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viernes, 15 de mayo de 2015

Intenciones

Ahora que te tengo sentado en mi propia silla te comunico, mi mejor y único friend, que quiero dar otra orientación a mi blog. El hecho de que me hayan pedido que colabore en Mi Ciudad Real y publique artículos allí me ha hecho volverme demasiado político, pero nunca me ha gustado la mierda: no soy una mosca. Es algo que puede envenenarme y subleva mi alma de franciscano exclaustrado, pues en realidad solo soy un escritor, ni bueno ni malo; un investigador que ha resuelto algunos enigmas y un profesor cansadísimo y más que harto. Aunque me considero quemado, no sé por qué todavía ardo con inusitada vehemencia; el día que me lo explique supongo que ya estaré muerto; tal vez necesito pelearme con algo para poder seguir vivo. Entre los muchos proyectos de ego que me he ido haciendo durante estos años ya he explorado suficientemente el de articulista; a veces atisbo caminos interesante por los que luego me olvido de ir; ordenando los artículos del blog por temas me he dado cuenta: son más caminos de los que quisiera; la conciencia de todo lo que me he dejado en el tintero y en la vida me hace cabrearme mucho más todavía. 

Escribiendo artículos veo que quizá habría podido orientar la opinión o ayudar a crearla, pero no soy tan soberbio como para creer que puedo dedicarme a ello, pues la gente cada vez lee menos y es más egoísta, algo que, increíblemente, consigue combinar con habilidades sociales aparentemente más constructivas. A mí solo me han educado para ser útil y escribir artículos de opinión es inútil y solo acarrea gente que te mira como si fueses un Gregor Samsa o bicho raro. Solo escribo porque soy vehemente, como todos los que se vierten en los vasos del arte: la indignación me puede. Solo hay que ver el número de sátiras y epigramas que acumulo en este blog.

Porque este blog es también una radiografía de su autor: solo hay que comparar el volumen de entradas de cada apartado. Me obsesiona la ética, me indigna la injusticia, me gusta acumular conocimientos sobre pedagogía, psicología, literatura, humanidades, historia de Castilla-La Mancha. Y soy muy criticón y cabezón. Tengo una lengua, o más bien una literatura, bífida y capaz de despellejar un armadillo. Y, sobre todo, una curiosidad enorme y enfermiza. Por otra parte, la gente es tan estúpida que te juzga por la facha, por el vestido, por la cara que pones, por cualquier cosa menos que por el significado de lo que dices o por tu trato continuo. Eso me descorazona de la gente y me hace despreciar a gran número de personas que, eso sí, van bien arregladas y perfumadas, visten bien, sonríen y dicen cosas convencionales que has oído cientos de veces y que ya han perdido su significado de tanto como se han gastado. El español, que siempre ha sido un inerte, es especialmente superficial. Incluso es capaz de votar a un sinvergüenza solo porque está bien vestido o sale en la tele o dicen que es guapo. 

Quiero volver a la cultura. Durante algún tiempo he pensado en cómo administrar los años de vida que me quedan. He intentado vivir fuera de la escritura, pero no he podido. Tengo que resignarme ya y dedicar el decenio o algo más que resta a leer algunos libros que no puedo estar sin conocer y escribir al menos los cinco libros que me ocupan más el pensamiento y, resuelto ya el problema del enigmático Lidoro de Sirene ciudarrealeño del siglo XVIII,  resolver de nuevo otro problema o rompecabezas erudito, el de justificar de una vez por todas la autoría de Félix Mejía en las obras mal atribuidas a Lebrun y la anónima Jicotencal. Esto, y añadir nuevos capítulos a mi Historia de la literatura manchega, es lo que me debe llenar el tiempo. Dedicaré este verano a estos proyectos y a preparar la edición definitiva de las obras completas de Félix Mejía, que ya tengo bastante avanzada, y a gestionar la publicación de otros libros que ya tengo escritos, aunque sea en edición electrónica: la Autobiografía de Juan Calderón, la biografía de Félix Mejía, una colección de biografías de figuras del periodismo manchego. Quizá me sobre tiempo para darle un empujón a esa novela negra policiaca ambientada en Puertollano que he empezado y con la que tanto disfruto, pues con ella me encuentro en el terreno en que siempre he deseado vivir: la creación literaria. Y, más lejos, los proyectos de otros libros que me rondan y quizá ya nadie escriba: la novela El danés, otra histórica ambientada en el siglo XIX y otra sobre la movida, bastante autobiográfica.

Abortos

Me paso el tiempo abortando ideas, deseos, poemas. Hace un par de noches me desperté a las cinco de la mañana con los cuatro primeros versos de un soneto en la cabeza, y estuve cinco minutos dudando si levantarme y copiarlo o seguir durmiendo y que se me olvidara para siempre. Lo que hice fue levantarme... pero me puse a hacer otras cosas, no lo copié y terminé olvidándolo igualmente.

Era un cuarteto precioso, dictado por uno de esos ángeles que de repente se aburren y utilizan la materia prima de tus sueños para esculpir alguna travesura lírica. Pero los propietarios de esa materia nos permitimos el lujo de asfixiar ese genuino quid divinum en la cuna. Y está mal.

Siempre estuve contra la inhumanidad del aborto, salvo en los supuestos en que es tan lícito como terrible. También lo estoy en asfixiar la creatividad. Es lo único que nos distingue de otros seres vivos. La capacidad de variar la partitura de la vida, de crear variantes inimaginables, porque se hallan más allá de los límites de la imaginación. Pero los matamos. La tinta blanca sobre la que escribimos está llena del polvo de esos cadáveres. Y, si escribo este blog, es solo para salvar parte de esos fetos generados por mi alma, si es que la tengo.

Durante estos días pasados he ido releyendo algunos de los cuatro mil textos de mi blog para clasificarlos por temas en la columna lateral, quizá con la esperanza de que puedan ser utilizados por alguien: textos propios y textos de otros que tienen algo de propio. Pero muchos parecen escritos por otro, o reflejan aspectos de mí mismo a los que ahora considero difícil llegar o que aparecen desmarcados por el cambio de los tiempos; por ejemplo, un soneto contra la Iglesia tal como era antes del papa Francisco. Veo en ellos alguien a veces mejor: menos deteriorado, con más ilusiones o menos desilusiones. Rasgos de ingenio, de dolor y de testarudez; trazos del arte de la palabra, de investigación, de reseña paciente, de solidaridad. Son la expresión de una voluntad terrible y fracasada por intentar entenderlo todo y hacer algo para que todo vaya mejor.  Lo ha dicho con su característica precisión Caballero Bonald en Desaprendizajes: "¿Lograrás alguna vez lo más complejo: la concordancia entre lo insuficiente y lo absoluto?" Me espanta cuánto he volcado y tallado mi palabra. Y algo peor: cuánto la he destruido.

sábado, 7 de marzo de 2015

El Demonio y Charles Fefferman

Para Charles Fefferman enfrentarse a un problema matemático hipercomplejo es como jugar al ajedrez con el diablo, pero pudiendo dar marcha atrás en tus movimientos. “Juegas una partida y, como el diablo es mucho mejor jugador, te aplasta. Pero te preguntas cómo ha hecho para ganarte y detectas tu error. Así que vuelves a intentar otra cosa diferente. Las primeras veces que lo vuelves a intentar, te vuelve a aplastar, pero tarde o temprano no te podrá derrotar de la misma manera. Descubrirás los trucos del diablo. Será necesario intentar muchísimas cosas, pero podrás acabar ganando. Yo habré ganado al diablo unas 20 veces en toda mi vida”, resume orgulloso, como si fuera Johnny, el niño que gana al demonio en un duelo de tocar el violín en la canción The Devil Went Down to Georgia, de la Charlie Daniels Band.

“Investigar es como jugar al ajedrez contra el diablo. Yo le habré ganado unas 20 veces en toda mi vida”

Sin embargo, el diablo ha aplastado a Fefferman en muchas ocasiones. En una de ellas, la batalla duró 15 años. El problema que le obligó a claudicar era el siguiente: “Si coges un electrón y un protón, se combinarán para formar un átomo de hidrógeno. Los cálculos para demostrar esto están en cualquier libro de texto de mecánica cuántica. Pero si coges miles y miles de millones de electrones y protones y los metes en una caja y la agitas bien, no está tan claro por qué los electrones y protones se emparejan para formar átomos, porque intervienen billones de fuerzas”. Finalmente, tuvo que aceptar el jaque mate del demonio. Y el problema, que no tiene ninguna aplicación concreta, sigue a día de hoy sin solución.

