viernes, 21 de mayo de 2010

Nuevo libro de mi Instituto

Jerónimo Anaya, “Aquí en esta casa”. Nuevos estudios etnográficos en torno a La Mancha, en Lanza Digital,
20/05/2010.


El 18 de mayo de 2005, hace justamente cinco años, el Instituto de Enseñanza Secundaria “Santa María de Alarcos”, de Ciudad Real, presentó su primer libro. Junto al anagrama del Centro, aparecía «Ediciones Santa María de Alarcos». Quizá era algo pretencioso: crear su propia edición, pretender que esa labor tuviera continuidad, ser capaces de escribir todos los años un libro, y hacerlo los profesores de Enseñanza Secundaria, sin más estímulo que el propio trabajo y sin más remuneración que la propia satisfacción y las palabras de aliento de sus compañeros. Eso sí, contaron con mecenas generosos que sufragaron la edición: el primero, el Ayuntamiento de Ciudad Real; los demás, la Consejería de Educación y Ciencia.
Cinco años después, se ha presentado Aquí en esta casa. Nuevos estudios etnográficos en torno a la Mancha, coordinado por los profesores Vicente Castellanos y Jerónimo Anaya. La portada y contraportada han sido diseñadas por las profesoras Mercedes Marín y Covadonga Aroca. Tras la entusiasta y emotiva presentación de Carlos Ruiz, Director del Instituto, hallamos los once estudios etnográficos sobre los que se alza esta casa.
Dos trabajos se centran en la literatura tradicional. Mercedes Garrido, en «Mayos y cruces en Villanueva de los Infantes», estudia esta manifestación folclórica en esta localidad. Mayos y Cruces se celebran en numerosos pueblos; pero en Infantes de una manera especial, tanto que esta celebración fue declarada de interés turístico regional en 1999. Las cruces se encienden el 2 de mayo a las tres de la tarde y se apagan el día siguiente, a la misma hora. Los visitantes recorren el pueblo siguiendo la lumbre de los turros que indican dónde se encuentra cada una de las casi treinta cruces engalanadas habitualmente en el pueblo. En cada cruz, las peanas, mujeres que las custodian permanentemente, invitan a “puñao” y ponche
Los Mayos, formados por cuartetas de versos de ocho sílabas, son interpretados por grupos de ronda ataviados con arreglo a la tradición. Se acompañan de instrumentos de cuerda característicos: guitarra, laúd y bandurria. En la Noche de las damas (30 de abril al amanecer del 1 de mayo), se cantan el Mayo a la Virgen de la Antigua y el Mayo a las Damas. Es este totalmente profano, y en él los mozos coquetean con las chicas; en las últimas coplas se va concretando a una determinada persona con alusión a un clavel, si es un varón, o una rosa, si es mujer. En la Noche de las Cruces (del 2 al 3 de mayo) se cantan los Mayos a Nuestro Padre Jesús Rescatado y a la Santísima Cruz (mayo que repite cada una de las rondallas en todas las cruces vestidas, hasta el amanecer). Diversas letras, partituras y fotografías completan el trabajo de Mercedes Garrido.
El segundo trabajo sobre literatura tradicional es «El romance de “La loba parda” en la provincia de Ciudad Real», cuyo autor es Jerónimo Anaya. El romancero tradicional en la provincia de Ciudad Real ha sido objeto de diversos estudios, desde la obra de Pedro Echevarría Bravo, Cancionero musical popular manchego (1951; 2.ª ed., 1984), hasta publicaciones más recientes, pasando por la recogida de romances por el «Seminario Menéndez Pidal», cuyo tomo IX, Romancero rústico (1978) contiene diversas versiones del romance de «La loba parda» recogidas en distintas localidades de nuestra provincia. En veintidós localidades se han recogido versiones de este peculiar romance, que tiene su origen en el mundo pastoril, y no aparecía en las colecciones antiguas, que excluyeron los romances rústicos, aunque sí era conocido, como lo atestigua la cita que aparece en el Vocabulario de refranes y frases proverbiales, (1627), de Gonzalo Correas
En el trabajo presente, además de indicar todas las versiones recogidas hasta la fecha, se hace un estudio del romance de «La loba parda» partiendo de once versiones recogidas por un equipo de alumnos dirigidos por el profesor Anaya, ofreciendo todas esas versiones, la mayoría inéditas, como muestra del rico folclore de nuestra provincia. Las versiones que se publican son de las siguientes localidades: Alcoba (dos versiones), Arroba de los Montes, Brazatortas, Ciudad Real, Corral de Calatrava, Miguelturra (dos versiones), Navalpino, Poblete y Los Pozuelos de Calatrava. El estudio se completa con la transcripción musical de una versión y con unos cuadros sobre dichas versiones, en los que se indica la localidad de procedencia, el informante, el recolector, etc.
