinto imperio asiático de Media.

Pero a lo mejor Sefarad sí que era España. Lo defendió hace medio siglo el investigador estadounidense David Neiman en un artículo en el Journal of Near Eastern Studies. Su tesis era que los tirrenos, uno de los denominados "pueblos del mar", lograron llegar a la península Ibérica gracias al control que ejercían sobre el oeste del Mediterráneo desde sus bases en Italia, Cerdeña y Córcega. Allí, cerca de la actual Tarragona, establecieron un lugar mencionado por Estrabón como "Tierra de Esparta". Esparta, argumenta Neiman, bien podría ser una evolución de Sfarda. "Los judíos que se instalaron en España en tiempos del Imperio Romano estaban familiarizados con el país, especialmente con sus puertos (...) Por alguna razón aún desconocida, emplearon el nombre de una localidad en particular para designar a todo el país. No es un proceso excepcional: Asia recibe su nombre de una pequeña región de Anatolia y Grecia el suyo del asentamiento de Magna Graecia en Italia", defendía el investigador.

Pese a que no hay pruebas de presencia judía en la península Ibérica hasta época romana, la idea de que la Sefarad mencionada en el Antiguo Testamento se correspondía con España fue promovida por los propios judíos de la zona. Primero, como signo de distinción y para independizarse de Babilonia, otro gran centro de pensamiento hebreo de la época. "Insistían en la idea de que procedían de Jerusalén, de la casa del rey David, y por tanto de estratos más altos, con una mayor cultura", explica Ayaso. Luego, en los tiempos de persecución previos a la expulsión, para tratar de salvar la vida. El argumento era que, dado que sus descendientes ya residían en la península Ibérica antes del nacimiento de Jesús, no podían ser culpados de que éste fuese condenado a morir en la cruz, acusación colectiva que persiguió a los judíos hasta el Concilio Vaticano II (1962-1965), recuerda Muñoz Solla.

viernes, 14 de abril de 2017

Walking around

Aunque Walt Whitman es el poeta de la democracia y del optimismo, su hijo hispanoamericano Pablo Neruda le salió comunista, pesimista y aun nixonicida; hay hijos que salen respondones: el verso libre es que da demasiada libertad, y hasta puede terminar fraguando epopeyas liberatrices como el Canto general, que pone a españoles y a anglosajones a parir.


Yo soy más bien de César Vallejo (según Merton «el más grande poeta católico desde Dante, y por católico entiendo universal»), y aun devoto de la Virgen de Anarcos, pero de Neruda he sacado el título para este artículo, porque va de las vueltas que doy a lo que escribo. Y no son pocas; con este artículo no sabía ni por dónde no empezar. Es un problema escoger qué escribir, sobre todo si vives dentro de un mundo de papel, porque sobran los temas que faltan a los que viven fuera de ese plano tan plano. Así que me he puesto a escribir sobre el escribir. Pensé antes hablar de la única continuación del Don Quijote compuesta por un manchego, el ilustrado jerónimo fray Juan de Valenzuela (1699-1778), Progresos de Sancho Panza después de la muerte de Don Quijote, pero si pocos se han leído el Quijote, menos aún sus continuaciones. Como las fechas son propicias pensé en materias religiosas, lo que no exige cultura ni pensamiento y alimenta tanto como las torrijas, ya lo dice Luz Sánchez-Mellado, que es de Campo de Criptana aunque escriba en El País: "Resucitan a un muerto", y ni siquiera hay que esperar tres días. Pero ¡qué narices, si también lo ha dicho y hecho Diana Rodrigo!

Así que me acordé entonces de un pasaje sobre las religiones de los Cuadros de viaje del judío Heinrich Heine, ese alemán marxiano / becqueriano que decía que "dedicarme a la literatura me ha costado millones, porque me causó caer en la desgracia de mi tío el banquero y millonario Salomón Heine". Dice allí, por boca del hamburgués que le acompaña por Italia: "El cristianismo es una buena religión para un varón distinguido que puede pasarse el día haciendo el tonto y el vago sin hacer nada, y para un aficionado al arte; pero no para un hombre de negocios que tiene que despabilarse para ganarse la vida". Del protestantismo afirma que "es demasiado racional, es como el agua: no hace daño pero tampoco sirve para nada: no tiene fanatismos ni milagros", harto reseco de sentimiento y espectáculos. Y en cuando a la judía, "no es una religión, es una desgracia. No se cosecha de ella sino daño y oprobio y no se la deseo ni a mi peor enemigo". ¡Carajo, con Heine! No me extraña que la tradición afirme que dijera al morir: "Dios me perdonará. Es su oficio". Podría seguir por ahí y declamar que "el mundo se ha vuelto gris con el aliento del pálido Galileo", como escribió el inédito Swinburne, fallecido antes de que le dieran el premio Nobel, quizá de una de esas palizas que le atizaban sus estrictas (o su amigo Burton, un raro que frecuentaba a tíos que encuadernaban sus libros con piel humana); o comentar mis piezas favoritas de música sacra: la Pasión según San Mateo, de Herreweghe y el colegio vocal de Gante, con una gótica y tristísima Hana Blažíková, o el Stabat Mater de Pergolesi, que conmovía hasta a témpanos como el ilustrado Tomás de Iriarte y nos deja ahora para descabellar y el arrastre en la versión de Sabina Puértolas y Les talents lyriques. 

O también podría hablarles de algunos poetas posrománticos, en particular del que puebla mis pesadillas, Larmig, muy religioso por cierto, pero que se rebanó el cuello de oreja a oreja y escribió lo más bello que se puede escribir sobre María:

Sé que la dicha que el humano anhela
en este valle lóbrego no anida:
es ave cautelosa, que no vuela
sino en alta región desconocida.
¿Qué es la dicha? El amor que no recela,
que nada teme, que jamás olvida.
¿Dónde el perenne amor tiene su imperio?
Del cielo en el recóndito misterio.

Y, ¿qué fuera ese cielo prometido
sin el encanto del amor dichoso?
Un desierto sin linde conocido
y cuanto más inmenso más penoso,
vasto templo con oro revestido
encerrando sepulcro silencioso:
y es la pena mayor del negro averno
eterna vida, sin amor eterno.

o

Amor que siempre acrece y nunca muere,
lluvia que alegra el prado y no lo anega,
mano que siempre cura y nunca hiere


La religiosidad de Larmig es auténtica, no impostada ni teatrera, como la nuestra. Poseía la sensibilidad de un auténtico místico. Su libro se titula Mujeres del Evangelio (1873) y es uno de los grandes desconocidos del gran postromanticismo español.

