miércoles, 26 de octubre de 2016

El epentismo y algunos epénticos de la Generación del 27

I

Lecturas homoeróticas de García Lorca

Por Luis Antonio de Villena. Escritor

Circunstancias casuales (o no tanto) de la vida y el hecho de que Federico García Lorca fuera asesinado en trágicas circunstancias de guerra con 38 casi recién cumplidos, hizo que yo llegara a conocer —y en dos ocasiones con mucha intimidad— a notables personajes que habían sido muy amigos del propio Federico. La mayoría de las cosas que sé sobre la intimidad homoerótica de Lorca (con anécdotas casi «incontables») me las narraron ellos en largas tardes y años de conversaciones íntimas. Ellos también eran gays (como Federico) y sabían que estábamos entre amigos, porque fuera de tal amistad jamás hablaban de ese tema. Esos amigos comunes —la frase suena rara también para mí— fueron: Vicente Aleixandre (con el que compartí catorce años de muy estrecha relación amistosa), Rafael Martínez Nadal —el depositario de los manuscritos de El público— al que conocí algo más tarde, pero con quien la cordialidad fluía rápida, porque había algo en Rafael (esa misma cordialidad) que propiciaba la confidencia. Y finalmente —y lo traté menos— el escritor gallego (exilado en Argentina muchos años) Eduardo Blanco-Amor, al que conocí en sus años últimos, y siempre en el Café Gijón de Madrid, presentado por un simpático médico gallego, Juan Haguindey de nombre, que hacía por entonces (finales años 70) «mala vida» en la noche madrileña, de donde —lo confieso— vino mi trato y el hecho de que él me presentara a Blanco-Amor…

Blanco-Amor era un viejito lúcido y muy cordial (me parece que murió a fines de 1979) que conoció al Lorca de La Barraca. Les unió «el epentismo», más al pronto que la misma literatura… «Epentismo» y «epente» eran (según todos, pero yo lo supe primero por Aleixandre) términos inventados por Federico para aludir a la homosexualidad o a los homosexuales en contextos donde la palabra —en los años 30 y aún con la libertad de la República— era indecible. Por ejemplo, todos sabían (en intimidad) que el gran erudito José María de Cossío era homosexual, pero eso era secreto y nadie lo hablaba. Así en una comida Federico le decía a Vicente: «He oído que Cossío es un gran estudioso del epentismo. ¿Tú lo sabías?». Y Aleixandre contestaba: «Sí, lo sabía. Sé que lo ha estudiado mucho. Es un epente muy notable». (De este modo me lo narró una de tantas tardes en su casa Vicente Aleixandre). Curiosamente Lorca dejó un testimonio escrito de esa palabra en un soneto dedicado al modernista uruguayo Julio Herrera y Reissig, prototipo de alambicado simbolista, decadente y aún protosurrealista, pero no «epente», que sepamos. Como de 1934 (pero puede ser aún posterior) se fecha el soneto «En la tumba sin nombre de Herrera y Reissig en el cementerio de Montevideo» en la edición de Sonetos de Lorca que editó en 1996 la editorial Comares y la Fundación Federico García Lorca, en Granada. El primer endecasílabo del citado soneto (hecho como otros poemas al uruguayo para un número homenaje que le pensaba dedicar, pero no hubo tiempo para hacerlo, la revista de Neruda Caballo Verde para la Poesía) dice así: «Túmulo de esmeraldas y epentismo…». Ahí está el término y no lo conozco escrito en ningún otro sitio de la época.  «Epéntico» (no epentismo) viene en el diccionario de la RAE, pero como  adjetivo de «epéntesis», que es una figura de dicción, que consiste en añadir un sonido. Como se ve, nada que ver con «epentismo» (que no epéntesis) o «epente» que no «epéntico». No creo que los matices lingüísticos fueran a propósito, pero salieron bien.

Unidos por el epentismo y la literatura, Blanco-Amor vio los amores de Lorca (ya en 1935) con un muchacho gallego que trabajaba en La Barraca. A ese chico Lorca le dedicó los «Seis poemas galegos» de ese mismo 1935, en los que Blanco-Amor hubo de ayudarle, pues Federico no sabía gallego…

Rafael Martínez Nadal (que murió muy viejo, en 2001) fue un interesantísimo testigo de su época y del exilio en Inglaterra. Profesor de Literatura, escribió sobre Lorca, sobre Cernuda, y sobre él mismo colaborador (con pseudónimo) de la BBC antifranquista. Aficionado a los deportes y homosexual también (según Aleixandre) Rafael nunca hablaba de él mismo —estaba casado y tenía hijos— sino de la normalidad con la que veía y trataba a sus amigos homosexuales, como lo hacía el embajador de Chile y común amigo de casi todos, Morla Lynch. Conocía Rafael todo sobre la vida sexual de Federico (de nuevo, según Aleixandre, porque él la propiciaba o la compartía).  Aleixandre —que después de la guerra no se hablaba con Martínez Nadal—, incluso le tenía un pequeño encono) me contó que, sobre el año 35, estando él sentado en un café madrileño con Dámaso Alonso, cuya homofobia era bien conocida, aparte de los tardíos testimonios que aportó Cernuda que lo detestaba, vio pasar por otro extremo a Martínez  Nadal que saludó a Vicente con un gesto de la mano. Entonces Dámaso le preguntó: «¿Quién es ese?» Y Vicente le contestó que un amigo muy cercano de Federico. Parece que Dámaso añadió: «Será maricón, entonces…» A lo que Vicente respondió, tratando de echar un cable: No lo creo. Es un hombre muy viril. Enormemente aficionado al deporte, incluso al boxeo. A lo que Dámaso habría replicado, inmisericorde: «Esos son los peores». La conversación, claro está, cambió de tercio. Martínez Nadal que, según él, conservaba muchas cartas cariñosas y agradecidas de doña Vicenta, la madre de Federico, por lo bien que se había portado con su «Federiquito», no se llevaba bien, al final, con la familia García Lorca, entre otras cosas (no pretendo saber todas las razones) porque, estando en Londres, les mostró a Francisco García Lorca (hermano del poeta) y a su mujer, Laura de los Ríos, el manuscrito de El público. Se lo mostró para que vieran su autenticidad pero se negó a prestárselo… Hasta ahí sé. El caso es que además de El público y algunos otros papeles creativos sueltos, Martínez Nadal poseía un enorme epistolario de Federico dirigido a él mismo y en parte publicado y autocensurado por el propio Rafael. Lo curioso es que al menos algunas de las cosas censuradas de cara al público —algunas— eran habladas con total naturalidad en privado. A fines de 1981 yo le leí en su casa de «El Olivar» a Martínez Nadal páginas de mi libro de memorias noveladas Ante el espejo que se publicaría —con poco gusto de mi madre— en 1982. Leí para Rafael las partes más íntimas de contenido homoerótico. Al acabar, él me las alabó con enorme generosidad y me animó a publicarlas. «Será bueno para todos», me dijo o algo muy parecido. Poco después añadió que como yo le había hecho un bonito regalo leyéndole aquellas páginas de mi libro, él no quería dejar de corresponderme y me iba a hacer otro pequeño regalo… No dijo cuál. Salió un momento del salón, y al poco volvió con una carpeta clásica en la mano, una carpeta de cartón azul. Yo sólo la vi, no la toqué. De pie, Rafael pareció buscar entre los papeles que había dentro, y de repente me extendió una cuartilla escrita a mano por las dos caras y que empezaba diciendo «Querido Rafael». Me di cuenta antes de ver el «Federico» final, que se trataba de una carta de García Lorca fechada en Nueva York (creo recordar) a fines de 1929. Todo el misterio de la carta estaba en que Federico le contaba a su amigo —con alguna expresión muy viva— que la noche anterior había participado en una orgía con varios negros. Al final de la carta, incluso después de la firma, una línea decía: «Cuando la leas rómpela». Cuando Martínez Nadal vio que yo había completado la lectura y levantaba los ojos hacia él, me dijo sonriente: «Y la voy a romper». Será fácil imaginar mis inmediatas protestas. Le dije que yo entendía que la hubiese roto entonces (cuando la recibió) pero que si la había guardado tantos años sería por algo y que no la debía romper ya. No recuerdo bien las razones que argumentó pero el resultado era el mismo: Llegado el momento, la rompería. Tuve en las manos esa carta y la leí, nunca más la he vuelto a ver ni sé qué ha sido de ella y a buen seguro de otras más o menos similares en el recuento de la sexualidad…

Cuando llegó el centenario del nacimiento de Lorca, en 1998, cené un día con su biógrafo por antonomasia, Ian Gibson, que quería que yo le contara lo que sabía de Lorca por sus amigos. Vicente Aleixandre y Blanco-Amor habían muerto ya, pero Martínez Nadal (al que por entonces yo veía menos) no. Conté a Gibson lo que antecede y lo vi lleno de interés. Martínez-Nadal (me dijo) nunca jamás había querido entrevistarse con él y nunca lo hizo. Gibson me dijo si podía añadir mi relato a su libro, y le respondí que por mí sí. Pero que si Martínez Nadal decía que yo mentía (aunque nunca lo supuse) su palabra tendría lógicamente más valor que la mía. Gibson añadió mi relato con todo detalle a su renovada biografía de Federico García Lorca, que se reeditó en 1998 y Martínez Nadal nunca dijo nada. Que se enteró del libro lo supe por varios amigos comunes y porque en las pocas ocasiones en que lo volví a ver estuvo algo más distante conmigo, dentro de la cordialidad. Nuestros momentos cenitales habían quedado en todo lo largo de los 80. Según Aleixandre me explicó en su día, el pudor «epéntico» de Martínez Nadal no procedía de una salvaguarda de Federico, de quien cada vez se sabía más, sino de un pudor hacia sí mismo. Yo ni agrego ni quito.

Vicente sí me pareció siempre el gran amigo de García Lorca. Jamás lo llamaba por sus apellidos (por mucho que hablásemos de él y hablamos mucho) siempre era «Federico». Me habló de sus manías dilapidadoras —dejar un taxi esperando en la puerta mientras estaba más de una hora con Vicente—, su falta de simpatía por Miguel Hernández (no compartida por Aleixandre), sus gustos sexuales «pasivos» y sobre todo la historia con quien Aleixandre calificaba como «el gran amor frustrado» de su vida, Emilio Aladrén, escultor joven, al que dedicó un poema en el Romancero gitano («El emplazado»). Según Aleixandre la pasión había sido total y real, y se había cumplido por primera vez en un fin de semana que pasaron en Ávila. Desde allí Federico llamó por teléfono a Vicente por la mañana para darle la buena nueva. Pero Aladrén era bisexual y no gay y terminó yéndose con una mujer al parecer, como él, muy atractiva. Federico sufrió tanto por esa separación o ruptura que fue eso (el deseo de curación y lejanía, y en eso también coincidía con Martínez Nadal) lo que le llevó a Nueva York y en ningún caso la voluntad de aprender inglés… Con frecuencia (solía terminar Aleixandre, que admitía que Federico iba a menudo con algunos chicos por dinero) Lorca se enamoraba de muchachos que no eran homosexuales o no principalmente y él tenía muy claro que esa fue su personal y reiterada tragedia.

Podría añadir muchísimos más detalles (incluso alguno levemente picante) de entre los muchos que Aleixandre me fue refiriendo en tantos años, pero creo que lo narrado es suficiente para que entendamos dos cosas: Federico fue natural y totalmente homosexual y (segunda) a nivel superficial él vivió esa condición, entre sus amigos más próximos, con entera naturalidad y sin problemas aparentes… Y sin embargo el lector de Lorca, sabe que la homosexualidad (tan visible en su obra) no dejaba de tener sesgos problemáticos para el poeta. ¿Por qué?   

