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domingo, 5 de abril de 2020

Baja el virus, crecen los enanos

Cuando abran las barberías las colas van a ser dantescas en extensión y horripilancia. Vayan pidiendo ya día del mes y hora para la siega. Yo mismo parezco ahora el abuelo de Heidi, autoaislado en una montaña de ladrillos, y con lo previsto de monacato llegaré a yeti cromañón. Que las abran ya, por Dios, no necesitamos a más gente que nos asuste (para eso ya está el Gobierno; peor, la oposición): se manifiestan por la tele con caras más largas que las de Bélmez.

Sufro en mi  celda de aislamiento, pero no igual que cualquiera. Hasta en las cárceles hay kíes o madres superioras que pasan sus tacos de saco servidas por tres o cuatro machacas para las necesidades superfluas o perentorias. Los demás, peor que las putas por rastrojo y Semana Santa. Los millonarios useños, a los tacaños me refiero, lo están pasando fetén en sus yates con jacuzzi de ozono y masaje asistido.

Debería hacernos reflexionar que nos dé más yuyu Gobienno, Patromal o UBREX (si no es lo mismo, que también) que una pandemia global. ¿Son acaso estos meningococos más enemigos y letales que el coronavirus? ¿Pagarles diezmo no supone más decimación? Tal vez sea un problema de nomenclatura, y se resolvería traduciendo al realista algunos letreros de un infantil idealismo platónico. Por ejemplo, ¿qué tal si renombramos el Polideportivo rey Juan Carlos I como  "Polideportivo Chorizo I"? ¿Al Senado como "Pocilga del mamoneo compadre"? ¿O al ministerio de Justicia como "tienda del obstruccionismo culposo"? Pero no sigo por ahí, pues habría que llamar Plaza del chanchullo bienatado a la de la Constitución o algo peor, pues algo debe tener la democracia cuando la maldicen. Ya se ha visto con el renombramiento de las calles franquistas, que a su vez renombraban otros renombres, al estilo de las trilingües y desorientadas calles de la Praga kafkiana. Aquí no tenemos Kakfa, pero sí un Laberinto español a lo Brenan. Será que lo real ni siquiera tiene nombre, como la rosa,  "una flor que crece en tierras ignoradas, / y que no tiene aroma, ni forma, ni color", tan pobre y mísera estaba.

Ningún país tiene tanto político en Uropa como las diecisiete Españas (en plural, que multiplica más) tienen malhechores aforados (eso dicen las estadísticas, si es que no mienten, también, las estadísticas ad hoc). Y la eficiencia de tanto político innecesario ya la estamos viendo, con la dificultad ocular que se deriva de que la mayor parte de las lentes y pantallas sean obra más o menos deformante de la misma fábrica de esperpentos y majaderos que es la historia de las Españas.

La mala suerte que le faltaba a Pedro Sánchez se le ha venido toda encima ahora, y está más solo que el más solo de nosotros en la cumbre monclovita; nadie, sino un estúpido, se cambiaría por él. Es mucha responsabilidad. La España vacía se ha vaciado más todavía, entre muertos, ausentes, reclusos y europeos remisos y feos: nos parece vivir en un cuadro tan desierto como los del viejo de asilo tomellosero Antonio López. Es la soledad que produce la aglomeración urbana de celdillas, como en la colmena neoyorkina de Hopper.  Va a necesitar unos cojones que ni duos habet et bene pendentes.

miércoles, 25 de marzo de 2020

Oído en canciones y visto en pinturas

Es curioso que haya falleciddo en estas fechas Max von Sydow, el caballero que jugaba al ajedrez con la Muerte (así, con mayúsculas de alegoría o antonomasia) en plena pandemia de Peste Negra medieval. Fue en El séptimo sello, la película de Bergman que antaño anduvo entre las siete mejores de todos los tiempos y trata un tema muy inédito en esta época de buitres: el fin de la vida. Solo All that jazz, Blade Runner o El hombre que mató a Liberty Valance se le han aproximado algo. 

Acaba de fallecer un gran amigo, Pedro Ysado, probablemente el profesor más entregado y bueno que he tenido la suerte de conocer. Ruego a sus innumerables alumnos y amigos una oración por su alma generosa, que, de seguro, habita ahora en un orden mejor y enseña materias que no son materia, sino espíritu, aprendiendo en la tarea, como todo profesor que se precie.



Es difícil escribir en estos momentos, pero tengo que hacerlo. No puedo ofrecer sabias estadísticas, ni elaborados pensamientos o especulaciones sobre algo de que no quería tratar, la pandemia. Añadiré tan solo a lo mucho y bien que ya se ha dicho que, si alguna guerra pudiera haber sentido, la única sería la guerra contra la ignorancia, la enfermedad y el sufrimiento. Cuando todos nos demos cuenta de ello habremos llegado verdaderamente a la Edad de Oro del hombre, y no a este estúpido simulacro. Por eso no es congruente criticar al gobierno en estos momentos, sino ayudarlo, cada uno en la medida en que pueda hacerlo.

Ernest Hemingway escribió no pocos relatos memorables, como El invicto, sobre la última oportunidad de un torero en Las Ventas, pero en uno de ellos, Una historia natgural de los muertos, habla de las clases de muertos que encontró a lo largo de toda su vida  como corresponsal de guerra o conductor de ambulancias en la Primera Guerra mundial. Algunas de estas estampas recuerdan al Territorio comanche de Pérez Reverte y al Eclesiastés, ("la muerte de los animales y de los hombres es una sola y la misma") pero lo hacen porque tienen una fuente común, la realidad. Hace unos días Isidro hablaba de la pandemia de gripe española, llamada por muchos "Soldado de Nápoles", por algunos versos alusivos de la famosa zarzuela La canción del olvido. Yo solo copiaré el pasaje en que Hemingway la describe, en el cuento citado, tras decir que había visto pocos muertos naturales:

En ella, los enfermos se ahogan en moco, sofocados. Cuando llega el fin se transforman nuevamente en niños, conservando su fuerza de hombres, y llenas las sábanas como si fuera un simple pañal, con una vasta y fina catarata amarillenta que fluye y avanza aún después de la muerte... Quisiera contemplar la muerte de uno de quienes se llaman a sí mismos humanistas...

Y cuenta cómo un teniente discute con un cirujano entreteniéndolo mientras un enfermo se muere. 

¿Ve usted, mi pobre teniente? Hemos disputado sin objeto. ¡En tiempo de guerra, disputar así por una tontería!

En el Eclesiastés se dice que "escribir libros es una tarea sin fin". En todo caso, es un fin muy lejano. El poeta de la I Guerra Mundial Wilfred Owen, fallecido una semana antes de que terminara la guerra (hemos visto además una gran película sobre esa fiesta, 1917), donde se sufrió de lo lindo la gripe española, no tenía muy claro qué era peor, si el nacionalismo o la enfermedad. El poema, que hace tiempo traduje bastante mal para otro lugar, es Dulce et decorum est:

Doblados como viejos mendigos bajo fardos, / entrechocando las rodillas y tosiendo como viejas, maldecimos a través del lodo / hasta darle la espalda a las condenadas bengalas / y empezar a arrastrarnos a un descanso inalcanzable. / Los hombres marchaban dormidos. Muchos, ya sin botas, / cojeaban calzados de sangre. Todos patéticos, ciegos todos, / bebidos por el cansancio, sordos incluso a los silbidos / de frustrados obuses que caían de espaldas. / ¡Gas! ¡Gas! ¡De prisa, chicos! En un éxtasis de torpeza / nos calamos zafias máscaras justo a tiempo; / pero alguno seguía pidiendo ayuda a gritos, tropezando / indeciso, como hombre ardiendo en llamas o cal viva. / Borroso tras los vidrios empañados de la máscara, / y, a través de aquella verde luz espesa, / como hundido en un mar verde, lo vi ahogarse. / En todos mis sueños, ante mi vista indefensa: / se abalanza sobre mí, se atraganta, se ahoga, se apaga. / Si en algún sueño asfixiante también pudieras seguir a pie / la carreta donde lo arrojamos / y ver cómo retorcía los ojos blancos en su cara, / una cara colgante, como un diablo harto de pecado; / si pudieras oír, a cada tumbo, la espuma de sangre que vomitan los pulmones podridos, / obscena como el cáncer, amarga como pus / de llagas viles e incurables en lenguas inocentes, / ¡oh amigo! no contarías con tanto entusiasmo / a los niños que arden ansiosos de gloria / la vieja mentira: Dulce et decorum est / pro patria mori

Un arma de destrucción masiva eran los gases, que ni siquiera un monstruo como Hitler, que había sido cegado temporalmente por ellos, quiso emplear, ni Stalin. Pero ahora que la naturaleza o Dios nos humilla con su poder, y nos hace emporcar menos el aire, el agua y la tierra, podemos decir que no hubo ni hay pandemia tan grande y malvada como la de la gilipollez.

jueves, 12 de marzo de 2020

Ugh

Me gusta Madrid porque es un lugar que todavía tiene rincones y mugres de penumbra donde uno se puede acomodar. En ella el conocimiento se muestra liberado en las personas. Pero hoy en día todo el mundo prefiere el fiestorro, los neones epilépticos y los sueños despiertos de la noche, un agónico All that jazz, aunque allí hasta los mendigos imparten cátedra horizontal de filosofía cínica, perroflautista o simplemente chulesca. El paro de todo es una buena oportunidad (al menos para los que no tienen que soportar a los hijos) para ir a las bibliotecas, si es que las dejan abiertas. Madrid no es solo una urbe, sino una ubre nutricia, la de la piel de vaca / toro que nos decía Estrabón.