Pero también dudaba en si hablarles de la extraña y larga suerte de una desolada cita de Leopardi, o de la vez que, hace un par de meses, nos fuimos a ver el estreno de Paterson de Jim Jarmusch en Las Vías tres escritores tan chalados como J. L., E. M. y yo mismo, día aquel lleno de hechos increíbles y dignos de perpetua recordación que alguna vez tendré que desembuchar, pero que hoy no tengo arrestos para desenredar. Y, como con solo enumerarlo me ha bastado para fraguar el artículo, aquí me quedo.

miércoles, 12 de abril de 2017

DISOLUCIONES

Ahora que ETA se ha disuelto y se han quedado sin coco al que demonizar, tal vez disuelvan el otro coco, el MOVIMIENTO que ha matado unas mil veces más gente en España y cuyos descendentudos (y aprovechados subidos a su tren) siguen reinando en España con leyes ad hoc  (por ejemplo la Ley de Amnistía de 1977, denunciada por todo tipo de organismos internacionales de derechos humanos), guardadas por leguleyos y políticos afines opustúlico-romanos, desde que Harry Potter Suárez los convirtió con su varita mágica en demócratas. Porque ese tipo de crímenes no prescribe en el derecho internacional, ni siquiera en Europa (suponiendo estemos en ella, aunque nos hayan metido en ella los mismos que no socorrieron a la democracia española cuando los amigos de Hitler y Mussolini la ejecutaron aquí, por miedo al coco rojo, que tampoco era muy rosa, la verdad). Y, pues no van a devolver las propiedades saqueadas por el Movimiento (algo que ya expuso en su tragedia La Muralla, 1954, un hombre del régimen, pero íntegro, como Joaquín Calvo Sotelo), que al menos se sepa quiénes engordaron con ellas y se dé sepultura a los cien mil flacos muertos que quedan. ¿A alguien le da grima se sepa de qué asesinos desciende? ¿Les ofende la verdad? Para Quevedo tenía la consistencia del escupitajo: "Pues amarga la verdad / quiero echarla de mi boca", etc. ¡Bah!



Si feo fue lo de Paracuellos, donde fusilaron a dos mil personas, más lo fue el genocidio de Córdoba, donde los fascistas mataron a cuatro mil, 1689 de ellas sin identificar aún, desde el mismísimo 18 de julio de 1936, matanza silenciada por los enemigos de la memoria histórica. ¿No les extrañó que ese fuera la única ciudad importante ganada en elecciones por los "comunistas"? Pero los que murieron no fueron solo de izquierdas: los fascistas mataron también a todos los que murieron en la guerra de derechas cuando declararon una guerra tan estúpida como todas lo son. Muchos de la derecha moderada fueron al exilio, y todas esas muertes, las de izquierdas, de derechas y ambidextras, hay que imputarlas solamente a los fascistas (algunos de los cuales todavía se han atrevido a defenderlas en este periódico, teniendo a todos los periódicos pagados por sus amigos para hacerlo más y mejor), quienes, después de la guerra incluso, sin que se les pasara por la cabeza siquiera la palabra reconciliación, continuaron matando hasta que se les acabó la inercia.

Nos quitaron lo único que teníamos, una pobre y difícil democracia, para asegurar la convivencia común. Los militares, sus socios de viaje, la mayoría de la iglesia católica, los también uniformados por la Falange y el Carlismo. Y que no me digan que mataron (unos pocos, tan malos como ellos) al líder de la oposición; ETA mató a un jefe de gobierno y no pasó nada, porque el ejército seguía teniendo el poder, el único poder que sirve para ganar guerras, el militar. "Venceréis pero no convenceréis, venceréis porque tenéis la fuerza, pero no convenceréis porque os falta la razón". Y la llamaron "Guerra civil". Lo dijo un hombre sabio y valiente que se dio cuenta de que se había equivocado y que estuvo a punto de ser fusilado también. Lo dijo Unamuno. Pero ellos jamás se darán cuenta de eso y jamás tendrán la razón. Procurarán que se olvide, mentirán, mentirán una y otra vez, redactarán la historia a su manera y conveniencia, o recurrirán como suelen al silencio, a la negación, incluso a las armas otra vez, pero nunca, nunca les darán la razón: porque no es suya, simplemente. Pueden tener las armas y las balas, pueden tener la quijada de asno de Caín, pueden tener todo lo que han robado y saqueado, pero nada más.

El genocidio de Córdoba

María Serrano Velázquez, "El “silenciado” genocidio de Córdoba capital", en Público 30-X-2016:

Cien personas fusiladas a diario en una matanza indiscriminada. La represión en Córdoba capital nunca ha sido asumida por sus administraciones locales. Los grupos memorialistas reactivan la exhumación en las fosas de la capital con 4.000 víctimas, 1689 sin identificar.

SEVILLA.- El investigador Francisco Moreno Gómez lleva más de media vida documentando “el genocidio” que se desató en Córdoba capital y provincia. Casi 4.000 víctimas desde el 18 de julio de 1936 y 11.500 fusilados en los pueblos divididos entre el frente republicano y el golpista. Cuarenta y ocho de los setenta y cinco municipios cordobeses amanecieron aquel verano en manos del futuro régimen militar. El resto intentaba crear una fuerte resistencia. 

“Había días que se fusilaba en Córdoba tres o cuatro horas sin parar. Cien personas cada noche” aclara Moreno a Público. “Empezaban a las tres de la mañana y los siguientes morían en el charco de sangre de los anteriores. Llegaba la mañana y a veces tenían que continuar ante los ojos atónitos de los vecinos”.

Una matanza sin miramientos

Sin ningún tipo de escrúpulos tampoco se puede olvidar, si se habla de la represión cordobesa, del alto número de mujeres asesinadas a sangre fría. “Iban al cementerio de La Salud y San Rafael y allí los tiraban a todos en una fosa. Una carnicería espantosa que no es lo único significativo, ya que aquellas muertes estaban programadas dentro de un plan de crimen organizado. Una trama que obedece a una selección y eliminación sistemática del enemigo”, señala este historiador quien insiste en “definir aquellos días como crímenes de guerra y delitos de lesa humanidad”. Los grupos de derechas prepararon con alevosía el terrible golpe con campañas que no dejaban indiferente a las clases populares.


Gómez recuerda el triste caso de la periodista francesa Renée Laffont, corresponsal aquellos días de guerra y atrapada en la frontera del frente republicano en Alcolea. “Iba para a hacer un reportaje que estaba cerca de la vieja prisión en la ciudad de Córdoba. El conductor y sus acompañantes no se dieron cuenta y entraron en zona nacional. La bajaron del coche y fue juzgada por un tribunal militar”. El vehículo, en el que iban, sería requisado por Ciriano Cascajo, gobernador militar de la provincia. El 1 de septiembre de 1936 Renée sería trasladada desde la cárcel a la zona del cementerio. Tenía 58 años “Cuando se dio cuenta del camino decidió saltar del camión y correr pero fue abatida inmediatamente”. En el Registro Civil la muerte de Lafont, fechada dos meses más tarde, documenta su fallecimiento a causa de una “anemia aguda por hemorragia consecutiva por heridas recibidas”. Aunque realmente “la periodista murió cosida a balazos”, afirma Moreno con rotundidad. 

Tras los primeros meses de represión, llegó a Córdoba el hacinamiento en las cárceles. La antigua prisión de la capital se situaba en el Alcázar Viejo. “El profesor Arizala fue uno de los que mejor me describió el duro ambiente de aquella prisión explicándome que cada día cambiaba de color. Un día era azul porque había tenido lugar una redada de ferroviarios, otros amarillo por el grupo de carteros, que mataron muchos en Córdoba ya que el alcalde, Manuel Sánchez-Badajoz era del gremio”. Panaderos, Hosteleros, Albañiles. Así fueron limpiando poco a poco la capital.

Joaquín Sama Naharro, médico cordobés narraría a Moreno las duras condiciones de insalubridad en los centros. “No había médicos en las cárceles y solo atendían presos sanitarios como Joaquín, quien recordaba los parpados hinchados de aquellos hombres, una debilidad carencial de vitaminas. Al día siguiente, tras su muerte, los cuerpos estaban amontonados en los pasillos” con un olor insoportable.