En primer lugar —y es preciso tener en cuenta la época— la familia de Lorca o no sabía la condición sexual del poeta o le parecía negativa y procuraba ocultarla. Es obvio que Lorca tuvo temor y respeto en vida por su familia… Después de su asesinato podía (y debía) haber sido distinto, pero la realidad es que tardó mucho en serlo. Su hermano Paco —según me ha narrado su propia hija Laura— «no llevaba bien» la homosexualidad de su hermano. Y su hermana Isabel (a la que conocí) lo negó mientras pudo, hasta que muy a la postre no pudo oponerse a las evidencias, pero aún entonces era un tema del que eludía hablar. Además ¿qué podría saber ella, de verdad, de la vida privada y sexual de su hermano? En aquella época (y no sé si ahora) un hermano adulto no hablaría nunca ni una palabra de esos temas con la hermana más chica. Federico hubo de sortear siempre el problema familiar, y aún así fue más valiente de lo que se supone, pues la «Oda a Walt Whitman» (de Poeta en Nueva York) se editó en 1935, en Madrid, en una bella «plaquette». No fue un poema conocido solo «post mortem», ni mucho menos… Por lo demás, y como he demostrado en un trabajo editado varias veces: «La sensibilidad homoerótica en el Romancero gitano», Revista Turia, 1998 y Revista Digital Castilla de la Universidad de Valladolid en 2011, he dejado claro, me parece, y sin alusión ninguna a su vida privada, que los ejes semánticos de todos los poemas del Romancero son una continua celebración de la virilidad y de la belleza masculina, hombres o mozos… ¿Cómo entender sino esto?: «Niños de cara impasible / en la orilla se desnudan, / aprendices de Tobías / y merlines de cintura…» O esto otro: «Moreno de verde luna / anda despacio y garboso. / Sus empavonados bucles / le brillan entre los ojos». Y más: «Lo que en otros no envidiaban, / ya lo envidiaban en mí. / Zapatos color corinto, / medallones de marfil / y ese cutis amasado / con aceituna y jazmín. / ¡Ay Antoñito el Camborio / digno de una Emperatriz». Los ejemplos se podrían repetir casi «ad nauseam» pero no hace falta. El que no tiene anteojeras ya lo ha visto… Otra cosa es la posterior «Oda a Walt Whitman», espléndido poema, sin duda, en el que se enfrentan dos tipos contrapuestos de homosexualidad. De un lado la pura homosexualidad  de los camaradas (la que Whitman buscaba) o la de «el niño que escribe / nombre de niña en su almohada, / ni contra el muchacho que se viste de novia / en la oscuridad del ropero, (…) pero de otro está, y de ella abomina y contra ella va, la homosexualidad de los “maricas de las ciudades, / de carne tumefacta y pensamiento inmundo…”». Sin embargo hoy sabemos bien que la homosexualidad que Lorca vivió plenamente como adulto era precisamente la que condena, la del «pensamiento inmundo», la del «marica» de la ciudad... ¿No hay en este poema una profunda contradicción en Lorca, que hace que muchos homosexuales no se reconozcan en él, pese a la belleza del texto? Sin duda. Este poema muestra, como ninguno, que una parte muy profunda de García Lorca (ya sabemos que la superficial no) vivía la homosexualidad como un personal, íntimo conflicto. Unos lo ponen en relación con la idea de un Lorca «afeminado» en sus gustos homoeróticos, que llega a sentir en sí mismo la tragedia (hoy diríamos que antigua) de Yerma. La «pasividad» de Lorca, el no hallar el amor de hombres no homosexuales sería otra una parte sustancial de este conflicto íntimo, muy hondo. Será ya muy difícil sino imposible resolverlo de veras. Pero (como el elogio a la belleza moceril) está y es evidente.

Creo que aún faltan estudios profundos —habiendo ya algunos— sobre el mundo y el sentir homoeróticos en la obra total lorquiana. Y creo, ítem más, que aún es tiempo de completar sexual y sentimentalmente su biografía y saber (por ejemplo) qué ha sido de las cartas que Martínez Nadal no publicó y aún qué textos o párrafos suprimió en su libro de recuerdos y correspondencia (lujosamente editado) Federico García Lorca. Mi penúltimo libro sobre el hombre y el poeta, Editorial Casariego, Madrid, 1992. Por ejemplo, en una carta escrita por Lorca a Rafael desde Granada a Madrid a su vuelta de América le dice, al final: «tengo muchos versos de escándalo y teatro de escándalo también». (…) «Aquí en Granada me divierto estos días con cosas deliciosas también. Hay un torerillo…». Y aquí se corta la carta, porque el propio Rafael la autocensura. ¿Se podrá conocer entera? ¿Habrá muchas más como la de la orgía de negros, que vi y no he vuelto a ver más? Queda mucho íntimo Lorca por dirimir y tanto la altura del hombre y del poeta, como la claridad y normalidad de la vida homosexual (sometida a tanto mal trato y tapujo) lo precisan y lo merecen. Mi testimonio, básicamente, opta por ello. Por ver a Lorca finalmente sin penumbra...


II


Vicente Molina Foix, "Entiéndame usted", en El País17-XI-1999:

Ya hay mucha gente media y heterosexual que sabe lo que quiere decir "entender", aparte, claro está, de su significado primario de comprender. ¿Diremos que es ésa otra conquista de la cultura gay? Está en los quioscos la primera enciclopedia de la homosexualidad, que usted o sus hijos pueden comprar en cómodas entregas semanales, y un diputado de la oposición, Miquel Iceta, se sinceró hace poco sexualmente en campaña electoral, animado por su pareja masculina (yo, sin embargo, he hecho una apuesta que espero ganar: el primer político español con cargo gubernamental que saldrá del armario será, paradójicamente, del PP, y ese día todos tendremos que tragarnos la sonrisa leporina del presidente Aznar).Pero hablábamos del significado oculto de la palabra entender,sibilino secreto que ahora empieza a saberse y se sabrá mejor a partir del recién aparecido libro de Alberto Mira Para entendernos. Diccionario de cultura homosexual, gay y lésbica (Ediciones de la Tempestad). A "entender" le dedica Mira una de las entradas más jugosas de su obra, afirmando la deslizante riqueza semántica del término frente a la rotundidad ontológica de la palabra "gay": uno es gay o no lo es, y se puede sin embargo "entender" sin encarnar un rígido papel identitario. Por mi parte añoraré, aunque sólo literariamente, los días en que se "entendía" en secreto, y recuerdo eufemismos brillantes y divertidos que ciertos círculos gay del periodo heroico utilizaron; "epentismo" y "ser epéntico" entre los escritores que rodeaban a Lorca y Aleixandre, "better" (mejor) como invención de Mújica Laínez y sus amigos argentinos, "nervous" (nervioso) en el cosmopolita Tánger de los años cincuenta, según nos cuenta Emilio Sanz de Soto.

Estoy impresionado por el trabajo de este joven profesor valenciano residente en Oxford. Son 770 páginas de apretada letra (desprovistas, desgraciadamente, y en esto sí se nota que el libro es español, de un índice onomástico completo), pero la cantidad importa menos. El de Alberto Mira es un diccionario de autor,bien escrito y con erudición,abierto a culturas y nombres en nuestro país remotos, y -sobre todo- combativo de un modo personal; Mira informa y censa, pero también expresa opiniones, a menudo originales y tocadas por un fino sarcasmo, como en su respeto al dar la edad dudosa de algunos escritores (una admirable manera de entender la coquetería masculina) o en las entradas sobre los deportes, la ridícula palabra "mariliendres", Antonio Gala, Vargas Llosa (tranquilos, que no es un outing del escritor peruano) o los Sonetos del amor oscuro, de Lorca, donde Mira denuncia vehementemente la homofobia de un crítico habitual de este periódico.

En una larga introducción, Mira afronta de cara el riesgo que -no sólo para los "no-entendidos"- tiene este tipo de enfoques. A mí, por ejemplo, mientras que aplaudo la insólita y merecida importancia que el autor da a la música y los músicos en el contexto gay, me produce rechazo su desmedida atención a algunos escritores españoles de hoy,ensalzados muy por encima de sus méritos por el simple valor de su visibilidad social o su intencionalidad homosexual. Está claro que a Mira le interesa más el artista gay que el gay artista, pero, como no es un ingenuo ni tampoco practica bobamente la "cultura de la queja", evita aplicar de forma ciega un filtro rosa a las obras y autores que comenta. Su intento "apropiacionista" es siempre discreto, aunque en el libro se lamente el heterosexismo sistemático de las interpretaciones culturales: "La heterosexualidad, al no ser atacada, constituye una identidad sexual por defecto", y por eso, añade Mira, la crítica heterosexista, no necesitada de autodefensas, "nunca tiene motivos para hacer nada".

El propósito que mueve un libro como éste es "descubrir corrientes de deseo homoerótico, descubrir que la mirada que articula el texto se identifica con ese deseo, que hay códigos que apuntan a la homosexualidad". Quizá parece poco o baladí, pero es bastante y muy esencial (y ahí sí pueden tener peso en el futuro los queer studies o estudios maricas). Como el propio Mira insinúa en las notas sobre Stefan George, Lorca o Shakespeare, todo análisis que incluya entre sus estrategias de comprensión del producto artístico los ocultos o implícitos deseos de un hombre o una mujer de los "tiempos del disimulo" hará más entendibles (y no por ello mejores) sus obras.


* Este articulo apareció en la edición impresa de El País, 17 de noviembre de 1999.


III

Isabel Bugallal, "El coruñés de Monelos Serafín Ferro, 'arcángel' de Cernuda" en La Opinión A Coruña, 20.10.2016:

Fue introducido por Lorca en los círculos del 'epentismo' de la Generación del 27. Su ruptura amorosa con el poeta sevillano inspiró 'Donde habite el olvido'.

De familia humilde y anarquista, el coruñés Serafín Fernández Ferro llegó a Madrid huyendo del hambre a comienzos de los años treinta, cuando aún era casi un niño. De figura menuda, su atractivo y desparpajo cautivó a los poetas de la Generación del 27, en cuyos círculos penetró a través de García Lorca, de quien también fue objeto de deseo, además de Blanco Amor. Con ellos formó parte de lo que Lorca llamo 'epentismo'. Hizo sus pinitos en la poesía y el teatro, tuvo un papel en 'Sierra de Teruel', película basada en 'L´espoir', de André Malraux, y acabó sus días en México, pobre y malcasado

Un chaval con aspecto de mendigo entra en El Universal y se dirige a García Lorca, que acaba de pedir un café y un coñac al camarero: "Señor García Lorca, ¿por qué no me invita usted a un pepito? Hoy todavía no he comido".

Es otoño de 1931 y la escena transcurre en Madrid. El protagonista es el joven coruñés Serafín Fernández Ferro (A Coruña, 1914-México, 1957), que narra sus miserias al poeta. No tiene un céntimo, quiere trabajo y está dispuesto a prostituirse. A Lorca no le atraen los "muchachos venales" pero sabe a quién puede interesar.

Ambos acuden a la casa de Vicente Aleixandre, en Velintonia, donde escribe unas notas de recomendación, entre otras al poeta Manuel Altolaguirre y a su mujer, Concha Méndez, que contratarán a Ferro de linotipista en su nueva imprenta, y a Luis Cernuda, para el que ve en Ferro un compañero ideal... si no lo idealiza demasiado.

"Querido Luis: Tengo el gusto de presentarte a Serafín (he estado luchando con tres plumas) [en sentido figurado y en el literal, pues tuvo que recurrir a tres diferentes para escribir el texto]". "Espero que lo atiendas en su petición".

Cernuda sucumbió de inmediato a los encantos del joven coruñés, que entonces tenía 17 años -aunque se ponía algunos más, mientras el poeta, que le llevaba otros tantos, se los quitaba-, y se convirtió en su gran amor. La relación fue breve -no más de medio año- y tormentosa, pero dejó un poso definitivo en el poeta sevillano, al que inspiró varios poemas, le dedicó Los placeres prohibidos y cuya ruptura dio lugar a su obra mayor, Donde habite el olvido. "Mi arcángel", llamará Cernuda a Serafín, al que describe también como "ángel terrible" y "alimaña hostil".

"Ángel, demonio, suelo de un amor soñado", escribiría en un poema. O "serpiente que llevo hace tiempo enroscada a mi corazón", dice en Donde habite el olvido. En la contraportada, una misteriosa ese en forma de serpiente que muy pocos supieron interpretar. Ya al final de su vida, el poeta reconocería que fue una relación "sórdida" y su actitud con Serafín, "demasiado cándida y demasiado cobarde".

Así fue como Ferro se introdujo en lo que Lorca llamó el epentismo, el círculo de homosexuales de la Generación de 27, con los que el jovencísimo coruñés se relacionó y cuyas tertulias frecuentó, entre otras la del diplomático y escritor chileno Carlos Morla Linch, a la que iban los dos poetas andaluces, Rafael Martínez Nadal y los gallegos Eduardo Blanco Amor y Ernesto Guerra da Cal, y donde literatura y actualidad se combinaba con historias de amores y celos.

Xesús Alonso Montero no duda que Lorca y Serafín "fueron amantes, aunque quizá ocasionales", y otros testimonios coligen que más que un triángulo pudo haber "todo un polígono amoroso", del que formarían parte Blanco Amor, homosexual confeso; Morla e incluso Guerra da Cal, ambos casados.

Serafín, sin embargo, prefería a las mujeres y, dos años después, en 1933, se fue a vivir con Catuxa, una lucense guapa y casi analfabeta, a un lóbrego cuchitril cercano a la plaza de la Cebada.

Ferro, de una familia numerosa y de anarquistas, se había ido a Madrid andando -cuenta Martínez Nadal- siguiendo a dos hermanos mayores, Amadeo y José, activos militantes de la CNT y de la FAI, que se dedicaban a la instalación de luminosos en los edificios.

Guerra da Cal -la mano que corrigió los seis poemas gallegos de Lorca- cuenta que el joven leía con pasión a los clásicos del anarquismo (Bakunin, Proudhon) y los Cantos de Maldoror, de Lautréamont. También a Rosalía, Curros y Pondal. Y hasta los tomos de una enciclopedia que vendía para ganarse la vida.

"De gracioso gesto y voz dulce", lo describió Lorca, y Guerra lo tildó de "golfantillo intelectualizado con aires de elfo rizado y moreno". Y más o menos así lo retratan las fotos tomadas por Ramón Gaya, que lo dibujó a carboncillo y a color, y José Moreno Villa.