“A veces me siento deprimido, pero estoy obligado a continuar, porque los problemas me agarran y no me dejan irme”, confiesa. Actualmente, Fefferman, investigador en la Universidad de Princeton desde los 24 años, trabaja en varios problemas. Uno de ellos es comprender las llamadas singularidades de tipo splash, el fenómeno que cualquier bañista puede observar en una playa al ver cómo rompen las olas, girando sobre sí mismas y tocándose. El matemático estadounidense se enfrenta al problema con los miembros del laboratorio que dirige a distancia en el ICMAT. De momento, su equipo, con el matemático español Diego Córdoba a la cabeza, ha demostrado la existencia de estas splash en mundos teóricos en los que no existe la playa, ni el fondo marino, ni el viento. Sin embargo, las olas, sólo con agua y aire, se siguen produciendo. “Podemos imaginar que Dios empieza el movimiento del agua y luego se aleja. Pero no tengo ni idea de quién es Dios aquí”, reconoce Fefferman.

Hijas matemáticas

El matemático no se preocupa en exceso por las aplicaciones de sus comecomes cerebrales. Como ocurrió en el caso del .jpg y el .mp3, sabe que llegarán. “Los fluidos están por todas partes, son muy importantes y no los comprendemos muy bien. Hemos hecho progresos, pero lo que hemos descubierto es poco comparado con lo que todavía no conocemos”, explica.

El investigador lamenta enfurecido que una muñeca Barbie repitiera la frase “Las matemáticas son difíciles”

A sus 65 años, Fefferman continúa con pasión dando clases en Princeton, una de las mejores universidades de EEUU. “Allí no todos los alumnos son buenos, pero los mejores son impresionantes. Los peores, en cambio, no son brillantes en absoluto. No me gustaría trabajar en las oficinas de admisión. Si quieres que tu hijo vaya a Princeton pagando, tendrás que desembolsar una cantidad brutal de dinero. No sé lo que pasa dentro de las oficinas de admisión de Princeton, pero veo los resultados, veo cómo llegan los estudiantes”, lamenta.

Cuando no está jugando al ajedrez con el diablo, el matemático estadounidense pasea, nada, escucha música o juega “muy mal” al ping-pong. Sus dos hijas han seguido los pasos de su padre. Una de ellas, Lainie, es profesora de matemáticas en un instituto de Nueva York, aunque también es una compositora relativamente conocida en EEUU. La otra, Nina, es una bióloga que aplica modelos matemáticos para estudiar los sistemas biológicos complejos.


Sus hijas son dos excepciones en un mundo, el de las matemáticas, dominado por los hombres. “Yo no veo diferencias particulares en los procesos mentales de hombres y mujeres. Este problema [de la falta de mujeres] es un asunto cultural. Una de mis hijas levantaba el brazo de pequeña en clase de matemáticas  y el profesor ni la miraba”, señala. “Recuerdo que había una muñeca Barbie que decía 10 frases y una de ellas era ‘Las matemáticas son difíciles’. ¿Cuántas decenas de millones de niñas habrán jugado con una Barbie que les decía ‘Las matemáticas son difíciles’?”, expone enfurecido. Pero, por suerte para el mundo, Fefferman no tuvo que sufrir la cantinela de ninguna Barbie estúpida.

sábado, 19 de abril de 2014

Eremitas de la investigación

Hay algo que no me cuesta ningún esfuerzo hacer: investigar. Puedo pasarme ocho horas o más  consultando bibliografía, buscando informaciones, traduciendo y resumiendo textos y evaluando datos y me parece que han pasado solo dos minutos. Esto es de locos. ¿Y quién se aprovecha de ello? Desde luego, no yo; en todo caso, la Wikipedia. La costumbre de leer proporciona una especial habilidad para poderse orientar en el caos de la sobreinformación y poder llegar a buen puerto, incluso con la bodega cargada con buena pesca, pues no solo hay que llegar al final, sino llegar al final con algo ganado en la travesía. Estos días, sin ir más lejos, he escrito biobibliografías de unos cuantos personajes importantes en la historia de nuestra cultura que me daba pena no la tuvieran. Entre ellos, Manuel Valbuena, el famoso humanista y traductor del XIX que compuso el diccionario latino-español más utilizado en el siglo XIX. Lo mismo respecto al latinista dieciochesco Rodrigo de Oviedo, o el historiador toledano Francisco de Ajofrín. Y respecto a otro, Pablo Hodar, un arabista sirio que trabajó a las órdenes de Miguel Casiri en la Biblioteca Real y la de El Escorial, me he tomado la molestia de sintetizar lo que ha recogido en un precioso trabajo una señorita que nadie se ha leído mas que yo. Ya he perdido la cuenta de las biografías que he escrito. Las de casi todos los hispanistas que hay en esa enciclopedia colaborativa, por ejemplo, las he compuesto yo. También he traducido casi todo el índice de autores de la Patrología latina de Migne. A ver si me animo a terminarla.

Pocos conocen la voluntad que hace falta para encontrar una fecha de nacimiento o defunción, descartar homónimos, sumar ítems bibliográficos, deslindar ediciones y decantar errores, simplificaciones, erratas y falacias. De los libros y las bibliografías hemos pasado a registrar una selva aún más oscura, la Internet o Entrerred. Entretela, podríamos decir. Los anticuarios somos esos bichos raros que peregrinan por las librerías de viejo y van inspeccionando los rastrillos para levantar las guardas de las encuadernaciones, abrir los forros de los abrigos y destripar los sofaes o sofás. Encontrar el segundo apellido de una persona solo célebre para una nutrida familia de tumbas del cementerio te puede llevar dos años o más leyendo protocolos notariales, padrones municipales y partidas de bautismo, casamiento, velación o defunción. Labor de chinos y que solo pueden soportar los que tienen una paciencia rayana en la obsesión compulsiva y una constancia a prueba de bomba. Requiere además la imaginación suficiente como para encontrar nuevas trochas en el monte sombrío y boscoso. Y luego viene lo peor, ordenar y revisar las notas para formar el esqueleto andante de la obra. Para desquiciarse.

Solo entrar en una época produce ya la misma grima que sentía Bernal Díaz del Castillo antes de entrar en batalla. Uno intenta escabullirse como puede del momento fatídico. Y, cuando no queda más remedio, atado ya a la silla, empiezan los círculos espirales y el mareo hasta que entras en el meollo ya ahogado en sudor frío, como un buzo encerrado en su escafrandra y enterrado por todo el océano, en busca a través de la corta mirilla de un tesoro que debe andar por algún lugar del enorme desierto del lecho oceánico. Sí, tienes una vaga idea de donde están los pecios, llevas tanto tiempo estudiando a los peces que casi te han salido branquias y te conoces estas aguas. Pero no te gusta ser tan poca cosa en medio de la enormidad del espacio interior. Te sientes incluso a gusto con menos peso, como dando saltitos por la cara oscura de la Luna, estás absolutamente solo en el reino de lo desconocido y viendo cosas que solo tú puedes ver; y te ocurre lo que describía al principio: el tiempo vuela y el día entero se te pasa en un suspiro, como si estuvieras en una dimensión desconocida, haciendo un viaje a la velocidad de la luz o viendo una película entretenida: sales del cine y resulta que se ha hecho de noche, que el tiempo se ha contraído o ha marchado más lento. Entonces te miras las manos y, si no has encontrado ni siquiera una mísera perla, sabes que tendrás que volver a sumergirte otra vez y que, probablemente, algún día descansarás allí, en esa sepultura donde tanta gente muerta se reúne.