1689 víctimas sin identificar

El durísimo relato histórico deja evidencias claras de lo ocurrido aunque a día de hoy las administraciones locales, principalmente el ayuntamiento de Córdoba, no haya removido ni un trozo de aquella tierra para desenterrar los huesos. La mayoría de las víctimas en la ciudad no tienen, ochenta años después de la masacre, nombre en la fosa del cementerio de La Salud y San Rafael. Solo existe un listado que corresponde a 2.311 víctimas. Los conocidos “Muros de la Memoria” de estos cementerios han sido declarados, de forma simbólica, lugares de memoria en Andalucía sin llevarse a cabo más acciones al respecto como dar voz a los descendentes que reclaman su atención.

Familiares “vencidos” por la justicia

Entre todo ellos, hay algunos nietos destacados como el del diputado socialista Luis Dorado Luque que se han dejado la piel en la búsqueda de alguna reparación. Antonio Gutiérrez, nieto del diputado socialista Luis Dorado Luque fue uno de los pocos que removió sin descanso todos los trámites necesarios intentado cumplir justicia y reparación ante el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo.

Gutiérrez espera integrarse en la nueva asociación memorialista que quiere reactivar la lucha por la recuperación de la memoria en Córdoba capital. Pero ese camino ya lo hizo hace demasiado tiempo. Incuso llegó a dejarlo por imposible. Tras una lucha titánica con la justicia española, decidió llegar a los tribunales internacionales. El día 3 de abril de 2012 se hizo pública la decisión negativa del Tribunal Europeo de Derechos Humanos. En aquella resolución, el TEDH decidió “no admitir a trámite la demanda registrada el 1 de junio de 2009, en relación con la desaparición forzada de Luis Dorado Luque, cuyo paradero se desconoce desde que fuera detenido por integrantes de un destacamento militar franquista en julio de 1936”. Antonio no pudo soportar la dura consternación de aquella noticia. No pudo continuar con una batalla tan dolorosa como era tan solo pedir dignidad por la memoria de su abuelo.

Florentina Rodríguez, como miembro de la Plataforma por la Comisión de la Verdad, se sumaría a la causa del Juez Baltasar Garzón para aclarar el caso de su abuela. En aquellos días de 2008, relataría sobre la historia de Ricarda Ana Cobacho Cañete, quien residía en la aldea de Jauja, cerca de la población de Lucena, en la provincia de Córdoba. “Era una mujer culta que ejercía en un pequeño establecimiento, dedicando sus momentos libres a la enseñanza, como maestra particular”. Como una de las más de miles desaparecidas en la causa de Garzón su caso fue sobreseído en el Tribunal Supremo. Seis años después, guarda pocas esperanzas de recuperar el proceso, aunque la reactivación de una lucha conjunta por parte de los grupos memorialistas en Córdoba le podría aportar un punto de esperanza. “Ha sido demasiado sufrimiento emocional por la dejadez de las propias administraciones. Hasta el Ayuntamiento no ha sido capaz ni de contestar a nuestras peticiones”, aclara.

Exhumación en las fosas de la Salud y San Rafael

El pasado 11 de junio, en la sede provincial de Comisiones Obreras de Córdoba, colectivos memorialistas (plataforma por la Comisión de la Verdad, UGT, CCOO, el Foro por la Memoria, el Foro Ciudadano para la Recuperación de la Memoria Histórica, entre otras) decidieron iniciar el proceso de petición formal al Ayuntamiento de Córdoba para la reactivación de la exhumación de las fosas de la capital. Entre las peticiones hechas al consistorio se encuentra una fundamental y es la de “asumir el deber democrático que tienen como parte del Estado para reparar la memoria de las víctimas”. Y piden, la exhumación de los restos de los familiares que lo soliciten en las fosas de Córdoba capital como un primer paso, además de la creación de un banco de ADN. Los familiares exigen, también en el escrito, la retirada de los símbolos presentes por la dictadura y la señalización de la vieja cárcel de Córdoba.

Las actuaciones han contado con el asesoramiento del abogado memorialista Eduardo Ranz, quien ha destacado a Público la necesidad de “iniciar procedimientos administrativos para que las autoridades contesten en menos de tres meses”. Este derecho a petición podría tener más validez para las administraciones que el escrito continuado de las víctimas.

Hasta el momento, Florentina destaca la necesidad de que los familiares vayan sumándose a la causa. “Muchos de ellos son de edad avanzada pero debemos de intentar sumar a todos los descendientes posibles para que se intente hacer algo, de una vez, en esta ciudad”.

Aparece la fosa común de la mayor fuga de presos republicanos de la historia de España

"Aparece la fosa común de la mayor fuga de presos de la historia de España", Público, 10-IV-2017:

Hace casi ocho décadas, 795 presos republicanos huían del Fuerte de San Cristóbal, la prisión más segura del norte del país


22 de mayo de 1938. Fuerte de San Cristóbal (Navarra). 795 presos republicanos protagonizan la mayor fuga penitenciaria de la historia de España. Tan solo tres consiguieron cruzar la frontera y llegar a Francia. En cambio, 211 fallecieron en el intento. Ahora, casi ochenta años después, las autoridades navarras han encontrado una fosa común de los presos que cayeron en la evasión. Esta misma semana comenzarán los trabajos de exhumación.


El número de personas cuyos restos se encuentran en la fosa aún no ha podido ser determinado. Los trabajos de localización llevados a cabo por la Sociedad de Ciencias Aranzadi comenzaron este lunes gracias a las indicaciones de un testigo que aún era un niño cuando tuvieron lugar los hechos.


Por ello, el Gobierno foral ha subrayado la importancia de que testigos, como el que ayudó a hallar este enterramiento, notifiquen sus testimonios con el fin de proporcionar la información necesaria para descubrir nuevas fosas y, así, dar respuesta a las reclamaciones de verdad y reparación de los allegados de víctimas de la represión de 1936.


De los 2.500 presos 795 huyeron ese día de la prisión

La fosa en la que se encuentran los restos de los presos asesinados tras la huida en 1938, ha sido hallada en el Concejo de Burutain. La fuga de la antigua prisión, situada en el monte de Ezkaba (Pamplona) a pesar de haber sido organizada solo por unos pocos de los prisioneros fue una de las mayores evasiones europeas.

De los 2.500 presos 795 huyeron ese día de la prisión. Muchos pensaron que la guerra había terminado y se dirigieron directamente a la estación de Pamplona, donde fueron inmediatamente detenidos, para volver a sus casas.


Más de 200 hombres fueron tiroteados durante la persecución y 14 fueron condenados a muerte. Sólo tres consiguieron viajar los casi 50 kilómetros que les alejaban de Francia y recuperar la libertad, según consta en el Cuaderno de Registro de 795 fugados que realizó un funcionario de la prisión. 


Los presos que llegaron a Francia admitieron, años más tarde, que no estaban suficientemente preparados para la fuga, pero que el hambre y las malas condiciones en la prisión los empujó a huir. El director de prisión y el administrador fueron juzgados por vender de contrabando la comida en lugar de alimentar a los internos.


El antiguo centro penitenciario a 15 kilómetros de Pamplona permanece cerrado al público aunque esporádicamente hayan sido autorizadas visitas de asociaciones de víctimas del franquismo. Desde 2001, la fortaleza militar está reconocida como bien de interés cultural.