Sin embargo, el centro peninsular anda estos días vacuo y desgentificado, que parecía imposible, allí, donde todo lo que falta a la España vacía se había ido. Uno está hasta la viruscoronilla, pero tiene que reconocer que nuestros hijos, y sobre todo nuestros nietos, parados ahora antes de estarlo definitivamente, lo van a tener chungo. Tras dos grandes recesiones, las de 2008 y 2020, el capitalismo, que ha vuelto a las crisis de preguerra al abandonar las ideas keynesianas de separar crédito especulativo del social, debería readaptarse o al menos refundarse de una forma más nórdica, sensata y desinteresada (los porcentajes de interés, se entiende). Deben ser repuestos los impuestos. Porque, si no, nuestros hijos no van ni a poder pagar el pato a la miseria por falta de fondos, de trabajo, de estado, de pensión, de educación, de salud, de seguridad social, de todo lo que les ha ido quitando el capitalismo buitre y neocón que impera salvajemente desde que la Thatcher y el Reagan empezaron a fragmentar el empleo y a roer el hígado del prometeico estado, que ya no está ni siquiera para  promesas y ahora mismo tiene que padecer a neothatchers y neorreaganes paleofascistas. Decía Quevedo a Felipe IV.º, como pudiera decirlo al VI.º:

Grande sois, Filipo, a manera de hoyo; / ved esto que digo en razón de apoyo: / quien más quita al hoyo más grande lo hace; / mirad quién lo ordena y veréis a quién place. /  Porque lo demás todo es cumplimiento / de gente civil que vive del viento. / Más de mil nos cuesta el daros quinientos; / lo demás nos hurtan para los asientos. / Y el pueblo doliente llega a recelar / no le echen gabela sobre el respirar.

¡Atchís! Como el deporte, que habría que hacerlo amateur, habría que sustituir a estos políticos de tan mala calidad, puros piojos del sistema, por otros elegidos meramente por sorteo, y dar a los técnicos lo que es de los técnicos. Si la vida está gobernada por el azar, el país también debería estar gobernado por tal principio, que es natural y eficiente. Un anarquista a lo Thoreau como Borges ya especulaba con ello en su cuento La lotería en Babilonia, pero se resignaba a decir en otro lado que "con el tiempo mereceremos que no haya gobiernos". Otro anarquista nacido en Galilea decía "que gobierne a todos el que sea esclavo de todos". Nuestros políticos no solo padecen la incapacidad de poder gestionar incluso nuestro fin como civilización, ya en el horizonte por el cambio climático y el aumento global e hipercomunicado de la ignorancia selectiva, sino que padecen una ingénita discapacidad moral. Por ello los que se agarran a la teta de la vaca estatal, los políticos profesionales, deberían resignarse a un nuevo mundo en que solo podrían agruparse no en partidos, sino en asociaciones como "Políticos anónimos".

En este tipo de asociaciones (no criminales) hay que seguir estrictamente el Programa de doce pasos y empezar reconociendo que existe un Poder Superior que es el que es (llamémoslo Anonymous, si os place) sin nombre ni siglas, que representa la voluntad general de la especie humana. Sería el derecho natural, que, como dice Cicerón en un pasaje muy estoico de su De república, (III, 22, 33) se identifica con la conciencia, la ética y la naturaleza:

La verdadera ley es una razón recta y congruente con la naturaleza, general para todos, constante, perdurable, que impulsa con sus preceptos a cumplir el deber y aparta del mal con sus
prohibiciones; pero que, aunque no ordena o prohibe algo inútilmente a los buenos, no conmueve a los malos con sus preceptos o prohibiciones. Tal ley no es lícito suprimirla, ni derogarla parcialmente, ni abrogarla por entero, ni podemos quedar exentos de ella por voluntad del Senado o del Pueblo, ni debe buscarse un Sexto Elio que la explique como intérprete, ni puede ser distinta en Roma y en Atenas ni hoy y mañana, sino que habrá de ser siempre una misma ley para todos los pueblos y momentos, perdurable e inmutable; y habrá un único dios como maestro y jefe común de todos, autor de la ley, juez y legislador, que no podemos desobedecer sin huir de nosotros mismos y sufrir la más cruel expiación por el hecho mismo de haber despreciado la naturaleza humana, aunque se haya evitado en otro tiempo lo que se llama suplicio.

Ese principio no reconoce naciones, sino conciencias. Se trata ya de apelar a los Deberes del hombre, no a sus Derechos. Los poderosos tienen todos los derechos que compra la ley y los débiles casi todas las obligaciones que exige la brutalidad de los primeros. Pero la Ley debe ser igual para todos, en deberes y derechos. La libertad tiene que ser una consecuencia de la responsabilidad y no al revés; no se puede poner el carro delante del burro ni la necesidad delante de la satisfacción. Con algunas cosas no se puede comerciar, por ejemplo con la vida, las medicinas, la educación, la investigación científica y la cultura. Tampoco con la política, cuando el interés supremo es la especie humana y está en juego el futuro de la misma, nuestros hijos. No es de creer que males tan globales como la crisis económica, las plagas, y el cambio climático puedan ser combatidos por naciones y principios egoístas, partidistas, nacionales o no sociales, porque eso equivale a promover nuestra extinción

martes, 3 de marzo de 2020

Cuentos chinos

El pobrecillo (o no: habría que ver las cuentas suizas de su papi, el creador del negocio, que ha reclamado incluso un juez) Felipe VI.º el Urgente, que dicen es un rey y no un ninot de Eugenio Merino, todavía sin quemar (Eugenio es un artista conceptual frustrado, como Hitler, que solo quemaba judíos), no es un coronavirus, ni siquiera un monarcavirus (han matado en México a dos protectores de la mariposa Monarca, pero eso en México es habitual) porque en España esa infección es, al parecer, incurable, aunque tan benigna como la venida de China. Qué le vamos a hacer... Nada.

Nos han informado mal con la Corona, como con el virus chino, que nos alcanza y nos afecta a todos aunque digan que no. Uno puede huir incluso a la cara oscura de la Luna, y allí se encuentra también con un chino, un coche llamado Chang'e 4, instalado en una depresión más profunda que la de un joven parado español. Coronas era una marca de tabaco tan mortífero como ese virus (una idea para los de Vox y otros amantes de las hogueras, como el difunto Krahe: expulsar a los estanqueros por genocidio, o peor, por sobrecargar a la Seguridad Social, que es más económico / importante). 

Otro pobrecillo, mi coterráneo Joaquín Sabina, menos difunto que Krahe, ha estado a punto de bajar el último escalón, el de la fosa, pero como tiene más baraka que el santísimo Caudillo, le ha dado por resucitar y todavía nos va a dejar alguno de esos sonetos tan buenos que escribe.

Yo le prefiero la escritura al canto, porque la escritura te enseña a asimilar; hoy en día hasta los guasap se envían hablados para no cometer las cada vez más abundosas y víricas faltas de ortografía, no digamos los artículos de prensa y la educación, cada vez más en vídeo. Con tanto ortopédico relajo se está perdiendo hasta la capacidad de abstraer, que es necesaria no digo ya que para redactar al menos una carta, sino para resumir un mundo tan complejo como el nuestro, que uno termina por concluir absente en un bar. La lectura siempre ha ejercitado la facultad de sacar algún sentido, incluso el común, a lo que no lo tiene, como se saca el común denominador a las fracciones de un mundo deshecho por la ignorancia, que es uno de los tres pecados capitales del budismo; los otros dos son el deseo y el desprecio; con esos tres nuestro mundo parece ir de cabeza no al nirvana, sino a la mierda. Porque nuestro mundo ha sido fragmentado por ese uno por ciento que posee el 86 % de la riqueza. Su voz es la única que suena, su estampa es la única que se retrata en los medios, de los que nos han hecho desaparecer, aunque seamos más reales que ellos, al menos cuantitativamente, pues somos tan muchos como los odiados chinipones.  

Ellos han levantado un hospital en diez días. ¡Carape! ¡Atiza! ¡Arrea!, como decían nuestros abuelos: en Ciudad Real tardamos un poco más... no verás en Puertollano... Un amigo vasco de los que uno hace en Youtube, Jabiertzo, que es sociólogo y tiene un canal en que habla junto con su esposa china Lele, muy guapa ella, de lo mal que entendemos a los chinos (siempre habrá una Gran Muralla entre nosotros), ha desmontado todo el meollo que esconde el antisinismo actual. En el fondo es otra hoguera en la que queremos hacer arder al peligro amarillo. Soñamos con dejar KO a Bruce Lee, pero eso es historia alternativa, como la de Tarantino.  No en vano auguraba ese gran profeta y visionario de la modernidad, Philip K. Dick, que nuestra época se caracterizaba por la desaparición de la realidad. Nosotros mismitos nos hemos metido dentro de un capullo o laberinto de pantallas, móviles, televisiones, muros, drogas, psicosis y paredes. De cuentos chinos en suma. Es hora no ya de ponerle puertas al campo, sino de pasar por ellas y dejarlo menos vacío y contaminado. Porque pronto dejará de existir.

lunes, 27 de enero de 2020

La mona vestida de Zara

No es muy alentador que la única utopía política avanzada que haya podido constituirse realmente sobre la Tierra sea la de los monos bonobos. Vegetarianos, feministas (son matriarcales), igualitarios, antimonógamos, permisivos con los LGBT, pacifistas con los extraños: no hay más que pedir. Solo en la República de Platón se pinta un estado semejante, sumido en la paz que da tener solamente lo compartible y lo necesario. Es más, al contrario que los políticos y los haters, que ni siquiera se reconocen con su nombre, los bonobos pasan la prueba de identificarse ante el espejo perfectamente.

En su sexual y confortable organigrama se encarna aquello que el anarquista americano Henry David Thoreau definía como el gobierno ideal: el que no gobierna en absoluto. Sus ciudadanos han sido educados con tanta perfección que no necesitan gobierno  (y hete aquí por qué los políticos nefastos descuidan siempre la educación: ser innecesarios les quitaría el oficio, causa esta ingénita de su inseparable y paralizante burocracia).

Los antropólogos consideran demasiado evolucionados e inteligentes a los bonobos como para incluirlos en el género homo, fango revuelto,  nada evolucionado y apenas consciente, que dirían los hombres de negro, así que tenemos que consolarnos con ser sus primos. Al menos mientras duren, ya que los persiguen y se los comen a buen ritmo, pese a lo cual han resistido con su bonobo's way of life más de un millón de años; algo tendrán de darwinianos.