lunes, 7 de mayo de 2012

Dicen

El chófer de Capmany me agradece que haya copiado tres sonetos suyos inencontrables en mi blog Museo Literario; me escribe Elena, siempre liada con sus cosas sociales; no debería abusar así de su salud; le responderé un día de estos. Castalia se va a Barcelona y yo sigo encallado con mi edición de las fábulas. Llamó por teléfono Pedro Jota Ramírez; sabe más de lo que yo creía sobre El Zurriago, igual que su famoso columnista/calumnista Losantos; ambos usan en sus artículos la nomenclatura secreta de esta publicación, que sólo unos cuantos periodicómanos pueden descifrar. Pedro Jota es un liberal republicano; después de todo, el Rey de copas y todos los que han mandado en España se la tienen jurada, como se la tenían al pobre y cáustico Félix Mejía, pero él ha sabido bien cómo protegerse y sobrevivir y, si tiene los navajazos, costurones y cicatrices del propio manchego, desde luego los esconde muy bien. A mí la única que me tiene más bien escasa querencia es la ultraderecha y el gremio de las guajonas, aunque no de esas que tanto incordian a P. C. Desde Valencia dice el más habitual de los comentadores de este blog que lo escriba, que hace mucho no lo perpetro. No quiero: tendría demasiado que decir y muy poco tiempo para encogerlo, fuera de que otras tareas y personas me requieren y reodian y están hartas de que las posponga y las desatienda; aunque muchos me cargan las pilas del entusiasmo con todo tipo de elogios, quiçab si merecidos, por el recital de poesía que dimos el otro día etcétera, la acidia mantiene mi asedio; asesino las ideas a medida que me asaltan y a la sazón les asigno un blanco, no en la página, en el olvido. Atrapo algunos fragmentos de rumores que luego pierdo el tiempo en encajar y reconstruir en forma de puzzle, de forma que al final tengo una hermosa y artística paranoia que tal vez me sirva para adornar alguna cuartilla o algún sueño; de repente, en uno de ellos me acuerdo de qué dijo fulano hace cinco o veinte años, lo encajo con algo de ahora y otros retales de suposiciones, dudas y resquemores, lo aliño y reformulo con sospechosas coincidencias y factoides y voilà; mi fantasía debe estar más insomne que yo. Me viene por correo un libraco: Diccionario de personajes conquenses nacidos antes del año 1900, de Hilario Priego y José Antonio Silva. Faltan muchos; aquí sólo indicaré dos: Agustín de Castro y Francisco Carretero y Navalón. No pocos son los que no voy a ir a buscar ahora a mis estantes, por ejemplo, entre los jesuitas exiliados en 1767, de los que citan sólo algunos e hizo una buena bibliografía Hervás y Panduro.  Anda también por ahí un Romancero tradicional de la provincia de Madrid que le he comprado a la anticuaria de la que obtuve las biografías medievales. Debo pasarme por ahí, dijo que habría más por el estilo, pero la mujer abre cuando le da la gana y se va dejando la luz encendida y un numerito de móvil, como si los hombres de las tabernas usásemos artefactos como esos. Pues no me da la gana, teniéndola a un tiro de piedra de mi casa.

Me he vuelto a pasar, y la he pillado dentro. Sí, ha traído algo más, pero de escaso interés: suplementos infantiles "Gente menuda" del ABC de preguerra, sigue una colección completa de traducciones las novelas de Edgar Rice Burroughs sobre Tarzán, una docena de episodios nacionales en edición clásica, una novela del terrible folletinista Ortega y Frías, y poco más. Me cuenta que han "regalado" una biblioteca de setecientos ejemplares a unos de Valencia antes de que ella se enterase. Esas cosas pasan.

martes, 5 de abril de 2011

Investigaciones

Acabo de descubrir nuevos textos de Félix Mejía. Me pongo a cribar catálogos y libros de Internet apenas dos horitas y no cesan de crecerme los enanos a toda velocidad. Este hombre no deja de soprenderme. Se trata de un folleto para una segunda época de El Zurriago y un artículo contra un famoso periodista de la época, donde ofrece nuevos datos biográficos. Vaya, vaya; y un par de críticas a sus piezas teatrales, muy favorables, una belga y otra madrileña. Mi Ilustración y literatura en Ciudad Real, que los libreros de viejo venden a 38 euros, habría que reescribirlo ahora de arriba abajo con todo lo que voy encontrando. Esto no hay quien lo acabe, es "la tarea del negro", como dicen en el mus. Me dan ganas de enviarlo todo a porculizar, porque uno está ya tan comido por el estrés a estas alturas del curso que hasta he confundido la redondilla "Ven muerte tan escondida" del comendador Escrivá, un escritor del XV, corregida por Lope de Vega en el XVII, con la copla popular "Ni contigo ni sin ti". ¡Cómo están las cabezas!

jueves, 3 de febrero de 2011

A vueltas con la Orden Sagrada de los Sofisianos

Entremetido por los vericuetos de la erudición rancia, por ciencias oscuras donde las haya y esquivos librotes de viejo, me topo con la Orden Sagrada de los Sofisianos, un más que turbio agente de la cual, Jean-François de Caze, va a parar a España precisamente en una época tan crítica como el Trienio Liberal y hace estragos, como los hizo ya en 1808. Es tema apasionante, que daría para un novelón al estilo del thriller histórico Eco que tan de moda está. No sé si lo injertaré en mi minúscula novelita El danés, junto a otros fantasmas del siglo XIX, pero todo se andará...

martes, 9 de noviembre de 2010

Bibliofilia

La bibliofilia es un lujo para un pobre profesor de instituto (ahora más pobre por la rinrazón del gobierno). Todo lo más, lo único que puede hacer es seleccionar un criterio de interés, en mi caso clásicos manchegos, y buscar gangas prevalido de su conocimiento en la materia, superior al de unos libreros que sólo entienden de su valor comercial. Por eso me he hecho con dos ejemplares dieciochescos de los inencontrables Patres toletani del cardenal Lorenzana, fusilados sin piedad por Migne y algún alemán que otro, los consagrados a las obras completas del historiador Ximénez de Rada, del gran poeta San Eugenio y del insigne teólogo San Ildefonso, a un precio módico, pero aun así que escamonda mi depauperada economía de pater familias. Lo que tampoco es mal negocio, ya que dentro de unos pocos años valdrán veinte o treinta veces más, como he podido comprobar con otros libros que andan por mis estantes. Por tener, incluso tengo al raro de los raros León María Carbonero y Sol y sus Esfuerzos del ingenio literario (1890). Algún friki daría un pie por este libro. Cuando me muera no sé que será de estos huérfanos; de mis huérfanas, quiera Dios que cuide mi mujer. De momento, lo que hago es hojear la nueva edición de La novela en España. Catálogo de novelas y novelistas españoles. Siglo XIX, de Juan Ignacio Ferreras, en busca de referencias de escritores manchegos. Pero es un suplicio continuo: no hago más que llevarme las manos a la cabeza, porque el pobre Ferreras no deja de meter la pata. Unas veces es incompleto, otras mezcla autores, otras se equivoca en el título, otras marra al hacer de Madrid a un asturiano o a un burgalés, no evalúa el rigor de las fuentes (lo que es grave tratándose en un especialista en crítica sociohistórica), considera novelas obras que son poemas o piezas teatrales, etcétera... Apenas utiliza la hemerografía y se nota que en informática es, menos que novicio, profano. En fin, un estropicio continuo y terrible que, más que guiar, puede desorientar al inexperto.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Historia de la Desuniversidad Española I

Con este escrito voy a empezar una serie en la que voy a desmenuzar una de las vigorosas raíces fundamentales de ese esmirriado y deshojado tronco, reproducido exclusivamente por injerto, que es la ciencia española.