Paterson

Manuel Jabois, "Secretos", en El País, 12-IV-2017:

A Paterson, el personaje de la película de Jim Jarmusch, lo mejor que le ocurre es que todo siga igual

En Paterson, la película de Jim Jarmusch, un conductor de autobús es poeta en la intimidad. Un asunto delicado, el de conducir un autobús pensando en versos. Pero Paterson (Adam Driver) lo resuelve bien: escribe antes de empezar la ruta, guarda su cuaderno secreto y conduce. Como vi la película sin saber de qué trataba, fui de sobresalto en sobresalto esperando que al autobús se subiese Keanu Reeves, que al perro lo secuestrasen unos raperos, que su novia muriese metiendo la cabeza en el horno por vigilar sus cupcakes. Pero como en la vida, en la película siempre está a punto de pasar algo mientras está pasando todo.

Paterson es una versión menos rockera que American Beauty, que anunciaba poesía de lo cotidiano con una bolsa de basura en movimiento mientras se sucedía la prosa habitual de la crisis de los 40: drogas, sexo con adolescentes y asesinatos. Así que ahora, cuando mi generación se aproxima como un tren a la edad de Lester Burham pero ya con todos los deberes hechos, aparece una poética diferente, más artística y por tanto más real.

La novia de Paterson, por ejemplo, es devota del blanco y negro, sueña con gemelos y le anima a hacer una copia de sus versos para que su obra esté segura; Paterson, mientras, ve gemelos todo el rato y se encuentra al final con su reflejo oriental en el espejo, tan admirador como él del poeta William Carlos Williams. La película entera es un poema de éste último, desgraciado spoiler para sus lectores. O instrucciones para un poema, mucho mejor dicho por Xaime Martínez en Playground.

Paterson es una historia feliz porque de algún modo al final se cae en que el protagonista es un poeta cuyo oficio clandestino, a fuerza de exhibirlo, es el de conductor de autobús, como todos nosotros. Y se agradece que sonría sin necesidad de acariciarle el lomo: la rutina suele ser maltratada en el cine y fuera de él, señalada con adjetivos condescendientes y paternalistas. Así que a ese hombre que siempre parece que le va a ocurrir algo, la gloria o el crimen, lo mejor que le ocurre es que todo sigue igual. Que eso se interprete como felicidad y no como resignación es uno de los éxitos de la película. Otro de los éxitos es acabar de verla sin saber qué se ha visto; la película también enseña que el desconcierto está infravalorado.

Paterson empieza con Adam Driver despertándose. Lo hace de lunes a viernes de forma natural entre las 6.15 y las 6.30. Es lo que más turbación produce: esa placidez es casi una deriva

martes, 11 de abril de 2017

La palabra más difícil de pronunciar en español

Es una elección personal. Para mí se trata de ininteligibilidad.

domingo, 9 de abril de 2017

Películas con las que se aprende

Tomado de El País:

La llegada (Denis Villeneuve, 2016) 
De qué va. No todas las heroínas llevan capa. El superpoder de la doctora Louise Banks (Amy Adams) es la lingüística, y con ella ha vengado a todos los filólogos del mundo. 'La llegada' es una parábola sobre la comunicación (y la peligrosa ausencia de ella).
Por qué nos hace más inteligentes. Porque presenciamos cómo funciona la formación del lenguaje. Horas y horas de conversaciones sin salida permiten a Louise descifrar la gramática, la morfología y la sintaxis del lenguaje de los alienígenas. Y salvar el mundo. Invita al espectador a presenciar cómo se edifica formalmente un idioma. Sergio García, experto en psicología en el cine, lo explica: "Aprendemos el lenguaje escuchando a otros hablantes y les imitamos. Y en esa imitación hay un ensayo y un error. Primero aparece una palabra, hacemos acercamientos a esa palabra... hasta finalmente hacer coincidir lo escuchado con lo dicho. En realidad, es casi un ejercicio matemático"

Memento (Christopher Nolan, 1999) 
De qué va.Leonard (Guy Pearce) busca al asesino de su esposa, quien además le provocó una amnesia a corto plazo que le impide recordar nada de lo que ha sucedido entre el ataque y el momento presente. Solo recuerda el último par de minutos que ha vivido. La película está contada de forma inversa, del final al principio: empieza con la última escena de su investigación y acaba con el origen de la historia. El espectador, de este modo, tiene tanta información como el propio Leonard.
Por qué nos hace más inteligentes. Porque activa nuestra empatía cerebral y emocional. Es distinto entender algo que sentirlo. "En este caso, el espectador entiende lo que está viendo, y a la vez comparte la angustia del protagonista", describe Verónica Cruz, co-directora de la iniciativa sobre inteligencia emocional Rapport. Y añade: "La empatía puede ser heterocentrada (ponerse en el lugar de alguien racionalmente) o autocentrada (sufrir con esa persona). En 'Memento' se dan los dos tipos de empatía, de modo que la involucración del espectador es absoluta".

Doce hombres sin piedad (Sidney Lumet, 1957) 
De qué va. Un chaval de clase baja supuestamente apuñaló a su padre hasta la muerte. Si los doce integrantes del jurado concluyen que existe duda razonable, han de declararle no culpable. En la primera votación, solo uno de ellos le considera no culpable.
Por qué nos hace más inteligentes. Porque retrata el funcionamiento de la mente humana. Expone cómo la mente puede razonar a través de y gracias al lenguaje. Según Sergio García, experto en psicología en el cine, "el pensamiento humano se genera como resultado de las palabras". "Los personajes deliberan a través de su discurso, y no al revés; utilizan palabras que ya conocen para dar forma a opiniones que no tenían hasta ahora", describe García. Y añade: "La película sugiere que los testigos no siempre son una prueba determinante en un juicio. Cuando una persona ve un acontecimiento, el recuerdo que después tendrá de esos hechos queda mermado o influido por lo que sucede después, la expectativa, la sociedad o la propia moral del testigo. La memoria es volátil. Así que un testigo no siempre será una prueba determinante, como se pensaba antiguamente".

El gran Lebowski (Joel Coen, 1998) 
De qué va. El Nota (Jeff Bridges) se mete en líos de mafiosos cuando es confundido con otro Jeff Lebowski. Secuestros, maletines, rescates, bolos, laca de uñas verde y una banda (des)organizada, autodenominada "los nihilistas", amenizan la vida de El Nota.
Por qué nos hace más inteligentes. Porque condensa la filosofía nihilista y nos incita a disfrutar el momento. En realidad el único nihilista de la película es El Nota. Y representa con total naturalidad la filosofía nihilista más doméstica y cotidiana. Mientras el resto de personajes se aferran a códigos de valores morales (Walter y la guerra de Vietnam), familiares (Maude, obsesionada con proteger a su padre y con procrear), económicos (la falsa banda de secuestradores) o competitivos (Jesús y su fervor con la liga de bolos), El Nota solo quiere recuperar su alfombra porque "realmente le daba ambiente a la habitación". Él no cree en nada más que en lo que tiene delante en cada momento.

