Cristina F. Pereda "¿Cómo cubrimos Ocupa Wall Street?", El País,
El acontecimiento dura ya dos meses. Desde Nueva York, donde nació el pasado 17 de septiembre, hasta San Francisco, Miami, Chicago, Seattle y 300 ciudades más. De las aceras de Wall Street a Twitter, Facebook y el resto de internet. Pancartas que retratan las tragedias de la clase media estadounidense, la crisis económica, los deshaucios, los recortes sociales y los rescates a los bancos Estudiantes de posgrado endeudados de por vida y sin seguro médico. Veteranos de guerra, doctores, abogados. Y ecos de protestas en Europa que, por muchas similitudes que encontremos, no permiten trazar una línea recta entre uno y otro movimiento. Acampadas, marchas, asambleas, desalojos, detenciones, cargas policiales y vuelta a empezar.
El alcalde de Nueva York quiso poner fin a la acampada de Ocupa Wall Street en Manhattan con una orden de desalojo el pasado lunes: "Zucotti Park podrá ser ocupado con ideas, pero no con tiendas de campaña". Pero tanto Michael Bloomberg como cualquier periodista que haya seguido los acontecimientos estas semanas sabe que la protesta no acaba con un desalojo más. No lo hicieron las primeras detenciones en las inmediaciones de la bolsa de Nueva York ni otras estrategias similares en Boston, Oakland o Filadelfia. OWS nació, evolucionó y sigue avanzando en la red. Cada pancarta es un mensaje. Cada foto una semilla de la protesta. Y cada vídeo una plataforma de difusión.
Los medios norteamericanos -como ocurriera antes en España durante el 15-M- se han encontrado con protestas a tiro de piedra de su redacción pero que son tan difíciles de cubrir como un estallido revolucionario a miles de kilómetros de distancia. Ocupa Wall Street no tiene eslóganes ni líderes, la protesta en Nueva York no tiene nada que ver con la de Washington, donde dos grupos distintos tienen permiso para acampar hasta finales de año. OWS vive en la calle y en internet. En vez de portavoces tiene cuentas de Twitter y a falta de comunicados de prensa convocan eventos en Facebook.
¿Cuántos reporteros hacen falta para cubrir esto? Nadie tiene aún la respuesta, pero OWS y el trabajo de los medios de comunicación han ido dejando algunas pistas.
Volvamos al principio. La mayoría de cabeceras estadounidenses ignoraron los primeros días del movimiento. Como bien explica Alexis Madrigal en su primer ensayo sobre la relación entre OWS y la tecnología, fue aquel vídeo de un policía rociando un spray a dos mujeres en Nueva York lo que despertó su atención. "Es posible -aunque poco probable- que un equipo de televisión hubiera recogido un momento así. Es posible que en el mundo pre-internet ese instante hubiera circulado rápidamente en cintas de vídeo copiadas para los informativos. Pero es imposible que un hecho similar pudiera ser capturado tal y como ocurrió y que fuera transmitido en 24 horas a miles de personas a través de los canales de distribución del movimiento".
Lectores, espectadores y manifestantes han criticado a los medios mayoritarios por ignorar desde aquella carga policial hasta incidentes clave como la huelga general convocada en Oakland. Así lo justificó, por ejemplo, la Radio Pública Nacional. También hubo reproches por hablar más del silencio en los medios que de lo que verdaderamente ocurría en las calles. Y cuando prestaron atención, por aumentar la intensidad de la cobertura, supuestamente, en situaciones de violencia, detenciones o desalojos. Siempre hay excepciones y The Washington Post, por ejemplo, acabó explicando por qué eligió la imagen de un policía acariciando a un gato para ilustrar un desalojo.
El "agregador social" de Occupy Wall Street.
Ante las críticas, el defensor del lector de The New York Times Arthur Brisbane preguntó públicamente a lectores y expertos. "Semanas después de su nacimiento, el desafío periodístico para cubrir [Occupy Wall Street] sólo ha aumentado en complejidad. No se trata simplemente de narrar los eventos visitando cada una de las protestas en Nueva York y el resto del país, hay temas más amplios que debemos abordar. ¿Cuáles son esos temas, cómo deberíamos cubrir este movimiento sin precedentes?"
Jerry Ceppos, decano de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Luisiana, contestó que el liderazgo es una de las claves de cualquier movimiento (asumiendo que OWS sea una protesta cualquiera) "pero no puedo nombrar a ningún líder y me cuesta creer que este sea un movimiento completamente orgánico que creció sin líder. Investigaría si es así".
Tom Fiedler, de la Universidad de Boston y antiguo director de The Miami Herald, confesó que ha dejado de leer las noticias relacionadas con las protestas. "Están huecas. Sí, la economía ha afectado negativamente a mucha gente y tienen razón para enfadarse. Sí, hay muchos profesionales en Wall Street que merecen un castigo público, pero hasta que esta ira se traduzca en algo que despierte un debate político, no es especialmente noticioso".
