martes, 9 de noviembre de 2010

Bibliofilia

La bibliofilia es un lujo para un pobre profesor de instituto (ahora más pobre por la rinrazón del gobierno). Todo lo más, lo único que puede hacer es seleccionar un criterio de interés, en mi caso clásicos manchegos, y buscar gangas prevalido de su conocimiento en la materia, superior al de unos libreros que sólo entienden de su valor comercial. Por eso me he hecho con dos ejemplares dieciochescos de los inencontrables Patres toletani del cardenal Lorenzana, fusilados sin piedad por Migne y algún alemán que otro, los consagrados a las obras completas del historiador Ximénez de Rada, del gran poeta San Eugenio y del insigne teólogo San Ildefonso, a un precio módico, pero aun así que escamonda mi depauperada economía de pater familias. Lo que tampoco es mal negocio, ya que dentro de unos pocos años valdrán veinte o treinta veces más, como he podido comprobar con otros libros que andan por mis estantes. Por tener, incluso tengo al raro de los raros León María Carbonero y Sol y sus Esfuerzos del ingenio literario (1890). Algún friki daría un pie por este libro. Cuando me muera no sé que será de estos huérfanos; de mis huérfanas, quiera Dios que cuide mi mujer. De momento, lo que hago es hojear la nueva edición de La novela en España. Catálogo de novelas y novelistas españoles. Siglo XIX, de Juan Ignacio Ferreras, en busca de referencias de escritores manchegos. Pero es un suplicio continuo: no hago más que llevarme las manos a la cabeza, porque el pobre Ferreras no deja de meter la pata. Unas veces es incompleto, otras mezcla autores, otras se equivoca en el título, otras marra al hacer de Madrid a un asturiano o a un burgalés, no evalúa el rigor de las fuentes (lo que es grave tratándose en un especialista en crítica sociohistórica), considera novelas obras que son poemas o piezas teatrales, etcétera... Apenas utiliza la hemerografía y se nota que en informática es, menos que novicio, profano. En fin, un estropicio continuo y terrible que, más que guiar, puede desorientar al inexperto.

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