Del revés (Peter Docter, 2015) 
De qué va. Riley es una preadolescente que sufre frustración ante la mudanza de su familia. Su mundo interior está protagonizado por cinco carismáticas y coloridas emociones: la alegría, la tristeza, la ira, el asco y el miedo.
Por qué nos hace más inteligentes. Porque simplifica algo tan complejo como las emociones humanas. Verónica Cruz, co-directora de la iniciativa sobre inteligencia emocional Rapport, asegura que el éxito de la película reside en normalizar las emociones y tratar algo que todos conocemos, pero de lo que no se habla. "Es muy importante que los padres de Riley validen las emociones de la niña. Se preocupan, la entienden y, a partir de ahí, reaccionan. Por eso es necesario expresar la tristeza, porque despierta una reacción entre las personas que nos rodean, tiene una función social", asegura Cruz. Cuando alguien atraviesa un proceso de maduración, tarda mucho en darse cuenta de ello, y la adolescencia de Riley se precipita por sus circunstancias familiares.

Ex Machina (Alex Garland, 2015) 
De qué va. Nathan (Oscar Isaac) invita a Caleb (Domnhall Gleeson) a conocer a Ava (Alicia Vikander), su creación de inteligencia artificial. Quiere que compruebe si ella es capaz de razonar, si alberga una conciencia y si puede generar empatía.
Por qué nos hace más inteligentes. Porque nos explica la inteligencia artificial. Las nociones de libre albedrío, ideas preconcebidas y misericordia no significan lo mismo en esa habitación. Y al conocer a los distintos seres que Nathan ha creado, el espectador es testigo de varios grados de inteligencia artificial: esas máquinas humanoides son capaces de generar sumisión, sentimientos, insurrección, manipulación. O todo a la vez. Nathan, por su parte, lleva el complejo de Dios a un nivel inexplorado. 'Ex Machina' es una versión intimista de 'Terminator 2'.

Margin Call (J. C. Chandor, 2011) 
De qué va. Año 2007. En 36 horas, los empleados de un importante banco de inversiones de Wall Street van descubriendo que se avecina la mayor crisis económica de las últimas décadas.
Por qué nos hace más inteligentes. Porque viéndola entendemos muy bien la despiadada crisis económica que nos azota. La empresa descubre que el cataclismo es inminente, porque las hipotecas y los préstamos que ha ido concediendo alegremente durante años son más volátiles de lo que deberían. Inmediatamente, deciden vender esos activos tóxicos. Los jefes sabían esto desde hacía semanas, pero consideran que forma parte del ciclo económico. Y están tranquilos porque saben que, durante los dos años siguientes, la crisis mundial les permitirá conseguir beneficios económicos ante la cantidad masiva de gente que querrá deshacerse de sus acciones. Moraleja: al final siempre ganan los mismos.

Contact (Robert Zemeckis, 1997) 
De qué va. Ellie Arroway (Jodie Foster) vive esperando una señal de vida extraterrestre. Un día, la recibe.
Por qué nos hace más inteligentes. Porque nos ayuda a entender el universo. Se trata de una fábula realista sobre cómo podría desarrollarse una comunicación entre los humanos y los alienígenas. Ellie Arroway atraviesa varios agujeros de gusano (una teoría física que asegura que permite conectar dos puntos del universo y trasladarse de uno al otro en cuestión de segundos) hasta encontrarse con las formas de vida extraterrestres. Pero ellos tampoco tienen todas las respuestas: el universo es demasiado inmenso para que una sola civilización pueda comprenderlo en su totalidad.

Inutilidad del rencor

"La venganza es mía, dice el Señor", como recuerda El renacido. Es de Pablo, Romanos 12:19-21:

No tomen venganza, queridos hermanos, sino dejen el castigo en las manos de Dios, porque está escrito: «Mía es la venganza; yo pagaré», dice el Señor. Antes bien, «Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber. Actuando así, harás que se avergüence de su conducta». No te dejes vencer por el mal; al contrario, vence el mal con el bien.

Del Eclesiástico, XXVII, 30 al XXVIII, 7:

También el rencor y la ira son detestables;
el pecador las guarda en su interior.
Del vengativo se vengará el señor,
que de sus pecados llevará la cuenta exacta.
Perdona a tu prójimo la ofensa,
y cuando reces, serán perdonados tus pecados.
El que alimenta rencor contra otro,
¿cómo puede pedir curación al Señor?
Si un hombre no se compadece de su semejante,
¿cómo se atreve a suplicar por sus culpas?
Si es un simple mortal y guarda rencor,
¿quién le va a perdonar sus pecados?
Acuérdate de tu fin y deja de odiar,
acuérdate de la corrupción y de la muerte,
y sé fiel a los mandamientos.
Acuérdate de los mandamientos
y no guardes rencor a tu prójimo.
Acuérdate de la alianza del Altísimo
y pasa por alto las ofensas.

viernes, 7 de abril de 2017

Una de romanos y otra de franquistas

Si pregunto a mis alumnos quién era Nerón, lo ignoran; lo más oyeron hablar de un perro con ese nombre o de un tirano parecido, Franco, que perseguía demócratas en vez de cristianos. Su incultura en materia religiosa corre pareja; incluso los que saben algo del Apocalipsis por su afición a las películas de terror ignoran que el Anticristo falleció hace casi dos mil años, se llamaba Domiciano y era cantado por nuestro Marcial, de Calatayud, como la Dolores.

El más cerril norteamericano sabe más Biblia que ellos, y eso que, por ejemplo, en Geografía ya no les andan en zaga (solo hay que recordar la cabalgada épica de Máximo por toda Europa hasta Emérita Augusta). La educación española está alcanzando índices no ya estadounidenses, sino incluso hispanoamericanos. Desde 2012 (no hablo de antes) el presupuesto educativo ha menguado el 40%. Imaginen ustedes cómo llegar a fin de mes si les cortan el sueldo así y encima les suben luz, agua, precios. Pues con ese presupuesto estamos educando a nuestro futuro; qué parto más malo... si lo hay: tenemos tan pocos jóvenes que va a haber que importarlos de fuera, y más incultos aún. 

En realidad, este teatro de aficionados (o Semana Santa) que va a desfilar por la ciudad donde más impuesto religioso se paga es una escenificación de nuestra guerra civil; el psicoanalista más pardillo me dará la razón enseguida: militares y curas por todos lados,  un rey atribulado, gente escondida, sangre derramada, traiciones, madres que lloran, opresión, armas, desfiles, banderas, estandartes, música marcial, tumbas abiertas... Como los zombis y Vietnam para los estadounidenses: un podrido ritual o psicodrama. Quienes estamos habituados a estudiar las metáforas sabemos reconocer también esta.