Escribió versos en castellano (Enamorado de nadie) y en gallego (Nouturnio de membranza, que dedicó al poeta Gil Albert) y fue actor en Sierra de Teruel, filme basado en la obra de André Malraux L'espoir. En 1935, después de hacer el servicio militar en el Regimiento número 3 de Infantería de Oviedo durante la Revolución de Asturias, regresó a A Coruña, donde la Guerra Civil le sorprendió y frustró su intento de estrenar obras de Yeats y Antón Villar Ponte con el grupo que dirigía, Keltya. Huyó a Portugal y a México, donde acabó pobre y malcasado.

IV

Sergio Téllez-Pon "El Salvador de Cernuda. El deseo insumiso al tiempo", en Confabulario, 3-XI-2013:

Luis Cernuda (Sevilla, Andalucía, España, 1902- ciudad de México, 1963) llegó a México luego de un largo peregrinar por el mundo: había huido de España por la guerra civil y llegó a París donde siempre pensó que regresaría a Madrid; huyó de Francia engañado por un amante, Stanley Richardson, a dar unas supuestas conferencias en universidades británicas; una vez más, escapó de Inglaterra para dar clases esta vez en universidades estadounidenses y finalmente huyó de Estados Unidos en busca del clima que le recordara la costa andaluza que lo vio nacer y fue por eso que llegó a Acapulco, entonces el paradisíaco puerto del océano Pacífico. México fue, pues, el único lugar al que no llegó para volver a escapar, el que conscientemente eligió para vivir.

Aquí, además, se reencontró con su lengua, el castellano, que había dejado de escuchar hacía muchísimos años (como lo cuenta en el primer poema de Variaciones sobre tema mexicano) y en Acapulco encontró el clima cálido que tanto le recordó sus días en la playa de Valencia frente al Mediterráneo mientras España se desangraba, tal y como lo recuerda Elena Garro. Pero también, y sobre todo, encontró el cuerpo del deseo en un joven del que por el primer poema de Poemas para un cuerpo sólo se sabía que se llamaba Salvador y que hoy se sabe respondía al nombre de Salvador Alighieri. Aunque Cernuda era un señor de casi cincuenta años, la pasión por Alighieri lo hizo declarar en Historial de un libro: “Creo que ninguna otra vez estuve, si no tan enamorado, tan bien enamorado, como acaso pueda entreverse en los versos antes citados [los Poemas para un cuerpo], que dieron expresión a dicha experiencia tardía. Mas al llamarla tardía debo añadir que jamás en mi juventud me sentí tan joven como en aquellos días en México”.

En 1949, Cernuda había venido a pasar las vacaciones de verano a la ciudad de México y luego fue unos días al puerto: “un poco de sol puede consolarme de tantas cosas”, confesó. Un año después se empeñó en regresar y pasó aquí las vacaciones del verano de 1950; el encuentro con la cultura mexicana, en la que veía tantas reminiscencias de la española, le inspiraron para empezar a esbozar los poemas en prosa que después serían Variaciones sobre tema mexicano —que en principio tituló como Concerniente a México—. “El sentimiento de ser un extraño, que durante tiempo atrás te perseguía por los lugares donde viviste, allí callaba, al fin dormido. Estabas en tu sitio, o en un sitio que podía ser tuyo; con todo o con casi todo concordabas, y las cosas, aire, luz, paisaje, criaturas, eran amigas. Igual que si una losa te hubieran quitado de encima, vivías como un resucitado”, se decía a sí mismo en una de las Variaciones

Volvió por tercera vez, en 1951, y fue entonces cuando conoció a Salvador Alighieri. Después de ocho meses en los que hizo una fructífera escala en La Habana (donde pronunció tres conferencias y entabló una estrecha amistad con Lezama Lima), regresó a Estados Unidos, al colegio de Massachusetts donde impartía clases durante el crudo invierno del norte que tanto detestaba, pero ya con la firme idea de volver, y por qué no, establecerse en México definitivamente así pareciera un impulso incontenible: “Sé que es, desde el punto de vista práctico, un disparate. Pero también sé que por no haber hecho otro disparate semejante, me quedé en Sevilla y me quedé en Londres más años de los que eran convenientes. Y el tiempo perdido viviendo en un ambiente que nos aburre, ahora lo veo, es lo que luego más nos remuerde y acongoja”, le escribió en una carta a Pedro Salinas. Al fin consiguió establecerse en la ciudad de México en noviembre de 1952. Poco más de diez años estuvo entre nosotros (con una corta estadía en San Francisco y Los Ángeles donde, una vez más, impartió clases), hasta su muerte el 5 de noviembre de 1963.

En el furor de los locos años veinte, Cernuda, a diferencia de otros compañeros de generación como Vicente Aleixandre —quien escribía sus poemas a un supuesto personaje femenino que en realidad era masculino—, García Lorca o Emilio Prados, nunca escondió su homosexualidad ni en su persona ni en su obra: desde muy joven no sólo la hizo saber sino que después la reivindicó en su rebelde Los placeres prohibidos, que escribió a principios de los años treinta influido todavía por el surrealismo. En uno de los poemas de ese libro, “Si el hombre pudiera decir”, por ejemplo, el hombre al que se refiere en el título no es al de la especie (no eran los tiempos del lenguaje políticamente correcto que distingue lo masculino y lo femenino) sino a un ejemplar del sexo masculino. El amor, la pasión por ese hombre, pues, es “la única libertad que me exalta, la única libertad porque muero”; es decir, era ajeno a las libertades que se conseguían en España con la segunda República; esas libertades a él no le importaban, no le exaltaban, no moría por ellas.

Entre finales de 1931 y 1932, se había paseado, aunque no de la mano pero como si lo hubiera hecho, por todo Madrid con Serafín Fernández Ferro (1914-1954), un joven gallego, linotipista en la imprenta de su amigo Manuel Altolaguirre, que le presentaron sus otros cofrades del “epentismo” (Aleixandre, Rafael Martínez Nadal y García Lorca, quien inventó el neologismo para llamar a sus allegados homosexuales), que al final resultó más un chichifo que un amante y cuya ruptura amorosa le inspiró los poemas de Donde habite el olvido; años después, Serafín acabó sus días transterrado en México, enfermo de tuberculosis, pobre y malcasado. Después, en el verano de 1934, Cernuda tuvo un romance con el ya mencionado Richardson, un joven británico que tradujo algunos de sus poemas al inglés, quien al sacarlo con mentiras de Francia prácticamente le salvó la vida y, sin embargo, se ganó el odio gratuito de Cernuda; Richardson murió poco después durante un combate en la guerra civil española, pues se había enrolado en las filas republicanas. Por su parte, Luis Antonio de Villena aventura que Cernuda pudo haber tenido otro enamoramiento en Glasgow durante 1940: ese año lo habían invitado a Cuba pero se negó, en palabras del propio Cernuda, “por no huir del miedo a una pasión”. Pero ninguna de esas relaciones lo había dejado satisfecho. Ahora, en México, hecho ya un hombre, un señoritingo de refinadas maneras inglesas, se enamoraba de un joven muchos años menor que él. “Mano de viejo mancha / El cuerpo juvenil si intenta acariciarlo”, dice en “Despedida”, uno de sus poemas más célebres.

Cuando conoció a Cernuda, Salvador Alighieri, El Chocolate (que aparece en algunas de las Variaciones… como el indito “Choco”), tenía toda la apariencia de mayate, tan apreciada por los gays: era un joven de 20 años, moreno (“oscuro” es el adjetivo que usa Cernuda en los poemas), que además practicaba fisicoculturismo. Se conocieron en La Roqueta, una playa de la bahía de Acapulco, en el verano de 1951. Cernuda, quien siempre había apreciado el cuerpo juvenil masculino y así lo cantó en varios de sus poemas, quedó prendado de la figura del joven y casi de inmediato lo protegió. Martínez Nadal le contó a De Villena que por el tiempo que salía con Serafín, Cernuda también tenía algunos encuentros con meseros a cambio de una ayuda económica, algo que después repetirá con Alighieri, como lo reconoció él mismo ante el periodista Antonio Bertrán. Cernuda sabía que el mundo era de los jóvenes, por eso sucumbía ante ellos, y es de ellos de quienes se despide en ese poema memorable: 

Adiós, adiós, compañeros imposibles. 
Que ya tan sólo aprendo 
A morir, deseando
Veros de nuevo, hermosos igualmente
En alguna otra vida. 

Con Salvador, Cernuda no era el hosco y malhumorado que la mayoría recuerda; al contrario, en su testimonio, Alighieri lo recuerda tierno y hasta paternal, una relación más propia de erómenos y erastes. Para él, para Alighieri, escribió los Poemas para un cuerpo que se escribieron casi al mismo tiempo que las Variaciones… y se publicaron por primera vez como plaquette en Málaga en 1957, editada por Bernabé Fernández-Canivell, quien tuvo la feliz ocurrencia de que fueran ilustrados por Álvarez Ortega pero Cernuda se rehusó calificando los dibujos de “mariconerías de la peor especie”; más tarde los incluyó en su libro Con las horas contadas:

I

Salvador

Sálvale o condénale
Porque ya su destino
Está en tus manos, abolido.

Si eres salvador, sálvale
De ti y de él; la violencia 
De no ser uno en ti, aquiétala.

O si no lo eres, condénale,
Para que a su deseo
Suceda otro tormento.

Sálvale o condénale,
Pero así no le dejes
Seguir vivo, y perderte.

Como pocos poetas, Cernuda dejó demasiados guiños y pistas de su vida en su gran obra poética, de manera que cuando Bertrán encontró a Salvador Alighieri en Guadalajara y pudo entrevistarlo, sus palabras arrojaron nuevas pistas para reinterpretar los Poemas para un cuerpo, que aunque están inspirados en él, Alighieri no conocía y Bertrán se los proporcionó. A pesar de su corta edad, Alighieri ya estaba casado y tenía un primogénito, Salvador, de 2 años, a quien Cernuda aceptó confirmar para así hacerse compadres. Alighieri le confesó a Bertrán que no hubo entre ellos sino una relación afectiva, que Cernuda se conformaba con contemplarlo hacer sus ejercicios con el torso desnudo y entonces el poeta, mientras fumaba su pipa, se ponía a escribir (¿los Poemas para un cuerpo acaso?). Tal vez fuera el suyo un enamoramiento más platónico que una relación carnal. Sin embargo, en varios poemas de Variaciones…, Cernuda dice un poco más sobre “Choco”. En “La posesión”, escribió: “En un abrazo sentiste tu ser fundirse con aquella tierra; a través de un terso cuerpo oscuro, oscuro como penumbra, terso como fruto, alcanzaste la unión con aquella tierra que lo había creado. Y podrás olvidarlo todo, todo menos ese contacto de la mano sobre un cuerpo, memoria donde parece latir, secreto y profundo, el pulso mismo de la vida”; y en “Dúo” dice todavía más: “A tu ternura envolvente responde con su abandono, y no te cansas de acariciarle ni de besarle”. También sobre esa última pasión cernudiana escribió el poeta Jaime Gil de Biedma: “ese enamoramiento no fue sino la concreción final, en un cuerpo y en una persona, del deslumbramiento instantáneo, del inesperado brote de felicidad sensual que aquella tierra propició en él, cuando en su edad madura apenas ya nada esperaba”.

La relación con Alighieri duró hasta 1955 o 1956, poco más de cuatro años que sin embargo fue la más duradera de Cernuda. En 1960, le escribió Cernuda en una carta a Sebastian Kerr: “Un amigo mío, Salvador Alighieri, al que tenía una amistad muy distinta de la que tengo a [Octavio] Paz, entre otras raras peculiaridades tenía la de no decirme jamás cuándo iba a marcharse fuera de México capital.” Otra de esas particularidades que molestaban a Cernuda del comportamiento de Salvador, como buen joven, era su irresponsabilidad: “Luis me regañaba y aconsejaba como si fuera un padre. Íbamos a un café, el Night and day, y ahí insistía en que no fuera tan loco, que respetara a mi mujer”, le cuenta a Bertrán. Alighieri desaparecía por semanas y luego regresaba a buscar al poeta: “Jamás pude conseguir de él —escribe Cernuda en la carta a Kerr—, a pesar de nuestra amistad, que me dijese su marcha antes de emprender una. El procedimiento era: citarnos en algún sitio, y su no comparecencia. Ya comprenderá que mi mal humor llovía sobre él cuando aparecía luego”. Un mal día, Salvador no volvió a aparecer. Según le contó a Bertrán, empezó a tener problemas en su matrimonio y se fue al norte, a intentar cruzar a Estados Unidos; no lo consiguió y se instaló en Nuevo Laredo, donde ganó algunos premios de fisiculturismo (Mr. Espalda y Mr. Laredo). A finales de 1963 volvió a la ciudad para competir por el título de Mr. México Junior, que también ganó, y entonces se enteró de la muerte de Cernuda.