Porque la universidad española es una mierda. Si lo dijera yo, sería una afirmación cuando menos contrastable, subjetiva y dudosa, pero el caso es que lo dicen las clasificaciones y baremos internacionales: la universidad española no pasa de mediocre tirando a baja y, además, sigue empeorando. Lo era ya en el siglo XIX, cuando las cátedras estaban en manos de meapilas protegidos por la iglesia -sólo hay que ver esas enormes autoridades intelectuales que no escribieron nunca nada, como el mancheguísimo cardenal Monescillo, que al lado del dieciochesco Lorenzana era un paletudo pardillo (lo digo porque sé de qué hablo: he leído sus cacareados ridículos apéndices -en realidad, uno solo- a la Historia de la filosofía de Bouvier, que poseo, y estoy enterado de la gran operación de propulsión a la cima que los neocatólicos o neos hicieron con él); el Krausismo, con sus librepensadores internacionales y su deseo de crear una vía alternativa de instrucción al aprendizaje oficial, con fundamento en la ética republicana del mérito y el esfuerzo, logró cambiar algo las cosas, pero fue sobre todo la Junta para la Ampliación de Estudios y su benemérito secretario y factótum ciudarrealeño, José Castillejo, la que casi modificó el panorama; incluso hubo un momento, poco antes de la Guerra Civil, en que pudimos hacernos ilusiones y soñar con haber alcanzado una cierta sintonía con Europa, al menos en ciertos terrenos de investigación como la neurología, que nos dio a nuestro único premio Nobel científico -Severo Ochoa tenía la nacionalidad norteamericana-. Pero, quiá, en seguida vinieron los meapilas de siempre con sus amigos los militares y los terratenientes y dieron un frenazo espectacular al progreso tras la Guerra Civil, simi lar al que dio Felipe II al Renacimiento y el Humanismo racionalista y Fernando VII al Ilustroliberalismo.

Así, por la cara, los vencedores, nunca partidarios de una reconciliación, dieron cátedras por méritos exclusivamente políticos, como si una cátedra sirviera más para la política que para el conocimiento. Y este modo de dar las cátedras duró cuarenta años, en que sólo pudieron sentar doctrina los más mediocres de la mediocre y tramposa burguesía española, además de todos los años siguientes, aunque ya más de tapadillo, sin poder competir con catedráticos extranjeros mejor formados y que sabían idiomas porque se les excluía ingénitamente de cualquier procedimiento por puro y trasnochado aldeanismo paleto. Qué pena. Quien quiera hacerse una idea de la imbécil universidad de entonces y sus procedimientos para achicar cualquier talento y terminar con cualquier atisbo de iniciativa, léase Pretérito imperfecto de Carlos Castilla del Pino. A este hombre ya le daba todo igual cuando escribió el libro, porque se iba a morir, después de que se le murieran casi todos los hijos, y lo sabía. Nadie podrá decir que no posea su texto el aroma bruto de la verdad.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Por fin terminé la edición de Juan Calderón

Sí, aleluya. Tres meses investigando y leyendo y traduciendo librotes en inglés y francés, la mayoría sacados de Internet Archive y Google books. Al revisar mi primera edición de la Autobiografía de Juan Calderón, han asomado algunos de sus defectos, que son más bien carencias; por ejemplo, algunas citas que me quedaron por señalar y anotar y otras mal traídas. Creo que ya no falta ni una. Algunos descubrimientos me han sorprendido, por ejemplo la gran relevancia, simpatía y recuerdo que despertaron los descendientes de Calderón, en particular el pintor Philip Hermógenes ("soy hijo de español y francesa; por tanto, soy inglés") y el eslavista, dramaturgo, narrador y erudito George Leslie Calderón, (herido en la primera batalla de Yprés, por lo que se consolaba haciendo punto, labor en la que tejió una colcha con el escudo familiar de los calderos y cuyo cadáver no fue encontrado en la batalla de Gallipoli) por no hablar del arquitecto Alfred (que terminó construyendo edificios en Canadá) y del pintor William Frank. Todos estos han dejado una tremenda estela de recuerdos en toda suerte de memorias inglesas, que podido encontrar y leer, pero hay alguna, como la de John T. Betts, que no he podido alcanzar de ninguna manera a causa de su rareza y elevadísimo precio. Otro elemento interesante ha sido descubrir el origen murciano de su condillaquismo (Musso y Valiente, Campos) y el portugués de su spinozismo. También he documentado la biografía de otros personajes que aparecerán en la escena por primera vez; numerosos detalles desconocidos enriquecerán ahora mismo la biografía de Calderón, como por ejemplo el gran papel de Duprat Mérigon, que se casó en segundas nupcias con la esposa de Calderón Marguerite y en cuya academia enseñó. Por otra parte, he resuelto de una vez por todas el misterio de la famosa edición del Nuevo testamento de 1858 y otros problemas biográficos, y en el curso de la investigación me ha salido otro tema, gigantesco, por investigar, relativo a un erudito manchego desconocido que voy a tener que reivindicar antes de que me sorprenda la muerte. He consultado fuentes hasta ahora no utilizadas para la biografía de Calderón, como una biografía de Henri Pyt etcétera. También han aparecido traducciones inéditas de su biografía, una al francés y dos traducciones al inglés, entre estas últimas una de James Thomson. He rectificado a Menéndez Pelayo, porque hoy podríamos considerar a Calderón, más que un protestante liberal, un teólogo revivalista del Réveil protestante pietista. Todos sus amigos franceses pertenecían a esa esfera, al menos. En cuanto a su gramática, existe actualmente bastante bibliografía, pero creo que la que lleva la razón es la que piensa que su método está claramente inspirado en el lógico-gramatical de Du Marsais, al que se solía considerar principalmente como retórico. No se le puede considerar como filósofo estrictamente hablando, pera era alguien con conocimientos muy extensos en esta materia, sobre todo en lo que toca a la filosofía de la IIustración escocesa y francesa y de los ideólogos o materialistas. Como teólogo también era aficionado a los escoceses y a los suizos. Creo haber localizado un manuscrito autógrafo de la Autobiografía, que está en Francia pero no he podido consultar (nadie salvo yo mismo me paga mis investigaciones). En fin, creo que el trabajo ha salido francamente interesante, gracias a toda la bibliografía especializada que he podido consultar gracias a Internet. Aparte de mi biografía, de un estudio de su obra y de una completa y actualizada bibliografía, edito la Respuesta de un español emigrado a la carta del padre Areso, la Autobiografía de Calderón con nuevas notas y con traducción de nuevos textos desde el francés y el inglés y una selección del Cervantes vindicado. Tuve que vencer mi displicencia para poder terminar este encargo, pero creo que ya lo puedo dar por finiquitado. Y ahora, a escribir otro libro.

viernes, 21 de mayo de 2010

Nuevo libro de mi Instituto

Jerónimo Anaya, “Aquí en esta casa”. Nuevos estudios etnográficos en torno a La Mancha, en Lanza Digital,
20/05/2010.