Pero los bonobos, pese a que pueden aprender lenguajes de quinientas palabras, nos parecen tontos y atrasados. Quizá porque la cultura, el arte y la ciencia nacen de la violencia, un vicio cuyo origen se disputan dos teorías; la hipótesis del cazador, y la de René Girard, muy sugestiva, según la cual lo violento constaría de tres elementos: el uno, el otro y el deseo de lo que el otro no puede dividir ni compartir a causa de su naturaleza; la evolución de este deseo de todos por aquello que no se puede dividir ni compartir entre todos acaba por destruir mediante la violencia o la guerra ese mismo objeto de deseo, a fin de salvar la sociedad y lo que sí podemos compartir... Si no se simboliza con ritos y mitologías de sacrificio de chivos expiatorios.

Me acuerdo de que Charlton Heston preguntaba a sus compañeros astronautas, recién aterrizados en el Planeta de los simios, por qué habían querido marcharse tan lejos; dos decían que por el deseo de saber, de explorar. Heston, porque no cesaba de preguntarse "si no habría en algún rincón del universo algo mejor que el hombre". Tal vez lo que los tres astronautas iban buscando era simplemente a sí mismos, ya que somos lo único que no podemos compartir. El ego es como cagar: ningún otro lo puede hacer en lugar de uno. Y no hay ego más desarrollado que el del sobrehombre nietzscheano. En cuanto a lo de saber, si a cualquier profesor de alumnos chillones e incorregibles les lees aquello con que Aristóteles comienza su Metafísica: "Es natural en los hombres querer saber", se descojonarían vivos de risa. Algunos lo único que quieren es solamente lo que los bonobos. Quizá no haya que ir más lejos.

Un misántropo inteligente como Swift preguntaba a los virtuosos e impronunciables houyhnhnms, en todo semejantes a los caballos, cómo resolver el problema humano, esto es, el de la existencia emporquerizadora de unos repelentes y destructivos yahoos que por ejemplo ahora están quemando las selvas, extinguiendo ballenas y demás especies, ensuciando el aire y agujereando el ozono. Y como a los caballos les parecía demasiado cruel exterminarlos, proponía castrarlos de jóvenes para que así fueran desapareciendo paulatinamente. No me parece mala solución, si no fuera porque algunos no pueden vivir sin su cosa, sin el gancho que une a la sociedad. Pero con la ayuda del gobierno, no lo duden, pronto desapareceremos: solo hay que ver las ayudas familiares, que no dan ni para pipas, y el índice de despoblación.

Swift observa que en el lenguaje de sus caballos inteligentes no hay manera de mencionar los vicios sino por medio de circunloquios o rodeos; y se muestra en eso muy acertado, pues se ha demostrado científicamente que hay más vocablos para lo malo que para lo bueno: en todas las lenguas humanas se elogia con menos palabras que se insulta, y son más variados y coloridos los matices de lo feo que de lo hermoso. También Platón tiene que ver en eso, ya que para él hay muy pocas maneras de hacer el bien, y por el contrario muchas y muy variadas de hacer el mal.

Tal vez por eso, después de todo, echó a Platón de Siracusa el tirano Dionisio, de la misma manera que él echaba de su República a los poetas: decía cosas demasiado bonitas a la gente, como, por ejemplo, que podían ser bonobos.

lunes, 20 de enero de 2020

Desimaginaciones

He leído un curioso estudio de sociolingüística sobre la imagen del inmigrante en la prensa. Ya no resultaba divertido que "asaltasen" en vez de que "saltasen" las vallas de Melilla, pero doña Olga Cruz Moya ha sido aún más sutil en su análisis al encontrar un procedimiento fundamental en su retórica, más allá de la criminalización: la despersonalización.

Por ejemplo, los emigrados adquieren la húmeda cualidad del  agua: son una corriente o "flujo de personas", una  ''oleada'', ''marea'' o ''tsumani'' (ejem), para lo cual se impone ''impermeabilizar'' las fronteras utilizando “paraguas” o “tapones” para los “agujeros” de Schengen. Insistiéndose en las metáforas de desastre natural, se les alude como "avalancha", "aluvión", "carga", "presión" o se les animaliza agrupándolos en "marabuntas", "estampidas", "manadas" y "embestidas", o se les llama "lobos solitarios". No voy a caer en la trampa de idealizar a los inmigrantes, ni tampoco a la clase baja, pero ya se ve por donde van los tiros: somos más proclives a demonizar que a idealizar. Porque demonizar nos transforma en perfectos e idealizar en criaturas serviles y atormentadas por el peso del otro. Al menos si no abandonamos la lógica bivalente y adoptamos la trivalente o polivalente, que es la que mejor describe y predice fenómenos tan complejos y caóticos como los sociales.

No es extraño que, como el monstruo de Goya, del miedo y de los miasmas que exhala Vox se alimente el fascismo, tan seguro de sí propio que en realidad alberga o imagina el secreto pavor que devora. Un pavor que se filtra todos los días por la televisión (Tele5), la prensa, la radio, el cine, Youtube, los móviles. Crean el caldo en que nacen las amebas de la descomposición fascista.

El español está perdiendo una de sus pocas virtudes, el estoicismo; ya no aguanta nada, ya no cree que todos somos la misma persona. Hasta la juventud se ha vuelto comodona. Le molestan más los ruidosos principios abstractos que las futesas y nonaderías cotidianas que los dejan dormir de día. Han añadido un nuevo género al castellano, el masculino, el femenino y el infantil: chato, chata y chati. Podríamos hablar incluso del género femenini. Los del 27 solo distinguían putrefactos y carnuzos. Ahora tendrían un problema con tantas variedades de frugívoros, vegatas, celíacos, especistas, crudívoros, flexitarianos, granivorianos, pescetarianos, eubióticos, carnacas y ovolactovegetarianos. Por no hablar de los macrobióticos esteinerianos; yo, Padre, me acuso de haber sido escardelista reincidente.

Leves modificaciones de instituciones que uno creía eternas, certifican que el mundo está cambiando. Las contraportadas del As han suprimido los pibones de nalgas ingentes; La Tribuna ha dejado de adherirse al culo de La Razón y hasta Antonio Banderas se ha vuelto negro.

domingo, 12 de enero de 2020

La banalidad del bien

Se suele hablar del mal menor como si fuera un bien. Es lo que ha posibilitado el maquiavelismo en política y la llamada "razón de estado": eso de que sea legítimo matar a cien mil para que no muera un millón, y de que "es más seguro ser temido que ser amado", que escribió el famoso humanista florentino.

Me gustaría conocer sin embargo al que lleva la contabilidad moral de esos ceros "a la izquierda", esos muertos evitados e hipotéticos; me gustaría saber con exactitud qué han evitado esos adivinos de barbaries y horrores sin cuento que siempre justifican el mal presente para evitar los (no tan evidentes) "males mayores", y se llaman a sí mismos, como el almirantito frustrado gallego de voz de pito, "grandes timoneles" de la horaciana "nave del estado".  Son ellos los que afirman que el fin justifica quinquenalmente los medios sin apercibir que no hay fines, sino medios, porque es lo único que podemos controlar de verdad, ya que la vida es una carrera de relevos, un proceso colectivo de mejora y no de corrupción sistemática del Estado. Me gustaría conocer a esos terroristas que ven el coco de las políticas sociales que se lleva a los niños que duermen poco (porque ven demasiada tele idiotizante y las simplezas y comentarios de otros medios desinformativos igual de comprados). Sloterdijk ponía a caldo a esos políticos corruptivos y "de fines" en su Crítica de la razón cínica (2003).

Los muertos por morir siempre justifican los muertos que se han facturado para las necesidades del poder de ahora mismo; las estadísticas de Stalin, los dos millones sin cuento de chinos muertos por Nixon y compañeros héroes, que para muchos son cuentos chinos; los innúmeros de Hitler y Leopoldo II, incluso aquellos que valiéndose del capitalismo matan, como hace el capitalismo, indirectamente, con instrumentos como una sanidad chamanista o una política educativa que no solo es paupérrima, sino que genera pauperismo; la patriotería nacionalista, la injusticia y su connatural guerra congénita  o la congelación económica en Insanoamérica, que estamos a punto de imitar. Son muertos como los de ese avión de Irán, que tal vez estarían vivos si a Trump no se le hubiera subido el impeachment  a las barbas y no hubiera necesitado una inyección de patriotería para mantener enhiesta su fláccida banderita. Siempre se hacen guerras pequeñas para evitar "males mayores", que dicen, pero la historia demuestra que la más pequeña de las guerras acaba siendo más incontrolable y extensa que un huracán, y llena de colateralazos. Hasta el más devastador incendio nació de la brasa de una sola colilla. El uso de las armas es lo que tiene, y así el asesinato de un archiduque, realizado con una pistola que se encasquilló tres veces, provocó la I Guerra Mundial, y esta provocó a su vez la segunda, más grande, como las olas de un charco. Y ninguna habría sido posible sin esa previa y absurda Guerra franco-prusiana que creó ese también absurdo sistema de guerra fría entre las alianzas patrioteras de Alemania y las de Francia, lo que en las novelas de espías se llamaba "el gran juego", luego sustituido por la tensión fresquita entre soviéticos y yanquis. Siempre la ha habido, desde Atenas y Esparta, desde Roma y Cartago, desde Bizancio y los Seléucidas, desde el Papa y Lutero. 

La novela de espías es más transparente que la novela negra, se ve más claro la calada de la moral individual en la colectiva. Noel Behn la definió muy bien al escribir que "en una novela policíaca se castiga un crimen; en una de espías, se comete uno". Joroba que todas las guerras se hagan siempre para evitar la guerra, con esa estupidez del mal menor. La humillación seminal de todo nacionalismo forja siempre las flores de la muerte, son pasiones, creencias, ideologías y al cabo utopías que exigen sacrificios humanos, sean mártires o héroes. Es lo que suelen usar, por ejemplo, los fascistas "españoles" que destruyeron la apenas esbozada república, que en unos pocos años construyó más escuelas que los regímenes militares que en todo el siglo XIX se limitaron a acaparar el presupuesto y librar tres guerras civiles y varias coloniales para justificar un gasto que podría haberse hecho en educación, agricultura y sanidad. Critican los neofascistas españoles que los extranjeros son los que más violan a las españolas de sangre; me gustaría que fueran a un prostíbulo, a preguntar si los clientes hispanos prefieren a las nacionales sobre las extranjeras, porque todo es cuestión de gustos. O que fuera Rocío Monasterio, la de los "menas", que no en vano ha recibido hace un par de días el reputado premio "Corazón de Piedra" concedido por la  Asociación de Directoras y Gerentes de Servicios Sociales (con 1.158 votos, el 60,3% del censo) y se cuenta entre los méritos de personajes tan indiscutibles como Ana Mato o Mariano Rajoy.  