Tal vez por esos mismos años de la carta a Kerr escribió Cernuda “Epílogo (Poemas para un cuerpo)”, que incluyó en su último libro, Desolación de la Quimera (Joaquín Mortiz, 1962), con toda seguridad cuando Alighieri ya había desaparecido definitivamente, sin avisarle:

Tu imagen de hace años,
Hermosa como siempre, sobre el papel, hablándome,
Aunque tan lejos yo, de ti tan lejos hoy
En tiempo y en espacio.
Pero en olvido no, porque al mirarla,
Al contemplar tu imagen de aquel tiempo,
Dentro de mí la hallo y lo revivo.

Tu gracia y tu sonrisa,
Compañeras en días a la distancia, vuelven
Poderosas a mí, ahora que estoy,
Como otras tantas veces
Antes de conocerte, solo.

Un plazo fijo tuvo
Nuestro conocimiento y trato, como todo
En la vida, y un día, uno cualquiera,
Sin causa ni pretexto aparente,
Nos dejamos de ver. ¿Lo presentiste?
Yo sí, que siempre estuve presintiéndolo.


¿Salvó Alighieri a Cernuda? Desde luego, aunque sólo por un tiempo. Tal vez si no se hubieran conocido, Cernuda no habría tenido las fuerzas y el motivo suficiente para emigrar una vez más, y sin embargo lo hizo, vino aquí donde se sintió más joven que nunca… aunque la consecuente felicidad se le haya presentado casi al final de su vida.

martes, 25 de octubre de 2016

Demencia digital, enfermedad moderna descrita por Manfred Spitzer

I

Rocío Ruiz entrevista a Manfred Spitzer: «El uso de tecnología frena el aprendizaje en los niños», La Razón, hoy:

El psiquiatra alemán es autor del libro «Demencia digital», donde denuncia que el mal uso de la tecnología puede tener efectos tan adversos como el alcohol

La adicción a la tecnología está relacionada con el tabaco, el fracaso escolar y las drogas

Una de las funciones de nuestro cerebro es la del aprendizaje, pero el uso de móviles y ordenadores provoca más daños que beneficios porque, al igual que un músculo, el cerebro sólo se ejercita si lo usamos de manera adecuada. Así lo cree Spitzer, que ha participado estos días en una nueva edición del ciclo Futur (s), organizado por Obra Social «La Caixa» y la Fundación Aprender a Mirar.

–¿Está de acuerdo con el uso de las nuevas tecnologías en los colegios y en la educación en general?

–Es una manera de quitar trabajo al cerebro. Cada vez que una máquina hace el trabajo por mí, el cerebro no aprende. La tecnología inhibe la capacidad de hacerlo. Las máquinas que utilizamos los adultos sirven para apoyar el trabajo intelectual que hacemos, pero no ocurre lo mismo en las aulas, donde las máquinas están para sustituir trabajo intelectual.

–¿Sería partidario de eliminar las tecnologías en la educación?

–No hace falta gastar dinero en introducir tecnología en las aulas. Sería más inteligente invertirlo en tener un profesor de refuerzo porque hay evidencia científica de que no se consigue aprender más, sino menos.

–¿En qué se basa para decir esto?

–Hay muchos estudios. Se ha demostrado que aquellos que utilizan tecnología no retienen información. No aprenden.

–Sin embargo, vivimos en un mundo digital. ¿Sería partidario de su uso fuera del aula?

–No es un argumento el hecho de que estemos en la era digital porque ni dentro ni fuera del aula podemos decir que la tecnología sirva a los niños para aprender. No está justificada como herramienta de aprendizaje. El alcohol es adictivo y como tal impide el desarrollo del cerebro. Lo mismo ocurre con el uso del móvil y de las nuevas tecnologías.

–¿Y la adicción es otra de las consecuencias nefastas?

–Las adicción a la tecnología se comporta exactamente igual que la adicción a sustancias. Utilizamos las mismas técnicas neurológicas para tratarlas. No vamos a introducir en Infantil y Primaria competencias sobre el buen uso del alcohol, por eso tampoco se debería hacer con las tecnologías, porque el daño cerebral que producen es equiparable al del alcohol. No sólo impiden el desarrollo del cerebro, producen adicción, insomnio y comportamientos de riesgo como cualquier otra adicción.

–¿Y entonces por qué en todos los colegios se está implantando la tecnología?

–Todo es una cuestión de dinero. Con un libro se aprende; con las nuevas tecnologías, no. Hay artículos publicados en «Science» que aseguran que se aprende menos con una pantalla que con un libro.

–¿Por eso habla de demencia digital?

–Cuando nacemos, no sabemos nada. Entrenamos el cerebro aprendiendo a utilizarlo y haciendo conexiones nuevas. Conforme va mos avanzando en edad, más tarde empezamos a decaer si no lo tenemos bien entrenado. Así, hay gente fallecida en la que encontraron alzhéimer en el cerebro, pero nunca desarrolló una demencia. Esto es una evidencia científica.

–Con lo «enganchados» que están los jóvenes de ahora al móvil, tablet, a los ordenadores... ¿tendremos una sociedad más enferma en el futuro?

–No puedo asegurar que en el futuro haya un 30% más de casos de demencias, porque hay muchos factores que influyen en el desarrollo de enfermedades mentales. Ya sabemos que el uso del móvil es causa de demencia, peor rendimiento académico y conlleva depresión.

II

Del blog de Alejandro Barros, con imágenes y diagramas visibles aquí, 31-I-2014:

"Demencia Digital, una mirada alternativa a los medios digitales"

Acabo de terminar la lectura del libro Demencia Digital – El peligro de las nuevas tecnologías (Digitale demenz) del Dr. Manfred Spitzer, de origen alemán, siquiatra, sociólogo y filósofo.  El Dr. Spintzer ha sido profesor invitado de Havard y es académico de la Universidad de Ulm, dirige el Centro de Transferencia de Conocimientos para las Neurociencias y el Aprendizaje de dicha universidad

El libro con un estilo ameno y muy documentado, cuenta con gráficas, imágenes y múltiples referencias a estudios de investigación respecto de las tecnologías de información y su impacto en nuestras vidas, me hizo recordar a otros que han escrito tratando de mostrar el lado B de las tecnologías de información y los medios digitales, en particular recuerdo a Pariser con su libro The Filter Bubble, Nicholas Carr con The Shallows y Douglas Rushkoff con Programar o ser Programado, en los cuales se mostraban ciertos cuidados a tener en este mundo de lo digital.

El libro es una mirada muy crítica (me gusta mirar los diferentes enfoques sobre los temas que me interesan) del impacto que estos medios están teniendo en nuestras vidas, reduciendo nuestras capacidades de concertación, sobre simplificando nuestro análisis y raciocinio, y muchos otros efectos  no sólo en nuestra mente sino también en nuestro cuerpo (obesidad, diabetes, hipertensión y otros).

El Dr Spintzer cita un estudio del Pew Research Center de los Estados Unidos de febrero del año 2012, en el cual se le consultó que opinaban más de 1.000 expertos de medios digitales e Internet sobre las siguientes afirmaciones, la respuesta fue 50 y 50 por ciento para cada una:

En el año 2020, los cerebros de los adolescentes y jóvenes adultos que ejercen la multitarea estarán conectados de una manera diferente a la de los cerebros de las personas mayores de 35 años y esto tendrá en suma efectos positivos. No padecerán merma cognitiva alguna mientras realizan rápida y simultáneamente varias tareas personales y laborales.  Al contrario, aprenderán más y se encontrarán en disposición de encontrar respuestas a cuestiones profunda, en parte porque sabrán buscar de manera más efectiva y sabrán interceptar mejor las informaciones colectivas existentes en internet. En total, las transformaciones de la conducta en el aprendizaje y en el pensamiento de los jóvenes tendrán repercusiones positivas de manera muy generalizada.

En el año 2020, los cerebros de los adolescentes y jóvenes adultos que ejercen la multitarea estarán conectados de una manera diferente a la de los cerebros de las personas mayores de 35 años y esto tendrá en suma efectos malos y tristes. No serán capaces de retener nada en la memoria, consumirán la mayor parte de sus energía intercambiándose breves notas sociales, entretenidos y distraídos, fuera de una ocupación verdaderamente profunda con personas y conocimientos.  No poseerán la capacidad de reflexión básica, ni tampoco la habilidad de la comunidad real, cara a cara.  Más bien serán dependientes de un modo insano de internet y de los terminales móviles para poder funcionar.  En total las transformaciones de la conducta y del pensamiento tendrán unos efectos negativos de manera muy generalizada.

El Dr. Spitzer en sus más de 300 páginas nos hace un recorrido por todas las áreas en las cuales las medios digitales están presente, así como su efecto en ellas.

* Nuestras capacidades de búsqueda se ven reducidas en profundidad y falta de capacidad crítica a los que nos responden los buscadores (Google, Yahoo y Bing), este tema lo trata Nicholas Carr en su libro The Shallows.

*Nuestra perdida progresiva de capacidad de orientación, producto del uso masivo de celulares y GPS.

*Incentivo a la cultura del “cortar y pegar” en lugar de “leer y escribir”, especialmente en colegios y escuelas.

*Las relaciones personales intermediadas por redes sociales en lugar del cara a cara.

*Según Spintzer lo dañino de entregar Notebooks a los niños en los colegios, todo esto demostrado con múltiples investigaciones, que muestran que el uso del computador en la sala de clases no sólo no mejora el rendimiento, sino que además produce otros efectos nocivos.

*Se pasea además mostrando que respecto de ciertos temas existe mucho mito, en particular, de los llamados nativos digitales y  sus capacidades frente a los medios digitales y sus habilidades multitarea.

Algunos de los ejemplos de experimentos que cita Spitzer, tiempos de reacción frente al reconocimiento de ciertos patrones, experimento de la Universidad de Stanford.

Muestra el efecto dañino de los videojuegos y consolas en niños, en particular aquellos de alto contenido de violencia, en el cual ha demostrado tener efectos nocivos en el comportamiento de niños que abusan de estos medios

Cierra abordando los problemas más profundos que acarean el uso de medios digitales sin control y a muy temprana edad, provocando, insomnio, depresión, sobrepeso y adicción como ya lo están mostrando algunas sociedades, particularmente asiáticas.

Otros medios están empezando a hablar del tema, y muchos se preguntan como se están viendo afectados nuestros niños con estos medios.

Los invito a leer el libro de Spitzer, el cual como les decía está muy bien documentado, con decenas de estudios serios de diferentes especialistas vinculados a la educación, aprendizaje y neurociencia de prestigiosas universidades.  En el libro se muestran los efectos de los medios con este gráfico:

lunes, 24 de octubre de 2016

Modelo de trabajo de ortografía

TRABAJO SOBRE ORTOGRAFÍA

Consiste en copiar las reglas de ortografía con al menos tres ejemplos de cada una de las reglas y sus apartados desde un libro apropiado (por ejemplo, Ortografía básica de la lengua española. Madrid: Real Academia Española, 2012).  También se puede descargar directamente de Internet. Por ejemplo en http://bibliotecas.cio.mx/ebooks/e0200.pdf  y en otros lugares.

Debe contener las siguientes secciones:

1. Reglas de acentuación.

-Reglas generales.

-Acentuación de diptongos y triptongos.

-Acentuación de palabras compuestas y de los adverbios en -mente.

-Acentuación de los monosílabos y excepciones: el / él, de / dé, te / té, se / sé, tu / tú,  mi / mí, si / sí , mas / más, que / qué, quien / quién, cual / cuál.

2. Reglas de uso y ejemplos de las letras B, V, H, G, J, C, Z, X, S, Ll, Y, R-RR. 

3.  Reglas de uso y ejemplos de las mayúsculas y las minúsculas.

4. Reglas de uso y ejemplos (bastará con uno) de los signos de puntuación coma, punto, punto y coma, dos puntos, puntos suspensivos.

5. Significado y usos de las palabras homónimas a / ha, ablando / hablando, abría / habría, acerbo / acervo, actitud / aptitud, agito / ajito, aprehender / aprender, as / has, ato / hato, atajo / hatajo, a ver / haber, bah / va, bacante / vacante, balido / valido / válido, balón / valón, bacía / vacía, baqueta / vaqueta, baca / vaca, bario / vario, basca / vasca, bascular / vascular, baya / vaya / valla, beta / veta, biga / viga, cava / caba, cabila / cavila, cayo / callo, cayado / callado, cansas / Kansas, grave / grabe, alado / halado, aré / haré, arte / harte, arroyo / arrollo, as / has, ay / hay /ahí, asta / hasta, avía / había, ayes / halles, bacilo / vacilo, balido / válido, barón / varón, base / vase, baso / vaso, basto / vasto, bate / vate, be / ve, bello / vello,  bestia / vestía, bienes / vienes, bobina / bovina, bota / vota, botar / votar, bote / vote, cabo / cavo, cabe / cave, calló / cayó, combino / convino, contexto / contesto, desecho / deshecho, ¡eh! / he / e, encima / enzima, echo-a / hecho-a, enebro / enhebro, errado / herrado, errar / herrar, ética / hética, espiar / expiar, esotérico / exotérico, espirar / expirar, estático / extático, estirpe / extirpe, orca / horca, gallo / gayo, gira / jira, gravar / grabar, a ver / haber, habito / hábito, hala / ala, haya / halla / aya, haría / aria, hice / ice,  hierba / hierva, hierro / yerro, hinca / inca, honda / onda, hoya / olla, huya / hulla, huno / uno, iba / iva, ingerir / injerir, izo / hizo,  laso / laxo, malla / maya, novel / Nobel, o / oh, ojear / hojear, ola / hola, ora / hora, poyo / pollo, kilo / quilo, puya / pulla,  rallar / rayar, rebelar / revelar, revólver / revolver, ribera / rivera, sabia / savia, saque / sake, sexo / seso, silba / silva, tubo / tuvo, uso / huso, vaya / valla. 