El 18 de mayo de 2005, hace justamente cinco años, el Instituto de Enseñanza Secundaria “Santa María de Alarcos”, de Ciudad Real, presentó su primer libro. Junto al anagrama del Centro, aparecía «Ediciones Santa María de Alarcos». Quizá era algo pretencioso: crear su propia edición, pretender que esa labor tuviera continuidad, ser capaces de escribir todos los años un libro, y hacerlo los profesores de Enseñanza Secundaria, sin más estímulo que el propio trabajo y sin más remuneración que la propia satisfacción y las palabras de aliento de sus compañeros. Eso sí, contaron con mecenas generosos que sufragaron la edición: el primero, el Ayuntamiento de Ciudad Real; los demás, la Consejería de Educación y Ciencia.
Cinco años después, se ha presentado Aquí en esta casa. Nuevos estudios etnográficos en torno a la Mancha, coordinado por los profesores Vicente Castellanos y Jerónimo Anaya. La portada y contraportada han sido diseñadas por las profesoras Mercedes Marín y Covadonga Aroca. Tras la entusiasta y emotiva presentación de Carlos Ruiz, Director del Instituto, hallamos los once estudios etnográficos sobre los que se alza esta casa.
Dos trabajos se centran en la literatura tradicional. Mercedes Garrido, en «Mayos y cruces en Villanueva de los Infantes», estudia esta manifestación folclórica en esta localidad. Mayos y Cruces se celebran en numerosos pueblos; pero en Infantes de una manera especial, tanto que esta celebración fue declarada de interés turístico regional en 1999. Las cruces se encienden el 2 de mayo a las tres de la tarde y se apagan el día siguiente, a la misma hora. Los visitantes recorren el pueblo siguiendo la lumbre de los turros que indican dónde se encuentra cada una de las casi treinta cruces engalanadas habitualmente en el pueblo. En cada cruz, las peanas, mujeres que las custodian permanentemente, invitan a “puñao” y ponche
Los Mayos, formados por cuartetas de versos de ocho sílabas, son interpretados por grupos de ronda ataviados con arreglo a la tradición. Se acompañan de instrumentos de cuerda característicos: guitarra, laúd y bandurria. En la Noche de las damas (30 de abril al amanecer del 1 de mayo), se cantan el Mayo a la Virgen de la Antigua y el Mayo a las Damas. Es este totalmente profano, y en él los mozos coquetean con las chicas; en las últimas coplas se va concretando a una determinada persona con alusión a un clavel, si es un varón, o una rosa, si es mujer. En la Noche de las Cruces (del 2 al 3 de mayo) se cantan los Mayos a Nuestro Padre Jesús Rescatado y a la Santísima Cruz (mayo que repite cada una de las rondallas en todas las cruces vestidas, hasta el amanecer). Diversas letras, partituras y fotografías completan el trabajo de Mercedes Garrido.
El segundo trabajo sobre literatura tradicional es «El romance de “La loba parda” en la provincia de Ciudad Real», cuyo autor es Jerónimo Anaya. El romancero tradicional en la provincia de Ciudad Real ha sido objeto de diversos estudios, desde la obra de Pedro Echevarría Bravo, Cancionero musical popular manchego (1951; 2.ª ed., 1984), hasta publicaciones más recientes, pasando por la recogida de romances por el «Seminario Menéndez Pidal», cuyo tomo IX, Romancero rústico (1978) contiene diversas versiones del romance de «La loba parda» recogidas en distintas localidades de nuestra provincia. En veintidós localidades se han recogido versiones de este peculiar romance, que tiene su origen en el mundo pastoril, y no aparecía en las colecciones antiguas, que excluyeron los romances rústicos, aunque sí era conocido, como lo atestigua la cita que aparece en el Vocabulario de refranes y frases proverbiales, (1627), de Gonzalo Correas
En el trabajo presente, además de indicar todas las versiones recogidas hasta la fecha, se hace un estudio del romance de «La loba parda» partiendo de once versiones recogidas por un equipo de alumnos dirigidos por el profesor Anaya, ofreciendo todas esas versiones, la mayoría inéditas, como muestra del rico folclore de nuestra provincia. Las versiones que se publican son de las siguientes localidades: Alcoba (dos versiones), Arroba de los Montes, Brazatortas, Ciudad Real, Corral de Calatrava, Miguelturra (dos versiones), Navalpino, Poblete y Los Pozuelos de Calatrava. El estudio se completa con la transcripción musical de una versión y con unos cuadros sobre dichas versiones, en los que se indica la localidad de procedencia, el informante, el recolector, etc.
La comarca de Puertollano está presente en dos estudios. M.ª Covadonga Aroca presenta su «Alfar Arias, una experiencia en la recuperación de la cerámica tradicional». Conjugar tradición y creatividad en el entorno actual de la artesanía es una tarea compleja, que no se presenta con la frecuencia que sería deseable. En su artículo bucea en los océanos del tiempo para sacar a la luz un pequeño tesoro: una historia que, como todo producto del arte, nos habla de poesía, de duro trabajo, de pasión, de la presencia de nuestro pasado y del cariño por reencarnarlo en un legado de futuro. Quiere Covadonga rendir con su escrito un pequeño homenaje a la labor etnológica, creadora y de conservación de los últimos alfareros de nuestra provincia, pero también destaca su esfuerzo por mantener a contracorriente un oficio y un arte que no deben caer en el olvido, como parte fundamental de nuestro acervo histórico.
«Dos historias de Puertollano. La Fuente Agria y el Santo Voto» es la propuesta de José María Pita. Su autor es de Puertollano, y nos habla de su pueblo. Entre los múltiples temas y curiosidades de las que podía tratar ha elegido dos que, desde su punto de vista, definen la idiosincrasia de esta localidad: la Fuente Agria y la tradición del Santo Voto. Por ello habla de dos historias de Puertollano. Y estas dos historias definen, siguiendo a autores como Juan García Atienza o Fernando Sánchez Dragó, dos realidades yuxtapuestas pero a la vez complementarias: una historia “exotérica” que habla de cómo la existencia de una fuente de aguas sulfuro-ferruginosas (“la Fuente Agria”) y su posterior fama marcaron cierto devenir histórico en Puertollano; y, también, la existencia de una historia “esotérica” donde, a partir de un hecho histórico —la epidemia de peste bubónica de 1348 que asoló a la población puertollanense—, se acuerda un pacto (“el Santo Voto”) entre los supervivientes y la Virgen como agradecimiento por su protección mediante la realización de una comida votiva, que se distribuye entre los necesitados de la localidad, hecho que se conmemora anualmente de forma ininterrumpida desde 1348.
«El legado popular de Salomón Buitrago» es el tema que desarrolla Vicente Castellanos, gran conocedor de la obra de este sacerdote y gran músico, que estuvo al servicio de la catedral de Ciudad Real entre 1922 y 1975, fecha de su muerte. Durante este prolongado espacio de tiempo se dedicó a la recopilación, copia y creación de obras musicales conforme a los esquemas litúrgicos establecidos por el Vaticano en 1903. Fruto de ello es una extensa colección de documentos musicales, textos y partituras, que se guarda en la propia catedral. Esta fuente documental ha sido denominada Legado Histórico Musical de Salomón Buitrago por su catalogador, que es el propio Vicente Castellanos. Dentro de esta fuente, aparte de la música sacra, hay un espacio importante para la música civil y profana, en profundo contacto con la historia social de Ciudad Real durante el siglo XX, y también un hueco considerable para la recolección de música popular, su transcripción e interpretación. Puede considerarse a Salomón Buitrago como uno de los protagonistas de la conservación de nuestro folclore, junto a Francisco García Márquez ("Mazantini") y a Pedro Echevarría Bravo, autor del Cancionero musical popular manchego. Esta colaboración recoge el trabajo dilatado y afanoso de aquel maestro de capilla inolvidable, protagonista local de un interés por el folclore que tuvo eco en toda España durante las primeras décadas del siglo XX. Entre sus logros cabe citar la composición culta con inspiración popular, por ejemplo su obra Ronda Manchega, y la formación de una masa coral que hizo historia en los años anteriores a la Guerra Civil: el Orfeón Manchego.