¿No será que se le llama mal menor porque es el mal que hacen los pocos, esto es, ese uno por ciento que acapara la mitad de la riqueza mundial, cuya única política es no pagar impuestos y que siempre saca beneficio de la crisis de los demás?

Tenemos un mar Menor que ha sido contaminado y ahora es un mar Muerto. El mar de Aral ya se ha secado, y el Titicaca va camino. Y como de los males pequeños vienen los males mayores, veremos como terminan nuestros pobres, ácidos y cada vez más calientes y deshabitados océanos.

domingo, 5 de enero de 2020

Los padres del yermo

Es preciso echar una mirada a lo que somos ahora en este año de 2020. Creo que hay consenso en el hecho de que el narcisismo está destrozando la sociedad actual. La enfermedad del XIX era la histeria,  una consecuencia de la represión de los instintos naturales; la del mundo actual es en cierto modo la opuesta del narcisismo, con toda su secuela de esterilidad, soledad, y sistemas cerrados y delirantes, pero también de espectáculo, divismo y apariencia. En el ámbito moral y político, se "ve" en la ausencia de todo principio ético, que es lo mismo que la asunción de la propia conveniencia. Lo que antaño, en las postrimerías del paganismo, llamaban "crisis de valores". El narcisismo es la orgía de la vaciedad y de a ilógica o, como diría el Trumpetero si tuviera suficiente vocabulario, paralógica. 

Como bien sabía Rousseau, no hay nada tan natural o ajeno al bien o al mal como el egoísmo; tampoco hay nada más capitalista. Pero el mal consiste precisamente en la falta de razón, en no distinguir el bien del mal, como hacen los "malistas" con su interesado desprecio del llamado "buenismo". Porque hay gente que no hace política, sino el mal directamente. Y muchos de los males que derivan de algunas formas de entender la izquierda derivan casi siempre de su forma de "personalizar" lo colectivo alienando a la mayoría y despreciando los derechos del diferente, congelando la ingénita movilidad y variedad del todo en un rictus que aparece acuñado no solo en los carteles del culto a la personalidad, sino en las monedas del culto a lo material. Y donde digo personalidad digo también nacionalidad, algo que podría dividirse indefinidamente hasta llegar al átomo primitivo del narcisismo ególatra. O nazisismo, como podríamos llamar a la forma nacionalista del narcisismo, que es siempre retrógrada y excluyente, como lo es el capitalismo con los pobres. Pues más peligroso que el comunismo es el capitalismo, porque este no tiene objetivo humano, sino meramente material o económico: descompone la materia que ansía y la convierte en basura, destroza el planeta originando divisiones y guerras interesadas y convierte la selva en un yermo amazónico, agujerea la atmósfera, azota con monzones inesperados , deshiela la Antártida y Groenlandia, envenena los aires, los océanos y mares menores y los alimentos, encoge y mercantiliza la cultura y borra la memoria, cursiliza el arte y los medios de comunicación y, en suma, degrada cuanto toca, y separa cada vez más a los ricos de sus parientes de estirpe humana, los pobres, consagrando como legítima toda desigualdad, despreciando la jerarquía del mérito paciente y deteriorando la base material misma de la humanidad, el mundo.

Cuán gracioso resulta que los despepotas y pepépatas del Pepeísmo llamen psicópatas, monstruos y traidores a los zurdos o de izquierdas. Por la misma regla podríamos llamar almejeros a los del Pepe y penosos o penitas a los del Pene, Partido Nacionalista de España, que otros llaman Vox; no por nada rinden adoración a ese órgano. Álvaro de la Iglesia podría haber dicho que En el  cielo no hay almejas, esto es, almas despreciables. Con ellos nunca será posible descogelar y actualizar la Constitución; por eso andan promoviendo ahora un golpe de Estado; hasta uno de los septuagenarios de La Razón, el arzobispo de Valencia Cañizares, anda amenazando con esto como solo lo puede hacer, veladamente y con absoluta falta de lo que algunos anglosajones llaman con gracioso neologismo himpatía.

Verdades como puños dijo Adriana Lastra en el debate de investidura; los pepinistas y voxtarates padecen una descomposición mental de aúpa o de aguírrete y no te menees. Los padres del yermo, del desierto o de la Tebaida, como se decía antiguamente (hoy diríamos de la España vacía), solo tienen fe en sí mismos y son incapaces de llegar a conclusiones y acuerdos porque solo tienen premisas; les resulta imposible "parir" la otredad del otro, ya que lo "otro" es imposible para su ego-ísmo desmedido, su narcisismo maligno, su machismo desvaginado y estéril.

viernes, 15 de noviembre de 2019

Chilena

En Chile quieren solucionar sus problemas con más democracia. No quieren una constitución pospinochista que ya dura cincuenta años, como nosotros tampoco, y menos tras los cuarenta años de infección que dura una tan supurante como la pospaquista alzheimergenocidios. 

Y, como no se fían de los lubricados logotetas que engendraron tan bizantina ridicracia, especialistas en salirse con la suya, esto es, sus puestos, proyectan hacerse una a la islandesa, una wikiconstitución asamblearia, no perfilada por comités de interesados egoístas. Me explico: no quieren "ir de la ley a la ley" como en el preposfascismo torcuatomirandista, sino "del pueblo a la ley", porque del pueblo emana esa "voluntad general" de la que tanto hablaba Rousseau, el infame aplastado del que tanto se burlaba Voltaire, que creía a la voluntad general digna de los animales.

Hoy que somos ecologistas y hasta animalistas, dice el reciente premio Cervantes que la libertad "es un rey marchando en tren hacia el exilio" (y eso que no es un catalán torrante). Marcar ese gol chileno exige presionar donde duele a los que no les duele nada, un tiro por sorpresa y a la espalda. Dar un golpe de voluntad popular mediante el acuerdo al que han llegado para enterrar la constitución de la vergüenza mediante un referéndum en abril,  no precisamente en octubre, con helicóptero y en el cementerio de mingorrubios del Pardo.

El partido nacionalista español ha sacado muchos votos diciendo cosas al borde de lo justo, bien dirigido por un jinete que dicen es sociólogo. Eso ha unido a la izquierda; esto no se ponía tan interesante desde el último esbozo republicano. Pero la verdad es muy simple, tozuda y triste: lo que hay que hacer es pagar la deuda pública y digitalizar la Espasa. 

sábado, 12 de octubre de 2019

De un apocalipsis apócrifo (y II)

Tras las no pocas quejas habidas por los errores de la traducción desde el mentecopto vulgar del doctor Tiquismiquis, este se ha excusado diciendo: "Hice lo que pude: el texto es oscuro, más corrupto e interpolado (no por Interpol, se entiende, aunque podría) que el Tribunal de cuentas". Por lo que, para satisfacer las justas demandas de los lectores de Mi Ciudad Real, pedí una traducción interlineal al latín macarrónico ("para mayor claridad", como dijo don Hermógenes) al sabio profesor Cáñides del Alcázar para el ya citado Apocalipsis apócrifo encontrado en una alcantarilla del desierto de Hag Hamadani, que insertaré en la traducción: 

Después de esto miré, y hete aquí que una voz me erizó los pelos y fui arrebatado a un monte de piedad de los antiguos saqueados, no de los de los Padres del yermo, desde donde vi sentados entre las nubes a los veinticuatro ancianos del Constitucional, y de allí salían relámpagos y voces y truenos (et vidi viginti quatuor senatores vagos sedentesque, et exinde procedebam fulgura et voces et tonitrua, et volabant sine alis et sine aeroportibus

Y de repente apareció un libro cerrado con siete sellos y más rocas y pedruscos que encima del Caudillo (Princeps carcundissimus et miles providentissimus aut borbonicus, quod magis dabit, etcaetera). Y, al mismo tiempo, vi un ángel fuerte y poderoso pregonar a grandes voces: "¿Quién es el digno de abrir el libro y de levantar sus sellos?" Y ninguno podía, ni el el cielo, ni en la tierra, ni debajo de la tierra, abrir el libro (et nemo poterat neque in caelo, neque in terra neque subtus terram, neque Miguelturra, quod totus stabat liatus et bene liatus). 

Y vi a siete ángeles que tocaban diversos instrumentos en una jazz band bastante dixie (aunque no tanto como Tuba Skinny). Y se abrió el cielo y apareció un monstruo con diecisiete cuernos autonómicos y cuatro o cinco nacionalidades, y vi otro mayor aún que casi no cabía, y su nombre era Frankensteuropa. Y el ángel que dirigía lo indigerible me dijo: "No te abrumes tanto, ni siquiera aparece la deuda pública: no cabe". Y seguían cuatro caballistas en un solo patinete por las restricciones de la crisis (per pecuniam inopiam et mangoneum tantum), y Rajoy y sus tijeras los seguían. 

Hubo de repente un cambio climático y aparecieron los falsos profetas de las encuestas. Desde el este surgió un bicho inmundo lleno también de cuernos y coronas; entre sus múltiples caras reconocí las de Jesús Gil, Vladimir Putin y Donald Trump; y ponía en todas las frentes su marca (et vidi bestiam ascendentem in Orientem, et nomen suum Nationalismus erat, et in frontibus omnium scripsit et cacavit insanias suas); su número era el 155. Quien tenga inteligencia para calcular, que lo haga, porque es un número que se puede cuantificar electoralmente, sin necesidad de recurrir al Centro de Investigaciones Sociológicas. 