6. (Solo para hispanoamericanos y andaluces): abrazar / abrasar, as / has / haz, asar / azar / azahar, Asia / hacia, asesinar / acecinar, bazo / vaso, bazar / bazar, beses / veces, bracero / brasero, brasa / braza, cause / cauce, casa / caza, cazar / casar, cebo / sebo, cede / sede, ceda / seda, cesión / sesión, cegar / segar, cena / Sena, cenador / senador, cerrar / serrar, cesión / sesión, cien / sien, ciervo / siervo, cilicio / silicio, cima / sima, cita / sita, cocer / coser, concejo / consejo, corso / corzo, encima / enzima, encausar / encauzar, losa / loza, masa / maza, meza / mesa, poso /pozo, rasa / raza, rebosar / rebozar, sacarías / Zacarías, sueco / zueco, sumo / zumo / tasa / taza, vos / voz.

7. Diferencias entre porqué, porque, por qué y por que, y entre conque / con que / con qué.

El evemerismo moderno

Sergio Parra, "¿A quién vas a llamar si has visto a un fantasma?", en JotDown: X, 2016:

[...] ¿En qué debo creer?

Hay una película que, sin pretenderlo, sí ofrece una respuesta contundente frente al modo en que debemos proceder frente a un fantasma. Doce hombres sin piedad, de Sidney Lumet, habla de un jurado obcecado en la culpabilidad de un chico, a pesar de que las pruebas no son concluyentes. Pero también habla de otra cosa. De que la gente se forma opiniones de muchas formas, y no siempre esas opiniones se ajustan a la verdad de los hechos. Es decir, que los testigos oculares no son tan fiables como creemos.

De Doce hombres sin piedad, pues, podemos extraer la mejor lección del cine acerca de la epistemología de lo sobrenatural. Doce hombres sin piedad, en el fondo, aborda las diferencias entre la fe racional y la fe irracional. O entre conocimiento temporal y fe, a secas.


Por ejemplo, si profesas un fe irracional, creerás en cosas avaladas por pocas fuentes (generalmente de autoridad), que tienen cientos o miles de años de antigüedad y que son incuestionables (de hecho, cuestionarlas denota irrespetuosidad).

La fe racional, a diferencia de la irracional, es una fe saludable y necesaria, sobre todo por puro pragmatismo. Por ejemplo, creer en la existencia de Japón es un ejemplo de fe racional si nunca has visitado Japón y solo infieres su existencia por fuentes indirectas. Los datos que refrendan la existencia de Japón son amplios, contrastados, no proceden de ninguna autoridad, no son indiscutibles (puedes viajar a Japón para comprobar que no existe y publicar el hallazgo en una revista científica, por ejemplo).

Pero esto es una parodia. En realidad, la fe racional funciona de un modo mucho más sutil. Y, en ocasiones, tampoco queda meridianamente claro si estamos ante un caso de fe racional o irracional, o si bascula de un lado a otro continuamente. Un caso más complejo es el la existencia del átomo. Todos nosotros creemos en él, a pesar de que no los hemos visto más que en dibujos esquemáticos. De hecho, en general, los científicos, tampoco los han visto. ¿Estamos ante un caso de fe irracional?

De hecho, esta pregunta se la han formulado en numerosas ocasiones al físico Leon Lederman, y a ella se ha acostumbrado a responder tal y como escribe en La partícula divina:


Cuando quiero responder a esa espinosa pregunta empiezo siempre por intentar una generalización de la palabra «ver». ¿«Ve» esta página si usa gafas? ¿Y si mira una copia en microfilm? ¿Y si lo que mira es una fotocopia (robándome, pues, mis derechos de autor)? ¿Y si lee el texto en una pantalla de ordenador? Finalmente, desesperado, pregunto: «¿Ha visto usted alguna vez al papa?». «Sí, claro» es la respuesta usual. «Lo he visto por televisión.» ¡Ah!, ¿de verdad? Lo que ha visto es un haz de electrones que da en el fósforo pintado en el interior de la pantalla de cristal. Mis pruebas del átomo, o del quark, son igual de buenas. ¿Qué pruebas son esas? Las trazas de las partículas en una cámara de burbujas. En el acelerador Fermilab, un detector de tres pisos de altura que ha costado sesenta millones de dólares capta electrónicamente los «restos» de la colisión entre un protón y un antiprotón. Aquí la «prueba», el «ver», consiste en que decenas de miles de sensores generen un impulso eléctrico cuando pasa una partícula.

Durante la Segunda Guerra Mundial, el ejército estadounidense estableció bases militares en islas del Pacífico Sur. En tales islas residían nativos que nunca habían tenido contacto con la civilización. A efectos prácticos vivían tal y como lo hacían las sociedades prehistóricas.

Cuando estos nativos descubrieron a los occidentales descargando toda clase de tesoros tecnológicos desde sus aviones, no se limitaron a rascarse la cabeza, admitir que no tenían ni idea de lo que estaban viendo, y que ya era hora de ponerse a investigar sistemáticamente cómo funcionaba todo aquello. Lo que hicieron fue lo que nuestro instinto nos dicta: rellenar sus lagunas de ignorancia con mitos. Forjaron los llamados cultos cargo, creyeron que los estadounidenses eran dioses y, cuando acabó la guerra y las bases se desmantelaron, los nativos elaboraron toda clase de ritos para hacer que regresaran: movían los brazos como los controladores aéreos para que los aviones aterrizaran, concebían precarias pistas de aterrizaje, levantaban estatuas…

A día de hoy, si visitas lugares como Vanuatu, aún quedan grupos que rinden culto a esta clase de dioses. Ninguno de esos nativos ha logrado saber absolutamente nada real sobre ese militar, sobre los regalos que traía con él, sobre las leyes de la aerodinámica que hacían suspender los enormes pájaros de hierro en el cielo. Los nativos, sencillamente, no quieren admitir su desconocimiento, y como la incertidumbre resulta inquietante, se cuentan historias bonitas para apaciguarla. Probablemente, si preguntamos a uno de esos nativos si es posible conocer a sus dioses, te negarán con la cabeza.

Otro fenómeno de culto cargo sucedió con la tribu de los Yaohanen, en Papúa-Nueva Guinea, que recibió la visita en 1974 del príncipe Felipe de Edimburgo, que les colmó de regalos. Desde entonces, los nativos considerar al príncipe una deidad, y también creen que su espíritu se les aparece en mitad de la jungla para aconsejarles o mitigar sus zozobras. Aquí el grado de ridículo es todavía mayor. Pero ¿acaso no tropezamos nosotros en el mismo error cuando tratamos de interpretar fenómenos desconocidos?

Esa es la forma en la que el cine ha abordado siempre la relación del ser humano con lo sobrenatural. Y es la forma en la que nosotros abordamos muchas de las cosas que desconocemos, desde una puerta crujiendo en una noche de tormenta hasta una luz en el cielo, pasando por el origen del universo. Si no sabemos algo, lo suponemos. Si queremos saber algo, lo miramos y creemos que lo que vemos es la verdad, tanto porque consideramos que sabemos interpretarlo como porque consideramos fiables nuestros sentidos.

En realidad, las cosas funcionan exactamente al revés. Cuando aduzco mi escepticismo sobre cualquier cuestión sobrenatural, la gente suele espetarme que, claro, yo solo creo en lo que veo. Lo irónico es que son justamente ellos los que creen en lo que ven, cuando lo ven, y yo no creo ni siquiera en lo que veo.

Ser consciente de cuán imperfecto es nuestro aparato sensorial y cuántas veces la pifia es como preguntarle a un pez sobre la sensación de estar mojado. Casi todos somos víctimas de alucinaciones, pero casi nadie es consciente de ello. Es relativamente fácil que oigamos un ruido que no se ha producido. O que contemplemos un espectro en una casa encantada sencillamente porque las ondas sonoras de muy baja frecuencia han hecho vibrar anormalmente nuestro globo ocular.

Aprender a crear empleo, no a buscarlo


Cuando David Roberts era pequeño, su padre le contó que Thomas Edison había hecho mucho más por la humanidad con el descubrimiento de la bombilla que cualquier político en la historia. Esa idea marcó su camino. Roberts es uno de los mayores expertos en tecnología disruptiva del mundo y también uno de los rostros más conocidos de Singularity University, la universidad de Silicon Valley creada en 2009 con el apoyo de la NASA y de Google.

Roberts considera que el negocio de las universidades tiene los días contados y que solo sobrevivirán aquellas que tengan una gran marca detrás. Singularity University ha roto con el modelo de certificación; no expide títulos ni existen los créditos. Su único objetivo es formar líderes capaces de innovar y atreverse a romper las normas para alcanzar el ambicioso reto que se ha marcado la universidad desde su creación. Sus alumnos están llamados a utilizar la tecnología para resolver los ocho grandes desafíos del planeta: alimentar a toda la población, garantizar el acceso al agua potable, la educación para todos, los servicios sanitarios básicos, la energía sostenible, vigilar la seguridad, cuidar el Medio Ambiente y acabar con la pobreza. Todo en menos de 20 años.

Roberts atiende a EL PAÍS en la Oslo Innovation Week, un encuentro organizado por el gobierno noruego estos días para detectar las nuevas tendencias en innovación que están transformando la economía.

Pregunta. En Singularity University (SU) los cursos no están acreditados. Eso quiere decir que están rompiendo con los títulos oficiales. Las universidades y los gobiernos hacen negocio con ello. ¿Creen que están dispuestos a cambiar el modelo?

Respuesta. No, no creo que estén abiertas a transformarse. Estos años estamos viendo la mayor disrupción de la historia en la educación y la mentalidad habitual ante estas transformaciones tan radicales suele ser la de pensar que lo anterior es mejor. Sucedió en el mercado estadounidense cuando llegaron los coches japoneses; eran más baratos y todos pensaban que de peor calidad, hasta que se demostró que eran mejores. Con la educación va a pasar lo mismo; las grandes universidades no quieren ofrecer sus contenidos online porque creen que la experiencia de los alumnos será peor, que no hay nada que pueda igualar el cara a cara con el profesor en el aula. Mientras ignoran la revolución que está sucediendo fuera, la experiencia de aprendizaje online irá mejorando.

Los programas académicos cerrados y la acreditación ya no tienen sentido porque en los cinco años que suele durar los grados los conocimientos se quedan obsoletos. Nosotros no ofrecemos grados ni créditos porque el contenido que enseñamos cambia cada año.

P. ¿Hay alguna plataforma de aprendizaje online que esté destacando sobre las demás?

 David Roberts tras su ponencia en la Oslo Innovation Week.
David Roberts tras su ponencia en la Oslo Innovation Week. GORM K. GAARE EUP-BERLIN
R. Udacity. En 2011 el profesor de la Universidad de Stanford Sebastian Thrun, el mejor experto en Inteligencia Artificial de los Estados Unidos, se planteó impartir uno de sus cursos en Internet, gratis y para todo el mundo. Casi 160.000 estudiantes de más de 190 países se apuntaron y el porcentaje de alumnos que obtuvo una A (un sobresaliente) fue superior al de las clases presenciales. Thrun dejó Stanford y montó Udacity, donde ha desarrollado una metodología de enseñanza totalmente nueva. Además, ha creado un nuevo modelo de negocio: si terminas el curso a tiempo te devuelven tu dinero y si no consigues un trabajo tres meses después, también. ¿Te imaginas esto en una universidad tradicional? Las únicas universidades que van a sobrevivir son las que tienen una gran marca detrás, como Harvard o Stanford. Las marcas dan caché y eso significa algo para el mundo. El resto, van a desaparecer.

P. El programa estrella de SU, la versión Silicon Valley del tradicional MBA, dura 10 semanas y cuesta unos 25.000 dólares (23.000 euros). Este precio se aleja bastante de uno de sus retos: la educación accesible para todos.

R. La nuestra es una universidad excepcional. No se trata solo de adquirir información o aprender algo muy específico online, como sucede, por ejemplo, con Khan Academy. Nosotros vamos más allá. Ofrecemos una experiencia que cambia tu mentalidad, que transforma a la gente y cuando se marchan no vuelven a ser los mismos. A mí me sucedió. Unos años después del 11-S me puse a disposición del Gobierno y me incorporé como oficial de las fuerzas aéreas. Cuando escuché que querían crear una universidad para resolver los grandes problemas del mundo, tuve claro que participaría. Y lo hice; primero como alumno y después como vicepresidente y director del Global Solutions Program. Allí te das cuenta de que la vida es corta y de que puedes hacer cosas ordinarias o extraordinarias. Cuando estás en clase con otras personas, empiezas a darte cuenta del potencial que tienes, tu visión de ti mismo y de futuro cambia. No llegas a ese punto con el método habitual de recibir información únicamente.

