Vicenç Navarro "La farsa de los tratados de libre comercio", en Público, 21 may 2015
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra y Ex Catedrático de Economía Aplicada. Universidad de Barcelona
En mis escritos intento evitar términos que puedan parecer sarcásticos u ofensivos para aquellos que sostienen opiniones con las cuales estoy en desacuerdo. Pero, en ocasiones, como en la discusión de los mal llamados Tratados de Libre Comercio, es casi imposible referirse a ellos sin hacerlo en términos que no suenen como insultos. Y ello se debe a la terminología que utilizan y la manera cómo son presentados por los mayores medios de información.
Me explico. En principio, un tratado de libre comercio debería centrarse en facilitar las relaciones comerciales entre países de manera que éstos se beneficien de este incremento de la actividad económica. Ello exigiría que los agentes que participen en el intercambio hubieran tenido en cuenta sus intereses dentro de una dinámica en la que tanto los compradores como los vendedores, así como los inversores y los receptores de la inversión, estén protegidos. Por ejemplo, si una empresa estadounidense invierte en Europa, en caso (extraordinariamente infrecuente) de que la empresa fuera nacionalizada, ésta sería compensada en base a unos criterios regulados a priori que el inversor ya conocería cuando tomó su decisión. Ahora bien, los tratados de libre comercio no tienen casi nada que ver con el libre comercio. En realidad, cualquier obstáculo al comercio prácticamente ya ha desaparecido entre Norteamérica y la Unión Europea. Y es más, las inversiones estadounidenses en Europa, y las europeas en EEUU, ya están protegidas por la legislación actual.
¿Cuál es el objetivo, pues, de estos Tratados? El Premio Nobel Joseph Stiglitz, en su día Presidente del Consejo Económico (Council of Economic Advisers) del gobierno federal de EEUU durante la Presidencia Clinton, lo dice claramente en un artículo reciente, “Investor Protection: The Secret Corporate Takeover”, Social Europe Journal (15.05.15). El objetivo es la expansión de tal protección al inversor, a costa de ir reduciendo la protección que los Estados han desarrollado durante estos años después de la II Guerra Mundial con el fin de proteger a sus ciudadanos, tanto como trabajadores, como usuarios y consumidores, y también como residentes en territorios. Una conquista muy importante de los Estados del Bienestar en Europa ha sido justamente el establecimiento de normas (y sanciones cuando estas no se siguen) para proteger la salud de estos trabajadores, consumidores y residentes. Pues bien, esto es lo que los tratados de libre comercio, instrumentalizados por las grandes Transnacionales, están intentando eliminar. Es decir, asegurarse de que los beneficios de tales empresas tengan prioridad sobre la salud ocupacional, ambiental y la protección del consumidor. El Sr. Stiglitz muestra ejemplos de ello. La compañía de tabacos Philip Morris está llevando a los Estados de Uruguay y Australia a los tribunales porque consideran que las leyes de protección al consumidor (que fuerzan que existan notas en el paquete de cigarrillos señalando que el consumo del tabaco puede ser letal) les ha hecho perder muchos ingresos, exigiendo una compensación de los Estados por esta pérdida de ventas. Y estos Estados están desprotegidos precisamente por tratados semejantes a los del libre comercio, que pone a Tribunales Internacionales por encima de los Estados. Se alcanza así la eliminación de la potestad de los Estados a proteger a sus ciudadanos, todo ello bajo el argumento de que el Libre Comercio así lo exige. Aparece así un nuevo escenario en el que estas Transnacionales tienen un enorme poder. En su litigio con los Estados, tienen más recursos legales que los propios Estados, dejando a los ciudadanos desprotegidos frente a vulneraciones de sus derechos. Y a esto le llaman Libre Comercio.
Escribo estas notas desde EEUU, donde han aparecido voces muy potentes, incluso dentro del Congreso de EEUU, en contra de tales tratados mal llamados de libre comercio. En realidad, la oposición de las bases del partido demócrata, mucho más progresistas que las de la dirección de tal partido, han hecho vacilar a algunos de sus dirigentes, como la candidata a la presidencia de EEUU la Sra. Hillary Clinton, que se ha distanciado del apoyo del Presidente Obama a tales tratados. Liderando tal oposición está el también candidato a la presidencia de EEUU el senador socialista Sanders, que está moviendo a la izquierda el debate que está tomando lugar dentro del Partido Demócrata. Sería de desear que una oposición semejante apareciera también en España así como en otros países de la Unión Europea.
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