Auferstehung

Se me había muerto un ser muy querido. Una noche me levanté soñando con el número 126, fui al ordenador y me salió lo siguiente:

Salmo 126, 5-6:

Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán. Irá andando y llorando el que lleva la preciosa simiente; pero volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas.

Estos versos fueron una revelación para el poeta romántico alemán Klopstock, quien se inspiró en ellos para su oda Aufersteh'n (Resurrección), que tomó Mahler para su II Sinfonía, de la Resurrección. Y de alguna manera también se encuentran presentes en el Epitaphion Antoninae, compuesto por un poeta manchego de Toledo en el siglo VII:

In lacrimis cuncta si possem vertere membra
nec tandem potera funere flere mea
Grandibus hic lacrimis opus est nam grandia flentur,
nec recipit parvum tanta querela modum...

La adaptación que hizo Mahler del poema de Klopstock es esta:

Resurrección

CORO, SOPRANO

¡Resucitarás, sí resucitarás,
polvo mío, tras breve descanso!
¡Vida inmortal
te dará quien te llamó!
¡Para volver a florecer has sido sembrado!
El dueño de la cosecha va
y recoge las gavillas:
¡a nosotros, que morimos!

CONTRALTO

Oh, créelo, corazón mío, créelo:
¡Nada se pierde de ti!
¡Tuyo es, sí, tuyo, lo que anhelabas!
¡Lo que ha perecido resucitará!

SOPRANO

Oh, créelo: ¡no has nacido en vano!
¡No has sufrido en vano!

CORO

¡Lo nacido debe perecer!
¡Lo que ha perecido, resucitará!

CORO, CONTRALTO

¡Deja de temblar!
¡Prepárate para vivir!

SOPRANO, CONTRALTO

¡Oh, dolor! ¡Tú, que todo lo colmas!
¡He escapado de ti!
¡Oh, muerte! ¡Tú que todo lo doblegas!
¡Ahora has sido doblegada!

CORO

Con alas que he conquistado
En ardiente afán de amor,
¡levantaré el vuelo
hacia la luz que no ha alcanzado ningún ojo!
¡Moriré para vivir!

CORO, SOPRANO, CONTRALTO

¡Resucitarás, sí, resucitarás,
corazón mío, en un instante!
Lo que ha latido,

¡habrá de llevarte a Dios!

lunes, 7 de octubre de 2019

Apocalipsis apócrifo (I)

Qué duda cabía. Los políticos viven en la faz oculta de la realidad, en un lugar paradisíaco llamado Melapelia (salvo el abuelo Porretas de Abascal, que vive en Meapilia). Una isla, como Utopía, la de Tomás Moro. Sus felices habitadores pueden subirse el sueldo sin control patronal alguno, faltar, mentir, joder. No trabajan en soluciones porque no hay problemas, que son cosas del continente, de la cara iluminada que no cobra en oscuro. Todos provienen de algo profundamente separatista y desintegrador llamado partido. Como les pasa a otros isleños, los habitantes de las ingles o anglocojones, todo lo malo viene de la continencia, de lo continental. Son los patriotas perfectos, en la definición de Voltaire: los que tienen por enemigos a todos los demás. Unos narcisistas malignos.

Melapelia se halla in partibus infidelium, en algún archipiélago perdido entre las islas de Melanesia y las Bisayas. El idioma melapedorro, lleno de vocales absurdas, sin consonantes y sin gramática, tiene tantos dialectos ininteligibles como hablantes; quizá por esta característica algunos filólogos afirman que desciende del babélico, pero yo creo que si se graba y se oye al revés puede tener alguna mefistofélica traducción. Es verdad que Melapelia está llena de torres, de torres ebúrneas, de torres de marfil. España cae a la velocidad de la luz y las soluciones vienen a la velocidad del gobierno. Bansky ha pintado la cámara común del simio que se toca los cojones; en nuestra pocilga de diputados habría que poner un corral de gallinas cacareantes y sin huevos. Sin huevos para abrir el melón de la reforma constitucional.

He visto una magnífica película, Mientras dure la guerra, de Amenábar, Amenábar, moro de la morería, inteligente, documentada, bien escrita, redonda; aparte de afirmar que por aquí no pasa ni el tiempo, se habla de la baraka del Caudillo, empeñado en hacer una limpia de España que ni una queli de las buenas; ahora lo quieren desenterrar con helicóptero, como al Cristo de Fellini. Pues Pedro, que presume también de baraka, se la juega de verdad con estas formidables y espantosas elecciones, que pueden ser su camino de pedrición o, por el contrario, su liberación de tanto enjuague y escupitajo.

Poco más cabe decir; el Pepé ha pasado de ser lampiño a barbado, como Porretas, pero a Pablo nadie le ha cortado la coletilla, ni siquiera Errejón, y Pedro sigue en su simismidad, absolutamente pedrificado. Meros cambios cosméticos que no justifican un cambio en el gobierno de Melapelia.

***

Entre los escritos gnósticos hay un apócrifo neotestamentario descubierto en Hag-Hamadani inédito a causa de su carácter sumamente fragmentario, de difícil recomposición. Es un Apocalipsis escrito en mentecopto vulgar. La versión que ofrezco, sumamente conjetural, es sin embargo bastante literal en lo que cabe, por Federico Tiquismiquis, profesor de la Gregoriana de Roma.

[...]

Este es el libro de la Revelación [...] para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró por medio de un Ángel a su siervo Juan, cuando estaba en la isla de Pasmos, porque las elecciones están cerca.

Bienaventurado el que lee y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque las elecciones están cerca. 

Salutaciones a las diecisiete iglesias autonómicas que están en Hispania. Gracia y paz a vosotros, del que es y que era y que ha de venir una vez y otra a dar la lata con lo mismo de siempre y hasta la extenuación, y de los siete partidos que están tocándose las prebendas delante del Rey.

Yo estaba en el  día del Señor en un gran estadio como el del Madrid, y oí detrás de mí una gran voz como de vuvucela, que decía: "Yo soy el Elegido, el primero y el último Pedro". Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a los siete partidos que están en el Congreso: a Ciudadanos, Pepe, Pesoe, Unidas, Vox, Esquerra y Peneúve.

Y me volví para ver la voz de la SER suprema que hablaba conmigo; y vi que los siete se aprestaban a preparar nuevas elecciones y que ya lo sabían y que estaban igual que antes diciendo lo mismo y vuelta y dale así que todo. 

Y en medio de los siete vi a un profeta vestido de corte inglés hasta los pies; y su nombre era Iñaki Gabilondo. Su voz era como estruendo de muchas aguas y de su boca salía una espada aguda de dos filos; y su rostro era cetrino como el sol cuando amanece velado por la niebla.

Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: "No temas; escribe las cosas que has visto y las que son y las que han de ser después de esta monserga".

Mensajes a los siete partidos. El mensaje al PP 

Yo conozco tus robos, latrocinios y corrupciones y que no puedes soportar la justicia ni la honradez, y que no has reprobado a los que dicen ser políticos y no lo son, y los has hallado mentirosos; y no has hecho nada, sin tener siquiera paciencia para que la ley por ti creada y manipulada fallara en tu favor. Has trabajado arduamente solo por amor a tu propio beneficio, y no has desmayado en empobrecer a la clase media y al pueblo mintiéndole y saqueando sus pensiones para pagar tus propias deudas. 

Recuerda, por tanto, cuánto has caído, y arrepiéntete, y devuelve todo lo que has robado; pues si no, vendré pronto a ti, y te quitaré de tu lugar, si no te hubieres arrepentido y restituido todo cuanto has saqueado sin tasa. Y el que tiene oídos para oír, que oiga, porque si no está sordo.

El mensaje a Esquerra

Yo conozco tus deseos de republicar y tu sinvivir por la pobreza de cargos, y la blasfemia de los que se dicen ser catalanes y no lo son, sino sinagoga de Satanás. No temas en nada lo que vas a padecer. He aquí que el diablo echará a algunos de los que te siguen a la cárcel, para que sean probados, y tendréis tribulación por diez días hasta que Pedro se compadezca de vosotros. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré algo que echar al corral de tus gallinas catalanas. Y el que tiene oídos para oír, que oiga, porque si no es que no hay traducción al catalán. 

El mensaje al PSOE 

Escribe: Yo conozco tus obras y cursos y cuentas ilegales y dónde te sientas, dónde está el trono de Satanás; pero retienes mi nombre de obrero y de socialista como si no hubieras negado mi fe, ni aun en los días en que tantos fueron muertos entre vosotros, donde mora Frasquito. Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que tienes ahí a los que retienen la doctrina del pueblo, que enseñaban herejías nacionalistas a los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas al pueblo hambriento, y a cometer fornicación con tarjetas andaluzas. Por tanto, arrepiéntete; pues si no, vendré a ti pronto, y pelearé contra vosotros con la espada de mi boca.  Y el que tiene oído para oír, que oiga, porque si no es que es analfabeto y obrero de derechas. Al que venciere, le daré a comer del maná escondido y le daré un voto en blanco, y en el voto escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe. 

II

Tras las no pocas quejas habidas por los errores de la traducción desde el mentecopto vulgar del doctor Tiquismiquis, este se ha excusado diciendo: "Hice lo que pude: el texto está más corrupto e interpolado (por Interpol, se entiende) que el Tribunal de cuentas". Por lo que, a fin de satisfacer las justas demandas de los serios lectores de Mi Ciudad Real, pedí una traducción interlineal al latín macarrónico "para mayor claridad", como dijo don Hermógenes, al sabio profesor Cáñides del Alcázar, del ya citado Apocalipsis apócrifo encontrado en una alcantarilla del desierto de Hag Hamadani, que insertaré en la traducción: 

El mensaje a Ciudadanos:

Si algún pobre de espíritu escuchare su voz y le abriere las puertas al Congreso, cenará todos los días, y si venciere además, le haré sentar conmigo en mi trono y tendré mi solaz (si quis gilipolites audierit vocem suam et aperuerit Congressum poltronamque latae, cenabo ratus longus totus qui se terciet, et si vicerit, quamquam taparrabum in pompibus habet, per culum dabo)

Después de esto miré, y hete aquí que una voz me erizó los pelos y fui arrebatado a un monte de piedad de los antiguos saqueados, desde donde vi sentados entre las nubes a los veinticuatro ancianos del Constitucional, y de allí salían relámpagos y voces y truenos (et vidi viginti quatuor senatores vagos sedentesque, et exinde procedebam fulgura et voces et tonitrua, et volabant sine alis et sine aeroportibus


Y de repente apareció un libro cerrado con siete sellos y más rocas y pedruscos que encima del Caudillo (Princeps carcundissimus et miles providentissimus aut borbonicus, quod magis dabit, etcaetera). Y, al mismo tiempo, vi un ángel fuerte y poderoso pregonar a grandes voces: "¿Quién es el digno de abrir el libro y de levantar sus sellos?" Y ninguno podía, ni el el cielo, ni en la tierra, ni debajo de la tierra, abrir el libro (et nemo poterat neque in caelo, neque in terra neque subtus terram, neque Miguelturra, quod totus stabat liatus et bene liatus). 