Reconocido como uno de los mejores expertos en innovación disruptiva del mundo, David Roberts fue vicepresidente de Singularity University y director de su programa Global Solutions Program. Graduado en Ingeniería Informática por el Massachusetts Institute of Technology (MIT), más tarde se especializó en Inteligencia Artificial e Ingeniería Bio-Computacional y cursó un MBA en Harvard Business School. Es presidente de la compañía de drones HaloDrop, de la primera empresa de software para ordenadores quantum 1Qbit y asesor de Made-In-Space, responsable de la creación del primer objeto fabricado con una impresora 3D para la Estación Espacial.

P. ¿Cuál es hoy es principal problema de la educación?

R. La educación se ha roto. Hemos enseñado a la gente de la misma forma durante los últimos 100 años y, como hemos crecido en ese sistema, creemos que es normal, pero es una locura. Enseñamos en las escuelas lo que los colonialistas ingleses querían que aprendiese la gente: matemáticas básicas para poder hacer cálculo, literatura inglesa… Hoy no tiene sentido. Tenemos que enseñar herramientas que ayuden a las personas a tener una vida gratificante, agradable y que les llene. Algunos son afortunados de tener unos padres que les ofrecen eso, pero la mayoría no. Los programas académicos están muy controlados porque los gobiernos quieren un modelo estándar y creen que los exámenes son una buena forma de conseguirlo. Otro de los grandes dramas es la falta de personalización en las aulas. Cuando un profesor habla, para algunos alumnos irá demasiado rápido, para otros muy despacio y para cuatro a la velocidad idónea. Luego les evalúan y su curva de aprendizaje no importa, les aceleran al siguiente curso. Hoy sabemos que si nos adaptamos a los diferentes tipos de inteligencias, el 98% de los alumnos obtendrán el mejor resultado.

P. ¿Qué materias deberían ser imprescindibles?

R. La idea de aprender mucho, solo por si algún día hace falta, es absurda. Quizás deberíamos sustituir la idea de educación por la de aprendizaje y permitir que la gente aprenda en tiempo real, según sus necesidades. El verdadero propósito de la escuela debería ser crear curiosidad, gente hambrienta de aprender, ahí es donde los profesores tienen que ser buenos. Las habilidades emocionales van a jugar un papel muy importante en la nueva economía. Pongo un ejemplo. Los conductores de Uber en Estados Unidos son puntuados por los clientes de uno a cinco. Si alguno de los conductores tiene menos de 4,6 o más de tres opiniones negativas, directamente se le saca de la plataforma. Lo mismo sucede con los usuarios, si tienen menos de 4,6, ningún conductor les recogerá. ¿Quién me enseña hoy a ser honesto, íntegro y a tener compasión?

P. Se ha hablado mucho de que en menos de 50 años los robots terminarán con la mayoría de trabajos. ¿Cómo será el nuevo mercado laboral?

R. Hace 50 años éramos granjeros. Todos estaban preocupados porque las máquinas nos quietarían el trabajo, era la única manera de ganar dinero: tener una granja y vender comida. Hoy las cosas cambian 50 veces más rápido; hace 20 años nadie sabía lo que era un desarrollador web y ahora hay miles, es muy fácil y cualquiera puede hacerlo. Todo el mundo se pregunta en qué trabajo seremos mejores que los ordenadores. En ninguno. Esa no es la pregunta correcta. Hay que plantearse qué tareas no queremos que hagan, aunque lo puedan hacer mejor. No los queremos como militares, ni como alcaldes, tampoco que decidan qué presos pueden abandonar la cárcel. Eso es lo que tenemos que enseñar a la gente a decidir.

P. ¿Cómo podemos estar seguros de que habrá trabajo para todos?

R. La cuestión que me preguntas es si el dinero va a ser más o menor importante en el futuro. Yo solía pensar que la evolución de la tecnología hace que los costes bajen y que la gente pague menos por los mismos servicios. Siguiendo esa predicción, se podría pensar que vamos a trabajar menos porque no necesitaremos tanto dinero y vamos a tener más ocio. Es incorrecto. El ser humano va a seguir creando productos excepcionales, como el iPhone; todo el mundo querrá uno. Tendremos que ser capaces de crear valor para generar dinero y poder comprar esas cosas. La realidad virtual, la impresión 3D, o la salud van a ser algunos de los campos que nos van a sorprender. El mundo seguirá girando alrededor del dinero, que es la energía para hacer cosas o cambiarlas. Esos nuevos inventos te inspirarán a trabajar para poder comprar.

P. La clave del éxito, ¿está en la confianza en uno mismo? ¿Se aprende eso en SU?

R. Como alumno, yo aprendí que una sola persona puede impactar positivamente a todo el planeta. Ese don no está reservado a personas especiales, sino a gente normal, como tú y yo. La gente se convierte en lo que piensa. ¿Qué potencial tiene un bebé? La mayoría de la gente responde que es ilimitado, pero si les preguntas sobre su potencial, no responderán lo mismo. Mi misión ahora es viajar por el mundo bajo la marca de Singularity University para mostrar a los gobiernos, empresas e instituciones que el poder para innovar está ahí, solo tienen que dar el primer paso: cambiar su mentalidad.

P. ¿Cree que los universitarios deben cambiar también su mentalidad?

R. Sí. La aspiración no debe ser que una empresa te contrate. Eso significa que te van a pagar menos de lo que mereces. No tenemos que enseñar cómo conseguir un trabajo, sino cómo crearlo.

domingo, 23 de octubre de 2016

La interpretación del Persiles cervantino

De Lanza, 23/10/2016:

Jesús Munárriz: "El 'Persiles' es un libro que casi nadie conoce, y sin embargo Cervantes lo consideraba el mejor de los suyos"

Acaban de reeditar el Persiles de Cervantes, uno de los textos menos frecuentados de su autor, ¿han querido rendir un tributo especial a Cervantes por su IV Centenario?

Habíamos publicado un libro importante hace 10 años, de un profesor alemán, Michael Nerlich El Persiles descodificado o la "Divina Comedia" de Cervantes. Entonces a partir de la publicación de este libro, yo mismo me metí en el tema cervantino, y concretamente en el Persiles, que leí y releí, y se me ocurrió que podríamos publicarlo para la conmemoración de la muerte de Cervantes porque, pese a la fama de su autor, era un libro que casi nadie conoce, y sin embargo Cervantes lo consideraba el mejor de los suyos, al menos de los de entretenimiento, que decía él. Además, es precisamente el libro que dejó listo en el momento de morir, porque el prólogo está fechado tres días antes de su muerte.

Como buen conocedor de este texto, ¿cuál es su esencia y su interpretación?

Hasta ahora nadie ha dado con una explicación muy clara de lo que pretendía Cervantes con este libro. Hay muchas teorías, de investigadores, catedráticos, que lo han interpretado como una afirmación cristiana por parte de Cervantes, posterior al Concilio de Trento, pero Nerlich lo interpreta como un intento de diálogo entre protestantes y cristianos; cuando se escribe el Persiles se acababan de separar las dos ramas del cristianismo, y de hecho, el libro arranca en una zona no determinada, pero que es del norte de Europa, tierras nórdicas, y los protagonistas salen de ahí y van a Roma, o sea que parte de tierras protestantes y llegan a Roma a ver al papa. Pero no hay una afirmación explícita de una cosa ni de la otra, aunque se puede interpretar efectivamente como un intento de unir a la cristiandad frente al enemigo común que en aquellos momentos era el islam, eran los turcos, que se habían apoderado del mediterráneo, y Cervantes había luchado en Lepanto contra ellos, de modo que tiene sentido.

¿Qué otros temas va a encontrar el lector en esta obra?

Hay muchos, es un libro de viajes porque arranca en el norte y acaba en Roma, pasando por Holanda, Inglaterra, Portugal, luego atraviesa toda España, subiendo por la costa mediterránea hacia Francia, atraviesa el norte hasta bajar por Italia y llegar a Roma, de manera que es un grandísimo viaje donde van apareciendo todos esos paisajes, y en cada sitio les van pasando cosas, de modo que es una suma de aventuras, de historias diversas, como el Quijote en parte es una historia de historias, pues también en parte el Persiles lo es.

La conferencia que va a protagonizar dentro de estos ‘Encuentros con Cervantes’, va a estar amenizada por una lectura dramática de algunos de los pasajes de esta obra,¿ cuál ha sido el criterio de selección y cómo se siente al poder escucharlo, después de haberlo estudiado y leído tanto, en las voces e interpretación de Cuetos y Galiana?

Respecto a la selección de los pasajes a leer, he procurado que se tratara de episodios breves, interesantes  y con vida propia, es decir, narraciones que se pueden aislar del resto del libro y que en unas pocas páginas empiezan y terminan, y cuentan una historia independiente del resto. Estoy seguro de que estos pasajes, leídos e interpretados por actores de la excelencia de Concha Cuetos y Manuel Galiana, descubrirán a los asistentes las maravillas de esta obra de Cervantes, a menudo eclipsada por la merecida fama de sus obras más conocidas.

La última historia de terror de Stephen King

Stephen King:

My newest horror story: Once upon a time there was a man named Donald Trump, and he ran for president. Some people wanted him to win. (6:37 PM - 21 Oct 2016)

("Mi nueva historia de terror. Hubo una vez un hombre llamado Donald Trump que se presentó a presidente. Algunos querían votarle para que ganara.")

Leer clásicos

Carlos García gual, "Los clásicos nos hacen críticos. Las grandes obras nos ayudan a entender aspectos esenciales de la condición humana: su mensaje se reinterpreta con los años, abre nuevos horizontes y moldea a personas más críticas e imaginativas", en El País, 21 OCT 2016:

Como señala Alfonso Berardinelli, los libros que calificamos de “clásicos” no fueron escritos para ser estudiados y venerados, sino ante todo para ser leídos (Leer es un riesgo, traducción de S. Cobo; Círculo de Tiza; Madrid, 2016). El renovado y largo fervor de sus lectores ha dado prestigio a algunos libros que se mantienen vivos a lo largo de siglos. Acaso por eso hay quien cree que esos escritos de otros tiempos no son de fácil acceso, son inactuales y se han acartonado por la distancia y están mantenidos por una retórica académica. Contra tan vulgar prejuicio me parece excelente el consejo de Berardinelli: “Quien lea un clásico debería ser tan ingenuo y presuntuoso como para pensar que ese libro fue escrito precisamente para él, para que se decidiese a leerlo”. Sin más, cada clásico invita a un diálogo directo, porque sus palabras no se han embotado con el tiempo, y pueden resultar tan atractivos hoy como cuando se escribieron, para quien se arriesga a viajar sobre el tiempo con su lectura.

Leer un clásico no presenta mayor riesgo que la lectura de algo actual de cierto nivel literario. Es decir, exige una vivaz atención, y tal vez cierta lentitud, para llegar a captar con precisión lo que nos dice por encima de los ecos de su trasfondo de época. Más allá de las convenciones de estilo, lo que caracteriza a un libro clásico es el hecho de que pervive porque fue interesante y emotivo y capaz de sugerir apasionadas lecturas al lector de cualquier época. Classicus quería decir en su origen “con clase” o “de primera clase”, según los mandarines de la crítica; pero los grandes clásicos no requieren lectores muy selectos ni con título especial, sino inteligentes y despiertos, porque versan sobre aspectos esenciales de la condición humana. Un libro clásico es el que puede releerse una y otra vez y siempre parece inquietante y seductor porque nos conmueve y cuestiona, a veces en lo íntimo, y, como escribió Italo Calvino, “siempre tiene algo más que decir”. Por eso se ha salvado del gran enemigo de toda cultura: el abrumador olvido (hablo de los libros, pero vale lo mismo para los clásicos de la música o de otras artes).

Creo que hay dos tipos de clásicos: los universales (que mantienen su vivaz impacto incluso a través de sus traducciones) y los nacionales (aquellos cuyo prestigio va ligado a la frescura y belleza de su lengua original). Así, Cervantes, Shakespeare y Tolstói resultan del primer grupo; y Góngora y Ronsard, más bien del segundo. Es evidente que la lista canónica puede variar según épocas. Solo los clásicos más indiscutibles han sobrevivido a las varias fluctuaciones de la cotización crítica. Virgilio y Horacio permanecen, mientras que Estacio ha desaparecido desde fines de la Edad Media, y el fabulista Esopo, ya en el siglo XX. Los clásicos más antiguos de Occidente son los griegos, que ya los romanos leían como tales y modélicos.

 Homero, Virgilio, Platón son mucho más cercanos de lo que se pudiera imaginar. Se han salvado del gran enemigo de toda cultura: el olvido

Y en su pervivencia los clásicos no viven momificados, sino que renuevan su mensaje. Porque la interpretación no está fijada, sino varía según las lecturas en una tradición que no sólo los conserva, sino que los reinterpreta. No leemos El Quijote como los lectores del XVII. La tradición literaria posterior puede modificar nuestra percepción de los temas y personajes descubriendo perspectivas diversas. Incluso cada lector puede matizar su reinterpretación. Después de leer a Kafka advertimos rasgos prekafkianos en autores antiguos. (Eso sucede también con los héroes míticos. La tradición renueva máscaras sobre figuras literarias; como sucede con Prometeo, Edipo, o Fausto y Don Juan, por ejemplo).