(II)
La variedad de temas de Aquí en esta casa llega hasta la «Ruta de los molinos del Guadiana (De los Ojos a Corral de Calatrava)», de Pedro Isado. En su artículo, se ofrece un recorrido por los molinos harineros que se jalonaron en el cauce del río Guadiana desde su segundo nacimiento (los Ojos del Guadiana) hasta el término de Corral de Calatrava, es decir, aproximadamente por casi todo el territorio del Campo de Calatrava por el que el Guadiana discurre en nuestra provincia. La relación de estos molinos se basa en la información oral de guardas jurados que recorrieron los caminos que los unían. El recorrido se jalona en tres tramos: molinos enclavados en el Campo de Calatrava desde los términos de Villarrubia y Daimiel hasta Ciudad Real; molinos en torno a Ciudad Real; y los que nuevamente pertenecen al Campo de Calatrava en el término ya de Corral de Calatrava.
Se trata de ubicar cada molino de agua en caminos, puentes, carreteras, municipios; de precisar su antigüedad e historia en unos casos; en otros, de apuntar noticias sobre las tareas, vida laboral y también festiva. A la vez, recoger acontecimientos o hechos curiosos referidos a estos molinos, así como breves canciones evocadoras de sus moradores y de su trajín cotidiano en un paisaje particular y en un oficio ya desafortunadamente desaparecidos.
No podía faltar en un estudio de este tipo la cocina manchega, y las profesoras Mercedes Marín, Emilia Martín y M.ª Ángeles de la Peña nos ofrecen «Plantas aromáticas de la cocina de Ciudad Real». En este trabajo se describen las plantas aromáticas que se usan como condimentos y especias en la cocina ciudadrealeña. Parten sus autoras de la idea de que estas recetas, que pasan de madres a hijas y cuyo uso ha perdurado a través del tiempo, resumen un conocimiento ancestral en el que a lo largo de los siglos lo inútil y nocivo ha sido eliminado y ha perdurado lo agradable y práctico.
Sin entrar en los entresijos de la sabiduría culinaria, se basan en el Recetario gastronómico de Castilla La Mancha y a partir de esas recetas estudian las plantas que se han ido utilizando y que dan carácter a la cocina de nuestra provincia. De cada una de ellas se muestra su imagen y se describen sus características botánicas y las sustancias químicas a las que deben su aroma, así como las virtudes curativas que poseen o que la sabiduría popular les atribuye. Al final se indican los platos en los que aparecen, citando la página del mencionado recetario.
El trabajo de Ángel Romera, «Tradición contra inmovilismo: Félix Mejía o el uso de la literatura tradicional como fuente de agitación social», se centra en el uso de material literario popular o tradicional por parte del escritor liberal ciudadrealeño Félix Mejía Fernández Pacheco y su contrafactum con intenciones políticas y satíricas. Mejía prescindió por completo de la moraleja neoclásica y pervirtió el modelo castizo sanchopancesco insuflándole agresividad. Para ello recurrió a frases hechas, refranes, chascarrillos populares, facecias, cuartetas, seguidillas, romances de guapos y bandoleros y coplas de ciego retocándolas, creándolas ex nihilo o extrayéndolas impolutas de una tradición más o menos pura. Incluso rehizo en verso un episodio de fuente folclórica del Lazarillo y describió algunas tradiciones manchegas en cuanto a vestimenta y costumbres. Aunque era un escritor castizo, concebía la tradición no como algo inmóvil y muerto, sino como una fuente viva, realista y crítica de renovación de un lenguaje anquilosado por los epítetos neoclásicos y el idealismo ilustrado. Supo encontrar en el acervo popular las raíces de un descontento social secular y lo aprovechó para conectar con el pueblo a través de fórmulas periodísticas populares de gran éxito en su tiempo, como El Zurriago, La Periodicomanía o La Tercerola, a la manera del Père Duchesne del revolucionario francés Hébert. Sus grandes fuentes de inspiración fueron Cervantes, Isla, Miñano y Gallardo.
Las supersticiones manchegas, enfocadas a la luz de la psicología evolucionista, es el tema de «Si me lo creo me va bien y si me lo invento me va mejor. El logos de la superstición», de Santiago Sánchez-Migallón. El estudio de una superstición tan arraigada en nuestra región como el mal de ojo es el pretexto e introducción a una investigación sobre el sorprendente éxito que estas falsas creencias continúan teniendo entre las personas de a pie (y no tan de a pie) en los aledaños del siglo XXI, a pesar de estar a más de cuatro siglos desde que la Revolución Científica nos dotara de una poderosa racionalidad y a más de dos de que los pensadores ilustrados declararan abiertamente la guerra al pensamiento mágico. Comenzando por un estudio genealógico del concepto de superstición, se realiza una crítica a nuestra construcción causal del conocimiento a partir del planteamiento de Hume y la tesis de Duhem-Quine. Desde la perspectiva de la psicología cognitiva y la lógica informal se analizan los diversos sesgos que distorsionan nuestras explicaciones de la realidad, visión que encaja coherentemente con las posturas de Bandura y Hood, a través de las que se enlaza la psicología con las principales tesis evolucionistas. Para terminar, se postula la perenne novedad del ideal ilustrado como fundamento de nuestros sistemas educativos, entendido como la mejor herramienta para la lucha contra las pseudociencias.
El volumen se completa con un ensayo sobre las «Manifestaciones verbales coloquiales o populares y gestos en el momento del duelo», de Juan José Arranz. El autor pretende identificar al duelo como un rito funerario en el que el hombre da una respuesta profunda y emotiva ante la pérdida de un ser querido. La muerte es un hecho natural y a ella los hombres de todas las culturas y épocas le han dedicado un ritual. Este ritual ha sido y es diverso según las distintas épocas y lugares. Ante el féretro del fallecido, familiares y amigos repiten gestos y palabras cargadas de profundo sentimiento de dolor.
A lo largo de la historia ha habido cambios sociales ligados a las vidas cotidianas: desde siempre las ceremonias funerarias eran públicas y se hacían normalmente en la casa del finado. Actualmente, el tanatorio es el lugar más propicio para la última despedida del fallecido y la muerte del moribundo se produce en el hospital y solo. Apenas se viven ya aquellas explosiones y gestos apasionados de dolor, rabia y desesperación de hace tan solo unas décadas. Cada vez más, los familiares prefieren realizar unos funerales en la más estricta intimidad.
También en el mundo de la literatura, los poetas han expresado sus sentimientos más profundos de dolor ante la muerte de los seres queridos por medio de la elegía. El pueblo ha manifestado y manifiesta ese mismo dolor a través de la reiteración de ritos y símbolos.
Son todos estos estudios, como dice Matías Iruela en su colaboración, «Historia de buena gente». Sostiene su autor que hoy en día nos cuesta bastante imaginar un mundo en el que las casas no poseían electricidad, ni agua corriente, ni calefacción central, ni teléfono; en el que las calles olían a estiércol de caballo; en el que simples objetos como la lámpara de petróleo, el brasero, la estufa de leña… tenían una utilidad cotidiana y contribuían a crear un modesto bienestar. Esta época que parece tan lejana fue ayer. En este artículo pretende describir a algunos personajes que vivieron en esos tiempos a la vez tan cercanos y tan lejanos y de los que guarda el más querido y más respetable de los recuerdos. Son unos personajes que a casi todos los que vivimos en aquella época, en cualquier pueblo de nuestra geografía, nos recuerdan a alguien que conocimos. Se trata de buena gente, de gente honesta, como muchos que hemos conocido o conocemos, y a los que el profesor Matías quiere rendir un pequeño homenaje en este escrito.
Con Aquí en esta casa el Instituto “Santa María de Alarcos” contribuye a la difusión y conservación de nuestra cultura, pues, como dice el Conde Alarcos en el romance que lleva su título, “quien bien ama tarde olvida”.

jueves, 22 de abril de 2010

Ay, ay

Por si no tuviera ya pocos temas para investigar, voy y descubro de repente, hoy, la gigantesca obra de un ignoto erudito manchego del XIX. Casi cuarenta volúmenes manuscritos con prácticamente de todo: fábulas, sainetes, dramas, ensayos, poesía lírica, poesía narrativa, traducciones de clásicos latinos, griegos y hebreos y del francés, tratados sobre materias varias (historia, mitología), vocabularios diversos, apuntes, dibujos, mapas, biografías, epigramas, cartas, cuentos, gramáticas, planos, un arte poética, necrologías, sátiras, obras de otros autores copiadas, documentos transcritos etcétera.

Ya me dijeron que sé investigar, que sé nadar y no ahogarme en los océanos de la información, que tengo olfato para descubrir cosas, y lo que es peor, paciencia para tirar del hilo, pero nadie me avisó de que cada hilo salían muchos más; ¡esto ya es demasiado! Me moriré sin poder descubrir a los demás todo lo que voy desenterrando de los antiguos escritores manchegos.

jueves, 8 de abril de 2010

Juan Calderón

Avanza mi nueva edición de la Autobiografía de Juan Calderón, pero a paso de tortuga. La tradición textual que conocía yo constaba de tres ediciones, una de ellas en francés, pero mi labor se ha complicado al encontrar dos más, una británica en inglés y otra suiza en francés, así como nuevos testimonios sobre su figura y la de algunas de las personas que lo rodearon, por ejemplo Henri Pyt, que destacó en el movimiento protestante conocido como Réveil. Por otra parte, como mi intención ha sido hacer algo más accesible para el lector, me he puesto a traducir textos del francés y del inglés e incluso del italiano, ya que Ferretti ha resultado ser el pagano de la primera edición de The Pure Catholicism, y el formato de esta publicación debe bastante a L'Eco de Savonarola; es más, han asomado nuevos datos sobre los años en Alcázar de San Juan de Calderón, pues James Thompson dice que ciertas prédicas allí le hicieron bastante daño y hay un pasaje interpolado en la edición inglesa que tal vez esté censurado de la francesa y de la española. El problema ecdótico es complejo, pero creo que voy a poder salir de él con un texto bastante bien constituido.

