Cuando abran las barberías las colas van a ser dantescas en extensión y horripilancia. Vayan pidiendo ya día del mes y hora para la siega. Yo mismo parezco ahora el abuelo de Heidi, autoaislado en una montaña de ladrillos, y con lo previsto de monacato llegaré a yeti cromañón. Que las abran ya, por Dios, no necesitamos a más gente que nos asuste (para eso ya está el Gobierno; peor, la oposición): se manifiestan por la tele con caras más largas que las de Bélmez.
Sufro en mi celda de aislamiento, pero no igual que cualquiera. Hasta en las cárceles hay kíes o madres superioras que pasan sus tacos de saco servidas por tres o cuatro machacas para las necesidades superfluas o perentorias. Los demás, peor que las putas por rastrojo y Semana Santa. Los millonarios useños, a los tacaños me refiero, lo están pasando fetén en sus yates con jacuzzi de ozono y masaje asistido.
Debería hacernos reflexionar que nos dé más yuyu Gobienno, Patromal o UBREX (si no es lo mismo, que también) que una pandemia global. ¿Son acaso estos meningococos más enemigos y letales que el coronavirus? ¿Pagarles diezmo no supone más decimación? Tal vez sea un problema de nomenclatura, y se resolvería traduciendo al realista algunos letreros de un infantil idealismo platónico. Por ejemplo, ¿qué tal si renombramos el Polideportivo rey Juan Carlos I como "Polideportivo Chorizo I"? ¿Al Senado como "Pocilga del mamoneo compadre"? ¿O al ministerio de Justicia como "tienda del obstruccionismo culposo"? Pero no sigo por ahí, pues habría que llamar Plaza del chanchullo bienatado a la de la Constitución o algo peor, pues algo debe tener la democracia cuando la maldicen. Ya se ha visto con el renombramiento de las calles franquistas, que a su vez renombraban otros renombres, al estilo de las trilingües y desorientadas calles de la Praga kafkiana. Aquí no tenemos Kakfa, pero sí un Laberinto español a lo Brenan. Será que lo real ni siquiera tiene nombre, como la rosa, "una flor que crece en tierras ignoradas, / y que no tiene aroma, ni forma, ni color", tan pobre y mísera estaba.
Ningún país tiene tanto político en Uropa como las diecisiete Españas (en plural, que multiplica más) tienen malhechores aforados (eso dicen las estadísticas, si es que no mienten, también, las estadísticas ad hoc). Y la eficiencia de tanto político innecesario ya la estamos viendo, con la dificultad ocular que se deriva de que la mayor parte de las lentes y pantallas sean obra más o menos deformante de la misma fábrica de esperpentos y majaderos que es la historia de las Españas.
La mala suerte que le faltaba a Pedro Sánchez se le ha venido toda encima ahora, y está más solo que el más solo de nosotros en la cumbre monclovita; nadie, sino un estúpido, se cambiaría por él. Es mucha responsabilidad. La España vacía se ha vaciado más todavía, entre muertos, ausentes, reclusos y europeos remisos y feos: nos parece vivir en un cuadro tan desierto como los del viejo de asilo tomellosero Antonio López. Es la soledad que produce la aglomeración urbana de celdillas, como en la colmena neoyorkina de Hopper. Va a necesitar unos cojones que ni duos habet et bene pendentes.
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