La comarca de Puertollano está presente en dos estudios. M.ª Covadonga Aroca presenta su «Alfar Arias, una experiencia en la recuperación de la cerámica tradicional». Conjugar tradición y creatividad en el entorno actual de la artesanía es una tarea compleja, que no se presenta con la frecuencia que sería deseable. En su artículo bucea en los océanos del tiempo para sacar a la luz un pequeño tesoro: una historia que, como todo producto del arte, nos habla de poesía, de duro trabajo, de pasión, de la presencia de nuestro pasado y del cariño por reencarnarlo en un legado de futuro. Quiere Covadonga rendir con su escrito un pequeño homenaje a la labor etnológica, creadora y de conservación de los últimos alfareros de nuestra provincia, pero también destaca su esfuerzo por mantener a contracorriente un oficio y un arte que no deben caer en el olvido, como parte fundamental de nuestro acervo histórico.
«Dos historias de Puertollano. La Fuente Agria y el Santo Voto» es la propuesta de José María Pita. Su autor es de Puertollano, y nos habla de su pueblo. Entre los múltiples temas y curiosidades de las que podía tratar ha elegido dos que, desde su punto de vista, definen la idiosincrasia de esta localidad: la Fuente Agria y la tradición del Santo Voto. Por ello habla de dos historias de Puertollano. Y estas dos historias definen, siguiendo a autores como Juan García Atienza o Fernando Sánchez Dragó, dos realidades yuxtapuestas pero a la vez complementarias: una historia “exotérica” que habla de cómo la existencia de una fuente de aguas sulfuro-ferruginosas (“la Fuente Agria”) y su posterior fama marcaron cierto devenir histórico en Puertollano; y, también, la existencia de una historia “esotérica” donde, a partir de un hecho histórico —la epidemia de peste bubónica de 1348 que asoló a la población puertollanense—, se acuerda un pacto (“el Santo Voto”) entre los supervivientes y la Virgen como agradecimiento por su protección mediante la realización de una comida votiva, que se distribuye entre los necesitados de la localidad, hecho que se conmemora anualmente de forma ininterrumpida desde 1348.
«El legado popular de Salomón Buitrago» es el tema que desarrolla Vicente Castellanos, gran conocedor de la obra de este sacerdote y gran músico, que estuvo al servicio de la catedral de Ciudad Real entre 1922 y 1975, fecha de su muerte. Durante este prolongado espacio de tiempo se dedicó a la recopilación, copia y creación de obras musicales conforme a los esquemas litúrgicos establecidos por el Vaticano en 1903. Fruto de ello es una extensa colección de documentos musicales, textos y partituras, que se guarda en la propia catedral. Esta fuente documental ha sido denominada Legado Histórico Musical de Salomón Buitrago por su catalogador, que es el propio Vicente Castellanos. Dentro de esta fuente, aparte de la música sacra, hay un espacio importante para la música civil y profana, en profundo contacto con la historia social de Ciudad Real durante el siglo XX, y también un hueco considerable para la recolección de música popular, su transcripción e interpretación. Puede considerarse a Salomón Buitrago como uno de los protagonistas de la conservación de nuestro folclore, junto a Francisco García Márquez ("Mazantini") y a Pedro Echevarría Bravo, autor del Cancionero musical popular manchego. Esta colaboración recoge el trabajo dilatado y afanoso de aquel maestro de capilla inolvidable, protagonista local de un interés por el folclore que tuvo eco en toda España durante las primeras décadas del siglo XX. Entre sus logros cabe citar la composición culta con inspiración popular, por ejemplo su obra Ronda Manchega, y la formación de una masa coral que hizo historia en los años anteriores a la Guerra Civil: el Orfeón Manchego.