Me resulta muy fatigoso volver sobre un tema que ya creía sentenciado con mis trabajos, pero, como siempre me suele ocurrir, resulta que el terreno ha vuelto a fertilizarse y que todavía hay mucho que decir al respecto.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Maratón de trabajo

Hoy he entregado las galeradas de mi edición del Teatro completo de Félix Mejía. Dicen que a principios de primavera ya estará impreso, quizá incluso a fines de enero. Lo que más me preocupaba era suprimir una nota, corregir un pasaje excesivamente redundante y arreglar unos textos citados en nota para ponerlos en cursiva y un tanto más sangrados. Una profesora de instituto de Albacete, que es doctora también, me ha regalado dos libros de una antología didáctica de la literatura manchega, en la cual me pidió permiso para reproducir uno de los romances de mi edición de Carlos de Praves; el libro está muy bien hecho, aunque la selección de textos podía haber sido algo más extensa. Por otra parte ya he reservado mi edición de la nueva Gramática de la Real Academia. En este puente he terminado de corregir los exámenes y trabajos de la primera evaluación, y he preparado un examen. Todavía no tengo noticias de la edición en dos volúmenes de mi tesis doctoral sobre Félix Mejía, que tiene que imprimirme el Instituto de Estudios Humanísticos de Teruel; en la Universidad de Cádiz Bea Sánchez me ha escrito pidiéndome un artículo para un libro colectivo en junio; empezaré a bosquejarlo también en diciembre, si tengo tiempo, porque he de retocar el que ya tengo hecho para el libro del instituto Alarcos. Gratifica saber que poco a poco las tareas se van reduciendo; ahora tengo que preparar la edición del filólogo protestante manchego Juan Calderón, preparar las biografías que me han pedido para el diccionario de becarios manchegos de la Junta para la Ampliación de Estudios y escribir la programación del nuevo portal del departamento, lo que dejaré para estas vacaciones (es un decir) de Navidad; sería ideal que pudiese dar un empujón a la edición de las obras de Almenara o dejar ya finiquitada la del Jicotencal de Félix Mejía, o escribir tres o cuatro de los otros artículos para los que tengo notas tomadas y que deseo redactar de una vez por todas. Los demás proyectos, aunque empezados, ya son a más largo plazo, aunque no dejo de soñar en publicar, con el dinero que me darán en la diputación por el Teatro de Mejía, mi edición del texto inédito sobre la I Guerra Carlista en La Mancha que he descubierto o la Crónica del ciudarrealeño Cristóbal de Mena o el libro sobre didáctica de la lengua que me ha propuesto el amigo de Libro de Notas. Si tuviese tiempo,y ayuda, sería mi sueño escribir esa historia de la literatura manchega que estamos necesitando.

Me voy quitando cosas de encima, pero lo que realmente deseo es hacer cualquier otra cosa: la vida se me va pasando y, como dice Feuerbach, sólo una vez es todo verdadero.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Ahora

Ahora que he terminado por fin la revisión de mi tesis, tengo que replantearme muchas cosas. Disfruto de un enorme alivio por la presión que me he quitado de encima, y quizá debería conformarme con ello y disfrutar del bien merecido descanso, pero siento todavía el tirón de muchos deseos menores y de empresas por hacer. Tengo que seguir con ellas, pero ahora los proyectos largos me seducen menos. Investigar es un trabajo solitario y, como me decía mi querida suegra, cuando estás solo incluso te da pena matar a las moscas, porque te hacen compañía. Se aprecian más las cosas sencillas y hasta la más pequeña partícula de vida y movimiento despierta un genuino asombro y un placer indescriptible: sentarse a hablar, tomar un café, contemplar una nube... Una de las satisfacciones más grandes que puede experimentar un ser humano es respirar a pleno pulmón, llenarse de aire; otra, beber un vaso de agua con sed verdadera; otra, tirarse una tarde sobre el césped mirando al cielo sin pensar en nada; oír las olas, el viento entre las hojas o el estruendo del agua de un río; sentarse con la familia, ver pasar a la gente... Ir despacio por la vida. Estas cosas poseen un valor elemental y primitivo que revuelve algo muy profundo en nosotros, porque son cosas que ya sentían nuestros antepasados más lejanos, incluso en la escala evolutiva: el trino de los pájaros, por ejemplo, ha sido descrito por todos los poetas sin excepción, fray Luis de León y Keats incluidos, como un signo de serenidad y de paz.

Así, mis ambiciones tienen ya proporciones muy personales; me gustaría empezar a releer de nuevo los clásicos antes de morirme. Cuando uno es joven lee apresurada y agitadamente, sin el poso que da una vida por llegar; ahora sin embargo hay que leer despacio, dejar que se aposente lo nuevo sobre los sedimentos ya formados, paladear; gracias a Dios, el olvido ha cumplido bastante bien su labor: mucho de lo que antes estaba ordenado ahora es bastante difuso; cumple recuperar las proporciones y las distancias entre los conceptos, reorganizar los estantes, volver a colocar los libros en su sitio, dejarlo todo más claro en la memoria.

sábado, 24 de enero de 2009

Otra revista de mis últimas biobibliografías para la Wikipedia


Como no puedo estar sin hacer nada, me suelo distraer escribiendo biobiliografías. llevo escritas muchísimas, cientos, para la Wikipedia, sobre todo de escritores. Últimamente he escrito las del novelista e historiador Manuel Ibo Alfaro, cuyas opiniones sobre las mujeres y los profes interinos habría que conocer, la del interesantísimo poeta manchego (consaburense) Alfonso García Tejero, al que descubrí escribiendo mi Historia de la literatura manchega del siglo XIX, que puede consultarse en mi portal, de tanta inspiración callejera y popular como calidad intrínseca; la de Manuel Fermín de Laviano, la del poeta Alonso Verdugo, cuyo hermosísimo poema Las ruinas, que anticipa en casi setenta años el Prerromanticismo, leí y disfruté con motivo de esta inquisición; al ilustrado poeta andaluz José María Roldán, muy devoto él; a Diego Luque de Beas, de quien habría que leerse sus memorias a ver si dice algo interesante como observador tras las bambalinas; a Fernando Patxot, un catalán certificado que escribió una novela muy interesante, muy traducida y reimpresa, sobre la matanza de frailes de 1835; a Francisco José Orellana, al fundador de la novela polaca, el satírico arzobispo de peluca empolvada e ilustrada Ignacy Krasicki, al fabulista ruso Iván Krylov, a José Agustín Ibáñez de la Rentería, del que no me acuerdo gran cosa, a Bernardo María de la Calzada, teatrero importante de finales del XVIII y a quien se le daban bien los dramas patrióticos; al diplomático Mauricio López-Roberts, un narrador decimonónico muy diestro en los aspectos sentimentales de la novela; al famoso periodista Manuel Bueno, quien dejó sin brazo a Valle-Inclán y que parece mentira todo lo que llegó a escribir; a Luis Ruiz Contreras, cuyas memorias alcancé a leer buscando datos sobre García Vao; a Gabriel María Vergara Martín, un pozo de ciencia paremiológica y lexicográfica; a Ramiro Fernández Valbuena... de quien no me acuerdo maldita la cosa, a Ippolito Nievo, un novelista que se ahogó en el mar Tirreno cuando se dirigía a Nápoles y a quien seguro lamentaré no haber tenido tiempo para leer, a Rafael Boira...

Otros autores a los que les he dado un repaso, pero que tenían ya entrada en la Wikipedia, a veces escrita por mí mismo: Francisco de Encinas, Benito Vicetto, Juan Cortada, Ramón Navarrete, José Muñoz Maldonado, Augustin Barruel, Flor azul... La flor azul de Novalis, que representa el conocimiento inalcanzable.

sábado, 3 de enero de 2009

Artículos

Cuando en el curso de mis investigaciones reparo en que hay algo no aludido en Wikipedia, escribo un artículo para que el que venga después no tenga que cargar con esa ignorancia, siguiendo la menos propia de las éticas, la kantiana. Estos son algunos de los últimos: Francisco José Barnés y Tomás, Ippolito Nievo, Rafael Boira, Rosa de Eguílaz y Renart, John Mason Good, Abhay Ashtekar, Antonio Ledesma Hernández, Antoine de Latour, Nicolás Díaz de Benjumea, Narciso Sentenach, Desierto de Bolarque, Bernardo Espinalt, Luis de la Escosura y Morrogh.