Pareciera como si la única manera de sobrevivir en esta época fuera robando, mintiendo, militando en un Pepoe con estrambote o no de Ciudadanos. Todo el mundo debería tener suficiente y no unos pocos casi todo. Y el ambiente recuerda al de cuando pagaban bancos, empresas y capital a los fascismos italiano, español y alemán para que les echaran de casa a los rositas o rojizos comprándoles chucherías militares que ellos se reembolsaban (qué pícaros, que traficantes de armas y vidas). Los bancos y los ladrones al estilo de March nunca entusiasman, por lo cual deben recurrir siempre a intermediarios para engañar; no se engañen, no: nos aman tanto que nos escriben una carta todos los meses. Es la relación más sólida y constante que tendrán en su vida: la que mantienen con su banco. Si piensan en ella estarán pensando de verdad en algo importante, y no en esas cosas que salen por el boquete de la tele o de su mujer. Si discuto con ellos, y no con señoras ni hijos, sí me lo hacen pagar, y bien.  Por eso quiero que el pueblo (no los intermediarios de los bancos) haga leyes sobre los bancos, para que se jodan e inviertan a largo plazo en cosas como, por ejemplo, la educación del pobre, algo que les ha parecido y les parece siempre mal negocio. Pero eso, en España, un país de obedientes, mansos y lameculos bien nutridos, es mucho, demasiado querer; incluso se prohíbe el humor, que es como pretender prohibir el dolor. Por ejemplo, para la anestésica TVE el dolor es algo que siempre pasa fuera. Ahora los bancos que pagan los medios están orquestando una respuesta pantuflista y convinocente contra la horda democrática y menesterrible; lo único que no se puede prohibir en España es al sagrado y romano Franco. Todavía recuerdo su testamento, precioso testimonio de un hombre piadoso, santo, de comunión diaria:

Españoles. Al llegar para mí la hora de rendir la vida ante el Altísimo y comparecer ante su inapelable juicio, pido a Dios que me acoja benigno a su presencia, pues quise vivir y morir como católico. En el nombre de Cristo me honro y ha sido mi voluntad constante ser hijo fiel de la Iglesia en cuyo seno voy a morir. Pido perdón a todos como de todo corazón perdono a cuantos se declararon mis enemigos, sin que yo los tuviera como tales.

Qué hombre más pacífico, manso y cristiano. Parece como el general Narváez, al que pidió el confesor perdonase a sus enemigos y le dijo: "Demasiado tarde, padre: los he matado a todos". Por lo menos cien mil tiene en las cunetas criando abrojos después de la guerra de ejército, curas y demás uniformados contra civiles, demócratas y unos cuantos campesinos como los que hoy se tiran a la calle, por lo menos. Una guerra que fue y es nuestro propio Walking dead. Me enternece leer un documento tan utópico como el Testamento de Franco, viendo el poco amor que sus sucesores no tienen y siguen no teniendo por cosas como la justicia social y la cultura:

No cejéis en alcanzar la justicia social y la cultura para todos los hombres de España y haced de ello vuestro primordial objetivo.

O sea, lo que no se hace ahora. ¡Arriba España! ¡Viva España!

miércoles, 5 de abril de 2017

El excesivo narcisismo que inculcamos a nuestros hijos

Carolina García, "Sobrevalorar a los niños les convierte en narcisistas. Hacer valoraciones infladas de nuestros hijos les genera una autoestima frágil y dependiente", en El País, 5-IV-2017:

“Eres el niño más inteligente”, “el entrenador debería sacarte siempre porque eres el mejor”, “eres la princesa más preciosa”... En un momento en el que los expertos nos recomiendan resaltar lo bueno que hacen nuestros hijos, evitando posibles problemas de autoestima, ¿nos estamos pasando con los elogios? Un reciente estudio advierte de los riesgos de sobrevalorar a los niños, ya que se relaciona con el narcisismo, un comportamiento cada vez más común en el mundo occidental que puede conducir a la violencia y a la agresión. Esta conducta, que no ha sido muy estudiada, puede tener efectos negativos no solo hacia los demás, sino también con uno mismo.

Dice la mitología que cuando Narciso se negó a aceptar el amor de una ninfa y esta se escondió en una cueva donde se consumió hasta que solo quedó su voz, para castigarlo por su rechazo, Némesis, la diosa de la venganza, hizo que se enamorara de su propia imagen reflejada en una fuente. En una contemplación absorta, incapaz de apartarse, acabó arrojándose a las aguas, un desenlace que hizo honor al nombre y la memoria de Narciso. El narcisismo, término que tiene su origen en esta leyenda, es la admiración excesiva y exagerada que siente una persona por sí misma, por su aspecto físico o por sus dotes o cualidades.

¿Cuándo aparece el narcisismo? ¿Cómo aprendemos esta conducta? Estas son las preguntas que se hicieron expertos en Estados Unidos. Un reciente estudio, publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America, se ha convertido en el primero que se hace con evidencia longitudinal -en el tiempo- sobre los orígenes de esta conducta. Los investigadores aseguran que “el inicio del narcisismo es social y que se debe, sobre todo, a la sobrevaloración paterna y no a la falta de cariño". "Y podemos ir más allá, parece ser más frecuente en los pequeños que interiorizan la valoración inflada sobre ellos que tienen o hacen sus progenitores”, explican los autores. Mientras que la autoestima, “según las mismas conclusiones, está definida por el cariño y no por la sobrevaloración”, apuntan.

El estudio comenzó en la década de los noventa del siglo XX, y consistió en comparar la visión social frente a la psicoanalítica del concepto y origen del narcisismo en niños de entre siete y 12 años, “que es cuando aparecen las primeras trazas de este comportamiento”, puntualizan los expertos. La muestra, procedente de Holanda, fue de 565 menores que junto a sus familias fueron evaluados sobre distintos comportamientos como el narcisismo, la alta autoestima, la sobrevaloración de los padres y el cariño paternal.

“Se recomienda hacer intervenciones a este respecto con los padres con el fin de enseñarles cómo expresar afecto y aprecio hacia sus hijos sin la necesidad de decirles que son superiores a otros o que tienen derecho a ciertos privilegios”, prosiguen los autores. “Nuestras conclusiones también revelan que existen experiencias tempranas de socialización que cultivan el narcisismo y pueden ser útiles como información en tratamientos dirigidos a reducir el desarrollo narcisista en edades tempranas”.

El peligro de sobrevalorar a nuestros hijos

"Todos los padres creemos que, de alguna manera, nuestros hijos son especiales y lo son, para nosotros así es. Sin embargo, saber y sentir eso no es lo mismo que comunicarles de forma poco realista lo superiores que nos parecen que son", explica Olga Carmona, experta en Psicoterapia Breve y en Psicopatología de la Infancia y la Adolescencia, por correo electrónico.

Según la psicóloga, cuando sobrevaloramos a nuestros hijos, estamos haciéndoles un muy flaco favor. "Por un lado estamos generando una falsa autoestima, dependiente en extremo del reconocimiento externo, y, por otro lado, les estamos transmitiendo, con la mejor de las intenciones, que encajen en una determinada imagen, la que han interiorizado que tenemos de ellos. Si mi padre y mi madre me celebran constantemente lo inteligente que soy, lo que el niño interioriza es que para mis figuras de apego y referencia, la inteligencia es un gran valor y que su cariño hacia mí dependerá de que yo sea eso que para ellos es tan importante. Este sería el efecto secundario, un servilismo inconsciente hacia una determinada imagen".

Además, o sobre todo, lo que provoca la sobrevaloración es la construcción de una frágil autoestima que no se basa en la verdadera capacidad, sino en lo que los demás opinan sobre ella. "Esto es garantía de dependencia a un reconocimiento externo probablemente de por vida", añade Carmona.

"Al final, alguien narcisista es sobre todo alguien profundamente inseguro que ha hecho, del presunto amor a sí mismo, una bandera que mostrar a los demás, ya que en su interior todo eso se tambalea. Lo que es sólido por sí mismo no necesita refuerzos externos ni hacer apología de su fortaleza", termina la experta.