Y se abrió el cielo y apareció un monstruo con diecisiete cuernos autonómicos y cuatro o cinco nacionalidades, y vi otro mayor aún que casi no cabía, y su nombre era Frankensteuropa. Y el ángel me dijo: "No te abrumes tanto, pues no aparece la deuda pública porque no cabe". Y seguían cuatro caballistas en un solo patinete por las restricciones de la crisis (per pecuniam inopiam et mangoneum tantum), y Rajoy y sus tijeras los seguían. 

Súbitamente hubo un cambio climático y desde el este surgió un bicho inmundo; y ponía en todas las frentes su marca (et vidi bestiam ascendentem in Orientem, et nomen suum Nationalismus erat, et in frontibus omnium scripsit et cacavit insanias suas) y su número era el 155. Quien tenga inteligencia para calcularlo que lo haga, porque es un número computable electoralmente. 

miércoles, 25 de septiembre de 2019

José Francés, creador de un semanario en Ciudad Real (1898)

José Francés (1883-1964) fue uno de los más importantes críticos de arte y escritores del país antes de la Guerra Incivil; lo que no se sabe es que anduvo escribiendo e imprimiendo un periódico en Ciudad Real con su amigo, el futuro musicólogo José Subirá. Ambos estudiaron (como el novelista Gabriel Miró, entre otros) en el Instituto Santa María de Alarcos. Estas noticias que les voy a comunicar proceden en su mayor parte de una magnífica tesis de 2002 dirigida por Francisco Calvo Serraller que solo ahora se ha divulgado. Su autora es M.ª Piedad Villalba Salvador.

José Francés andaba rodando por todo el imperio colonial español con su familia a causa de la profesión funcionarial de su padre homónimo, quien por cierto también se dio al periodismo y reunió sus artículos en Galeradas (1898). Estuvieron en Cuba, Puerto Rico y Filipinas, y, ya en España, el joven y su única hermana estudiaron en León, Ciudad Real y Oviedo, donde el futuro escritor se graduó en el año 1900. 

Su vinculación con esta ciudad manchega, antes villa, venía de lejos, ya que su abuelo Jacinto Banqueri Roldán fue secretario y gobernador civil interino de Ciudad Real precisamente en la época en que vivieron allí, para volver a ser secretario después. Este personaje dejó un recuerdo pintoresco, ya que hubo una serie de tumultos y se vio obligado a firmar un bando que le hizo famoso al prohibir a los ciudadrealeños salir a la calle con lanzas y garrotes... Lo cuenta uno de sus descendientes, Alberto Francés, que fue entrevistado por María Piedad. En cuanto al futuro escritor, ganó su primera peseta en Ciudad Real, entre 1897 y 1898, con el periodismo:

Tenía yo catorce años y cursaba el último año de Bachillerato en el Instituto de Ciudad Real. Escribía versos, cuentos patrióticos y dibujaba caricaturas. Todo en secreto, claro es. Pero, como no me resignaba a que permanecieran inéditas mis audacias precoces, fundé con otros cuantos  compañeros de clase y novillerías –más de lo último que de lo primero– un periódico titulado Calínez. Los gastos de composición y tirada no eran muchos. Con seis pesetas de gelatina y cola de pescado, dos latas para contener la pasta y el administrador, que se copiaba todo el original literario de la redacción, conseguíamos lanzar cada sábado cien ejemplares. Yo era el director y el dibujante, y le confieso a usted que me enorgullecía más de lo segundo que de lo primero. 

El periódico tuvo gran aceptación. Las suscripciones aumentaban. Tuvimos que adquirir una segunda “rotativa” de hojadelata, glicerina y cola de pescado… Incluso tuvimos anuncios y yo empecé a dibujar las tapas para encuadernar una novela de Balzac que publicábamos en un folletín. Al liquidar el primer mes repartimos ganancias y nos correspondió a cada uno de los propietarios y redactores siete pesetas. En ellas está, pues, incluida mi primera peseta

La proximidad de los exámenes obligó a suspender la publicación de Calínez para reanudarla en el otoño “con grandes reformas”, como dicen todos los periódicos fracasados, con el pudor de su desaparición definitiva. Calinez no volvió a publicarse; pero yo no me desanimé por ello. Quería ser caricaturista a toda costa. Y tres años después me presenté en la redacción de Vida Galante con una cartera de dibujos. Zamacois no fue aquella tarde... (José Francés, 1922)

El que sería gran crítico de arte de La Esfera quería ser entonces solamente un caricaturista, pero terminó convirtiéndose, de la mano de Eduardo Zamacois, en uno de los maestros del relato corto en la Edad de Plata y en un crítico de arte eminente por méritos propios. Por entonces escribió su primera pieza teatral, La intención basta, firmada a fines de 1899 y que no "intentó" siquiera estrenar. En realidad, Calínez era una imitación de un efímero semanario satírico de cuatro páginas que imprimió ocho números en Madrid entre 1898 y 1899, Calínez, impulsado por el gran cervantista Francisco Navarro Ledesma, pero dirigido por José de Roure Mesquiriz; tomaba su título de un personaje cómico habitual en el semanario cómico Gedeón, habitualmente secuestrado por sus críticas. En su versión manchega, de la que no conozco testimonios, firmaba Francés las caricaturas con el sobrenombre de Córcholis. Por entonces era un chico muy revoltoso; Andrés González Blanco lo retrata así:

Me parecía un mozalbete republicano con visos de ácrata, que hablaba mal de todo el mundo, que adoraba a Blasco Ibáñez como un supremo dios del Arte, que colaboraba en La Vida Galante y que silbaba en las calles tortuosas de las capitales de provincia cuando pasaban las procesiones de Semana Santa. ("Prólogo" a J. Francés, Miedo, 1907)

¡Vaya si era ácrata el muchacho! Ya lo veremos. En el instituto se topó con otro inquieto aspirante a escritor,  José Subirá, quien andando el tiempo sería académico como él y uno de sus mejores amigos. Lo refiere el propio José  Subirá en "Mi amigo Pepe Francés" (1964), una semblanza que escribió con motivo de su fallecimiento:

Nos conocimos en Ciudad Real. Éramos compañeros de aulas y de estudios en aquel antiguo convento mercedario que tuvo destinos civiles tras la desamortización y que en nuestra infancia y juventud albergó un Instituto de Segunda Enseñanza inolvidable.

"Un instituto de segunda enseñanza inolvidable". Caray. Cuántas cosas se perdieron con la guerra. Pero don José continúa su narración:

Allí él y yo habíamos incubado idealismos inconcretos e hicimos los primeros pinitos de índole artística: él emborronando cuartillas blancas y yo trazando notas sobre el papel pautado. Entonces había estallado el conflicto de Melilla produciendo sensibles pérdidas el Ejército Español, siendo una de las víctimas el general Margallo. Pepe Francés encendió al punto los ánimos de la grey estudiantil, organizó una manifestación callejera, formada por chicos de diez a quince o dieciséis años y en nombre de todos elevó ante las autoridades su voz indignada por obra de la tropelía marroquí. Al hablar en público allí por primera vez, poniendo acentos exaltados y conmovedores, inició así una carrera de conferenciante que tanto prestigio le había de dar al defender causas nobles con objetividad suma por amor a la verdad ya la belleza...

El Margallo ese era un general, bisabuelo del político pepero, principal motivo de la I.ª Guerra del Rif o "Guerra de Margallo" (1893-1894) al provocar a los integristas islámicos construyendo una fortaleza militar en un lugar de Melilla santo para ellos. Sin embargo, José Subirá, que ya tenía sus años, recuerda mal, ya que eso pasó antes de su estancia en Ciudad Real. Seguramente junta unos recuerdos con otros. 

No acabó José Francés su relación con Ciudad Real pese a vivir tan poco tiempo en ella; ofreció en su Casino una conferencia en 1922: El paisaje en la moderna pintura española. No en vano el pintor manchego Ángel Andrade, seguramente promotor de esa visita, era un experto en este género.

sábado, 7 de septiembre de 2019

Comicios

Cuando uno empieza a buscar patrones en la letrología periódica, termina fumado de metáforas. Por ejemplo, si uno lee una noticia sobre la cámara frigorífica de los diputados y luego otra sobre el gran colisionador de particulillas del CERN, concluye que el parlamento es un colisionador de ladrones. Y si uno lee a los septuagenarios de La Razón, puede sufrir un arrebato de economística y capicarmelitalismo y terminar luchando por su vida en el planeta rojo, como en una novela de  Edgar Rice Burroughs o una película de Mad Marx.

Lo mismo ocurre con otras figuras retóricas, como la antítesis. Huyendo de un vicio, decía Quinto Horacio el Flaco se caía en el opuesto, y así un fiel de balance como el denodado Sánchez, que tanto se fuerza en pasar mimetizado con el entorno, termina siendo un Sánchez perceptible, un Sánchez notorio e, inevitablemente, un acusado Sánchez. Esta palpabilidad de Sánchez no se debe a que il bello parezca salido con todo su caretón piedra de un escaparate, que también, sino a que, aunque los españoles hibernan en agosto, Sánchez parece que aún no se ha descongelado. Tanta es su rigidez que Pedro parece un obispo lleno de pedrería.