Por otra parte, también los logros de los estudios históricos nos hacen comprender mejor un texto, al descubrir nuevos aspectos de su contexto y su formación. Pensemos, por dar sólo un ejemplo destacado, en todo lo que sabemos hoy del mundo que evocan y el contexto en que surgieron los poemas homéricos, es decir, sobre la Ilíada y la Odisea. Ahora conocemos la época en que se forjaron esos cantares y el modo de componerlos mucho más que lo que sabían los eruditos de hace siglo y medio, y mucho más de lo que pensaban al respecto Platón y los filólogos de Alejandría. Nuestro conocimiento ha progresado gracias a tres audaces personajes: Heinrich Schliemann (que descubrió las ruinas de Troya), Milman Parry (que estudió la técnica de la épica oral arcaica) y Michael Ventris (que descifró el silabario micénico B). Ninguno de ellos era un académico ni un filólogo profesional, pero con sus estupendos logros abrieron un nuevo horizonte a nuestra mirada sobre lo homérico. Gracias a los nuevos datos arqueológicos conocemos mejor esa Edad Oscura que, en su nostalgia hacia un pasado más glorioso, dio un impulso decisivo a la épica con el canto y culto de los héroes micénicos.

Y, sin embargo, por encima de todos esos estudios, lo esencial respecto a la pervivencia de Homero sigue siendo la inigualable fuerza narrativa de su poesía. Lo que mantiene nuestra lealtad a la Ilíada y la Odisea como perennes clásicos no es su trasfondo histórico ni el manejo magistral de fórmulas y epítetos de larga tradición oral. Es la magnánima recreación con que un poeta recuenta los mitos heroicos a la vez que da a ese legado mítico una honda perspectiva trágica con figuras inolvidables. Es la sensibilidad del lector la que salva del olvido ese mundo de fascinantes héroes y fabulosos dioses, como hizo a lo largo de tantos siglos y tantas modas.

Hay evidentemente clásicos más fáciles de leer, es decir, textos en los que el lector entra fácil y queda pronto atrapado por su singular encanto, claro estilo y su fantasía o su emotividad. Por ejemplo, la Odisea, los poemas de Safo, Heródoto, El banquete de Platón o El asno de oro de Apuleyo, por citar sólo autores antiguos. Otros cuestan más, e incluso pueden producir cierto rechazo cuando están mal elegidos o forzados como lecturas obligatorias en edades inoportunas, arduos y difíciles de entender. Sin embargo, lo característico de los clásicos, bien elegidos y enfocados, es que su lectura deja siempre en la memoria un poso, una huella terca en nuestra imaginación, y aguzan nuestra mirada sobre aspectos importantes de la vida.

La escuela aún conserva su gran papel de difusión, pero de forma mutilada y desalentada

De todos modos hay que reconocer el gran papel que tradicionalmente la escuela asumía en la conservación y difusión de esos libros de largo prestigio. Aún lo conserva, pero de forma mutilada y desalentada. Que la escuela debe enseñar qué significan —para nosotros— los grandes libros, y estimular su lectura con entusiasmo para la formación del gusto y la crítica personal, no lo creen algunos pedagogos ni siquiera los políticos del ramo, poco ilustrados. Esas lecturas tropiezan con muchos obstáculos: planes de enseñanza que reducen la de la literatura a mínimos y profesores con escasa simpatía hacia textos de otras épocas. Muy bien lo analiza Marc Fumaroli en La educación de la libertad (Arcadia; Barcelona, 2007). Por otro lado, nuestros estudiantes, acaso con excepción de los más jóvenes, no frecuentan los libros de muchas páginas, atrapados por mensajes mínimos y raudos en diversas pantallas.

Los clásicos son inactuales: justamente eso es lo más valioso: hablan de cosas que están más allá del presente efímero, y abren otros horizontes y ofrecen ideas sobre el mundo que van mucho más allá de lo actual y cotidiano. Y nos hacen críticos, escépticos y más imaginativos.

Volviendo a algo ya apuntado. Leer a los clásicos debería acaso iniciarse en la escuela, pero es importante releerlos a lo largo de la vida, porque vuelvo a subrayar que siempre podemos entablar o proseguir el diálogo con ellos. Un curioso ejemplo es el de David Denby, que cuenta su personal experiencia en Los grandes libros (Acento; Madrid, 1997). Editor y escritor de éxito, decidió ensayar una curiosa experiencia: volver a los leer a fondo los clásicos. “En 1991, 30 años después de matricularme en la Universidad de Columbia, volví a las aulas, me senté entre los estudiantes de 18 años y leí los mismo libros que ellos. Juntos leímos a Homero, Platón, Sófocles, Kant, Hegel, Marx y Virginia Woolf. Aquellos libros…”. Me parece un ejemplo digno de imitarse: una aventura de escaso gasto que vale la pena ensayar. No es fácil: en ninguna universidad española hay cursos sobre los libros de esa lista. Pero cada uno puede intentarlo. Los clásicos siguen ahí, aún nos hablan y son de trato amable.

sábado, 22 de octubre de 2016

La vida en frases

La única manera de ser feliz es que te guste sufrir. (Woody Allen)

Si yo viviera mi vida otra vez, cometería los mismos errores... solo que más deprisa. (Tallulah Bankhead)

Nunca he visto una situación tan deplorable que un policía no pueda empeorar. (Brendan Behan)

Ríe y el mundo reirá contigo; ronca y dormirás solo. (Anthony Burgess)

No tomen la vida demasiado en serio; de todas maneras, no saldrán vivos de ella. (Bernard Le Bovier de Fontenelle)

Existen dos maneras de ser feliz en esta vida: una es hacerse el idiota y la otra es serlo. (Sigmund Freud)

Vida: Breve período que se divide en dos partes; durante la primera se desea que venga la segunda, y durante la segunda se desea que vuelva la primera. (Lina Furlan)

Si vemos la luz al final del túnel es la luz del tren que llega. (Robert Traill Spence Lowell)

La conciencia es una suegra cuya visita nunca jamás termina. (Henry-Louis Mencken)

'Si la vida te da limones, deberías hacer limonada. Y tratar de encontrar a alguien a quien la vida le dé vodka y hacer una fiesta'. (Ron White)

La distinción que encontramos en el infortunio es tan grande que si le decimos a alguien 'Pero ¡qué feliz es usted!' por lo general protesta. (Friedrich Nietzsche)

La vida es una especie de juego de azar donde todo el mundo piensa que el de al lado sabe qué está pasando. (Barbara Probst Solomon)

No hay respuesta. No va a haber ninguna respuesta. Nunca ha habido una respuesta. Y esa es la respuesta. (Gertrude Stein)

Un tonto nunca se repone de un éxito. (Oscar Wilde)

Errar es humano, pero sienta divino. (Mae West)

Hijo mío, la felicidad está hecha de pequeñas cosas: un pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna... (Groucho Marx)

jueves, 20 de octubre de 2016

Los palacios del poder

El poder no es compatible con la gente: la detesta o la olvida. Luis XIV, por ejemplo, huyó de París y se diseñó en Versalles una ciudad más hermosa en miniatura y como siempre quiso, a la medida de su mundano y mitológico narcisismo. Pero ese modelo trascendió, porque, andando el tiempo, París llegó a ser otro Versalles: frío, limpio, geométrico, formal. Felipe II, su contramodelo, se había construido en El Escorial no un templo pagano, sino una cárcel católica y medieval donde acorazarse, semejante a la España que nos dejó: un erizo invertido, con pinchazos en vez de púas, reflejo del árido e inhóspito pedregal de Madrid. Ni siquiera su ejemplo llegó a trascender: el Siglo de Oro no abrió nada, sino que cerró para siempre España. 

Ambos palacios estaban bien rodeados de lo que más importaba a los reyes: un amplio coto de caza con leyes mortíferas también para los furtivos: ningún monarca tuvo para con ellos piedad alguna y los condenaron a muerte: la nobleza no gusta solo de matar animales, sino a hombres; en época más arcaica incluso se los comía.

Llamo cárcel al monasterio de El Escorial porque eso le parecía al poeta italiano Giosuè Carducci, imbuido de ideales de libertad que le volvieron incluso un Rubén Darío renovando la anquilosada métrica italiana como hizo este en la española; pero el laberíntico edificio de Juan de Herrera era en realidad una trinidad absoluta: monasterio, palacio y tumba / Padre, Hijo y Espíritu Santo. O sea, el cuarzo, feldespato y mica que forma el granito de su materia prima constituyente. Ahora solo nos parece el pudridero adonde fue a parar un siglo de oro ajeno, en primer lugar, porque fue sustraído a los indígenas y, en segundo lugar, porque se lo llevaron los genoveses, como ahora se llevan los de Génova cuanto no ande atornillado al suelo, que el robar no se va a acabar.

Los actuales reyezuelos de España, domésticos y grises, que no lucen corona ni cetro como los ingleses (también es verdad que estas joyas se las llevó José Bonaparte I a Filadelfia, donde las vendió) prefieren hacer nada, que es lo que mejor hacen los reyes españoles, en una sede más hogareña; el cascote impresionante del Palacio Real lo dejan para recibir embajadores. Nuestros presidentes, por el contrario, hacen su manida en lo que, con buen juicio, bautizó Leopoldo Calvo Sotelo, el único algo escritor entre ellos, Complejo de la Moncloa, más por lo que agobia y abate que por sus crecientes anexos, alguna vez poblados por un bosque suicida de bonsáis o por canchas de pádel para torpes, pero también por telefonistas y asesores sin cuento o con mucho cuento, que tanto da.

La verdad, a uno le van más los decadentes y modestos palazzi de que está llena la melancólica y medio muerta república de Venecia. Era un cementerio otoñal y encantado para Proust (un zoo-gallinero para lord Byron), pero por sus canaletos discurrieron, además, Mozart, Chateaubriand, Goethe, Monet, Turner, Wagner, Ruskin, Hemingway y nuestros Fortuny y Nieva (quien, por cierto, se enamoró allí de la condesita Adriana Marcello), entre tantos otros ilustres extranjeros como tuvieron la suerte de albergarse en un palacete con frío en los pies, entre ellos Auguste Renoir, a quien ahora  han colgado en el Thyssen. Sus visiones de Venecia impresionan incluso más que sus pelirrojas morropintadas, tan eróticamente perturbadoras como las doncellitas de su Piano lesson; otros disfrutarán más quizá en la broza de luz y hojas de sus festines parisinos.

Los setenta palacetes venecianos, casi todos a lo largo del Gran Canal, estimulan con sus fantasmas y sus historias; todo el mundo, incluso los reumáticos, debería fallecer después de morar en ellos, como el desleído músico de Visconti, no ya entre notas de Mahler, sino entre los reflejos acuosos y coloridos de tantos pintores y cortinajes rúbeos como han formado la escuela veneciana desde Carpaccio a Tiépolo, pasando por descontado por Giorgione, Bellini, Tiziano, Tintoretto, Canaletto y Guardi.

Los primeros palacios realmente monumentales datan del siglo XIII, dos siglos después de que el serenísimo Dogo estableciera la ceremonia de los esponsales de Venecia y el mar; la mayoría perteneció al patriciado urbano, a la nobleza o a ilustres marinos que doblegaron al Turco de la Sublime Puerta; pero a los españoles nos interesaría especialmente el de Michele (o Michiel, en dialecto véneto) dalle Colonne, poco después del Ponte di Rialto, en la ribera derecha entrando por el mar, porque fue el serrallo de un ilustre donjuán (o Don Giovanni, cabría decir; está visto que, siendo veneciano Casanova, algo también le tenía que tocar), el duque de Mantua Ferdinando Carlo Gonzaga, que aparece retratado en El castigo sin venganza de Lope de Vega. Aquí traía el vejestorio a todas sus amantes durante el Carnaval, se dice. Pero hoy en día en el Carnaval de Venecia la gente se disfraza de lo que quiere ser, no de lo que son en realidad, como ocurre en, valga la comparación nefanda, Miguelturra, así que uno podría enamorarse o morirse allí en un hermoso ballo di maschera; por desgracia hoy el palazzo ha sido convertido en un prosaico registro civil. En Ca' d'Oro el príncipe ruso Alejandro Trubetzcoy, emparentado con el famoso fundador de la fonética Nicolái, le hacía el amor a la hermosa vedette María Taglioni. Pero a nosotros nos interesa más entre Les pierres de Venise de Ruskin el palacio que compró el hijo del pintor modernista catalán Mariano Fortuny, pintor, escenógrafo y fotógrafo él mismo también, que hoy alberga su museo. Sin embargo el patio está hecho una mierda: solo hay que ver lo desportilladas que andan sus paredes comidas por la hiedra. Cuenta mucha historia: allí representaron muchas piezas de teatro renacentista (luego vendría, en el XVIII, el ilustre veneciano Carlo Goldoni). Albergó además, también en ese siglo, la Academia musical de los Orfei, que luego se instaló en la Fenice. Por la tertulia de Fortuny se pasearon Proust, D'Annunzio y las Duse, Duncan y Bernhardt. Por último, y para terminar con una anécdota, en el palazzo Labia, el ilustre y rico anfitrión arrojaba tras cada comida la vajilla de oro por la ventana a la voz de "L'abia o non l'abia, sarò sempre Labia" ("Tenga o no tenga, seré siempre Labia"); omnia mecum porto, vamos; pero la leyenda añade que, como el personaje no era tonto, una red sumergida bajo el canal permitía recoger la vajilla tras la partida de los invitados. 