(II)
La variedad de temas de Aquí en esta casa llega hasta la «Ruta de los molinos del Guadiana (De los Ojos a Corral de Calatrava)», de Pedro Isado. En su artículo, se ofrece un recorrido por los molinos harineros que se jalonaron en el cauce del río Guadiana desde su segundo nacimiento (los Ojos del Guadiana) hasta el término de Corral de Calatrava, es decir, aproximadamente por casi todo el territorio del Campo de Calatrava por el que el Guadiana discurre en nuestra provincia. La relación de estos molinos se basa en la información oral de guardas jurados que recorrieron los caminos que los unían. El recorrido se jalona en tres tramos: molinos enclavados en el Campo de Calatrava desde los términos de Villarrubia y Daimiel hasta Ciudad Real; molinos en torno a Ciudad Real; y los que nuevamente pertenecen al Campo de Calatrava en el término ya de Corral de Calatrava.
Se trata de ubicar cada molino de agua en caminos, puentes, carreteras, municipios; de precisar su antigüedad e historia en unos casos; en otros, de apuntar noticias sobre las tareas, vida laboral y también festiva. A la vez, recoger acontecimientos o hechos curiosos referidos a estos molinos, así como breves canciones evocadoras de sus moradores y de su trajín cotidiano en un paisaje particular y en un oficio ya desafortunadamente desaparecidos.
No podía faltar en un estudio de este tipo la cocina manchega, y las profesoras Mercedes Marín, Emilia Martín y M.ª Ángeles de la Peña nos ofrecen «Plantas aromáticas de la cocina de Ciudad Real». En este trabajo se describen las plantas aromáticas que se usan como condimentos y especias en la cocina ciudadrealeña. Parten sus autoras de la idea de que estas recetas, que pasan de madres a hijas y cuyo uso ha perdurado a través del tiempo, resumen un conocimiento ancestral en el que a lo largo de los siglos lo inútil y nocivo ha sido eliminado y ha perdurado lo agradable y práctico.
Sin entrar en los entresijos de la sabiduría culinaria, se basan en el Recetario gastronómico de Castilla La Mancha y a partir de esas recetas estudian las plantas que se han ido utilizando y que dan carácter a la cocina de nuestra provincia. De cada una de ellas se muestra su imagen y se describen sus características botánicas y las sustancias químicas a las que deben su aroma, así como las virtudes curativas que poseen o que la sabiduría popular les atribuye. Al final se indican los platos en los que aparecen, citando la página del mencionado recetario.
El trabajo de Ángel Romera, «Tradición contra inmovilismo: Félix Mejía o el uso de la literatura tradicional como fuente de agitación social», se centra en el uso de material literario popular o tradicional por parte del escritor liberal ciudadrealeño Félix Mejía Fernández Pacheco y su contrafactum con intenciones políticas y satíricas. Mejía prescindió por completo de la moraleja neoclásica y pervirtió el modelo castizo sanchopancesco insuflándole agresividad. Para ello recurrió a frases hechas, refranes, chascarrillos populares, facecias, cuartetas, seguidillas, romances de guapos y bandoleros y coplas de ciego retocándolas, creándolas ex nihilo o extrayéndolas impolutas de una tradición más o menos pura. Incluso rehizo en verso un episodio de fuente folclórica del Lazarillo y describió algunas tradiciones manchegas en cuanto a vestimenta y costumbres. Aunque era un escritor castizo, concebía la tradición no como algo inmóvil y muerto, sino como una fuente viva, realista y crítica de renovación de un lenguaje anquilosado por los epítetos neoclásicos y el idealismo ilustrado. Supo encontrar en el acervo popular las raíces de un descontento social secular y lo aprovechó para conectar con el pueblo a través de fórmulas periodísticas populares de gran éxito en su tiempo, como El Zurriago, La Periodicomanía o La Tercerola, a la manera del Père Duchesne del revolucionario francés Hébert. Sus grandes fuentes de inspiración fueron Cervantes, Isla, Miñano y Gallardo.