Claro está que para Horacio "la virtud está en el medio", no a la izquierda, que siempre ha sido siniestra para los fabricantes de supersticiones periódicas. Descentrarse traería cola, o más bien al coleta. Esto es que prepara su segundo advenimiento, que va a haber elecciones, como en un mercado o en un prostíbulo fino. A ver quién presenta ya los mejores rábanos, no digamos nabos, melones o almejas; de los chorizos hablaremos en otra ocasión. Hablo de rábanos porque les importa un ídem lo que van a decir; si la gente no cree ya en sus promesas (fe), ni espera nada de ellos (esperanza), ¿para qué va a tener con ellos amor o caridad? Pues la tiene. Por eso elige siempre a los más guapos, a los que les dan menos repelús. Como en el burdel o en la elección de Miss Universo o Miss España. La figuración es lo que tiene. No es que la gente necesite un protésico mental, es que, como es mejor que ellos, prefiere no ponerlos a parir, o reírse de ellos, como hago yo. Por higiene mental. Se comparan glúteos (las mujeres no tienen esa ordinariez llamada culo), ombligos y demás apariencias. No se les pide ni siquiera alma ni se atiende a lo que dicen, sino a su tono de voz, su vestimenta, el corte de pelo.

Por eso yo propongo que nos gobierne la nada, o un político incorpóreo y fantasmal, o mejor un algoritmo o ecuación que no nos torture con el ruido de sus bocas y no se nos aparezca diariamente como un santo paliza y latoso. Algo así como un Sánchez cuando andaba contingente, remoto y perdido. Cuando era, en fin, Pedro, el Hermoso.

martes, 20 de agosto de 2019

El aventurero ciudarrealeño Blas Ruiz en la Camboya del siglo XVI

Otro artículo wiki escrito por mí sobre un aventurero ciudarrealeño en Siam

Blas Ruiz

Blas Ruiz de Hernán González o Fernán González (Ciudad Real, ¿?-1598) fue un explorador español.

Poco se sabe sobre él, al margen de sus aventuras en Asia, llevadas a cabo junto al portugués Diogo Belloso o Veloso y contadas por el dominico fray Gabriel Quiroga de San Antonio en su Breve y verdadera relación de los successos del Reyno de Camboxa (San Pablo de Valladolid, Pedro Lasso, 1604). En 1594 ambos se conocieron en Chordemuco (Pnom Penh), capital de Camboya y del imperio jemer, y se pusieron al servicio del rey Prauncar Langara; lograron de él la promesa de constituirse en vasallo y tributario del rey de España si este le protegía del agresivo rey de Siam. Con motivo de recabar esa protección, Belloso fue enviado como embajador ante el gobernador de Filipinas. Pero el rey de Siam invadió Camboya con ochocientos mil hombres y elefantes e hizo prisioneros primero a Blas Ruiz y, a su vuelta de Manila, a Diogo Belloso. Ruiz fue instalado en un junco de tripulación camboyana y china y con una argucia consiguió escapar y se dirigió a Manila, donde se encontró con Belloso, quien había conseguido persuadir al rey de Siam de que lo liberara y le enviara como embajador al gobernador de Filipinas para ganar su amistad.

Ambos capitanes propusieron al gobernador, Gómez Pérez das Mariñas, la conquista de Camboya restaurando en el trono a Prauncar contra el rey de Siam; pero este se negó porque necesitaba a sus hombres para invadir Ternate, en las islas Molucas o Malucas; con todo, les prometió que tras la expedición de Ternate abordaría este asunto.

Pero Gómez fue asesinado en la expedición a Ternate y su hijo, Luis Pérez das Mariñas, armó por fin en 1595 tres naves al mando de Juan Suárez de Gallinato; dos de ellas tenían a Ruiz y a Belloso de capitanes y llegaron a Camboya; pero la de Gallinato se rezagó a causa de una tormenta que lo condujo a las Malucas o Molucas y, entretanto, el rey de Siam había instalado en el trono de Camboya al hermano de Prauncar Langara, llamado Bocatuerta, el Traidor. Al no acudir Juan Suárez de Gallinato, ambos capitanes, Ruiz y Belloso, se impacientaron y tomaron la iniciativa batiéndse contra las tropas camboyanas con un ejército formado en parte por japoneses cristianos y otros mercenarios orientales, y cuando Gallinato llegó ya habían ejecutado al rey usurpador y marchaban en retirada por el contraataque camboyano; molesto por no haberle esperado, Suárez de Gallinato llegó a acuerdos con los camboyanos; Ruiz y Belloso propusieron entonces ir a Laos, donde estaba el rey depuesto Prauncar, pero al llegar allí el monarca había ya fallecido, así como dos de sus hijos; el que quedaba, llamado también Prauncar, era pues el sucesor legítimo. Volvieron entonces a Chordemuco, lucharon y vencieron, y el nuevo rey Prauncar, que gobernó con el nombre de Paramaraja III, los nombró comandantes militares a Ruiz y Belloso y les dio el título de chofas, que incluía el gobierno de provincias ("Tran" Ruiz -quizá Stung Treng- y "Vapano" Belloso, posiblemente Ba Phnum); pero en nuevas revueltas fueron vencidos los españoles y, según Ruiz-Morales, asesinados Ruiz y Belloso.1​2​ Sin embargo, Rodao ofrece un testimonio según el cual Belloso no habría muerto, sino acabado sus días como gobernador de Ba Phnum. Por otra parte, Antonio de Morga ofrece también una versión de los hechos en Sucesos de las islas Filipinas (México: Gerónimo Balli, 1609, p. 18 y ss.).3​

Referencias
 Ruiz-Morales Fadrique, Santiago. «Blas Ruiz de Hernán González». Diccionario de la Real Academia de la Historia. RAH.
 Fernández Duro, Cesáreo. «Los españoles en Camboya y Siam Blas Ruiz y Diego Belloso (1582-1598)». Sociedad Geográfica Española.
 Morga, Antonio de (1609). «Sucesos de las islas Filipinas».
Bibliografía
Nart, Javier; Nart, Gorka (2015). Viaje Al Mekong. Barcelona: Península. ISBN 978-8499424125.
Rodao, Florentino (1997). Españoles en Siam, 1540-1939: una aportación al estudio de la presencia hispoana en Asia Oriental. Madrid: CSIC. ISBN 8400076346.

jueves, 8 de agosto de 2019

Tecnología punta

Es fácil inferir la personalidad de un pueblo como el español por la tecnología punta que genera. Y como nosotros no hemos pasado más allá de la fregona,  la tapa, el chupachup y el botijo, hay que concluir (inevitablemente, como Thanos) que somos unos comodones con miedo a mancharse las manos y a pasar mucho calor, al menos desde hace 3.500 años, pues hay botijos desde la almeriense cultura de El Argar. Que por aquí no pasa el tiempo. Cuán extraña es esa afición a las cosas con palito: el chupachup, la fregona, las tapas... y las banderas. Así nos va.

También se puede inferir la calidad de nuestro gobierno político por la de las tertulias (el parlamento es solo eso, una tertulia). De todas se saca la misma conclusión: ninguna. Es curiosa la unanimidad de ideas: todo el mundo hace el Inda de una forma u otra. Es la llanura perfecta del encefalograma plano, un campo de sal como el del Titicaca. ¿Qué idea será esa? ¿Sentarse rápido en la silla, como en el juego infantil?

Creo en la colectivización del conocimiento y de la ética, no en esta república camarera y los ochentamileuristas que la maltratan: nunca se ocuparán de la juventud que no nace y se marcha, de la sanidad que encoge, de los bancos que crecen, de la mierda que nos entierra. Ni Francisco Kafka podría describir esta postergación indefinida de una legalidad más real que legal. Un poco ejemplar ejemplo: el PSOE (Pedro Sánchez ¡OhÉ!), tira un dinero público que podrían haber usado en subirse más lo sueldos convocando perpetuas y eternas elecciones; y no es que los demás (de más para ellos) lo dejen: el convulso y malugno Rivera se agita como un cocamán y quiere bailar siempre con la más guapa y ser califa en lugar del califa; los podencos discuten con los galgos y los pobres y desvalidos no tienen nada que esperar de este espantajo que alguna vez pareció un país y ya no lo es. España y las demás repúblicas cementeras del sur de Europa son el tamagotchi de la UE.

Más nos vale hablar de Arrimadas, una niña conveniente y debida, bien educada, hija de buenos padres, modosa, kawai, fregatriz, pacata y circunspecta pajarilla en ese campo de nabos, esa manada que es la política española, más vulgar que la sopa de fideos. En China tienen una expresión para indicar la vergüenza: "perder la cara". Y todos los políticacos españoles tienen la misma: ninguna.

viernes, 7 de junio de 2019

Va de tapas

Hay dos películas que presentan formas opuestas de idealismo. Casablanca (1942), por ejemplo, se ríe continuamente de quienes pretenden hacer lo correcto, pero termina con el sacrificio idealista del héroe y los consuelos de la memoria y la amistad. En El tercer hombre (1949), por el contrario, el que intenta hacer las cosas bien termina sin ni siquiera esas magras recompensas; porque el héroe verdadero no es un bueno que se disfraza de malo (también el capitán Renaud lo hace), sino un malo hasta la médula, el nihilista Harry Lime, quien, tras ver que los poderes juegan con la vida humana y con la suya como han hecho en la II Guerra Mundial, decide que él, ¿por qué no? tiene "derecho" a hacer lo mismo, ya que no es mejor que ellos:

Hoy en día nadie piensa en términos de seres humanos; los gobiernos no lo hacen ¿por qué nosotros sí? Hablan del pueblo y del proletariado; yo de los tontos y los peleles, que vienen a ser lo mismo; ellos tienen sus planes quinquenales; yo, también.