La desprotección de los funcionarios que denuncian corrupción

Dolores González Pastor "Hay que proteger a los funcionarios que denuncian la corrupción", Huffington Post, 19/10/2016.

¿Cuántos casos ya judicializados pueden investigarse gracias al testimonio de funcionarios valientes? ¿Cuántos podrían haberse prevenido a tiempo?

¿Hay que ser un héroe para ser responsable, para ser cívico? Si la respuesta es sí, comprenderemos que tramas auténticamente mafiosas hayan podido extenderse y carcomer gobiernos locales y autonómicos. Los "casos aislados" ya no son creíbles: la magnitud de los indicios evidencia colaboradores necesarios, y tristemente, testigos silenciosos. El caldo de cultivo de la impunidad.

Desde que en 2000 veinticinco países de la UE -entre ellos España- ratificasen la resolución de Naciones Unidas Contra la Corrupción, casi todos han desarrollado leyes específicas para proteger al whistleblower, alertador o denunciante de corrupción. Estas leyes amparan, antes de llegar a la vía judicial, al denunciante de malas prácticas en el ámbito público, a veces también en sectores privados específicos (por ejemplo, el financiero). EEUU, Reino Unido, Japón, Israel, Nueva Zelanda, Canadá, Holanda, Corea del Sur, Francia, Italia, Austria, Bélgica, Irlanda... Solo cuatro países de la OCDE no han escrito ni una línea dieciséis años después, entre ellos, España.

Ciudadanos ha incluido un capítulo específico en la Ley Integral contra la Corrupción presentada recientemente en el Congreso. En la Asamblea de Madrid hemos propuesto, por segunda vez, crear una Autoridad independiente del Gobierno que ampare a funcionarios denunciantes en la Comunidad y ayuntamientos.

Queremos una Autoridad a la que los denunciantes puedan dirigirse, más protectora que fiscalizadora. Que preserve la identidad del denunciante, su estabilidad personal y laboral. Que ampare el derecho a asistencia jurídica de los denunciados en las investigaciones. Que respete la independencia del Poder Judicial y derive a este los indicios de delito. No queremos una Autoridad antifraude juez y parte del Gobierno de turno, como han defendido Ahora Madrid y el PSOE en el ayuntamiento de la capital, o el PP en Castilla y León.

Por segunda vez, el Partido Popular, como partido conservador de poder que es, ha votado en contra. Nos ha llamado "antipolíticos" y "antiliberales". Ignoran que son Gobiernos de corte liberal y reformista quienes impulsan siempre estas medidas.

Y en su deriva, el Partido Socialista, con su abstención, ha vuelto a bloquear la iniciativa. Lo llevaban en su programa, lo incluyeron en el acuerdo de investidura con Ciudadanos (como el PP) y han cruzado los límites apoyando la Oficina Antifraude de Carmena, que más parece una Comisaría Política.

En Madrid, de momento, la protección al denunciante tendrá que esperar

martes, 18 de octubre de 2016

Entrevista al Gran Wyoming, que presenta un nuevo libro

El Gran Wyoming: "¿Por qué tiene que gobernar el PP si la gente no quiere eso?", Huffington Post, 18-X-2016 

Jose Miguel Monzón pertenece a "una generación que conoció los campos de Castilla tal y como los vio el Cid camino del destierro". Tiene 61 años, es del madrileño barrio de La Prospe (Prosperidad) y ha ejercido de médico, humorista, actor, músico y, durante los últimos diez años, presentador del programa El Intermedio. El Gran Wyoming acaba de publicar su séptimo libro, ¡De rodillas Monzón!, en el que narra cómo vivió la recta final del franquismo durante su niñez y su juventud.

A pesar de que a Wyoming no le gusta el papel de referente de la izquierda -"creo que es de los papeles más incómodos que hay"- e intenta ceñirse al tema de su nueva obra, resulta casi imposible no preguntarle por la situación política española. "Yo manifiesto mi opinión porque estoy más protegido, soy de las pocas personas que, por desgracia, en este país donde se supone que hay libertad de expresión, puede opinar sin que le pase algo", explica a El Huffington Post. "A veces me veo en la obligación de hablar por los que no pueden", dice. Es el objetivo de muchas críticas de la derecha porque "está en su naturaleza; no tienen rivales, tienen enemigos a los que hay que batir como sea".

Considera que la división de la izquierda y la dificultad para formar un gobierno progresista los últimos meses "es lo normal" y que "lo que no es normal es que la derecha esté siempre unida". Para él, "la división es un acto de coherencia". "También son normales los gobiernos de coalición, aunque aquí no tenemos tradición", continúa. "Me duele mucho que el PSOE diga que con 85 diputados no se puede formar un gobierno, ¿cómo que no? Lo que tienen que lograr son los apoyos necesarios". Cree que "estos señores lo que buscan es volver a la situación de privilegio que tenían, el bipartidismo, pero es normal que haya fricciones".

El hecho de que el PSOE se esté planteando abstenerse para que Rajoy sea investido al mismo tiempo que se celebra el juicio por el caso Gürtel al Gran Wyoming le parece "terrible". "Los votos que no quieren que gobierne el PP son muchísimos, el doble; así que cuando se habla de que tiene que gobernar el más votado me parece una tomadura de pelo, es ridículo", lamenta. "Sólo Podemos y el PSOE juntos tienen un millón más de votos que el PP, ¿por qué tiene que gobernar el PP, si la gente no quiere eso?", se pregunta. Asegura que "cuando el PSOE dice que está dispuesto a abstenerse para que gobierne el PP porque es lo que quiere la gente, miente a sabiendas".

Wyoming tiene tres hijos que pertenecen a las nuevas generaciones que se están enfrentando a las consecuencias de la crisis (precariedad, inmigración, subida de tasas universitarias...) "Me parece absolutamente injusto", señala sobre la situación de los jóvenes en España, "soy totalmente partidario de la igualdad de oportunidades y por eso no soporto esta generación de políticos crueles que vienen de familias privilegiadas y que quieren acabar con estas cosas. Quieren que los ricos sigan siendo los mismos y los pobres no tengan acceso a la cultura ni a los estudios".

"Con este libro quería recordar que detrás de toda gran estrella hay un ser humano", bromea el presentador que, al contrario que la editora que le acompaña (que asegura que Wyoming "no para de hacer cosas"), explica que gracias a que no ha trabajado nunca, ha podido ser un observador objetivo de todo lo que pasa: "He tenido la suerte de no estar empleado nunca y eso me convierte en un observador frío y distante, eso me permite tener este tipo de recuerdos". Los escribe como una "maniobra de rescate" de la memoria personal, "como las que se llevan ahora en el Mediterráneo".

"Como creo que mi vida personal no tienen ningún interés, lo que he hecho ha sido contar mi punto de vista de todo lo que pasaba entonces, hasta los 17 años", dice. Según él, pertenece a "una de las últimas generaciones que tuvo una infancia feliz", a pesar de la enfermedad mental de su madre, que se perdió parte de la infancia de sus hijos por estar ingresada en el hospital. "Nunca se recuperó", escribe el autor, "cuando estudié medicina entendí lo que era la depresión, que era lo que ella tenía". "Ahora los niños no tienen la libertad que teníamos antes. Hay que dejarles su espacio. 24 horas de educación para ellos es una tortura", asevera.

La transición no fue gran cosa

Wyoming, que tuvo una breve experiencia con el Opus Dei y otra con la falangista Organización de la Juventud Española (OJE), también vivió la Transición. Aunque para él, "no fue gran cosa". "No fue el paso de la dictadura a la democracia, fue la reconversión de la dictadura en democracia", opina.

El primer contacto consciente que tuvo el joven Monzón con la dictadura fue al entrar en la universidad para estudiar Medicina: "Cumplí los 17 años sin haber oído la palabra comunismo. No era consciente de lo que era una dictadura, creía que todo el mundo era así". "Cuando entré en la carrera hubo un boicot a los exámenes y la universidad estaba tomada por policías con metralleta", recuerda, "cuando tuve que atravesar la barrera de agentes para entrar en la facultad, comprendí que ellos eran los malos".

El Wyoming de hoy se considera "un hombre intoxicado por la información": "Estoy destrozado por la realidad que cuento cada día". Asegura que con el tiempo ha visto "lo que se ha movido hacia la derecha este país: lo que antes era derecha ahora es centro y también han dicho que yo soy de extrema izquierda y antisistema".

Tiene clara una cosa: la generación del 55 "es la mejor". Pero no se siente nostálgico, ya que lo que vivieron sus padres y abuelos "fue una mierda". "Viví cosas como mayo del 68 o la liberación de la mujer y tengo claro que la generación de mis hijos va a sufrir muchísimo más que la mía", asegura El Gran Wyoming quien insiste en que a día de hoy, para una familia obrera con cuatro hijos es muy difícil mandar a todos a todos a la universidad por la carga económica que supone. "Están creando una nueva clase dominante", denuncia el que un día fue un niño que corría por los descampados de Prosperidad.

Entrevista a Patrick Süskind

El día 22 de septiembre es publicada la entrevista realizada al escritor Patrick Süskind por Lester Oliveros en Guatemala.

El autor del Best Seller El Perfume vive retirado de todo. Muchos periodistas han buscado una entrevista, y él les ha dicho con voz definitiva que dará una entrevista cuando cumpla 70 años. Me he saltado su muro y he llegado tan sólo con un lapicero y una libreta. Lo veo llegar y se sienta. Bebe un Wiskie en una taza y sólo sé que es Wiskie porque el aroma se esparce. Le digo, sin que me pregunté, que solamente quiero hacerle tres preguntas, y él me responde que eso ha venido oyendo desde que su novela se ha prostituido por el mundo.

-Jean-Baptiste Grenouille soy yo, y también soy todos los demás- me dice.

-Y ¿por qué no ha querido dar más entrevistas?

-No he dado entrevistas nunca, siempre he trabajado, no tengo tiempo para gente que verdaderamente le quita el tiempo a uno. Y he dicho, y usted debe saberlo, que yo no vivo, yo escribo. Y me resultan insultantes algunas interpretaciones al libro.

-Habla de El Perfume.

-Hablo de mi libro total. Un libro no es sólo un par de páginas, un libro es una obra total, y si el lector es atento puede encontrar señales mías hasta en los guiones tediosos que yo escribía para ganarme la vida. Ya ve ahora vivo acá en mi adorado rincón del paraíso, Starnberger es tan saludable con su aroma campestre, y el lago no lo cambió por nada. La novela me cambio la vida, estuve un tiempo estudiando el olfato y una temporada en la perfumera Fragonard, y han dicho tanto sobre mi retiro. Lo que más me ofendió fue algo sobre cómo el carácter de mi padre influyo en mi retiro.

-Cree que lo ha salvado su aislamiento de caer en el bloqueo literario o repetirse.

-No, mire empezare por algo, yo viajo mucho a París, no soy un anacoreta como han dicho, tengo amigos, uno de ellos es Sempe, y hacemos fiestas donde acuden ciertas personas, no más de cinco, y hablamos de la vida, pero ningún ser humano puede vivir marginado, y mi marginación tiene el lujo de ser voluntaria, en fraternal apoyo a los que son marginados por voluntades ajenas.

-¿Qué le pareció la película?

-No la he visto, ni la veré. Una tarde me llamó el director pidiéndome ayuda para una escena, actué por un momento el papel del villano y lo mande al diablo, y después me reí tanto que terminé en el sanitario tomándome un Wisky a la salud de lo imposible, sólo con esa anécdota ya puede entender lo que pienso de la película, y me dolió vender los derechos a Bernd Eichinger y que terminara haciendo una película que está en contra de lo que el personaje transmite.

-¿Qué transmite su personaje?

-¿Usted leyó el libro?

-Sí.

-Y me imagino que vio la película.

-Sí, la vi, y creo que sé a lo que se refiere, y no digo estas cosas fácilmente, creo que ninguna película se parece a su concepción original, Flaubert, si me permite citarlo, decía que nadie se imaginaría el ritmo con que sonaban las palabras en su mente, y en cuanto a su libro en particular, es poesía lo que logra el efecto sonoro de los aromas, algo que sólo un director inconcebible lograría.

-Me ha dejado usted sin palabras, y claro que dejo que cite a Flaubert, si él no me hubiese enseñado a recolectar datos obsesivamente no hubiera logrado dar coherencia temporal a lo que imaginaba.

-Una última pregunta Sr. Süskind… ¿Por qué me concedió esta entrevista a mí?

-Porque no te conoce nadie -me respondió.