La respuesta más interesante llegó desde fuera. Emily Bell, responsable de la edición digital de The Guardian hasta 2010 y ahora directora del programa de periodismo de la Universidad de Columbia, contestó en su propio blog que OWS -como antes el 15-M en España- es "el marco perfecto para entender lo que está ocurriendo con la difusión de información en la era de internet". Además de respaldar al Times por enviar reporteros a la calle para seguir las protestas a diario, le recomienda que asigne una especie de "controlador aéreo" para garantizar que toda la información es visible más allá de nytimes.com porque "está historia hay que cubrirla dentro de la red que la creó".
La solución para cubrir un movimiento del siglo XXI puede se una combinación del trabajos de los grandes medios con el de la página occupationalist.org. Conocido como 'el agregador social de OWS' -lo han elaborado los estudiantes de la Universidad de Colorado- recopila las cuentas de Twitter de las acampadas, convocatorias de asambleas a través de MeetUp, testimonios del 99 por ciento en Tumblr, imágenes, noticias, vídeos y todos los registros en manifestaciones a través de Foursquare, visualizados en un mapa.
Pero al final del día, ¿quién publica un retrato más completo de las protestas, The New York Times y sus 281 reportajes acumulados desde septiembre o The Occupationalist? ¿Los reporteros que acuden a diario a las concentraciones y terminan su trabajo al poner el punto final a una crónica o el periodista que twittea durante todo el día con imágenes, declaraciones y vídeos desde la manifestación? ¿Es suficiente el relato en directo? ¿Y las contribuciones de los lectores desde cada una de las protestas? ¿O basta con añadir el análisis de los expertos a la crónica diaria de los periodistas?
Unos y otros han descubierto que por primera vez no es suficiente viajar a Alaska para contar qué hace Diane McEachern sentada en el hielo como única representante de "Ocupa la Tundra"; que a una colección de imágenes tomadas durante la huelga general de Oakland siempre le faltará la voz de un experto que explique por qué el hervidero de la bahía de San Francisco estalló ahora y no durante estos últimos años de pobreza, niveles de contaminación asesinos y enfrentamientos con la policía; que al mejor análisis del mejor cronista siempre le faltará la espontaneidad de un movimiento que se mueve de Manhattan al puente de Brooklyn antes de que a la CNN le dé tiempo a conectar con un helicóptero.
Una de las afirmaciones más repetidas sobre OWS es que carece de líderes y de reivindicaciones claras -quizás la más sonada sea esta, en CNN. Basta revisar la colección de pancartas que portaban los manifestantes de Madrid, Barcelona, Roma, Nueva York o San Francisco para ver que no, que no había dos iguales. Pero ¿qué hace un periodista con todos esos mensajes? ¿Es suficiente crear una galería de imágenes como ésta? ¿Dedicarles una sección en The Huffington Post? ¿Publicarlas en directo como hace The Guardian?
Los participantes de OWS comparten más o menos motivos para manifestarse, y cuentan lo mismo las centenares de voces que han salido a la calles de Boston, la acampada solitaria en Alaska o las decenas de ciudadanos anónimos que retratan su experiencia posando con un folio ante la cámara de su ordenador. Hay un vínculo que los une a todos, mucho más allá de la crisis esconómica o la distribución de la riqueza, y que sostiene OWS. Y da igual si los medios prestan atención o no. Unos medios que estaban acostumbrados a encender la mecha de los acontecimientos al repetir en televisión las imágenes de un policía cualquiera rociando con un spray a los manifestantes, pero ahora resulta que OWS no les necesita. Para eso está YouTube, están las redes sociales, y están los canales de retransmisión de vídeo en directo que convierten a cualquier espectador en partícipe del movimiento.
Bell recuerda en su blog que al llegar a cualquier manifestación en Estados Unidos en los últimos años, lo más normal era encontrar decenas de pancartas preparadas por los organizadores. Todas iguales, "habían sido creadas pensando en el medio". Un minuto en televisión y el mensaje volaba solo. Pero eso ha cambiado. Los manifestantes de las más de 300 concentraciones celebradas en Estados Unidos han repetido la estrategia para que, como explica Bell, cada una de las imágenes, de cada una de las pancartas, ayuden a distribuir el mensaje en la red. Y frente a la viralidad de las fotografías y vídeos que se publican cada día desde los campamentos, las reacciones en las redes sociales o las retransmisiones en vídeo y en directo a través de la red, muchos medios de comunicación se encuentran con que este movimiento sin precedentes ha puesto en evidencia la rigidez de sus estructuras tradicionales.
"La inmediatez de las imágenes tomadas por los manifestantes tenía un aire de novedad. La rapidez con la que circulaban desde luego que lo era", reconoce Madrigal. "El ángulo y los valores de la producción de los vídeos eran diferentes de los segmentos creados por las televisiones. Las redes sociales dejaron a los medios a un lado, obligándoles a surfear una ola que podían observar, pero no controlar".
OWS es un ejemplo más de la transición que viven los medios de comunicación y demuestra que sólo acertará aquel periodista o editor que no intente aplicar los mismos métodos de siempre para cubrir un acontecimiento nuevo, sino aquel que se atreva a probar algo radicalmente distinto.
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