Puntos claves para no convertir a tu hijo en un narcisista

Según los autores del estudio de Colorado, los padres deben tener claro los siguientes puntos:

Los hijos siempre creen lo que sus padres les dicen como, por ejemplo, cuando les comunican que son más especiales que otros niños.

Es importante expresar cariño a tus hijos todo lo que puedas, "esto mejorará su autoestima, pero sin pasarse".

La sobrevaloración va muchas veces dirigida a fomentar y valorar el conocimiento de los hijos en muchos temas, incluso en aquellos que desconocen.

La sobrevaloración de los niños no es la única causa del narcisismo, también hay factores genéticos y otros factores ambientales.

Algunos niños pueden ser más propensos que otros a ser narcisistas cuando sus padres los sobrevaloran.

Rajoy y Oblómov

Enrique Vila-Matas, "El joven tumbado (Oblómov). El hastío como medida de salvación. El personaje del escritor ruso Iván A. Goncharov, héroe absoluto de los indolentes y el protagonista de la mejor novela que se ha escrito sobre la ociosidad, representa también el sueño de todos", en El País, 10-III-2012:

Me acuerdo de Rilke, para quien la vida en sí, pura y libre de las determinaciones particulares que la califican y delimitan, se parecía a la muerte; lo era en tanto que puro espacio hueco e impreciso, ausencia y concavidad. “¿Cuándo es el presente?”, llegó a preguntarse, influenciado por J. P. Jacobsen, autor de Niels Lyhne (1880), novela en la que se fomenta la sospecha de que la existencia, la vida, “no es jamás”.

¡No es jamás! Esto casi suena a Beckett y recuerda a Martin Amis cuando dijo que si alguien quisiera imitar el estilo beckettiano podría fácilmente salir del paso escribiendo: “No, nunca, jamás, no”.

Pero volvamos a la existencia y a la sospecha sobre ella. A Jacobsen le inquietaban los seres “que viven como si eso fuese la cosa más natural del mundo”. No es extraño pues que para el Niels Lyhne de su novela la vida hubiera perdido toda naturaleza y contenido y no fuera nunca algo obvio en su transcurrir, sino algo vacío e irreal: la vida vista como algo que puede que estuviera pasando a su lado, pero no a través de él.

Niels Lyhne nos recuerda a esos solitarios que alguna vez hemos visto sentados en orillas extrañas, contemplando la vida muda de la que se alejan. Y también a la novela Oblómov del escritor ruso Iván A. Goncharov, donde los habitantes del pueblo de Oblomovka ven discurrir la vida “a su lado, como un río que contemplan desde la ribera”.

Y es que si la existencia es sólo una incesante despedida de sí misma, sobre su fuga planea constantemente esta cuestión: “¿Cuándo se vive?”. La pregunta la hace Oblómov, el haragán por excelencia de la literatura rusa y pariente secreto de Niels Lyhne. Si Lyhne es alguien “medio Werther, medio Hamlet, vencido por un pesado cansancio” (eso decía Zweig de él), Oblómov también es una persona fatigada, en realidad es el héroe absoluto de los indolentes y el protagonista de la mejor novela que se ha escrito sobre la ociosidad.

Su inmovilismo atrae a muchas almas hoy más que nunca. Ni un movimiento. No hacer nada. No colaborar.

Veamos: Oblómov es un joven y desvalido aristócrata, incapaz de hacer nada con su vida. Duerme mucho, bosteza continuamente dentro de su bata deshilachada. No hace nada, pero es que nada. Encogerse de hombros es su gesto preferido. Es de esa clase de personas que tienen la costumbre de irse a dormir antes de fatigarse. Estar tumbado cuanto más tiempo mejor parece su única aspiración, su modesta aunque envenenada rebeldía. A lo largo de toda la novela de Goncharov, el joven Oblómov raramente deja su habitación, donde permanece tumbado en un diván intentando evitar las propuestas y las obligaciones que le llegan del exterior, y sólo hasta muy avanzado el libro no le veremos, por primera vez, salir de la cama. Ha perdido la costumbre de moverse, de vivir, de ver gente, le parece que se ahoga en medio de la multitud. Es alguien que dio por terminada hace tiempo su vida en sociedad, y vive literalmente como un joven tumbado o, mejor dicho, como un muerto: la vida fluye pero sólo a su lado, sólo al lado de su diván, en realidad la vida nunca ha pasado por él.

Amado por Olga, ésta desiste de su empeño en llevarlo al altar cuando comprende que el joven elegirá siempre el reposo si ha de decidir entre el reposo y ella. Tal convicción la lleva entonces a casarse con Stolz, amigo de infancia de Oblómov y contrapunto exacto de éste, porque es un trabajador infatigable y un entusiasta de Europa y del progreso y un tipo absolutamente convencido de que lo natural es vivir… La novela de Goncharov —en realidad irresumible como todas las buenas novelas— fue durante tiempo vista como una crítica de la nobleza rusa y del régimen zarista, pero lo que ha perdurado del libro no ha sido su conciencia política, sino el talento del autor al crear el paradigmático personaje de Oblómov, de quien en el libro se nos explica, con moroso detalle y mucha gracia, su desdichada forma de ser. ¿Desdichada? Quizás sea al revés y Oblómov, alejado de toda acción, sea un alma feliz, completamente feliz.

Vivir mentalmente con naturaleza hamletiana, en la atmósfera de estos días de transición incierta y de indeterminación fluctuante

Su inmovilismo atrae a muchas almas hoy más que nunca. Hoy, cuando la crisis empieza a propiciar una modesta pero envenenada rebelión, en el fondo inquietante para el poder económico: la silenciosa rebelión de los oblomovs que surgen de entre las gavillas de jóvenes tumbados por el paro. La consigna es apartarse, hacer uso del “derecho de irse” que reclamaba Baudelaire. Para ejercer ese derecho y afiliarse al oblomovismo la solución más práctica es quedarse quieto, descubrir que para huir de un lugar lo mejor es quedarse en él. En la novela de Goncharov la acción está prácticamente ausente de ella, y aun así parece que pase algo, quizás sea sólo la vida pasando al lado de la trama. El muy casero protagonista y cansado héroe de la nada no inicia jamás una acción ni actividad alguna que no sean sus vodevilescas disputas con su criado Zakhar en pasajes haraganes, pasajes del libro lógicamente gandules, pues éstos no hacen más que describir las monótonas jornadas de un indolente, de un ser abúlico, no nacido siquiera para hacer novelas: “Escribir de noche —pensó Oblómov— ¿cuándo dormirá? Seguramente gana más de cinco mil al año. ¡No está nada mal! Pero escribir todo el tiempo, derrochar el alma, el pensamiento en menudencias, cambiar de convicciones, comerciar con la inteligencia, la imaginación, violentar la propia naturaleza, sufrir la inquietud, la indignación, no conocer el reposo y estar siempre en movimiento… Y escribir, escribir siempre, ser como una rueda, una máquina: escribir mañana y pasado mañana, en días de fiesta, en verano, escribir constantemente. ¿Cuándo podrá detenerse y descansar? ¡Qué desgraciado!”.

Me parece que Oblómov acertó de lleno. ¿Qué es eso de comerciar con la inteligencia? ¿Cómo no darle la razón a este ocioso ruso tumbado, al joven que inspiró aquel sorprendente grafiti de Guy Debord en un muro del Quartier Latin de París en los años cincuenta? Ese grafiti decía: “No trabajéis nunca”.