De nada.

domingo, 21 de diciembre de 2008

Bonifacio Sotos Ochando y Melchor de Macanaz

He tenido que perder toda la mañana escribiendo las biobibliografías de dos pensadores tan espesos y albaceteños como son el lingüista Bonifacio Sotos Ochando , creador de una de las primeras lenguas universales, al que conocía ya por el libro de Mourelle-Lema que manejé para mi trabajo sobre Juan Calderón, pero que sabe Dios por qué anaquel andará, y el pensador político Melchor de Macanaz, el penitenciado workadict regalista, para la Wikipedia y mi propia satisfacción, porque estos autores no les importan una miaja ni siquiera a sus propios y manchegos herederos. Pero ahí están, y ahora será más difícil olvidarlos. También he escrito la de José Ibáñez Marín, un historiador militar que, aunque no era manchego, murió en el desastre del Barranco del Lobo en África y dejó un buen libro de Recuerdos de Toledo que he podido leer con gusto con los vistosos y graciosos dibujos con que se acompaña, en la edición virtual de la Biblioteca de Castilla-La Mancha. Además he ampliado lo que había sobre el fotógrafo toledano Casiano Alguacil y unos breves apuntes míos antiguos sobre José Muñoz Maldonado. Casi todo el mundo aprecia la obra, inédita por lo extensa, pero también por lo rigurosa y profunda que es, del paremiólogo y folklorista del siglo XVII Luis Galindo, pero casi nadie sabe que es un manchego de Ocaña. Debería editarse. Le he escrito también un articulo de Wikipedia, donde digo lo esencial, que era un erasmista y escribió unas Sentencias filosóficas y verdades morales que otros llaman proverbios y adagios castellanos en diez volúmenes clasificados por temas que se conservan manuscritos en la Biblioteca Nacional. Con Jerónimo Martín Caro y Cejudo es de nuestros mejores paremiólogos y humanistas.

lunes, 17 de noviembre de 2008

Noche horrorosa

De insomnio total. Peleándome con la almohada igual que Jacob con el ángel; no he logrado cerrar ni una pestaña, pero he salido vivito y coleando. Los niños ven monstruos en la oscuridad exterior y con el tiempo acaban por verlos en la interior, cuando ya no son niños; la siguiente evolución es la mía, ser los monstruos mismos, personificaciones de corrientes vanas de conciencia sin nada que hacer en la lógica y sus estanterías. Mara, el diosecillo budista del mal, debe andar muy satisfecho por sus mandalas de arena borrosa.

He descubierto una gramática entera muy peculiar, pero algo redondéntrica, la del lingüista Esteban Saporiti. Está aquí, si la queréis consultar, y puede descargarse una versión muy larga en pdf. Curiosa definición la que da de sujeto.

Me escriben Cantero y Carlos; al segundo ya le he contestado exponiéndole mis sospechas sobre quién puede ser el enigmático Lidoro. Ahora intuyo, creo que con fundamento, que puede ser Calixto Hornero de la Resurrección del Señor, el humanista escolapio de Pozuelo tan mal estudiado por el indeclinable, defectivo y semideponente Ludovicus a Cannigrale, pero no las tengo todas conmigo y creo que mis argumentos son demasiado sibilinos hasta que encuentre algo más sólido y documental a lo que acogerme. De momento, puede ser el párroco de Santa María del Prado, Sebastián de Almenara, alguno de los hermanos Estala menos Pedro o bien Pedro Antonio Marcos o su hermano Manuel, amigos del pobre Francisco Sánchez Barbero. Sobre los escolapios habría que leerse los tomazos del maestro de Azorín, el erudito toledano del XIX Carlos Lasalde, al que tengo que calibrar con detalle para el artículo de Calero, pero échales un galgo.

Debo recogerme un poco para no disolverme en especulaciones, conjeturas e intuiciones en los que me pierdo demasiado. Es lo que me pasa cuando la angustia de corregir exámenes me atenaza: de repente se me carga el subsconsciente y me aplasta la vocación literaria, arrolladora, y tengo que ahogarla en la cuna para tener que hacer salir al asqueroso profesor que hay en mí. Semana de corrección de exámenes, purgatorios y qué mal. Me vuelvo insoportable, quisquilloso y, como dice el neologismo, conspiranoico.

¿Voy a tener que perderme Retorno a Brideshead? Qué pena. Sólo por recordar la serie de televisión merecería la pena. Todavía recuerdo el hilarante concierto de violoncelo y la insuperable mariconería entre Anthony Blanche, el osito Aloisius rubio que era Sebastian y el pintor/narrador. Junto con la inolvidable El gran Gatsby y Somerset Maugham son mis favoritos para los felices años 20... Y, claro, P. G. Woodehouse. ¡Cómo escribía el muy cabrón!; ¡eso es humor inglés! Y, por el otro lado, la incurable tristeza de Sombras en Ardbury.

sábado, 11 de octubre de 2008

Displicencia


Cuesta mucho pasar el puente entre niveles; uno se siente absolutamente desajustado, y corre el riesgo de sentir que mata una mosca con una bomba atómica. Estas desproporciones hacen que uno se sienta sumamente descolocado y desencajado, porque ve la enorme distancia entre lo que da y lo que podría ofrecer. Además hay que librarse de la sensación de eterno retorno y de déjà vu que acomete cuando se da lo que se ha dado y se dio hace años, y se dará todavía ad infinitum. Sísifo era profesor.

Investigo cosas por las que sólo pueden sentir curiosidad unas personas llamadas especialistas. Es cierto que algunas de las cosas que descubro son bellas y satisfacen de por sí: descubro poemas, por ejemplo, hermosos y algunos graciosos. También oigo voces amigables que vienen del pasado, diciendo cosas que sólo pueden interesar a historiadores y científicos, diciendo cosas que me interesan a mí. Pero ahí está el canon, fraguado por un pasado que quizá deberíamos mirar por otra parte. Y otras informaciones las podría dar a alguien más apropiado. ¿A quién puede interesar que un administrador catalán de rentas reales en Ciudad Real introdujera a fines del siglo XVIII el uso de dos plantas forrajeras en el Campo de Calatrava? ¿A los que investigan la genética cruzada del ajoporro? Esa es una de las cosas extrañas con las que me suelo topar. Por mis papeles andan descubrimientos inéditos que no publico y ni siquiera tengo ganas de desarrollar; ¿le importa a alguien que no salgan a la luz? Ya casi ni me importan a mí, ni me importaban cuando los acometí con displicencia. No hay revistas cienfíticas donde publicarlas, aquí, en La Mancha. Uno no puede ser menos que espejo del ambiente que le rodea, y reflejar indiferencia. Que sea una "escandalosa indiferencia" es sólo una contradictio in terminis; es indiferencia, simplemente. No tengo conexiones para desaguar lo que descubro, ni estímulos, ni ganas, ni gratificación de ningún tipo. ¿Me van a pagar algo por estos trabajos? No, como tampoco me han pagado los que he hecho. ¿Necesito dinero? Sí, como cualquiera que tiene que pagar hipotecas. ¿Tienen caradura los que me piden trabajos y sólo me pagan con libros impresos y demás? Que lo digan ellos, que ni siquiera se atreven a plantearlo. Un trabajo serio requiere de gastos que esa gente ni se imagina. Y a qué acumular méritos científicos si no cuentan en el escalafón de Profesores de Secundaria, o cuentan muy poco. Sobra, como en tantos otros sitios, lo que sobra. Y algunos dirán que sobro yo.

Me gratifica más la creación literaria pura que la investigación, pero, de alguna manera, un excesivo trabajo como investigador me ha reestructurado demasiado y la fuente literaria, aunque aún existe y tiene caudal, no discurre con la fuerza que solía y le hace falta lluvia y tiempo para recuperarse.