Las supersticiones manchegas, enfocadas a la luz de la psicología evolucionista, es el tema de «Si me lo creo me va bien y si me lo invento me va mejor. El logos de la superstición», de Santiago Sánchez-Migallón. El estudio de una superstición tan arraigada en nuestra región como el mal de ojo es el pretexto e introducción a una investigación sobre el sorprendente éxito que estas falsas creencias continúan teniendo entre las personas de a pie (y no tan de a pie) en los aledaños del siglo XXI, a pesar de estar a más de cuatro siglos desde que la Revolución Científica nos dotara de una poderosa racionalidad y a más de dos de que los pensadores ilustrados declararan abiertamente la guerra al pensamiento mágico. Comenzando por un estudio genealógico del concepto de superstición, se realiza una crítica a nuestra construcción causal del conocimiento a partir del planteamiento de Hume y la tesis de Duhem-Quine. Desde la perspectiva de la psicología cognitiva y la lógica informal se analizan los diversos sesgos que distorsionan nuestras explicaciones de la realidad, visión que encaja coherentemente con las posturas de Bandura y Hood, a través de las que se enlaza la psicología con las principales tesis evolucionistas. Para terminar, se postula la perenne novedad del ideal ilustrado como fundamento de nuestros sistemas educativos, entendido como la mejor herramienta para la lucha contra las pseudociencias.
El volumen se completa con un ensayo sobre las «Manifestaciones verbales coloquiales o populares y gestos en el momento del duelo», de Juan José Arranz. El autor pretende identificar al duelo como un rito funerario en el que el hombre da una respuesta profunda y emotiva ante la pérdida de un ser querido. La muerte es un hecho natural y a ella los hombres de todas las culturas y épocas le han dedicado un ritual. Este ritual ha sido y es diverso según las distintas épocas y lugares. Ante el féretro del fallecido, familiares y amigos repiten gestos y palabras cargadas de profundo sentimiento de dolor.
A lo largo de la historia ha habido cambios sociales ligados a las vidas cotidianas: desde siempre las ceremonias funerarias eran públicas y se hacían normalmente en la casa del finado. Actualmente, el tanatorio es el lugar más propicio para la última despedida del fallecido y la muerte del moribundo se produce en el hospital y solo. Apenas se viven ya aquellas explosiones y gestos apasionados de dolor, rabia y desesperación de hace tan solo unas décadas. Cada vez más, los familiares prefieren realizar unos funerales en la más estricta intimidad.
También en el mundo de la literatura, los poetas han expresado sus sentimientos más profundos de dolor ante la muerte de los seres queridos por medio de la elegía. El pueblo ha manifestado y manifiesta ese mismo dolor a través de la reiteración de ritos y símbolos.
Son todos estos estudios, como dice Matías Iruela en su colaboración, «Historia de buena gente». Sostiene su autor que hoy en día nos cuesta bastante imaginar un mundo en el que las casas no poseían electricidad, ni agua corriente, ni calefacción central, ni teléfono; en el que las calles olían a estiércol de caballo; en el que simples objetos como la lámpara de petróleo, el brasero, la estufa de leña… tenían una utilidad cotidiana y contribuían a crear un modesto bienestar. Esta época que parece tan lejana fue ayer. En este artículo pretende describir a algunos personajes que vivieron en esos tiempos a la vez tan cercanos y tan lejanos y de los que guarda el más querido y más respetable de los recuerdos. Son unos personajes que a casi todos los que vivimos en aquella época, en cualquier pueblo de nuestra geografía, nos recuerdan a alguien que conocimos. Se trata de buena gente, de gente honesta, como muchos que hemos conocido o conocemos, y a los que el profesor Matías quiere rendir un pequeño homenaje en este escrito.
Con Aquí en esta casa el Instituto “Santa María de Alarcos” contribuye a la difusión y conservación de nuestra cultura, pues, como dice el Conde Alarcos en el romance que lleva su título, “quien bien ama tarde olvida”.

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