¿Y quién, al fin y al cabo, no es oblomovista? ¿Quién no intuyó alguna vez que ser ocioso es precisamente aquello con lo que sueña todo el mundo, “pues todo lo que el hombre hace es un intento por recuperar el paraíso perdido”? ¿Y quién no sospecha que los seres humanos lo que realmente ambicionan es la paz y el descanso?

Oblómov —apunta Christopher Domínguez Michael en El XIX en el XXI— es puente que une a los hombres superfluos de Gógol con los seres vacíos de Beckett o de Robert Walser. Y aquí cabría recordar también al joven tumbado de Un hombre que duerme, de Perec, aficionado a quedarse quieto y buen discípulo del Kafka que escribía una noche en Praga: “No es necesario que salgas de casa. Quédate a tu mesa y escucha. Ni siquiera escuches…”.

Oblómov, con su indolencia de siglos concentrada en su casa de San Petersburgo y a la búsqueda del paraíso perdido, parece querer recomendarnos a todos lo que Eugeni D’Ors recetaba en su más memorable libro: el hastío como única medida para la salvación, es decir, nos recomendaba encasquetarnos el tedio al pie de la letra, sin paliativos, sin matiz alguno, calarse el puro cansancio: “No excursión: chaise longue. No conversación, silencio. No lectura, letargo. En lo posible, ¡ni un movimiento, ni un pensamiento!”.

Exacto. Ni un movimiento. No hacer nada. No colaborar. Que se estrellen ellos. Vivir mentalmente con naturaleza hamletiana, en la atmósfera de estos días de transición incierta y de indeterminación fluctuante. Y dejar que sea lo impetuoso, con sus finanzas de lenguaje criminal, lo más parecido a ese río vulgar de la vida que pasa a nuestro lado; una vida que por suerte a veces fluye ajena a nosotros, en el más puro espacio hueco e impreciso. 

Niels Lyhne. Jens Peter Jacobsen. Traducción de Ana Sofía Pascual. Acantilado, 2003. Oblómov. Ivan A. Goncharov. Traducción de Lidia Kuder de Velasco. Debolsillo, 2009. El XIX en el XXI. Christopher Domínguez Michael. Sexto Piso, 2010. Un hombre que duerme. Georges Perec. Traducción de Eugenie Russek-Gérardin. Anagrama, 1990. Oceanografía del tedio. Eugeni D’Ors. Tusquets, 1981.

lunes, 3 de abril de 2017

Un futuro negro. La cuarta revolución industrial

Industria 4.0. Cuarta revolución: el mundo está cambiando, ¿para mejor o para peor?
Por Olivia López Bueno, El País, 2-IV-2017:

Si no nos creen a nosotros, escuchen a dos expertos que llevan tiempo estudiando el nuevo paradigma al que se enfrenta la sociedad. El primero: “Sería presuntuoso tratar de describir con precisión la próxima era en el mundo digital. Pero es razonable concluir que el internet que hemos conocido durante casi tres décadas está mutando, y que el próximo va a cambiar el mundo más que su hermano mayor”. Estas son las palabras con las que (más o menos) el académico canadiense Vincent Mosco, autor de obras de referencia como To the cloud, va a empezar su próximo libro.

El internet que hemos conocido durante casi tres décadas está mutando, y el próximo va a cambiar el mundo más que su hermano mayor” (Vincent Mosco, escritor y profesor) 

Más contundente se muestra el consultor en transformación digital e innovación hispano-alemán Alex Preukschat. “La tecnología blockchain, en combinación con otras tecnologías como el internet de las cosas, la inteligencia artificial, el big data, los drones, o la biotecnología va a rehacer el mundo tal como lo conocemos, mucho más rápido de lo que ha sido en los últimos años, como parte de la cuarta revolución industrial”.

En conclusión. No solo estamos en medio de una brutal reconversión, sino que es la más rápida de la historia. La pregunta que surge ante esta situación es: este cambio, ¿va a ser para mejor o para peor?

Como sucedía en la novela de Umberto Eco, nos encontramos con apocalípticos e integrados, expertos que auguran un universo distópico mezcla de 1984 y Matrix, gobernado por el paro masivo parecen mayoría. Y otros que prevén una sociedad más transparente y descentralizada en la que fluirá la información y en la que serán los robots los que nos hagan los trabajos tediosos.

El historiador israelí Yuval Noah Harari, nacido en 1976, forma parte de los primeros. No cree que acabemos como en la película de las hermanas Wachowski, pero sí sostiene en libros como Homo Deus: Una breve historia del mañana que si bien la profusión de tecnología ha logrado que la humanidad mejore en cosas como el hambre y las enfermedades, las ideas fundamentales de las democracias liberales corren el peligro perder vigencia en un mundo de ciborgs e inteligencia artificial. Nada de descentralización en su opinión: las grandes coporaciones te conocerán hasta el mínimo detalle, y unas pocas personas monopolizarán poder económico y político, algoritmos y tecnología, y los usarán para crear clases biológicas.

"La gente hace trabajos aburridos porque esos son los trabajos que se les ofrecen”. (Manish Sharma, chief operating officer de Accenture Operations)

La pérdida de empleos es otro mantra de los apocalípticos. Carl Benedikt Frey, investigador en la Universidad de Oxford, elaboró hace poco más de un año un estudio que se viralizó rápidamente en el que sostenía que el 47% de los empleos corre el riesgo de desaparecer. En el mismo sentido se pronuncia nada menos que el World Economic Forum. El año pasado se presentó en Davos un informe que sostenía que la digitalización de la industria supondrá la desaparición de 7,1 millones de empleos, y la creación de otros 2,1 millones para 2020. Un poco de matemáticas: son cinco millones de empleos netos menos.

Algo en lo que no está de acuerdo, de un apasionado integrado como Manish Sharma, chief operating officer de Accenture Operations. En su opinión, “la gente hace trabajos aburridos porque esos son los trabajos que se les ofrecen”, sentencia. “La automatización de los procesos va a hacer a proporcionar una vida mejor a las personas”.

El economista José Moisés Martín Carretero, autor de España 2030: gobernar el futuro (Planeta, 2016), incide en la misma idea de Sharma: “El progreso tecnológico ha desplazado trabajadores pero ha creado muchos más puestos”, sentencia. “A corto plazo puede haber reducciones pero a largo plazo la creación de empleo es incuestionable”.

El danés Erik Brynjolfsson y el estadounidense Andrew McAffee, cofundadores del departamento de Economía Digital del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), lanzaron en 2011 el libro La carrera contra las máquinas (MIT, 2011). La obra explica cómo actividades que hasta hace poco estaban reservadas a los humanos ya son territorio para las máquinas. Y lo celebra. “La economía mundial está en la cúspide de una etapa de crecimiento espectacular impulsada por máquinas inteligentes que sacarán el máximo provecho de los avances en el tratamiento por ordenador, la inteligencia artificial, la comunicación en red y la digitalización de casi todo”.

Eso, claro está, siempre que demos por bueno que tener trabajo sea igual a ser feliz.

domingo, 2 de abril de 2017

Lo difícil del amor

Parece mentira, pero aparece un pensamiento memorable en esa serie tan simpática, Sexo en Nueva York, precisamente a su conclusión

“La relación más importante es la que tienes contigo misma”, dice. la protagonista. Y “si encuentras a alguien que te quiera por ti misma… es fabuloso”.