Ahora que te tengo sentado en mi propia silla te comunico, mi mejor y único friend, que quiero dar otra orientación a mi blog. El hecho de que me hayan pedido que colabore en Mi Ciudad Real y publique artículos allí me ha hecho volverme demasiado político, pero nunca me ha gustado la mierda: no soy una mosca. Es algo que puede envenenarme y subleva mi alma de franciscano exclaustrado, pues en realidad solo soy un escritor, ni bueno ni malo; un investigador que ha resuelto algunos enigmas y un profesor cansadísimo y más que harto. Aunque me considero quemado, no sé por qué todavía ardo con inusitada vehemencia; el día que me lo explique supongo que ya estaré muerto; tal vez necesito pelearme con algo para poder seguir vivo. Entre los muchos proyectos de ego que me he ido haciendo durante estos años ya he explorado suficientemente el de articulista; a veces atisbo caminos interesante por los que luego me olvido de ir; ordenando los artículos del blog por temas me he dado cuenta: son más caminos de los que quisiera; la conciencia de todo lo que me he dejado en el tintero y en la vida me hace cabrearme mucho más todavía.
Escribiendo artículos veo que quizá habría podido orientar la opinión o ayudar a crearla, pero no soy tan soberbio como para creer que puedo dedicarme a ello, pues la gente cada vez lee menos y es más egoísta, algo que, increíblemente, consigue combinar con habilidades sociales aparentemente más constructivas. A mí solo me han educado para ser útil y escribir artículos de opinión es inútil y solo acarrea gente que te mira como si fueses un Gregor Samsa o bicho raro. Solo escribo porque soy vehemente, como todos los que se vierten en los vasos del arte: la indignación me puede. Solo hay que ver el número de sátiras y epigramas que acumulo en este blog.
Porque este blog es también una radiografía de su autor: solo hay que comparar el volumen de entradas de cada apartado. Me obsesiona la ética, me indigna la injusticia, me gusta acumular conocimientos sobre pedagogía, psicología, literatura, humanidades, historia de Castilla-La Mancha. Y soy muy criticón y cabezón. Tengo una lengua, o más bien una literatura, bífida y capaz de despellejar un armadillo. Y, sobre todo, una curiosidad enorme y enfermiza. Por otra parte, la gente es tan estúpida que te juzga por la facha, por el vestido, por la cara que pones, por cualquier cosa menos que por el significado de lo que dices o por tu trato continuo. Eso me descorazona de la gente y me hace despreciar a gran número de personas que, eso sí, van bien arregladas y perfumadas, visten bien, sonríen y dicen cosas convencionales que has oído cientos de veces y que ya han perdido su significado de tanto como se han gastado. El español, que siempre ha sido un inerte, es especialmente superficial. Incluso es capaz de votar a un sinvergüenza solo porque está bien vestido o sale en la tele o dicen que es guapo.
Quiero volver a la cultura. Durante algún tiempo he pensado en cómo administrar los años de vida que me quedan. He intentado vivir fuera de la escritura, pero no he podido. Tengo que resignarme ya y dedicar el decenio o algo más que resta a leer algunos libros que no puedo estar sin conocer y escribir al menos los cinco libros que me ocupan más el pensamiento y, resuelto ya el problema del enigmático Lidoro de Sirene ciudarrealeño del siglo XVIII, resolver de nuevo otro problema o rompecabezas erudito, el de justificar de una vez por todas la autoría de Félix Mejía en las obras mal atribuidas a Lebrun y la anónima Jicotencal. Esto, y añadir nuevos capítulos a mi Historia de la literatura manchega, es lo que me debe llenar el tiempo. Dedicaré este verano a estos proyectos y a preparar la edición definitiva de las obras completas de Félix Mejía, que ya tengo bastante avanzada, y a gestionar la publicación de otros libros que ya tengo escritos, aunque sea en edición electrónica: la Autobiografía de Juan Calderón, la biografía de Félix Mejía, una colección de biografías de figuras del periodismo manchego. Quizá me sobre tiempo para darle un empujón a esa novela negra policiaca ambientada en Puertollano que he empezado y con la que tanto disfruto, pues con ella me encuentro en el terreno en que siempre he deseado vivir: la creación literaria. Y, más lejos, los proyectos de otros libros que me rondan y quizá ya nadie escriba: la novela El danés, otra histórica ambientada en el siglo XIX y otra sobre la movida, bastante autobiográfica.
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