El héroe americano (los de entonces vestían de paisano) de El tercer hombre nunca se ha comido, ni esta vez se come, un rosco: la chica bonita está enamorada del malo y pasa de él como de la mierda; ni siquiera les queda París o Miguelturra, con su Sacré-Coeur gordo. Harry Lime no tiene conciencia, al contrario que Raskolnikov: por eso es más moderno, más narcisista y completamente culpable. Si usted piensa que ahora no ocurren esas cosas es tan ingenuo como Joseph Cotten; en Viena se traficaba con penicilina diluida; ayer nos hemos enterado de que Pfizer sabía que un medicamento suyo curaba el alzheimer y prefirió ocultarlo porque le salía más beneficioso curar con él la artritis; ni siquiera hay que hablar del que compró los derechos de la panacea contra la hepatitis C para subir el precio o  de los que mataron sidosos y ahora matan drogadictos solo porque no es negocio curarlos con lo que saben que puede hacerse.

Veámoslo de otra manera; en concreto, de la manera como no se suele ver al gato de Schrödinger: con empatía. El gato puede estar vivo o muerto, pero mientras no abras esa caja, que puede ser también un ataúd, estará las dos cosas al mismo tiempo (quizá porque el tiempo es el mismo). Pero imaginemos que la realidad está encerrada en la caja del gato, esto es, que nosotros somos el gato, pura indeterminación: que no sabemos si somos reales o no somos, y queremos saber qué hay fuera, para saber si alguien o algo nos lo puede decir, ahí fuera, sobre la tapa de los cielos, en el lugar de las suposiciones y del idealismo (porque "la verdad está ahí fuera", que dicen).  Yo, desde luego, no sé si existo: los científicos nos han dicho que el universo es solo el cinco por ciento de lo que hay; así que no tengo derecho a pensar que la pizca que soy es algo sino una parte ínfima, rota y dolida de un todo inmenso (John Donne lo dijo mucho mejor hace cuatro siglos):

¿Quién no echa una mirada al sol
cuando atardece? ¿Quién depone los ojos
del cometa cuando fulgura?¿Quién no presta
oídos a una campana cuando por algo
tañe?¿Quién puede desoír esa campana
cuya música traslada fuera de este mundo?

Nadie es una isla, completo en sí mismo;
cada hombre es una pieza del continente,
un trozo de tierra; si el mar arrebata
una parte, toda Europa queda
achicada como si se tratara de un promontorio,
de la casa de uno de tus amigos, o incluso de la tuya. 

La muerte de cualquier hombre me reduce
porque estoy unido a la humanidad;
por tanto, no preguntes nunca

por quién doblan las campanas: doblan por ti.

También hace unos siglos, fíjense, pensábamos que estábamos en el centro del universo y las estrellas eran de papel pintado. ¿Cómo será de grande el tamaño de lo que hay dentro de veinte años? Ahora entiendo lo que dijo el filósofo Woody Allen: "La eternidad se hace muy larga, sobre todo hacia el final". ¿Estamos vivos o estamos como Willis en El sexto sentido, como Segismundo en La vida es sueño o como Hamlet entre el ser y el no ser? Porque el gato de Schrödinger es Willis, Segismundo y Hamlet y es usted y lo soy yo. Lo único cierto es que hay una tapa que tenemos que levantar para saberlo, y no precisamente para mear.

Esa tapa que hay que levantarse es la de los sesos: la muerte. En el mundo subatómico (es un suponer) no existe eso que llamamos vida; pero cuando nos descomponemos nos volvemos elementos simples, átomos sin vida. Si creemos que puede haber vida dentro de la caja, también puede haberla fuera, y (quizá) no dentro de ella, donde estamos: porque no estamos... seguros. Quizá la caja está dentro de otra caja, como en matriuskas o en un mandala zen. La diferencia es eso que hay entre la vida y la muerte, si es que hay algo; Poe se lo preguntaba al señor Valdemar.

Incluso podríamos creer, o estar seguros del todo de que estamos vivos ahora, pero, si eso es así, ¿no podemos estarlo más? ¿No existe una posibilidad de que una vida quizá más verdadera, o sencillamente distinta, otra forma de vivir, se halle al levantar la tapa de la muerte? Que no sea la ilusión de un trilero.

sábado, 25 de mayo de 2019

This is the end

La puerta sin puerta es el título de una antigua colección de koans, esas paradojas zen cuya función es destruir la conciencia de que algo tenga sentido. Mucha gente programa su vida para que le conduzca a un soñado fin; pero otros prefieren dejarse llevar. Lo malo es que, al final del camino, nadie está contento de nada. Y es porque quieren más: como en Juego de tronos. No hay finales perfectos porque los finales nunca lo son. Los felices y con perdices son cierres en falso, con horizontes y expectativas. Y así el miedo al spoiler, en esta época narcisista de remakes, segundas y terceras partes, es, en el fondo, un horror a la muerte, a que la cosa no continúe. Solo quien tome eso en cuenta (con su mente y no con su miedo) será auténtico.

Debe ser buena la vida: la gente lamenta perderla; pero unos quieren hacer cosas en ella y otros no; unos quieren ser actores y otros espectadores en la pantalla de este planeta que proyecta el sol. Algunos se hacen su propio plan quinquenal; pero entonces vienen los actos, errores y omisiones de otros o de uno mismo, y el plan se jode porque otros han hecho también planes que no concuerdan, porque no hay un plan único o te das cuenta de que, si lo hay, no tiene que ver contigo solo. Ya es bastante llegar a esta conclusión que a algunos les lleva (qué tontos somos) casi toda la vida, sin tiempo ya para arreglarlo y fastidiando inevitablemente los planes quinquenales de los demás. Inversamente, uno puede dejarse de ambiciones y abandonarse a la corriente de la abulia, pero entonces llega la cloaca y no puede echarse la culpa más que a sí mismo. Esto se ve claramente cuando vemos a los balseros: se hacen un plan quinquenal, incluso se apuestan la vida a ese plan, y se hacen a la mar: a veces se desinfla el flotador y lo pierden todo,  otras veces los recogen y se llevan desilusión y otras no pocas incluso logran sus sueños, que de todo hay; sobre todo porque se conforman con poco. 

Así pues, la voluntad y la ambición no son necesarias solo para nosotros, sino para los demás y para sus planes quinquenales. Una nación orgullosa no se hace con egoísmo, sino con colaboración. Y en España, donde medra el nazisismo españolista y catalanista, esas células cancerosas que proclaman su autonomía en el cuerpo social y terminan por matarlo, la única solución es la confluencia de la diversidad en unos valores eternos e inmutables de respeto, desarrollo y, sobre todo, trabajo. Los políticos no deberían ser tan vagos, ignorantes y perezosos, y como en eso no damos muy buen ejemplo ni damos la talla, así nos va. La mayoría de ellos no se han hecho estas preguntas: carecen de ética, ni siquiera la cristiana: en vez de morirse por salvarnos, prefieren subirse el sueldo, soltar discursos inconcluyentes y aumentar el papel periódico y la burocracia. La burocracia, cuyo marasmo y grisura eran para Hannah Arendt la manifestación del mal absoluto.

Cuánto mejor nos iría si cuidasen más de los otros: de la sanidad, de la educación, de la ciencia, de la cultura... de lo que nunca hablan. Lo ha entendido incluso alguien que nunca ha acabado la ESO, Amancio Ortega, cuando le han criticado por hacer lo que no hacen los políticos. Como dicen los anglosajones, ninguna buena acción se queda sin su correspondiente castigo.

viernes, 10 de mayo de 2019

Usted diga lo que quiera

El modo de razonar de los políticos,  meramente retórico, esto es, inconclusivo, con razones que ni atan ni desatan o bernardinas que solo declaran actitud, siempre me ha parecido un mero traslado de la manera de "pensar" antidialéctica tan típica de muchos españoles: la teológica, la fanática, que mira más a la convicción o a la fe que a la razón o a la esperanza, esto es, al futuro de todos. Una liturgia maligna, como decía hace poco el buen Manolo Valero; en ella solo valen las premisas, no las conclusiones. Por eso siempre es subjetiva, narcisista... y estúpida.

Un gran crítico de lo que fue y continúa siendo España fue José Cadalso, quien escribió al respecto: "No sé por que se ha escrito tanto sobre la Teología. Esta facultad trata de Dios. Dios es incomprehensible. Ergo es inútil la Teología". A los españoles siempre nos ha parecido mejor la fe medieval que la lógica del renacimiento. Aun ahora, cuando Abascal, primero de su lista electoral de reyes godos, se va a Covadonga, no sé a qué; seguramente a comerse una mariscada, como hacen los treintaytresmileuristas como él. Eso da para criar mucha barba a lo Jomeini, pues no hay más Abascal que Abascal, y Smith es su profeta; que le estén saliendo disidentes al Frente Popular de Judea era de esperar; no todo el mundo es de la misma fe wahabista. 

Al respecto me acuerdo de que se discutía en la I.ª República la libertad de cultos, algo que tanto ha costado traer a la España fanática. Don Emilio Castelar pronunció entonces su famoso discurso en el que hizo célebre su frase de "Grande es Dios en el Sinaí... pero es más grande el humilde Dios del Calvario" y enumeraba todas las razones de la soberbia que han hecho miserable al catolicismo en España; entre ellas decía que había estado en Roma y allí había visto, al lado de los frescos de Miguel Ángel, otro con la Matanza de San Bartolomé donde el rey francés ofrecía al Papa la cabeza de Coligny;  le contestó el canónigo Manterola a la manera típicamente española; haciéndose el sordo y negándole el pan y la sal:

-El señor Castelar nos dijo que había estado en Roma y yo, francamente, creo que el señor Castelar nunca ha estado en Roma.

Don Emilio le interrumpió:

-Sí: el año pasado por ahora.

Manterola insistió:

-Digo que no creo yo que el señor Castelar haya estado nunca en Roma. El señor Castelar fue a Roma, el señor Castelar debió de dormir en Roma porque se duerme en todas partes y es necesario dormir. Y el señor Castelar ha vuelto de Roma a España sin haber estado en Roma. La inteligencia fecunda del señor Castelar, la imaginación brillante del señor Castelar, el corazón generoso del señor Castelar nunca han estado en Roma.

O sea, razones a la española o el modo teológico de pensar que hizo nacer la palabra tiquismiquis: "Usted diga lo que quiera, que yo haré lo que me dé la gana". Como ahora, en que ni siquiera hay algo tan dialéctico y abierto como una república.